Psicopatologia General - Karl Jaspers.pdf

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PSICOLOGÍA, PSIQUIATRÍA

Y PSICOANÁLISIS

PSICOPATOLOGÌA GENERAL

KARL

JASPERS

PSICOPATOLOGIA GENERAL T raducción de la quinta edición alem ana por el

Dr. ROBERTO O. SAUBIDET D e l H ospital N acional d e Alienadas, Buenos Aires

y

DIEGO A. SANTILLÁN

CUARTA EDICION R EIM PR E8IO N

EDITORIAL í

\ BET A

B u en o s A ir e s

TrruLo

d e l o r ig in a l e n a le m a n : " A llg e m e in e P s y c h o p a t ö lo g ie ” C opyright by

E d ito r ia l B e ta

Buenos A ires

1977

H echo el deposito de L ey

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

JUSTIFICACIÓN DE LOS TRADUCTORES “Yo no entiendo m ucho d e eso, pero .publíquelo, que parece ser muy im portante” . Con estas palabras despidió Nissl, el famoso neuropatólogo, al joven psiquiatra que le interrogaba sobre el m érito de las pruebas que h ab ía som etido al juicio del maestro. Y tenía razón Nissl. Q uién sabe si llegó a com prender la trascendencia d e ía obra que h abía de juzgar, pero au n sin “entender m ucho de eso” alentó con su enorm e autoridad la publicación de la p rim era edición de la Psicopatología general qUe, desde ese año 1913 en adelante, se iba a transform ar en la p u erta de e n trad a ineludible a toda form ación psiquiátrica seria. E n las ediciones de 1919y 1922 aum entó el volumen prim itivo del libro llegando en esta últim a — la tercera— a contar 458 páginas (en a le m á n ). L a solidez de la obrá, la am plitud de la visión y en especial el enfoque metodológico le daban caitácter de definitiva. De esta edición se hizo la excelente traducción francesa (Félix Alean, 1933) difundida entre nosotros. Pero Jaspers era desde 1921 titu lar de filosofía en Heidelberg y toda su actividad intelectual, desde entonces, le m antuvo alrededor de los más centrales problemas filosóficos. Por eso sorprendió al m undo psiquiátrico la edición de 1946. Por sugestión de F. Springer, de la célebre editorial que ya 30 años antes le había apoyado ju n to con W ilm ann en la prepa­ ración de la p rim era edición, pudo, ayudado p o r K. Schneider y Oehlkers, no ya reelaborarla sino m odificar “u n a vez más el conjunto” . N o nos corresponde como traductores y menos en este lugar, com entar la obra ni presentar al autor. Rem itim os al lector a los trabajos de H onorio D elgado — el sudam ericano que m ejor conoce a Jaspers— y en especial a v. X , n. 4, p. 413 de la Revista de Neuropsiquiatría de Lima, donde, aunque en form a sucinta, estudia la presente edición. N uestra labor, con ser ardua, es m ás modesta. Damos en español el pensam iento de Jaspers. H abía que hacerlo. Resulta penoso ver gene­ raciones de jóvenes bien intencionados que, por no conocer el idioma, se h an visto obligados a prescindir del m ás profundo pensador psiquiátrico contem poráneo. Ju n to a las habituales dificultades de toda traducción del alem án (jam ás será posible decir exactamente lo mismo en idiomas dife« rentes), en Jaspers hemos tenido perm anentem ente u n a que a veces parecía

u p erab le: y es »que el rigor term inológico es precisam ente u n a d e las -eas m ás im portantes que él m ismo se im pone p a ra recién entonces ie n ar los métodos. Nos apresuram os a reconocer que tal im pedim ento mosr podido superarlo — dentro de nuestras posibilidades— utilizando m inos y a acuñados p o r las últim as generaciones de psiquiatras españoque conocen ta n bien la m o derna psiq u iatría alem ana. E n algunas tas aclaram os nuestras mayores d udas — en especial con Sarro y López :>r— pero el núm ero total es excesivo p a ra nom brarlos uno p o r uno. E n aspecto filosófico, nuestra m ejor fuente de term inología española la Demos al grupo que ju n to a O rteg a y Gasset tra d u je ra p a ra R evista de tridente y que, al menos en p arte, con tin ú a tra b a ja n d o en las ediciones 1 Fondo de C u ltu ra Económ ica de M éxico. H acia el final de la obra se q u eja Jaspers de la fa lta de u n a figura nial en la historia de la psiquiatría. Pensam os nosotros que él mismo u n a figura genial. E n la necesidad im postergable de poner al alcance 1 lector español su obra psiquiátrica m ás im portante, encontram os lestra m ejor justificación. R. S. D. A. S.

PREFACIO DE LA PRIMERA EDICIÓN Este libro quiere dar una visión de conjunto del dominio entero de la psic o patología, de los hechos y puntos de vista de esta ciencia; y además abrir a los interesados un acceso¡ a la bibliografía. E n lugar de exponer dogmáticamente los resultados obtenidos, quisiera introducir predom inantem ente en los problemas las cuestiones que se plaritean y los métodos; en lugar de un sistema en base a una teoría, quisiera dar¡ un ordenam iento fundado en el conocimiento metodológico. ■E n la psico patología existe una señe de modos de consideración de las cosas, una serie de caminos paralelos que se com plem entan, pero sin per* turbarse m utuam ente. M is esfuerzos se dirigieron a la particularización de esos caminos, a su separación neta, lo m ism o que a la exposición de la multilateralidad de nuestra ciencia. Se hizo el intento de señalar su puesto a todas las tendencias empíricamente fundadas, a todos los dominios psicopatológicos de interés, para procurar al lector — en tanto que posible— una vñsión real d e toda la psico patología, no una opinión m eram ente peirsonal, una escuela o una corriente de moda. En m uchas partes no se ha podido eludir sim plem ente el registro de relatos de hechos hasta aquí comprobados, todavía inconexos y de algunos ensayos todavía titubeantes. E s sin embargo peligroso estudiar en psic opatolo gía solamente el tem a; no hay que aprender psicopatología,sino observar, interrogar, analizar y pensar psico patológicamente. Quisiera ayudar a los estudiantes a hacerse de un saber ordenado, que ofrezca el punto de vincu­ lación en los nuevos fenóm enos observados y que haga posible situar e> nuevo saber que adquieren en el “lugar” correspondiente. K arl

H eidelberg, àbril 1913.

J aspers.

DEL PRÓLOGO D E LA SEGUNDA EDICIÓN . . . La exigencia fue diversamente aum entada por los ejemplos. Pero nte todo se dedicó esmero a la elaboración conceptual ulterior de nuestro tamen psico patológico. Las confusas generalidades que arrastramos son imerosas. H e intentado aclararlas en lo posible. Pero las intenciones -ofundas que se expresan a m enudo en ellas, no deben ser sim plem ente legadas y dejadas de lado cuando no se llega a su pleno'esclarecimiento. E l detallado resumen del contenido, el registro de nombres y la diver­ dad de tipos de' impresión deberán hacer destacar en (a lectura prime* m ente lo interesante, pasando po r alto, según la necesidaid, las meras 'lomeraciones de material, y tener en cuenta las discusiones de conceptos te se hallan en otro lugar. Los diversos capítulos tratan de m antener un m to de vista propio; pero se com pletan en la m edida en que los conptos empleados inevitablem ente en m uchos pasajes no se vuelven a definir cada lugar. Desde el punto de vista médicp se ha expresado la opinión que este ro es difícil para los estudiantes, porque se tratan en él tam bién los oblemas últimos y más graves. Frente a éso mantengo la convicción de e una ciencia se puede entender por com pleto, en sus problemas centra, o ño se puede corrí,prender en absoluto. Considero repudiable ajustarse lemasiado bajo nivel. Hcty que tener en cuenta a los estudiantes ver daA ros, a los que estudian por la cosa m ism a, aun cuando sean una minoría, profesor debe forzar a los estudiantes a elevarse al nivel de lo cientí7 . Esto es contrariado por los compendios, que trasmiten “para, la íctica” un saber aparente externo y fragm entario que a veces es tam bién is peligroso en los hechos que el desconocimiento total. N o se debe strar sólo una fachada de la ciencia. E n la decadencia de la instrucción 'el trabajo intelectual en nuestros días, es un deber no concertar ningún npromiso. Este libro ha encontrado realmente el camino hacia los estuntes; m e siento justificado para desearlo tam bién en lo sucesivo en sus nos. K arl Ja s p e r s .

H eidelberg, septiem bre de 1919.

DEL PREFACIO DE LA TERCERA EDICIÓN = . . .E n lo demás, el carácter metodológico del libro siguió siendo deci­ sivo, H a y que aprender, en el diluvio de las razones psico patológicas, lo que se sabe y lo que no se sabe, cómo y en qué sentido y en qué límites se sabe algo, con qué medios es adquirido y cimentado ese saber. Porque la ciencia no es un frasco liso de exactitudes equivalentes e iguales, sino un ordenamiento estructurado de especies m u y distintas de validez, de importancia y de esencialidad. K arl J a s p e r s . H eidelberg, noviembre de 1922.

PREFACIO DE LA CUARTA EDICIÓN E l propósito de este txigiój sin embargo, una m agnitud del trabajo de psico patología como por básicos.

libro ha permanecido inalterado. L a realizador reforma co m p eta . Era necesaria tanto fror la investigación hecho desde hace dos decenios en el ahondam iento de mis propios conocimientos

E l libro se ha planteado un alto objetivo. Desearía satisfacer, en rela­ ción con su objeto, la exigencia de la voluntad universal de saber. Quisiera servir a los médicos y a todos los que tienen que tratar con el hombre temáticam ente. L a tarea consistió en apropiarse el m atetial elaborado por la investiga­ ción, en adquirir y ofrecer vivam ente un cuadro total. L o que se presenta en prim era línea a los psiquiatras, luego a los internistas, a los psicólogos, a los psicoterapeulas, finalm ente a los biólogos y a los filósofos sobre las almas hum anas enfermas, tuvo que ser m editado en sus fundam entos y reunido en una estructura ajustada a la realidad; el medio de unificación fue la ilustración metodológica. L a tarea en todo su alcance serió, cum ­ plida cada vez y siempre iólo im perfectam ente. Empero que lo haya logrado mejor que antes. Agradezco al profesor K u rt Schneider de M unich (x). Con su aguda crítica y sus preciosas, indicaciones no sólo m e ha dado sugestiones, sino que alentó m i trabajo con su actitud aprobatoria y estimulante. A l profesor Oehklers de Freiburg debo información y esclarecimiento en discusiones sobre problemas biológicos. E l capítulo sobre la herencia fué revisado y mejorado por él..

Dt>y gracias u m i editor, el D r. F erdinand Springei*. Por su deseo presado en 1941 de v$r reelaborado el libro confeccionado hace treinta, os a iniciativa suya y de W ilmanns, y por la liberalidad con que me jó en cuanto a la m agnitud de la obra y al tiem po para -el trabajo, fué fpertado m i impulso. Después de haber vacilado, fu i dom inado cada z más por la tarea de proyectar, en lugar de una simple reelaboración, i conjunto enteramente nuevo. ; E l profesor Cari Schneider me ha aliviado el trabajo gratamente por autorización para el libre uso de la biblioteca de la Clínica neuropsiquváca de Heidelberg y por la buena disposición que ha mostrado siempre nbién frente a las dificultades en la adquisición de libros. K arl

J aspers,

Heidelberg, julio 1942.

E l libro, terminado en 1942, no pudo ser impreso entonces. Ahóra nece en la form a preparada sin alteraciones ni tachaduras. Sólo he regado algunas pocas indicaciones sobre la bibliografía de los últimos >s. K arl Ja spe r s Heidelberg, marzo 1946.

ABREVIATURAS DE LOS TÍTULOS DE REVISTAS Arch. Psychol. (D .) AU. Z. Psychiatr. AUg Z . Psychiatr. D tsch. med. Wschr. Dtsch. Z. Nervenk. Fschr. Neur.

J. Psychiatr. Jb. Psychiatr. (O .) Mschr. Krim inalbiol. usw. Mschr, Psychiatr. M ünch. med. "Wschr. Neur. Zbi. Psychiatr. neur. Wschr. Z. angew. Psychol. Z. Neur. Zbl. Neur. Zbl. Nerven'hk usw. Zbl. Psychother.

A rchiv für Psychiatrie. A rchiv Jiir die gesam te Psychologie. A llgem eine Z eitschrift für Psychiatrie. D eutsche M edizinische W ochenschrift. D eutsche Z eitschrift fü r Nervenheilkunde. Fortschritte der N eurologie, P sych iatrie"und ihrer G renzgebiete. Jahrbücher für Psychiatrie und Neurologie. Journal fü r Psychiatrie und Neurologie. M onatsschrift für Krim inalbiologie ( antes M onatsschrift fü r K rim in al psychologie und S trafrech tsreform ). M onatsschrift für Psychiatrie. M ünchener M edizinische W ochenschrift. Neurologisches Z en tralblatt. Psychiatrisch-Neurologische W ochenschrift. Z eitschrift für angewandte Psychologie und Charakterkünde. Z eitschrift für die gesamte N eurologie und Psychiatrie. Z en tralblatt fü r die gesam te Neurologie und Psychiatrie. Z en tralblatt für N ervenheilkunde und Psychiatrie. Zentralhlatt für Psychotherapie.

Las demás revistas, lo mismo que éstas, son citadas de acuerdo a la nomen­ clatura de P eriódica m edica y se las reconoce sin dificultad.

E n esta introducción se actualizará el espacio abierto en que se mueve el conocimiento psicopatológico. N o se echará el cim iento firm e en el que se h ab rá de levantar el edificio; pues el cim iento propio correspondiente" se d a rá en cada uno de los capítulos. No se inform ará tam poco sobre experiencias, pero se in ten tarán discusiones sobre los modos de las expe­ riencias y sobre el sentido de la psicopatologia general. § 1.

D elim itación de la psicopatologia general

a) L a p siq u iatría como profesión p ráctica y la psicopatologia como ciencia. E n la profesión psiquiátrica p ráctica, se tra ta siempre de los seres hum anos individuales y enteros, ya sean puestos a disposición del psiquiatra p a ra la custodia, la atención y. la curación, o haya de hacer un peritaje ante los tribunales, ante otras autoridades, ante la ciencia de la historia sobre u n a p erso n alid ad ,'y a sea porque el enferm o acu­ d a á su consejo en el consultorio. M ientras su trabajo entero tiene que ver* con u n caso individual, tr a ta el p siquiatra de estar a la a ltu ra de las exigencias que se le hacen en tales casos individuales; en cambio el psicopotólogo queda en el dominio de los conceptos y las reglas gene­ rales. El psiq u íatra en la vocación p ráctica es u n a personalidad viviente, que capta y actúa, p a ra lo cual la ciencia sólo es u n m edio auxiliar; en cam bio p a ra el psicopatòlogo esa ciencia es en sí m ism a el objetivo. Sólo busca conocer, caracterizar y analizar, pero no al hom bre particular, sino al hom bre en general. N o p reg u n ta sobre la utilidad de su ciencia como medio auxiliar — eso se establecerá por sí mismo con el progreso de los resultados— , sino que se preocupará de reconocimientos, de verdades, de lo obligadam ente demostrable, o de lo claram ente distinguible. . N o quiere la interpretación afectivá o lai em patia (E in fü h len ) o la contem plación o visión en sí — esto sólo es p a ra él m aterial, cuyo rico desarrollo le es indispensable— , sino que busca lo expresable en conceptos, lo com unica­ ble, lo que se puede exigir en reglas y se d e ja com prender en algunas relaciones. Esto le pone p o r u n lado límites que tiene que conocer, p a ra no traspasarlos indebidam ente, le d a p o r o tra p a rte u n amplio dom inio que tiene el derecho y la obligación de tom ar enteram ente en posesión. Sus límites consisten en que no puede disolver nunca enteram ente al

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hom bre individual en conceptos psicológicos. C uanto más llega a con­ ceptos, cuanto más reconoce y caracteriza como típico, regular, tanto más reconoce que en todo individuo se oculta algo incognoscible p a ra él. Como psicopatólogo, le basta saber de la infinitud inagotable de todo individuo; como hom bre puede, independientem ente de ello, ver todavía más; pero si otros ven más, algo incom parable, no debe hacerlo e n trar en la psicopatología. Las valoraciones éticas, estéticas, metafísicas, sobre todo, son p or completo independientes de las valoraciones y de las disecciones psioopatológicas. Pero tam bién, ap arte de tales valoraciones, que no tienen n ad a que ver con la psiquiatría en general, las opiniones instintivas, u n a intuición personal que no se puede com unicar, juegan u n papel en las profesiones prácticas. Se ha acentuado que en psiquiatría, por m uchas razones, todavía no nos encontramos en la etapa de la ciencia, pero que la “pericia” ( K ennerschaft) significa más aún. La ciencia exige el pensam iento conceptual, que es sistemático y comunicable. Sólo en tanto que se haya desarrollado tal pensam iento puede darse la psicopatología como ciencia. L o que en psiquiatría es “pericia” y arte, que no puede ser expresado, sino a lo sumo transm itido a individuos receptivos en el tra to personal, no es objeV. tam poco de exposición en libros y no puede encontrarse lógicamente en ellos. L a enseñanza psiquiátrica es más que comunicación de conocimientos conceptuales, es más que enseñanza científica. U n libro sobre psicopatolo­ gía sólo puede ofrecer ciencia y es valioso únicam ente en tan to que hace eso. Con clara conciencia de la im portancia de la pericia p a ra la práctica y p a ra todo análisis de los casos individuales, sólo queremos lim itarnos aquí, conscientemente, a lo que §e puede adquirir de modo científico. El dominio de la psicopato.'ogía se extiende así, también, a todo lo anímico que se puede c ap tar en conceptos de significación constante y de comunicabilidad. Poco im porta que el mismo fenóm eno objeto de con­ tem plación estética, de valoración ética o de interés histórico, sea inves­ tigado tam bién psicopatológicam ente. Se tra ta de dos mundos que no se estorban en absoluto. E n tre pericia y ciencia, además, no existe ninguna frontera definitiva, más bien se mueve la fro n tera de la ciencia cada vez m ás allá en la pericia. Pero la pericia no es relegada nunca por eso, sino que adquiere nuevos dominios. Allí donde la ciencia es posible, la preferirem os siempre a la pericia. L a pericia personal, intuitiva ‘— que naturalm ente se equivoca m uy a m enudo— , la desaprobarem os en todas partes donde puede ser reconocida lo m ismo científicamente. El objeto de la psicopatología es el acontecer psíquico realm ente cons­ ciente. Querem os saber qué y cómo experim entan los seres hum anos, que­ remos conocer la dimensión, de las realidades anímicas. Y no sólo el

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vivenciar ( erleben) de los hombres, sino que tam bién queremos inves­ tigar las condiciones y las causas de las que depende, las relaciones en que está y las m aneras como se expresa objetivam ente. Sin embargo, no es nuestro objeto todo acontecim iento psíquico, sino sólo el “patoló­ gico” . Lo mismo que en un problem a p articu lar de la m edicina som ática resulta dudoso si el objeto es fisiológico o patológico, y la fisiología y la patología están realm ente sometidas la u n a a la otra, y tra b aja n con los mismos conceptos fundam entales, invadiéndose m utuam ente sin fronteras precisas, tam poco están separadas en principio la psicología y la psicopa­ tología. Corresponden u n a a o tra y aprenden u na de otra. N o hay nin­ guna fro n tera estricta entre ellas, y muchos problemas son elaborados tánto por psicólogos como p o r psicopatólogos. Esto se debe a que el concepto de la enferm edad no es unitario, que hay diversos conceptos de enferm edad, y que todos ellos, que pueden ser captados de modo preciso teóricam ente, tienen que ad m itir en la aplicación a la realidad- casos fron­ terizos y transiciones. N o atribuim os ningún valor a un concepto preciso de la enferm edad psíquica y nos entregamos ante todo al hábito de la división del trab ajo hecha hasta la actualidad en la elección de la m ateria. No atribuim os ningún valor cuando se dice que tam bién otras cosas son morbosas, o que esto o aquello no es morboso. E n la discusión del con­ cepto de enferm edad ta n sólo entrarem os en la últim a p arte del libro. Confesamos de antem ano que tenemos que proceder a veces con cierta arbitraried ad en la separación de nuestro m aterial del dom inio total de la psicología, al que pertenece la psicopatología, como la fisiología p a to ­ lógica a la fisiología. b) Psicopatología y psicología. L a psicología estudia la llam ada vida psíquica norm al. U n estudio de la psicología es p a ra el psicopatólogo ta n necesario en principio como un estudio de fisiología p a ra el an a­ tom opatólogo (1). El hecho que esto no se haga realm ente en muchísimos (1) No podemos, ciertam ente, mencionar un libro sobre psicología que pudiera servir al mismo tiempo como un complemento para el estudio de la psicopatología. La psicología, lo mismo que la psicopatología, está dividida en muchos campos. H ay que conocer los partidos y los objetos unos tras otros para saber algo de psicología. Para los problemas psíquicos conexionados con la fisiología de los sentidos y los fenómenos corporales, la Psicología fisiológica de W u n d t , anticuada en muchos aspectos, es la obra principal. I l n tanto que co m p leto ,. el m anual de E b binghaus (en la nueva elaboración de B ü h le r) debe ser_ preferido. N o en el principio, pero nueva en la pureza metodológica, es la fundameotación fenomenológica de las investigaciones psicológicas fomentada por H u s s e r l, En la misma dirección hay muchos trabajos de la escuela de K ülí >íe, U n a breve exposición popular de esa tendencia de la investigación la da M esser : E m pfindung und D enken. Para la introducción en partes seleccionadas de la psicología m oderna, el libro de B u m k e : Psycholo­ gische Vorlesungen, bien escrito, inspirado por un sentido de realidad {Wiesbaden, Bergmann, 1919)._ Los modernos manuales son recomendables con reservas, pero es apropiado para tener una visión de la bibliografía el Lehrbuch der experim entellen, Psychologie, de S. J . F röbes (Freiburg, 1er. vol. 1917; 2? vol., 1920). M esser, A .: Psychologie (7-9 m il, S tuttgart, 1922). E lsenhans , T h .: Lehrbuch der Psychologie, 3» edición (por Giese, G ruhle y Dorsch, Tu* binga, 1937).

