Proceso de Comunicacion

LECTURA FUNDAMENTAL Nombre del escenario Nombre de la unidad Autor Asesor Procesos de significación, sentido, identidad

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LECTURA FUNDAMENTAL Nombre del escenario Nombre de la unidad Autor Asesor

Procesos de significación, sentido, identidad y vínculo cultural Transcurrir lo cotidiano: Procesos de significación, sentido y vínculo cultural Héver Míguez Monroy Unidad 1 Escenario 2 Diseñador

Estructura social de la cultura Contenido 1. Entradas sociológicas para el análisis de la cultura a. Entrada 1: Analizar la interacción social b. Entrada 2: Analizar hechos sociales c. Entrada 3: Analizar acciones sociales, el universo de lo micro d. Entrada 4: Analizar la(s) identidad(es) como campo de tensiones 2. Comunicación, cultura e identidad en un mundo globalizado 3. Identidad como proyecto a. Potencialidades b. Tensiones Referencias

Palabras clave: interacción social, hechos sociales, acción social, identidad, globalización

Estructura social de la cultura 1 Estructura social de la cultura Hemos establecido ya una apuesta para nuestra comprensión de la sociedad desde la comunicación, y es que ésta es el camino para entender la cultura. De acuerdo a como nos comunicamos, definimos la cultura que somos, nuestra identidad y proyecto social. Es preciso conocer algunas perspectivas de la organización social que permitan acercar el análisis y la comprensión de lo social y el papel de la comunicación. La sociología como disciplina ha tenido desde su origen distintas apuestas que nos dan esos elementos para la comprensión. Trataremos aquí resumidamente la mirada de Emile Durkheim, Max Weber, Manuel Castells, entre otros autores, notando especialmente la transdisciplinariedad que permite la comunicación.

1. Entradas sociológicas para el análisis de la cultura Una entrada es una posibilidad de acceso a un campo de estudio como lo es el comportamiento humano en sociedad. En plena era industrial, la sociedad consolidaba su traslado hacia las urbes, apretando asuntos como la convivencia e identidad y la comunicación comienza a ser observada por su condición de ligar las estructuras que subyacen esa vida citadina. Los estudios de la comunicación tienen en la sociología su principal referente de origen dado que fue esta disciplina1 la que inició su observación sobre los fenómenos sociales que son producidos por las tensiones fruto de migraciones, subculturas, desempleos, gobernanzas y en general poder. Veremos algunas entradas a estos posibles análisis.

a.

Entrada 1: Analizar la interacción social

En la Escuela de Chicago, iniciado apenas el siglo XX, Mead, Cooley y Dewey, sociólogo, filósofo social y psicólogo respectivamente, se preocuparon por las formas como se afianza la estructura social y lo que permite construir la cultura. Fue un paso importante no exento de tensiones académicas. En un momento en que las ciencias naturales iniciaban su apogeo de cuyo racionalismo parecía dominarlo todo, se inició la discusión de cómo observar el comportamiento humano. Desde las ciencias naturales la aplicación del método científico planteó dificultades evidentes, pues mientras que resulta útil para analizar el “comportamiento” del petróleo o de las ranas, para citar un par de ejemplos, esto ya no aplica fácilmente al comportamiento humano. ¿Cómo estudiar lo que hace la gente? ¿cómo entender los fenómenos sociales y culturales que se suceden alrededor del, por ejemplo, fútbol? Para los autores citados, y en concreto Cooley, la comunicación es la que liga a la sociedad, dándole forma e integración. Aquí ya subyace entender la comunicación como un proceso simbólico.

1

Recordemos que dos de los padres fundadores de la comunicación en la década de los años 40 del siglo XX, son sociólogos: el austriaco, y además matemático Paul Féliz Lázarsfeld, y el alemán Kurt Lewin que además de sociólogo también era psicólogo.

