Realismo y naturalismo en la literatura chilena

Certamen I Literatura Chilena Matías Hernández Romero 1. Sin duda alguna, Balzác fue una importante y monstruosa figura

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Certamen I Literatura Chilena Matías Hernández Romero 1.

Sin duda alguna, Balzác fue una importante y monstruosa figura en el mundo literario al ser considerado por la crítica como aquel autor que sentó las bases para el realismo dentro de lo que es la novela moderna, traspasando las normas románticas y adentrándose en la realidad que tenía por delante, penetrando “con paso firme en el territorio de los contrastes y las desproporciones”. Su estilo será utilizado posteriormente por el novelista chileno Alberto Blest Gana, principalmente en su novela Martín Rivas, obra que se enmarca dentro una narrativa y construcción realista, cuyas características fundamentales afloran eventualmente (y obviamente) a lo largo del desarrollo de la historia en los espacios descritos, los personajes que conforman el armazón del argumento y en ciertas críticas implícitas a la sociedad chilena del siglo XIX. En primer lugar, los espacios dentro de la novela realista son un elemento indispensable, ya que, dentro de este estilo, se busca mostrar elementos o más realistas posibles (valga la redundancia), de ahí que abunden en Martín Rivas infinitas descripciones de los lugares y ambientes, los cuales principalmente son cerrados como casonas y hogares y pocas veces espacios abiertos como plazas o la alameda. “La Alameda estaba desierta como lo está en días que no son festivos. El alegre sol de primavera jugaba en las descarnadas ramas de los álamos y extendía sus dorados rayos sobre el piso del paseo”1 En la cita anterior, aunque algo breve, notamos la descripción detallada de la Alameda, demostrando uno de los primeros rasgos de las características realistas en la obra de Alberto Blest Gana. En segundo lugar, las características físicas de los personajes son descritas con mayor exactitud porque este estilo literario intenta denotar ciertos perfiles y contrastes, por ejemplo, en Martín Rivas, ya de primer plano nos relatan la apariencia física de todos los personajes (o de aquellos que van entrando en escena) dejando de lado sus

1 Blest Gana, A. Martín Rivas. El Ateneo, Buenos aires: 1970. Pág. 418.

aspectos psicológicos, ya que, al novelista realista sólo debería interesarle aquello más objetivo para poder confeccionar mejor una denuncia de la sociedad en la que está inmerso. Todo en aquel joven revelaba al provinciano que viene por primera vez a Santiago. Sus pantalones negros, embotinados por medio de anchas trabillas de becerro, a la usanza de los años de 1842 y 43(…), su chaleco de raso negro con largos picos abiertos, formando un ángulo agudo, cuya bisectriz era la línea que marca la tapa del pantalón; su sombrero de extraña forma y sus botines abrochados sobre los tobillos por medio de cordones negros componían un traje que recordaba antiguas modas, que sólo los provincianos hacen ver de tiempo en tiempo, por las calles de la capital.2 La anterior descripción corresponde al personaje de Martín Rivas, a quien la novela retrata con las características de un joven provinciano y que al mismo tiempo contrasta con las descripciones otros personajes como Don Dámaso Encina: Su traje negro, su cuello bien almidonado, el lustre de sus botas de becerro (…), perfectamente afeitado y peinado, el rostro y el pelo de aquel hombre manifestaban que el aseo era una de sus reglas de conducta. Esta descripción pone en contraste las clases sociales que coexisten en la novela, no sólo por su vestimenta, sino por sus acciones. La descripción de los espacios y de los personajes construye una crítica social, elemento imperativo de la novela realista. En Martín Rivas el contraste de los personajes nos deja ver que existe una sociedad dividida entre los aristocráticos (Don Dámaso Encina, Leonor, Agustín) y una sociedad de clase media y baja (Rivas, Rafael San Luís, Amador, Adelaida y Edelmira Molina). La crítica se desencadena cuando vemos coexistir estas dos clases en la novela, en donde los aristócratas como Agustín que viajan a Francia, vuelven a Chile siendo buenos para nada o “parásitos” como los describe Don Fidel, pero principalmente, la crítica social está presente desde principio a fin, ya que, la novela realista, como fin único, es ser lo más verosímil posible, emulando una “fotografía” en donde destaquen aquellos rasgos que hacen decadente a la sociedad, como podemos ver en las escenas en donde interactúa Martín y los vendedores en la plaza, en los comportamientos de los Molina o durante la revolución que fracasa posteriormente.

