Preguntas sobre historia latinoamericana

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UNIVERSIDAD DE CHILE Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología Cátedra: Historia Latinoamericana Profesor: Daniel Fauré P. Ayudantes: Daniela Paez, Javiera Molina, Matías Vilches, José Manzano, Ignacio Rojas y Esteban Miranda.

PRIMER CONTROL DE LECTURA David Reyes Vergara

1. El proceso de construcción de los Estado Nación en América Latina implicó un desafío para las élites en torno a conciliar sus intereses internos y los de los sectores populares. Refiérase a dicho proceso caracterizando las tesis de los autores en torno a ello y analizándolas críticamente. El proceso de construcción de los Estado Nación en América Latina debe comprenderse como un suceso que tenía por objetivo la unificación de los territorios de los diferentes países que conforman nuestro continente, donde particularmente, “las luchas populares, las demandas sociales y las reivindicaciones nacionales eran las mismas.”1 Luego de establecido el germen de la Independencia (proceso simultáneo en Latinoamérica) en las colonias europeas, producto de las demandas de la clase criolla que aspiraba al control político, las sociedades latinoamericanas entraron en carrera por conformar los Estados. Si establecemos un período determinado, podemos decir tentativamente que el proceso de configuración de estos últimos, se dio entre 1825 y 1880. Es fundamental referirse en primera instancia, a la forma en que las sociedades latinoamericanas se organizaban socio-políticamente durante el régimen colonial, para entender el modelo a desarrollar que tenían las élites criollas. Como ya fue mencionado, existía una queja americana debido a que los peninsulares tenían el control de los altos cargos públicos. Los criollos con poder económico comienzan a sentir gran descontento producto del mayor control que impone la corona, el cual termina con algunos de los beneficios que tenían estos grupos. Sumémosle a las causas del descontento, el alza de los impuestos y la dureza del monopolio que termina con el contrabando, lo que deja en manos de peninsulares la actividad del comercio. Estos antecedentes que se desenvuelven dentro de las llamadas reformas borbónicas, son el detonante final para el inicio de los conflictos emancipadores.

1 Kohan, Néstor. Simón Bolívar y nuestra independencia (Editorial Yulca S.L. Barcelona, 2013), p.54

El proceso independentista que se generaría en un espacio de tiempo breve, apuntaba a la desarticulación de la organización política colonial. Estableciendo el puntapié inicial del proceso emancipador. Si bien se incorporaron elementos nuevos al modo de organización política, también fueron incluidos elementos occidentales. Tulio Halperin considera que la ilustración y la revolución francesa, como motores de la independencia, sólo influenciaron al pequeño primer grupo independentista, no siendo muy relevantes para el proceso en sí.2 De hecho, según lo expuesto en clase, las élites latinoamericanas no recibieron muy bien la propuesta revolucionaria francesa de carácter ateo, que no se ajustaba a los intereses católicos de la corona. La invasión napoleónica a España en la primera década del siglo, motivo la movilización criolla temprana. Posteriormente, no podemos negar el desarrollo de la idea de “patria” (amor por tu tierra): es el marcado sentimiento de esta última, muy presente en los cabecillas independentistas quienes, haciendo uso de ella, justificaban su actuar y planes de acción. Para efectos prácticos, el periodo comprendido entre 1808 y 1824, se considerará como la fase armada, en el cual vemos la crucial aparición y todo el protagonismo de los “Pro-hombres”: estos próceres de la patria que luchaban por emanciparse de la corona. Y la fase civil, posterior a 1824 que se caracterizó por un desplazamiento del protagonismo que habían tenido los militares armados, y por el esmero de las élites por conformar un modelo político definido (Estado-Nación). Para Halperin, las naciones se formaron gracias al nuevo pacto colonial (reformas políticoadministrativas), ya que este determinó la forma en que más tarde funcionarían estos estados. Pero Vitale se muestra más crítico cuando dice que este pacto fue el que nos hizo políticamente dependientes, ya que el ingreso indiscriminado de productos europeos manufacturados, impidió la posibilidad de que en el continente se iniciara un desarrollo autónomo.3 Esta nueva idea de Estado Nación en la que pensaban las élites criollas, suponía un cuerpo social indiviso, integrado, que no necesariamente reconocía las diferencias sociales. Es interesante considerar que cuando hablamos de “diferente”, se tiende a catalogar dicho aspecto en cuestión, como las culturas “diferentes”, siempre con un dejo de inferioridad que apunta, lejos de buscar el bienestar de una sociedad, al menosprecio de lo que consideramos como “diferente”. Si bien biológicamente, no podemos 2 Halperin, Tulio. Historia contemporánea de América Latina (Madrid: Alianza Editorial, 2005) 3 Vitale, Luis. Historia Social Comparada de los pueblos de América Latina. Tomo II (Punta Arenas, 1999), p.80

