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udios introductorios de ouis Laville Mendell t., CLACSO fJ) Universidad Nacional de General Sarmiento ------------

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CLACSO

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Universidad Nacional de General Sarmiento

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El lugar de las economías en las sociedades (1957)*

Son muy pocos los científicos sociales que hoy aceptan sin reparos el ingenioso punto de vista de la Ilustración: el hombre prístino que pacta sus libertades y trueca sus mercanCÍas en montes y junglas para formar una sociedad y una economía propias. Los descubrimientos de Comte, Quetelet, Marx, Maine, Weber, Malinowski, Dukheim y Freud han contribuido a ampliar nuestra visión del proceso social, entendido como una trama de relaciones entre el hombre, en cuanto entidad biológica, y la extraordinaria estructura de símbolos y técnicas resultante del mero hecho de conservar su existencia. Pero si bien hemos descubierto la realidad de la sociedad, este nuevo conocimiento no ha producido una visión de esta que sea comparable, al menos en popularidad, a la imagen tradicional del individualismo atomístico. En toda coyuntura importante, volvemos a incurrir en las viejas racionalizaciones, según las cuales el hombre no es sino un átomo utilitario; un error que en ninguna parte es tan evidente como en nuestras ideas acerca de la economía. Cuando aborda la economía en cualquiera de sus diversos aspectos, el científico social se ve limitado por una herencia intelectual que concibe al hombre como una entidad dotada de una propensión innata al trueque yal intercambio, es decir, a canje~r una cosa por otra. Una herencia que todaVía pesa, a despecho de todas las protestas contra el "hombre económico" y de las tentativas intermitentes de proporcionar un marco social a la economía. El racionalismo económico, del que somos herederos, postula un tipp de acción "económica" sui generis. Conforme a este punto de vista, el actor -sea el hombre, la familia o la sociedad ensu conjunto- se enfrenta a un entorno natural que no proporciona de inmediato los elementos necesarios para la vida. La acción económica -o, más precisamente, la acción de economizar, la esencia de la racionalidad- se considera entonces como una forma de disponer del ti~mpo y de la energía con miras a lograr el máximo de objetivos en la relación • Versión original: KarJ Polanyi, Conrad Arensberg, y Harry Pearson, "The Place of Economies in Society", en Trade and Markets in the Early Empires. Economies in History and Theory, Glencoe, Illinois, The Free Press; 1957, pp. 239-242.

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del hombre con la naturaleza. Y la economía es el lugar en el que se lleva a cabo dicha acción. Por cierto, se da por descontado que el funcionamiento de esta economía puede estar influido por otros factores de carácter no económico, sean políticos, militares, artísticos o religiosos. Pero el núcleo esencial de la racionalidad utilitaria continúa siendo el modelo de la economía. Esta versión de la economía como ellocus de las unidades que asignan, ahorran o comercializan los excedentes, formando los precios, se originó en el entorno occidental del siglo XVIII y es, en rigor, pertinente bajo los arreglos institucionales del sistema de mercado, pues en este caso las condiciones satisfacen, en cierta medida, los requisitos establecidos por el postulado economicista. Pero ¿nos permite este postulado deducir la generalidad del sistema de mercado en el ámbito de los hechos empíricos? La respuesta de la economía formal sobre la aplicabilidad históricamente universal del sistema de mercado"es afirmativa. Por lo tanto, se afirma la presencia virtual de un sistema de mercado en toda sociedad, al margen de que tal sistema esté empíricamente pr~sente o no. Toda economía humana debe entonces ser vista como un potencial mecanismo de oferta-demanda-precio y, en consecuencia, explicar los procesos reales, cualesquiera que sean, en términos de esta hipóstasis. Si la investigación empírica va a contribuir a nuestra comprensión tanto del funcionamiento básico de la economía como de la posición que ocupan sus diversas formas en diferentes sociedades, es preciso entonces poner a prueba la relevancia de este postulado economicista. Si enfocamos el proceso económico desde la posición estratégica del nuevo conocimiento sobre la realidad de la sociedad, comprobamos que no hay una relación necesaria entre la acción de economizar y la economía empírica. La estructura institucional de la economía no obliga necesariamente, como en el caso del sistema de mercado, a economizar. Difícilmente podrían tener un mayor alcance las implicaciones de esta idea para todas las ciencias sociales qué se ocupan de la economía, pues exige nada más y nada menos que analizar la economía humana, en cuanto proceso social, desde un punto de partida fundamentalmente distinto. En procura de un nuevo comienzo, reemplazamos el economizar por el significado sustantivo del término "lo económico", por anacrónico que parezca. Ello no implica hacer caso omiso del uso popular de "lo económico", en el que el economizar se combina con la materialidad, sino señalar, simplemente, la aplicabilidad limitada de esa composición del sentido común. El ~ombre, sea racional o no, si no come, se muere de hambre. Pero su segurIdad, su educadón, el arte que practica y la religión que profesa también requieren de medios D;lateriales, armas, escuelas, templos de madera, piedra o acero; un hecho que, ciertamente, jamás se ha pasado por alto. Una y otra vez se dijo que la "economía" debería sustentarse en la satisfacción de todas las necesidades materiales del hombre: por un lado, sus necesidades materiaJes, por el otro, los medios para satisfacer esas necesidades, sean materiales o no.

Tal como los entendidos en el tema reconocen unánimemente, todos los intentos de instaurar tal economía naturalista fracasaron. La razón es muy simpIe. Ningún concepto meramente naturalista puede competir de modo alguno con el análisis económico en cuanto a explicar los mecanismos propios de la subsistencia en un sistema de mercado. Y dado que la economía en general se equiparaba con el sistema de mercado, las ingenuas tentativas de reemplazar el análisis económico por un esquema naturalista caYeron en descrédito. Pero ¿era este un argumento concluyente contra el uso del concepto sustantivo de la economía en las ciencias sociales? De ninguna manera. Se soslayaba el hecho de que la teoría económica, el análisis económico o la ciencia económica misma, es solo una de las tantas disciplinas que se ocupan de la subsistencia del hombre desde un punto de vista material, es decir, la economía. En realidad, no es más que el estudio de los fenómenos del mercado; además de las simples generalidades, su pertinencia para cualquier sistema que no sea el del mercado -por ejemplo, una econoD;lÍa planificada- es insignificante. ¿Cuál es la utilidad para el antropólogo de desenmarañar la economía de los tejidos generales de una sociedad regida por un sistema de parentesco? En ausencia de mercados y de precios fijados por el mercado, el aporte del economista de poco le sirve a quien estudia las economías primitivas; de hecho, puede ser incluso un obstáculo para su trabajo. O consideremos al sociólogo que se enfrenta a la cuestión del lugar cambiante ocupado por las economías en las sociedades en conjunto. A menos que nos ciñamos a tiempos y regiones en los que existen mercados formadores de precios, la economía no le puede ofrecer ninguna orientación valiosa. Ello es aún más cierto en el caso del historiador de la economía, salvo en esa delgada franja de unos pocos siglos durante los cuales se generalizaron los mercados formadores de precios y, en consecuencia, la moneda como medio de cambio. La prehistoria, la historia arcaica e incluso -según lo proclamó por primera vez Karl Bücher-la historia entera, aparte de estas últimas centurias, tuvo economías cuya organización difería de todo cuanto dan por sentado los economistas~ Y ahora comenzamos a vislumbrar que es posible reducir la diferencia a una sola cuestión: la falta de un sistema de mercados que fijan los precios. En toda la gama de las disciplinas económicas, el punto c!.e interés común está determinado por el proceso mediante el"cual se satisfacen las necesidades materiales. Solo se puede ubicar dicho proceso y examinar cómo opera si se cambia el énfasis de un tipo de acción racional a la configuración de los movimientos de bienes y personas que constituyen realmente la economía. Pero una cosa es desplazar las ciencias naturales de un marco conceptual a otro y otra muy distinta hacerlo en las ciencias sociales: sería lo mismo que reconstruir una casa, sus cimientos, paredes, cañerías, etcétera, mientras se ,continúa viviendo en ella. Es preciso librarnos de la idea, tan arraigada, de que la economía es un campo de experiencia del cual los seres humanos han

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sido siempre y necesariamente conscientes. Metafóricamente hablando, los hechos de la economía estaban origihalmente encastradosen situaciones que no eran en sí mismas de carácter económico; ni los fines ni los m~dios eran princip.ilinente m~te~iales. La cristalización del concepto de la economía, ' fue una cuestión de tiempo y de historia. Pero ni el tiempo ni la historia nos proporcionaron las herramientas conceptuales requeridas para penetrar en el laberinto de las relaciones sociales en las que se hallaba encastrada la economía. Esta es la tarea de lo que aquí denominaremos análisis institucional.

La economía como proceso instituido (1957)*

En este capítulo, nuestro propósito fundamental es determinar qué significado puede adscribirse de manera consistente al término "económico" en todas las ciencias sociales. Cualquier intento en este sentido debe partir del simple reconocimiento de un hecho: cuando se refiere alas actividades humanas, el término "económico" es una composición de dos significados cuyas raíces son independientes. Los denominaremos significado sustantivo y significado formal. El significado sustantivo se desprende de la dependencia del hombre, para su subsistencia, de la naturaleza y de sus semejantes. Alude al intercambio con el entorno natural y social en tanto el resultado de ese intercambio le proporciona los medios para satisfacer sus necesidades materiales. El significado formal se deriva de la relación entre medios y fines tal como aparece, por ejemplo, en las palabras "economizar" y "económico". *. Se refiere a la situación determinada de elegir, esto es, a la elección entre los distintos usos de los medios inducida por la insuficiencia de dichos medios. Si llamamos lógica de la acción'racional a las reglas que determinan la elección de los medios, podemos entonces denominar esta variante de la lógica con un término improvisado, como el de economía formal. Los dos significados de "lo económico", ,el sustantivo y el formal, no tienen nada en común. El último proviene de 1