Entre Lo Uno y Lo Diverso

ENTRE LO UNO Y LO DIVERSO, Claudio Guillén, Tusquets, febrero, 2005. Se reedita, veinte años después, la Introducción a

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ENTRE LO UNO Y LO DIVERSO, Claudio Guillén, Tusquets, febrero, 2005.

Se reedita, veinte años después, la Introducción a la literatura comparada –con el añadido ayer y hoy entre paréntesis- que había aparecido en la editorial Crítica en 1985. Su autor, Claudio Guillén (París, 1924), que ganó el Premio Nacional de Ensayo en 1998 con Múltiples Moradas y que presidió, después de Martín de Riquer, Lázaro Carreter, y antes de Carlos García Gual, la Sociedad Española de Literatura General y Comparada (fundada en mayo de 1974), nos informa, al final del prólogo actual, que ...ha reescrito muchos giros y expresiones de la primera versión...pero no las ideas y que es en las Notas y la Bibliografía donde nos podemos encontrar con un posible aggiornamento. En el referido y extenso prólogo (que el autor, no obstante, califica como breve) titulado La Literatura Comparada y la crisis de las humanidades (pág 11-28) nos empieza diciendo que, tanto hace veinte años como hoy, su propósito no es otro que presentar “los estudios de Literatura Comparada” como actividad universitaria, señalando, enseguida, la dificultad de “dividir” esos estudios de otras formas de conocimiento y de investigación literarias y el desconcierto e incertidumbre de esta materia y de “los tiempos que corren”. Apelando de continuo al lector y sin pretender ofrecer soluciones ni explicaciones del “desconcierto” –no soy historiador de la sociedad ni analista político, ni economista-, pues los comparatistas somos, ante todo, lectores, declara, sin embargo, que la práctica de la literatura acrecienta incomparablemente la sensibilidad histórica de las personas y se compromete a no ser anodino, no imitar posturas acomodaticias, no adherirse a la politización y trivialización de la cultura y no cultivar la elegancia del no pensar cuando comente, ahora mismo, el cambio de aires en la enseñanza de la Literatura Comparada. Intuyendo, desde la primera página del prólogo, alguna molestia en el lector –conste de paso, lector, antes de que te me enojes- va a calificar de tecnicismos feos, pero muy útiles tanto “comparatista” como “comparatismo” que significan el estudio de la Literatura Comparada, etiqueta convencional y bastante lamentable (nos dice) con que se designa el conocimiento sistemático y el estudio crítico e histórico de la literatura en general, a lo largo y a lo ancho de un espacio literario mundial (y nos da vértigo, la afirmación) Recordando que situaba los orígenes de la disciplina (y a ellos se debía la naturaleza de este género de investigación intelectual) a principios del XIX y que desde la segunda guerra mundial hasta 1985 –año de la primera edición- era posible mirar hacia atrás y otear el desarrollo de una disciplina realmente brillante a la sazón y fecunda, 1