pedir una igualdad, en lo respecta a nuestras construcciones como sociedad, es clave que estas, ya sean políticas, sociales, económicas, etc., no den pie al posicionamiento de un grupo sobre otro. Lo nocivo de nuestro actuar, radica en las dinámicas de dominación. Volviendo al tema, situaciones como anterior, marcaban serios roces entre los sectores populares y criollos. Como consecuencia de la independencia, el militarismo y el caudillismo sumado al poder que tenían los terratenientes marcaba fuertemente estos procesos históricos basados en el clasismo, sistema que no concibe al otro como un igual. “Los nuevos estados nacían desbordados por los gastos militares y debían hacer frente, además, al déficit de los pagos externos.” 4 Con esta frase, Galeano nos muestra que la lucha por alcanzar los horizontes del Estado, estaba lejos de ser fácil. América Latina en general, producto de las constantes guerras independentistas, se encontraba sumida en una crisis financiera grave, debido principalmente a la destrucción de la tierra, lo que obligo a las élites a pedir empréstitos extranjeros. En cuanto a la clase que dirigía la vida política, Del Pozo afirma que: “durante todo el siglo XIX se puede hablar con propiedad de una vida política de tipo oligárquica, donde un número reducido de personas, generalmente unidas entre sí por lazos de familia, concentraban el poder.” 5 Por lo general estas eran las familias que, poseían las grandes propiedades agrícolas o eran familias de grandes comerciantes. Estos núcleos consanguíneos son los que dirigirían durante un largo período de tiempo el destino latinoamericano. Podemos decir también que, además del marcado conflicto de carácter bélico característico de principios de siglo, existió un “cambio institucional, donde se enfrentaron conservadores y liberales.”6Si bien es curioso que en esta época los partidos políticos aun no existían, es preponderante decir que siempre hubo corrientes políticas (realistas-patriotas; federalistas-centralistas; etc). Es reiterado ver que la mayoría de las disputas políticas que intentaban organizar a los incipientes Estados, favorecía una institucionalidad más democrática, lo que en la práctica no se evidenciaba, ya que “los beneficios de una legislación que pretendía crear derechos iguales para todos, estarían al

4 Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2013) p.256 5 Del Pozo, José. Historia de América Latina y del Caribe (Santiago: LOM Ediciones, 2009), p.44 6 Del Pozo, José. Historia de América Latina y del Caribe (Santiago: LOM Ediciones, 2009), p.38

alcance de una minoría solamente”7. Hablar de democracia como un sistema inclusivo que busca la representación del pueblo en su conjunto, estaba lejos de ser real, debido a que no más del 5% de la población tenía decisión política en los distintos estados que se conformaron. Y con una concepción materialista de la historia, Cueva menciona lo siguiente: “conviene recordar que la edificación de un estado nacional no se realiza jamás en el vacío, ni a partir de un maná que se llamaría “madurez política”, sino que sobre la base de una estructura económico-social históricamente dada y dentro de un contexto internacional concreto”8, lo que hace suponer que la base sólida producto de la nueva mezcolanza originada en Latinoamérica, sirvió como piso para construir el proyecto de estado-nación; y de seguro que constituyo una ardua labor a cargo de las élites criollas. Es posible evidenciar que cada sector popular de la sociedad (negros, mestizos, indígenas), tiene sus razones para querer independizarse de España, sin embargo, en la práctica, todos estos actores quedarán abandonados por parte de los únicos que pueden y que llevan a cabo este proceso: los criollos (puntualmente la aristocracia criolla), quienes expresarán sus intereses económicos en la creación de los Estados latinoamericanos, olvidando que ellos son minoría en los incipientes países, y que la verdadera identidad la otorgan los sectores populares mencionados anteriormente. Podemos interpretar de diferentes maneras el proceso de creación del Estado en nuestro continente en cuanto a cómo se le da una identidad a cada país independiente, pero si hay algo en común entre diversos autores es que dicho fenómeno -Estado- no logró el objetivo que se esperaba. Con la entrevista de Guayaquil entre Bolívar y San Martin, queda en evidencia que los objetivos de emancipación y unificación eran los mismos, pero una vez lograda la anhelada libertad, los programas de organización eran muy distintos: federalismo y monarquía. Es curioso observar que ninguno de los próceres propone un cambio a la estructura previa, solo supone una superación de dicha estructura, dando por sentado que a pesar de los matices que tenía, efectivamente funcionaba. El manejo del continente pretendía una gran unificación, lo que en la práctica no se dio, ya que las élites locales criollas jugaron a favor de sus propios intereses, generándose así, “pequeñas republiquetas con

