Orígenes del patriarcado (Clío)

Historia ignorada PATRIARCADO Historia no contada de cuando las mujeres dejaron de ser libres LAS RECIENTES MOVILIZACIO

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Historia ignorada PATRIARCADO

Historia no contada de cuando las mujeres dejaron de ser libres LAS RECIENTES MOVILIZACIONES REIVINDICANDO LA DEFENSA DE LA MUJER FRENTE A UNA SOCIEDAD PATRIARCAL QUE HA LEGITIMADO SU SUBORDINACIÓN, HAN GENERADO UN DEBATE SIN PRECEDENTES. ¿EXISTEN EVIDENCIAS HISTÓRICAS QUE DEMUESTRAN LA CREACIÓN DE UN PATRIARCADO QUE HA INVISIBILIZADO LA FIGURA DE LA MUJER A LO LARGO DE LA HISTORIA? TODO APUNTA A QUE SÍ… POR ANTONIO LUIS MOYANO 64

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MERCADO DE ESPOSAS DE BABILONIA. EDWING >KE'ΈϭϴϮϵͳϭϴϵϭΉ͘

ATRIARCADO ES HOY UNA PALABRA DE USO FRECUENTE EN EL MANIFIESTO FEMINISTA PARA SEÑALAR EL ESTADO DE OPRESIÓN EN EL QUE SE ENCUENTRA LA MUJER EN NUESTRA SOCIEDAD. Sin embargo, lejos de su inserción en el discurso ideológico, lo cierto es que el Patriarcado HQFXHQWUDXQDSHUIHFWDGHƓQLFLµQGHVGHHO ámbito académico. Desprendiéndose de la visión sesgada con el que el androcentrismo ha distorsionado la realidad histórica, un análisis no sesgado de los orígenes de la civilización actual permite descubrir cómo se ha institucionalizado una situación de subordinación en la mujer. No obstante, para conocer esa otra versión de la Historia, silenciada durante siglos, que da cuenta de los orígenes del Patriarcado, será necesario desprendernos de los prejuicios e ideas estereo-

tipadas que, desde nuestra infancia, el sistema se ha encargado de inculcarnos a través de su propio sistema donde, la mitad de la población, ha sido excluida. Esta es la auténtica Historia que nunca nos enseñaron en los colegios…

¿QUIÉNES CAZABAN EN LA PREHISTORIA? Si en Google tecleamos las palabras caza y prehistoria, la pantalla nos devolverá, entre las primeras imágenes, la estampa de un grupo de hombres viriles acorralando con sus primitivas lanzas a un gigantesco mamut. Sin embargo, esta escena, que ilustra los libros de texto de nuestra época escolar, únicamente responde a un romanticismo inventado. La GLƓFXOWDGŊFRQSULPLWLYDVKHUUDPLHQWDVGHOD(GDGGH3LHGUD que debían atravesar la gruesa capa de piel de estos animaOHVŊ\HOFRVWHTXHVLJQLƓFDEDUHOHJDODFD]DGHPDPXWVD una práctica muy ocasional entre las primeras comunidades

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ESCLAVAS MUSULMANAS. OTTO PILNY ΈϭϴϲϲͳϭϵϯϲΉ͘

CLEOPATRA ΈϭϴϴϳΉ͕:K,Et͘ tdZ,Kh^͘

FUE A MEDIADOS DEL SIGLO XIX cuando el sistema patriarcal, inculcado por las religiones, se le otorgó una pátina de cientificismo a través de una recién inaugurada corrientes interpretativa: el darwinismo social. 66

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de Homo Sapiens y no tan frecuente como ha pretendido la iconografía de los libros de texto. Hoy sabemos que la principal provisión de alimento dependió, aparte de la recolección, de la caza de pequeños animales. Y, muy probablemente, estas batidas de cacería no estuvieran solamente integradas por hombres, sino que también participaban mujeres y niños. Este es tan solo un ejemplo de cómo, desde nuestros primeros años de escolaridad, hemos sido manipulados por un sistema patriarcal que ha excluido