periodo que califica de Edad de Oro de la Literatura Comparada, nos manifiesta que son los frutos de ese periodo los que... he querido recoger en este libro, tipificándolos, caracterizándolos u ordenándolos y nos recuerda que Francia seguía siendo el gran impulsor, el centro y el alma de la Literatura Comparada sin olvidar el papel relevante de los europeos exilados en Norteamérica y también a las propias aptitudes de los EE.UU. No se olvida, tampoco, de los países del Este ni de los cultivadores de los East-West Studies que aúnan las investigaciones histórico-críticas de las naciones occidentales y asiáticas, ni de los tiempos en los que fraternalmente, sostenidos por algo parecido a una fe en el devenir y el porvenir de nuestra clase de trabajo... sentíamos la fuerza positiva de la temporalidad... Pero, hoy, las contribuciones de la Europa oriental no muestran la misma vitalidad, no se explica bien por qué, más allá de que ya no existe la necesidad de escudarse en el comparatismo contra el imperio cultural ruso. Y, respecto a nuestro entorno occidental, diagnostica una crisis que envuelve (¡nótese bien¡) no solo a los comparatistas sino a todos los que se dedican a los estudios literarios y humanísticos. La descripción de la crisis diagnosticada comienza por notar una severísima fragmentación en estos estudios, a la que se une el impacto disolvente de unas tendencias arrolladoras, de carácter político, social o étnico, y de calidad más que discutible, en Estados Unidos: cuando Norteamérica está febril, Europa se encuentra al borde de la inanición. Y, considera, que la Literatura Comparada sigue su camino, tenaz pero debilitada, cercada, rodeada del ámbito no tan histórico como histérico al que aludo.., como lo prueban los libros de presentación del comparatismo donde aún es una innovación y un avance y nos pone como ejemplos los de Dev (1989) en Nueva Delhi y Nitrini (1997) en Sao Paulo además de remitirnos a la bibliografía final y las notas agregadas para ilustrar el interés en Taiwán, Hong Kong, China, Japón y, sobre todo, el Brasil. Pero, enseguida, se pregunta por lo que pasa en los centros tradicionales de esta especialidad, en Europa y Norteamérica, y desfilan Yale, Princenton, Chicago, Berkeley y Stanford... en cuyas aulas se formaron críticos como Paul de Man, Edward Said y George Steiner... y recuerda los tiempos de Harry Levin o los actuales de W. Todd, cuyos métodos rechazan mis colegas españoles o la nuevas designaciones, “Literature Program”, de departamentos como el de Duke University donde profesa F. Jameson. Y, en Europa occidental, la turbulencia y el atropello no han sido obstáculo para la continuidad de las actividades que, como la religión católica en ciertos lugares, aún congregando a menos practicantes que antes, evidencian más alta calidad. Y nos advierte que la bestia negra de los comparatistas –el nacionalismo de las naciones, matiza, y no de las regiones o nacionalidades- no ha impedido que en Francia haya medio centenar de cátedras de comparatismo, que continue la vieja Revue de Littérature Comparée, que Pierre Brunel haya publicado L´imaginaire du secret(1998), que en la Sorbona una unidad de investigación se dedique a la Littérature Genérale et Comparée dirigida por Daniel-Henri Pageaux, y que, a pesar de la reserva inglesa, en Oxford ha aparecido una presentación a cargo de S. Bassnett (1993) y se ha homenajeado a Steiner. Pero, nos advierte, que el inglés prefiere seguir bordeando el camino de Europa y sumarse a las guerras de EE.UU de las que, más adelante, nos seguirá hablando. A continuación, y es el turno de España, afirma que, aquí, la Literatura Comparada ha sido absorbida por la Teoría de la Literatura. Una historia larga de contar y 2

