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Mpro-Campanella-Bacon UTOPIAS DEL RENACIMIENTO El prestigioso modelo del Plat611 de la Republics y de las Leyes, aunado

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Mpro-Campanella-Bacon UTOPIAS DEL RENACIMIENTO El prestigioso modelo del Plat611 de la Republics y de las Leyes, aunado mas de una vez al estirnulo del descubrimiento de America. produce en 10s siglos XVI y XVlll una serie de obras entre las que hay tres -las contenidas en este volumen- cuya inmortalidad esta asegurada. "La ancha respiraci6n del Renacimiento corre por estas obras -escribi6 Alfonso Reyes-: libertad y cultura. alegrla de pensar, y de pensar bien." Luego del agudo estudio preliminar de Eugenio h a z , Topia y Utopia. en el que sit4a las obras en el context0 del humanism0 y aun esboza su destino en posteriores filosofias. figura en primer tCrmino. como indiscutido modelo de su gCnero. la Utopia de Tombs Moro, canciller de lnglaterra y humanista cristiano. La ciudad del Sol, singular concepci6n de Tommaso Campanella, precede a la Nueva Atlhntida, en la que Francis Bacon. figura tan importante en la fundaci6n de la ciencia moderna, combina sus suefios cientificos con no pocas nociones filos6ficas. w No puede subestimarse la trascendencia de esta = 2 compilaci6n: en efecto, aparte de que su 3 conocimiento es imprescindible para cualquier estudio del Renacimiento, ha sido muy considerable; su influencia en tiempos mas pr6ximos a nosotros. 2 Por 4ltimo. la pulcritud de las versiones al ;d castellano conserva la altura literaria de 10s f originales: no hay que olvidar que Bacon esta entre $ 10s m k i m o s estilistas de lengua inglesa. 9 %-

En la portada: Fragment0 de Milagro de la cruz raida en el canal de San Lor~nzo.Gentile Bellini.

OOLECCI~NPOPULAR

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Traduccidn de la Utopia: AGUST~N MILLARES CARLO de La Ciudad del Sol: ACUST~N MATEOS de la Nueva Atlintida: MARCARITA V. DE ROBLES

UTOPIAS del Renacimiento Tomis Moro: Utopia Tomaso Campanella: La Ciudad del Sol Francis Bacon: Nueva Atlhntida Estudio preliminm de EVGENIO IMM

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POPULAR

FOND0 DE CULTURA ECONOMICA M ~ C O

Primera edici6n en latin de Utopia, de Tomis Moro, 1516 Primera edici6n en latin de La Ciuaizd del Sol, de Tomaso Campanella, 1623 Primera edici6n en ingles de Nueva Atlbntida, de Francis Bacon, 1627 Primera edici6n en espaiiol, 1941 Decimoquinta reimpresi6n. 200 1

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Entonces d buf6n empez6 a bromear en serio, y ahf estaba en su elemento.

Se prohibe la reproducci6n total o parcial de esta obra -incluido el diseiio tipogdfico y de portada-, sea cual fuere el medio, electrdnico o mecinico, sin el consentimiento por escrito del editor. Comentarios y sugerencias: [email protected] Conozca nuestro catAlogo: www.fce.com.mx D. R. 0 1941, FOND0 DE CULTURA ECON~MICA D. R. 0 1987, FOND0 DE CULTURA ECON~MICA, S. A. DE C. V. D. R. 0 1995, FOND0 DE CULTURA ECON~M~CA Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 MCxico, D. F.

ISBN 968-16-0536-5 Impreso en Mexico

UTOP~A: no hay tal lugar, traduce Quevedo en el pr6logo a la versi6n, expurgada, que en 1627 hizo don Ger6nimo Antonio de Medinilla y Porres de la obra de Tombs Moro. News from Nowhere pone como titulo a su obra moruna William M e rris, en el siglo wr, escogiendo de esta manera entre Moro y M a n y ponitndonos ut6picamente de bruces ante la actualidad de Moro. Por lo del lugar imaginario la palabra y concept0 utopia, utbpico, se han contagiado de quimera y la infecci6n ha sido constatada por 10s doctores a1 diagnosticar la diferencia entre socialismo ut6pico y socialisrno cientlfico. Y,asi, resulta ut& pic0 lo que, para la ciencia del dia, no es cientifico, descuidando que fue la ciencia de su tiempo la que dio origen a la UtMfd. A1 hablar de utopia todos pensamos, rernontando fuentes, en la Repliblicd de Plat6n. Como pensaron 10s mismos Moro y Campanella. Y,sin embargo, la utopia de Plat6n no esti en la Repliblica, sin0 en las Leyes. A1 final del Libro V de la Reptiblica, Plat6n, como tantas veces, pone 10s puntos sobre las ies. Los interlocutores de S6crates le han ido escuchando su plan de rephblica perfecta y se muestran encantados. Pero. . . ies posible semejante repriblica? "Si yo me abandon0 un instante, responde S6crates, viene sobre mi vuestro ataque, y un ataque implacable. A duras penas me he librado del primer0 y del segundo asalto, y me parece que no os dais perfecta cuenta de que este tercero es el mbs fuerte y peligroso. Rece nocerkis luego que era natural cierto temor y vacilaci6n ante una proposici6n tan extraordinaria como Csta que ahora tengo que explicar e investigar." En el sobresalto que siente Plat6n siempre que se le invita a trasponer el puente entre el mundo 7

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de las ideas y el mundo sensible, el mismo sobresalto que le harP exclamar desputs de relatar el mito de la caverna: "iS610 Dios sabe si mi vislumbre es cierta!" Sobresalto que desvela su angustia metafisica. " ~ E Sque un pintor, desputs de haber delineado con arte consumado el ideal de un hombre perfectamente bello, seri el peor porque es incapaz de mostrar que un hombre semejante pudo haber existido nunca? Cierto que no seria el peor. Pues bien, jno estamos trazando en palabras el modelo de una republica perfecta? jY sera nuestra teoria una teoria inferior porque seamos incapaces de probar la posibilidad de una ciudad ordenada en la mancra descrita? -2Es que es posible ejecutar una cosa tal como ha sido descrita? ~ E que s la palabra no expresa mis que el hecho, y lo real, piensen lo que quieran 10s hombres, no queda siempre, en la naturaleza de las cosas, por debajo de la verdad? No tentis, pues, que insistir en que os pruebe que la rep& blica real coincidirh en todos sm aspectos con la idea: si somos capaces de dmubrir c6mo una ciudad puede ser gobernada de manera aproximada a la que nosotros proponemos, tendrkis que admitir que hemos descubierto la posibilidad que me ~edis." Y la manera como una ciudad puede ser gobernada acerdndose, "siendo casi" -inmensidad de un casi: el chorismos o abismo que separa a 10s dos mundos- la rephblica perfecta es "que 10s fil6sofos Sean reyes o 10s reyes y principes de este mundo tengan el espiritu y poder de la filosofia". Lo inismo que repetirh en su conocida sdptim egfstola, de su senectud, cuando confiesa su desencanto juvenil con la carrera politica, por la que habia smtido tan profunda vocaci6n. Si no se atiende a este consejo politico "jamis las ciudades podrLn despojarse de sus males -no, ni tampoco el gtnero humano, s e g h creo- y s610 con 61 esta nuestra republica tendrh una posibilidad de vida y verh la luz del dia". Si Plat6n en la Re@iblica habla como fil6sof0, en las Leyes como fildsofo-ley. Aqui est5 su utopia: su Rephblica de "no hay tal lugar" pero "puede haberlo", por ejemplo, cuando se trata de fundar una colonia; su programa de acci6n: "seria dernasiado pedir a hombres nacidos, alimentados y educados como lo son hoy dia, que nuestros ciudadanos repartan

entre si la tierra y las habitaciones" (Leyes, Libro V). Utopia y no quimera, realidad y no idea: pensamiento terrenable, como la Utopia de Moro. La confusi6n se alimenta de dos fuentes: Arist6teles, en su Politics, hace la critica de la comunidad de bienes y de mujeres, es decir, de la republica ideal de Plat6n, bashdose en su irrealizabilidad o ultraterrenidad. Ahora bien: Plat6n no proyecta esa comunidad en la utopia de sus Leyes. Aristbteles, merced a su querencia empirica, ectoplasmiza las ideas y arremete contra fantasmas. La otra fuente de confusi6n esti en el mismo Moro. En las liltimas piginas del primer libro de la Utogia encontramos el pendant perfecto del pasaje referido del Libro V de la Repliblica. Su anilisis nos daria la intencibn esencial del libro y dc lo ut6pico y, a1 mismo tiempo, la comunidad gentrica y la diferencia especifica con lo que hemos designado como utopia plat6nica. El portuguts del cuento -Rafael Hitlodeque relata y presenta como ejemplo lo visto por 61 en Utopia, exclama en el curso de la conversaci6n: "Eso pensaba yo a1 decir que no hay lugar ante 10s principes para la filosofia." Y el mismo Moro replica: "Si que lo hay, per0 no para esa filosofia especulativa que hace que todo sirva para todos 10s tiempos." Existe otra filosofia del "ma1 menor" que pcrmite gobernar la nave del Estado en las borrascas constantes de la vida. Pero el utopista modemo, Hitlodeo-Moro, no fia de la receta que Plat6n conserva, como ilusi6n de juventud, a pesar del desengafio con Dionisio, ni admite, cristianamente, el malmenorismo: la aborrascada vida de su tiempo, el maquiavelismo mant In leftre de 10s principes y del Papa, la voracidad de tierras de 10s sefiores ingleses -"los corderos se comen a 10s hombres"- le han ensefiado a no esperar nada de la conjunci6n plat6nica rey-fil6sof0, porque la ralz de todos 10s males, seglin ha visto este cristiano, abozado de 10s ricos mercaderes de Londres, esti en la propiedad privada. Y aqui viene la confusi6n otra vez: "cuando peso todas estas cosas [los abusos que vienen de la propiedad privadal en mis pensamientos, me hago cada vez mris partidario de Plat6n y no me asombra que no quisiera hacer leyes para aquellos que no quisieran someterse a una comunidad de todas las cosas". Pero ya sabemos que

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Plat6n hizo leyes, precisamente, para 10s que no podian someterse a la comunidad de todas las cosas: para los griegos de su tiempo. La utopia, con Moro, aumenta sus pretensiones y la filosofia las rebaja. El Mundus Novus de Amtrico Vespucio habla de pueblos que viven en comunidad y desprecian el oro,' cosas que a un cristiano exasperado le hacen pensar en la comunidad apost6lica. El filbofo, seghn Platbn, lucha pattticamente con la ciudad. El que no haya habido ciudades organizadas por la idea de comunidad ha traido efectos catastr6ficos para la filosofia y para 10s fi16sofos. Las naturalezas m6s nobles, destinadas a1 oficio heroico de la filosofia, o se corrompieron en contact0 con la politica convirtitndose en las mayores criminales, o se hicieron inlitiles por el destierro o la abstenci6n. Asi se vio la filosofia invadida de intmsos, que buscaban el brillo de su renombre. Pero cuando la ciudad estk organizada el fi16sofo le seri deudor y entonces se le pod& exigir que, luego de haber contemplado la cegadora luz del Bien, baje a la oscuridad de la caverna a guiar a 10s hombres encadenados, enseiiindoles a descifrar el lenguaje de las sombras. El escepticismo de Moro por la filosofia especulativa y por el fil6sof0, tiene una supercompensaci6n en su fe en la philosophia Christi, y asi, la imitaci6n secular de Cristo exige mis que la imitaci6n er6tica de la idea, y su utopia se atreve con lo que no se atrevi6 la de Plat6n: con la comunidad de bienes. Los corderos se comian a 10s hombres y el filbofo cristiano no quiere que 10s hombres sean comidos por otros hombre disfrazados de corderos. Esto, desputs de Cristo, tiene que ser posible: por eso Hitlodeo le dice a Moro, es decir, Moro se dice a si mismo: si usted hubiera estado en Utopia. El fil6sofo cristiano, el humanista cristiano ha estado en Uto@a, ha estado en el otro mundo, en el Nuevo Mundo vespuciano. Su philosaphid Christi no le ha llevado a la regi6n de las ideas casi -inmemidad de un casi- realizables ni a la invisible y celestial ciudad de Dios sino a la corp6rea y terrenal 1 "Los pueblos viven con arreglo 2 la naturaleza y nejor 10s llamadamos epichreos que estoicos.. . N o tiene,, propiedad alpna sino qoe todas son wmunes." (Citado por J. H. Lupton en su introducci6n a la Utopfd.)