La discusión aún prevalece pues la mirada científica sobre lo que hacemos los seres humanos no es equivalente a analizar el petróleo o el fútbol como fenómeno social; el primero contiene propiedades permanentes y las posibilidades de sus derivaciones son en sí limitadas con todo y su enorme riqueza. En el caso del fútbol, desde su aparición hasta estos años del siglo XXI donde disfrutamos del campeonato mundial del 2018, la práctica deportiva se ha modificado tantas veces, variando sus normas y maneras de juego, así como todo lo que se genera a su alrededor, su masificación, manejo del mercado, organización empresarial de entretenimiento, ambiente financiero, cultural, los movimientos que se gestan como barras bravas, fanatismo (en Argentina hay un templo dedicado al Dios Maradona), las producciones musicales, y un sin fin de elementos emergentes que distan que el fútbol sea una actividad intrascendente o de momento. Todo lo contrario, estas acciones humanas inciden vigorosamente en la sociedad y a través de sus prácticas sociales lo convierten en una cultura que se va moldeando con el tiempo y que no tiene horizontes de desaparición. Sin embargo, la no aplicación del método científico, ha llevado a relativizar el conocimiento que surge de las ciencias sociales y particularmente de métodos cualitativos donde se fundaron. Aun así, importantes científicos sociales han hecho apuestas enrutadoras del estudio de dichos comportamientos en donde la comunicación es uno de éstos, pero que, además, está implicado en todos.

b.

Entrada 2: Analizar hechos sociales

Emile Durkheim es el primer teórico que desde la sociología imprime la idea de explicar los fenómenos sociales desde lo social, es decir, no sujetos a leyes de las ciencias naturales. La fuerte emergencia de la ciencia y su método científico, llevó en muchos casos a reducir el entendimiento y por ende las estructuras sociales y sus fenómenos a fórmulas homogéneas que podríamos llamar matemáticas o incluso lineales. Para este sociólogo francés, para dar un ejemplo simple, en términos sociales dos personas más otras dos personas, no son cuatro personas, sino que se trata de un grupo, superando la mera suma de individualidades o unidades, sino que es una suma de características sociales como resultado de la interacción social y de procesos históricos que son incluso superiores al individuo. De esta manera, Durkheim lleva al análisis de las situaciones sociales el conjunto o estructura por encima de la individualidad, lo que de otra forma podríamos decir, que el individuo está supeditado a la estructura. El camino de análisis de Durkheim se distancia de la biología y la psicología, disciplinas que en ese momento se "encargaban" de dar cuenta del comportamiento social. La moral es la base para el reformismo como perspectiva de estudio desde las ciencias sociales, es decir, que los investigadores somos de la misma naturaleza de lo que investigamos y observamos. Esto, que parece obvio a nuestros días, resulta de una importante resonancia para líderes corporativos e incluso investigadores sociales y de periodismo, cuando se colocan en una posición distanciada de los grupos humanos que orientan, investigan o reportan, olvidando la condición humana de esas personas cosificándolas. Con Durkheim se da inicio a los análisis tipo estructurales, es decir, aquellos que observan cómo se componen las organizaciones, grupos, naciones y demás. Este es un nivel causal del análisis, es decir, que los fenómenos sociales corresponden a una causa, y es lo que lleva a mirar el origen de esos fenómenos. Parte entonces preguntarse ¿de qué manera las estructuras afectan las conductas y comportamientos de los individuos y los grupos? ¿qué cultura emerge de liderazgos o gobiernos paternalistas, para citar un ejemplo?