lamentable... mejor sería que no dé nombres y apellidos... en la que unas personalidades relevantes consiguieron que el Ministerio de Educación dotara unas cátedras de Teoría de la Literatura y otras (personalidades, al parecer, menos relevantes) solicitaron el área de conocimiento para la Literatura Comparada. Y ocurrió que profesores, jóvenes y exjóvenes, sin especial aptitud previa ni pericia normalmente en otro terreno que la literatura española u otro campo tradicional, hallaron acomodo y se formaron (poco a poco) en la nueva y exigente disciplina y que, ante las presiones de los comparatistas, las comisiones ministeriales o las juntas de rectores (Guillén no sabe bien cuales) decidieron que lo mejor era incorporar las enseñanzas de la Literatura Comparada a los departamentos y titularidades de Teoría. Y, con arreglo a esta componenda (el ministerio con las personalidades relevantes e interesadas),, fueron apareciendo departamentos y títulos duales (Teoría de la literatura y Literatura Comparada) para disciplinas distintas que requieren preparación intensa, muy particular y adecuada. Diferencia, después, la Teoría –carácter filosófico, estético, universalismo (Baumgarten, Kant, la Ilustración)- de la Literatura Comparada –mundialismo abierto (Goethe, romanticismo), diversidad de lenguas, tradicciones y épocas que determinan la dialéctica entre lo uno y lo diverso- y recuerda la fundación, en 1975, de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada y la Revista 1616 y a continuación se pregunta si están juntas las dos disciplinas en algunos departamentos y si caben en ellos los idiomas y literaturas extranjeras... confiando en algunos teóricos de valía muy grande para estimular la colaboración e impedir que el desacierto organizativo, la obcecación ministerial y los intereses creados frenen el desarrollo de una auténtica Literatura Comparada Española. También alude a lo que él y Leo Spitzer llaman “hispanocentrismo español” (obsesión de pueblo, neurosis de campanario), del que se libra la Fundación Juan March y no otras instituciones, que bloquea y restringe los puntos de vista y las acciones de organismos y círculos afectados por el ombliguismo, monomanía localista, ceguera respecto a los Otros, la indiferencia a todo cuanto no es español, como otro gran obstáculo al desarrollo de la Literatura Comparada... y afirma que haría falta otro prólogo, de los largos, para explicártelo todo bien (ya hemos hecho mención a la extensión del prólogo y a la continua y repetida apelación al lector) Y alude a Miguel Pizarro, que aprendió japonés y escribió un drama del género Noh, para señalar la especialidad española del “hombre de excepción”, “el sabio solitario”, “la anarquista luchadora”, “el investigador que trabaja y avanza sin apoyos ni consecuencias institucionales” y el respeto y el agradecimiento que le merecen estudiosos como Carlos García Gual que, a contracorriente, han producido valiosas muestras de comparatismo... Y, de nuevo, habla de “contiendas civiles” y “guerras” en el seno de las universidades norteamericanas durante el último tercio del siglo XX (no se me oculta que mis términos son notoriamente exagerados) y de la agresividad ante la Historia Literaria y la Literatura misma de determinadas posturas debidas a la “inutilidad” política de los intelectuales norteamericanos –y salva a Susan Sontag y Norman Mailer- que dan vueltas y más vueltas en sus facultades y departamentos como fieras enjauladas (expresión que debe leerse atenuada por saber ya de los notoriamente exagerados términos –para poner de relieve el carácter transgresivo y agresivo de muchas posturas- que emplea Guillén). Y salva a tres más (el gran escritor, el famoso catedrático establecido, casi siempre se salvan de la quema), Jameson, Said y Steiner, de las 3

