Montinari - Lo que dijo Nietzsche

Mazzino Montinari LO QUE DIJO NIETZSCHE �salamandra Título original: Che cosa ha detto Nietzsche Traducción: Enrique

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Mazzino Montinari

LO QUE DIJO NIETZSCHE

�salamandra

Título original: Che cosa ha detto Nietzsche Traducción: Enrique Lynch

Copyright© Adelphi Edizioni s.p.a., Milano, 1999 Copyrighr ©Ediciones Salamandra, 2003 Publicaciones y Ediciones Salamandra, S.A. Mallorca, 237 - 08008 Barcelona - Tel. 93 215 1 1 99 Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del "Copyright", bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como Ja distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. ISBN: 84-7888-569-2 Depósito legal: B-1.480-2003 l edición, febrero de 2003 ª

Printed in Spain Impresión: Romanya-Valls, PI. Verdaguer, 1 Capellades, Barcelona

Índice

Advertencia. .............. ..... ...... .....

9

Siglas usadas en el texto . . . . . ..... . . .........

11

Introducción .... ... . .. ..... . . .... .. . . . . . . .

13

:. La juventud de Nietzsche (1844-1869) .......

17

.:. Los años de Basilea (1869-1879) ... ..... . ...

69

3. La filosofía de Zaratustra (1880-1884)...... . .

97

..::.. El último Nietzsche (1885-1889) ............ 119 5. �ietzsche y las «consecuencias» ...... .. .. . .. 159 Referencias bibliográficas ... ... . ....... ...... 171 :ora de Giuliano Campioni . ..... ...... . .... . 179



Ooras de Nietzsche publicadas en castellano. .. . . . 213 Bibliografía no exhaustiva publicada en castellano .. 219

Advertencia

El presente volumen apareció por primera vez en

1975,

publicado por la editorial romana Ubaldini en la colec­ ción «Che cosa hanno "veramente" detto» («QiJ.é dijeron realmente»). Del texto original se ha eliminado el breve Prólogo, fechado en marzo de

1974, puesto que hacía re­

ferencia al título de la colección y a «investigaciones no concluidas todavía». Además, se ha considerado oportu­ no no mantener la Cronología (pp.

7-10 de la edición de

Ubaldini), ya que ahora se encuentra disponible ( Chronik

zu Nietzsches Leben)

de forma más completa y detallada,

con abundancia de materiales en algunos casos inéditos, en el volumen XV (pp.

7-212) de Friedrich Nietzsche,

Siimtliche Werke, Kritische Studienausgabe, ed. de Giorgio Colli y Mazzino Montinari, DTV, Múnich, De Gruyter, Berlín,

1980, 19882, 19993•

Para utilidad del lector, al texto de Montinari se han añadido entre paréntesis las referencias bibliográficas, que en general habían sido omitidas. Cuando ha sido posible, para señalar las citas de Nietzsche se ha indicado el número de aforismo, capítulo, fragmento o apunte de acuerdo con la edición F. Nietzsche,

Kritische Gesamtausgabe, Werke, iniciada por Giorgio Colli 9

y Mazzino Montinari y terminada por Wolfgang Müller­ Lauter y Karl Pestalozzi, De Gruyter, Berlín,

1967. En

cuanto a las cartas de Nietzsche y sus corresponsales, nor­ malmente sólo se indica la fecha. Las erratas y los escasísimos descuidos e inexactitu­ des en la datación de los fragmentos póstumos y de las cartas, originados en parte porque el trabajo editorial no había concluido cuando se publicó la edición de

1975, se

han corregido directamente y no se ofrece indicación al­ guna de ello. En cuanto a las referencias bibliográficas, compues­ tas por el nombre del autor y el año de publicación, segui­ do del número de la página, al final de la obra se ofrece un listado alfabético de tales fuentes. Agradecemos a Sigrid OloffMontinari su generosi­ dad al poner a disposición del responsable de esta edición el legado de Mazzino Montinari. El texto de Montinari ha sido traducido al noruego (ed. de E. Lampl, Liv-Diktning-Filosofi, Oslo, 1982), al alemán (ed. de R. Müller-Buck, intr. de K. Pestalozzi, De Gruyter, Berlín, 1991), al griego (ed. de D. Raftopu­ los, intr. de G. Campioni, Atenas, 1998) y al francés (ed. de P. D'Iorio y N. Ferrand, PUF, París,

10

2001).

Siglas usadas en el texto

KGW F. Nietzsche, Werke, Kritische Gesamtausgabe, ed. de G. Colli y M. Montinari, De Gruyter, Berlín­ Nueva York, 1967 y ss. KGB

F. Nietzsche, Briefwechsel, Kritische Gesamtaus­ gabe, ed. de G. Colli y M. Montinari, De Gruy­ ter, Berlín-Nueva York, 1975 y ss.

BAW F. Nietzsche, Werke und Briefe, Historisch-kritische Gesamtausgabe, ed. de H. J. Mette y K. Schlechta, Beck, Múnich, 1933 y ss. Werke (1854-1869). BAB

F. Nietzsche, Werke und Briefe, Historisch-kritische Gesamtausgabe, ed. de H. J. Mette y K. Schlechta, Beck, Múnich, 1933 y ss. Briefe (1850-1877) .

iF

Nachgelassene Fragmente (Fragmentos póstumos).



Esta denominación del Nachlass en la colección KGW hace referencia a los años 1869-1889. Los fragmentos póstumos se consignan con el núme­ ro y, a continuación de la coma, el año de compo­ sición. 11

NA

Na chgelassene Aufteichnungen (Apuntes póstu­ mos). Esta denominación del Nachlass en KGW hace referencia a los años 1852-1869, es decir, la primera sección de la colección (ed. de Johann Figl, colaboradores Hans Gerald Hold e lngo W. Rath). En dicha sección se publicaron: en 1995 el volumen I, Nachgelassene Aufzeichnungen Anfang 1852-Sommer 1858; en 2000 el volumen II,

NachgelasseneAufteichnungen Herbst 1858-Herbst 1862; en 1999 el volumen IV, Nachgelassene Auf­ zeichnungen Herbst 1864-Frühjahr 1868. Los apuntes póstumos se consignan con el número y, a continuación de la coma, el año de composi­ ción. BN

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Libros de la biblioteca de Nietzsche, según el nuevo catálogo: Nietzsches personliche Bibliothek (BN), ed. de Giuliano Campioni, Paolo D'Iorio, Maria Cristina Fornari, Francesco Fronterotta, Andrea Orsucci, en colaboración con Renate Mü­ ller-Buch, De Gruyter, Berlín, 2002.

Introducción

Qy.izá no exista otro pensador con una biografía cuyos episodios, hasta los más estrictamente personales, hayan 5ido examinados con tanta curiosidad y desde tan diver505 puntos de vista (en clave moral, en busca del «escán­ dalo» o del acontecimiento «revelador»). Sin embargo, el .:esultado obtenido al cabo de casi noventa años desde la aparición del primer estudio biográfico de Nietzsche O. Hansson, 1890) es desalentador: su vida es más des­ :onocida que nunca; en todas sus etapas plantea numero­ rn- interrogantes sin respuesta segura que quedan - �ente ocultos bajo la imponente masa de detalles �.:e el tiempo ha ido acumulando. Nietzsche y Richard y Cosima Wagner, Nietzsche y Paul Rée y Lou Salomé, enfermedad de Nietzsche, Nietzsche y su familia, º!etzsche y sus amigos: éstas son las cuestiones clásicas de b5 que se han ocupado sus biógrafos totales y parciales. nn poco éxito, como hemos dicho; casi siempre se trata e.e acumulaciones de datos reunidos en fatigosos trabajos o -:-..ld l os con ingenio y, por consiguiente, sobrevalorados. Junto a las obras que el propio Nietzsche publicó du­ r-an=:e lo que se ha dado en llamar su «vida consciente» (o que dejó «listas para la imprenta»), hay un conjunto im_

13

presionante de cuadernos, libretas de apuntes y carpetas de hojas sueltas manuscritas cuya publicación, parcial y sin criterios científicos, por parte del antiguo Archivo Nietzsche de Weimar

( 1894- 1945) provocó confusión

sobre el asunto que precisamente impulsaba a los estu­ diosos a ocuparse también de la biografía de Nietzsche: su pensamiento. En cuanto a los documentos básicos de una biografía, es decir, las cartas, se publicaron de un modo todavía más incorrecto e incompleto, creando una grave laguna que las «fugas» de los textos epistolares que Fritz Kogel trans­

(D. M. 1991, pp. 5 79- 713). En efecto, Kogel, que

cribió clandestinamente no pudieron reparar Hofm f ann,

fue el primer editor de las obras de Nietzsche, copió en secreto numerosas cartas durante los años de su breve pero intensa actividad a las órdenes de la fundadora del Archivo Nietzsche y del «culto» a Nietzsche: Elisabeth F6rster-Nietzsche

( 1846- 1935), la hermana del filósofo.

No podemos saber si la edición «histórico-crítica» de las obras y de las cartas de Nietzsche que quedó interrum­ pida por la guerra

(1933- 1942: se publicaron cinco volú­

menes de las obras y cuatro de las cartas) habría llegado a constituir la «empresa liberadora» que prometía uno de sus editores, el filólogo clásico Hans Joachim Mette

( 1932, p. 82); por otra parte, dicha promesa, aparecida en un opúsculo que anunciaba la nueva edición crítica, ¡fue eliminada del texto definitivo de la introducción a las obras en el primer volumen! Como éste, hay textos del le­ gado literario de Nietzsche que difícilmente habrían gus­ tado a la canalla nazi, que en definitiva también regía el destino del Archivo Nietzsche.