7 Del Pozo, José. Historia de América Latina y del Caribe (Santiago: LOM Ediciones, 2009), p.39 8 Cueva, Agustín. El desarrollo del capitalismo en América Latina (México: Siglo Veintiuno Editores, 1994), p.32

institucionalidad.”9 Observamos que la nación, “se convirtió en el nombre de un territorio y un orden jurídico dentro del cual cada burguesía vernácula ejercito su dominación doméstica, como socia menor y cómplice del sistema mundial capitalista-neocolonial.”10 Era fundamental conciliar los intereses de las élites y de los sectores populares para erigir la idea nacional. La educación juega un rol importante: desde la segunda mitad del siglo, las escuelas que ahora, están a cargo de sectores liberales, supliendo así la labor caritativa de la Iglesia, tienen el fin de educar a las masas para el nuevo orden, profetizando igualdad de derechos. Aun así, en el planeamiento del José del Pozo, vemos una clara contradicción: “Aunque la ley declaraba que todos los habitantes del país eran iguales, y se estipulaba que la soberanía residía en el pueblo, en la vida cotidiana esto no se llevó a cabo.”11 Las restricciones impuestas, por ejemplo, al derecho de voto, relegaron de la construcción de un Estado-Nación a las masas populares durante las décadas sucesivas a la independencia, las promesas de igualdad se desvanecieron conforme las elites lograron su cometido y así, perpetuaron la segmentación social.

2. Caracterice las principales transformaciones de la matriz económica latinoamericana en la segunda mitad del siglo XIX “largo” y sus implicancias sociales. Identifique las tesis de los autores en torno a ello y analícelas críticamente. Para comprender las transformaciones y contrastes que adoptó la matriz latinoamericana, es totalmente necesario tener en cuenta el legado colonial. Durante la Colonia, la economía latinoamericana, más abastecedora que consumidora, se desarrolló en relación a actividades extractivas, como la agricultura, la ganadería y la minería. El desarrollo de estas áreas implicó una fuerte represión con el objeto de dominar al pueblo latinoamericano, generando así, una acentuada explotación de carácter laboral. Una característica distintiva de este modelo, es que se trataba de una economía de tipo “primaria, con un escaso desarrollo industrial y que contaba con un sistema financiero rudimentario, ya que no existían 9 Kohan, Néstor. Simón Bolívar y nuestra independencia (Editorial Yulca S.L. Barcelona, 2013), p.72 10 Kohan, Néstor. Simón Bolívar y nuestra independencia (Editorial Yulca S.L. Barcelona, 2013), p.72 11 Del Pozo, José. Historia de América Latina y del Caribe (Santiago: LOM Ediciones, 2009), p.41

los bancos.”

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Como América Latina, arrastramos una herencia colonial “reducida al pesado lastre de

