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La evangelización en la Nueva España, también llamada por Robert Ricard conquista espiritual, fue un proceso histórico que implicó mediante la predicación, enseñanza e implantación de la fe católica en los territorios de la Nueva España y la transmisión de la cultura occidental. La religión católica fue un elemento clave en la expansión de la Monarquía hispánica y punto fundamental en su desarrollo posterior al ser la Iglesia de Roma un aliado político de los españoles y los conquistadores, quienes justificaron en todo momento sus acciones expansivas en el derecho divino y la enseñanza de la fe para En el caso de la Nueva España la enseñanza de la religión fue una necesidad primordial al tener enormes núcleos de población en Mesoamérica con un grado avanzado de desarrollo religioso, así como estados teocráticos y prácticas opuestas a principios religiosos occidentales como el sacrificio humano y la poligamia. Millones de indígenas tenían que ser adoctrinados en el catolicismo por la Monarquía hispánica para tres fines fundamentales: la salvación eterna, el credo católico y la integración inmediata a los usos occidentales. España poseía a principios del siglo XVI aún el llamado espíritu de Reconquista para combatir a los infieles y la creencia en un plan divino para llevar el evangelio, la verdadera fe y la civilización a todos los rincones de la tierra, según las enseñanzas de Jesucristo. Los reyes hispanos desde los Carlos I fueron los principales impulsores de este proceso que tuvo como protagonistas principales a los frailes de las llamadas órdenes mendicantes, las cuales además de atender las carencias espirituales indígenas con notables soluciones y métodos -que incluyeron esfuerzos importantes en arquitectura, pintura, música, teatro, traducción de textos y aprendizaje de lenguas indígenas- intentaron implementar entre las cantidades ingentes de indígenas mesoamericanos el estilo de vida europeo con alfabetización, enseñanza de artes y oficios, modos de gobierno y organización civil, leyes, urbanización occidental y la construcción de edificios de diversa índole. Mediante el Breve Inter caetera de 1493 suscrito por el Papa Alejandro VI, se otorgó a los Reyes Católicos (Isabel de Castilla y Fernándo de Aragón), en pago a sus servicios y a su fidelidad a la Iglesia católica la autorización y facultades necesarias para evangelizar a los habitantes de las tierras descubiertas por Cristóbal Colón apenas un año antes. Hernán Cortés -a sabiendas de la situación del clero secular en España - solicitó en su tercera Carta de Relación a Carlos I "misioneros de las Órdenes de San Francisco y Santo Domingo, los cuales tengan los más largos poderes que Su Majestad pudiere", quienes arribarían a los territorios recién conquistados a enseñar la religión católica a los conquistados. Los religiosos de dichas órdenes poseían una trayectoria misional anterior -desde hacía varias décadas en territorios recuperados a los musulmanes- y fueron designados por la monarquía española como los encargados de liderar la labor misional en la Nueva España con atribuciones especiales como la posibilidad de impartir sacramentos y la administración de fondos económicos propios basados en el establecimiento del Regio Patronato Indiano. El 25 de abril de 1521 el Papa León X concedió la bula Alias Felicis que autorizó a las órdenes mendicantes realizar la tarea misional en los nuevos territorios. Al año siguiente, el 9 de mayo de 1522, su sucesor Adriano VI, reiteró con la bula Exponi Nobis Fecisti al rey Carlos I la autoridad mendicante de la administración de sacramentos (bautizo, matrimonio, comunión y confesión) en donde no hubiera obispos a menos de dos jornadas de distancia del sitio misional. Tres franciscanos llegaron en la expedición cortesana, pero no sería hasta el 15 de mayo de 1524 cuando arribó al puerto de Veracruz el grupo de los llamados Doce apóstoles de México: Martín de Valencia, Francisco de Soto, Martín de la Coruña, Juan Xuarez, Antonio de Ciudad Rodrigo, Toribio de Benavente (Motolinía), García de Cisneros, Luis de Fuensalida, Juan de Ribas, Francisco Jiménez, Andrés de Cordoba y Juan de Palos. Un interesante testimonio de su arribo y el primer contacto con los tlamatinime indígenas fue recogido de la tradición oral por Bernardino de Sahagún en sus Colloquios y doctrina christiana con que los doce frayles de San Francisco enviados por el Papa Adriano VI y por el Emperador Carlos V convirtieron a los indios de la Nueva España en lengua Mexicana y Española. Por órdenes del arzobispo primado de España, Alonso de Fonseca y Ulloa, y a petición del gobernante novohispano Hernán Cortés, arribaron a la Nueva España el 19 de enero de 1523 tres franciscanos, dirigidos

por Pedro de Gante (pariente de Carlos I), Juan de Tecto y Juan de Aora, pertenecientes a la alta sociedad castellana. Aora y Tecto fueron llevados por Cortés a evangelizar las Hibueras, pero murieron en el trayecto. Gante, mientras tanto, siguió su labor en Nueva España, fundó hospitales y escuelas, estableció un convento y enseñó artes y oficios a los nativos. Murió en 1572, tras casi cincuenta años de labor. El 13 de mayo de 1524, llegó una nueva generación de misioneros franciscanos encabezados por fray Martín de Valencia, quienes ocuparon un papel preponderante como defensores de los indígenas y de sus tierras, se establecieron principalmente en Michoacán y Puebla. Algunos franciscanos de relieve en Nueva España fueron: 



Juan de Zumárraga: Primer obispo de México, elevado más tarde a arzobispo por Clemente VII. Luchó en contra de las antiguas creencias indígenas, destruyendo así muchos templos y códices indígenas. Jugó un papel importante en la aparición de la Virgen de Guadalupe para atraer a los indígenas hacia el catolicismo. Vasco de Quiroga: Hidalgo castellano, se asentó en Pátzcuaro y más tarde en Valladolid, donde fundó el Colegio de San Nicolás Obispo. Fundó las plantas de artesanos y campesinos, por lo que fue llamado "Tata Vasco" por los indígenas purépechas.2

Los dominicos fueron la otra orden importante que se estableció en el virreinato, con poco tiempo de diferencia de los franciscanos. Llegaron hacia 1526 y establecieron sus misiones en Oaxaca y Chiapas. Bartolomé de las Casas presidió esta organización religiosa durante su estancia en Nueva España, y en 1542 escribió al rey informándole acerca de la situación de los indígenas en la Nueva España, cartas que más tarde recopiló en su obra "Brevísima relación de la destrucción de las Indias". Francisco de Vitoria, también dominico, sería también conocido por su defensa de los amerindios. Posteriormente el Consejo de Indias convocaría a De las Casas y a Juan Ginés de Sepúlveda a debatir sus ideas opuestas ante el problema de los indígenas en México. Fue entre 1550 y 1551, cuando ambos discutieron sus posturas en la llamada "Aula Triste" del Palacio de Santa Cruz. A este hecho se le conoce como Junta de Valladolid. Las ideas de De las Casas lograron mayor impacto en los oidores, lo que quedó plasmado en las Leyes de Indias de 1552.3 Glorificación de la Inmaculada por Francisco Antonio Vallejo,Museo Nacional de Arte (México). Representación de los dos poderes (Altar y el Trono) con la presencia del rey Carlos III y el papa Clemente XIV, secundados por el Virrey y el Arzobispo de México, respectivamente, de hinojos ante la Virgen María. Los agustinos fueron la tercera orden en importancia, llegada en 1534 y extendida por la Mixteca y el Estado de Guerrero, pero más tarde lograron su expansión por la Huasteca de San Luis Potosí y Veracruz, unos años después a Michoacán. Entre otros, se destacaron Francisco de la Cruz, Agustín de la Coruña y Jerónimo Jiménez. A base de donativos, la orden se hizo de grandes propiedades que a la postre se convirtieron en haciendas y latifundios. Estas tres órdenes fueron las más influyentes y las que construyeron grandes edificios para su religión, que al paso de los siglos pueden verse todavía en pie.4 Las órdenes minoritarias se dedicaban a atender los hospitales y las escuelas, como los juaninos. los hipólitos, los carmelitas, y los mercedarios, además de algunas órdenes femeninas como las clarisas. La máxima realización de las órdenes terciarias fue el Hospital de Jesús, durante siglos el mayor hospital capitalino, en él reposan los restos de Cortés. Relaciones de la Iglesia con la Monarquía y los pueblos indígenas Los pueblos indígenas fueron en principio hostiles a la nueva doctrina y muchos de ellos se negaron a aceptar la religión católica como única oficial. Los frailes se encargaron de la labor evangelizadora y educativa.A la vez, integraron valores del México prehispánico. La Inquisición fue establecida en 1571 a semejanza de la española, que vigilaba y reprimía las manifestaciones contrarias a la religión, llevando muchas veces a sus sentenciados a la pena capital. En principio, los religiosos se enfrentaron a Felipe II pues los sacerdotes deseaban abolir la esclavitud y la servidumbre predominante entre los indígenas, pero el rey se negó y estuvo a punto de expulsarles de sus dominios. El Papa Sixto V intervino y concilió a ambas partes.