En cualquier caso, la situación de los estudios sobre Nietzsche cambió por completo cuando el Archivo Goethe-Schiller de Weimar, en la antigua República 14

Democrática Alemana, abrió todos los fondos del anti­ guo Archivo Nietzsche en los años sesenta, impulsando con ello el inicio de una nueva etapa de investigaciones que ha aportado novedades importantes en el ámbito de los textos y en el de la biografía. Por lo tanto, las dificulta­ des «objetivas» para establecer una biografía de Nietzsche ,.an desapareciendo. Sin embargo, es preciso añadir que, incluso para determinar una historia de su vida, hay que so­ meter el esclarecimiento de los detalles biográficos, el ha­ llazgo de textos desconocidos y la corrección de ciertas falsificaciones a una premisa metodológica (que, por lo demás, no sólo vale para la biografía de Nietzsche). Cual­ quier intento de establecer una especie de relación causal entre los acontecimientos de su vida y su pensamiento está destinado al fracaso: a medida que surgen nuevos datos biográficos parece que la imagen de Nietzsche se rnelve más inaprehensible. Pero esta inaprehensibilidad podrá explicarse en cuanto se responda a la pregunta: ¿qué es en realidad la vida de Nietzsche? Y la respuesta es que la vida de Nietzsche son sus pensamientos, sus libros. �ietzsche es un raro ejemplo de concentración mental, de ejercicio cruel y continuo del intelecto, de interioriza­ ción y sublimación de las experiencias personales, desde

las más llamativas hasta las más insignificantes, de reduc­ ción de lo que suele llamarse «vida» a «espíritu»; palabra, esta última, entendida en el sentido que tiene en alemán

Geist,

es decir, mente-razón-intelecto, y también como

interioridad o espiritualidad (que no misticismo o alma). ¿Qyé es, pues, el espíritu, qué es

Seele, Geistpara Nietzs­

clie? «Espíritu es la vida que se desgarra a sí misma en -;vo, aumentando su saber con su propio tormento[ ... ]. ·Del espíritu sólo conocéis las chispas, pero no veis que el espíritu es un yunque y menos aún que la crueldad es un ::nazo!»

(Así habló Zaratustra,

II, «Los sabios famosos».)

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Sólo si no se pierde de vista esta característica esencial de Nietzsche, la búsqueda de detalles biográficos puede evi­ tar el peligro de la micrología (que sobrevalora los re­ sultados obtenidos con gran esfuerzo) y devenir significa­ tiva; más aún, debe ser radical y «despiadada». Entonces se verá también que, para Nietzsche, cada pensamiento es un acontecimiento, y cada libro publicado, una «supera­ ción». Nietzsche escribía para sí mismo, para él escribir significaba vivir. Esto se confirma en sus libretas de apuntes personales, que, con pocas excepciones (unas decenas entre miles de páginas), están dedicadas a la anotación continua y «expresiva» (incluso, a veces, formuladas ya con­ forme se publicarían luego) de meditaciones filosóficas, intuiciones psicológicas y observaciones morales, cuyo punto de partida exterior es difícil reconstruir. Y, por otro lado, el objeto de estas reflexiones no es el propio Nietzs­ che, al menos no en el sentido en que Stendhal podía ser objeto de la propia introspección en sus diarios. Estos apuntes son el registro, unas veces mediado, otras filtrado por el medio de expresión, la escritura, de los acontecimientos interiorizados: el yunque del que brotan las chispas de los aforismos nietzscheanos está oculto, y de la crueldad del mazo se puede tener alguna imagen a través de la «crueldad» lúcida y perfecta de la formulación. Para convertirse en el hombre que hemos descrito, Nietzsche corta uno a uno todos los vínculos que lo unen a la vida común, o al menos intenta reducirlos al mínimo, y acaba siendo el exaltador de la «vida», que es cada vez menos «vida» y más «espíritu».

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1 La juventud de Nietzsche

(1844-1869)

l. «Nací en Rocken, una aldea vecina de Lützen que se

extiende a lo largo de la carretera provincial. Olmos, al­ gunos chopos y un saucedal la rodean de modo que desde lejos sólo se distinguen, tras las verdes cimas, las chime­ neas de las casas y el antiguo campanario. En medio de la aldea hay unos estanques de considerable tamaño, sepa­ rados unos de otros por estrechas franjas de tierra, y todo ello rodeado por el fresco verdor y los nudosos sauces. La iglesia y la casa del pastor están situadas un poco más arriba; la iglesia está rodeada de árboles. Justo al lado se encuentra el camposanto, lleno de lápidas y de cruces clavadas en la tierra. La casa del pastor disfruta de la sombra de tres majestuosos olmos de largas ramas [...]» (NA, 10[10], 1861). Así describe un Nietzsche de dieci­ séis años, en uno de sus numerosos esbozos autobiográ­ ficos, la aldea de Rocken, en la Sajonia prusiana (desde 1815), donde nació el 15 de octubre de 1844. La «Casa del pastor», el camposanto, los estanques, pero sobre todo el pastor de la pequeña comunidad luterana de Rocken, es decir, su padre, Karl Ludwig Nietzsche, dominaban sus recuerdos de la infancia. «Como planta, nací cerca del cementerio, como hom17

bre, nací en la casa del pastor» (Autobiograp hisches aus den]ahren 1856-1869, Schlechta, 1956, III, p. 108); así se expresaba Nietzsche cuando tenía diecinueve años. «[ ... ] un ser delicado y enfermiw, destinado únicamente a una fugaz aparición en este mundo»; éste es el retrato que daba Nietzsche de su padre en Ecce homo («Por qué soy tan sabio», 1), la última y más célebre de sus autobio­ grafías (1888). El padre de Nietzsche murió a los treinta y seis años, cuando el filósofo aún no había cumplido los cinco. De él heredó la pasión por la música, el sentido reli­ gioso del deber, la vivacidad y la diligencia en el trabajo, y la fuerza de voluntad, pero también un sistema nervio­ so muy excitable, propenso a estados de depresión y exaltación. Es probable que las fuertes migrañas que Nietzsche sufrió desde la adolescencia fuesen una he­ rencia paterna. La causa de la muerte de Karl Ludwig Nietzsche fue, como cuenta su hijo y aseguran todas las fuentes contem­ poráneas sin excepción, una enfermedad cerebral: el mé­ dico diagnosticó, de acuerdo con la vaga terminología de la época, una inflamación del cerebro con el consiguiente «reblandecimiento cerebral». Es probable que se tratara de un tumor. «En septiembre de 1848 -escribió Nietzsche a pun­ to de cumplir catorce años-, mi querido padre enfermó súbitamente de los nervios» (NA, 4(77], 1858; KGW, I/1 285). Años después, Elisabeth Fürster-Nietzsche, al publicar por primera vez esta frase de su hermano, la falsearía así: «En septiembre de 1848, mi querido pa­ dre enfermó gravemente a consecuencia de una caí­ da» (E. Fürster-Nietzsche, 1895, p. 19). Elisabeth adap­ taba de este modo la afirmación de su hermano sobre el origen de la enfermedad del padre en las páginas iniciales ,

18

del primer volumen de la biografía de Nietzsche, que pu­ blicó en 1895: «Una noche, a finales de agosto de 1848, él �Karl Ludwig Nietzsche] acompañó a unos amigos a casa. Al volver, se le cruzó nuestro cachorro en el umbral, tropezó con él y cayó hacia atrás rodando por los siete es­ calones de piedra hasta dar contra el empedrado del patio. Tras la conmoción cerebral resultante, comenzó a padecer trastornos y murió al cabo de once meses de enfermedad» ib., p. 5). La hermana falseó el episodio por temor a que, ¿e acuerdo con las teorías sobre las enfermedades heredi­ tarias muy difundidas durante todo el siglo XIX, se pu­ diese establecer una relación entre la «enfermedad de los

nervios» del padre y la de Nietzsche. Para cortar de raíz cualquier posible referencia a una locura hereditaria, Eli­ sabeth tenía que acreditar la versión de un origen traumá­ tico y no orgánico de la enfermedad del padre. Naturalmente, si se leen las fuentes contemporáneas a la enfermedad de Karl Ludwig Nietzsche, no se en­ cuentra rastro alguno de una caída por las escaleras. Son de especial importancia al respecto las cartas que Franzis­ ka Nietzsche, madre del filósofo, envió en este periodo (entre octubre de 1848 y septiembre de 1849) a unos ami­ gos de la familia, el archidiácono Emil Julius Schenk y su esposa Emma, en Zeitz, para mantenerlos informados sobre el desarrollo de la enfermedad de su marido (KGB, I/4, 264-266). En ellas se describen las manifestaciones de la enfermedad: dolores de cabeza, vómitos, síntomas de parálisis en las manos y en la lengua, y vértigo. Fue la pro­ pia Franziska, angustiada por el mal desconocido que afectaba a su marido, la que sugirió ingenuamente la hi­ pótesis de una enfermedad hereditaria; hablaba en con­ creto de una «fatalidad de la familia, una dolencia hereditaria del p adre [de Karl Ludwig Nietzsch e] (carta del 16 de octubre de 1848). »

19

hereditaria. De hecho, en la literatura sobre Nietzsche abundan los intentos de «psicopatología», es decir, de ex­ plicar su pensamiento a través de su enfermedad (heredi­ taria o no). Casi tiene gracia observar, de una parte, a los devotos de Nietzsche (encabezados por su hermana) empeñándo­ se en demostrar la salud «congénita» de Nietzsche, y de la otra, a los médicos o a los presuntos psiquiatras con am­ biciones filosóficas intentando conjurar una filosofía de­ sagradable y peligrosa mediante extrapolaciones de lo patológico hereditario de Nietzsche a su pensamiento. Unos y otros eran víctimas de un prejuicio positivista: pensaban que dicha filosofía, puesto que se debía a una mente enferma (o sana), sólo por eso ya era una filosofía enferma (o sana). Con ello no pretendemos afirmar que

la enfermedad como vivencia, incluso a partir de la del padre, no tuviese importancia en la vida de Nietzsche y en su filosofía: basta pensar en las reflexiones sobre la enfer­ medad que aparecen continuamente en sus obras y en sus cartas. Pero la invitación a desconfiar de lo que escribió con la cómoda excusa de que sus libros son el producto de un cerebro enfermo {P.J. Moebius,

19042, p. 194) es ri­

dícula. Según las investigaciones realizadas por Richard Blunck

(1953), el último y, hasta ahora, mejor biógrafo

de la juventud de Nietzsche, el padre había tenido ata­ ques epilépticos antes de padecer la enfermedad que le .:ausó la muerte e independientemente de ella. Por su ¡nrte, el

