MOVIMIENTOS CAMPESINOS

Alberto Flores Galindo Movimientos campesinos en el Perú: Balance y esquema Fuente del Texto: Alberto Flores Galindo, Mo

Views 212 Downloads 68 File size 657KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Alberto Flores Galindo Movimientos campesinos en el Perú: Balance y esquema Fuente del Texto: Alberto Flores Galindo, Movimientos campesinos en el Perú: Balance y esquema. "Cuaderno Rural" núm. 18; Taller de Investigación Rural, Programa de Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Católica del Perú: Lima, s.f. [1977].

Podemos partir en esta comunicación de dos evidencias: a) el campesinado, a pesar de la explotación terrateniente, ha tenido un papel activo en la historia peruana, expresión del cual son las diferentes formas de protesta social rurales: bandolerismo, motines, sublevaciones, invasiones, sindicalismo...ETC b) La historia de las luchas campesinas no es una historia reciente, más bien se trata de una prolongada y larga lucha, que se remonta a los inicios de la conquista y la invasión europea Sobre estos acontecimientos y sobre esta larga historia se ha venido sumando una bibliografía abundante en los últimos años. Intentaremos hacer un breve recuento de esta producción intelectual. Para ello tomaremos como base una cierta periodificación de las luchas campesinas, rescatando las contribuciones e interpretaciones más importantes. Quede claro entonces que no se trata de un simple catálogo, ni de una enumeración imparcial. Forzosamente nuestros juicios estarán mezclados con las contribuciones de los diversos autores que se han ocupado del tema. En una segunda parte de la exposición haremos algunas anotaciones metodológicas para el estudio de los movimientos campesinos. Finalmente la tercera parte estará compuesta por una bibliografía seleccionada de los estudios recientes sobre movimientos campesinos en el Perú.

I. LOS MOVIMIENTOS CAMPESINOS En la historia peruana podemos distinguir tres grandes ciclos de luchas campesinas: el siglo XVI(16), en los inicios de la conquista española, especialmente el decenio 1560-70; el siglo XVIII(18), a partir de 1720 cuando se generan una serie de movimientos que culminan en el sur andino y en 1780 con la revolución frustrada de Túpac Amaru; finalmente el siglo XX(20), al interior del cual podríamos distinguir tres fases: en los inicios de este siglo, rebeliones generadas contra la expansión del sistema de haciendas, principalmente en los departamentos de Cuzco y Puno; luego entre 1945 y 1965, en la sierra sur y en la sierra central emergen las invasiones campesinas y el fenómeno nuevo del sindicalismo agrario; por último debemos mencionar a los movimientos campesinos que comienzan a formularse en el nuevo contexto definido por la aplicación de la actual ley de Reforma Agraria. Estos últimos movimientos han sido escasamente estudiados. Entre los pocos estudios podemos mencionar el trabajo conjunto de Julio Alfaro y Teresa Oré, la tesis de Juan Granda y los estudios de Aracelio Castillo y Rodrigo Sánchez. En nuestra exposición nos limitaremos, por esta escasez de estudios, al período anterior a la Reforma Agraria (1969).

