MOVIMIENTOS CAMPESINOS

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INDICE

MOVIMIENTOS CAMPESINOS ANTES Y DESPUES (AZANGARO) ................ 2 INTRODUCCION:......................................................................................................... 3 1.

HISTORIOGRAFÍA ............................................................................................... 4 1.1.

Estudios de principios del siglo XX: la cuestión indígena. ....................... 4

1.2 Segunda mitad del siglo xx: movimientos campesinos y estructura económico-social. ..................................................................................................... 5

2

1.3

Movimiento campesino: Un acontecimiento .............................................. 7

1.4

Estructura y coyuntura ................................................................................ 8

MOVIMIENTO DEL GENERAL PEDRO VILCA APAZA ............................. 8 2.2

3

MOVIMIENTO RUMI MAKI ............................................................................ 11 3.2

4

Trascendencia histórica. .............................................................................. 8 Rebelión andina más importante .............................................................. 11

LOS NUEVOS MOVIMIENTOS CAMPESINOS: SIGLO XX (AZANGARO) 15 4.1

Sublevaciones y bandolerismo (1910-1925) ............................................. 15

4.2 Invasiones y sindicatos ................................................................................... 17 5

EL MOMENTO HISTÓRICO ............................................................................ 19

CONCLUSIONES ........................................................................................................ 22

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MOVIMIENTOS CAMPESINOS ANTES Y DESPUES (AZANGARO)

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INTRODUCCION: Los movimientos campesinos y el indigenismo de principios del siglo XX han sido dos temas importantes dentro del estudio de la historia social peruana. Dos importantes temas que siempre tienen mucho por ofrecer en materia documental e interpretación. Motivados por el interés en el tema, consultamos en varias oportunidades el Archivo Regional de Puno. Entre sus documentos revisamos los expedientes penales que inciden en la vida social de la provincia de Azángaro. La característica fundamental de la historia social de Azángaro es el conflicto entre haciendas y comunidades. A pesar del aparentemente ilimitado poder gamonal, Azángaro ha sido tierra de numerosas rebeliones indígenas que marcaron el despertar de la reflexión intelectual en la región que denunció los abusos gamonales y apoyó la causa campesina; pueblo rebelde desde los albores de su historia, ha defendido desde alguna perspectiva su autonomía, prueba de ello son las dificultades que tuvieron los incas en conquistarlos, del mismo modo los españoles, el hecho que el altiplano haya sido el fortín principal de Túpac Amaru II, bastión importante de las ideas indigenistas con Juan Bustamante Dueñas, ideas progresistas de José Antonio Encinas, Gamaliel Churata (y todo el grupo Orkopata), José Portugal Catacora, etc., hacen que sea espacio y tema de investigación (movimientos sociales /campesinos).Estos movimientos o rebeliones surgen como reacción contra la aplicación de las reformas borbónicas del siglo XVIII. Estuvieron encabezadas por indios nobles, muchos de ellos curacas, los cuales se apoyaron en los abusos que sufría la población indígena para organizar levantamientos armados, muchos de los cuales solo pretendían alcanzar reivindiciones de pequeños sectores sociales. Es sí, es muy difícil hablar de un proyector político articulado que buscase el logro de la independencia.

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1. HISTORIOGRAFÍA 1.1. Estudios de principios del siglo XX: la cuestión indígena. A principios del siglo XX, el interés por la problemática rural estuvo abocado al estudio de las condiciones de la población indígena y la identificación de las causas de las sublevaciones. Un ejemplo claro de ello fue el informe de Alejandrino Maguiña, comisionado por el Parlamento para investigar una sublevación indígena y represión en las localidades de Chucuito en 1922. En 1916, luego de la célebre sublevación de Rumi Maqui (1915), José Urquiaga, diputado y reconocido hacendado puneño publicó un informe titulado Sublevaciones Indígenas en el Departamento de Puno (1916)3 donde explicaba las características de la administración de la hacienda y los motivos de la movilización indígena. La naturaleza de estos tratados no solo consistía en ser testimonios de denuncia, el funcionario Maguiña planteaba soluciones al problema del indio como la educación. Es similar el caso de Urquiaga, más aún al ser proveniente de este mundo rural y ser parte de esa sociedad que denunciaba. La década de 1910, también aparecieron investigaciones y tesis de universidades de Lima, Arequipa y el Cusco que abordan problemas como la criminalidad, la educación y el derecho a la tierra bajo el espíritu del indigenismo. Este “problema del indio” se convirtió en motivo de iniciativas organizacionales como la que tuvieron Dora Mayer (1916-1917), Pedro Zullen, Joaquín Capelo y otros integrantes de la Asociación Pro-Indígena. En el mismo contexto también surgieron los escritos testimoniales como los del reconocido abogado José Frisancho, Algunas visitas fiscales (1916) y Del Jesuitismo al Indianismo (1928) que abordaban su experiencia como agente fiscal en varias provincias y su opinión sobre la situación indígena. Estos trabajos identificaban a las haciendas y las comunidades indígenas como el entorno de la sociedad rural altiplánica con diferentes divergencias locales. El indígena como explotado e ignorante, o como rebelde y criminal, era el centro de atención de estos trabajos. Su situación de “atraso” fue identificada a partir de un supuesto estancamiento cultural y educativo y el despojo abusivo de sus propiedades. Superando muchas ideas biologistas, varios de estos autores habían identificado que el problema del indígena se encontraba en las condiciones materiales de su entorno rural. José Carlos Mariátegui (1928) había señalado que el problema del indio era el problema de la tierra.

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1.2 Segunda mitad del siglo xx: movimientos campesinos y estructura económicosocial. A partir de la segunda mitad del siglo XX, la sociedad rural altiplánica de principios de ese siglo fue tratada en el marco del estudio de los movimientos campesinos. La tesis de Wilfredo Kapsoli y Wilson Reátegui, La situación económica-social del campesinado peruano (1919-1930) de 1969, fue uno de los trabajos pioneros que, bajo un esquema teórico marxista y el uso de documentación del Patronato de la Raza Indígena, contextualizó las formas de explotación indígena, las sublevaciones y el paternalismo leguiísta. La movilización campesina, la toma de tierras y la coyuntura de la Reforma Agraria fueron la inspiración para trabajos relacionados al papel de las masas campesinas. El indio o indígena de antes era ahora el campesino. Kapsoli y varios jóvenes intelectuales contemporáneos prosiguieron esta senda durante los años setenta y ochenta con diferentes matices y compromisos ideológicos. Kapsoli (1977 y 1984).Planteó que las sublevaciones campesinas del período del Oncenio tenían un corte milenarista y resaltó el papel de la organización indígena. En ese contexto, Antonio Rengifo (1977) redescubre al agitador social Ezequiel Urviola, citado por Mariátegui como el nuevo indio. Urviola representa al activista comprometido con la causa indígena que remite manifiestos y memoriales y se involucra en el Comité Pro-Derecho Tahuantinsuyo, organización netamente indígena. Mientras tanto, Manuel Burga y Alberto Flores Galindo (1980), contextualizaron los elementos de la sociedad rural dentro de su estudio sobre la República Aristocrática. Según los autores, en los primeros años del Oncenio había ocurrido una escalada de rebeldía campesina. El milenarismo que añoraba el glorioso pasado Tahuantinsuyo se manifestó en una gran sublevación en el Sur Andino (1920-1923). El historiador cusqueño, José Tamayo Herrera en su Historia social e indigenismo en el Altiplano (1982) abordaría desde una visión más amplia el tema de la sociedad altiplánica. Destaca el tratamiento del gamonalismo, la identificación de las principales familias hacendadas del departamento y el estudio de los principales indigenistas puneños y sus matices. El tema de las mentalidades y el milenarismo original continuaba vigente, si no afirmado, por lo menos debatido. Manuel Burga (1986) exploró la rebeldía de comuneros y colonos (indígenas vinculados a las haciendas), y la represión posterior. Así concluye que los delegados o representantes indígenas estuvieron imbuidos de un sentimiento apostólico que sumado a las ideas de restauración del Tahuantinsuyo y de guerra de castas que circulaban entre indios y mistis (“blancos”, propietarios, etc.) desde diferentes perspectivas, constituían un conflicto de posiciones divergentes y anacrónicas sobre la nación. Es la transición de las castas a las clases sociales. En la segunda mitad del siglo XX también aparecen los trabajos de investigadores extranjeros que abordaron a Puno en sus diferentes aspectos. François Bourricaud publicó Cambios en Puno en 1950, un estudio sociológico sobre la coyuntura de transformaciones basado en el crecimiento de ciudades y a la movilidad de la población que afectaron el supuesto letargo en el cual