5 de septiembre de 1889, Nietzsche declaró a los

.=édicos del hospital psiquiátrico de Jena que había sufri­ .:.o

«estados epilépticos, sin pérdida de conocimiento,

.:!aSta los diecisiete años» {Historial clínico de Jena, en P. D. Volz,

1990, p. 404). La ausencia de testimonios

-ontemporáneos de las crisis epilépticas del joven Nietzs-

21

che (por ejemplo, por parte de sus maestros) no es su­ ficiente para desacreditar esta declaración, aunque la hiciera en estado de demencia, pues, como indican los testimonios contemporáneos a los primeros años de su enfermedad, en aquella época conservaba un recuerdo exacto de su pasado. El interés que Nietzsche manifesta­ ba en sus obras (p. ej. Aurora, aforismo 87) por los fenó­ menos de la epilepsia larvada cuando intentaba explicar ciertos fenómenos de la experiencia religiosa, podría ser un indicio indirecto de que se basaba en la experiencia per­ sonal para hablar de tales fenómenos, pero también esto es una suposición. Por otra parte, lo único que podemos confirmar es la posibilidad de un paralelismo posterior entre la vida de Nietzsche y la de su padre; de hecho, la epilepsia no es hereditaria (en el sentido de que Karl Ludwig Nietzsche la hubiese trasmitido a su hijo; en cam­ bio, es posible que fuese congénita, es decir, contraída por Nietzsche durante la gestación, en el vientre de la madre). Un psicoanalista podría lanzar la hipótesis de que Nietzs­ che habría imitado inconscientemente el destino de su padre. Lo que sí es cierto es que la enfermedad y la muer­ te prematura de éste siempre estuvieron presentes en la memoria de Nietzsche, desde la infancia hasta la ma durez. Con relación al padre de Nietzsche deben recordarse, por último, dos fragmentos póstumos de 1875 y 1878 respectivamente, los únicos que el filósofo dedicó en su madurez al padre desaparecido. Estos fragmentos sólo se publicaron en la primera edición de las obras de Nietzsche (F. Kogel, 1895-1897); en las siguientes, su hermana los suprimió, quizá porque temía que pudieran ser interpretados en un sentido patológico (por ejemplo, como alucinaciones, según una terminología cuya incon sistencia no descubrió hasta hace poco el autor de estas lí22

:ieas)*. En dichos fragmentos, Nietzsche escribió: «[... ] en Neugasse, donde siempre oía la voz admonitoria de mi ?adre» (NF, 11[11], 1875), y «Daimonion, voz admo­ :litoria de mi padre» (NF, 28[9], 1878). Neugasse es la calle de Naumburg en la que Nietzsche vivió tras dejar Rocl>; 1878 (NF, 28[ 8]): «A los siete años, al sentir la pérdida de la infancia [ ... ]» De niño, Nietzsche solía pasar unas felices vacaciones en Pobles, una aldea de Sajonia donde entonces vivía su abuelo materno, David Ernst Oehler, que también era pastor protestante. Así lo cuenta en sus primeras autobio­ grafías, en las que, sin embargo, no hayuna sola palabra sobre la «pérdida de la infancia» a los siete años, pese a que se narran con todo detalle muchos otros episodios. Tal reserva consigo mismo aumenta el valor de las de­ claraciones de 1875, 1878 y1888. La anotación de 1875 y, en especial, la de 1878 no aparecen aisladas, sino acom­ pañadas de otros recuerdos de la infancia, yacaban en­ contrando un eco atenuado y, como siempre, desperso­ nalizado en el aforismo 168 de El caminante y su sombra: « [. . ] la beatitud de la infancia yla pérdida de la infancia, el sentido de lo que es irrecuperable como la posesión más valiosa [... ]» Nuestra representación de la vida de Nietzsche en­ tre los siete ylos quince años queda con esto notable­ mente modificada respecto no sólo a la versión que de ella daba la hermana, sino también a los escritos del jo­ ven Nietzsche (al menos, aquellos que han llegado hasta nosotros yque conocemos, pues no hayque olvidar que .

Elisabeth pudo haber destruido los que le parecieran

comprometedores para el «buen nombre» del hermano). No obstante, sería unilateral ver toda la infancia de Nietzs­ che a la luz de la soledad precoz yde la relación especial con el padre y la enfermedad. Nietzsche participaba en los juegos de sus coetáneos, amaba apasionadamente y 24

practicaba al menos dos deportes: el patinaje sobre hielo -cerca de Naumburg había dos estanques en los que patinaba con sus amigos en invierno- y la natación. Y a entonces era un caminante infatigable, y las excursiones los numerosos castillos de la ribera del Saale consti­ :uían para él acontecimientos memorables. En definiti­ -a. Nietzsche fue «también» un chico normal. El único i..-idicio de su otra vida, que apenas podemos intuir toda­ na, es la confirmación por parte de parientes, amigos y maestros de que el joven Nietzsche era dado «a la sole­ ead» (W. Pinder, citado en E. F6rster-Nietzsche, 1895, pp. 31-32), cuestión que nunca les preocupó. La cesura 'e los siete años -la «pérdida de la infancia»- se queda e.:J. poco más que el rastro de una evolución subterránea. Tras la muerte de Karl Ludwig Nietzsche su famiiii. compuesta por Friedrich, la madre, la pequeña Eli­ .:.beth (nacida en 1846), la abuela paterna y las dos tías, _ermanas del padre, se trasladó a la tranquila ciudad de ;mmburg ( 1850). La educación que la joven viuda -Franziska Nietzsche, Oehler de soltera- impartió a ...s dos hijos con la ay uda de las otras mujeres de la casa ..: e los numerosos parientes, casi todos pastores protes­ a.::-;:es, fue estricta e ingenuamente religiosa. Franziska �.:ua, como su hijo, un temperamento violento e impe­ :;so, pero su robusta salud era opuesta a la tendencia � m difunto marido hacia la enfermedad; su fe era sólo sitiva y su confianza en Dios, indestructible. Hizo .Jo lo posible para evitar que su hijo fuera «distinto de - demás» y se dedicara en exclusiva a las lecturas, la sía y la música; a ella debe Nietzsche la inclinación -:- :a vida sana y el ejercicio físico. l.a profunda impronta que la educación religiosa re­ :da durante esos años dejó en el carácter de Nietzsche i..'ldudable. «De pequeño vi a Dios en su gloria», es�

_

·



_

25

cribía el autor de Humano, demasiado humano en una anotación de 1878 (NF, 28[7]). Es cierto que enseguida añadía: «Como pariente de pastores protestantes, com­ prendí muy pronto su limitación intelectual y psíquica», aunque también hacía referencia a «Su energía, su orgu­ llo, su sentido del decoro» (ib.). La reacción del joven Nietzsche debió de producirse bastante pronto, aunque no cabe duda de que surgió del ámbito de la piedad fami­ liar. Él mismo parece aludir a una sutil conexión entre su ambiente familiar, que fue el de la religiosidad luterana, y la libertad de pensamiento, en un famoso aforismo (el 324) de Opiniones y sentencias ( 1879): «La región más peligrosa de Alemania es Sajonia-Turingia [donde Nietzs­ che nació y creció]: no hay otro lugar con más actividad intelectual y más conocimiento de los hombres, además de libertad del espíritu, y, sin embargo, todo ello queda tan modestamente oculto por el feo dialecto y la obsequio­ sidad esmerada de esta población que uno casi no se da cuenta de que aquí se relaciona con los sargentos intelec­ tuales de Alemania y con sus maestros en el bien y en el mal.» En efecto, ¿qué encontramos en ese breve pasaje au­ tobiográfico en el que se habla de la visión de la gloria de Dios? Precisamente la anotación de la primera Freigeiste­ rei de Nietzsche: «El primer escrito filosófico sobre el na­ cimiento del diablo (Dios se piensa a sí mismo pero sólo puede hacerlo representándose su contrario)» (NF, 2 8[7], 1878). En el prólogo (§ 3) de La genealogía de la moral ( 1887), Nietzsche vuelve a referirse a su primer «escrito filosófico» -que al parecer se ha perdido-, afirmando que lo compuso a los trece años. La formación del joven Nietzsche estuvo, pues, do­ minada por una religiosidad que se basa en la relación di­ recta del individuo con la divinidad y que, por eso mismo, lo abre a aventuras espirituales en la meditación continua 26

sobre Dios, la naturaleza y los hombres. Además, en las familias de los pastores protestantes, como ha observado Delio Cantimori al hablar de la influencia de Lutero, no sólo se leía con asiduidad la Biblia, sino que también se amaba la poesía y sobre todo la música, el canto (D. Can­ Limori,

1966).

El recuerdo de las melodías que oyen los

:liños por primera vez es el motivo principal del aforismo en

el que Nietzsche se refería a la «infancia perdida».

:\ietzsche recordaría la

Canción nocturna de Matthias lieder más po­

Claudius, que hoy sigue siendo uno de los

�J.l.ares y conocidos por los niños alemanes, en repetidas ocasiones, no sólo en los escritos de la infancia sino tam. en

en 1875, cuando interrumpió la fatigosa escritura de """':"ltempestiva sobre Richard Wagner para abandonarse ..:_-ia nueva evocación de los días felices de su vida. Du su madurez seguiría rememorando aquel día de la

-- :e

....-i.'lcia en que el abuelo materno le explicó la -e

Vida cam­

de Ludwig Christian Holty, un delicado poema del

::\.'VIII

(NF,

11[11], 1875) . El Mesías y el]udas MacaLa Creación de Haydn, el Réquiem de

�e Haendel,

z.a.n

y más tarde las composiciones de Beethoven,

- Schubert y Mendelssohn (en particular El sueño de

""t;.:he de verano)

entusiasmaron y conmovieron tan

- "ecto a la religión de sus padres, aunque Nietzs­ -� escondía su incertidumbre, vacilaba en adoptar pcsición «imparcial y adecuada a los tiempos»: «Un =� como ése no puede ser tarea de unas semanas sino ':'.X?:! una vida.» Pero«[. .. ] alcanzar el cielo es la meta de b..s grandes aspiraciones, y el reino de los cielos en la �s casi lo mismo» (NA, 13l61, 1862; KGW, 1/2, --.:3 . �o obstante, estas aspiraciones le parecían des::=::=::is-:. fracasar y a devolver al individuo -limitado ne­ ---�eme por el destino que marcan en él«las impre­ e la infancia, la influencia de los padres y de la �-. ·....� - a la fe de la infancia. Sin embargo, Nietzs­ �unció a avanzar con afán hacia la perspectiva �emos«infinita» y que se encuentra en el límite beza de niño con rizos de oro ... ah... hace veinte años... .::...30 . . .

niño ... qué extraña me suena esta palabra. ¿Tam-

:-=::i yo he sido un niño, fabricado por el mecanismo de­ -=:iito y gastado del mundo? Y ahora, ¿tiro cansadamente -.:orno un jumento atado al molino- de la cuerda lla� destino hasta que el sepulturero me entierre y sólo ;:ar de moscardones me garanticen ya algo de inmor­ ...._.::.ad? Al pensarlo casi me dan ganas de reír. Sin em­

otra idea me perturba: quizá de mis huesos nazcan florecitas, a lo mejor violetas o hasta un nomeol­ � si el sepulturero hace sus necesidad es sobre mi =

.

