Los Ojos de Juda

FACULTAD DE CIENCIAS EMPRESARIALES ESCUELA PROFESIONAL DE ADMINISTRACION Y NEGOCIOS INTERNACIONALES Apellidos y Nombres

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FACULTAD DE CIENCIAS EMPRESARIALES ESCUELA PROFESIONAL DE ADMINISTRACION Y NEGOCIOS INTERNACIONALES

Apellidos y Nombres: Muñoz Moscaiza, Luis Julián Ciclo: II Curso: Comunicación II Docente: Lic. Espinoza Vizquerra, Mariela

I) Elementos Intrínsecos: 1.1 Titulo: “Los Ojos de Judas” 1.2 Tema: El narrador nos cuenta un episodio terrible que presenció durante su niñez en Pisco, en una noche de Sábado de Gloria (semana santa), teniendo como fondo tétrico la quema de un muñeco que representaba al apóstol Judas en una plazoleta cercana al mar. 1.3 Idea Principal: La idea principal de este cuento es de hacernos reflexionar sobre el perdón que se tiene que hacer a todas las personas cuando han cometido algo que no era correcto, como se da en este cuento sobre la señora Luisa que indirectamente había pedido perdón al pequeño Abraham, quien tardíamente se lo concedería. 1.4 Personajes: 1.4.1 Personajes Principales: 



El niño-narrador, es decir Abraham Valdelomar, quien relata un episodio aterrador que vivió en su lejana niñez ambientada en Pisco. Iba por entonces a la escuela del puerto, situada cerca de su casa y solía pasearse por la orilla del mar, tanto en el trayecto de ida como en el de vuelta. La señora blanca, una mujer muy blanca, vestida de blanco, con la que Abraham se encuentra en la playa reiteradamente, y con quien conversa largo rato. Era una señora que hablaba con mucha dulzura y parecía atormentada por alguna tristeza oculta. Su identidad la desconocía Abraham pero luego su cadáver aparece en el mar empujado por las olas y es visto por todo el pueblo. Aunque el relato no lo dice de manera explícita, se trataría de la señora Luisa, que poco antes había protagonizado un escándalo en el puerto: por salvar a su hijo había delatado a su esposo Fernando, buscado por la justicia como sospechoso de un asesinato; al final perdió tanto a su esposo, que fue encarcelado, como a su hijo, que le fue arrebatado.

1.4.2 Personajes Secundarios: 

El padre, que era empleado en la Aduana y quien, físicamente “tenía un hermoso tipo moreno. Faz tranquila, brillante mirada, bigote pródigo”. Se levantaba temprano a trabajar y volvía a casa al atardecer, aunque a veces debía quedarse hasta muy tarde en el trabajo, para despachar o esperar a algún barco.



  

La madre, ama de casa, a quien se la describe como “dulcemente triste”. Se preocupaba mucho por su familia y solía inquietarse cuando su esposo tardaba de volver del trabajo. Muy devota, solía orar ante una imagen de la Virgen María. La hermanita menor. No se menciona su nombre. Tampoco se mencionan a otros hermanos. La criada del hogar. La gente del pueblo. Se mencionan a los marineros, los trabajadores del muelle, los cargadores de la Estación, y el resto de los vecinos del puerto, quienes asisten en masa a la quema de Judas.

