Ovidio Amores

Daniela Verratti Grupo D2 Ovidio, Amores I, IX Comentario de texto Publio Ovidio Nasón, normalmente conocido como Ovidi

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Daniela Verratti Grupo D2 Ovidio, Amores I, IX Comentario de texto

Publio Ovidio Nasón, normalmente conocido como Ovidio, fue un poeta romano que vivió la mayor parte de su vida durante el reino de Augusto. Compartió época con otros escritores de mayor edad, como Virgilio y Quinto Horacio Flaco, junto con los que es considerado uno de los poetas canónicos de la literatura latina. Gozó de una vida en una clase social alta, ya que venía de una familia caudalosa. Pese a ser muy popular, fue mandado al exilio por el primer emperador romano por razones inciertas, y allí permaneció hasta su muerte. Actualmente se conoce a Ovidio por obras tan notables como Metamorfosis y por elegías como Ars Amatoria y el libro donde se encuentra el extracto que aquí se analiza: Amores. Esta última fue su primera obra publicada, escrita cuando tenía tan solo dieciocho años y dedicada a una amada de dudosa existencia llamada Corina. En cuanto al contexto histórico del poemario, éste surge en un ambiente de alabanza al nuevo reino de César Augusto; el libro en cuestión no cumplía con esta característica, y existen sospechas de que haya tenido alguna relación con el posterior exilio de su autor. Pertenece al género de la elegía erótica, la cual es característica de la etapa clásica de la literatura latina, puesto que posterior a esta desaparece debido a censura por parte del emperador o por simple evolución a tópicos considerados más relevantes por los poetas de la época. Desde un punto de vista formal, el género poético de la elegía se deja ver fácilmente en Amores, puesto que está escrito utilizando el dístico elegíaco –es decir, es un poema estructurado en estrofas de dos versos: el primero un hexámetro y el segundo un pentámetro--. Adicionalmente, el tema romántico y erótico en Roma está particularmente vinculado a este género, ya que el carácter intimista de estos tópicos armoniza con el ritmo pausado que el dístico ofrece. El capítulo IX del primer volumen del libro tiene tres partes claramente divisibles: una primera parte breve en la que expresa su tesis de manera directa, recalcándola mediante la repetición y utilizando un interlocutor a quien no veremos después de esta mención —Ático, un amigo íntimo de Ovidio que muchas veces le servía de lector crítico—: “Todo amante é un soldado, e Cupido ten os seus propios cuarteis. // Créeme, Ático, todo amante é un soldado.” En la segunda parte, la cual abarca casi todo el capítulo, se esmera en encontrar puntos en común y alegorías entre el amor y la guerra, para lo cual el dístico se presta muy bien gracias a su estructura binaria. Finalmente, a partir de la línea 31, se desafía la noción de que amor lleva a la desidia, hasta que finalmente el yo poético se asoma a través del uso de la primera persona y habla de su propia experiencia, de cómo el enamorarse lo ha alejado de su anterior vicio de la pereza, para concluir