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esa sociedad subsistía y que nos remontan a principios del siglo XX. Esa misma línea la abordarían posteriormente otros latinoamericanistas como Dan Chapin Hazen,

En 1982, Nils Jacobsen presentaba su tesis doctoral en la Universidad de Berkeley que fue la base de Mirages of Transition: The Peruvian Altiplano, 1780-1930 (1992), un exhaustivo trabajo sobre la provincia de Azángaro desde la época de la rebelión de Túpac Amaru II hasta el fin del Oncenio de Leguía y la crisis mundial del Capitalismo. Jacobsen ubica al altiplano septentrional como un espacio periférico del mercado internacional de lanas. En las primeras décadas del siglo XX, esta posición avizoraba una inserción al capitalismo mundial y por ende una transformación en las relaciones sociales de producción. Sin embargo, la respuesta de los propietarios fue asumida desde la acumulación de la fuerza laboral y de la propiedad. Esta respuesta nada generosa motivó una crisis social y violencia que derribó las “ilusiones de la transición” modernizadora durante el decaimiento del mercado lanar (inicios de la década de 1920) hasta la crisis económica mundial (1929-1930). Todos los autores de mediados del siglo XX señalaban este trasfondo económico pero Jacobsen es quien realiza un copioso trabajo de fuentes de varios años que le permitió estudiar, entre otras cosas, las formas de adquisición de la tierra y la expansión de la hacienda, la demografía azangarina, el gamonalismo y la solidaridad dentro de las comunidades indígenas. Manuel Burga y Wilson Reátegui (1989) también aportarían desde el enfoque económico a partir del estudio de la Casa Ricketts y el mercado interno de las lanas en el sur andino entre 1895 y 1935. En el mercado lanar no solo estaban inmersos los hacendados y campesinos, sino además los comerciantes rescatistas o mercaderes quienes conformaban una especie de clase media urbana que intermediaba con los mayoristas arequipeños; sin embargo, la función comercial fue también una labor realizada por los campesinos en las recurrentes ferias locales. Estos temas también son abordados por Antonio Rengifo (1990). En este recuento no pueden faltar los aportes de los investigadores locales sobre la realidad social del periodo señalado. Por lo general, profesionales de la educación e intelectuales regionales fueron quienes realizaron diversos trabajos que incluían datos oficiales sobre la fundación de instituciones locales, geografía, historia e incluso expresiones populares y anécdotas de fama local. Emilio Romero, afamado economista e historiador puneño, publicó en Lima La monografía del Departamento de Puno (1928). Es quizá el más completo trabajo sobre Puno de carácter enciclopédico que forma parte de una rica tradición de monografías regionales a lo largo del siglo XX. La producción local también estuvo en diálogo con la colaboración de algunos académicos como fue el caso de la revista Makaya de Azángaro. En Puno también florecieron trabajos que estuvieron a la par de los estudios sociales realizados en Lima. Los trabajos de Augusto Ramos Zambrano (1984, 1985, 1990 y 1994) profundizaron en el conocimiento de sublevaciones indígenas memorables (Azángaro, Lampa, Huancané) y personajes importantes para la historia del altiplano (Teodomiro Gutiérrez “Rumi Maqui”, Ezequiel Urviola, Bernardino Arias Echenique, etc.). También podemos destacar

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la tesis en la Universidad Católica de Martha Giraldo quien junto a Ana Liria Franch (1979) plantearon el estudio del gamonalismo en Azángaro. Su trabajo, similar en el uso de las fuentes al de Nils Jacobsen, estudia a las principales familias propietarias de esa provincia entre los años 1850 y 1920. Para ellas, el gamonalismo es el ejercicio del poder político y económico local de los hacendados por el control de los medios de producción ante la ausencia del Estado. Este ejercicio estaba subordinado a las casas comerciales arequipeñas. Este aporte trasciende el sentido del gamonalismo como una simple relación de explotación y lo presenta como un lastre de las relaciones semi feudales que deterioran la producción agropecuaria en el momento de crisis del comercio lanar. Otros aportes son las tesis en la Universidad Nacional del Altiplano de Hernán Jove y Alfonso Canahuire, Historia del movimiento popular y sindical en el departamento de Puno (1980) y Luis Urviola, Francisco Agramonte y Dina Zaravia, El Protestantismo y el Gamonalismo en Puno 1900 – 1930, (1986). Esta última tesis se presenta como uno de los primeros estudios en tomar en cuenta la presencia adventista. Charles Teel Jr., en su artículo “Las raíces radicales del adventismo en el Altiplano peruano” (1989), esboza la incorporación de la misión adventista a partir de la presencia de sus primeros misioneros: Manuel Z. Camacho y Ferdinand Stahl, estos estudios se retomarán en los años posteriores.

1.3 Movimiento campesino: Un acontecimiento El título señala algo evidente: el movimiento campesino es un hecho, una práctica de clase, un fenómeno de muy corta duración (días, meses, excepcionalmente años). Aparentemente frente al acontecimiento sólo queda la descripción, pero esta descripción puede tener un cierto nivel de análisis si obedece a una guía o intenta responder a determinadas preguntas. Ante un movimiento campesino, lo primero que interesa saber es quienes lo hacen: la composición social del movimiento. Términos coreo "campesinos", "indios", "pueblo", son notoriamente abstractos. Se debe determinar qué se entiende por ellos y cuál es su contenido específico en el acontecimiento que se está estudiando. Por ejemplo, preguntarse por la participación de los comuneros, de los parcelarios, de los colonos o de otros sectores no campesinos como estudiantes, obreros, mineros. Se trata, como dice George Rude, de darle rostro a la multitud rebelde. Luego interesa saber si el movimiento está organizado o no. En el primer caso, habría que distinguir entre los dirigentes y las masas que los siguen, y determinar sus relaciones (contradicciones internas). Al lado de la organización, el otro elemento importante es conocer la ideología que conscientemente o inconscientemente, explícitamente o no, sustenta al movimiento o no. Proponemos en otras palabras, saber cuáles son los objetivos, contra qué y por qué se lucha y conocer también la mentalidad que cohesiona a los participantes. Es todo lo anterior lo que nos permitirá saber si estamos ante un movimiento tradicional, un movimiento pre político, o un movimiento moderno y político.