tras el advenimiento del primer Borbón a la corona española, Felipe V en 1700, el nuevo monarca se hizo rodear de consejeros afrancesados enemigos del clero peninsular, lo que de inmediato generó conflictos que se extendieron a lo largo de todo el siglo XVIII. La sobrepoblación de clérigos y religiosas hizo que en 1717 el rey, aconsejado por su mujer Isabel de Farnesio, dictara prohibiciones de fundar nuevos conventos en América y en 1734 se les impidió recibir a nuevos miembros durante el plazo de diez años. Fernando VI, hijo y sucesor del anterior, tuvo una política conciliadora con la Iglesia e incluso firmó un concordato con Benedicto XIV en 1753, pero al año siguiente evitó que el clero interviniese en la redacción de testamentos. Al morir Fernando VI sin descendencia, el trono pasó a manos de su liberal hermano Carlos III, antiguo rey de Nápoles. En sus nuevos dominios aplicó las mismas políticas anticlericales que en Nápoles. El conde de Aranda, su primer ministro, le informó del peligro que representaban los jesuitas para la corona, por sus enseñanzas liberales y por su alianza con Clemente XIII, por lo que el rey determinó expulsarles en 1767, causando así la caída del sistema educativo de la Nueva España, pues los jesuitas eran los mayores educadores de la juventud novohispana. El ejército condujo a los jesuitas a su destierro, y reprimió además manifestaciones populares de repudio a la medida de Carlos III, como las suscitadas en San Luis Potosí, Uruapan, Pátzcuaro y Guanajuato. La orden del rey fue ejecutada por el virrey Carlos Francisco de Croix y por el visitador José de Gálvez, quien años más tarde se convirtió en virrey y aplicó la "Real cédula sobre enajenación de bienes y cobro de capitales de capellanías y obras pías para la consolidación de vales reales", lo que de un solo golpe destruyó la estructura económica de la Iglesia en la corona, que había funcionado durante más de dos siglos. Los fondos recaudados fueron para fortalecer a la armada y al ejército español, pues las ideas revolucionarias francesas comenzaban a traspasar fronteras. oder económico de la Iglesia en Nueva España[editar] La Iglesia en España fue dividida en dos grandes órdenes: el clero secular —integrado por los sacerdotes que no pertenecen a ninguna orden y que están sometidos al poder de los obispos— y el clero regular, formado por las órdenes religiosas de hombres y mujeres, sujetos a las reglas que su orden les imponga. Esta estructura fue traída a la Nueva España, donde sufrió algunos cambios pero la esencia se mantuvo a lo largo de la colonia. El diezmo fue, sin duda, la base de la economía clerical novohispana, instituido por Alejandro VI en el Tratado de Tordesillas (1494). Era una especie de impuesto sobre la renta, que equivalía a la décima parte de las ganancias obtenidas por cada súbdito en un año, con respecto a sus propiedades inmuebles, ganaderas y agrícolas, además de las comerciales. En su mayoría, el diezmo era usado para cubrir las necesidades de los sacerdotes y pagar tributo a la corona, el resto era enviado al Papa quien lo distribuía en la cristiandad de acuerdo a su criterio. Así, muchas órdenes consolidaron su poder al adquirir haciendas, acumulando de esta manera muchos latifundios considerados "en manos muertas", y fueron desamortizados hasta 1856 con Benito Juárez. El virreinato concedía "merced de estancias" a ciertos colegios particularmente pobres, aunque esto rayaba en contra de que la Iglesia tuviera bienes raíces, norma dictada por Pío VI. Otras órdenes como los agustinos, poseían extensiones de terrenos para la crianza de ovejas. Las capellanías fueron una de las mayores fuentes de ingresos para la Iglesia, consistía en un impuesto que se gravaba sobre las propiedades de rurales, casas tiendas o talleres, a semejanza de una hipoteca. Los censos consistían en una renta anual o hipoteca sobre una propiedad.15 Orden Franciscana Los franciscanos son un grupo de la Iglesia católica fundado por san Francisco de Asís. En 1209 fundó la Primera Orden, para frailes, en 1212 la Segunda Orden, para monjas, y hacia 1221 la Tercera Orden, para seglares. Los franciscanos son un grupo de la Iglesia católica fundado por san Francisco de Asís. En 1209 fundó la Primera Orden, para frailes, en 1212 la Segunda Orden, para monjas, y hacia 1221 la Tercera Orden, para seglares. Primera Orden La Primera Orden fue fundada por san Francisco de Asís. Se divide en tres ramas: hermanos menores (O. F. M.), hermanos menores conventuales (O. F. M. Conv.) y capuchinos (O. F. M. Cap.). En 1206 san Francisco empezó a llevar una vida religiosa centrada en la pobreza y la caridad.1 El 16 de abril de 1208 el noble Bernardo de Quintaval se interesó por su forma de vida y se reunió con él en Porciúncula.

