Puesto Los Ojos en Jesus 2

Lección nº 13: La mirada puesta en Jesucristo nos lleva a la victoria Hebreos 12:1-29 Versículo para memorizar: "Por tan

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Lección nº 13: La mirada puesta en Jesucristo nos lleva a la victoria Hebreos 12:1-29 Versículo para memorizar: "Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios". (Hebreos 12:1, 2). ¿Qué aprenderemos hoy? El cristiano se encuentra frente a sinnúmero de dificultades, de orden espiritual y material. Oposición, críticas, persecución, confrontación con su realidad actual o incluso la pasada y otros factores externos que buscan diezmar su crecimiento en todos los órdenes. Obedece sin duda a una cuidadosa estrategia de Satanás encaminada a asegurar un estancamiento espiritual, contrario al propósito eterno de Dios para nosotros. ¿Cómo vencer? Esa es la pregunta que hallamos con frecuencia a nuestro paso. El autor de la Carta a los Hebreos arroja una recomendación que reviste particular importancia. Él dice: 1.-"...despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia" 2.- "...corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante..." 3.- "...puestos los ojos en Jesús...". Cuando apreciamos en detalle estos tres puntos, estamos frente a un realidad: es posible vencer, llegar a la meta que desde antes de la creación del mundo tiene Dios para nosotros, y avanzar –aunque se presenten cualquier cantidad de problemas—es posible con la ayuda del Señor Jesucristo. ¿Qué nos dice la Escritura? En el análisis de las Escrituras para el capítulo 13 aprendemos que: I.- Nuestros esfuerzos se encaminan a llegar a la meta (vv.1-3) El Señor Jesucristo venció por nosotros en la cruz. Aunque a primera vista parezca que los problemas están por encima de nuestras fuerzas, estamos llamados a vencer. Lograrlo no es posible en nuestras fuerzas sino en las de Dios. Esa es una certeza inigualable que se desprende de la obra redentora del Señor Jesús quien murió en la cruz y resucitó, tres días después, rompiendo toda atadura al pecado y a la muerte. 1.- Los hombres de fe pudieron, usted también (v.1).- Los hombres que figuran en la galería de la fe, abrieron un sendero que nosotros podemos seguir. Luchar no fue fácil para ellos, tampoco lo es hoy para usted y para mi. Sin embargo, el hecho de que hayan sentado bases para crecer en su vida espiritual y personal, nos ofrece la tranquilidad de que también podemos llegar a su nivel. Basta que depositemos nuestra confianza en el Señor Jesús. 2.- La estrategia: seguir adelante, sin mirar atrás (v. 2).- Quienes comienzan su caminar con Cristo Jesús pero están volviendo la mirada a la mundanalidad que tanto les atraía y que aún les abre puertas, o quizá se fija hacia los costados --en los que emergen problemas--, jamás crecerá como cristiano. Por el contrario, quien mira delante, poniendo su mirada en la victoria que nos ofrece el Señor Jesucristo, vence. Pronto apreciará un cambio en su forma de pensar y de actuar. Estaremos cumpliendo así el propósito eterno del Creador para cada uno de nosotros. Aunque cumplir ese objetivo implicó para el Señor Jesús morir en la cruz, bajo oprobio, lo hizo y cumplió el plan divino. II.- El Señor Jesucristo, un ejemplo vivo para quienes luchan por su vida espiritual (vv.311). Las fuerzas para luchar contra la adversidad que se levanta en derredor, la hallamos en el Señor Jesucristo. Es gracias a Él que encontramos la fortaleza "...para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar..." (v. 3). El sufrió hasta lo indecible, y conoce nuestro sufrimiento; por tanto, Él y nadie más que Él es quien puede ayudarnos. 1.- La disciplina, una oportunidad de crecimiento (vv.7, 8) El autor de la carta a los Hebreos es claro cuando advierte: "Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?"(v. 7). Nuestro Supremo Hacedor conoce qué áreas de nuestra existencia deben ser sometidas a trato con el propósito de llegar a ser instrumentos útiles en su obra y seres que cumplen su eterna voluntad.