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de 10s hombres, a Utopia, donde 10s hombres viven real y verdaderamente, terrenal y ut6picamente en c r i s t i a n ~ . ~ De Erasmo viene aquello de que no hay diferencia entre consejos y mandatos. Y Alfonso de Valdb, gran erasmiano, dird: "iQut ceguera es tsta? Llamimosnos cristianos y vivimos peor que turcos y que bnltos animales. Si nos parece que esta doctrina cristiana es alguna burleria ipor q u t no la dejamos del todo?" E Hitlodeo-Moro, en estas piginas que comentamos: "Si hay que silenciar mmo ins6lito y absurd0 cuanto las perversas costumbres de 10s hombres han hecho parecer extrafio, habria que disimular entre 10s cristianos muchas cosas enseiiadas por Cristo, cuando G1, por el contrario, prohibi6 que se ocultasen y mand6 incluso predicar las que susurr6 a1 oido de sus discipulos." Eran tiempos terribles, como todos en 10s que el mundo del hombre, la historia, rompe las duras cortezas del pasado y por las grietas rezuma acremente la lava que formari las futuras tierras de cultivo. Las ideas m6s hondas, tenidas por tales, descubren sus secas rakes y s610 10s ut6picos se preocupan de preservar la simiente. Homanista cristiano. Erasmista. "La palabra 'humanitas' naci6 en aquella tertulia culta de Augusto donde la filosofia griega encontr6 cobijo y la literatura romana protecci6n. Todo fue bien mientras el concept0 cristaliz6 en la palabra griega 'philantropia' per0 a1 querer traducir tsta a1 latin, surgieron las discusioncs. Cicer6n fue el inventor de la palabra humanitas' y en sus obras, puesta de moda, rueda con verdadera fmici6n de inventor. No es cierto, sin embargo, como Varr6n afirma, que para el orador romano 'humanitas' fuese simplemente 'sentimiento que nos inclina a favor de la Humanidad'. Cualquiera que haya leido 10s escritos ciceronianos habr6 podido obsewar que aquel ttrmino significa tambitn lo que nosotros llamamos hoy 'formaci6n humanistica'. Por lo dernhs, la palabra y su contraria 'inhumanitas', con 10s adjetivos correspondientes, fueron abritndose camino y desernbocaron con todo su doble sentido en Stneca, maestro inmediato de todos 10s que despuCs han recibido el calificativo de 2 Moro, apenas contrariada su vocaci6n franciscana, dio unas lecturas sobre la Ciudad de Dios de San Agustin; m8s avanzado en edad y ya perfecto homanista cristiano, escniirh la Utopia.

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'humanistas'. En este sentido se encuentra en E;rasmo y en su amigo Vives." Sabemos, asi, que las humanidades tienen que ver con la humanidad y Csta con el amor a 10s hombres y tambiCn que, si decimos humanism0 cristiano, l q hemos bautizado, pero no con un nombre sino con un adjetivo. En rigor: humanitas = filantropia. Humanidades: aquellos estudios que fomentan y depuran la filantropia o amor a 10s hombres. Humanista, el que florece en estos estudios de amor. Humanista cristiano: humanista bautizado pero adjetivamente: quiere decirse que, iluminado por la caridad, podrh transfigurar, divinizar su filantropia per0 nunca ensombrecerla equivocamente con el fulgor de la gloria de Dios. Moro ha estado en Utopia. iHan estado tambiCn Erasmo, 10s ValdCs, Vives? Si y no. El pensamiento hurnanista cristiano es, fundamentalmente, ut6pico: su utopia, su programs de acci6n es la philosophid Christi. El irenismo erasmiano traza el camino imperial de la minima unidad cristiana de doctrina y hace todo lo posible y lo imposible, en su visi6n "dantesca" de la situaci6n, para que el emperador obligue a1 Papa a convoar un concilio. La dieta de Augsburgo da la raz6n a 10s fandticos. La suerte esth echada y preparado el camino real para el Concilio de Trento: contra-reforma, palabra no reconocida todavia por el diccionario de la Academia. Como sefiala muy bien Bataillon, hubo en el grupo erasmita un actuante mesianismo imperial, secular y pacifista. Adernds de la Que~elktPacis de Erasmo tenemos dos grandes monumentos: el Concordia y discordid de Vives y 10s Didlogos de Alfonso de ValdCs; el D e compfis Artibus y el De tradendis Discifiliniis son la utopia pedag6gica de Vives; en el Didbgo de doctrina eristiana de Juan de ValdCs tenemos la utopia estrictamente religiosa. Pero cifihmonos a las utopias politicas. E n 1515, Erasmo, nombrado consejero del archiduque Carlos, gobernador de 10s Paises Bajos, escribe para el joven soberano la Iizstitutio Principis Christiani. Hacia el afio 1529 debemos colocar la redaccicin definitiva del Didlogo de Mercurio y Car6n de Alfonso de ValdCs, que contiene la asombrosa his3 Laureano SB~~chez Gallego en su Introducci6n a la nni6n del Concordio y dkmrdia de Luis Vives. (Ed. Seneca, Mhico.)

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toria del rey Polydoro. En vez del politico-fil6sof0, del reyfil6sofo plat6nic0, tenemos a1 rey-fil6sofo cristiano. Polydoro se ha convertido de un cristiano de tantos en un verdadero cristiano, en un cristiano ut6pico y es, asi, un rey-filbofo cristiano. En vez de la organizaci6n detallada de las Leyes tenemos un espiritu de paz y justicia, radical, secularmente cristiano. Como nos dice el mismo ValdCs, 61 quisiera que todas las cosas fueran buenas en este mundo (Didlogo acerca de las cosds que ocurrieron en Roma). Pero siendo ut6picos ValdCs y Erasmo no han estado en Utopia, ese 'lugar que no hay" pero adonde podria irse. Porque es un lugar, pues no se halla, como la Repziblica, en el mundo inteligible, ni, como el reino de Polydoro, en el de la conciencia, sin0 en este mundo teneno y lugareiio. "Si usted hubiera estado en Utopia conmigo y hubiera visto sus leyes y gobiernos, como yo, durante cinco aiios que vivi con ellos, en cuyo tiempo estuve tan contento que nunca 10s hubiera abandonado si no hubiese sido para hacer el descubrimiento de tal nuevo mundo a 10s europeos, usted confesaria que nunca vio un pueblo tan bien constituido como aquCl."' La utopia de Moro es institucionu1 y, por ello, menos ut6pica, en el sentido banal del vocablo, que la de sus colegas Erasmo y Valdb: que no haya propiedad privada para que la ambici6n7 que hace del Estado una conspiracidn de 10s ricos, quede cercenada y asi restablecida la comunidad, y que haya una libertad religiosa que, cristalizando en una religidn natural universal, haga ociosas las facciones y asegure de este mod0 la unidad de la comunidad. Por entonces Amhim Vespucio descubria el Nuevo Mundo a 10s europeos. La presencia de AmCrica ha hecho surgir la utopia, ha hecho posible el viaje de Hitlodeo, compaiiero imaginario de AmCrico Vespucio. Rafael Hitlodeo -"hdbil narrador7'- habfa viajado, nos dice Moro, mejor que a lo Ulises, a lo Plat6n. Pero Plat6n puso entre el mar y su utopia la distancia de quinientos estadios. Rafael, con Vespucio, 4 Cuenta tambih Vespucio: "Viven sin 1 9 y sin ninguna clase de soberania y cada uno es su propio duefio." Lo que nos muestra que la mente de Moro, como la de la +om, estaba 'predispuesta" para ciertas suptiones y no para o m . Ni siquiera para Rousseau sed un ideal este tipo de "salvaje". El Controto social no es precisamcnte la consagradbn de la anarqula sino todo lo mhario.

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busc6 por el mar. Bus& la Atlintida que Plat6n nos da por perdida para siempre. En el Timeo evoca la Atlintida, pero no lo hace a1 desarrollar el mito cosmog6nico del demiurgo sino a1 comienzo del diilogo, a1 resumir el anterior, que fue un diilogo politico. Siempre que el filbofo se pone a excavar 10s verdaderos cimientos de la ciudad tiene que ir tan hondo que horada 10s mismos cimientos del mundo: el principio y el fin del mundo, la edad dorada y la de hierro, Cronos "pastoreando a 10s hombres" y el mundo abandonado a si mismo, acabindose y renaciendo ciclicamente. TambiCn Campanella, a1 edificar su Ciudad del Sol, nos hab!a del principio y del fin del mundo. Y Kant, con su hip6tesis cosmog6nica, veriticada por Laplace, coloca la marcha de la humanidad hacia la ciudad ideal dentro de la historia deleznable del mundo. Y Engels deja temblar su visi6n quiliistica de la sociedad futura con la aprensi6n cientifica de un fin del mundo originado por la entropia. (Pr6logo a su Diale'ctica de la naturaleza.) i Q ~ C"acto fallido" explica que Kant atribuya a Plat6n una utopia de nombre "Atlintida"? La Atlirntida redescubierta le sugiere a Bacon el titulo de Nueva Atldntida para su figuraci6n cientifica: "seria muy desdichado que, habiendose descubierto y revelado en nuestro tiempo ambas regiones de nuestro globo material, el globo espiritual permaneciera cerrado en 10s estrechos limites de 10s antignos descubrimientos". Y, en el Novum Organum, intcrpreta en este sentido la profecia de Daniel. El mundo, "espejo de 10s enigmas de Dios", segiln el apbtol, fue en la Edad Media el escenario donde todas las criaturas representaban simb6licamente la historia sagrada: la nuez era una prefiguraci6n de la Crucifixi6n y la mariposa emblema realista de la Resurrecci6n. iEn quC momento ese espejo empez6 a reflejar 10s enimas del hombre? i C 6 m ~se le fue revelando el mundo como escenario de su historia? Laboriosa obra de sielos desde la culminaci6n del xm. Nos basta aqui y ahora seiialar que. despuCs del 0toj70 de la Edad Media, a1 europeo le hubiera consumid0 la erupci6n de la primavera renaciente de no haher inventado -encontrado-- a tiempo la Atlhntida del Nuevo Mundo. S6l0 el descubrimiento del Nuevo Mundo --el descubrimiento de la utopia- hace posible a Europa conllevar aquella Cpoca

terrible en la que. como nos dice Vives, "a causa de las continua~guerras que, con increible fecundidad, han ido naciendo unas de otras, ha sufrido Europa tantas caMstrofes que casi en todos 10s aspectos necesita una grande y casi total restauraci6n". "Asi Espafia, dice Campanella, descubri6 el Nuevo Mundo para que todas las naciones estuvieran sometidas a una sola ley." El joven investigador mexicano Silvio Zavala, en su estudio La Utopia de Tom& Moro en la Nueva Espafia (1937), ha llamado por vez primera la atenci6n sobre un hecho que, a mi entender, reviste extraordinaria importancia: la influencia de la Utopia de Moro en 10s "hospitales" fundados por don Vasco de Quiroga. Ha llamado la atenci6n y ha puesto en evidencia documental el alcance de estas influencias. Para cualquiera que conozca las diversas interpretaciones, sin que falten las banales, que ha recibido el "utopismo" de Moro, este estudio de Zavala aporta un dato significative: que la Utopia de Tomis Moro ha sido, ademis de la primera, la primera tambidn que, con anticipaci6n de siglos, es ensayada en la prhctica y en suelo de AmCrica. Y que quien la ensaya, gran amigo del erasmista francisco padre Zumhrraga, primer obispo de la Nueva Espafia, lo hace con plena conciencia de la intenci6n "prfictica" de Moro y con intuici6n fresca de que 6ste escribi6 la Utopia por haber conocido las condiciones de America. Constantemente se le derriten 10s puntos de la pluma a Vasco de Quiroga a1 escribir en su Informaci6n en derecho (1531) que 10s indios son "blandos como la cera". Materia acuiiable, como el infantilism0 que nos recomienda el Evangelio. No quiere decir esto que Quiroga se haga ilusiones sobre la bondad de 10s indios. Pero tampoco se las hace sobre la edad de "hierro y acero" en que vive Europa. En Utopia no hay hierro ni tampoco, por entonces, en AmCrica, donde 10s hombres viven todavia en la edad d ~ r a d a .Utopia ~ es una isla. Su capital Amauroto, esti, como Londres, a orillas de 6 "Porque no en van0 sino con mucha causa y raz6n b t e de ac6 se llama Nuevo Mundo, y eslo Nuevo Mundo, no porque se ha116 de nuevo sino porque es en gentes y cuasi en todo como fue aquel de la edad primera y de oro, que ya por nuestra malicia y gran codicia de nuestra naci6n ha venido a ser de h i m y peor." (Vasco de Quiroga, atado por Silvio Zavala.)

