Posmodernismo y Neomexicanismo

MÉXICO EN LA DÉCADA DE LOS OCHENTA: SUS CRISIS ECONÓMICAS Y SU ARTE Privado del derecho de esforzarse por ser original,

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MÉXICO EN LA DÉCADA DE LOS OCHENTA: SUS CRISIS ECONÓMICAS Y SU ARTE

Privado del derecho de esforzarse por ser original, siquiera en el amor, el joven se enfrenta con aprensión y renuencia a este mundo sin sueños, sin silencios y sin héroes. De ahí ese recelo hacia quienes ya están dentro, y laboran por mantenerlo organizado. Éstos, cuanto más se defienden exhibiendo sus obras, peor salen librados, porque es la organización misma, cada vez más ceñida, la que se hizo repelente. Siendo víctimas, aparecen como cómplices, por esa buena intención que también para ellos es como una resignación forzada. - Eduardo Nicol, «Meditación de la protesta juvenil»

Sin duda alguna, México ha sido uno de los países participantes en el arte del mundo occidental. Esto se debe al pasado del país, en el que, habiendo sido conquistado y ultrajado primero por España y luego por el resto de Occidente, estableció un tipo de relación de explotador-explotado con esta civilización, que a su vez se tornó dependiente en términos de economía e ideología. Esto se refleja en las artes, ya que, como bien señala Juan Acha en su libro La apreciación artística y sus efectos: «Las artes constituyen sistemas sociales de producción, distribución y consumo culturales»1. Aunado a esto, hemos sido testigos del fenómeno mundial de la globalización, y de cómo, conforme éste avanza, las corporaciones multinacionales se apoderan del mundo entero y el concepto de Estado-Nación desaparece. En este rompimiento de esquemas y ante las circunstancias de adversidad en el terreno económico y social, se forjó el carácter de la juventud de la época, y de una u otra manera definió su participación en la vida política, social y artística del país.

1 J. Acha, La apreciación artística y sus efectos, pág. 29.

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PANORAMA MUNDIAL: EL FIN DE LA GUERRA FRÍA Y EL NEOLIBERALISMO ECONÓMICO La década de los 80 en México coincidió con tres sexenios de gobierno del régimen priísta: el de José López Portillo (de diciembre de 1976 a noviembre de 1982), el de Miguel de la Madrid Hurtado (de diciembre de 1982 a noviembre de 1988) y el de Carlos Salinas de Gortari (de diciembre de 1988 a noviembre de 1994). A nivel mundial, la década de los 80 significó para los países del este de Europa el fin de sus gobiernos socialistas. Las sanciones económicas antihumanistas impuestas en contra de estos países por los Estados Unidos, que eran parte de la Guerra Fría, terminaron, por lo menos ahí; todavía hay que sofocar hasta el cansancio a Cuba. Asimismo, la entrada del Bloque del Este al mundo capitalista significó un aumento en el consumismo y en el entretenimiento que aparecían ahora como las máximas aspiraciones espirituales. Las ferias de arte florecieron y superaron en importancia a las bienales. Como nunca, se inflaron los precios de las pinturas de caballete2. Asimismo, las reformas económicas promovidas en los años 80 por el ex presidente estadounidense Ronald Reagan y la ex primera ministra de Inglaterra, Margaret Thatcher, fueron precursoras de la actual era de Nuevo orden mundial, y se desarrollaron paulatinamente en sus países de origen al mismo tiempo que contagiaron al resto del mundo. Dentro de estas reformas se encuentran las estrategias económico-políticas del neoliberalismo económico, que buscan, entre otras cosas, abrir campo al mercado, eliminar o minimizar sus frontreras políticas y «deregular» (deregulate) los mecanismos que lo controlan.