tendencias colectivas y posturas programáticas y militantes que afectan gravemente a las instituciones y organización de los estudios humanísticos. Considerando la relación tradición /innovación en la creación poética, en la crítica y en la historia, pues el saber necesita de la continuidad para no depender en demasía del momento presente, vuelve a dirigirse a un lector (Pero, te veo, culto lector, algo inquieto, un poco incómodo en este instante) que pudiera sentirse afectado por los problemas de las mujeres, los homosexuales o los inmigrantes, para recordarle que es la proyección de esos problemas sociales sobre la Literatura lo que está en cuestión y no los problemas aludidos, propiamente dichos, en su dimensión social y política. Hecha la diferencia y encauzada la argumentación hacia las cuestiones puramente literarias y humanísticas se refiere a los Cultual Studies y a los Postcolonial Studies como dos orientaciones que, desde un punto de vista crítico-literario, han contribuido más significativamente... (suponemos que, pues no está escrito, al desarrollo de la Literatura comparada... o bien, hasta ese punto puede llegar este ambiguo prólogo, lo contrario. Y llega uno a dudar si los elogios a Jameson y Said no ocultan la acusación de hacerles responsables de la “incertidumbre”) Recordando la figura sobresaliente de F. Jameson y sus obras, la horizontalidad de un pensar transversal o transdisciplinar que no se separa nunca de la literatura, califica de aventura y exploración la reflexión histórica, como definición de una totalidad, en la cual y desde la cual analizamos, pensamos y sentimos –y que Guillén criticará más adelante (y no ahora, por lo que se ve)-, que ha demostrado su fecundidad en la interpretación del postmodernismo y su conexión con el tardocapitalismo y su dialéctica incesante con los modernismos. Reconoce Guillén a Jameson la aportación a los estudios literarios a través del acercamiento de éste al primordial sentido de la historia y los detalles de la vida que tuvieron Balzac, Galdós o Dostoievski. Y, seguidamente, discurre sobre el multiculturalismo y los Cultural Studies, cuyo origen sitúa en la insatisfacción con los estudios tradicionales y el poder institucional que suponen los campos educativos y cuya finalidad sería la incorporación social de las minorías étnicas –cada vez más numerosas en EE.UU, como los afroamericanos e hispanos- a través de unos actos o productos llamados culturales y que abarcan los cauces visuales, musicales y sobre todo de carácter popular a los que se llama finalmente “textos” y que por la propia y esencial indiferenciación de unos productos con otros, implica la absorción de la gran literatura –el detestable canon europeo u occidental (aquí ya aparece la acusación)- y otras grandes obras del arte y la negación de su naturaleza, valor e historia particulares. Y nos remite al Capítulo 16 “Periodos polifónicos y corrientes literarias”, “Sistemas y Polisistemas” donde se diferencian y se distinguen, sin abandonar la visión de conjunto, lo culto y lo popular, lo establecido y lo nuevo, lo céntrico y lo periférico, lo alto y lo bajo, etcétera. La segunda orientación, la más valiosa al entender de Guillén, orientación que debe todo a E.W. Said, los “Post-colonial Studies”, que tan bien casa con el objetivo del libro cuyo prólogo estamos resumiendo -la lectura crítica y atenta de los grandes escritores y géneros de la literatura mundial- y que ha tenido una recepción fulminantemente (¡) positiva en EE.UU, pero, matiza Guillén, su influencia se ha extendido a otros círculos, países y escritores, como por supuesto los ex –colonizados (y, por el momento, nos quedamos sin saber el valor y alcance del “pero”), la segunda orientación, seguimos, se centrará, en este final del prólogo, en la obra y acción de Said.

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Reconociendo la coherencia de Said, formado en Harvard y cuyo primer libro dedicó a J.Conrad, comenta la reflexión teórico-literaria de Beginnings (1975) donde el intelectual y artista del siglo XX es definido como un ser disperso, fuera de sitio, errante, múltiple y escindido. Crisis de filiación que coincide con la de la propia cultura occidental como tradición heredable... y afirma, por ejemplo, que la novela no había sido posible en el Islam por considerar el mundo terminado y completado o que la Crítica y la Teoría Literarias han conducido a una “nueva mirada radical sobre las historias suprimidas: femenina, no blanca, no europea”.Y, continua Guillén comentando a Said, el crítico, obligado a rechazar la función dinástica que se le impone, ha de engendrar comienzos, producir sentidos, el crítico, ha de juntar la voluntad moral con el conocimiento de las circunstancias, y, el texto literario, que no es nunca inocente, debe ser leído como una parte del mundo social (El Mundo, El Texto y El Crítico,(1983), Mondadori, Barcelona, 2004). En Orientalism (1979) “leemos y aprendemos” que existen las ciudades orientales, que Oriente es una invención y representación –sensualidad, esplendor, crueldad- francesa e inglesa ligada a una voraz expansión imperial sustentada en la idea de la superioridad europea. En Culture and Imperialism (1993) Said reconoce a Lane, a Sacy, estudia las relaciones que Jane Austen, Dickens, Flaubert, Camus, establecieron con aquél inmenso espacio –el 85% de la Tierra en 1914-, la independencia de los países subyugados y el pensamiento de los ex colonizados, así como la imaginación literaria en Äfrica. India o el Caribe. Nos dice Guillén, después, que el traslado de la conexión básica entre historia literaria e historia económica, propio de la filosofía marxista, al par historia literaria/historia política, está hecho, ese traslado, de manera pertinente y con especial delicadeza autocrítica y que no hay resquicio entre el crítico y el estudioso y el luchador palestino que denuncia la postura política occidental, la mentalidad imperial que coincide con la soberbia en lo moral, frente a la tragedia de su pueblo (es decir, una de cal y otra de arena). Y, sigue Guillén: Vivimos en mundos plurales y el gran enemigo es la simplificación... ninguna visión es hegemónica... ninguna cultura es monolítica... ninguno de nosotros es sólo una cosa. Y, con Said como ejemplo a emular, apela a la voluntad moral de todos, a la apertura e inteligencia autocrítica, frente al desconcierto actual. Y pone fin al prólogo (que reconoce, al final, largo) con los agradecimientos de rigor a los editores y amigos... y al lector (que ya puede respirar). Y el “pero” a Said ahí queda.