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casos, se debe a que la psicopatología elabora m ucho que no es tom ado todavía en lo “norm al” correspondiente por la psicología, y que en muchos casos el psicopatólogo, buscando en vano consejo en la psicología, tiene que hacer su propia psicología. L a psicología oficial se ocupa, con lim itación excesivamente estricta, casi sólo de procesos tan elementales que en las verdaderas enferm edades mentales pocas veces son perturbados, fu era de los casos de lesiones lieurológicas, orgánicas, del cerebro. El p siq u iatra necesita u n a psicología' de horizonte más amplio, que le transm ita el pensam iento psicológico d e los milenios y que comience a abrirse cam ino nuevam ente tam bién en la práctica oficial. c) Psicopatología y m edicina som ática. El objeto de la psicopa­ tología, decíamos, son los procesos psíquicos reales, sus condiciones y cau­ sas y sus consecuencias. L a investigación de las conexiones lleva necesa­ riam ente a la representación teórica de los mecanismos extraconscientes y, finalm ente, en muchos casos a los procesos corporales palpables como causas más lejanas de los fenómenos psíquicos. C uerpo y alm a form an u na unidad indisoluble hasta en cada proceso aislado. E stán en u n inter­ cambio recíproco, en psicopatología m ucho m ás que en psicología normal. Por u n a parte son fenómenos corporales que ordinariam ente se les tom a por puram ente físicos, codependientes de los procesos psíquicos, p o r ejem ­ plo el proceso de la digestión, la m enstruación, todo el estado alimenticio, incluso quizás en ciertas circunstancias la m ayor p arte de las funciones corporales. Por o tra p a rte los más altos procesos psíquicos tienen sus causas parciales en las condiciones físicas. Esas relaciones h an tenido p o r consecuencia la estrecha vinculación de la psicopatología con la m edicina somática. D ejando de lado que el tratam ien to de los seres hum anos p a rti­ culares exige naturalm ente u n a form ación m édica a fondo, no se puede adquirir u na visión de las causas de los procesos del alm a sin conocimiento de las funciones físicas, especialmente de la fisiología del sistema nervioso. Así la neurología, la m edicina in tern a y la fisiología son las ciencias auxi­ liares rriás im portantes de la psicopatología. N o obstante esta relación entre la investigación de las funciones corpo­ rales, hasta las más altas funciones de la corteza cerebral, y la investiga­ ción de la vida psíquica, a pesar de la innegable unidad íntim a de lo psí­ quico y lo corporal, no hay que olvidar sin em bargo que am bas series de investigación no tropiezan nunca de m an era que se pu eda h ab la r de u n a subordinación de determ inados procesos psíquicos a determ inados procesos corporales, de u n paralelism o de fenómenos psíquicos y físicos. Es como cuando se explora u n continente desconocido desde dos partes, pero los

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exploradores no se encuentran, porque qu ed a siem pre entre ellos u n vasto territorio im penetrable. D e las cadenas causales entre lo psíquico y lo corporal conocemos siempre únicam ente los eslabones terminales. D esdé ambos se avanza m ás allá. L a neurología h a reconocido que la corteza d el cerebro, ju n to con el tronco cerebral, es el órgano corporal m ás subordi­ n a d o a lo psíquico y h a llegado en la doctrina de las afasias, agnosias y apraxias a las más altas etapas de su vida de indagación, pero parece casi como si, cuanto m ás avanzase, tan to m ás am pliam ente retrocediese de ella lo psíquico. L a psicopatologia .persigue lo psíquico hasta los límites de la conc iencia, pero en esos límites no puede h allar absolutam ente ningún proceso físico que corresponda directam ente a las ideas delirantes que se presentan espontáneam ente, a los afectos espontáneos, a las alucinacio­ nes, etc. E n numerosos casos que se acrecientan con el conocimiento cada vez mayor, la causa de las alteraciones psíquicas es hallada en las enfer­ medades del cerebro, pero luego se dem uestra siempre que esas enferm eda­ des del cerebro no están vinculadas a determ inadas alteraciones psíquicas, sino que en ellas se producen casi todos los cambios psíquicos posibles, aun cuando tam bién es distinta la frecuencia (por ejemplo en la parálisis). En resum en, se desprende de estas observaciones que es absolutam ente necesario pensar, en la investigación de las alteraciones corporales, en las causas psíquicas y, en la investigación de los cambios psíquicos, en las causas físicas. Como la neurología y la m edicina in tern a tienen que ser estudiadas independientem ente p o r todo psicopatòlogo, renunciam os a d a r aquí algunos principios elementales e insuficientes sobre cosas neurológicas y de m edicina intern a, que se pueden estu d iar m ejor en los numerosos libros de texto (la investigación neurològica, la teoría de las alteraciones pupilares, los reflejos, las perturbaciones de la sensibilidad y de la motilidad ). Pero además se exime este libro p o r principio de la servidum bre en que se en cuentran la form ación conceptual psicopatologica y el m odo de investigación y enfoque — en base ai dogma: “L as enferm edades m en­ tales son enferm edades del cerebro”— frente a la neurología. N uestra tarea científica ú nica no es u n a construcción sistem ática im itada de la neurològica con la perm anente visión del cerebro — u n a construcción q ue llegó a ser cada vez más fantástica y al mismo tiem po cada vez m ás super­ ficial— 3 sino u n desarrollo de los puntos de vista p a ra la investigación de las cuestiones y problem as, de los conceptos y relaciones desde los fenó­ menos psicopatológicos mismos. Es p a ra nosotros comprensible que ten­ dremos estrechas vinculaciones con los problem as neurológicos (dependen­ cia de algunos defectos psíquicos particulares de afecciones cerebrales localizables: afasias, etc., reconocim iento de algunas enferm edades m en­ tales como apoyadas en enferm edades cerebrales: parálisis, arterioesclero-

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sis, etc., hipótesis de la misma relación en muchos otros casos: demencia precoz). d) M etodología. Filosofía. La psicología y la m edicina somática son las dos ciencias a las que está más estrecham ente ligada la psicopatoIogía. Relaciones más lejanas las tiene, naturalm ente, como cualquier o tra ciencia, con todos los dominios del conocer hum ano. Destacamos uno solo de esos dominios a causa de su significación especial: el sentido (Besinnung) metodológico que se adquiere en la form ación filosófica. En la psicología tan to como en la psicopatología, existe el hecho que se pueden hacer pocas afirm aciones, quizás ninguna afirm ación, que no sean objetables de algún m odo o en alguna parte. Si por tan to alguien quiere asegurar m ejor el derecho de sus afirm aciones y descubrimientos y elevarlos por encim a de la oleada de las fantasías psicológicas que ap a­ recen todos los días, debe ofrecer casi siempre al mismo tiem po conside­ raciones metodológicas. Pero no sólo la afirm ación particular, sino ta m ­ bién cualquier método en la psicopatología es ocasionalmente disputado. Y a es mucho cuando dos investigadores están de acuerdo sobre el método y sólo disputan en torno a u n hallazgo adquirido gracias a él de u na m a­ nera entonces siempre fecunda. C o m parada con esta situación en que se encuentra la psicopatología, la investigación som ática en la psiquiatría m archa en nuestros días por caminos firm em ente cimentados, constantes. Innum erables colaboradores aspiran a los mismos fines en la histología del sistema nervioso central, en la serología, etc. E n cam bio se discute oca­ sionalmente hasta la posibilidad de u n a psicopatología. Se h an hecho oír voces que sostienen que desde hace tiem po no se h a avanzado en ese terre­ no y que no se puede avanzar, pues se tra ta en todas partes de “psicología vulgar” , sólo aprovechable p a ra fines psiquiátricos, que estaba y a en pose­ sión de los viejos psiquiatras. Se aferran a los fenómenos corporales recién descubiertos p'ura ir m ás allá tam bién en lo psíquico, o se espera todo de experimentos, en los que finalm ente sale a luz algo contable, visible, u n a curva. Sólo u n a cosa no hacen esos críticos: no se ejercitan en el análisis psicológico y no em plean el trab ajo m ental considerable que es necesario todavía en el arte de la observación psicológica, p a ra esclarecer suficientem ente y adqu irir conceptos y diferencias comunicables, fu n d a­ mentos de todo conocim iento ulterior. En este estado de cosas es comprensible que todo psicopatólogo se preocupe forzosamente de la metodología. Por la misma razón no podemos pasar por alto en este libro las observaciones metodológicas. Allí donde se discute, hay que hacer su defensa y esclarecer. U n a ciencia discutida tiene que mostrarse en prim era línea por sus resultados efectivos, y espe­

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cialmente, si éstos no son muy fácilm ente accesibles, proceder por fundamentaciones metodológicas contra las objeciones metodológicas (*). Para el psicopatólogo, un estudio filosófico a fondo, ap arte de esto, no tiene ningún valor positivo p a ra su conocim iento concreto. N atu ral­ mente, no ap renderá n ad a p a ra su ciencia de la filosofía que pueda en cierto m odo tom ar. Pero este estudio tiene prim eram ente un valor nega­ tivo. El que se h a esforzado p o r elaborar a fondo la filosofía crítica, está protegido contra los numerosos interrogantes, las discusiones superfluas y los prejuicios castradores, que juegan no raram en te un papel en psicopatología en las cabezas no filosóficas. E n segundo térm ino, el estudio filosófico tiene un valor positivo p a ra la actitu d h u m ana del psicopatólogo en la práctica y p a ra la claridad de sus motivos en el conocer. § 2.

Algunos conceptos fundam entales

N uestro tem a es todo el hom bre en su enferm edad, en tanto que es enfermedad psíquica y está psíquicam ente condicionada. El que supiese lo que es el alm a del hom bre, de qué elementos m ás o menos se compone, p o r qué fuerzas últim as es m ovida, presentaría desde el comienzo u n esbozo de la construcción del alm a; suprim iría en el gran diseño lo que después es suprim ido parcialm ente. Pero aquel para quien el alm a del hom bre es algo infinitam ente vasto, cuya totalidad no abarca de ninguna m anera, y que p enetra en ella investigando con diversos m éto­ dos, no se d e ja rá dom inar por ningún esbozo del conjunto. No conocemos ningún concepto básico que haya com prendido simplemente al hom bre, ninguna teoría por la que se h ay a reconocido su realidad como un acontecer objetivo en el todo. N uestra actitud científica básica es por tanto: libertad p a ra todas las posibilidades de la investigación em pírica, defensa contra la desviación de querer poner a la hum anidad bajo un solo denom inador. E h lu g ar de discutir un esbozo del todo, preferim os algunos horizontes en que se nos presente nuestra realidad psíquica. Prim eram ente: nuestro tem a es el hom bre; ¿qué significa p ara el estar enferm o que el hom bre no sea u n anim al? E n segundo lugar: nuestro tem a es el alma del hom bre; ¿cóm o es objetivada el alma, es decir, cómo se vuelve objetiva p a ra nosotros? E n tercer lugar: el alm a es conciencia; ¿qué quiere decir consciente e inconsciente? En cuarto tér­ (1) D e los estudios metodológicos debidos a la plum a de psiquiatras, son dignos de G a u ps ».: Uber die Grenzen psychiatrischer Erkenntnis, Zbl. Nerveahlc. usw. 1903. Wege und Ziele psychiatrischer Forschung, Tubinga 1907. EI estudio de los filósofos proíes:onales, que perm anecen en lo general, recompensa a m enudo menos t^ue -el estudio de los trabajos metodológicos de los- investigadores empíricos que poseen al mismo tiempo la abun­ dancia de la visión concreta. E n este sentido, es valioso p ara los psicopatólogo?, el contacto p ardal próxim o con los problemas: W eb e r , M a x : Gesammelte Beiträge zur Wissenschaftslehre, Tubinga, M ohr, 1922. ' le e r :

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m ino; el alm a no es una cosa, sino el ser en su m undo; ¿qué quiere decir m undo interior y m undo circundante ? Q uinto: el alm a no es u n a condición definitiva, sino devenir, desarrollo, evolución; ¿qué significa diferenciación de la vida psíquica? a) Hombre y animal. Som áticam ente el hom bre p a ra los médicos apenas difiere del anim al como objeto de la anatom ía, de la fisiología, de. la farm acología, de la patología y del tratam ien to somático. Pero en la psicopatólogía el problem a del hom bre, se puede decir, es perm anente, pues el espíritu y el alm a h u m ana están presentes en todas las enferm e­ dades psíquicas. Se discute si existen en los animales en general enfermedades mentales. Los animales tienen enferm edades del cerebro y nerviosas. Se puede inves­ tigar, p o r ejemplo, la herencia de la siringom ielia en los conejos. H ay fenó­ menos como el de la condición de ariscos de los caballos, la llam ada hipno­ sis de los animales (que no tiene n a d a que ver con la hipnosis del hom ­ b re ), las reacciones de espanto. H ay en los animales “psicosis sintom áti­ cas” p o r enferm edades orgánicas del cerebro: perturbaciones de la p e r­ cepción de los sentidos, de la estática, de los movimientos, alteración de la m anera “de ser” en el andar, el m order, apatía, etc. U n ejem plo: los perros y gatos se comportan algunas veces en la insuficiencia experimental de las glándulas paratiroideas de tal modo que Blum (* ), que comunica esas observaciones, habla de una “zona de contacto entre las manifestaciones morbosas motrices y psíquicas” . V ió “ataques de salvajismo, en los cuales un gato corrió como un poseso por el establo, saltó por las paredes lisas, atacó y mordió a otro gato pací­ fico, para caer, al fin, agotado” . V ió también a perros y gatos “permanecer en posi­ ciones no comunes e incómodas; luego, movimientos repentinos de retroceso; maneras de andar que no se observan en el-anim al normal, como marcha en desfile o paso de caballo, o una posición duradera de la cabeza como la de un toro que ataca, o bam ­ bolearse hasta caer, retroceder o arrastrarse hacia atrás, incluso cuando tuvo que haber sido percibida una pared como obstáculo. U n perro víctim a de una fantasía alucinato n a olfatea y mira fijam ente donde no se advierte lo más mínimo. A m enudo rasca en la hojalata de su casilla*o se entierra con el hocico en un rincón vacío, ladra y no tiene en cuenta al mundo- circundante. El gato persigue con los ojos evidentemente una visión; da manotazos en el vacío y retira lentam ente la pata.”

N o se h a descripto u n a v erdadera enferm edad m ental “funcional” en los animales (especialm ente la teoría de la histeria de los animales no está fu n d a d a ). L a esquizofrenia y la locura circular existen en verdad en todas las razas hum anas, pero no en los animales. “Q ue en los animales haya (1) B i .u m , F .: Arch. Psychiatr. (D .)> 96, 215 (t9 3 2 ). Sobre to d o este tem a: D exlf .r : Uber Hie psycrotischen Erkrankungen der Tiere. M schr Psychiatr., 16, E rg H . 99. D e x l e r : Die Erkrankungen des Zentralnervensystem der Tiere. H andbuch der normalen und pathologischen Psysiologie de Bethe, Bergmann, etc., vol. X , p. 1232, 1927. S o m m e r , R o b e r t : Tierpsychologie, Leipzig, 1925. L o r e n z , K .: D urch Domestikation verursachte Störungen arteigenen Verhallens. Z. angw. .Psychol., 59 (1940).

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enferm edades m entales y ante todo enferm edades mentales hereditarias, no se h a dem ostrado”, dice Luxenburger, que protesta co n tra “las in terp reta­ ciones antropom órficas de los anim ales” . El contraste con la m edicina som ática es extraordinario. El problem a de lo fundam entalm ente hum ano eñ las enferm edades m entales obliga a ver en ellas, no u n fenóm eno n a tu ­ ral general, sino u n fenóm eno n atu ral específicamente hum ano. D onde el hom bre es propiam ete hom bre, no hay ninguna analogía con el anim al. El hom bre tiene u n a posición singular. Con él se produjo en el m undo algo que es sim plem ente extraño a los animales. El problem a consiste en saber q u é es eso. El hom bre, aunque físicamente integrable en la serie zoológica de las form as, es sin em bargo corporalm ente único: no sólo por la m archa erecta y otros caracteres particulares, sino quizá p o r su consti­ tución som ática específica, que ofrece, dentro del conjunto de todas las form as de la vida, m ás posibilidades y está menos especializada que cual­ quier o tra form a de vida, y ciertam ente el cuerpo, como expresión de la esencia h um ana, lo distingue de todos los animales. Psíquicam ente hay un salto m ás completo. N o hay en los animales risas ni llanto, la inteligencia del m ono no es espíritu, no es pensam iento auténtico, sino sólo aquella atención ágil que en nosotros es u n a condición de nuestro pensar, pero no es éste mismo. Como rasgo básico del hom bre se tiene desde los orígenes: la libertad, la reflexión, el espíritu. El anim al tiene su destino natural, cum plido autom áticam ente por las leyes naturales, el hom bre en cambio tiene u n destino que puede cum plir p o r sí mismo. Pero en ninguna parte es el hom bre u n ser puram ente espiritual, pues hasta en las últim as ramificaciones de su espíritu es movido p o r necesidades naturales. E n tiempos anteriores se im aginó y construyó los ángeles como seres p u ra ­ m ente espirituales. El hom bre no es anim al ni ángel, sino que entre los dos tiene las m odalidades de ambos, pero de tal modo que no puede ser ninguno de ellos. O tro problem a consiste en saber cómo distingue tam bién su enferme­ dad la posición singular del hom bre. E n las enferm edades somáticas es tan idéntico a io s animales que las investigaciones en éstos sirven en todas partes p a ra la interpretación de su vitalidad somática, aunque no es traspasable sin más de m odo totalm ente idéntico. El concepto de la enfer­ m edad psíquica, sin em bargo, adquiere en el hom bre u n a dimensión por com pleto nueva. P ara el hom bre mismo es base de su enferm edad su imperfección, su franqueza, su libertad y su posibilidad ilimitable. P ara él es vitalm ente imposible, en com paración con los animales, una perfec­ ción originaria. T iene que conquistarla como form a progresiva de su vida. E n cuanto a la m era perfección, está quizás más cerca de ella el anim al.