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Pero en el análisis del acontecimiento no se agota el estudio de un movimiento campesino. Un motín, un levantamiento, una sublevación, son producto de las contradicciones de un determinado ordenamiento social y pueden a su vez, ser un signo y un sendero adecuado para el estudio de estas contradicciones. El acontecimiento, como dice Pierre Vilar, ilumina la estructura. 1.4 Estructura y coyuntura A partir de ese acontecimiento límite que es un levantamiento campesino, el investigador puede introducirse al estudio de la coyuntura (del momento en la lucha de clases) que lo ha generado. A su vez, la comprensión de la estructura (de la formación social) al interior de la cual se ha producido el acontecimiento. Con una sublevación, más aun con una revolución o con un ciclo de sublevaciones, salen a flote, se muestran a nivel de las apariencias, las contradicciones y las tensiones de una sociedad. El acontecimiento termina dando las pistas para el estudio de la estructura. Pero es preciso tener en cuenta que los movimientos sociales también actúan sobre las estructuras y las coyunturas, y pueden llegar a constituir una “…fuerza responsable de todos los cambios políticos y sociales en el orden establecido…” como afirmó el historiador Boris Porchner. No hay que olvidar las consecuencias, los efectos de los movimientos campesinos. No se trata de asimilar los movimientos campesinos andinos a los que han sucedido en otros contextos y tampoco se trata de hacer rápidas tipificaciones. Como sugeríamos líneas atrás uno de los problemas capitales pendientes es saber qué se entiende específicamente por campesino en el contexto andino y cuáles son los elementos peculiares de sus luchas.

2 MOVIMIENTO DEL GENERAL PEDRO VILCA APAZA 2.2 Trascendencia histórica.

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“Luchar, fracasar, volver a luchar, fracasar de nuevo, volver otra vez a luchar; y así hasta la victoria” (Esta es la lógica del pueblo). Por Ley 23225 del 08 de abril de 1980 debe recordarse como día cívico a nivel nacional la Inmolación del General Pedro Vilca apaza” Azángaro Tierra Prócer, Tierra de AswanQaris, Tierra de Rebeldes, que a través de la historia nos muestra y enseña el cómo los pueblos oprimidos siempre han luchado desde tiempos inmemoriales contra sus opresores y dominadores; que nunca el pueblo ha dejado ni dejará de luchar por concretar sus más caros ideales de libertad y justicia social. En ello tenemos la figura y ejemplo de Pedro Vilcapaza, que acudiendo al llamado de su pueblo y lo que la historia lo demandaba, supo asumir y afrontar esa necesidad en cumplimiento del sagrado deber de luchar y emancipar a su pueblo del yugo y la opresión de la corona española. Es cierto que el grito de ¡Libertad! del Titán de los Andes, no fue aislado y más aún fue parte de ese gran movimiento que remeció toda América Latina y estremeció el Sistema Colonial en todos sus Virreinatos y que fue liderado por Túpac Amaru, pero principalmente hay que ver y resaltar el papel de la inmensa masa del pueblo oprimido, de las masas indígenas, que sin su participación hoy no habría ésta historia, pues; realmente son ellas las que hacen historia, sólo que dirigidos por sus jefes por sus vanguardias y eso es lo que se concretó en éste hecho histórico, un pueblo sediento de justicia y libertad clamaba por organizar la rebelión contra el Virreinato del Perú y acabar con tanta matanza y exterminio en las minas, los socavones, en las haciendas feudales; con mitas, minkas y demás formas de explotación inmisericorde que implantaron los españoles a sangre y fuego en éstas tierras ¿y quién sufrió en carne propia todos éstos hechos?, es evidente que la gran masa indígena, que en el fragor de sus luchas fueron generando a sus líderes y a sus jefes. Pedro Vilcapaza, es producto de ello, es lo que el pueblo ha generado con sus luchas; pero no solamente fue él, sino el conjunto de líderes y jefes intermedios que no eran otra cosa que verdaderos representantes y dirigentes del pueblo, y ni qué decir de los miles de miles de líderes y héroes anónimos que son la gran masa del pueblo, es a ellos a quien realmente hay que recordarlos y rendir un justo homenaje éste 8 de abril y todos los días venideros por los siglos de los siglos, ellos son los verdaderos héroes de esa gran gesta Emancipadora, que repercutió larga y estratégicamente en toda América Latina y tuvo eco en todo el mundo. Recordemos además de Túpac Amaru, Pedro Vilcapaza, Micaela Bastidas, Tomasa Tito Condemayta, a los mártires: Túpac Catari y Tomás Catari (en el Alto Perú), Pedro Obaya,

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Andrés García Ingaricona, Alejandro Calizaya, Mariano Chancatuma, Silverio Quispe, Pascual Alaparita, José Maruri, Blas Pacoricona, Pedro Vargaya, Juan Mamani, Cruz Condori, Ramón Ponce, Isidro Mamani, y a muchos otros héroes anónimos cuya sangre es parte del rio caudaloso de la revolución emancipadora del pueblo peruano. Este 8 de abril es necesario también manifestar. Que ésa lucha fracasó, fue derrotado, entonces ¿se luchó por gusto? ¿Fue en vano? ¿Tanta sangre, dolor, sacrificio y entrega por las puras? Entonces; ¿para qué se luchó? ¿Para qué se levantaron Túpac Amaru, Vilcapaza, Túpac Catari y muchísimos más? Pues simple y llanamente; para: o Hacer avanzar la historia y romper las cadenas de explotación y opresión. Liberarnos del hambre, la miseria, explotación, opresión ignorancia que nos somete el Yugo imperialista. o Desechar, toda ilusión de los explotadores que nos despellejan y chupan nuestra sangre. o Recuperar nuestras tierras despojadas en vista que; nuestra tierra es el motor de la Revolución Democrática; y muchas otras realidades, por tanto esa lucha no fue en vano, constituyó un gran avance y ésa sangre, sudor y lágrimas están bien invertidas y jamás serán olvidadas, pues sirvió y fue base para la posterior emancipación del yugo español. En éste contexto hay que entender el papel de Vilcapaza y principalmente del pueblo peruano, particularmente del pueblo Azangarino, hoy que éste nuestro pueblo sigue luchando y repercutiendo con luchas populares que se impulsa y entra en una segunda ola desde fines del 2001 e inicios del 2002 en que movimientos populares cobra inusitada fuerza que se va expresando en miles de movilizaciones, paros, protestas, huelgas, etc. etc. Demandando nuestros derechos, beneficios, conquistas y libertades democráticas, que fueron negadas y conculcadas por la dictadura genocida vende patria de Fujimori, Montesinos y Hermosa Ríos; genocidas que hoy el actual gobierno no resuelve sino persiste en mantener ésa situación, esa legislación, esa negación de derechos fundamentales hoy que nuestro pueblo celebra un aniversario más de la Inmolación del Puma Indomables, 227 años, es bueno rememorar y entender el papel que ha cumplido y debe cumplirse, en vista que la historia de los pueblos es inagotable y el pueblo de Azángaro ha cumplido su papel en la reciente historia del pueblo en su conjunto que ha desenvuelto su más grande movimiento social revolucionario de la historia peruana y son a esos cientos de miles de campesinos pobres principalmente a quienes hoy saludamos y le rendimos homenaje, son ellos con quienes Pedro Vilcapaza y los hombres luchadores sociales, políticos y transformadores codo a codo pudieron ascender hasta las montañas y cerros más elevados; allí en la puna, en los nevados en donde dejaron huellas y encendieron los corazones del campesinado una llamita de esperanza que es el fuego sagrado de la rebelión y es allí donde cada uno de nosotros debemos reconocer y seguir éste ejemplo que vive y vivirá por siempre.