Juntos leyeron Mateo 19:21, Mateo 16:24 y Lucas 9:3. San Francisco decidió que aquellos versículos fuesen la base de las reglas de su orden, de la que Bernardo fue el primer hermano.2 El 24 de febrero de 1209, festividad de San Matías, escuchó en misa el texto del Evangelio de Mateo 10:5-10 y dejó de usar el bastón y las sandalias.34 Posteriormente se unieron otros hermanos. Se llamaron Varones Penitentes de Asís. 5 En 1209 viajó a Roma con varios hermanos de la orden. Primero se entrevistó con el obispo Guido de Asís, que también se encontraba en Roma y que era defensor de su obra, y luego con el cardenal Juan de San Pablo. El cardenal Juan le recomendó que se dedicase solamente a vivir de forma monástica o eremítica, pero Francisco le pidió que intercediese por la causa de su orden ante el papa. Francisco se reunió con Inocencio III, que aprobó de forma no escrita las reglas de su orden.6 Hacia 1210 Francisco le puso el nombre de Orden de Frailes Menores.5 Francisco conoció al cardenal Hugolino, obispo de Ostia y Velletri, en 1216.7 En 1217, durante la festividad de Pentecostés, se celebró el primer capítulo general en Porciúncula y la orden dividió su territorio en 12 provincias. En 1220, por petición de san Francisco, el cardenal Hugolino fue nombrado protector de la orden por el papa Honorio III.8 En el capítulo general de 1221 se estudió la primera regla de san Francisco y se acordó la realización de una más breve. Francisco escribió la nueva regla en 1223 y esta fue aprobada por bula de Honorio III.9 Por el aumento de los franciscanos observantes a comienzos del siglo XVI, más centrados en la pobreza, en el capítulo general de los franciscanos que tuvo lugar en Roma en 1517 se creó una diferenciación específica entre franciscanos conventuales y franciscanos observantes. Esto fue aprobado por León X con la bula Ite et vos in vineam meam de 1517.1011 En el siglo XVI el beato Mateo de Bascio se hizo franciscano observante. Como deseaba vivir con una mayor humildad, en 1525 abandonó el convento de Montefiorentino, en Montefalcone Appennino, para vivir como eremita. Posteriormente, otros religiosos le acompañaron en su modo de vida. Estos frailes fueron conocidos como los capuchinos.12 Fueron aprobados por Clemente VII en 1528.12 En 1619 el papa Pablo V les otorgó a los capuchinos un ministro general autónomo.1314 Segunda Orden Fue fundada por san Francisco de Asís y santa Clara. En la actualidad se compone de las siguientes ramas: hermanas pobres de santa Clara (O. S. C.), clarisas capuchinas (O. S. C. Cap.), clarisas descalzas (O. S. Cl. Col.), hermanas franciscanas de la Inmaculada y clarisas adoradoras (O. C. P. A.). A partir de 1210 san Francisco de Asís tuvo su residencia habitual en la iglesia de Porciúncula, en Asís, Italia. Santa Clara, una joven muchacha noble de Asís, y su amiga Pacífica se hicieron seguidora de san Francisco en 1212. Posteriormente, otras mujeres siguieron su ejemplo. La Segunda Orden de San Franciscofue fundada para las religiosas. El obispo Guido de Cortona les entregó a estas monjas la iglesia de San Damián en Asís.1516 En 2011 había unas 20.000 monjas clarisas en 75 países.17 El IV Concilio de Letrán de 1215 indicaba que todas las órdenes que no estaban aprobadas canónicamente debían tomar la regla de una orden ya aprobada. Las clarisas tomaron la regla benedictina. No obstante, Clara obtuvo de Inocencio III un singular "privilegio de pobreza".18 Francisco conoció al cardenal Hugolino de Segni, obispo de Ostia y Velletri, en 1216. El cardenal Hugolino aprobó la regla de las clarisas de San Damián en 1219.19 Fue la primera mujer que escribió una regla para una comunidad. El papa Honorio III aprobó la regla de la Primera Orden de San Francisco con la bula Solet annuere del 22 de noviembre de 1223. En 1227 Hugolino fue escogido papa como Gregorio IX. El papa Inocencio IV aprobó unas reglas para las clarisas con la bula Quoties a nobis del 23 de agosto de 1247. No obstante, posteriormente el pontífice dijo en la bula Inter personas del 6 de julio de 1250 que esta no era obligatoria para las monjas.1621 El 16 de septiembre de 1252 el papa Inocencio IV aprobó otra regla para la orden. El cardenal Reinaldo de Conti di Segni fue protector de los franciscanos desde 1227 y desde 1248 también lo fue de las clarisas.21 El 27

de abril de 1253 logró que el papa Inocencio IV visitase a santa Clara en Asís, donde pasaba el final de su vida.22 Durante su pontificado, Alejandro IV continuó siendo protector de franciscanos y clarisas. Cuando fue sucedido por Urbano IV en 1261, los franciscanos pidieron al papa que les asignase como protector al cardenal Juan Cayetano Orsini, lo que les fue concedido, aunque las clarisas tuvieron de protector a Esteban de Hungría, obispo de Palestrina.23 El papa Urbano IV, en la bula Inter personas del 19 de agosto de 1262, confirmó que en las circunstancias que se daban los franciscanos debían ser los que atendiesen las necesidades espirituales de las clarisas. Para tratar la jurisdicción franciscana de las clarisas y el papel del cardenal protector, el cardenal Cayetano de Orsino preparó una nueva regla para las clarisas, que fue aprobada por Urbano IV por bula del 18 de octubre de 1263.23 En esta regla el cardenal protector asignaba a las comunidades clarisas un visitador o un capellán, sin que este tuviese que ser necesariamente franciscano.24 También se consiguió la unificación con el mismo cardenal protector de todos los conventos de religiosas seguidoras de santa Clara, incluidos los fundados con la regla de la beata Isabel de Francia. 24 La regla urbanista permitía que los conventos de clarisas tuvieran propiedades y rentas. 25 También añadía el uso del escapulario.25 En el siglo XV, santa Colette Boylet, nacida en la ciudad francesa de Corbie, decidió hacerse religiosa y pasó por diversas órdenes religiosas buscando alguna que satisficiera sus necesidades espirituales. Primero se hizo beguina, luego benedictina, luego clarisa y, posteriormente, se hizo de la Tercera Orden de San Francisco. El fraile franciscano Enrique de Baume le recomendó que volviese a las clarisas, haciéndose monja de clausura de esta orden. En 1406 obtuvo un permiso para ir a Niza para encontrarse con el papa Benedicto XIII para exponer sus planes de reforma de la orden. El papa le dio autorización para fundar conventos de la orden reformada. Ella consiguió fundar una comunidad reformada en un monasterio de Besanzón y, posteriormente, pasó a haber unos 17 monasterios reformados o fundados nuevos. Santa Colette redactó unas constituciones que fueron aprobadas por el ministro general de los franciscanos en 1434 y en 1458 por el papa Pío II. Santa Colette falleció en Gante, Bélgica, en 1477 y fue canonizada por Pío VII en 1807.26 Las religiosas seguidoras de santa Colette son conocidas como clarisas descalzas. En el siglo XV la española venerable María Lorenza Longo se casó con Juan Llonc y tuvo varios hijos. Cuando Juan Llonc fue a Nápoles con Fernando el Católico en 1506 ella acompañó a su marido. El esposo falleció en 1509 y en 1510 se hizo de la Tercera Orden de San Francisco.27 En 1519 fundó el hospital de los Incurables, que fue una de las instituciones religiosas más importantes de toda la península itálica. 28 Los capuchinos llegaron a Nápoles en 1529 y se instalaron en el hospital. María Lorenza Longo les hizo directores espirituales de la comunidad. En 1533 esta dirección fue de san Cayetano de Thiene, fundador de los teatinos. San Cayetano logró que Roma aprobase la creación de las Hermanas Franciscanas de la Tercera Orden en 1535. Estas monjas fueron conocidas como clarisas capuchinas. En 1538 María Lorenza Longo fundó el convento de Santa María en Jerusalén. Pablo III confirmó la creación de este monasterio un breve del 10 de diciembre de 1538, dándoles las reglas de las clarisas y limitando el número de monjas a 33, por lo que fue conocido como convento de las Treinta y tres.29 En el siglo XX los franciscanos Stefano Maria Manelli y Gabriel Maria Pellettieri, seguidores de la espiritualidad acerca de la Inmaculada del fraile franciscano san Maximilian Kolbe,30 fundaron la Casa Mariana en Frigento, Italia, en 1982. La congregación tiene frailes y monjas. En 1990 contaban con 14 casas. En 1990 el papa Juan Pablo II aprobó la creación de la Congregación de Frailes Franciscanos de la Inmaculada como instituto diocesano y en 1998 lo aprobó como instituto de vida religiosa.31 Tercera Orden[editar] Artículo principal: Tercera Orden de San Francisco La Tercera Orden de San Francisco es una orden terciaria fundada por san Francisco de Asís. Tiene dos ramas: la seglar (O. F. S.) y la regular (T. O. R.), para la vida conventual. San Francisco de Asís fue un ejemplo para clérigos y laicos y muchos siguieron esa forma de vida. En 1221 el papa Honorio III aprobó el Memorial del propósito de los hermanos y hermanas de penitencia que viven en sus propias casas, que fue para todas las órdenes de penitencia en general y que fue la primera norma usada por