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E n psicopatología, en todo caso, es evidente p a ra cada cam po de in­ vestigación, que siempre se h a vuelto el hom bre objeto como hom bre, y que las observaciones en los anim ales no enseñan n ad a esencial, Y ad e­ más está el límite: lo que ocurre en el hom bre p o r la enferm edad psíquica ' no se h a agotado con las categorías de la exploración científica. El hom ­ bre como creador de obras espirituales, como creyente religioso, como ser que obra éticam ente, trasciende de lo que puede ser sabido y conocido de él en la investigación em pírica. L a psicología y la psicopatología de los animales — si existe— , es de interés por los siguientes motivos: enseña prim eram ente a conocer los fenómenos elementales de la vida que volvemos a en contrar en el hom bre y a juzgar en la visión de ese vasto horizonte objetivam ente: las costum ­ bres, el aprendizaje, los reflejos condicionales, los automatismos, el com ­ portam iento en la prueba y el error, las expresiones típicas de la inteligen­ cia (W. K ö h l e r : Intelligenzprüfungen an A nthropoiden). E n segundo lugar nos enseña lo propio, de naturaleza distinta a los animales, nos m uestra que ninguna de esas formas anim ales es precursora del hom bre, todas son ram as diversas del gran árbol de lo viviente. E n contraste con ellas podemos aproxim arnos más a la interpretación de lo específica­ m ente hum ano. • b) L a objetivación del alm a. Podemos concebir e investigar sólo lo que se nos ha vuelto objetivo. El alm a como ta l no es en m odo alguno, objeto. Se convierte en objeto por aquello que se m uestra perceptible en el m undo: en manifestaciones som áticas concom itantes, en expresión com­ prensible, en com portam iento, en actos; adem ás se m uestra en com unica­ ciones por el lenguaje, dice lo que quiere y piensa, produce obras. E n todos esos hechos que son dem ostrables en el m undo, tenemos efectos del alm a ante nosotros, fenómenos en los que percibimos directam ente el alm a, o desde los cuales volvemos al alm a. El alma mism a no es p a ra nosotros ob­ jeto. La-experim entam os ciertam ente eii nosotros como vivenciar conscien­ te y nos representamos el vivenciar de los otros, sea por las manifestaciones objetivas, sea por las comunicaciones de informes sobre el propio vivenciar. Pero también ese vivenciar es m anifestación. El alm a misma podemos h a ­ cérnosla objetiva por imágenes y comparaciones. E n realidad perm anece siendo lo que se abarca, lo que no se convierte en objeto, sino que se nos aparece desde todos los hechos aislados vueltos objetivos. Q ue el alm a no es u n a cosa,, y que el h ab lar del “alm a” engaña por la objetivización, lo vemos luego claram ente: 1. El alm a equivale a con­ ciencia, pero igualm ente y desde determ inados puntos de vista, incluso esencialmente, es tam bién lo inconsciente. 2. El alm a no se puede cap tar como objeto con cualidades, sino como ser en su m undo, como u n todo

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del m undo interior y del m undo circundante. 3. El alm a es devenir, des­ arrollodiferenciación, nada definitivo y acabado. c) L a conciencia y lo inconsciente. L a conciencia tiene triple significación: prim eram ente es la interioridad de un vivenciar y como tal se halla en contradicción con la inconsciencia y lo extraconsciente. E n segundo lugar es conciencia objetiva, un saber de algo, y se halla como tal en oposición a u n a vivencia in terior como lo inconsciente, en donde no se produce todavía la escisión entre el yo y el objeto. E n tercer lu gar es autcreftexión, conciencia. de sí mismo, que experimento en verdad en la escisión-objeto-sujeto con contenidos queridos, pero cuya vivencia no co­ nozco expresam ente y por eso no atrae mi atención. L a conciencia es la m anifestación ineludible del alm a, cuando por conciencia es entendida toda m anera de u n a interioridad vivida, aun don­ de falta la escisión en yo y objeto, m ás bien tiene lugar un m ero sentir un objeto y no ser consciente de él. Donde en este sentido no hay con­ ciencia alguna, no hay tam poco u n alma. Pero la vida psíquica no se com prende como m era conciencia y desde .la conciencia. P ara poder proceder a explicaciones, hay que atrib u ir a la vida del alm a realm ente vivida u n a subestructura extraconsciente teóri­ cam ente im aginada p a ra los fines de la explicación. L a fenomenología y las comprobaciones objetivas de estados particulares quedan sin teoría al­ guna en la vida psíquica realm ente experim entada, y se ocupan solamente de lo dado; pero la explicación no puede darse sin nociones teóricas de mecanismos extraconscientes, de aparatos, sin lo im aginado. L a vida del alm a directam ente accesible, realm ente experim entada es como la espum a que n ad a en la profundidad de u n océano. Esas honduras son inaccesi­ bles, sólo explorables indirectam ente por rodeos teóricos. Las nociones teóricas no pueden ser probadas n unca en sí mismas, sino sólo en. sus consecuencias; no tienen su valor sólo por su fa lta de contradicción y por su carácter cerrado, sino ta n solo por su fecundidad p a ra la expli­ cación de lo psíquico realm ente vivido y p a ra la agudización de la ob­ servación. T o d a explicación de lo psíquico tra b a ja con mecanismos ex­ traconscientes, con procesos inconscientes que no se representan nunca naturalm ente, sino sólo de m odo com parativo y m etafórico, según se piense corporal ó psíquicam ente. En contradicción con la costumbre centenaria, se hace valer desde hace tiempo, con razón, un repudio de todas las teorías, que a menudo son muy fácilm ente imagi­ nadas y conducen a una confusión incurable, especialmente en la mezcolanza obscura de hechos. Por consiguiente, trataremos por principio de ser lo más parcos posibles en nociones teóricas, sirviéndonos de ellas sólo con plena conciencia de su esencia y de sus lím ites siempre existentes.

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Se ha disputado mucho respecto de si existen procesos psíquicos in­ conscientes. -En este problem a hay que distinguir entre los procesos psí­ quicos que, sin ser advertidos p o r el que los experim enta, h an sido realm ente experim entados, y aquellos verdaderam ente extraconscientes, y realm ente no experim entados. Los procesos psíquicos inadvertidos se les puede advertir en circunstancias favorables y com probar de ese m o­ do su realidad; los extraconscientes, en principio, no se les puede ad­ vertir nunca. L a extensión de nuestro saber sobre el am plio dominio de la vida psí­ quica inadvertida, la aclaración de la vida del alm a p a ra la conciencia { — saber) es u n a ta re a im p o rtan te de la psicología y de la psicopatología. R ealizar en sí esa aclaración, es condición de la* veracidad y del desarrollo de to d a existencia h u m an a p articu lar, y fom entarla adecua­ dam ente, uno de los caminos de la psicoterapia. Los procesos extraconscientes, en cambio, cuando no son procesos cor­ porales que podamos percibir, no se pueden dem ostrar nunca. Pero es innegable que uno de los medios de explicación más inm ediatos y utilizables p a ra los fenómenos psíquicos conscientes es im aginar los extracons­ cientes como causas y efectos. Son p o r ta n to imágenes teóricas de pensa­ miento, sobre cuya conveniencia y fa lta de contradicción se puede disputar, pero cuya realidad no puede y no debe ser dem ostrada en absoluto. L o extraconsciente aparece en diversas form as: como posiciones adquiridas p o r la m emoria, sean hábitos adquiridos o actitudes, y como disposiciones, sea de las habilidades o aptitudes, sea de los caracteres. A m enudo un hom bre tiene la conciencia de que se le presenta o le dom ina u n a vi­ vencia proveniente de la p ropia profundidad extraconsciente, desconocida. L a am bigüedad de aquello que se llam a inconsciente se aclara convenientem ente en el siguiente resumen: a) Lo inconsciente es pensado según su procedencia de la conciencia. C om o tal es: I. lo m ecanizado, es decir lo que se hizo una vez conscientem ente y ahora puede ser hecho inconscientem ente, lo que es automatizado, por ejem plo, andar, escribir, ir en bicicleta; 2. lo no recordado y sin em bargo eficaz (los llamados com plejos de repercusión de acontecimientos anteriores); 3. lo recordable, lo que está disponible como material de la memoria. b ) Lo inconsciente es pensado conforme a la falta de relación con la atención. Com o tal es: 1. lo inadvertido, pero sin embargo experim entado; 2. lo no querido, no deseado o no propuesto, pero sin embargo hecho; 3. lo no recordado (que antes era consciente, pero que en seguida íué algo olvidado y ahora no es ya concebido; los seniles no saben con frecuencia cuál era instantes antes su intención (voy a otra habitación, ¿qué es lo que q u ería?); 4. lo que no se ha vuelto objetivo} lo que no se ha condensado en la palabra. c) Lo inconsciente es pensado com o un p o d er, com o origen. Com o tal es: 1. lo creador; lo viviente; 2. el refugio, lo oculto, e! fundam ento y el objetivo . Se quiere

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decir: todo lo esencial, todo lo que nos arrebata, todo lo que nos lleva, todo im pulso, toda fantasía, figuración y formación, lo grande y lo pernicioso, nos viene de lo inconsciente; toda perfección se convierte al fin en inconsciente, a! que volvemos. d) Lo inconsciente es pensado como, el ser. El sentido del ser es afirmado: 1. como^o^reaT'jisí^üica (sin embargo, lo mismo qué lo psíquico no se puede equi­ parar sim plem ente con la conciencia, en tanto que ésta asienta en lo inconsciente, es determinada por él y actúa en ese sentido, de igual modo no se puede declarar la conciencia com o algo que se agrega meramente, algo accidental de lo real p síq u ic o ); ese real psíquico ha sido m últiplem ente pensado: por ejem plo, como un juego que se realiza en sí de los elementos básicos (H erbart), cuya manifestación se convierte en la vida consciente del alma; como estratos de lo inconsciente hasta lo incons­ ciente más profundo (K ohnstam m , F r e u d ); como lo inconsciente personal, que se agrega al hombre particular desde su biografía; como lo inconsciente colectivo (Ju n g ), que actúa en cada hombre como un motivo general de la hum anidad; siem­ pre es este inconsciente como un ser en sí, que es lo real, por el que nosotros somos; ^2. com o eljr e r afcoluto (esto es como un concepto m etafísica: para el ser absoluto — com o el ser, la nada, el devenir, la substancia, la forma y casi todas las categorías— tam bién lo inconsciente es utilizado como una equivalencia para pensar lo impensable; ese concepto no nos afecta para nada en la psicología).

d) M undo interior y m undo circundante. H ay algunas catego­ rías que se m anifiestan en la interpretación de todo lo viviente y frente al alm a se transform an hasta en las graduaciones más sublimes de su sen­ tido, pero tam bién se com portan analógicam ente. A eso pertenece la vida como existencia en su m undo. T o d a vida se realiza como codeterm inación de u n m undo interior yt de un m undo circundante (von U e x k ü Il)^ U n fenóm eno originario de la vida es: vivir en su mundo. Por eso no se debe investigar la existencia som ática como el ’cuerpo anatóm ico con sus fun­ ciones fisiológicas en u n espacio cualquiera, sino tan solo como una vida en su am biente, en el que es construida y se realiza, en u n a adaptabilidad al m undo perceptible y al m undo de la acción. Esa vida entera originaría como existencia con y en su m undo es todavía im aginada como existencia hum ana, pero es ensanchada por el hombre m ediante su estructuración y elaboración consciente en su m undo, y luego por su saber acerca de su universo en general. Es trascendido en otros m undos posibles. L a explo­ ración em pírica de esa relación fundam ental tiene que volverse de tanto en tanto a determ inados amoldamientos y particularizaciones de la rela­ ción de dentro y de fuera, por ejem plo: 1. En la reducción fisiológica queda una relación de excitación y reacción; en la reducción fenom enológica, la relación intencional del yo y del objeto (sujeto y objeto). 2. La vida individual se desarrolla de las disposiciones y el am biente, es decir de poderes innatos que son despertados y formados según la naturaleza del m edio o quedan adormecidos y detenidos en su desarrollo normal. Disposiciones y medio am­ biente actúan primeramente en el procesó biológico inconsciente que tratamos de re­ conocer causalmente. Además se configuran de modo para nosotros lógicam ente com­ prensible en la vida consciente, en qué un ambiente, como origen y condiciones va­

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riables de vida, se gravan en el ser humano y son admitidos e influidos por él. Com o naturaleza de un desarrollarse, el individuo está con su disposición frente al medio, con el que entra en relación mutua y convive destino, acción, sufrimiento. 3. Especialmente despierta el ambiente la situación (*) en que el individuo echa mano a sus posibilidades o las desperdicia, o en las que se decide. Él mismo suscita las situaciones, las hace manifestarse o no las deja surgir en una complicación com­ prensible. Obedece órdenes, reglas y convencionalismos dé un m undo y los convierte en herramientas con las que se abre camino. Finalmente choca con “situaciones fronterizas”, con lím ites insuperables de la existencia — la muerte, el azar, el dolor, la culpa— , en las que puede despertar en ;1 lo que llamamos existencia: una realidad del ser uno mismo. 4. Cada cual tiene su m undo (2). Pero hay un mundo objetivo, un m undo general para todos. Este mundo general es para la “conciencia sobre todo” , con cura. participación se forma la exactitud de nuestro pensamiento y nuestra opinión. La conciencia individual es un capítulo de la general, de la posible sobre todo; proluce la concreción histórica, pero tam bién las ilusiones y equivocaciones. 5. El alma se encuentra en su mundo y suscita un mundo. Adquiere expresión tn el mundo para otros. Crea obras en el mundo.

Así se modifica la relación fundam ental de interior y exterior en trasaciones de los sentidos tan am plias que se tra ta de realidades enteranente heterogéneas. Pero queda lo análogo de u n a relación básica de lentro y fuera, del ser en un m undo que es común a toda vida y a todo >siquismo, y al hom bre en cada u n a de sus realizaciones. e) L a diferenciabilidad de la vida del alm a. L a realidad psíquia más altam ente diferenciada hace posible el conocimiento más claro. L o imple y lo prim itivo recibe su luz de lo com plicado y desarrollado, no al evés. Por eso busca el investigador a los hom bres de más a lta cultura de m ayor riqueza psíquica. L o m ás altam ente diferenciado es lo raro, ‘ero lo raro no es la curiosidad, sino como caso clásico, como extrem o, orno totalm ente desarrollado, justam ente p u n to de orientación p a ra el onocimiento. Los casos raros, no los casos masivos, son los que ilustran (sicológicamente, los que aclaran tam bién la m ultitud de los casos triiales. , La m edida de la d iferendalidad de la vida del a m a es un echo básico que se m anifiesta en todos los fenómenos. La distinción entre lo que es corriente y lo que es raro, es ciertamente impormte, en particular también para los puntos de vista médicoprácticos, pues lo masivo 5 lo fastidioso y lo que preocupa nos sorprende. Pero no es lo penetrado, lo reconoido ni lo más necesario naturalmente como tal o lo propiamente real. Otro problema > por qué algo es raro y algo frecuente, por qué, por ejemplo, son tan extraordinaamente escasos los paranoicos del tipo que ha definido K raepelin, pero en cambio >n tan claros en su aparición; o por qué era un fenómeno común el tipo clásico e histeria en el ambiente de Charcot, y hoy apenas se observa. (1) Sobre el concepto de la situación, ver ¡ni Geiilige Situation der Z eil, p. 19 y sígU., srlín, 1931. (2) Sobre los conceptos de m undo, v er m i Phitosophte, vcJ. I , p . 61 y sigts., Beri, 1932. Además mi Psyckologie der W ellanschauungen, p . 122 y sigts., 3» ed., p . 141 sigts., Berlín, 1919.

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L a vida psíquica como conjunto varía hasta la riqueza del desarrollo de grandes hom bres. El mismo haschisch suscita en u n hom bre u n a eufo­ ria em botada, u n a alegría ruidosa, en otros u n a vivencia rica, legendaria, bienaventurada. L a m ism a enferm edad, p o r ejem plo la dem encia precoz, es caracterizada en algunos por u n a m ísera fantasía de celos y algunas burdas ideas de persecución; en S trindberg se desarrollaron esos conteni. dos en ra r a abundancia y el sentido alterado de la vida se convirtió en ori­ gen de la m odalidad de sus creaciones poéticas. T o d a enferm edad psíqui­ ca corresponde en sus modos de aparición al nivel psíquico del afectado. N o sólo en relación con la riqueza del contenido, sino tam bién en la form a de los procesos psíquicos particulares, son posibles los fenómenos psíquicos ta n sólo a p a rtir de u n determ inado nivel de diferenciación; por ejem plo las representaciones obsesivas, los fenómenos de despersonalización se dan ta n solo en etapas de diferenciación relativam ente elevadas; las re ­ presentaciones obsesivas, en las que es necesario u n alto grado de con­ ciencia de la p ro p ia vida del alm a, no son observadas en los niños y se m anifiestan a m enudo en individuos que están diferenciados ya. Esto se aplica tam bién al g ra n com plejo de las quejas subjetivas de inhibición,, que sólo aparecen en seres que se observan a sí mismos y que son capa­ ces de tales sufrimientos. El concepto de la diferenciación debe ser analizado. Se entiende por tal, prim ero el aumento de los modos de vivencia cualitativos. En segundo térm ino el análisis de los modos de vivencia confusos en • diversos modos claros, en base a los cuales la vivencia total se vuelve más rica y más honda: el fenómeno unitario de etapas infe­ riores se analiza en etapas superiores; el vago instinto se determina por los conteni­ dos. El aum ento del análisis significa al mismo tiempo aumento de la claridad y de la conciencia. D e presentimientos, sentimientos, pensamientos indeterminados surgen presentimientos, sentimientos y pensamientos claros, concretos, expresivos. Frente al estado indíferenciado de la inocencia aparecen mezcladas las contradicciones en lo psíquico. D e ese m odo se afirma en tercer térm ino la diferenciación como análisis y síntesis de la conciencia del objeto. Las posibilidades del pensar, del aprehender y del comportarse, de la distinción y la comparación se m ultiplican. En cuarto lugar se llama diferenciación a! proceso de volverse conscientes en la autoreflexión. Debemos distinguir entre diferenciación efectiva, que es exprim entada por el sujeto, pero que no necesita ser consciente, y la conciencia de la diferenciación, que se muestra en la autoobservación. Alguien puede — aunque raramente— tener una representación ob­ sesiva, sin hacer el intento de aclararse lo que experimenta propiamente. M ayormente la diferenciación y la conciencia de la propia experiencia van paralelas. Sin embar­ go, una mera consideración de todos los sentimientos posibles indiferentes puede dar la impresión de un aumento de la diferenciación. En quinto térm ino: Para la com ­ prensión de una personalidad es decisiva la conciencia del nivel de la diferenciación en gue se encuentra. En tanto que se añaden a la diferenciación además fuerza y vitalidad, .existen diferencias de nivel con respecto al conjunto de la personalidad, que K lages ha señalado en su concepto del nivel de la forma. Aquí hay un lím ite de lo conceptualm ente accesible. Y sin embargo, — al menos si queremos comprender

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personalidades— tenemos que poder movernos con una cierta seguridad fuera de esos lim ites. N o sólo la escritura, sino todo el com portam iento y la acción de un hombre son comparables con los de otro sólo cuando se trata en ambos casos del mismo nivel de forma.