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3 MOVIMIENTO RUMI MAKI 3.2 Rebelión andina más importante

De todas las numerosas insurrecciones que han ocurrido en el Perú republicano, ninguna de ellas fue tan enigmática y misteriosa como la rebelión de Rumi Maqui; rebelión que se convirtió rápidamente en leyenda y que sirvió de inspiración para levantamientos posteriores, espantando así a más de un gamonal. Como ocurre con otros hechos y personajes demasiado revolucionarios para la historiografía oficial del Perú, a Rumi Maqui se le ha ignorado por mucho tiempo. Desde hace algunos años, con la publicación del libro Nuestros Años Diez: La Asociación Pro-Indígena, el levantamiento de Rumi Maqui y el incaísmo modernista del periodista Carlos Arroyo Reyes, la historia de Rumi Maqui ha sido recuperada. Lo que sigue a continuación es básicamente un resumen de la segunda parte de aquel libro con algunas adiciones originales. La historia comienza con un sargento mayor de caballería del Ejército Peruano llamado Teodomiro Gutiérrez Cuevas (1864-¿?), que desde su cargo como subprefecto de Chucuito en Puno (1903-1904), adopta una posición categóricamente pro-indígena. Tras criticar a los terratenientes y gamonales del lugar, estos hicieron hasta lo imposible para deshacerse de este incorruptible funcionario público. Ya en aquel entonces, el intelectual anarquista Manuel González Prada lo defiende con el artículo "Autoridad humana", publicado en 1905 anónimamente en El Indio (1903-1909), revista indigenista dirigida por Santiago Giraldo Sueldo. Vale la pena transcribir por completo el pasaje citado en el libro de Arroyo Reyes del artículo de González Prada: “Para merecer el amor de sus subordinados ¿qué hace el subprefecto Gutiérrez? Cumplir algunas leyes dictadas en favor de los indios. Llevando a la práctica lo que para muchas autoridades no pasó de letra muerta, ha conseguido abolir en su provincia las mandas forzosas, los servicios gratuitos y las demás iniquidades sancionadas por la tradición. Con leyes humanas desarraiga costumbres feudales. Se comprende que semejante

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variación en la manera de tratar a los indios suscite odio y resistencias. Al ver que los amigos de Gutiérrez son los pobres y desheredados, ya se deslumbra quiénes pueden ser sus enemigos. Estos le han declarado guerra sin cuartel: le denigran, le calumnian, le chismean, le provocan riñas, le falsifican los documentos oficiales y hasta le arrojan bombas de dinamita a su domicilio (prueba que el uso de explosivos no pertenece exclusivamente a los anarquistas)”. (1) Acusado de peligroso y extremista, Gutiérrez Cuevas es destituido a fines de 1905. Algunos meses después, es nombrado subprefecto de Huancayo (1906-1907). En Huancayo continúa con su labor anticorrupción hasta que por razones desconocidas deja el cargo y regresa a Lima. Hasta aquel momento, a Gutiérrez Cuevas se le podría considerar como un reformista. En los años siguientes será enviado a distintos sectores del país donde continuará su labor político-militar. Para 1909, entra en relación con la famosa Asociación Pro-Indígena, organización defensora de los derechos indígenas, fundada el mismo año por Pedro Zulen, Dora Mayer y Joaquín Capelo. Al año siguiente, Gutiérrez Cuevas figurará como integrante de la directiva de la Pro-Indígena. En mayo de 1913 ocurren los sucesos de Samán, cuando alrededor de dos mil campesinos trataron de tomar el pueblo de Samán, en la provincia de Azángaro en Puno, para castigar al gamonal Mariano Abarca Dueñas, quien había formado una hacienda con las tierras de las comunidades campesinas. La toma de Samán fracasó; muchos indígenas murieron pero el conflicto seguía latente y volvió a explotar en agosto y setiembre con la intervención del ejército. Esta vez, cayeron muertos más de cien indígenas. Billinghurst, quien no simpatizaba con la aristocracia ni con los gamonales, decide enviar a Gutiérrez Cuevas para que investigue los sucesos de Samán. Gutiérrez Cuevas llega a Juliaca en setiembre de 1913. En Lampa se une a la comisión Francisco Chuquihuanca Ayulo, miembro de la Pro-Indígena de Puno. Poco tiempo después, Gutiérrez Cuevas visita Samán donde recoge los testimonios y quejas de más de 400 indígenas. Al regresar a Lima con un contingente de delegados de las comunidades indígenas de Samán, entrega a Billinghurst un voluminoso informe (hoy perdido) y concede una entrevista al periódico La Crónica donde acusa al gamonalismo como el causante del problema indígena, dando incluso los nombres de algunos de los terratenientes de "horca y cuchilla". Poco tiempo después, Óscar R. Benavides y otros golpistas derrocan a Billinghurst y subsecuentemente, Gutiérrez Cuevas es deportado a Chile.

GUTIÉRREZ CUEVAS EN EL CENTRO ACOMPAÑADO POR SU SECRETARIO PALACIOS, LOS DELEGADOS DE LAS COMUNIDADES DE SAMÁN, CAMINACA Y ACHAYA Y EL NIÑO CIRILO CALLOASPAZA.