Sí el individuo está supeditado a la estructura, es importante llevar el análisis a un segundo nivel: ver cómo es la organización de ésta, sus normas, formas, responsabilidades, intenciones y maneras de operar. De allí surge el papel que cumplen los grupos dentro de la estructura, razón que lleva a ver en el funcionalismo como otro aporte importante para comprender. El funcionalismo ve de manera sistémica la estructura, pues observa cómo A funciona en relación de B, o B es función de A. Volvamos con preguntas de ejemplo: ¿Cuáles son las prácticas sociales y culturales emergentes en un marco de precariedad laboral? ¿Qué consecuencias trae a nivel social la secularización de la educación religiosa? El concepto más atrayente de Durkheim desde su metodología de análisis social es el de hecho social. Los hechos sociales son los modos de hacer que implican coerción en las personas, "que es general en todo el ámbito de una sociedad dada y que, al mismo tiempo, tiene una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales" (Durkheim, 1975). De manera precisa, los hechos sociales son exteriores al individuo, coercitivos por cuanto son impuestos, y colectivos puesto que hacen parte de la cultura social. Estos elementos, sirven para notar la estructura social en donde, por decirlo de alguna manera, los individuos nacen y están atrapados en ella, es decir, es lo que los determina. Una pregunta para el observador de una comunidad o sociedad específica, podría ser: ¿cuáles son los hechos sociales que determinan a esta población? ¿cuáles son esos modos de ser que caracterizan su cultura? Aquí, hacemos la apuesta que análogos a los hechos sociales están los hechos culturales, los cuales se pueden asumir como modos de ser en lo social, toda vez que la cultura está enriquecida y enriquece la identidad. En los modos se ser y hacer, están dos pilares que posibilitan la comprensión de lo sociocultural, en donde se tensionan los distintos aspectos de la vida del hombre en comunidad. La identidad es un proyecto del ser y hacer social que marca la cultura, la configura y la transforma con el paso de las generaciones; visibiliza lo que se aprende, se apropia y se produce tanto en lo individual como en lo colectivo. Para Durkheim, un eje de análisis social está en aspectos como el trabajo, la solidaridad y el derecho. Frente al primero halló en la división del trabajo dos categorías: culturas segmentarias o primitivas donde no existe tal división, contrario a las sociedades modernas donde la división es clave para su desenvolvimiento. Nótese que aquí ya es evidente la mirada estructural al dividir en dos el trabajo de las sociedades. ¿cómo está establecida la división del trabajo en x o y comunidad? vemos cómo en el desarrollo histórico del hombre el trabajo se va complejizando y esto es en parte lo que el sociólogo francés quiere advertir. La solidaridad también es dicotómica según el sociólogo francés: en las sociedades segmentarias, la solidaridad es mecánica, porque todos los individuos cumplen las mismas funciones, es decir, todos son cazadores, recolectores, agrícolas... será en la especialización de funciones, donde comienzan a darse la división del trabajo. En la sociedad moderna, en cambio, es orgánica, interdependiente y sistémica, donde a través de entender a la sociedad como un todo, las partes se diferencian y es ésta diferencia la que permite que exista complementariedad y dinámica productiva. Puesto en términos simples, para que exista producción, es necesario que existan patrones, quienes organizan el aparato industrial productivo, y que existan obreros, quienes cumplen con la función de poner en marcha con su fuerza de trabajo la producción. Es una cooperación diferencial y complementaria.

El derecho también es dicotómico: represivo y restitutivo. El primero es primitivo, el segundo propio de las sociedades modernas, integrador, rehabilitador. La anomia son las patologías propias de las sociedades modernas, a falta de normas o valores, que dotan de sentido común a los individuos dentro del marco social. En su estudio sobre el suicidio, Durkheim se anticipa a los fenómenos sociales por falta de regulación social. El hecho social es entonces esa coerción a la que el sujeto está determinado: son esos aspectos que, incluso entendidos como libertad, debe la persona moverse; por ejemplo, ningún adulto está obligado a trabajar, pero si no lo hace, no tendrá cómo subsistir y mantenerse funcional en el sistema, así que es libre de no hacerlo, pero se obliga al mismo tiempo so pena de morir quizá de hambre o privarse de lo que brinda el sistema. Los hechos pueden ser materiales como la ciudad, en donde están definidas las pautas y los espacios para el comportamiento social. Los inmateriales están más atados a la cultura, la ideología, creencias; los refranes populares, dan cuenta de estos tres aspectos de manera local en su mayoría de las veces. Si bien los aportes de este padre de la sociología han evolucionado y algunos conceptos ya no se usan de forma expresa, sí da elementos para observar la estructura social y ubicar en su funcionamiento aspectos como la comunicación. Con la evolución del estructural-funcionalismo de autores como Talcott Parsons y Robert Merton, lo iniciado por Durkheim permite entender fenómenos de orden sociocultural como aquellos disrruptores de las estructuras establecidas. Para Durkheim en su momento fue el suicidio, como objeto de análisis social en donde observó el nivel de integración del individuo en el grupo, y el nivel de regulación en la medida de cómo incide la sociedad en la vida de la persona, podemos extrapolar otros fenómenos como el famoso "rebusque" que hace las veces de la anomia para el mercado formal y sobre el cual se regula pero sigue presente no solo en sociedades con menor desarrollo económico sino que es un fenómeno extendido a nivel global. Así mismo, la piratería, el machismo, la xenofobia, el bullying, entre muchos otros que dan cuenta de la manera como las personas se insertan en los grupos y estos en la sociedad en general. La cultura, es camino de inserción. Es interesante, además, ver a la sociedad como un todo, una integración sistémica donde las acciones individuales son moldeadas por las estructuras, lo que podría invitar a valorar cómo el entretenimiento, el espectáculo, la posverdad, la corrupción, influyen en los individuos y más que en ello, en los grupos o sociedad. Sin embargo, con Durkheim encontramos una mirada vertical, reducida, es decir, de lo general a lo particular, desdeñando lo que sucede con el individuo. En su forma de entender, se extraña, no aparece... ¿acaso los individuos no tienen una forma particular de pensar, sentir e incidir en las estructuras sociales? ¿somos, como sujetos, la institución que nos acoge o somos una particularidad dentro de una generalidad? ¿el sujeto es la institución o es parte de una institución? ¿los abusos de algunos religiosos condenan a la iglesia o solo a ellos?

c.