la matriz económico-social conformada a lo largo de más de tres siglos, a partir de la cual tendrá que reorganizarse la vida toda de las nuevas naciones.”13 Para Galeano la tradición económica latinoamericana queda marcada desde el temprano descubrimiento por parte de Europa: “América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta”14. España, que estaba a cargo del comercio internacional, se encargó sistemáticamente de, por ejemplo, despojar al continente de sus metales preciosos. El producto de esta usurpación se vendía en el mercado mundial para obtener bienes monetarios a cambio. Por lo cual, consistía en un sistema profundamente desigual, en desmedro total de la región latinoamericana, que abastecía al país dominante sin obtener beneficio alguno: las masas populares que conformaban la mayoría de la población no eran consideradas. Los comerciantes españoles que eran dueños de flojas mercantiles, desarrollaban lo que conocemos como “comprar barato y vender caro”, desenvolviéndose así, dentro del contexto del capitalismo mercantil, ya que la acumulación de bienes era lo que movía la economía, y como ya se mencionó, se buscaba una baja inversión. El reparto de funciones económicas entre la colonia y la metrópolis, que apuntaban esencialmente al beneficio de esta última, tienen una importancia crucial en el desarrollo histórico posterior. Halperin llama a este sistema “el Pacto colonial”, resumiéndolo de la siguiente manera: “Este sistema colonial tan capaz de sobrevivir a sus debilidades tenía -se ha señalado ya- el fin principal de obtener la mayor cantidad posible de metal con el menor desembolso de recursos metropolitanos.”15 Podemos decir, en síntesis, que el rol de América Latina era el de producir materias primas para que fuesen trabajadas en los grandes centros de poder y para que irónicamente, volviesen al continente

12 Del Pozo, José. Historia de América Latina y del Caribe (Santiago: LOM Ediciones, 2009), p.64 13Cueva, Agustín. El desarrollo del capitalismo en América Latina (México: Siglo Veintiuno Editores, 1994), p.14 14 Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2013), p.15 15 Halperin, Tulio. Historia contemporánea de América Latina (Madrid: Alianza Editorial, 2005), p.8

manufacturadas con su respectivo costo adherido. Por lo que resulta justo concebir la época colonial, según Cueva, como “un período de desacumulación originaria.”16 Un hecho que marcó los inicios del siglo XIX, fue la reforma borbónica, cuyos principales objetivos eran ampliar el mercado y permitir que toda la población se abasteciera. Pero la implementación de la reforma, trajo consigo una crisis de los poderes locales, ya que otras élites empezaron a tener poder. Sumado a esto, podemos mencionar la llegada de la burocracia al continente, este cuerpo administrativo de carácter público a cargo de labores políticas. Pero no cabe duda de que el mayor estremecimiento fue el de carácter económico. Las guerras por la independencia no sólo saldaron miles de muertes, sino que también “provocaron en áreas de la economía un descenso de la producción, hubo escasez y penuria de capitales, pero la economía de exportación siguió funcionando con mayor libertad de mercados y precios que en la época colonial,”17 además de cuantiosos gastos que los incipientes Estados tuvieron que solventar a partir de empréstitos, fundamentalmente provenientes de Inglaterra. Y este punto es esencial: Desde comienzos del siglo XIX, tras el debilitamiento de la injerencia española en materia económica, Inglaterra se alzaba como nuevo motor internacional en este ámbito. Galeano advierte que, “el libre comercio era el principal producto de exportación de Gran Bretaña.” 18 Ingleses por toda Latinoamérica, ya sea por medios menos o más criticables, firmaban tratados de libre comercio rompiendo así, las barreras del proteccionismo aduanero. Para Galeano, “antes de las guerras de independencia, ya los ingleses controlaban buena parte del comercio legal entre España y sus colonias, y habían arrojado a las costas de América Latina un caudaloso y persistente flujo de mercaderías de contrabando,” 19 haciéndonos cuestionar, el hecho de que quizás, el rol y apoyo de Inglaterra en el proceso de independencia latinoamericano haya sido clave. Después de la crisis del lazo colonial no sucedió una modificación 16Cueva, Agustín. El desarrollo del capitalismo en América Latina (México: Siglo Veintiuno Editores, 1994), p.13 17 Vitale, Luis. Historia Social Comparada de los pueblos de América Latina. Tomo II (Punta Arenas, 1999), p119 18 Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2013), p.233 19 Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2013), p.226