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En Chile, Gutiérrez Cuevas llega a la conclusión de que la única forma de que los indios hagan respetar sus derechos es la rebelión. En 1914, con Óscar R. Benavides como presidente, Gutiérrez Cuevas vuelve al Perú. En Lima estuvo en contacto con un grupo de obreros anarcosindicalistas que querían publicar un periódico llamado La Voz del Pueblo y así mismo mantuvo correspondencia con Francisco Chuquihuanca Ayulo, su fiel compañero. De regreso en Puno a comienzos de 1915, visita a Chuquihuanca Ayulo en Lampa y comienza sus planes insurreccionales, consiguiendo algunas armas viejas en Bolivia y recorriendo las comunidades de Lampa, Azángaro, Puno, Huancané, Ayaviri, San José y San Antón a lomo de bestia. Fueron estas dos últimas comunidades las más receptivas a sus planes insurreccionales pues habían estado luchando contra las intenciones expansionistas del gamonal Bernardino Arias Echenique. Uno de los dirigentes más conocido de estas comunidades fue Jose María Turpo, quien había mantenido correspondencia con la Pro-Indígena. En agosto de 1915, Turpo es arrestado y acusado de preparar una sublevación pero las autoridades no notan la presencia de Gutiérrez Cuevas y más bien le echan la culpa al director del periódico revolucionario La Federación (1915-1919) de Arequipa, el intelectual Modesto Málaga. Entre agosto y setiembre, Gutiérrez Cuevas se proclama General y Supremo Director de los pueblos y ejércitos indígenas del Estado Federal del Tahuantinsuyo, adoptando el nombre quechua de Rumi Maqui Ccori Zoncco, en español Mano de Piedra Corazón de Oro. El acto se celebró en Samán y contó con la presencia de un grupo de dirigentes indígenas. El General Rumi Maqui nombró a los cabecillas restauradores que debían secundarlo, entre los cuales se encontraban Gaspar Condori, Santiago Chuquimia, Buenaventura Itusaca y Manuel Huamán. Estos hombres volvieron a sus parcialidades con las consignas de la insurrección, pero la excitación social corrió el rumor del levantamiento hasta los diarios de la ciudad de Puno. Es así que la insurrección programada para febrero de 1916, durante los carnavales, se desató apresuradamente en la madrugada del 1 de diciembre de 1915 en la hacienda de San José, propiedad de Bernardino Arias Echenique, uno de los gamonales más odiados de Azángaro. Contra las órdenes de Rumi Maqui, un número considerable de indígenas estuvieron ebrios durante el ataque, y debido también a las modernas armas que contaban los empleados de la hacienda, las bajas indígenas llegaron al centenar. Los otros cientos de indígenas huyeron debido al rumor de que venían refuerzos a caballo desde otra hacienda. Rumi Maqui, herido en el talón, no participó en el ataque y huyó en un caballo blanco que encontró en la hacienda, mismo Emiliano Zapata.

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Un grupo de indígenas se había refugiado en la quebrada de Putina Puncu, donde fueron eventualmente asesinados. Rumi Maqui y el resto de indígenas se escondieron en una vieja fortaleza prehispánica en el cerro de Inampo y lograron resistir varios días el ataque de las tropas enviadas por el gobierno de José Pardo y Barreda. El 6 de diciembre de 1915, los insurrectos fueron finalmente masacrados. La represión no acabó allí pues los gamonales y sus ejércitos privados compuestos de indios de hacienda buscaron a todos los indígenas partícipes de la sublevación. Es así como encuentran a Turpo, herido de bala, quien es atado por los pies a dos caballos que fueron conducidos por terrenos difíciles para despedazar su cuerpo. Pero ese no fue el fin de Rumi Maqui. Junto a grupo reducido de indígenas, logró eludir las tropas durante 5 meses y pudo escapar a Lampa y luego a Arequipa. En Arequipa es apresado por el Prefecto de Puno, Carlos Zapata, y enjuiciado por traición a la patria. Para esto, su compañero Chuquihuanca Ayulo había negado la insurrección en varios artículos en los periódicos El Siglo, El Comercio y El Deber Pro-Indígena. Los indígenas apresados y Rumi Maqui utilizaron dichos artículos como coartada y negaron que haya ocurrido un levantamiento indígena. Según la coartada, fueron los mismos gamonales que inventaron el levantamiento y la figura de Rumi Maqui para justificar sus masacres. Según el historiador Augusto Ramos Zambrano, “habría sido excesivamente ingenua la actitud de Rumi Maqui al aceptar llanamente la acusación de traición a la patria y habría significado comprometer a decenas y hasta centenares de indígenas que estaban involucrados en el alzamiento, varios de los cuales sufrían prisión en las distintas cárceles de Puno”. (2) Un nuevo giro a la historia ocurre cuando el 2 de enero de 1917, los periódicos y revistas del Perú anuncian que Rumi Maqui había escapado misteriosamente de la cárcel de Arequipa. Un joven Mariátegui comentaría en El Tiempo: “Anda suelto en los campos y en las serranías de Arequipa, de Puno y del Cusco, el general Rumi Maqui. Anda a salto de mata. Hay gentes del orden público que lo siguen y lo acorralan. Pero que no lo cogen. Nada importa que del gobierno salgan muchas órdenes y muchos apremios. Pero acongoja una zozobra que es la zozobra del león suelto. Y es que el general Rumi Maqui quiere a todo trance la restauración de la dinastía incásica y esto tiene que parecernos muy malo a todos, pero especialmente a otra dinastía”. (3)
 Los familiares de Gutiérrez Cuevas hasta el día de hoy piensan que su pariente fue fusilado en un cuartel de Arequipa, pues Rumi Maqui nunca volvió a comunicarse con ellos, pero un artículo del diario arequipeño El Pueblo, del 6 de febrero de 1917, publicó un artículo donde Rumi Maqui explica cómo se escapó de la cárcel de Arequipa, negando nuevamente su participación en el levantamiento. Desde ese momento, la imaginación colectiva se disparó y Rumi Maqui se convirtió en leyenda, apareciendo esporádicamente en varias sublevaciones andinas. Según el historiador Alberto Flores Galindo, “pareciera

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por todo esto que estamos ante una especie de seudónimo colectivo. Otro de esos incas imaginarios que aparecen reiteradamente en la historia andina”. (4) En realidad, Rumi Maqui, luego de su espectacular fuga, radica en Bolivia donde es expulsado por editar un periódico en defensa de la raza indígena. Luego, según el escritor cusqueño Luis Velasco Aragón, Rumi Maqui viaja a Argentina donde ingresa a “la pléyade de los luchadores anarquistas” y se vuelve en “un convencido ácrata”. (5) Nunca abandona sus ideas indigenistas y federalistas y en varias oportunidades visita Puno clandestinamente (en 1926 y 1929). La espectacular historia llega a su fin el 30 de julio de 1937 cuando desde la ciudad de Potosí en Bolivia, una persona desconocida, empleando el pseudónimo de “General Huayna Cápac” le escribe a Francisco Chuquihuanca Ayulo, anunciándole el deceso de Rumi Maqui y haciéndole llegar una copia del programa para la creación de la Gran Confederación Sudamericana del Pacífico, que este había elaborado antes de morir. De algún modo, se puede decir que las travesías de Víctor Gutiérrez Cuevas no acabaron con su muerte pues uno de sus descendientes continuó su tradición en defensa de los explotados. Según el investigador Franz García Uceda, el nieto de Rumi Maqui, Víctor Gutierrez es un fiel anarquista que “con más de 80 años, mantiene una larga historia en cuanto a militancia libertaria en el país”. (6) En efecto, Víctor Gutierrez fue miembro del Instituto de Estudios e Investigación de Cooperativas y Comunidades (INDEICOC), cuyo objetivo era la autogestión de los medios de producción y “la supresión de cualquier forma de dominación”. (7) El INDEICOC tuvo un rol esencial en la reforma agraria, pero esa es otra historia.