2 J. Acha, Las culturas estéticas de América Latina, pág. 187.

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LA SITUACIÓN POLÍTICO-ECONÓMICA DE MÉXICO EN LA DÉCADA DE LOS 80 José López Portillo y el petróleo de México El sexenio de López Portillo se caracterizó por una economía que giraba en torno a la idea de que «el petróleo sería la palanca de crecimiento» del país. Según el gobierno de este presidente, el auge del mercado de productores de petróleo, como México, generaría excedentes que impulsarían el crecimiento del país. Sin embargo, México no podía quedarse inafectado por las reformas reaganistas-thatcheristas de estos tiempos, y a pesar de que en 1973 a este país le iba muy bien por las ganancias que recuperaba del petróleo que exportaba, sus préstamos (y esto no es broma) incrementaron. De hecho, nos dice el doctor en ciencias políticas, Eric Toussaint: El volumen de los préstamos del Banco Mundial a México experimentó un gran aumento: se multiplicó por cuatro entre 1973 y 1981 (pasó de 118 millones de dólares en 1973 a 460 millones en 1981), y el país se endeudó también con bancos privados, con el aval del Banco Mundial... El 20 de agosto de 1982, después de haber reembolsado sumas considerables en el curso de los primeros siete meses del año, el gobierno mexicano declaró que el país no estaba en condiciones de continuar los pagos y decretó una moratoria... El Director del FMI, Jacques de Larosiere, comunicó a las autoridades mexicanas que el Fondo y el BPI estaban dispuestos a prestarles divisas con una doble condición: que el dinero se destinara a pagar a los bancos privados y que aplicaran medidas de choque de ajuste estructural. México aceptó. Devaluó drásticamente su moneda, aumentó radicalmente las tasas de interés nacionales, salvó de la quiebra a los bancos privados mexicanos nacionalizándolos y asumiendo sus deudas3. Para 1982, la deuda externa total de México era de 80 mil millones de dólares. Oficialmente, la crisis comenzó el 20 de agosto de 1982, cuando Jesús Silva Herzog anunció a la comunidad financiera internacional que el gobierno mexicano ya no estaba en condiciones de cubrir el servicio completo de su deuda externa debido al aumento súbito de las tasas de interés cobradas y a la enorme fuga de capitales privados4. Esto generó una fuerte inflación, que derivó en una recesión económica, una devaluación de la moneda, desempleo, desconfianza, una 3 E. Toussaint, «La crisis de la deuda mexicana y el Banco Mundial» en la publicación virtual CADTM, p. 2. 4 N. Rivera Rangel, Deuda externa de México.

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desestabilización de los precios y las utilidades, así como también del fisco, y la agudización de los problemas agrarios5. En las políticas culturales, siguió faltando un proyecto concreto, aunque se desplegaron acciones oficiales destinadas a reinventar el temperamento mexicano según sus lineamientos corregidos, para conseguir la consolidación de la identidad nacional perfeccionada con el impulso del poder ilustrado mexicano: Las tareas culturales recayeron en las mujeres más próximas al Ejecutivo, como para reiterar – en un país profundamente misógino – que estos quehaceres eran una adorno de la vida patria, prescindibles en sentido estricto, aunque valiosos por motivos sentimentales, de modo que convenía confiarlos a manos femeninas que hicieran florecer en ellos la ambigüedad de ese doble carácter, frívolo y sensible... La compañera María Romano de López de Portillo (esposa del presidente)... equipó a la ciudad capital con una orquesta sinfónica digna de su estirpe, mediante un subsidio generoso que pagaba los sueldos (en dólares) de músicos extranjeros para asegurar una calidad excepcional. La otra sacerdotisa de la causa cultural mexicana, preocupada por recobrar la decencia en el sexenio de los nuevos ricos, era Margarita, la hermana del mandatario, a quien se recuerda por dos hechos fundamentales. Uno fue el incendio de la Cineteca Nacional, de la que estaba encargada, en el que se quemaron tesoros irremplazables de la cinematografía mundial y nacional. El otro fenómeno llamativo fue el culto de Sor Juana Inés de la Cruz que instauró6.