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con una oración tan cómica como lo es sentenciosa: “Quen non queira volverse gandul, que se namore!” Una característica particularmente notoria de las obras de este tipo es la utilización de la tradición mitológica e histórica para plasmar las vivencias y cuitas del mundo interior del poeta, y Amores no es una excepción a la regla: en repetidas ocasiones se hace referencia a términos, personajes y escenas de la mitología, por lo que conocer los referentes ayuda en gran medida a entender el texto. Primeramente, encontramos menciones a la diosa Venus, que suele representar a la mujer, al amor y la fertilidad. Más adelante se mencionan los Euros (vientos del oriente) al hablar acerca de los obstáculos que los enamorados y soldados están dispuestos a enfrentar. Posteriormente, en las líneas 23 y 24, con otra alegoría que asemeja el amor a las batallas, compara los ataques nocturnos facilitados por el sueño del enemigo con los momentos apasionados que ocurren entre amantes, mientras que el cónyuge reposa ignorante de la infidelidad. A raíz de esto se evoca la derrota de las tropas de Reso, rey de Tracia que en la Guerra de Troya fue vencido —y sus caballos raptados— mientras dormía; En segundo lugar, también relacionado con el adulterio, Ovidio crea un paralelismo bastante complejo en el que los protagonistas son a su vez dioses y símbolos: la infidelidad de Venus (quien es una metáfora para referirse a la feminidad) con Marte (signo de virilidad), siendo los amantes los “vencidos” y Vulcano aquel que se pensaría que no podría ser derrotado: “Marte é incerto, e Venus insegura: érguense de novo os vencidos // e caen os que dirías que nunca poderían ser tumbados”. No obstante, la alegoría de la escena va más lejos, puesto que Marte es el dios de la guerra y Venus, la diosa del amor (ambas nociones con las que el autor juega a lo largo de todo el texto). A esta escena se vuelve a hacer referencia en la línea 37: “Até Marte, sorprendido, probou cadeas de ferreiro”, donde las cadenas representan de la red que colocó Vulcano en el lecho de los amantes como venganza. En la parte final, con su defensa apasionada de la naturaleza emprendedora del amor, Ovidio alude al amor conyugal en las épocas de guerra, el cual se personifica en la devoción de Andrómaca por su marido Héctor, a quien apoyaba al momento de ir a combate. Asímismo, Agamenón (“o Atrida”), distinguido héroe mitológico, estuvo perdidamente enamorado de Casandra (“a filla de Príamo”), quien le fue dada tras la captura de Troya. La manera en la que se trata el amor y el erotismo en este poema coincide en gran parte con los ideales de la época: en las líneas 3 y 4 encontramos claramente la idea de que el amor es cosa de la juventud, con el reflejo de un desprecio compasivo por los ancianos víctimas del enamoramiento, muy propio de esta época romana. Para expresarlo, utiliza el primer contrapunto con respecto al amor y la guerra: “A idade que é apta para a guerra, tamén vai ben para Venus.” Aquí hace referencia a Venus como símbolo del amor pasional, lo cual se aclara con la siguiente

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estrofa, en la cual los huelgos exigidos por la amada son, sin lugar a dudas, un eufemismo para aludir a la habilidad del amante en el acto sexual. En estas mismas líneas se expresa otro tópico común del género elegíaco: el amor como una forma de esclavitud del erastes bajo el dominio del erotomenos. Se habla de las exigencias del objeto de deseo hacia el amante, así como en la línea 7 compara la vigilia de los soldados en guardia con un amante que descansa en el suelo protegiendo a la amada (la cual referida durante el poema de formas diversas que resaltan la posición sumisa del hombre, por ejemplo, “altiva amiga”). Por otro lado, algo que rompe con las normas de la época puede encontrarse en la defensa de los amantes, reivindicando su imagen de ociosos y frívolos —como habían sido tratados tantas veces en otras elegías y en la comedia— por otra de un luchador abnegado y empedernido. El lenguaje de Ovidio, tal como dice Quintiliano en Intitutio Oratoria, es sencillo y ligero. En relación con otros escritores de su época, con un estilo mucho más grandilocuente, el autor de esta pieza puede considerarse directo, y simple.

Su simplicidad no significa, sin embargo, que

prescinda de metáforas (a veces poco sutiles) que aligeren el tono erótico clásico de una elegía romana, acercándolo a su vez a algún tipo de parodia al propio género elegíaco. Un ejemplo de ello puede encontrarse en el dístico formado por las líneas 25 y 26: “Os amantes, de contado, aprovéitanse do sono dos esposos // E fan uso das armas mentres dorme o inimigo”. Aquí, las

“armas” pueden ser interpretadas como infinidad de cosas, sin embargo, lo más intuitivo parece ser que haga referencia a los órganos sexuales. En general, el capítulo IX del libro I de Amores parece bien ajustado a los estándares de la elegía erótica romana en un principio, sin embargo, tras un análisis más detallado, surgen trazos que esquivan los patrones del género al que pertenece formalmente por la estructura métrica en la que está escrito. Finalmente, es importante aclarar que el análisis de ciertos aspectos (como el tono o el lenguaje) no solo es subjetivo, sino que también variable y dependiente de la traducción utilizada como base; de este modo, el análisis

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