4 LOS NUEVOS MOVIMIENTOS CAMPESINOS: SIGLO XX (AZANGARO) Los movimientos campesinos contemporáneos se van a dar en un contexto definido por los inicios del desarrollo del capitalismo en el campo. Primero va a ser la expansión del sistema de haciendas entre fines del siglo XIX y principios del actual y después va a ser la crisis del sistema de haciendas tradicional. 4.1

Sublevaciones y bandolerismo (1910-1925)

La expansión del sistema de haciendas tradicional se produce especialmente en el sur peruano, en los departamentos de Puno y Cuzco. La expansión de las haciendas se realiza a costa de las comunidades y los pequeños propietarios campesinos: despojo, endeudamiento, procesos “legales”. Estamos ante el inicio del capitalismo agrario. La respuesta campesina es el levantamiento. Se trata de movimientos localizados, que no abarcan una región en su conjunto, ni a todos los campesinos de esa region, protagonizados por comuneros y dirigidos contra los

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hacendados, los comerciantes o las autoridades locales. No se plantean “a escala nacional”. No consiguen apoyo efectivo de otros sectores sociales, aunque estas rebeliones estarán en el trasfondo del movimiento intelectual de provincias conocido con el nombre de indigenismo. Un ejemplo es Tocroyoc en 1921 estudiado por Jean Piel; otro caso son los conflictos en Laura marca estudiados por Wilson Reátegui o los movimientos que ocurren durante el oncenio, objeto de una tesis escrita por Wilfredo Kapsoli y el mismo Reátegui. En la Universidad de San Marcos, Flores Marín y Rolando Pachas han publicado una cronología nacional de estos conflictos que comprende desde 1900 hasta 1920. Tal vez el punto culminante –pero en cierta manera excepcional- de estas sublevaciones esté dado por Rumi-Maqui, nombre empleado por un mayor del ejército, Teodomiro Gutiérrez C., quien intentó formar un ejército campesino en Azángaro. Rumi Maqui, según informaciones proporcionadas por Manuel Vassallo, llegó a convocar a indios de Puno, Cuzco, Abancay e incluso Ayacucho. Al parecer también tenía contactos en Bolivia. Testimonios de sus propósitos podrían estar dados por algunos símbolos quo llegó a emplear: un sello, una bandera... Formó un “estado mayor”. A diferencia de las otras sublevaciones fue un movimiento organizado. De Rumi-Maqui se han ocupado Mauro Paredes y Agustín Barcelli, entre otros autores. E1 case de Rumi-Maqui servirá de apoyo a quienes posteriormente comenzaron a pensar en “nacionalidades quechua y aymara”, como el grupo Resurgimiento del Cuzco, los indigenistas en el estilo de Luis E. Valcárcel de Tempestad en los Andes y sobre todo, los comunistas peruanos en la década del 30, cuando lanzan a la presidencia del Perú, en las elecciones de 1931, al campesino puneño Quispe Quispe. Junto con las sublevaciones renace un fenómeno tradicional en los Andes: el bandolerismo. El bandolerismo se encuentra presente desde los tiempos de la independencia a través de las “montoneras”. Se prolonga con la inestabilidad política y los levantamientos de la República. Es una de las formas más primitivas de protesta y social. El bandolerismo social, es decir, el bandido que ataca al rico en defensa del pobre, se generalice en la sierra peruana. En el período que nos interesa se da especialmente en la sierra norte, en Cajamarca. En el sur, el fenómeno específicamente debe denominarse abigeato, y fue uno de los problemas mayores que tuvieron que enfrentar los hacendados. Este bandolerismo social ha sido poco estudiado. Eric Hobsbawm se ocupa reiteradamente del Perú en su libro Bandits. Anibal Quijano, en una tipificación de los movimientos campesinos llamó la atención sobre el fenómeno. En la literatura, Ciro Alegría inmortalizó el “tipo ideal” a través de la figura del “fiero Vásquez”. Pero, para evitar el romanticismo, al lado del bandolero social es preciso mencionar a la violencia indiscriminada, contra ricos y pobres, ejercida por algunos bandidos y abigeos, y también a los gamonales que movilizaban a sus indios contra otro gamonal, contra los mismos indios o contra las autoridades, como un hacendado de Cajamarca que en la época de Leguía se levantó contra el intento de hacer una carretera en su localidad. Bandolerismo y sublevaciones, estas formas de protesta social no cuestionaban, conviene reiterarlo, al sistema en su conjunto. Geográfica y socialmente estaban aisladas. Se trató de protestas primitivas, testimonios de la vida y la rebeldía popular, pero de muy limitada efectividad. Eran expresiones pre-políticas, empleando un concepto de Eric Hobsbawm. Sin embargo todas estas manifestaciones campesinas repercutieron en el desarrollo de las posiciones indigenistas y en el debate sobre el indio de la década del 20. Se generaron

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algunos intentos de organización del campesinado, en los que incluso tiene participación José Carlos Mariátegui.

4.2

Invasiones y sindicatos

Entre 1945 y 1965 se intensifica el desarrollo del capitalismo en el campo y la presencia del imperialismo. El sistema de hacienda tradicional entra en crisis. A diferencia de la fase anterior, la fase que se inicia en 1945 y termina en 1965, se va a caracterizar1 por su generalización a escala regional y nacional, su alto nivel organizativo y su repercusión en la política nacional, es decir, en la crisis del Estado Oligárquico. Otra diferencia notoria es la definida participación de los colonos de haciendas. Fenómenos en cierta forma anunciados por José María Arguedas en su novela Los Rios Profnndos, que adquiere concretización cuando desde 1945 comienzan a aparecer los primeros sindicatos en las haciendas del valle del Mantaro. La sindicalización campesina se intensifica en la década del 50, especialmente en el Cuzco, teniendo como centro los valles de La Convención y Lares. Junto con los sindicatos comienzan a aparecer otras formas de organización, como las asambleas campesinas. El momento culminante de este proceso estará dado por las invasiones de haciendas. Pero el término es impropio, se trata más bien, como lo dicen los mismos protagonistas, de recuperaciones. La figura se invierte. La hacienda deja de estar a la acometida, despojando a los campesinos, como había ocurrido desde el siglo XVI; ahora son los campesinos los que atacan a la hacienda: los colonos desde el interior formando sindicatos; los comuneros, como la comunidad de Rancas en Cerro de Pasco, desde afuera invadiendo. El momento más agudo del proceso está dado entre agosto de 1963 y agosto de 1964. Es entonces cuando, siguiendo al informe del CIDA (Comisión Interamericana del Desarrollo Agrícola), los conflictos se encuentran generalizados a escala nacional. La lucha no es solo por la tierra, como han señalado erróneamente muchos autores. Los campesinos exigen además mejores salarios, cambios en las relaciones serviles, educación y escuela. Pero, al lado de todo esto, quieren mantener beneficios del mundo campesino, como lo ejemplifica la defensa que los pastores hacen de su ganado “huaccha” (Martínez Alier). Hay que añadir que en los mítines campesinos se recogen reivindicaciones mayores, como por ejemplo la expulsión de la International Petroleum e incluso la nacionalización del canal de Panamá. Esto último lo observó Hugo Neira en ese apasionante reportaje titulado Cuzco: Tierra o muerte. Indica que los campesinos tienen contactos con obreros del sur (ferroviarios, cervecería), con los estudiantes y con algunos intelectuales. Pero a pesar de lo anterior, el movimiento campesino no logra articular cabalmente con el movimiento obrero, que recién comenzaba a liberarse del pesado lastre aprista, ni tampoco con las nuevas agrupaciones políticas que emergen a conjuro de la revolución cubana, como el MIR o el ELN. De esta manera cuando el movimento guerrillero estalle, el movimiento campesino habrá iniciado una fase de declive. Tendrá apoyo individual del campesino, tanto en el centro como en el sur, pero no el apoyo masivo que necesitaba.