1. En los inicios: siglo XVI Sabemos bastante bien como la conquista no fue un acontecimiento tan relampagueante ni efectivo como lo presentaba la historia tradicional, sino que por el contrario fue seguido por una prolongada lucha imperial, de la cual un testimonio es resistencia incaica en Vilcabamba. Pero un fenómeno más importante tal vez sea la resistencia popular andina a la invasión. Cuando la conquista aparecía consolidada se produce un movimiento de carácter nativista, de salvación y redención, de resistencia y rebeldía ante los efectos desestructurantes de la invasión europea, transcurre en el decenio de 1560-70; tiene como centro, al parecer, a Huamanga pero se extiende hasta Lima, el Cuzco y La Paz. El movimiento encuentra su sustento ideológico en la invocación a las divinidades populares, no así en el culto oficial del imperio: se habla de la resurrección de las “huacas” (divinidades locales). Paralelamente se produce en los participantes un rechazo total de todo lo hispánico: “sus ropas, sus caballos, sus hombres y, naturalmente, su religión”, como señala Luís Millones. Este movimiento es conocido con el nombre de Taki Onqoy. No se tiene en claro el significado de esta denominación. Se debate todavía sobre el carácter mismo del movimiento. Tom Zuidema plantea la existencia de un milenarismo andino. Recientemente Nathan Wachtel ofrece una interpretación similar al afirmar que el Taki Onqoy es “una revolución fundada sobre una representación cíclica de los tiempos”. Pero uno de los historiadores que más ha contribuido a conocer documentalmente el fenómeno (Millones) se limita a calificarlo de “re-vitalista mágico” y observa esa especial combinación entre el uso de algunos nombres de santos y “la tensión mesiánica perceptible al más somero examen”. Franklin Pease, por su parte, cuestiona que se pueda hablar de milenarismo, en la medida en que la concepción del milenio no está probada que existiese en el mundo andino. Milenarista o mesiánico, el Taki Onqoy fue un movimiento definidamente popular. Cuestiona de hecho la supuesta rápida aculturación de las masas indígenas. Conviene también señalar que como lo han observado Jorge Basadre y Pablo Macera en sus “Conversaciones”, la conquista traerá consigo, por oposición a los españoles: “Una identificación étnica de los indios entre sí, una de cuyas primeras expresiones sería el Taki Onqoy. De entonces en adelante, de muchas maneras la sociedad colonial aparecerá claramente dividida en dos Repúblicas, como decían los hombres de la época, la de indios y la de españoles. Un problema importante, siguiendo estas reflexiones, sería tratar de esclarecer qué elementos de continuidad y permanencia hay entre este movimiento y los que se producirán posteriormente en los Andes. De hecho, parece que los efectos de Taki Onqoy se prolongan en el siglo siguiente, los españoles se esforzaron por “extirpar las idolatrías” sin mucho éxito.

2. La gran rebelión: el siglo XVIII (18) En el siglo XVIII (18), después de la caída de la población indígena durante el S. XVI (16) y la estagnación del siglo XVII, se inicia un prolongado proceso de recuperación del campesinado-indígena. La crisis del sistema de haciendas, las reformas en la administración colonial (nuevas cargas tributarias), el crecimiento de la población, los malestares cíclicos de las economías agrarias, todo un conjunto de fenómenos que expresan y agudizan contradicciones en el orden colonial, generarán una prolongada serie de rebeliones campesinas.