1.5 Argumento: Empieza describiendo al puerto de Pisco como una mansa aldea, de gran belleza. Menciona también a sus padres: su papá trabajaba en la Aduana recibiendo a los barcos, y su madre se dedicaba al hogar; a veces su papá por su trabajo llegaba muy tarde a casa. En una ocasión despertó de madrugada y escuchó a sus padres que hablaban sobre una pareja que había tenido problemas. Mencionaban a una señora Luisa, que por salvar a su hijo había delatado a su esposo Fernando, buscado por la justicia como sospechoso del asesinato de un tal Kerr. Dicha señora perdió tanto a su esposo, que fue encarcelado, como a su hijo, que le fue arrebatado. Abraham se sintió asustado, rezó una oración y volvió a dormirse. Al día siguiente fue a dar un paseo a la playa; de pronto se sintió algo raro y se echó a tomar una siesta; en ese trance vio a una mujer vestida de blanco que se acercaba, pero no pudo distinguir más porque se quedó dormido. Al despertar, pensó en la imagen de la mujer pero no vio nada, solo notó unas huellas de pisadas en la arena. Pensativo y temeroso, decidió volver a casa y cuando metió la mano a su bolsillo halló una medalla de plata de la Virgen Purísima. Imaginó que posiblemente la mujer misteriosa lo había colocado allí mientras dormía. Cavilando en ello volvió a casa, pero no comentó a nadie lo sucedido. Al día siguiente, que era martes de Semana Santa, regresó al mismo lugar de la playa y a la misma hora. De pronto vio la misma silueta de mujer nuevamente acercarse; sintió miedo y quiso retirarse, pero se contuvo. Era una señora blanca, vestida de blanco y de mirada apacible, a quien saludó con mucha cortesía. Conversaron. La mujer le preguntó si le gustaba el mar, a lo que Abraham respondió afirmativamente, agregando que venía todas las tardes. “¿Y te quedas dormido?” inquirió la mujer, por lo que Abraham le preguntó inquieto si ella había venido el día anterior. La mujer dijo que no, comentándole que cuando los niños eran buenos y se dormían a la orilla del mar, un ángel les regalaba una medalla. Abraham sonrió incrédulo. Cogidos de la mano, y amigablemente, retornaron a la población donde vieron que en una plazuela unos hombres preparaban una especie de torre de cañas. La mujer preguntó a Abraham qué hacían aquellos hombres y él respondió que preparaban el castillo donde quemarían la efigie de Judas el sábado de gloria. La mujer le preguntó si sabía por qué lo quemaban

y Abraham respondió que por traicionar al Señor Jesús, y ante la pregunta de que si no le daba pena, respondió que no. Finalmente la mujer le preguntó si sería capaz de perdonar a Judas, a lo que Abraham respondió muy convencido que nunca, aduciendo que Dios se molestaría con él si lo hacía. Luego se separaron del camino y Abraham retornó a casa. Era martes de Semana Santa, y el resto de la semana Abraham no volvió a la playa, pero cuando llegó el Sábado de gloria, fue a dar su paseo habitual de la tarde. Al pasar por la plazuela vio que ya habían colocado al muñeco de Judas; le llamó la atención sus ojos enormes, blancos e iracundos con que lo habían representado. Ya en la playa se encontró de nuevo con la señora blanca; esta vez la vio muy pálida. Hablaron largo rato. La mujer volvió a preguntarle si perdonaría a Judas, a lo que Abraham respondió con su persistente negativa. También le dijo que vendría esa noche a ver la quema de Judas y le pidió que recordara bien su rostro para que la reconociera. Luego le preguntó hacia dónde miraban los ojos de Judas. Un tanto extrañado por tal plática, Abraham le respondió que miraban hacia el mar. Fueron juntos hacia la plazuela y pasaron cerca del Judas. La señora le volvió a preguntar hacia donde miraban sus ojos. “Al mar, bien lejos”, respondió Abraham. Allí se despidieron y ella le dio un beso muy largo en la frente. Al volver a casa, ya de noche, Abraham encontró a su madre muy intranquila pues su papá se había quedado en el trabajo despachando a un buque. Abraham le preguntó si irían a ver la quema de Judas, a lo que respondió la madre que lo harían solo si su papá volvía pronto. Enseguida se pusieron a orar “por los caminantes, navegantes cautivos cristianos y encarcelados”. De pronto oyeron un alboroto en la calle y una voz que gritaba avisando un naufragio. Salieron entonces corriendo hacia la playa, y en el trayecto se encontraron con el papá, quien dijo que seguramente había encallado el buque que había despachado hacía una hora. Algunos pobladores tenían linternas y farolillos y auscultaban el mar; vieron que extrañamente el buque parecía alejarse. Luego de un rato la muchedumbre se disolvió, y todos fueron a ver la quema de Judas. Abraham y su padre hicieron lo mismo, pero la madre prefirió volver a casa. Un hombre prendió la fogata y comenzó la larga y aterradora escena. Abraham contempló algo asustado como los ojos de Judas se tornaban rojos y amenazadores. De pronto se oyó una voz fuerte anunciando que se había divisado a un ahogado. En efecto, se vio como las olas arrastraban un cuerpo; algunos se lanzaron al mar y lo trajeron a la orilla. Como la luz de los faroles no era suficiente para reconocer al cadáver, lo llevaron ante los pies de Judas, que aún ardía. Todo el pueblo se congregó a observar. Abraham y su papá se abrieron paso entre la multitud y llegaron cerca del cuerpo. Era el de una mujer semidesnuda, con las ropas destrozadas y el rostro cubierto con sus cabellos desgreñados. Uno de los curiosos le descubrió la cara. Fue entonces cuando Abraham tuvo la más horrible sensación de toda su vida al reconocer a la mujer: «¡Papá, papá, es la señora blanca! ¡La señora blanca, papá!...», gritó con terror. Le pareció entonces ver que Judas ponía sus ojos fieros sobre él y dio un segundo grito más fuerte y terrible:«¡Sí, perdono a Judas, señora blanca, sí lo perdono!...» Su padre lo abrazó fuertemente y se lo llevó a casa,

