Muerte Marat J L DAVID

LA MUERTE DE MARAT En la imagen se muestra un cuadro denominado “La Muerte de Marat”, pintado al óleo sobre lienzo en 1

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LA MUERTE DE MARAT

En la imagen se muestra un cuadro denominado “La Muerte de Marat”, pintado al óleo sobre lienzo en 1793 por Jacques-Louis David, amigo personal de Marat, francés, y uno de los más importantes pintores de aquella época, en el momento más radical de la revolución francesa. Posteriormente el autor llegará a convertirse en el pintor de cámara de Napoleón, pieza clave de la propaganda imperial. El lienzo original puede ser admirado hoy en día en el Museo de Bellas Artes de Bruselas, ciudad donde falleció el artista. Esta pintura está catalogada dentro del arte neoclásico, predominante durante el S.XVIII, y representa un retrato histórico, de fuerte influencia política burguesa revolucionaria. El destinatario de esta obra es el pueblo francés en particular y por extensión, el público en general. Acudiendo a la legislación vigente y a sus desarrollos en los Reales Decretos 1631/2006 de ESO y 1467/2007 de Bachillerato, el comentario de esta imagen puede ser utilizado por su valor artístico como aplicación didáctica en 4º de ESO, y en 2º de Bachillerato en la asignatura Historia del Arte. Sin embargo, y debido a su valor historiográfico, puede ser utilizada en la asignatura de 1º de Bachillerato de Historia del Mundo Contemporáneo, durante la unidad dedicada a la revolución francesa, al principio del temario.

El arte se encuentra en un momento de redescubrimiento de la antigüedad clásica, como ya ocurrió en el Renacimiento, como respuesta a las sobrecargadas obras de finales del barroco y el rococó. Los pintores neoclásicos no disponen de modelos de pintura clásica con la facilidad que ofrecían la arquitectura y la escultura, de las que tantas muestras se conservaban en Italia. Es por ello, la disciplina más original, aunque con clara influencia del Renacimiento. Una de las características más importantes de la pintura neoclásica, y que se puede apreciar en la obra objeto de comentario, reside en la importancia que cobra la línea con respecto al color. Los contornos están claramente delimitados, como si el protagonista y los objetos principales fueran esculturas. En ese sentido, el volumen de los personajes juega un papel muy importante, determinado por la línea, pero también por la luz, como si fueran de “bulto redondo”. La luz participa determinantemente en la composición. Si bien no se aprecia la existencia de un foco de luz natural o artificial, la luz cae tenuemente sobre la escena, permitiendo delimitar muy bien las formas y su profundidad, resaltando además las partes más importantes: la mesa, la carta y la cabeza de Marat. En este sentido, sí se aprecia una tendencia continuista con respecto al arte barroco, cuya pintura está repleta de claroscuros, con maestros tan destacados como Caravaggio. En la línea del estilo neoclásico, predominan los colores fríos, apagados, lo que contribuye junto con la luz a una atmósfera silenciosa y fría, de una sobriedad casi religiosa. El dominio de la perspectiva es un aspecto perfectamente superado en el S.XVIII donde multitud de obras la plasman a través de composiciones donde la línea y la luz otorgan mucha profundidad, ayudadas por el color y las características geométricas de los marcos arquitectónicos clásicos. En este caso, las luces y las sombras sobre el cuerpo de Marat y el cajón anterior a la bañera proporcionan los elementos necesarios para conseguir dicha perspectiva. Como en el Renacimiento, vuelve a cobrar mucha importancia la geometría dentro de las composiciones, incluso en una representación tan simple y desprovista de personajes como la de este cuadro. Destaca por encima de todo la organización de la composición en fuerzas horizontales y verticales, dando lugar en las intersecciones a ángulos rectos, propios de la tendencia clásica. Esta estructura sólo es rota, a posta, por el cuerpo del protagonista, Marat. Pero aun así, podemos encontrar formas regulares entre sus principales puntos de atención, pues teniendo como centro la carta que sostiene, su brazo derecho traza una buena sección de circunferencia, desde la pluma a su cabeza, donde confluye también su brazo izquierdo a modo de radio. Llama la atención que Jacques-Louis David sitúa casi todos los elementos significativos en la mitad inferior del lienzo, consigue con esto una aproximación descendente del punto de vista del espectador, que recorre el cuerpo del asesinado hasta dar finalmente con el arma homicida, en el lugar más bajo de la composición. Se consigue con esto una fuerte componente gravitatoria, ayudada por la postura de la cabeza y el brazo derecho, otorgando inercia descendente a una escena carente de movimiento. Con esta división se

