Naturaleza de Los Signos

ARIES: es el primer signo del Zodíaco y está unido al despertar de la naturaleza, al nacimiento violento e impetuoso de

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ARIES: es el primer signo del Zodíaco y está unido al despertar de la naturaleza, al nacimiento violento e impetuoso de la vida tras el largo sueño invernal. Simboliza el fuego original que se manifiesta en el inicio, en el surgimiento de las fuerzas brutas de la vida. El ritmo vital, bajo este signo, es el de un salto adelante, de una aceleración: comienzo, renovación, propulsión, impulsión, estallido, explosión. Es el soplo del fuego prometeico, ese fuego a la vez creador y destructor, ciego y generoso, caótico y sublime, capaz de expandirse en todas direcciones. TAURO: El gran impulso inicial de Aries se transforma aquí en exigencia de armonía, paz y seguridad para preservar la vida y asegurar la continuidad. Es la materialización de las fuerzas creativas que se concretizan en la abundancia de formas. A imagen del bóvido, el nuevo ritmo va de acuerdo con la lentitud y estabilidad debidas a la pesadez, espesor y densidad de la materia. Es el signo de la madre Tierra fecunda por excelencia. GEMINIS: Es el periodo en que el fruto aún no está maduro para su recolección, y la tierra lo tiene todavía sujeto a la espera de su separación. Estamos en la fase de transición de una estación a otra, simbolizado esto claramente por la doble naturaleza del signo. Todo es dualidad en este signo de Aire bipolar: los dos brazos, los dos lóbulos pulmonares, aspiración y espiración, los Dioscuros Cástor y Pólux, del símbolo. Es, también, el signo de los ritmos rápidos y de los movimientos rápidos, de las relaciones estrechas con el medio ambiente, así como de la vida del espíritu. Su naturaleza participa de la esencia adolescente y hermafrodita de Mercurio, principio de relación, de intercambios, de movimiento, de adaptación, de comunicación, de interpenetración, de cerebralizacion. Es el signo de las dos caras en cada cosa, pero también de la toma de conciencia de sí mismo a través de la asunción de los contrarios. CANCER: El signo expresa de la forma más vistosa las características femeninas de la maternidad. Simboliza, igualmente, las aguas originales, las aguas-maternas. El crustáceo (cangrejo) que lo representa es particularmente prolífico; vive bajo un caparazón como los gérmenes, huevos, fetos y brotes, esbozo y prefiguración de la vida que va a renacer (concha, matriz, costra, envoltura); y también anda hacia atrás, símbolo de un retorno, de un reflujo hacia el pasado. El planeta regente es la Luna, que ha estado desde siempre simbólicamente ligada a la naturaleza y a todo aquello que pertenece al seno materno. Cáncer es, por esto, el signo asociado a la gestación, a la madre, al agua original, a la leche materna, al útero y en consecuencia a la casa, al hogar como refugio, como lugar protector. Corresponde a la cuarta casa del Zodiaco, que representa los orígenes, las relaciones con la madre, el calor del hogar, la patria. LEO: Simbólicamente Leo es el signo de la plena afirmación de la individualidad, de la voluntad, de la conciencia, del "Yo", de la soberaneidad egocéntrica. Si el fuego cardinal de Aries es animal, ciego y sublime, el fuego fijo de Leo es la expresión de una fuerza dominada, de una energía-luz disciplinada, de un fuego individualizado, consagrado a las potencias del Yo, de la voluntad dirigida, fuerza central reguladora e irradiante de vida, de calor, luz y brillo. Corresponde a la quinta casa del Zodiaco y representa la vitalidad, la energía controlada y constante, el deseo de potencia subjetiva, el paso de la fase inconsciente a la consciente. VIRGO: El impulso vital se encuentra en su ocaso, las fuerzas se debilitan, las formas se adelgazan; pero el empobrecimiento de la vida animal es compensado por un orden del espíritu: es la aparición de la razón, buscando el hombre su medida en la lógica. La energía se canaliza en la esfera inmaterial de la inteligencia, en la agudeza de espíritu. Este signo

corresponde, orgánicamente, al intestino en su función de criba, de asimilación y eliminación de desechos. LIBRA: La naturaleza se concede una pausa antes de recibir la semilla que la fecundará de nuevo. Nos encontramos en medio de dos ciclos vitales: el evolutivo y el involutivo. El otoño comienza cuando el día es igual a la noche y la naturaleza parece buscar un equilibrio con el todo. Los últimos frutos maduros se desprenden de los árboles; ésta es la prefiguración de una era de reposo, de relajación, de paz, en la que las formas exteriores van borrándose progresivamente ante la vida interior. Este crepúsculo otoñal de la Naturaleza se encuentra en dialéctica con una aurora del Alina, simbolizada por la exaltación de Saturno, que valoriza las tendencias de desapego, desprendimiento, renuncia, victoria de lo espiritual sobre lo material. El símbolo (los dos platillos de la balanza) significa tanto una relación de equilibrio entre dos alternativas, como una oposición de los contrarios y una asociación de los complementarios. Con Libra, signo de la armonía y de la justicia, el individuo ya no está solo frente a sí mismo, como en Aries, su opuesto, y busca complementarse en las relaciones con el otro. Corresponde a la séptima casa del Zodíaco, que es la de la unión, del matrimonio y la asociación. Libra busca la relación a través del amor y del afecto. Aunque no exista un mito preciso asociado al signo, se le ha relacionado con Venus Afrodita, diosa de la belleza, de las artes y la sensualidad.