Entre lo Uno y lo Diverso. (Introducción a la literatura Comparada. Ayer y Hoy.) El volumen está dividido en dos partes, además del prólogo-ensayo comentado, los apéndices, las notas, la bibliografía –útil y extensísima, ocupa desde la página 435 a la 474, y contempla las traducciones al español existentes-, y un índice temático y onomástico que, dada su condición de Manual, permite agilizar y aprovechar al máximo su uso. La primera parte está dividida en 11 capítulos, cuyos tres primeros tratan de las definiciones e ideas generales del autor sobre la literatura comparada –la conocida rama de la investigación literaria que se ocupa del estudio sistemático de conjuntos supranacionales- que evita la palabra “internacional” pues muchos conceptos y categorías 5

no han sido nunca “nacionales” (géneros comunes, la rima, el romanticismo...) ni el punto de arranque es ninguna literatura nacional. El capítulo 3 (Lo Uno y lo Diverso) encierra el pensamiento que trata de dar, más que un marco, un horizonte, una condición y un tema de reflexión, creando nuevos sentidos, a la cultura moderna y, también, a la polaridad de lo local y lo universal, al debate entre la unidad y la multiplicidad...entre el monismo y el pluralismo. Recurriendo a Borges (Cabe sospechar que no hay universo en el sentido orgánico, unificador, que tiene esa ambiciosa palabra) y al premio Nobel Ilya Prigogine (¿Tiene sentido la palabra universo?) se pregunta Guillén por la “Unidad” de la literatura –ideal centralizador y monista debido a los románticos-, por las “Constantes” (Graf, 1876), la “Inmanencia” (Ortega, Teoría del Clasicismo, 1907) o la “Tradición Eterna”, lo “Originario”, (Unamuno, En torno al Casticismo, 1895) e, inmediatamente, señala lo específico de la empresa, y el propio carácter –temporal, individual- de la Historia y Crítica literarias, diferentes a la Ciencia y a la Filosofía. El carácter de disciplinas históricas, el no poder pasar por alto el carácter singular, la realización vivida, la percepción sensorial y sensual de la obra de arte, no permite, repite Guillén, eliminar ni la diferencia individual ni la perspectiva unitaria, ni la emoción estética singular ni la inquietud integradora. El Comparatista enfrenta, como proyecto y deseo, una tarea dialéctica en la que la conciencia incesante de un problema... como nunca podemos conhecer todos os elementos duma questao, nunca a poderemos resolver (F.Pessoa) obliga al manejo de hipótesis, a la comprobación, al análisis, al estudio de la historicidad de estructuras recurrentes o fundamentales que se dan en distintas literaturas. Se pregunta Guillén, después, por la especificidad de la Literatura comparada, por la investigación de temas, métodos y problemas –éstos son los que dan la “especificidad” a la literatura comparada- y recuerda el desmoronamiento que en el siglo XVIII y XIX sufrió la idea de “un solo mundo” y cómo en el XX no presentan “unicidad” ni las literaturas nacionales; y se pregunta, después, cómo es irreducible la historia literaria a una sola teoría y a una sola tradición... Y cita a Octavio Paz: “ahora el espacio se expande y disgrega, el tiempo se vuelve discontinuo... y el mundo estalla en añicos.. hombre errante... yo disgregado”.

