Nietzsche Entre Lo Apolineo y Lo Dionisiaco

Bogotá, 7 de septiembre de 2016 Víctor Valdivieso Curso de autor: Friedrich Nietzsche. Nietzsche: la filosofía entre lo

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Bogotá, 7 de septiembre de 2016 Víctor Valdivieso Curso de autor: Friedrich Nietzsche.

Nietzsche: la filosofía entre lo apolíneo y lo dionisiaco Introducción. Una de las tareas más difíciles de la filosofía contemporánea tiene que ver con intentar sistematizar de manera unívoca el pensamiento de Nietzsche. Quizá por el mismo pensamiento perspectivista de Nietzsche se hace imposible implementar una lectura plana, lineal y ortodoxa de su filosofía. A lo mejor, el camino hacia quien sustituyó a la verdad por las múltiples interpretaciones, sea –justamente- la interpretación. En ese sentido, en términos generales, este trabajo intentará plasmar una interpretación de la primera parte de El nacimiento de la tragedia, en especial, de la visión apolínea y dionisiaca del mundo. Pero antes, en primer lugar, en este texto se hará un pequeño y breve esbozo de la relación entre el pensamiento de Nietzsche y su obra. En segundo lugar, se hará una breve síntesis de lo que se podría señalar de El nacimiento de la tragedia. Y, por último, se presentarán algunas cuestiones relativas a la perspectiva apolínea y dionisiaca, en especial, me gustaría examinar qué implicaciones tiene estas consideraciones “teóricas” sobre nuestra vida. Nietzsche: relación entre el pensar y el ser o la vida y la obra. En la Metafísica del artista, capítulo inicial del texto de Eugen Fink llamado La filosofía de Nietzsche, se lee la relación -un tanto biográfica- de Nietzsche con su obra, con su pensamiento. De Friedrich Nietzsche se habla mucho. En ocasiones, sobre todo desde los lugares comunes y alejados de la filosofía, se tiende a menospreciar al pensador alemán. No se le baja de loco, anticristiano y hereje. En casos extremos, se le toma como el asesino de Dios. Y no es para menos, en realidad Nietzsche como lo muestra Fink, fue un enconado crítico de la historia del pensamiento occidental. Para Nietzsche, el relato filosófico, científico y moral ha construido en nuestras vidas una tendencia equivocada sobre la existencia. Para él: “resulta preciso renunciar a todo lo que hasta ahora se ha considerado como «santo» y «bueno» y «verdadero». (Fink, E. 2000:9) De esa manera, se puede inscribir a Nietzsche como uno de los pensadores que batalló contra la metafísica occidental. Despreció el racionalismo propio de la filosofía moderna y la construcción religiosa que, según él, convertía en esclavos a los hombres, evocando los valores morales más ruines e indignos en la sociedad. En suma, como cuenta Fink, Nietzsche fue un crítico radical de toda la cultura. Friedrich Nietzsche fue en pensador alemán que nació en 1844 y murió en 1900. Toda su vida, se puede decir, fue una constatación de su pensamiento. Vivía como pensaba, pensaba como vivía. Nietzsche es el ejemplo absoluto de cómo vivir coherentemente 1

con el pensamiento. A pesar de haber sido transfigurado su pensamiento para colocarlo como un apologista del totalitarismo, su vida despreció cualquier forma de dominación. Por eso, como señala Fink: Hay que rechazar con toda decisión los intentos de introducir a Nietzsche en la política del momento, de presentarle como el glorificador clásico de la violencia, del imperialismo alemán, como el abanderado germánico contra todos los valores de la cultura mediterránea y otras cosas semejantes. Nietzsche no puede escapar, desde luego, al destino de todos los grandes filósofos de ser vulgarizados y trivializados. (Fink, E. 2000: 11)