Entrada 3: Analizar acciones sociales, el universo de lo micro

Max Weber, sociólogo alemán, asumió y reinterpretó a Marx, otro de los grandes sociólogos, haciendo sus conceptos más completos y extensivos; sin embargo, su aportación más significativa para nuestros intereses está en la importancia de lo micro y el descubrimiento de lo subjetivo, en donde está el sujeto en relación con el grupo. Esta mirada permite analizar los cambios macro históricos desde las relaciones sociales. De este análisis, surge el concepto de acción social, el cual resume el sentido que el individuo o

grupo de individuos otorgan a ciertas conductas en relación a otros individuos, con la claridad que estas construcciones de sentido se dan en contextos particulares. Para nuestra observación de la cultura en el contexto social, Weber aporta principios metodológicos importantes, que no solo trascendieron a la sociología, sino a las ciencias sociales donde se encuentra la comunicación como campo de estudio. El primero de estos principios metodológicos es la empatía, entendida como la capacidad de los seres humanos para compartir acciones o actos de otros seres humanos; pero este compartir es un compartir intencionado en relación con el referente, pues conjuntamente se da valor a una acción como el saludo y otros actos de cortesía. Si alguien ingresa a un ascensor y saluda a quienes ya están allí y estos le responden o simplemente asienten en señal de compartir el sentido de lo que es saludar como acto de buena educación, vemos un acto empático que se logra gracias a que se comparten códigos, lenguajes, sentidos y cultura de manera tácita e implícita, y que hace parte de lo que está acordado socialmente. Es plausible para el estudiante de comunicación preguntarse por las valoraciones en materia de relación social que logran los grupos o comunidades enteras. Con la empatía Weber nos lleva a inquietarnos y darle importancia a los códigos que se suceden y hacen posible la interacción social que se da en un lugar, para lo cual es valioso entender esto con la mayor prontitud o anterioridad. Es útil a nivel corporativo para establecer las maneras de relacionarse entre los integrantes de la misma; la empatía, más allá de ser una actitud, es también una estrategia que merece analizarse para orientar una cultura como la del servicio en una organización. Así Weber trae al sujeto y su mundo de valores a las ciencias sociales, y para la comunicación es de vital relevancia porque el sujeto es sistema y parte de sistemas locales donde la interacción se da como acto comunicativo y la manera como se maneje y oriente la comunicación puede determinar el sentido social que la comunidad sea capaz de asimilar. Para Weber, los valores no pueden eliminarse del análisis social, cosa objetada por el positivismo. En su reconocimiento y lugar que da al sujeto, los valores que éste posee, son importantes para entender la trama social, y la gran ventaja es que se puede contar con los sujetos va más allá de observarlos, pues se les puede preguntar, entrar en diálogo, ser empáticos, y no como sucede con las ciencias naturales donde no existe la posibilidad de preguntarle a un planeta o a una bacteria por las razones de sus afectaciones. Además, quien investiga también es un sujeto con valores, razón por la cual, es necesario tenerse en cuenta y no desconocerse. Lo que sí debe suprimirse para Weber, son las valoraciones, porque allí se incurre en algún tipo de crítica ideológica y supone sesgo o inclinación que puede llegar a ser determinista. Es así, como no tiene lugar de señalar cierta condición humana como buena o mala, sino que debe buscarse qué valoraciones inciden en alguna condición humana particular. Por ejemplo, la migración, cosa resonante para los colombianos en tiempos de crisis venezolana, es un fenómeno sociocultural que afecta la vida cotidiana de los colombianos, pero allí en la perspectiva weberiana, no tiene cabida señalar el fenómeno como bueno o malo, sino conocer desde los sujetos, es decir tanto colombianos como venezolanos, cuáles son sus motivaciones, afectaciones, razonamientos, dignidades, exigencias, y demás, en torno y dentro del fenómeno; conociendo el resultado de lo que los sujetos manifiestan, es decir, desde sus subjetividades, podrán inferirse razonamientos que en ningún caso podrán calificarse de buenos o malos. En un panorama micro, es el método comprensivo, es el que permite lograr comprensiones de sentido, más allá de causas que generaron la situación.