Estas diferencias no b astan p a ra ad q u irir en to tal u n a concepción realm ente clara y determ inada. U n a presentación de grados de la diferen­ ciación y de tendencias o direcciones de la diferenciación, lo mismo que de grados y tendencias del análisis no es posible actualm ente p a ra los fenó­ m enos psicopatológicos con suficiente fundam ento. Tenem os que conten­ tarnos con el p u n to de vista general q u e existe aquí. Pero podemos distinguir dos causas de diferenciación. U n a causa está en la disposición individual, la otra en el círculo cultural. Las psicosis en los imbéciles (T) tienen modos de m anifestarse relati­ vam ente pobres: se experim enta menos y m ás prim itivam ente, las ideas delirantes apenas son sistem atizadas, algunas m odalidades de ellas (por ejem plo la del pecado) no se producen ya den tro de u n cierto plano. Las excitaciones se m anifiestan en estados tan m onótonos como desm esurados de gritos y aullidos, de ap atía y de torpeza em botada. El círculo cultural en donde el hom bre crece / vive, desarropa más o menos su disposición individual. El hom bre viye de la historia con su p articipación en el espíritu objetivo, p o r el cual llega ta n solo a ser él mismo en el desarrollo individual. Los sordom udos sin instrucción quedan en la eta p a de los idiotas. L o que en la p a rte sociológica se convierte en tem a, existe de hecho ya en todos los fenóm enos del alm a en cad a capítulo. Así observamos — lo que es com prensible— , que los círculos culturales superiores tienen u n m odo de m anifestárseles fenóm enos psíquicos m orbo­ sos m ucho más rico que los inferiores. P o r consiguiente, la extensión de la psicopatología, que frente a los anim ales es estéril, es dependiente en buena p arte del m aterial que le llega de los estratos de cu ltu ra superior. P o r este motivo los médicos poseen eñ los sanatorios particulares, en los hom bres instruidos, u n m aterial incom parablem ente valioso. P o r o tra p arte, es conocida la m onotonía de la h isteria en los hom bres simples. N aturalm en te n uestro interés v a ta n to a la vida psíquica menos dife­ renciada como a la m ás diferenciada. Gomo el análisis de lo diferenciado será siem pre el m edio por el que podem os ilu m in ar tam bién las etapas inferiores, así oscila el interés del investigador de m an era típica hacia am bas tendencias. Algunos, dom inados p ó r la form ación científiconatu ral. consideran el térm ino m edio, los fenóm enos de la m asa como el verdadero objeto de investigación los otro? m enosprecian, no m enos u n i­ (1)

L u th e r:

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P la s k u d a :

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lateralm ente, esos estudios y elevan a objeto único altam ente desarrollada. E n la esfera artística de las de los franceses (*) se hizo valer de m odo análogo en la evolución de las novelas de costumbres a las

la vida psíquica ra ra “novelas psicológicas” el cam bio de criterio novelas de carácter.

f) Visión retrospectiva* E n los puntos de vista expuestos hemos presentado el horizonte en donde se nos aparece lo psíquico. Com ún es a todos la variación de sentido, por lo cual se adm ite la contraposición siempre afirm ada de figuras múltiples. L a discusión de los cinco puntos de vista debería h acer percibir de antem ano la am plitud de nuestra reali­ dad. Pero a! mismo tiempo deberá volver claro lo poco que se h a dicho c o n las categorías generales como tales: im p o rta en todo caso, en su apli­ cación, tener siem pre consciente determ inado sentido y sostenerlo. H ab lar con estas categorías generales suele ser tam bién fútil en virtud de su im­ precisión. ' ’ § 3.

Prejuicios y presuposiciones

Allí donde aprehendem os algo, hemos aportado ya lo que hace posible y form a nuestra aprehensión. Si n uestra aprehensión es falseada de ese modo, hablam os d e prejuicios; si nuestra aprehensión es fom entada e inspirada, hablam os de presuposiciones o hipótesis. a) Prejuicios. U n procedim iento ilustrativo de nuestro autoconocimiento crítico consiste en hacer consciente lo que habíam os pensado in­ conscientemente como algo n atu ral p o r sí mismo. Fuentes de los prejuicios son, entre otras, el impulso a la concepción u n itaria del todo, que podría darse p o r satisfecha con nociones básicas simples y conclusivas; además, por eso, la inclinación a la generalización o a d ar carácter absoluto a puntos de vista particulares, a métodos, a categorías, adem ás a la con­ fusión entre posibilidad de saber y convicción de fe. Los prejuicios pesan en nosotros inconscientem ente, sin em bargo, co­ rno u na presión paralizante. U n a tarea esencial en todos los capítulos consistirá en resolverlos. C aracterizam os m ás adelante algunos en u n a forma llevada al extrem o. Conocidos así, son advertidos tam bién en los esbozos en que se nos presentan a menudo. 1. P r e j u i c i o s f i l o s ó f i c o s . H ubo tiempos en que la especu­ lación, el pensam iento deductivo de un principio, que se quería reconocer y explicar sin m ucha experiencia, e ra apreciado m ás altam ente que la in ­ vestigación laboriosa de detalles; tiempos en los que la filosofía quería (1) De « a s novelas de carácter dijo Bourget en oposición a las novelas de costumbres: ; ‘il devra choisir les personnages ches lesquelles cette vie intérieure soit le plus am ple".

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producir “desde arrib a” lo que sólo podía d a r la experiencia “desde abajo” . A ctualm ente esa tendencia parece liquidada p o r entero, pero todavía se agita aquí y allá en construcciones em brolladas, obscuras. Su espíritu está envuelto en la sistematización usual de la psicopatología general, pero es claram ente reconocible. Al justificado rechazo de la construcción filosó­ fica m eram ente deductiva, infecunda, se une por desgracia a m enudo el otro prejuicio, el que im agina que sólo la recolección de experiencias particulares tiene justificación, que el ciego am ontonam iento es m ejor que el pensam iento. El pensam iento, que clasifica los hechos, que pro­ porciona un plan del trab ajo , que crea concepciones de conjunto y hace posible una investigación apasionada de los objetos científicos fecundos, h a perdido m ucho la estim ación general. L a actitud filosófica deductiva se unió m ayorm ente con valora­ ciones éticas y otras, con u n a tendencia moratizadora y teológica} habló de pecados y de pasiones, a través de los cuales surgían las enfermedades m entales, y dividió las cualidades hum anas en buenas y malas. M axim ilian Jakobi h a criticado aniquiladoram ente en sus escritos, en la prim era parte del siglo IX , esa “filosofía en falso lu g ar” . Si dicha filosofía de la cosmovisión como expresión de la actitu d hum ana ante el m undo tiene la m ayor significación, en la ciencia np tiene lugar. E ntre concepciones del m undo se d a a m enudo sólo la lucha sin discusión p o r el poder: entre las opinio­ nes científicas, en cambio, es posible siempre la discusión y la convicción. L a psicología y psicopatología difícilm ente se m antienen libres de valora­ ciones que son expresión de u n a concepción del m undo, pero la separación entre conocer y valorar debe estimularse por todo psicopatólogo. No es que se le deba rehusar como hom bre el valorar, al contrario: pero juzgará tan to más veraz, clara y hondam ente cuanto m ejor haya conocido antes. Necesita u n a tran q u ila inm ersión en los hechos de la vida del alm a, sin tom ar posición en seguida; debe poder aproxim arse a los individuos librem ente, con interés incondicionado y sin prejuzgar. Esa separación del conocer y del valorar es en verdad fácilm ente comprensible en prin­ cipio, pero exije en la realización u n a m edida ta n a lta de autocrítica y de objetividad que está todavía lejos de ser algo espontáneo y natural. 2. P r e j u i c i o t e ó r i c o . Las ciencias naturales se apoyan en amplias teorías bien fundadas, que d an un fundam ento unitario a la in­ terpretación de los hechos. L a teoría de los átomos y la teoría celular son tales. E n la psicología y la psicopatología no hay ningUna de esas teorías dominantes. En estas ciencias no es posible, por tanto, ningún sis­ tem a teórico u n itario — o lo es sólo como construcción personal. E n lugar de llegar a los elementos, mecanismos y reglas últimos, por los que se com prende todo lo psíquico o tiene que ser com prendido un día, avanza-

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xnos p o r caminos especiales, trabajam os según métodos singulares, que nos m uestran aspectos aislados de la vida del alma. E sta mism a se nos presenta no sólo como u n todo infinito, sino tam bién como u n todo que se resiste a la sistematización lógica, como u n océano que recorrem os ju n to a las costas y de tan to en ta n to p o r alta m ar, pero sólo por la superficie. ; A tribuir la vida del alm a a algunos principios universales y domi­ narla por decirlo así en principio, es falso en el planteam iento, porque es imposible. Lo que aprovecham os como pensamientos teóricos, que tienen un parentesco form al con las teorías científiconaturales, son inten­ tos (hipótesis) p a ra fines especiales lim itados del conocimiento, no p a ra el conocim iento del alm a en su totalidad. y Donde im pera un prejuicio teórico, influirá en la aprehensión de los hechos típicos. Se ven los hallazgos siempre en el esquem a de la teoría. L o que se aplica a ella y la confirm a, interesa. Lo que no tiene ninguna relación con ella, no es en m odo alguno percibido. L o que habla contra ella, es velado o interpretado de otro modo. L a realidad es vista p o r los anteojos de la teoría. Por eso es nuestra tarea ejercitarnos constante­ mente en aprehender puram ente los hallazgos, haciendo abstracción de los prejuicios teóricos que pesan en todo instante sobre nosotros. Pero como todo hallazgo sólo es perceptible en virtud de determ inadas categorías y métodos, esto hay que hacerlo consciente en toda com probación de la naturaleza de las cosas, según lo establecido antes, que “en todo hecho está ya la teoría” . Aprendem os a ver así las realidades y a saber que no son en p arte alguna la realidad en sí, q ue no son ?n p arte alg u n a* toda la realidad. 3. Prejuicio som átic a Se adm ite tácitam ente que la ver­ dadera realidad del hom bre como todo lo biológico es u n acontecer so­ mático. Es reconocido el hom bre donde es reconocido som áticam ente; hab lar de lo psíquico es provisorio y significa sólo un sucedáneo sin verdadero valor de conocimiento. Por eso se propende a discutir todo lo psíquico como si se tuviese en la m ano ya la cosa lo mismo que lo somático, o como si los pensam ientos actuales estuviesen en el cam ino de un descubrim iento somático inm inente. M ientras que la legítim a investi­ gación. sólo hace esbozos, que dan sim ultáneam ente motivo a investiga­ ciones reales, a verificaciones o refutaciones p o r los hallazgos somáticos, se d a aquí validez a la m era fantasía como u n a supuesta anticipación heurística, que en los hechos, sin em bargo, sólo es la m anifestación deta­ llada del prejuicio sin valor de conocimiento. O al menos se m antiene el prejuicio en la form a de disposición resignada en toda la consideración psicológica, por ejemplo en la opinión que todo interés psicológico p o r la

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esquizofrenia se extinguirá en el m om ento en que se haya conocido el proceso somático de la enferm edad que constituye su cimiento. El prejuicio somático vuelve siempre, tan to si se disfraza en lo suce­ sivo más fisiológica o anatóm icam ente, o, sin precisión, biológicamente. Al comienzo de este siglo se decía más o menos: lo psíquico como ta l no se puede investigar, es solamente subjetivo. E n tanto que se puede hablar de ello científicamente, tiene que ser presentado anatóm icam ente, físicamente, como función corporal; p o r eso es m ejor poseer u n a cons­ trucción anatóm ica provisoria que u n a m era investigación psicológica. Pero tales construcciones anatóm icas h a n sido enteram ente fantásticas (M eynert, W em icke) y, son llam adas con razón " mitologías del cerebro”. Son asociadas cosas que no tienen entre sí ninguna relación, como células de la corteza e imágenes m nem ónicas, haces cerebrales y asociaciones psi­ cológicas. F a lta a esas construcciones somáticas todo fundam ento en tan to que no es conocido un solo proceso cerebral preciso al que esté subordinado un determ inado proceso psíquico como fenóm eno paralelo directo. L a localización de los diversos campos sensoriales en la corteza cerebral, de las afasias en el hem isferio izquierdo, significan sólo que esos órganos tienen que q u ed ar intactos p a ra que sea posible un deter­ m inado proceso psíquico; sin em bargo, en principio no distintam ente a los mecanismos motores, etc., como instrum entos necesarios p a ra el fun­ cionam iento intacto del ojo. Se h a ido más allá en los mecanismos neurológicos, pero se está infinitam ente lejos de los fenómenos que irían paralelam ente con lo psíquico. Se h a adm itido del todo erróneam ente que se h a echado pie firm e en el reino de lo psíquico con el descubrim iento de las afasias y apraxias. El problem a de saber si lo psíquico y lo corporal están en paralelism o o en relación m utua, no se puede decidir, por tanto, em píricam ente. No conocemos un solo caso en que sea posible com probar em píricam ente lo uno o lo otro. Lo psíquico y los fenómenos corporales que nos son accesibles — en ta n to que ambos se convierten i n objetos explorables— están separados por un infinito ám bito de su­ cesos interm edios que no conocemos. Podemos h a b la r en la práctica tanto en el lenguaje del paralelism o como en el de la acción recíproca — en verdad m ayorm ente en el últim o. Y lo podemos hacer tan to m ás cuanto que en todo m om ento se logra tra d u c ir un modo de expresión al otro. Pero por lo que se refiere a la tendencia a trad u cir lo psicológico en procesos somáticos de n aturaleza fantástica o real, se aplica con de­ recho lo que dice Janet: Si h ay que pensar siempre anatóm icam ente, hay que resignarse y no pensar n ad a cuando se tra ta de psiquiatría. 4. P r e j u i c i o p s i c o l ó g i c o e i n t e l e c t u a l i s t a . D e la comprensión em pática se desarrolla no raram ente un prejuicio psicológico.

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Se quiere “com prender” todo y se pierde el sentido crítico de las fron­ teras de lo psicológicamente comprensible. Esto ocurre cuando es apli­ cada la psicología, com prensiva como explicación causal con la presuposi­ ción de la determ inación universal significativa de toda vivencia. Pero especialm ente se inclinan a eso los no expertos en psicología y los de predisposición somática. Así la m ala voluntad, el querer esquivar el pe­ ligro, son hechos responsables de m uchas cosas. T al interpretación no se basa finalm ente en la psicología, sino en prejuicios m oralistas no aclara­ dos. Algunos médicos somáticos tienen u n a repulsión m anifiesta contra lo histérico, están en su interior irritados cuando no pueden h alla r física* m ente n ad a de acuerdo con las categorías usuales p a ra ellos. L o conside­ ran todo entonces como u n a m aldad y sólo cuando se llega a ciertos extremos entregan el caso al psiquiatra. L a tosquedad y la simplicidad de lo psicológico se encuentra justam ente en los médicos que no quieren saber n ad a de psicología. En la vida psíquica hay relaciones en que alguien, consciente del objetivo, obra p o r motivos racionales. A hora bien, existe u na difundida propensión a adm itir “razones” conscientes como motivo de toda acción en los hombres. E n realidad esas relaciones racionalm ente comprensibles en la vida psíquica hum an a juegan sólo u n papel mínimo. Los impulsos irracionales y los estados de ánim o suelen im p erar tam bién allí donde el individuo quiere creer que o b ra p o r motivos conscientes racionales. L a exageración en la búsqueda de relaciones racionales, esa “psicología intelectualista”, es un obstácu'o p a ra la penetración comprensiva en las rela­ ciones del a c tu a r hum ano. Se sobreestim an los efectos de la p ru eb a lógica frente a las persuasiones sugestivas, se corre dem asiado al h ab lar de “dem encia” donde se h alla lo irracional y no se obtiene ninguna con­ cepción de la riqueza infinita de la vivencia hum ana. 5. P r e j u i c i o r e p r e s e n t a t i v o . L o aním ico se nos vuelve objetivo en la expresión y la obra, en la conducta y la acción, en el proceso somático y en las m anifestaciones del lenguaje. Pero lo aním ico mismo no lo podemos actualizar objetivam ente fuera de la imagen y la comparación. Lo experimentam os y realizamos, lo imaginamos, pero no lo vemos. C uando hablam os de lo anímico hablamos siem pre en imágenes, m ayorm ente en imágenes espaciales. Así se aplican en el pen­ samiento psicológico, por decirlo así, diseños del alma y eso de diversa naturaleza: la vida psíquica es u n a corriente de la conciencia. L a con­ ciencia es como u n espacio en el que todos los fenómenos psíquicos, com o figuras en u n escenario, van y vienen. El espacio se pierde ei} lo. infinito hacia lo inconsciente. El alm a es edificada en estratos, en estra-

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tos de la conciencia, de la vivencia, de las funciones del carácter. Se compone de elementos que se asocian y se com binan alternativam ente. Es movida por fuerzas básicas, disoluble en factores o componentes, se le puede describir como una cosa p o r las cualidades. No podemos prescindir d e estas y aquellas representaciones espaciales como elementos auxiliares. N o h arán daño, si no probam os n ad a p o r su interm edio, sino que sólo querem os hacer más fácilmente accesible lo hallado sin eso. H a ocurrido con frecuencia, sin em bargo, que la im agen es olvidada como im agen y tom ada como construcción válida, que se apoderó de to d a la vida psíquica y la convirtió en prejuicio. C uanto m ás inteligibles eran las imágenes y -más despertaron al mismo tiem po la apariencia de u n a exposición com­ pleta, tanto más dom inaron las cabezas. Así h a n significado la disolu­ ción de lo psíquico en elementos atóm icos, la representación del funcio­ nam iento p o r analogía con el m ovim iento de los corpúsculos (m ecánica de la representación) o de las asociaciones psicológicas según la analogía de las combinaciones quím icas (quím ica psíquica), y a veces no por imágenes y comparaciones, sino por representaciones que responden real­ m ente a la cosa. Se está tam bién propenso siempre p o r lo dem ás a hacer de las imágenes ‘'prejuicios representativos” . 6. Prejuicios médicos en relación con lo cuantitativo, con la percep­ tibilidad y el diagnóstico. D e las ciencias naturales exactas llega el. pre­ juicio que sólo las comprobaciones cuantitativas son trabajos científicos, que la investigación de lo solam ente cualitativo en cambio es siempre subjetivo y arbitrario. Los métodos estadísticos y experim entales, que realizan algo acerca de ciertos problem as por mediciones, recuentos, for­ maciones de curvas, son en esta opinión la única investigación científica. D onde tal investigación directa no es posible, se tra b a ja aún con concep* tos cuantitativos, aun cuando no se puede pensar m ás en ellos. Asi, p o r ejemplo, en construcciones seriam ente pensadas en el curso del tiem ­ po, la “intensidad” de la representación es hecha causa de representacio­ nes obsesivas, causa de fenómenos histéricos, causa de ideas delirantes y causa de errores sensoriales, en tan to que la representación m uy intensa “es proyectada hacia fuera” . Se quería hacer valer sólo lo perceptible por los sentidos como objeto de investigación. Las investigaciones de los fenómenos corporales, de los rendim ientos y de los productos son en verdad m uy valiosas. Pero, no obstante, se puede p e n e tra r en lo psicológico siem pre si se im agina d i­ rectam ente lo psicológico, que es especialm ente cualitativo. L o psicológico no es perceptible nunca sensorialmente de m odo directo, lo es en la expre­ sión. T al evidencia im plica que toda psicop ato logia que quiera sólo ate-