.:30

tumba. Entonces vendrán los enamorados... ¡Asco! ¡Asco! ¡Esto es podredumbre! Aunque me divierte pensar así del futuro-de hecho, me parece mucho más placen­ tero pudrirme en la tierra húmeda que vegetar bajo el cie­ lo azul, arrastrarme como un gran gusano que ser un hombre, es decir, un signo de interrogación ambulan­ te-, me tranquiliza ver pasar a la gente por la calle, ¡todos vestidos con los colores más variados, acicalados, hermo­ sos, alegres! ¿Qiié es lo que son? Sepulcros blanqueados, como dijo cierto judío hace tiempo. En mi habitación hay un silencio de muerte [...]. Frente a mí, un tintero para ahogar con él mi negro corazón, tijeras para acostum­ brarme a degollar a la gente, manuscritos para limpiarme y un orinal. Enfrente de mí vive una monja a la que de vez en cuando visito para gozar de su pudor. La conozco palmo a palmo, de la cabeza a los pies, mejor que a mí mismo. En el pasado fue una monja delgada y esbelta; yo era médico y me las arreglé para que estuviera gorda en poco tiempo. Con ella vive su hermano en matrimonio terrenal; él estaba, en mi opinión, demasiado gordo y lo­ zano, por eso he hecho que se quede delgado como un ca­ dáver. Uno de estos días morirá, lo cual me complace porque le efectuaré una disección. Pero antes quiero es­ cribir la historia de mi vida. Porque, además de interesan­ te, es instructiva para hacer viejo al joven mejor dispuesto [...] en eso soy un maestro. ¿Qiiién ha de leerla? Mis so­ sias, muchos de los cuales todavía andan por este valle de lágrimas.-En este punto Euforión se echó un poco ha­ cia atrás, gimiendo; en efecto, estaba enfermo de tuber­ culosis espinal [ ...]» (NA, 13[12], 1862). El 18 de julio de 1862, Nietzsche envió este fragmen­ to a un compañero de escuela, Rairnund Granier, junto con las siguientes palabras: «Después de escribir el pri­ mer capítulo, me invadió la náusea y arrojé al mar el pro40

�-ecto de mi repugnante relato. Le envío este manuscrito monstruoso para que le dé el uso que usted quiera. Al es­ cribirlo solté una carcajada diabólica. No creo que le ape­ L:ezca leer la continuación.» Blunck (1953, p. 87) vio en esto un síntoma de la inquietud y la desorientación que �ietzsche había experimentado durante la «crisis de la pu­ xrtad». Nosotros querríamos señalar la referencia casi in­ r'Oluntaria a la infancia perdida que abre las perversas elu ..:ubraciones de Euforión. Por lo demás, son evidentes la ;ntención efectista y el frío cinismo, algo que no se encuen­ :::::a en ningún otro escrito de Nietzsche de aquellos años aunque, como observa Blunck, no puede descartarse que �sabeth o el propio Nietzsche destruyeran otros docu­ :nentos de este tipo). Destacar que un joven de dieciocho .tilos fuera capaz de representaciones eróticas incluso per­ -:'el'Sas -nótese, sin embargo, que su manifestación literaria es ya una superación de ello- nos parece francamente ba­ :ial y obvio, y no valdría la pena hacerlo si la hermana de �ietzsche, secundada por el nutrido cortejo de «devotos» .:.el filósofo, no hubiese llevado a cabo la tentativa ridícula, ..:::.útil, dañina y no obstante efectiva de crear la leyenda del ?Cqueño santo» que nunca conoció directamente el lado ciemasiado humano» de la vida. Desde luego, Nietzsche � opinaba lo mismo: «Hay dos cosas dañinas -escribiría �.llnce años después-[...] la satisfacción imaginaria de la �[. . .]y vivir con representaciones eróticas que en-cian la fantasía y que poco a poco acaban predominando, ;ior lo que la salud se resiente. Debe actuar aquí la auto­ educación: los instintos deben ser satisfechos de manera :iatural para que la representación se mantenga pura» (NF, 23[29], 1876-1877). Sería inútil buscar esta declaración en ...:: edición «autorizada» por Elisabeth Fürster-Nietzsche.

41

6.

En los dos últimos años de Pforta, Nietzsche trabajó

con ahínco a pesar de encontrarse envuelto en las turba­ ciones e inquietudes de la adolescencia. La coronación de sus esfuerzos de estudiante es un trabajo sobre Teognis que publicaría tres años después en Leipzig con una for­ ma más elaborada

nis; KGW, II/1,

(Para la historia de la antología de Teog­

pp.

1-58).

Hay un comentario al primer coro de

Edipo Rey

(BA W, II, pp. 364-399), escrito en el último año de

Pforta, que debemos tener en cuenta porque en él se an­ ticipan de manera desconcertante ciertos temas de

nacimiento de la tragedia.

El

El comentario concluye así:

«Mediante las observaciones realizadas hasta ahora, se advierte una cualidad destacada y peculiar en los trági­ cos: eran no sólo poetas, sino también compositores. Más aún, eran ambas cosas de modo tal que la una acompa­ ñaba siempre a la otra; si a esto añadimos que, según los testimonios antiguos, eran maestros en la coreografía y el arte escénico, y a veces incluso actores -y notables ac­ tores-, tendremos en sus obras de arte aquello que la escuela musical más reciente [Nietzsche se había referi­ do antes en este comentario a los «geniales planes de re­ forma concebidos por Richard Wagner>> J ha proclamado como el ideal de la "obra de arte del futuro": aquella en la que las artes más nobles se encuentran en armónica fu­

376-377). A comienzos de septiembre Nietzsche, ya «maduro»,

sión» (ib., pp.

abandonaba la escuela de Pforta. En esos días escribió uno de sus mejores poemas juveniles. Estaba dedicado al (EA W, II, p. 428) que hurgaba en la

«dios desconocido»

profundidad de su alma, que sacudía su vida como una tormenta. Poco antes de que Nietzsche perdiera la ra­ zón, el dios desconocido se convertiría también en un «dios verdugo»

42

(Ditirambos de Dioniso, «Lamentación de

_\riadna»), pero, en aquellas semanas en que se preparaba :r.ua su nueva vida de estudiante universitario, debió de ;revalecer en él un estado de ánimo de confianza y de ale­ ;::-re espera. En los inicios de sus años universitarios también encontramos un episodio interior que Nietzsche retomaría mucho después de la siguiente manera: «Cerca de Bonn, en la confluencia del Wied con el Rin, me asaltó una vez más el sentimiento de la infancia», 1875 (NF, 11[11]); _.\ los siete años sentí la pérdida de la infancia, pero a los reinte [ ... ] me sentí de nuevo como un niño», 1878 (NF, ,::"':8]). Este momento de gracia que es la recuperación del e::itirniento de la infancia puede localizarse con facilidad el el tiempo y en el espacio: el 16 de octubre de 1864, con �:..'1.te años recién cumplidos, Nietzsche se dirigió a Neu­ _ed (donde el Wied desemboca en el Rin) acompañado :Je su amigo Paul Deussen para embarcarse en el vapor que : llevaría a Bonn, donde debía transcurrir el primer año .:.: universidad. Existe una larga carta con fecha del 17 de cubre dirigida a su madre y a su hermana en la que, sin �bargo, Nietzsche no dice nada acerca de esta experien­ ..::..:i.; por lo visto, no lo comentó con nadie, ni siquiera con intimo amigo Paul Deussen. Sólo once años después, .._ :ia.cer una especie de selección de los momentos rele­ -::res de su infancia y su juventud (NF, 11[11], 1875), ...,xaría para sí mismo esa momentánea recuperación de :=a felicidad perdida. El episodio era tan importante que �-ería a ocuparse de él tres años después. Se trata de esa -mia serie de recuerdos íntimos, apuntados en apenas -"líneas esenciales (Memorabilia, NF, 28[1-60], 1878), .:e :a que antes extrajimos las citas sobre la «infancia per­ � y la voz «admonitoria» del padre. Los dos semestres transcurridos en Bonn -el invier­ .:.e 1864 a 1865 y el verano de 1865-fueron frustran43

tes. Nietzsche ingresó en la hermandad de estudiantes Franconia, pero muy pronto se dio cuenta de que no era capaz de soportar los «deberes» de la asociación ni de compartir el modo de vida de sus camaradas: los ruidosos e interminables encuentros en las cervecerías para beber y la permanente confusión de ideas, que escondía bajo la apariencia del inconformismo los rasgos inequívocos de los futuros conformistas de clase media. Al recordar este periodo unos años después, escribiría: «Me fui de Bonn como un fugitivo. Cuando, sobre la medianoche, mi ami­ go Mushacke me acompañó a la ribera del Rin para espe­ rar el vapor que venía de Colonia, no sentí melancolía alguna por tener que dejar un lugar tan bello y una co­ marca tan alegre, por tener que separarme de toda una tropa de jóvenes camaradas. Más bien eran estos últimos los que me hacían escapar[ ... ]. Mi naturaleza no encon­ traba entre ellos ninguna satisfacción, y yo era demasiado esquivo e introvertido, y no tenía fuerzas para asumir un papel en aquel estilo de vida. Todo me venía impuesto, yo no conseguía dominar el ambiente en el que me en­ contraba» (NA, 60[1], 1867-1868; KGW, I/4, p. 507). Tiempo después, cuando Nietzsche fuese profesor en Basilea, tendría una opinión más moderada de las asocia­ ciones estudiantiles y, en general, de la vida comunitaria de los estudiantes: según él, todo aquello era la señal de que la juventud académica no recibía ni de la sociedad ni de sus maestros una orientación para la vida. En definiti­ va, en Bonn no sacó mucho provecho de las lecciones universitarias; pero el encuentro con el método riguroso. crítico e histórico del filólogo Friedrich Ritschl habría de indicarle, como veremos, el modo de salir de su confusión interior. Nietzsche se había matriculado en Teología y en Filología para no frustrar las expectativas de su madre, que espen::ba ver a su hijo convertido en pastor protestan44

::e. Pero fue precisamente en Bonn donde, gracias a lec­ :ura de la

Vida de jesús de David Friedrich Strauss y,

en

�eneral, al estudio de la historia del cristianismo, Nietzs­ iie decidió aclarar de una vez su posición y abandonar la ?acuitad de Teología sin contar con nadie. Los graves enfrentamientos con su madre, en la pri­ mavera de

1865, quedaron zanjados con la decisión de no

-olver a hablar de religión en presencia de ella; en lo de­

;;!ás, Franziska Nietzsche tuvo que resignarse a dejar que h! hijo

siguiera su camino. En una carta dirigida a su her­

=.ana en junio de

1865, Nietzsche exponía con calma sus

=sumentos y terminaba con estas palabras: «¿Acaso nues­ ::1

búsqueda tiene por objetivo la tranquilidad, la paz,

.:. :elicidad? No, buscamos sólo la verdad, incluso la =is ..:.!

terrible y repelente [ ..