Entre sus aportes útiles para nuestros análisis, está la complejización de la desigualdad y la estratificación social. Para Weber, la desigualdad no se reduce a las clases propuestas por Marx, pues además de éstas, menciona los estatus y los partidos. Si bien la clase cierra para Marx la división entre proletariados y burgueses, Weber aprecia que además de la propiedad está la capacidad de gestión y la cualificación de los trabajadores que no los hace uniformes, sino que por estas condiciones marcan diferencias. En el ámbito social, el estatus marca las diferencias en el orden social y cultural a través del honor, el prestigio y estilos de vida. En lo político, los partidos se orientan a conseguir el poder político.

d.

Entrada 4: Analizar la(s) identidad(es) como campo de tensiones

Tanto Durkheim como Weber aportan elementos estructurantes para estudiar la cultura en la sociedad. Con la sociología, la psicología y antropología... siguen dando elementos para entender el hacer de la comunicación y en particular analizar la cultura. Más allá de estas disciplinas, de sus aportes y caminos, lo que resulta más relevante es la presencia de la comunicación en todos los campos humanos y de todo lo que constituye lo social. De allí la importancia y necesidad de entender la comunicación, pues, como se ha insistido, es la que hace la cultura de cualquier lugar. Toda interacción, está influenciada por la comunicación... algunos dirían, determinada por la comunicación, como fenómeno social total: es decir, que no hay hecho ni acción humana, social o cultural por fuera de la comunicación. El cómo se aborda o estudia ese fenómeno total, es lo que marca la diferencia. Para nuestro interés, cultura y comunicación se estudian conjuntamente, pues la producción de significados es un hecho social a partir de acciones sociales que se traducen en hechos culturales. La identidad, como forma de posicionarse y presentarse en el mundo tanto en lo individual como en lo colectivo, es uno de estos hechos culturales. Siguiendo al profesor Gilberto Giménez, encontramos que la comunicación "se desarrolla siempre dentro de un universo cultural compartido en mayor o menor medida por los participantes en el proceso comunicativo". Cuando llegamos al mundo, o a cualquier lugar, ya hay una cultura con sus formas predefinidas, sobra las cuales nos afiliamos o no y esto de acuerdo a la interacción que tenemos con los otros. Y aquí la interacción adquiere el poder de transacción o negociación donde las partes asimilan, resignifican y representan lo que les da sentido. Así, todo el acervo cultural da paso a la configuración de identidades que nacen locales pero que, como veremos a continuación, se pueden trastocar o reconfigurar globales. Giménez, acierta en un punto álgido de la comunicación y cultura: "el fracaso de una comunicación no es imputable sólo a los llamados “ruidos” en el canal, sino sobre todo a diferencias y disimetrías culturales…" (Giménez, 2011). Si queremos en algún momento transformar una realidad, debemos conocer la cultura e identidad de quienes están allí inmersos. No hacerlo, es una agresión y por tanto un fracaso.

2. Comunicación, cultura e identidad en un mundo globalizado La identidad nos hace particulares y vinculantes. Sin embargo, con la expansión del capitalismo y su ápice la globalización, se visibiliza un fenómeno que viene tensionando la vida social desde hace décadas atrás. La homogenización entra a jugar a los fines del capitalismo por cuenta de consumos estandarizados que sirven a la producción a escala con maximización de utilidades y minimización de gastos, así como a las concentraciones de poder en instituciones y corporaciones que terminan convirtiéndose en para-estados;