la orden de penitencia franciscana.32 Fue aprobada canónicamente en 1223 y fue llamada Tercera Orden en 1230.33 La primera regla particular de la Tercera Orden fue aprobada por el papa Nicolás IV con la bula Supra montem del 18 de agosto de 1289.32 León XIII aprobó unas nuevas reglas con la bula Misericors Dei Filius de 1889.34 Pablo VI aprobó unas nuevas reglas con la bula Seraphicus Patriarcha de 1978.35 En el siglo XIII algunos terceros franciscanos empezaron a vivir en conventos para liberarse de las cosas mundanas y para realizar obras de caridad en comunidad. Este fue el origen de los terceros regulares. Los terceros de los distintos países fueron gestionándose como una orden regular en el siglo XV, con capítulos generales para los siguientes lugares: Utrecht en 1401, Flandes en 1413, Colonia en 1427, España en 1442, Lieja en 1443, Italia en 1447, Irlanda en 1456 y Dalmacia en 1473. En 1480 el papa Sixto IV decretó que todos los votos que fuesen emitidos por varones y mujeres de los terceros eran válidos.36 León X aprobó las reglas para las comunidades de varones y de mujeres terceros con la constitución apostólica Inter cetera de 1521.36 Pío XI aprobó unas nuevas reglas con la bula Rerum condicio de 1927. Las reglas actuales fueron aprobadas por Juan Pablo II con la bula Franciscanum vitae propositum.363738 Símbolos franciscanos[editar] Los franciscanos se ciñen el hábito a la cintura con el cordón franciscano39 con tres o cinco nudos. En el primer retrato de san Francisco lleva un cordón con tres nudos. Posteriormente, la tradición le ha dado a los tres nudos el significado de los votos de pobreza, castidad y obediencia, mientras que los cinco nudos serían las Cinco Llagas de Jesucristo.40 Los franciscanos menores conventuales llevan un hábito de color gris o negro, mientras que los franciscanos menores y los capuchinos llevan un hábito de color marrón. También son símbolos franciscanos la Tau franciscana41 y el Cristo de San Damián.42 México La primera orden religiosa en llegar y establecerse en México en el siglo XVI, en el virreinato de Nueva España, fue la de los franciscanos.51 Después llegaron los jesuitas, los agustinos y los dominicos. En 1524 llegó un grupo de doce franciscanos, entre los que se encontraba el superior Martín de Valencia, y fundaron el convento de San Francisco en Ciudad de México. En 1532 el papa Clemente VII creó la provincia franciscana de Santiago de México.52 Posteriormente, los franciscanos tuvieron las siguientes provincias: El Santo Evangelio de México (1536), San Pedro y San Pablo de Michoacán (1565), San José de Yucatán (1536), provincia descalza de San Diego (1599), San Francisco de Zacatecas (1603) y Santiago de Jalisco (1606). 53 Inicialmente los franciscanos elaboraron un proyecto que incluía el estudio de las lenguas nativas, de forma de enseñar el cristianismo en las lenguas propias de los indígenas. En principio lograron el apoyo de la Corona española. Emplearon además otros medios didácticos, que incluían el uso de cuadros de imágenes, el canto y la música.54 Ese proyecto franciscano fue atacado por los encomenderos, quienes buscaban que las comunidades indígenas permanecieran sujetas de manera definitiva a los intereses y necesidades de los criollos y peninsulares, para lo cual operaron de forma que la enseñanza se desarrollase en idioma español. 51 Finalmente, en 1550 se expidió una orden para que los religiosos enseñaran la lengua castellana a todos los naturales.51 El imperial colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, creado en 1536 para ser el centro de educación superior más importante de la Nueva España y dirigido a la formación de un clero indígena, terminó por desaparecer en 1576.51

Orden de Predicadores La orden de predicadores (del latín: ordo praedicatorum u O.P.), conocida también como orden dominicanay sus miembros como dominicos, es una orden mendicante de la Iglesia católica fundada por Domingo de Guzmán en Toulouse durante la Cruzada albigense y confirmada por el papa Honorio III el 22 de diciembre de 1216. La orden dominica se destacó en el campo de la teología y doctrina al abrigo de figuras como Alberto Magno o Tomás de Aquino. Algunos de sus miembros integraron la Inquisición medieval. La orden fundó

la Escuela de Salamanca de teología, filosofía y economía. Alcanzó su mayor número de miembros durante la expansión del catolicismo en los territorios de América, África y Asia incorporados a las coronas de España y Portugal, donde se reconoce la labor de personajes como Bartolomé de las Casas por su contribución temprana a la defensa de los derechos humanos. La orden tuvo un declive en la modernidad hasta el siglo XIX, pero pudo recuperar su influencia con el impulso de teólogos como Enrique Lacordaire, participando activamente en el Concilio Vaticano II y, desde entonces, contribuyendo al desarrollo del catolicismo contemporáneo. El lema principal de la orden es "Veritas", Verdad en castellano. Otros lemas son:Laudare, benedicere, praedicare (‘alabar, bendecir y predicar’). Los dominicos nacen en el contexto de la cruzada albigense, guerra emprendida por iniciativa de la Iglesia católicay la nobleza del reino de Francia en contra de los cátaros y la nobleza de Occitania a comienzos del siglo XIII. Domingo de Guzmán, natural de Caleruega (Burgos, España), era un clérigo que integraba el capítulo de la catedral de Osma. Durante un viaje diplomático realizado con su obispo Diego de Acevedo al norte de Europa, fue encargado de intentar la conversión de los cátaros instalados en el sur de Francia. Hacia 1206, organizó ―con la aprobación del papa― un grupo de predicación que imitaba las costumbres de los cátaros, viviendo pobremente, sin criados ni posesiones, pero sus intentos fueron un fracaso, lo que decidió el uso de la fuerza y el inicio de la llamada cruzada contra los cátaros. Santo Domingo continuó madurando su idea y se fue a vivir a la diócesis de Toulouse, donde fundó un monasterio femenino en Prohuille. Finalmente, hacia 1215 organizó la primera comunidad formal de «hermanos predicadores», como fue llamada la orden naciente. Se componía de 16 integrantes. Dicha comunidad se guiaba por la regla de san Agustín y vivía en conventos o casas urbanas, bajo una espiritualidad a la vez monástica y a la vez apostólica. El lema escogido fue «Contemplari et contemplata aliis tradere» (‘contemplar y dar a otros lo contemplado’). Todo esto fue novedoso para la época, pues hasta entonces los religiosos vivían en monasterios y no se dedicaban a la predicación, la cual era oficio propio de los obispos. Los dominicos tomaron como ejes de su carisma el estudio y la predicación, unidos a la pobreza mendicante. De manera paralela a la fundación de los predicadores y de las monjas, nació la Milicia de Jesucristo, después conocida como Tercera Orden de la Penitencia de Predicadores, que sería la rama seglar de la organización. En la actualidad es conocida como orden seglar dominicana, y sus miembros como seglares de la orden de predicadores. Entre los miembros más famosos de esta rama de la orden, se encuentran Catalina de Siena, Sigrid Undset y Pier Giorgio Frassati. La orden fue aprobada por el papa Honorio III en 1216. Pocos años después, santo Domingo tomó la decisión de dispersar al pequeño grupo, enviándolo a lugares claves de la Europa de entonces: París y Bolonia, donde se encontraban las dos principales universidades del mundo occidental. El éxito fue inmediato. Si en 1221, cuando murió su fundador, los dominicos eran alrededor de 300 frailes, unos cincuenta años más tarde el número rodeaba los 10.000 miembros. Este proceso de crecimiento se inició principalmente con el Beato Jordán de Sajonia como inmediato sucesor de Santo Domingo de Guzmán. Hasta el siglo XIX, los dominicos representaron la segunda comunidad masculina más numerosa, después de los franciscanos. Pronto se hicieron muy populares, y grandes teólogos se forjaron en sus filas. Los casos más renombrados son los de Tomás de Aquino, Alberto Magno, Meister Eckart y Vicente Ferrer. La preparación y formación teológica expuesta tanto por los dominicos como por los franciscanos hizo que al fundarse la Inquisición, en 1231, el papa Gregorio IX se fijara en estos religiosos y les confiara su organización, que llevaron adelante con mucho celo, al punto de que los dominicos quedaron asociados para siempre con este tribunal medieval. Tal vez los más famosos inquisidores en España fueron Bernardo Gui (o de Guio) y, sobre todo, Tomás de Torquemada, ambos dominicos. Tras una decadencia que afectó a todas las órdenes religiosas en general durante el siglo XIV, los dominicos se reformaron en el siglo XV, y tuvieron una nueva época de gloria intelectual que protagonizaron los dominicos del Convento de San Esteban de Salamanca, donde se forjó la Escuela de Salamanca, en su faceta teológica, que daría después sus frutos en la filosofía, el derecho y la economía, con personajes de la talla de Francisco de Vitoria, Tomás de Mercado o Domingo de Soto, que hicieron unos planteamientos sobre los problemas de la sociedad inusualmente avanzados.