.

]. Aquí se dividen los caminos

:os hombres: si quieres la paz del alma y la felicidad,

..:ee;

si quieres ser partidario de la verdad, busca>> (carta a

�-Nietzsche,

11

de junio de

1865).

En los primeros meses en Bonn, concretamente en :ebrero de

1865,

se produjo un episodio que dio mucho

_::.h .re acer a los «devotos» de Nietzsche y a la caterva de mé­ :...cos-escritores, psiquiatras y psicólogos que buscaron en ·-ida del filósofo un punto de apoyo para demostrar o ��tar el origen sifilítico de su enfermedad mental. Ocu­ :=ionos también nosotros, una vez más, de este seudo­ -,.,Olema. Deussen, que pasó con Nietzsche esos dos semes­ =:=s

en Bonn, contaría lo siguiente treinta y cinco años

:.i:4>Ués: «Un día de febrero de 1865, Nietzsche se fue solo Colonia. Al llegar allí solicitó los servicios de un guía - v-i.sitar los monumentos de la ciudad. Al final de la ......._,_,

pidió al

guía que lo lleva> (NA, 57[49], 1867-1868]): como Fausto, Tra­ silo se dedica «a la astrología y a la magia por el disgusto que ya le produce la ciencia» (NA, 58[41]). Trasilo es «una de esas naturalezas misteriosas que podemos observar mu­ chas veces en la penumbra de un mundo viejo que muere y uno nuevo que nace» (ib.). Esta duplicidad de Trasilo descrita en términos tan «modernos» podría simbolizar la duplicidad del propio Nietzsche (C. Roos, 1940). Lan­ ge representaba, respecto a Schopenhauer, una dirección teorética completamente diferente, que desde luego no es materialista pero sí rigurosamente agnóstica y anti­ metafísica. Por otra parte, en una carta que Nietzsche escribió a Gersdorff en agosto de 1866, resumía y acep­ taba ya los resultados de Lange; pero concluía que, in cluso desde el punto de vista crítico más riguroso, > (H. Lichtenberger, 1911) en la cárcel del fuerte del Toro, donde Thiers lo había recluido; en ese texto se lee, por ejemplo: «Lo que ahora escribo en esta cárcel del fuerte del Toro, ya lo he escrito y lo escribiré eternamente sobre una mesa, con una pluma, con una ropa y en unas circunstancias del todo idénticas[...]» (L.-A Blanqui, 1872, p. 73). La única diferencia es que Blanqu.i supone, además de una repetición en el tiempo infinito una repetición del espacio infinito (algo que Nietzsche niega expresamente) con la posibilidad de que se den va­ riantes infinitas además de las repeticiones del mismo he­ cho: «De cada ser existen sosias idénticos y variantes de tales sosias que multiplican y encarnan en cada moment su personalidad, aunque sólo sean fragmentos de ésta.. Todo lo que hubiese podido ser aquí, lo es realmente en algún otro punto del universo [... ]» (ib., p. 57). Pe Blanqui no era un científico, como tampoco Nietzsche. 1 10

::,ien la hipótesis científica de la repetición eterna de lo ...z.ial ocupaba a los científicos de la época. No obstante, _;ietzsche, en los meses que siguieron a agosto de 1881 :uego en diversas ocasiones en los años siguiente�, bus­ a» e -:o alguna confirmación científica para su «doctnn .::.cluso intentó darle una base científica él mismo. En :S85, al echar mano del Curso de .filosofía, encontró la fSición más categórica a su punto de vista en el seudo­ :ientífico Dühring. Lo mismo ocurrió con la conferencia ::e un científico bastante más serio: Carl von Nageli 1884). Es curioso que también Friedrich Engels, tras ha­ ber leído esa conferencia en el texto de 1877-Nietzsche !a conoció en una versión posterior de 1884-, en sus apun­ :es para la Dialéctica de la naturaleza observase contra :\ageli a propósito de la incomprensibilidad del infinito: Cuando decimos que la materia y el movimiento son in­ creados e indestructibles, estamos afirmando que el mun­ do existe como progreso infinito, es decir, en la forma de la maligna infinidad, y con ello ya hemos comprendido todo lo que hay que comprender. Como mucho podemos preguntarnos si este proceso es una eterna repetición de lo idéntico --en grandes ciclos--, o si los ciclos tienen rami­ ficaciones ascendentes y descendientes» (F. Engels, 1962, pp. 503-504). En suma, como ya ha observado Lichten­ berger, la teoría más paradójica de Nietzsche surge de una hipótesis científica de actualidad total en su época. Por supuesto, Nietzsche sabía que trabajaba con una hi­ pótesis, pero creía, un poco al estilo de Pascal, que «aun­ que la repetición cíclica fuese únicamente verosímil o probable, el solo pensamiento de una probabilidad puede trastornarnos y remodelamos [ ... ]. ¡Qyé efectos no habrá tenido laposibilidad de la eterna condena!» (NF, 11[203], 1881). Justo aquí nos parece advertir uno de las motivos que motivaron la decisión de Nietzsche de que Zaratustra 111

«predicara» el eterno retorno. En conclusión, puesto que el conocimiento es siempre un «equívoco radical del ser», y el error, «el padre de la vida» (11(270]), los grandes re­ formadores, como Mahoma -argumenta Nietzsche (y nosotros agregamos: como Zaratustra-Nietzsche)-, «no empujan a los hombres a obtener algo diferente, sino a ver como algo superior lo que ya quieren y pueden tener (a descubrir en ello mucha más razón, sabiduría y felici­ dad de la que le encontrábamos antes)» (11[19]). El he­ cho de que la hipótesis del eterno retorno de lo mismo se encontrase, por así decirlo, en el límite del conocimiento científico y que pudiera ser incluso la consecuencia inevi­ table de una concepción de la existencia rígidamente de­ terminista y claramente «atea», satisfacía la «pasión del conocimiento» de Nietzsche. Pero él quería reformar la humanidad para que surgiera el hombre terrestre uni­ versal (11[274]): también la hipótesis por sí sola puede llegar a ser, a la larga, «más poderosa que cualquier fe si consigue subsistir mucho más tiempo que un dogma reli­ gioso» (11[248]). Éste es el «maquiavelismo» de Zaratus­ tra, para el cual Nietzsche considera además que es preciso mucho tiempo: «¡Cuidémonos de enseñar semejante teoría como una religión improvisada![...]. ¡01ié es el par de milenios que ha durado el cristianismo! ¡Para el pen­ samiento más poderoso se necesitan muchos milenios, durante mucho, mucho tiempo debe ser pequeño e impo­ tente!» (11[158]). Como se ve, este pensamiento «más poderoso» está en constante proximidad con la religión aunque sea, de hecho, el fin de toda religión y la nega­ ción, aún más radical que la del espíritu libre, de toda me­ tafisica. No se puede afirmar con seguridad que Nietzsche «creyera» en el eterno retorno de lo mismo. En los ma­ nuscritos, la certeza y la duda se alt�rnan; en Zaratustra 112

¡eoría, más que demostrada, es enunciada en forma de ::nbolos. En cualquier caso, puede resultar interesante :.tar una de las «demostraciones» que se leen en los ma­ ::'.l.Scritos, aquella de la que Nietzsche parecía más con­ -encido: «El mundo de las fuerzas no disminuye; de lo .:ontrario se habría debilitado y habría perecido en el ::iempo infinito. El mundo de las fuerzas no se detiene; de lo contrario habría llegado al estancamiento y el reloj de 1a existencia se habría detenido. Por consiguiente, el mun­ do de las fuerzas no llega nunca a un equilibrio, nunca tie­ ne un instante de quietud, su fuerza y su movimiento son igualmente grandes en cualquier tiempo. Sea cual sea el estado que este mundo puede alcanzar, tiene que haberlo alcanzado ya, y no una vez sino infinitas veces. Por ejem­ plo, este instante: estaba ya aquí la vez anterior y muchas otras veces y regresará otras tantas, con todas las fuerzas distribuidas exactamente como ahora; lo mismo ocurre con el instante que generó éste y con el que será hijo del instante actual» (11 [148]). No obstante, en este punto la concepción misma del tiempo infinito parece precisarse como negación del devenir y eternización del instante, de modo que «todo es eterno y está por venir» (11[157]); para describir el círculo eterno «no hay que recurrir, mediante una analogía equivocada, a los círculos que surgen y perecen, como las estrellas, el flujo y el reflujo, el día y la noche, las estaciones» (ib.). Nietzsche repite muchas veces estos argumentos sin llegar a una formula­ ción que corresponda al convencimiento con el que, en cambio, enuncia las consecuencias del «pensamiento más poderoso». Se contenta, pues, con la «probabilidad» (ra­ cional) de su teoría y se dirige al individuo con el siguiente mandamiento: «[ .. ] vivir de modo que sea deseable volver a vivir esta misma vida en una repetición eterna» (11[161]). La diferencia entre los que creen en el eterno retornó y .