todo esto ayudará a "fundirnos en una especie de cultura universal indiferenciada en la que nos asumiremos culturalmente como una sola cultura ligada a la especie humana" (Castells, 2005). Pero la globalización y el mundo en red, ha permitido que nuevas identidades emerjan, mostrando una diversidad planetaria de la cual no éramos suficientemente conscientes, pero también muestra las tensiones que estas apariciones significan. A veces como paisaje, otras veces como agentes, algunas de esas identidades han mostrado su necesidad de validarse como cultura e incluso se han volcado a la independencia como evidente gesto de actor político; otras en cambio, se muestran minimizadas, cuando no vacías en representatividad tanto en lo político, económico y cultural. El punto más álgido sin embargo, está en los choques culturales que hacen repeler y promover exclusiones por disputa de intereses simétricos, donde la identidad parece convertirse en una trinchera de miedos entre grupos urbanos, etnias, clases sociales, grupos LGTB2, residentes, colonos, migrantes e inmigrantes, barras bravas entre muchos otros, marcando así fronteras infranqueables. La globalización tiene una faceta disimulada: el distanciamiento del Estado-nación "de su papel histórico de legitimación y representación política" (Óp. Cit., pág. 15) que favorece brechas traducidas en movimientos, algunos de estos sociales, pero que en otros casos están configurándose fuera de marcos legales. En este distanciamiento, los Estado-nación apalancan la globalización y deja a la deriva el proyecto de nación, es decir, de identidad diversa y colectivizada. La diversidad entendida como identidad tiene dos caminos posibles, o bien como identidad de resistencia o bien como identidad de proyecto (Castells, 2005) . La identidad legitimadora, forjada en la modernidad y exitosa particularmente en los países industrializados con ejércitos colonizadores, se desplaza hoy del Estado a los agentes promotores de consumo, es decir, que el consumo legitima pertenencia y cultura antes que la vocación patria. Había “honor” por ser inglés, para colocar un ejemplo, pero ahora se traslada a tener Aquascutum3. En esta neo-identidad legitimadora ingresan, no ya los héroes caídos que protegen la nación, sino aquellos héroes que pueden impulsar el consumo como deportistas y artistas, entre otros. Nos ocuparemos de forma breve en la identidad como proyecto.

3. Identidad como proyecto La identidad como categoría de análisis posibilita observar no solo las resistencias, cosmogonías y formas que los pueblos tienen para comprender, instalarse y pervivir en el mundo, sino que además permite adentrarse en la configuración de nuevas culturas, aquellas que surgen a cuenta de afectaciones subjetivas que se hacen sociales como la discriminación, el abuso, intolerancia y que muestran la búsqueda ética que le es propia a todo ser humano. La identidad proyecto tiene este matiz y se observa con mayor presencia en las ciudades; a partir del estudio empírico de Norris, Manuel Castells señala cómo para la gran mayoría prevalece la identidad local sobre la global o incluso la nacional, pues resulta clara "la persistencia de la 2 3

Lesbianas, geys, travestis y bisexuales.

Es una marca de ropa que tiene un índice predominante en subculturas británicas, cuyo uso se ha extendido por fuera de las fronteras suponiendo un estatus al estilo inglés.

fuerza de estas identidades" (Castells, 2005, pág. 12). Basta decir que muchos de los movimientos sociales han surgido en ciudades que a la postre terminan siendo íconos de tales movimientos. Vayamos a las palabras del sociólogo español: "la capacidad de la identidad de resistencia –y, en particular, de la identidad nacional–de convertirse en identidad proyecto que proponga algo con lo que todos los miembros de una sociedad puedan identificarse –no sólo en el pasado sino en el futuro– es lo único que puede salvar al mundo de vivir entre aparatos de poder y comunas fundamentalistas". (pág. 20) El discurso de las identidades visto desde las ideologías dominantes es un discurso sospechoso como lo serían las identidades en sí. Como sea, es un asunto provocador, toda vez que la identidad es sinónimo de luchas, reivindicaciones y movimientos, pero sabemos también que lo es de marcas, consumo, exclusión y de fenómenos como la homogenización, subalternidad, transculturación, entre otros, asuntos no menores que invitan a reflexionar por potencialidades y tensiones que trae la identidad como proyecto en el marco de la globalización. Pensar las identidades como potencialidad o tensión es suponer que están en relación. Este aspecto exige ver la interacción como sistema desde la perspectiva interaccionista de Yves Winkin (1982, pág. 25), que entiende los entornos como un modelo orquestal o sistémico donde las distintas acciones comunicativas se inicien mutuamente o mejor sistémicamente, dándole un perfil o naturaleza única al lugar, una cultura e identidad que emerge fruto del conjunto de interacciones. Se entiende desde Parsons, explicado por Beltrán, que estos escenarios “se caracterizan por tener propiedades que solo se manifiestan a un cierto nivel de complejidad en las relaciones entre las partes, y que no son identificables con ninguna parte determinada ni pueden derivarse de sus propiedades" (Beltrán Villalva, 2003, pág. 80). Lo positivo o negativo tendrá que ver entonces con lo favorable o adverso que resulte de un encuentro en donde interactúan los actores o agentes participantes. Pero es necesario comprender que aquí se suceden o entrecruzan los distintos sistemas explicados por Parsons, a decir, los de naturaleza, de acción y cultural. El resultado de la interacción en todo caso es una construcción simbólica, que contiene todos los acervos culturales aportados por los participantes de la situación, lo que en todo caso explica la aparición de tensiones. Parsons nos permite entender como punto de inflexión el proceso de adaptación, sus implicaciones, consecuencias y esfuerzos. Las tensiones se regulan por ese proceso de adaptación, pero no sabemos cuánto ni cómo esto pueda costar, o sí en términos identitarios, exija la sumisión, asimilación o pérdida de valores culturales, como dejar de ser para parecer, dejar de ser yo, para sumarme en un mí en atención a ese otro generalizado. Para los interesados en investigar la comunicación, este es un punto de reflexión interesante, pues puede observarse cómo se adapta o no un sujeto en un nuevo escenario, cómo se transforma su identidad, cómo moldea la cultura del lugar, entre muchas otras posibilidades de observación.