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un rio que la pleamar hace salobre. Se diria que ese "lugdr que no hay" es un pais superpuesto, en el suefio, con el doble perfil prometedor del cuarto c~eciente,diagrama de la intersecci6n de dos mundos. Un lugar que no hay, porque est6 en dos lugares, en Inglaterra y en AmQica, en dos mundos, el Viejo y el Nuevo, es decir, en todas partes, como el universal deseo lit6pico. El primer libro de la Utopia, actualista y crit i c ~ ,insiste en el Viejo Mundo y el segundo, powenirista y normative, en el Nuevo. La edad dorada, de Heli6polis que nos revela Diodoro, tan reeditada en esta dpoca por la incitaci6n de Amtrica, la adimica de 10s cristianos, para 10s humanistas cristianos estl prefigurada, mAs bien, pot la vida de la primera comunidad cristiana. Si a 10s utopianos les complace la religi6n de Cristo es, sobre todo, porque encuentran Ia vida de esa comunidad muy parecida a la suya. Este es el punto en que el pensamiento humanista cristiano va m6s a116 de si mismo y llega a secularizar, terrenar o utopizar el dogma de la redenci6n y a materializar la invisible ciudad de Dios. La naturaleza humana ha sido restaurada por Cristo; el cristiano time o debe tenet, si responde a su titulo, su naturaleza humana rescatada. El cristiano, pot primera vez, puede set plenamente hombre. Puede, con la caridad, prolongar el amor a 10s dernls hombres que la naturaleza ha puesto en su seno hacihdole sociable. Es menester, pues, que lo sea plenamente: como el rey Polydoro, como 10s habitantes de Utopia. "Si nos parece que esta doctrina cristiana es alguna burleria lpor qut no la dejamos del todo?" En el pasaje de Moro a que nos hemos referido, captamos en vivo la diferencia entre el sofos pht6nico y la cordura humanist~.Entre la Repziblica y la Utopia. Entre las Leyes y la Utopia. Entre la bdZeia estoica y la erasmiana. Entre la ciu&d de Dios y la ciudad del hombre o UtMia. Entre el malmenorismo jesuita y el bienmayorismo erasmiano. Entre dos "humanismos", el que trata de regir el mundo, a la mayor gloria del hombre, en nombre de la philosophia Christi y el que, a la mayor gloria de Dios, hace, entre sus "concesiones a1 siglo", la del humanismo. En Amtrica y Espaiia estos dos humanismos se combaten

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acerbamente hasta que, con el triunfo del protestantismo en el norte de Europa, se precipita el del antierasmismo en el sur.0 Estuvo en un tris -inmensidad de un tris- que no fuera asi. Los primeros afios de la conquista conocieron en Nueva EspaAa el verdadero humanismo, el de raices humanas y humanistas. Zumhrraga y Quiroga manejaron un ejernplar de la Utopia (Basilea, 1518) que lleva anotaciones platonizantes a1 margen y que no ha sido manipulada como la edici6n de Lovaina de 1565 que posee ahora la Biblioteca Naciona1.l En 1550 fue la dlebre controversia de Valladolid sobre 10s derechos de conquista. Controversia teol6gica que, aun en sus lineas apost6licas mls puras -Las Casas- no pudo salvar el perfil de su Sombra: concept0 de guerras justas e injustas, atribuci6n de soberania a1 Papa. Pero Vives, en su Concordid, anuncia un libro: "quizh dc aqui proceda que nuestros conquistadores pensaron que 10s indios del Nuevo Mundo no eran hombres, de cuya injusticia pienso tratar en otro trabajo". No lo escribi6 o se ha perdido, el caso es que la ausencia de este libro, del autor que dijo que la distinci6n entre guerras justas e injustas era una "trampa" por donde se colaban todos 10s principes guerreros, sefiala un vacio en la historia de America que hay que llenar con el pensamiento. En nombre de la caridad, y en el de Arist6teles, el "humanista" Sepiilveda justifica el derecho de 10s espaiioles sobre 10s indios por ser aqudllos de "ingenio m6s elegante". Vitoria duda en este punto, per0 no en el de la religi6n: en nombre, tambih, de la arid ad.^ En nombre de la caridad -+hilosophia Christi- proponia Erasmo que a1 bautizado se le preguntara, ya mayor, si queria continua1 en la religi6n de sus mayores. E n ese mismo nombre implanta Moro en Utopia la tolerancia con 10s ateos. Tenia raz6n aquel buen Padre que, en la reuni6n famosa de Valladolid -1527en que se discuti6 la ortodoxia de Erasmo, se deshizo de las sutilezas cultas de 10s 0 Alfonso Reyes, que me ha sugerido lo de la inwneidn de Arn&ca, bace tambih una indicaci6n certerlsima a1 hablar, en un ensayo sobn ErPrmo, de 10s "padres izquietdistas de Am6rica". 7 Debo la noticia a mi amigo Silvio Zavala. 8 Conocido es el antierasmismo de Sep6lveda y en cuanto a1 pmmb erasmismo de Vitoria vbse Bataillon: Erasmo y Espuf&, Z* ed. (Fondo de Cultura Econ6mica, M&co, 1966).

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erasmistas con el argument0 ad hominem de que 61 ataba seguro que el Cristo en que creia no eta el mismo en que creia Erasmo. En efecto, dos philosophia Christi y, pot consiguiente, dos imitatio C h M . Philosophia Christi o evangelium aetemum, como se habia dicho dos siglos antes durante el movimiento franciscano. El movimiento erasmista fue un movimiento fideista. No es menester desfigurar 10s hechos hist6ricos para sacarles todas las consecuencias. Basta con set consecuente. La controversia de las dos verdades atraviesa todo el pensamiento medieval como la disputa de las dos potestades toda su vida politica. Cuando ese pensamiento se estabiliza momentbneamente con la escolitstica la racionalizacibn ha llegado a su limite y la fides qumens intellecturn descansa con la obra logtada. Los misterios son impenetrables a la deficiente raz6n humana pero no irracionales. La invisible ciudad de 10s elegidos se estamentaliza o estatiza con el Rkgimen de prfncipes. La linea contraria, que se habia dalizado subtedneamente, aflora pujuante con un Scoto y un Ockham y, despub de consagtar el arbitrio divino, enttega el mundo y el Estado a la tacionalidad del hombre. La bisectriz la ttazan 10s erasmistas con su empeiio racionalista y desmisteriador, con su fihilosophia Christi, filosofh en la que la pmdencia, como dice Vives, se ha hecho cordura. En el segundo libro de la Utopia nos cuenta Tomls Moro por boca de Hitlodeo que, a1 tratar de averiguar en quC consiste la verdadera dicha y, pot consiguiente, la verdadera moral, 10s utopianos maclan con la filosofia, que se sitve de razones, 10s ptincipios de su severa religi6n, porque la raz6n humana es "insuficiente y dkbil para averiguar la vetdadeta dicha". Pero esta raz6n humana, tan deficiente, reclama, para su adhesibn a 10s principios que le presta la religih, el poder fundarlos en raz6n. La terminal de esta trayectoria, la de la religi6n natural, la encontraremos en Kant que, a1 someterse a la religi6n a 10s limites de la pura raz6n, la fundamentad en la razbn pura prdctica. Los dogmas de la religibn ctistiana sitven a1 propdsito prdctico y se mantienen en la medida en que este setvicio 10s reclama: Dios y la inmortalidad como realidades pra'cticas y la vida de Jes6s como paradigma m o d . A la philosophia ChTisti corres-

ponde una imitaci6n de Cristo que, como puede verse en la Utopia, tiene muy poco del sombrio ascetismo kempista. La naturaleza, nos dice Rafael, empuja a 10s hombres a ayudarse mutuamente y, por la misma raz6n, a que cada uno busque tambikn su propio contento como busca el de 10s dernhs. El ascetismo es respetado por Rafael, porque siempre hay que procedet con sumo cuidado en cuestiones de religi6n -Lamso no quiso Dios set adorado en diferentes religionest- pero 10s utopianos se reirian de quien pretendiera demostrarles que la vida que llevan 10s "religiosos" que han hecho votos de castidad y de trabajos perpetuos es mhs tazonable que la de aquellos otros "religiosos" que se casan y disfrutan honestamente de la vida. El humanism0 represents uno de 10s momentos culminantes en la historia del pensamiento humano. Podriamos anunciarlo como el albor de la filosofia modema y ponerlo en patang6n con el de la filosofia gtiega, y a Moro, con su muerte, a la altura de Sbcrates. Los dos mhrtires autknticos de la filosofia, testigos de la raz6n ante la raz6n de Estado, de la utopia ante la topia: fe en la raz6n o raz6n en la fe, superposici6n exacta, en ambos casos, aunque de movimiento contrario; descubrimiento y redescubrimiento. Moro, que es un politico, persigue a 10s herejes, a 10s fanhticos, que en su estolidez llenan de supersticiones la religibn, como si no tuviera ya bastantes, y S6aates7filbofo ambulante y de plazuela, persigue como un tlbano a 10s politicos hacikndoles hablar para poner en evidencia su arrogante ignorancia. Por set amigo de 10s amigos de 10s tteinta tiranos la demoaacia ateniense persigue hasta la muerte a S6crates7y la malquerencia de Ana Bolena mata a Tomas Moro. Esta puede set la explicaci6n psicol6gica, que no va a ninguna parte. La verdad que inte resa es que 10s dos mueren defendiendo la raz6n de rep& blica contra la raz6n de Estado. Y en a t e punto tocamos uno de 10s enigmas del destino humano. ~QuiCntenia razbn? "Para lo Mgico autkntico es menester que las dos potencias en lucha estkn justificadas cada una pot su parte, que sean &as; tal ha sido el destino de S6crates7' (Hegel). Tal fue tambibn el destino de Moro: las dos potencias en pugna tenian raz6n.

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$ d l era la raz6n que defend'ia y por la que muri6 Moro? En el rompimiento con Roma veia el fracas0 de la civilizaci6n europea, cuya araltaci6n es la Utopia; en la reforma de Enrique VIII y del alto clero y nobleza que le secundan, ve\la consagraci6n oficial y el exacerbamiento de las depredaciones que nos describe en el libro primero y que fueron la pesadilla de sus cristianas vigilias forenses, que alivi6 con el sueiio humanisimo de la Utopid. A a o tambiCn sabe c6mo se esth frustrando la gran ocasibn de ArnCrica, como lo veia ut6picamente Quiroga. En fin, 8,que no hizo otra cosa en que tratar de humanizar toda su vida -y en toda su Ut+el fanatismo cat6lico, se encuentra con el espe&culo de Alemania, avispero de todos 10s fanatismos. Sin embargo, la historia iba por ahi. TambiCn, por consiguiente, la raz6n de Estado. Emancipaci6n de Roma, a t e soramiento de riquezas, nacionalismo; reforma, capitalismo y grandes potencias. Todo esto pedia la raz6n de Estado y para todo esto proclamaba El Prfncipe su raz6n de Estado. LSe ha reparado en que, cuando Moro nos describe a Utopia, Maquiavelo traza, con su buido estilo, el breviario de la raz6n de Estado, poniCndola a1 servicio de su nacionalista raz6n de Estado? Los dos tienen la antit&ca conciencia de su obra. "Muchas rephblicas y principados -nos dice Maquiavelb han sido imaginados que nunca se ha visto o conocido que existieran en realidad. Y la manera en que vivirnos y aquella en que debiCramos vivir son cosas tan diversas que aquel que abandona la una para entregarse a la otra esth m6s cerca de destruirse que de salvarse: porque aquel que obra con un perfecto pat1611 de bondad en todas las cosas time que perderse entre tantos que no son buenos. Por consiguiente, es necesario que un principe que quiera mantener su posici6n, aprenda a ser otra cosa que bueno y a usar o no su bondad seghn la necesidad lo requiem." La politica europea de la @ca, sin excluir, claro esth, la de 10s antimaquiavClicos, nos dice a gritos que era Maquiavelo quien estaba en lo cierto, que tenia, por entonces, la raz6n de su parte: que era la parte del Estado y de la Cpoca. Pero ~ q u i hde 10s dos tenfa la r2z6n del todo?

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Ego tanqumn Prometheus in

Crmcclso

detim.