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Importa señalar, que a pesar del limitado éxito de las invasiones y del sindicalismo, estos fenómenos señalan claramente el paso de las luchas pre-políticas, espontáneas y primitivas, a las luchas políticas. Desde otra perspectiva el paso de lo indio a lo campesino. En función de lo anterior conviene tener en cuenta la aparición y el desarrollo de organizaciones nacionales como la Central de Campesinos del Perú (C.C.P.). También hay que mencionar la acción de organizaciones políticas en el campo, iniciada desde 1930, especialmente entre los yanaconas da la costa, y sobre la cual pueden dar testimonios las luchas en el valle de Chancay estudiadas por José Mejía. Sobre estos hechos que acabamos de reseñar la bibliografía es abundante y polémica. Abundan las interpretaciones divergentes. Uno de los muchos temas discutibles es la caracterización del sector campesino que dirigió el levantamiento. En el caso de la Convención algunos hablan simplemente de campesinos, otros atribuyen la dirección a los intelectuales trotskistas, finalmente hay quienes piensan en “campesinos ricos” e incluso de “kulaks”. Pero ¿resultan validas estas distinciones? ¿Se puede hablar efectivamente de un “campesinado rico” en el valle de La Convención de entonces? ¿Habría sido tan fuerte el preceso de diferenciación campesina? Como estas preguntas hay muchas otras pendientes sobre diversos temas. Carecemos todavía de un estudio de conjunto sobre el período 1945-65: un estudio que busque insertar a las luchas campesinas con la coyuntura dentro de la que transcurren. Esto significa proponer una investigación. De ninguna manera restar méritos a los estudios de Fioravanti, Hobsbawm, Martínez Alier, Neira, Kapsoli, Villanueva… En todo caso resulta evidente que estas luchas campesinas contribuyeron decididamente a la crisis del estado oligárquico y, en contra de una cierta “ideología official”, muestran que el campesinado ha tenido un papel activo en la historia peruana. En la rápida reseña histórica realizada en las páginas precedentes se han sugerido problemas. De todos ellos quisiéramos rescatar uno, que se ha dado desde el siglo XVI (desde la invasión española) hasta la actualidad: la definición de campesino en los Andes. Hay un largo debate sobre qué es un campesino. Quien se ocupe de los movimientos campesinos en el Perú debe atender a este debate pero, adicionalmente, debe tratar de esclarecer qué es específicamente un campesino al interior del mundo andino. En nuestra exposición inicialmente hemos estado refiriéndonos más a los indios que a campesinos. La conquista creó al indio, al presentar frente a las diversas etnias que componían el imperio, una presión externa que por negación terminó unificándolas. Sobre la situación de clase acabó dominando el aspecto étnico. Los “movimientos campesinos” del S. XVI e incluso del siglo XVIII aparecen como movimientos de oposición indígena al orden colonial. Pero ya en el mismo siglo XVIII se comienza a anunciar el cambio, a través del movimiento dirigido por Túpac Amaru. En el siglo XX la situación aparecerá con mayor claridad. Las reivindicaciones campesinas (la tierra, por ejemplo) serán más fuertes que las reivindicaciones nativas. Los campesinos, como clase, tendrán relaciones con otras clases o sectores de clase aliados, expresión de lo cual serán los nuevos medios de lucha, como el sindicato y las invasiones.

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Lo anterior no significa que el elemento indio haya desaparecido. Aunque ya no como dominante, persiste. Mejor que nosotros lo expresa Hugo Blanco cuando afirma que: "el problema del indio es el problema de la tierra, como lo dijo Mariátegui. Es cierto: porque así lo entendemos, hemos luchado inclusive con las armas en la mano bajo el lema de 'tierra o muerte'. Pero no es simplemente económica la opresión. Como consecuencia de la opresión económica, se nos aplasta en muchas formas a los indios de todos nuestros países. Se aplasta nuestra cultura, nuestro quechua, nuestro ayimara, nuestro guaraní, nuestro yaraví, nuestros gustos estéticos. Somos los escupidos como dice el tayta.” Del siglo XVI al siglo XX. De las luchas nativistas a las luchas propiamente campesinas. De las oposiciones étnicas a las oposiciones de clase. El hilo que unifica este largo recorrido histórico, la continuidad en estas luchas campesinas, está dada por el paso de lo indio a lo campesino. Esta es la tesis central que hemos querido desarrollar en las páginas precedentes, más que desarrollarla, plantearla. Podría ser tal vez un elemento fructífero en las futuras investigaciones sobre el tema. Conviene señalar que es gracias a las investigaciones recientes que hemos podido proponer esta imágen de conjunto sobre los movimientos campesinos.

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EL MOMENTO HISTÓRICO

Tres siglos de opresión, con su influencia letal. Pensaban como tres montañas de plomo sobre el cadáver del imperio. Bajo aquel peso enorme habían ido desapareciendo las obras admirables del lnkario logradas en largos siglos de paciente labor. La conquista fue como un cataclismo para aquella organización. Destruyó la sociedad indígena y su economía. Trajo por tierra el maravilloso y armónico sistema Comunista de gobierno. Pueblos íntegros fueron diezmados. Desaparecieron sus magníficas obras de irrigación, Sus acueductos. Sus caminos espléndidos, sus edificios seculares. De todo esto quedaron ruinas. El capital humano también iba disminuyendo. De once millones de habitantes, con que contaba el Imperio antes de la conquista, se habían reducido a menos de cinco en aquellas fatídicas tres centurias. Pavorosa proporción. Marchando a aquel ritmo la despoblación sería total. Este hecho, da la medida de la obra destructora de la Conquista debido al bárbaro sistema de gobierno impuesto a los pueblos sojuzgados. Del Imperio floreciente de ayer solo quedaban vestigios y escombros. Reinaba entre ellos un silencio de necrópolis. El dolor la angustia, cerraban sus férreas tenazas en torno

