No A La Venta

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NO A LA VENTA El documental trata sobre el debate en torno a la Responsabilidad Social Corporativa, que se plantea como el punto de partida desde el cual considerar un equilibrio entre el desarrollo económico, la sostenibilidad medioambiental y el desarrollo social necesarios para generar una nueva sociedad. Habla sobre todo de los impactos negativos de la actividad empresarial en el ámbito de los derechos humanos, el medio ambiente y la corrupción. Con tristeza vemos que los países (o peor aún, empresas) que deciden el destino del planeta son los que hacen más para aniquilarlo. Hay empresas cuyas ganancias son mayores que el PIB de países enteros, es sorprendente que de las 100 economías más grandes del mundo, 51 sean empresas. Ya no vivimos en un mundo de naciones e ideologías, ahora el mundo es un conjunto de corporaciones cada vez más grandes, frente a las cuales vemos al gobierno perder poder. Es capitalismo globalizado, por el que dependemos cada vez más de un menor número de grandes empresas globales, acentuado por la privatización de servicios públicos. Ha llegado al punto que en la mayoría de los sectores solo se pueden ver dos o tres empresas principales en el mundo. Como consecuencia obvia, el interés por el bienestar de la gente queda subordinado al interés del crecimiento del capital. Una de las problemáticas mencionadas es la deslocalización de las empresas, lo que significa que el capital puede moverse libremente hacia donde más le convenga, donde haya menos regulaciones e impuestos, y lo usan como una especie de chantaje, porque el país del que se va perderá más que si se adapta a las necesidades de ese capital. Las empresas trasnacionales no están interesadas en contribuir a la economía local de los lugares donde operan, solo quieren incrementar el valor de sus acciones y ganancias; pero si todos consumiéramos al mismo ritmo que los estadounidenses -los mayores consumidores del mundo-, se necesitarían de 3 a 5 planetas para cubrir la demanda. El sistema no está pensado para ocuparse de las necesidades colectivas como la justicia, la seguridad social, la salud pública, el sistema financiero y sistema legal. No es secreto que los países en desarrollo compiten entre ellos para atraer la inversión extranjera, de manera que las corporaciones pueden llevar a cabo con impunidad violaciones de estándares internacionales, porque cada país bajará sus estándares sociales y medioambientales para atraer esa inversión extranjera. La producción que se lleva a cabo ahí no beneficia al país donde se produce, beneficia al capital que invierte y se lleva los beneficios. Los trabajadores de esas zonas no disfrutan de los derechos laborales que les corresponden y no se les permite organizarse en sindicatos. Otro gran problema son los derechos laborales, desde hace unos años, las empresas externalizan las contrataciones. Las lujosas oficinas centrales en ciudades desarrolladas se convierten en meros gabinetes de diseño y todas las actividades de producción son descentralizadas sin importarles las condiciones de trabajo de los empleados que elaboran sus productos, con la excusa de que son empleados de la empresa subcontratadora, no suyos.