Campanella, en su apologia de la Ciu&d del Sol, comienza apoyhndose en la autoridad del mirtir Moro. La diferencia entre las dos obras salta a la vista. Si Moro instruye deleitando con el estilo mhs sabroso, sin despegar 10s pies de su humana Utopia, conduciCndonos a ella despub de un largo recorrido doliente por 10s 6mbitos de su patria, Campanella nos coloca de rond6n a las puertas de la ciudad, nos planta en medio de su visi6n methlica y luminosa. ~ P o rquC se le ocurre, a1 hablar de la salud de 10s vigorosos heliopolitanos, decimos que padecen mucho de epilepsia, enfmedad buena para el ingenio y de la que padecieron, entre ot~os,HCrcules, S6crates y Mahoma? Las comparaciones son siempre odiosas y, en el caso de Campanella, la comparaci6n tan corriente de 10s valores literarios de la Urbs Heliuca con la Ut@, o d i ~ sisima, porque ambas son incomparable. En esa defensa tenemos las phginas correspondientes a las comentadas de Plat611 y Moro, y asi, una perfecta trilogia donde nos marcan el sentido de sus respetivas proyecciones politicas. Tambih aqui, como en el caso de Moro, vemos muy claro el prop6sito pdctico y la idea de que no hay r e phblica que merezca ese nombre si no esta basada en la comunidad. "Que todas las cosas Sean cornunes, como enbe amigos" decia Plat6n recogiendo el proverbio griego, sentencia que repite tambiCn Moro. Pero 10s amigos verdaderos de Plat6n 4 i o s e s o hijos de dioses- en el twos ouranos no en su utopia de tierra adentro. Para estos cristianos recalcitrantes la tierra debe ser la patria de 10s amigos? 0 Esh idea de la comunidad es tan absoluta en Campadla, y tan absorbente, que hasta las "cuestiones de la genuaci6n pertenecen a la religi6n pot set cuestiones del bien com~iny no del privado". Pot eso, aquella tfmida desnudez de 10s esposos en la Utopia -que a nosotros nos parece ricUcula", en Campanella se convierte en una otganizad6n meticulosa de la procreacib humana, de una paganla m h que plat6nica, pero que nada tiene de reboh frailuno (aunque se mboricen 10s puritanos censores de alguna edici6n inglesa a1 extremo de suprimir todo el maraviho pasaje subrepticiamente). Si no hay armonfa en los cuerpos'mal puede habex virtudes. Por eso tambih, la

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La comunidad paternal cristiana de Moro, que es mds bien una comunidad de oficio humano, en Campanella se convierte en una comunidad ideal de ser, como en Platbn. Una comunidad tan una, que el mismo instinto de conservacibn nos debe llevar a ella, donde todas las funciones, como en d r g i c a comparacibn subraya Campanella, tienen la misma nobleza fundamental. Es la segunda utopia per0 la primera que establece la organizacibn deliberadamente cientifica de la comunidad. Ch'or PEterna Ragione #rid tutti i regni umani com@gna in uno che renda il caos tutte cose all'uno. El sistema metafisico, totocientifico, es completo; nada se le escapa a Campanella, ni siquiera la significacibn de 10s mfis extrafios parecidos, como esos peces con figura de obispo. La astrologia misma la quC necesidad responde sino a la prediccibn? Si 10s cuerpos celestes son las causas primeras de 10s f e nbmenos, es natural buscar en sus conjunciones el anuncio de lo venidero. La astrologia, en Campanella, como la alquimia en Bacon, at4 en 10s urnbrales de la ciencia moderna. En la parte exterior de la primera muralla circular aparece dibujada y descrita toda la tierra, en la parte interior las figuras matemdticas, "en mucho mayor n h e r o que las conocidas por Euclides y Arquhedes". La Bilancetta -balanza hidrostAtica para determinar la densidad de 10s cuwpos- es el primer fruto arquimedico de Galileo, antes que el telescopio (1609) le aporte la corroboracibn empirica de la hipbtesis copemicana y el estudio del movimiento parab6lico de 10s cuerpos arrojadizos ilustre triunfalmente la colaboracibn entre la ticnica realista y la ciencia idealists predicada por Leonardo. La astronomia de Campanella es bastante confusa; como se deja decir por el Almirante, astrologizaba demasiado pero en su sistema metafisico cenado time lugar preponderante el conocirniento direct0 de la naturaleza y la explicacibn matemitica, lo mismo que '10s maravillosos ingenios" son parte importante en la vida de 10s heliopolitanos. hombres a l a nacidos los impone el Metaffsico, Hoh, el sol en persona, jefe sqnuno de la ciudad: porque 10s nombres son las definiciones de las personas. Y cuando Campanella dispone la pintura de caballos de buena estampa para que 10s miren las yeguas, a d m L de refrnos tenemos que pensar en el "naturalism~"de Fm. Tomaso, impregnado de matemlticas.

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La boca de Campanella esti bajo el signo de la revolucibn copemicana como la de Moro lo estuvo bajo el de Amtrica y las dos atravesadas por la razbn de Estado. "Asl Espaiia descubrib el Nuevo Mundo para que todas las naciones estuvieran bajo una sola ley. No sabernos nosotros lo que hacemos, per0 Dios si, cuyo instrumento somos. Los espaiioles buscaron nuevos paises por el deseo de oro y de riquezas, per0 Dios trabaja para mfis altos fines." Esto dice Campanella de la Cpoca de Moro, y de la suya: "Si usted supiera lo que nuestros astrblogos dicen de la venidera y de nuestra tpoca, que en cien aiios de su historia lleva mfis dentro que ha llevado el mundo entero en cuatro mil afios, de las maravillosas invenciones. . ." Pero el hombre no es sblo hijo de las estrellas sino, tambiCn, criatura de Dios, no d gobernado sblo por la necesidad sino, tambih, guiado por la m e tafisica: "Si no hubiera ninguna causa sobre nosotros, podias darnos algo t4,Maquiavelo. Pero como todos nuestros planes se derrumban si no tomamos en consideraci6n todas las causas, asi te equivocas y asi cam tambih todos tus discipulos." Platbn contra la m n k e y Campanella contra la fortuna. Campanella empieza su vida con una conspiracibn que le costard veintitantos aiios de prisibn y en edad avanzada escribird una defensa de Galileo. Todo con la misma unidad de propbsito, pues si la conspiracibn fue una anticipaci6n pdctica de su replfblica solar la defensa de Galileo arrebata su astrologia a todas las adherencias medievales. Tarnpoco su monarquia espafiola -o francesa- y su teocracia universal pueden tergiversar el sentido claro de su ciudad, que es la suma de su pensamiento. lNo se sentfa con fuenas bastantes para convertir a1 Papa su cabeza settimontm? 2No habian soiiado tambiCn 10s erasmistas con el emperador? De Moro han dicho algunos intCrpretes alemanes que su Utopia es la expresibn del imperialism0 naciente. Se fijan para ella en extremos como la licitud de la ocupacibn de tierras no labradas, el mercenarismo del ejkrcito, la reserva del comercio marftimo, las colocaciones de dinero en paises amigos, la politica protectora de 10s utopianos, etc. Pero el prop6sito de uni-

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versalidad de la Utopia:O prop6sito que ya se entrevk en Plat61-1, es innegable y para quien quiera literalidad no falta en el texto. Pero Moro no podia imaginar: por lo mismo que hablaba en serio, que su rep6blica ut6pica se hiciera universal de momento ni tenia 10s mismos motivos de 10s Vald6 o Erasmo para esperar mesihnicamente en el ernperador. Moro, sin embargo, establece un rkgimen de transicibn, mientras todo el mundo se hace ut6pic0, y en el que 10s pueblos ut6picos, que bien pueden ser todos 10s cristianos, ejercen una hegemonfa civilizadora sobre el resto del mundo a sus alcances. No deja de ser interesante, en este punto, recordar que Vasco de Quiroga escribi6 a1 Real Consejo de Indias un parecer, que no obtuvo respuesta, en el que proponia el rkgimen de Utopia como modelo para reorganizar todas las Amkricas, que ya estaban siendo incorporadas a1 cristianismo." Asi podemos figurarnos tambikn que el universalism0 monhrquico y papal de Campanella no time el medimlismo que se le atribuye ni la sirnulacibn que se le imputa sino que representa el programa posconspiratorio una v a que se le evidenci6 el caricter prematuro de su quiliasmo repentista. Los conspiradores, fascinados por la personalidad de Campanella, le d e cepcionan, sin embargo: guastarono ogni suo Fnsier grande.* Como en Moro, encontramos tambikn la religi6n natural y el pensamiento de que la religi6n cristiana, cuando sea limpiada de sus abusos, dominarh el mundo. Como en Kant. Si de Moro podemos decir que creia, de Campanella podemos mhs que dudar su fe en la divinidad de Cristo. Su Papa-Sol gobernando a1 mundo hubiera sido un Papa muy particular.

Su teocracia no quiere decir rnis que lo que nos diri Rousseau con su religibn oficial, sin duda inspirada en Moro: nada de dualidad de poderes, que la ciudad de Dios es ahora la del sol, la de Hoh, el Metafisico, con todo lo que ese astro significa en el mito de la caverna. No sabemos si Plat6n ha salvado en algGn momento el chorismos entre 10s dos mundos. Hay interpretaciones fundadas que dicen que si. Pero me parece rnis seguro invertir 10s tkrminos de la cuesti6n en la siguiente forma: no es Plat6n quien influye en Keplero o Galileo, por ejemplo, con aquel pasaje deI Meno en que la idea parece concebida como hipdtesis subyacente, sino mis bien Keplero y Galileo, precedidos por Leonardo, entre otros, quienes influyen en el pensamiento de Plat6n, quienes, para responder a las necesidades menta1 s de su tiempo, para apresurar el dominio de la naturaleza, amoldan y aprestan ese pensamiento fundiendo hipotkticamente sus dos mundos como Moro y Campanella fundieron la Refiliblica y las Leyes, sin darse cuenta de su titanica obra. La RepGblica de Plat6n se convirti6 con San Agustfn en la ciudad de Dios en marcha. Cuando 10s cristianos aflojan su peregrinaci6n por el sendero invisible, prefigurado pot la escala de Jacob, y vuelvan a platonizar, el fen6meno c o m b seri esa fusi6n de 10s dos mundos plat6nicos: el sensible y el inteligible. Cristo, la idea del Bien en persona, habfa bajado a la tierra y les habia dicho: sed perfectos como mi Padre que esti en 10s cielos. A1 hacer de la tierra el scenario de su historia ya no pueden transigir con la dicotomia platbnica. Tampoco el dominio de la naturaleza, inaplazable, lo pennitia, y cuando se trate de dominar la historia llegaremos a la misma fusi6n. "Esta es la suma de la raz6n politica, por nuestro siglo anticristiano llamada ratio status, en que se estima la parte rnis que el todo y a si misma rnls que a1 gCnero humano y mirs que a1 mundo y mls que a Dios." Y en un poema, escrito en la prisibn: "T6 que amas la parte mls que el todo y que Crees que es mls que la humanidad misma, tli, sagaz loco." A1 mismo tiempo arrancan la Utopia y el Principe, que se van a dividir 10s pensamientos y 10s hechos de la historia moderna

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10 Moro, que en su pasib antirnilitarista --contra la nobleza feudalk g a a expresiones tan virulentas como Vives, emplea el ejhcito de merce. narios para ayudar a o m pueblos a sacudir el yugo de la tiranfa. Tambih el ejkito heliopolitano es "abogado de la libertad". 11 Debo tambih esta referencia a Silvio Zavala. 12 De las confesiones de Campallella en el proceso, se destaca aquel bozo en que relafa su convenaci6n un aao antes -1598con uno de 10s conjundos: fra. Giovanni Battista: "Trat6. . . de statu optimae Reipublicae y dicihdole yo de laa leyes de la misma, repuso: Quisiera Dios hubiera tal [Rephbliblica] pero es aquella de Plat6n que no existi6 jamhs; a lo que yo respondi que se enconharfi antes del fin del mundo para cumplir con 10s desem humanos de la edad de oro y que ad estaba profetizado.. ." (Citado por Benedetto Croce: MateriaZMno s t o r b ed economia mdrxistica.)