Mientras tanto se enfrentaban a una nueva tarea: la Evangelización de América. Su trabajo allí fue muy importante y en los anales de la historia se tiene en especial consideración a Fray Bartolomé de las Casas, Fr. Antonio de Montesinos, Fr. Pedro de Córdoba, San Luis Beltrán y otros más por su labor en la defensa de los derechos de los indígenasamericanos. En América, los dominicos también intervinieron en la educación de la población criolla, a través de la fundación de centros universitarios y en la propagación de prácticas y devociones que aún hoy están presentes entre la población católica, como la devoción a la Virgen María a través del rezo del rosario. Al advenir la época de las revoluciones (siglos XVIII-XIX) tanto en Europa como en América, la orden soportó la crisis más grande de su historia. La inobservancia, la laxitud, la aridez intelectual, unida a los ataques que desde el exterior lanzaron las autoridades políticas de corte liberal, la llevaron a casi desaparecer por completo. A partir del siglo XIX comenzó una segunda restauración, si bien el número de religiosos nunca volvió a tener el guarismo de otras épocas. Uno de los restauradores más conocidos por su influencia en Francia y en Europa en general, fue Enrique Lacordaire. En el siglo XX la orden dominicana recuperó parte de su antiguo esplendor en el campo teológico y pastoral. Por medio de teólogos como Marie Dominique Chenu, Yves Congar, Santiago Ramírez y Aniceto Fernández, entre otros, los dominicos tuvieron una influyente participación en el Concilio Vaticano II. En la actualidad, los alrededor de 6500 frailes que existen se dedican especialmente al estudio teológico y filosófico, a la pastoral en parroquias, a la misión y la enseñanza en centros de estudio. Inquisición Como consecuencia de las experiencias que la orden dominicana había realizado ya desde pronto en fuertes argumentaciones intelectuales contra los herejes, el papa Gregorio IX les encomendó la persecución de los herejes en su bula "Ille humani generis".3 Por su acérrima dedicación a esta tarea, pronto recibieron el sobrenombre de "Domini Canes" (perros del Señor).4 Célebre es la obra Domini-Canes que la ciudad de Marburgo (Alemania) les dedicó y que se conserva hasta nuestros días. Su tenacidad persecutoria hizo estragos en toda Europa, sin tener consideración ni con sus propios hermanos, como quedó patente en la detención, tortura y ejecución de Giordano Bruno. Los dominicanos se destacaron también sobremanera en la persecución de las brujas, como relata Nicolás Jacquier o Heinrich Kramer, autor de la obra Martillo de las Brujas. Atributos iconográficos Se describen en la «Leyenda», denominación genérica de la primera biografía de santo Domingo de Guzmán, obra del fraile español Pedro Ferrand. Según esta, Juana de Aza, estando embarazada del santo, tuvo un sueño en el que daba a luz un cachorro que portaba una antorcha encendida en su boca y un globo a sus pies. Inquietada por el sueño, peregrinó a un monasterio benedictino cercano fundado por santo Domingo de Silos, el cual interpretó que anunciaba la luz que el niño daría al mundo con su predicación. Según la "Leyenda", agradecida la madre, puso el nombre de aquel a su futuro hijo. Los propios dominicos se considerarían a sí mismos como los perros pastores de la Iglesia. Una etimología apócrifa atribuye el nombre «dominicanos» a Dómini canis (‘perros del Señor’, en latín), pero en realidad se deriva del nombre de su fundador: Domingo (Dominicus, en latín). Igualmente los dominicos han sido considerados como los perros guardianes de la Iglesia, siendo usado tal apelativo tanto como afrenta o como motivo de orgullo. La estrella, presente en el «stemma liliatum» (escudo liliado) de la orden, es descrita en otro episodio de la "Leyenda", que narra cómo durante el bautismo del predicador apareció una estrella en su frente. En cuanto al origen de la cruz del escudo de los dominicos, responde a otro atributo del santo, la flor de lis, presente ya en forma de cruz flordelisada en el propio escudo de la familia Aza. En su predicación por Europa, siempre se le describe acompañado del Evangelio de san Mateo y las Cartas de san Pablo, otro atributo del Santo y, en general, de la orden. Su hagiografía cuenta que en una noche de vigilia, los Santos Mateo y Pablo se manifestaron mientras oraba. San Mateo, portando su Evangelio, y san Pablo, portando sus Cartas, le anunciaron: «Ve y predica, porque has sido llamado para este ministerio».