Aprovechan que en muchos países la manufactura es la única actividad económica a la que se puede recurrir para obtener una paga, por mala que sea, y aceptan pasar por alto abusos a los derechos laborales, y en algunos casos, hasta los derechos humanos. La principal preocupación no debe ser en dónde se realiza el trabajo, sino en qué condiciones. En la mayoría de los casos, es tal la pobreza en que viven los trabajadores, que nunca podrán cubrir el precio final del producto que fabricaron. Un ejemplo es la polémica que levantó Foxconn, que llegó a los medios en 2010, cuando muchos de los trabajadores comenzaron a suicidarse. Jornadas diarias de doce horas, acusaciones a los empleados, gran obsesión por el control, depresiones generalizadas sufridas por los más de 400.000 empleados fueron algunas de las preocupantes circunstancias que salieron a la luz. Pese a estas situaciones alarmantes, lo que llamó la atención fue la alta cantidad de suicidios. La problemática llegó a todo el mundo, pero nada parece haber cambiado desde entonces. No ha habido ninguna mejora desde que los medios se hicieron eco del problema. Incluso, en 2012 150 trabajadores se reunieron en el tejado más alto del recinto y amenazaron con un suicidio masivo. Para que esto no ocurriera, la dirección prometió mejorar sus condiciones laborales. Pero en 2016, un grupo más reducido volvió a llevar a cabo esta amenaza, demostrando que la situación continúa igual que entonces. Aproximadamente, por las manos de un trabajador promedio pasan 1,700 iPhones al día. Es decir, tres iPhones por minuto durante más de 12 horas diarias. La mano de obra del iPhone significa un 1.1% del precio de venta y los márgenes de beneficio de Apple rondan el 60%. Otros ejemplos de pésimas condiciones de trabajo, esclavitud y explotación infantil, los encontramos en Uzbekistán con el algodón y en África con el chocolate, por mencionar algunas. Algunas empresas también se han visto envueltas en escándalos al descubrirse su participación en conflictos en los países donde tienen interés económico, financiando guerras civiles como lo sucedido en África con los diamantes. Vivimos en una sociedad de consumo, donde el poder otorga impunidad a quienes la imponen en nombre del desarrollo y la libertad, enfermando al planeta y después le vendiendo remedios. Estas grandes corporaciones no entienden que es la humanidad entera la que paga las consecuencias de la ruina de la tierra, la intoxicación del aire, el envenenamiento del agua, el enloquecimiento del clima y la dilapidación de los recursos naturales. Así el 25% de la humanidad es quien comete el 75% de los crímenes contra la naturaleza. Las empresas ya no venden productos, sino estilos de vida, teniendo acceso a los segmentos más ricos del mercado y a la gente joven que están dispuestos a gastar mucho dinero por ropa o accesorios de moda y de marca (¿Y quién hace las modas?). Este tipo de publicidad es un arma de doble filo para las empresas, ya que las hace vulnerables al escrutinio público y abre la posibilidad de ser acusadas por las malas condiciones en las que son fabricados sus productos, lo que rompe con la imagen que han construido y con el estilo de vida que están vendiendo. La hipocresía ha dado fruto en los negocios, al tener dobles estándares, en Europa occidental y Estados Unidos, en resumen, donde hay regulación ambiental, las empresas usan las tecnologías más limpias y se aseguran de

contaminar muy poco, mientras que las actividades más contaminantes las llevan a cabo en países en desarrollo. Los principales factores que caracterizan nuestra época son la publicidad, el consumo excesivo, la falsa imagen personal, las relaciones superficiales y la búsqueda del placer/entretenimiento. El dinero es lo más importante y debe conseguirse a toda costa. Se compran cosas de forma impulsiva sin necesitarlas, dejándose llevar por la publicidad y endeudándose por tratar de aparentar. Vemos más anuncios en un año que los que la gente hace 50 años veía en toda su vida. El interés comercial de las empresas en los medios de comunicación no se limita a publicitar sus productos, también buscan controlar lo que se comunica, crear desinformación. Así la gente no se entera del origen que tienen los productos que consumen ni de las problemáticas. Si es tan importante para las empresas convencer para que se venda su producto, cómo es que no somos conscientes del poder de las decisiones de compra, siendo que marcan el rumbo de las acciones de las grandes empresas. Esto implicaría que nos informáramos de las actividades que financian las empresas a las que les compramos productos o servicios, de sus estándares de producción, de las condiciones laborales de sus trabajadores en el país propio y en otros. Y que nos involucráramos en dar a conocer las problemáticas y exigir el mejoramiento. Pero no se hace por comodidad o ignorancia, y así se permite que las empresas sigan empoderándose y dictando los valores y actitudes. Se supone que para contrarrestar estas penosas situaciones, las empresas implementan la Responsabilidad Social Corporativa, actualmente entendida como acciones sociales privadas voluntarias o filantropía, pero no quieren que dichas acciones se sometan a regulación. Por lo que no es de sorprender que la mayoría de las veces esas acciones sean cortinas de humo. Entonces ¿Qué es Responsabilidad Social Corporativa? No se trata solo de dar la impresión de integridad y cumplimiento. Es definir en qué van a contribuir las empresas a la sociedad. Deben tomar conciencia y responsabilizarse del impacto que tienen en los aspectos medioambientales, laborales, económicos, comunitarios; y comprometerse a encontrar soluciones favorables en estos rubros. Es decir, crear valor tanto para los clientes, como para los proveedores, empleados, comunidades locales y accionistas. Es definir altos estándares de conducta legal, ética y de responsabilidad social y medioambiental y que las empresas comprometan a aplicarlos. Es muy importante que los trabajadores y ejecutivos de las empresas conozcan e internalicen valores éticos de respeto a los derechos humanos y al medioambiente. De manera que eviten hacer daño mientras generan productos y servicios y, parte muy importante, obligar a las empresas a informar sobre su actividad en términos de impacto medio ambiental y social.