Para 1981, la crisis económica en México había afectado la misma producción artística, para bien o para mal. Al respecto, nos dice Juan Acha lo siguiente: El pago de la deuda externa nos privó de los medios para lograr los avances artísticos deseados y sobre todo los requeridos. Las instituciones artísticas vegetaron y consecuentemente se estancó el arte de nuestro país. Pese a la crisis económica, en nuestras naciones aumentó el comercio del arte. (Es que con la crisis los ricos devienen más ricos y los pobres más pobres)... El capital financiero resultaba ya más comprador que los mismos países en surgimiento económico y 5 J. Agustín, Tragicomedia mexicana, vol. 2, pág. 123-35. 6 B. Mabire, «Políticas culturales y educativas del Estado mexicano de 1970 a 2006», en Una historia contemporánea de México, pág. 266-68.

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ávido de abrir museos para prestigiarse culturalmente7. Miguel de la Madrid Hurtado y su problema de corrupción En 1982, Miguel de la Madrid Hurtado llegó a la presidencia y a finales de ese año las cifras económicas eran desoladoras: el Producto Interno Bruto (PIB) se había desplomado a 0.5 por ciento, la inflación subía a un incontenible 100 por ciento, los precios del petróleo seguían a la baja, el peso se devaluó a más del 100 por ciento, los precios subieron y el gobierno elevó sus tarifas de gasolina, electricidad, teléfono, agua y demás servicios públicos8. El gobierno De la Madrid estableció el modelo «neoliberal» en México, que, entre otras cosas, consistió en eliminar las barreras que existían en torno al comercio exterior (disminuir el «proteccionismo») y reducir el gasto público. Sin embargo, el presidente De la Madrid aseguraba que una de las causas estructurales de la crisis era la corrupción, extendida por todo el país y en todas las clases sociales, y acuñó para su lema de campaña: «Por la renovación moral de la sociedad». La crisis económica sirvió para que el gobierno justificara la frialdad con que De la Madrid asumió las políticas culturales del país. El signo emblemático de su descuido de la cultura mexicana se vio reflejado cuando, en la noche del 24 de septiembre de 1985, un par de ladrones ingresaron al Museo Nacional de Antropología y robaron cuarenta piezas de nuestra herencia prehispánica. Este episodio reveló la torpeza de los funcionarios para custodiar el patrimonio mexicano9. Otro de los sucesos más destacados de este sexenio fue el terremoto del 19 de septiembre de 1985, en la Ciudad de México, donde destacó el desinterés del gobierno ante los damnificados. Esto provocó un gran descontento entre la población, a quien no le quedó de otra mas que organizarse ante la incompetencia del Estado.

7 J. Acha, Las culturas estéticas de América Latina, pág. 188. 8 Cfr. José Agustín, Tragicomedia mexicana, vol. 3, pág. 13-14. 9 B. Mabire, «Políticas culturales y educativas del Estado mexicano de 1970 a 2006», en Una historia contemporánea de México, pág. 268.

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El gobierno de Carlos Salinas de Gortari y los Estados Unidos El sexenio de Salinas de Gortari fue el del acercamiento a los Estados Unidos. Supuestamente, el declive económico del país sería contrarestado con estrategias económicopolíticas que abrirían las puertas al «libre comercio» internacional, que a su vez, el gobierno prometía, mejoraría la situación económica del país. Entre estas estrategias se encontraba el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o NAFTA (según sus siglas en inglés), que abrió las puertas de México a las corporaciones de Estados Unidos y Canadá. El gobierno de Salinas de Gortari fundó en 1988 el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), y se dice que destinó un sistema de becas para el Fondo Nacional Para la Cultura y las Artes (FONCA)10. El Conaculta se creó como un órgano administrativo desconcentrado de la SEP, que ejercería las atribuciones de promoción y difusión de la cultura y las artes. Sin embargo, en el capitalismo, el arte, además de ser una mercancía muy lucrativa, tiene la capacidad de proyectarse como representante de la nación, y la fundación de Conaculta, nos explica el Dr. Iván Franco, estuvo «muy asociada a la necesidad de fomentar actividades culturales en el nuevo contexto de apertura comercial propiciado por el mercado global en ciernes»11. Pues bien, a través de las artes también, México abría sus puertas al neoliberalismo económico internacional. Sin embargo, el gobierno de Salinas de Gortari consolidó la creencia de que este nuevo y majestuoso aparato que velaría por la cultura sería un vínculo privilegiado entre la comunidad de artistas, intelectuales y el presidente.