a. Potencialidades La diversidad como coexistencia y unidad. Con la recomendación del profesor Morín por enseñar la ciudadanía planetaria, la interacción humana es el punto posible que muestra nuestra capacidad de coexistir. Si bien como lo permite entender el maestro y filósofo francés, la extensión terrenal favoreció en los primeros momentos de la civilización humana la diversidad cultural, éstas mantienen “la identidad humana en lo que tiene de específico; las culturas mantienen las identidades sociales en lo que ellas tienen de específico” (Morin, 1999). Ahora con la globalización en la estrechez del mundo, lo disperso se reúne y se suman las nuevas identidades y sus culturas en puntos de encuentro comunes donde deben interactuar, y es allí, en la interacción donde se construye el sentido de vivir juntos como fruto de “Comprender lo humano, … su unidad en la diversidad, su diversidad en la unidad… concebir la unidad de lo múltiple, la multiplicidad del uno” (pág. 28). Nada más positivo que elevar nuestra condición humana en la coexistencia. Cada lugar es él mismo y universal. La particularidad de cada lugar es fruto de la construcción simbólica que allí emerge. Los entrecruzamientos se hacen únicos, lo que realimenta y resignifica tanto el lugar como las identidades que lo agencian. Así, los sitios no solo son interesantes por su arquitectura física, sino por su arquitectura social, elaborada desde la diversidad. El sujeto protagonista. La modernidad fue diluyendo las individualidades y favoreció la emergencia de masas en las que se diluían las personas. Con Weber la subjetividad es reconocida y con ésta es posible tomar las afectaciones como categorías de observación y anclajes entre lo íntimo y lo público, o lo individual y lo social. Supresión de análisis totalizantes y recuperación del sentido común. El saber común se presenta de manera distinta en el escenario del conocimiento y no puede ser soslayado pues en éste residen formas adaptativas que estas identidades emergentes han logrado establecer para resistir o proyectarse. En el primer caso, el de resistencia, se trata de sabidurías preexistentes a las grandes colonizaciones con las que se inició el mundo moderno, luego de las cuales los conocimientos alcanzados por civilizaciones enteras fueron peyorados y hasta perseguidos, segregados al oscurantismo como pecaminosos y peligrosos. Con el positivismo, fueron vulgarizados y desacreditados, considerados impropios al estar al margen del método científico y su carente sistematización. Sin embargo, no solo han prevalecido, sino que se han regenerado y justo con la reaparición de identidades muchos de estos saberes han sido retomados. Resulta inquietante conocer las formas y razones que les ha mantenido vigentes pese a la centralidad con la que se ha impuesto el saber científico. De otra parte, las identidades proyecto desarrollan muchas maneras de convocarse, organizarse y en especial de suprimir las barreras que los separan; en muchos casos pasa del traslado de la subjetivación individual a la colectiva, del yo al nosotros, conciencia en muchos casos perseguida por corporaciones para consolidar sus equipos pero que resulta no tan fácil en este mundo globalizado que presiona hacia la individualidad.