ODƓJXUDGHODPXMHUGHFXDOTXLHUHFXDción histórica. Tradicionalmente se nos ha educado con la idea de que el hombre antiguo era el que provisionaba el mantenimiento del clan familiar, mientras la mujer se relegaba a un segundo plano. Esta idea del “hombre cazador”, sesgada por una visión androcéntrica, fue refutada en 1975 gracias a los a la antropóloga Sally Linton Slocum y sus estudios en primates: la mayor parte de la dieta no procedía de la caza, sino de la recolección; lo que otorga a la mujer un papel mucho más preponderante en el abastecimiento de comida. $VLPLVPR Ŋ\ DQWH OD GLƓFXOWDG GH extraer conclusiones a partir de los siempre escasos hallazgos arqueolóJLFRVŊKDVLGR¼QLFD\H[FOXVLYDPHQWH un prejuicio sexista el que ha dibujado esa imagen del “hombre cazador” que todos tenemos en mente. Fue a mediados del siglo XIX cuando al sistema patriarcal, inculcado por las religiones, VH OH RWRUJµ XQD S£WLQD GH FLHQWLƓFLVmo a través de una recién inaugurada corriente interpretativa: el darwinismo social. La idea de una supremacía determinada biológicamente en un sexo y en detrimento del otro fue lo que asignó dos roles a los que se atribuyó un origen innato. Esta idea, que se antoja completamente sesgada, se nos

PATRIARCADO Y TABÚ

Uno de los factores que determinaron la creación del patriarcado se asienta en la teoría del intercambio expresada por el antropólogo Claude Lévi-Strauss ;ϭϵϬϴͲϮϬϬϵͿ͘ La universalización de la exogamia obligó a las sociedades primitivas a ceder sus mujeres en una relación de intercambio. Esta exogamia, que trata de evitar el tabú del incesto, tuvo como contrapartida la cosificación de las mujeres como mercancía de intercambio. CLAUDE >s/ͳ^dZh^^͘

ha inculcado de tal manera en nuestras mentes que es muy difícil de erradicar. En el marco de la ciencia actual, no hay ninguna sola evidencia para designar roles de género distintos. El mejor ejemplo de que no existe un argumento biológico para conceder un papel predominante al varón lo encontramos en el reino animal. Por todos es sabido que, entre los leones o las hienas, son las hembras las que se dedican a la caza y tienen la capacidad de excluir de su manada al macho. Las abejas o las hormigas son otro ejemplo evidente de matriarcado, donde el vaUµQVRORVLUYHFRQƓQHVH[FOXVLYDPHQWH reproductivos. Más cercanos a nosoWURVƓORJHQ«WLFDPHQWHHQFRQWUDPRVD los bonobos, que viven en comunidades matriarcales, donde las hembras también desempeñan labores de caza.

¿SOCIEDADES IGUALITARIAS EN LA PREHISTORIA? 'HVGH HO SXQWR GH YLVWD FLHQW¯ƓFR OD asignación de distintas tareas entre hombres y mujeres no tiene un oriJHQJHQ«WLFRRLQQDWRŊWDO\FRPRVH LOXVWUDHQHOUHLQRDQLPDOŊVLQRTXHKD sido impuesto culturalmente por el patriarcado. Si hace tan solo seis milloQHVGHD³RVŊWDO\FRPRGHPXHVWUDQ los estudios en los primates más cerFDQRVDQRVRWURVŊQXHVWURVDQFHVWURV pudieron haber vivido en sociedades igualitarias, nada nos hace suponer que exista un determinismo biológico para la desigualdad de género. A partir de esta evidencia, y siguiendo a la historiadora y activista por la causa femenina Gerda Lerner (1920-2013), se ha desarrollado dos corrientes principales que niegan la universalidad del patriarcado: la teoría marxista y la teoría maternalista. La teoría marxista tiene como libro de cabecera el ensayo El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), de Friedrich Engels (18201895). Engels ofrece una visión, que DOJXQRV SXHGHQ FDOLƓFDU GH LG¯OLFD de un pasado prehistórico, en el que los seres humanos convivían en socie-