113

los que no, es que los primeros confieren a su vida la im­ pronta de la eternidad y los segundos viven una «vida fugaz» (11 [1 60]). El individuo debe forjar su vida co­ mo una obra de arte, y para ello le será de ayuda la fe en que volverá a vivir esa vida eternamente. El eterno re­ torno confirma también el fin de toda teleología: el universo no tiene propósito moral ni estético, el deve­ nir cíclico es inocente; pero esto permite lo que Nietzs­ che llama la «deshumanización de la naturaleza» y la asimilación de todas las experiencias del pasado, de todo el bien y el mal de la humanidad, de todos los erro­ res que han condicionado y condicionan la vida humana. La culminación de esta nueva «gran cosmodicea» está simbolizada por el «annulus aeternitatis» (11 [197]): «El sol del conocimiento resplandece de nuevo al mediodía y la serpiente de la eternidad se enrosca alrededor de su luz; ¡es vuestro tiempo, hermanos del mediodía!» (11[1 96]). 4. Todo lo que acabamos de exponer se refiere al periodo que va de la primavera al otoño de 1881. Pero en las ano­ taciones de esta época falta por completo otra idea muy importante, tanto que es el eje de la primera parte de Za­ ratustra: la idea del superhombre. El objeto del primer discurso de Zaratustra no es el eterno retorno, sino el su­ perhombre. En La gaya ciencia no hay una sola palabra acerca del superhombre, y tampoco hay rastros de este tema en los manuscritos inmediatamente anteriores a la redacción del primer Zaratustra. Por lo tanto, hay que situar esta nueva idea en el invierno de 1882 a 1883: el invierno en que Nietzsche padeció graves sufrimientos psíquicos, rompió con la familia y se vio atormentado por el resentimiento hacia Lou y Rée, y más aún hacia sí mis114

mo; un invierno «a las puertas del suicidio». Durante ese invierno nació el superhombre. En diciembre de 1882, en el momento culminante de la crisis, Nietzsche escribió para sí mismo: «Yo no quiero la vida de nuevo. ¿Cómo he podido soportarla? Produciendo. ¿Qyé hace que pueda soportarla ante mis ojos? La visión del superhombre, que dice sí a la vida. También yo lo he intentado, ¡ay de mí!» (NF, 4[81], 1882-1883). Por consiguiente, Nietzsche no es el super­ hombre; pero el superhombre no es otro que el hombre que está en condiciones de decir sí a la vida tal como ésta es, en eterna repetición. Éste es el vínculo que une la teo­ ría del eterno retorno y el discurso del superhombre. Para aceptar la inmanencia total, el mundo después de la muerte de Dios, el hombre debe elevarse por encima de sí mismo, y luego «desaparecer», para que nazca el super­ hombre: el «hombre terrestre universal» de 1881 ya no parece suficiente; sólo un ser sobrehumano es capaz de soportar la vida que retorna eternamente. Ahora bien, el concepto complementario del superhombre es el «último hombre»: «el hombre más despreciable, el hombre que no es capaz de despreciarse a sí mismo», que «todo lo empe­ queñece» (Asíhabló Zaratustra, «Prólogo de Zaratustra», p. 5). Pero también el último hombre retornará eterna­ mente. Ésta es, para Nietzsche, la objeción (!) más grave contra el eterno retorno. Y, en general, fueron las expe­ riencias de este invierno las que lo llevaron a pensar en una vida que no podía ser vivida como si se repitiese eter­ namente, pues el hombre quedaría vencido por la náusea y destruido por la desesperación. La idea del superhom­ bre nace en esta «situación de necesidad», durante un proceso de sublimación de las propias experiencias, in­ cluidas las más desmoralizadoras, típico de Nietzsche -«quién sabe si también esta vez conseguiré transformar 115

el fango en oro» (carta a F. Overbeck, 25 de diciembre de 1882)-. Si al leer Zaratustra se tiene en cuenta que el superhombre sólo tiene sentido para Nietzsche en fun­ ción del eterno retorno, no se correrá el riesgo de caer en equívocos vulgares y podrán captarse la idea del eterno retorno y la del superhombre tal como las pensa­ ba Nietzsche: el eterno retorno no es una especie de salto mortal en lo irracional a la búsqueda de otro «mundo detrás del mundo» (NF, 11[163], 1881), o peor aún, un pálido sucedáneo de religión; el superhombre, precisa­ mente por su vinculación con el eterno retorno, no es un atleta con ambiciones estéticas que rebosa salud, o lo peor de todo, el prototipo de una «raza de dominado­ res». Ambas ideas son, por el contrario, conceptos límite en el horizonte de una visión antimetafísica y antipesi­ mista del mundo, tras la «muerte de Dios».

5. En El nacimiento de la tragedia y en Asíhabló Zaratustra se tratan los mismos problemas� o mtVDI dicho tenden­ cias; pero las soluciones, las respuestas son contrarias. Si en El nacimiento de la tragedia Nietzsche aspira a la justi­ ficación global de la existencia (lo cual significa «decir sí a la vida») y la consigue con la «metafísica del arte», en Za­ ratustra el eterno retorno, deseado por el superhombre, hace vano el problema de justificación de la existencia, cerrando el horizonte no mediante el de Zaratustra, el juego de­ senfrenado de palabras: todo esto hace de Así habló Zara­ tustra el grandioso antípoda de una creación poética. Bus­ car en Zaratustra el goce estético es un error tan grotesco como buscar el sustituto de una religión o de una meta­ física. Ambas se dan, pero tanto quienes se han dejado embrujar por la así llamada «perfección estilística» de Nietzsche como quienes han pretendido encontrar en ella la satisfacción de sus necesidades religiosas estaban ignorando la pasión que dictó a Nietzsche su extraño «poema». Esta pasión traspasa todos los límites de la in­ ven �ión poética. Esta pasión es la pasión del «espíritu» ( Geist, «mente», y no Seele, «alma»), de la que Nietzsche d_ijo: «Espíritu es la vida que se desgarra a sí misma en vivo, aumentando su saber con su propio tormento» (Así habló Zaratustra, II, «Los sabios famosos»). 117

Por último, el Nietzsche de El nacimiento de la trage­ dia no estaba solo porque creía luchar junto a Wagner por la reforma de la cultura alemana contra el «Otoño de la ci­ vilización». El Nietzsche de Así habló Zaratustra realiza una especie de huida hacia delante, un intento de destruir los valores de la sociedad existente y recuperar una visión del hombre y de la vida íntegramente terrenal. Este in­ tento se lleva a cabo en absoluta soledad, es individual por entero. «Así quiero vivir: iluminado por las virtudes de un mundo que aún no ha existido», escribió N�etzsche en aquel invierno de 1882 a 1883 (NF, 5[1], 146). Así habló Zaratustra es también una utopía.

118

4 El último Nietzsche (1885-1889) l. La vida de Nietzsche desde el invierno de 1882 a1883 hasta la primavera de 1888 no presenta ningún aconteci­ miento exterior relevante. La marcha hacia la soledad continuaba. En Basilea, Overbeck se ocupaba de todas las cuestiones financieras de su amigo: cobraba la pensión por él, administraba sus pequeños ahorros y le enviaba el dinero que necesitaba. En Venecia, Peter Gast lo ayuda­ ba a corregir borradores y le hacía de discípulo. Las visitas que realizó a los Overbeck en Basilea y a Gast en Venecia fueron en realidad las únicas interrupciones de su vida so­ litaria. Nietzsche pasaba regularmente en Sils-Maria el verano, desde junio o julio hasta septiembre u octubre, y en Niza, la mayor parte del otoño y el invierno. A Alema­ nia volvió, siempre por pocas semanas, en septiembre de 1883 y de1885 y en mayo de1886: Naumburg, Leipzig y Múnich son las ciudades en las que permaneció más tiempo. En el invierno de1883 a1884, su relación con su hermana empeoró a causa de su compromiso matrimo­ nial con el conocido antisemita y wagneriano Bernhard Forster. En el otoño de 1884 Nietzsche se reconcilió con ella en Zúrich, y volvió a verla al otoño siguiente en Naumburg, antes de que se marchara a Paraguay con su 119

marido. Las cartas de 1887 y 1888 documentan la desa­ venencia insalvable que existía entre Nietzsche y su her­ mana. A finales de agosto de 1884 recibió la visita de Heinrich von Stein, alumno de Dühring y wagneriano; Nietzsche escribió el poema Tormento del solitario, en el que se expresa la esperanza de que los amigos vuelvan al solitario, y lo envió a Stein a finales de noviembre de 1884, pero éste se mantuvo fiel a Bayreuth. En la última redacción del poema (que se publicaría al final de Más allá del bien y del mal con el título Desde los altos montes) , Nietzsche rompió la soledad y la espera con la llegada de... Zaratustra. Las mujeres que Nietzsche conoció du­ r:mte esos años (Resa von Schirnhofer y Meta von Salis, seguidoras de Malwida von Meysenburg; la escritora He­ lene Druscowicz; la traductora inglesa de Schopenhauer Helen Zimmern; y otras señoras que pasaban tempora­ das en Niza y en Sils-Maria) fueron meras comparsas en su vida. Durante su estancia en Niza de 1883 a 1884, Nietzsche entabló amistad con Paul Lanzky, un oscuro poeta alemán, copropietario de un hotel en Vallombrosa. Más importante fue su relación de unas semanas con el joven médico de Viena Joseph Paneth, porque -como observó por primera vez Erich F. Podach (1963, p. 185)­ estableció una especie de contacto entre Nietzsche y el psicoanálisis. En efecto, Paneth no era otro que «el amigo Joseph» del que Freud habla en La interpretación de los sueños. Paneth anotó sus encuentros con Nietzsche en un diario de gran interés (publicado íntegramente en KGW, VII/4, p. 2). Él fue además el testigo de la influencia aún soterrada de Nietzsche en aquellos años. Es muy proba­ ble que Freud supiera bastante pronto de Nietzsche y sus ideas, a través de Paneth. En octubre de 1884 en Zúrich, Nietzsche conoció a Gottfried Keller, y en 1886 inició un breve intercambio epistolar con Hippolyte Taine. Éstos 120