transmite además simbólicamente la dualidad entre el todo y la nada, la vida y la muerte, el ser y no ser. El autor idealiza los hechos con toda la intención, favoreciendo la idea de mártir en Marat, y omitiendo buena parte de la sangre de la escena, en favor de la belleza del momento (recordando a artistas renacentistas o esculturas clásicas) y la solemnidad, pero no idealiza el aspecto formal de los objetos que son tratados con extremo realismo y detalle (tintero, plumas, cajón, telas…). La obra es realizada en el contexto histórico de la revolución francesa como hemos comentado. Esta revolución del pueblo, de origen burgués, y en contra del absolutismo monárquico francés encuentra sus episodios más integristas entre los años 1792 y 1794, cuando una vez proclamada la República, Robespierre, colega de Marat, y los jacobinos ejecutan a Luís XVI y hacen cundir el terror instaurando la “ley de sospechosos” a través de la cuál ejecutaban a todo aquel contrario a la revolución tal y como ellos la entendían. Marat era el director de un periódico favorable a la causa jacobina, el “amigo del pueblo”, que cumplía, como es normal en estos casos, un papel fundamental en la propaganda política. Era además un excelente orador. Se dice además, de él que era una persona intransigente y que colaboró con la “caza de brujas” jacobina. Es por ello que una mujer, simpatizante de la oposición, decidió acabar con su vida de una puñalada colándose en su misma casa. Marat se encontraba dándose un baño terapéutico, cosa que hacía frecuentemente, ya que padecía de una enfermedad dermatológica. La causa revolucionaria estaba necesitada de héroes y mártires, como así ha sido a lo largo de la historia en todos los casos. La Muerte de Marat fue encargada a su amigo David de inmediato y éste tardó sólo tres meses en terminarla para que sirviera de propaganda política y convirtiendo al personaje en un patriota y un símbolo. En el cuadro, el asesinado aparece sosteniendo una de las cartas que su asesina, Charlotte Corday, le había enviado para reunirse con él. En el cajón, el político, retratado como trabajador incansable, despachaba uno de sus asuntos y disponía el envío de un cheque: "dispondréis esta asignación para esa madre de cinco hijos cuyo marido murió en defensa de la patria...". Se busca así que Marat sea recordado en el futuro como un hombre ejemplar, otro de los grandes de la historia, lleno de virtudes, patriota, buen político y valedor de la libertad, la igualdad y la fraternidad. El tema es tratado como la mismísima muerte de Cristo. Son innumerables las obras precedentes que recuerdan a este tema que es conocido como la “Pietá de la Revolución”, para una sociedad que rechazaba a la iglesia. El tema de la pietá es comparado con la muerte de Marat en muchos casos, pero sobre todo aquel pintado por Carracci o la escultura de Miguel Ángel. Es también habitual que la representación nos recuerde a la “Sepultura de Cristo” de Caravaggio, por la postura de Marat. Marat es así comparado con Cristo, siendo el mártir del racionalismo.

En contraposición, en 1860 durante el Segundo Imperio, el tema es tratado desde el punto de vista contrario y Paul Jacques Aimé Baudry retrata a Charlotte Corday como una inocente víctima de la época del terror aportando su grano de arena en la lucha contra los intransigentes revolucionarios jacobinos. Como aplicación didáctica se debe mostrar y analizar este cuadro obligatoriamente como una de las pinturas más representativas del arte neoclásico, tanto en lo formal como en lo simbólico. Es importante compararla con otras obras de su mismo estilo y buscar el contraste con obras de estilo rococó para observar la ruptura. Todo esto en Historia del Arte, pero no menos importante es la función didáctica que podemos obtener de esta pintura en la explicación de la Revolución Francesa, sobre todo en Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato. Debido a la proliferación de obras en este periodo, podemos seguir los acontecimientos apoyados en estos cuadros y comparar el punto de vista parcial de ambos bandos comparando, por ejemplo, este cuadro con el de Baudry. BIBLIOGRAFÍA  Sainte-Fare Garnot, N. (2005): Jacques-Louis David 1748-1825, Ed. Chaudun, París.  Novotny, F. (1981): Pintura y Escultura en Europa 1780 – 1880. Ed. Cátedra, Madrid.  Honour, H. (1982): Neoclasicismo. Xarait Ediciones. Madrid.