dades igualitarias donde no existía la propiedad privada, tal y como aspira el discurso marxista. Básicamente, Engels no hace otra cosa que difundir los estudios del antropólogo Lewis H. Morgan   TXH GHƓQH los tres estadios en la evolución de WRGDVRFLHGDGKXPDQDŊVLQTXHHVWDV etiquetas tengan connotación peyoUDWLYDŊVDOYDMLVPR GRPLQLRGHOIXHJR KDVWDODLQYHQFLµQGHODUFR\ODŴHFKD  barbarie (desde la alfarería hasta el uso del metal) y civilización. A partir de lo que se conocía enWRQFHVGHOSDVDGRŊUHFX«UGHVHTXH estamos en la segunda mitad del ;,;Ŋ (QJHOV DVXPH TXH HQ OD SUHhistoria existía un reparto del trabaMRŊGRQGHHOKRPEUHYDGHFD]D\OD PXMHUUHDOL]DODVWDUHDVGRP«VWLFDVŊ pero que esta división de género es asumida sin sumisión y dentro de un esquema igualitario de relaciones de parentesco. Sin embargo, a Engels VHOHKDUHSURFKDGRODLQŴXHQFLDTXH en su análisis pudo haber ejercido el contexto de su época, al proyectar la imagen de la sociedad campesina en su visión de la prehistoria. Siguiendo el marco interpretativo de Engels, fue la domesticación animal la que originó un excedente de ganadería que se convirtió en propiedad privada. El comercio de estos rebaños, convertiría a determinados cabezas de familia en los primeros generadores la futura sociedad capitalista que va a dinamitar estos esquemas de igualdad. Como la única manera de legitimarse la sucesión de esta propiedad privada es a través de padres a hijos; la sociedad igualitaria basada en relaciones de parentesco pasa a convertirse en una sociedad jerarquizada, cuya piedra angular es la familia. Con el surgimiento de la familia como unidad social (y económica), comienza a GHJUDGDUVHDODPXMHUTXHVHFRVLƓFD VH[XDOPHQWH GHEHVHUƓHODOPDULGR \ se subordina como sirvienta al “cabeza de familia” dentro de un sistema de patriarcado. CLÍO

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MALINCHISMO VS MACHISMO Tecleando en Google la palabra ƚƌĂŝĚŽƌĂĂƉĂƌĞĐĞǀŝŶĐƵůĂĚĂĂůĂĮŐƵƌĂ de La Malinche, la indígena azteca que fue entregada al conquistador Hernán Cortés en su desembarco a DĠdžŝĐŽ͘ZĞďĂƵƟnjĂĚĂĐŽŵŽMarina, fue ella la que proporcionó a Cortes las informaciones necesarias para que este trazara su “hoja de ruta” que ƉƌĞĐŝƉŝƚĂƌşĂůĂĐĂşĚĂĚĞdĞŶŽĐŚƟƚůĄŶ͕ capital del imperio azteca. El nombre de >ĂDĂůŝŶĐŚĞʹLJĞůƚĠƌŵŝŶŽƉĞLJŽƌĂƟǀŽĚĞ ŵĂůŝŶĐŚŝƐŵŽʹƐĞƵƟůŝnjĂƉĂƌĂĂĚũĞƟǀĂƌĂ ůĂƐĂĐƟƚƵĚĞƐĚĞĞdžĐĞƐŝǀĂƉĞƌŵĞĂďŝůŝĚĂĚ hacia una cultura extranjera cuando no, de simple traición. Sin embargo, no se ƟĞŶĞĞŶĐƵĞŶƚĂĞůĐŽŶƚĞdžƚŽŚŝƐƚſƌŝĐŽĞŶ el que La Malinche tuvo que sobrevivir: deportada por su propio pueblo azteca al morir su padre, fue vendida como esclava a los descendientes de los mayas, que luego la obsequiaron al conquistador español.

ROSALIND FRANKLIN Y EL MACHISMO ENTRE PROBETAS ŶϭϵϲϮ͕ůŽƐďŝſůŽŐŽƐJames D. Watson y Francis Crick, y el físico Maurice Wilkins, recibieron el Premio Nobel de Medicina ƉŽƌƐƵŚĂůůĂnjŐŽ͕ĞŶϭϵϱϯ͕ĚĞůĂĞƐƚƌƵĐƚƵƌĂ molecular de ADN. Sin embargo, los premiados se habían apropiado del trabajo realizado por la química, especializada en cristalografía, Rosalind Franklin. Wilkins solo tuvo que hurtar las fotografías, obtenidas por Rosalind en su laboratorio, que evidenciaban la doble hélice del ADN e incorporarlas a su “investigación” conjunta con Watson y Crick. Los tres recibieron el Nobel, mientras que Rosalind Franklin, apartada de cualquier reconocimiento –y objeto de comentarios machistas por parte ĚĞtĂƚƐŽŶʹ͕ĨĂůůĞĐşĂĚĞĐĄŶĐĞƌĞŶϭϵϱϴ͘