EL POSMODERNISMO EN MÉXICO Tras la fuerte crisis económica de los 80 y el desgaste del régimen político del país, ciertas resistencias y potencias de distinto orden estético y político comenzaron a aparecer. La discusión sobre el devenir de los asuntos estéticos migró y se construyó una correlación de fuerzas entre distintos soportes y el uso, cada vez más extendido, de estrategias disidentes de

10 V. Macías, «Espacios alternativos de los noventa», La era de la discrepancia, pág. 366. 11 J. Tello Amador, «Una eventual “ley Sáizar”, de espaldas a la comunidad», Proceso.

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representación impuestas por la cultura dominante12. No podemos pasar por alto el hecho de que a finales de los años 80 y principios de los 90, la escena artística en México dio la bienvenida a artistas de distintos países, entre ellos, Juan Francisco Elso y Francys Alÿs13. Es así que la relación entre el posmodernismo internacional y el posmodernismo de México se hizo aún más concreta y sólida: Con las aportaciones e interacciones que estos artistas internacionales tuvieron con los artistas mexicanos. Como ejemplo, podemos citar al estadounidense Michael Tracy, quien incluso puso a disposición de algunos de sus amigos artistas su departamento ubicado en la calle Licenciado Verdad, que después sirvió como espacio de exhibición14. Organizaciones internacionales como el Fideicomiso para la cultura de México-Estados Unidos propiciaron aún más, y de manera más tangible, la posmodernidad en México, patrocinando «espacios artísticos» como La Panadería que, bajo el mando de dos artistas mexicanos recién llegados del extranjero, Miguel Calderón y Yoshua Okón, abrió sus puertas al público y a la posmodernidad. Vanía Macías nos dice al respecto: El haber vivido en el extranjero dio, tanto a Okón como a Calderón, la posibilidad de abrir circuitos internacionales y deslocalizar la producción artística en México; fomentaron un intenso intercambio de arte joven con otros países y se realizaron numerosas exposiciones y eventos de artistas extranjeros, principalemente provenientes de Estados Unidos, Canadá y Austria15.

NEOMEXICANISMO En los años 80, y a la par con estas prácticas posmodernas, tan reconocibles y particulares, comenzaron a aparecer pinturas, y en menor cuantía esculturas, que ahora se conocen como neomexicanistas. Uno no puede hacer a un lado el hecho de que, comparados con el resto de los trabajos artísticos posmodernos, estos neomexicanismos son diferentes y a la vez reminiscentes de los trabajos del periodo Muralismo Mexicano. ¿Existe pues una continuidad 12 Cfr. A. Navarrete Cortés, «La producción simbólica en México durante los años ochenta», La era de la discrepancia, pág. 282-288. 13 O. Debroise, «Puertos de entrada: el arte mexicano se globaliza 1987-1992», La era de la discrepancia, pág. 328. 14 C. Medina González, «De la intemperie al estilo crítico», La era de la discrepancia, pág. 394. 15 V. Macías, «Espacios alternativos de los noventa», La era de la discrepancia, pág. 369.