Por supuesto, todos estamos en libertad de no acogernos al trato del Creador. Es una opción personal, y como tal, acarrea sus consecuencias, muchas de las cuales tienen influencia en nuestro presente y en el futuro. Y también tienen repercuciones con la eternidad. 2.- La disciplina humana, también la avala Dios (vv.8-11). Una de las mayores dificultades que enfrenta el cristiano estriba en someterse a la autoridad, y cuando transgrede normas claras, lo que va en contravía de cuanto desea es aceptar que los errores acarrean unas consecuencias. Pero la autoridad superior—en el plano terrenal—cuenta con el aval de Dios. Bien provenga de nuestros padres, de los directivos de la empresa en que laboramos o del liderazgo pastoral de la iglesia a la que asistimos. El término clave es "sujeción" aunque bien sabemos que no nos gusta. Sin embargo, someternos a los superiores está en el plan divino, así como a Él, usted y yo debemos estar sujetos. III.- Llamados a permanecer en la nueva vida (vv.12-29). Siempre me llamó la atención la historia de un hombre que pasó cinco años sin bañarse. La última vez que lo hizo era un dibujante publicitario. Sin embargo aquella tarde decidió alejarse de todo y de todos para vivir en los bajos mundos. Consideraba que no soportaba la presión de quienes le instaban a dejar las drogas. ¿Cuándo volvió a mirarse al espejo totalmente limpio? Cinco años después, cuando un grupo de profesionales fueron a brindarle auxilio a quienes habitaban la calle donde el hombre, junto con otros, vivían de la caridad pública y los pocos peses que conseguían, los destinaban a las drogas. Cuando se vio en el espero era un hombre distinto, y desde ese instante, se hizo el firme propósito de emprender el cambio y ser una nueva criatura. Igual con nosotros. Dios nos sacó del mundo de pecado en el que estábamos sumidos. Y con nuestra nueva naturaleza, como hijos del Altísimo, nuestros pensamientos y acciones deben ser totalmente diferentes a cuanto éramos pecadores irredentos. 1.- Dios nos ayuda; debemos proponernos cambiar (vv.12, 13). Dios nos ayuda a cambiar, pero en nosotros debe haber un propósito firme de avanzar hacia esa transformación (vv.12, 13). Tal determinación debe ir acompañada de la decisión de apartarnos de las sendas que sabemos, nos conducen al pecado. ¿Cuáles pueden ser? Hábitos que no están bien conforme a hijos de Dios, amistades que nos instan a volver atrás o pecar, asistir a lugares que nos atraen y hacen recordar el poco "gusto" que sacábamos de obrar mal. 2.- Dios nos limpia de pecado y nos hace santos (vv.14). Quien aspira vivir por siempre con Dios, debe ser santo. ¿Qué significa? Apartarse de todo mal. ¿Cómo lograrlo? Dependiendo de Dios para vencer la tentación. No hay duda que Satanás siempre querrá poner tropiezo a nuestro paso, y es probable que en medio de las circunstancias tentadoras que enfrentemos, lleguemos a pensar que es imposible alcanzar la santidad. Pero si dependemos del Señor, podremos llegar a ese propósito. 3.- Si tenemos un encuentro personal con Dios, debemos seguir con Él (vv.15-29). El centro del asunto no es tener una experiencia personal con Dios y volver a la vida vieja, de pecado y desorden. Cuando vamos a las Escrituras encontramos que, pese a estar andando con el Señor Jesús, es probable que algunas raíces del viejo mundo de pecado, broten y nos lleven a apartarnos de la vida con Él (vv.15, 16). Es un peligro al que estamos expuestos y que no debemos desconocer. Cuando aceptamos al Señor Jesús en nuestro corazón, fuimos "inscritos en los cielos" (v.23). Ahora no podemos apartarnos del Dios de gloria. "Así que, recibiendo nosotros su reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios, agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor