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PIES DE CIERVA H. HURNARD

PARTE PRIMERA “Son mis lágrimas mi pan de día y de noche” (Salmo 42,4)

1. Invitación a los lugares altos Esta es la historia de cómo Miedosa escapó de sus parientes Temerosos y fue con el Rey-Pastor a los lugares altos, donde el “perfecto amor echa fuera el temor”. Este era un personaje extraordinario, pues siendo soberano absoluto de aquellos territorios donde se desenvuelve nuestra historia, debido a un gran afecto que sentía por todos sus súbditos, decidió dejar la capital de su Reino, con toda su grandeza, y bajar al valle para vestir el humilde traje de pastor, con el fin de conocer más de cerca y poder ayudar mejor a su pueblo en sus necesidades. Sobre todo la suprema necesidad de vencer el temor, ya que la región donde Miedosa residía se llamaba el “Valle de la Humillación” y por consiguiente, aunque no lo pareciera, pues todos hacían lo mejor posible para disimularlo y aparentar alegría, vivían todos aterrados ante el inevitable fin que les esperaba, tratando de sacar el mejor provecho posible de su pasajera existencia. Pero cuanto más lo procuraban menos lo lograban, y su condición era de lo más 2

miserable, correspondiendo bien a los nombres con que son designados en la presente alegoría. Por algún tiempo Miedosa había estado al servicio del ReyPastor, viviendo con sus amigas y compañeras Misericordia y Paz en una pequeña casita blanca situada en el pueblecito junto al río Pánico. Le gustaba mucho su trabajo y deseaba intensamente poder complacer al Rey-Pastor, pero aunque era feliz de muchas maneras desde que entró a su servicio, era consciente de varias cosas que le estorbaban en su trabajo y le causaban mucho disgusto y vergüenza en lo secreto de su corazón. En primer lugar era fea, mal formada; con los pies tan torcidos que a menudo la hacían cojear y tropezar durante su trabajo. Tenía también el defecto de una boca deforme que desfiguraba en gran manera, tanto su expresión como su habla, y estaba tristemente consciente de que estos defectos suscitaban repugnancia y menosprecio a muchos que sabían que estaba al servicio del gran Rey-Pastor. Por eso anhelaba grandemente la liberación de estos defectos para venir a ser tan bella, graciosa y fuerte como lo eran algunos de los otros obreros de su insigne Amo, y sobre todo venir a ser ella misma semejante al ReyPastor. Pero temía que no pudiera haber liberación de esos tremendos desfiguramientos y que ellos continuaban malogrando su servicio. Había otra dificultad aún más grande en su vida. Ella era miembro de la familia de los Temerosos, y sus parientes se hallaban esparcidos por todo el valle, de modo que en realidad nunca podría librarse de ellos. Siendo huérfana había sido criada en la casa de su tía la pobre señora Pesimista, con sus dos primos, Malhumorado y Apocado y el hermano de éstos su primo Malicioso, que era un gran pendenciero, quien 3

habitualmente la atormentaba y perseguía sin dejarla tranquila. Como muchas de las otras familias que vivían en el Valle de la Humillación, todos los Temerosos odiaban al Rey-Pastor y trataban de boicotear a sus siervos, y naturalmente era para ellos una gran ofensa que uno de su propia familia hubiese entrado a su servicio. En consecuencia, hacían todo lo que podían, ya sea por amenazas y persuasiones para sacarla de su empleo. Un triste día le presentaron el fallo familiar de que debería casarse con su primo Malicioso e instalarse respetablemente entre su propia gente. Si rehusaba a hacerlo de su propia voluntad, ellos la amenazarían y la obligarían. La pobre Miedosa se sentía por supuesto horrorizada con la mera idea de ello, pero sus parientes siempre la habían aterrado y nunca habían aprendido a resistir o a ignorar sus amenazas. Así que aparentó someterse, pero repitiendo en su interior una y otra vez que nada la induciría a casarse con Malicioso, aunque no era capaz de escapar de su presencia. La desagradable entrevista duró bastante tiempo, y cuando finalmente la dejaron por un momento, ya eran las primeras horas de la noche. Con un respiro de alivio, Miedosa recordó que el Rey-Pastor estaría entonces guiando sus rebaños a sus acostumbrados lugares donde bebían agua, junto a una hermosa cascada y estanque en el confín del pueblo. Ella estaba acostumbrada a ir a este lugar cada día muy temprano por la mañana para encontrarle y escuchar sus deseos y mandamientos para el día, y otra vez, en los atardeceres iba para dar un informe del trabajo del día. Ahora mismo era hora de encontrarle junto al estanque, y sintió que seguramente El podría ayudarle y no permitir a sus parientes que la secuestraran y la forzaran a dejar su servicio, sujetándola a la esclavitud horrorosa que resultaría de su casamiento con Malicioso. 4

Aún sacudida con temor y sin tiempo para enjugar las lágrimas de su rostro, Miedosa cerró la puerta de la casita y comenzó a encaminarse hacia la cascada y el estanque. La quieta luz del atardecer estaba cubriendo el Valle de sombra de Muerte con un brillo dorado, cuando ella dejó el pueblo y comenzó a cruzar los campos. Más allá del río, las montañas que limitaban el lado este del valle como torres de defensa, se veían ya teñidas de rosa, y sus profundas gargantas estaban llenas de bellas y misteriosas sombras. En la paz y tranquilidad de este calmo atardecer, la pobre y aterrada Miedosa llegó al estanque donde el Rey-Pastor la estaba esperando, y le contó acerca de su horrible compromiso. ¿Qué puedo hacer? decía llorando cuando terminó su explicación. ¿Cómo podré escapar? Ellos realmente no me pueden forzar a casarme con mi primo Malicioso, ¿no es así? ¡Oh! exclamaba ella, apesadumbrada con el solo pensamiento de tal perspectiva, ya es suficientemente horrible ser Miedosa, pero pensar en ser la señora de Malicioso por el resto de mi vida y que nunca podré escapar del tormento que ello significa, es más de lo que yo puedo soportar. No temas, dijo amablemente el Pastor, tú estás en mi servicio, y si confías en mí ellos no serán capaces de forzarte contra tu voluntad a hacer ninguna alianza familiar. Pero nunca debes permitir que tus parientes Temerosos se metan en tu casita, porque son enemigos del Rey-Pastor, que te ha tomado para su tarea. Lo sé, oh, lo sé, lloraba Miedosa, pero siempre que encuentro a cualquiera de mis parientes parece que pierdo mis fuerzas y simplemente no les puedo resistir, no importa cuánto procure hacerlo. Mientras viva en el Valle no puedo evitar el encuentro con ellos. Están por todas partes y ahora que han determinado someterme a su poder, nunca me atreveré a salir fuera de mi casita por temor a ser secuestrada.

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A medida que hablaba levantó sus ojos y miró a través del Valle y el río a los hermosos picos iluminados por el sol crepuscular, y entonces exclamó en un anhelo desesperado: ¡Oh, si tan sólo pudiera escapar de este Valle de la Humillación para siempre e ir a los Lugares Altos, completamente fuera del alcance de los Temerosos y mis otros parientes! No había acabado de pronunciar estas palabras cuando con total asombro de su parte el Pastor contestó: He esperado por largo tiempo oírte hacer tal sugerencia, Miedosa, sería de verdad lo mejor para ti dejar el Valle de la Humillación por los Lugares Altos, y Yo estaría muy complacido de guiarte hacia ese lugar. Los declives más bajos de esas montañas al otro lado del río son las fronteras del Reino de mi Padre, el Reino del Amor. Allí no existen temores de ninguna clase porque “el perfecto amor echa fuera el temor y todo lo que atormenta”. Miedosa le miró con asombro. ¡Ir a los Lugares Altos! exclamó. ¿Y vivir allí? ¡Oh, si solamente pudiera! Por los últimos meses este anhelo nunca me ha abandonado. Pienso en ello día y noche, pero no es posible. Nunca podría llegar allí. Estoy demasiado estropeada. A medida que hablaba miró hacia abajo a sus pies malformados y otra vez sus ojos se llenaron de lágrimas y le sobrevino la desesperación y la autocompasión. Las montañas son tan escarpadas y peligrosas. Me dijeron que sólo los pies de ciervos pueden moverse con seguridad en esos lugares. Es muy cierto que eso de subir a los Lugares Altos es a la vez difícil y peligroso, dijo el Rey-Pastor. Tiene que serlo, para que ningún enemigo del Amor pueda ascender e invadir el Reino. Nada imperfecto o defectuoso es admitido allí, y los habitantes de los Lugares Altos necesitan “pies de ciervo”, Yo mismo los tengo, añadió con una sonrisa, y como un joven ciervo o un corzo, puedo ir brincando por las montañas y saltando sobre las colinas con la más grande facilidad y placer. Pero Miedosa, yo podría hacerte esos pies 6

también a ti, y colocarte sobre los Lugares Altos. Podrías servirme entonces de forma más completa y estar fuera del alcance de todos tus enemigos. Estoy contento de oír que has estado anhelando subir allá, y, como dije antes, he estado esperando que tú hicieras esta sugerencia. Entonces, agregó con otra sonrisa, nunca más tendrás que encontrarte con Malicioso si vienes allí. Miedosa le miró con sospecha. Hacer mis pies como de cierva, repitió, ¿cómo puede ser esto posible? ¿y qué dirán los habitantes del Reino del Amor ante la presencia de una pequeña maltrecha con una cara fea y una boca torcida, si nada imperfecto y feo puede habitar allí? Es verdad, dijo el Pastor, que tú tendrás que ser cambiada antes de que puedas vivir en los Lugares Altos, pero si es que tienes deseos de ir conmigo, te prometo ayudarte a desarrollar los pies de cierva. Allí arriba en las montañas, a medida que te acercas al sitio real de los Lugares Altos, el aire es fresco y vigorizante. Fortalece todo el cuerpo y hay manantiales con maravillosas propiedades curativas, de modo que aquellos que se bañan allí todos sus defectos y deformidades desaparecen. Pero hay otra cosa que debo decirte. No sólo tengo que hacer tus pies como de cierva, sino que también tendrás que recibir otro nombre, puesto que sería imposible para una Miedosa, así como a cualquier otro miembro de la familia de los Temerosos, el entrar en el Reino del Amor. ¿Deseas ser completamente cambiada, Miedosa, y recibir el nuevo nombre si te hace una ciudadana del Reino del Amor? Ella asintió con su cabeza y dijo muy seriamente: Sí, lo deseo. Nuevamente Él sonrió, pero añadió seriamente: Todavía hay una cosa más, la más importante de todas. A nadie se le permite morar en el Reino del Amor, a menos que tenga la flor del Amor ya floreciente en su corazón. ¿Ha sido plantada la flor del Amor en 7

tu corazón, Miedosa? Cuando el Rey-Pastor decía esto la miraba muy fijamente y ella se daba cuenta que Sus ojos estaban hurgando dentro de las mismas profundidades de su corazón, y conocía todo lo que había allí mucho mejor que ella misma. Por largo tiempo guardó silencio y no respondió, pues no estaba segura de lo que podría decir, sino que más bien miró vacilante a los ojos que la observaban en forma tan penetrante y se apercibió que los mismos tenían el poder de reflejar aquello sobre lo cual miraban. Así ella pudo ver su propio corazón como Él lo veía, por lo tanto, después de una larga pausa contestó: Creo que lo que está creciendo allí es un gran anhelo de experimentar el gozo del amor humano, natural, y de aprender en forma suprema el amor hacia una persona que me ame recíprocamente. Pero quizás este deseo, natural y bueno como parece no es el amor del cual tú está hablando. Hizo una nueva pausa y entonces añadió honestamente y casi temblando: Yo veo creciendo en mi corazón el anhelo de ser amada y admirada, Rey-Pastor, pero no creo que esa sea la clase de amor del que tú estás hablando, por lo menos, no es nada parecido al amor que puedo ver en ti. Entonces, ¿me dejarás plantar la semilla del Amor verdadero allí y ahora? preguntó el Rey-Pastor. Tomará algún tiempo para que desarrolles los pies de cierva y puedas escalar los Lugares Altos, y si yo pongo la semilla en tu corazón ahora estará lista para florecer para el tiempo que tú llegues allí. Miedosa se encogió y retrocedió un tanto. Tengo miedo, dijo, oí decir que si en realidad amas a alguien le estás dando poder a ese ser para herirte y causarte dolor como nadie más puede hacerlo. Eso es verdad, asintió el Rey-Pastor. Amar significa someterte al poder de la persona amada y volverte muy vulnerable al dolor, y tú le tienes mucho miedo al dolor, ¿no es así? Ella asintió con aire 8

triste y entonces dijo con cierta vergüenza: Sí, tengo mucho miedo. Pero es tan maravilloso el amar, dijo el Rey-Pastor con calma es tan maravilloso amar, aun si tú no eres amada recíprocamente. Hay dolor, ciertamente, pero el amor no lo toma en cuenta como algo muy importante. Miedosa pensó súbitamente que Él tenía los ojos más pacientes que jamás hubiera visto. Al mismo tiempo, había algo en ellos que le herían en su corazón, a pesar de que no podía decir porqué, pero aún permanecía en una actitud de retraerse con temor y decir (pronunciando las palabras muy rápidamente porque en alguna manera estaba avergonzada de las mismas): Nunca me atrevería a amar a menos que estuviese segura de ser amada recíprocamente. Si te dejo plantar la semilla del Amor en mi corazón, ¿me darás la promesa de que ese amor me será devuelto? No podría sobrellevarlo de otra manera. La sonrisa con la cual Él la miró era la más amable y dulce que jamás había visto, pero nuevamente, y por la misma razón indefinible que la vez anterior, trató de hacerla reaccionar. Sí, dijo Él sin dudar, te prometo que cuando la planta del Amor esté para florecer en tu corazón y cuando estés lista para cambiar tu nombre, entonces serás amada. Un estremecimiento de gozo le sacudió de los pies a la cabeza. Parecía demasiado maravilloso para creerlo, pero el Rey-Pastor mismo era quien estaba haciendo la promesa, y de una cosa estaba ella bien segura, Él no podía mentir. Por favor, planta el Amor en mi corazón ahora, dijo ella débilmente. Pobre alma, todavía estaba muy temerosa, aun cuando se le había prometido la cosa más grande del mundo.

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El Rey-Pastor puso una mano en Su pecho, y sacó algo que dejó en la palma de Su otra mano. Entonces extendió esta mano hacia donde estaba Miedosa, y dijo: He aquí la semilla del Amor. Ella se inclinó para mirar, dio un pequeño grito de espanto y retrocedió. Ciertamente había una semilla en la palma de Su mano, pero tenía exactamente la forma de una espina larga y puntiaguda. Miedosa había notado muchas veces que las manos del Pastor estaban heridas y llenas de cicatrices, pero ahora veía que la cicatriz en la palma de la mano que sostenía la semilla tenía la misma forma y tamaño de la semilla del Amor que estaba allí. La semilla parece muy aguda, dijo ella apocada, ¿no me herirá si la pones dentro de mi corazón? El le respondió gentilmente: Es tan aguda que se introduce muy rápidamente, y es más Miedosa, ya te he advertido que el Amor y el Dolor van juntos, por lo menos por un tiempo. Si vas a conocer el Amor, debes conocer también el dolor. Miedosa miró a la espina y se estremeció. Entonces miró al rostro del Pastor y recordó las palabras que había oído: “Cuando la semilla del Amor en tu corazón esté lista para florecer, podrás ser amada” y un nuevo y extraño valor se apoderó de ella. Súbitamente dio un paso adelante, desnudó su pecho y dijo: Por favor, planta la semilla aquí en mi corazón. Su rostro se iluminó con una sonrisa de gozo y El dijo con una nota de regocijo en Su voz: Ahora estarás capacitada para ir conmigo a los Lugares Altos y ser una ciudadana del Reino de mi Padre, sin impedimentos ni temor. Entonces El presionó la espina dentro de su corazón. Tal como le había dicho, le causó un dolor penetrante, pero la metió muy rápidamente y entonces, de pronto, una dulzura como nunca antes había imaginado se apoderó de ella. Era una dulzura con un dejo amargo, pero lo dulce era más fuerte. Ella pensó en las palabras del Rey-Pastor: “Es tan maravilloso el poder amar”, 10

y sus pálidas mejillas súbitamente se encendieron de tono rosa y sus ojos brillaron. Por un momento Miedosa no parecía asustada en absoluto. La boca torcida se había vuelto en una curva armoniosa, y los ojos brillantes y rosadas mejillas la hacían casi hermosa. Gracias, gracias, decía llorando de rodillas a los pies del Rey-Pastor. ¡Qué bueno eres! No hay nadie en todo el mundo tan bueno y amable como Tú. Iré contigo a las montañas. Confiaré en Ti para que hagas mis pies como de cierva y me coloques en los Lugares Altos. Yo estoy más gozoso que tú, dijo el Rey-Pastor, y ahora estás actuando realmente de manera que pueda cambiar tu nombre. Pero hay una cosa más que debo decirte. Yo mismo te llevaré al pie de las Montañas, de manera que no habrá peligro de parte de tus enemigos. Después de esto, dos compañeras especiales que Yo he elegido te guiarán y ayudarán en todos los lugares difíciles y escarpados mientras tus pies estén todavía lisiados y tengas que cojear y andar despacio. Tú no me estarás viendo todo el tiempo, Miedosa, pues como te he dicho, Yo estaré saltando por las montañas y las colinas, y al principio no estarás capacitada para acompañarme o mantener el ritmo conmigo. Eso vendrá después. Sin embargo, debes recordar que tan pronto como alcances los declives de las montañas hay, un maravilloso sistema de comunicación de un confín a otro del Reino del Amor, y Yo podré oírte cuando me hables. Siempre que me llames para que te ayude te prometo acudir enseguida. Al pie de las montañas Mis dos siervas a quienes he elegido para ser tus guías te estarán esperando. Recuerda. Yo las he escogido con gran cuidado, como las dos más capaces de ayudarte y asistirte para que puedas desarrollar pies de cierva. Tú las aceptarás con gozo y les permitirás ser tus ayudantes, ¿no es así? Oh, sí, contestó ella sonriéndole gozosa. Yo estoy bien segura de que Tú sabes mejor y lo que quieras 11

escoger para mi está bien. Entonces añadió con regocijo: Siento como que nunca volverá a temer otra vez. El miró con dulzura a la pequeña pastorcita quien había recibido recientemente la semilla del Amor en su corazón y que se estaba preparando para ir con Él a los Lugares Altos, y al mismo tiempo la contempló con una gran comprensión. Él conocía interiormente todos los rincones de su desolado corazón, mucho mejor de lo que ella misma se conocía. Nadie era capaz de comprender mejor que Él, pero que el hecho de crecer hasta poder recibir un nuevo nombre es un proceso largo, no se lo dijo. Miró con cierta piedad llena de ternura y compasión a sus mejillas encendidas y los ojos brillantes que tan pronto habían transformado la apariencia de la sencilla Miedosa. Entonces dijo: Ahora te puedes ir a casa y hacer los preparativos para partir. No debes tomar nada contigo, solamente deja todo bien en orden. No digas nada a nadie acerca de ello, puesto que un viaje a los Lugares Altos tiene que ser un asunto secreto. No puedo decirte el tiempo exacto cuando comenzaremos el viaje hacia las montañas, pero será pronto, y tú debes estar lista para seguirme a cualquier hora que vaya a tu casita a llamarte. Te daré una señal secreta, cantaré la canción del Pastor cuando pase frente a tu casita, y contendrá un mensaje especial para ti, cuando la oigas ven en seguida y sígueme. Entonces, cuando el sol ya se había ocultado dejando una llamarada de oro y rojo, las montañas del este estaban veladas en un gris nebuloso y las sombras comenzaban a alargarse, El se volvió y guió su rebaño hacia el redil. Miedosa retornó a su casa, con su corazón lleno de felicidad y entusiasmo, y con el sentimiento de que nunca más volvería a sentir temor. A medida que retornaba por los campos, cantaba una de las canciones de 12

un antiguo libro que el Rey-Pastor usaba muy a menudo. Nunca antes le había parecido tan dulce, tan apropiado. El «Cantar de los Cantares»... La más hermosa canción la canción de amor al Rey, más grande que Salomón. Su nombre es vaso quebrado que derrama dulce amor a los que amar desean, a través de su dolor. Atráeme en pos de ti electo del corazón; correremos muy felices, unida a Ti por amor. No me miréis con desdén porque morena soy yo que aunque manchada y maltrecha, el rey me encontró y amó. Y amante puso en mí, la semilla del amor que me hará, ¡oh, si, perfecta, como el clarear del sol!

Caminó cantando a través del primer campo y estaba por la mitad del próximo cuando vio a Malicioso que venía hacia ella. 13

Pobre Miedosa, por un instante había dejado de pensar en sus horribles parientes, y he aquí que ahora el más detestable de todos venía directamente hacia ella. Su corazón se llenó de un terrible pánico. Miró a derecha e izquierda, pero no había lugar posible donde esconderse, y además era demasiado obvio que él estaba viniendo directamente a su encuentro, puesto que tan pronto como la vio apresuró sus pasos y en unos momentos estaba justamente al lado de ella. Con un horror que le enfermaba el corazón le oyó decir: Bueno, ya has aparecido al fin, pequeña prima Miedosa. ¿Con qué vamos a casarnos, eh? ¿Qué piensas de ello?, y le apretó la mano jugando en apariencia, pero con la malicia suficiente como para hacerla suspirar y morder sus labios para aguantar un grito de dolor. Ella se paró, retrocedió y se estremeció con terror y repugnancia. Desgraciadamente, esto es lo peor que pudiera haber hecho, pues era obvio que el demostrar temor era lo que lo animaba a él a seguir atormentándola. Si ella le hubiera ignorado, pronto se hubiera cansado de molestarla y la hubiera dejado tranquila para ir en pos de otra presa. Sin embargo, en toda su vida, Miedosa nunca había sido capaz de ignorar a Malicioso. Ahora estaba completamente más allá de su poder el poder ocultar el terror que sentía. Su cara pálida y sus ojos aterrorizados tuvieron inmediatamente un efecto de estímulo en el deseo que él tenía de molestarla. Aquí estaba ella, sola y completamente a su merced. La agarró, y la pobre Miedosa dejó escapar un grito de pánico. Pero, en ese momento, Malicioso quedó paralizado y empezó a alejarse. El Rey-Pastor se había acercado sin ser visto y estaba parado junto a ellos. Una mirada a su rostro severo, a sus ojos chispeantes y al fornido garrote que tenía en su fuerte mano levantada era más que suficiente para que el pendenciero se 14

diera a la fuga. Malicioso se escabulló como un perro azotado, corriendo hacia afuera del pueblo, sin saber a dónde iba, solamente impelido por el instinto de encontrar un lugar seguro. Miedosa rompió a llorar. Por supuesto que ella debería de haber sabido que Malicioso era un cobarde, y que si solamente ella hubiera levantado su voz y llamado al Pastor él se hubiera alejado sin tocarla. Ahora su vestido estaba rasgado y desordenado, y sus brazos magullados por el apretón del insolente. Estaba sobrecogida de vergüenza por haber actuado conforme a su vieja naturaleza y a su viejo nombre, el cual ella esperaba que ya hubiera comenzado a cambiar. Parecía completamente imposible poder ignorar a los Temerosos y mucho menos resistirles. Ella no se atrevió a mirar al ReyPastor, pero si lo hubiera hecho, habría visto con qué compasión Él la estaba mirando. No se daba cuenta de que el Príncipe del Amor tiene muy tierna compasión hacia los que tienen miedo. Ella suponía que, como todos los demás, Él la estaba menospreciando por sus tontos temores, por lo tanto, solamente murmuró un vergonzoso: Gracias. Entonces, todavía sin mirarle, se fue cojeando lastimeramente hacia el poblado, llorando amargamente a medida que se repetía a sí misma: ¿De qué aprovecha siquiera pensar en ir a los Lugares Altos? Nunca podré alcanzarlos, puesto que la más pequeña cosa me hace volver atrás. Sin embargo, cuando al fin alcanzó la seguridad de su casita comenzó a sentirse mejor, y habiendo tomado su taza de té y su cena se sentía tan recuperada que era capaz de volver a recordar lo que había pasado esa tarde junto a la cascada y el estanque. De pronto recordó, con un brinco de maravilla y deleite, que la semilla del Amor había sido plantada en su corazón. Al pensar 15

en ello, sintióse cubierta de la misma e inmensurable dulzura; una dulzura con cierto amargor, inefable, pero como un delicioso éxtasis de una nueva felicidad. Es maravilloso poder amar, se dijo la pequeña Miedosa y entonces repitió: Amar es maravilloso. Luego de ordenar toda la casita para la noche, puesto que estaba sumamente cansada con todas las emociones conflictivas de aquel extraño día, se fue a la cama. Mientras yacía allí, y antes de dormirse, cantó una y otra vez otra de las hermosas canciones del viejo libro. ¡Oh, tú, a quien mi alma ama, dime do apacientas tu rebaño; dónde le llevas contigo al mediodía para que protegido, no reciba daño! Quiero saberlo, pues ¿por qué iría al aprisco de otros compañeros? ¿Quieres saberlo tú, amada mía? ¿De mi vida el amor, mi Sunamita? Pues guía, paso a paso, su rebaño Por la senda do van mis ovejuelas, Pues quiero yo también tu compañía Si pretendes gozar tú de la mía.

2. Invasión de temor Miedosa se levantó temprano a la mañana siguiente y todos sus temores se habían esfumado. Su primer pensamiento fue: 16

probablemente en algún momento del día voy a comenzar el ascenso a los Lugares Altos con el Pastor. Esto la tenía tan entusiasmada que casi no pudo tomar su desayuno, y comenzando a hacer los preparativos para la partida, no podía dejar de cantar. Le daba la sensación que desde que la semilla del Amor había sido plantada en su corazón, surgían de lo más íntimo de su ser canciones de gozo. Y los cánticos que expresaban mejor esta nueva felicidad y gratitud eran del antiguo libro que los pastores tanto amaban y usaban mientras apacentaban los rebaños. A medida que iba haciendo los sencillos preparativos que el Rey-Pastor le había ordenado comenzó a cantar otra de esas canciones. Mientras que el rey se reclina a su mesa, mi nardo difunde su fragancia. ¡He aquí que eres hermosa, amiga mía! Hermosa como el sol de la mañana. Tus ojos son como las palomas Llenos de inocencia y de candor. Esto no es sino lo que te dicta ¡Oh, amado, tu noble corazón! Hijas de Jerusalén Soy, ¡oh sí!, sabedlo bien, Morena, como las tiendas de Cedar en Israel; Mas bella cual las cortinas Que dispuso Salomón Para esconder a su amada De los rigores del sol: 17

Por ser morena se airaron Mis hermanos contra mí Pusiéronme a guardar viñas Haciéndome así infeliz. Y la viña que era mía Indolente no guardé mas..., con todos mis defectos, me amó el Rey; no sé por qué.

De tiempo en tiempo, a medida que iba trabajando, su corazón se agitaba; parte con emoción y parte con temor a lo desconocido, pero siempre que recordaba la espina en su corazón, se sentía inundada de los pies a la cabeza con la misma misteriosa dulzura. También para ella, la pobre y defectuosa Miedosa, existía el Amor. Cuando alcanzara los Lugares Altos perdería sus humillantes defectos y sería hecha hermosa, y cuando la planta en su corazón estuviera lista para florecer, iba a experimentar el ser amada. Aun cuando pensaba estas cosas, la duda se mezclaba con la dulzura. Seguramente no podría ser verdad; sería un sueño hermoso, pero no la realidad. «Oh, temo que nunca pasará», decía dentro de sí, y entonces, cuando pensaba en el Pastor, su corazón se agitaba nuevamente y corría hacia la puerta o la ventana para ver si El venía a llamarla. La mañana transcurrió y todavía El no la había venido a buscar, pero justamente un poco más tarde del mediodía otra cosa llegó: una invasión de sus horribles parientes. Súbitamente y antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba sucediendo, ya estaban sobre ella. Oyó un pesado rumor de pies y un clamor de voces, y entonces se vio rodeada por todo un ejército de tíos, tías 18

y primos, sin embargo, Malicioso no estaba con ellos. La familia, que había oído de la mala recepción que había tenido la tarde anterior, y dándose cuenta que ella le rehuyó con un terror peculiar, habían pensado que no sería muy inteligente llevarlo con ellos. Estaban decididos a no admitir las objeciones de Miedosa con respecto al casamiento, y si era posible, conseguir sacarla de la casita y llevarla a uno de sus propios hogares. Su plan era el de hacer un osado ataque mientras ella estuviera sola en la casita y el Rey-Pastor lejos con sus rebaños; de este modo estaría a su merced. Ella no podía ser llevada por la fuerza a plena luz del día; había unos cuantos siervos del Pastor en el poblado que vendrían en seguida en su auxilio. Sin embargo, conocían la timidez y debilidad de Miedosa, y creían que, si había un buen número de ellos presente, la podrían intimidar a que consintiera en ir con ellos a la mansión del señor Malicioso. Así la tendrían en su poder. Poco después llegó este mismo, y comenzó a cortejar a Miedosa asegurándole en un tono de voz paternal, que todos habían venido con las más amables y amigables intenciones. Que comprendía que ella tuviera algunas objeciones al casamiento propuesto, y quería tener la oportunidad de conversar quietamente sobre ello, para ver si podían llegar a algún acuerdo. A él le parecía que era una pareja muy conveniente y atractiva en todos los aspectos, y que debería de haber algún malentendido en su mente el cual se arreglaría fácilmente con una charla juntos, en la que dominaría un carácter de comprensividad. Si no, él le aseguró amablemente que no iba a permitir que se casase contra su voluntad.

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Cuando terminó, una confusión de voces irrumpió, tratando de razonar con ella y haciéndole toda clase de sugerencias. La cuestión era, según le dijeron, que ella se había separado de sus familiares por tanto tiempos, que ahora se notaba que tenía toda clase de nociones extrañas acerca de sus intenciones hacia ella. Sería muy acertado que pasara un poco de tiempo con ellos y así les daría la oportunidad de probar que ella les había juzgado mal. Malicioso podía no ser tan apuesto y agradable en apariencia como un príncipe de cuento de hadas, y era verdad que él, desafortunadamente, tenía una manera ruda de ser, pero eso era porque él no había conocido nada de las influencias suavizantes y refinadoras del casamiento, y afirmaba que las responsabilidades y goces de la vida de casado cambiarían pronto esto, y operarían en él una transformación renovadora. Iba a ser privilegio de ella el colaborar en esta transformación que todos tanto querían ver. Toda la pandilla siguió hablando y hablando, mientras la pobre Miedosa se sentaba retraída en medio de ellos, demasiado sorprendida para saber qué era lo que estaban diciendo y sugiriendo. Justamente como ellos esperaban, la estaban trayendo gradualmente a un estado de turbación y aturdimiento y también a un miedo incoherente. Parecía como si muy pronto podrían ser capaces de persuadirla de que era su deber el enfrentarse con la imposible tarea de tratar de convertir a Malicioso en algo menos objetable de lo que en realidad era. De pronto vino una interrupción desde afuera. Los Temerosos habían cerrado la puerta cuidadosamente cuando entraron en la casita y aun habían tramado atrancar la cerradura de manera que Miedosa no pudiera escapar. Ahora se oía a la distancia el sonido de la voz de un hombre que elevaba 20

una canción, era una de las canciones del viejo libro que Miedosa conocía y tanto le gustaba. Entonces el mismo cantante se hizo visible, viniendo despacio por el camino. Era el ReyPastor, guiando a su rebaño a los lugares de aguas. Las palabras penetraban a través de la ventana abierta, acompañadas por el suave balido de las ovejas y el arrastrar de muchas pequeñas patitas en el polvo, siguiéndole a El. Parecía como si todos los otros sonidos se hubieran acallado en aquella quieta tarde de verano mientras el Rey-Pastor cantaba, pasando junto a la casita. Incluso dentro, el clamor de voces había cesado instantáneamente y había un silencio que casi podía palparse. Esto era lo que El cantaba: Oye la voz de tu amado que viene desde los montes, saltando entre los collados; porque el amor se lo impone. Está junto a la pared, ¡esperándote!, ¡oh, amor! Mirando por la ventana aguarda tu decisión. Levántate, amada mía; mi paloma, mi ilusión, ven fuera, que el invierno con sus rigores pasó. Las flores están brotando, en este tiempo gentil; las aves están cantando pues termina el mes de abril. 21

Tórtolas enamoradas dejaron oír su voz, llamando a sus parejas a la salida del sol. Las viñas están en ciernes, la higuera lo está también, ¡levántate, amada mía, sal al campo de Belén! ¿Dónde se esconde mi amada? que en la puerta no esperó cuando yo vengo a buscarla ¡Oh!, déjame oír tu voz. Porque dulce es la voz tuya y muy bella para mí; más que por lo que eres, por lo que he de hacer en ti.

Sentada escuchando en la casita, Miedosa sabía con un dolor profundo y terrible congoja que el Rey-Pastor la estaba llamando para ir con Él a las montañas. Esta era la señal secreta que Él le había prometido, y le había dicho que debería de estar lista para dejar su casita instantáneamente, en el momento que le oyera. Y ahora, he aquí que estaba ella, cerrada dentro de su propia casita, sitiada por sus terrible parientes Temerosos e incapaz para responder de ninguna manera a su llamada, o ni siquiera dar la más mínima señal de que necesitaba auxilio. 22

Había habido un momento cuando se comenzó a oír la canción y todo el mundo se sumió en silencio, durante el cual ella podía haber llamado al Rey-Pastor para que acudiera en su ayuda. No se daba cuenta de que los Temerosos estaban deteniendo su griterío a fin de no llamar la atención del ReyPastor, y si ella hubiese aprovechado su silencio para llamar al distinguido personaje ellos habrían tenido que huir a tropezones y empujones a través de la puerta. Sin embargo, estaba demasiado aturdida para aprovechar tal oportunidad y luego fue demasiado tarde. Un momento después sintió la pesada mano de Malicioso apretando su boca y entonces otras manos la sujetaron firmemente contra la silla. Así el Rey-Pastor pasó despacio por delante de la casita mostrándose por la ventana y cantando la canción que era la señal, pero sin recibir respuesta de ninguna clase. Cuando Él pasó y tanto las palabras de la canción como el pisar de las ovejas se perdieron en la distancia, Miedosa se había desmayado. Las manos de su primo que la amordazaban la habían sofocado. Sus parientes hubieran deseado aprovechar esta oportunidad para llevársela fuera mientras estaba inconsciente, pero como ésta era la hora en que todo el mundo estaba volviendo del trabajo hubiera sido demasiado peligroso. Los Temerosos decidieron por lo tanto que permanecerían en la casita hasta que cayera la oscuridad, entonces amordazarían a Miedosa y la llevarían con ellos haciéndola pasar desapercibida. Hechas ya las decisiones para este plan, la pusieron sobre la cama para que se recuperara lo mejor posible, mientras algunas de las tías y primos fueron hacia la cocina a ver qué provisiones había para armar una buena comilona. Los hombres se sentaron 23

a fumar en la sala, y Tenebrosa fue dejada junto a Miedosa para hacer guardia de la víctima ya semiconsciente en el dormitorio. Gradualmente Miedosa fue recuperando sus sentidos, y al darse cuenta de su posición casi se desmaya otra vez de horror. No se atrevió a gritar pidiendo auxilio, pues todos los vecinos estaban lejos en sus trabajos; pero ¿de veras lo estarían? No, puesto que de pronto oyó la voz de la señora Valentina, su vecina de la casa de al lado. Al oír ese sonido, Miedosa hizo un último y desesperado intento por escapar. Tenebrosa no estaba preparada para tal movimiento, y antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando, Miedosa saltó de su cama y gritó a través de la ventana tan fuerte como su miedo se lo permitía: ¡Valentina! ¡Valentina! ¡Venga y ayúdeme, venga pronto! ¡Auxilio! Al sonido de su primer grito, la señora Valentina miró a través del jardín y captó de un vistazo el rostro de Miedosa, pálido y aterrorizado junto a la ventana y de su mano haciendo una señal suplicante. Un momento después la cara de Miedosa fue retirada de la ventana de un tirón y rápidamente se corrió una cortina. Esto era suficiente para la señora Valentina, cuyo nombre correspondía a su carácter. Se apresuró derecho hacia la casita de su vecina y trató de abrir la puerta, pero encontró que estaba atrancada, miró adentro a través de una ventana y vio la habitación llena de los parientes de Miedosa. La señora Valentina no era de la clase de personas que pudiera ser intimidada por lo que ella llamaba un conjunto de Temerosos inútiles. Mirando directamente a través de la ventana gritó con voz amenazadora: Fuera de esta casa, váyanse en este mismo instante, si no se han ido en tres segundos, llamaré al Rey-Pastor. Esta casita le pertenece a El, y no quiero saber lo que les pasará si les encuentra aquí. El efecto de sus palabras fue 24

mágico. La puerta fue desatrancada y abierta de par en par y los Temerosos se lanzaron hacia afuera a tropezones en su apuro por salir pronto. La señora Valentina sonreía con satisfacción mientras contemplaba semejante huida. Cuando el último se había escapado entró dentro dirigiéndose a donde estaba Miedosa, quien parecía sobrecargada con temor y angustia. Poco a poco se enteró de la historia de aquellas horas de tormento y del plan de secuestrar a la pobre víctima cuando la oscuridad viniera. La señora Valentina, que no conocía el miedo, y justamente acababa de echar fuera a toda la pandilla de los Temerosos, se sentía inclinada a adoptar una actitud reconfortante hacia Miedosa, y al mismo tiempo de reprender a la tonta chica por no terminar el asunto de una vez rechazando resueltamente a sus parientes antes de que trataran de atraparla de nuevo en sus garras. Pero en cuanto miró el rostro pálido y los ojos llenos de terror y vio el cuerpo tembloroso de la pobre Miedosa, se refrenó. ¿De qué serviría decirle algo? Pobrecita, ella misma era una de ellos, y tiene el miedo en su sangre, y cuando el enemigo está en el interior no se puede hacer mucho. Creo que nadie sino el mismo Pastor puede realmente ayudarla, reflexionó la señora Valentina. De manera que, en lugar de una admonición o represión, acarició a la chica temblorosa y le dijo con toda la amabilidad de su corazón maternal: Ahora, mi querida, mientras tú te recuperas del susto, yo entraré a la cocina y haré un buen té para nosotras dos y te sentirás mejor. ¡Oh!, si ellos han estado por aquí y han puesto la tetera para nosotras, comentó, mientras abría la puerta de la cocina y veía el mantel puesto sobre la mesa y los preparativos para la comida saqueada que los indeseables 25

visitantes habían abandonado a toda prisa. Qué conjunto de arpías, rezongaba enojosamente, hablando consigo misma; entonces sonrió complacida cuando recordó cómo habían tenido que darse a la fuga ante ella. Cuando estaban tomando su té, la señora Valentina había ya limpiado las últimas señales de los desagradables invasores, Miedosa realmente estaba recuperando su compostura. Ya hacía tiempo que la oscuridad había caído, y ahora era demasiado tarde para ir al estanque a tener su cita con el Pastor y explicarle por qué no había podido responder a su llamado. Ahora tendría que esperar hasta que apareciera la luz de la mañana. Así que, ante la sugerencia de la señora Valentina, y como se encontraba extenuada, se fue directamente a la cama. Su vecina la vio confortablemente arropada, y le dio un beso con mucho cariño. Para que se sintiera más segura, se ofreció para dormir en la casita aquella noche, pero Miedosa, sabiendo que ella tenía una familia que la esperaba en su casa, no aceptó esta oferta tan amable. Sin embargo, antes de dejarla, la señora Valentina puso una campana al lado de su cama y le aseguró que si cualquier cosa la asustaba durante la noche, no tenía que hacer sino sonar la campana y toda la familia de Valentina vendría inmediatamente a prestarle auxilio. Luego se fue y Miedosa quedó sola en su casita.

3. Vuelo en la noche Por varias horas la pobre Miedosa yacía sin dormir en su cama, demasiado herida en su mente y cuerpo para poder descansar en una posición, pero sacudiéndose y dándose vuelta de lado a lado hasta mucho después de la medianoche. En algún sitio en su mente había una inquietud, una sensación como si hubiera algo que ella tenía que recordar, pero no podía hacerlo. 26

Cuando finalmente quedó dormida este pensamiento aún la perseguía. Se despertó súbitamente una o dos horas más tarde, su mente intensamente alerta, consciente de un dolor agonizante como nunca había experimentado antes. La espina en su corazón estaba latiendo y doliéndole de una manera que difícilmente podía soportar. Era como si el dolor estuviera forjando algo que al principio estaba demasiado confundida como para comprender. Entonces, de repente, en un terrible vistazo, se volvió claro para ella, y se encontró diciéndose a sí misma: El Pastor vino y me llamó como me había prometido, pero yo no fui con Él ni siquiera le di ninguna respuesta. Supongamos que El creyó que cambié de modo de pensar y ya no quiero ir con El. Supongamos que El se fue y me dejó atrás ¡Se fue sin mí! ¡Sí, me ha dejado atrás! La conmoción de este pensamiento era horrible. Esa era la cosa que ella había olvidado. El no podía comprender por qué ella no había ido con El como le había dicho. Le había pedido que estuviera lista para ir con El en el mismo instante en que la llamara, que no debería haber demora, que El mismo tenía que ir a las montañas para un asunto urgente. Pero no había podido ir ni siquiera al acostumbrado lugar de cita en aquella tarde. Por supuesto, El pensaría que ella tenía miedo. Quizás ya se habría ido solo. Miedosa sintió que un frío helado la cubría y sus dientes castañeteaban, pero era el dolor en el corazón lo peor de su agonía. Parecía sofocarla mientras yacía en su cama. Se sentó, tiritando con frío y horror ante tal pensamiento. No podía soportar la idea de que Él se hubiera ido y la hubiera dejado. En la mesa, junto a ella, estaba el viejo libro de canciones. Con la luz centelleante de la lámpara vio que estaba abierto en la página donde estaba escrita una canción sobre otra pastora. Esta, 27

al igual que Miedosa, había fallado en responder el llamado de amor, había encontrado, demasiado tarde ya, que el Amor se había ido. Siempre le había parecido una canción tan triste que apenas podía leerla, pero ahora a medida que leía las palabras otra vez en la oscura soledad de la noche, parecía como si fuera el clamor de su propio corazón abandonado y lleno de terror. Por la noche y en mi cama busqué a quien mi alma ama. Lo busqué y no lo encontré. Ahora, sola, ¿adónde iré? Las calles de la ciudad son para mí bulliciosas; y las sendas solitarias no son menos peligrosas. Pero he de ir tras mi amado; pues no puedo soportar, que él me haya dejado y no lo pueda encontrar. La página en el pequeño libro de canciones terminaba allí, y ella no dio vuelta a la hoja. Súbitamente sintió que no podría sobrellevar por más tiempo la incertidumbre. Debería ver por sí misma y de una vez si El realmente se había marchado y la había dejado atrás. Se levantó de la cama, se vistió tan rápidamente como sus temblorosos dedos se lo permitieron, y sacó la tranca de la puerta de la casita. También ella iría por las calles y caminos y vería si podría encontrarle, verificaría si El se había ido dejándola, o si, ¡oh! si así fuera, Él la estaría esperando para darle otra oportunidad. Abriendo la puerta, salió. 28

Un centenar de Cobardes escondidos en la oscuridad de la calle solitaria no la hubieran echado atrás en ese momento, puesto que el dolor en su corazón acabó con el miedo y todo lo que pudiera estorbarle y le hizo marchar adelante. Así, en las horas más oscuras, justamente antes de la aurora, Miedosa comenzó su búsqueda por el Rey-Pastor. No podía ir rápidamente a causa de su defecto físico, pero cojeaba a lo largo de las calles del pueblo hacia los campos abiertos y los rediles. A medida que avanzaba se dijo: Oh Pastor, cuando Tu dijiste que el Amor y el dolor van juntos, ¡con cuanta razón estabas hablando! ¿Habría sabido ella o imaginado qué resultados daría la semilla del Amor en su corazón? Era demasiado tarde ahora: ya estaba allí el Amor y el dolor, y ella debía encontrar al Rey-Pastor. Al final, cojeando y sin aliento, llegó a los rediles, que aún estaban en el mayor silencio a la luz tenebrosa de las estrellas. Allí había uno o dos pastorcillos, vigilando sobre los rebaños en la noche, y cuando oyeron pasos que se acercaban se levantaron del suelo y fueron al encuentro de la intrusa. ¿Quién eres tú? preguntaron con tono desafiante en la oscuridad; entonces, clavaron su mirada en ella con asombro a medida que sus lámparas centelleaban en la cara pálida y los ojos aterrados de Miedosa. ¿Está aquí el Rey-pastor? preguntó con voz cansada a medida que se acercaba a la pared del redil, con gran palpitación y tratando de recobrar aliento. No, dijo uno de los hombres, mirándola con curiosidad. Dejó los rebaños a nuestro cuidado esta noche y dio sus órdenes. Dijo que tenía que hacer un viaje a las montañas, como lo hace a menudo, y no nos explicó cuándo volvería. Miedosa no podía hablar. Se quejaba y apretaba sus manos contra su corazón, sintiendo como si fuera a rompérsele.

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¿Qué podía hacer ahora? El se había ido. Habría pensado que ella no quería ir y no había esperado más. Entonces, dolorida con desesperación, recostándose temblorosa contra la pared del corral, se acordó del rostro del Rey-Pastor y de su amorosa mirada con la que le había invitado a acompañarle a las montañas. Vino a su mente que Él, quien la comprendía tan bien, quien lo sabía perfectamente todo en cuanto a sus temores, y tenía compasión de ella, no la dejaría abandonada hasta que estuviera seguro de que ella realmente no quería ir. Levantó entonces sus ojos y miró a través del Valle hacia las montañas del este a los Lugares Altos. Un pálido haz de luz estaba apareciendo en el este, y ella sabía que pronto se levantaría el sol. De pronto recordó el último verso de aquella canción triste que había leído, el último verso en la página que ella no había dado la vuelta. Vino como un suspiro en su mente cuando un pajarillo comenzó a cantar en una de las ramas de un arbusto junto a ella. Con la luz del alba ví al que mi alma amó; lo agarré y le dije así: jamás te dejaré yo. Miedosa cesó de temblar y dijo para sí: Iré al lugar de la cita, y veré si Él me está esperando allí. Con apenas una palabra a los pastores, se volvió y apresuró su marcha hacia el sur, en el campo donde Malicioso la había encontrado en dirección al estanque de agua de las ovejas. Casi olvidando que era lisiada, se apresuró a través de los árboles que ribeteaban el estanque. Al tiempo que el cielo sobre las montañas se teñía de rojo, el murmullo cantarino de la cascada llegó a sus oídos, y apresurándose hacia adelante Miedosa encontró de pronto una 30

cascada de canciones fluyendo de su propio corazón. El estaba allí, junto al estanque, mirando hacia ella con la luz del sol naciente brillando en su rostro. A medida que Miedosa se acercaba cojeando, él se puso rápidamente a su lado y ella cayó a sus pies sollozando: ¡Oh, mi Señor, llévame contigo como Tú dijiste! ¡No me dejes atrás! Sabía que vendrías dijo El amablemente, pero Miedosa, ¿por qué no estabas en el lugar de cita ayer en la tarde? ¿No me oíste cuando pasé por tu casita y te llamé? Quería decirte que estuvieras pronta para comenzar la jornada conmigo esta mañana al levantarse el sol. Mientras Él hablaba el sol salió brillando sobre los picos de las montañas bañándolas de un hermoso tono de luz dorada. Estoy aquí, dijo Miedosa, aún arrodillada a sus pies, y deseo ir contigo a cualquier parte. Entonces el Rey-Pastor la tomó por la mano y comenzaron su marcha hacia las montañas.

4. Marcha hacia los lugares altos Era temprano en la mañana y el día estaba hermoso. El Valle parecía aún dormido. Los únicos sonidos eran el correr de los manantiales y el trinar de los pájaros. El rocío se esparcía sobre la hierba y las flores silvestres brillaban como pequeñas joyas. Había flores realmente encantadoras: las anémonas silvestres, púrpura, rosa y escarlata, las cuales adornaban la hierba por doquier, levantando sus pequeñas corolas a través de las espinas aquí y allá. A veces el Rey-Pastor y Miedosa caminaban sobre alfombras de miles de pequeños pimpollos de malva rosa, cada uno diminuto pero formando en conjunto un brillante tapiz natural, más rico y bello que el del palacio de cualquier rey.

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El Rey-Pastor se detuvo y tocó suavemente las flores con sus dedos, y dijo a Miedosa con una sonrisa: Inclínate y verás que el amor se esparce como una alfombra de flores debajo de tus pies. Miedosa le miró seriamente. Siempre me he preguntado acerca de las flores silvestres, dijo ella, parece extraño que una multitud innumerable de ellas puedan florecer en los lugares desolados de la tierra donde quizá nadie las ve, y las cabras y el ganado pueden caminar sobre ellas y aplastarlas hasta matarlas, tienen tanta belleza y dulzura para dar y no tienen a nadie a quien brindarla, ni que sepa apreciarlas. La mirada que el ReyPastor posó sobre ella era muy hermosa. Nada que mi Padre y Yo hemos hecho está perdido o desperdiciado, dijo quietamente, y las pequeñas florecillas silvestres tienen una maravillosa lección para enseñar. Se ofrecen a sí mismas muy dulcemente, aunque parezca que no hay nadie para mirarlas. Mientras ellas entonan un cántico de gozo en sí mismas, declaran que es dichoso el amar, aun cuando no haya retorno de ese amor expresado. Debo decirte una gran verdad, Miedosa, la cual solamente unos pocos pueden entender. Todas las bellezas más excelsas en el alma humana, sus grandes victorias y sus más espléndidas y grandes hazañas son siempre aquellas que nadie puede ver, o que apenas se pueden percibir. Cada respuesta humana del corazón al Amor, y cada conquista sobre el amor propio, es una nueva flor en el árbol del Amor. Muchas vidas comunes, desconocidas y ocultas para el mundo, han venido a ser un verdadero jardín en el cual las flores y frutos del amor se han desarrollado hasta tal perfección, que es un lugar de deleite donde el Rey del Amor camina y se regocija con sus amigos. Algunos de mis siervos han ganado verdaderamente grandes victorias visibles y son amados y justamente reverenciados por 32

otros hombres, pero siempre sus más grandes victorias son como las flores silvestres, aquellas de las cuales no se sabe ni conoce, excepto Yo, que conozco los secretos del corazón. Aprende esta lección ahora, aquí en el Valle, Miedosa, y cuando te halles camino a los escarpados lugares de las montañas, te confortará. Entonces Él añadió: Ven, los pájaros están cantando gozosamente, unámonos a ellos también, y las flores nos dirán el tema de nuestra canción. Así, a medida que caminaban hacia abajo del Valle hacia el río, cantaron juntos otra de las antiguas canciones en el libro del Pastor, cantando sus estrofas por turno. Yo soy de Sarón la rosa; una pobre y débil flor; y es mi amado para mí el lirio, la flor mejor. Como el manzano entre árboles mi amado ante mí está; a su sombra recostada ya nada me turbará. Pues su fruta es deliciosa, dulce a mi paladar; es el fruto del amor digno de saborear. Trajóme a su palacio, y me rodeó con su amor, compartiendo su grandeza aunque indigna y pobre soy. Dadme con que confortarme: 33

de vergüenza estoy enferma indigna de ser la esposa de quien tal grandeza ostenta. Por esto os encargo, amigas, hijas de Jerusalén: no despertéis a mi amado hasta que lo quiera él. Cuando terminaron de cantar esta canción llegaron a un lugar donde un caudaloso manantial se derramaba a través de la senda que ellos estaban siguiendo y terminaba en una cascada del otro lado. Corría tan rápidamente y hacía tanto ruido que parecía llenar el Valle con su voz de aguas impetuosas. Mientras que el Rey-Pastor ayudaba a Miedosa a caminar a través de las piedras resbalosas y húmedas ella le dijo: Me gustaría saber qué canción entonan las aguas corrientes. A veces en el silencio de la noche estoy en cama y escucho a la voz de un pequeño manantial que corre por el jardín de mi casita. Suena tan vivo y feliz, que parece como si estuviera repitiendo algún amoroso y secreto mensaje, pienso en que toda el agua que corre tiene una misma canción, ya sea fuerte y clara, o suave y bajita. Desearía poder conocer lo que dicen las aguas. Es diferente de las voces del mar y del agua salada, pero nunca pude entenderlas. Es una lengua desconocida. Dime, Rey-Pastor, ¿sabes Tú qué es lo que las aguas cantan en su carrera por el camino? El Rey-Pastor sonrió nuevamente, y se detuvieron silenciosos por unos instantes cerca del pequeño torrente, el cual parecía cantar aún más fuerte y triunfante, como si supiera que alguien se había parado a escucharle. De pronto, mientras que Miedosa estaba al lado del Rey-Pastor parecía como si sus oídos y entendimiento fueran abiertos, y, poco a poco, el lenguaje de la corriente se 34

volviera claro. Es imposible por supuesto, hacer una traducción del lenguaje del agua, pero ésta es la mejor forma que tengo de transcribirlo. Claro que es un esfuerzo muy pobre, pues quizá la canción de un torrente pudiera ser puesta en forma de música, pero cuando se trata de palabras el asunto es distinto. Resulta algo así: LA CANCION DEL AGUA ¡Oh, ven, ven, vamos corriendo! Más abajo noche y día. ¡Qué gozo es bajar, bajar!... Humillarse cada día. Hallar el postrer lugar, do útil pueda uno ser, dejando las altas cumbres, cumpliendo nuestro deber Pues sólo el agua que baja hasta entrar en el gran mar, volverá a ser elevada por el sol en su brillar. La aparente rechazada, que nadie utiliza ya, será de nuevo ensalzada y a las cumbres volverá. Es una figura bien cierta, dijo Miedosa, después de haber escuchado un poco el murmullo del agua como refrán repetido una y otra vez, con mil variaciones de pequeños trinos, murmullos, burbujas y diferentes salpicaduras. Vamos más y 35

más abajo todavía; el agua parece estar cantando siempre tan gozosa pero por qué se apresura el agua a ir al lugar más bajo, y Tú dices que me están llamando a los Lugares Altos. ¿Qué significa esto? Los “Lugares Altos” contestó el Rey-Pastor, son los lugares de comienzo para una jornada hacia los lugares más bajos en el mundo. Cuando tú tengas pies de cierva y puedas ir brincando entre las montañas y saltando en las colinas, serás capaz, como yo lo soy, de correr hacia abajo desde las alturas con la máxima facilidad y entonces remontarte a las montañas otra vez. Serás capaz de subir a los Lugares Altos del Amor donde cualquiera puede recibir el poder de derramarse a sí mismo hacia abajo en un total abandono de su yo. Esto le pareció muy misterioso y extraño, pero ahora que sus oídos habían sido abiertos para entender el lenguaje del agua, ella lo oyó repetir una y otra vez por todos los pequeños torrentes y manantiales que cruzaban su senda o que corrían a lo largo de ella. Parecía también, que las flores silvestres cantaban la misma clase de canción, sólo que en otro lenguaje, un lenguaje de color, el cual, asimismo como el lenguaje del agua, podía solamente ser entendido por el corazón pero no por la mente. Parecían formar un pequeño coro entre ellas, en el que miles de miles cantaban notas de distinto color. Esta es la ley por la cual vivimos. ¡Cuán dulce es poder darse uno a sí mismo! Después de esto a Miedosa le pareció que todos los pajaritos estaban gorjeando, trinando y cantando una delicada canción, con un sin número de variaciones, pero también formando parte de un coro que irrumpía a una voz todo el tiempo. Este es el gozo de la vida arriba. Felicidad es el poder amar, nunca supe antes, dijo Miedosa, y que el Valle es un lugar tan hermoso y lleno de canciones.

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El Rey-Pastor sonrió y respondió: Sólo el Amor puede realmente comprender la música, la belleza y el gozo que fue plantado en el corazón de las cosas creadas. ¿Has olvidado que hace dos días yo planté en tu corazón la semilla del Amor? Ya te ha comenzado a hacer oír y ver cosas de las que nunca antes te habías dado cuenta. A medida que el Amor crezca en ti, Miedosa, tú podrás entender muchas cosas que nunca antes soñaste. Desarrollarás el don de entender muchas «lenguas desconocidas» y aprenderás a hablar también el lenguaje del Amor, pero primero debes aprender a deletrear el alfabeto del Amor y a desarrollar pies de cierva. Ambas cosas las aprenderás en el viaje a los Lugares Altos, y ahora estamos aquí junto al río, y sobre el otro lado comienzan los cerros de las montañas. Allí encontraremos a dos guías esperando por ti. Era ciertamente extraño y maravilloso, pensó Miedosa, que hubieran alcanzado el río tan rápidamente y se fueran acercando a las montañas. Sostenida por la mano del Rey-Pastor y su fortaleza, se había olvidado de su defecto físico y había estado inconsciente al cansancio o la debilidad. Oh, si sólo El la llevara todo el camino a los lugares de las montañas, en lugar de dejarla al cuidado de otros guías. Cuando ella pensó esto, le dijo con tono suplicante: ¿No me llevarás todo el camino contigo? Cuando estoy junto a Ti soy fuerte y estoy segura de que nadie sino Tú puede guiarme a los Lugares Altos. El la miró de la forma más amorosa, pero contestó quietamente: Miedosa, Yo no puedo hacer lo que tú deseas. Podría llevarte todo el camino hasta los Lugares Altos, en lugar de dejarte trepando allí. Pero si lo hiciera, tú nunca serías capaz de desarrollar pies de cierva, y convertirte en mi compañera e ir donde Yo vaya. Si tú subes a las alturas esta vez con las compañeras que te he escogido, aunque parezca una jornada larga y en algunos lugares muy difícil, te prometo que podrás desarrollar pies de cierva. ¿Me darás un nombre cuando 37

alcance la cima? dijo Miedosa con voz temblorosa, para quien toda la música de alrededor se había vuelto nada, y se había llenado nuevamente de temores. Sí, ciertamente. Cuando la flor del Amor esté lista para florecer en tu corazón, serás amada y recibirás un nuevo nombre respondió el Rey-Pastor. Miedosa se paró en el puente y miró atrás sobre el camino por el cual habían estado transitando. El Valle lucía verde y tranquilo, mientras que las montañas a cuyos pies habían llegado parecían amenazantes terraplenes. Lejos en la distancia ella podía ver los árboles creciendo alrededor de la casa de Tembloroso, y con una súbita angustia se imaginó a los trabajadores del Pastor yendo felices a su trabajo, los rebaños sobre las praderas y la pequeña y tranquila casita en la cual había vivido. A medida que estas escenas se levantaban ante ella, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y la espina pinchó en su corazón, pero de una vez se volvió al Rey-Pastor y le dijo agradecida: Yo confiaré en Ti y haré lo que Tú quieras. Entonces, cuando ella miró Su rostro, El le sonrió muy dulcemente y dijo algo que nunca había dicha: antes: Tú tienes una real belleza, Miedosa, tienes ojos que traslucen confianza. La confianza es una de las cosas más bellas en el mundo. Cuando miro la confianza que hay en tus ojos encuentro que mirarte a ti es más hermoso que mirar a muchas reinas. En poco tiempo pasaron el puente, y llegaron al pie de las montañas, donde la senda comenzaba en ascenso a los declives más bajos. Aquí estaban esparcidas grandes peñas alrededor, y de pronto Miedosa vio las figuras de dos mujeres con velos, sentadas en una de las rocas al costado del camino. Cuando ella y el ReyPastor llegaron a ese lugar, las dos se levantaron y se inclinaron silenciosamente ante El.

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Aquí están las dos guías que te he prometido, dijo el Pastor quietamente, desde ahora y hasta que estén sobre los lugares difíciles y escarpados ellas serán tus compañeras y ayuda. Miedosa las miró con temor. Ciertamente eran altas y parecían ser muy fuertes, pero ¿por qué veladas? ¿Por qué razón escondían sus caras? Cuanto más cerca y más detalladamente las miraba, más miedo tenía de ellas. Eran tan silenciosas tan fuertes y tan misteriosas. ¿Por qué no hablaban? ¿Por qué no habían pronunciado ninguna palabra de bienvenida, amistad o saludo? ¿Quiénes son? le preguntó en voz baja al Rey-Pastor ¿Me dirás sus nombres, y por qué no me hablan? ¿Son mudas? No, no son mudas, dijo el Pastor con mucha calma, pero hablan un nuevo lenguaje, Miedosa, un dialecto de las montañas el cual todavía no has aprendido. Pero a medida que viajes con ellas, poco a poco, vas a ir aprendiendo a entender sus palabras. Son buenas maestras; de veras, tengo muy pocas mejores. En cuanto a sus nombres, te los diré en tu propio lenguaje, y más tarde tú aprenderás a lo que son llamadas en su propia lengua. Esta dijo Él, moviéndose hacia la primera figura silenciosa, se llamada Pena; y la otra, su hermana gemela, se llama Angustia. ¡Pobre Miedosa! Sus mejillas palidecieron y comenzó a temblar de los pies a la cabeza. Sintió que se iba a desmayar y tenía que recostarse en el Rey-Pastor para poder sostenerse. No puedo ir con ellas, suspiró agitadamente. ¡No puedo, no puedo! ¡Oh, mi Seño Rey-Pastor!, ¿por qué me has hecho esto? ¿Cómo podré viajar en su compañía? Es más de lo que puedo soportar. Tú me dijiste que el camino a la montaña es tan escarpado y difícil que no lo podría hacer sola. Entonces, ¿por qué, oh, por qué deben ser Pena y Angustia mis acompañantes? ¿No podrías haberme dado a Gozo y Paz para ir conmigo y darme valor y

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ayudarme en esa senda tan difícil? ¡Nunca pensé que Tú me harías esto! y en seguida rompió en lágrimas. Una mirada extraña se pintó en el rostro del Pastor a medida que escuchaba esta explosión emocional, entonces, mirando a las figuras veladas habló, respondiendo muy gentilmente: Gozo y Paz. ¿Hubieran sido éstas las compañeras que habrías elegido para ti? No recuerdas tu promesa de aceptar las ayudantes que yo te diera, porque creerías que las que yo eligiera serían las mejores para ti. ¿Confiarías aún ahora en mí, Miedosa? ¿Irás con ellas o deseas volverte atrás al Valle, y a tus parientes los Temerosos, o a tu primo Malicioso? Miedosa se estremeció. La elección parecía terrible. Sobre el temor ella sabía bastante, pero la Pena y Angustia siempre le habían parecido las dos cosas más aterradoras con las que se podía encontrar. ¿Cómo podría ir con ellas y abandonarse a su poder y control? Era imposible. Entonces miró al Rey-Pastor y de pronto se dio cuenta de que no podía dudar de El, no podía volverse atrás y dejarle; que si ella era poco apta e incapaz para amar a nadie en el mundo, todavía en su corazón pequeño, tembloroso y miserable ella le amaba. Aun si El le pidiera lo imposible no podía rehusárselo. Miedosa le miró lastimosamente, y entonces dijo: ¿Que si deseo volverme atrás? Oh, Rey-Pastor, ¿a quién iré? No tengo a nadie en todo el mundo sino a Ti. Ayúdame a seguirte, aunque parezca imposible. Ayúdame a confiar en ti porque te amo mucho. Cuando oyó estas palabras, el Rey-Pastor alzó de pronto su cabeza y rió, una risa de triunfo y deleite. Su jugosa expresión hizo eco alrededor en las paredes rocosas del pequeño cañón en el cual estaban y por unos momentos pareció como si todo el recorrido de las montañas estuviera riendo con El. Los ecos 40

repercutían cada vez más altos, saltando de roca en roca y de despeñadero en despeñadero, hasta las cimas más altas, parecía que aun los ecos que morían se estuvieran elevando al mismo cielo. Cuando la última nota hubo caído en el silencio, el ReyPastor dijo muy suavemente: Toda tú eres hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha. Entonces añadió: No temas, Miedosa, solamente cree. Te prometo que no serás avergonzada. Ve con Pena y Angustia, y si bien tú no les puedes decir “bienvenidas” ahora, cuando te encuentres en los lugares difíciles y no te puedas manejar sola, pon tus manos en las de ellas con confianza y te llevarán exactamente donde Yo quiero que vayas. Miedosa permaneció quieta, mirando el rostro del Pastor, el cual tenía ahora una mirada feliz y triunfante, la mirada de uno que sobre todas las cosas se deleita en salvar y liberar. En su corazón las palabras de un himno, escrito por otro de los seguidores del Pastor, comenzó a pasar a través de su mente y ella comenzó a cantar suave y dulcemente: Que venga la aflicción, dolor también; tus mensajeros son para mi bien; pues por su obrar en mí a ti me acercarán. Y así cumplirán mi anhelo bien veraz: de amarte más, amarte más... Otros han recorrido esta senda antes que yo, pensó, y aún después pudieron seguir cantando. El, quien es tan fuerte y gentil, ¿tendrá menos gracia para mí, débil y cobarde como soy, cuando es tan obvio que la cosa en que El se deleita más es en liberar a sus seguidores de todos sus temores y llevarles a los gloriosos Lugares Altos? Ella dio un paso adelante, mirando a 41

las dos figuras veladas, y dijo con un coraje que nunca antes había sentido: Iré con vosotras, por favor, guiadme en el camino, y puesto que ni ella misma pudo acercar sus manos para asirse de las de ellas. El Rey-Pastor se rió nuevamente y dijo, en forma clara: Mi paz te dejo, mi gozo sea cumplido en ti. Recuerda que me comprometo a llevarte a los Lugares Altos, a la cumbre de estas montañas y que no serás avergonzada, hasta que apunte el día, y huyan las sombras, seré como el corzo, o como el cervatillo sobre las montañas. Entonces, antes de que Miedosa pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando, El había saltado sobre una gran roca al lado de la senda y de allí a otra y a otra, casi más rápidamente de lo que sus ojos eran capaces de seguir sus movimientos. Estaba brincando arriba en las montañas, saltando de altura en altura, yendo adelante ante ellas, hasta que en pocos momentos se perdió de vista. Cuando ya no Le pudieron ver más, Miedosa y sus dos nuevas compañeras comenzaron a ascender los cerros. Hubiera sido un espectáculo curioso para cualquier observador el mirar cómo Miedosa comenzó en su jornada, cojeando hacia los Lugares Altos, retirándose tan lejos como fuera posible de las dos figuras veladas a su lado, simulando no ver sus manos abiertas hacia ella. Pero no había nadie allí para verlo, porque si hay una cosa cierta, es que el desarrollo de los pies de cierva es un proceso secreto, el cual requiere que no haya espectadores.

5. Encuentro con orgullo Desde el mismo comienzo, la senda hacia arriba de las montañas, demostraba ser más escarpada de lo que Miedosa hubiera podido suponer, y no pasó mucho tiempo antes de que 42

se viera forzada a buscar la ayuda de sus acompañantes. Cada vez que ella tomaba vacilante la mano de Pena o de Angustia un estremecimiento corría por su cuerpo, pero una vez que sus manos estaban asidas, encontraba que tenían una fuerza asombrosa y parecían capaces de tirar y aun de levantarle hacia arriba, sobre lugares que ella hubiera considerado imposibles de alcanzar. Ciertamente, sin su ayuda hubiera sido imposible, aun para una persona sana y con unos pies normales y fuertes. No pasó mucho tiempo tampoco, antes de que ella se diera cuenta de otra manera de cuánto necesitaba su ayuda, puesto que no era solamente lo escarpado de la subida y su propio defecto físico y debilidad lo que hacía difícil la jornada. Para su sorpresa y sufrimiento encontró que había enemigos en el camino quienes ciertamente hubieran tenido éxito en hacerla volver atrás si hubiera estado sola. Para explicar esto debemos ir ahora nuevamente atrás, al Valle de la Humillación y ver lo que estaba pasando allí. Grande era la ira y consternación de todo el clan de los Temerosos cuando descubrieron que Miedosa se había escapado del Valle y se había ido fuera a las montañas en compañía del Pastor al cual ellos tanto odiaban. Mientras ella era la fea, lisiada y miserable Miedosa, sus parientes no tenían mucho interés en lo que le pudiera suceder. Pero ahora encontraban intolerable que de toda la familia sólo ella hubiera tomado el camino para ir a vivir en los Lugares Altos. Quizá se le otorgaría un lugar de servicio en el palacio del Gran Rey. ¿Quién era Miedosa para que este privilegio le fuera concedido mientras que el resto de la familia tenía que trabajar sin descanso en el Valle de la Humillación? No era que ellos quisieran ir a las montañas, nada de eso, pero les resultaba intolerable de que Miedosa fuera la que lo hiciera. De manera 43

que sucedió que en lugar de ser una “don nadie” a los ojos de sus parientes, Miedosa se había vuelto de pronto la figura central en su interés y pensamiento. No era solamente el círculo inmediato de parientes Temerosos los preocupados acerca del asunto, sino también todos los otros más distantes. Ciertamente, toda la población del valle, exceptuando a los siervos del ReyPastor, estaban enojados por su partida, y habían determinado que de una manera u otra ella debía ser traída de vuelta y que debían quitarle al odiado Rey-Pastor el éxito de habérsela secuentrado. Entre los parientes de más influencia, se hizo un gran consejo de familia y fueron discutidos modos y maneras por los cuales ella podía ser capturada más efectivamente y traída de vuelta al Valle como una esclava permanente. Finalmente, se pusieron de acuerdo que alguien debía ser enviado tras ella lo más pronto posible con el propósito de forzarla a volver. Pero no podían ocultar a sí mismos que el traerla por la fuerza podía resultar imposible, puesto que aparentemente ella se había puesto bajo la protección del Rey-Pastor. Deberían, pues, de encontrarse medios que fueran capaces de seducirla a que dejara a su Rey-Pastor por su propia voluntad. ¿Cómo podría esto llevarse a cabo? Al final fue decidido unánimemente mandar un mensajero familiar llamado Orgullo. La elección cayó sobre él por varias razones. Primero, no sólo era fuerte y poderoso sino que también era un hombre muy apuesto, y, cuando él lo quería, podía ser sumamente atractivo. Se enfatizó que si otros medios carecieran de éxito, él no escatimaría el ejercer todos sus poderes de fascinación con el propósito de engatusar a Miedosa y alejarla del Rey-Pastor. Además, era bien sabido el hecho de que el joven era por naturaleza demasiado orgulloso para admitir la derrota o falta de éxito en cualquier empresa que llevara a 44

cabo, y que no se daría por vencido hasta que cumpliera con su propósito. Como todo el mundo sabía, el confesar una derrota y volver sin Miedosa sería lo último que le podría pasar a Orgullo, de manera que cuando él consintió en tomar esta tarea era porque sentía que el asunto era factible. Miedosa y sus dos acompañantes por lo tanto llevaban sólo unos pocos días en su jornada y habían hecho un lento pero firme progreso, cuando una mañana, dando vuelta a una esquina del sendero rocoso, Orgullo fue visto cruzando a grandes zancadas el camino hacia ellas. Ella ciertamente resultó sorprendida y desconcertada ante esta inesperada aparición, pero no indebidamente alarmada. Este primo siempre había ignorado su existencia en tal grado, que a lo primero nunca se le ocurrió que ni siquiera le hablaría, sino que esperaba verlo pasar por su lado en la manera de forma arrogante que acostumbraba hacerlo. El mismo Orgullo, quien había estado ocultándose y espiando por varias horas antes de hacerse ver, estaba contento de encontrar que si bien Miedosa parecía estar viajando al cuidado de dos fuertes acompañantes, el Rey-Pastor mismo aparentemente no estaba con ella. Por lo tanto, se le acercó bastante confiado pero con una amabilidad y modales poco usuales, y para sorpresa de Miedosa se paró cuando les encontró y le saludó. Bueno, prima Miedosa, aquí estás tú, al fin. He tenido que correr tanto para encontrarte. ¿Cómo te va, Primo Orgullo? dijo la pobre simplona. Miedosa, por supuesto, debería de haber sabido mejor que no sólo no debía saludar, sino mucho menos pararse y hablar con aquel individuo del Valle. Pero resultaba más bien agradable, después de haber sido desairada e ignorada por años, ser de pronto saludada, como una igual a los demás. Además de esto, su curiosidad fue despertada. Por supuesto, si hubiera sido aquel detestable Malicioso, nada le 45

hubiera inducido a pararse y hablar con él. Pero se trataba de otro sujeto más respetable. Miedosa, dijo Orgullo seriamente, tomando su mano en un gesto amable y amistoso (sucedió que el lugar en la senda no era tan escarpado y por lo tanto ella había soltado sus manos de Pena y Sufrimiento), he hecho este viaje con el propósito de tratar de ayudarte, te ruego que me dejes hacerlo y que me escuches muy atenta y seriamente: Mi querida prima, debes de abandonar este viaje extraordinario y volver conmigo al Valle. Tú no te das cuenta de la verdadera posición en la cual te has colocado, ni del negro futuro delante de ti. El que te persuadió de comenzar este viaje inconveniente (Orgullo ni siquiera podía nombrar al Rey-Pastor por su nombre), ha seducido también a otras inocentes víctimas de la misma manera. ¿Sabes lo que te sucederá, Miedosa, si persistes en seguir adelante? Todas esas bellas promesas que El te ha hecho, sobre llevarte a Su Reino y hacerte vivir felizmente para siempre, verás, más tarde, que son falsas, cuando Él te lleve a las partes más altas y desoladas de las montañas, te abandonará para siempre, y tú quedarás expuesta a una vergüenza constante. Pobre Miedosa, trató de tironear su mano atrás, porque ahora ella comenzaba a entender el significado de su presencia y su acentuado odio por el ReyPastor, pero cuando ella forzó para quitar su mano, él solamente la asió con más fuerza. Tenía que aprender que una vez que el Orgullo se ha hecho escuchar, la lucha con él es una de las cosas más difíciles. Ella detestaba las cosas que él había dicho, pero con su mano asida a la de él las mismas tenían el poder de representarse como horriblemente plausibles y verdaderas. ¿Es que acaso ella misma alguna vez no había dado en el fondo de su corazón cabida a la misma idea y posibilidad que 46

Orgullo le estaba sugiriendo ahora? Aunque el Rey-Pastor le abandonara (y no podía creerlo), no ocurriría que aquel que permitió que Pena y Angustia fueran sus compañeras, no permitiría también (para el bien de su alma, por supuesto), que ella fuera avergonzada ante sus parientes y conocidos, ¿No estaba casi segura de que estaría expuesta al ridículo? ¿Quién podría saber por qué el Rey-Pastor le permitiría pasar por todas esas cosas? para su propio bien, quizá, pero bastante intolerable para pensarlo. Es una cosa fatal dejar a Orgullo que le tome a una de la mano, descubrió de pronto Miedosa, ¡sus sugerencias son tan terriblemente fuertes! A través del contacto físico él la estaba forzando a volver a casa casi con una fuerza irresistible. Vuelve, Miedosa, le dijo vehemente, date por vencida y abandónalo antes de que sea demasiado tarde. En el fondo de tu corazón tú sabes que lo que te estoy diciendo es la verdad y que serás expuesta a la vergüenza delante de todo el mundo. Deja esta empresa cuando todavía estás a tiempo. ¿No es una promesa meramente ficticia la de vivir en los Lugares Altos teniendo que pagar el alto costo que se te pide? ¿Qué es lo que buscas en ese reino mitológico de arriba? Completamente contra su voluntad, y simplemente porque él parecía tenerla a su merced, Miedosa dejaba que le sacara las palabras. Estoy buscando el Reino del Amor, dijo ella débilmente. Yo pensé en eso, dijo burlonamente Orgullo, buscando el deseo de tu corazón, ¿eh? Y ahora, Miedosa, ten un poco de orgullo, pregúntate a ti misma honestamente, si no eres tan fea y deformada que ni siquiera en el Valle hay alguien que te quiera. ¡Esta es la verdad desnuda! Entonces, cuanto menos serás bienvenida al Reino del Amor donde se dice que no se admite nada que sea feo, defectuoso e imperfecto. ¿Puedes realmente 47

esperar encontrar lo que estás buscando? No, te vuelvo a decir que tú sientes esto y bien lo sabes. Entonces sé honesta por lo menos, y abandónalo, vuélvete conmigo antes que sea demasiado tarde. ¡Pobre Miedosa! La urgencia de volverse atrás parecía casi irresistible, pero en aquel momento, cuando estaba asida de la grosera mano de Orgullo, sintiendo como si cada palabra que él hablase fuera la horrenda verdad, ella tenía una visión interior del rostro del Pastor. Recordó la mirada con la cual El le había prometido: Me comprometo a llevarte allí, y tú no serás avergonzada. Entonces fue como si le oyese de nuevo, repitiéndolo suavemente, como mirando una visión radiante en la distancia: He aquí eres bella; tus ojos como de paloma, he aquí que tú eres hermosa, amiga mía; Antes de que Orgullo pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando, Miedosa profirió un grito desesperado de ayuda hacia arriba en las montañas. ¡Ven a mí, Rey-Pastor, ven pronto, no te tardes, oh, mi Señor! Hubo un sonido de caer de piedras sueltas y un prodigioso brinco, y en el instante siguiente el Pastor estaba en el sendero al lado de ellos, Su rostro levantado en alto. Un solo golpe a su espalda bastó para que Orgullo soltara la mano que había estado apretando tan fuertemente y se fuera camino abajo, resbalando y tropezando con las piedras a medida que caminaba, y en un momento estaba fuera de la vista. Miedosa, dijo el Pastor, en un tono amable pero de firme reprensión. ¿Por qué permitiste que Orgullo viniera a ti y te tomara de la mano? Si tú hubieras estado sosteniendo las manos de tus dos ayudantes esto nunca podía haber sucedido. Por primera vez, Miedosa 48

tomó las manos de sus dos compañeras por su propia voluntad, y ellas la sostuvieron fuertemente, pero nunca antes había estado sostenida de ellas con tanto dolor, amargura y disgusto. Aprendió de esta manera su primera importante lección en el viaje hacia arriba; que si una se para a conversar con Orgullo y escucha sus sugestiones ponzoñosas, el sufrimiento se vuelve después inexplicablemente más imposible de soportar y la tristeza produce más amargura en el corazón. Por un rato, Miedosa cojeó más dolorosamente que nunca desde que había dejado el Valle. Orgullo había pisado sus pies, en el momento que ella gritó por ayuda, y se los había dejado más lisiados y doloridos que nunca.

6. Rodeo a través del desierto Después del encuentro con Orgullo, Miedosa y sus compañeras siguieron su camino, pero ella se vio obligada a cojear dolorosamente y no podía caminar sino muy despacio. Sin embargo, aceptó la asistencia de sus dos guías con mucho más gusto que anteriormente, y gradualmente los efectos del encuentro se fueron esfumando y estaba más capacitada para hacer mejores progresos. Un día tras una vuelta de la senda, vio, para su asombro y consternación, una gran planicie que se extendía ante ellas. Tan lejos como sus ojos podían ver no parecía haber nada más que desierto, la expansión sin fin de dunas arenosas, sin ningún árbol a la vista. Los únicos objetos que rompían la monotonía del desierto eran unas pirámides raras, que se levantaban sobre las dunas de arena, blanqueadas con los años y espantosamente desoladoras. Para el horror de Miedosa, sus dos guías se dispusieron a seguir la senda que 49

conducía hacia allí. Ella se detuvo desanimada y les dijo: No debemos ir allí. El Rey-Pastor me ha llamado a ir a los Lugares Altos. Debemos encontrar algún camino que vaya hacia arriba, pero no allí abajo. Pero ellas le hicieron señas de que las siguiera hacia abajo, por la senda escabrosa hacia el desierto. Miedosa miró hacia la izquierda y la derecha, pero aunque parecía increíble, no había manera posible por la cual ellas pudieran continuar su ascensión hacia arriba. La colina en que estaban, terminaba abruptamente en ese precipicio, y los peñascos rocosos se levantaban sobre ellas en todas direcciones, rectos como paredes y sin ningún lugar donde apoyar el pie. Yo no puedo ir allí abajo, dijo Miedosa jadeante, enferma del impacto y llena de temor. El nunca pudo tener esto en sus planes, ¡nunca! Me ha llamado a los Lugares Altos, y ésta es una contradicción absoluta a todo lo que me ha prometido. Entonces levantó su voz y llamó desesperadamente: Rey-Pastor, ven a mí. Oh, te necesito; ven y ayúdame. En un momento El estaba allí, al lado de ella. Rey-Pastor, dijo desesperadamente, yo no puedo entender esto, las guías que Tú me has dado dicen que debemos ir abajo allí en el desierto, alejándonos de los Lugares Altos para siempre. Tú no quisiste decir esto, ¿verdad? No puedes contradecirte a Ti mismo. Diles que no vamos a ir allí, y muéstranos otra senda. Haz un camino para nosotros, ReyPastor, como Tú has prometido. El la miró y respondió muy gentilmente: Ese es el camino, Miedosa, y tú tienes que ir allí abajo. ¡Oh, no! clamó ella, Tú no puedes querer decir eso. Dijiste que si confiaba en Ti me traerías a los Lugares Altos, y ese camino lleva directamente en dirección opuesta a ellos. Contradice todo lo que tú has prometido. No, dijo el Rey-Pastor, no es una contradicción, solamente lo pospone para que lo que venga sea lo mejor posible. Miedosa sintió como si El le hubiera 50

herido en su corazón. Quieres decir, dijo ella con aire de incredulidad, ¿realmente quieres decir que yo tengo que seguir ese camino abajo que lleva a ese desierto y entonces meterme allí, lejos de las montañas en forma indefinida? ¿Por qué? y hubo un sollozo de angustia en su voz, pueden ser meses, aun años, antes de que ese camino conduzca nuevamente a las montañas, Oh, Rey-Pastor, ¿quieres tú decir que es una demora indefinida? Él inclinó su cabeza silenciosamente, y Miedosa cayó en sus rodillas a sus pies, casi abrumada. El la estaba guiando lejos del deseo de su corazón, y no le dio una promesa de traerla de vuelta. Al mirar ella sobre lo que parecía un desierto sin fin, la única senda que pudo ver que conducía más lejos iba alejándose más y más de los Lugares Altos, y era todo desierto. Entonces Él contestó muy quietamente: Miedosa, ¿me amas lo suficiente como para aceptar la demora y la aparente contradicción de la promesa, y para ir allí abajo conmigo al desierto? Ella estaba aún agachada a sus pies, sollozando como si su corazón se fuera a romper, pero ahora miró levantando su vista con los ojos llenos de lágrimas, tomó su mano en las de ella, y dijo temblando: Yo te Amo, tú sabes que te amo. Oh, perdóname porque no puedo detener mis lágrimas. Iré allí abajo contigo al desierto, aunque sea diferente a tu promesa, si tú realmente lo deseas. Aunque no puedas decirme porque tiene que ser así, iré contigo porque sé que te amo, y que tú tienes la correcta elección para mí en cualquier cosa que te plazca. Era muy temprano en la mañana, y arriba sobre ellos, como colgando del cielo sobre la silenciosa expansión del desierto, estaba una luna creciente y la estrella de la mañana brillando como una joya cerca de ella. Allí Miedosa construyó su primer 51

altar en las montañas, una pequeña pila de rocas quebradas, y entonces, con el Rey-Pastor estando cerca de ella, dejó sobre el altar su temblor, y su voluntad rebelde. Una pequeña llama vino de alguna parte, y en un instante no quedó nada sobre el altar sino un montón de cenizas. Es decir, ella pensó primeramente que allí había sólo cenizas, pero el Pastor le dijo que mirara más cerca, y allí entre las cenizas vio una pequeña piedrecita de una clase de color oscuro, como un guijarro. Levántala y tómala contigo, le dijo el Pastor gentilmente, como un recuerdo de este altar que construiste, y de todo lo que él significa. Miedosa tomó la piedrecita de entre las cenizas, apenas la miró y sintió que hasta el fin de su vida nunca necesitaría un recuerdo del altar, puesto que nunca podría olvidar la angustia de aquella primera rendición, pero dejó caer la piedrecita dentro de una pequeña bolsita que el Rey-Pastor le dio y la guardó cuidadosamente. Entonces comenzaron el descenso hacia el interior del desierto, y al dar el primer paso Miedosa sintió un estremecimiento del más dulce gozo y consuelo que surgía de su interior, porque halló que el mismo Rey-Pastor iba junto a ellas. No tendría a Pena y Angustia como sus únicas acompañantes, sino que El estaba también allí. Cuando empezó su marcha hacia abajo El comenzó una canción que Miedosa no había oído antes, tan dulce y reconfortante que su dolor fue desapareciendo. Era como si la canción le sugiriera a ella una parte por lo menos de la razón del por qué de esta demora a sus esperanzas. He aquí la canción que El cantaba: EL HUERTO CERRADO Jardín cerrado es mi amiga, su fruta madura está; fuente cerrada y sellada 52

y la sed desesperada, ¿quién la podrá aquí saciar? Levántate, viento y sopla en este huerto cerrado; despréndanse sus aromas... que las perciba mi amado pues sé, le será de agrado que se esparzan en las lomas. Llegaron al desierto muy rápidamente, porque aunque el camino era ciertamente muy escarpado, Miedosa estaba dependiendo del Rey-Pastor, y por lo tanto no sentía ningún signo de debilidad. Para la tarde de ese mismo día todos estaban sobre las dunas de arena y caminando hacia ciertas chozas construidas en la sombra de una de las grandes pirámides, donde debían descansar por la noche. En la hora del crepúsculo, cuando el cielo estaba teñido de un rojo brillante y encendido sobre el borde oeste del desierto, el Rey-Pastor guió a Miedosa fuera de las chozas, hacia el pie de la pirámide. Miedosa, le dijo, todos mis siervos que marchan hacia los Lugares Altos tienen que hacer esta vuelta a través del desierto de Egipto. Es llamado “Horno y Crisol”, aquí han aprendido muchas cosas que de otra manera hubieran sido desconocidas para ellos. Abraham fue el primero de Mis siervos en venir por este camino, y esta pirámide estaba ya mohosa por los años cuando él la miró por primera vez. Entonces vino José, con lágrimas y angustia de corazón, y al pasar cerca de ella aprendió la lección del valor de la tristeza y el sufrimiento. Y ahora estás tú aquí, Miedosa, también tú estás en la línea de sucesión de los héroes de la fe. Esto es un gran privilegio, y si quieres, también 53

puedes aprender la lección del horno y el crisol tan seguramente como lo hicieron aquellos antes que tú. Los que han descendido al horno después siguen su camino como hombres y mujeres reales, príncipes y princesas de la linaje real. Miedosa miró hacia arriba a la pirámide, ahora ensombrecida y oscura contra el cielo crepuscular, y aislada en la soledad del desierto, aun así le pareció como uno de los objetos más majestuosos que jamás hubiera visto. Entonces, de pronto, el desierto se llenó de gente, una verdadera procesión tenía lugar. Allí estaba Abraham mismo y Sara su mujer, aquellos primeros y solitarios exilados a una tierra extraña; allí estaba José, el traicionado y herido hermano quien había sido vendido a la esclavitud, quien cuando lloró echando de menos la tienda de su padre, vio solamente la extraña pirámide. Luego, uno tras otro, Miedosa vio una gran hueste que ningún hombre podía contar, a través del desierto en una línea sin fin. El último en la línea tenía una mano libre que ella tomó, y he aquí que ella estaba también en la gran cadena. Entonces vinieron a sus oídos unas palabras, las cuales oyó quieta y atentamente: No temas, Miedosa, de entrar en Egipto; porque allí haré de ti una gran nación; yo iré a Egipto contigo, y seguramente te volveré a traer arriba otra vez. Después de esto fueron de vuelta a las chozas para descansar aquella noche. En la mañana el Rey-Pastor llamó a Miedosa otra vez y la guió fuera, pero esta vez El abrió una pequeña puerta en la pared de la pirámide y la llevó adentro. Había un pasadizo que guiaba al centro, y de allí a una escalera de caracol que iba a los pisos de arriba. El Rey-Pastor abrió otra puerta que llevaba de la cámara central a otra de la planta baja muy grande y que parecía un granero. Había grandes pilas de 54

grano por doquier excepto en el centro. Allí en un espacio abierto habían hombres almacenando las diferentes clases de grano en distintas maneras y moliéndolas hasta hacerlas polvo, algunas más gruesas y otros más finos. A un lado estaban las mujeres sentadas en el suelo con piedras cóncavas, moliendo lo mejor del trigo y convirtiéndolo en el polvo mejor y más fino posible. Observándolas por un rato, Miedosa vio cómo los granos eran primero trillados y machacados hasta desmenuzarlos en pedazos, pero todavía el proceso del molido y trillado continuaba, hasta que por último el polvo era lo suficientemente fino para hacer el mejor pan de trigo. Mira, le dijo el Rey-Pastor gentilmente, cuán variados son los métodos que se usan para moler las diferentes variedades de grano, de acuerdo a su uso especial y también a su propósito. Entonces añadió: Que el eneldo no se trilla con trillo, ni sobre el comino se pasa rueda de carreta; sino que con un palo se sacude el eneldo, y el comino con una vara. El grano se trilla; pero no lo trillará para siempre, ni lo comprime con la rueda de su carreta, ni lo quebranta con los dientes de su trillo (Is. 28, 27.28). A medida que Miedosa miraba a las mujeres golpeando el pan de maíz con sus piedras pesadas, notó qué largo era el proceso antes de que el fino polvo fuera el resultado de la molienda y estuviera listo para ser usada. Entonces oyó decir al Rey-Pastor: Yo traigo a mi gente a Egipto con el propósito de que ellos también puedan ser trillados y machacados para convertirse en el más fino polvo y puedan volverse pan para otros. Pero recuerda que, aunque el grano de maíz o de trigo es machacado, nadie le trilla para siempre; sino tan sólo hasta que el grano machacado y roto está listo para su más refinado uso. También esto salió del Dios de los ejércitos, para hacer maravilloso el consejo y engrandecer la sabiduría (Is. 28,29). 55

Después de esto el Rey-Pastor la tomó y guió de vuelta a la cámara central y ascendieron por la escalera de caracol, girando arriba y más arriba en la oscuridad. Allí, en el próximo piso, llegaron a otro cuarto más pequeño, en el centro del cual había un alfarero, quien trabajaba en la rueda. A medida que hacía girar la rueda daba forma a su barro en muchos y variados modelos y formatos. El material era cortado y amasado, luego se le daba forma, pero siempre el barro descansaba sobre la rueda, sometido a cada uno de los toques del alfarero en forma inevitable e irresistible. Mirando esta escena, el Rey-Pastor dijo: También en Egipto yo fabrico mis vasos más bellos y más finos, y los hago instrumentos para mi trabajo, según me parecen mejor hacerlos. Entonces El sonrió y añadió: ¿No podré yo hacer contigo, Miedosa, como este alfarero? He aquí, como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano (Jr. 18,6). Por último, la llevó arriba en la escalera al piso más alto. Allí encontraron una habitación con un horno en el cual el oro estaba siendo fundido y refinado de toda su escoria. En el horno había rudas piezas de piedra y roca que contenían cristales; éstas, puestas en gran calor, se dejaban allí por un tiempo. Cuando eran sacadas, he aquí que eran joyas gloriosas, brillando como si hubieran recibido el fuego dentro de sus mismos corazones. Miedosa estaba junto al Rey-Pastor, mirando con cierta actitud de encogimiento dentro del fuego, fue entonces cuando El le dijo las más bellas y cariñosas palabras que jamás había oído: Pobrecita, fatigada con tempestad, sin consuelo; he aquí que yo cimentaré tus piedras sobre diamantes, y sobre zafiros te fundaré. Luego añadió: Mis joyas únicas y seleccionadas y mi oro más fino son aquellos que han sido refinados en el horno de Egipto, y cantó un verso de una corta canción:

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Pondré mis manos en tu corazón y toda escoria de ti quitaré con fuego de dolor te cubriré. ¡No te asombres, y mira por la fe, mi cruz Por ti, mi cruz por ti...! Permanecieron en las chozas en el desierto por varios días, y Miedosa aprendió muchas cosas de las cuales nunca antes había oído. Sin embargo, algo hizo especial impresión en ella: En todo ese grande desierto, no había una sola cosa verde que creciera, ni un árbol ni una flor ni una planta, solamente se veían cactus grises esparcidos. En la última mañana, cuando estaba caminando cerca de las tiendas y chozas de los moradores del desierto, en un rincón solitario detrás de una pared se acercó a una pequeña flor amarilla creciendo allí sola. Un viejo caño estaba conectado con el tanque de agua. En el caño había un diminuto agujero a través del cual caía ocasionalmente una gotita de agua. Donde las gotas caían una por una, allí había crecido la pequeña flor amarillo-oro; Miedosa no se podía imaginar de dónde había venido la semilla, puesto que no había pájaros por ninguna parte ni ninguna otra cosa viva. Ella se detuvo junto a la solitaria y pequeña flor dorada, la cual levantaba su corola tan esperanzada y valiente al goteo del caño, y le dijo suavemente: ¿Cuál es tu nombre, florecilla?, porque nunca he visto otra como tú antes. La pequeña plantita contestó en un tono tan precioso como el color dorado que tenía: He aquí, mi nombre es Aceptación-con-Gozo. Miedosa pensó en las cosas que había visto en la pirámide: la planta del trillado y la rueda giratoria y el gran horno, de alguna manera la respuesta de la pequeña flor amarilla que creía sola en la extensión del desierto se introdujo en su corazón e hizo allí un eco débil pero 57

dulce, que la llenó de consuelo. Entonces dijo: El me ha traído aquí cuando yo no quería venir, por un propósito suyo. Yo también miraré arriba, hacia su rostro y diré: “Heme aquí, yo soy tu pequeña criada Aceptación-con-Gozo”. Entonces se detuvo y agachándose levantó un guijarro que estaba en la arena junto a la flor y lo puso en la bolsita con la primera piedrecita que había recogido del altar.

7. En las orillas de la soledad Después de que hubieron caminado juntos a través de las calientes arenas del desierto, un día, inesperadamente, encontraron un camino que cruzaba la ruta principal la cual ellos habían estado siguiendo. Éste, dijo el Rey-Pastor quietamente, es el camino que ahora deberán seguir. Entonces se volvieron hacia el occidente con los Lugares Altos detrás de sus espaldas y en un rato ya estaban al final del desierto, se encontraron en las orillas de un gran mar. Ahora es tiempo para que me vaya, Miedosa, dijo Él, y vuelva a las montañas. Recuerda, aunque te parezca que estás más lejos que nunca de los Lugares Altos y de mí mismo, no hay en realidad distancia de separación en absoluto entre nosotros. Yo puedo cruzar las arenas del desierto tan velozmente como puedo saltar de los Lugares Altos a los valles, y siempre que me llames vendré a ti. Esta es la promesa que ahora dejó contigo; créelo y practícalo con gozo, mis ovejas oyen mi voz y me siguen. Siempre que estés deseosa de obedecerme, Miedosa, y de seguir el camino de Mi elección, encontrarás que puedes oír y reconocer mi voz, y cuando la oigas debes de obedecerme, recuerda también que siempre es seguro el obedecer mi voz, aun 58

si te parece que te llamo a andar en sendas que resulten imposibles, aun fuera de la razón. Diciendo esto, la bendijo y se retiró de ellas, saltando sobre el desierto hacia los Lugares Altos, los cuales estaban actualmente detrás de ella. Miedosa y sus dos compañeras caminaron a lo largo de las costas del gran mar por muchos días, y a lo primero le parecía que hasta ese momento en realidad ella nunca había conocido lo que era la soledad. El valle verde donde ella y todos sus amigos habían vivido parecía muy lejano, detrás de ella. Aún las montañas estaban fuera del alcance de su visión, y no parecía haber nada más en el inmenso mundo que el desierto de arena sin fin y el enorme mar gimiendo tristemente del otro lado. Allí no crecía nada, ni árboles ni arbustos ni siquiera hierba, pero las orillas estaban esparcidas con arrugadas masas de algas enredadas. Nada vivía en toda la región, a no ser las gaviotas dando vueltas y gritando sobre los cangrejos que corrían a través de la arena en dirección a sus madrigueras. A intervalos, también, un viento helado venía con las oleadas, cortante como un puñal de acero. En esos días Miedosa nunca dejó de asirse de la mano de sus compañeras, y era sorprendente con qué eficiencia la habían ayudado a lo largo del camino. Quizá pareciera extraño, pero era la manera en que Miedosa caminaba, más rápido y más derecha que antes y con apenas una cojera, porque algo había pasado en el desierto que había dejado una marca sobre ella por el resto de su vida. Era una marca interior y secreta, y ninguno hubiera notado la diferencia exteriormente, pero un cambio interior estaba indicando que algo cambiaba dentro de sí, marcando una importante etapa en su vida. Había estado abajo en Egipto y había mirado las piedras pulidoras, la rueda, y el horno, y sabía que eso simbolizaba una 59

experiencia que ella misma debería de pasar. Algo admirable era que Miedosa fuera capaz de saber esto y de aceptarlo, y dentro de sí sabía que con esa aceptación se abría un abismo entre ella y su vida pasada; un abismo que nunca más podía cerrarse. Podía mirar atrás a través del verde valle entre las montañas y verse allí con los obreros del Rey-Pastor, alimentando al pequeño rebaño, lisonjeando delante de sus parientes y yendo al estanque de mañana y de noche para la cita con el Rey-Pastor. Pero era como mirar a otra persona, y se dijo a sí misma: “Yo era esa mujer, pero ya no soy esa mujer ahora”. Ella no entendía cómo había sucedido, pero lo que el Pastor le había dicho sucedió en ella, para aquellos que descienden en el horno a Egipto y encuentran la flor de la Aceptación-con-Gozo vuelven cambiados y con la estampa de la realeza sobre ellos. Es verdad que Miedosa no se sentía real en absoluto, y ciertamente tampoco lo parecía. Sin embargo, había sido estampada con la marca, y nunca sería la misma de antes. Por lo tanto, a pesar de que fue día tras día con Pena y Angustia a lo largo de la costa del gran mar de la Soledad, no lo hizo quejándose o lamentándose. Ciertamente, una cosa que parecía imposible, estaba sucediendo. Una nueva clase de gozo estaba surgiendo de su corazón, y ella comenzó a notar que veía belleza en esa extensión, cosa a la cual había estado antes inconsciente. A menudo su corazón se estremecía con un éxtasis interior cuando miraba al sol centellear en las alas de las revoltosas gaviotas, haciéndoles brillar tan blancas como la nieve que había en los picos de los tan lejanos Lugares Altos. Aun sus gritos melancólicos y los lamentos de las olas del agua suscitaron en ella una pena que era extrañamente bella. Tenía el sentimiento que en algún lugar muy lejano, habría un significado para toda esta pena y una respuesta tan justa y maravillosa que le haría 60

comprenderlo todo. Frecuentemente también reía a toda voz mientras miraba los grotescos y pequeños cangrejos. Cuando el sol brillaba intensamente, como sucedía algunas veces, aun el mar gris y lúgubre era transformado en algo de extrema belleza, con la luz centelleante en las curvas verdes de las rompientes y la espuma, y el horizonte azul como la medianoche. Cuando el sol brillaba así en las vastas extensiones de las aguas parecía como si todas sus penas hubieran sido tragadas por el gozo, y ella suspiraba: Cuando El me haya probado, saldré como el oro. El llanto puede durar por una noche, mas el gozo vendrá al clarear la mañana. Un día vinieron a un lugar en la orilla donde había altos peñascos y rocas esparcidas por todas partes. En este lugar deberían de descansar por un tiempo, y mientras estaban allí, Miedosa anduvo recorriendo el lugar por sí misma. Después de escalar el peñasco se encontró mirando dentro de una pequeña ensenada completamente encerrada por tres lados por los peñascos y sin nada dentro sino pilas de algas enredadas. La primera impresión que hizo sobre ella fue la de su vaciedad. Parecía yacer allí como un corazón vacío, esperando y anhelando por la marea lejana que se había retirado a tal distancia que era imposible que volviese. Sin embargo, cuando atraída por un impulso de visitar la ensenada solitaria, Miedosa volvió atrás al mismo lugar que unas horas antes, todo estaba cambiado. Las olas empujaban ahora hacia adelante con una fuerza de la marea alta que las hacía seguir su curso con todo ímpetu. Mirando sobre el borde del peñasco, vio que la ensenada que había estado tan vacía estaba ahora llena hasta el borde. Grandes olas, sonando como ruido de rugidos y risas, se derramaban en la estrecha entrada, saltaban contra los lados, tomando el lugar de cada espacio y borde vacío. Al ver esta 61

transformación, Miedosa se arrodilló en el borde del peñasco y construyó su tercer altar. Oh mi Señor, y exclamó: Te doy gracias por guiarme hasta aquí. Heme aquí, vaciada como esta pequeña ensenada pero esperando Tu tiempo para ser llenada hasta el borde con la marea del Amor. Entonces recogió la piedrecita de cuarzo y cristal que estaba sobre la roca del peñasco y la echó dentro de su bolista juntamente con las otras piedras memoriales que llevaba con ella. Un poco de tiempo después de la construcción de ese nuevo altar, sus enemigos estaban sobre ella otra vez. Lejos, en el Valle de la Humillación, sus parientes habían estado esperando el retorno de Orgullo con su víctima, pero como el tiempo pasaba y él no volvía, y Miedosa no hacía su reaparición, era obvio que él debía de haber fracasado en su empresa y era demasiado orgulloso como para admitirlo. Decidiendo que deberían mandarse refuerzos lo antes posible, antes de que Miedosa pudiera alcanzar los Lugares Altos y estuviera para siempre lejos de su alcance. Se mandaron espías quienes encontraron a Orgullo y trajeron noticias de que Miedosa no estaba en ningún lugar de las montañas, sino allá lejos en las orillas del Mar de la Soledad. Ella estaba yendo en una dirección bastante distinta que la de las montañas. Esto significaba muy buenas e inesperadas noticias, y les dio la idea de mandar los mejores refuerzos para ayudar a Orgullo en su tarea. Hubo una completa unanimidad en decidir que Resentimiento, Amargura y AutoCompasión, deberían apresurarse para colaborar en la empresa de traer a Miedosa a sus familiares que la aguardaban con toda vehemencia. Salieron fuera de las orillas de la Soledad. Miedosa ahora tenía que soportar un tiempo de asaltos realmente terribles. Es 62

verdad que sus enemigos pronto descubrieron que esa no era la misma Miedosa con quien ellos tenían que tratar. Ellos no podían acercarse demasiado, porque ella se mantenía tan cerca de Pena y Angustia y aceptaba su asistencia tanto más gustosamente que antes. Sin embargo, ellos insistieron en aparecerse ante ella, gritándole horribles sugerencias y burlándose hasta que parecía que por doquiera que ella iba, uno u otro se metían (habían tantos escondrijos entre las rocas) y lanzaban sus dardos contra ella. Te lo dije, gritaba Orgullo malignamente, ¿dónde estás ahora, pequeña tonta? ¿Arriba en los Lugares Altos? No mucho ¿eh? ¿Sabes que todo el mundo en el Valle de la Humillación conoce acerca de esto y se está riendo de ti? Buscando el deseo de tu corazón, ¿eh?, y dejada abandonada por El (justamente como yo te previne) en las Orillas de la Soledad. ¿Por qué no me prestaste atención a lo que te decía, pequeña tonta? Entonces Resentimiento levantó su cabeza desde otra roca. El era extremadamente feo, no daban deseos ni de mirarle, pero su fealdad tenía algo de fascinante. A veces Miedosa difícilmente podía quitar sus ojos de él cuando la miraba y osadamente le gritaba: Tú sabes, Miedosa, que estás actuando como una ciega idiota. ¿Quién es ese Rey-Pastor al que tú sigues? ¿Qué clase de persona es El que demanda todo lo que tienes y toma todo de lo que tú te le ofreces sin darte nada de vuelta sino sufrimientos, penas y angustias y ponerte en el ridículo y en la vergüenza? ¿Por qué le dejas que te trate así? Ponte firme y demanda que él cumpla su promesa y te lleve de una buena vez a los Lugares Altos. Si no, dile que te sientes absuelta de toda necesidad de seguirle por más tiempo. Amargura irrumpió entonces con su voz y aire despreciativo. Cuanto más te rindas a él, él más exigirá de ti. Él es cruel contigo, y toma ventaja de tu devoción. Todo lo que te ha pedido hasta ahora no es nada comparado con lo que te exigirá si tú 63

persistes en seguirle. Él deja a sus seguidores, sí, aun mujeres y niños, ir a los campos de concentración y a las cámaras de tortura y espantosas muertes de todas las clases. ¿Podrías tú soportar eso, pequeña gallina? Entonces retírate a tiempo y déjale antes de que te demande el máximo sacrificio de todos. Más tarde o más temprano él te pondrá en una especie de cruz y te abandonará allí. Autocompasión hizo sonar su voz entonces y en alguna horrible manera él era aún peor que cualquiera de los otros. Hablaba tan suavemente y en un tono tan lastimero que Miedosa sentía como cierta debilidad en todo su ser: Pobre pequeña Miedosa suspiraba él. Qué mala suerte, ¿no? Tú eres tan devota, y nunca le has rehusado nada, absolutamente nada; y aun así es tan cruel la forma en que te trata. ¿Puedes creer cuando él actúa para contigo de esta manera que te ame y que en realidad en su corazón se haya propuesto hacerte bien? ¿Cómo puede ser esto posible? Tienes todo el derecho de sentir pena por ti. Aunque tú estés perfectamente de acuerdo en sufrir por su causa, por lo menos otra gente debería de saberlo y compadecerte en lugar de malentenderte y ridiculizarte como lo hacen. Parece que aquel a quien tú sigues se deleita en hacerte sufrir y dejar que los demás no te comprendan, pues cada vez que te rindes a él, él se las ingenia con alguna nueva manera de herirte y machacarte. Esto último que Autocompasión dijo fue un gran error, porque la palabra “machacar” trajo a la memoria de Miedosa lo que el Pastor le había dicho cuando estaban juntos en el lugar de trillar el trigo en la Pirámide. “El maíz y el trigo se trillan”, había dicho él, “pero no se le trilla para siempre, solamente hasta que esté listo para hacer pan para otros. También esto salió del Señor de los ejércitos, para hacer maravilloso el consejo y engrandecer la sabiduría”. Cuando ella pensó en esto, para el 64

asombro tremendo de Autocompasión, Miedosa tomó un trozo de roca y lo lanzó fuertemente contra él. Luego él decía a sus otros tres compañeros con un tono de voz sumamente agraviado: Si no hubiera sido porque bajé la cabeza y salté como una liebre me podría haber dejado en el suelo, ¡la pequeña raposa! Pero resultaba cansado el estar siendo asaltada día tras día con sugerencias de esa clase, y mientras Pena y Angustia sostenían sus manos, naturalmente Miedosa no se podía tapar los oídos, de manera que sus enemigos eran capaces de hacerle pasar un mal rato. Por fin, las cosas llegaron a un punto crítico. Un día, cuando sus compañeras parecían estar durmiendo, Miedosa inadvertidamente vagaba sola por los alrededores. No estaba esta vez en su lugar favorito mirando la pequeña ensenada, sino en una nueva dirección, y vino a un lugar desde los peñascos que sobresalían en el mar, formaban una península muy estrecha que terminaba en un precipicio. Cuando ella alcanzó el fin de este promontorio se detuvo mirando la inmensidad del mar, y para su horror encontró de pronto que sus cuatro enemigos se le estaban acercando. Era obvio que ella se estaba convirtiendo en una persona muy diferente, puesto que en lugar de desmayarse de miedo por su presencia, aunque se veía muy pálida y asustada, tomó una piedra en cada mano, y poniendo su espalda contra una gran roca, se preparó para resistirles hasta donde diera el límite de sus fuerzas. Afortunadamente el lugar era demasiado angosto para que los cuatro se acercaran juntos, pero Orgullo se puso en frente de los otros y caminó hacia ella sosteniendo un fuerte garrote. Ya puedes bajar de esas piedras, Miedosa, dijo arrogantemente, somos cuatro aquí y podemos hacer lo que se nos dé la gana contigo, pues ahora estás en nuestro poder. No sólo nos oirás, sino que vendrás con nosotros. Miedosa levantó la cara hacia el 65

cielo y con toda su fuerza llamó: Ven a liberarme de mis enemigos, oh mi Señor! Para horror de los cuatro rufianes, allí estaba el mismo Rey-Pastor, saltando hacia ellos a lo largo del angosto promontorio, más terrible que un gran ciervo de la montaña con agudos cuernos. Resentimiento, Amargura y Autocompasión trataron de tirarse al suelo y lanzarse hacia un costado mientras él saltaba hacia el lugar donde Orgullo estaba amenazando a Miedosa. Tomándolo por sus hombros, el ReyPastor lo hizo girar alrededor, lo levantó en el aire, donde él lanzó un agudo y desesperado grito, y entonces lo dejó caer sobre el borde del peñasco dentro del mar. Oh Rey-Pastor, suspiró Miedosa, sacudiéndose con alivio y esperanza, gracias. ¿Crees que Orgullo se haya muerto? No, dijo el Rey-Pastor, es improbable, él lanzó una mirada hacia el peñasco mientras hablaba y pudo ver a Orgullo nadando como un pez hacia la orilla, y añadió: Allí va, pero hoy ciertamente ha tenido una caída que jamás olvidará, y cojeará por algún tiempo. En cuanto a los otros tres, se han esfumado, escondiéndose en algún lugar, y no tendrán deseos de molestarte otra vez ya que ahora que se dan cuenta de que estoy contigo cuando me llamas. Rey-Pastor, dijo Miedosa seriamente, dice, ¿por qué casi caigo otra vez en las garras de Orgullo, y por qué Resentimiento, Amargura y Autocompasión han podido molestarme tanto? No te he llamado antes porque nunca se habían atrevido a acercárseme para un ataque real, pero deben de haber estado espiando alrededor todo el tiempo y haciendo sus horribles sugerencias, y no pude deshacerme ni huir de ellos. ¿Por qué fue? Yo creo, dijo el Pastor gentilmente, que últimamente la senda parecía un poco más fácil y el sol estaba brillando, por lo tanto tú viniste a un lugar donde pudieras descansar. Te olvidaste por un momento que tú eres mi pequeña criada 66

Aceptación-con-Gozo y comenzaste a decirte a ti misma que ya era tiempo que te guiara a las montañas de arriba a los Lugares Altos y cuando en tu corazón pones la hierba de la impaciencia en lugar de la flor de Aceptación-con-Gozo, siempre encontrarás que tus enemigos toman ventaja de ti. Miedosa se sonrojó. Ella sabía en su interior cuán acertado había estado el Rey-Pastor en su diagnosis. Hubiera sido más fácil el aceptar el camino difícil y ser paciente cuando el mar era gris y el ambiente triste que ahora cuando el sol brillaba y todo alrededor lucía brillante y feliz. Miedosa puso su mano en la del Rey-Pastor y dijo con pena: Tienes razón. Yo he estado pensando que me dejas seguir este sendero por demasiado tiempo y que te estás olvidando de tu promesa. Entonces añadió, mirando firmemente a su rostro, pero ahora te digo con todo mi corazón que tú eres mi Rey-Pastor cuya voz amo oír y deseo obedecer, y que mi gozo es seguirte. Tú escoge para mí y yo obedeceré. El Rey-Pastor se inclinó y tomó una piedra la cual estaba cerca de sus pies y dijo sonriente: Pon esto en tu bolsita con las otras piedras como un recuerdo de este día cuando por primera vez viste a Orgullo atacarte, y de tu promesa de que esperarás pacientemente hasta que te dé el deseo de tu corazón.

8. En la vieja pared del mar Habían pasado unos pocos días después de la victoria sobre Orgullo, y Miedosa y sus compañeras continuaban el viaje a lo largo de la orilla del inmenso mar. Una mañana el camino cambió inesperadamente yendo tierra adentro otra vez y se encontraron de espaldas al desierto en dirección a las montañas, aunque, claro está, estaban éstas aún demasiado lejos para ser 67

visibles. Con un estremecimiento de un gozo indecible Miedosa vio que por fin el camino corría directamente hacia el este y que les guiaría a los Lugares Altos. Ella se soltó de la mano de sus dos guías con el propósito de palmear con las suyas y dar un pequeño salto de gozo. No importaba cuán grande era la distancia entre ellas y las montañas, ahora por fin iban en dirección allí. Las tres comenzaron la vuelta a través del desierto, pero Miedosa no pudo esperar por sus guías, y corrió adelante como si nunca en su vida hubiera sido lisiada. De pronto el camino tomó otro giro a la derecha y tan lejos como su vista alcanzaba, no conducía en ninguna manera a las montañas, sino al sur otra vez donde a lo lejos el desierto parecía terminar en una especie de colinas. Miedosa permaneció quieta, muda con desaliento. Entonces comenzó a temblar de arriba a abajo. No podía ser posible, no, que otra vez el Rey-Pastor estuviera diciendo “NO”, y llevándola en sentido contrario a los Lugares Altos. La esperanza que se prolonga es tormento del corazón, dijo un sabio muchos años atrás, y ¡qué gran verdad decía! Ahora que había estado saltando y corriendo tan entusiasmada a lo largo del camino hacia las montañas, y que había dejado a Pena y Angustia bastante atrás, tenía que estar sola en el lugar donde el camino se alejaba de los Lugares Altos. De detrás de una duna de arena cercana a ella apareció la figura de su enemigo Amargura. Este no se acercó mucho, habiendo aprendido un poco más de prudencia, pues no iba a hacer que ella llamara al Rey-Pastor si podía evitarlo, pero simplemente estaba allí y la miraba riéndose una y otra vez, lo cual era para Miedosa el sonido más amargo que había oído en toda su vida. Entonces le dijo, con la ponzoña de una víbora: ¿Por qué no te ríes también tú, pequeña tonta? Sabías que esto pasaría. Y prosiguió con sus estallidos de risa hasta que padecía 68

que todo el desierto estaba lleno de su burla. Pena y Angustia vinieron cerca de Miedosa y se pararon a su lado quieta y silenciosamente, y por un momento todo estuvo dominado por un gran dolor y “un terror de grande oscuridad”. Un súbito torbellino vino chillando sobre el desierto y levantando una tormenta de polvo y arena que les cegaba. En el silencio que siguió a la tormenta, Miedosa dejó oír su voz, baja y temblorosa, pero algo diferente, diciendo: Mi Señor, ¿qué deseas decirme? Habla, que tu sierva escucha. Un momento después el ReyPastor estaba junto a ella. Alégrate, dijo Él, no temas. Constrúyeme otro altar y ponte a ti misma como ofrenda. Obedeciendo Miedosa levantó un pequeño montón de arena y piedras sueltas, que fue todo lo que pudo encontrar en el desierto, y otra vez puso allí su voluntad y dijo con lágrimas: Yo me deleito en hacer Tu voluntad, oh mi Dios. De alguna parte, aunque no pudieron ver de dónde, vino una llamarada que consumió la ofrenda y dejó un pequeño montón de cenizas en el altar. Entonces se dejó oír la voz del Rey-Pastor. Esta demora no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo sea glorificado. Otro soplo de viento esparció las cenizas en todas direcciones. Miedosa se sintió entonces descargada de un gran peso, tras aquellas llamas que habían consumido su voluntad propia, sin destruir o aniquilar su personalidad. Entonces, se levantó sobre sus pies y revolviendo las cenizas del sacrificio, encontró una piedrecita, la cual recogió y puso en su bolsa de recuerdos, y volviendo su espalda a los Lugares Altos comenzaron su marcha hacia el sur. El Rey-Pastor fue con ellas una parte del camino de manera que Resentimiento y Autocompasión, que estaban escondidos cerca esperando una oportunidad para atacar, se quedaron quietos detrás de las dunas de arena y no se les vio en absoluto. En este momento habían 69

alcanzado un lugar donde el mar, que dejaron atrás al internarse en tierra, entraba violentamente dentro del desierto formando un gran estero o golfo marítimo. Una fuerte marea traía las aguas que se elevaban cada instante más y más. Un camino de arcos de piedra había sido construido a través del golfo y era muy útil para atravesarlo en la marea baja, pero con la marea alta que cubría totalmente el camino parecía imposible. El Rey-Pastor llevó a Miedosa hasta la orilla y le dijo que siguiera este camino a través del mar, sin temor de ahogarse. Una vez más repitió con gran énfasis las palabras que había pronunciado junto al altar, y entonces se fue. Miedosa, seguida por sus dos compañeras, entró por el viejo puente cubierto de olas que hacían el camino totalmente invisible. Cualquier paso en falso podía dejarles sobre el profundo mar a merced de las olas; pero tanteando con los pies pudieron seguir el camino invisible que tenían debajo hasta llegar al otro lado. Tan confuso por la distancia que no podían estar seguras de lo que venían vislumbrando en lontananza una especie de nube que bien podrían ser siluetas de montañas ¿o sería solamente un pensamiento anhelante? Entonces, mirando hacia adelante, pudieron ver el camino que emergía del golfo y elevándose les introduciría a una escena completamente diferente. A un lado estaba el mar azotando furiosamente el dique de contención de las aguas, y al otro lado se extendía un extenso valle entre huertos y campos cultivados. El sol estaba brillando y allí, encima de la pared, podían sentir la fuerza impetuosa del gran viento que estaba azotando las agitadas olas que se estrellaban contra el dique. Mientras que al otro lado, en la llanura, un grupo de sabuesos, apurados por los cazadores, seguían uno tras otro saltando y dando fuertes ladridos porque la caza levantaba el vuelo y no podían alcanzarla. Para Miedosa el 70

rugir del viento y el choque de las olas que se estrellaban a sus pies, parecían meterse en su misma sangre y producirle una corriente de vida a través de todo su ser. El viento azotaba sus mejillas y desgarraba su piel y vestidos hasta hacerla casi caer, pero ella permaneció allí, gritando a viva voz, a pesar de que el viento absorbía el sonido y lo llevaba lejos, ahogándolo en un rugido ensordecedor. Lo que Miedosa estaba cantando allí sobre la vieja pared del mar era: “Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; cantaré y entonaré alabanzas a mi Dios”. A medida que cantaba, pensaba: Debe ser una cosa terrible ser un enemigo del Rey-Pastor, y encontrarse frustrados. Siempre su presa les es arrebatada. Debe de ser enloquecedor el ver que aun el más pequeño, débil y simple de sus siervos alcanza los Lugares Altos y triunfa sobre todos sus enemigos mientras ellos corren y se esfuerzan en vano, debe ser insoportable. Estando aún en el arrecife levantó otra piedrita, esta vez en memoria de su victoria sobre sus enemigos, y la echó dentro de su bolsita de piedritas memoriales. Así pasaron por el camino a través del golfo de mar, y el dique levantado al otro lado y poco después se encontraron a la entrada de un bosque. El cambio de escena después de ese largo viaje a través del desierto resultó maravilloso. Una primavera retardada estaba soltándolo todo de las garras del invierno, y todos los árboles estaban brotando en un hermoso tono verde y los pimpollos parecían a punto de reventar. Entre los árboles había claros de campanillas azules y anémonas silvestres, y las violetas y las flores amarillas crecían en los arbustos a lo largo de orillas mohosas. Los pájaros cantaban llamándose unos a otros y susurrando absorbidos en la tarea de la construcción de sus nidos. Miedosa se dijo a sí misma que nunca antes se había dado cuenta de cómo era el despertar 71

de la muerte del invierno. Tal vez había necesitado ver las enormes extensiones del desierto para abrir los ojos a toda esta belleza; ahora andaba por el bosque casi olvidándose de que Pena y Angustia también caminaban con ella. Por dondequiera que miraba parecía que el verde desplegado de los árboles, los pájaros haciendo sus nidos, las ardillas saltarinas y el abrir de las flores estuvieran diciendo la misma cosa, saludándose uno al otro en su lenguaje especial con una clase de éxtasis, y diciendo alegremente: Ya lo ves, por fin el invierno se ha ido. La demora no era para muerte, sino para la gloria de Dios. Nunca ha habido antes una primavera tan hermosa como ésta. Al mismo tiempo, Miedosa estaba consciente de la maravillosa conmoción de su propio corazón, cuando pensaba en la irrupción de una nueva vida también allí. El sentimiento era muy dulce, pero aún mezclado con dolor y muy difícilmente podría saber cuál era el que predominaba. Pensó acerca de la semilla del Amor que el Rey-Pastor había plantado en su corazón, y, medio temerosa y medio ansiosa miró para ver si realmente tenía raíz y estaba brotando. Ella vio una masa de hojas, y en el extremo del tallo lo que parecía ser un pimpollo. Cuando Miedosa lo miro sintió otro dolor agudo en su corazón, pues se acordó de las palabras del Rey-Pastor que cuando la planta del amor estuviera a punta de florecer ella sería amada y recibiría un nombre nuevo allá en los Lugares Altos. Pero todavía estaba muy lejos de allí, más lejos que antes, y aparentemente sin ninguna posibilidad de ir por un largo tiempo. ¿Cómo podía probarse que la promesa del Rey-Pastor era verdad? Cuando pensó en eso sus lágrimas volvieron a caer. Podemos pensar quizá que Miedosa era demasiado dada a derramar lágrimas, pero recordemos que ella tenía a Pena y 72

Angustia como sus compañeras y maestras. El corazón conoce sus propias penas y hay tiempos cuando, como el rey David, es reconfortante pensar que nuestras lágrimas son puestas por Dios mismo en un frasco y ni una sola de ellas es olvidada por el Único que sabe guiarnos por los senderos del dolor. Pero ella no lloró por un tiempo muy largo, puesto que casi en seguida vio algo como un brillo de oro. Mirando más atentamente vio que se trataba nada más ni nada menos que de una copia exacta de la pequeña flor dorada que había encontrado creciendo cerca de las pirámides del desierto que de alguna manera estaba creciendo en su propio corazón. Miedosa dio un grito de alegría, y la pequeña florecita cabeceó y a la muchacha le pareció oír que decía: Heme aquí, aquí estoy, creciendo en tu corazón; me llamo Aceptación-con-Gozo. Miedosa sonrió y respondió: Oh sí, por supuesto, me había olvidado, y se arrodilló allí en el bosque, puso una pila de piedras juntas y palitos encima. Como se habrá notado, los altares los construía con los materiales que tuviera a mano. Entonces dudó un momento. ¿Qué debería poner en el altar esta vez? Miró a la pequeña planta del Amor que podría o no tener un pimpollo y entonces se inclinó hacia adelante, colocó su propio corazón en el altar y dijo: -Heme aquí, tu pequeña criada Aceptación-con-Gozo y todo lo que está en mi corazón es tuyo. Esta vez, aunque vino una llama de fuego que quemó los palillos, el pimpollo aún estaba en el tallo de la planta. Quizá, pensó Miedosa de momento, porque era demasiado poca cosa para ofrecer. Pero sin embargo algo maravilloso había acontecido Era como si una chispa de la llama hubiera entrado en su corazón y estuviera aún centelleando allí, caliente y radiante. En el altar entre las cenizas había otra piedrecita que ella tomó y la puso con las demás, así que ahora había seis piedrecitas de recuerdo en el fondo de su bolsita.

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Yendo por su camino, en un corto lapso de tiempo, llegaron al linde del bosque y ella profirió un grito de gozo, porque quien les estaba esperando allí era el mismo Rey-Pastor. Corrió hacia El como si hubiera tenido alas en sus pies. ¡Oh, bienvenido, bienvenido, mil veces bienvenido! clamó Miedosa, vibrando con gozo de la cabeza a los pies. Me temo que no haya mucho en el jardín de mi corazón, Pastor, pero todo lo que está allí es tuyo para que Tú hagas con ello lo que quieras. He venido a traerte un mensaje, dijo el Pastor, tienes que prepararte para algo nuevo, Miedosa, este es el mensaje: “Ahora verás lo que yo haré”. El color subió a sus mejillas y un gran gozo la sacudió, porque recordó la planta en su corazón y la promesa de que cuando estuviera lista para florecer ella sería llevada a los Lugares Altos v podría entrar en el Reino del Amor. Oh Pastor, exclamó casi sin aliento, ¿Quieres decir que por fin estoy lista para ir a los Lugares Altos, realmente ahora? Ella se imaginó que Él asintió con su cabeza, pero Él no contestó, sino que permaneció mirándola con una expresión que no entendía. ¿Eso quieres decir? repitió tomando Su mano y mirándole con un gozo indecible, casi increíble ¿Quieres decir que pronto me llevarás a los Lugares Altos? Esta vez El contestó: Sí y añadió con una extraña sonrisa, ahora verás lo que Yo haré.

9. El gran precipicio de la injuria Después de esto, Miedosa tenía una canción en su corazón caminando por los campos y huertas y las bajas colinas del país al cual habían llegado. Parecía ahora no importarle que Pena y Angustia estuvieran todavía con ella porque abrigaba la esperanza en su corazón de que ellas cesarían de ser sus compañeras para siempre, cuando llegara a las montañas no las 74

necesitaría más. Tampoco le importaba que el camino que seguían les guiara al sur, torciendo por entre las colinas y llevándolas a través de los valles, porque tenía la promesa del Rey-Pastor de que pronto sería llevada de nuevo a las montañas del este y al lugar que deseaba su corazón. Después de un tiempo el camino comenzó a inclinarse hacia las cimas de las colinas. Un día súbitamente alcanzaron la parte de arriba de la más alta de las colinas y en el preciso momento en que el sol se levantaba se encontraron en una enorme meseta. Miraron al este, hacia el dorado sol naciente, y Miedosa prorrumpió en un grito de gozo y agradecimiento. Allí, a no mucha distancia, en la parte más lejana de la meseta, vio los grandes picos cubiertos de nieve, tan blancos y brillantes que sus ojos fueron deslumbrados con su gloria. Estaba viendo los Lugares Altos. Mejor aún, el camino que estaban siguiendo se volvía al este y les guiaba directamente hacia las montañas. Miedosa cayó sobre sus rodillas en la cima de la colina, inclinó su cabeza y adoró. En ese momento le pareció que todo el dolor y la demora, todas las penas y pruebas de la larga jornada que había hecho, no era nada comparado a la gloria que brillaba ante ella. También le parecía, que, aun sus compañeras sonreían con ella. Cuando hubo adorado y se hubo regocijado se levantó de sus pies y las tres comenzaron a cruzar la meseta. Era asombroso lo rápido que marchaban, puesto que el camino era plano y comparativamente allanado de dificultades, y antes de lo que parecía posible, se encontraron acercándose a las montañas y estaban entre los declives y peñas a sus mismos pies. A medida que se aproximaban, Miedosa no podía evitar el recibir golpes y rasguños por lo escarpado de estos declives, y cuanto más cerca estaban más imposible se hacía el paso a través de las montañas. Pero se dijo a sí misma que cuando 75

estuviera bien cerca de las mismas, encontrarían una garganta o desfiladero por el cual podrían pasar, y que no le importaba cuán escarpado fuera si solamente la guiaba arriba. Tarde en el atardecer de aquel día llegaron a la cima de uno de los declives y al pie de una de las grandes montañas. El camino que estaban siguiendo les guió justamente al pie de un precipicio imposible de pasar. Miedosa permaneció quieta y seria, cuanto más miraba más aturdida se sentía. Entonces comenzó a temblar, puesto que la gran montaña que se alzaba ante ella, se levantaba en unas inquebrantables paredes de roca tan altas que le hicieron sentir mareada cuando levantó la cabeza y trató de mirar a la cima. Los peñascos bloqueaban completamente el camino ante ella, pero todavía el camino iba un poco más allá en dirección hacia arriba, y allí se detenía. No había signo de otra senda en ninguna otra dirección, y no había manera por la cual la terrible pared pudiera ser ascendida. Tendrían que volverse atrás. Tan pronto como este pensamiento vino en forma abrumadora a su mente, Angustia la tomó de la mano y le señaló las paredes rocosas. Un ciervo, seguido de una cierva, había aparecido entre las confusas rocas de alrededor y en ese momento comenzaban a ascender por el precipicio. Mientras las tres estaban observando, Miedosa casi se desmayó, porque vio que el ciervo seguía por un despeñadero sobre una senda que iba zigzagueando a través del peñasco. En algunas partes era solamente un pasadizo angosto, en otras duros y lisos peñascos, y en ciertos lugares vio que aparentemente el camino se acababa. Entonces el ciervo tendría que saltar a través de una hondonada e ir saltando hacia arriba, siempre seguido de cerca por la cierva, quien ponía sus patas exactamente donde el ciervo las había puesto, de manera tan segura, liviana y temeraria como era propio de esa criatura. De manera que ambos saltaron con 76

perfecta gracia y seguridad sobre la faz del precipicio y desaparecieron de la vista sobre la cumbre. Miedosa se cubrió su cara con las manos y se hundió tras una roca con horror y pánico en su corazón, como nunca antes había sentido. Entonces sintió que sus dos compañeras la tomaban de la mano y decían: No temas, Miedosa, este no es el fin, y no tendremos que volver atrás. Hay una senda arriba del precipicio. El ciervo y la cierva nos han mostrado que es bastante sencillo. Todos seremos capaces de seguirles y de efectuar ese ascenso. ¡Oh, no! dijo Miedosa casi chillando. Ese camino es completamente imposible. El ciervo puede ser capaz de cruzarlo pero ningún ser humano podría hacerlo. Yo nunca podré alcanzar esa altura. Me caería de cabeza y me haría pedazos en esas horribles rocas. Entonces rompió en un sollozo histórico, es una imposibilidad, una absoluta imposibilidad, yo no puedo llegar a los Lugares Altos de esa manera, y por lo tanto nunca podré poner mi pie allí. Sus dos guías trataron de decir algo más, pero ella puso sus manos sobre sus oídos y rompió en otro clamor de sollozos. Allí estaba Miedosa, la sierva del ReyPastor, sentada al pie del precipicio, retorciendo sus manos y sacudiéndose con terror sollozando una y otra vez. No puedo hacerlo, no puedo. Nunca llegaré a los Lugares Altos. Por cierto que este cuadro no daba ninguna imagen de una persona perteneciente a la familia real del Rey-Pastor, pero peor era aún lo que estaba por venir. Cuando se agachó en el suelo, completamente exhausta, oyeron un ruido de crujir y de movimiento de piedras sueltas, y entonces una voz cerca, casi a su lado que decía con sorna: ¡ja, ja, ja! mi querida prima, nos hemos encontrado al fin. ¿Cómo te sientes ahora, Miedosa, en esta situación tan placentera? Ella 77

abrió sus ojos con renovado terror y se encontró mirando a la horrible y deforme cara del propio Malicioso. Pensaba una cosa, continuó diciendo, que reflejaba la más horrible bajeza. Pensaba que por fin podremos reunirnos. Dime una cosa, pequeña tonta, ¿creíste que te desharías de mí tan fácilmente? No, no, Miedosa, tú perteneces a los Temerosos y eres una de ellos, no puedes evadir esa verdad, y lo que es más, pedazo de idiota tembeleque, tú me perteneces. He venido para llevarte de vuelta y asegurarme de que no te extraviarás de nuevo. No iré contigo, dijo jadeante Miedosa, demasiado asustada por esta inesperada aparición como para darse cuenta de lo que decía, absolutamente me niego a ir contigo. Bueno, puedes elegir, dijo Malicioso, mofándose, echa una mirada al precipicio que está ante ti, mi querida prima. ¡Qué bien te sentirías allí! Mira justamente donde yo te estoy señalando, Miedosa, mira allí, a mitad de camino hacia arriba, donde ese saliente rompe abruptamente y tú tienes que saltar a través de esa grieta a ese pedacito de roca. Solamente imagínate a ti misma saltando eso, Miedosa, y encontrándote colgada en el espacio agarrándote a un trozo de roca resbaladiza a la cual no puedes mantenerte aferrada ni por un minuto. Imagínate esos horribles peñascos filosos al pie del precipicio esperándote para recibirte y convertirte en pedazos cuando tu fuerza se acabe y te arrojes de lleno sobre ellos. ¿No te da esto un sentimiento agradable, Miedosa? Solamente tómate un poquito de tiempo para hacerte ese cuadro mental. Ese es sólo uno de los malos trucos de ese camino, y cuanto más alto vayas, pequeña tonta, de más alto vas a caer. Bueno, haz tu elección, o vas allí arriba, lo que sabes que es imposible, pues terminarás siendo un montón de carne allá abajo, o debes venir de vuelta conmigo, vivir junto a mí y ser

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para siempre mi esclava. Y las rocas y los peñascos parecieron hacer eco otra vez a su risa burlona. Miedosa, dijeron las dos guías, parándose a su lado y sacudiéndola gentil pero firmemente por el hombro, Miedosa, tú sabes dónde radica tu ayuda, pide ayuda. Ella se pegó a ellas y sollozó otra vez, tengo miedo de llamarlo, dijo jadeante y sin aliento. Estoy tan asustada que tengo miedo que si le llamo El me dirá que debo ir por ese camino, ese horrible, y terrible camino, y no podré hacerlo, es imposible. No puedo enfrentarme a eso ¡oh! ¿qué haré? Pena se inclinó sobre ella diciéndole gentilmente pero en tono firme y apresurado: Debes llamarle a Él, Miedosa, llámale de una vez. Si le llamo, dijo temblando Miedosa, y castañeteando sus dientes, El me dirá que debo de construiri un altar, y rendirme, y no puedo, esta vez no puedo. Malicioso se rió con un sentimiento de triunfo y se adelantó un paso hacia donde estaba ella, pero sus dos compañeras se pusieron entre él y su víctima. Angustia miró a Pena, quien hizo señas hacia atrás con su cabeza. En contestación a esta señal Pena tomó un pequeño cuchillo muy afilado que llevaba colgando de su cinturón, e inclinándose sobre la figura agachada la pinchó. Miedosa gritó de dolor, y entonces, en un total desespero de encontrarse sin ayuda en presencia de los tres, hizo lo que debería haber hecho en el momento en que el camino les trajo al pie del precipicio. A pesar de que ahora se sentía demasiado avergonzada para hacerlo, lo hizo porque fue forzada al punto máximo gritó: Oh Señor, estoy oprimida, ven por mí. Mis temores me han ahogado, y estoy avergonzada de mirar hacia arriba. ¿Qué pasa, Miedosa? Era la voz del Rey-Pastor cerca de ella. ¿Qué te ocurre? Anímate, y no tengas miedo. Sus palabras 79

eran tan gozosas y llenas de fortaleza, y sin una sola insinuación de reproche, que Miedosa sintió como si un torrente de fortaleza y valor hubiese sido derramado dentro de sí, y ese manantial de fortaleza emergía de su Presencia. Ella se sentó y le miró, y vio que Él estaba sonriendo mientras la miraba. La vergüenza de sus ojos no halló una respuesta de reproche en su mirada, y de pronto encontró palabras haciendo eco en su corazón que otras almas temblorosas habían hablado: Misericordioso y clemente es el Señor para los que le temen. Mientras ella miraba, surgió un profundo agradecimiento en su corazón y la helada mano de terror que la había agarrado y sofocado se esfumó y el gozo irrumpió como una flor que se abre. Una pequeña canción corrió a través de su mente como el torrente de un manantial: Mi amado es el escogido entre diez mil amadores; es todo él codiciable más que todos los señores. Es tierno de corazón; lleno de misericordia, y me dará la victoria de todos los opresores. Miedosa, dijo el Pastor nuevamente, dime qué es lo que te acontece. ¿Por qué tiene tanto miedo? Es el camino que me has escogido suspiró. Parece tan temible, Rey-Pastor, tan imposible. Me da vértigo y me desmayo cuando miro hacia él. Los corzos y ciervas pueden ir allí, pero ellos no son cojos, deformes, lisiados o cobardes como yo. Pero Miedosa, ¿qué es lo que te prometí en el Valle de la Humillación? preguntó el Pastor con una sonrisa. Miedosa le miró seriamente, y la sangre encendió súbitamente 80

sus mejillas y volvió a quedar tan pálida como antes. Tú dijiste, comenzó diciendo y se detuvo por un choque emocional, oh Pastor, tú dijiste que me harías pies como de cierva y me llevarías a los Lugares Altos. Bueno, contestó El alegremente, la única manera de desarrollar pies de cierva es ir por los caminos que las ciervas van, como éste, por ejemplo. Miedosa temblaba y le miraba con vergüenza. No creo que quiera pies de cierva, si eso significa que yo debo andar en un camino como ése, dijo ella despacio y con dolor. El Pastor era una persona singular. En lugar de mirarla con decepción o desaprobación, volvió a sonreír y exclamó alegremente: Bueno, si tú lo quieres, así será. Te conozco más de lo que tú te conoces a ti misma, Miedosa. Tú lo deseas de veras, y yo te prometo esos pies de cierva. Ciertamente, yo te he traído a esta parte de atrás del desierto con ese propósito, aquí, donde las montañas son particularmente escarpadas y donde no hay caminos sino las huellas que dejan los ciervos y las cabras monteses para que tú sigas por ellos, esta es la promesa que debe cumplirse. Responde, ¿qué es lo que te dije la última vez que te encontré? Tú dijiste: Ahora verás lo que Yo haré, contestó ella, y entonces, mirándole con cierto reproche añadió: ¡Pero yo nunca soñé que harías nada como esto! Guiarme hacia un precipicio infranqueable, donde nadie sino los ciervos y las cabras pueden andar, cuando yo no soy más ciervo o cabra de lo que lo es un pez. ¿Por qué es tan impracticable, tan absurdo? ¡Es una locura! ¿Qué es lo próximo que vas a hacer? El Rey-Pastor sonrió. A mí me encanta hacer cosas imposibles, respondió. No conozco nada más emocionante y deleitoso que volver la debilidad en fortaleza, y el miedo en fe, y aquello que está dañado en cosa perfecta. Si hay alguna cosa de la que Yo me gozaría ahora más que de ninguna otra sería precisamente el 81

tornar un pececillo en una cabra montese. Este es mi empeño y labor especial, añadió con un gran gozo en su rostro, transformar cosas, tomar una Miedosa, por ejemplo, y transformarla en... aquí se detuvo y continuó riendo, bueno, vamos a verlo más tarde en qué ha querido ella ser transformada. Era una escena extraordinaria. En el lugar donde sólo momentos antes todo había sido temor y desesperación estaban el Rey-Pastor y Miedosa sentados en las rocas al pie del infranqueable precipicio, riendo juntos como si se tratara de la cosa más grata y deliciosa. Ven ahora, pequeño pececillo, dijo el Rey-Pastor, ¿crees que Yo puedo cambiarte en una cabra montese y llevarte a las alturas? Sí, contestó Miedosa. ¿Me dejarás hacerlo? insistió Él. Sí, respondió ella, si Tú deseas hacer una cosa tan imposible ¿por qué no? ¿Crees que permitiré que seas avergonzada al guiarte hacia arriba? Miedosa le miró y entonces dijo algo que nunca había querido decir antes. No creo que me importaría mucho con tal que fueras Tú quien lo hiciera, cumple sólo tu voluntad y designa tu camino para mí, Rey-Pastor. Lo demás nada importa. A medida que hablaba, algo maravilloso aconteció. Un doble arco iris apareció por encima del precipicio, abarcándolo completamente, de manera que el camino zigzagueante que iba hacia arriba, por el que el corzo y la cierva habían caminado, estaba enmarcado en brillantes colores. Era una escena tan hermosa y extraordinaria que Miedosa suspiró con deleite, pero había algo más de qué maravillarse. Ella vio que Angustia y Pena, quienes se habían apartado mientras el Rey-Pastor estaba hablando, estaban una a cada lado del camino, y donde los fines del arco iris tocaban la tierra, uno tocaba a Angustia y el otro a Sufrimiento. Con la brillante gloria de los colores del arco iris, las dos figuras veladas estaban tan transfiguradas y radiantes de belleza que Miedosa sólo pudo mirarlas un momento sin ser deslumbrada. Entonces hizo lo que 82

un poco de tiempo atrás le había parecido imposible. Se arrodilló al pie del precipicio y construyó un altar y dejó allí su voluntad, su temor, y cuando el fuego cayó encontró entre las cenizas una piedra más grande y ruda que ninguna de las otras, de bordes filosos y da color oscuro, pero de apariencia poco común. La colocó en su bolsita y se levantó y esperó que el ReyPastor le mostrara qué debía hacer. En su corazón esperaba que Él le acompañara en ese horrible ascenso como la había acompañado al desierto, pero esta vez no lo hizo. En lugar de ello, Él la guió al mismo pie del precipicio y dijo: Ahora, Miedosa, has venido al fin al pie de los Lugares Altos, y vas a comenzar una nueva etapa de tu jornada. Hay lecciones que debes aprender. Debo decirte que este precipicio al cual el camino te ha guiado está al pie de la Montaña de la Injuria. Toda la extensión de montañas se alarga bastante más lejos en esta dirección, y es más y más escarpado. Hay aún precipicios más terribles en los lados del Monte Oprobio, el Monte Odio y el Monte Persecución y otros, pero en ninguna parte es posible encontrar un camino que conduzca a los Lugares Altos y al Reino del Amor, sin vencer y sobrepasar por lo menos uno de ellos. Este es el que yo he elegido para que tú asciendas. En el camino hacia aquí has estado aprendiendo la lección de Aceptación-conGozo, que es la primera letra en el alfabeto del Amor. Ahora debes aprender la B del alfabeto del Amor. Has llegado al pie de la Montaña de la Burla, y yo espero que en el camino arriba del precipicio tú descubras cuál es la próxima letra del alfabeto, y que la aprendas y la practiques así como has practicado la A del Amor. Recuerda que aunque debes encontrarte ahora con otro obstáculo y vencerlo, no hay nada horrible ni imposible en el camino hacia arriba de este precipicio; ciertamente nada que te 83

pueda hacer el más pequeño daño si tú aprendes a practicar firmemente la segunda lección en el ascenso del Amor. Cuando hubo dicho estas cosas puso sus manos sobre ella con especial solemnidad y dulzura y la bendijo. Llamó a sus acompañantes, quienes inmediatamente se pararon a su lado. Entonces Él tomó una cuerda de una grieta en la pared de la roca, y con sus propias manos ató juntas a las tres que iban a ascender el precipicio. Angustia iba al frente y Pena detrás, con Miedosa en medio, de manera que las dos que eran más fuertes y que tenían sus pies sanos fueran antes y después de ella. En esta manera, aunque Miedosa se resbalara y cayera, ellas podrían sostenerla por medio de la cuerda. Por último, Él metió su mano en su costado y sacó un pequeño frasquito de gracia reconfortante que dio a Miedosa, diciéndole que tomara un poco de vez en cuando y lo usara cada vez que sintiera vértigo o desmayo en su camino hacia arriba. La etiqueta en el frasquito decía: “Espíritu de Gracia y Conforto”, y cuando Miedosa tomó unas gotas se sintió tan fortalecida y vivificada que estaba lista para acometer el ascenso sin ningún sentimiento de desmayo, aunque aún había una sensación de terror en su corazón. Para entonces la tarde estaba ya bien avanzada, pero siendo verano, todavía faltaban dos o tres horas antes de que comenzara la oscuridad, y el Pastor les indicó que empezaran el ascenso, diciéndoles: Aunque no existe la posibilidad de alcanzar la cima antes de que la noche caiga, hay una cueva allá en el peñasco que no podéis ver desde aquí, allí descansaréis y pasaréis la noche completamente seguras. Si os quedarais abajo al pie del precipicio vuestros enemigos podrían alcanzaros y dañaros. Sin embargo, ellos no os seguirán en esta senda hacia arriba; así que, yendo más arriba estaréis fuera de su alcance, aunque no dudo, 84

dijo Él con tono de advertencia, que los volveréis a encontrar cuando hayáis alcanzado la cima. Con estas palabras sonrió y les dio ánimos para comenzar la difícil empresa, e inmediatamente Angustia puso su pie sobre el primer paso de la pequeña y angosta senda, la cual iba en zig-zag arriba de cara al peñasco. Miedosa la siguió y luego lo hizo Pena, y en un momento ya estaban las tres en pleno ascenso.

10. Ascenso del precipicio de la injuria Una vez en marcha, Miedosa descubrió para su sorpresa y honda gratitud que el camino no era tan aterrador como le había parecido antes. Era escarpado, difícil, resbaladizo, y también bastante estrecho, pero el sentimiento de estar seguramente atada a sus dos fuertes compañeras era muy reconfortante. También, el Espíritu de Gracia y Conforto que había bebido la mantuvo lejos de sentirse mareada cuando miraba al borde del precipicio que era lo que más temía. Aproximadamente por la primera media hora de su ascenso el arco iris todavía brillaba sobre ellas, y aunque el Rey-Pastor había desaparecido de su vida Miedosa aún sentía que El estaba amorosamente junto a ellas. A no ser por necesidad, Miedosa evitaba a toda costa mirar hacia abajo, pero muy pronto después de comenzar la marcha tuvo que esperar en un pequeño nicho en la roca en uno de los lugares difíciles mientras Pena la sostenía yendo hacia adelante y Angustia la esperaba en la parte de atrás. Justamente allí, ella miró hacia abajo y se sintió ciertamente agradecida de que el Rey-Pastor les ordenara el ascenso por la tarde y no tuvieran que pasar la noche allá. Sentados en las rocas debajo estaban sus cinco enemigos, contemplándolas, y mirando hacia arriba haciendo muecas de furia y desprecio. Cuando Miedosa miró, al 85

primero que vio fue a Autocompasión (que siempre parecía menos desagradable y peligroso que sus compañeros), éste se inclinó hacia adelante y tomó una piedra bien aguda que arrojó con toda su fuerza hacia donde estaban. Afortunadamente, ellas estaban prácticamente fuera de alcance, pero la pieza filosa y dentada pegó en el peñasco justo debajo de ellas, y Miedosa sintió un gran alivio cuando vio que Pena tiraba suavemente de la cuerda para decirle que ahora se podía mover hacia adelante. Recordó la advertencia del Rey-Pastor de que tendría que enfrentarse otra vez a estos enemigos cuando hubiera franqueado el precipicio, la forma en que ellos subirían al Monte de la Injuria ella no lo sabía; sólo que podría haber alguna otra manera que ellos usaran. Así fue que las tres escalaron más y más alto mientras las sombras que arrojaban los peñascos se alargaban sobre el llano abajo y el sol bajaba en una llamarada de gloria detrás del desierto y del gran mar. Desde la altura que habían alcanzado podían ver el mar del oeste, a lo largo de las orillas por las cuales habían viajado últimamente. El camino que siguieron continuaba adelante sobre la cara del peñasco, y aunque el terreno era resbaladizo en algunos lugares, Miedosa se sentía enormemente aliviada de saber que en ninguna parte era demasiado difícil, ni siquiera en el paso a la mitad del camino arriba que Malicioso había señalado en particular. Al llegar allí, justamente cuando caía la noche, Miedosa encontró que aunque el camino en realidad acababa, había sido colocada una tabla a lo largo del hueco y una cuerda puesta a través de anillos de hierro en la cara de la roca formaba una baranda de mano a la cual ella se podía aferrar a medida que caminaba por el angosto puente. El ciervo y la cierva, por supuesto, no tuvieron necesidad de usar estos medios, y saltaron 86

a través de la grieta como si no hubiera allí ninguna dificultad. Sin embargo, aun con la pasarela y la cuerda, Miedosa procuraba quitar de su imaginación el cuadro de su caída que Malicioso le había pintado. Por experiencias amargas sabía que las figuras lanzadas a la pantalla de la imaginación resultan ser mucho más enervantes y terribles que los hechos reales. Cuando cruzaron el puente sanas y salvas descubrieron que estaban en una garganta muy angosta, invisible desde la parte de abajo. Directamente de frente estaba el lugar de descanso del cual el Rey-Pastor les había hablado, una pequeña cueva donde deberían pasar la noche. Con un sentimiento de gran alivio y gratitud Miedosa entró y miró alrededor. Su situación era tal que aunque no pudiera mirar hacia las profundidades debajo que la mareaban, era posible mirar rectamente sobre la meseta y el desierto y hacia el lejano mar. La luna se había levantado recientemente y estaba derramando su pura luz de plata sobre todas las cosas, y las primeras estrellas aparecieron como chispas en el cielo oscuro. Dentro de la misma cueva habían colocado asientos rústicos y una mesa, y en el suelo, a un lado, había pieles de oveja en las cuales se podía descansar. No muy lejos de la entrada de la cueva, una pequeña caída de agua se deslizaba por el peñasco, y las tres fueron allí a refrescarse un poco. Entonces Angustia y Pena sacaron dos paquetes de pan, frutas secas y nueces que el Rey-Pastor les había dado al pie del ascenso. Con esto pudieron satisfacer felizmente su apetito, y sobrecargadas de cansancio se echaron dentro de la cueva y quedaron dormidas. Miedosa se despertó con la primera luz de afuera, y, levantándose caminó hacia la entrada de la cueva. En la fría luz de la temprana mañana ella no pudo ver sino la peligrosa escena 87

que se extendía ante sus ojos. Tan lejos como la vista alcanzaba, no había nada sino: el gran mar con los peñascos de abajo y los filos de la roca dentada. El hermoso bosque que habían dejado: fuera del alcance de la vista, y en toda la vasta área sobre la cual miró no vio ni un solo árbol y escasamente algún arbusto. Qué desolado, pensó Miedosa, y esas rocas abajo parecen muy crueles, ciertamente, como si estuvieran esperando para dañar y destruir cualquier cosa que cayera sobre ellas. Parece como si nada pudiera crecer en ninguna parte de este desolado rocambre. Cuando miró arriba a los peñascos sobre su cabeza sintió sorpresa y deleite al mismo tiempo. En una pequeña grieta de la roca, donde habían salpicado unas gotas de la caída de agua había una plantita. Tenía sólo dos o tres hojitas y un tallo muy frágil, casi capilar, y crecía en los ángulos de la roca. En el tallo había una flor, color rojo intenso, la cual brillaba como una llama de fuego con los primeros rayos del sol. Miedosa la contempló por algunos momentos, notando que la pared la aprisionaba completamente, y vio la diminuta abertura por la cual había salido a la luz, en medio de la soledad de los alrededores. Sus raíces estaban empalmadas alrededor por la roca escarpada, sus hojas apenas podían salir fuera de su prisión, y sin embargo había forzado el paso y salido fuera para dar una hermosa flor, y estaba sosteniendo su pequeña corola abierta a la luz del sol como una llama de alegría. Cuando miró hacia arriba Miedosa le preguntó: ¿Cuál es tu nombre, pequeña florecita, puesto que nunca he visto otra como tú? En ese momento el sol tocaba el rojo sangre de sus pétalos, de manera que brillaban más que nunca y un pequeño suspiro salió de entre sus hojas. Mi nombre es “Pagando-el-Costo”, pero algunos me llaman “Perdón”. Entonces Miedosa recordó las palabras del Pastor: En tu ida arriba por el precipicio descubrirás la próxima letra del alfabeto del Amor, comienza a practicarla de una vez. 88

Contempló de nuevo a la florecilla y dijo: ¿Por qué te llaman así? Una vez más, un pequeño suspiro pasó a través de las hojas, y ella pensó que la oía decir: Yo fui separada de todas mis compañeras, exiliada de mi casa, traída aquí y aprisionada en esta roca, no fue mi elección, sino un acto de otros, quienes, cuando me dejaron caer aquí se fueron y me dejaron para que sufriera sola los resultados de lo que ellos habían hecho. Me he sostenido y no he desmayado; no he cesado de amar, y el Amor me ha ayudado empujándome a través de la grieta en la roca hasta que pude mirar directamente a mi Amor que es el mismo sol. ¡Mira ahora!, cuando ya no hay nada entre mi Amor y mi corazón, nada alrededor que pueda hacerme sombra y separar mi atención a Él, que brilla sobre mí y me hace regocijar, y me ha correspondido con su amor por todo lo que he sufrido y ha sido hecho contra mí. No hay flor en todo el mundo más bendecida o más satisfecha que yo, porque yo le miro a Él como un niño y digo: A quién tengo en los cielos sino a ti, y fuera de ti nada deseo en la tierra. Miedosa miró a la brillante llamita sobre su cabeza y un anhelo que era casi envidia saltó dentro de su corazón. Sabía lo que debía de hacer y arrodillándose en el angosto camino debajo de la flor aprisionada, dijo: Oh mi Señor, heme aquí, yo soy tu pequeña sierva Pagando-el-Costo. En ese momento un fragmento de roca que aprisionaba las raíces de la flor arriba se aflojó y cayó a sus pies. Ella lo levantó y lo puso en la bolsita con las otras siete piedritas que tenía y entonces volvió a la cueva. Angustia y Pena la estaban esperando con más pan, frutas y nueces, y después de haber dado gracias y haber comido, se ataron con la cuerda otra vez y continuaron su marcha por el precipicio.

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Después de un rato, llegaron a un lugar que era muy escarpado y resbaladizo. Súbitamente Miedosa tuvo su primera caída y se hirió bastante profundamente en las piezas de la roca dentada. Fue bueno que estuviera tan seguramente atada con la cuerda, puesto que un gran terror se apoderó de ella y se mareó y hasta se desmayó. De haber estado suelta se hubiera deshecho en las rocas allá abajo. Cuando este pensamiento llegó a su mente, estaba tan llena de terror y pánico que todo lo que pudo hacer en medio de tinieblas fue agacharse contra, la pared de la roca y gritar a sus compañeras que se estaba desmayando y tenía miedo de caerse. Inmediatamente, Pena, quien iba al frente, puso la cuerda tirante, y Angustia vino hacia ella, puso sus brazos a su alrededor y le dijo con premura: Toma algo de la bebida reconfortante que el Rey-Pastor te dio. Miedosa estaba tan mareada y asustada que sólo podía yacer recostada en los brazos de Angustia y decir jadeante: No sé dónde está el frasquito, no me puedo mover ni siquiera para buscarlo. Entonces su amiga puso su mano en el pecho de Miedosa, que se estaba desmayando, sacó fuera la medicina y echó unas gotas entre sus labios. Después de unos breves momentos el color volvió a sus mejillas y el mareo comenzó a pasársele, pero aún no se podía mover. Tomó otro poco del Espíritu de Gracia y Conforto y comenzó a sentirse bastante fortalecida. Entonces Pena, quien había vuelto al lugar donde ella estaba agachada, se deslizó suavemente por la cuerda de modo que Miedosa pudiera tomar su mano y todas comenzaron de nuevo el ascenso. En la caída, Miedosa se había cortado las rodillas en tal forma, que sólo podía seguir cojeando muy dolorosamente, quejándose continuamente y parando de tanto en tanto. Sus compañeras eran muy pacientes, pero el progreso era tan lento que pronto fue necesario aumentar la velocidad de la subida, o de otro modo no alcanzarían la cumbre del precipicio antes de que cayera la 90

noche, y no había ninguna otra cueva donde pudieran descansar. Por fin, Angustia se inclinó sobre ella y le preguntó: Miedosa, ¿qué es lo que estabas haciendo esta mañana cuando saliste temprano de la cueva y te fuiste sola por allí? Miedosa le miró seriamente y dijo con su cara dolorida: Estaba mirando una flor que nunca había visto antes, la cual crece en la roca cerca de la cascada de agua. ¿Qué flor era ésa? preguntó Angustia, era la flor Pagando-el-Costo contestó Miedosa en voz muy baja, pero algunos la llaman la flor del Perdón. Por unos momentos estuvo silenciosa, recordando el altar que había construido y dándose cuenta de que no estaba practicando esa nueva y difícil letra del alfabeto del Amor. Entonces dijo: Me gustaría saber si el ponerme algunas gotas de la medicina en mis rodillas me podría ayudar. Vamos a probar dijeron Angustia y Pena a un tiempo; es una buena sugerencia. Cuando echaron unas pocas gotas sobre sus rodillas éstas cesaron casi inmediatamente de sangrar, y el dolor desapareció. Sus piernas estaban muy tiesas y aún se veía obligada a cojear un poco, pero siguieron adelante a un paso mucho mejor. Por el atardecer ya estaban en la parte más alta del terrible ascenso, y se encontraron en un bosque de pinos con musgo y frambuesas que crecían a los costados del camino, y el precipicio que había parecido tan infranqueable estaba ahora detrás de ellas. Se sentaron en uno de los bancos con musgo para descansar, y entonces sintieron una voz muy cercana que cantaba: Ven conmigo desde el Líbano, desde las cumbres de Amana, de Senir y del Hermón morada de leopardos. 91

Prendiste mi corazón, esposa mía del alma, con tus ojos que llamean, y tu cuello de esmeralda. Reina de mi corazón, ¡qué hermosos son tus amores! mejores son que el buen vino, más suaves que las flores. Allí, viniendo hacia ellas de un claro entre los árboles estaba el mismo Rey-Pastor.

11. En los Bosques del Peligro y la Tribulación Con cuanto gozo le dieron la bienvenida al Rey-Pastor cuando se sentó en medio de ellas y las felicitó alegremente por haber sido capaces de subir el precipicio. Puso suavemente sus manos sobre las heridas que Miedosa había recibido cuando se cayó, e inmediatamente sus rodillas quedaron sanas, luego comenzó a hablarles sobre el camino que tendrían por delante. Vosotras debéis ir ahora a través de bosques que recubren los costados de estas montañas casi hasta la línea de la nieve. El camino será escarpado, pero habrá lugares de descanso aquí y allá. Estos son los Bosques del Peligro y la Tribulación, y a menudo los pinos crecen tan altos y tan juntos los unos con los otros, que el camino puede parecer bastante oscuro. Las tormentas son muy frecuentes aquí arriba, en estas laderas, pero manteneos marchando adelante, pues recordad que nada puede 92

realmente dañaros si estáis siguiendo el camino de mi voluntad. Parecería extraño que después de sobrepasar tantas dificultades, tantos lugares peligrosos como el precipicio de la injuria, y otros tantos lugares escarpados, Miedosa todavía tuviera que mantener el nombre que la describía tal como era. Pero el caso es que tan pronto como el Pastor pronunció las palabras “peligro y tribulación” comenzó a agitarse y a temblar de miedo. Los Bosques del Peligro y la Tribulación, repitió con un temblor y quebranto en su voz. Oh Rey-Pastor, ¿a dónde nos guiarás luego? Al próximo paso hacia los Lugares Altos, respondió Él de inmediato con una hermosa sonrisa. Me pregunto si tú podrás hacerme llegar allí algún día, se lamentó la pobre tontita de Miedosa, me pregunto si tú continuarás insistiendo conmigo y no me dejarás quieta y tranquila. Parece como si no fuera a tener otra cosa que pies lisiados y que tú no podrás hacerlos como pies de cierva. Sin duda estaba desconsolada y ello se notaba más y más a medida que hablaba. En esos momentos las tres compañeras parecían más encorvadas que nunca. Yo no soy alguien que pueda mentir, dijo con voz grave el Rey-Pastor, mírame, Miedosa, ¿crees que yo te decepcionaría? ¿acaso he dicho algo que no lo haya cumplido, o he hablado y no lo transformaré en realidad? Miedosa temblaba un poco, parte por el tono de su voz y parte porque todavía ella era Miedosa por naturaleza y estaba tratando de figurarse cómo serían los Bosques del Peligro y la Tribulación. Esto siempre tenía efectos desastrosos en ella, pero contestó sumisamente: No, yo sé que tú no eres un hombre que mientas y estoy segura de que tú llevarás a cabo lo que has dicho. Entonces, dijo el Rey-Pastor, hablando muy gentilmente, yo voy a guiarte a través del peligro y tribulación, Miedosa, pero no tienes por qué abrigar ni el más pequeño temor, porque estaré contigo. Aunque 93

te guíe a través del mismo Valle de Sombras y de Muerte no tienes por qué temer, pues mi vara y mi cayado te infundirán aliento. Entonces añadió: Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás segura; escudo y armadura es Su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que se desliza en la oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará. La amabilidad y dulzura de su voz era algo indescriptible. Miedosa se arrodilló a sus pies, construyó otro altar y dijo: Sí, aunque ande en el Valle de Sombras y de Muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo. Entonces, como ella encontró que aun hablando sus dientes castañeteaban unos con otros y sus manos estaban transpirando sudor por su estado de nerviosismo, miró arriba hacia su rostro y añadió: Porque Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo y ¿no hará? Habló y ¿no lo ejecutará? Entonces el Rey-Pastor sonrió de un modo más reconfortante que antes, puso sus dos manos sobre su cabeza y dijo: Esfuérzate y no temas. Luego continuó: Miedosa, nunca te permitas el tratar de imaginar en tu propia mente cómo será lo que ha de venir. Créeme, cuando te metas en los lugares que tanto temes encontrarás que son muy diferentes a lo que te podías haber imaginado, tal como es el caso del ascenso del precipicio de la Injuria. Debo advertirte que yo veo a tus enemigos espiando y acechando entre los árboles allí adelante, y si tú permites a Malicioso que comience a pintarte una escena en la pantalla de tu imaginación, caminarás con miedo y temblor de agonía, sin ningún motivo ni razón real. Cuando hubo dicho esto, tomó otra piedra del lugar donde ella se había arrodillado y se la dio para guardarla con sus otras piedras memoriales. Entonces Él se fue por su camino, y

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Miedosa y sus compañeras comenzaron la senda que les guiaría arriba hacia los bosques. Casi tan pronto como alcanzaron los árboles vieron la cara del enfermizo Autocompasión mirando por detrás de uno de los troncos. Habló muy rápidamente antes de escabullirse de nuevo gritando: Yo te digo, Miedosa, que esto es un asunto muy gordo. Quiero decir, que sea lo que sea que tengas que hacer, luego forzar a una pobre lisiada, a una criatura asustada como tú, a ir por lugares de peligro donde sólo los valientes y fuertes deberían de ir... realmente, tu Rey-Pastor parece ser más cruel que tu mismo novio, el Malicioso. Apenas hubo cesado de hablar cuando Resentimiento sacó su cabeza fuera de su escondite y dijo malhumorado: No hay absolutamente ninguna razón para ir por este camino, puesto que hay otro buen camino el cual orilla completamente todo el bosque y te lleva directo a la línea de nieve sin esos peligros innecesarios. Todo el mundo va por ese camino, así que ¿por qué no podrías ir tú? Dile a Él que no vas a ir por ese camino, Miedosa, e insiste en ser llevada por la senda más fácil. Este camino es solamente para mártires, y tú, mi querida, no cuajas de ninguna manera dentro de este tipo de personas. Entonces Malicioso, que había venido saltando por otro camino, dio una ojeada maliciosa a su prima durante un momento y dijo con desdén y altanería: ¿Así que piensas que te vas a convertir en una pequeña heroína, no es cierto?, ¡e irás cantando a través del Bosque del Peligro! Te apuesto, Miedosa, que llegarás al fin chillando y gritando como una maniática, estropeada para el resto de tu vida. Amargura era el próximo en hablar, y se asomó por detrás de otro árbol y exclamó: Ya te lo dije, que Él te haría esto. Después que has pasado a través de 95

una terrible experiencia, siempre tiene algo peor para colocar delante de ti. Entonces Orgullo, quien todavía estaba lastimando y parecía super resentido por ello, dijo: Has de saber que Él no descansará hasta que te haya puesto en completa y total vergüenza, porque tal es la manera como Él produce, según dicen, esa preciosa humildad que tanto ama. El te humillará hasta el polvo, Miedosa, y te pondrá como una vil idiota delante de todos. Miedosa y sus compañeras caminaron adelante sin contestar y sin mirarles, pero como antes, Miedosa descubrió que ella cojeaba más lastimosa y dolorosamente cuando oía lo que ellos decían. Era realmente un problema saber qué hacer en esa ocasión. Si ella les escuchaba, cojeaba, y si se ponía los dedos en los oídos, no podía tomarse de la mano de sus dos guías, lo cual significaría que tropezaría y se caería. De manera que se detuvieron por unos momentos y discutieron el asunto, y entonces Angustia abrió su cajita de Primeros Auxilios que colgaba de su cinto, tomó algo de algodón de lana y lo puso firmemente dentro de los oídos de Miedosa. Aunque esto resultaba incómodo, pareció surtir el efecto deseado, por lo menos temporalmente, pues cuando los cinco maliciosos vieron que no podían molestarla se cansaron de gritarle y la dejaron en paz hasta otra oportunidad. Al principio, el bosque no pareció realmente tan temible. Quizá porque allí arriba el aire de las montañas era tan fresco y fuerte que hacía sentirse frescos y fuertes a aquellos que lo respiraban. Además, el sol estaba brillando, y Miedosa sintió una sensación que era completamente nueva para ella, un estremecimiento y casi un placer por la aventura. Aquí estaba, caminando por el Bosque del Peligro y realmente no importándole mucho. Esto duró por un tiempo hasta que enormes nubes negras se amontonaron 96

gradualmente sobre el cielo y el sol desapareció. En la distancia se oyó el trueno y el bosque se tornó oscuro y silencioso. De pronto, un rayo de luz atravesó el cielo, y algo allá adelante de ellas se estaba rasgando como si fuera un árbol del bosque y luego uno tras otro, una tormenta con toda su furia se desató alrededor, los truenos retumbaban, los rayos de luz cruzaban el cielo amenazantes cayendo en varios lugares hasta qua parecía que todo el bosque se quejaba y lamentaba en torno a ellas. Lo más extraño era que aunque Miedosa sentía una sacudida en cada relámpago seguido del trueno, realmente no tenía miedo. Es decir, no sentía ni pánico ni deseos de correr, ni siquiera un verdadero terror, puesto que se mantenía repitiendo: Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro. De manera que a través de la tormenta estaba llena de una maravillosa paz como nunca había sentido, y caminaba entre sus dos compañeras diciendo: No moriré, sino que viviré, y daré gracias al Señor. Por último la tormenta comenzó a sonar en la distancia, los ruidos se apagaron y hubo calma. Las tres mujeres pararon para escurrir el agua de sus ropas y cabello y tratar de asearse un poco. Fue en esos momentos que Malicioso apareció cerca de ellas y gritó a gran voz: Digo yo, Miedosa, que la tormenta se fue a las montañas solamente por un poco de tiempo. Otra vez se está aprontando para venir, y será peor que la vez anterior. Vuélvete del camino tan pronto como puedas y ponte a salvo de esos peligrosos árboles antes de que comience otra vez y te mate. Queda el tiempo justo para que te decidas a escapar. ¡Miren! exclamó Miedosa inesperadamente, mientras el agua corría aún por su cabello y su falda empapada pegándose alrededor de sus piernas. No soporto seguir oyendo a este sujeto por más tiempo. ¡Por favor, ayúdenme! y agachándose levantó una piedra y la arrojó directamente donde él estaba. Sus dos compañeras se rieron pero comenzaron a hacer llover una 97

cantidad de piedras entre los árboles donde los cinco estaban espiando. En unos momentos, ninguno de sus enemigos se hizo visible. Entonces, delante de ellas, vieron una choza que parecía ofrecer una promesa de refugio y protección de la tormenta, que ciertamente se estaba de nuevo acercando. Se apresuraron hacia ella, y encontraron que estaba en un claro del bosque bastante alejada de los árboles, y cuando maniobraron el picaporte de la puerta para su gozo se abrió y con profunda gratitud se deslizaron rápidamente hacia su interior. Con excelente agilidad mental, Angustia cerró inmediatamente la puerta y la trancó tras de ellas, y ¡justo en el momento preciso! Al próximo minuto estaban sus enemigos golpeando a la puerta y gritando: Hola abran la puerta y déjennos entrar. La tormenta está comenzando de nuevo. No pueden ser tan inhumanas como para encerrarse y dejarnos fuera. Miedosa fue hacia la puerta y gritó por el agujero de la cerradura el mismo consejo que momentos antes le habían dado a ella: Vuélvanse para atrás por el camino tan pronto como puedan y aléjense de estos peligrosos árboles antes de que los maten. Tienen el tiempo suficiente para escapar antes de que la tormenta comience de nuevo. Se oyó un murmurar de maldiciones afuera, y entonces el sonido de unos pies que se apresuraban a correr, y parecía que esta vez el consejo había dado resultado. La tormenta volvió, mucho más fuertemente que la vez anterior, pero ellas se encontraban a salvo en la choza, lejos de los árboles que caían partidos por los rayos, y la choza estaba hecha a prueba de agua, pues ni una gota se filtró adentro. Encontraron leña al lado de una pequeña cocina, con una tetera y algunas sartenes. Mientras que Angustia se ocupaba en hacer fuego, Pena sostenía la tetera debajo de un chorro de agua fuera de la ventana hasta llenarla, Miedosa fue hasta un armario sobre 98

la pared para ver si podía encontrar algo. Habían allí vasijas en los estantes y un surtido de comidas enlatadas, y un bote de bizcochos sin levadura. De manera que en poco tiempo, mientras la tormenta azotaba furiosamente afuera, allí estaban ellas, sentadas alrededor del fuego, calentándose y secando sus ropas empapadas, tomando chocolate caliente y satisfaciendo su apetito. Aunque la tormenta lo hacía sacudir todo, incluso la choza, de vez en cuando, adentro no había sino risas de gratitud y paz. Miedosa halló que ésta era realmente la experiencia más feliz y satisfactoria de su jornada. Luego se acostaron en colchones que descubrieron amontonados en otra parte de la choza, y Miedosa se repetía a sí misma una y otra vez, muy suavemente: Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro. La tormenta continuó con gran violencia por dos o tres días, pero mientras ésta duraba, las tres viajeras descansaban quietamente bajo la protección de la choza, yendo afuera en los períodos de calma solamente para recoger algo de leña, la cual secaban en el horno, para su propio uso y para que si otros vinieran luego, pudieran encontrarse también con provisión de leña. Había un buen surtido de comidas en latas y bizcochos, y ellas lo que les hizo pensar que de tiempo en tiempo, algunos de los siervos del Rey-Pastor iban a la choza para limpiarla y surtirla. Durante esos días de quietud en medio de la tempestad, Miedosa pudo conocer a sus dos compañeras de una nueva manera y también aprender más del dialecto de la montaña que ellas hablaban. De algún modo comenzaba a sentir que se habían vuelto verdaderas amigas, y no solamente asistentes a quienes el Rey-Pastor había mandado como guías y ayudantes. También encontró que ahora que estaba aceptando su compañía, algo parecía haber revivido en ella, y sentía y veía 99

más hermosura y belleza en todo el mundo que le rodeaba. Era como si sus sentidos hubieran sido acelerados de alguna manera extraordinaria, capacitándola para disfrutar de cada pequeño detalle de su vida; de modo que aunque sus compañeras fueran Angustia y Pena, sentía un gozo casi inexplicable y placer en su compañía. Esto sucedía cuando miraba a las brillantes llamas en la choza, o escuchaba el sonido de la lluvia cayendo fuera, lo cual hacía que se acentuara aún más el sentimiento de protección del que gozaba allí dentro; o cuando a través de la ventana veía los árboles que ondulaban sus ramas contra un fondo de nubes negras o iluminadas por los rayos. También ocurría cuando muy temprano en la mañana, antes de que rompiera el día, se veía la estrella de la mañana brillando serenamente a través de un claro entre las nubes, como una nota de júbilo durante una calma en la tormenta. Todas estas cosas parecían hablarle a ella en el dialecto de la montaña, y para su asombro, encontró que era un lenguaje increíblemente bello, de modo que a veces sus ojos se llenaban de lágrimas de puro gozo y su corazón parecía tan lleno de éxtasis que era casi demasiado fuerte para sobrellevarlo. Una mañana, cuando la tormenta estaba sonando con furia, más fuertemente que nunca, ella vio que Pena estaba sentada junto al fuego quietamente, cantando en voz baja, en el dialecto de la montaña, que Miedosa estaba aprendiendo a entender. Esta es la mejor traducción que puedo dar, pero como se darán cuenta, el original era mucho más bello en música y palabras. ¡Cuán bellos en tus sandalias son tus pies, hija de príncipe, no hay joyas que los superen; pues de andar se han hecho ínclitos.

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No hay gacela en el monte que tus pies ya hoy supere; pues los ha fortalecido la misma roca que hiere. Eh, Pena, exclamó Miedosa, yo no sabía que tú cantabas, o que conocías tales canciones. Pena le contestó quietamente: Ni tampoco lo sabía yo, pero en el camino hacia aquí y andando a través del bosque encontré las palabras y el tono vino a mi mente así como lo estoy cantando ahora. Me gusta, dijo Miedosa, me hace pensar en el tiempo cuando tenga pies de cierva, y es tan reconfortante con su tono tan bello, que me da deseos de saltar. Se rió con el pensamiento de sus pies lisiados saltando, y entonces dijo: Enséñame esa canción, por favor. Entonces Pena la cantó varias veces hasta que Miedosa la sabía perfectamente e iba alrededor de la choza repitiéndosela a sí misma, tratando de imaginar cómo sería cual una gacela saltando entre las montañas y de peñasco en peñasco como el Rey-Pastor lo hacía. Cuando viniera el día que ella recibiera sus pies de cierva, se sentiría capaz de seguirle dondequiera que Él fuese. La figura de tal cuadro era tan hermosa que casi no podía esperar a que se convirtiera en realidad.

12. En la niebla Por fin, la tormenta acabó, el ruido entre las montañas cesó, y ya era tiempo de continuar la jornada. Sin embargo, el tiempo había cambiado notablemente, y a pesar de que la tormenta en sí hubiese terminado, una espesa niebla y nube quedaron allí, rodeando todo por las alturas. Cuando las viajeras comenzaron a andar nuevamente la niebla era tan espesa que solamente podían 101

ver los árboles del otro lado del angosto sendero y los mismos parecían fantasmagóricos e irreales. El resto del bosque estaba completamente tapado y velado a la vista por la fría y pegajosa cortina de niebla. El suelo estaba terriblemente resbaladizo y lleno de lodo, y aunque el camino no era tan escarpado como el anterior, después de algunas horas, Miedosa halló, para su asombro, que estaba echando de menos el ruido de los truenos, de la tormenta y aun del romper de los árboles al caer destrozados por los rayos. Comenzó a darse cuenta que, a pesar de ser tan cobarde, había algo en ella que respondía con un sentimiento de emoción a las pruebas y dificultades del camino mejor que a las circunstancias fáciles, iguales y aburridas. Era cierto que todavía sentía ante el peligro un estremecimiento que sacudía todo su cuerpo, pero, sin embargo, era una conmoción viva, y encontró con asombro que aun el precipicio tan mareador, había sido más a su gusto que este lúgubre andar a través de la niebla confusa. En alguna manera los peligros de la tormenta la habían estimulado; ahora no había nada sino apocamiento, un andar fatigoso hacia adelante; día tras día, sin poder ver nada excepto la niebla blanca, pegajosa, que envolvía las montañas sin un solo resplandor de sol que la atravesara. Por último, irrumpió en impaciencia: ¿Nunca se acabará esta aburrida y lúgubre niebla? Y una voz que ella conocía bien le contestó inmediatamente de detrás de los árboles. No, no terminará. Tú sabes que esto va a continuar quién sabe cuánto. Más arriba, en las montañas, la niebla se hace más y más espesa. Esto es todo lo que puedes esperar por el resto del viaje. Era la voz de uno de sus viejos parientes. Miedosa quiso hacer ver que no oía, pero la voz volvió otra vez. ¿No has notado, Miedosa, que el camino en el cual estás andando no va en absoluto hacia arriba de la montaña, sino que se mantiene al mismo nivel? Has

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perdido la senda que conduce hacia arriba, y estás andando alrededor de la montaña, haciendo círculos. Miedosa no se había dado cuenta de este hecho, pero ahora no podía evitar el darse cuenta de que era verdad. No estaban ascendiendo, en absoluto, sino simplemente moviéndose a lo largo del costado de la montaña con constantes subidas y bajadas, y las bajadas parecían ser más frecuentes cada vez. ¿No sería que, en realidad, estaban descendiendo por la montaña en lugar de ir hacia arriba? En la niebla confusa no se podía ver nada, y ella encontró que había perdido el sentido de la dirección: Cuando les preguntó a sus compañeras qué pensaban sobre el asunto, le contestaron más bien en forma breve y cortante porque, por supuesto, ella no debería haber escuchado a ninguna sugestión por parte de Pesimismo, y le dijeron que estaban en el camino que el Rey-Pastor les había señalado, y, ciertamente, no permitirían a nadie que les persuadiese de abandonarlo. Pero persistió en forma petulante Miedosa, ¿no creéis vosotras que pudimos habernos perdido en medio de esta niebla? El Rey-Pastor dijo que el camino conduciría hacia arriba, y como podéis ver, éste no conduce hacia allá. Corre a lo largo de la ladera de la montaña. Debe haber habido una senda más directa hacia arriba, la cual perdimos en la niebla. Su única respuesta fue que lo mejor era seguir sin escuchar ninguna sugerencia de parte de Pesimismo. Fue entonces cuando la voz de Amargura se dejó oír claramente: Lo que deberíais hacer, dijo, es volver hacia atrás un poco y mirar, en lugar de insistir en continuar en lo mismo, lo que puede hacer que estéis dando círculos en torno a la montaña. Pena y Angustia no escucharon para nada esta sugerencia, pero, lamentablemente, Miedosa lo hizo, y dijo todavía con gran 103

petulancia: Yo creo que deberíamos de considerarlo. Quizá sería mejor volver un poco atrás y ver si hemos perdido el camino correcto. Realmente, de nada sirve andar en círculos, no yendo a ninguna parte. A esto ellas contestaron: Bueno, si estamos andando en círculos, llegaremos al lugar donde nos equivocamos y mantendremos nuestros ojos abiertos para ver el camino que hemos dejado de lado, siempre y cuando exista, y no sea que esté solamente en la imaginación de Pesimismo y Amargura, que ya sabes que son enemigos del Rey-Pastor. Pobrecita, vino a susurrar Autocompasión a través de la niebla, realmente es malo que se te haya dejado a cargo de tan obstinadas criaturas. Sólo piensa en el tiempo que estás perdiendo, y sin conseguir nada. Andar y andar, día tras día, sin ver nada, y tú deberías de estar en los Lugares Altos. Así continuaron los parientes enemigos de Miedosa, susurrando y hablándole a través de la niebla, que lo rodeaba y envolvía todo, haciéndole parecer cada árbol como terribles fantasmas. Por supuesto, ella no debería de haberles escuchado, pero la niebla era tan confusa y el camino tan aburrido y monótono, que algo en su corazón respondía a ellos casi contra su voluntad. Angustia guiaba tenazmente a las demás por el camino, y Pena era tan tenaz como su hermana en la retaguardia, de manera que no había posibilidad de volverse atrás, pero Miedosa se encontró cojeando y tropezando más frecuentemente y peor que en ninguna otra etapa de la jornada. Se le hacía muy difícil y desagradable el andar en esta manera. Es cierto que después de cada tropezón su conciencia le hacía reflexionar y arrepentirse con pena y disculparse ante sus compañeras, pero eso no prevenía el volver a resbalar y caer en lo mismo. Resumiendo, era un tiempo miserable, y la niebla, en vez de aclararse parecía ponerse más espesa, fría y terrible que nunca.

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Por último, una tarde, cuando lo único que podría decirse era que estaban arrastrándose a lo largo del camino, todas llenas de barro y empapada, con las ropas manchadas de constantes caídas, Miedosa se decidió a cantar. No poseía el don de una dulce y hermosa voz, como tampoco tenía una cara bonita. Es cierto que ella era una apasionada por el canto, y que si el ReyPastor cantaba con ella, podía mantener el tono y cantar bastante bien, pero si trataba de hacerlo sola los resultados no eran tan buenos. Sin embargo, la niebla era tan espesa y pegajosa que estaba casi sofocada, y sintió que debía de hacer algo para tratar de alegrarse y dejar atrás las voces que murmuraban por detrás de los árboles. No era muy agradable pensar en que iba a entretener a sus parientes al acecho a expensas de su voz falta de melodía, pero, sin embargo, decidió correr el riesgo de los comentarios insultantes. Si canto bastante alto, se dijo a sí misma, no podré oír lo que ellos digan. La única canción que pudo pensar en el momento era la que Pena le había enseñado en la choza, y aunque no parecía el momento muy apropiado elevó su voz y cantó: ¡Cuán hermosos son tus pies! calzados en tus sandalias; princesa de mis amores a la que ama mi alma. Como el agua cristalina que corre por la montaña; y cual gacela ligera aplastan tus pies la caña. Y corres sin detenerte, pues a tus pies les da alas, 105

el amor que fiel profesas al Rey-Pastor que ama tu alma.

Mientras cantaba había un total silencio. Las voces burlonas de sus enemigos se habían apagado totalmente. Es una buena idea, se dijo Miedosa llena de júbilo, ojalá que se me hubiera ocurrido antes. Es una manera mucho mejor para evitar oír lo que ellos dicen que ponerse algodones en los oídos, si, realmente creo que es así; hay una abertura en la niebla más adelante. Qué hermoso, cantaré la canción otra vez. Y así lo hizo. Eh, Miedosa, dijo una alegre voz cercana a ella, no había oído esa canción antes. ¿Dónde la aprendiste? Allí, viniendo a grandes zancadas hacia ella, con una sonrisa particularmente hermosa en su rostro, estaba el Rey-Pastor. Es prácticamente imposible describir en palabras el gozo de Miedosa cuando le vio venir en dirección a ellas en el lúgubre sendero de la montaña, donde todo había estado oculto por un tiempo tan largo a causa de la horrible niebla fría y pegajosa. Ahora, con su venida, la niebla se disipó rápidamente y apareció, por fin, un resplandor brillante de sol: Oh, Rey-Pastor, dijo ella jadeante, tomándose de su mano, y no pudo decir nada más. Parecía como si nunca más te tuviera que volver a ver. Dime, dijo Él alegremente al tiempo que les sonreía a las tres, ¿dónde aprendiste esa canción, Miedosa? Me la enseñó la hermana Pena, contestó Miedosa, no creí que ella supiera ninguna canción, Rey-Pastor, pero ella dijo las palabras y la música vino a sus labios a medida que atravesábamos el bosque. Le pedí que me la enseñara porque yo sé que soy una gansa, pero me hace pensar del tiempo cuando tú me hagas mis pies de cierva y no tenga que seguir vagando nunca más y su cara se 106

sonrojó al verse en el aspecto tan sucio y enlodado que tenía. Estoy contento de que la hayas cantado, dijo el Pastor, más complacido que nunca. Creo que es una hermosa canción. De veras, añadió sonriendo. Creo que voy a añadirle otra estrofa por mí, y entonces comenzó a cantar estas palabras en el mismo tono. Los contornos de tus muslos son como joyas preciadas, obra de excelente artífice, autor de las cosas creadas. Por eso tus pasos son más que de reina, de ángel, que se mueve bien grácil por el palacio del alma.

Oh, Rey-Pastor, exclamó Miedosa, ¿dónde hallaste este verso que encaja tan bien en el tono que me enseñó Pena? Nuevamente sonrió en la forma más hermosa y respondió: Las palabras se me ocurrieron justamente ahora, cuando te seguía a lo largo del camino. Pobre Miedosa, ahora descubrió que El sabía que había estado resbalándose y tropezando en la más horrible manera, mucho peor que las veces anteriores, su cara se le encendió con dolorosa vergüenza. No dijo nada, solamente miró hacia Él casi con un aire de reproche. Miedosa, dijo Él muy gentilmente en respuesta a aquella mirada, ¿no sabes que yo cuando pienso en ti no pienso en cómo te encuentras ahora sino en cómo serás cuando yo te haya llevado al Reino del Amor y te haya limpiado de todas tus manchas y marcas de la gran jornada? Si al venir a ti noto que estás sufriendo las 107

consecuencias de haber pasado por dificultades, por resbalones y caídas, sólo me hace pensar de cómo serás cuando puedas seguirme saltando y brincando en los Lugares Altos. ¿No te gustaría aprender y cantar mi canción así como la que Pena te ha enseñado? Sí, dijo Miedosa, agradecida y tomando otra vez su mano, ciertamente la aprenderé y cantaré cerca del sabio maestro y de sus manos heridas que sostienen tantos dolores como los míos. Para entonces la niebla se había ido completamente y el sol, brillando con todo su esplendor, hacía gotear los árboles y la hierba con claridad y brillantez. Las tres aceptaron agradecidas la sugerencia del Rey-Pastor de que se podían sentar por un ratito para descansar y regocijarse a la luz del sol. Pena y Angustia se retiraron un poco, como acostumbraban hacer cuando el Rey-Pastor estaba presente, dejándole para que hablara con Miedosa a solas. Ella le contó de las peripecias en el camino en medio de la niebla, lo que habían estado diciendo Pesimismo, Amargura y Autocompasión, y su temor de que quizá pudiera ser verdad que se hubieran extraviado del verdadero camino. ¿Crees que yo te hubiera dejado que te perdieras del camino a los Lugares Altos, sin hacer nada por ti, ni siquiera prevenirte? preguntó quieta y calmadamente el ReyPastor. Ella Le miró con pena y dijo con un suspiro: Cuando Pesimismo y los otros me estaban gritando sugerencias, casi estaba lista para creer cualquier cosa, por absurda que fuera. Te hubieras puesto a cantar, dijo Él sonriendo, no hubieras oído las cosas que te decían; pregunta a Pena y Angustia si tienen alguna otra canción para enseñarte. ¿Encuentras que ellas son buenas guías, Miedosa? Ella le miró seriamente y movió su cabeza afirmativamente. Sí, son muy buenas. Nunca creí que pudiera ser posible, Rey-Pastor, pero en alguna manera he aprendido a 108

amarlas. Cuando las vi por primera vez parecían tan terriblemente fuertes y rígidas, y estaba segura de que serían rudas conmigo y me arrastrarían sin preocuparse de cómo me sentiría. ¡Cómo les temía! Pero me han tratado con mucha amabilidad. Creo que deben haber aprendido a ser tan gentiles y pacientes conmigo viendo tu propia gentileza. Nunca me las hubiera podido arreglar sin ellas, dijo con agradecimiento. Y lo extraño es que tengo el sentimiento de que a ellas realmente les gusta ayudar a una fea lisiada como yo. Desean que yo llegue a los Lugares Altos, no solamente porque es el mandato que les has dado, sino también porque anhelan que una gran cobarde y miedosa como yo pueda ser cambiada. ¿Quieres que te lo diga, Rey-Pastor? eso hace una gran diferencia en mis sentimientos hacia ellas, el no mirarlas más con temor, sino como a amigas que desean ayudarme. Sé que parece ridículo, pero a veces tengo el sentimiento de que realmente me aman y desean andar conmigo de su propia voluntad. Cuando terminó de hablar miró su rostro y fue sorprendida al ver que Él estaba tratando de no reírse. No dijo nada por unos momentos, pero se dio vuelta despaciosamente, de manera que pudiera mirar a las dos guías. Miedosa hizo lo mismo, estaban sentadas aparte en el fondo y no se apercibían de que estaban siendo observadas. Se sentaron cerca la una de la otra mirando hacia arriba en las montañas para donde estaban los Lugares Altos. Sus velos habían sido corridos hacia atrás, a pesar de lo cual no podían verse sus caras porque estaban de espaldas a Miedosa y el Rey-Pastor. Ella estaba conmovida por el hecho de que parecían más altas y fuertes que cuando las había visto esperándola al pie de las montañas Había algo casi indescriptiblemente majestuoso en ellas en ese momento, una especie de ahínco radiante expresado en su actitud. Estaban 109

hablando rápidamente la una a la otra, pero sus voces eran tan bajas que Miedosa no pudo oír lo que estaban diciendo. ¡Era imposible! ¡Se estaban riendo! Ella estaba segura de que estaban hablando de algo que las hacía estremecer con anhelo y expectación. El Rey-Pastor las miró por unos breves momentos sin decir nada, entonces se volvió a Miedosa. Sus ojos estaban sonriéndole, pero dijo en tono grave: Sí, realmente creo que tienes razón, Miedosa, ellas parecen disfrutar de su tarea, y quizás aún sienten afecto por la persona a la cual están sirviendo. Entonces Él se rió fuertemente. Pena y Angustia bajaron sus velos sobre sus caras nuevamente y miraron alrededor para ver qué era lo que estaba sucediendo, pero el Rey-Pastor tenía algo más que decir antes de que les ordenara seguir adelante en el viaje. La sonrisa se desvaneció de su rostro, y preguntó muy seriamente: ¿Me amas lo suficiente como para confiar en mí completamente, Miedosa? Ella le miró de la manera asustada, tan natural en ella siempre que sentía que Él la estaba preparando para pasar por una nueva prueba, entonces dijo vacilante: Tú sabes que te amo, ReyPastor, tanto como mi frío y pequeño corazón sea capaz. Tú sabes que te amo y que anhelo confiar en ti tanto como expresarte mi amor, que deseo ambas cosas; confiar en ti, y amarte más y mejor. ¿Quisieras confiar en mí, preguntó Él, aun si todo el mundo alrededor pareciera decir que yo te estoy engañando y que he estado engañándote todo el tiempo? Ella le miró con asombro y perplejidad. Pues sí, contestó, estoy segura de que confiar en ti, porque una cosa sé bien de cierto, es que es imposible que tú mientas. Sé que a menudo estoy demasiado asustada en las cosas que me ordenas hacer, añadió con cierta vergüenza y disculpándose, pero nunca podría dudar de ti en lo referente a lo que prometes. Es de mí misma de quien dudo y 110

temo; no de ti, y si todo el mundo me dijera que tú me has engañado yo sabría que esto es imposible. Oh, Rey-Pastor, imploró, no me digas que en realidad crees que dudo de ti. Aun cuando estoy asustada, acobardada y débil, tú sabes que confío en ti. Sé que al final podré decir que tu gentileza me ha hecho grande. Por unos momentos Él no dijo nada, sólo la miró muy tiernamente, casi con lástima, ella permanecía agachada, a sus pies. Entonces, después de un rato le dijo en forma muy quieta y calmada: Miedosa, suponte que en realidad Yo te haya engañado, ¿entonces, qué? Fue ella quien hizo silencio, tratando de pensar este imposible, y de poder dar una respuesta ¿qué pasaría? ¿sucedería que nunca más podría ella confiar o amarle otra vez? ¿tendría que vivir en un mundo donde no hubiera ReyPastor, quedando sólo el espejo roto de un sueño hermoso? ¿ser engañada por quien estaba segura de que nunca podría engañarle? ¿perderle a Él para siempre? De pronto explotó en un mar de llanto, entonces, luego de un rato miró directamente hacia su rostro y dijo: Mi Señor, si tú quieres engañarme, hazlo, no hay diferencia, debo de amarte en tanto continúe mi existencia, no puedo vivir sin amarte a ti. Él puso sus manos sobre su cabeza, con el toque más tierno y gentil que ella hubiera jamás sentido, y pensó para sí: ¡Hasta aquí llega tu confianza! ¡Poco más puedo exigirte! Entonces, sin decir ni una palabra se dio vuelta y se fue. Miedosa levantó una pequeña piedra muy fría que estaba sobre el suelo que Él había pisado y la puso en su bolsita. Entonces, temblando se juntó de nuevo con Angustia y Pena, dispuesta a continuar su viaje.

13. En el valle de la pérdida

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La niebla se había disipado de entre las montañas y el sol estaba brillando, y como consecuencia el camino parecía mucho más fácil y placentero que antes. El sendero aún les conducía a lo largo de la ladera de la montaña más que hacia arriba, pero un día, dando vuelta una esquina, se encontraron mirando hacia abajo a un profundo valle. Para su sorpresa, su camino en ese momento conducía directamente hacia abajo por el lado de la montaña, enfocando al valle, exactamente como al principio del viaje. Las tres hicieron un alto y se miraron entre sí, luego hacia abajo, al valle, y a través del otro lado. Allí el ascenso era escarpado y aun más alto que el Precipicio de la Injuria y vieron que el hecho de ir abajo y ascender nuevamente no sólo requeriría una gran cantidad de fuerza física, sino que también tomaría mucho tiempo. Miedosa se detuvo y contempló fijamente la situación, y en ese momento experimentó la prueba más aguda de todo el viaje. ¿Tendría que abandonar por fin esta empresa, para quedar mucho peor que antes? Hasta ahora habían ascendido mucho más que anteriormente. Y si tan sólo el camino que estaban siguiendo fuera de ascenso no habría duda de que pronto estarían en la zona donde comienza la nieve y acercándose a los Lugares Altos, donde no les podían seguir los enemigos y donde había abundantes manantiales de aguas salutíferas. Pero en lugar de ello, el camino les estaba guiando hacia un valle tan bajo como el mismo Valle de la humillación. Toda la altura que habían ganado en su última ascensión, tan larga y fatigosa, quedaba perdida y tendrían que comenzar pronto a ascender de nuevo, como si nunca hubieran comenzado el viaje, y como si no hubieran atravesado todo tipo de pruebas y dificultades. Cuando miró hacia abajo, a las profundidades del valle, el corazón de Miedosa quedó aturdido. Por primera vez en todo el 112

viaje se preguntaba si sus parientes, después de todo, no tenían razón y si ella no tendría que haber rehusado seguir al ReyPastor ¿Cómo podía seguirse a una persona que pedía tanto y que exigía cosas imposibles? Si ella bajaba a ese valle, para dirigirse a los Lugares Altos perdería todo el esfuerzo hecho hasta el momento. La promesa no estaría más cercana de cuando la recibió en el Valle de la Humillación. Por un momento negro y terrible, Miedosa consideró seriamente la posibilidad de no seguir más al Rey-Pastor y volverse. Ella no necesitaba seguir adelante, nada la compelía a hacerlo. No era la manera ni el camino que ella por naturaleza hubiera querido o escogido. Ahora podía hacer su propia elección. Sus penas y angustias podrían terminar de una vez por todas, y podría planear su vida de la manera que más le gustara, sin el Rey-Pastor. Pero al pensar esto, a Miedosa le pareció que estaba mirando a un abismo de horror, a una existencia sin ReyPastor para seguir, confiar o amar. Le pareció que miraba abajo, al mismo infierno. Al fin, Miedosa gritó con todas sus fuerzas: Rey-Pastor, Rey-Pastor, ayúdame, ¿dónde estás? ¡No me dejes! Al próximo instante ella se estaba recostando a Él, temblando de pies a cabeza y con un sollozar sin fin, Tú puedes hacer cualquier cosa, Rey-Pastor. Puedes pedir cualquier cosa, sólo que no me permitas retroceder. Oh, mi Señor, no me dejes. Te ruego que no me permitas dejarte ni dejar de seguirte. Mientras continuaba recostada a Él, dijo entre sollozos: Si Tú desearas engañarme, mi Señor, acerca de la promesa y los pies de cierva o mi nuevo nombre, o cualquier otra cosa, ciertamente que puedes hacerlo; sólo que no me abandones. No permitas que nada me haga volver atrás. Este camino parece tan absurdo y equivocado que no puedo creer que sea el correcto y lloró amargamente. Él la levantó, sosteniéndola por el brazo, y con 113

sus propias manos enjugó las lágrimas de sus mejillas, y entonces dijo en su fuerte voz: No hay posibilidad de que te vuelvas atrás Miedosa; ninguna posibilidad; ni siquiera tu acobardado corazón te podría arrebatar de mi mano. ¿No recuerdas que te lo dije antes? Esta demora no es para muerte sino para la gloria de Dios. ¿Es que habrás olvidado la lección que tan bien habías aprendido? No es menos verdadero ahora que lo que Yo hago, tú no lo comprendes ahora; más lo entenderás después. Mis ovejas oyen mi voz y me siguen. Es perfectamente seguro para ti el ir por este camino, aun cuando parezca errado, y ahora te doy otra promesa: Tus oídos oirán palabra a tus espaldas diciendo: “Éste es el camino, andad por él”, cuando tuerzas a la derecha o a la izquierda. Hizo una pausa por un momento. Ella aún estaba recostada en Él, sin hablar, con agradecimiento y un sentimiento de alivio en su presencia. Entonces Él continuó: ¿Puedes llevar también esta carga, Miedosa? ¿Estarías dispuesta a sufrir la pérdida de todo lo que has ganado en este viaje hacia los Lugares Altos? ¿Irías hacia abajo en este camino de perdón hacia el Valle de la Pérdida, solamente porque es el camino que yo he elegido para ti? ¿Todavía podrás amarme y confiar en mí? Ella aún se apegaba a él, y ahora repetía de corazón las palabras de otra mujer que hace muchos años había sido también probada. No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Hizo una pausa, balbuceó por un momento, y continuó con un suspiro: Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada: así me haga el Señor, y aún me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos (Ruth 1,16-17).

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Otro altar fue construido en la parte más alta del descenso al Valle de la Pérdida y otra piedrita añadida a aquellas que habían en la bolsita que aún llevaba con ella. Después de ese día comenzaron el viaje hacia abajo, y a medida que caminaban ella oyó a sus dos guías cantar suavemente: ¿Dónde se ha ido tu amado, hermosa entre las mujeres? ¿Dónde crees que ha marchado y contigo lo buscaremos? El Pastor cantó el próximo verso: Está en el huerto de aromas, al huerto de las especies, porque ama mucho la mirra del corazón que a él se entrega. Entonces Miedosa cantó los últimos dos versos y su corazón estaba tan lleno de gozo que aun su voz falta de melodía parecía cambiada y sonaba tan dulce como las otras. También quiero ir allí a ver si brota el granado y si los frutos que espera mi Amado, de mí ha logrado. Pues que yo soy de mi Amado y tan sólo mío es él; se pasea entre los lirios, y yo quiero serle fiel.

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Considerando lo escarpado que era, el descenso hacia el valle pareció sorprendentemente fácil, pero quizás era porque Miedosa deseaba con todo su ser hacerlo en una manera que satisficiera y agradara al Rey-Pastor. La horrible vislumbre del abismo de una existencia sin Él la había asustado y herido su corazón de tal modo que sintió que nunca más podría ser la misma. Sin embargo, le había abierto los ojos al hecho de que muy allá dentro, en las profundidades de su propio corazón, ella tenía un apasionado deseo, no por las cosas que el Rey-Pastor le había prometido, sino por Él mismo. Todo lo que ella quería era que se le permitiera seguirle para siempre. Otros deseos podían hacerse sentir fuerte y fieramente cerca de la superficie de su naturaleza, pero ella sabía que dentro de su propio ser estaba tan modelada a su imagen que nada podría satisfacer su corazón sino Él mismo. Nada más importa, se dijo a sí misma, sólo el amarle y hacer lo que él me diga. No sé por qué tiene que ser así, pero lo es. Hay penas y angustias en amar, pero es tan hermoso el poder amarle a pesar de esto, que si cesara de hacerlo también cesaría de existir. Así que, como se dijo anteriormente, alcanzaron el valle muy rápidamente. La próxima cosa sorprendente fue que a pesar de que el valle parecía al principio una pequeña prisión, después del fuerte aire fortificante de las montañas, resultó ser un maravilloso, hermoso y pacífico lugar, muy verde y con flores que cubrían el campo y las orillas del río que corría quietamente a lo largo del mismo. Allí en el Valle de la Pérdida, Miedosa se sintió más descansada, con más paz y contentamiento que en ningún otro lugar de su viaje. Parecía también, que sus dos compañeras estaban bajo una extraña transformación. Ellas aún sostenían sus manos, pero no había ni pena ni angustia en ese contacto. Era 116

como si caminaran junto a ella y fueran de la mano simplemente por amor a la amistad y el gozo de estar juntas. Además, cantaban continuamente, a veces en un lenguaje bastante distinto del que Miedosa había aprendido de ellas, pero cuando les preguntaba el significado de las palabras ellas solamente sonreían y sacudían sus cabezas. Esta es una de las muchas canciones que las tres cantaban allá abajo, en el Valle de la Pérdida, y era otra de la colección perteneciente al antiguo libro de canciones que Miedosa amaba tanto. Pues que yo soy de mi amado es mi ferviente deseo el andar siempre a su lado; pero aún es mayor mi anhelo de que su gran hermosura pueda verse en mí brillar; y que a su tierna dulzura pueda yo siempre imitar. Y así será cuando él haya de mi bien podado, todo retoño del “yo” corrupto y acobardado. Ven, amado, y vámonos al huerto de las aromas, y pódame sin piedad por las pruebas que en mi pongas, los defectos que me afean para que las tiernas flores brotadas del corazón vengan a ser dulces frutos de fe, de amor y de acción 117

que a ti solo glorifiquen hoy y por la eternidad. Corta y rompe cuanto quieras con tal te pueda agradar.

Es verdad de que cuando Miedosa miró a las montañas, al otro lado del valle, se preguntó cómo se las arreglarían para ascender por ellas, pero estaba contenta de esperar confiadamente y de andar por el valle el tiempo que el ReyPastor quisiera. Había algo en particular que la reconfortaba; después de las dificultades y los resbalones o tropezones en el camino por las montañas, donde se había caído y lastimado. Tan dolorosamente, encontró que en esos quietos prados verdes podía caminar sin tropezar y no sentía las heridas y cicatrices en absoluto. Todo esto parecía un tanto extraño, porque, por supuesto, ella se encontraba en el Valle de la Pérdida. También, aparentemente, estaba más lejos de los Lugares Altos que en cualquier otro momento. Le preguntó al Rey-Pastor acerca de ello cierto día, puesto que la parte más hermosa de toda era que Él caminaba muy a menudo junto a ellas en ese lugar, diciendo con una dulce sonrisa que ése era uno de sus parajes favoritos. En respuesta a la pregunta, Él contestó: Me alegro de que estés aprendiendo a apreciar también el valle, pero creo que fue el altar que tú construiste allá arriba, Miedosa, lo que ha hecho que sea tan fácil para ti. Esto más bien la dejó confusa, y dijo: Pero yo me he dado cuenta de que después de los otros altares que tú me ordenaste que construyera, el camino generalmente era más difícil que antes. El sonrió nuevamente, pero sólo destacó que lo importante acerca de los altares era que ellos hacían cosas posibles de los imposibles, y que era bueno que en esta ocasión le hubiera traído paz en lugar de lucha. Ella notaba que Él la 118

miraba fijamente y de una manera un tanto extraña a medida que hablaba, y a pesar de que había una hermosa suavidad en su mirada, también había algo más que ella había visto antes, pero que todavía no entendía. Pensó que era una mezcla de dos cosas, no precisamente lástima, esa no era la palabra exacta, sino una mirada de maravillosa compasión junto con una resuelta determinación. Cuando se dio cuenta de ello, pensó en algunas palabras que uno de los siervos del Rey-Pastor había dicho allá en el Valle de Humillación antes de que el Rey-Pastor la llamara a los Lugares Altos. El había dicho: Amar es maravilloso, pero es también terrible que el verdadero amor no quiere ver nada indigno en el ser que ama. Cuando recordó esto, Miedosa pensó con un poco de temblor en su corazón: El nunca quedará contento hasta que haga de mí lo que ha determinado que yo sea, y como ella era todavía Miedosa y aún no estaba lista para cambiar de nombre, añadió con cierta angustia y temor: Me pregunto, qué será lo que planea hacer próximamente, y si eso será muy doloroso.

14. El lugar de la unción El próximo evento que el Rey-Pastor planeaba era, por cierto algo muy hermoso. No mucho después de esta conversación el sendero terminaba a través del valle y les guiaba al pie de las montañas del otro lado hacia un lugar donde se levantaba como una pared, mucho más alta y escarpada que el Precipicio de la Injuria. Sin embargo, cuando Miedosa y sus dos compañeras alcanzaron este lugar, encontraron al Rey-Pastor esperándolas junto a una pequeña choza, y, ¡oh, sorpresa!, justo donde los peñascos eran más escarpados y altos había un cable suspendido en el aire entre ese lugar y la cima lejana. De este 119

cable colgaban sillas, en las cuales podían sentarse dos personas, una a cada lado y ser llevadas directamente arriba, a la cumbre, sin ningún esfuerzo de su parte. Es cierto que, al principio, el ver estas sillas con apariencia tan frágil pendiendo en el vacío hizo que Miedosa se sintiera con vértigo y pánico. Le parecía que nunca podría sentarse voluntariamente allí y columpiarse teniendo debajo tan terrible precipicio, tan sólo con muy poco apoyo arriba y nada que la asegurara contra la caída. Sin embargo, este sentimiento pasó casi de inmediato, pues el Rey-Pastor sonrió y dijo: Ven, Miedosa, vamos a sentarnos en las dos primeras sillas, Pena y Angustia nos seguirán en la próxima. Todo lo que tienes que hacer es confiar en que la silla te llevará de manera perfectamente segura hasta el lugar donde yo deseo, sin ningún esfuerzo de tu parte. Miedosa se sentó en uno de los asientos y el Rey-Pastor se sentó a su lado, mientras que sus dos compañeras ocuparon las próximas sillas. En un minuto se estaban balanceando suavemente y mirando hacia los Lugares Altos los cuales habían parecido tan imposibles de alcanzar. Estaban suspendidos completamente desde arriba, y no hacían más que descansar y disfrutar de la vista tan maravillosa ante sus ojos. Aunque las sillas se columpiaban no sentía ninguna sensación de vértigo o de mareo, sino que seguía felizmente hacia arriba hasta que el valle debajo parecía una pequeña alfombra verde y los picos blancos y brillantes del Reino del Amor les rodeaban como altas torres. Pronto se encontraron bastante lejos del lugar donde habían escalado las montañas del lado opuesto. Cuando finalmente salieron de las sillas aéreas estaban en un lugar más bello que todo lo que Miedosa había visto antes, pues aunque eso no era realmente los Lugares Altos del Reino del Amor, habían alcanzado la línea limítrofe de ellos. Todo alrededor era montañas con praderas 120

llenas de flores. Había pequeños manantiales que corrían y salpicaban entre orillas repletas de flores amarillas, rojas, violetas y rosadas, que tapizaban el suelo. Grupos de delicadas florecillas púrpura crecían en hermosos racimos, y alrededor de todo el prado, brillando como gemas, habían bellas gencianas, más azules que el cielo, como joyas en un vestido real. Arriba había picos de nieve blanquísima la cual se elevaba hasta un cielo sin nubes como un techo de zafiro y turquesa. El sol brillaba en forma tan radiante que casi parecía que las flores empujaban sus corolas hacia arriba y se abrían para recibir la gloria de sus rayos. Por todas las direcciones sonaban las campanas de las vacas y corderos, y una multitud de pájaros llenaban el aire de melodías, pero sobre todo había una voz predominante y más fuerte, la cual parecía llenar, toda la región. Era la voz de una poderosa cascada saltando hacia abajo sobre otro gran peñasco, y cuyas aguas venían de las nieves en los Lugares Altos. Era tan indescriptible la belleza que allí había que ni Miedosa ni sus, compañeras pudieron pronunciar una sola palabra, sino que se quedaron quietas, respirando profundamente y, llenando sus pulmones con el aire perfumado de la montaña. A medida que continuaban andando, se agachaban de vez en cuando a tocar delicadamente las flores que parecían joyas o para humedecer sus dedos en los arroyuelos saltarines. A veces solamente se detenían en medio de la abundante belleza que les rodeaba y se reían de puro gozo. El Rey-Pastor les guiaba a través de las praderas donde crecía abundantemente una hierba perfumada hacia la cascada más grande. Al pie de los peñascos se encontraron en un lugar de frescas sombras con un suave pulverizar de agua sobre sus rostros. El Rey-Pastor les invitó a contemplar el espectáculo natural. Allí 121

estaba Miedosa, con su figura frágil y pequeña al pie de grandes peñascos, mirando hacia arriba al gran torrente de aguas que caían de los Lugares Altos. Pensó que nunca antes había visto algo tan majestuoso ni tan tremendamente bello. La altura del pico rocoso sobre el cual las aguas caían para derramarse en partículas sobre las rocas de abajo, era un espectáculo que la dejaba impresionada. Al pie de la caída, la voz tronante de las aguas era casi ensordecedora, pero parecía además llena de significado, grande y temible, más allá de toda expresión. A medida que escuchaba, Miedosa se daba cuenta de que estaba oyendo una majestuosa armonía, como una enorme orquesta, tocando el tema original que todos los pequeños arroyuelos habían cantado allá lejos en el Valle de la Humillación. Ahora era pronunciado por miles de miles de voces, pero era la misma canción entonada con grandiosa armonía. LA CANCION DEL AGUA ¡Oh, ven, ven, vamos corriendo más abajo noche y día! ¡Qué gozo es bajar, bajar... humillarse cada día! Miedosa, dijo la voz del Rey-Pastor en su oído, ¿qué piensas de esta gran caída de aguas y de su derramarse a sí misma? Ella tembló un poco y contestó: Creo que es algo hermoso, y terrible, más allá de todo lo que he visto. ¿Por qué terrible? preguntó Él. Es el salto que tienen que hacer, la temible altura de la cual tienen que caer hacia las profundidades, allá abajo, para ser partidas sobre las rocas. Me cuesta contemplarlo, casi no lo puedo resistir. Mira más de cerca, le dijo nuevamente, deja que tu ojo siga solamente una parte del agua desde el momento cuando salta sobre el borde hasta que alcanza la parte 122

más baja. Miedosa lo hizo, y quedó boquiabierta y maravillada. Una vez en el borde, las aguas parecían aladas, vivas y con gozo, tan completamente abandonadas al éxtasis de derramarse que casi podía suponerse que estaba mirando a una hueste de ángeles flotando en alas del arco iris y cantando con arrobamiento en su caída. Ella miró y miró, y entonces dijo: Es el movimiento más bello, puesto que significa derramarse a sí mismo en un abandono, éxtasis y gozo indescriptible. Sí, contestó el Rey-Pastor en una voz vibrante de gozo y acción de gracias, me alegro que te hayas dado cuenta de ello, Miedosa. Estas son las Caídas del Amor, fluyendo desde los Lugares Altos del Reino de arriba; te encontrarás con ellas nuevamente. Dime, ¿parece quebrarse el gozo del agua cuando rompe en la roca allá abajo? Nuevamente Miedosa miró donde El le señalaba, y se dio cuenta de que cuanto más bajo caía el agua, más parecía crecer y elevarse luminosa, como sobre alas. Cuando alcanzaba las piedras debajo, toda el agua fluía junta en una gloriosa hueste, formando un torrente exuberante que giraba en forma triunfal alrededor y por encima de las rocas. Como con una risa sonora se apresuraba a caer más y más abajo a través de las praderas del siguiente precipicio. Desde allí se lanzaban hacia los lejanos valles. En lugar de sufrir al caer sobre las rocas, parecía como si cada obstáculo en el lecho del torrente fuera visto como otra oportunidad para abrirse nuevo camino. Por todas partes se oía el rugir del agua, como si estuviera riendo en un triunfante grito de júbilo. Al primer golpe de vista quizás el salto parezca terrible, dijo el Rey-Pastor, pero como puedes ver, el agua no experimenta ningún terror en ello, ni por un momento siquiera, sólo un gozo indecible y lleno de gloria, porque es su movimiento natural. El arrojarse y lanzarse es su vida. Sólo tiene un deseo, el de ir más y más abajo para derramarse sin reserva de ninguna clase. Puedes ver que en su marcha, los obstáculos 123

que parecen tan temibles, son perfectamente franqueables, y lo que hacen es añadir gozo y gloria a todo el movimiento. Cuando dijo esto, les guió de nuevo a los prados soleados, y les dijo gentilmente que para los próximos días lo mejor era que descansaran para prepararse para la última etapa de su viaje. Oyendo estas palabras, “la última etapa de su viaje”, Miedosa sintió un estremecimiento de gozo en todo su cuerpo. Además, el Rey-Pastor mismo se quedaría allí con ellas todo el tiempo. No se apartaría de allí ni por una sola hora, sino que caminaba y hablaba con ellas. Les enseñó muchas cosas acerca del Reino hacia el cual se encaminaban. La gracia surgía de sus labios a medida que hablaba y el perfume del prado y las flores se difundía por dondequiera que Él iba. Cuán agradecida estaría Miedosa para el resto de su vida; no se hubiese preocupado más por alcanzar los Lugares Altos, si no fuera porque todavía tenía sus pies lisiados, una boca torcida y un corazón temeroso. Sin embargo, no siempre el sol brillaba allí en la frontera de los Lugares Altos. Había días de niebla cuando los picos brillantes eran borrados completamente de la visión por una cortina de nubes, de modo que si alguien no hubiera sabido de antemano que existían, hubiera sido imposible el estar seguro de que estaban allí cerca, en medio de nieblas y nubes con el claro cielo azul arriba. Sin embargo, una y otra vez se hacía un desgarrón en medio del velo de niebla, y entonces, como enmarcada en una blanca ventana abierta, aparecería el blanco deslumbrador... Por un instante uno de los lejanos picos brillaba a través de una abertura en la niebla, como para querer decir: Tened ánimo, estamos aquí, aunque no puedan vernos. Entonces la niebla lo envolvía nuevamente y la ventana en el cielo quedaba cerrada. En una ocasión así, el Rey-Pastor le dijo a Miedosa: Cuando 124

sigas el viaje puede haber mucha niebla y nubes, quizás hasta puede parecer como si todo lo que has visto aquí, en los Lugares Altos, fuera un sueño, o el producto de tu imaginación. Pero tú has visto la realidad y la niebla que parece tragarse todo lo demás, esa es una ilusión. Cree firmemente en lo que has visto. Por eso, aun cuando el camino hacia los Lugares Altos te parezca oscurecido y dudes de si estarás siguiendo la senda correcta, recuerda la promesa: Tus oídos oirán una palabra a tus espaldas, diciendo, éste es el camino, andad por él, cuando tuerzas a la izquierda o cuando tuerzas a la derecha. Andad siempre adelante a lo largo del camino de la obediencia tanto como puedas, hasta que yo intervenga, aun si parece que estáis siendo guiadas por donde teméis y donde supondríais que yo nunca sería capaz de enviaros. Recuerda, Miedosa, lo que has visto antes de que la niebla viniera. Nunca dudes que los Lugares Altos están allí, formando un techo sobre ti, y puedes estar bien segura que pase lo que pase yo te llevaré exactamente donde te he prometido. Cuando terminó de hablar, apareció otra abertura en medio de la cortina de niebla, y uno de los picos de los Lugares Altos se destacaba en medio del cielo azul, brillando majestuosamente ante su vista. Antes de que la cortina de niebla se hubiera cerrado otra vez, Miedosa se agachó y recogió algunas gencianas que crecían a sus pies, como un recuerdo de lo que había visto, diciendo para sí: Estas florecitas crecen actualmente en los declives más bajos de los Lugares Altos y son una señal segura de que aunque los picos sean invisibles por unos momentos, están allí todo el tiempo. En el último día que estuvieron allí, el Rey-Pastor hizo algo ciertamente maravilloso. Tomó a Miedosa aparte y la condujo justamente hacia la cima de uno de los Lugares Altos, en el mismo Reino del Amor. La llevó a un pico muy alto, de un 125

blanco deslumbrante, levantado como un gran trono con otros picos agrupados alrededor suyo. Allí arriba, en la cumbre de la montaña, El se transfiguró delante de ella en la figura de un Gran Rey, y entonces conoció lo que había presentido todo el tiempo: que él era no un simple Pastor sino el Rey del Reino del Amor. Lo vio vestido con una vestidura blanca radiante de fulgor y pureza, y sobre ella una ropa púrpura y azul, y escarlata, adornada con tachones de oro y preciosas gemas. En su cabeza tenía puesta la corona real, pero cuando Miedosa se inclinó y arrodilló a sus pies para adorar, el rostro que tenía sobre sí era exactamente el del Rey-Pastor a quien tanto había amado y seguido desde los bajos hasta los altos lugares. Sus ojos estaban todavía llenos de gentileza y ternura, pero también de fortaleza, poder y autoridad. Alargando su mano, sin decir ni una palabra El la levantó y la guió a un lugar donde sobre la parte más alta del pináculo podían mirar alrededor del reino que les circundaba. Allí al lado de Él y muy feliz, casi escasamente consciente de toda esa maravilla, Miedosa miraba hacia el Reino del Amor. Lejos, muy lejos, allá abajo, estaban los valles y las planicies, el gran mar y el desierto. Ella pensó que aún podría reconocer el Valle de la Humillación mismo, donde había vivido por tan largo tiempo y por donde había conocido y aprendido del Rey-Pastor, por vez primera, pero de eso hacía tanto tiempo que era como recordar otra existencia. Todo alrededor de ella, en todas las direcciones, estaban los picos nevados de los Lugares Altos. Podía ver que las bases de estas montañas eran extremadamente empinadas y estaban recubiertas de bosques. Por dondequiera que ella miraba, los declives, en esa estación del año, estaban cubiertos con flores blancas en cuyos pétalos, medio transparentes, el sol brillaba haciéndolas lucir un blanco refulgente. En el corazón de 126

cada flor había una corona de tono dorado. Estas huestes de flores blanquísimas perfumaban los declives de los Lugares Altos con un perfume tan exquisito y dulce que nadie lo había aspirado antes. Todas tenían sus corolas en dirección hacia abajo de las montañas, como si estuvieran mirando a los valles. Eran multitudes de ellas, que ningún hombre por día enumerar, como una gran nube de testigos, todas inclinándose para mirar lo que sucedía en el mundo allá abajo. Por donde pasaba el Rey y sus acompañantes, estas flores blancas se inclinaban debajo de sus pies y se volvían a levantar, abiertas e inmaculadas, pero exhalando un perfume aún más rico y delicado que antes. En el extremo del pináculo al cual Él le había guiado había un altar de oro puro, brillando a la luz del sol con tal esplendor que ella no pudo mirarlo, sino que tuvo que apartar sus ojos rápidamente, pues se percibía que había un fuego ardiendo sobre él, y una nube de humo perfumado como incienso. Entonces, el ReyPastor le dijo que se arrodillara, y con un par de pinzas trajo un trozo de carbón encendido del altar tocándola con él le dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado (Is. 6,7). A Miedosa le pareció que una llama de fuego demasiado hermosa y terrible a la vez le traspasó todo su ser, entonces perdió la conciencia y no recordó más nada. Cuando se recobró encontró que el Rey-Pastor la estaba llevando en sus brazos yendo de vuelta a los peñascos más bajos de la frontera. Las ropas reales y la corona habían desaparecido, pero permanecía la expresión en su rostro la mirada de supremo poder y autoridad. Sobre ellos se alzaban los altos picos, mientras que más abajo todo estaba envuelto en la neblina. Cuando vio que ya estaba suficientemente recuperada, el Rey-Pastor la tomó por la mano, y caminaron juntos dentro de la niebla blanca y a través de un pequeño bosque donde los árboles 127

eran apenas visibles y no había ningún otro sonido sino el caer de las gotas de agua contra el suelo. De pronto, en medio del bosque un pájaro rompió el silencio con una bella canción. No podían verlo a causa de la neblina, pero el avecilla cantaba fuerte y con un tono melodioso indescriptible las mismas notas una y otra vez. Parecían formar una frase que se repetía constantemente, siempre con un trinar más alto al finalizar, el cual sonaba como una breve carcajada. A Miedosa le pareció que ésta era la canción que estaba cantando: El ha obtenido la victoria, ¡Hurra! El ha obtenido la victoria, ¡Hurra! El bosque repicaba con las alegres notas, y ambos se estuvieron quietos entre los árboles para poder escuchar. Miedosa, dijo el Rey-Pastor, tú has tenido una vislumbre del Reino dentro del cual yo voy a traerte. Mañana tú y tus compañeras comenzaréis la última etapa del viaje que os llevará allí arriba. Entonces, con mucha ternura, le habló palabras que parecían demasiado gloriosas para ser verdad. Aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. He aquí, yo entrego a la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere yo le haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios... y mi nombre nuevo (Ap. 3,812). Fue entonces que Miedosa tomó coraje para preguntarle algo que nunca se había atrevido a hacerlo antes. Con su mano en la de Él le dijo: Mi Señor, ¿puedo preguntarte algo? ¿Es que se está aproximando el tiempo en que se cumplirá la promesa 128

que me has dado? El dijo muy gentilmente y con gran gozo: Sí, el tiempo se está acercando ahora. Atrévete a comenzar a ser feliz. Si tú sigues adelante en la senda que está ante ti, pronto recibirás la promesa, y yo te daré el deseo de tu corazón. No está muy lejano ahora, Miedosa. Así se quedaron en el bosque lleno de neblina, ella temblando con su esperanza e incapaz de decir una palabra, adorando, y preguntándose si había visto una visión, o si eso había sucedido realmente. Sobre su rostro había una mirada que ella no hubiera podido entender ni si la hubiera visto, pero estaba demasiado deslumbrada de felicidad para mirarle. En lo alto, sobre los húmedos árboles, el pequeño pajarito todavía seguía cantando su alegre canción: El ha obtenido la victoria, y luego rompía en gorgojeos y trinos: ¡Hurra, Hurra, Hurra! Un poco después estaban abajo en las praderas donde Pena y su hermana les estaban esperando. Era ya el tiempo de seguir adelante en su viaje, pero después que el Rey-Pastor las hubo bendecido y se volvía para seguir por su camino, Angustia y Pena se arrodillaron de pronto ante Él y le preguntaron suavemente: Señor, ¿qué lugar es éste donde hemos estado reposando y disfrutando durante estos días pasados? El contestó muy quietamente: Este es el lugar donde traigo a mis amados, para que puedan ser ungidos en preparación para su sepultura. Miedosa no escuchó estas palabras, pues estaba caminando un poquito más adelante, repitiendo una y otra vez: El dijo: Atrévete a comenzar a ser feliz porque el tiempo está cercano ahora, y yo te daré el deseo de tu corazón.

15. Las inundaciones

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El camino que seguían ahora no iba directamente hacia arriba, a las alturas, sino que bordeaba la ladera de la montaña. La niebla aún lo cubría todo, e iba aumentando y haciéndose más espesa. Las tres caminaban en silencio, ocupadas con diferentes pensamientos Miedosa estaba pensando sobre la promesa del Rey-Pastor que recientemente le había hecho: He aquí, yo vengo pronto; y te daré el deseo de tu corazón. Angustia y Pena quizás estaban pensando en la respuesta que habían recibido del Rey-Pastor. Si era así realmente o no, nadie podría decirlo, pues estaban caminando en el más completo silencio, aunque la ayuda que le estaban dando a su compañera lisiada era aún más amable y gentil que antes. Hacia la tarde llegaron a otra choza en el lado del camino, la cual tenía la marca secreta del Rey-Pastor inscrita sobre la puerta, de manera que pudieran saber que podrían descansar y pasar la noche allí. Una vez dentro notaron que alguien debía de haber estado allí recientemente, puesto que había fuego en el hogar y una tetera con agua caliente. También la mesa estaba puesta para tres, y había bastante pan y fruta. Evidentemente, su arribo había sido esperado y conocido de antemano, y se habían hecho estos preparativos tan gentilmente, pero no había signo de quién había estado allí antes que ellas. Se lavaron y se sentaron a la mesa, dieron gracias, y comieron de la comida preparada Entonces, como estaban muy cansadas, se acostaron para descansar e inmediatamente quedaron dormidas. Miedosa no podía figurarse cuánto tiempo había dormido, pero se despertó de pronto cuando aún era bastante oscuro. Sus compañeras dormían tranquilamente a su lado, pero ella sabía que alguien la había llamado. Esperó en silencio y la voz dijo: Miedosa. Heme aquí, mi Señor, respondió ella, Miedosa, dijo la Voz, toma ahora la promesa que tú has recibido cuando te llamé a que me 130

siguieras a los Lugares Altos y toma también el deseo natural del amor humano que está creciendo en tu corazón desde que planté mi propio Amor allí y ve arriba a las montañas a un lugar que te mostraré. Ofrece todo allí como una ofrenda de holocausto para mí. Hubo un largo silencio antes de que Miedosa hablara en la oscuridad con voz temblorosa. Mi Señor, ¿te estoy entendiendo bien? Sí, contestó la Voz. Ven ahora a la entrada de la choza y te mostraré dónde debes de ir. Sin despertar a sus compañeras que dormían a su lado se levantó silenciosamente, abrió la puerta de la choza, y se paró afuera. Todo estaba quieto y envuelto en la niebla, y las montañas estaban completamente invisibles, rodeadas de nubes y oscuridad. Cuando ella estaba observando este panorama, la niebla se abrió en un lugar y apareció una pequeña ventana a través de la cual la luna y una estrella brillaban en forma radiante Debajo de ellas había un pico blanco resplandeciente. A sus pies había una peña de roca sobre la cual saltaba la gran caída de agua y se apresuraba a correr abajo hacia los peñascos inferiores. Sólo la parte superior de la roca sobre la cuál el agua se volcaba era visible, todo lo demás quedaba envuelto en la niebla. Entonces vino la Voz: Este es el lugar indicado. Este es el lugar indicado. Miedosa miró y dijo: Sí, Señor, heme aquí yo soy tu sierva, quiero hacer tu voluntad. Ella no volvió a acostarse, sino que se quedó parada la puerta de la choza esperando para que viniera el amanecer. Le daba la sensación de que el sonido de la caída de agua llenaba todo el espacio en la noche y estaba tronando aún en su tembloroso corazón, resonando y gritando mientras repetía una y otra vez: Toma la promesa que te he dado, y el deseo natural humano de tu corazón, y ofrécelos en ofrenda de holocausto. Con el primer resplandor de la aurora, Miedosa se inclinó sobre 131

sus compañeras que aún dormían, y les dijo: Debemos reanudar nuestro viaje ahora. He recibido órdenes de ir arriba al lugar donde la gran catarata cae sobre el precipicio. Se levantaron inmediatamente, y después de comer rápidamente un poco para fortalecerse, comenzaron a andar en su camino. La senda les guiaba directamente arriba de la ladera de la montaña hacia la voz tronante de la caída de agua, y todo lo demás estaba quieto y envuelto todavía en la niebla y nubes, y la misma catarata no podía verse. A medida que las horas pasaban, ellas continuaban escalando, aunque el camino era ahora más escarpado que antes. En la distancia un trueno resonó y los relámpagos rasgaron el velo de niebla. De pronto, allá arriba en el camino, escucharon el sonido de unos pies que corrían raspando las piedras sueltas, se detuvieron y se arrimaron hacia un lado del angosto camino para permitir pasar a quienes se aproximaban corriendo, entonces, de la niebla fantasmal apareció primero Malicioso, luego Amargura, seguido de Pesimismo, Orgullo y Autocompasión. Estaban corriendo como si fuera para salvar sus vidas, y cuando alcanzaron a las tres mujeres les gritaron: ¡Atrás!, vuélvanse pronto; las avalanchas están cayendo más adelante y todo el costado de la montaña se está sacudiendo como si fuera a desplomarse. ¡Corred para salvar vuestras vidas! Sin esperar respuesta, huyeron despavoridos esquivando la ladera de la montaña. ¿Qué es lo que vamos a hacer? preguntaron Angustia y Pena, quienes parecían desconcertadas por primera vez en todo el viaje. ¿Volveremos atrás a la choza y esperaremos hasta que las avalanchas y la tormenta terminen? No, dijo Miedosa, en una voz baja, pero firme; hablando por primera vez desde que las había llamado a que se levantaran y la siguieran. No, no debemos volver atrás. He recibido la orden de ir arriba, al lugar donde la gran cascada se derrama sobre la roca. Entonces la Voz 132

habló desde muy cerca: Hay un lugar preparado para vosotras al lado del camino. Esperad allí hasta que la tormenta pase. En la pared rocosa, junto a ellas, había una pequeña cueva, tan baja que sólo podía meterse dentro alguien agachándose y deslizándose hacia su interior. Se sentaron juntas y entonces, de pronto, la tormenta estalló sobre ellas con toda su terrible furia. Las montañas resonaban con los truenos y con el sonido de las rocas que caían y las grandes avalanchas de nieve. Los rayos iluminaban el firmamento incesantemente, como llamaradas que chisporroteaban al tocar el suelo. Luego la lluvia descendió y vino la inundación, y los vientos soplaron y golpearon entre las montañas hasta que todo alrededor parecía temblar, estrellarse y caer. Torrentes de agua se derramaban por los peñascos y una corriente de agua se derramó sobre las rocas en que se hallaba enclavada la cueva, de modo que la entrada estaba cerrada por la catarata de agua, pero ni una sola gota entró dentro de la cueva donde las tres estaban sentadas en el suelo. Después de que hubieron estado allí por algún tiempo, y que la tormenta, lejos de amainar, parecía arremeter con más fuerza. Miedosa puso su mano en su pecho y sacó la bolsita de cuero que siempre llevaba con ella, y vaciando el pequeño montoncito de piedritas en su falda, se quedó mirándolas. Eran las piedras memoriales de todos los altares que había construido a lo largo de todo el viaje, desde que estuvo junto al Rey-Pastor en el estanque y le había permitido plantar la semilla en su corazón, hasta ese momento en que entraron agachadas a la angosta cueva, sobre la cual la montaña parecía estar pronta para caer. Nada había conseguido de todos sus esfuerzos, sino la promesa por la cual lo había arriesgado todo. Miró a la pequeña pila en su falda y se preguntó lentamente: ¿Las tiraré fuera? ¿No son acaso todas promesas indignas que Él me dio en el camino 133

hacia aquí? Con sus dedos entumecidos por el frío, tomó la primera de las piedras y repitió las primeras palabras que Él le había hablado junto al estanque: Haré tus pies como de ciervas y te pondré en los Lugares Altos (Hab. 3,19). Sostuvo la piedra en su mano por largo tiempo, y dijo despaciosamente: No he recibido pies de cierva, pero estoy en los lugares más altos que nunca hubiera imaginado, y si llego a morir aquí, ¿qué importancia tiene? No la tiraré fuera, puso la piedrita de vuelta en la bolsa, tomó la próxima y repitió: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; más lo entenderás después (Juan 13,7); y con un sollozo dijo: Por lo menos parte de esto es verdad, y quién sabe si el resto también será verdad o no pero no la arrojaré. Tomando la tercera piedra, citó las palabras: Esto no es para muerte, sino para la gloria de Dios (Juan 11,4). No es para muerte, se repetía, a pesar de que me haya dicho: Ofrece la promesa como una ofrenda de holocausto, pero tiró la piedrecita dentro de la bolsa y tomó la cuarta. El grano se trilla, pero no lo trillará para siempre (Is. 28,28). No puedo separarme de ella, dijo, y la puso de vuelta en la bolsa; entonces tomó la quinta: ¿No podré hacer yo de vosotros como este alfarero? (Jr. 18,6). Sí, dijo ella, y la puso de vuelta dentro de la bolsita. Tomando la sexta, repitió: Pobrecita, fatigada con tempestad, sin consuelo; he aquí que yo cimentaré tus piedras sobre diamantes, y sobre zafiros te fundaré (Is. 54:11), entonces no pudo seguir adelante sino que se echó a llorar amargamente. ¿Cómo podré separarme de ésta?, se preguntó, y la puso en la bolsita con las otras. Tomó luego la séptima. Mis ovejas oyen mi voz y me siguen» (Juan 10,7). ¿Podré tirar ésta?, se preguntó, ¿He oído realmente su voz o me he estado engañando yo misma todo el tiempo? Entonces, cuando pensó en su rostro en el momento que Él le dio aquella promesa guardó la piedrecita en la bolsita diciendo: La tendré conmigo. ¿Cómo podría deshacerme de ella?, y tomó la octava, 134

ahora verás lo que yo haré, (Ex. 6,1), recordando el precipicio que había parecido tan imposible e infranqueable y cómo Él la había conducido, hacia la cima, puso la piedra con las otras y tomó la, novena, Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? habló, ¿y no lo ejecutará? (Núm. 23,19). Por largo tiempo estuvo sentada temblando con esa piedra en su mano, pero al fin dijo: He dado la única respuesta posible cuando le dije: Si Tú quieres, puedes incluso engañarme, pero yo continuaré confiando, en Ti. Dejó caer la fría piedrecita dentro de la bolsa y tomó la décima, entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda. (Is. 30,21). Entonces se estremeció, pero luego de un momento, añadió: Porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre... Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona (Ap. 3,8-11). Poniendo la décima piedra dentro de la bolsita, después de una larga pausa tomó una piedra pequeña y fea que estaba sobre el suelo de la cueva y la dejó caer dentro junto con las otras diez, diciendo: He aquí, aunque El me matare, en El esperaré (Job 13,15). Atando nuevamente la bolsita, dijo: Aunque todo en el mundo me dijera que son estas promesas falsas, aún no podría deshacerme de ellas, y puso la bolsita una vez más en su pecho. Pena y su hermana habían estado sentadas silenciosas al lado de Miedosa mirando atentamente cuando tomaba las pequeñas piedras del montón que tenía en su falda. Ambas lanzaron una extraña risa, como si fuera de alivio y agradecimiento, y dijeron juntas: Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; mas no cayó, porque estaba fundada sobre la roca (Mat. 7: 25).

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Para entonces, la lluvia había cesado, el torrente de agua ya no caía sobre las rocas y sólo quedaba una ligera neblina. El resonar de los truenos y de las avalanchas se desvanecían en la distancia cuando las tres mujeres salieron a mirar fuera de la cueva. Desde las profundidades de abajo venían notas alegres del cántico de un pájaro. Podría haber sido el hermano de aquél que cantaba en los bosques al pie de los Lugares Altos: El ha obtenido la victoria, ¡Hurra! El ha obtenido la victoria, ¡Hurra! A medida que las notas puras y claras venían flotando en el aire, la frialdad del corazón de Miedosa se quebró, y finalmente se derritió. Apretó sus manos fuertemente contra la pequeña bolsita de piedras como si contuvieran inapreciables y preciados tesoros los cuales pensaba que había perdido, y dijo a sus compañeras: La tormenta se ha terminado, ahora podemos seguir nuestro camino. Desde ese lugar en adelante, era muy escarpado, puesto que el camino ahora iba derecho hacia arriba en la ladera de la montaña, tan derecho y escarpado que a menudo Miedosa no podía hacer otra cosa sino arrastrarse sobre sus manos y rodillas. Durante todo el tiempo ella había tenido la esperanza que cuanto más alto fueran y cuanto más cerca estuvieran de los Lugares Altos, ella estaría más fuerte que nunca y no volvería a andar a tropezones, pero era bastante diferente, cuanto más alto iban, más estaba ella consciente de que su fuerza la estaba abandonando, y cuanto más débil se sentía, tropezaba más y más. Se daba cuenta que no sucedía esto con sus compañeras. Cuanto más subían, parecían ponerse más vigorosas y fuertes, y esto le venía bien, pues a menudo tenían casi que cargar con Miedosa, que parecía completamente extenuada. A causa de esto hicieron muy poco y lento progreso. En el segundo día llegaron a un lugar donde un hueco en el lado de la montaña formaba una 136

pequeña planicie. Aquí surgía un manantial del peñasco formando una pequeña caída de agua. Cuando se detuvieron para descansar, la Voz le dijo a Miedosa: Bebe del arroyuelo al lado del camino y te fortalecerás. Agachándose donde brotaba el manantial de entre las rocas, llenó su boca con el agua, pero tan pronto como la tragó encontró que era amarga y que su estómago la rechazaba completamente y no podía retenerla. Se arrodilló junto al manantial, jadeando por un momento y dijo muy quieta y suavemente: Mi Señor, no es que no quiera, pero es que no puedo beber de esta agua. Hay un árbol que crece junto a este manantial de Mara, contestó la Voz, rompe un trozo de una rama, y cuando la hayas puesto dentro de las aguas, éstas serán endulzadas. Miedosa miró al otro lado del manantial y vio un pequeño arbusto espinoso con una rama creciendo del tronco quebrado, como los brazos de una cruz. Estaban cubiertos con largas y afiladas espinas. Angustia dio un paso adelante, rompió un pedazo de la rama espinosa y lo trajo a Miedosa, quien lo tomó de su mano y lo tiró dentro del agua. Haciendo esto se agachó y volvió a beber. Esta vez encontró que el desagradable sabor amargo se había ido, y aunque el agua no era dulce, podía beber sin que le causara ningún malestar. Bebió abundantemente y encontró que debía tener poderes curativos, puesto que casi en seguida se encontró maravillosamente refrescada y fortalecida. Entonces tomó la piedra número doce allí al lado del agua de Mara y la puso en su bolsa. Después que hubieron descansado por un poco, ya estaba en condiciones para emprender el viaje nuevamente, y por un tiempo estuvo mucho más fuerte, y aunque el camino era más escarpado que antes, no tenía necesidad de arrastrarse ni se sentía cansada. Esto la reconfortó grandemente, puesto que para entonces tenía un solo deseo en su corazón, el de alcanzar el 137

lugar señalado y cumplir con el mandamiento que se le había dado antes de que su fuerza la abandonara. En el tercer día, levantaron sus ojos y vieron el lugar, la gran roca y peñasco y la caída de agua, y continuando en la senda rocosa, a mediodía llegaron con una niebla envolvente a aquel lugar que le había sido señalado. 16. Sepultura en las montañas El camino guiaba hacia adelante al borde de una hendidura abierta, y allí terminaba. Esta caverna, semejante a una tumba, se abría ante ellas en cada dirección tan lejos como podían ver, cortando completamente todo camino hacia adelante. Estaba tan envuelto con nubes y niebla que no podían saber cuán profundo era, ni tampoco podían ver el otro lado, pero se abría ante ellas como una gran cueva abierta, esperando para tragarlas. Por un momento Miedosa se preguntó si éste podría ser el lugar, pero cuando se detuvieron al borde del cañón, pudieron oír claramente el ruido poderoso de las aguas, y se dio cuenta de que debían de estar en algún lugar cerca del principio de la gran catarata y ése era el lugar señalado. Mirando a sus compañeras, preguntó con calma: ¿Qué debemos de hacer ahora? ¿Podemos saltar a través de ella al otro lado? No, dijeron, eso sería imposible. ¿Qué es entonces lo que vamos a hacer? Preguntó, debemos de saltar abajo, dentro del cañón, fue la respuesta. Por supuesto, dijo Miedosa, yo no me di cuenta al principio de que esto es lo único que podemos hacer. Entonces, por última vez en ese viaje (aunque ella no lo sabía entonces), se tomó de la mano de sus compañeras para que pudieran ayudarla. Para entonces estaba tan débil y exhausta, que en lugar de tomarla de las manos, se acercaron a ella y pusieron sus manos debajo de sus brazos de manera que se descansara completamente sobre ellas. 138

Así, con sus amigas de Pena y Angustia sosteniéndola, Miedosa se lanzó dentro de la grieta abierta. El lugar dentro del cual habían ido a dar era profundo, y si hubiera estado sola ciertamente que hubiera salido mal herida por la caída. Sin embargo, sus compañeras eran tan fuertes que el salto no pareció dañarlas en absoluto, y la llevaron tan fácilmente entre las dos que no resultó más que un poco sacudida. Entonces, como el cañón estaba tan lleno de niebla y nubes y nada podía verse, comenzaron a examinar su camino despaciosamente y vieron, ante ellas una roca alargada y plana. Cuando la alcanzaron encontraron que era una clase de piedra que servía como altar con la figura confusa de alguien detrás de ella. Este es el lugar, dijo Miedosa, quieta y serenamente, este es el sitio donde tengo que hacer mi ofrenda. Se fue arriba, hacia el altar, y se arrodilló: Mi Señor, dijo suavemente, a través de la niebla, ¿vendrás a mí ahora y me ayudarás a hacer la ofrenda de mí misma como tú me has ordenado? pero por primera vez en todo el viaje parecía no haber respuesta, ninguna respuesta, y el Rey-Pastor no llegó. Se arrodilló sola en la niebla fría, al lado del desolado altar en este valle de sombras, y vinieron a sus mente las palabras que Pesimismo había lanzado contra ella antes, cuando caminaba por las orillas de la Soledad: «Más tarde o más temprano, cuando Él te lleve arriba, a los lugares desolados de las montañas, te pondrá ahí en una especie de cruz y te abandonará. Parecía que de alguna manera Pesimismo había tenido razón, pensó Miedosa, para sí, sólo que él era demasiado ignorante para saber y ella muy tonta entonces para entender que la única cosa que realmente importaba, era hacer la voluntad de Aquél que ella había seguido y amado, no importando cuál fuera el costo. Cuando se arrodilló ante el altar, aparentemente abandonada en aquella última tremenda crisis, no había signos o sonidos de la presencia de sus enemigos. La gruta arriba en las montañas 139

estaba al mismo límite de los Lugares Altos y fuera del alcance de Orgullo, Amargura, Pesimismo y Autocompasión, sí, y de Malicioso también, como si ella estuviera completamente en otro mundo, puesto que ellos nunca podrían lanzarse dentro de aquella cueva. Ella se arrodilló allí sin sentir ni desesperación ni esperanza. Sabía ahora, sin ninguna sombra de duda, que no vendría un ángel del cielo para decir que el sacrificio no era necesario, sin embargo, esto no le causó ni temor ni temblor. No sentía nada sino una gran quietud, y el fervoroso deseo, de hacer lo que Él le había ordenado, simplemente porque así se lo había pedido. La fría y desértica desolación que había llenado su corazón en la cueva se había ido completamente; una llama se encendió allí firmemente, la llama del deseo concentrado de hacer su voluntad. Todo lo demás había muerto y se hallaba convertido en cenizas. Después que hubo esperado un poco de tiempo y todavía Él no había venido, puso fuera su mano y con un esfuerzo final se asió del amor humano y natural y luchó para arrojarlo fuera. Al primer toque fue como si la angustia atravesara cada nervio y fibra, con un dolor casi desesperante, ya que las raíces del amor se habían enredado a sí mismas dentro de cada parte de su ser. Aunque ella puso toda la poca fuerza que le quedaba para arrancarlas, ni una sola raíz cedió. No era capaz de hacer lo que El le había encomendado. Habiendo alcanzado el altar, estaba sin fuerzas para obedecer. Volviéndose a quienes habían sido sus guías y ayudantes durante todo el camino por las montañas, requirió su ayuda, para arrancar la planta fuera de su corazón. Por la primera vez Pena y Angustia sacudieron sus cabezas. Hemos hecho todo lo que hemos podido por ti respondieron, pero no podemos hacer esto; es algo que te incumbe a ti sola. Entonces, una figura difusa detrás del altar dio un paso adelante y dijo quietamente: Yo soy el sacerdote de este altar. Yo arrancaré esa planta de tu corazón, si tú deseas. 140

Instantáneamente Miedosa se volvió hacia él. Oh, gracias, le dijo, le ruego que lo haga. La forma indefinida y borrosa a causa de la niebla se acercó, y ella continuó suplicante: Yo soy una gran cobarde, tengo miedo que el dolor me haga oponer resistencia ¿podría atarme al altar de alguna manera que no me pudiera mover? no me gustaría estar luchando mientras que se está haciendo la voluntad de mi Señor. Hubo completo silencio en el cañón envuelto por las nubes durante algunos momentos, entonces el sacerdote respondió: Es una buena idea, te ataré al altar. Entonces le ató de pies y manos. Cuando hubo terminado, Miedosa levantó su cara hacia los Lugares Altos los cuales eran todavía completamente invisibles y habló lentamente a través de la niebla. Mi Señor, heme aquí, en el lugar que tú me mandaste para hacer lo que tú me ordenaste que hiciera, porque donde tú murieres, yo moriré, y allí seré sepultada; así me haga el Señor, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotros dos (Rut 1,17). Aún reinaba el silencio, un silencio como de sepultura, puesto que ella estaba realmente en la sepultura o tumba de sus propias esperanzas y todavía sin el cumplimiento de la promesa de los pies de cierva, todavía fuera de los Lugares Altos. Este era el lugar al cual el largo y fatigoso viaje la había traído. Pero una vez más antes de que se rindiera totalmente sobre el altar, Miedosa repitió la gloriosa promesa que había sido la causa del comienzo de su viaje hacia los Lugares Altos. Yahvé el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en las alturas me hace andar (Hab. 3,19). El sacerdote puso a la vista una mano de acero, y la dirigió directamente hacia su corazón. Hubo un sonido de quebranto y resquebrajamiento, y el amor humano, con todas sus enredadas de raíces y fibras, salió fuera. El lo sostuvo por un momento y entonces dijo: Sí, ya estaba maduro para ser sacado, el tiempo había llegado. No hay ni siquiera una raíz que falte. Cuando él 141

dijo esto puso la planta sobre el altar y extendió sus manos encima. Vino entonces una llamarada de fuego que pareció hacer pedazos el altar; después de lo cual no quedó sino sólo cenizas del amor mismo, que había estado plantado tan profundamente en su corazón, y de la pena y la angustia que habían sido sus compañeras en ese largo y extraño viaje. Un profundo sentido de descanso y paz sobrecogió a Miedosa, por fin, la ofrenda había sido hecha. Cuando el sacerdote la hubo desatado ella se inclinó hacia adelante sobre las cenizas del altar y dijo con un completo y sentido de acción de gracias: Está consumado. Entonces, completamente exhausta, cayó dormida.

PARTE SEGUNDA “A la mañana vendrá la júbilo” (Salmo 30,5)

17. Manantiales salutíferos Cuando Miedosa se despertó el sol estaba ya alto en el cielo, y ella miró fuera a través de la arcada de la cueva en la cual se encontró acostada. Todo estaba arrojando destellos luminosos producidos por un radiante sol que hacía brillar con gloria cada cosa que tocaba. Se quedó recostada por un tiempo más, tratando de hilvanar sus pensamientos y de entender dónde se encontraba. La cueva rocosa dentro de la cual los rayos de sol se estaban derramando era tibia y quieta e inundada con el dulce perfume del nardo, incienso y mirra. Ella se dio cuenta de que este perfume emanaba gradualmente de las envolturas que la cubrían. Suavemente, se sentó, y miró a su alrededor. Entonces 142

volvió a su mente la memoria de todo lo que había acontecido. Ciertamente, ella y sus dos compañeras habían venido a un cañón velado por las nubes y se habían dirigido hacia un altar de sacrificio. El sacerdote había arrancado de su corazón la flor del amor humano y la había quemado en el altar. Recordando eso, ella se inclinó y miró su pecho, el cual estaba cubierto con una tela empapada en las especies de cuyo perfume estaba lleno aquel lugar. Quitó la tela hacia un lado con un poco de curiosidad y quedó asombrada de ver que, no había ni siquiera una marca de una herida, ni una cicatriz, ni ninguna evidencia de dolor o rigidez en ninguna parte de su cuerpo. Levantándose quietamente, se fue afuera, donde estuvo quieta por algunos momentos mirando a su alrededor. El cañón, que había estado envuelto en la niebla que borraba toda visión, ahora brillaba en la luz dorada del sol. Por todas partes crecía una hierba suave y aterciopelada, tachonada con gencianas y otras florecillas semejantes a joyas de toda variedad. Había montones de tomillo perfumado, musgo y arrayanes a lo largo de las paredes rocosas, y todo estaba bellamente salpicado con delicadas gotas de rocío. En el centro del cañón, a una corta distancia de la cueva, estaba la piedra del altar a la cual ella había sido atada, pero a la luz del sol vio que las flores y el musgo crecían cubriéndola completamente con un tapiz verde. Pequeños pajarillos saltaban aquí y allá, desparramando las gotas de rocío por la hierba y trinando alegremente mientras se limpiaban y acomodaban el plumaje. Uno se había posado en el mismo altar, su pequeña garganta latía a medida que trinaba una canción de gozo, pero lo más hermoso y maravilloso de todo era que desde debajo de la roca del altar manaba un gran río de agua de cristal. Fluía en una serie de cascadas y a través de estanques de agua por el cañón 143

hasta que llegaba al pie de una roca, sobre el cual se derramaba con un sonido de aclamación y felicidad. Ella estaba en la misma fuente de la catarata que veía fluir de debajo del altar al cual el sacerdote la había atado. Por algún tiempo estuvo mirando todo en derredor, su corazón saltando y estremeciéndose con un gozo creciente más allá de todo entendimiento y una paz indescriptiblemente dulce que parecía envolverla. Estaba completamente sola en el cañón. No había trazas de sus compañeras Pena y Angustia ni del sacerdote del altar. Las únicas cosas que respiraban y se movían en el cañón además de ella misma eran los alegres y pequeños pajaritos y los insectos y mariposas multicolores revoloteando sobre las flores. Arriba en lo alto había un cielo sin nubes, contra el cual los picos de los Lugares Altos brillaban con un blanco radiante. La primera cosa que hizo, después de haber andado por sus alrededores, fue pararse mirando hacia e1 río que manaba de debajo del altar. La atrajo irresistiblemente, se inclinó al llegar a la orilla y mojó sus dedos en el agua cristalina. Estaba fría, pero sintió un estremecimiento de éxtasis que hormigueaba en su cuerpo, y sin más demora se quitó su ropa blanca y se metió dentro de uno de los estanques en medio de las rocas. Nunca había experimentado nada tan delicioso. Era como sumergirse en un manantial de vida que fluía permanentemente. Cuando por fin salió fuera del estanque se secó inmediatamente y vibrando de los pies a la cabeza sentía una perfecta sensación de bienestar. Estando en la orilla llena de musgo junto al manantial, miró hacia abajo y notó por primera vez que sus pies ya no eran más lisiados, feos y desagradables a la vista, como siempre habían sido, sino que eran pies derechos, perfectamente formados contrastando su blancura con el suelo de suave hierba verde. Entonces recordó que el Pastor le había hablado de unos 144

manantiales salutíferos que fluían en la tierra de los Lugares Altos. Metiéndose nuevamente en el manantial y poniendo su cabeza debajo de las aguas cristalinas, se lavó abundantemente con ellas. Entonces encontró un estanque pequeñito entre las rocas, claro como un espejo. Arrodillándose, se miró en su serena superficie y vio su cara de forma completamente clara. La fea y torcida boca había desaparecido, y la cara que vio reflejada en el agua era perfecta y bella como la cara de un niño. Después notó que en los costados del cañón crecían fresas, frambuesas y otras frutas silvestres. Tomó un puñado de estas refrescantes frutas y comió gustosamente como nunca antes. Vino luego a la cumbre del peñasco sobre el cual el río se derramaba y estuvo allí por largo tiempo mirando el agua cómo saltaba sobre el borde con el ruido de su gozo sonoro que absorbía todos los otros sonidos. Vio cómo el sol daba una apariencia gloriosa a las aguas cristalinas a medida que iban en remolinos hacia abajo y más lejos vio los verdes montes donde el Rey-Pastor le había guiado y donde había estado al mismo pie de esa catarata. Se sintió completamente rodeada de paz, y un sentimiento de quietud interior y contentamiento suprimía cada sentimiento de curiosidad, soledad y angustia. No pensaba acerca del futuro en absoluto. Era suficiente con estar allí en ese quieto cañón, escondido allá en lo alto de las montañas con el río de vida fluyendo a su lado, y descansar y recuperarse después del largo viaje. Luego de un rato se recostó en una orilla llena de musgo y durmió, y cuando se despertó nuevamente se bañó en el río. Así fue pasando el largo y quieto día, como un dulce sueño mientras se bañaba y descansaba a intervalos comiendo de las frutas que crecían por esos lugares y durmiendo nuevamente. Cuando por fin las sombras se alargaban y el sol se ponía en el oeste, y los picos nevados brillaban gloriosos en un 145

tono de llamarada rosa, ella fue de nuevo dentro de la cueva, se acostó entre las telas con aroma a especies y durmió tan profundamente como la primera noche cuando el sacerdote la dejó allí para que descansara.

18. Pies de cierva En el tercer día mientras estaba casi oscuro se despertó súbitamente, y saltó sobre sus pies con un gozo que le hacía estremecerse en todo su cuerpo. No había sentido que alguien la llamara por su nombre, ni había estado consciente de una voz, y sin embargo sabía que alguien la había llamado. Un llamado misterioso y dulce le había alcanzado, un llamado el cual ella conocía instintivamente y que había estado esperando desde la primera vez que se despertó en la cueva. Salió afuera en la noche fragante de verano. La estrella de la mañana parecía colgar bajo el cielo, y en el este apareció el primer resplandor de la aurora. De alguna parte cerca se oía a un pájaro solitario que entonaba unas notas dulces y una suave brisa se movía sobre la hierba. No había ningún otro sonido, sino el de la catarata. Entonces volvió otra vez un llamado que sonaba allí abajo y venía de algún lugar de arriba. Allí quieta, en la pálida luz de la aurora, miró alrededor ansiosamente. Cada nervio de su cuerpo tenía el deseo de responder al llamado, y sintió que sus pies y piernas hormigueaban con una urgencia irresistible de ir saltando por las montañas, pero ¿había manera de salir fuera del cañón? Las paredes parecían tan resbalosas y casi perpendiculares por todos los lados, excepto el final que estaba bloqueado por la catarata.

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Entonces, cuando ella estaba con cada nervio en tensión, tratando de encontrar un medio posible de salida; desde arriba de una orilla tapizada de musgo saltó un ciervo de la montaña con la cierva cerca de él, tal cual ella los había visto al pie del gran Precipicio de la Injuria. Mientras ella miraba, el ciervo saltó a la roca del altar, y desde allí con un gran salto alcanzó un saliente en la pared del lado más lejos de la barranca. Entonces, seguido de cerca por la cierva, comenzó a saltar por sobre la gran pared del cañón. Miedosa no dudó ni un instante. En un momento ella misma estaba en la roca del altar, luego, con un salto volador, también alcanzó la saliente en la pared. Luego, usando las mismas pisadas que el ciervo y la cierva, brincando y saltando en un perfecto éxtasis de deleite, les siguió por el peñasco. En unos momentos los tres estaban en la parte más alta del cañón, y ella estaba saltando por la ladera de la montaña hacia el pico de arriba, desde donde venía; el llamado. La luz rosácea brillaba en el este, la nieve de los picos de las montañas tomaba coloración como llamaradas de fuego, y habiendo ella saltado de roca en roca los primeros rayos del sol brillaron sobre la cima de la montaña. Él estaba allí, sobre el pico, tal como ella sabía que estaría, fuerte, grande y glorioso en la belleza del crepúsculo, extendiendo ambas manos y llamándola con una amplia sonrisa. Tú, con los pies de cierva, has saltado hasta aquí. Ella dio un último salto, tomó sus manos y se puso a su lado en la parte más alta de la montaña. Alrededor de ellos en cada dirección se levantaban otras grandes extensiones de nieve y de montañas nevadas, cuyas cimas se elevaban hacia el cielo más allá de lo que la vista podía alcanzar. El estaba coronado, y vestido de ropas reales, como lo había visto antes cuando Él la había llevado a los Lugares Altos, y le había tocado con el carbón encendido del altar del Amor. Entonces su rostro había estado 147

severo en su majestad, ahora estaba lleno de gloria y gozo que excedía todo lo que ella pudiera haber imaginado. Por fin dijo Él, mientras que ella se arrodillaba sin decir palabra a sus pies, por fin estás aquí y la noche del llanto terminó y el gozo te ha llegado con la mañana. Entonces, levantándola en alto, continuó: Este es el tiempo cuando vas a recibir el cumplimiento de las promesas. Nunca más volveré a llamarte Miedosas, se rió y dijo nuevamente: escribiré sobre ella un nuevo nombre, el nombre de su Dios, porque sol y escudo es Dios; gracia y gloria dará al Señor. No quitará el bien a los que andan en integridad (Sal. 84,11). Este es tu nuevo nombre, dijo Él, desde ahora en adelante serás Gracia y Gloria. Aún ella no podía hablar, pero quedó allí silenciosa con gozo y agradecimiento, reverencia y maravillada. Entonces Él continuó: Ahora en cuanto a la flor del Amor y la promesa que te hice para cuando floreciera, serás amada. Gracia y Gloria habló por la primera vez. Mi Señor y Rey, dijo suavemente, no hay ninguna flor del Amor para florecer en mi corazón. Fue quemada en holocausto y transformada en cenizas sobre el altar, tal como tú lo ordenaste. ¿No hay flor del Amor?, repitió Él, y se sonrió dulce y gozosamente. Eso es extraño, Gracia y Gloria, ¿cómo pues, has llegado hasta aquí? Tú estás justamente en los Lugares Altos, en el Reino del Amor mismo. Abre tu corazón y vamos a ver qué es lo que hay allí. A su palabra ella desnudó su corazón, y de dentro vino el más dulce perfume que jamás hubiera aspirado y llenó el aire alrededor de donde ellos estaban con su exquisita fragancia. Allí en su corazón había una planta cubierta con flores blancas, casi transparentes, de las cuales provenía la fragancia. Gracia y Gloria dio un suspiro de agradecimiento. ¿Cómo se metió allí, mi Señor y Rey? exclamó. Pues la planté Yo mismo fue su respuesta sonriente. 148

Seguramente que te acuerdas, allá abajo en el estanque de las ovejas en el Valle de la Humillación, en el día en que prometiste ir conmigo a los Lugares Altos. Esta es la flor de la semilla en forma de espina. Entonces, mi Señor, ¿qué era la planta que el sacerdote arrancó de mi corazón cuando estaba atada al altar? ¿Recuerdas, Gracia y Gloria, cuando miraste en tu corazón junto al estanque, y encontraste que la clase de amor que yo tengo no estaba allí, sólo la planta del anhelo de ser amada? Ella asintió con la cabeza. Esa era la planta del amor natural humano que arranqué de tu corazón cuando el tiempo hubo llegado y estaba lo suficientemente madura para que se pudiera arrancar completamente de manera que solamente el verdadero Amor pudiera crecer y llenar tu corazón. ¡Tú la arrancaste! repitió ella despaciosamente y maravillada. Entonces, ¡oh mi Señor y Rey, tú eras el sacerdote! ¿Estuviste allí todo el tiempo en aquel horrible altar y tumba cuando yo pensaba que me habías abandonado? El inclinó su cabeza y ella tomó sus manos en las suyas, las manos heridas que habían plantado la semilla en forma de espina en su corazón, y las manos de acero que habían arrancado ese amor humano que había sido la causa de todo su dolor, y las besó con lágrimas de gozo que cayeron sobre ellas. Y aquí está la promesa, dijo Él, que cuando la flor del Amor floreciera en tu corazón tú serías amada. Tomando su mano en la suya, Él dijo: Con amor eterno te he amado (Jr 31,3). He puesto mi amor sobre ti y tú eres mía. Después le esto, Él dijo: Dame, Gracia y Gloria, la bolsa con las piedras de recuerdo que has estado juntando en tu viaje. Ella la tomó y se la entregó, entonces Él le dijo que extendiera sus manos, haciéndolo así, Él abrió la pequeña bolsita y vació su contenido en sus manos. Entonces ella suspiró nuevamente con deleite, porque en lugar de piedras feas y comunes que había recogido de los altares a lo largo del camino, cayó sobre sus manos un montón de joyas 149

brillantes y preciosas. Medio deslumbrada por la gloria de las gemas refulgentes, vio en su mano un aro de oro puro. Oh tú que fuiste afligida, azotada con tempestad y sin consuelo, dijo El, he aquí que yo cimentaré tus piedras sobre diamantes y sobre zafiros te fundaré (Isaías 54, 11). Primero tomó de su mano una de las más grandes y hermosas de las piedras, un zafiro, brillando como el azul de los cielos, y lo puso en el centro del aro de oro. Entonces, tomando un rubí rojo como sangre, lo colocó al otro lado del zafiro y luego una esmeralda del otro lado. Después Él tomó las otras piedras, doce en total, y las arregló en el aro y lo colocó sobre su cabeza. En ese momento, Gracia y Gloria recordó la cueva en la cual ella se había guarecido de las inundaciones, y cuan cerca había estado de sucumbir a la tentación de deshacerse de estas piedras las cuales ahora brillaban con gloria y esplendor en la corona sobre su cabeza. Recordó también, las palabras que habían sonado en sus oídos y que la habían refrenado, “Retén lo que tienes, para que nadie tome tu corona”. Suponiendo que hubiera tirado las piedras, habría descartado su confianza en sus promesas y se hubiera vuelto atrás de la rendición a su voluntad. Podría ahora no haber habido joyas para su gloria y alabanza, ni para ella corona que pudiera ceñir. Se maravilló del amor, ternura y paciencia con que Él la había guiado, entrenado y guardado, siendo ella la pobre Miedosa. Ese mismo amor no le había permitido volverse atrás, y ahora había cambiado todas sus duras pruebas en gloria. Entonces le oyó decir, y esta vez la sonrisa de su rostro era aún más gozosa que antes: oye hija y mira, e inclina tu oído; olvida tu pueblo y la casa de tu padre; y deseará el rey tu hermosura; e inclínate a Él, porque Él es tu Señor. Y las hijas de Tiro vendrán con presentes; implorarán tu favor los ricos del pueblo. Toda gloriosa es la hija del Rey en su morada; de brocado de oro es su vestido. Con vestidos bordados será llevada 150

al Rey; vírgenes irán en pos de ella, compañeras suyas serán traídas a ti, serán traídas con alegría y gozo; entrarán en el palacio del Rey (Sal 40,10-15). Luego añadió: Ahora tú vas a morar conmigo aquí en los Lugares Altos, irás donde Yo vaya y compartirás mi trabajo allá abajo en el valle, y es adecuado, Gracia y Gloria, que tú tengas compañeras y criadas, y Yo te las traeré ahora. Al decir esto, Gracia y Gloria le miró seriamente, y casi brotaron lágrimas de sus ojos, pues recordó a Pena y Angustia, las fieles compañeras que Él le había dado antes. Había sido para su ayuda, amabilidad y paciencia que ella había podido ascender de las montañas hasta los Lugares Altos. Todo el tiempo en que había estado con su Señor y Rey, recibiendo su nuevo nombre, y siendo coronada con gozo y gloria, había estado pensando en ellas y deseando, sí, deseando realmente que ellas estuvieran allí también, pues ¿por qué habría ella de recibirlo todo? Ellas habían soportado el mismo viaje, le habían ayudado y habían pasado por las mismas pruebas y persecuciones del enemigo. Ahora ella estaba aquí y ellas no. Abrió su boca para hacer su primera petición, para rogarle a su Señor que le dejara tener las compañeras que Él había escogido en el principio, las que le habían traído a la gloria de los Lugares Altos. Antes de que ella pudiera hablar, Él dijo con la misma amorosa sonrisa: He aquí las compañeras, Gracia y Gloria, que yo he elegido para que estén contigo de aquí en adelante y para siempre. Dos radiantes y esbeltas figuras dieron un paso adelante, el sol de la mañana brillaba refulgente en sus vestiduras blancas, haciéndolas resplandecer de manera hermosa. Eran más altas y fuertes que Gracia y Gloria, pero era la belleza de sus rostros y el amor brillando en sus ojos lo que le cautivó el corazón y casi le hizo temblar con gozo y admiración. Ellas vinieron hacia ella, sus rostros brillando con alegría y gozo, pero no dijeron ni una palabra. ¿Quiénes son ustedes? 151

preguntó Gracia y Gloria suavemente. ¿Me dirán sus nombres? En lugar de responder se miraron una a la otra y sonrieron; entonces, extendieron sus manos para tomar las de ella en las suyas. Con este gesto familiar, Gracia y Gloria las conoció y lloró con un gozo que era casi más de lo que podía sobrellevar. ¡Oh! son Angustia y Pena. ¡Bienvenidas, bienvenidas! Estaba anhelando poder volver a veros nuevamente. Ellas sacudieron sus cabezas. ¡Oh, no! se rieron, no somos ya más Angustia y Pena, así como tú tampoco eres más Miedosa. ¿No sabes que todo el que viene a los Lugares Altos es transformado? Desde que tú nos trajiste aquí contigo nos hemos transformado en Gozo y Paz. ¡Que yo las he traído aquí! suspiró Gracia y Gloria, qué manera más extraordinaria de expresarlo. Desde el principio fuisteis vosotras las que me trajisteis. Nuevamente sacudieron sus cabezas y sonrieron al tiempo que contestaban: No, nosotras nunca hubiéramos podido venir aquí solas, Gracia y Gloria. Angustia y Pena no podrían haber entrado al Reino del Amor, pero cada vez que tú nos aceptabas y ponías tus manos en las nuestras nosotras comenzábamos a experimentar un cambio. Si tú te hubieras vuelto o nos hubieras rechazado nunca hubiéramos podido llegar aquí. Mirándose la una a la otra nuevamente, rieron suavemente y dijeron: Cuando te vimos por vez primera al pie de las montañas, nos sentimos con un poco de desaliento y depresión. Parecías en realidad tan Miedosa, y te retraías y no querías aceptar nuestra ayuda, que era casi imposible pensar que alguna vez pudiéramos alcanzar los Lugares Altos. Dijimos entre nosotras que tendríamos que seguir siendo Angustia y Pena y para siempre, pero ya ves tú ahora cuán graciosamente nuestro Señor y Rey arregló todo para nosotras y tú nos trajiste aquí. Ahora vamos a ser tus compañeras y amigas para siempre. Con estas palabras se acercaron a ella, pusieron sus brazos alrededor de su cuello, y 152

las tres se abrazaron y se besaron con un amor, agradecimiento y gozo más allá de lo que las palabras pueden expresar. De manera que con un nuevo nombre, y unidas al Rey y coronadas con grande gloria, Gracia y Gloria, acompañada por sus compañeras y amigas, entró en los Lugares Altos y fue guiada al Reino del Amor.

20. Los lugares altos Gracia y Gloria con sus dos compañeras Gozo y Paz estuvieron en los Lugares Altos por varias semanas, mientras las tres exploraban las alturas y aprendían muchas lecciones del Rey-Pastor. El mismo les guiaba a muchos lugares, y les explicaba tanto como eran capaces de entender. También las entusiasmaba para que exploraran por sí mismas, porque siempre había nuevos y hermosos, descubrimientos para hacer en los Lugares Altos. Estos Lugares Altos no eran los más altos de todos. Había otros que se alzaban por encima hacia el cielo, donde el ojo mortal no podía seguirles, y donde sólo aquellos que habían terminado su vida de peregrinos en la tierra podían ir. Gracia y Gloria y sus amigas estaban en los más bajos, en los peñascos principales del Reino del Amor, y estas eran las partes que tenían que explorar y disfrutar en este tiempo. Desde estos peñascos podían mirar hacia los valles debajo, y desde este nuevo punto de vista alcanzaron un entendimiento mucho mayor sobre cosas que las habían dejado confundidas y en el misterio. Desde abajo no habían podido verlo claramente, aun una pequeña parte había sido visible. La primera cosa, sin embargo, de la cual se dieron cuenta allá arriba en los niveles del Reino del Amor era cuánto más 153

podrían ver, aprender y comprender cuando el Rey-Pastor las llevara más arriba en futuras ocasiones. La gloriosa visión de que disfrutaban ahora era pequeña en comparación con todo lo que estaba más allá, y sería solamente visible desde los lugares más altos. Para ellas ahora era perfectamente evidente que debería de haber extensiones en las cuales nunca soñaron cuando estaban todavía en los angostos valles con su vista tan limitada. A veces, cuando miraba el glorioso panorama visible desde los lugares más bajos del Reino del Amor, ella se sonrojaba al recordar alguna de las declaraciones dogmáticas que ella y otros habían hecho en las profundidades del valle acerca de los Lugares Altos y las extensiones de la Verdad. Habían visto tan poco y estaban tan inconscientes de lo que había más allá en las alturas. Si ese había sido el concepto allá abajo en el valle, cuanto más claramente se daba cuenta ahora, que estando aún en esos maravillosos primeros peñascos del Reino, sólo tenía una breve visión del total. Nunca se cansaba de mirar desde ese maravilloso lugar de los primeros escalones del Reino del Amor para verlo todo desde una nueva perspectiva. Todo lo que podía ver y asimilar la inundaba con gozo y acción de gracias, y a veces, sentía un alivio inexplicable. Cosas que ella había juzgado como oscuras y terribles y que la habían hecho temblar al mirarlas desde el Valle, por parecerle tan alienadas del Reino del Amor, ahora eran vistas como partes del maravilloso total de esa área. Estaban tan alteradas y modificadas que a medida que las iba viendo se preguntaba cómo había sido tan ciega y tonta de tener tan falsas ideas acerca de ellas. Comenzó a comprender claramente que la verdad no puede ser comprendida únicamente por libros o por palabras escritas, sino sólo por el crecimiento personal y el desarrollo en el 154

entendimiento, y que cosas aun escritas en el Libro de los Libros pueden ser asombrosamente mal interpretadas cuando uno vive todavía en los niveles bajos de la experiencia espiritual y en el lado errado en la cueva de las montañas. Se daba cuenta que ninguna que se encontrara en los primeros peñascos del Reino del Amor podía dogmatizar acerca de lo que se veía allí, porque es entonces solamente cuando se comprende qué pequeña parte del total es la que puede apreciarse. Todo lo que podía hacer era suspirar maravillada, con reverencia y agradecimiento y anhelar con todo su corazón el poder ir aún más alto y ver más y comprender mejor. Por paradójico que pueda parecer, a medida que contemplaba esas maravillosas y radiantes vistas, tan gloriosas que no podía abarcar su magnífico alcance, a menudo pensaba que la oración que mejor expresaba el deseo de su corazón era aquella del hombre ciego, ¡Señor, que pueda recibir mi vista! Ayúdame a abrirme hacia una nueva luz. Ayúdame a comprenderlo todo mejor. Otra cosa que le producía continuo gozo era su comunión permanente con el Rey-Pastor. Donde quiera que Él iba ella y Paz y Gozo iban también, saltando detrás de Él con un deleite que a veces parecía un éxtasis, puesto que Él les estaba enseñando y entrenando para usar sus pies de cierva. Gracia y Gloria vio rápidamente, sin embargo, que Él siempre elegía el camino con mucho cuidado, y guardaba su asombroso poder y fuerza, tomando sólo los pasos y saltos en los que ellas se podían manejar bien. Él se adaptaba con tanta gracia a lo que era posible para su nueva capacidad, que apenas se daban cuenta en su alegría de saltar y brincar entre las montañas, que si Él realmente hubiera hecho uso de sus poderes las hubiera dejado completamente atrás. Para Gracia y Gloria, que había sido lisiada toda su vida, el éxtasis de saltar y brincar en esta manera y de ir de roca en roca 155

en los Lugares Altos, como un ciervo de la montaña, era tan maravilloso que a duras penas podía pararse un poco para descansar. El Rey-Pastor hallaba deleite en entusiasmarla y guiarla más y más, haciendo saltos más largos, hasta que al final casi quedaba sin respiración. Entonces, sentándose sobre algún nuevo peñasco al cual le había guiado, mientras ella descansaba, Él le señalaba algunas nuevas vistas desde ese lugar. En una de estas ocasiones, y después que hubieron estarlo arriba en los Lugares Altos por varios días, ella se tiró abajo sobre un peñasco cubierto con líquenes y musgo al cual Él le había guiado, y riendo casi sin aliento. Dijo: ¡Aun los pies de cierva necesitan descanso! Gracia y Gloria, respondió Él ¿crees que entiendes ahora cómo yo podía hacer tus pies como de ciervas y colocarte en estos Lugares Altos? Ella se acercó a Él y mirándole seriamente en su rostro le preguntó: ¿Cómo pudiste hacer eso, mi Señor y Rey? Piensa en el viaje que has hecho desde el principio, le respondió Él, y dime qué lecciones has aprendido en el camino. Por un momento se mantuvo silenciosa pensando en todo el viaje, el cual había parecido tan terriblemente largo y tan cruelmente difícil en muchos lugares y o veces aun imposible. Pensó en los altares que había construido a lo largo del camino; del tiempo cuando estaba en el lugar de cita junto al estanque en el Valle, cuando Él la había llamado a seguirle a las alturas, recordó la caminata hasta el pie de las montañas; el primer encuentro con Pena y Angustia y el aprendizaje de aceptar su ayuda; trajo a su memoria el impacto que le produjo el recorrido por el desierto, y las cosas que había visto allí. Luego pensó en su viaje a lo largo de las orillas del mar de la Soledad; la ensenada vacía que la marea había llenado hasta el borde; y entonces la agonía de desencanto y frustración experimentada en el desierto cuando el camino se apartaba de la aparente ruta a los Lugares Altos. Recordó, además, cuando 156

tuvieron que cruzar el gran dique y su caminata a través de los bosques y valles hasta el maravilloso momento cuando la senda se volvía nuevamente hacia las montañas. Sus pensamientos volaron hasta el Precipicio de la Injuria, los Bosques del Peligro y la Tribulación, la gran tormenta durante la cual se habían guarecido en la choza. Y entonces la niebla, la niebla sin fin, y el horrible momento cuando el camino les guió de pronto hacia abajo al Valle de la Pérdida, y la pesadilla del abismo de horror dentro de la cual había mirado cuando pensó en volverse atrás. Trajo a su recuerdo el descenso al Valle de la Pérdida y la paz que había encontrado allí antes de reascender a las alturas en las sillas aéreas, y de los días que pasaron en aquel lugar donde ella había sido preparada para su sepultura. Entonces, la última subida agonizante, y la cueva donde se protegieron de las inundaciones y donde había sido tentada a deshacerse de las promesas. Luego el manantial llamado Mara, y finalmente, la caverna con la niebla que todo lo envolvía entre los picos, donde ella había estado atada al altar. ¡Qué poco había imaginado cuando comenzó ese extraño viaje todo cuanto quedaba por delante y por todo lo que tendría que pasar! Por lo tanto, durante un largo rato estuvo sentada en silencio, recordando, admirando y agradeciendo. Por último, puso su mano en la de Él y dijo suavemente: Mi Señor, te diré qué es lo que he aprendido. Dime, respondió Él gentilmente, primero, dijo ella, aprendí que debo aceptar con gozo todo lo que tú permites que me suceda en mi camino y asimilar todo aquello a lo que me guía mi senda. Nunca debo de tratar de evadir eso, sino aceptarlo y poner mi propia voluntad sobre el altar, y decir: Heme aquí; soy tú pequeña sierva Aceptación-con-Gozo. Él movió su cabeza afirmativamente sin hablar. Ella prosiguió: Entonces aprendí que debo soportar todo lo que otros hagan en contra mía y perdonarles sin ninguna señal o huella de amargura, y decirte: 157

Heme aquí, yo soy tu pequeña sierva la que carga todo con Amor, que pueda recibir poder para sacar bien de este mal. Nuevamente Él asintió con la cabeza y ella sonrió aún más dulce y felizmente. La tercera cosa que he aprendido es que tú, mi Señor, nunca me has mirado como yo era entonces, lisiada, débil y deforme, además de cobarde. Tú me viste como sería cuando hubieras cumplido tu promesa de traerme a los Lugares Altos, donde se realiza aquello de que “no habrá nadie que camine con la serenidad de una reina, ni con más gracia que ella”. Siempre me trataste con el mismo amor y gracia como si yo ya fuera una reina y no una miserable y pequeña Miedosa. Entonces miró arriba a su rostro y por un instante no pudo decir más, pero al fin añadió: Mi Señor, no puedo decirte cuánto deseo mirar a otros en la misma forma. Una sonrisa realmente hermosa y llena de amor se dibujó en su rostro al escuchar esto, pero aun no dijo nada, sólo movió su cabeza por tercera vez y esperó que ella continuara. La cuarta cosa, dijo con su cara radiante, fue realmente lo primero que aprendí aquí arriba. Cada circunstancia en la vida, no importa cuán torcida, deformada y fea parezca ser, si se reacciona ante ella con amor, perdón y obediencia a tu voluntad puede ser transformada. Por lo tanto comienzo a pensar, mi Señor, que tú permites y consientes que cosas malas entren en contacto con nuestras vidas para que sean cambiadas como tú desees. Quizás esta es la principal razón por la cual la gente está en el mundo, donde el pecado, la pena, el sufrimiento y la maldad tanto abundan, para que podamos permitirte que nos enseñes cómo reaccionar ante ellas, que saquemos de todo eso cualidades de amor con carácter eterno. Esta es la única manera realmente satisfactoria de tratar con lo malo, no simplemente impidiendo que nos dañe, sino sobreponiéndose a ello con el bien.

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Por fin Él habló, veo que has aprovechado bien, Gracia y Gloria. Ahora añadiré una cosa más, fueron estas lecciones que has aprendido las que me permitieron cambiarte de una Miedosa lisiada y deformada en una Gracia y Gloria con los pies de cierva. Ahora eres capaz de correr, saltar en las montañas y poder seguirme donde quiera que vaya, de manera que nunca te vuelvas a apartar de mi lado. De modo que recuerda esto; mientras desees ser Aceptación-con-Gozo y la que carga todo con amor, nunca más podrás volverte lisiada, y podrás ir donde yo te guíe. Serás capaz de ir abajo al Valle de la Humillación y trabajar conmigo allí, pues allí es donde la maldad y las cosas desagradables y penosas necesitan ser superadas. Acepta, cuida y obedece la Ley del Amor, y nada podrá lisiar tus pies de cierva o separarte de mí. Este es el secreto de los Lugares Altos, Gracia y Gloria, es la perfecta y amorosa ley de todo el universo. Es en esto que el gozo de los Lugares Celestiales se hace radiante. Entonces Él se levantó, la atrajo hacia sí, y dijo: Ahora usa tus pies de cierva otra vez, porque voy a ir a otra parte de la montaña. Y así se fue, saltando sobre las montañas y brincando sobre las colinas, con Gracia y Gloria seguida de cerca por las bellas figuras de Paz y Gozo saltando a su lado. A medida que iban, cantaban esta canción: Pónme un sello sobre el corazón; pues el amor es más fuerte que la muerte que pueda sentir la divina pasión que ha de cambiar mi humana suerte. porque es tu ardiente llama la que el corazón inflama. Tatúa sobre mi brazo tu gran nombre, Amado mío; 159

que yo vea cada instante el nombre que es tan querido. Grábalo con tinta y fuego, pues que tu fuego no daña, y suprime con su llama lo que al corazón engaña. El amor que es verdadero, nada lo puede apagar, ni los ríos desbordados, ni las olas del mar.

20. Retorno al valle El lugar al cual el Rey del Amor las había traído era el valle más hermoso entre los picos de los Lugares Altos. Estaba situado en maravillosos y apacibles jardines con orquídeas y viñas. Allí crecían flores de la más exótica belleza y de una amplia gama. También había árboles de especias y de toda clase de frutas, nogales, almendros, avellanos y muchas otras variedades que Gracia y Gloria nunca había visto antes. Aquí los jardineros del Rey estaban siempre ocupados, podando los árboles, cuidando las plantas y los viñedos y preparando la tierra para los nuevos semilleros y los tiernos vástagos. El mismo Rey trasplantaba éstos trayéndolos de la tierra inconveniente y en malas condiciones del valle abajo, de manera que pudieran crecer a la perfección y florecer en el alto valle allá arriba, y estuvieran listas para ser plantadas en otras partes del Reino del Amor, para embellecer y adornar por donde quiera que el Rey 160

fuera. Pasaron varios días deleitosos observando a los jardineros trabajar bajo la gentil supervisión del mismo Rey y acompañándole en su caminar por los viñedos, mientras El enseñaba a los labradores a cuida las tiernas plantas. Un día, Gracia y Gloria y sus dos asistentes caminaban hacia el fin del valle y se encontraron con el límite de los Lugares Altos, desde donde podían mirar directamente hacia los lugares bajos allá lejos. Desde allí divisaron un largo y verde valle entre dos cadenas de montañas a través de un río como una cita de luz. Aquí y allá había manchas marrones y rojas que parecían ser los villorrios y moradas rodeadas con árboles y jardines. Súbitamente, Gracia y Gloria emitió una rara exclamación, puesto que había reconocido el lugar. Estaban mirando abajo dentro del mismo Valle de Humillación, el lugar donde ella había vivido miserablemente por tanto tiempo, y desde donde el Rey-Pastor la había llamado a los Lugares Altos. Sin decir una palabra se sentó sobre la hierba, y a medida que continuaba mirando una multitud de pensamientos llenó su mente. Allí abajo estaba la pequeña casita blanca donde ella había vivido, y los prados donde los pastores cuidaban de los rebaños del ReyPastor. Estaban también los rediles, y el manantial donde los rebaños iban a beber y donde ella había encontrado al ReyPastor por primera vez. En ese valle estaban todos sus compañeros de trabajo y los amigos entre los cuales había vivido y con quienes había disfrutado de un feliz compañerismo. También allí había otros que ella conocía. Lejos en el linde del poblado había una cabaña donde vivía su tía Pesimista, y donde ella había pasado su miserable niñez en compañía de sus primos Tenebrosa, Rencorosa y Malicioso. Al pensar en ellos y en sus miserables vidas una punzada de compasión y dolor atravesó su corazón. Pobre tía Pesimista, tratando de esconder el hecho de 161

que su corazón estaba quebrantado por los casamientos desdichados que habían hecho sus dos hijas, y amargada por las cosas vergonzosas que hacía su hijo. Vio las viviendas de sus otros parientes: la casa solariega, donde el decrépito señor Temeroso estaba viviendo, torturado por sus poderes fracasados y su terror a una muerte próxima. También estaba la casa donde Orgullo vivía, y cerca los hogares de Amargura y Resentimiento, y debajo de aquellos árboles oscuros vivía el miserable Autocompasión. Reconoció las moradas de aquellos que la habían acosado incansablemente durante su viaje a los Lugares Altos, y alrededor estaban las casas de los otros habitantes del Valle, que tanto despreciaban y rechazaban al Rey-Pastor. A medida que Gracia y Gloria estaba allí sentada contemplando todo aquello en el Valle, las lágrimas inundaron sus ojos y su corazón vibró con dolor, dos sensaciones que ya había olvidado allí en los Lugares Altos. De pronto encontró que sus sentimientos hacia sus parientes y hacia aquellos que vivían allá abajo en el Valle habían tenido un completo cambio, y los veía bajo una nueva luz. Siempre había pensado en ellos como horribles enemigos, pero ahora se daba cuenta de que eran solamente seres miserables tal como ella misma había sido. Estaban inundados y atormentados por sus diferentes vicios y pecados habituales, así como también por sus viles naturalezas, tal como ella lo había estado por sus temores. Eran esclavos miserables de sus naturalezas, las cuales correspondían a sus bien merecidos nombres, y cuanto más horribles eran las cualidades que los caracterizaban, más era la miseria que tenían que soportar, y más lo que necesitaban de alguien que se compadeciera de ellos. Apenas podía soportar el pensamiento de que por tantos años no sólo les había temido, sino que también 162

les había condenado y desdeñado en sus miserias, diciéndose que era su propia culpa. Sí; ella, la detestable y temerosa esclava Miedosa se había atrevido a desdeñarles por las cosas que los hacían tan feos y desagradables cuando ella misma había sido de la misma manera. En lugar de un sentimiento de comprensión y compasión y de un deseo de que pudieran ser liberados y transformados del resentimiento y la amargura que los hacía como eran, ella solamente los había detestado y despreciado. Cuando pensó en esto se volvió a Gozo y Paz, quienes estaban sentadas junto a ella, y lloró desconsoladamente. ¿No puede hacerse nada por los que viven allá abajo en el Valle? ¿Debe mi tía Pesimista ser abandonada sin ayuda y Tenebrosa y Reconorosa también? ¿Y esos primos que caminaron con nosotras en nuestro viaje a los Lugares Altos, tratando de hacernos, volver atrás? Si el Rey-Pastor pudo librarme a mí, Gracia y Gloria, de todos mis temores y pecados, ¿no podrá librar Él también a ellos de las cosas que les atormentan? Sí, dijo Gozo (que antes había sido Pena), si Él pudo volver a Pena en Gozo y Angustia en Paz, y a Miedosa en Gracia y Gloria, ¿cómo podemos dudar de que El pueda cambiar a Orgullo y Amargura y Resentimiento y Autocompasión también, si se rindieran a Él y le siguieran? Y tu tía Pesimista puede ser cambiada en Alabanza y Acción-de-Gracias, y los pobres Malicioso y Rencorosa también. No podemos dudar de que pudiera hacerse tal maravilla si ellos fueran completamente liberados de las cosas que les atormentan. Pero lloraba Gracia y Gloria, ¿cómo podrán ser persuadidos de que sigan al Pastor? Actualmente le odian y ni quisieran acercarse a Él. Entonces Paz (quien había sido Angustia), dijo quietamente: He notado que cuando la gente está en medio del sufrimiento y la pena, o en la confusión, humillación, tristeza o en un lugar de gran necesidad, a veces están en mejores condiciones que nunca para conocer al Rey163

Pastor y buscar su ayuda. Sabemos, por ejemplo, que tu tía Pesimista está tremendamente desesperada e infeliz por el comportamiento del pobre Malicioso, y pudiera ser que ahora estuviera lista para volverse al Rey-Pastor. Y las pobres Tenebrosa y Rencorosa son tan miserables que aunque no hayan sentido necesidad del Rey-Pastor hasta ahora, es muy posible que ya sea el tiempo de tratar de persuadirlas a buscar su ayuda. Sí, exclamó Gracia y Gloria, estoy segura de que tienen razón. ¡Oh, si sólo pudiéramos ir a ellos! Si hubiera alguna manera de ayudarles a encontrar lo que nosotros hemos hallado. En ese preciso momento, muy cerca de allí sonó la voz del Rey-Pastor. Vino y se sentó junto a ellas, mirando hacia abajo donde estaba el Valle, y dijo gentilmente a Gracia y Gloria: Oh tú que habitas en los huertos, los compañeros escuchan tu voz; házmela oír (Cant. 8,13.), Gracia y Gloria se volvió a Él y puso la mano sobre su brazo. Mi Señor, dijo ella, estábamos hablando acerca de la gente que vive allá abajo en el Valle de Humillación. Ellos son mis parientes, tú sabes, tú los conoces a cada uno de ellos, son tan desdichados y miserables. ¿Qué podemos hacer por ellos, mi Señor? No saben nada acerca del gozo de los Lugares Altos y del Reino del Amor. Allí está mi pobre tía Pesimista. Viví con ella por un largo tiempo y sé que es completamente miserable. La conozco, dijo quietamente el Rey, ella es la mujer más desdichada. Y su hija Tenebrosa, continuó Gracia y Gloria, mirándole suplicante a medida que hablaba, se casó con Cobarde el hijo del viejo señor Tenebroso, muy rico, pero mucho más viejo que ella y es una criatura realmente miserable y egoísta. Creo que desde entonces no ha vivido ni un solo momento de paz. Hubo un rumor en el Valle, antes de que yo me fuera, que él quería abandonarla. Ya lo ha hecho, dijo el Rey, y ha vuelto a la casa de su madre, es una mujer miserable y desilusionada con su corazón completamente quebrantado. Y su hermana 164

Rencorosa, pobre, pobre alma, con su lengua tan aguda que hace tantos enemigos y que la priva de tantos amigos. Se casó con Tímido, y son desesperadamente pobres, y tienen que vivir en una pequeña habitación alquilada en la casa de mi prima Amargura y su esposo. No puedo soportar el pensamiento de su miserable condición, mientras que yo vivo aquí en el Reino del Amor. Son miserables, ciertamente que sí, dijo el Rey, con una voz llena de compasión y dulzura. Recientemente han perdido su pequeña hijita, que era una esperanza para la pobre Rencorosa, una ilusión que podía traerles un poco de alegría dentro de su desdicha. Y luego, continuó Gracia y Gloria, con un tono de duda en su voz, allí está su hermano Malicioso..., miraba al Rey mientras hablaba, pero al mencionar ese nombre hizo una pausa, y continuó apresuradamente, él es el más infeliz de todos los miembros de la familia. Ha destrozado el corazón de su madre; ni siquiera sus hermanas le dirigen la palabra, y anda ocultándose por el Valle y siendo odiado por todo el mundo. Le conozco, dijo el Rey con voz grave, pero con una cierta sonrisa. Le conozco muy bien. Tú no exageras cuando hablas de lo miserable que es, he tenido que intervenir y castigarle muchas veces para tratar de corregir sus propensiones pendencieras, pero aunque lo castigué con dolor y pena no le he entregado a la muerte. ¡No, no! exclamó Gracia y Gloria, implorando, ¡no lo hagas, mi Señor! Oh, te lo ruego, encuentra alguna manera de rescatarle y liberarle de sí mismo, como me has liberado a mí. Por un momento Él no dio ninguna respuesta, solamente la miraba con una mirada dulce de gran contento y felicidad. Por fin habló: Estoy más que deseoso de hacer lo que tú sugieres, pero, Gracia y Gloria, estas almas infelices de las cuales estamos hablando, no me permitirán entrar en sus casas, ni siquiera hablarles. Necesito una voz que hable por Mí, que les persuada 165

de que permitan que les ayude. Entiendo lo que quieres decir, dijo Gracia y Gloria alegremente, iremos abajo contigo y les hablaremos y les mostraremos lo que Tú has hecho por nosotras y lo que Tú quieres hacer por ellos. ¿Crees que ellos te oirán? preguntó Él, sonriendo muy gentilmente. No, no creo que pueda darse esa posibilidad al menos es un principio, contestó ella. Yo no era la clase de persona apropiada para hacer que ellos me escucharan. No me comporté con ellos de una forma amorosa, pero tú me dirás lo que debo decirles. Tú me enseñarás lo que debo hablar y yo lo diré por ti, oh mi Señor, déjanos darnos prisa y descender allí. Cuando ellos vean lo que tú has hecho por mí, cuando vean a Paz y Gozo, creo firmemente que ellos querrán tu ayuda también. Es porque se han dicho tantas mentiras entre ellos sobre ti y se han persuadido que no puedes hacerles bien, porque te resisten y se alejan de tu ayuda, pero yo argüiré con ellos. Creo que les convenceré especialmente ahora, Señor mío, cuando son tan desgraciados y despreciados. Su misma soledad y tristeza les hará más dispuestos a escuchar la Buena Nueva de tu gracia y tu deseo de ayudarles. Es verdad, asintió El, también yo pienso lo mismo; es el tiempo favorable para bajar y tratar de ayudarles. Levantó sus pies del suelo mientras hablaba, ella lo hizo también y los cuatro se dirigieron gozosos desde la cumbre de los Lugares Altos dispuestos a correr y saltar otra vez hacia el Valle. Entonces, Gracia y Gloria vió que la gran catarata que tenían a su lado estaba saltando también hacia la hondura, y con el tumultuoso y alegre sonido de las muchas aguas cantaba de nuevo la canción: LA CANCION DEL AGUA

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¡Oh, ven, ven, vamos corriendo más abajo noche y día. ¡Qué gozo es bajar, bajar... humillarse cada día. Hallar el postrer lugar, do útil pueda uno ser, dejando las altas cumbres, cumpliendo nuestro deber! Pues sólo el agua que baja hasta entrar en el gran mar, volverá a ser elevada por el sol en su brillar. La aparente rechazada, que nadie utiliza ya, será de nuevo ensalzada y a las cumbres volverá. De repente, Gracia y Gloria lo entendió todo: Una gran multitud que nadie podía contar había sido traída al igual que ella misma por el Rey del reino del Amor a los Lugares Altos para que pudieran entregar sus vidas con el más voluntario y feliz abandono, bajando con Él a los lugares desolados y tristes para compartir con otras personas la vida que habían recibido. Ella misma era tan sólo una gota entre aquella feliz multitud de dadores de sí mismos, seguidores del Rey del Amor, unidos con Él y unos con otros, todos igualmente bendecidos y amados “porque Él nos amó a cada uno de nosotros”, se dijo dentro de sí, como si solamente tuviera una persona que amar.

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Mientras pensaba esto, que era como una gota de la gran catarata, se sentía transportada con un éxtasis de gozo mayor de lo que se puede expresar. Por fin ella saltaba hacia abajo juntamente con Él dándose a sí misma por amor. Me trajo a las alturas precisamente por esto, dijo, miró al Amado, quien asintió con la cabeza. Entonces empezaron a saltar hacia abajo del monte que se extendía ante ellos, de roca en roca; escogiendo sin embargo saltos que estuvieran a su alcance y protuberancias a propósito para sus pies poco experimentados. Detrás de Él iba Gracia y Gloria junto con sus amigas Gozo y Paz a su lado, corriendo hacia abajo del mismo modo que las aguas saltaban y cantaban a su lado, Así que unieron sus voces con la gozosa música de las muchas aguas, y cantaron este cántico: ¡Corre, corre, amado mío! y sé así semejante al gozoso cervatillo que baja de las montañas del monte de los aromas. Yo a tu lado bajaré, como tú por mí bajaste... donde me guíes iré y siempre te serviré, ya que por mí te entregaste. Quizá sabéis que este es el último versículo del Cantar de los Cantares, de Salomón; pero para Gracia y Gloria, antes Miedosa, era el principio de un nuevo cántico.

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