radical de la propiedad de la tierra en todo el continente. Oligarquías, plantadores y hacendados siguieron siendo propietarios de minas y latifundios, mientras las burguesías comerciales continuaron haciendo negocios, ya no con España sino con Inglaterra.20 De la dominación española, pasamos a la inglesa, que quizás no era tan notoria por no ser de carácter sociopolítica. Su importancia radica en que la dependencia económica foránea, se hace sentir hasta nuestros días. Según Kohan “En la América colonial -después de 1942- no existe intercambio “libre” y salarial entre el hacendado y el trabajador, requisito para la relación social capitalista,” 21 pero decir que América atravesaba por un periodo feudalista, en palabras de Del Pozo “no resulta muy preciso, entre otras razones porque en la época colonial hubo nunca una dispersión del poder político.”22 Si bien hablar de feudalismo, como se dijo, resulta poco exacto, “reflejaba el atraso en la organización de la producción.”23 En vista de lo anterior, y contrariamente a lo que plantean otros autores, tildando el sistema imperante como feudal, no considerando el contexto que implica el termino fundamentalmente. Para Kohan es más acertado decir que: “El régimen económico luso-hispánico del periodo colonial no es feudalismo. Es capitalismo colonial (…) La esclavitud no tiene nada de feudal y si todo de capitalista.”24 Estamos en presencia de un nuevo tipo de formación económico social que combina características propias del capitalismo dependiente del mercado mundial y propias de la realidad latinoamericana. Este ingreso de América Latina al capitalismo es violento, y da cuenta de la formación combinada y articulada de diversos tipos de relaciones sociales. Y si bien, las reformas liberales de los reyes Borbones “provocaron en América Latina un impulso al capitalismo dependiente, también provocaron cierto “desarrollo” dentro del subdesarrollo.”25

20 Kohan, Néstor. Simón Bolívar y nuestra independencia (Editorial Yulca S.L. Barcelona, 2013), p.70 21 Kohan, Néstor. Simón Bolívar y nuestra independencia (Editorial Yulca S.L. Barcelona, 2013), p.60 22 Del Pozo, José. Historia de América Latina y del Caribe (Santiago: LOM Ediciones, 2009), p.36 23 Del Pozo, José. Historia de América Latina y del Caribe (Santiago: LOM Ediciones, 2009), p.36 24 Kohan, Néstor. Simón Bolívar y nuestra independencia (Editorial Yulca S.L. Barcelona, 2013) p.62 25 Kohan, Néstor. Simón Bolívar y nuestra independencia (Editorial Yulca S.L. Barcelona, 2013) p.59

Cueva habla derechamente de un sistema latinoamericano precapitalista, el cual solo debía esperar para ser utilizado y sometido por fuerzas extranjeras. Una posible no-dependencia en materia económica, hubiera sido dictar prácticas proteccionistas que favorecieran el desarrollo y perpetuidad del mercado interno, pero luego del proceso independentista, “La clase dominante criolla, en vez de crear una industria nacional, opto por una relación comercial con el capitalismo europeo, espacialmente inglés, basada en la importación de manufacturas y en la exportación de materias primas.”26 La llamada libre competencia, permitió la absorción o liquidación de los productores medianos y pequeños. Si bien “el lema difundido por la ideología liberal fue el ‘dejad hacer, dejad pasar’,” 27 hay que entender que, sin la intervención estatal que dio el visto bueno, la revolución industrial que llegaba al continente, no hubiera avanzado tan vertiginosamente. Tristemente, “los vaivenes posteriores en las políticas aduaneras de los gobiernos de la independencia generarían sucesivas muertes y despertares de las manufacturas criollas, sin la posibilidad de un desarrollo sostenido en el tiempo.”28 Nuestro potencial es finalmente desgarrado por nuestra propia raza. Galeano da cuenta de una situación de dependencia que se generalizo a lo largo y ancho de nuestro continente: “Casi todos los estados compraron a los ingleses los fierros viejos y nacionalizaron, así, las pérdidas de las empresas. En la época del auge ferroviario, las empresas británicas habían obtenido, a menudo, considerables concesiones de tierras a cada lado de las vías, además de las propias líneas férreas y el derecho de construir nuevos ramales. 29” Mediante puntos de control como este, se exporta desde Europa una nueva forma de trabajo: se pasa del trabajador esclavo, al trabajador asalariado, el cual

26 Vitale, Luis. Historia Social Comparada de los pueblos de América Latina. Tomo II (Punta Arenas, 1999), p.40 27 Vitale, Luis. Historia Social Comparada de los pueblos de América Latina. Tomo II (Punta Arenas, 1999), p.199 28 Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2013), p.228 29 Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2013), p.259