Dh:Z^>s͘ :E>KE'ZKD ΈϭϴϮϰͳϭϵϬϰΉ͘

¿EXISTIÓ UN MATRIARCADO? Paralelamente al enfoque de Engels, se sitúa la teoría maternalista, que adquiere un carácter todavía más reivindicativo dentro del feminismo. Aunque no se sustrae a la estereotipada idea de una división del trabajo acorde a las diferencias biológicas, la visión maternalista argumenta que hubo sociedades no VROR LJXDOLWDULDV FRPR GHƓHQGH HO marxismo), sino que se sustentaron en una preponderancia jerárquica de la mujer. Es el concepto de ginecocracia o matriarcado. Es El matriarcado (1861), del antropólogo suizo J. J. Bachofen (18151887), el texto que sienta las bases históricas sobre una pretendida sociedad matriarcal en el pasado. Tras hallar referencias a la existencia de JLQHFRFUDFLDVHQHOSDVDGRŊSULQFLSDOPHQWHHQHO£PELWRGHLQŴXHQFLDJULHJDŊ %DFKRIHQ OOHJD D OD FRQFOXVLµQ de que el matriarcado es un estadio cultural que puede universalizarse en la evolución de las sociedades. Como ejemplo más paradigmático menciona al pueblo licio, que se desarrolló en el Asia Menor (actual Turquía) a lo largo del primer milenio antes de nuestra era, y que fue helenizada a partir de los siglos VII-VI a.C. Según el controvertido testimonio ofrecido por Herodoto (484-425 a.C.), en contraste con los griegos, los licios recibían su nombre a partir de la madre, y solo consideraban relevante su genealogía materna. Bachofen concede un papel tan relevante a la mujer que, incluso, la FRQYLHUWH HQ DUW¯ƓFH GH OD WUDQVLFLµQ del Paleolítico al Neolítico, con la domesticación de la agricultura: “La observación de pueblos actuales ha dejado fuera de duda el hecho de que la sociedad humana se mueve por el esfuerzo de las mujeres por la agricultura, que el hombre rechazó por mucho tiempo”. Aunque, desde esta perspectiva, Bachofen no ofrece una visión necesariamente negativa del patriarcado. Según él, el patriar-

cado viene a reemplazar al sistema matriarcal cuando la sociedad abandona su íntima conexión con la Naturaleza y se consolida evolucionando hasta una organización religiosa y política superior. Hoy, la presumible existencia de matriarcados en la antigüedad, no se mantiene. En la consulta de sus fuentes, Bachofen no tuvo en cuenta el escaso rigor de autores como Herodoto al describir la sociedad licia y su presunta organización matriarcal. Asimismo, la matrilinealidad atribuida a determinados clanes triEDOHVŊTXHUHVSRQGHDXQDOµJLFDGH sentido común, donde uno puede LGHQWLƓFDUDVXPDGUHDQWHVTXHDVX SDGUHŊQRWLHQHSRUTX«QHFHVDULDPHQWHGHƓQLUDXQDVRFLHGDGFRPR matriarcal, que implica una prevalencia de la mujer con respecto al hombre en la administración jerárquica de poder. 6LQ HPEDUJR OD LQŴXHQFLD GH %DFKRIHQŊFX\DSURSXHVWDQRGHEHGHVlegitimarse completamente, a pesar GHVXVGHVDFLHUWRVŊKDOOHJDGRKDVWD nuestros días nutriendo buena parte del actual discurso feminista. Queda por demostrar si alguna vez existió una sociedad matriarcal previa al patriarcado…

EL OCASO DE LAS DIOSAS MADRE Otro de los argumentos esgrimidos a favor de la universalización de un matriarcado en épocas prehistóricas, anterior al sistema patriarcal, anida en la existencia de un pretendido antiguo culto a la diosa madre. La representación, desde el último período del Paleolítico, de estatuillas femeninas como la Venus de Willendorf (25000 a.C.), alimenta la idea de un primitivo sentimiento religioso, TXHVHGLULJLµLGHQWLƓFDQGRFRPRREjeto de culto a la madre Tierra. Como en todas las expresiones artísticas propias del Paleolítico, los arqueólogos coinciden en señalar que estas ƓJXUDVWXYLHURQTXHWHQHUDOJ¼QWLSR de interpretación mágico religiosa, CLÍO