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de Europa. Como apunta Meinecke, la obra de Campanella y su vida entera esMn inspiradas revulsivamene por la raz6n de Estado. Pero en Maquiavelo tenernos, como dijimos, no s610 raz6n de Estado, sino tambiCn de estado, en oposici6n a nz6n de rephblica, de comunidad. Raz6n que prefiere la parte a1 todo y que, como es natural, tiene la raz6n de su parte. Los dos tiranos del pensamiento humano, Plat6n y Arist6teles, se habian colocado, para siempre, uno en la raz6n de repliblica y otro en la razbn de estado, uno en la utopia y otro en la topia.ls Plat6n polemiza contra la razbn de Estad0 de 10s sofistas y con la idea de comunidad levanta su Rephblica. Le hacia falta, para oponerlo a la ununke de 10s de la raz6n de Estado, un mundo gobernado por ideas, en Gltima instancia por el Bien, pero el chorisrnos abismbtico que la idea imponia habia que zanjarlo en la acci6n haciendo de aquCllas su fin atradivo, superando la pdcipaci6n natural con la mimesis hurnana. Sbcrates personifica la Repliblicd como &ta ideifica a S6crates. El justo, el politico, la comunidad misma copian, imitan, lo mejor que pueden, la idea de la comunidad perfecta, aquella donde "la ciudad es perfectamente una". "En una tal ciudad, ya sean sus habitantes dioses o hijos de dioses, con tal que sean rnbs de uno, la vida es perfectamente dichosa. Por eso no hay que buscar en otra parte el modelo de un gobierno sino que hay que adherirse a Cste y acerdrsele lo rnbs que se pueda." (Leyes, Libro V.) La comunidad, la unidad en que piensa Plat6n es tan a b soluta que "hasta las mismas cosas que la naturaleza ha dado a 10s h~mbresen propiedad se hacen de alguna manera comunes a todos en la medida de lo posible, por ejemplo, 10s ojos, las orejas, las manos, y todos 10s ciudadanos se imaginan que ven, que entienden y que obran en comhn". En sus Politikds, del libro primero de la Etica a Nidmaco, es donde Arist6teles nos dice aquello de que 61 es rnbs amigo de la verdad que de Plat6n. Es decir, rnbs amigo de la idea que se ha 1s "Recordernos que no hay que despredar la expenencia cle las edades; en la multitud de 10s aiios, estas cosas (la comunidad de Plat6n) si fueran buenas, no hubiesen sido desconocidas, porque usi todas las cosas han sido ya enambadas, aunque algunas veces no son juntadas y, otras, 10s hombres no hacen w de sn mnodmiento." (Arist. L ib.11, up. v, de la Polities.)

hecho de la virtud que de la idea que de la comunidad se hizo Plat6n. Lo que para Plat6n es rephblica, comunidad, serh para Arist6teles politics, estado. No puede haber ricos y pob r a en la ciudad, nos dice Plat6n, porque entonces serian varias ciudades y no una. Para Aristbteles la raz6n de que haya varias formas de gobierno radica en que hay diversas partes en la ciudad, es decir, que hay ricos, pobres y medianos. Y despuCs de descartar casi, por poco prhcticas o viable, las mejores formas de gobiemo -aristocracia y monarquia- r e comienda como la generalmente mejor, como mls adecuada a las posibilidades de 10s hombres, aunque, desgraciadamente, poco practicada en Grecia, el gobiemo de 10s medianos en riqueza y en virtud. El estado de Arist6teles trata de hacer felices a cada uno de los ciudadanos en la medida de lo posible. La rephblica de Plat6n trata de hacer una y feliz, en la misma medida, a la comunidad. "Nuestro propbsito a1 fundar la ciudad no fue hacer a ninguna clase exclusivamente feliz, sino hacer a la ciudad, como a un todo, tan feliz como sea posible." (Rep., IV.) La idea de justicia, pasa, en la investigaci6n plat6nica, de la ciudad a1 hombre y todas las virtudes se especifican primero en la ciudad. "Podemos decir, Glaucon, que un hombre es just0 en la manera en que, se&n hemos visto, lo es la ciudad." (Rep., IV.) Para Aristbteles la colhcidencia es s610 entre hombre virtuoso y buen ciudadano en la forma rnbs perfecta de gobierno, casi impracticable. (Pol., 111, cap. xwr.) Insensiblemente pasa Arist6teles de la raz6n de Estado a la razbn de Estado (libros IV, V, VI) como inversamente Maquiavelo del Pn'ncipe -raz6n de Estado- a sus Discursos -razbn de Estado. Porque en eso coinciden la r a z h de Estado y la de Estado, seghn ha calado Campanella, en que se prefiere la parte a1 todo. Ya sea esta parte una clase en el Estado ya sea un Estado entre 10s muchos. Mientras que la idea de comunidad pone siempre el todo por encima de las partes, la comunidad sobre la sociedad y, por fin, la humanidad sobre todo. "SabrCis que, en esta ciudad, todos sois hermanos" (Plat6n) .14 14

Existe un estudio del aflo 1883 (E. Gottheim: Der christlich&

Stud der jesuiten in Pmaguay. Leipzig. Apancido en el Staata und eoxiol-

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Tenemos ciertas forrnas de oraciones implorando

la ayuda y bendiciones del Sefior para que nos ilumine en nuestras labores y para que las empleemos en buenos y santos usos.

Seria dificil, con~e~tualmente, colocar la Nueva Atkinti& bajo el rubro de Utopia, aunque, haciendo un alarde, podriamos encontrar en la Re@iblica un antecedente: en el libro skp tirno, a1 discutir la preparaci6n cientifica de 10s guardianes, se lamenta Plat6n de la postrada situaci6n en que se encuentran 10s estudios estereomttricos y espera que 10s estados se avengan a protegerlos. Pero no podia estar ausente en una edici6n de utopias del Renacimiento porque, como tal, ha sido considerada siernpre y su mismo caricter fanthtico ha influido no poco en el concept0 corriente. No es, en ella, la comunidad la que esth en juego, pues es la Nueva Atllntida un reino tudoriano, exornado de la suntuosa aristocracia renacentista y asistido de la tecnocracia rnis singular y poderosa. LO que esth en juego, son las esperanzas extraordinarias que al hombre le despierta el dominio ya iniciado de la naturaly que Bacon, que asume para si el titulo de Alejandro el Grande del nuevo imperio, suefia como un cuento de hadas, libre de la marcha perezosa de rompe-hielos que tuvo que imponerse en su Novurn Organum. Nada le seri imposible a1 hombre, una vez que Bacon ha presentado las tablas de sus experiments lucifera, desde un vino tan delgado que atraviesa la palma de la mano hasta el movimiento perpetuo, la generaci6n espontinea y la trasmutaci6n de 10s metales. Es, por decirlo asi, un vlstago de la utopia -la tkcnica-, que se ha emancipado autfsticamente y que apenas si anuncia el retomo de su prodigalidad con aquella imploraci6n a1 Seiior para que sus obras no den frutos de maldici6n. wissenschaftliche Forschungen, de Schmoller. Vol. N fasc. IV) que p m tende que las misiones del Paraguay se inspiraton en la Ciudad del Sol. Aunque 10s proyectistas de las misiones, a principios del XVII, fueron dos padres jesuitas italianos y se dan algunas curiosas coincidencias como la salida a1 campo a banderas desplegadas, existe una imposibilidad cronol6gica, como apunta Croce. Pero hay que tener una idea bastante ut6pica de lo que es utopia para pretender encontrarla en una organizaci6n econ6mico-politica dirigida por jesuitas

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El titulo Nueva AtMtztidu es muy ilustrativo. Tenemos, nada menos, la rkplica a la versi6n de la pQdida de la Atlintida del Timeo, rtplica americana a la versi6n europea. La Atlintida se perdi6 por la inundaci6n de sus grandes rios y no, como refiere Plat6n, por una conflagraci6n geol6gica. Y el pueblo que se avanz6 hasta el Mediterrhneo y, seglin la versi6n plathica, fue vencido por 10s atenienses, es nada menos que el pueblo mexicano. Pero, en uno y otro caso, la versibn es a costa de 10s atlhnticos, pues 10s atenienses se revelaron como el pueblo m8s grande de la tierra al acabar con aquella peligrosa invasi6n, y, seglin Bacon, las inundaciones acabaron con la cultura arnericana, no quedando m k que unos cuantos indios montaraces de donde descienden 10s pueblos de ArnCrica, lo que explica que Sean 10s rnis j6venes de la tierra y, por consiguiente, 10s menos ingeniosos. Por eso su sueiio, deliberadamente, se escapa de Ambrica -pafs de la utopia- y busca la Nueva Atkintida, pues que la vieja redescubierta no le satisface, mls all5 de 10s limites americanos, en una isla del Pacifico. Esta interpretaci6n se corrobora en la secci6n ww del Novum Organum, donde Bacon recuerda 10s honores divinos que se han solido dedicar a 10s inventores mientras que a 10s fundadores de ciudades nada mis que honores de hkroes y donde tarnbih, aludiendo a Amkrica y a sus habitantes, recuerda insolentemente la sentencia de que "el hombre es un Dios para el hombre".^ Como politico Bacon nos ha dado su idea en el ensayo Of the truth greatness of Kingdoms and States: "Por encima de todo, para el imperio y la grandeza, lo que mhs importa es que una naci6n profese las armas como su principal honor, estudio y ocupaci6n. En la Europa cristiana 9610 10s espafloles hacen esto." Recomienda que se imite a 10s espafioles cuando por la misma kpoca Campanella trata de utilizar10s para la edificaci6n de su ciudad. En cuanto a utopfas piensa lo siguiente: "Mirarnos a Maquiavelo y a escritores de este gknero que, abiertamente y sin disimulo, declaran lo que el hombre hace de hecho, y no lo que debe hacer; porque es im16 Recukdese el fin del Iibm I de la UtqL donde se habla del ingenio de lo. utopianor La alui6n de Bacon me pare= tan dire* que xu Nuew Atldntida pudo haberse titulado, muy bien, y pox la misma razh, Contrautoph

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posible reunir la prudencia de la sepiente Y la inocencia de la paloma sin el previo conocimiento de la naturaleza del mal." (Adv. of L. W I , 2.) (NO es b t a una alusidn acaso a la alege ria de Holbein que acompafiaba como colof6n a la primera edici6n lovaniense de la Utopia de Moro? E n otro lugar: "10s italianos tienen un proverbio poco agradable: tanto buono que val niente" (ensayo of Goodness). "No seria equivocado distinguir tres clases, como si f u e ran ires grados, de ambici6n en el hombre. Ls primera, la de aquellos que desean extender el poder e n su pais nativo, que es una ambici6n vulgar y corrompida. La segunda, la de aquellos que trabajan por extender el pode!io .de su pais y su dominio entre 10s hombres: tiene m6s dlgnldad per0 no menor codicia. Pero si un hombre trata de establecer y extender el poder y dominio del gCnero humano sobre el universo, su ambicibn (si ambici6n puede llamarse) a, sin duda, m6s sana y noble que las otras dos." Esta confesi6n parece elevarle, en acala de grados, por encima de si mismo y a nosotros obligarnos a darle la bienvenida d e 10s utopianos. Pero, insistimos, utopia es rephblica y no tecnocracia, raz6n, mis que de rephblica, de atado. Y no imports que Bacon haya profetizado el avi6n y el submarino para que su figuracidn bellisima sea la menos ut6pica y futurible. Porque ha creido que de las ciencias, de la ambici6n de dominio del hombre, mas que del afin de liberacibn, vendria felicidad hurnana, y ya lo vemos ahora: "hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad" y nunca 10s hombres clamtron con mls fuerza por la comunidad humana, por la utopla. Su sueiio, que reduce el de un coleccionador de experimentos COS~OSOS, la universalidad a la colaboracibn de 10s sabios, a t 6 mis cerca de su realizaci6n en la Royal Society de Londres que en la sociedad real de 10s hombres. Hay quienes piensan en el poder y quienes piensan en la comunidad. Los dos necesarios si piensan hasta el fondo. Y que Bacon pens6 hasta el fondo nos lo muestra hu muerte, que fue un verdadero accidente profesional y muerte por la ciencia. La utopia, como su nombre lo iodlca, no esti en el espacio. Pero, mirando por encima, son 10s utbpicos 10s que sacan del atasco a 10s t6picos, a 10s topes enredados en su

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construcci6n. En primer lugar, la edad moderna se ha hecho contra Arist6teles. La hipdtesis incorpora la idea a la naturaleza como la utopia incorpora la idea a la sociedad. Y la primera v a que el pensamiento modern0 construye nacie nalmente la soberania, raz6n de estado, acude tambikn a la hip6tesis, que no otra cosa es el pacto de soberania en que descansa el Leviatdn. Con el ernpirista Locke esta hip6tesis servirfi para matar a su madre, es decir, no tanto a1 LeviatPn como a la Utopia: "La grande y principal finalidad de 10s hombres que se unen en RepGblica y se someten a1 gobierno es el mantenimiento de su propied?d." Definici6n perfecta de la contrautopia. Como lo fue para su C p m la de Arist6teles: "Comunidad de bienestar en familias y agregados de familias con el fin de una vida perfecta y suficiente." Vio bien Campanella: la raz6n de estado prefiere la parte a1 todo, el individuo a1 gCnero humano, la sociedad a la comunidad. Pero la Cpoca estaba con la raz6n de estado: habia que conquistar a la naturalma, habia que conquistar riquezas, habia que conquistar el poder. Estado fuerte e individuo libre. Pero para conquistar definitivamente hubo que construir, y se construy6 a costa de 10s ut6picos: racionalizaci6n, por hip6tesis, de la tCcnica, de la politica y de la economia. Construcci6n a costa de 10s ut6picos, porque la hip6tesis partia siempre de la parte. Pero asi como por la hip6tesis ut6pica se lleg6 a1 estado contraut6pic0, inversamente,- por las partes se lleg6 a1 todo de la voluntad general, que ya no es la voluntad de todos. Se Ileg6, de la desigualdad de poder de las partes, a la igualdad de las mismas en la comuindad de la voluntad general. Las partes viven como tales partes en la desigualdad de la sociedad que, para Rousseau, es una estructura de dominaci6n. Contra la raz6n de estado, que consagra y estatuye la estructura social, Rousseau levanta la voluntad general, que es raz6n de rephblica, de comunidad. Pour le pokte, c'est I'or et Pmgent, mais pour le philosophe, ce sont le fm et le bld qu'ont civilisd les hommes et perdu le genre humain. Esta es la sociedad, por todas partes estatificada, en la que el hombre, si goza, goza de una libertad fisica, mientras que la voluntad general de la rephblica harl que esa libertad fisica se convierta en moral. Rousseau platoniza sin saberlo a1 esta-