El caso más estudiado es el de Túpac Amaru. Pero, para los historiadores tradicionales se trata de un personaje excepcional y de un movimiento que perseguía simplemente reformas en el orden colonial. No es exactamente así. Tenemos ya en claro que antes de Túpac Amaru se producen, a lo largo de todo el Virreinato peruano, un con junto de levantamientos. Valcarcel había señalado algunos en un estudio bastante antiguo sobre las “Rebeliones Indígenas”. Las investigaciones de Waldemar Espinoza sobre Cajamarca, Karen Sparring sobre Huarochirí, Lorenzo Huertas sobre Ayacucho, añadieron más evidencias. Recientemente Scarlett O’Phelan ha logrado determinar y estudiar más de cien movimientos entre 1720 y 1790. A los mencionados debemos añadir los estudios de Kapsoli sobre los levantamientos de esclavos en las haciendas San José y San Jacinto, la tesis iniciada por Victoria Espinoza sobre palenques de negros en la costa central. A grandes rasgos podemos distinguir tres grandes tipos sucesivos de movimientos: a) Los motines: protesta sumamente espontánea de muy corta permanencia, de escasa organización, localizada, como señala Scarlett 0’Phelan, en algún centro laboral (obraje, mina, hacienda), sumamente violenta, dirigida contra los símbolos de la explotación colonial como en los casos de los atentados contra los corregidores o los asaltos a las aduanas (Arequipa, 1780.) b) Sublevaciones: esta forma de protesta social implica un rechazo consciente y total al ordenamiento colonial, con un fuerte contenido tradicional. El caso más claro es Juan Santos Atahualpa y los indígenas que se retiran al Gran Pajonal; otro caso está dado por los negros rebeldes que se retiran a lugares apartados e inaccesibles donde forman especies de “repúblicas independientes”, que se conocían con el nombre de palenques. Un ejemplo sería el de Huachipa. Se pueden añadir las sublevaciones de Huarochirí en 1750 y 1783. c) Revoluciones: el único caso de movimiento revolucionario es el iniciado en el Cuzco por Túpac Amaru, continuado en Puno por Cristóbal Túpac Amaru y culminado en el Alto Perú por Túpac Catarí. Un movimiento organizado que originalmente pretendía agrupar a indios, criollos, mestizos y negros en contra del orden colonial y que posteriormente se transformó en una acción decidida contra los mecanismos de explotación del campesinado, es decir, a la postre también contra los criollos e incluso los indios ricos. Empezando cono un intento de revolución política dirigida contra los “chapetones”, terminó como una revolución social contra el sistema tributario, el sistema de haciendas, la minería y los obrajes, y encabezada por los indios y los campesinos del sur del Perú. Algunos hombres de ese entonces, los criollos y españoles, acertaron cuando, no sin cierto temor, la llamaron la “gran rebelión”.

La revolución de Túpac Amaru aparece como un movimiento sumamente complejo: de un lado la culminación de todo un ciclo de rebeliones campesinas y de otro lado el primer intento por formar un ejército campesino en el Perú. Por eso es importante intentar rescatar el contenido popular de este acontecimiento y de la figura de Túpac Amaru. Es dentro de esta perspectiva que se ubica el trabajo pionero de John Rowe sobre el “nacionalismo Inka” y, aunque con discrepancias, los trabajos recientes emprendidos por Jan Szeminki y por quien escribe estas líneas.

De hecho, la revolución de Túpac Amaru aparece claramente diferente de la independencia criolla. Más que ayudar a la independencia, terminó generando temor a las masas indígenas entre los criollos, como lo ha señalado Pablo Macera y después Heraclio Bonilla. Ambos han retomado planteamientos de José Carlos Mariátegui. La República significará una nueva acometida contra el mundo indígena. Los motines se producen reiteradamente en los Andes, especialmente a mediados de siglo. Posteriormente, con la Guerra del Pacífico y detrás de la resistencia de Cáceres en la sierra, la rebelión campesina se generalizará en la Sierra Central, como lo ha mostrado recientemente Henry Favre y antes Julio C. Guerrero.

3. Los nuevos movimientos campesinos: siglo XX (20) Los movimientos campesinos contemporáneos se van a dar en un contexto definido por los inicios del desarrollo del capitalismo en el campo. Primero va a ser la expansión del sistema de haciendas entre fines del siglo XIX y principios del actual y después va a ser la crisis del sistema de haciendas tradicional.