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a la sufrida raza. Pero esta soportaba silencio su martirio. Parecía de bronce, Resistió estoicamente. Ni uno quejo. Ni un alarido de protesto. Sus reacciones violentas habían sido ahogadas en sangre desde la rebelión de Manco II en 1535. El Perú estaba sumido en una inmovilidad cataléptica. En un letargo mortal. El régimen colonial parecía. Haberse impuesto definitivamente. En rápido bosquejo enfocamos lo situación. Los indios marchaban en rebaño a ser devorados entre las fauces voraces de lo mita, los obrajes. Los cañaverales. Las encomiendas. Eran estos centros de bárbara e inhumana explotación. Verdaderos infiernos dantescos. Ahí entraban los indios por millones, en racimos humanos impresionantes, la mayoría no volvió a salir. Quedaban sus cenizos. Huesos calcinados, sangre y lágrimas, eran el combustible de aquellas hogueras gigantescas. Es que el hombre había perdido su condición de persona. Estaba convertido en animal de sufrimiento. Había descendido al plano de lo bestia de carga. Estaba en la misma categoría del perro o del gato ante el criterio despótico del amo. El que nada tenía pagaba con su persona el delito de vivir. El quera yanacona de nacimiento se consideraba como siervo. De hecho perteneció al dueño de la tierra donde había visto lo luz. Y era irredimible. Si era hijo de la comunidad. El mal era mucho peor; llevaba desde antes de nacer la marco infamante del esclavo. El casado no estaba seguro de su compañera de infortunio. Estaba a merced de lo violencia, de la extorsión brutal erigidas en ley Carne de esclavitud, para esta sufrida raza no habíamos ley que la voluntad despótica del amo ni más juez que el látigo del capataz, Era paria en su propia tierra. Nada le pertenecía. Potosí, Huamanga, Huancavelica., grandes centros mineros, abrían sus socavones insaciables que iban tragándose rebaños íntegros de infelices parias enganchados en el trágico horror de las mitas. En cambio de estas costumbres silenciosas salían ríos de plata y metales nobles para enriquecer a la corona de España y la Corte con su enfatuada nobleza decadente. Sus corregidores sanguinarios. Sus caciques pulpos. El Perú estaba convertido en un feudo inmenso. Los obrajes, verdaderos martillos pilones de la raza, devolvían el sudor, las lágrimas y la sangre de los indios, convertidos en pesos de oro. Los cañaverales. Los cocales de las tierras calientes, cooperaban a la obra exterminadora de hombres con sus fiebres mortíferas y sus enfermedades incurables. Hasta el habitante de la puna y la cordillera llegaba el aire envenenado de aquella esclavitud colectiva. Si era pastor. Los descuentos inicios por ganado "muerto o extraviado; el hambre, las privaciones, lo mantenían atado por toda su vida como una bestia a la noria. Destino cruel. A lo postre el paria tenía que rendir su tributo a la tierra. "De Potosí salían diariamente quintales de plata rumbo él los bergantines. Camino de España. En sus minas trabajaban miles de indios "mitayos" bajo el látigo del capataz. No importa que la muerte los trague a cado minuto. Por eso mismo la española establecida la "mita", servicio obligatorio y gratuito. Más tarde se elevará una voz en favor de los indios: lo del Padre Las Casas. Pero ya han muerto cuatro millones en la ruda faena. Potosí ha enriquecido a la Corona, sus fiestas fueron tan suntuosas que quedan en el recuerdo de los cronistas. Por el mundo corre lo fama de su poderío y todavía hasta hoy la leyenda repite con asombro: ¡tan rico como un Potosí"! (1) TrisíenMaref. La Tragedia del Altiplano.)En nombre de la Religión, la Ley, en nombre del poder omnipotente de la fuerza, estas injusticias seculares llegaron al colmo. Este fue el repartimiento forzoso de los corregidores. Constituía éste en repartir por

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Medio de la fuerza objetos y mercaderías inservibles, como barajas. Chuchearías. Objetos averiados. Entre los indios, para que fuesen pagados religiosamente con sus tierras o bienes, con su trabajo y el de sus familiares. En Acora un corregidor impuso a un indio rico, por la suma de cien pesos un naipe, era un Rey de bastos. Como objeto valiosísimo. El indio. En su ignorancia. Llegó a su muerte a la iglesia de su pueblo el famoso naipe, da testimonio de este hecho el escritor Basadre que llegó a conocer este naipe y a la persona que lo poseía. Ten inicua explotación iba a enriquecer, en progresión geométrica, las arcas de les famosos corregidores, especie de gamonales políticos de estos tiempos, que gobernaban sin más ley que su despótico voluntad y desenfrenada ambición. Este funcionario colonial ero para el indio un verdadero azote y según un historiador, nada había para el indio más y más odioso que este señor, prácticamente dueño absoluto de esta provincia. “Estos extremos a que había llegado lo injusticia y la extorsión arrancó una! de dolor a la raza oprimida”. Pero esa queja se perdió en el silencio. La acalló la carcajada cínica de los tiranos. Las compadrerías de los áulicos. El favoritismo de los poderosos La Corte, opio tizada por sus vicios, mareada por la algarabía y la adulación de sus lacayos y bufones, era sorda y muda ante el clamor de la raza sojuzgada. El, eterno papel o de los informes la marcha lento y desesperante en la tramitación de los expedientes. Constituían ridículos e irónicos paliativos ante males tan tremendos que iban minando con su cáncer implacable el corroído organismo de colonia. Entre tanto la orgía de sangre seguía alimentando sus eras dantescas. Sobre aquel panorama de pesadilla, sobre aquel cuadro de alucinación. Allá en lo alto del Koricancha no flameaba corno en otros tiempos lavandera secular de los Emperadores. Se había arriado silenciosamente en su mástil. Un negro crespón funerario había lo reemplazado al Inti, el dulce Dios del Inkario, ya no alumbraba como antes con sus rayos esplendentes. Reflejaba ahora una luz lívida y espectral sobre ese panorama de cementerio en que aviase convertido aquel imperio floreciente que se derrumbó como un castillo de naipes ante el golpe traidor de un puñado de aventureros españoles la tarde trágica de Cajamarca.

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CONCLUSIONES

A principios del siglo veinte, los campesinos puneños enfrentaban una grave situación. El crecimiento del mercado de la lana ejercía una gran presión sobre su fuerza de trabajo, su producción y sus tierras comunales. Debido al sistema de producción que reinaba en Puno, el sector hacendado sólo podía incrementar sus ganancias a costa del trabajo y los recursos del campesino, y así lo hizo mermando los ingresos campesinos. Aumentaron las compras forzadas de lana a un precio muy por debajo del precio de mercado, la demanda de trabajo no remunerado, las contribuciones arbitrarias y las usurpaciones violentas o ilegales de tierras comunitarias y privadas. Esto, agregado al serio desbalance entre población y recursos, iba exacerbando el largo proceso de deterioro del modo de vida campesino y debilitando la solidaridad comunal que por mucho tiempo había actuado como escudo contra la voracidad de los hacendados. El campesinado indígena de Puno, privado del derecho de voto desde 1896, no tenía poder político, y carecía de la protección que le había otorgado el pacto tributario colonial. Las elites locales iban estrechando su círculo de poder y abuso. Sin embargo, el movimiento campesino no fue capaz de imponer ante el gobierno y la sociedad nacional la imagen de un “ciudadano indígena”. Los intelectuales indígenas tuvieron que hacer algunos cambios en el discurso y en la práctica, mostrando una vez más su pragmatismo y su habilidad para adaptarse a los cambios. Empezaron a identificarse ellos mismos como campesinos, buscando nuevas alianzas con el sindicalismo y los partidos políticos emergentes. Evitaron desde entonces referirse a sí mismos como indios para alcanzar una identidad nacional. (De la Cadena 2000: 311) Su lucha como mensajeros indígenas no fue olvidada. Organizaciones locales de defensa heredaron las experiencias de los voceros y de organizaciones como el CPDIT (Comité Pro-Derecho Indígena Tawantinsuyo) y continuaron la lucha por la defensa de los derechos campesinos. El Estado, así como intelectuales y políticos que vinieron después, recuperaron sus argumentos. Las ideas de José Carlos Mariátegui deben mucho a los voceros e intelectuales puneños, así como al CPDIT. El resultado de sus batallas se consolidó en la medida en que las escuelas privadas y públicas se diseminaron a través del área rural. En Puno, la historia oral mantuvo viva la memoria de los mensajeros transmitiendo de generación en generación su ejemplo de liderazgo. Puno heredó de ellos una tradición de liderazgo campesino dinámico y pragmático, y una fuerte identidad étnica.