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blecer la comunidad como una tarea incesante de salvaci6n de la libertad moral del hombre contra las asechanzas de la sociedad. Al establecer, por vez primera, la distinci6n entre civilizaci6n y cultura, nueva versi6n del antagonism0 entre las dos razones. Los trabajos, menospreciados por Platbn per0 incorporados a su repGblica, humanizados por Moro y dignificados entrgicamente por Campanella, se convierten ya en Rousseau en el problema bhsico. Pero la utopia, que en Rousseau se concentra din6micamente en la voluntad getzerali pretende ser profeta en el espacio. Ma1 profeta, como nos lo dice la cabeza cercenada de Robespierre. Su profecia, como todas, estaba en el tiempo. Las utopias posrevolucionarias, Owen, Saint-Simon, Fourier, etc., son esplkndidos cantos de cisne. Despub del fracas0 de la revoluci6n, insisten en aquello que habia anticipado Rousseau y que la revoluci6n no podia resolver. La revoluci6n, con 10s derechos del hombre, no habia hecho sino estatuir la estructura econ6mica que, con la revoluci6n industrial, se haria cada vez rnls oprimente. Kant habia visto mds hondo. Volviendo decididamente a Plat6n, a la utopia, coloca a Csta por primera vez en su terreno, en el tiempo. "La idea de una constituci6n en la que 10s que obedecen a la ley, a1 mismo tiempo, reunidos, deben dictar leyes, se halla en la base de todas las formas de Estado y el ser comhn que, pensado con arreglo a ella por meros conceptos de raz6n, se llama un ideal plat6nico (respublia nournenon) no es una vana quimera sino la norma eterna de toda constituci6n politica en general. . ." "Es un dulce sueno imaginarse constituciones politicas que correspondan a las exigencias de la raz6n (especialmente en lo que se refiere a la justicia) . . . es un dulce sueiio esperar que un product0 Estado, como estos ut6picos, se darl algGn dia, por muy lejano que estC, en toda su perfecci6n, per0 el irse aproximando a 61, no s610 es pensable sino deber." Kant anuncia con estas palabras la muerte de la utopia per0 es con un ,viva la utopia! formidable, porque la coloca por primera vez en el terreno autkntico de la profecia: en el tiempo. Ahora si que la utopia es utopia: "no hay tal lugar", pues tiene todo el tiempo por delante.

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Mas, en realidad, la rephblica noGmeno de Kant sigue atando fuera del tiempo. Por lo mismo que es nohmeno, no podremos dar nunca con ella, situada rnls allh del tiempo, como la cosa en si estd siempre rnls a116 de la experiencia. La dualidad infranqueable de 10s dos mundos --el sensible y el inteligible- ha sido trasladada del mundo fisico a1 histbrico. La idea de Plat611 fue el arma contra la ananke per0 ahora la ananke estl representada por la ciencia fisico-matemdtica que de alguna manera, la matemltica, lleva dentro la idea plat6nica. "Plat6n, tan buen matemltico como filbofo, se admiraba de Ias propiedades de ciertas figuras geomktricas, por ejemplo, del circulo, como si llevaran dentro una espe cie de adecuacidn, esto es, capacidad de resoluci6n de una variedad de problemas o de variedad de soluciones de un mismo y Gnico problerna partiendo de un solo principio, como si estuvieran colocadas intencionalrnente en ellas las exigencias para la construccidn de ciertos conceptos de magnitud, aunque en verdad pueden ser consideradas y dernostradas como necesarias a pTiori. Pero la adecuaci6n no es pensable mAs que por relaci6n del objeto a un entendimiento, como causa." (Von einern neuerdings erhobenen vomehmen Ton in der Philosophie.) Dualidad planteada frente a1 mundo de la ciencia para escapar de su drcel, acompafiarb a la liberada libertad cuando, en alas de la humanidad, de la comunidad humana, del cardcter inteligible de la especie, remonte 10s 6mbitos temporales de la historia. La alusi6n a la asintota denuncia el origen espacial del progreso indefinido. El estad0 ideal de Kant, a1 estar rnls alll del tiempo, sigue estando, en realidad, en el espacio. Pero dos cosas nos deja para la elaboraci6n futura. La libertad, el hombre norimeno, esM en la humanidad, en la comunidad de 10s hombres. Su deber es acercarse a la utopia (respublica nournenon). Elaboraci6n que no le hubiere sido posible a1 ciclope Hegel sin la previa evidencia de la revolucibn francesa. e l mismo lo confiesa, y repetidas veces. Esa revo!uci0n fue para 61 el hecho m6s extraordinario de la historia humana, porque fue la primera vez que 10s hombres trataron de hacer racionalmente, con la cabeza, la historia. De aqui aquella expresidn suya de que entonces todas las

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cosas andaban de cabeza. Se vio, por vez primera tambikn, la inadecuaci6n total del instrumento. No era como para r e negar de la razbn sino para ir a buscarla m6s a fondo. Aquella raz6n razonante, de conceptos claros y distintos, era el inst r u m e n t ~con el que el hombre habia construido, para dominarlo, el mundo de la fisica, el mundo del espasio. El mundo de la historia, que acababa de experimentar una sacudida geol6gica, el mundo del tiempo, del devenir, no podia ser acometido con aquel instrumento. El pensamiento, su m6s rec6ndita entraiia, es tambikn devenir, y la 16gica, dialkctica, una 16gica en la que no se yuxtaponen 10s coilceptos sino que germinan unos en otros contradictoriamente como la espiga en la podredumbre del grano y la historia humana en el erial de 10s escombros. De este mod0 la utopia, "lugar que no hay", porque no hay lugar en el tiempo, puede tener su realizaci6n en un ahora concrete. Parece que, por fin, asistimos en Hegel a una reconciliacibn de la raz6n de repliblica con la razbn de estado, de la utopia con la topia, de lo divino con lo humano, segrin sus palabras. Del espacio y el tiernpo: en la Cpoca, espacio de tiempo?" Rescata la muerte de !%crates, que ahora puede set hospedado en el Pritaneo. Pero, nos dice melanc6licamente Hegel, el buho de Minerva emprende su vuelo en el creplisculo. Ya remciliada la divina raz6n ut6pica con la humana raz6n de estado, se acab6 la historia. Se acab6 el tiempo. Se acab6 la utopia. Lo que viene es una procesi6n triunfal del espiritu, triunfante del tiempo y del espacio. Pero su descubrimiento es m6s fuerte que 61, su mttodo m6s fuerte que su doctrina. Si ha descubierto como marcha el mundo de la historia, c6mo marcha el tiempo, le ha libertado a1 hombre de la escisi6n liltima: la de la raz6n y el estado, la de la justicia y la politics, la del deber ser y el ser. Asi se pod16 reconciliar, siernpre en adelante, lo humano con lo humano. Efectivamente, a pesar del vuelo vespertino del buho, desde entonces la humanidad est6 siendo rernovida como nunca por

el peilsamientno ut6pic0, convencida, por Hegel, de tener en sus manos el instrumento adecuado. Germinando el deber ser en el ser y el ser en el deber ser. Y asi se establece para nosotros la utopia, que habia estado peregrinando desalada por 10s espacios, en el terreno mas firme del tiempo, en la actualidad, porque ya no es un ideal a1 que habra de acomodarse la realidad, sino un movimiento real que suprime las condiciones actuales a1 moverse tenikndolas en cuenta. "Plat6n en su Estado presenta la eticidad sustancial en su i o la belleza v verdad pero no pudo hacer frente a1 ~ r i n c i ~de particularidad independiente, que irrumpe en su tpoca en la eticidad griega, m6s que oponikndole su Estado linicamente sustancial" (Hegel: Filosofia del derecho, S 185). Rec* giendo todo el desarrollo modern0 jalona Hegel la direcci6n del movimiento con un hito que 61 crec, m6s bien, moj6n terminal. "Solamente si subsisten ambos momentos en su vigor, [subrayado nuestro] podr6 ser considerado el Estado como algo articulada y verdaderamente org6nico" (5 259). Esos dos momentos subsisten con vigor en Moro. Terminamos asi nuestra incursi6n ut6pica por donde habiamos empezado: proclamando la actualidad de Moro y rescatAndolo del verdug~.'~Su cabeza, reinstalada sobre sus hombros, nos mira paternalmente e ilumina nuestra agonia.

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16 Hegel recuerda el mito de Krona, "pastoreando a 10s hombres" en la edad dorada. Krona devora a sm propios -hijos. Zeus, que le dutrona, vence a1 tiempo con la radn, y con la raz6n funda la ciudad. Pero ya sabemos cull s la "raz6n" aonizada Le Hegel. Mayo, 1941.

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1 7 S6crates se rescat6 a si mismo ir6nicamente pidiendo un puesto de honor en el Pritaneo; Moro, burlescamente, tambikn, a1 rescatar sus barbas: pidi6 a1 verdugo que se las retirara del tajo, pues ellas no eran traidords.

Tomis Moro

Utopia

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AVERG~~ENZOME, queridisimo Pedro Egidio, de enviarte, casi a1 cabo de un aiio, este librito acerca de la Repliblica Utbpica, que no dudo esperabas hace mes y medio, pues sabias que, a1 escribirlo, no tenia que realizar ninglin esfuerzo de invencibn, ni discurrir nada tocante a su estructura, sino limitarme a narrar lo que, juntamente contigo, oi contar a Rafael; tampoco habia nada que hacer en cuanto a1 estilo, puesto que las palabras de su discurso improvisado, espontaneo y propio ademhs de un hombre que, como sabes, es igualmente conocedor del latin que del griego, no pudieron ser rebuscadas, y porque cuanto mas se aproximase mi relato a su descuidada sencillez, tanto mas cerca habia de estar de la verdad, 6nica preocupaci6n que en esta materia debo tener y tengo. Confieso, amigo Pedro, que, con tantas facilidades, veiame de tal modo aligerado de trabajo, que apenas me ha quedado nada por hacer. De no haber sido asi, la invencion y disposicibn del asunto habria podido exigir de una inteligencia, ni pequeiid, ni indocta, no poco tiempo y esfuerzo. Pues si hubiese sido necesario tratar la materia, no s610 con exactitud, sin0 tambikn con elocuencia, no habria podido yo logarlo, por mucho tiempo y trabajo que a ello hubiera dedicado. Mas, libre ya de una preocilpacibn que me hubiese costado no pocos sudores, todo se reducia a relatar sentillamente l o escuchado, cuestibn, en realidad, de poca monta. Pero mis restantes ocupaciones apenas si me dejaban tiempo para dedicarme a tan reducido trabajo. Mientras asiduamente defiendo unas causas forenses, oigo otras, defiao Cstas como Brbitro y dirimo aqukllas como juez; mientras visito a Cste en cumplimiento de mi deber y a aqukl por razones de amistad; mientras consagro a 10s otros en el foro casi todo el dia y el resto a 10s mios, s610 me reservo para mi, es decir, para las letras, lo demhs, que es nada. A1 volver a casa, en efccto, he de hablar con mi mujer, charlar con 10s hijos, dialogar con 10s criados, cosas todas que incluyo entre las obligaciones, ya que es necesario hacerlas si no se quiere ser un extrafio en la propia casa. 39

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Hay que procurar ademis mostrarse lo m6s agradable posible con aqutllos a quienes la naturaleza, el azar o la propia elecci6n hicieron nuestros compaiieros, siempre y cuando la familiaridad no les corrompa, ni se transformen, con la indulgencia, 10s criados en seiiores. En todo lo que he dicho se pasan 10s dias, 10s meses, 10s aiios. ~ C u i n d o entonces, , escribir? Pues alin no te he hablado del sueiio ni de la comida, que a muchos les quita no menos tiempo que el sueiio mismo, consumidor casi de la mitad de la vida. Por lo que a mi respecta, s610 dispongo del tiernpo que robo a1 sueiio y a la comida, que, aunque exiguo, me ha permitido terminar lentamente y enviarte, amigo Pedro, esta Utopia para que la leas y me adviertas si algo me se ha pasado por alto. Pues aunque en esto no desconfio de mi totalmente (y ojalfi que asi como pocas veces me falla la memoria, me distinguiese yo por mi talent0 y mi ciencia), no va mi confianza hasta el extremo de creer que no haya podido salt6rserne alguna cosa. Digo esto porque mi paje Juan Clemente que, como sabes, estaba con nosotros (pues no le permito ausentarse de aque llas conversaciones de las que pueda resultarle alguna utilidad, ya que de esta planta que comienza a florecer en las letras griegas y latinas espero algun dia excelentes frutos), me ha sumido en una gran duda. Tratlndose de que, a lo que recuerdo, Hitlodeo nos cont6 que el famoso puente amaur6tico, tendido sobre el rio Anidro, tiene quinientos pasos de longitud, y mi Juan, en cambio, afirma que hay que sustraer doscientos a esta cantidad, pues la anchura del rio no es, en esa parte, superior a trescientos. T e ruego que hagas memoria del asunto, ya que si tu opini6n coincide con la suya, yo la suscribirk y creed que me he equivocado. Si tG no lo recuerdas, dejart las cosas, segiln lo he hecho, tal como yo mismo creo recordarlas, pues asi como procurarC que no haya en mi libro ninguna falsedad, prefiero nanar una mentira, a mentir, y set tenido pot hombre de bien, que pot sabio. Por otra parte, no creo dificil poner remedio a esa duda si la consultares con el propio Rafael, en persona o por escrito, lo cual es necesario que hagas ademis por otro escri~pulo que me asalta, no s t si por culpa mia, tuya o de Rafael mismo.