En el capítulo 10 de esta primera parte (Tres modelos de Supranacionalidad) nos describe en primer lugar el modelo que se caracteriza por fenómenos y conjuntos que implican internacionalidad –contactos genéticos (“éste lee a éste otro”), premisas culturales comunes (“estilo ciceroniano de cierta prosa del XVI”)-; después, el modelo que se fundamenta en el estudio de procesos genéticamente independientes, de civilizaciones diferentes, pero que implican condiciones socio-históricas comunes (“desarrollo de la novela en el XVIII europeo y en el XVIII japonés, en relación con las nuevas clases medias”) para establecer relaciones entre el cambio social y el cambio literario; y, por último, el modelo que estudia fenómenos genéticamente independientes pero que componen conjuntos supranacionales según principios de la teoría de la Literatura como generadores de modelos de investigación (“estudios Este /Oeste”, “encuentro Crítica /Historia con la Teoría”). Y, citando a Jakobson, nos muestra, como ejemplo de este modelo /paradigma de supranacionalidad (que exponemos resumido), el que toma el 6

“Paralelismo poético” como el rasgo formal y fundamental por el que pasan la rima, las repeticiones morfológicas y semánticas, las simetrías prosódicas y las reiteraciones sintácticas, que (apoyándose en Alarcos Llorach en relación con las secuencias sintácticas y rítmicas)... irán concordes cuando las pausas sintácticas y las métricas se produzcan en el mismo punto, resultando que la unidad métrica –el verso- y la unidad sintáctica –la frasese correspondan”. Diferenciando cuatro especies de ritmo -de sonido, de funciones gramaticales, de la métrica, de los contenidos- y achacando el “efecto poético” a la tensión, interacción y contraste entre los impulsos paralelísticos y los antiparalelísticos (efectos comprobables –la unidad rítmica es el par de estrofas- en las Cántigas de Amigo), nos recuerda la afirmación de Zhirmunski sobre “la repetición” como la forma más antigua de formación rítmica versificada, que vendrá sucedida por un paralelismo más libre de índole sintáctico y, de cómo, más adelante, aparece la rima, primero inicial o interior y, después, final, ésta basada en analogías sintácticas y la aliteración... hasta que triunfan, finalmente, el cómputo de sílabas y la rima final morfológicamente variada. Concluye Zhirmunski: la instalación de la rima final como medio autónomo y obligatorio de vinculación métrica conduce al propio tiempo, según parece, a un retroceso del paralelismo y la aliteración. Esta discrepancia con Jakobson, que apunta hacia la existencia de polos estructurales –silabismo rimado, paralelismo-, también nos explicaría el robustecimiento del procedimiento paralelístico en el verso libre, de Whitman a Maiakovski, en detrimento del cómputo cuantitativo y de la rima... conclusiones a las que llega, también, Lázaro Carreter: la repetición está en la entraña misma del verso libre, como su fundamental principio constitutivo (en “Función poética y verso libre”). Al final del capítulo nos recordará Guillén que todo marco conceptual es provisional y ha de ser puesto a prueba, “falsable” en el lenguaje de Popper, y que la tarea principal de la Literatura Comparada es la confrontación de la Poética con nuestro conocimiento de la poesía (de la teoría de la literatura). El resto de la primera parte repasa la historia y evolución de la Literatura Comparada, de los ideales románticos, pasando por “las componendas” del positivismo, a la Weltliteratur, y de la “hora” francesa a la “hora” americana. Otro capítulo trata de la Literatura general y de la teoría literaria y, además del mencionado Tres modelos de supranacionalidad, el número once tiene como objeto el estudio de la relación de la literatura con las demás artes, donde Guillén critica la automática aplicación de las categorías de Wölfflin a la historia literaria, haciendo suyas las palabras de Welleck: las artes varias... tienen cada cual su evolución individual... no es “un aire de los tiempos” lo que determina cada una de las artes... sino series que evolucionan de por sí, según sus propias normas... que no son por fuerza las mismas que las de las series vecinas. Y nos advierte, frente a la simplificación en este terreno, que debemos evitar calificar de “mezcolanza” las manifestaciones artísticas complejas como el Ballet, la Öpera, el Cine, que considera “arte nuevo” y con un propio y original sistema semiótico. Y, se pregunta, ¿por qué hablar de comparatismo literario, de “Literatura y X”, según la consabida fórmula, salvo desde el punto de vista genético?. Y acaba esta primera parte con la exposición de un criterio de lectura del manual (Mi propósito no es enumerar obras y autores, sino apuntar orientaciones, destacar problemas y ofrecer una información útil 7