Un rasgo determinante en Nietzsche, que vale la pena resaltar, tiene que ver con su estilo de escritura. Sus escritos aforísticos, sus sentencias duras, plasmados con fuerza, como si fueran escritos a martillazos, hacen de él un escritor sin igual. Su escritura excelsa conllevó a que antes que estudiarse a Nietzsche como filósofo, se le estudiara como literato. En efecto, a diferencia de los escritos indescifrables de los “filósofos” tradicionales, Nietzsche escribió para todos y para nadie. Es decir, cualquiera puede acceder a él, a sus escritos, a pesar de que su tendencia aristocrática implique que pocos lo entiendan. El nacimiento de la tragedia. En sus escritos existen diversos matices. Unos textos parecen deshilvanados, otros son escritos más cercanos al tratado filosófico. Entre estos últimos se haya el Nacimiento de la tragedia. Este texto, elaborado en 1871 fue la primera obra del pensador alemán. El nacimiento de la tragedia fue una obra concebida cuando Nietzsche tenía apenas 27 años de edad. A pesar de ser un texto defenestrado, sobre todo por la academia de filología, es un texto que guarda una composición filosófica tremenda. Vigente en nuestros días. El nacimiento de la tragedia, como cuenta Fink, es en primer lugar un homenaje a Richard Wagner. En especial, un homenaje sobre la relación del drama musical de Wagner con la tragedia literaria de la antigua Grecia. En ese texto, Nietzsche quiso implementar una nueva visión distinta de la sociedad griega. En términos generales, los griegos son vistos como el ejemplo de sociedad por excelencia. Se perciben como los padres del pensamiento, de la política, de la ética, etc. Sin embargo, los aspectos terrenales, más cotidianos de la vida griega se ocultan tras esos grandes ideales de sociedad. Los aspectos más “mundanos” de la civilización griega son ejemplificados por la tragedia. La tragedia es el arte que relaciona, que funde al estilo dialéctico, lo apolíneo y lo dionisiaco. Para Nietzsche, la tragedia es una categoría estética. En realidad, la tragedia griega desnuda la verdadera naturaleza de la vida, por eso el arte, como lo cuenta Fink, adquiere un principio ontológico fundamental. Es decir, el ser se descubre por medio del arte. O como lo señala en la misma obra, en El nacimiento de la tragedia, es el mismo arte el encargado de romper el Velo de Maya. Por eso dice Fink que: “El fenómeno del arte queda situado en el centro; en él y desde él se descifra el mundo (Fink, E. 2000: 20)”.

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En ese texto, en general, se lee la idea de que la realidad es el resultado de la confrontación y relación de elementos antagónicos. Quizá por su relación con Heráclito, padre de lo que se nombra como dialéctica, Nietzsche aborda la contradicción como lo constitutivo del ser. Aunque claro, lo constitutivo del ser no tiene que ver tanto con un concepto, sino más bien en el hecho de cómo se manifiesta las contradicciones en la vida. En la tragedia griega se explicita la vida y la muerte, el nacimiento y la decadencia, la alegría y la tristeza, el placer y el dolor, etc. Todos los contrarios, que están presente en nuestra vida, que constituyen nuestra vida, están presentes en la tragedia griega. Por eso, según Fink: Vida y muerte se encuentran profundamente hermanada en un movimiento rotatorio misterioso; cuando la una sube, tiene la otra que bajar; unas figuras se forman al romperse otras; cuando una cosa sale a luz, otra tiene que hundirse en la noche. Pero la luz y la noche, la figura y la sombra del Hades, el nacimiento y la decadencia son tan sólo aspectos de una y la misma ola de la vida; el camino hacia arriba y el camino hacia abajo son uno y el mismo, dice Heráclito (Fink, E. 2000: 21)

Esta confrontación, este ir y venir, este dualismo, es considerado por Nietzsche como el tránsito entre lo apolíneo y lo dionisiaco. Este antagonismo, al estilo dialéctico, es visto también como una unidad coherente. Lo apolíneo y lo dionisiaco. Para Nietzsche, el mundo antiguo griego se expresa en dos divinidades, a saber: Apolo y Dionisio. Estos dioses manifiestan una confrontación o una antítesis en el arte. Por un lado, está el arte escultor, es decir, el arte apolíneo y, por el otro, está el arte no escultor de la música, o sea el dionisiaco. Esta manifestación antagónica en el arte, se consolida, a modo de síntesis, en la tragedia griega. Para Nietzsche, estas dos visiones en el arte se relacionan a su vez con el sueño y con la embriaguez. El sueño, apolíneo por excelencia, es el lugar del confort. Dice Nietzsche: “en el sueño era donde el gran escultor veía fascinante la estructura corporal de los seres sobrehumanos” (Nietzsche, F. 42) Es decir, en el mundo onírico, se manifiesta la producción de los dioses, y allí todo hombre es un artista cercano al arte bello, a la armonía, a las figuras perfectas, a la serenidad y la tranquilidad. En el sueño, se puede decir, se manifiestan las apariencias bellas, a pesar de ser elementos ficcionales, se les lleva a la vigilia lo soñado. En el sueño, se realizan nuestros mayores deseos, por eso es nuestra zona de confort. De ahí que los artistas apolíneos soñaron antes lo que plasmaron, normativamente, después. En ese sentido, para Nietzsche, Apolo es el Dios de la normalidad: “Apolo, en cuanto Dios de todas las fuerzas figurativas, es a la vez el Dios vaticinador. Él, que es, según su raíz, el resplandeciente, la divinidad de la luz, domina también la bella apariencia del mundo interno de la fantasía. (Nietzsche, F: 44)