2 Blest Gana, A. Martín Rivas. El Ateneo, Buenos aires: 1970. Pág. 301.

2.

Casa Grande3 en su más amplio significado, expone una “decadencia social”, la cual padece la clase social aristocrática del Chile de principios del siglo XX. En primer lugar, vemos una decadencia social, en donde la aristocracia chilena que expone Luís Orrego Luco, pasa por alto y padece de ella como si fueran parásitos en el estómago, cosa que vemos reflejado en esta cita: Contentábase [Misia Benigna] con tener a sus hijas vestidas como figurines, inclinándolas al lujo, abriéndoles cuentas en las tiendas, a pesar del mal gesto que en ocasiones ponía don Leónidas al ver su crecido monto. Creía su fortuna ilimitada; en cuanto a lo de las cuentas, allá se arreglaría ello Gabriela y Magda son hijas de un matrimonio de clase aristocrática en donde aquellos que pertenecen a este estrato según el autor, son gente desmedida que no calcula los excesos, derrochadora y sin conciencia, ya que, en especial en la figura femenina, ellas pueden gastar el dinero que sea y cuanto sea, pues están extremadamente acostumbradas a gastar desmedidamente y a delegarle los gastos a la cuenta del padre. Este cuadro se asemeja de una forma menos cruda a la imagen del aristócrata bueno para nada y holgazán que ilustra Agustín en la novela de Blest Gana. En segundo lugar, la decadencia cultural está retratada en las costumbres imperantes en la época en que se enmarca el argumento de la obra y que podemos apreciar cuando Don Leónidas le habla Gabriela porque cuando descubre que esta está enamorándose de Ángel Heredia y cuya conversación se centra en que existe un “qué dirán” porque todo aquello que la gente de clase alta como ellos hagan, será evaluado o criticado por los demás, por eso es importante que Gabriela (según su padre) siga ciertas normas que nos lo dan todas las mañanas impresas en nuestros diarios; las reglas de conducta generales,4 [etc.]. Además de lo cultural, también podemos apreciar cómo lo social vuelve a estar presente, ya que, el “qué dirán”, frase acuñada por el mismo Don Leónidas,

3 Orrego Luco, L. Casa Grande. Editorial Andres Bello, Santiago de Chile: 1985. 4 Orrego Luco, L. Casa Grande. Editorial Andres Bello, Santiago de Chile: 1985. Pág. 41.

establece que aquello que los demás piensan de nosotros vale igual o incluso más de lo que pensamos sobre nosotros mismos. De esta manera, la novela de Orrego Luco, estaría enfrascada dentro de la denominación de “decadencia” en cuanto a lo social y a lo cultural.

3.

La novela El Roto5, se dedicada a representar de una cruda manera a los sectores marginales de Santiago en los comienzos del siglo XX, cuyos protagonistas son personajes marginales que giran en torno a los prostíbulos. Estos tópicos los representa Edwards Bello de una manera de “documental”, es decir, que expone de manera explícita y sin censura lo que viven ciertos personajes en la sociedad a la que pertenecen. La novela se enmarca dentro de un estilo naturalista gracias a que en ella apreciamos que Edwards Bello retrata e intenta explicar los comportamientos del ser humano dentro de situaciones extremas de pobreza y marginación, mostrando como ciertos ambientes influyen en la forma de ser de los personajes. En este caso, se muestra cómo la vida de los prostíbulos, la falta de educación y otras ciertas situaciones específicas obligan a ciertos personajes a comportarse de maneras antisociales como Esmeraldo cuyo alias es el “Chincol” que debe aprender a robar o a superar ciertas adversidades criándose en la calle siendo un niño o como Violeta que a su temprana edad es mancillada y deshonrada debido a su forma de ser y de vestirse producto del ambiente del prostíbulo en el que crece. La pérdida de su virginidad mental le provocó un trastorno. Cuando su precocidad hincó el diente en el fruto venenoso de las realidades, de agresiva y exuberante que era, se tornó taciturna y miedosa. Las noches interminables pasadas en vela –nervioso-, mirando a su padre que roncaba; investigándolo… el horror de un despertar sobresaltado, por una zapatilla que azotaba su sueño como un denuesto; las rabias impotentes, por injusticias cometidas sobre él a diario; la contracción de todo su cuerpecito cuando veía a su madre golpeada, indefensa, lamentándose con clamores agudos, donde asomaban indicios de histeria. Esa pesadilla constante e implacable del alcohol y del vicio, le enfermó.6