a) Sublevaciones y bandolerismo (1910-1925) La expansión del sistema de haciendas tradicional se produce especialmente en el sur peruano, en los departamentos de Puno y Cuzco. La expansión de las haciendas se realiza a costa de las comunidades y los pequeños propietarios campesinos: despojo, endeudamiento, procesos “legales”. Estamos ante el inicio del capitalismo agrario (El antes llamado indio se volvió campesino) La respuesta campesina es el levantamiento. Se trata de movimientos localizados, que no abarcan una región en su conjunto, ni a todos los campesinos de esa región, protagonizados por comuneros y dirigidos contra los hacendados, los comerciantes o las autoridades locales. No se plantean a escala nacional. No consiguen apoyo efectivo de otros sectores sociales, aunque estas rebeliones estarán en el trasfondo del movimiento intelectual de provincias conocido con el nombre de indigenismo. Un ejemplo es Tocroyoc en 1921 estudiado por Jean Piel; otro caso son los conflictos en Lauramarca estudiados por Wilson Reátegui o los movimientos que ocurren durante el oncenio, objeto de una tesis escrita por Wilfredo Kapsoli y el mismo Wilson Reátegui. En la Universidad de San Marcos, Flores Marín y Rolando Pachas han publicado una cronología nacional de estos conflictos que comprende desde 1900 hasta 1920. Tal vez el punto culminante –pero en cierta manera excepcional- de estas sublevaciones esté dado por Rumi-Maqui, nombre empleado por un mayor del ejército, Teodomiro Gutiérrez C., quien intentó formar un ejército campesino en Azángaro. Rumi-Maqui, según informaciones proporcionadas por Manuel Vassallo, llegó a convocar a indios de Puno, Cuzco, Abancay e incluso Ayacucho. Al parecer también tenía contactos en Bolivia. Testimonios de sus propósitos podrían estar dados por algunos símbolos quo llegó a emplear: un sello, una bandera, formó un “estado mayor”. A diferencia de las otras sublevaciones fue un movimiento organizado. De Rumi-Maqui se han ocupado Mauro Paredes y Agustín Barcelli, entre otros autores.

El caso de Rumi-Maqui servirá de apoyo a quienes posteriormente comenzaron a pensar en “nacionalidades quechua y aymara”, como el grupo Resurgimiento del Cuzco, los indigenistas en el estilo de Luis E. Valcárcel de Tempestad en los Andes y sobre todo, los comunistas peruanos en la década del 30, cuando lanzan a la presidencia del Perú, en las elecciones de 1931, al campesino puneño Quispe Quispe. Junto con las sublevaciones renace un fenómeno tradicional en los Andes, el bandolerismo, se encuentra presente desde los tiempos de la independencia a través de las “montoneras”. Se prolonga con la inestabilidad política y los levantamientos de la República. Es una de las formas más primitivas de protesta y social. El bandolerismo social, es decir, el bandido que ataca al rico en defensa del pobre, se generaliza en la sierra peruana. En el período que nos interesa se da especialmente en la sierra norte, en Cajamarca. En el sur, el fenómeno específicamente debe denominarse abigeato (hurto de ganado), y fue uno de los problemas mayores que tuvieron que enfrentar los hacendados. Este bandolerismo social ha sido poco estudiado. Eric Hobsbawm se ocupa reiteradamente del Perú en su libro “Bandits”. Anibal Quijano, en una tipificación de los movimientos campesinos llamó la atención sobre el fenómeno. En la literatura, Ciro Alegría inmortalizó el “tipo ideal” a través de la figura del “fiero Vásquez”. Pero, para evitar el romanticismo, al lado del bandolero social es preciso mencionar a la violencia indiscriminada, contra ricos y pobres, ejercida por algunos bandidos y abigeos, y también a los gamonales que movilizaban a sus indios contra otro gamonal, contra los mismos indios o contra las autoridades, como un hacendado de Cajamarca que en la época de Leguía se levantó contra el intento de hacer una carretera en su localidad. Bandolerismo y sublevaciones, estas formas de protesta social no cuestionaban, conviene reiterarlo, al sistema en su conjunto. Geográfica y socialmente estaban aisladas. Se trató de protestas primitivas, testimonios de la vida y la rebeldía popular, pero de muy limitada efectividad. Eran expresiones prepolíticas, empleando un concepto de Eric Hobsbawm. Sin embargo todas estas manifestaciones campesinas repercutieron en el desarrollo de las posiciones indigenistas y en el debate sobre el indio de la década del 20. Se generaron algunos intentos de organización del campesinado, en los que incluso tiene participación José Carlos Mariátegui.