Por ser Apolo el Dios de la luz, es también el de la representación y la apariencia. Es el Dios del sol, de la claridad, es el Dios del hombre cogido por el velo de maya. El velo de 3

maya es para la tradición del hinduismo el propio velo de la ilusión puesto en el rostro de los hombres. A través del velo de maya se ve los fenómenos y el mundo de manera errada. Maya es un engaño. Y justamente, el arte, en especial el ditirambo dionisiaco, es para Nietzsche quien puede rasgar ese velo de Maya. En Apolo descansa, también, el principium de individuationis. Este principio designa lo que permite la individualidad y la individuación. Nos hace uno y nos extraña con todo lo demás. Dicho en otras palabras, este principio nos presenta a cada uno como diferentes y como radicalmente separados. No hay un nosotros. Frente a este principio la visión dionisiaca del mundo rompe la individuación. La embriaguez y el éxtasis dionisiaco rompen la individuación porque nos vuelve a poner o a ser uno con todos. En las festividades hay una fundición orgiástica. No hay borracho que no ame a los demás y beba sin prejuicios con otros. Por eso, para Nietzsche en la embriaguez no hay normatividad, hay mera emergencia y discontinuidad. La embriaguez es mero disfrute, es la ruptura de la solemnidad, de la apariencia. Es más: Bajo la magia de lo dionisiaco no solo se renueva la alianza entre los seres humanos: también la naturaleza enajenada, hostil o subyugada celebra su fiesta de reconciliador con su hijo perdido, el hombre. (Nietzsche, F: 46)

Ahora bien, Nietzsche pregunta en qué medida estas dos visiones se plasman en el arte griego. Desde el punto de vista del sueño aparece Homero, como el poeta que sueña, o el poeta ingenuo, normalizador. El defensor o propagandista de la visión antropocéntrica de los dioses. Frente a él se levanta la música dionisiaca, la embriaguez, el arte de los sátiros, de las festividades, de los excesos. Y también la figura de Arquíloco, como el poeta subjetivo, conocido como el mal artista. Este artista dionisiaco se identifica con el Uno primordial, rompiendo de nuevo, con el principum de individuationis. Estas dos formas del arte se condensan en la tragedia, pues como ya se dijo, en ella se plasman todas las vivencias del ser humano. En suma, tanto la visión apolínea como la dionisiaca circundaron el mundo griego. Y fue en la tragedia, como se dijo arriba, como se acompasó el dualismo entre la normalidad y el exceso. Lo que quiso señalar Nietzsche con esta reflexión es que nuestra vida es un vaivén entre luz y la oscuridad. Que por ocasiones, la normalidad, la mera representación del mundo oculta la verdadera forma de vivir, que tiene que ver más con la voluntad, con nuestros instintos naturales. Esa normalidad o confort, en sentido apolíneo, nos hace vivir una vida de la apariencia, como si lleváramos consigo el velo de Maya poniéndonos en una comprensión ficcional e irreal de la vida misma. Frente a esos estados de apariencia y de serenidad, emergen momentos de ruptura, de descentralidad y discontinuidad muy próximos al delirio dionisiaco. Así es nuestra vida, consciente y serena, e instintiva y turbia. Apolínea y dionisiaca, como lo señaló Nietzsche. No es sólo apolínea, por más frigidez y trabajo hay momentos de embriaguez y exceso, y no sólo nuestra vida es dionisiaca, por más delirio báquico, hay momentos de calma y serenidad. Hay placer y dolor en nosotros. Hay enajenación y momentos de emancipación. Hay individualidad y hay comunidad. De eso se trata la vida, de fundir y convivir en la dualidad, tal como lo señaló Nietzsche.

Referencias bibliográficas. 4

1- Fink, Eugen. La filosofía de Nietzsche. Alianza editorial. Madrid. 2000. 2- Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. Alianza editorial. Madrid. 2004.

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