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nerse a lo perceptible por los sentidos, h a de ser necesariam ente u n a psicología sin lo propiam ente psíquico. E l diagnóstico es lo últim o en la interpretación psiquiátrica de un caso. Pero a p arte del diagnóstico de los conocidos procesos del cerebro, es lo menos esencial en el trab ajo realm ente psicopatológico. C onvertido en lo principal, se vuelve u n a anticipación de algo que está al fin ideal de la investigación. Im p o rta al análisis que el caos de los fenómenos no sea u n obstáculo p a ra el conocimiento con un nom bre diagnóstico, sino que se vuelva tran sp aren te p o r visión panorám ica y en un encadenam iento de diversa naturaleza. D iagnosticar es en psiquiatría a m enudo un estéril girar en círculo, con lo cual sólo m uy pocos fenómenos caen en el cam ­ po visual del saber consciente. b) Presuposiciones. F ren te a los prejuicios hay que m antener la misión de reconocer la realidad de la vida psíquica con todos los medios y desde todos los lados. El impulso a la realidad, que es propio de todo investigador en la ciencia em pírica, exige en las partes somáticas de la psiquiatría com probaciones histológicas, neurológicas, y rechaza las cons­ trucciones y los pensam ientos anatóm icos sobre m eras posibilidades. E n psicopatología el fundam ento real de nuestra investigación es la vida psíquica com prendida, la que se nos hace presente p o r el com portam iento sensorialmente percibido y a través de las m anifestaciones habladas. Q u e­ remos sentir, com prender, m ed itar lo que pasa realm ente en el alm a de los hombres. El impulso general hacia la realidad es en psicopatología el impulso hacia la vida psíquica real, que queremos reconocer en parte como objetos científico-naturales perceptibles p o r los sentidos. Rehusamos dis­ cutir esa vida psíquica real, cuya com prensión nos d a la plenitud de nuestros conceptos a través de ideas va cías, provenientes de prejuicios, o hacer sustituir aquella p o r construcciones anatóm icas o de otra especie. Sin la capacidad y el placer de im aginar lo psicológico en su plenitud, no hay posibilidad alguna de h acer psicopatología. Pero el investigador no es investigador como u n a m era razón que se­ ría u n a form a vacía, en la que se resum iría lo aprehendible desde fuera. M ás bien el investigador, con to d a su vivacidad, es el instrum ento indispensa­ ble de su conocer. E n él tiene que haber presuposiciones, sin las cuales sería estéril su investigación. Tenem os que esclarecer los prejuicios p a ra librar­ nos de ellos, pero las hipótesis necesarias tenemos que com prenderlas; o bien son rudim entos objetivos del pensam iento que tenemos que hacer por vía de ensayo; o son fundam entos en nosotros mismos, movimientos de los contenidos del propio ser, sin los cuales no podemos ver n ad a esencial; tales hipótesis o presuposiciones son las ideas dirigentes, el alm a

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y la existencia del investigador; esas hipótesis deben ser ahondadas, hay que tra ta r dé ilum inarlas; hay que adm itrlas. No son nunca motivos de la exactitud de u n a opinión, sino origen de su verdad y esencialidad. Los falsos prejuicios son hipótesis al fin fijadas, que pasan falsa­ m ente por absolutas, apenas advertidas y no conscientes, y son disueltas por la aclaración. Hipótesis legítimas están en el investigador como condi­ ciones de su capacidad de ver y com prender; son adm itidas propiam ente p o r medio del esclarecimiento. Lo más característico que reconoce el psicopatólogo se d a en el trato con seres humanos. L o que experim enta así es dependiente de cómo se d a la situación al hom bre y cómo colabora terapéuticam ente a su pro­ ducción, ilum inándose al mismo tiempo él mismo y los otros. N o opera sólo u na percepción indiferente, como al leer una m edida, sino u na com­ prensión abarcativa en la visión del alm a. H ay una especie de presencia en el interior de los otros seres hum a­ nos, en un a ten tativ a de transform arse uno mismo en u n teatralism o, el cual, por decirlo así, es inspirado p o r substancia; h ay una espontaneidad en la actitud que se entrega y escucha sin desviación del motivo. El psicopatólogo es dependiente de su capacidad de visión y de expe­ rim entación, de su am plitud, de su franqueza y plenitud. H ay una gran diferencia entre los hombres que andan ciegos por el piundo de los en­ fermos a pesar de los ojos abiertos, y la distinción que establece una percepción clara en, u n a sensibilidad activa. El estremecimiento del alm a pro p ia con los acontecimientos en otros favorece en el investigador la. objetivación pensante de tal experiencia. L a conmoción no es todavía conocimiento, sino fuente de las concepcio­ nes que proporcionan el m aterial ineludible p a ra el conocimiento. La frialdad y el estremecimiento m arch an juntos y no se pueden oponer la una al otro. La fría observación por sí sola no ve nada esencial. Sólo ambos pueden llevar al conocim iento en el intercam bio m utuo. El psico­ patólogo que ve realm ente, es u n alm a en vibración que dom ina constan­ tem ente lo visto, llevándolo a u n a form a racional. L a crítica de los fundam entos del conocimiento en la propia esencia se pregunta frente a los objetos: ¿ E n qué disposición los interpreto?¿ H a n adquirido falso o legítim o rango en la esencia y peso p a ra la in ter­ pretación de la realidad? ¿ Q u é saco de ellos? ¿C óm o actúan en mi conciencia? U n trab ajo en la esencia de uno mismo es necesario p a ra el que reconoce. T a n sólo u n conocer en el que se identifica el que conoce, es un pleno conocer; ese conocer puede elevarse, no sólo extenderse nive­ ladoram ente.


r la exterioridad de la psicología oficial de su tiempo. L a excelencia del libro está i el resumen total, al modo usual del m édico, pero de ese m odo es borrado el lismo que separa siempre a la psiquiatría de todas las otras especialidades clínicas nientras una síntesis real es posible sólo después del esclarecimiento consciente de j principios y métodos en parte heterogéneos). U n a ventaja es la exposición adecúai, completamente viva, la rica mención bibliográfica, que hacen de la obra todavía >y una obra de consulta, si se busca la vieja literatura. U n a ventaja está también las amplias perspectivas (por ejem plo en la psicología de ios pueblos), que, a sar del cuadro médico, son posibles; perspectivas procedentes de la vieja cultura iquiátrica, y que en esa forma no han tenido largo éxito. El tipo de ordenamiento ídico que empleó Emminghaus, como se había utilizado antes, ha quedado usual las partes generales de los m anuales psiquiátricos.

El libro de S t ó r r i n g (1900) tiende a otro objetivo: quiere tratar la psicopato;ía en su significación para la psicología normal. En ello pone com o base de antemo el interés teórico y son decisivas las teorías psicológicas de W undt. Juegan allí gran papel las teorías sobre la génesis de los fenómenos, con los métodos que i parecen ya anticuados de aquella psicología. L a división se hace según el viejo uema: funciones intelectuales, procesos del sentim iento, procesos de la voluntad, i embargo son empleadas para las funciones intelectuales unas 400 páginas, para sentimientos 35, para los procesos tle la voluntad 15. Como la unidad del libro teórica, se llega a una dirección de pensamiento fugaz, pero el valor del libro siste ampliamente dependiente del valor de las teorías. Si ha sido dado a conocer ún material interesante de la literatura, el resultado fué, sin embargo, tan pe­ ino qi*^ se dejó de lado con decepción el libro, cuyo título atrajo. U n a im agen il teórica mucho más provechosa que un ordenam iento médico, como el que hizo minghaus, pero tiene, sin embargo, una forma muy estrecha frente a la enorme lidad de las psicosis. El libro de K r e t s c h m e r (1 9 2 2 ) no se puede poner sin más ni más al lado de dos mencionados hasta aquí. El objetivo es predominantemente didáctico y abarca psicología en tanto que interesa a los m édicos, sin separar — con razón—- en icipio lo normal y lo patológico. Kretschmer adquiere igualmente a través de una ía su imagen total, la figura del todo. Es el pensam iento de los estratos de la l del alma, que encuentra paralelamente en la historia, la filogenia y la ontogenia n o sucesión evolutiva) y en el hombre maduro (com o sim ultáneo). A ello se de un segundo pensamiento: el de los tipos de personalidad y los modos de reac­

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ción. Pero ambos pensamientos son extremadamente esquematizados. El mismo acen­ túa la rígida simplificación en pocas fórmulas y conceptos auxiliares y apela a la ciencia n a tu r a l, que se ha aproximado así a su objetivo de la dom inación de las cosas. Se plantea por objetivo mostrar, “en construcción estrictamente científiconatural, los pocos mecanismos biológicos básicos que vuelven en todo lugar”, “a los que se puede reducir la abundancia confusa de la rica vida real”. En ello se incurre en una equi­ vocación. Mientras que la ciencia natural exacta, en el efecto m utuo del diseño teó­ rico y de la observación que lo confirma o lo rechaza paso a paso, de m odo obliga­ torio g e n e r a l, y algunas veces a saltos, anticipa una nueva fundam entación, de tal modo que el planteam iento del problema también hace posible una decisión exacta, tales teorías en la psiquiatría hasta aquí y también en Kretschmer, tienen siempre más o menos el carácter de un ensayo que hace posible las agrupaciones y que m otiva las observaciones. Kretschmer proporciona un nuevo ejem plo de psicología comprensiva, qiíe po­ dría disfrazarse científiconaturalm ente — en correspondencia con el ambiente de la fa c u lta d de m edicina, y eso sólo pudo hacerlo a causa del ínfimo sentido para la lógica en las ciencias naturales exactas y en sus métodos. La concepción de sus “sim­ plificaciones’1 la expresa él mismo m uy bien una vez: “Para llevar algo de vida a la materia seca, me he servido a veces de giros un poco extraños y de fórmulas agudiza­ das”. En tal rimplificación teórica y dominio aparente de la abundancia llega en toda intuición a la valoración de una especie de omnicomprensión, rubricada de manera maravillosamente rápida, aplicada al expresionismo, a los conceptos clasificadores so­ bre las personalidades históricas y aparece, visto históricoespiritualmente, animado por la enorme fantasía de algunos neurólogos: “La psicología de la neurosis es la psico­ logía del corazón humano en general. , . U n conocedor de la neurosis es eo ipso un conocedor del hombre” . Es característico que el estilo está literalmente matizado. N o se advierte ningún respeto ante la infinitud de todo individuo; frente a los pro­ blemas infinitos del alma, ninguna extrañeza. En cambio pone en la mano consignas fácilmente apropiables, cuya' utilización procura la conciencia satisfecha del cono­ cimiento penetrante del hombre. Pero tampoco logra Kretschmer con ese procedi­ miento trazar una figura real de la totalidad de la vida psíquica, más bien queda en suspenso en una elección de los problemas. En el lenguaje pesan más las imágenes que la agudeza conceptual, se advierte más el efecto de la expresión que una idea. V El libro de G r u h le (1 9 2 2 ) me parece estar en una contradicción acabada con el de Kretschmer. El esmero del trabajo, la sequedad del estilo son típicas ya exterjormente. Gruhle busca un ordenamiento en lo posible poco prejuzgable, no violenta con ninguna teoría el todo, sino que elige un esquematismo totalm ente abstracto en donde es agrupada, la materia. Son distinguidas anormalidades de la m edida (can­ tidad), de la especie (ca lid a d ), de las funciones (actos) y estas últimas en verdad como actos intencionales y com o conexiones de temas; sólo brevemente son agre­ gadas observaciones sobre las anormalidades de los vínculos entre los procesos fisio­ lógicos y psicológicos y el desarrollo ■psíquico. D e ese m odo adquiere Gruhle, en virtud de conceptos extraordinariamente amplios, que — como calidad y c a n tid a d ^ permiten una división com pleta de todo lo existente, aunque sólo sea exteriormente, al mismo tiempo grandes com partimentos, en donde puede arrojar los fenómenos contándolos simplemente. N o desarrolla con base m etódica quizás el concepto decisi­ vo ni lo hace pasar form aíivam ente com o fermento ideal por el capítulo correspon­ diente. M ás bien se trata, com o Gruhle mismo dice una vez, de establecer “jalones fronterizos por decirlo así”, “dentro de los cuales es apilado el material psicopatológico que parece importante, y que pertenece allí, sin lo cual no sería posible su elabo-

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ración sistemática y su ordenamiento interior”. Y dice Gruhle esto, en verdad, en relación con un capítulo que, com o m e parece, tiene más orden interior. El orden formal, ampliamente e x te r n o , permite sumar ciertamente los amplios y abstractos conceptos, pero no permite la aparición de una imagen concreta del todo. La crítica insobornable y la claridad formal han llegado en Gruhle al extremo en la renuncia a la formación creadora, de m odo que queda paralizado en la abundancia de lo real sin distinción de importante y de no importante (que sin embargo sólo surge por jas ideas, no por los ordenamientos formales) y se desliza ante la substancia de los problemas. Gruhle no imagina nada y ha conseguido que se pueda casi sostener que en el libro no habría un sólo párrafo “inexacto”. Con toda la ausencia de interés querida, la exposición tiene un encanto que es sensible desde lejos por la alta cultura del autor, su gusto y su distancia de las cosas, de tal modo que se obstrva: si le fuese fácil un modo de escribir literariamente elegante, no tendría ese foim alism o y esa sequedad, pues nada teme más que la confusión entre literatura y ciencia. Si se toma el libro como lo que quiere ser, com o acumulación de material, es en extremo útil. Por la reunión de una bibliografía enorme, la utilización de trabajos antiguos, olvidados, raros, hay que estarle agradecido. La intención de mi libro (1 9 1 3 ) se-aparta de todos los aparecidos antes y des­ pués. Si he de caracterizar ese propósito, señalaré, como autor, inevitablemente, esen­ cialm ente, las ventajas. Q uisiera por eso decir de antem ano que, según mi convic­ ción, por este propósito no deben ser suprimidos los otros ensayos. M ás bien hay que aconsejar a todo el que quiera penetrar más hondam ente en los problemas de \ la psicopatología, que lea comparativamente las distintas exposiciones totales. Sólo de ese modo, controlándolas unas por las otras, se apropiará del dominio posible del todo.

Actualizo el propósito de mi libro: a) D ogm ática del ser y conciencia metodológica. Describí en 1913 el sentido de mi sistematización m etodológica: “ En lugar de violen­ ta r el dominio total p o r u n sistema en base a u n a teoría, se in te n ta rá separar puram ente los caminos p articulares de investigac.ón, los puntos de vista, los métodos, hacerlos destacar así m ás claram ente y exponer tam bién la m ultiplicidad de la psicopatología. D e ese modo no serán excluidas teorías ni en general un p u n to de vista cualquiera. C ualquier imagen del todo quisiera ser aprehendida, cap tad a según su im portan­ cia y sus límites y salir a flote. Pero lo principal sigue siendo siempre ;1 pensam iento indagador, p a ra el cual to d a imagen total sólo vale des3e un punto de vista; quisiera dom in ar esas imágenes de la totalidad nuevamente en su totalidad y no puede clasificarlas finalm ente m ás que ¡fcgún los métodos y las categorías de donde h an surgido. Señalamos el cam ino p o r el que vamos a la concepción de algunos ispectos aislados del alm a; T odo capítulo de este libro debe presentar «na parte singular de esa especie. E n lu g ar de en contrar un sistema de ■lementos y funciones, que nos señale en todas partes, en la psicopatoogía, de igual modo, el cam ino del análisis (como en la quím ica el onocimiento de los átom os y las leyes de la asociación), tenemos que

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c o n te n ta m o s con realizar sólo diversos modos de consideración. E n lu­ gar de un orden teórico podemos poseer sólo un orden metodológico” . E n esta autocaracterización se expresa u n a contradicción cientí­ fica, que no se puede ver b astante radicalm ente. O bien se refiere en Jo sabido objetivam ente ya a la cosa misma, el ser en sí, y se cree te ­ nerla enteram ente, o sabe de la perspectiva, de lo m etódicam ente fundado y al mismo tiem po restringido de todo conocimiento. O bien se busca una satisfacción en el saber sobre el ser o se sabe uno en el horizonte abierto del movimiento infinito. O bien se tiene el centro de gravedad en una teoría del ser, que se cree conocer, o en la sistematización de los métodos conscientes, con los que se ilum ina lo infinitam ente obscuro. Ó bien se descartan todos los métodos como armazones pasajeramente ne­ cesarios., p ara poseer supuestam ente la cosa misma que se h a conquis­ tado, o se disuelve nuevam ente toda la dogmática del ser como error pasajero ineludible en favor del m ovim iento del conocimiento que n u n ­ ca se d a rectilíneo y acabado, sino que está abierto a la experiencia y a la investigación ilim itadas.

La conciencia metodológica nos m antiene listos frente a la realidad que hay que interp retar de nuevo siempre. L a dogmática del ser nos encierra en un saber que se coloca como u n velo ante toda nueva ex­ periencia. Así se establece la actitud metodológica básica contra la generalizadora absoluta, la indagadora contra la estabilizadora. Pero no hay que olvidar: el m étodo es creador sólo en el empleo, no en la reflexión sobre él. Los prim eros decubridores que ensancharon el conocimiento p o r la realización de métodos, no se entend'eron a veces ellos mismos (pagaron su m ala comprensión con la dogm ática rígida de sus nuevas opiniones). L a conciencia metodológica como tal, en cambip, no es creadora, sino sólo esclarecedora. Establece las condiciones y el espacio en donde pueden crecer los nuevos descubridores, m ientras que toda dogm ática paraliza los nuevos descubrimientos. El ingenuo placer del conocimiento quisiera p en etrar en seguida el todo y echa m ano codiciosamente a las teorías tentadoras que parecen perm itir de golpe la posesión del conjunto. El conocer crítico quiere en cambio al mismo tiem po límites y} anchura, por u n a parte claro saber sobre los límites de la im portancia d e cada punto de vísta particular, de todo hecho, por o tra p arte la am plitud por la obtención laboriosa, con­ tinuada durante toda u n a vida, de todos los caminos posibles iel cono­ cimiento. La m ás grande am p itu d relativa y al mismo tiem po la más grande claridad sobre la naturaleza positiva del- conocer me pareció que era accesible por u na sistematización metodológica.