mientras el niño veía por última vez los terribles ojos de Judas que le miraban sangrientos y acusadores. Queda por sobreentendido que aquella señora blanca no era sino la misma señora Luisa, cuya tragedia familiar había escuchado Abraham días antes de boca de sus padres. Indirectamente había tratado de pedir perdón al pequeño Abraham, quien tardíamente se lo concedía.

II) Elementos extrínsecos: 2.1 Autor: Abraham Valdelomar 2.2 Rasgos Biográficos: Pedro Abraham Valdelomar Pinto (Ica, 27 de abril de 1888 - Ayacucho, 3 de noviembre de 1919) fue un narrador, poeta, periodista, ensayista y dramaturgo peruano. Es considerado uno de los principales cuentistas del Perú, junto con Julio Ramón Ribeyro. Valdelomar fue un escritor completo pues abarcó prácticamente todos los géneros literarios conocidos. Sin embargo, lo mejor de su creación ficticia se concentra en el campo de la narrativa cuentística. Sus cuentos se publicaron en revistas y periódicos de la época, y él mismo los organizó en dos libros: El caballero Carmelo (Lima,1918) y Los hijos del Sol (póstumo, Lima,1921). En ellos se encuentran los primeros testimonios del cuento neocriollo peruano, de rasgos postmodernistas, que marcaron el punto de partida de la narrativa moderna del Perú. En el cuento El caballero Carmelo, que da nombre a su primer libro de cuentos, se utiliza un vocabulario arcaico y una retórica propia de las novelas de caballerías para narrar la triste historia de un gallo de pelea, relato nostálgico ambientado en Pisco, durante la infancia del autor. En Los hijos del Sol, busca su inspiración en el pasado histórico del Perú, remontándose a la época de los incas. Su poesía también es notable por su evolución singular del modernismo al postmodernismo, teniendo incluso atisbos geniales de vanguardismo. Aquella es de una sensibilidad lírica extraordinaria que tiene como máxima expresión la de ser un vuelco hacia su interioridad. Pero esta interioridad debe entenderse como una expresión directa e íntima (por tanto, creativa) de la realidad. Esta poesía tiene como ejemplos fulgurantes a Tristitia y El hermano ausente en la cena de Pascua, los cuales presentan a su autor como un poeta dulce, tierno y profundo, saturado de paisaje, de hogar y de tristeza.

2.3 Producción Literaria: “Los Ojos de Judas”, Escrito hacia 1912-1913, fue publicado por primera vez en el diario limeño La Opinión Nacional, el 1 de octubre de 1914. La crítica lo considera como uno de los cuentos más logrados de la literatura peruana. 2.4 Apreciación critica: Técnica y artísticamente, por la expresión y por el sentido, éste es sin duda uno de los cuentos más logrados y admirables de Valdelomar. El escritor mantiene el interés dosificando las informaciones, y mostrando de modo gradual el paso de la inocencia a la revelación de un niño de 9 o 11 años, en una atmósfera angustiosa.