ESCORPIO: La vegetación muere descomponiéndose lentamente bajo las lluvias otoñales. La semilla soterrada está iniciando el largo viaje nocturno a la espera de la resurrección. Es la etapa durante la que todo debe morir, no para poner término definitivamente a la vida sino para transformarse a través de la resurrección, expresión de la destrucción de los valores objetivos y de las formas exteriores en favor de un proceso de fermentación, de putrefacción, de disgregación. Es el octavo signo, el más complejo del Zodiaco; vida, muerte y resurrección están estrechamente unidas y expresan el auténtico y profundo significado del Escorpión, que tiende a destruir todo lo que existe para reconstruirlo bajo nuevas formas. En la mitología, el signo está ligado al mito de Orión, el cazador castigado por los dioses por su violenta y destructiva agresividad.

SAGITARIO: Bajo la tierra las semillas buscan la posición ideal para poder transformar durante los meses siguientes en las nuevas plantas. Como dice Barbault, en el libro, Tratado práctico de astrología: "La energía sagitariana obra en proyección de aquello que Escorpio ha acumulado, para destinarlo a un fin. En este sentido, imagen del Centauro viene justificada por la flecha lanzada a lo alto". La figura mitológica del Centauro, cuya mitad inferior es animal mientras la superior es humana, significa el hombre lanzado a la conquista de la esfera espiritual a través de la victoria sobre el propio isntinto irracional. Se trata de enlazar lo próximo con lo lejano para hacer triunfar éste sobre aquél, gracias a la unión de lo inferior y lo superior, el caballero redoblando su fuerza con la del caballo con el que hace un cuerpo, las piernas contra los flancos (relación de Sagitario con los muslos en el "Hombre-Zodíaco".Mitológicamente está asociado a la figura

de Quirón, el centauro más sabio educador de dioses y de héroes griegos como Aquiles, Acteón, Asclepios o Peleo.

CAPRICORNIO: La naturaleza está inmersa en lo que desde fuera se nos manifiesta como un largo sueño: la semilla definitivamente acogida en el seno de la tierra tiene que contar con todas las defensas para poder sobrevivir a los peligros del hielo, que amenazan su vida. Simboliza en la Naturaleza la desnudez, el encogimiento, el silencio, la concentración del invierno en su severa grandeza. Signo de Tierra-Cardinal, marca la fase de la semilla enterrada en la tierra, principio de una lenta maduración sin espectacularidad en vistas a una última conquista a largo plazo. Es, a la vez, símbolo de una medianoche celeste, presentándose el solsticio de invierno como una fase de concepción, de raíz, de surco (de ahí la relación con la estructura interna de las cosas), y de un mediodía terrestre, que tiene su réplica en la Casa X, en el ciclo del día y, en tanto que tal, de una cumbre, lugar de predilección de la cabra. Opuesto a Cáncer que es el signo de la madre, de la cuna, de la encarnación y, asimismo, tanto de lo íntimo como de lo supra sensible, Capricornio tiende a lo impersonal, a la desmaterialización, a la liberación de lo terrestre. Por ello, es el signo de Saturno al que se añade (exaltación) Marte. En la mitología Capricornio (Pez-Cabra) es el símbolo de Ea, al que los babilónicos veneraban como dios del agua y de la sabiduría.

ACUARIO: Las raíces se están formando poco a poco en la tierra y conquistando el espacio al que se adaptarán con total disponibilidad para poder desarrollarse todas juntas y dar a la planta el mayor número de probabilidades de alcanzar la superficie. Simboliza en la Naturaleza la primera asimilación de la semilla nuevamente sembrada que se integra en el medio terrestre. Este signo de Aire-Fijo no representa ni el lazo espiritual de Géminis, ni el lazo afectivo de Libra, sino el del alma revelada por el mundo de afinidades electivas cuyo fin es el de la fraternidad universal. Frente a Leo que personifica la realización del individuo cuya voluntad se encuentra toda al servicio del Yo, el Acuario representa el aspecto al estadio superior de la Persona por la aceptación del otro hasta llegar, así, a formar parte del Universo. Mitológicamente está asociado a la leyenda de Deucalión, hijo del rey de Tesalia, que logró escapar en su barca del espantoso diluvio que había sumergido a Grecia. Simboliza la capacidad de elaborar nuevas formas de civilización.

PISCIS: Nos encontramos al final del invierno: transición entre una estación y otra, las nieves se derriten y al mismo tiempo asoman las primeras plantas. Aún es un mundo indefinido, en el que todo parece disolverse para que la naturaleza pueda renacer en el nuevo ciclo de Aries. El Agua-Mutable que representa es tanto la de las crecidas invernales, diluvio purificador en el que los lazos son desanudados, las fuerzas de cohesión borradas, como la masa movediza y anónima de las aguas marinas a las que todo se arroja, la inmensidad oceánica. Agua disolvente, pero también agua fecundante, cuyos fondos inagotables del medio marino son ejemplo. Frente a Virgo que pone el acento en el detalle, lo particular, el límite, lo preciso,

la norma, la regla, la medida... Piscis aparece como el mundo del conjunto, de lo global, de lo ilimitado, de lo infinito, de lo virtual, de lo latente, de lo inclasificable, de lo inapresable, de lo inefable... en el que lo irracional y lo suprarracional reinan por completo. Mitológicamente Piscis está relacionado con la leyenda de Derceto, que, para sustraerse a la realidad, se tira al mar, por lo que Poseidón le castiga transformándole en el cuerpo indefinido de una sirena, mitad pez, mitad mujer. En esta figura mitológica se expresa con precisión el simbolismo del signo que menos aguanta el choque con la realidad y se siente terriblemente atraído por lo inconsciente, por lo sublime y por la inmensidad, en la que, sin embargo, el yo puede incluso aniquilarse a sí mismo.