fueron los hechos más relevantes de la vida de Nietzsche en este periodo. Nietzsche no mantenía ninguna relación personal que pudiera compararse a la amistad con Rohde en los años de Leipzig y Basilea, o a la «fraternidad de armas» con Overbeck durante la época de las Intempestivas, y aún menos al «idilio de Tribschsen» que lo unió a Cósima y Richard Wagner, o al intenso intercambio de ideas con Paul Rée. Durante la primavera de 1886, Nietzsche tuvo en Leipzig un último encuentro con Rohde que sirvió para confirmar cuánto se habían distanciado al cabo de ocho años. Unos meses después, en una carta fechada el 21 de mayo de 1887, Nietzsche rompería abiertamente con él por un motivo tan fútil como la diferencia de opinión acerca de T aine. A propósito de ese último encuentro con Nietzsche, Rohde escribió a Overbeck: «[...] una atmósfera indes­ criptible de extrañeza, a su alrededor había algo que me resultaba absolutamente siniestro. Había algo en él que yo no conocía, y además no quedaba mucho de lo que lo dis­ tinguía en el pasado. Como si viniese de una región don­ de ya no vive nadie» (24 de enero de 1889, en Franz Overbeck-Erwin Rohde, Briefwechsel,1990, p. 135). Entre 1883 y 1885 Nietzsche había publicado, una tras otra, las cuatro partes de Así habló Zaratustra. En 1886 y1887, publicó además los nuevos prólogos a Elna­ cimiento de la tragedia, a Humano, demasiado humano, vo­ lúmenes I y II (los dos apéndices de 1878 y1879 forman el segundo volumen), a Aurora y a La gaya ciencia (obra a la que agregó un quinto libro y las «Canciones del prínci­ pe Vogelfrei»); y como obras nuevas (a sus expensas, por­ que a partir del cuarto Zaratustra, ya no hubo editor que estuviese dispuesto a afrontar el riesgo de publicar sus 121

textos), Más allá del bien y del mal, Preludio de unafilosofía delporvenir y La genealogía de la moral. Si sumamos todas las páginas publicadas entre 1883y1887 contaremos al­ rededor de un millar de páginas impresas; en cambio, los materiales manuscritos no impresos suman unas mil qui­ nientas páginas, sin contar con las que probablemente se han perdido, por ejemplo, de la época de La genealogía de la moral (verano de 1887). Nietzsche se dedicó cada vez más a la única actividad que le permitía «soportar la vida>>: escribir. Tras la publi­ cación de Zaratustra sus planes cambiaron. Primero pen­ só que había escrito la «parte positiva» de su filosofía y que ahora le quedaba por exponer la «parte negativa» (Ecce homo, «Más allá del bien y del mal», l); todo el ma­ terial acumulado durante la redacción de Zaratustra sería utilizado para la crítica de la moral, de la teoría del cono­ cimiento, de la estética, etc. Más allá del bien y del mal está formado en su mayor parte por material reunido entre 1883y1885. Pero si esta obra es el «preludio de una filo­ sofía del porvenir» y, por otra parte, «afirma las mismas cosas que Zaratustra, sólo que de otra manera» (carta a J. Burckhardt, 22 de septiembre de1886), entonces tam­ bién Zaratustra es un preludio y, en efecto, Nietzsche lo definió como el «vestibulo» de su filosofía. Pero ¿dónde se encuentra su filosofía? Durante el verano de 1886, en la última página de la cubierta de Más allá del bien y del mal, la «filosofía del porvenir» se anuncia directamente con título y subtítulo: La voluntad depoder. Ensayo de una

transvaloración de todos los valores. 2. Ha llegado el momento de que nos ocupemos en parti­ cular del problema de la voluntad de poder, que predomi­ na en la obra del último Nietzsche. Cuando hablamos de 122

«voluntad de poder» nos referimos, en primer lugar, a un filosofema de Nietzsche y, en segundo lugar, a su proyec­ to literario. La definición de la voluntad de poder, prepa­ rada desde

1880

a partir de las reflexiones sobre la «sen­

sación de poder» que contienen Aurora y los fragmentos póstumos contemporáneos, se encuentra desarrollada en la segunda parte de Así hab/6 Zaratustra, precisamente en el capítulo que lleva por título «La superación de sí mis­ mo»: «Siempre que he encontrado un ser vivo he encon­ trado además voluntad de poder[ ..

.

].

"Mira -me dijo la

vida confiándome un secreto-, yo soy la

saria superación de mí misma [ .. .].

continuay nece­

Incluso tú, hombre de

conocimiento, no eres más que un sendero y una huella de mi voluntad; y es que, ciertamente, mi voluntad de poder camina con las piernas de tu voluntad de verdad. Por supuesto, no acertó en la verdad quien, para alcanzarla, lanzó la expresión 'voluntad de existir': ¡esa voluntad no existe! Pues lo que no existe no puede querer; y lo que exis­ te, ¿cómo podría querer la existencia si ya la tiene? Sólo hay voluntad donde hay vida: ¡pero no se trata de una voluntad de vida sino de una voluntad de poder! Hay mu­ chas cosas que tienen para el ser vivo más valor que su propia vida; ¡pero también en su acción de dar valores se expresa la voluntad de poder!"» Esta descripción de la voluntad de poder es de

1883,

y Nietzsche siempre la consideró válida. Tratemos de se­ ñalar sus características esenciales: la voluntad de po­ der, o voluntad de dominio, o voluntad de posesión, es la vida misma; donde hay vida, hay voluntad de poder. Esta voluntad de poder no es un principio metafísico como la voluntad de existir o voluntad de vivir de Scho­ penhauer: no se «manifiesta», sino que simplemente es otro modo de decir vida, de definir la vida, que por con­ siguiente es, para Nietzsche, relación entre fuerte y dé-

123

bil, pero sobre todo voluntad del ser vivo de superarse a sí mismo, el cual se pone en peligro a sí mismo «por amor al poder». Y también la voluntad de verdad (que antes, desde Aurora, Nietzsche había llamado «pasión del cono­ cimiento») es voluntad de poder en cuanto «voluntad de hacer pensable todo el ser», que debe obedecer al hom­ bre del conocimiento, someterse al espíritu para con­ vertirse en su espejo, en su imagen reflejada. Así han procedido los creadores de valores, los creadores de «lo que el pueblo entiende por bien y mal» (Así habló Zara­ tustra, II, «La superación de sí mismo»): han sido ellos, con su voluntad de poder, los que han entregado esos valores como patrimonio de creencias morales a eso que Nietzsche llama el «pueblo». Tras haber recordado de manera tan sumaria lo que Nietzsche entendía por «Voluntad de poder», debemos volver nuestra atención hacia su proyecto literario: escri­ bir una obra con el título La voluntad depoder. Este título se encuentra por primera vez en los manuscritos de fina­ les del verano de 1885. El proyecto se elabora con una serie de anotaciones tomadas desde la primavera de ese mismo año. Pero en este punto, para no crear una falsa perspectiva, es preciso subrayar que la cuestión de la vo­ luntad de poder aparece con distintas formas junto a otros temas en los fragmentos póstumos, y que el títu­ lo -cuando aparece por primera vez- tampoco es el único hacia el que Nietzsche orienta sus meditaciones. El sentido histórico, el conocimiento como falsificación que hace posible la vida, la crítica de la moderna tartufferie moral, la definición del filósofo como legislador y experi­ mentador de nuevas posibilidades, la llamada «gran polí­ tica», la caracterización del buen europeo: estos y otros motivos siguen apareciendo en los cuadernos y las libretas de apuntes de este periodo. Los fragmentos póstumos de 124

:\'ietzsche se presentan también en este caso en su forma auténtica, es decir, como un diario intelectual, un diario en el que se anotan todos los intentos de elaboración teó­ :ica, las lecturas (casi siempre en forma de extractos), los esbozos de algunas cartas y también los títulos de obras

por escribir con sus planes correspondientes. Es impor­ tante no perder de vista el carácter de tentativa de estos apuntes y su complejidad, pero sobre todo su globalidad. Así, debemos decir a propósito de los numerosos títulos y planes, que puede haber títulos 1) que derivan de apuntes anteriores, pero también

2) que surgen por sí mismos y

revelan una intención aún no madurada; así como los planes pueden 1) tener relación con anotaciones, gados a un título, o

3)

2) estar li­

no revelar conexión alguna ni con

las anotaciones circunstanciales ni con un título. Lo que sin duda es unitario es la tensa atmósfera del intento, que quiere ser considerado tal como se encuentra en el manuscrito y se muestra insensible a cualquier conato de organización o «voluntad de sistema>>. Por consiguiente, si aislamos de forma provisional un pensamiento, quizá central, como es la voluntad de poder, y un proyecto lite­ rario titulado La voluntad de poder, lo hacemos por como­ didad de exposición y, en definitiva, para demostrar que tal operación acaba necesariamente por dar un enfoque falso a la obra de Nietzsche si se la deja aislada y no vuelve a su lugar en el contexto orgánico -el de su «pensamiento en devenir»- de todas las meditaciones filosóficas y los pro­ yectos literarios de Nietzsche. Volvamos pues a aquellos fragmentos de la primave­

1885 que parecen preparar ya el proyecto de La vo­ luntad de poder como obra. En una libreta utilizada de abril a junio de 1885, se avanza en un momento determi­ ra de

nado la hipótesis de que la voluntad de poder también gobierna el mundo inorgánico o, mejor dicho, que no