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b) El ordenam iento m etodológico com o principio de estructu­ ración. O rdenam iento metodológico quiere decir h acer conscientes to­ jas las maneras de aprehensión, todas las form as de observación, todas las formas de pensamiento, los caminos de investigación, las actitudes básicas en el conocer, y aplicar eso ai m aterial de experim entación que :orresponde en todo instante. De ese modo es distinguido seguram ente o particular, son desarrollados pu ram en te los órganos de la. aprehensión r de la investigación, tocados los límites que se m uestran en todo caso, ■nsayadas y al mismo tiem po com paradas las aprehensiones posibles de o total. El adiestram iento en ios métodos pone a la crítica segura en elación con el sentido y los límites de cada saber, y estim ula la esffonaneidad en el reconocim iento de los hechos. La realidad está ante la vista como un todo singular por intervalos, analizamos, al conocer, y todo hecho realm ente establecido en m etódiam ente obtenido. De ahí se deduce prim eram ente que todo conocíniento sólo se refiere a u n particu lar; el todo, antes de analizarlo, no lo emos visto nunca; lo tenemos ya analizado cuando lo vemos. E n seundo lugar, hecho típico y m étodo dependen estrecham ente uno de tro. Solo tenemos el hecho típico p o r el m étodo. E ntre hecho típico y íétodo no hay u n a separación radical, sino que el uno existe por el otro. Por eso u n a articulación según los métodos es u n a articulación obtiva de lo que és, tal como es p a ra nosotros. Es la función móvil del >nocer, en la que se nos m uestra el ser empírico. Con la estructuración^ ? los métodos y la indicación de lo que se m uestra en ellos, vemos ai ismo tiempo las especies fundam entales de los hechos típicos; sólo así Iquirimos de tanto en tanto com probaciones unívocas y la proporciónitera de las posibles conquistas firmes, L a división metodológica en­ ana una estructura en el m aterial de hechos similar a esta división. En e l desarrollo totalmente J o g r a b l e y claro coinciden objeto y m étodo. L a divi>n según el uno es al mismo tiem po la división según el otro. A esto parece contdecir la frase: todo, objeto debe verse con diversos m étodos. Sin embargo, con esa igencia justa se entiende que un hecho hasta allí aprehendido sólo exteriormente mo un objeto, denominado como el individuo particular que allí está com o enf^r* :dad, como alteración de la conciencia, com o memoria, etc., debe investigarse con tersos métodos. T al objeto no está penetrado y determinado en sus límites. Es una fetividad grosera, no distinguida claramente en su conjunto. L o que es real como jeto se muestra tan sólo en el método. Si y en qué grado el objeto, que debe ser icado con muchos métodos, es realmente un objetó y además el m odo de su ser lado, se vuelve definitivamente claro tan sólo por un método especifico. , ■

M ucho m ás fácil parece u n a estructuración de nuestro saber allí nde dom ina u n a teoría del ser. Pocos ppncipios y elementos llevan a ' posesión del todo. Yo tengo, la realidad misma en la m ano. D e ah í

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el éxito pasajero siempre de los sistemas sugestivos, en los que la cosa misma parece haber sino com prendida a fondo, en que todo el que llega puede posesionarse rápidam ente del todo y tiene todavía que hacer por el pensar m eram ente repetidor, confirmativo, aplicativo, term inativo y parece realizar* trabajo de conocimiento. M ás difícil, pero m ás verídica es la división metodológica. N o es sugestiva ni cómoda, no es conquis­ table rápidam ente, no perm ite un dominio grandioso del todo. Pero ejerce el conocer real, anim a los impulsos de investigación, estim ula e l propio poder. M u estra lo que h a sido adquirido, hace ver lo que se seña­ la por caminos especiales y queda abierta a la existencia hum ana entera.. El trabajo de la división metodológica y del ordenam iento en u na exposición total es p o r ta n to interm inable. No significa el esbozo de un esquema acabado, sino el esfuerzo constante para elevar el pensa­ miento estructural de las investigaciones reales, p ara hacerlo consciente y ponerlo en relación. c) L a idea del todo. L a clasificación^ m etódica d a un armazón, pero no basta. En ella y con ella, es buscado algo que está por encima de ella, el todo. E n este sentido hay que form ular la ta rea de una expo­ sición to tal de m últiples modos. ! Con tacto feliz tienen que ser destacados los tipos básicos de lo real. H ay que ad q u irir concepciones actuales estructuradas, abrir los espa­ cios de la experiencia p o r m edio de orientaciones específicas. H ay que separar lo que h asta allí sólo h a sido reunido externa"m ente. H ay que poner ju n to lo que corresponde; h ay que esclarecer lo característico p o r lo que es m antenido unido. D e ese modo hay que encontrar estructuras básicas de tal modo que sean creadoras las divi­ siones de la exposición. Tiene que darse una concentración en los principios, lo que desapa­ rece del cam po visual ta n fácilm ente en las exposiciones usuales. H ay que tra z a r las simples líneas básicas, buscar u na condensación en lo esencial. Lo más externo y lo m ás fundam ental tiene que ser decisivo. H ay algo de descubrim iento — sin que se requiera adquirir un nuevo conocimiento individual— en el hallazgo de ordenam ientos fundam en­ tales. Y todo ordenam iento encontrado se convierte, por sus divergen­ cias, en aliciente p a ra u n a más honda penetración. Se hacen experien­ cias específicas cuando se quiere estar seguro en el todo. Lo problem ático que hay en todo el saber tiene que m ostrarse a intervalos por una eje­ cución real de la concepción total. L a actitud básica de la razón im parcial quiere percibir los límites crí­ ticamente y llegar en el ordenam iento a la espontaneidad de su acción.

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d) L a im portancia objetiva de las divisiones. Si las dívísones básicas y las estructuraciones son esencialmente objetivas en p a r ticular, tiene que surgir un cuadro que se g rab a en el lector cada vez más p er­ suasivamente en el progreso y la visión retrospectiva, en tanto que no h a brotado de las m eras anticipaciones lógicas, sino de la realidad. U n a articulación estéticam ente satisfactoria y didácticam ente cómoda, es verdad tan sólo si se m uestra aju stad a a la realidad en el uso. H criterio de su verdad es si crece con ella la visión concreta. U n a división entrañ a, por tanto, un juicio objetivo, si no es u n a agrupación espontánea. Significa ya una posición del conocer. L a estructuración debe hacer claras, p o r los diversos puntos de vista, las líneas básicas, las cosas principales y accesorias, la escala en el m ovi­ miento. D ebe d a r gravitación, p o r ubicación en su lugar, a un hallazgo quizás inobservado hasta entonces. Debe, al contrario, hacer tam bién relativa toda gravitación por la ubicación en su lugar. Debe m antener libre el espacio p a ra todo lo posible aun en la experiencia, que tiene que poder encontrar su lugar. Aún cuando los diversos capítulos m uestran siempre un m étodo espe­ cifico y el m undo de la intuición que les corresponde, si bien las form as básicas de la aprehensión y de la investigación, y las imágenes de ios hom bres se suceden unas a otras, sin em bargo, en la realización efectiva no se lleva a cabo sin esfuerzo. D onde se agrega sin violencia algo que corresponde, se h a cum plido u na tarea de la exposición articuladora; donde se m uestra la violencia de algo divergente, está d ad a la indicación de defectos en la división. A dvertir éstos y dejarse im pulsar por ellos es, en todo instante, la tarea. U n investigador no llega con su impulso más que hasta los límites que se le h an im puesto; en ellos se detien% porque no se le ocurre n ad a más. Los sucesores deben aprovecharlo y superarlo. L a división de mi libro en total y en detalle no es, pues, accidental, sino m editada. Ruego al lector que ahonde en el sentido de las estructu­ raciones, que examine luego los capítulos y no se fatigue en la percepción de los pensamientos fundam entales hasta la últim a p atte . T a n sólo p o r el libro entero se m uestra el espacio total desde el que se perciben las pers­ pectivas especiales de los diversos capítulos. c) R evista de este libro. Esbozamos en tosca anticipación las p a r­ tes principales: E n la prim era parte aparecen los hechos típicos particulares empíricos de a vida psíquica. Las vivencias subjetivas y los estados somáticos, los endimientos objetivos y los hechos significativos son vistos sucesivamente :n expresión m undo y obra. T o d a esta p arte ejercita al mismo tiem po los

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órganos de aprehensión del psicopatólogo y, m uestra los resultados ia« mediatos. E n ia segunda y en la tercera parte nos dedicamos a las relaciones de la vida psíquica y, más precisamente en la segunda, a las com prensi­ bles, en la tercera a las causales. Las relaciones no son conocidas direc­ tam ente p o r la admisión de los hechos, sino m ediatam ente, en la investi­ gación, por la verificación en los hechos. Estas dos partes .ejercitan tam ­ bién los órganos de investigación del psicopatólogo. Y a que el hombre, entre espíritu y naturaleza es al mismo tiempo am bas cosas, p a ra su c o n o ­ cimiento son exigíbles igualm ente todas las ciencias. Lo que se investiga en la segunda parte, presupone u n dominio de las ciencias del espíritu; lo que se indaga en la tercera, u n dom inio de la biología. E n la cu arta parte, después de lo predom inantem ente analítico, sigue algo predom inantem ente sintético. Se tra ta de saber cómo es concebible la totalidad de la vida psíquica. Lo que aquí aparece a la vista, despierta la concepción total del clínico. Este ve al hom bre entero individual, piensa en la u nidad nosológica, en su diagnóstico, en la constitución qu e lo entraña todo, y en la biografía, en cuya totalidad tan sólo se m uestra cada individuo. L a quinta parte considera la vida psíquica anorm al sociológicamente y en la historia. L a psiquiatría es distinguida del resto de la m edicina tam ­ bién por el hecho que el alm a hum ana recibe su sello entero de la circuns­ tancia que el hom bre no es sólo u n a c riatu ra natural, sino un ser cultural. Los procesos psíquicos morbosos dependen, en su contenido y en su forma» del círculo cultural y repercuten en él. L a quinta p arte presenta la visión histórica de la realidad hum ana. En la sexta p a rte llegamos a u n a discusión term inal sobre el todo del ser humano. En esta parte no son hechas comprobaciones empíricas ya, sino que más bien tiene lugar u n a reflexión filosófica. Las totalidades específicas 'que tuvieron en cada capítulo un sentido directivo, son todas relativas. T am ­ poco la concepción general del clínico abarca em píricam ente el todo del ser humano. Siem pre es e! hom bre m ás aún de lo que se reconoce en él. L a discusión final no aum enta, por tanto, nuestro saber, sino que esclarece nuestra actitud filosófica básica en la que realizamos todo saber y todo cono­ cer del hombre. Eí tem a de este libro consiste en m ostrar lo que sabemos. Sólo en el apéndice son caracterizadas fundam entalm ente las tareas prácticas. Se traza en u n a breve reseña la historia de la psicopatología como ciencia. f) O bservaciones sobre esta revista. 1. E m p i r i s m o

y

filosofía.

Espero c í n t r a l e s y los informes de investigaciones. E I H andbuch der Psychiatrie de A s c u a p f e n m jr o ; e l H andbuch _ der Geisteskrankheiten de Bum ke; Zeniralblatt fü r die gesamte Neurolcgi* u nd Psycriatrie, ^ Berlín, desde 1910; Fortschritte der Neurologie, Psycriatrie und ihrer X*)renz£ebiete, Leipzig, desde 1929. Además la sección bibliográfica de muchas revistas.

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M i libro quisiera ayudar al lector a ad q u irir u n a cu ltu ra psicopatoJógica. Es ciertam ente m ás simple aprender un esquem a y estar a la altu ra cuencia de la cual se produce u n trastorno en la reproducción que se m ani­ fiesta como u n derecho de la capacidad de fijación(2). Pero este m étodo se vuelve problem ático en cuanto se comienza a in terpretar las funciones b á­ sicas im aginadas. Entonces no se hacen ya análisis de la función, sino teo­ rías. No se com prende ya claram ente lo u n itario de los grupos funcionales, de modo que el hecho típico pueda ser interpretado en estructura m ás p re ­ cisa; los hechos típicos conocidos son u n medio p a ra fom entar el interés en la elaboración m ental a que sirven de fundam ento. Además es perdida la fecundidad del m étodo, donde se contenta con la determ inación de la fu n ­ ción básica por un concepto generalísimo, com o p o r ejemplo la configura­ ción (G estaltheit) . L a perturbación de la figura o form a existe siempre, es un concepto funcional universal, tan general como la inteligencia y el pensam iento exactos. L a descripción de las alteraciones de la form a de las imágenes psíquicas es u n buen m étodo, la derivación de la form ación de formas com o función básica es insignificante, porque es dem asiado general. Tam bién las. fórm ulas generales de la perturbación de la actitud objetivadora (cütegorial) m e parecen en verdad exactas, pero im productivas en el em ­ pleo. Los investigadores repiten entonces siempre lo mismo. (1)

Z u c k er . K onrad : “ Funktionsanalyse in d e r

110, 405 ( 1 9 3 9 ) . (2 )

G rü n th a l:

M schr. P s y c h i a t r 35 ( 1 9 2 3 ) .

Schizopherenie” .

Árch. Psychiatr. ( D .) ,

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La búsqueda de las funciones básicas debe distinguirse: 1. de la investigación de las. fallas tangibles particulares de la función y sus consecuencias, com o por ejem plo la perturbación de la capacidad de fijación. El principio que todas las perturbaciones funcionales son perturbaciones totales, no debe ser llevado al extremo. Justamente en oposición a él queda en pie el problema de las perturbaciones singu­ lares de la función y sus consecuencias; 2. del análisis especulativo de un proceso básico vital m etafísicám ente visto com o fuente de vivencia psíquica y de com porta­ m iento comprensible (v. Gebsattel, Strauss). En las funciones básicas que acaban de ser discutidas, es observada la vía de la función; de la com binación de análisis funcionales y de la fenom enología surge una investigación metódicam ente progresiva; la función básica misma se vuelve evidente en los fenómenos singulares.

L a significación de esta tendencia de la investigación es indiscutible. L a aplicación de la fenomenología p ara el análisis de las funciones, el análisis de la función p o r el cam ino a la función, la captación de la reorganización, la captáción de las fallas ju n to con las funciones positivas o de aquellas funciones de totalidad restantes aún, que se destacan llam ativam ente por él hecho que están allí las fallas, todo eso ofrece u n a visión de las relaciones: funcionales, inaccesibles de otro m o d o .‘ Los investigadores que intervienen esperan a.Tgo extraordinario y desprecian los procedim ientos usados hasta aquí. Presuponer las funciones aisladas y considerarlas como piezas de un edificio, es un error. Los efectos de la falla funcional son burdos hallazgos. Los incontables registros de fallas son insignificantes. Con la m edida de las fallas se puede comenzar p a ra la orientación prim aria. P ara la com prensión de las disposiciones psíquicas alteradas de un enferm o no se gana con .eso absolutam ente nada. El encuentro de las funciones que se han vuelto difí­ ciles o imposibles p a ra los enferm os es sólo u n prim er paso. M ucho m ás interesa lo que el enfermo siente como difícil. T a n sólo el análisis d e la vivencia —por autodescripciones— conduce al descubrim iento de la esencia de u n a perturbación funcional. Con térm inos generales como inteligencia, atención, m em oria, es bloqueado el progreso del conocimiento psicológico. L a perturbación básica unitaria, el m odo básico de com portam iento, no es alcanzado como perturbación de la inteligencia (dem encia), perturbación de la atención, perturbación de la m em oria. En eso hay m ucha exageración. Estas investigaciones no han aportado de m odo alguno tam poco resultados, en el dom inio visible de lo que se esperaba, p a ra construir u n a teoría p o r la cual fuesen superfluas las descrip­ ciones “toscas” y los sistemas de ordenación. Estos interesantes estudios h an tenido todos hasta aquí u n defecto notable. Pese a toda la sutileza y ener­ gía de los hallazgos singulares, quedan en la n ad a poco a poco las investi­ gaciones en conjunto. E n el cam ino es visto algo, pero no llega a adquirirse un resultado acabado. Es un verdadero comienzo y u n sistema m etódico, la técnica de investigación no debe perderse. Pero h ay en los trabajos de los investigadores que se h a n ocupado de eso h asta ahora una infinitud que

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no es superada p o r ninguna concentración ciara. F alta toda decisión en ese c o n o c im ie n to . L a oscilación puede satisfacer como precaución. Pero es también la consecuencia de la am bigüedad de los resultados de la inves­ tigación. A d em ás toda esta tendencia de la investigación está p or ahora restrin­ gida a las fallas funcionales en los defectos orgánicos cerebrales. A quí es de gran im portancia hab er ayudado a la visión de que los focos cerebrales circunscritos raram ente llevan a alteraciones psíquicas circunscritas, sino que, por lo general, m uchas funciones h a n sido alteradas m ás o menos. E n qué grado es posible determ inar funciones psicológicas básicas aú n más allá de las afecciones cerebrales orgánicas conocidas hasta hoy, no puede ser previsto. b) L a función del trab ajo . T odas las funciones se convierten en trabajo, cuando h a n sido cum plidas en esfuerzo continuado p a ra u n objetivo de la existencia, absorben al individuo entero, dependen de su fatiga y de su-descanso y son tam bién accesibles a la apreciación cuanti­ tativa. El organismo psicofísico con sus fuerzas aparece en la m ultiplicidad de su función de trab ajo con ciertas cualidades básicas. En. tanto que se fijó objetivam ente rendim ientos comprobables del trabajo, cuantitativam ente determ inados, y se observó éste en condicio­ nes variables, se comenzó a descubrir los factores de que depende en lo esencial la función m ecánica del trabajo (1) . L a naturaleza del trabajo, estim ulado en las investigaciones experi­ mentales, fué casi siempre la sum a de cifras de la m ism a calidad. Q ué diferencias en trañ an las especies del trab ajo profesional, por ejem plo si entrañan m ás trab ajo intelectual o físico, de eso sabemos poco. E n el análisis del trab ajo hay que distinguir bien los fenómenos subjetivos, la sensación de cansancio y alegría del trabajo, de los obje­ tivos, la fatiga y la capacidad p a ra el trabajo. Esas funciones objetivas del trabajo se pueden percibir gráficam ente en la curva del trabajo, ins­ cribiendo en la abcisa el tiempo, en las ordenadas la cantidad del tra ­ bajo hecho continuam ente en la u n id ad de tiem po. E n tre los com ponen­ tes más im portantes de esa curva están las curvas de la fatiga, que desde el comienzo se reduce y después de pausas vuelve a elevarse rápidam ente por el descanso, y la curva del ejercicio, que al comienzo se eleva ráp i­ Experim entalm ente decisivos fueron los trabajos de K r a e p e l i n y d e sus d i s c í p u l o s . resumiéndolos: K r a e p e lin ; “ Die Arbeitskurve” , en los Philos Studien d e 19, p . 459, 1902. U n a exposición crítica, con referencia a l a significación d e p ara la apreciación de la s funciones reales del trabajo de l a v i d a , l a d a Max VVeber : “ Z u r Psychophysik d er industriellsn A rbeit” . A rckiv. Sozíalw. u. Sozialpol, 2729. Sobre ulteriores ensayos de su Instituto inform a K raU pelin: “ Arbeitspsychologiiche Un« tersuchungen” . Z . N eu r.t 70, 230 (1921). Al

(1) respecto,

W u n d t , vol. lo s resultados

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.

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dam ente, luego de m odo lento, y b a ja después de pausas (l ) . A ello se añad en ante todo las curvas de estimulo, que se elevan al comienzo del trabajo, siendo estas elevaciones y, las del final explicables p o r las ten­ siones de la voluntad, y tam bién las del hábito, que se produce frente a las excitaciones que derivan la atención y aparece en una curva al co­ mienzo en ascenso, luego horizontal estable(2) . L a fatiga y el ejercicio son los conceptos m ás im portantes. L a fatiga ( 3) está frente a la recuperación y, como cualidad del me­ canismo psícofísico, la fatigabilidad frente a la recuperabilídad. L a últi­ m a es de diversa duración, según se trate d e sim ple fatiga (que se atribuye al efecto de productos del cansancio) o d e agotamiento (que se explica por desaparición de substancia). Se distingue la fatiga m us­ cular y, la fatiga nerviosa, y se d u d a si h ay fatiga general o u n a fatiga parcial p a ra determ inadas funciones de trabajo. K raepelin es de opinión que solo h abría u n a fatiga generai. Ejercicio (4) es el aum ento de la facilidad, de la celeridad y de la pre­ cisión de u n a tarea p o r su repetición. Esto ocurre en parte p o r la meca­ nización de tareas psíquicas originariam ente más intencionales^ m ás vo­ luntarias que se vuelven m ás reflejas, mecánicas. Pero adem ás hay que adm itir alteraciones en el m ecanism o fisiológico, que influyen en el ejer­ cicio. L a capacidad tanto p a ra el efercicio corno p a ra la conservación del ejercicio es distinta según los individuos. K raepelin distingue por tanto la capacidad para el ejercicio' y la solidez del ejercicio. M ientras que la fatiga es u n fenóm eno pasajero y íugitivo, q ueda en pie siempre un resto duradero del ejercicio. Las nociones enum eradas como fatigabilidad, recuperabilídad, capa­ cidad de ejercicio, solidez del ejercicio, distraibilidad, capacidad de h a ­ bituarse p familiarizarse, estim ulabilidad deben concebirse como cualidades básicas del mecanismo psicoftsico (K raepelin dice: d e la personalidad). E n condiciones patológicas esas cualidades pueden estar alteradas, K raepelin h a investigado su dependencia de la ingestión de alimentos, del sueño, de la absorción de tóxicos (alcohol, cafeín a). E n lesiones cere­ brales aparece u n a lentificación enorm e del rendim iento del trabajo con u na gran fatigabilidad ( &) . Se encuentran otros casos en los que se da, con (1 ) (1 9 2 8 ).

G ra f.

O .

L .:

“ Die Arbeitspause in

Tfaeorie

und

Praxis” .

P sych o l.

A r b

6.