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:hEdK^d^ >1E^͕&Z/Z/, E'>^͘:K͕ /Yh/ZZ,͕ EL ANTROPÓLOGO >t/^,͘DKZ'Ez> EdZKWM>K'K:K,EE :h^dZ/ME:EEz hZD>/E,͕ PINTURA MURAL DE DESIDERIO ,ZEE͘

ESTA PRIMERA IDENTIFICACIÓN DE LA DIVINIDAD CON LO FEMENINO tuvo un carácter universal, tal y como se evidencia en las mitologías precolombinas, que se refieren a la madre Tierra o Pachamama.

aunque solo sea como simple fetiche que acompañara a un pueblo seminómada. Es por ello por lo que la mayoría de los historiadores han descartado que las “Venus del Paleolítico” sean simples representaciones de ideales de belleza, al mostrar rasgos exagerados de cuerpos celulíticos y ausentes de estética, para otorgarles XQDVLJQLƓFDFLµQP£VWUDVFHGHQWH Obviamente, la arqueología interpreta estas pequeñas esculturas dentro del campo especulativo. En cualquier caso, admitiendo que exisWLHUDXQDSULPHUDLGHQWLƓFDFLµQGHOD deidad con lo femenino, todo apunta a que esta creencia habría persistido durante el Neolítico a través del culto

a la fertilidad, presente en casi todas las religiones previas al cristianismo. En la mitología mesopotámica, es la diosa babilónica Ishtar la que, identiƓFDGD FRQ OD IHUWLOLGDG VH FRQYLHUWH en “cortesana” ,en el contexto de la “prostitución sagrada”. Y en la religión védica (anterior al hinduismo), Aditi es la madre de todos los dioses. Más cercanas a nuestro contexto cultural, encontramos a Cibeles, Gea, Afrodita… y otras diosas que adquirieron un especial protagonismo en el panteón grecorromano. Esta priPHUD LGHQWLƓFDFLµQ GH OD GLYLQLGDG con lo femenino tuvo un carácter universal, tal y como se evidencia en las mitologías precolombinas, que se UHƓHUHQDODPDGUH7LHUUDR3DFKDPDma. Incluso el cristianismo ha asimilado esta creencia en la “diosa madre” a través de la veneración a la Virgen María, con la que pretende suplantar antiguos cultos paganos. ¿Sugiere esta ancestral creencia en una “diosa madre” que las sociedades primitivas se rigieron por un sistema de matriarcado”? Gerda

Lerner, la opinión más autorizada en el discurso histórico feminista, se muestra escéptica: “Parte esencial de este argumento en pro de un matriarcado eran las pruebas, que aparecían por doquier, de estatuillas de diosas-madre en muchas religiones antiguas, a partir de las cuales las maWHUQDOLVWDV DƓUPDEDQ OD H[LVWHQFLD \ la realidad del poder femenino en el pasado. (Sin embargo), tenemos que VXEUD\DU OD GLƓFXOWDG TXH HQWUD³D deducir a partir de estas evidencias la construcción de organizaciones sociales en las cuales dominaban las mujeres”. Así pues, desde un punto de vista estrictamente académico todavía queda por demostrar que existió una sociedad alternativa y previa al patriarcado, de naturaleza matriarcal, FX\R RFDVR VLJQLƓFµ HO FRPLHQ]R GH la subordinación de la mujer.