Utilizan como emblema más conocido (tuvieron varios en su historia, y muchos de ellos siguen vigentes en su uso) una cruz flordelisada con los colores de la orden. Organización El gobierno máximo de la orden reside en el Capítulo General, que se reúne cada tres años. Para el gobierno cotidiano el Capítulo General elige un «maestro de la orden» que gobierna durante un período de nueve años en sucesión de santo Domingo. El maestro de la orden, junto con la Curia Generalicia, radica en el antiguo convento y basílica de santa Sabina, en el Aventino (Roma). El actual maestro de la orden es fray Bruno Cadoré, OP (electo en 2010). Orden de San Agustín La Orden de San Agustín (O.S.A.), en latín Ordo Fratrum Sancti Augustini, -históricamente conocida como Orden de Ermitaños de San Agustín (O.E.S.A.), en latín Ordo Eremitarum Sancti Augustini,- es una orden religiosa mendicante establecida por la Iglesia católica bajo el pontificado de Inocencio IV en el año 1244, ante la necesidad de unificar una serie de comunidades de eremitas que habían surgido bajo la experiencia monástica de san Agustín y su Regla del siglo IV. Historia Fundación El nacimiento de la Orden de San Agustín se remonta al año 1243 cuando cuatro ermitaños: Esteban de Cataste, Hugo de Corbaria, Guido de Rosia y Pedro de Lupocavo en representación de grupos de eremitas situados en la antigua Tuscia, Lacio superior y zonas limítrofes de Umbría, se dirigieron al papa Inocencio IVpara pedirle una regla común y un prior general.4 Luego de conocida la propuesta, en el primer año de su pontificado, Inocencio IV determinó la creación de una nueva orden mendicante, también llamada orden de pobreza evangélica o de fraternidad apostólica, 5 (la tercera después de los franciscanos y dominicos). Incumbit nobis y Praesentium vobis fechadas el 16 de diciembre de 1243, sentaron las bases jurídicas de la erección canónica de la Orden de San Agustín. Incumbit nobis ordenó que los eremitas de Tuscia, "exceptis Fratribus S. Guillelmi (excepto por los hermanos S. Guillelmi)", enviaran uno o dos representantes de cada casa al primer Capítulo General, profesaran “la regla y el género de vida del bienaventurado Agustín”, redactaran sus Constituciones y elijieran un Prior General. El proceso estuvo bajo la dirección del cardenal Ricardo degli Annibaldi por medio de la bula Praesentium vovis. La reunión tuvo lugar en marzo de 1244, en la ciudad de Roma (en un lugar ahora desconocido) en lo que se llama ahora La Pequeña Unión.4 La bula Licet Ecclesiae Catholicae marcó una segunda fase en el desarrollo inicial de la Orden, conocido como La Gran Unión, ocurrida el 9 de abril de 1256 en una antigua iglesia romana (hoy Basílica de Santa María del Popolo). En esta ocasión se produjo la anexión de otras órdenes de ermitaños situados en las regiones centrales y septentrionales de Italia como los de Juan Bueno, los Ermitaños de Santa María de Cesena, los Ermitaños de Bréttino, los Ermitaños de Monte Favale e incluso los Guillermitas que profesaban la Regla de San Benito.4 Privilegios de la Orden[editar] A la Orden de San Agustín se le han dado ciertos privilegios durante su historia. El papa Alejandro IV liberó a la Orden de la jurisdicción de los obispos e Inocencio VIII, en 1490, concedió a todas las iglesias de la Orden indulgencias similares a las que pueden hacerse en estaciones en Roma. En 1352, el papa Juan XXII decretó que el Sacristán del Palacio Apostólico debería siempre ser un miembro de la Orden cuyas tareas además incluían ser Guardián del Sagrario, confesor del Papa y su bibliotecario (cuando la Biblioteca Vaticanacreció y se reorganizó en 1481 se escogió otro bibliotecario). Alejandro VI confirmó esta misión, garantizándola para siempre a un miembro de la Orden mediante una bula promulgada en 1497. Entre los sacristanes destacados se encuentran el Venerable Giuseppe Bartolomeo Malocchio confesor del papa Pío VII y Angelo Rocca, que gracias a la aprobación del Papa Paulo V, fundó la primera biblioteca pública de Roma, la Biblioteca Angelica en el Convento San Agustín.

En 1929, el Papa Pío XI estableció la Pontificia Parroquia de Santa Ana en la Ciudad del Vaticano, poniéndola a cargo de los agustinos cuya iglesia es Sant'Anna dei Palafrenieri. En el mismo año la Parroquia de Santo Tomás de Villanueva en Castel Gandolfo que estaba a cargo de la Orden, fue traspasada a los Salesianos. Hasta 1929, el párroco del Palacio Apostólico era ocupado por el Sacristán Pontificio. El Papa Pío XI determinó que el Sacristán también sería nombrado Vicario General de la Ciudad del Vaticano "con las facultades necesarias, incluso en tiempo de Sede Vacante". Finalmente, en 1991, el Papa Juan Pablo II confió el cuidado pastoral de la Ciudad del Vaticano al Cardenal Arcipreste de la basílica de San Pedro. El último agustino en ejercer el oficio de Sacristán de Vicario del Papa para la Ciudad del Vaticano fue el obispo Pietro Canisio Van Lierde quien ocupó el puesto desde 1961 hasta 1991. Naturaleza de la Orden La naturaleza de la Orden de San Agustín está dada por los elementos integrados en su formación: la herencia monástica de San Agustín, la tendencia contemplativa propia de sus raíces eremíticas, y los principios fundamentales de las órdenes mendicantes.6 Organización de la Orden La Orden de San Agustín es una orden de fraternidad apostólica. Se trata de una fraternidad porque todos los hermanos que la integran son iguales no existiendo ningún tipo de diferencias originadas en privilegios, títulos y situaciones sociales o económicas. Los hermanos agustinos viven en una comunidad fraterna que es la vida en común. A través de ella y unidos en el amor de Cristo, buscan a Dios, se sirven mutuamente, perfeccionan con la ayuda de la gracia los valores de la persona, trabajan por la comunidad. Los hermanos no poseen bienes propios y obedecen sobre la base de la fe y del amor.6 Gobierno La potestad máxima de gobierno de la Orden de San Agustín recae en el Capítulo General, donde se representa a todos los hermanos. El Capítulo General celebrado cada seis años elige a un Prior General. La Segunda Orden de San Agustín Como toda orden mendicante, la Orden de San Agustín está conformada por los frailes agustinos y las hermanas o sorelas agustinas. Antiguamente llamada Segunda Orden, hoy conocidas como Agustinas de Vida Contemplativa, la orden agustina también está integrada por muchas religiosas que siguiendo el ejemplo de san Agustín viven en comunidad con Un solo corazón y una sola alma en Dios. San Agustín les dejó este modelo al crear el primer monasterio de vírgenes consagradas a Dios en África donde fue priora la propia hermana del Obispo de Hipona. A la muerte de la superiora, el monasterio entró en mucho desorden por lo que el Obispo dirigió unas cartas a la nueva superiora; dentro de una de estas cartas anexó su famosa Regla, que ya se vivía en los monasterios de varones, pero de la cual se obtendrá la Regla que vive toda la Orden hoy en día. Con la fundación de la Orden, en 1244, de inmediato junto con los conventos de frailes se erigieron también los conventos de hermanas, de vida contemplativa, buscando grandes espacios de oración y contemplación. Con el Concilio de Trento se dio una mayor importancia a la vida de clausura de las religiosas. Desde el inicio de los monasterios de religiosas, éstos han producido grandes mujeres entre las que se conocen a la santa virgen Clara de Montefalco, la santa viuda Rita de Casia y las beatas Magdalena Albrici y María Teresa Fasce. Así hoy en día la Orden Agustina cuenta con muchos monasterios de hermanas consagradas a Dios bajo los votos de castidad, pobreza y obediencia, que viviendo una vida común, dedicadas a la oración y al estudio poseen Estatutos Propios del Monasterio viendo bajo la obediencia de la madre Priora, llamada también en

algunos casos Abadesa, pero compartiendo a la vez todos los monasterios las mismas Constituciones de la Orden Agustina bajo la obediencia al Padre General de la misma. La Compañía de Jesús (en latín: Societas Jesu, S. J.), cuyos miembros son comúnmente conocidos como jesuitas, es una orden religiosa de la Iglesia católica fundada en 1534 por el español Ignacio de Loyola,23 junto con Francisco Javier, Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simão Rodrigues, Juan Coduri, Pascasio Broët y Claudio Jayo en la ciudad de Roma. Fue aprobada por el papa Paulo III en 1540.4 Con 16 088 miembros en 2017 (de los cuales 11 583 eran sacerdotes ordenados),5 es la mayor orden religiosa masculina católica hoy en día. Su actividad se extiende a los campos educativo, social, intelectual, misionero y de medios de comunicación católicos, además de atender 1.509 parroquias en todo el mundo (a fecha de 2016).5