podemos identificar como un nuevo actor social en Latinoamérica, en la medida que este último va masificándose. El nacimiento de esta nueva clase se debe a un cambio en la forma de producir, en la cual el obrero no entiende y no tiene por qué entender el ciclo productivo; ahora es solo una pieza de la gran maquinaria que pone al sujeto por debajo del capital. Según Luis Vitale, después de mediados de siglo, el estado burgués reforzó de manera masiva la ideología de la clase dominante, como nunca antes se había hecho, y no precisamente mediante métodos represivos, sino que mediante una sofisticada persuasión basada en la democratización y la ampliación social del régimen republicano. Se establece una situación, que pretende que los sectores populares piensen, que tienen poder de decisión. Ya para finales de siglo XIX, el motor de la exportación latinoamericana es la principal fuente de ingreso de los países; el fruto de nuestro continente sirve de aceite lubricante para los engranajes del capitalismo industrial europeo. Vitale nos habla de que, durante este periodo hay una fuga de las riquezas nacionales: “El proceso de acumulación de capital que hasta la década de 1880 era de carácter nacional, experimentó un cambio significativo con la penetración del capital financiero en el inicio de la era imperialista mundial, las riquezas nacionales comenzaron a pasar a manos de los empresarios extranjeros.” 30 Contrariamente, Galeano, por su parte, caracteriza la dominación por parte de EE. UU e Inglaterra, ubicándola décadas antes de 1880. Afirma, además, que la región ha sufrido una ininterrumpida dominación desde la colonia en la que la fuga de capitales fue constante, por lo cual, niega tajantemente la afirmación de Vitale entorno a una acumulación de capital de carácter nacional. Para finales del siglo XIX e inicios del XX, según Cueva “el capitalismo metropolitano había entrado ya en su fase imperialista, y nuestras naciones dejaban de ser países simplemente precapitalistas para convertirse en reales sociedades subdesarrolladas, con toda la problemática que ello implica.” Desmedro, altivez y aprovechamiento, es lo menos que podemos decir, acerca de la nueva mirada que se genera producto de la nominación de “subdesarrollo”. Y como ya se mencionó, las categorías de encasillamiento social, no hacen otra cosa más que establecer la dominación de los unos sobre los otros. 30 Vitale, Luis. Historia Social Comparada de los pueblos de América Latina. Tomo II (Punta Arenas, 1999), p. 195

Ya finalizando el siglo XIX, los Estados aumentaron el número de funcionarios estatales, diversificándolo y creando nuevos cargos, a raíz de ello, se consolida una incipiente clase media. Del pozo, ocupa un término designado por Agustín Cueva para caracterizar el período de 1890 a 1929: se trata del desarrollo “oligárquico dependiente”, “cuyo rasgo principal fue la preponderancia del comercio exterior”31. Esta clase, no sólo poseía el capital económico, sino también el poder político y a través de éste perpetuaba la explotación y las deficientes condiciones de trabajo que experimentaban sobre todo los trabajadores del área minera. La matriz económica sugiere, elimina y delimita la creación de nuevos actores sociales que se desenvuelven a lo largo del siglo XIX, bajo la luz de las malas condiciones de vida y trabajo. Ya en la fase culmine del período a estudiar, el desarrollo de una tercera fase del capitalismo, el especulativo, con sus dinámicas basadas en abstracciones y no en lo material, hace que para 1929, el mercado mundial se venga abajo, víctima de sus constantes vicios. Para finalizar, me gustaría recalcar una cita de Néstor Kohan: “No se puede recuperar la identidad histórica de los pueblos de Nuestra América sin dar cuenta de la feroz conquista europea a la que fuimos sometidos.”32 Los extranjeros, “los llamados “civilizadores” europeos obedecían un proyecto de expansión colonialista que ejerció el sometimiento y el expolio, la esclavitud, la servidumbre (…) y un espantoso genocidio de varias decenas de millones de habitantes amerindios originarios de Nuestra América.”33 El indiscriminado robo de nuestros recursos, de nuestra tierra y el exterminio de la estructura previa abre uno de los episodios, más negros de la historia, marcada por la sangre derramada de hombres y mujeres indígenas. El lento desarrollo del capitalismo en su forma más envilecida que atenta contra las igualdades sociales naturales, no hace más que dar motivos para provocar un cambio en la forma en que el pueblo piensa y se organiza.

31Cueva, Agustín. El desarrollo del capitalismo en América Latina (México: Siglo Veintiuno Editores, 1994), p.45 32 Kohan, Néstor. Simón Bolívar y nuestra independencia (Editorial Yulca S.L. Barcelona, 2013), p.55 33 Kohan, Néstor. Simón Bolívar y nuestra independencia (Editorial Yulca S.L. Barcelona, 2013), p.55