460

(2) Sobre la exposición gráfica d e la curva de tra b a ja y sus com ponentes, ver K ía e p e u n : “ D ie A rbeitskurve” , e n ios Philosophiscke S ludían de W u n o t, vol. 1 9 , 1 9 0 2 . (3 ) O fp n e r, M .: DU geisíigt E rm üdnug, 2a. cd.» B erlín, 1928. ( 4 ) K e r n , B . I . í W irkum toTm en der U bung., M ü n s te r , 1 9 28. (5 ) B v s c h : Z . N eu r., 4 1 , 283. Con el método d e l a s adiciones en las lesiones cere­ b r a l e s t r a b a j ó igualmente Langelüddeic«: Z . N eu r., 58, 2 1 6 . Ensayos con ergógrafos los hizo B appert : “ Z u r F rase d er koperlinchen Leittungsíaigkeit bei H irn v e rle m e n ” . N eur., 73,

239.

PSICOPATOLOGÌA

n a c id a d

GENERAL

245

rendim iento muy; pequeña, u n a capacidad pequeña de ejer­

cido Pero tam ^ ^ n m enof fatigabilidad, porque propiam ente no se pro* duce* n in gún esfuerzo; la insuficiencia es aquí condicionada psíquica­ mente. Specht y P la u t(1) h a n hecho investigaciones y análisis de la cur­ va del trabajo en las neurosis. L a ráp id a fatigabilidad del neurótico, así como la debilidad de voluntad del histérico, se pueden distinguir en ios ca­ sos extrem os del rendim iento m enor intencional de los sim uladores conscien­ tes. Generalm ente en la investigación del rendim iento del trabajo en los neu­ róticos debemos contentam os con los análisis subjetivos. Las sensaciones de desagrado y los sentimientos de displacer o disgusto en el ejercicio, su aum ento con la dificultad del trabajo p o r u n a parte, el no poder querer, el sentimiento de la im potencia, el no poder ir m ás allá/ p o r o tra parte, son los dos com ponentes principales. L a debilidad de la voluntad depen­ de involuntariam ente de la conciencia de perd er los ingresos por la pres­ t a c i ó n de trabajo. L a activación del proceso judicial p o r rentas m ultiplica considerablemente todas las quejas y esta debilidad de la voluntad (neu­ rosis de la lucha p o r los ingresos o ren tas). N o es raro que la investi­ gación culmine en ej hecho que la reducción efectiva del rendim iento del trabajo en ia vida es el síntom a objetivo de tales enfermos. Las investigaciones tangibles sobre los rendim ientos del trabajo h an conducido en conexión con ciertas concepciones generales del tiem po a una estimación especial de aquellas “cualidades básicas de la personali­ dad” . Frente a eso debe señalarse que no se tra ta m ás que de m anifes­ taciones p uram ente mecánicas, autom áticas, aprendibles, a ejercer por todos; finalm ente, tam bién, sólo de “rendim ientos” a valorar cu antitati­ vamente, justam ente de aquel “trabajo” q ue no raram ente es u n a carga. Los rendim ientos cualitativos, la actividad productiva en todo trabajo, especialmente en arte, ciencia y m odo de vida no entran en esta curva de trabajo. Pero como u n a exposición objetiva de las funciones de los apa>ratos nerviosos sobre las que descansa nuestra vida, y no como análisis de alguna “personalidad”, los estimaremos en su valor. c) T ipos de rendim iento q u e v arían según los individuos. Cuando K raepelin habló en el análisis d e su curva de trabajo de las “cualidades básicas de la personalidad”, que vió en los grados de va­ riación individual de la fatigabilidad, de la recuperabilidad, de la m a­ leabilidad (Ü b b a rkeit)i etc., h a cim entado u n a form a de aprehensión capaz de ser m uy am pliada. E n todos los rendim ientos fijables experi­ m entalm ente, se pueden observar tam bién tales diferencias individuales. (1 ) ¿274.

Spech t:

N ew . Zbl.,

dreh. Psychoí. (D .), 3, 1906,

481.

245

(1 9 0 4 ). .

P laut:

Münch med. Wschr., 1906,

K» A R L

246

J

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Las diferencias se pueden m edir en p arte, en parte ordenar en polarida­ des típicas, en oposiciones o en m ultiform idades polimembres. Así se han distinguido los “tipos d s representaci6n” ; si una persona prefiere en sus representaciones y recuerdos el dom inio sensorial, óptico o acústico o quines* tésico, si es eidètico o no, y qué clase de eidetico es. Así hay adem ás tipos mnésicos, tipos* verbales, tipos m entales, tipos .aprehensivos, tipos motores, diferencias “de tempos”, modos del ritmo, etc.

Se tra ta de algo m uy heterogéneo. Lo com ún es que u n a com proba­ ción sea posible en el ensayo objetivo de tarea-rendim iento, y que las diferencias sean buscadas en la intención de hallar ciertas cualidades psicológicas básicas de las variaciones del hom bre que. se llam an consti­ tucionales., El tem a no es la personalidad comprensible, que se llam a carácter, sino u n a persona vital que se m uestra en capacidades de ren­ dimiento. U n problema muy discutido es el de la destreza y de la zu rdería, D erecha « izquierda es una orientación básica en el espacio para el cuerpo y una formación m orfológica del cuerpo mismo. Parece un problema enteram ente específico que el individuo en su sistema motor prefiera la m ano derecha o la izquierda. Pero la zurdería es también com o una característica constitucional, que no sólo es objetiva com o signo corporal, sino por el m odo del rendim iento. Y se ha tratado de hacer comprensible en la relación de la naturaleza esencial y d e \la biografía personal d e un ser hum ano, mientras otros no vieron en eso más que un hallazgo accidental particular, Los hechos i 1) : El número de los zurdos es casi siempre minoritario. La frecuencia es dada en un 4 por ciento en Rusia, en un 13 por ciento en Alsacia, en Stutgart en un 10 por ciento en los niños y 6,6 en las niñas. 25 por ciento de los instrumentos de la edad de piedra habrían sido elaborados por zurdos, los habi­ tantes de las islas Célebes son en mayoría zurdos. Se disputa si la destreza o la zurdería es una ventaja o tiene significación indiferente. Leonardo y M enzel eran zurdos. La zurdería tiene una fuerte tendencia hereditaria. T ien e una corre­ lación con perturbación del lenguaje. El 61 por ciento de los niños, el 81 por ciento de las niñas que muestran defectos graves del lenguaje, eran zurdos o esta­ ban en relación con la zurdería (S ch iller). “L a supremacía de una mitad del cerebro es necesaria para la formación de los centros superiores, en especial del centro del lenguaje” ; por eso hay que rechazar el esfuerzo en pro de la mism a actividad en ambas manos.

§ 2.

El curso actual de la vida-psíquica

E l conjunto del estado actu al lo consideramos desde diversos puntos d e vista: como alteración de la conciencia y perturbación de la conciencia_, como fatiga y agotam iento, adem ás com o el m undo en donde se realiza la vida. C iertam ente to d a m an era del ser to tal está ligado con (1) Schiller, Mame; "Problem e um die L in kshándigkeif’. Z . N eur., 140, 496 (1932). Sobre todo el problem a de “ diestro y zu rd o ” e l inform e de H . B O rosr: Neruenzartz, 2, 464.

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p ero nuestro conocimiento sólo puede ser claro en la s d ife r e n c ia ­ De las alteraciones d e l estado (de la conciencia y d e l todo bio­ lógico) y de las alteraciones del m undo (como totalidades con sentido, c o m p r e n s i b l e s ) distinguimos la alteración a discutir aquí, consistente en la m a n e ra del c u n o de la vida púquicat, que se presenta ante todo en el modo de coherencia e incoherencia del pensamiento. Pero este modo de curso im pone su análisis como u n a disfunción e intercam bio de ciertos rendimientos normales en el todo. Esas alteraciones se conocen d e sd e la antigüedad con el nom bre de fuga de ideas, inhibición d e l pen­ sa m ie n to , e incoherencia o confusión. Desde el punto d e vista diagnós­ tico se distinguen a maniacodepresivos (fuga de ideas e inhibición d e l p e n s a m ie n to ) de los esquizofrénicos (incoherencia y confusión). a) Fuga, de ideas e inhibición del pensam iento. Lo que sé en­ tiende por fuga de ideas (*) e inhibición de pensamiento, lo haremos e v id e n te prim ero p o r algunos ejemplos d e carácter heterogéneo: otros c io n es

O bjetivam ente se muestra la fuga de ideas, por ejemplo, en el siguiente producto lingüístico de una enferma que “conversó” de esta manera con el médico. Respondió a la pregunta si había cambiado en los óltim cs años: “Sí, era m uda y tonta, pero no sorda, conozco a Id a D aube que ha muerto, probablemente por inflam ación del ciego; no sé sí era ciego; ciego Hesse, gran duque de Hesse, la hermana Luisa, gran duque de Bade, el hombre ha muerto el 28 de septimbree de 1907, com o yo he vuelto, si rojo-oro-rojo” . Tales enfermos interrumpen por cualquier m otivo su marcha de pensamientos, comienzan a hacer esto y en seguida algo distinto, no man* tienen ningún objetivo, pero están ocupados siempre y tienen una infinidad de ocu­ rrencias. N o pueden persistir en la cosa, caen constantemente en lo accesorio, pierden los hilos y no pueden recuperarlos. N o terminan nada que hayan comenzado, saltan, son de corto aliento en el pensam iento, se adelantan a asociaciones externas. Frente a éstos se comporta el enfermo con inhibición de pensam iento casi en todo aspecto al re­ vés. N o emprende nada, no ccm ienza ninguna tarea, le cuesta emitir una palabra, re­ flexiona con el mayor esfuerzo en un problema, no se le ocurre absolutamente nada. Q ué es lo que experim entan los enfermos su bjetivam en te, se m anifiesta a veces en autndescripctones. U n tipo de fuga de ideas, especialmente en los esquÍ2 ofrénicos, lo describen los enfermos como impulso del pensam iento (G edan ken dran g). La Sta. S. se lam entaba: “N o puedo m antener pensamiento alguno, todo danza confusam en­ te a mi alrededor... A sí, pues, n o puedo captar ninguna idea, no tengo ninguna volun­ tad... Ah, pfuí, sólo se me ocurren insensateces” . La enferma de Forel expuso asi: “En m i cabeza, com o un mecanismo de relojería, una cadena obligatoria, ininterrum­ pida de ideas m antenía su marcha incontenible. En las asociaciones más maravillosas se anudaba ocurrencia a ocurrencia, pero siempre en una cierta conexión de miembro a miembro. ¡ Q ué representaciones no se han agolpado en mí cabeza, qué asociaciones singulares de ideas no se han dado! H a vuelto siempre a ciertos conceptos, a ciertas (1 ) H eilbronner: M schr. Psychiatr., 13, 2 7 2 y sigts.; 17, 4 3 6 y sigts, L ie p m a n n : Über Ideenflucht, H alle 1 9 0 4 . A schaffenburq : Psycho!. Arb. 4 ( 1 9 0 4 ) . _K ü l p e : Psychologie und M edizin, p. 2 2 y - sigts. B i n s w a n g e r , L . : Über Ideenflucht, Zürich, 1933. Llamamos fuga de ideas aquí a la perturbación en el desarrollo efectivo de toda la vida psíquica, no a. un m ero producto lingüístico, que pudiera ser producido en la form a de fuga de ideas tam bién por una persona n o ideo-íugiúva.

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representaciones, por ejem plo: “D roit de France! ¡T ann in! ¡Bárbara! ¡R o h á n ! Formaban poco a poco etapas en la caza de ideas, y yo expresaba rápidamente luego, por decirlo en una. consigna, el concepto en que habían llegado justamente las ideas inquietas, especialmente también en ciertos momentos de mi vida cotidiana, como al entrar en la sala, cuando eca abierta la puerta de la celda, cuando iba a comer, cuando alguien se aproximaba a mí, etc., por decirlo así para no perder el hilo o para echar m ano a un cierto punto de referencia en la loca sucesión de ideas que desbor­ daban de mi cabeza” . U n esquizofrénico informa: “Las ideas se volyieron cada vez más rápidas. Yo mismo no podía captar ya cada pensam iento singular. Creía que iba a perder el juicio. El m ovim iento de las ideas lo sentía todavía; pero no veía ya su contenido. Al fin no fui consciente de los pensamientos, sino que me volví vacío” . U n a enferma de 30 anos con un estado postencefalítico describe la alteración in­ terior del curso de las ideas en unión con los fenóm enos obsesivos: “N o podía quedar sentada cinco minutos sin pensar en algo. Los pensam ientos van más rápidamente de lo que yo puedo hablar; conozco la respuesta m ucho antes de que pueda decirla. Es constantemente como si se rodase una película en mi espíritu. T od o pasa com o un rayo. Y la más insignificante f »equeñez, todo lo conservo. . . Si no doy la respuesta en seguida, y se piensa que no he entendido, se repite entonces todo. Y o no puedo responder de inm ediato. Ocurre esto: Cuando pienso por el d ía alguna cosa, luego se me ocurre otra vez y de nuevo y siempre” (D o r er ). Grados leves de inhibición del pensam iento aparecen en la siguiente auto* descripción: “M is sentimientos se hallaban en cambio constante. M is días alegres se mostraban interesados por todo, en acción consciente del fin, en alicientes' indivi­ duales, en juicio preciso sobre cosas y personas y mi propia persona y en una deter­ m inada tensión. En esos tiempos buscaba toda la com pañía posible, emprendía mu­ chas cosas, porque todo me causaba placer. La transición de un estado de ánim o a otro no era tan repentina, sino que progresaba cada día un poco más. En otro estado tenía el sentimiento de ausencia de todo interés, de torpeza} de imprecisión respecto de cosas sobre las cuales debía tener m i propia opinión. M e esfuerzo entonces especialmente por ocultar mis defectos y en casos dados recordaba cóm o había hablado en mis buenos días. Principalmente m i escritura es variable, también mi m anera de andar. En el últim o tiem po vino además una indiferencia com pleta y un fi acaso de mi receptividad. Teatros, conciertos no causaban ninguna impresión en mis nervios. Simplemente no he podido relatar entonces, nada de eso. En Sa conversación he perdido el hilo, es decir no podía agregar una idea a otra ya. M e volví insensible para las bromas en la conversación, porque no las entendía’* (la enferma se ha vuelto demente paranoide en el curso de los años siguientes). Otros enfermos se qu ejan: H e perdido enteram ente la memoria y no soy ya capaz de seguir una conversación. M e siento com o paralítica, no tengo más comprensión, estoy del todo embobada. Repetir el contenido de algo leído u oído me es imposible por completo. N o tengo más voluntad, no poseo un rastro de energía ni de fuerza para obrar. N o .puedo decidirme a nada. Sólo hacer un m ovim iento m e cuesta úna gran '^solución.

1. Interpretación de la f u g a de i d e a s y de l a i n h i b i c i ó n d e p e n s a m i e n t o . Si se quisiera hacer eviden­ te lo que es característico en todos estos fenómenos, se partiría, por ejem ­ plo, de la oposición entre la aceleración y la lenificación. Pero esto eviden­ tem ente no corresponde a lo esencial de las perturbaciones. L a acelera­

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del curso, por lo demás norm al, no sería m ás que un signo de salud. en u n curso, p o r lo demás inalterado, se observa, p o r ejemplo, en p e r so n a lid a d e s epilépticas, sin que exista por otra parte u n a simili­ tud con los fenómenos de inhibición a que nos hemos referido aquí. Se aproxima m ás la oposición entre excitación e inhibición. P ero a ú n c u a n d o corresponda a u n a realidad de esos cursos, perm anece sin em ­ bargo muy imprecisa. Si intentam os p en etrar en la estructura de éstos, partimos nuevam ente con preferencia de la oposición entre el curso d e la representación pasiva, m ecánica, asociativa y el del pensam iento acti­ vam ente' dirigido por las representaciones de fines (representación do­ m inante, tendencia d eterm in an te). El acontecer asociativo proporciona la substancia, el activo el ordenam iento del pensamiento. Veamos entonces inm ediatam ente: p o r un lado hay u n a inhibición o excitación, u n a rique­ za del acontecer asociativo, por o tra p arte un retraim iento de las repre­ sentaciones de fines activam ente eficaces con sus tendencias determinantes. Si las tendencias determ inantes son disminuidas (prim ero porque n o aparece en general ninguna cognición finalista, en segundo térm ino por­ que éstas no desarrollan ningún efecto, en tercer lugar porque cam bian demasiado ráp id am en te), es influido el curso de la repiesentación sólo por la constelación de elementos de la asociación. Excitaciones externas de los sentidos así como las representaciones evocadas por ]a constelación casual, según todos los principios posibles de asociación, proporcionan el m aterial del contenido de la conciencia. Tenemos la im agen objetiva de Ja fuga de ideas. L a p alab ra “idea” en la “fuga de ideas” no se refiere sólo a las representaciones, sino a todos los “elementos” que pueden ser pensados como elementos en las cadenas asociativas. Y tam poco las re ­ presentaciones de fines son sólo representaciones, sino factores todos ellos que condicionan u n a selección, u n a estructura en el desarrollo del contenido psicológico. Estas son necesidades lógicas (estéticas) de la situación (con­ versación, discurso, com unicación, p ro b lem a). D e este esquem a se pueden derivar los tipos diversos de curso inhibido o de la fuga de ideas objetiva y subjetivam ente ex p e rim e n ta d o s^ ). 2. T i p o s d e c u r s o p e r t u r b a d o , aa) La clásica fuga de ideas. El proceso asociativo es excitado, los contenidos acuden en m ása de todas partes a la conciencia. Esto en sí sólo significaría u na m ayor productividad. Pero a eso se agrega que las tendencias determ inantes c ió n

Id en tificación

(1) H e dejado en pie esta reproducción de la interpretación tradicional, a pesar de que h a sido agudam ente criticada y rechazada (por Hónigswah!, L. Binswanger). T am ­ bién en la fuga de ideas, en toda representación, en todo “ elem ento” hay un acto m ental. No se tra ta de un suceder m ecánico, sino constantem ente todavía de í* realización del “ yo pienso” . Esto_ ts exacto, pero no es ninguna objeción contra aquel análisis. La in­ terpretación tradicional es buena como descripción clara, no como teoría del proceso verdadero, para in terp retar el cual no existe hasta hoy ninguna sólida y aprovechable. La. contraposición de acto y .m aterial está en la vivencia misma y es rechazada s.'n razón.

K A R L

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son paralizadas y desaparecen cada vez más, que tendencia firm e de selección entre las asociaciones, cia, según las condiciones casuales, se entrem ezclan bles de asociación, conceptuales, sonoros, lingüísticos,

no se da ya ninguna y que, en consecuen­ todos los modos posi­ etc.

Se ha preguntado por la causa de la fuga de ideas, pero hasta aquí sólo se encontraron respuestas insuficientes. L a fuga de ideas no es consecuencia de una aceleración del curso de la representación, no es consecuencia de un impulso de hablar, no se puede comprender por el mero cambio rápido de los principios de asociación (por ejem plo de la asociación de sonidos), ni por el predominio de especies inferiores de asociación (en la falta de especies conceptuales de asociación). Su causa está en procesos de naturaleza desconocida fuera de la conciencia, su significación total sólo se puede describir interpretativamente por la consideración de ambos aspectos del curso del pensamiento, el acontecer asociativo y las tenden­ cias determinantes.

bb) L a i n h i b i c i ó n c l á s i c a es justam ente lo contrarío de la fuga de ideas en lo que se refiere al proceso asociativo. L a utilización del m aterial intelectual es influida (el m aterial no es destruido como en la dem en cia). N o aparecen asociaciones de ninguna clase, no en tra nada en la conciencia, existe inclinación al vacío completo de la conciencia. Surgen asociaciones escasas, pero así es dism inuida en eficacia, como en la fuga de ideas, la tendencia determ inante; los enfermos no pueden concentrarse. Después de largos esfuerzos aparece a veces u na reacción, a m enudo los enfermos enm udecen enteram ente y quedan largos períodos en un profundo estupor. cc) L i g a z ó n e n t r e la f u g a de id e a s y la i n h i ­ b ició n del p e n sa m ie n to . Parece que la fuga de ideas y Ja inhibición del pensam iento pueden asociarse. H ay igualm ente fugas de ideas ricas o pobres, fuga de ideas ricas en palabras (impulso de hablar) y pobres en palabras (m udas). Si los enfermos son conscientes de su curso m ental perturbado, la fuga de ideas aparece en sus quejas como impulso del pensamiento, la inhibición como inhibición subjetiva. El todo es u na inhibición m ental ideo-fugitivaí1). Los enfermos se q uejan de que. no pueden librarse del cúm ulo de ideas, de que atraviesa su alm a u n a cacería penosa de represen­ taciones. O se quejan de que n o pueden pensar ya, de que no aparece en ellos u n a sola idea más. Si los enfermos son conscientes tam bién de la desaparición de las tendencias determ inantes, se esfuerzan sin em ­ bargo enérgicam ente por poner orden en el desarrollo de sus ideas y exrperim entan la com pleta ineficacia de su concentración en representaciones finalistas y dominantes. Entonces experim entan sim ultáneam ente la exci(1 )

SCHRfiDER:

Z.