b) Invasiones y Sindicatos Entre 1945 y 1965 se intensifica el desarrollo del capitalismo en el campo y la presencia del imperialismo. El sistema de hacienda tradicional entra en crisis. A diferencia de la fase anterior, la fase que se inicia en 1945 y termina en 1965, se va a caracterizar1 por su generalización a escala regional y nacional, su alto nivel organizativo y su repercusión en la política nacional, es decir, en la crisis del Estado Oligárquico. Otra diferencia notoria es la definida participación de los colonos de haciendas. Fenómenos en cierta forma anunciados por José María Arguedas en su novela “Los Ríos Profundos”, que adquiere concretización cuando desde 1945 comienzan a aparecer los primeros sindicatos en las haciendas del valle del Mantaro. La sindicalización campesina se intensifica en la década del 50, especialmente en el Cuzco, teniendo como centro los valles de La Convención y Lares.

Junto con los sindicatos comienzan a aparecer otras formas de organización, como las asambleas campesinas. El momento culminante de este proceso estará dado por las invasiones de haciendas. Pero el término es impropio, se trata más bien, como lo dicen los mismos protagonistas, recuperaciones. La figura se invierte. La hacienda deja de estar a la acometida, despojando a los campesinos, como había ocurrido desde el siglo XVI (16); ahora son los campesinos los que atacan a la hacienda. Los colonos desde el interior formando sindicatos; los comuneros, como la comunidad de Rancas en Cerro de Pasco, desde afuera invadiendo. El momento más agudo del proceso está dado entre agosto de 1963 y agosto de 1964. Es entonces cuando, siguiendo al informe del CIDA (Comisión Interamericana del Desarrollo Agrícola), los conflictos se encuentran generalizados a escala nacional. La lucha no es solo por la tierra, como han señalado erróneamente muchos autores. Los campesinos exigen además mejores salarios, cambios en las relaciones serviles, educación y escuela. Pero, al lado de todo esto, quieren mantener beneficios del mundo campesino, como lo ejemplifica la defensa que los pastores hacen de su ganado “huaccha” (Martínez Alier). Hay que añadir que en los mítines campesinos se recogen reivindicaciones mayores, como por ejemplo la expulsión de la International Petroleum e incluso la nacionalización del canal de Panamá. Esto último lo observó Hugo Neira en ese apasionante reportaje titulado Cuzco: Tierra o muerte. Indica que los campesinos tienen contactos con obreros del sur (ferroviarios, cervecería), con los estudiantes y con algunos intelectuales. Pero a pesar de lo anterior, el movimiento campesino no logra articular cabalmente con el movimiento obrero, que recién comenzaba a liberarse del pesado lastre aprista, ni tampoco con las nuevas agrupaciones políticas que emergen a conjuro de la revolución cubana, como el MIR (movimiento de izquierda revolucionaria) o el ELN(ejército de liberación nacional). De esta manera cuando el movimiento guerrillero estalle, el movimiento campesino habrá iniciado una fase de declive. Tendrá apoyo individual del campesino, tanto en el centro como en el sur, pero no el apoyo masivo que necesitaba. Importa señalar, que a pesar del limitado éxito de las invasiones y del sindicalismo, estos fenómenos señalan claramente el paso de las luchas pre-políticas, espontáneas y primitivas, a las luchas políticas. Desde otra perspectiva el paso de lo indio a lo campesino. En función de lo anterior conviene tener en cuenta la aparición y el desarrollo de organizaciones nacionales como la Central de Campesinos del Perú (C.C.P.). También hay que mencionar la acción de organizaciones políticas en el campo, iniciada desde 1930, especialmente entre los yanaconas da la costa, y sobre la cual pueden dar testimonios las luchas en el valle de Chancay estudiadas por José Mejía. Sobre estos hechos que acabamos de reseñar la bibliografía es abundante y polémica. Abundan las interpretaciones divergentes. Uno de los muchos temas discutibles es la caracterización del sector campesino que dirigió el levantamiento. En el caso de la Convención algunos hablan simplemente de campesinos, otros atribuyen la dirección a los intelectuales trotskistas, finalmente hay quienes piensan en “campesinos ricos” e incluso de “kulaks”. Pero ¿resultan validas estas distinciones? ¿Se puede hablar efectivamente de un “campesinado rico” en el valle de La Convención de entonces? ¿Habría sido tan fuerte el proceso de diferenciación campesina? Como estas preguntas hay muchas otras pendientes sobre diversos temas. Carecemos todavía de un estudio de conjunto sobre el período 1945-65: un estudio que busque insertar a las luchas campesinas con la coyuntura dentro de la que transcurren. Esto significa proponer una