125

existe un mundo inorgánico regido por las leyes de la me­ cánica, porque tales leyes, que pueden facilitar la descrip­ ción superficial del mundo externo, no consiguen eliminar la «acción a distancia», que es el hecho fundamental («una cosa atrae a otra cosa, que se siente atraída»). Y para que esa voluntad de poder pueda ejercerse, necesita percibir lo que atrae, lo que siente, si se le acerca algo asimilable (NF, 34[247], 1885). Aquí no nos interesa el fundamen­ to teorético del fragmento sino el hecho de que Nietzsche extienda la voluntad de poder al mundo inorgánico (en Zaratustra había hablado sólo de «seres vivos»). En un cuaderno usado muy poco después, de mayo a julio de 1885, hay un fragmento titulado Apuntes para el plan. Introducción. Se trata de un plan que no se refiere al título de ninguna obra y es el que antes desarrolla el pensamien­ to de la voluntad de poder en el mundo viviente. Las fun­ ciones orgánicas son reinterpretadas como voluntad de poder: de ésta descienden, separados, «el pensar, el sentir, el querer de todo ser vivo». La voluntad de poder se espe­ cializa también como voluntad de nutrición, de posesión, de instrumentos, de servidores. En el cuerpo humano reina un sistema de obediencia y de órdenes (para Nietzsche, el cuerpo humano era en ese momento el único hilo con­ ductor que debía seguirse para indagar en la realidad). «La voluntad más fuerte guía siempre a la más débil. No existe otra causalidad sino la que se establece entre volun­ tad y voluntad», afirma Nietzsche volviendo a la crítica del causalismo mecanicista. Por último, también las fun­ ciones intelectuales son voluntad de poder, puesto que son voluntad de fijar una forma ( Wille zur Gestaltung) y voluntad de que las cosas se parezcan ( Wille zurAnahnli­ chung) (NF, 35[15], 1885). Este fragmento es, por lo tanto, una introducción a una obra no especificada, y el tema de esta introducción es la voluntad de poder. En 126

mismo cuaderno hay un singular fragmento, hasta L:lora desconocido, que trata de la relación entre «volun­ ::::u:i de poder» y «persona». El fragmento se titula (con :eferencia a la teoría del eterno retorno de lo mismo) _ .\propósito del anillo de los anillos»: «Un lado interior, .:na especie de carácter de Proteo-Dioniso, que se disi­ :nula y que goza de sí mismo en la transformación, perte­ ::iece a la energía que se transforma y permanece siempre :gual. La "persona" debe entenderse como una ilusión: tlectivamente, lo hereditario es la objeción capital, puesto ;;ue una enorme cantidad de energías formadoras de los riempos más remotos constituyen su permanente enti­ dad: la verdad es que estas fuerzas combaten en el inte­ :ior de la persona y son gobernadas y domadas por ella. Hay una voluntad de poder que se transmite a través de :as personas; ésta necesita la disminución de la perspec­ tiva, el "egoísmo'', como condición de existencia temporal; desde cada peldaño, la voluntad de poder mira hacia un peldaño superior. La reducción del principio agente a la "persona", al individuo» (35[68]). Aquí, la voluntad de poder parece ensayada, por así decirlo, en su capacidad de establecerse -en analogía con la «Voluntad de vivir» de Schopenhauer-- como la cosa en sí que, mediante el principium individuationis, se manifiesta como pluralidad de personas. Pero, a pesar de la perentoriedad del enunciado, Nietzsche no parece convencido de la validez de esta hipótesis. Por otra parte, el fragmento del que hablamos fue tachado por el propio Nietzsche, lo cual parece indicar que no estaba plena­ mente satisfecho con esta formulación de su teoría de la voluntad de poder. Por lo tanto, lo consideramos una im­ portante formulación provisional con la cual Nietzsche intenta resolver ese problema de su pensamiento que es la relación entre la doctrina del eterno retorno de lo mismo �.

127

y la doctrina de la voluntad de poder. Nuestra opinión se confirma con un fragmento análogo, escrito muy poco después, en el que se formula dicha relación; se trata de un texto bastante famoso porque fue incluido por los compiladores de La voluntad de poder (la obra que, como veremos más adelante, Nietzsche nunca escribió) al final de su edición (nótese la arbitrariedad del criterio cronoló­ gico: este fragmento pertenece a junio o julio de1885, o sea, que corresponde a un periodo en el que Nietzsche to­ davía no había decidido escribir una obra bajo ese título). El texto dice: «¿Olieréis saber qué es para mí "el mundo"? ¿Olieréis que os lo muestre en mi espejo? Este mundo es una inmensidad de fuerza, sin principio, sin fin, una magnitud fija, de fuerza férrea, que no aumenta y menos aún disminuye, que no se consume sino que sólo se trans­ forma, como totalidad e inmutablemente de la misma magnitud, un balance sin gastos ni pérdidas, pero también sin incremento, sin ingresos, encerrado en la "nada" co­ mo en su límite, nada evanescente o disipado o extendido hacia el infinito, insertado como una fuerza bien deter­ minada en un espacio determinado, y no en un espacio con partes "vacías" sino como fuerza omnipresente, como juego de fuerzas y de ondas energéticas, uno y "mucho" al mismo tiempo que por un lado se acumula y por el otro disminuye, un mar de fuerzas en sí mismas tempestuosas y fluctuantes, en eterna transformación, en eterno reco­ rrido, con incontables años de retorno, con flujo y reflujo de sus formas, empujándolas violentamente de la simpli­ cidad a la multiplicidad más variada, de la quietud y de la fijeza y la frialdad máximas a la incandescencia, al desen­ freno más salvaje, a la máxima contradicción, para des­ pués regresar del exceso a la simplicidad, del juego de las contradicciones hacia atrás, hasta el placer de lo unísono, en continua afirmación de sí mismo incluso en esa identi128

sus años orbitales, y bendiciéndose a sí mismo lo que eternamente no puede no retornar, como .:.evenir que no conoce la saciedad, el hastío, el can­ �.:io. Éste es mi mundo dionisiaco de eterna autocrea­ ::r. de eterna autodestrucción, este mundo misterioso _ ¿eleites dobles, éste es mi más allá del bien y del mal, :neta, a menos que en la felicidad del círculo no ;·a una meta, sin voluntad, a menos que un anillo :: -::enga la buena voluntad de sí mismo. ¿Qyeréis un ;-r:bre para este mundo? ¿Una solución para todos sus l!:::;gmas? : ¿Una luz incluso para vosotros, que sois los C2.5 ocultos, los más fuertes, los más intrépidos, los más c:octurnos? ¡Este mundo es la voluntad depodery nada más! :· vosotros mismos sois esta voluntad de poder y nada :nás!» (NF, 38[12], 1885). Este fragmento, que es sin lugar a dudas uno de los ejemplos más notables de la prosa de Nietzsche, tenía en ..::n principio otro final en el que Nietzsche, en vez de enun­ ;::iar la igualdad entre eterno retorno y voluntad de po­ der, caracterizaba, casi tautológicamente, el mundo cir­ cunscrito de la fuerza circunscrita en un tiempo infinito como mundo del eterno retorno, como «anillo de los ani­ llos» que debía ser aceptado y bendecido por quien lo contemplase. Esta corrección supone un cambio decisivo porque abre el camino hacia la unión de los dos filosofe­ mas que dominan el pensamiento de Nietzsche de Zara­ tustra en adelante. Es más, la nueva formulación enuncia con mayor precisión (sin concesiones metafísicas a Scho­ penhauer) lo que Nietzsche quería decir en el fragmento tachado que antes citamos. Pero intentemos ahora ver cómo llega Nietzsche a asumir la tarea de escribir una obra titulada La voluntad depoder. Esto sucede hacia agosto de 1885. En una ano­ tación de esta época encontramos el siguiente título: ....._

.::e

e

129

«La voluntad depoder / Intento / de una nueva interpreta­ ción / de todo el acaecer» (NF, 39[1], 1885). A pesar de ser pocos los ejemplos citados (que po­ drían ser muchos más), nos parece que este título resume las meditaciones anteriores y al mismo tiempo represen­ ta el futuro programa de trabajo de Nietzsche. Todo el acaecer (que está comprendido en el ciclo del eterno re­ torno) puede ser interpretado como voluntad de poder. Pero, tras la enunciación plástica, dionisiaca si se prefiere, Nietzsche siente la necesidad de retornar a la formulación teórica particular. Esto tiene lugar justo después, en una serie de fragmentos seguidos en los que unas veces esboza el contenido de los capítulos de su obra y otras veces indi­ ca desordenadamente los temas que debe tratar. La ali­ mentación, la procreación, la adaptación al medio, la herencia, la división del trabajo deben ser reconducidas hacia la voluntad de poder; igualmente, el placer y el do­ lor son analizados en relación con la voluntad de poder, y lo mismo sucede con el conocimiento; el cuerpo debe ser el hilo conductor de este análisis; la voluntad de verdad, la voluntad de justicia, la voluntad de belleza, la voluntad de ayudar a los demás sólo son voluntad de poder (39[12] y 39[13]). A esto sigue un texto a modo de prólogo y una introducción. En el primero Nietzsche propone una in­ terpretación del mundo que no dependa de la moral (para Nietzsche hablar de leyes de la naturaleza quiere decir trasladar representaciones morales a la naturaleza); el ateísmo, la negación de Dios, representa una exaltación del hombre, pero Nietzsche añade que, si Dios --o, sea, la interpretación moral del mundo- es refutado, el demo­ nio -que es la expresión popular para una interpretación inmoralista de la realidad- no lo es en absoluto. En la introducción, Nietzsche se detiene en una cuestión dife­ rente, que se convertirá en central en posteriores plantea130

::aientos de su obra sobre la voluntad de poder: subraya ;:ue el gran peligro no es el pesimismo (que, a fin de cuen us, es una forma de hedonismo), sino la «falta de sentido», .a «insensatez>> (Sinnlosigkeit) de todo el acaecer. La caída ..:e la interpretación religiosa ha provocado también la .::aída de la interpretación moral, pero los pensadores mo­ .::emos o no se dan cuenta o no lo quieren admitir y conti­ :iúan, pese a ser ateos, como Schopenhauer, atribuyendo .!a significado moral al mundo. Pero, puesto que la moral - Dios se sostenían mutuamente, al caer uno, también la .::rra se viene abajo. Nietzsche se propone interpretar el ::::mn do de manera «inmoral», de modo que la moral pasa­ ia no resulte sino un caso particular de una interpretación I1obal (por esta razón, más que «inmoral» será extramo::al) (39[14] y 39[15]). La nueva interpretación de todo el acaecer se especi­ :lca en una regresión desde el pensar, sentir y querer hasta -3.S valoraciones, que, a su vez, corresponden a nuestros ..:istintos, los cuales son reducibles a la voluntad de poder, ::l último hecho al que es posible retroceder (o descender) :F, 40[61], 1885). En un prólogo que sólo se conserva en parte leemos: «Bajo el inocuo título La voluntad de po­ .ier debe alcanzar su expresión una nueva filosofía o, para =.ablar más claro, el intento de una nueva interpretación de :'Jdo el acaecer, obviamente sólo de manera provisional y �erimental, como preparación y pregunta preliminar, .:orno el preludio de algo serio, para el que se necesitan oí­ ¿os iniciados y escogidos, cosa que, por otra parte, debe­ :::ia ser más que obvia cada vez que un filósofo se dispone a iablar en público [. . .]» (NF, 40[50], 1885). Justo después, en otro fragmento, Nietzsche se en­ .::arga de precisar que para él no existen Erscheinungen apariencias», «fenómenos») que se contrapongan a la esencia de las cosas; no quiere que la