Compañía de Jesús La Compañía de Jesús (en latín: Societas Jesu, S. J.), cuyos miembros son comúnmente conocidos como jesuitas, es una orden religiosa de la Iglesia católica fundada en 1534 por el español Ignacio de Loyola,23 junto con Francisco Javier, Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simão Rodrigues, Juan Coduri, Pascasio Broët y Claudio Jayo en la ciudad de Roma. Fue aprobada por el papa Paulo III en 1540.4 Con 16 088 miembros en 2017 (de los cuales 11 583 eran sacerdotes ordenados),5 es la mayor orden religiosa masculina católica hoy en día. Su actividad se extiende a los campos educativo, social, intelectual, misionero y de medios de comunicación católicos, además de atender 1.509 parroquias en todo el mundo (a fecha de 2016).5 Descripción de la orden[editar] La Compañía de Jesús (SJ) es una orden religiosa de carácter apostólico y sacerdotal, aunque la conforman también “hermanos legos” o coadjutores, es decir, religiosos no ordenados. Está ligada al papa por un “vínculo especial de amor y servicio”, su finalidad, según la Fórmula del Instituto, documento fundacional de la Orden (1540) es «la salvación y perfección de los prójimos». En términos de Derecho Canónico, la Compañía de Jesús es una asociación de hombres aprobada por la autoridad de la Iglesia, en la que sus miembros, según su propio derecho, emiten votos religiosos públicos y tienden en sus vidas hacia la “perfección evangélica”. La formación en la Compañía de Jesús empieza con un noviciado que dura dos años. Continúa con un proceso de formación intelectual que incluye estudios de humanidades, filosofía y teología. Además, los jesuitas en formación realizan dos o tres años de docencia o «prácticas apostólicas» (período de “magisterio”) en colegios o en otros ámbitos (trabajo parroquial, social, medios de comunicación, etcétera). El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas y profanas, antes o después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los miembros de la Compañía de Jesús, durante casi cinco siglos, los líderes intelectuales del catolicismo. La formación en la Compañía termina con la Tercera probación, que también se conoce como «Escuela del Corazón (o de los afectos)». San Ignacio de Loyola, el fundador, quiso que sus miembros estuviesen siempre preparados para ser enviados con la mayor celeridad allí donde fueran requeridos por la misión de la Iglesia. Por eso, los jesuitas profesan los tres votos normativos de la vida religiosa (obediencia, pobreza y castidad) y, además, un cuarto voto de obediencia al papa, «circa misiones».6 La Fórmula del Instituto (confirmada por Julio III en 1550) dice: «Militar para Dios bajo la bandera de la cruz y servir solo al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra». La Congregación General (CG) es el órgano supremo de gobierno. A diferencia de otras órdenes, no se lo convoca periódicamente sino en caso de muerte del prepósito general (también llamado prepósito o

simplemente general) o para tratar asuntos de especial importancia. Aunque el cargo de prepósito es vitalicio y ningún general renunció en la Compañía con anterioridad a la supresión de 1773, las Normas Complementarias vigentes desde 1995 contemplan la posibilidad de renunciar. El primero en hacerlo —por motivos graves de salud— fue Pedro Arrupe, en 1983 y con autorización de la CG 33. Su sucesor, Peter Hans Kolvenbach, hizo lo mismo en 2008. La Compañía de Jesús ha sido una organización que ha vivido entre la alabanza y la crítica, siempre en la polémica. Su lealtad incondicional al papa los ha colocado en más de un conflicto: con la Inglaterra isabelina, frente al absolutismo de Luis XIV de Francia (conocido como el “Rey Sol”), el regalismo español, con la Alemania de Bismarck, de donde fueron expulsados (durante el Kulturkampf) y con los gobiernos liberales de diversos países en América y Europa. Asimismo, los regímenes comunistas de Europa Oriental y de China limitaron ampliamente su actividad a partir de 1945. La Compañía de Jesús desarrolló una actividad importante durante la Reforma católica, sobre todo en los años inmediatamente posteriores al Concilio de Trento. Su presencia en la educación occidental y en las misiones en Asia, África y América ha sido muy activa. Ha contado entre sus filas a una larga serie de santos, teólogos, científicos, filósofos, artistas y pedagogos: san Francisco de Javier, san Luis Gonzaga, Matteo Ricci, Francisco Suárez, Luis de Molina, san José de Anchieta, Juan de Mariana, san Roberto Belarmino, san Pedro Canisio, José de Acosta, Antonio Ruiz de Montoya, Atanasio Kircher, San Pedro Claver, Eusebio Kino, Francisco Javier Clavijero, san Alberto Hurtado, etc. Capítulos notables de su historia han sido el origen y desarrollo de sus colegios y universidades en Europa, la actividad misionera en la India, China y Japón, las reducciones de Bolivia, Paraguay y Argentina, la exploración y evangelización del Canadá, del Mississipi y del Marañón, los conflictos teológicos con los protestantes y los jansenistas, su confrontación con la Ilustración, su supresión (1773) y su restauración (1814). En 1965 llegaron a su máxima expansión numérica: 36 000 jesuitas en más de un centenar de unidades administrativas (provincias y misiones). Hoy, los jesuitas y los laicos que comparten su espiritualidad trabajan en los campos más diversos, tratando de colaborar con la Iglesia respondiendo a las nuevas necesidades de la sociedad y a los retos que estas plantean. Así la Compañía trabaja en la acción social, la educación, el ámbito intelectual, el servicio a parroquias y comunidades cristianas y en medios de comunicación. Entre 1965 y 2016 sus superiores generales fueron Pedro Arrupe (español, 1965-1983), Peter Hans Kolvenbach (holandés, 1983-2008), y Adolfo Nicolás(español, 2008-2016 año en que presentó su renuncia por motivos de edad). El 2 de octubre de 2016 comenzó su Congregación General 36, para elegir nuevo prepósito (superior general) y legislar sobre aspectos de la misión y carisma de la Orden. El 14 de octubre resultó elegido como trigésimo primer general el venezolano Arturo Sosa, perteneciente a la Asistencia de América Latina Septentrional. Pablo VI describió a los jesuitas de la siguiente manera (1975): «Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles o de primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en los cruces de ideologías y en las trincheras sociales, entre las exigencias del hombre y mensaje cristiano allí han estado y están los jesuitas». Historia[editar] Origen de la Compañía En septiembre de 1529, Ignacio de Loyola, un vasco que combatió en las guerras contra el rey de la Navarra transpirenaica, defendiendo la causa de Carlos I, había optado por dedicarse a «servir a las almas». Decidido a estudiar para cumplir mejor su propósito, se incorpora al Colegio de Santa Bárbara —dependiente de la Universidad de París— y comparte cuarto con el saboyano Pedro Fabro y el navarro Francisco de Javier. Los tres se convirtieron en amigos. Ignacio realizó entre sus condiscípulos una discreta actividad espiritual, sobre todo dando Ejercicios espirituales, un método ascético desarrollado por él mismo. En 1533 llegaron a París Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla y Simão Rodrigues, que se unieron al grupo de Ignacio. El 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción de la Virgen, los siete se dirigieron a la cripta de la capilla del Martyrium, ubicada en lo que es hoy la calle Yvonne Le Tac, en la colina de Montmartre, donde pronunciaron tres votos: pobreza, castidad y peregrinar a Jerusalén. Después de los votos de Montmartre se incorporaron al núcleo inicial tres jóvenes franceses, «reclutados» por Fabro: Claudio