b. Tensiones La identidad como sospecha. Castells advierte que tanto en el racionalismo liberal como en el racionalismo marxista niegan la emergencia de las identidades, “para afirmar la primacía de un nuevo ideal: el del ciudadano del mundo o el hommo sovieticus,....superando cualquier otra distinción considerada artificial...” para así concluir que “las identidades son discursos sospechosos, peligrosos o fundamentalistas" (Castells, pág. 12). El punto negativo que subyace aquí es que algunos se crean esto, y se opte por negar lo diverso por extraño o no alineado. No todos los grupos de jóvenes son violentos, delincuentes o consumidores de sustancias psicoactivas, y sus manifestaciones deben verse más como apuestas expresivas de sujetos expuestos, que no se esconden, pero que sí buscan su lugar en el mundo. Una traducción necesaria pero no enseñada. La aparición de nuevas identidades hace necesaria una competencia comunicativa que no conduzca simplemente a la interpretación, sino al entendimiento y aún más el reconocimiento de la diferencia. La comunicación en su función transformativa, aún no cumple con el desdibujamiento de brechas o fronteras entre identidades que muchas de las veces son más imaginarias que reales. La no traducción o su errónea práctica, no solo lleva a roces sino a actos excluyentes y violentos; es preciso señalar que no se habla aquí simplemente de identidades culturales separadas por accidentes geográficos. Los riesgos más letales están al interior de instituciones educativas y barrios, donde se comparte el mismo espacio, pero no identidades. Algunos conflictos cotidianos estallan por miradas u otras expresiones corporales que se interpretan como amenaza o provocación. Justicia al margen del Estado. Con el distanciamiento del Estado en su función de regulador y administrador de la justicia (Castells, 2005, pág. 13), las tensiones entre identidades contrae problemas que no se resuelven por vías formativas o legales, sino por vías de hecho, aisladas y excluyentes. Tomarse la ley por mano propia o suprimir al contrario, hace parte de este fenómeno social y cultural, que en el fondo contrae una negación del otro cimentando desconfianzas y radicalismos que llegan a la barbarie. La impunidad, además, fomenta la institucionalización del crimen que se organiza en grupos delictivos con cultura propia y alcances transnacionales; culturas cerradas y que se convierten por defecto en la aspiración de nuevas generaciones a incorporarse en ellas y obtener otras formas de reconocimiento. Reducción a lógicas economicistas y de consumo. Es decir, que la regulación normativa de la coerción se cierre en bases económicas, lo que equivale a decir que el dinero lo arregla todo y que, a su vez, esto se convierta en mecanismo de asimilación simbólica. Distintos grupos venden sus representaciones culturales como adhesión a lógicas económicas; algunas comunidades indígenas del Amazonas colombiano, por ejemplo, suelen "actuar" sus ritos y tradiciones ante el turista por dinero; la producción de artículos y utensilios para labores cotidianas, hacen parte ya de la artesanía y el suvenir. El aspecto negativo aquí es la pérdida del valor simbólico de estas representaciones ancestrales tras su uso como producto de consumo.

Negación de la subjetividad y creciente sospecha sobre el otro. Aquí se puede retomar la lógica de dominación propuesta por Maffesoli que explica muy bien el profesor Arteaga Botello. "Para Maffesoli (1977), la lógica de la dominación se inscribe en la construcción actual de mecanismos sociales que tienden al control: procedimientos de protección, de administración del otro, de previsión de lo otro, con el fin de cuidar el progreso económico, de garantizar la planificación del futuro, la eficacia y la productividad, manteniendo de esa manera la identidad del sistema en sus diferentes subsistemas —cultural, económico y político" (Arteaga Botello, 2007, pág. 85) Esto puede traducirse en el presente con la aparición de grupos de extrema que rechazan con violencia la presencia de grupos foráneos en sus territorios o de grupos internos que no se alinean dentro del marco social dominante. También, con medidas excluyentes que hacen posible el uso de algunos servicios, y derechos, para quienes tienen mayores recursos económicos: la movilidad, la salud, la alimentación, el vestuario, la vivienda, el divertimento… son posibles para pequeños segmentos de la población, marcando líneas divisorias que ahondan la negación del otro.

1.1 Referencias Arteaga Botello, N. (2007). Lógica de dominación y potencia social en Michel Mafessoli. Conversgencia. Revista de Ciencias Sociales [en línea], 81-101. Beltrán Villalva, M. (2003). Funcionalismo, estructuralismo, teoría de sistemas. En S. Giner, Teoría sociológica moderna (págs. 75-94). Barcelona: Editorial Ariel. Castells, M. (2005). Globalización e identidad. Cuadernos del Mediterráneo, 11-20. Durkheim, É. (1975). Las reglas del método sociológico. Buenos Aires: La Pleyade. Giménez, G. (2011). Comunicación, cultura e identidad: Reflexiones epistemológicas. Cultura y representaciones sociales, 6(11), 109-132. Morin, E. (1999). Los 7 saberes necesarios para la educación del futuro. Paris: UNESCO. Winkin, Y. (. (1982). La nueva comunicación. Barcelona: Kairós.