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Se trata de que ni a nosotros se nos ocurri6 preguntarle, ni a 61 decirnos en qut parte de aquel mundo nuevo estlr situada Utopia. Dinero daria yo por que no se hubiese omitido este detalle, ya porque me avergiienza ignorar en quC mar se halla la isla acerca de la cual he de contar tantas cosas, ya porque hay entre nosotros dos personas, especialmente una de ellas, var6n piadoso y te6logo de profesi611, que arde en deseos de trasladarse a Utopia, no por el placer inane y curioso de conocer cosas nuevas, sin0 con el designio de fomentar y aumentar nuestra religih, alli felizmente iniciada. Y para hacerlo debidamente decidi6 procurar de antemano que el Papa le enviase all& nombr6ndole obispo de Utopia, sin que le cohibiese el escrlipulo (tratindose de un deseo nacido, no de vanidad ni motivos de lucro, sin0 de consideraciones de piedad), de que esta dignidad hubiera de set solicitada por 61. Rutgote pues, Pedro amigo, que, en persona si puedes hacerlo ficilmente, o por escrito, te dirijas a Hitlodeo y consigas asi que nada haya en mi obra de £also ni se eche de menos de verdadero. No sC si seria mejor que le mostrases el libro mismo, pues nadie mhs capacitado para corregir sus inexactitudes, lo cual no podr6 hacer sin0 leyendo lo que he escrito. Obrando asi pod& darte cuenta de si recibe con agrado o lleva a ma1 el que yo haya escrito esta obra, pues caso de haber resuelto confiar a1 papel sus trabajos, no querrl que yo lo haga, ni yo quisiera, en verdad, que esta Repliblica de 10s Ut6picos, al ser divulgada pot mi, viniese a arrebatarle a la historia de nuestro amigo la flor y la gracia de la novedad. A decir verdad, a6n no estoy completamente decidido a publicarla, tan diversos son 10s paladares de 10s hombres, caprichosas las inteligencias de algunos, ingratos 10s espiritus y desagadables 10s juicios, que parecen avenirse mejor con quienes, alegres y reidores, se abandonan a su propio instinto, que con 10s que sienten la preocupaci6n de producir algo que pueda set Gtil y agradable a esos mismos seres, desdeiiosos o desagadecidos. Muchos ignoran la literatura, ohos muchos la desprecian; el birbaro rechaza como duro todo lo que no sea absolutamente b5rbaro; 10s "shbelotodo" desprecian por trivia! cuanto no aparezca sembrado de vocablos ins6litos. Alqunos sblo gustan de lo antjguo, muchos linicainente de lo

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suyo. AquCl es tan adusto que no admite broma alguna; kste tan romo que no tolera las agudezas. Tan necios son algunos que huyen de cualquier chanza como del agua el mordido por un perro rabioso. Otros tan versatiles, que sentados aplauden una cosa y otra estando en pie. Otros, mientras beben c6modamente en las tabemas, juzgan del talento de 10s escritores, y con gran autoridad condenan lo que les parece, tir6ndoles de sus escritos como de 10s pelos y quedlndose por su parte muy tranquilos y fuera de tiro, como suele decirse, pues estin calvos y absolutamente rapados que no tienen siquiera un pelo de hombre bueno por donde se les pueda agarrar. Hay por fin otros tan desagradecidos que, aunque se deleitan sin tasa con una obra, no por ello aprecian a su autor, como esos hukspedes ingratos que, agasajados magnificamente con opiparo banquete, se marchan, hartos, sin dar las gracias a1 que 10s ha invitado. iVe ahora y preplrales a tu costa manjares a hombres de tan delicado paladar, de gustos tan variados, tan recordadores y agradecidos! No obstante, amigo Pedro, haz lo que te he dicho acerca de Hitlodeo; m6s tarde habri ocasi6n para tratar de nuevo e integramente este asunto. Por m6s que si hubikramos de atenemos a su voluntad, ya seria tarde, puesto que mi obra estl terminada. Por lo que respecta a la publicaci61-1,seguirk el consejo de 10s amigos y, en primer lugar, el tuyo. Que goces de salud, dulcisimo Pedro Egidio, con tu excelente esposa, y hmame como sueles, ya que yo te amo tambitn m6s de lo que acostumbro.

LIBRO PRIMER0 DISCURSO PRONUNCIADO POR RAFAEL HITLODEO, ILUSTRE VARON, ACERCA DEL MEJOR ESTADO DE LA REPUBLICA

EXISTIENDO entre el invictisimo Enrique, rey de Inglaterra, octavo de este nombre, adomado con todas las virtudes de un principe egregio, y el serenisimo Carlos, principe de Castilla, desavenencias de gran importancia, fui enviado por el primero como embajador a Flandes, para allanarlas y resolverlas, como compaiiero y colega del incomparable Cudberto Tunstall, a quien el rey, con g-ran beneplicito de todos, acababa de poner a1 frente de 10s sag-rados archivos. Nada dirt aqui en elogio suyo, no por temor a que nuestra amistad se estime como testigo poco sincero, sino porque su virtud y su ciencia son superiores a cuanto yo podria proclamar, ya que es tan ilustre y conocido por doquier que el hacerlo seria tanto como pretender, segun dicen, alumbrar a1 sol con una linterna. Encontrindose con nosotros en Brujas, segun lo convenido, 10s comisionados del Principe, todos hombres ilustres, entre 10s cuales estaba el prefect0 de Brujas, var6n magnifico, jefe y cabeza de la embajada, aunque su voz y alma era Jorge Tensicio, gobernador de Cassel, cuya elocuencia era tanto fruto del arte como de la naturaleza, gran jurisconsulto y eximio maestro por su talento y gran experiencia en tales lides. Celebradas dos entrevistas sin llegar a un acuerdo en algunos puntos, despidikronse de nosotros y se marcharon a Bruselas a fin de conocer la opini6n del Principe. Entretanto yo, aprovechando la ocasi6n, me dirigi a Amberes. Estando alli, visitironme con frecuencia algunas personas, mis ninguna tan agradable como Pedro Egidio, natural de Amberes, var6n integro, tenido entre 10s suyos en lugar honroso, y digno de uno m6s honroso todavia, pues dud0 que exista otro joven mas sabio y ordenado: inmejorable, muy letrado, de ingenuo caricter para con todos y de un coraz6n tan inclinado hacia 10s amigos, con amor, fidelidad y afecto tan sin43

LIBRO PRIMER0 DISCURSO PRONUNCIADO POR RAFAEL HITLODEO, ILUSTRE VARON, ACERCA DEL MEJOR ESTADO DE LA REPOBLICA

EXISTIENDO entre el invictisimo Enrique, rey de Inglaterra, octavo de este nombre, adomado con todas las virtudes de un principe egregio, y el serenisimo Carlos, principe de Castilla, desavenencias de gran importancia, fui enviado por el primer0 como embajador a Flandes, para allanarlas y resolverlas, como compaiiero y colega del incomparable Cudberto Tunstall, a quien el rey, con gran beneplicito de todos, acababa de poner a1 frente de 10s sagrados archivos. Nada dirt aqui en elogio suyo, no por temor a que nuestra amistad se estime como testigo poco sincero, sino porque su virtud y su ciencia son superiores a cuanto yo podria proclamar, ya que es tan ilustre y conocido por doquier que el hacerlo seria tanto como pretender, seglin dicen, alumbrar a1 sol con una linterna. Encontrindose con nosotros en Brujas, seglin lo convenido, 10s comisionados del Principe, todos hombres ilustres, entre 10s cuales estaba el prefect0 de Brujas, var6n magnifico, j& y cabeza de la embajada, aunque su voz y alma era Jorge Tensicio, gobernador de Cassel, cuya elocuencia era tanto fruto del arte como de la naturaleza, gran jurisconsulto y eximio maestro por su talent0 y gran experiencia en tales lides. Celebradas dos entrevistas sin llegar a un acuerdo en algunos puntos, despidikronse de nosotros y se marcharon a Bruselas a fin de conocer la opini6n del Principe. Entretanto yo, aprovechando la ocasi6n, me dirigi a Amberes. Estando alli, visitironme con frecuencia algunas personas, mis ninguna tan agradable como Pedro Egidio, natural de Amberes, var6n integro, tenido entre 10s suyos en lugar honroso, y digno de uno mAs honroso todavia, pues dud0 que exista otro joven m6s sabio y ordenado: inmejorable, muy letrado, de ingeiluo carider para con todos y de un coraz6n tan inclinado hacia 10s amigos, con amor, fidelidad y afedo tan sin43

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ceros, que seria dificil encontrar en parte alguna quien pudiera compararsele en amistad, bajo ninglin aspecto. Rara es su modestia; nadie mhs desprovisto de afectacicin, ni adornado de una sencillez mas inteligente. Tan ingenioso de palabra, adernis, y tan iilofensivamente agudo, que con su agradabilisimo trato y embelesadora conversacicin, lleg6 a hacerme llevadera la ausencia de la patria, del hogar, de la esposa y de 10s hijos, por m b que me devoraba la ansiedad de volverlos a ver despues de cuatro meses que faltaba de casa. Cierto dia, despuCs de oir misa en el templo de la Virgen Maria, bellisimo por su arquitectura y muy visitado por el pueblo, disponiame a volver a mi posada, cuando lo vi, casualmente, hablando con un hombre ya cercano a la ancianidad, de semblante severo, larga barba y capa echada con negligencia sobre 10s hombros, el cual, por el rostro y el asp e c t ~ me , pareci6 un marino. Asi que Pedro me vio, vino a saludarme y, cuando me disponia a corresponderle, me apart6 un poco y me dijo, sefiaMndome a aquCl con quien le habia visto hablar: - i V a a Cse? Pues ya me disponia a llevarlo directamente a tu casa. -Con mucho gusto -contest& lo habria acogido como cosa tuya. -Si le conocieras, replicome, dirias que por kl mismo, pues no hay nadie entre 10s mortales que pueda contarte tantas historias de hombres y tierras desconocidas, cuestiones que, me consta, escuchas siempre con gran interks. -Entonces, dije, no me he equivocado, pues a primera vista comprendi que se trataba de un marino. -Muy a1 contrario, respondi6; te equivocaste de medio a medio; ese hombre ha navegado, en efecto, pero no como Palinuro, sino como Ulises, o, mejor alin, como Plat6n. Rafael, que asi se llama, y cuyo apellido es Hitlodeo, conoce la lengua latina y es doctisirno en la griega, por haberse consagr3do con preferencia a esta liltima, dada su inclinaci6n a la Filosofia, disciplina en la cual comprendi6 que 10s Romanos no produjeron obras de importancia, fuera de alqunas de SCneca y de Cicer6n; dej6 a SIIS hermanos el patrimonio que tcnia en su patria, Portugal, y en su dcseo de conocer nuevas

tierras, junt6se a AmCrico Vespucio, del que fue compafiero inseparable en 10s tres liltimos de 10s cuatro viajes que andan en manos de todos; mas no regres6 con 61 en el postrero, sin0 que solicit6 y obtuvo de Arnerico, casi por la fuerza, ser uno de 10s veinticuatro que se quedaron en una ciudadela situada en 10s confines alcanzados en dicho viaje. Hizolo asi, obedeciendo a su temperamento, mhs preocupado de 10s viajes que de la 6ltima morada, pues como 61 suele decir "a1 que no tiene sepultura lo cubre el cielo y por todas partes hay caminos que conducen hasta 10s dioses",' palabras que hubiesen podido costarle caras, de no haberle protegido una deidad propicia. Habiendo recorrido, d a p u b de la marcha de Vespucio, muchas regiones, con cinco compaiieros de fortin, vino a parar, con admirable suerte, a Taprobana y desde aqui, a Calicut, donde encontr6, muy a punto, unos barcos portugueses que lo condujeron a su patria, cuando ya no lo esperaba. Di las gracias a Pedro por su amabilidad para conmigo en contarme todo esto y suponer que me seria grato conversar con aquel hombre. Volvime hacia Rafael y despub d e saludamos mutuamente con las f6rmulas que suelen emplear las personas que se encuentran por primera vez, nos encaminamos a mi casa, y nos pusimos a charlar en el jardin, sentados en un banco cubierto de verde cbped. Cont6nos Rafael c6m0, despuks de la marcha de Vespucio, Cl y 10s compafieros que habian permanecido en el fortin comenzaron a insinuarse poco a poco, por medio de conversaciones y halagos, con 10s habitantes de aquella tierra, a sentirse entre ellos, no s610 sin peligro, sino como entre amigos y a hacerse agradables y queridos de cierto principe cuya patria y nombre n o recuerdo. Nos refiri6 de qut modo, gracias a la generosidad de b t e , lograron kl y sus cinco compaiieros viveres y medios para continuar el viaje (en canoas por agua y por tierra en un carro) y, ademis, un segurisimo guia que 10s condujese, amistosamente recomendados, junto a otros principes. Dijonos tambiCn que, despuks de una expedicibn de muchos dias, encontraron fortalezas, ciudades y repliblicas admirablemente gobernadas y con gran nlimero de habitantes; que por debajo de la linea del Ecuador y a amba Lucano, PharsuIiu, lib. XI; vet. 819.