Jayo, Juan Coduri y Pascasio Broët. Los diez se encontraron en Venecia y misionaron el norte de Italia a la espera de embarcarse hacia Jerusalén. Al no poder viajar a Palestina debido a la guerra entre Venecia y el Imperio Otomano, el grupo se dirigió a Roma. Allí, tras una larga deliberación espiritual, decidieron fundar la Compañía de Jesús, que fue aprobada el 27 de septiembre de 1540 por Paulo III, quien les reconoció como nueva orden religiosa y firmó la bula de confirmación, Regimini militantis ecclesiae(Por el gobierno de la iglesia militante). A partir de la aprobación papal comenzó un proceso de expansión numérica, de organización interna y de responder a las misiones encomendadas: fundación de colegios a petición de ciudades interesadas, reforma de monasterios, participación en el Concilio de Trento, diálogo con los protestantes, misiones diplomáticas, etc. Los primeros compañeros se dispersaron: Rodríguez fue a Portugal, Javier a Oriente, Fabro recorrió Europa predicando y dando los Ejercicios Espirituales. Entre 1540 y 1550 se unieron a la Orden notables personajes para su posterior desarrollo: Jerónimo Nadal, Francisco de Borja (Duque de Gandía y Virrey de Cataluña), Pedro Canisio, notable teólogo (doctor de la Iglesia), y Juan Alfonso de Polanco, secretario de Ignacio. En 1556, cuando murió el fundador, eran 1000 compañeros. El segundo general fue Diego Laínez. Papel durante la Reforma católica Dos compañeros de Ignacio, Salmerón y Laínez, participaron como teólogos en el Concilio de Trento; les acompañó el primer jesuita germánico, Pedro Canisio, llamado el "segundo apóstol de Alemania" por su papel decisivo durante la Contrarreformao Reforma Católica. En efecto, Canisio fue nombrado Provincial de Alemania y animó la fundación de colegios y universidades que difundieron la doctrina tridentina, reconquistando para el catolicismo regiones protestantes como Baviera en el sur de Alemania y los actuales estados de Renania del Norte-Westfalia, Renania-Palatinado y Sarre; Polonia, Hungría, Austria, y el sur de Holanda. Diego Laínez, como general, participó del coloquio teológico de Poissy, convocado por la reina de Francia para debatir con los protestantes. La Facultad de Teología de La Sorbona y el Parlamento de París se opusieron en este período al establecimiento legal de la Compañía en Francia. El sucesor de Laínez fue san Francisco de Borja, el santo duque de Gandía, que colaboró con san Ignacio desde que Borja enviudó e incluso fue ordenado sacerdote en secreto para poder ayudar a san Ignacio y la Compañía sin comprometerla. Elegido III general por la CG II, gobernó desde 1565 hasta 1572, tiempo en que los colegios jesuitas prosperaron: pasaron de 50 en 1556 a 163 a 1574. Inició la remodelación de la Iglesia Madre de la Compañía, el Gesù. Borja siguió muy de cerca la evolución de la Contrarreforma en Alemania. Muchas fundaciones jesuitas atendieron a reforzar la causa católica. Borja y sus sucesores Everardo Mercuriano (1573-1580), Claudio Acquaviva (1580-1615) y Muzio Vitelleschi (1615-1645) dieron gran impulso a las misiones. En concreto, durante el gobierno del “Santo Duque”, la Compañía ingresó al Perú y a México. A mediados del siglo XVII la Compañía ya había establecido un cordón de estaciones de misión que iban principalmente desde Portugal hasta Goa, pasando por el litoral africano, y en el Nuevo Mundo a lo largo del Imperio español. Matteo Ricci, jesuita italiano, consiguió ingresar a China en 1583. A inicios del siglo XVII lo tenemos instalado ya en Pekín, donde propiciará la difusión del cristianismo entre la casta intelectual del Celeste Imperio. Por otra parte, luego de que el Imperio otomano venciese los ejércitos húngaros en la batalla de Mohács en 1526, tras la muerte del rey Luis II de Hungría, pronto el reino se dividió en tres partes, una occidental bajo el control de Fernando I de Habsburgo, hermano de Carlos I de España, una central bajo el control del sultán turco y una oriental que se convirtió en un Estado semindependiente conocido como el principado de Transilvania gobernado por la nobleza húngara. Estos, pronto adoptaron el luteranismo y el calvinismo para no reconocer la autoridad de los Habsburgo, quienes habían heredado el trono húngaro. De esta manera, los príncipes transilvanos mantuvieron una confesión protestante sólida, floreciendo así esta en el este del reino. Inicialmente, en 1579, uno de los primeros príncipes de Transilvania, el conde Esteban Báthory (posteriormente también rey de Polonia), resultó ser gran defensor del catolicismo, pues llevó a los jesuitas a la ciudad húngara de Kolozsvár, donde concedió toda clase de privilegios para ellos e hizo encerrar

en prisión a Ferenc Dávid, reformador unitario. En 1581 fundó una residencia para estudiantes jesuitas en esta ciudad, tomando fuerza rápidamente este movimiento de la Contrarreforma en Hungría. Por otra parte, para contrarrestar el protestantismo, los Habsburgo, conocidos por su profundo compromiso con Roma, pusieron en marcha una política recatolizadora enérgica a finales del siglo XVI, cuya figura principal fue el jesuita Pedro Pázmány, arzobispo de Esztergom (1616 – 1637), quien había estudiado en Kolozsvár en el instituto fundado por el príncipe Esteban Báthory. Las obras literarias de Pedro Pázmány, así como sus discursos y prédicas caracterizadas por elaboradas argumentaciones teológicas fungieron de herramienta para solidificar las bases católicas en el reino húngaro. Pázmány consiguió que muchas familias aristocráticas húngaras abandonasen el protestantismo, así como lo hicieron el conde Nicolás Forgách, Segismundo Forgách, Cristóbal Thurzó y Nicolás Eszterházy. Luego de su activa publicación entre 1603 y 1613, más familias húngaras volvieron el catolicismo, entre ellas los Pálffy, Draskovich, Erdődy, Haller, así como Jorge Zrínyi, Catalina de Brandeburgo, viuda de Gabriel Bethlen el príncipe de Transilvania protestante. En 1629 Pázmány fundó una universidad en la ciudad húngara de Nagyszombat, la cual contaba con una facultad de teología y una de humanidades. Los jesuitas en México: Los jesuitas llegaron a México por San Juan de Ulúa, Veracruz, el 9 de septiembre de 1572 y a la ciudad de Méxicoel 28 del mismo mes, donde Alonso de Villaseca les otorgó unos solares dos cuadras atrás de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Allí fundaron el Colegio Real y más Antiguo de San Ildefonso, edificio considerado una de las obras cumbres del barroco mexicano.11 El título de "Real" se dio porque el rey ofrecía 12 becas a igual número de estudiantes, quienes eran conocidos como colegiales reales.11 El trabajo jesuita se extendió hasta el 25 de junio de 1767, cuando fueron expulsados y sus propiedades tomadas militarmente, hasta que el 19 de mayo de 1816 Fernando VII restituyó a la Compañía.11