CLEOPATRA Y EL MACHISMO ŶĞůĂĐĞƌǀŽĐƵůƚƵƌĂů͕ůĂĮŐƵƌĂĚĞ Cleopatra;ϲϵͲϯϬĂ͘͘Ϳ͕ƷůƟŵĂƌĞŝŶĂ de Egipto, se asocia a la imagen de una mujer astuta y de extremada belleza, amiga de intrigas y que ƵƟůŝnjſƐƵƐĞŶĐĂŶƚŽƐƐĞdžƵĂůĞƐƉĂƌĂ manipular a los hombres. En realidad, ůĂĂƵƚĠŶƟĐĂůĞŽƉĂƚƌĂƉŽĐŽŽŶĂĚĂ ƟĞŶĞƋƵĞǀĞƌĐŽŶůĂĞƐƚĞƌĞŽƟƉĂĚĂ “mujer fatal” que nos ha dibujado el celuloide; para acercarse al de una mujer, sumamente inteligente y de gran cultura que hablaba cinco o seis idiomas y mostró inquietudes en las más diversas ramas del saber. El papel que se le atribuye de seducir a los hombres para manipularlos responde a una visión sesgada y masculinizada ĚĞŝŶƚĞƌƉƌĞƚĂƌůĂ,ŝƐƚŽƌŝĂ͗ĐŽŵŽŽƚƌŽƐ gobernantes de su época, Cleopatra se ůŝŵŝƚſĂƉůĂŶŝĮĐĂƌůĂŵĞũŽƌĞƐƚƌĂƚĞŐŝĂ para salvaguardar la independencia ĚĞůƉƵĞďůŽĞŐŝƉĐŝŽĨƌĞŶƚĞĂůĂƉŽůşƟĐĂ expansionista de la República romana.

INSTITUCIONALIZACIÓN DEL PATRIARCADO En La Creación del Patriarcado (1986), Gerda Lerner señala que la Historia ha VLGRHVFULWDUHŴHMDQGRH[FOXVLYDPHQte el punto de vista de la mitad masculina de la Humanidad, excluyendo así a las mujeres en razón de su sexo. Aunque no exista una evidencia VXƓFLHQWHPHQWH VµOLGD GH OD H[LVWHQcia una ginecocracia universal en el pasado, sí la hay de la creación de un patriarcado que ha sometido a las mujeres imposibilitando su plena realización personal. Sin necesidad de que se estableciera un sistema matriarcal, en un pasado que puede alcanzar hasta el Neolítico, existen evidencias arqueológicas que parecen sugerir que la mujer gozó de cierto poder. La capacidad de la mujer, primero como dadora de vida, y luego materializando su amor sobre unos retoños, cuya supervivencia dependía de sus cuidados, debió permitirle cierto grado de reconocimiento en el seno del clan. Sin embargo, hubo un punto de inŴH[LµQDORODUJRGHOD+LVWRULDGRQGH

se produjo la “derrota del sexo femenino”: “En algún momentoŊDUJXPHQWD/HUQHUŊdurante la revolución agrícola, unas sociedades relativamente LJXDOLWDULDV FRQ XQD GLYLVLµQ VH[XDO del trabajo basada en las necesidades biológicas, dieron paso a unas sociedades muchísimo más estructuradas en las que, tanto la propiedad privada como el intercambio de mujeres (…), eran comunes”. Gerda Lerner sitúa en la formación de los primeros Estados arFDLFRV ŊFRPR 0HVRSRWDPLD FXQD GH OD FLYLOL]DFLµQŊ HO LQLFLR GH OD instauración del patriarcado en un proceso que se remonta hacia el año 3100 a.C. La ascensión de dioses masculiQRV ŊD OD GLYLQLGDG VH OD LGHQWLƓFD DKRUD FRPR HO 5H\ \ 6H³RUŊ \ OD institucionalización de una religión burocratizada son algunos de los factores que se señalan como principales impulsores del sistema patriarcal. El intercambio de mujeres entre unos poblados y otros, mercantiliza primero a la mitad de la población para someterla luego a una situación de cautividad cuando se convierte en “trofeo de guerra” durante los priPHURVFRQŴLFWRVHQWUHVRFLHGDGHV La civilización, tal y como la conocemos hoy día, se asienta relegando GHVXVSLODUHVDODƓJXUDGHODPXMHU De ahí que en los libros de Historia, se le otorgue un papel secundario, restando importancia a su situación de cautividad en tiempos de guerra, distorsionando su imagen cuando ha desempeñado un liderazgo o silenciando sus méritos en el ámbito acaG«PLFR\FLHQW¯ƓFR Y«DQVHFXDGURV  Hoy, en el siglo XXI, parece una LURQ¯DTXHODƓJXUDGHOD'DPDGHOD -XVWLFLDVHLGHQWLƓTXHSUHFLVDPHQWH con varias deidades femeninas de la mitología grecorromana; aunque algunos de sus funcionarios valedoUHVSUHƓHUDQDSURSLDUVHGHVXYHQda en los ojos para desequilibrar la balanza. CLÍO

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