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de sus lados, casi en cuanto espacio abarca la bbita solar, existen enormes desiertos abrasados por un calor perpetuo. S610 hay alli aridez; triste es la faz de las cosas; horrible e inculto todo y habitado por fieras, reptiles y hombres no menos fieros y peligrosos que las bestias. Pero que, a1 seguir avanzando, todo se amansa poco a poco; el clima es menos Bspero, el suelo se muestra ablandado por la vegetaci611, es rnis suave la condici6n de 10s seres, y se encuentran finalmente pueblos, ciudades y fortalezas que mantienen un constante trifico por tierra y por mar, no solamente entre ellos mismos y sus limitrofes, sino con paises lejanos. Presentbseles, en consecuencia, oportunidad de visitar muchas tierras de una y otra partc, ya que no habia barco dispuesto a cualquier viaje que no 10s admitiera gustosamente a su bordo. Los navios que vieron en las primeras regiones tenian, segun contaba, la quilla plana y velas tejidas de papiros y de mimbres y, en otros lugares, de cuero; encontraron luego quillas puntiagudas y velas de diiamo y, por hltimo, naves sernejantes a las nuestras. Los marinos conocian el mar y el cielo. Refiri6nos tambikn c6mo l0gr6 gran predicament0 entre ellos por haberles enseiiado el uso de la brhjula, de la que no tenian antes la menor noticia, raz6n por la cual s610 timidan~entese habian acostumbrado a1 mar, sin atreverse a navegar a la ventura mBs que en el verano, mientras que ahora, confiados en el imBn, desprecian las tempestades, m i s despreocupados que seguros, resultando de aqui el peligro de que un conocimiento que podria considerarse para ellos como un gran bien, venga a convertirse, por su imprudencia, en origen de grandes desgracias. Seria largo de contar tndo lo que Rafael nos refiri6 como visto en cada uno de aquellos lugares. N o es Cse tampoco el objeto de mi obra. Tal vez en otra ocasi6n relatari: especialmente lo que seria 6til no ignorar, con10 son, en primer tkrmino, las cosas justa y sabiarnente dispuestas que advirtib en pueblos que vivian ciudadanamente en algunos sitios. Interrogibamosle nosotros ividamente sobre aquellos extremos y 61 nos 10s exponia muy gustoso, pasando por alto la descripci6n de 10s monstruos, que no ofrece novedad alguna, ya que 10s Escilas, 10s rapaces Celenos, 10s Lestigrones devora-

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dores de pueblos y otros terribles y semejantes portentos, casi en ningun sitio dejan de encontrarse, mientras que no es tan ficil hallar ciudadanos gobernados recta y sabiamente. Por otra parte, asi como vio entre esos nuevos pueblos muchas instituciones err6neas, not6, en cambio, no pocas que podrian proporcionar ejemplos adecuados para corregir 10s errores de ciudades, naciones, pueblos y reinos de 10s que, como he dicho, tratari: en otra ocasi6n. Allora es mi intento solamente referir lo que nos cont6 acerca de las costumbres e instituciones de 10s Ut6picos, reproduciendo antes la conversaci6n con la cual, como por un rodeo, llegamos a mencionar la Re~ h b l i c aU t 6 ~ i c- a . Estaba Rafael reseiiando muy doctamente 10s numerosos errores existentes a d y a116 y 10s que, asi entre nosotros, como entre aquCllos, son sabiamente evitados, y hablaba de las instituciones y costumbres de cada pueblo, como si hubiese viv i d ~en ellos toda la vida, cuando Pedro, lleno de admiraci6n hacia aquel hombre, exclam6: -Much0 m e sorprende, amigo Rafael, que no hayas entrado a1 servicio de alghn rey, pues estoy seguro de que, a cualquiera de ellos hubieses sido sumamente grato como persona que, con tu ciencia y tu conocimiento de lugares y hombres, habrias padido, n o solamente deleitarle, sin0 aleccionarle con ejemplos, ayudarle con tu consejo, mirar a1 mismo tiernpo por sus propios asuntos y contribuir con dicaz ayuda a la prosperidad de todos 10s tuyos. -En lo que se refiere a 10s mios, dijo kl, no me preocupo mucho. Creo haber cumplido suficientemente mis deberes para con ellos, ya que en plena juventud, sano y vigoroso, reparti entre mis parientes y amigos las cosas a que 10s demBs n o suelen renunciar sin0 cuando, ya ancianos y enfennos, n o pueden disfrutarlas a pesar suyo. Considero, pues, que deben aquCllos estar contentos de mi y que no tienen derecho a pedirme que, para su beneficio, m e convierta en siervo de ningun rey. -Hennosas palabras, replich Pedro, per0 no he querido decir siervo, sino servidor. -S610 hay, dijo 61, una silaba de diferencia entre ambas palabras. A

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-Mi opini6r1, repuso Pedro, es que, sea cual fuere el nombre que le apliques a la cosa, ella en si es el camino, no s610 para ser litil privada y pliblicamente a 10s demh, sino para hacer mhs pr6spera tu propia situaci6n. -lHacerla mis pr6spera, dijo Rafael, por un procedimiento que repugna a mi conciencia? Vivo ahora como quiero, lo cual sospecho, en verdad, que acontece a rnuy pocos de 10s que visten plirpura. Tantos son, por otra parte, 10s que anhelan la amistad de 10s poderosos que no debe considerarse como gran ptrdida mi ausencia ni la de otros como yo. -Es evidente, dije entonces, que tli, amigo Rafael, no eres codicioso de riquezas ni de poderio, y no menos venero y respet0 a un hombre de tus intenciones que a1 mejor entre 10s poderosos. Por lo demb, harias una cosa digna en todo de ti y de ese tu espiritu generoso y verdaderamente filos6fic0, si te decidieres, aun a costa de alglin sacrificio personal, a consagrar tu talent0 y actividad a 10s negocios pliblicos, lo que de n i n d n mod0 podrias hacer con mPs fruto que siendo consejero de algGn gran principe e inspirindole, como no dud0 que lo harias, lo justo y honesto, pues bien sabes que del principe brotan todos 10s bienes y desgracias de un pueblo, corno, por asi decirlo, de un perenne manantial. Evidentemente podrias haber sido para cualquier rey un excelente consejero, aunque tu ciencia, tan completa, careciese de experiencia y tu gran conocimiento de las cosas estuviera exento de toda ciencia. -Doblemente yerras, amigo Moro, respondi6: primer0 en cuanto a mi y desputs respecto a la cosa en si; ni poseo el talento que me atribuyes, ni aun cuando lo poseyera en su m6s alto grado y me decidiese a dar ocupaci6n a mi ociosidad, de nada s e ~ r i apara un Estado. En primer ttnnino, 10s principes mismos se ocupan con rn6s gusto de 10s asuntos militares (en 10s cuales ni tengo experiencia, ni la quiero) que de las artes de la buena paz; y mds se preocupan de discurrir procedimientos para conquist;?~,licita o ilicitamente, nuevos reinos, que de administrar bien 10s que poseen. Ademhs, entre ] a &sejeros regios, unos saben t a n t ~ - ~ no u e necesitan acepta d critaio ajeno y otros tanto cnen saber que no les gash Pdmitir rioo d & aqnellos qrre Ppuebon todos sus tiis

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parates o les halagan buscando con la adulaci6n granjearse a 10s mds influyentes cerca del principe. La naturaleza es de tal suerte que cada cual se complace en sus propias obras; asi a1 cuervo le sonrie su polluelo y a la mona le embelesa su cria. Pero si alguno, en una reuni6n de gentes que desprecian las opiniones ajenas, o prefieren las propias, adujese algo que ha leido como realizado en otros tiempos, o que vio ejecutar en otros lugares, 10s que le oyen obran como si peligrase toda su reputaci6n de sabios, y se les fuese a considerar en adelante como tontos de remate, a menos que logren descubrir algo censurable en las ideas extraiias. Si no encuentran otros argurnentos se refugian en el siguiente: "Esto agrad6 a nuestros antepasados, cuya sabiduria ojal6 1legPsemos a igualar." Y con esto, se quedan tan satisfechos como si hubiesen dicho una gran cosa. Miran por lo visto como un gran peligro el que alguien parezca, alguna vez, mis sabio que nuestros antepasados, sin embargo de que, con raz6n, aceptamos que prevalaca todo lo mejor que nos legaron; pero si sobre alguna cuesti6n se puede decidir con criterio mis acertado, debernos, aprovechando la ocasi6n, aferramos a he, aunque sea con 10s dientes. He tropezado a menudo con tales juicios soberbios, absurclos y caprichosos, en muchas partes, e incluso alguna vez en Inelaterra. -Dime, por favor, le preguntt, lhas estado alguna vez en nuestro pais? -He estado, efectivamente; vivi en 61 algunos meses, no mucho despuCs del desastre en que la guerra civil de 10s ingleses occidentales contra su rey termin6 con la deplorable ruina de 10s sublevados. Mucho debi entonces a1 reverendisimo padre Juan Morton, cardenal arzobispo de Canterbury, a la saz6n tambiCn Canciller de Inglaterra, var6n, amigo Pedro (pues a Moro nada nuevo voy a contarle), venerable tanto por su autoridad cuanto por su ciencia y su virtud. Era de mediana estatura y erguido a pesar de su edad avanzada; su rostro inspiraba respeto, no temor; su trato era agradable, pero serio y grave. Gustibale a veces poner a prueba a 10s solicitantes, trathndolos con aspereza pero sin ofenderlos, para juzgar de su inteligencia y presencia de 6nim0, la cual le deleitaba siempre que no fuese descarada, y cuando encontraba

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en ellos cualidades semejantes a las suyas, utilizibalos en 10s negocios pliblicos. Su palabra era pulida y persuasiva, grande su conocimiento del derecho, su inteligencia incomparable y su rnemoria sobresaliente hasta el prodigio. Estas cualidades, excelentes por natural=, las habia desarrollado con el estudio y la expenencia. Fiaba mucho el rey de sus consejos y el Estado parecia, cuando yo estaba alli, apoyarse en ellos sobremanera, puesto que, trasladado casi desde su primera juventud de la escuela a la corte, mezclado durante toda su vida a 10s asuntos mas trascendentales y expuesto constantemente a las diversas vicisitudes de la fortuna, habia adquirido una profunda expenencia (que asi aprendida, no se olvida fhcilmente) a costa de muchas y grandes pruebas. Por casualidad, estando a su mesa un dia, hallhbase presente cierto laico versado en vuestras leyes, el cual, con no ~6 quC pretext0 comenz6 a alabar con entusiasmo la rigida justicia que entonces se aplicaba a 10s ladrones, afirmando que con frecuencia habia visto veinte de ellos colgar de una sola cruz, y pregunthndose muy admirado, a quC fatalidad se debia el que, siendo tan pocos 10s que escapaban a1 su~licio,hubiese, sin embargo, tantos que obraban de igual modo. Entonces me atrevi a hablar con libertad delante del Cardenal: -No te extraiies, le dije; esa pena, excesivamente severa y ajena a las costumbres publicas, es demasiado cruel para castigar 10s robos, pero no suficiente para reprimirlos, pues ni un simple hurto es tan gran crimen que deba pagarse con la vida ni existe castigo bastante eficaz para apartar del latroI cinio a 10s que no tienen otro medio de procurarse el sustento. En esto, no s610 vosotros, sino buena parte de 10s