investigación. De ninguna manera restar méritos a los estudios de Fioravanti, Hobsbawm, Martínez Alier, Neira, Kapsoli, Villanueva. En todo caso resulta evidente que estas luchas campesinas contribuyeron decididamente a la crisis del estado oligárquico y, en contra de una cierta “ideología oficial”, muestran que el campesinado ha tenido un papel activo en la historia peruana. En la rápida reseña histórica realizada en las páginas precedentes se han sugerido problemas. De todos ellos quisiéramos rescatar uno, que se ha dado desde el siglo XVI(16) (desde la invasión española) hasta la actualidad: la definición de campesino en los Andes. Hay un largo debate sobre qué es un campesino. Quien se ocupe de los movimientos campesinos en el Perú debe atender a este debate pero, adicionalmente, debe tratar de esclarecer qué es específicamente un campesino al interior del mundo andino. En nuestra exposición inicialmente hemos estado refiriéndonos más a los indios que a campesinos. La conquista creó al indio, al presentar frente a las diversas etnias que componían el imperio, una opresión externa que por negación terminó unificándolas. Sobre la situación de clase acabó dominando el aspecto étnico. Los “movimientos campesinos” del S. XVI (16) e incluso del siglo XVIII (18) aparecen como movimientos de oposición indígena al orden colonial. Pero ya en el mismo siglo XVIII (18) se comienza a anunciar el cambio, a través del movimiento dirigido por Túpac Amaru. En el siglo XX (20) la situación aparecerá con mayor claridad. Las reivindicaciones campesinas (la tierra, por ejemplo) serán más fuertes que las reivindicaciones nativas. Los campesinos, como clase, tendrán relaciones con otras clases o sectores de clase aliados, expresión de lo cual serán los nuevos medios de lucha, como el sindicato y las invasiones. Lo anterior no significa que el elemento indio haya desaparecido. Aunque ya no como dominante, persiste. Mejor que nosotros lo expresa Hugo Blanco cuando afirma que "el problema del indio es el problema de la tierra”, como lo dijo Mariátegui. Es cierto: porque así lo entendemos, hemos luchado inclusive con las armas en la mano bajo el lema de 'tierra o muerte'. Pero no es simplemente económica la opresión. Como consecuencia de la opresión económica, se nos aplasta en muchas formas a los indios de todos nuestros países. Se aplasta nuestra cultura, nuestro quechua, nuestro aymara, nuestro guaraní, nuestro yaraví, nuestros gustos estéticos. Somos los escupidos como dice el tayta.” Del siglo XVI (16) al siglo XX (20). De las luchas nativistas a las luchas propiamente campesinas. De las oposiciones étnicas a las oposiciones de clase. El hilo que unifica este largo recorrido histórico, la continuidad en estas luchas campesinas, está dada por el paso de lo indio a lo campesino. Esta es la tesis central que hemos querido desarrollar en las páginas precedentes, más que desarrollarla, plantearla. Podría ser tal vez un elemento fructífero en las futuras investigaciones sobre el tema. Conviene señalar que es gracias a las investigaciones recientes que hemos podido proponer esta imagen de conjunto sobre los movimientos campesinos.