5 Edwards Bello, J. El Roto. Editorial Universitaria, Santiago de Chile: 2007

Como vemos, el “Chincol” debe sobreponerse a toda adversidad que se le presenta (de ahí su estatus de “Roto”), sin embargo, vemos como estas adversidades (como los golpes que sufre la madre o la figura del padre, van aniquilando su inocencia y lo sumergen en un mundo hostil y decadente que Edwards refleja entre sus líneas para exponer la mugre de la sociedad chilena de aquellos años a modo de “documental”. Aquello a lo que denominamos “documental” en un primer aspecto es el estilo del escritor Edwards Bello al retratar de forma cruda y sin rodeos la sociedad chilena, brutal y hostil de los bajos mundos, imprimiendo en las hojas de la novela, cuadros o retratos del pensamiento de la época desde el punto de vista de personajes inmersos en ese mundo. Por ejemplo, en el capítulo en que Fernando se dirige al departamento de policía, se detiene un momento en el lugar por donde pasan los tranvías y ahí, ve a una joven cobradora (…) delgada y nerviosa. Representaba unos diez y ocho años; bonita y con unos ojazos sensuales y su boca diminuta y roja; sucia pero apetitosa (…). Bajó de la misma manera como había subido: sonriendo con su risa pasiva de tonta bonita, arreglándose el jubón que enmarcaba sus senos duros pero pequeños, con ese gesto desmayado que era uno de sus atractivos.7 En esta modesta cita, Edwards expone la observación que realiza Fernando sobre la pequeña joven. Sin embargo, la observación la efectúa para aseverar o dar por sentado que “Esa mujer sería ramera”, porque la sociedad en la que él está inmerso, califica así a las mujeres y a su belleza. El autor expone aquí y en otros puntos de la novela las leyes que rigen a esta sociedad chilena, característica principal del naturalismo. Y justamente estas leyes imperantes en el bajo mundo de la sociedad de principios del siglo XX, son las que, como segundo punto, Edwards Bello considera como “documentales”, porque lo que él expone aquí, trascenderán (y así lo hicieron) al paso del tiempo porque en ella está el minero, el huaso, el soldado, el bandido, etc. Personajes típicos de la literatura chilena, lo cual hacen que esta novela adquiera un carácter de documento, porque lo que se vive Esmeraldo ya no existe: se cerraron esos salones donde las asiladas sonreían

6 Edwards Bello, J. El Roto. Editorial Universitaria, Santiago de Chile: 2007. Pág. 17. 7 Edwards Bello, J. El Roto. Editorial Universitaria, Santiago de Chile: 2007. Pág. 69.

ceremoniosamente8 y lo único que queda de ello es esta obra, la cual, con razones de sobra podemos denominar como “documental”. 4.

En primer lugar, debemos destacar que el naturalismo es una extinción del realismo en la literatura, en donde este primer estilo, busca la eliminación de todo aspecto subjetivo, hechos fantásticos o sentimientos que se alejen de lo real, otorgando un análisis riguroso de la realidad, en donde los problemas de la existencia humana, componen el tema fundamental de la novela realista (cuentos en este caso, ya que nos referimos a la obra de Baldomero Lillo), en donde principalmente, el novelista denuncia los defectos y males que afectan a la sociedad y ofrece al lector soluciones para detenerlos. Cada autor, según sus ideas, muestra lo que para él es un mal de la sociedad. Por otro lado, el naturalismo tenía como objetivo explicar los comportamientos del ser humano y el novelista de este estilo, pretende interpretar la vida mediante la descripción del entorno social y descubrir las leyes que rigen la conducta humana, representando a sus personajes en situaciones extremas de pobreza y marginación, describiendo los ambientes más bajos y sórdidos con el fin de poner al descubierto las lacras de la sociedad. “Los inválidos” y “La compuerta número 12”, cuentos pertenecientes a Subterra9, nos muestran cómo el realismo y el naturalismo coexisten dentro de la obra de Lillo. En primer lugar, “Los inválidos” nos muestra una narración objetiva y confeccionada con un lenguaje formal incluso cuando hablan los obrero que a diferencia de la obra de Edwards, los diálogos de los personajes de la clase baja eran escritos de forma que se asimilara al hablar de dichos personajes de la sociedad chilena. Relata cómo es la vida de los obreros sin caer en la ficción, ofreciéndonos un impresión de “fotografía” de aquello que padece el minero, figura que en este caso, es simbolizada por la del caballo, ya que, en la mina, ambas figuras padecen la miseria de vivir asediados por el trabajo forzado y sentir la cercanía de la muerte:

8 Edwards Bello, J. El Roto. Editorial Universitaria, Santiago de Chile: 2007. Pág. 1. 9 Lillo, B. Subterra, Editorial Colicheuque, Santiago de Chile: 1995.

El anciano permaneció un instante en actitud reflexiva y luego, pasando el brazo por el cuello del inválido jamelgo, con voz grave y vibrante como si arengase a una muchedumbre exclamó: -¡Pobre viejo, te echan porque ya no sirves! Lo mismo nos pasa a todos. Allí abajo no se hace distinción entre el hombre y las bestias. Agotadas las fuerzas, la mina nos arroja como la araña arroja fuera de su tela el cuerpo exangüe de la mosca que le sirvió de alimento. ¡Camaradas, este bruto es la imagen de nuestra vida! ¡Como él callamos, sufriendo resignados nuestro destino!10 La anterior cita reitera lo expuesto sobre que el cuento de Lillo, ilustra características realistas tanto por cómo se construye el relato, como por lo que muestra con respecto al minero y al caballo, exponiendo la realidad en la que se ven inmersos y dando a entender el porqué de dicha realidad. En segundo lugar, tenemos a “La compuerta número 12”, donde vemos la realidad de los individuos (Pablo y su padre) dentro de la mina, pero en este cuento en particular vemos un porqué más crudo y más crítico con respecto al relato anterior, ya que, se expone el trabajo infantil y además, podemos ver como a pesar de todo, no importa lo que piensen o lo que hagan, la vida del minero siempre será la misma, condenado a morir en la oscuridad de la mina y al igual que en EL Roto, a sacrificar la inocencia. La criatura medio muerta de terror lanzaba gritos penetrantes de pavorosa angustia, y hubo que emplear la violencia para arrancarla de entre las piernas del padre, a las que se había asido con todas sus fuerzas. Sus ruegos y clamores llenaban la galería, sin que la tierna víctima, más desdichada que el bíblico Isaac, oyese una voz amiga que detuviera el brazo paternal armado contra su propia carne, por el crimen y la iniquidad de los hombres.11 La vida obrera, reflejada en la anterior cita, refleja la triste realidad de los esfuerzos por salir adelante, no sólo de Pablo, sino que de todos los mineros. La pobreza que existe en relación al entorno de un minero, las condiciones sociales y económicas, hacen que el hombre se vea como un ser asediado constantemente por su condición irrenunciable, ya que, o es la muerte a manos de la mina o la muerte por hambre. El fin único de los mineros de los cuentos de Baldomero Lillo.

10 Lillo, B. Subterra, Editorial Colicheuque, Santiago de Chile: 1995. Pág. 6.

11 Lillo, B. Subterra, Editorial Colicheuque, Santiago de Chile: 1995. Pág. 12.

Realismo y Naturalismo se entrecruzan aquí para darnos una visión no diferente en cuanto a la realidad vivida por los personajes, sino que, nos da una forma con tintes diferentes con respecto a la forma de narrar, ya que, mezcla lo grotesco y crudo del naturalismo, dándonos a conocer el porqué de los problemas sociales y de las formas de vida de los personajes en situaciones de pobreza extrema, como al pequeño Pablo quien debe trabajar por obligación gracias a las costumbres, tradiciones (ya que sus antepasados también fueron mineros) y por la necesidad de llevar comida a la mesa. El realismo de adhiere a dicha mezcla a la hora de formar una crítica social al contrastar la imagen del hombre acomodado (los capataces y administradores de la mina) con la del minero, denunciado los males que afectan a la sociedad en la que se vive.