Por amor a Pete

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Nota a los lectores Nuestras traducciones están hechas para quienes disfrutan del placer de la lectura. Adoramos muchos autores pero lamentablemente no podemos acceder a ellos porque no son traducidos en nuestro idioma. No pretendemos ser o sustituir el original, ni desvalorizar el trabajo de los autores, ni el de ninguna editorial. Apreciamos la creatividad y el tiempo que les llevó desarrollar una historia para fascinarnos y por eso queremos que más personas las conozcan y disfruten de ellas. Ningún colaborador del foro recibe una retribución por este libro más que un Gracias y se prohíbe a todos los miembros el uso de este con fines lucrativos. Queremos seguir comprando libros en papel porque nada reemplaza el olor, la textura y la emoción de abrir un libro nuevo así que encomiamos a todos a seguir comprando a esos autores que tanto amamos. ¡A disfrutar de la lectura!

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Sinopsis Sheila siempre supo que su marido Pete era bisexual, su atracción por los hombres era en parte lo que le atrajo a él en primer lugar. Pero una vez que estuvieron juntos, él no estuvo con nadie más que ella, hombre o mujer. Sin embargo, ella no puede dejar de preguntarse si se escapa para tener sexo con hombres. Sheila quiere recompensarlo por ser tan amoroso y fiel... y ella estaría mintiendo si no admitiera que la idea de ver a su marido teniendo relaciones sexuales con otro hombre no la excita ferozmente. Así que ella le ofrece un trío con tres condiciones: una, que sólo ocurrirá una vez; dos, que ella pueda mirar; tres y/o participar. Pete salta a la oportunidad, pero no se atreve cuando descubre que Sheila eligió como tercera rueda a su mejor amigo Bryan, que a estado medio enamorado de él durante años. Bryan acepta rápidamente cuando Sheila le hace la proposición, pero nunca ha estado con una mujer, y Pete tiene miedo que su amistad se vea afectada, una vez que tengan sexo. ¿Sheila podrá hacer malabares con los dos hombres y tomar una noche caliente por amor de Dios?

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Yo

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sabía que mi marido, Pete, era bisexual cuando me casé con él. Si soy honesta, en parte fue eso lo que me atrajo en primer lugar.

Era estudiante de primer año cuando lo conocí, en una fiesta de la fraternidad, y cuando lo vi pensé que era hermoso y extraño y, dado que me gustaban los chicos gay, hablé con él. Pete tenía unos ojos azules que parecían de cristal, de lo claros que eran. Las pupilas negras, como su cabello, que caía en ondas de manera casual alrededor de su frente alta. Sus labios eran rojos, como sus mejillas, que ardían a causa de la bebida. Yo estaba cansada de ser atropellada por estudiantes de primer año ebrios, y como no creí que la fraternidad fuera su tipo de lugar —era el único chico gay que había visto en toda la noche—, me acerqué y le grité por encima de la música a todo volumen: —Soy Sheila. —Pete —dijo, sacudiendo mi mano. Su mirada no fue a la parte delantera de mi camisa, sino que se estrelló en la mía, y me resultó difícil mirar hacia otro lado. Sentí que una sonrisa

se

extendía

lentamente

por

mi

cara.

Me

gustó,

mucho.

Probablemente más porque, obviamente, no estaba interesado en mí. Inclinándome más cerca, presioné mis pechos contra su brazo y pregunté: —¿Es posible que quieras ir a dar un paseo o algo?, esto es un poco ruidoso, no puedo pensar.

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Terminó el resto de su cerveza y puso su brazo alrededor de mis hombros. —¿Cómo te suena Denny? Punto para mí. Se estaba haciendo tarde y casi todo estaba cerrado, así que encontramos una cabina cerca de la barra y pidió un café y huevos. Le brillaban los ojos cuando se reía, y tenía una forma cautivadora de lamerse los labios cada vez que un chico caliente pasaba por nuestra cabina. No estaba preparada para que terminara la noche, así que cuando volvimos al campus, lo invité a mi habitación. Trabajaba como asesora residente para ayudar a pagar mi matrícula, por lo que tenía una habitación individual, y era lo suficientemente tarde como para que ninguna de las chicas estuviera despierta y me viera entrar a escondidas con un chico, en contra de las reglas. Sin embargo, tenía una excusa preparada por si acaso: era solo un amigo y además, era gay. Por eso me quedé totalmente sorprendida cuando me besó. —Hey, hey, hey —dije, empujándolo mientras se apoyaba. Mis piernas tropezaron con el borde de la cama y caí de espaldas sobre el colchón. Pete lo tomó como una invitación y se subió encima mío. —Hey, ¿qué? —preguntó, con otro beso. Su peso era bienvenido sobre mí, caliente y pesado, su pene duro a través de sus vaqueros, donde se presionaba contra mi muslo. Una mano agarró mi pecho sobre la camisa de la universidad, frotando con el pulgar mi pezón erecto. Yo tenía los dos brazos entre

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nosotros, mis dedos se curvaron en su camisa de franela, pero seguí allí, manteniéndolo a distancia, mientras intentaba pensar. En el café Denny había hecho algo de alboroto, debido al alcohol que tomó en la fiesta de la fraternidad, pero todavía estaba segura de que ese chico que acariciaba mi pecho y se frotaba contra mí, no estaba realmente por las niñas. Mi gaydar1 nunca se equivocaba. Aún así, sus manos hacían cantar mi cuerpo, parecía saber lo que estaba haciendo. Como no protesté de nuevo inmediatamente, me besó la barbilla, luego trabajó con sus labios en mi cuello y alrededor de mi oreja. Su respiración era caliente y urgente, y el embriagador aroma de su esencia deportiva llenó mis sentidos. Cuando metió la rodilla entre mis piernas para presionar mi coño, mis brazos lo bloquearon y pude conseguir un poco de espacio entre nosotros. —Espera —le dije. —¿Tenemos? —susurró en mi cuello. Mi cuerpo estaba de acuerdo con él, pero mi mente no estaba tan segura. Me salí de debajo y él cayó a la cama con un gemido de frustración. Entonces apoyó la cabeza en su mano y me miró—. ¿Qué pasa? Su pulgar todavía acariciaba mi pezón, que ahora estaba duro y erecto bajo mi camisa, como si no estuviera usando un sostén. Contuve la respiración mientras miraba su pelo revuelto, sus ojos atractivos, y su boca estrecha. No quería preguntarle... Lo deseaba, gay o no, y si él me quería también, entonces, gracias Señor, pero tenía que saber. Gaydar (contracción de las palabras gay y radar) es la capacidad intuitiva de evaluar la sexualidad de otro como gay (homosexual), bi (bisexual) o hetero (heterosexual). 1

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—Pensé que eras gay. Me esperaba una risa, enojo o... ¿qué? Cualquier cosa que me tranquilizara para que volviéramos al lugar donde había estado momentos antes. En cambio, me sonrió ampliamente y dijo: —Eres buena. En realidad, soy bi. Me aparté de su pulgar y de las cosas mágicas que estaba haciendo a mi pecho. Empujándome a una posición medio sentada, fruncí el ceño. —No, no lo eres —le dije—. Eso es lo que dices cuando quieres dormir con tantas personas como sea posible. —No, soy bisexual —me aseguró, sonriendo. Su mano se extendió hacia mi pecho de nuevo, y yo sabía que debería haber salido de su alcance, pero me gustaba mucho su toque como para detenerlo por segunda vez—. Me gustan los hombres y las mujeres. Ahora me gustas tú. —Entonces, ¿qué, estás en tríos y todo eso? —le pregunté. —No necesariamente. —Se deslizó más cerca y apoyó la barbilla en mi brazo para mirarme. Desde ese ángulo, sus encantadores ojos sexy parecían los de un cachorro—. Me gusta lo que me gusta cuando estoy con esa persona. Cuando estoy enamorado de una mujer, no estoy buscando a nadie, hombre o mujer. Y cuando estoy con un hombre, es lo mismo. Soy del tipo de solo un amante. No sé si lo compré. —Así que eres uno entre un millón —murmuré—. Todo el mundo está siempre buscando algo nuevo.

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Bajó la voz y susurró: —Ahora estoy buscándote a ti. No debí apasionarme, pero era lindo. Así que cuando se acercó, no me alejé, y le dejé meter su mano bajo mi camisa para acariciar la seda de mi sostén. Mi pezón se sentía como un diamante en su palma. Me tumbó en la cama, mientras me subía la camisa hasta el cuello, y se me cortó el aliento cuando me hizo cosquillas con la lengua en mi vientre plano. Me besó el ombligo, y luego siguió su camino hasta mi sostén, donde lamió el pezón a través de la seda negra que llevaba. Todo mi cuerpo se derrumbó con el placer. Mis manos se mantuvieron fuera del camino, entrelazadas sobre mi cabeza; no podía verle por encima de la tela agrupada del chándal, pero sentía su aliento caliente en mi piel. Sentí su lengua humedecer mi sostén, chupando el material mientras jugaba con mi pezón. Sentí sus dientes morderme, juguetón y rápido hasta que mis bragas se sintieron húmedas y pegajosas. Gemí y me retorcí debajo suyo, empujando mi hombro para llegar más cerca de su boca. Luego volvió su atención a mi otro pecho, provocando, lamiendo y pellizcando el pezón hasta que estaba duro como una piedra. Sus manos ahuecaban mi cintura y yo moví las caderas, tratando de atraerle hacia abajo. Aunque tenía los pezones erectos y palpitantes, quería que su atención bajara a donde mi clítoris pulsaba como el latido de un corazón. Sin embargo, se tomó su tiempo, besando todo el camino de vuelta por mi estómago hasta mi ombligo, luego, lentamente, desabrochó mis vaqueros para besar mi monte de Venus a través de las delicadas bragas de satén que llevaba. Su lengua jugó bajo mis bragas, azotando y

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probando mis jugos. Sentí que miraba mis labios, y luego se sumergió en los pliegues de mi carne para saborear mi clítoris. Grité. —¡Sí! Tiró de mis bragas hacia un lado y se lanzó, presionando su lengua plana entre mis labios, poniéndome más húmeda de lo que ya estaba. —Sí. —Suspiré, tratando de abrir las piernas, pero tenía los vaqueros aún alrededor de mis caderas y no podía abrir ampliamente mis rodillas—. Dios mío, así, así, así,... Me fallaron las palabras cuando tomó mi clítoris, enviando escalofríos de pura delicia por mi espina dorsal. Gemí mientras sacaba mis vaqueros hasta los tobillos y se hundía de rodillas delante de mí en el suelo. Pasó sus brazos alrededor de mis rodillas, manteniéndolas abiertas. Tiró de mis bragas hacia un lado, lamió y chupó mi coño, su lengua haciendo cosas deliciosas en mí. Tiró de mi camisa y se prendió a mis pechos, apretando mis pezones al tiempo que seguía con sus atenciones. —Sí. —Tragué cuando su lengua empujó en mi estrecho agujero, contraje mis músculos, tratando de llevarle más dentro—. ¡Sí! —De repente se oyó un fuerte golpe en la pared, junto a mi cama. Empuje mis rodillas y lo miré, su mirada se encontró con la mía. Su boca abierta, su lengua congelada donde había estado empujando. Durante un largo momento, nos miramos uno a otro, sin atrevernos a movernos o hacer cualquier otro sonido, ni siquiera me atrevía a respirar. Así que me reí, él se rió, y lo siguiente que supe es que estaba en mis brazos de nuevo, con su cuerpo completamente vestido contra mi desnudez. Tenía algunos condones en mi kit de ducha, el centro de salud

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nos proveía a todos los universitarios, y mientras se desnudaba, tomó uno. De nuevo en la cama, ahora desnudo, sus manos rehicieron los caminos que su lengua había trazado por mi cuerpo, y luego me abrazó con fuerza, mirándome a los ojos cuando me penetró. Mordí su hombro para mantenerme en silencio, y ambos tomamos un ritmo vertiginoso que nos llevó a una rápida liberación. Tres años después, me casé con él.

Pete era el marido perfecto: atento, cariñoso y fiel. Nunca habría admitido mirar a otras personas una vez que estuvimos juntos, pero infiernos, yo miraba, él también, ambos lo sabíamos; éramos solo humanos, y él hombre, para el caso. Más él no jugaba. Pocos años después de nuestro casamiento, nos deleitábamos juntos en nuestra cama, haciéndonos caricias, cuando le dije: —Te casaste con una mujer. —Y una muy sexy, por cierto —bromeó, deslizando una mano por mi estómago hasta agarrar mi entrepierna. Estábamos desnudos y cómodos con la desnudez del otro, de una manera que solo se da en los amantes maduros. Su dedo medio separó los labios de mi coño y frotó mi clítoris. Un escalofrío de deseo me recorrió, y me acurruqué más cerca de él. —Entonces, ¿todavía piensas que eres bi?

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El dedo entre mis piernas empujó suavemente, haciéndome jadear. —Por supuesto —dijo—. Es la manera en que nací. Me gustan ambos sexos. —Te gusta el sexo, listillo —bromeé. —¿A quién no le gusta? —Frotó mi clítoris en una serie de círculos sexy, cada rotación conduciendo mi libido a otro nivel—. Siempre puedes decirme que me detenga, ya sabes. —Lo haces, y vas a tener una perra en celo el resto de la noche — advertí. Sonrió y me besó en la barbilla. Me volví hacia él, y su próximo beso aterrizó en mis labios. Antes de que pudiera escapar, pasé un brazo alrededor de su cuello y lo abracé. —Eso no cuenta. Bésame como tú sabes, señor. —Lo hizo, presionando su boca contra la mía, como si se estuviera muriendo de sed y yo fuera lo único que podía salvarlo. Su lengua se hundió entre mis labios mientras tocaba la cima sensible entre mis piernas. Ahora tenía su dedo sobre mi clítoris, y su dedo medio deslizándose en la humedad de mi coño. Mis músculos se tensaron, tirando de él hacia mi interior, mientras mis labios aplastaban los suyos. Cuando se apartó, no dejé que se fuera muy lejos. —Así que si eres bisexual... —susurré en broma— ¿echas de menos un pene? Se encogió de hombros, luego bajó la cabeza para besarme el cuello.

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—Te tengo a ti —dijo en la cavidad de mi garganta. —No tengo nada colgando exactamente, por si no lo has notado — señalé. Pellizcó mi clítoris y yo grité de alegría. —Esto sirve —bromeó. Sentándome un poco, lo mantuve a raya. —No, en serio. Es asombroso, increíble. ¿Pero no sientes la falta de un chico? Pete puso los ojos en blanco y curvó su mano entre mis piernas para rodar hacia un lado de la cama. —Sheila —dijo, pronunciando mi nombre con un largo suspiro—. ¿Podemos hacer el amor sin hablar de ello? ¿Por favor? El pensamiento de mi marido inclinándose ante un buen pedazo sexy hizo que me mojara. Él sabía eso... había visto la colección de imágenes eróticas homosexuales que tenía en mi ordenador, y mi Kindle estaba lleno de más de mil e-books de romance erótico M/M, más las pocas revistas de porno gay que había comprado, en eBay, en la universidad. Sabía que la idea de dos hombres me excitaba, y la mayoría de las noches, él estaba más que feliz de disfrutar de mis fantasías y de entretenerme con sus hazañas sexuales con otros hombres, aunque tuve que admitir que no las había hecho realidad. La mayoría, por lo menos. Quiero decir, yo dormía con Pete. Sabía lo que era capaz de hacer, y qué le hacía retorcerse. Por mucho que me gustara una historia sobre pezones y tortura de bolas, o imaginarlo a merced de una paleta sobre su culo

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arrogante, sabía que nunca tendría las agallas de recorrer todo el camino. Lo que más me incomodaba era no ser capaz de satisfacer todas sus necesidades. Le acaricié el pecho, las uñas rascando suavemente su pelo suave, y me acurruqué junto a él para besarle la barbilla. —Petey, nene —murmuré. Podía sentir que se relajaba debajo de mí, y mi mano aterrizó en su vientre, buceando bajo las sábanas y encontrando su pene. Le di un toque con mi dedo índice, y saltó con atención. Bromeaba con él mientras le besaba el hombro—. De verdad quiero saber si te falta el pene de un hombre. Me rodeó con su brazo. —Esto es todo lo que sería un pene —me dijo—. Yo te quiero, Sheila. Quiero hacer el amor contigo. Solo a ti. —Pero eres bisexual —argumenté. —Me gustan los chicos, sí —dijo—. Eso no quiere decir que quiera arruinar lo que tenemos juntos traicionándote. Ya me has comprado un consolador bastante realista. Le di una mirada irónica. —Cariño, es un pene de goma. Tú y yo sabemos que nada se compara con la cosa real. Para enfatizarlo, le di un apretón a su pene endurecido. Se mordió el labio inferior y gimió, con la mano frotando mi espalda. Pero no discutió. Sabía que yo estaba en lo cierto.

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—Además —le dije—, no estarías engañándome si te digo que lo puedes hacer. Me miró con un brillo en sus ojos. —Espera, ¿qué? —Sin embargo, tengo algunas condiciones —advertí. Asintió con aire ausente. —Claro, claro, está bien. Esperé un buen rato, viéndolo mirarme. Finalmente, dije: —Bueno, ¿quieres oírlas? —Por supuesto. —Se apoyó en la almohada, una mirada expectante en su rostro, no quería mostrarse entusiasmado, pero no lo podía evitar—. ¿Cuáles son? Levanté mi dedo. —Um, que sea solo una vez. —Por supuesto —dijo, con una inclinación de cabeza. Tomando una respiración profunda, levanté un segundo dedo. —Dos... quiero ver. Sonrió. —Eres una chica sucia —bromeó.

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Un tercer dedo subió. —Tres, y/o participar. ¿Por qué solo tú puedes conseguir toda la diversión? Su sonrisa se cayó un poco, pero luego asintió. —Está bien Pero con quien lo hagamos solo me jode a mí, no a ti. No quiero compartir a mi mujer. Podría vivir con eso. —Estoy de acuerdo. —Además... —continuó Pete — que sea gay... —Por mí, todo bien. —Le di un ajuste rápido a su pene, para liberar su mente de la posibilidad de un ménage à trois en nuestro futuro y traerle donde pertenece, a mí. —Está bien —suspiró, medio aliviado, medio excitado, mientras acariciaba su erección. Se recostó contra la almohada, cediendo a mi tacto, relajando de nuevo su cuerpo bajo el mío. Cuando estuvo lo suficientemente duro, me monté sobre sus caderas y me hundí en su pene. Encajamos como dos piezas de un rompecabezas, deslizando su pene fácilmente en mi coño mojado. Una mano rodeó mis caderas para agarrar mi culo, y la otra rozó mi clítoris, porque sabía que me gustaba que me lo acariciara durante el sexo. Me penetró como nunca antes. Me instalé en su ingle, toda su longitud dentro de mí, y moví mis

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caderas para comenzar un balanceo, un ritmo familiar que garantizaba llevarnos a la locura. Antes de que realmente pudiera intentarlo, sin embargo, me agarró de la cintura con las dos manos y me mantuvo en mi lugar. —Espera —dijo. —¿Qué? —pregunté, frunciendo el ceño. Mis dedos tirando de sus pezones seductoramente. Quería correrme, rápido, furioso, y ahora. Pero por la forma en que me miró, supe que él seguía pensando en el trío. —¿Cómo, exactamente, encontraremos un chico gay que esté dispuesto a jugar con nosotros? —Deja que yo me preocupe por eso —le dije, raspando con mis uñas sus pezones. Sacudí mis caderas y entendió el mensaje, empujando dentro de mí. Ya tenía a alguien en mente.

} El mejor amigo de Pete era un hombre guapo, llamado Bryan. Se conocieron en la universidad, y cuando Pete nos presentó, yo estaba segura de que él y Bryan eran pareja. Pete y yo no éramos exclusivos entonces, y dijo que era bisexual. Y Bryan era definitivamente gay. Tenía toda la buena apariencia de un americano: corte de cabello

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rubio en un estilo conservador, ojos castaño oscuro, y un bronceado perpetuo. Bryan era de la altura de Pete, alrededor de la misma edad, también, y se conocieron en la clase de Biología en su primer año. Pete juró y perjuró que en realidad nada pasó entre ellos, pero yo sabía de una noche, poco después de que empezáramos a salir, en la que Bryan, estando borracho, apareció en el dormitorio de Pete para forzar a su amigo a que eligiera entre él o yo. Pete metió a Bryan en la ducha con la ropa puesta, en un esfuerzo por ponerle sobrio, luego lo sostuvo mientras sollozaba acerca de cuánto significaba su amistad para él. —Te amo, tío —dijo Bryan, una y otra vez. Cuando Pete me lo contó años más tarde, agregó: —Fue una conversación de borrachos, ya sabes. Sí, por supuesto. Después de esa noche, Bryan comenzó a salir con otros chicos y Pete conmigo. Cuando nos casamos, Bryan fue el padrino de nuestra boda. Su brindis trajo lágrimas a mis ojos, y el único indicio que tuve de que sus sentimientos por mi marido terminaron, fue cuando él levantó su copa y mirando a Pete dijo de nuevo: —Te amo, hombre. Sin alcohol esa vez, Pete no entendió qué quiso decir Bryan, pero yo sí. Había visto cómo miraba a Pete cuando creía que nadie lo veía, de la misma manera en que lo miraba yo. Y sabía que Pete pensaba que Bryan era atractivo, demonios, ¿quién no lo pensaría? Si hiciéramos este trío, ¿quién mejor para invitar a nuestra cama, que alguien que ya está

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interesado en unirse a nosotros? Bueno, no lo sabía todavía. Bryan aceptaría en un abrir y cerrar de ojos, si Pete le preguntase; de eso, yo no tenía ninguna duda. ¿Pero él disfrutaría de un paseo conmigo? Para

averiguarlo,

le

envié

un

correo

electrónico

a

Bryan

programando un almuerzo. Solo nosotros dos, le dije, agregando que tenía una idea para un regalo de cumpleaños para Pete y quería consultarle primero, ya que él le conocía mejor. El hecho de que el cumpleaños de Pete no fuera hasta dentro de cuatro meses, no pareció ocurrírsele a Bryan. Su respuesta llegó rápidamente, como si estuviera verificando su correo electrónico en lugar de mostrar la casa de sus sueños a potenciales compradores. Mañana está bien para mí, escribió. ¿Qué te parece a las 12:30 en el Bistró? Tengo un cliente que atender por la mañana, pero puedes tener toda mi atención el resto del día. Funcionaba para mí. No dije nada a Pete, al menos no todavía. No quería darle esperanzas solo para desecharlas después si Bryan no quería jugar con mis reglas. Conduje al centro y llegué al Bistró temprano, me coloqué en una pequeña mesa, cerca de la ventana, desde la que podía ver a la gente que pasaba por la calle. Vi a Bryan cuando giró la esquina, robustamente guapo en una chaqueta de color beige y camisa azul oscuro. Los botones superiores estaban abiertos y mostraban un atisbo de vello en el pecho, un tono más claro que los que tenía en la cabeza. Al caminar, los pantalones plisados se estiraban a través de sus ágiles muslos. Me vio y saludó con la

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mano, mostrando unos dientes blancos con su sonrisa. Sí, serviría muy bien. Me levanté de la silla mientras se acercaba. Con una mano tocó mi codo y se inclinó para besar mi mejilla. Olía picante, un tipo diferente de colonia de la que favorecía a Pete, y le daba un atractivo exótico. —Hey, señora —dijo, llegando detrás de mí para sostener mi silla mientras me sentaba—. ¿Cómo está el monstruo de Pete? —Los dos estamos muy bien —dije. Se sentó en la silla junto a la mía, y no frente a mí—. ¿Y tú? ¿Algún nuevo chico para jugar del que me quieras contar? Su sonrisa se volvió dolorosa por un segundo y lo escondió rápidamente, pero la vi de todos modos. —Nada que valga la pena mencionar. —Entonces, ¿estás libre el viernes? —Me aventuré. Con una carcajada, negó con la cabeza. —Sheila, querida, soy gay. —No jodas, Sherlock —bromeé—. Solo verte caminando por la calle hizo que mi gaydar sonara: ¡Ping Ping Ping! —Sí, bueno, segundo... —añadió— estás casada con mi mejor amigo. Así que, aunque me gustaran las niñas, que no me gustan, pasaría de largo, por el amor de Dios.

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—¿No te gustan las chicas? —le pregunté. Justo en ese momento, la camarera se acercó. Escuchó mi pregunta y enarcó las cejas. —Puedo volver después —dijo. Le sonreí. —¿Danos un minuto, sí? Gracias. Cuando le miré, Bryan me miraba con una expresión extraña en su cara. —¿Estás dejando a Pete? —Quiso saber. —¿Qué? No. Dios, no —dije. —Porque si es así —continuó—, voy a conducir como un loco a través de la ciudad y lo tomaré a él el viernes, no a ti. Me sentí a mí misma sonriendo tontamente. —Sabía que seguías enamorado de él. —Siempre ha sido así y siempre lo será —admitió Bryan—. Para lo que me sirve. Tú puedes saberlo, pero él no tiene ni idea. Doblando con cuidado la servilleta en mi regazo, le dije: —Te preguntaré de nuevo. ¿No te gustan las chicas? Si quisiéramos invitarte a... participar, por así decirlo, en nuestras actividades la noche del viernes, ¿dirías que no?

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Bryan me miró fijamente. Tenía toda su atención ahora. —¿Quieres decir, Pete y yo? ¿En la cama juntos? Como un... ¿Cómo se llama eso, un ménage étoile? —Ménage à trois. —Corregí—. Así que, ¿estás dentro o qué? Una garganta se aclaró por encima de mí y levanté la vista para ver que nuestra camarera había regresado. Miró a Bryan y de nuevo a mí, obviamente irritada. —¿Necesita otro minuto? —preguntó, su voz chirriaba ligeramente. Abrí el menú. —No, queremos... —Sí —dijo de repente Bryan. Miré por encima del menú. Todavía me estaba mirando, haciendo caso omiso de la camarera. Cautelosamente, ella dijo: —Usted ya está listo o... —Lo haré —anunció Bryan. Le entregó el menú sin abrir, como si hubiera completado su pedido—. Noche del viernes, ¿tú, Pete y yo? Estoy dentro. Le di una cálida sonrisa, y luego volví a la camarera. —¿Puedo pedir el especial, por favor? Y para él una hamburguesa con papas fritas. Gracias.

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—¿La quiere con queso? —preguntó la camarera. Bryan dio una risa rápida. —Dame el trabajo. Finalmente voy a joder al hombre de mis sueños —y señaló hacia mí—: Y a su bella esposa. ***** Sabía que no podía decirle demasiado pronto a Pete, a quién había elegido para nuestra aventura sexual; si sabía que era Bryan, podía retirarse. Ellos eran los mejores amigos, sí, y de alguna manera sospechaba que el pequeño plan pondría un poco nervioso a mi marido. Un completo extraño sería mejor, en su opinión, pero no estaba dispuesta a abrir mi habitación a cualquiera. Hice jurar a Bryan que guardaría el secreto, y le dije que fuera a casa en cualquier momento después de las nueve de la noche del viernes. Eso me daría tiempo suficiente para soltar un poco a Pete. Cuando llegó el viernes, regresé a casa de la oficina un poco más temprano, y comencé a hacer la comida favorita de Pete: un filet mingón a la parrilla a la perfección, cubierto con setas, y combinado con queso y patatas con ajo machacado. Escogí un buen vino tinto, para terminar la cena, y le serví una copa tan pronto como entró. Aflojándose la corbata, se bebió el vino de la misma manera que algunos hombres beben una cerveza para relajarse. Le quité la chaqueta y le froté los hombros. —¿Día difícil? —pregunté. —Largo —admitió Pete. Echó la cabeza hacia atrás y suspiró cuando

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mis pulgares trabajaron en los nudos entre sus omóplatos—. Dios, se siente bien. ¿Más vino? —Toda una botella —dije—. Bebe, cariño. Lo vas a necesitar. Se dirigió a la cocina, me arrastró detrás de él, con las manos todavía masajeando su espalda. —¿Por qué? —Quiso saber—. ¿Tienes algo particularmente malo en la manga para esta noche? Tímidamente, le dije: —Un trío, ¿recuerdas? Pete había inclinado la botella de vino para servir otra copa, pero ahora quedó congelada en el aire. Se dio la vuelta y apoyó con cuidado la botella. —¿Es esta noche? ¿Por qué no me lo dijiste? —Lo acabo de hacer. Tomó la botella y llenó la copa. Me miró, pero no bebió, y luego empinó el codo y la vació hasta el fondo. Levantó sus labios de forma automática, y bebió en largos tragos, su mirada ni una sola vez dejó mi cara. Cuando puso el vaso sobre la mesa de la cocina, lo llené una segunda vez, pero lo dejó allí. —Así que... —dijo—, realmente estamos haciendo esto. Oí la emoción fluyendo en su voz y sonreí.

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—Sí, lo hacemos. —Pasando la mano por la pechera de su camisa, comencé a desabotonarla—. Relájate, cariño. Te va a gustar esto. —Sí. —Sonaba algo nervioso ahora, ¿y era un poco de miedo lo que había oído, también? Cuando su camisa estuvo desabrochada hasta donde se metía en los pantalones, la aflojé de sus hombros, bajé por los brazos y los mantuve apretados alrededor de su cintura. —Va a ser divertido. El hombre que elegí es realmente increíble... Pete preguntó: —¿Y dónde lo encontraste? ¿En la lista de Craig2? Con una risa, apoyé la barbilla en su pecho para mirarle. —Ya verás. Toma un poco más de vino. La cena está casi lista. ***** Le encantó la comida, como sabía que lo haría. Y bebió más vino; yo solo tomé un vaso para calmar el aleteo en mi estómago. ¿Qué diría Pete cuando supiera que Bryan se uniría a nosotros esa noche? Estaría enojado, avergonzado, tímido... ¿o qué? Lo descubriríamos pronto. Un minuto antes de las nueve, sonó el timbre de la puerta y, dos segundos después, Bryan golpeó. Alguien estaba ansioso por empezar. Me levanté de la silla de la cocina y besé la parte superior de la cabeza de Pete, cuando pasé a su lado en mi camino hacia la puerta. Cuando la abrí, Bryan tenía una mirada nerviosa, impropia de Craigslist es un sitio web de anuncios clasificados con secciones dedicadas al empleo, vivienda, contactos personales, ventas, ítems, servicios, comunidad, conciertos, hojas de vida, y foros de discusión. 2

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él, y se estaba limpiando las manos sudorosas en la parte delantera de sus vaqueros. —Hey —dijo, en voz baja. La mía era brillante y alegre. —Hola, bonito. Entra. Cuando me volví, vi a Pete en la puerta que conducía a la cocina, con la copa de vino en la mano y sus ojos tan amplios como cuando un ciervo ve los faros de un auto aproximarse. Cuando Bryan entró, Pete negó con la cabeza. —Sheila, no. Esto no es... Cerré la puerta detrás de Bryan. —¿No es qué, cariño? —No puedo hacer esto —susurró Pete suavemente. —¿No quieres? —preguntó Bryan, decepcionado. La indecisión peleó en la cara de Pete. Él quería, sí, lo pude ver claramente en sus ojos. Pero no quería arruinar su amistad. Por mucho que quisiera llevar a Bryan a nuestra cama, no quería que el sexo se interpusiera entre ellos. Me aseguraría de que no. Rodeando a Bryan con un brazo, lo acerqué a mi marido, y luego envolví mi brazo libre alrededor de Pete.

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—Niños, veamos... —dije en voz baja— esto va a ser un poco raro, lo sé. Pero si alguien puede hacer que funcione, somos nosotros. Bryan, tu siempre quisiste a Pete... —Por supuesto. —Suspiró, sonriendo seductoramente a Pete. —Y Pete… —seguí— sé que te gusta Bryan. Tal vez puedes mentirte a ti mismo y decir que no lo encuentras sexy... —Nunca he dicho eso. —Pete rápidamente me corrigió. Me eché a reír. —Cierto, bueno, necesitamos algunas reglas básicas. Mi regla es que quiero participar. Pete dijo que no quería compartirme con otro hombre, así que... Me interrumpió de nuevo. —Me refería a un tipo desconocido —aclaró—. Si Bryan quiere jugar contigo también, estoy de acuerdo con eso. —Bueno, Bryan dijo que no le gustan las chicas. —Señalé. —Podría cambiar de opinión —dijo Bryan—. Así que, ¿vamos a hacer esto, o simplemente hablar de ello el resto de la noche? Pete acabó su última copa de vino y la puso en la mesa de al lado. Sus siguientes palabras salieron con prisa, sin aliento. —Oh, infiernos, claro que sí. *****

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Arriba, dejé a los chicos en nuestra habitación y me dirigí al cuarto de baño para colocarme mi ropa interior favorita. Era negra, de encaje, y dejaba poco a la imaginación. Sí, Pete me había visto desnuda antes, muchas veces, pero Bryan no, y sospechaba que iba a ser su primera mujer en todos los sentidos, así que quería dejar una buena impresión. La lencería aseguraba mis pechos, un delicado armazón los levantaba maravillosamente, una enorme red de encaje negro cubría mi vientre, coqueteando un poco por encima del pequeño biquini. Me eché mi perfume favorito, tocando todas las áreas erógenas; entonces me solté el pelo, que cayó sobre mis hombros de una manera sexy, descuidada. Al salir de la habitación, esperaba encontrar que los hombres ya habían comenzado. Bueno, Bryan estaba de humor, era obvio, se había quitado la camisa y los vaqueros, que estaban cuidadosamente doblados en una silla, junto a la puerta del armario. Estaba sentado en el borde del colchón, con nada más que un bóxer, con su erección formando una hermosa tienda de campaña. Sostuvo su pene con una mano distraídamente, y la tela delgada lo delineaba perfectamente. Cuando me vio, dejó caer su mirada por mi cuerpo y distraídamente apretó su pene. Apenas la reacción que esperaba. No le gustaban las chicas, claro. Pete, sin embargo, estaba junto a la cómoda. Se había sacado la camisa, reducida a un montón a sus pies, pero los pantalones estaban todavía en su lugar, y parecía estar más tentado de hablar que de desnudarse... O salir de la habitación por completo. Se volvió cuando entré, sus ojos atormentados, con la boca torcida por el miedo. Su mirada se dirigió a Bryan y sus ojos se abrieron un poco al ver el pene de su mejor amigo.

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—Sheila, no creo que pueda seguir con esto —murmuró. Bryan me suplicó en silencio. Menos mal que yo había insistido en estar presente, o estos dos nunca conectarían. —Petey, cariño... —murmuré, cruzando la habitación, frotándole la espalda— solo estamos haciendo esto para ti. Si no quieres, podemos parar. La decisión es tuya. —No, yo quiero, pero... —se interrumpió, la indecisión luchando en su cara. Miró a Bryan, más precisamente, al pene de Bryan, grueso y gordo en su mano, después se volvió suplicándome con la mirada, diciéndome todo lo que no conseguía poner en palabras. Lo quería, sí, pero estaba demasiado asustado para iniciarlo. Él no quería echar a perder las cosas, o empezar con el pie izquierdo, o arruinar todo lo que alguna vez tuvo con cualquiera de nosotros. Pete quería un trío con su esposa y su mejor amigo; lo podía ver claramente escrito en cada centímetro de su cuerpo. Pero no quería ser quien hiciera el primer movimiento. Una vez más, era algo bueno que yo estuviera allí. Dejé caer mis manos a su cintura, Me arrodillé y abrí la cremallera de sus pantalones. A través del material, podía sentir su deseo, pulsaba caliente a través de su ropa interior, ya duro. Abrí la bragueta, y luego empujé sus pantalones hasta alrededor de sus tobillos. Su ropa interior rápidamente siguió su ejemplo. Su pesado pene salió a saludarme como un viejo amigo. Abriendo la boca, estiré mi lengua y la arremoliné alrededor de la punta de su pene. Probé el salado líquido pre seminal, y me gané un buen

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suspiro cuando tomé el pene de Pete entre mis labios. Lamí su longitud como si fuera un caramelo, de la punta a la base, relajé la garganta y lo llevé hasta el fondo. Sus manos se apoderaron de mi cabello y empujó dentro de mí suavemente. —Sí. Amasé sus bolas con una mano, mientras trabaja su pene con mis mejillas, la boca y la lengua. Mordisqueaba suavemente a lo largo de su longitud, solo lo suficiente para distraerlo, y funcionó. Su mano libre agarró la cómoda cuando se le debilitaron las rodillas. Le chupé, facilitando el camino de la cabeza de su pene, y cuando se soltó de mi boca, su glande escupió y goteó pre semen. Miré a Bryan, quien había retirado su bóxer, la punta bulbosa de su pene, de un color púrpura oscuro, salía de su puño. Con una inclinación de cabeza, le señalé que se uniera a nosotros. Se puso de pie y salió de su bóxer, y luego dio la vuelta por detrás de mi marido. Pete se endureció un poco cuando las manos de Bryan encontraron sus hombros, pero se relajó algo cuando comenzó a masajearlos, rociando besos por todo su cuello. Tomé el pene de Pete en mi boca de nuevo, pero esta vez pude sentir el perfume de Bryan mezclado con el de mi marido, y la mezcla fue un cóctel erótico del que quería emborracharme lo más pronto posible. En el espejo que había sobre la cómoda, vi a Bryan presionando su cuerpo contra Pete, su duro pene deslizándose fácilmente por la ranura de su culo. La sensación, largamente olvidada, debía ser enloquecedora. De repente, Pete estaba a punto de acabar. Yo podía sentir la diferencia en mi

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boca, el grueso pene, ahora totalmente erecto y duro como el acero. Oh, sí, él quería esto. Levantándome, tracé un camino de besos hasta el estómago y pecho de Pete. Le mordí juguetonamente los pezones, primero uno, luego otro, luego lamí su garganta antes de cubrir sus labios con los míos. —¿Te gusta? —le susurré. La respiración de Bryan estaba a centímetros de mi cara, caliente y pesada. Atrapado entre nosotros, Pete lanzó un suspiro de satisfacción. Sus brazos se enlazaron en mi cintura, sosteniéndome cerca. —Te amo —susurró a su vez. Me deslicé de sus brazos y tomé su mano, llevándolo a la cama. Bryan colocó a Pete en la cama, con las piernas colgando por el borde. Pasando las manos por debajo de sus rodillas, Bryan las levantó y se puso en medio de ellas, en ángulo para posicionarse. Su erección señaló el culo de mi marido como una flecha su blanco, apuntando al centro de Pete. Pete estaba masajeando su pene, con los ojos entornados, mientras miraba de Bryan a mí, y viceversa. Bryan me preguntó: —Tienes condones y lubricante, ¿verdad? —Es una broma, ¿verdad? Estoy más que preparada. —Abrí el cajón de nuestra mesita, junto a la cama. Dentro había una nueva caja de condones y una botella medio empezada de KY Jelly, que había usado a veces con Pete. Él podía no haber estado con un chico por un largo tiempo,

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pero disfrutaba de un consolador en el culo de vez en cuando, y yo estaba muy feliz de ayudar. Tomé un condón y el lubricante, y me volví para encontrar a Bryan acercándose a Pete, frotando sus penes, sus bolas chocando entre sí. Vi el vello claro de Bryan mezclado con los rizos oscuros de Pete, y sentí una oleada de electricidad hasta mi coño. ¡Esto era mejor que cualquier porno gay que hubiera encontrado en línea! Las manos de mi marido habían rodeado el pene de Bryan, así como el suyo, que estaba recubierto de mi saliva. Me rocié un poco de lubricante en la mano y salté a la palestra. De pie, a un lado, tomé ambos penes con mis manos, primero trabajé a Bryan, hasta dejarlo bien húmedo, luego me concentré en Pete, lubricándolo. Había sido fiel a Pete desde que empezamos a salir, por lo que el pene de Bryan se sentía nuevo y emocionante para mí, sus bolas un territorio por explorar, la cabeza de su pene implorando por ser saboreado. Pero este trío era para Pete, no para mí, así que rodeé con mis manos sus erecciones y apreté. Bryan tomó mis puños, frotando entre nuestras palmas el pene de Pete. Pete suspiró y se incorporó sobre los codos para tener una mejor vista, mientras se empujaba a sí mismo fuera del colchón. —Maldita sea, eres grande —dijo, cuando la verga de Bryan se frotó contra él—. Estoy un poco desesperado, ¿bien? Porque quiero esta mierda en mi culo, ahora. —Como quieras —dijo Bryan con una sonrisa.

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Saqué el condón y lo acomodé en el grueso pene, y luego añadí más lubricante a lo largo de su longitud. Trabajé en el, amasando con más fuerza, y él jodió mi mano, apoyándose con una mano en mi hombro. —Sí, eso es bueno —gimió, empujando mis dedos—. Dios, sabes cómo manejar a un hombre. —Debería —bromeé—. He estado haciendo esto ¿durante cuánto tiempo, cariño? —Ella es malditamente buena —dijo Pete—. Pero eso no es para Sheila. Eso es todo para mí ¿recuerdas? —¿Cómo podría olvidarlo? —Bryan guió su pene por debajo de las bolas de Pete. Mi dedo lubricado encontró su ano, lo provoqué, coqueteé y estiré un poco antes de mantenerlo abierto para Bryan. Sentí la cabeza de su pene desplazándose entre mi pulgar y el índice. En la cama, Pete arqueó su espalda y suspiró, apretando las sábanas con las manos. —Sí, sí, sí. —Lloró cuando Bryan se metió en él. Bryan se movió hacia delante, empujando su pene completamente en el culo de mi marido. Di un paso atrás, fuera del camino, todo mi cuerpo en llamas al verlos moverse lentamente para entrar en sintonía. Mi mano se desvió hacia mi entrepierna y presioné mi clítoris a través de la tela de las bragas. La lujuria me arrasó, y comencé a acariciarme, igualando su ritmo. Los gemidos de Pete eran orgásmicos, y la manera en que Bryan gruñía con cada embestida me excitaba. El pene de mi marido se elevaba rígido desde su ingle; Bryan envolvió una mano alrededor de el

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y tiró, mientras que con la otra se afirmó en la cadera de Pete. Me quité las bragas y deslicé un dedo entre mis piernas. Mi clítoris chisporroteó cuando mi dedo rozó contra él, y luego se zambulló en mi propia apretada humedad. Con una rodilla sobre la cama, metí los dedos en mi coño y me froté uno de los pechos con la mano libre, endureciendo mis pezones. La emoción me recorrió al ver a mi marido siendo follado por su mejor amigo, pero no estaba satisfecha solo con mirar. Quería ser parte de la acción. Mis dedos estaban mojados con mis propios jugos cuando los saqué y me subí al pecho de Pete. Montándolo, me incliné y besé su frente. —¿Estás preparado para más? —murmuré. En respuesta, sus manos aparecieron bajo mi ropa interior para tomar mis pechos. Le gustaba jugar con ellos durante el sexo, incluso cuando él era el único receptor de las atenciones. Me pellizcó los pezones erectos, luego tomó la lencería y la tiró a un lado. —Dame —gruñó, atrayéndome hacia él, con la boca abierta, para tomar tanto como pudiera de mi pecho. Su lengua se deslizó sobre mi pezón. Yo estaba por encima de él, muy consciente de mi culo abierto hacia Bryan. Mientras Pete se amamantaba de mi teta, Bryan pasó su mano por la curva de mi columna vertebral, y luego zambulló unos dedos curiosos en mi coño, follándome. Se sentían grandes, ásperos y extraños dentro de mí, y yo me balanceaba alrededor de ellos, ansiosa por más. —Sí, sí. —Lloré, llevándolo más adentro.

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Pete se movió debajo de mí. —Siéntate en mi pene —dijo—. Vamos a hacer de esto un trío real. Me levanté, soltándome de Bryan, y maniobré rápidamente hacia atrás hasta que mi coño mojado estuvo sobre el monte de venus de Pete. Alcanzando detrás de mí, encontré el duro pene de Pete, pero la mano de Bryan ya estaba allí. —Ponte de rodillas —me dijo—. Lo guiaré dentro tuyo. Hice lo indicado y sentí el roce de sus dedos cuando empujó la cabeza del pene de Pete, deslizándola en su lugar. Era como llegar a casa, como una máquina bien engrasada. Me senté, tomando todo de él en mi interior, y sus manos bajaron de mis pechos hasta mi clítoris. Eso dejó mis pechos libres, y las manos de Bryan no se quedaron ociosas. Llegó a mí alrededor, agarró mis pechos, un poco más o menos, claro, pero era nuevo en esto, y yo tenía que admitir que la presión adicional realmente me excitaba. Frotó mis pechos, presionándose contra mí, conforme empujaba el trasero de Pete. Su empuje hacia adelante empujó a Pete dentro de mí, y yo me moví en lentos movimientos circulares hacia el clímax. —Así —le dije a Bryan, tomando sus manos entre las mías. Puse la punta de sus dedos en mis pezones, y lo sentí inhalar bruscamente ante la sensación—. Suavemente. Sé gentil. —Me pellizcó, acarició y frotó, amasando mis pechos, mis pezones tan duros como diamantes en sus palmas. Me eché hacia atrás balanceándome sobre Pete y puse mi cabeza en el fuerte hombro de Bryan.

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Él me sostuvo cerca mientras jodía a mi marido. Pete frotó mi clítoris con una mano, trabajándome duro, como me gustaba, mientras lo sentía pulsar en mi vientre. Me sentía llena, extasiada por el hombre que amaba, mientras otro tocaba mi cuerpo, descubriendo los placeres de las ‘mujeres’ por primera vez. Nos movimos en un ritmo sensual, complejo, cada uno consiguiendo lo que quería de los demás, mientras subíamos juntos en nuestra búsqueda de la liberación. ***** Más tarde, los tres nos acurrucamos en la cama, con Pete en el medio. Él tenía un brazo alrededor de los hombros de Bryan, el otro alrededor de mi espalda, sosteniéndome cerca. Yo sabía que estaba exhausto y dolorido, nuestro acoplamiento pareció durar horas, pero solo porque quisimos ir más lento que el ritmo normal, furioso. La cabeza de Bryan estaba escondida bajo la barbilla de Pete, su brazo sobre el pecho mi marido, su mano agarrando uno de mis senos con ternura. Yo, que tenía una mano bajo las sábanas, alternativamente acariciaba el pene de Pete, después el de Bryan, que descansaba sobre el muslo de mi marido. Con todo, creo que fue una buena noche. —Me gustaría que durase para siempre —murmuró Bryan. Pete se rió. —Fue un negocio de una sola vez. Gracias.

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Besó la parte superior de la cabeza de Bryan y enseguida se volvió hacia mí. Me miró y puso un beso en mis labios. —Y gracias a ti, cariño. No recordaba todo lo que me había perdido por no estar con un chico. Fue cien veces mejor con mi mujer a bordo. Me acurruqué contra él, mi mano apretando el pene de Bryan. Incluso flácido, todavía tenía un tamaño formidable. Me pregunté si no podría ser persuadido en algún momento de meter ese espesor en algo un poco más suave y más húmedo que el agujero arrugado de Pete. Algo, tal vez, como yo. —Sabes... —me aventuré— no había ninguna regla que dijera que solo podíamos hacerlo una vez. Pete frunció el ceño. —Pero dijiste... —Sé lo que dije, pero tal vez he cambiado de opinión. —Bryan me dio un guiño, y a continuación, sonreí a mi marido—. Soy una mujer, cariño. Estoy autorizada para cambiar de opinión todas las veces que quiera. ¿Cuánto tiempo hemos estado casados? El súbito temor que cruzó su rostro me dijo que no podía hacer matemáticas rápidamente. —Lo suficiente como para saber que siempre tienes razón. — Esquivó. A su lado, Bryan silbó.

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—Hombre inteligente. Bien, si tú dices que quieres que lo hagamos de nuevo, no me quejaré. En mi mano, su pene se endureció, y donde mi brazo descansaba junto al pene de Pete, pude sentir su contracción, mostrando su interés también. La idea de tener sexo con dos hombres de nuevo sacudió mi cuerpo con anticipación y no podía esperar para ver los placeres que tendríamos por delante.

Fin

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Staff Traductora Leluli

Correctora Lilith

Diseñadora Leluli

Lectura Final Pily1 39

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Acerca de la autora Mi nombre es Shawna Jeanne, y escribo romance erótico con personajes femeninos picantes que saben lo que les gusta y no tienen miedo de tomar el control en

situaciones

contienen

sexuales.

escenas

consensuales

donde

Mis

historias

sexuales

gráficas

participan

parejas

bisexuales o lesbianas.

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Esperamos que lo hayas disfrutado y nos acompañes en el próximo libro. Si quieres saber más de nosotros o formar parte de nuestro equipo puedes contactarnos en: [email protected]

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