para el estudiante... y el lector curioso.) y la presentación de la segunda parte: Estudio de la Genología, la Morfología, la Internacionalidad, la Historiología..., y también sobre la función de los ejemplos –aclarar los conceptos, introducir la palabra poética, hacer más llevadera la exposición- que llenan profusamente el tratado y que, en muchos aspectos, se acerca a una verdadera enciclopedia de Literatura Comparada y Teoría de la Literatura donde informarse y aprender. Respecto a los temas y autores más polémicos hoy, “salva” a Paul de Man, el cual, sin mesianismos ni globales pretensiones patafísicas, ilumina con singular delicadeza el carácter retórico del lenguaje de la literatura. Este carácter, constituyente de la estructura paradigmática de toda comunicación literaria, revela el espacio sígnico como lugar de enlace “problemático” del sentido referencial y figurado. Sin reducir “todo” a la retórica, de Man, como Borges, propone lecturas literarias de las obras filosóficas y la asimilación de la Crítica a la Literatura. Y, desde luego, salva a Jauss y Adrian Marino. Ëste, sobre el problema de la definición de la literatura, nos indica la convergencia de dos planos dialécticamente relacionados: la concepción personal del intérprete (saberes propios, reflexiones individuales, experiencias culturales, ideales estéticos e ideológicos) y la tradición histórico-cultural (junto a las circunstancias que modelan los conceptos en cada momento) dentro, ambos planos, de un proceso inconcluso de interrogación. Y, en el capítulo final, dedicado a la Historiología, nos advierte Guillén de la inexistencia de “un principio”, de “un final”, de un sentido ineluctable o de un destino final, para la Historia Literaria; Y, también, al final del capítulo 14, de los límites de la analogía con las ciencias naturales que, con frecuencia, los marcos conceptuales aplicados a la literatura a veces rebasan, olvidando la flexibilidad y la dimensión temporal de la teoría, obligada a comprobar las hipótesis teóricas en la obra concreta e individual. A nuestro juicio, este tratado /enciclopedia /manual de literatura Comparada (citadísimo e inencontrable, hasta el mes pasado, fuera de las bibliotecas universitarias) resulta de gran utilidad como obra de consulta (casi una summa actualizada de trabajos, métodos y teorías ilustrados con muchos ejemplos, textos y notas) como obra de consulta, decía, y obra por la transitar y pasear con la comodidad que la extensa Bibliografía y el índice Onomástico facilitan. Sin olvidar la continua reflexión teórica sobre los principios de la disciplina que recorre el manual y la vasta erudición de que hace gala Guillén. Por otro lado no podemos hablar, dado el eclecticismo y la ambición de la obra en la línea de la “literatura del mundo” de Goethe, de propuestas o métodos concretos, que no obstante aparecen continuamente en los ejemplos y en las formulaciones teóricas traídas a colación por Guillén, y sí de un estímulo constante al trabajo (afán, proyecto, actividad) y a la autocrítica y revisión de los conceptos: Procuremos eludir la trampa de las definiciones, tan circulares, tan envanecidas, considerando nuestro asunto más como una tendencia, un anhelo y menos como un objeto. (Antonio Vecino Gallego)

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Teoría de La Literatura y Literatura Comparada.

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