N eu r., 2.

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ta cìó n el impulso a l pensam iento p o r el curso asociativo de la repre­ sen tación excitada y la inhibición en la incapacidad de dom inar en esà

caza salvaje u n solo pensam iento coherente. dd) D i s t r a i b i l i d a d ( 1) * C uando el curso de la representación no es o no es ya suficientem ente precisado por tendencias determ inantes, surge la fuga de ideas, en caso de que el tem a del curso de la representa­ ción sea disputado p o r asociaciones que adquieren u na productividad acrecentada. S i el tem a o m ateria d e las representaciones es determ inado po r impresiones exteriores de m anera irregular, se habla de distraibilidad. Si se tiene, com o accidentalm ente, objetos de cualquier clase, como el reloj, las llaves, u n lápiz; si se juega con la cadena del reloj, si se golpea, se hacen sonar las llaves es advertido todo p o r el enferm o de in m ed iato lo nom brará y lo estim ará todo. S a lta enseguida a o tra cosa, a u n a m an ch a e n la p ared, a la corbata del médico, a todo lo que es advertible en su am biente de algún modo. E s ilustrativo que la fuga efectiva de ideas y la distraibilidad se presentan por lo general juntas, pero eso no se d a siempre. U n enferm o es del todo im productivo en asociaciones, p ero toda excitación de los sentidos atrae su atención. Al contrario, en otros enfermos el curso de la representación consiste ente­ ram ente en asociaciones ideo-fugitivas, de las que no pueden ser a rra n ­ cados ni siquiera p o r excitaciones sensoriales. Pero el distraerse no aparece por cualquier excitación de los sentidos. Se advierte a m enudo una selección según los dominios de intereses o al m enos según dominios coherentes objetivos de algún modo. Esta distraibilidad comprensible en cierto m odo, conduce, por transiciones, al extremo opuesto, es decir, a un distraerse por no im porta qué excitaciones sensoriales: todos los objetos son “nombrados” al azar, todas las palabras repetidas, todos los m ovim ientos imitados. Si se trata, en casos de distraibilidad pura, en torno a un com portam iento de la atención compren-, síble finalm ente para nosotros según su contenido, se nos presentan esos “síntomas de eco” como un proceso autom ático. Si en el primer caso, sin embargo, la excitación sensorial captada por la atención desviada elabora psicológicam ente de m anera va­ riable, queda en el últim o sólo una reacción de èco siempre igual y autom ática. Preferimos no hablar de estos casos de distraibilidad, lim itando más bien esta expresión a aquellos casos en que adquirimos la convicción de que se produce en la conciencia del enfermo un cambio de la dirección de la atención, una atracción y nueva distracción de m odo para nosotros posteriormente vivenciable.

b) L a confuJsión. Los esquizofrénicos se qu ejan de fatiga, de falta de concentración, reducción de sus rendim ientos intelectuales, debilidad de la m em oria. Esas m últiples quejas adquieren u n determ inado sentido cu an d o el observador com prueba la disgregación objetiva y p erturba­ ti) H e h lb ro n n e r: M schr. Psychiatr., 13, 277 y sigts.; 17, 431 y sigts. (* ) A falta de u n térm ino m ejor, traducim os Ablenkbarkeit po r distraibilidad. H a de recordarse, sin em bargo, que la palabra alem ana no implica un “ pasivo quedar ahí luego del desvío” , com o h a ría suponer el vocablo q u e hemos elegido. N . de los T .

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dones reales del curso del pensam iento. B eringer(1) destacó casos no ta n confusos que im posibilitaban la autoobservación y los informes de los enfermos, y vio que en verdad los informes subjetivos (a diferencia de algunas quejas m aniaeodepresivas de inhibición) correspondían a un h a­ llazgo objetivo. Las quejas eran: Los pensamientos son tan fugitivos com o recortados, pierden la coherencia, se precipitan. Peor es cuando los enfermos están abandonados a sí mismo?, y m ejor en los problemas y en la conversación. U n enfermo dijo: “Yo olvido las ideas m uy pronto. Cuando quiero anotar algo, un m om ento después n o sé nada más. Las ideas se precipitan, no son pensadas ya claram ente. M e pasan com o relámpagos por la cabeza, pero en seguida llegan otras y están en e l m om ento allí, aunque una fracción de segundo antes todavía no había pensado en eso. T engo el sentim iento de una disgregación. N o tengo absolutam ente en la m ano mi curso de ideas. Los pensamientos no son claros: pensamientos que no se tienen nítidam ente, que rozan a uno sólo de alguna manera, pero de los que, sin embargo, se sabe que ha existido algo. Junto a los pensam ientos principales van siempre pensamientos secundarios. Se confunden, no se llega a ningún objetivo, se vuelven cada ve 2 m ás fuertes, todo va de través, de manera que brota una confusión que no tiene ningún sentido. Y e mismo tengo que reírme de que eso sea posible. T engo el sentim iento del empobrecimiento de ideas. M e parece que lo que veo y pienio no tiene color, es insulso, es muy poco m ultilateral. Así el concepto de la escuela superior se ha reducido a m i pupitre” .

Así, pues, en la pasividad es sentida penosam ente la cantidad de los entrecruzam ientos; en la actividad, la pesadez del curso m ental y la pobreza de pensamiento. E n los exámenes de rendim ientos se dió, a pesar de la fijabilidad y de la buena voluntad, u n a capacidad de fijación dism inuida, y u n considerable em peoram iento en la aprehensión del sentido de la estructura lógica de relatos. Los contrasentidos no fueron captados, el com plem ento de las la ­ gunas fué dificultado. El enferm o que dió aquella autodescripción, no pudo escribir a u n conocido u n a sim p’e noticia j escribió 14 páginas, co­ menzó siempre de nuevo, sin llegar al final. C ari S chneider(2) * h a descripto sutilm ente el pensam iento incoheren­ te y confuso de los esquizofrénicos, así la fusión (integración no inten­ cional de contenidos heterogéneos) lo embolismático (am ontonam iento de fragm entos del pensam iento, heterogéneos y objetivam ente condicio­ nados), el resbalón (la destrucción que se produce, sin intención previa, de la cadena de ideas), el descarrilam iento o sustracción (la interpola­ ro n , que se d a sin intención usurpadora, de contenidos m entales en lugar ie un a coherencia o b jetiv a), etc. (1) B e r in g e r : “ Beitrag zur Analyse schizophrener D enkstörungen” . Z . N e u r 93 (1924). (2) Schneider , C arl: Psychologie der Schizophrenen. L eipzig 1930. * Para traducir la term inología -d e Schneider usamos los académicos términos propuestos *r López Ibor (ver: Probl. Enf . M e n t., F.d. Lahor, pág. 171). (N . de los i

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Se h a tratad o de aclarar ese pensam iento — o m ás bien toda esa m a­ nera de curso del proceso psíquico— p o r la comparación con el pen­ sam ien to en estado .d e fatiga, con el pensam iento al adormecerse (S. Schneider), y con el pensam iento ‘‘arcaico” de los pueblos primitivo* (S torch). Pero sólo se puede tra ta r de com paraciones. E n la fatiga y en el adorm ecim iento, lo prim ario es u n a alteración de Ja conciencia, en el pensam iento arcaico u n estado del desarrollo histórico del espíritu hum ano (viviente en lo esencial p o r la tradición, no p o r la herencia biológica). Pero en los esquizofrénicos el hecho empírico consiste en un a particu lar perturbación prim aria en el desarrollo de la vida psíquica. § 3.

L a inteligencia

Llam am os inteligencia al conjunto de todas las capacidades y de todos los instrum entos convenientem ente aplicados, utilizables p a ra no im porta qué rendim ientos en la adaptación a los problem as de la vida. a) Análisis de la inteligencia. Distinguimos prim eram ente las con­ diciones previas de la inteligencia, en segundo lugar el inventario in te­ lectual, los conocimientos, en tercer térm ino la inteligencia propiam ente dicha, A las condiciones previas de la inteligencia pertenecen, p o r ejem ­ plo, la capacidad de fijación y la m em oria, el grado de fatigabildad, el mecanismo de los fenóm enos m otores y el ap arato del lenguaje, etc. Se h a confundido a m enudo esas condiciones previas con la verdadera inteligencia. E l que no tiene m em oria alguna no puede hablar, se cansa siempre en el m ás breve plazo, n o puede m ostrar ciertam ente su inte­ ligencia.. Pero luego encontram os en él como causa la perturbación de u na función delim ítable, a consecuencia de la cual aparece la falta de actuación de la inteligencia, no u n a perturbación de la inteligencia misma. L a delim itación de tales funciones, como tam bién de las funcio­ nes psicofísicas básicas, es del m ayor valor p a ra el análisis y la distin­ ción de las anom alías de la inteligencia. Con orgullo habla Liepm ann del progreso que constituye el hab er destacado la afasia así com o la apraxia “ de la viscosidad indiferenciada del concepto de dem encia” . En tiem pos antiguos se h a tom ado a m enudo falsam ente p o r dem entes a los afásicos. N o confundirem os con la verdadera inteligencia, en segundo térm ino, el caudal intelectual, los conocimientos. P artiendo de u n gran caudal intelectual, se puede deducir la existencia de ciertas capacidades, que fueron necesarias en la adquisición de lo ahora reproductible de m odo p u ram en te m nem ónico. Pero existe tam bién ahí u n a am plia independen­ cia entre la verdadera inteligencia (capacidad de juicio) y la m era

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K A R L

J A S P E R S

capacidad de aprender. Se pueden apren d er formaciones ideales muy“ complicadas, y las dotes p a ra aprender son confundidas a m enudo con la inteligencia. En psicopatoíogía, la com paración de la posesión de conocimientos con las capacidades p o r el m om ento todavía existentes y débiles proporciona a veces características del defecto adquirido m ás bien que de la debilidad m ental innata, en la que conocimientos y capa­ cidades suelen estar entre sí en u n a relación m ás conceptual. M uy débi­ les conocimientos son en general u n signo de debi.idad m ental, grandes conocimientos no son ningún índice d e inteligencia. U n exam en del caudal de conocimientos perm itirá, pués, indirectam ente, en casos extremos, u n juicio sobre la debilidad m ental. Pero es m ucho m ás im portante el exa­ m en de los conocimientos mismos p a ra averiguar con qué m aterial de contenidos trab aja u n individuo. T a n sólo con el conocimiento de la m ag­ nitud de ese m aterial (es decir d e la imagen, del m undo del individuo) (W eltb ld ) se puede entender sus acciones, su com portam iento, su m odo de vida, se puede concebir exactam ente lo que opina propiam ente en la con­ versación. C uanto m enor es el alcance de esa posesión intelec­ tual, ta n to m ás podemos observar que las significaciones d e las^ palabras que em plea son otras p a ra él que p a ra nosotros.. Las palabras que utiliza van en su significación objetiva más allá de la' signi­ ficación atribuida realm ente. Las palabras m anifiestan engañosam ente una riqueza de ideas más grande que la que el enferm o posee. L a m agnitud de la posesión intelectual de u n a persona depende, aparte de su cap acid ad receptiva y de su interés, preferentem ente del am biente de que procede y en el qíue vive. El conocim iento del nivel medio en el estado* intelectual de los diversos círculos sociales es, por tanto, u n a m edida im ­ p ortante p a ra tener u n juicio sobre u n individuo particular. P o r lo gene­ ral, n o se puede im aginar bastante lo pequeño que es el nivel medio (*), R odenw aldt encontró en la m ayoría de sus soldados u na falta com pleta de orientación social, de desconocimiento de los derechos políti­ cos, incluso de la legislación social. A u n p a r de millas de distancia de la aldea natal cesa la orientación geográfica. E n conocimientos históricos -asi no se podía establecer nada. M ás de la m itad no sabía explicar exacam ente quién era Bismarck. E n los exám enes de conocimientos se suele ener presente tanto el saber escalar como el conocimiento tomado e la vida. Este últim o (conocimientos que h a n sido adquiridos por iteres espontáneo y en el oficio) perm ite u n a conclusión m ás fácilmente >bre el grado de inteligencia. Es asombroso que, según las investiga­ (1) R o»E N vvA L t.T : “ Aufnahem des geistigen Inventars G esunder ais M asstab für fektprüfungen bei K ranken” . M sckr. Psyckialr. 17 (1905). Lange, J .: “ Ü ber InteJligcnzprügen a n N orm alen” . Psyckol. Arb. 7 (1922). J

P S IC d P ATOLOGIA

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ciones hechas hasca aquí, la m ayoría de los individuos apenas tiene nociones del t o d o exteriores sobre su propio oficio, Nos dirigimos en tercer térm ino a la inteligencia propiam ente dicha. Esta es extraordinariam ente difícil de captar. A penas podem os darnos cuenta de cuáles y de cuántos puntos de vista distintos sirven p a ra llam ar inteligente a alguien. H ay seguram ente u n a g ran can tidad de dones dis* tintos de los cuales algunos se pueden, quizás, destacar todavía exacta* mente, y existe adem ás, no sólo u n a serie de inteligencias mayores o m eno­ res sino u n árbol ram ificado de disposiciones diferentes. Es d u ­ doso que haya u n a inteligencia general, u n a capacidad general d e ren d i­ miento que tiene que m ostrarse e n todo aspecto com o u n “facto r c e n ita l de la inteligencia” . Pero se está siem pre inclinado a adm itirla. Es lo q u e los viejos psicólogos llam aban fuerza del juicio (U rteilskraft). Sin embargo, las m anifestaciones de la inteligencia son m uy distintas. H ay seres vivaces, d e aprehensión ráp id a, q ue deslum bran p o r su habili­ dad y que son tenidos p o r extraordinariam ente inteligentes, pero que, en. un exam en m ás atento, se m uestran m ediocres y superficiales. H ay in¿ teligencias prácticas, que saben elegir lo justo en todo m om ento, ráp id a­ mente, de en tre la sum a inm ensa de las posibilidades y que se a d a p ta n ágilmente a los nuevos problem as, y las inteligencias teóricas, q u e se com ­ portan en el m om ento directam ente como débiles m entales, pero que en el trabajo aislado y tranquilo p ueden realizar objetiva, exacta y fecunda­ m ente eminentes tareas intelectuales. “ U n m édico, u n juez o u n estadista pueden tener e n la cabeza m uchas herm osas regías patológicas, jurídicas o políticas, en ta l grado que pueden ser en ello maestros acabados, y sin embargo se equivocarán fácilm ente en su aplicación, bien porque carecen de buen sentido n atu ral y com prenden abstractam ente lo general, pero no pueden distinguir si u n caso concreto pertenece a elIo3 o tam bién porque no h a n sido bastante dirigidos p a ra ese juicio p o r ejemplo» y ocupaciones reales” ( K a n t) . E n la investigación clínica n o hemos pasado m ás allá de u n p a r de aspectos m uy generales de la inteligencia. Ponemos u n valor singular en adquirir u n a visión de la capacidad de juicio, de la capacidad m ental, d et sentido de lo esencial, de la capacidad p a ra aprehender los puntos de vis­ ta y las ideas que tiene u n individuo. El que, en presencia de u n p ro ­ blem a difícil, d eclara que no sabe alg u n a cosa o que n o es capaz, nosparece m ás inteligente q ue el que se d eja absorber p or u n detalle esencial, o se lim ita a él. Adem ás, ju n to a la capacidad del juicio, es .característico p a ra nosotros la espontaneidad, la iniciativa. A lguien puede dem ostrarse m uy razonable cuando se le hacen exigencias o preguntas, p ero abandonado a sí mismo se vuelve apático y qu ed a sentado allí, m udo.

b) T ipos de dem encia. L a característica del concepto de inteli­ gencia, considerada como el todo de u n individuo, desde el aspecto de las dotes, im plica que siem pre el análisis sólo destacará algunos rasgos, que no precisan del todo lo propiam ente oginado en este concepto. Tenem os tam bién p o r tanto u n a m ejor visión de algunos tipos característicos de inteligencia que del concepto de la inteligencia en general. Intentem os describir algunos tipos de inteligencia p ertu rb ad a : 1. O s c i l a c i o n e s d e l a p r o d u c t i v i d a d . Com o inteli­ gencia caracterizam os en general u n a disposición d u radera, como dem encia un defecto duradero. C uando no es posible tener de. los enfermos en psico­ sis agudas, en estados confusionales, estuporosos, ideo-fugitivos, inhibidos, u n rendim iento de la inteligencia, no hablam os de perturbación de la inte­ ligencia. Hacemos, esto sólo si en estados d e lucidez, ordenados, acce­ sibles, es decir en la falta de perturbaciones agudas, no pueden producirse esos rendim ientos. E n estados agudos no arriesgamos generalm ente u n ju i­ cio sobre la inteligencia que el enferm o tuvo antes de la fase aguda y la que puede tener después. Pero esta separación de las perturbaciones duraderas y fugaces n o se puede hacer en todos los casos estrictam ente. E n especial las reducciones de la productividad espiritual que se advierten a m enudo en personas que tra b a ja n intelectualm ente (artistas, sabios) y q ue aparecen en fases pasajeras, largos períodos o el fin en form a d u ra ­ d era en los psicasténicos, son perturbaciones difíciles de clasificar. Se ‘ tra ta a m enudo de fases pasajeras en que los enfermos tienen vivos sen­ tim ientos de insuficiencia : sienten que la m em oria les falta, que no pueden pensar ya, etc. Pero realm ente no sólo tienen sentimientos infundados d e insuficiencia. Son de hecho incapaces de concentrarse, leen sólo m e­ cánicam ente, sin c ap tar el sentido, piensan siem pre en el m odo como trabajan, están orientados hacia sí mismos, no hacia la cosa. Pierden real­ m ente la, visión general de sus trabajos, no tienen en verdad m ás ideas espontáneas, sin lo cuál todo trab ajo se paraliza. T a ’es personas h an sufrido u n a pérdida de su productividad, que puede ser pasajera o d u ­ rable. Al contrario aparecen tam bién fases de productividad especial, de la m ás rica creación. Se tra ta en todos estos casos de alteraciones, no d e la inteligencia entera, sino justam ente de la productividad. D e ordi­ nario esas fases son identificadas con depresiones e hipom anías. 2. D e b i l i d a d - m e n t a l c o n g è n i t a . Desde la lim itación d e ' la productividad en la inteligencia reproductiva vivaz conducen series de capacidades decrecientes, pasando p o r la sim plicidad y la estrechez m ental, a los grados profundos de la debilidad m ental. A los grados ligeros se les llam a debilidad, a los m edianos im becilidad, a los graves idiocia. Se tra ta d e u n desarrollo m ás pobre de la vid a psíquica en todas las direcciones,

PSICOPATOLOGÌA

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de una d iferen ciación que puede ser tom ada como u n a variación de la disposición h u m an a hacia ios valores inferiores a los medios. E n las etapas inferiores se parece la vida psíquica cada vez m ás a la anim al. C o n buen desarrollo de los instintos necesarios p a ra la vida, queda paralizada toda experiencia en la vivencia sensorial del individuo, no se aprende n ad a nuevo, n o es abarcado ningún concepto; p o r eso no es posible ninguna acción m etódica consciente. C on la falta de puntos d