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entre estos dos grupos de trabajos? Olivier Debroise nos explica que el neomexicanismo representa una serie de manifestaciones artísticas que ejemplificaron la reacción que experimentó el país ante las fuerzas y los efectos de la incipiente globalización16. Conforme entraban las multinacionales a México, los artistas, representantes del pueblo, reaccionaban a estos nuevos y extranjeros objetos, idiosincrasias (implícitas, por ejemplo, en las cadenas de comida rápida como McDonald's), e imágenes, volteando hacia atrás, a su pasado y tradiciones, para encontrar ahí fuentes de inspiración para sus trabajos. En este sentido, el neomexicanismo se puede entender ahora como un movimiento artístico reaccionario. No obstante, el estudio estructural de los mitos, el laicismo y otras corrientes fueron palancas efectivas que equilibraron las corrientes popularizantes que supuestamente «vulgarizaban» o «trivializaban» la cultura17. El neomexicanismo se puede entender también como un arte que confunde las definiciones: lo popular se combina con lo mesocrático (antes marginado) y con lo internacional; lo religioso se codea con el sentimentalismo barato de las telenovelas; el kitsch se entrelaza con las aspiraciones de Frida Kalho; el feminismo se alterna con el homosexualismo; la ingenuidad se liga con la agresividad cromática; las desfiguraciones se juntan con las rotundidades gráficas; en lo formal, el pop se hermana con el puerilismo. De cierta manera, el neomexicanismo viene a ser, para nosotros, el verdadero arte pop del Tercer Mundo en lo general, y del mexicano en lo particular. Asimismo, podemos decir que el neomexicanismo representa la llegada del arte de género (identidad y sexualidad) a México. Y es que, en el neomexicanismo resalta el hecho de que sus productores más destacados, Julián Galán, Nahum B. Zenil y Javier de la Garza por citar algunos, son homosexuales reconocidos que trataron temas de sexualidad, homosexualidad, y género en sus trabajos. Además, no debemos olvidar que estos trabajos pertenecen a una época en que la enfermedad catastrófica del SIDA permitió la visibilidad de ciertas minorías, como la de los homosexuales. Al respecto, dice Alejandro Navarrete Cortés lo siguiente: «La visibilidad que adquirieron las diversas minorías sexuales a partir de la sintomatología de la deficiencia 16 O. Debroise, «Soñando en la pirámide», Curare, pág. 101. 17 J. Agustín, Tragicomedia, pág. 199-200.

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coincidió con la organización de las primeras marchas que exigían la apertura para un espacio de la tolerancia... Muchos artistas se verían vinculados con esta movilización, entre ellos Julio Galán y Nahum B. Zenil»18. Ciertamente, debemos señalar que el neomexicanismo fue utilizado por el gobierno priísta como representante de la identidad nacional, con todo y sus afiliaciones al arte del periodo Muralismo Mexicano, ¡tan famoso a nivel internacional y tan lucrativo! Como evidencia, tenemos por ejemplo que el neomexicanismo fue promovido y patrocinado por el gobierno del entonces presidente Salinas de Gortari, en la gira que dio vuelta a los Estados Unidos en 1991, bajo el nombre de «Mexico. Splendors of Thirty Centuries» («México. Esplendores de Treinta Siglos»)19. El gobierno priísta promovió y patrocinó el neomexicanismo como «arte oficial», aferrándose inútilmente con él a la noción de un Estado-Nación que se desvanecía día a día con la globalización20.

Ya para terminar... Siempre existió el problema de las generaciones, que es la dificultad de acuerdo entre unas mentes ya formadas por la obediencia a la realidad, y otras que todavía no se comprenden a sí mismas, porque se están formando con materiales mixtos de realidad y de ilusión. Probablemente el sello distintivo de las generaciones mexicanas a partir de estos años haya sido la búsqueda por constituirse en emplazamientos sociales cada vez más autónomos, reflexivos y críticos frente al poder estatal en entrecruzamientos con el individualismo. Pues, aunque desde siempre había existido un mosaico poblacional, con las nuevas expresiones se mostraba claramente las diferencias en edades, mentalidades, costumbres, desdén político y preferencias sexuales. Los diferentes marcos de interpretación de la realidad, el grado de desarrollo de los medios e instrumentos de trabajo, así como las distintas costumbres, tradiciones e ideologías, expresan de forma mínima la compleja dimensión de las juventudes.21.

18 A. Navarrete Cortés, «La producción simbólica en México durante los años ochenta», La era de la discrepancia, pág. 287. 19 Ídem, pág. 320. 20 O. Debroise, «Sueño en la pirámide», Curare, pág. 99. 21 Mario Fuentes y Jorge Lumbreras, La Reforma del Estado mexicano, pág. 476-479.

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