La Utopia Tomas Moro Gran Canciller

LA UTOPIA Tomás Moro LA UTOPIA DE TOMÁS MORC G R A N C A N C I L L E R DE glaterra , Vizconde y Ciudada de Londres: T

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LA UTOPIA Tomás Moro

LA UTOPIA DE

TOMÁS MORC G R A N C A N C I L L E R DE glaterra , Vizconde y Ciudada de Londres: Traducida del Larin al Castellan POR

DON

G E R Ó N I M O

A NT O

de Medinilla y T o rres, Cabaü del Hábito de Santiago, & c. Dala á luz en esta segunda cdi< corregida , y añadida con el Resui de la Vida del Autor,

D . A . V . C. *eO N L IC E N C IA , -



E N M A D R ID : ■



la Imprenta de P a n t a l e o n Año 1790.

A

zi

Se hallará en U ¡ Librerías de Don Aatoni Castillo , frente de San Felipe el R ed ; 1 de Cerra , talle de Cedaceros, y su Pitcu lie de Alcalá.

'd a ex his , et constituía Reipublitc forma laudari facilius quam venire -vel si evenit haux diuturna se potest.

r

,

,

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C . Corn. T . Ann. lib. 4.

PRÓLOGO D EL

T RAD U CTO R .

E n tr e los que forman idéas y Repú­ blicas deseadas fue el mas acertado Tomás M o ro , gran Canciller de In^g la te rra , cuya constancia en la Fé, junto con su prudencia, hizo bien­ aventurada su memoria. Es diverso el poner las Repúblicas como ellas son, 6 como deberían ser ; y no basta sea bueno el que gobierna, si no hace que sus súbditos lo sean. Por huir de la envidia que causa la reprehensión, escribió mas cómo habían de ser los hom bres, que cómo eran los de su edad , dando institutos, y le y e s , que no alcanzaron Lacedem onios, Atenien­ ses, ni Romanos. Fundó la felicidad de un Estado perfectamente dichoso, estableciendo la v ir tu d ,y destruyendo el vicio ; y cortó la raíz de competen­ cias entre los hom bres, reduciéndo­ los á vivir en com ún, sin poseer a l­

guna cosa en particular; de tal suer­ te , que qualquiera acción p ú b lica , ó privad a, no se encamine á la codi­ cia de m uchos, ni al antojo, y mal dcséo de pocos. Antes toda esta su imagen mira á la ju sticia , y cons­ tante igualdad común, mejorando nues­ tra flaqueza, y descubriendo los ries­ gos de la ambición. Es su estilo tan g r a v e , y tan cubierto el artificio, que hace competir una materia estre­ cha , y estéril en la apariencia con las mas finas de E sta d o , y con quantos misterios suele querer colegir el mas político de Tito L iv io , y Cornelio Tácito: porque hace historia de afectos humanos, y no panegírico de alabanzas. Esta admiración me produxo humor curioso, y deseos di: serYir á la P a tria , haciendo común es­ te tesoro. Comuniqué el intento coa personas sábias, y vistos algunos pe­ dazos, últimamente me alentaron á poner esta versión en la opinion del inundo. He procurado en el traducir, dar mas el espíritu del A u to r , que

sus palabras. Am é la brevedad, de­ cir mucho en p o c o ; llenar no planas, sino sentencias: mas es tan delicado el fastidio de los hom bres, que aun de no cansarse, se cansan. Deseé ha­ cer común á toda suerte de gentes, lo que en m ayor volumen pudiera ser de pocos. E l que lo cotejáre con el original latino , reconocerá el trabajo que ha costado. Este tendré por lo­ grado, si fuere recibida con agrado mi intención.

N O T IC IA , JUICIO Y R E C O mendacion de la Utopia , y de Tomás Moro. P O R D O N F R A N C IS C O D E jQuevedo Villegas , Caballero del Hábito de Santiago, Señor de las Villas de Cetina , y la Torre de Juan Abad. L a vida mortal de Tomás M oro es­ cribió en nuestra lengua Fernando de Herrera , varón d o cto , y de juicio severo ( i ) ; su segunda vida escribió con su sangre su m uerte, coronada

(i) Para el Resum en de la V ida de T o ­ más M oro , que se pone á el fin de esen O b ra , no se ha hecho uso de la que e scrib ió te m a n ­ do de Herrera , é im p rim ió Luis Sánchez , en Madrid , afín de 1 6 i 7 ; p o rq u e s o b re se í' su­ mam ente dim inuta , se d exó p or d ecir m ucha; cosas que hacen relación con el p rin cip al asun­ to de la V id a y m u m e de aquel V aró n V en e ­ rable.

de victorioso martirio ; fue su inge­ nio adm irable, su erudición rara , su constancia santa , su vida exemplar, su muerte g lo rio sa, docto en la len­ gua Latina y Griega. Celebráronle en su tiempo Erasmo de Roterodam o, y Guillelmo Budeo , como se lee en dós cartas suyas , impresas en el texto de esta O b ra: llamóla U topia, voz G rie­ g a , cuyo significado e s , no hay tal lugar. Vivió en tiempo y R eyn o, que le fue forzoso para reprehender el go­ bierno , que pad ecía, fingir el con­ veniente. Yo me persuado, que fa­ bricó aquella política contra la ti­ ranía de Inglaterra , y por eso hi­ zo Isla su id é a , y juntamente re­ prehendió los desordenes de los mas de los Principes de su edad , fuerame fácil verificar esta opinion ; em­ pero no es difícil , que quien leye­ re este libro la verifique con esta ad­ vertencia m ia : quien dice que se ha de hacer lo que nadie hace , á to­ dos los reprehende: esto hizo por sa­ tisfacer su zelo nuestro Autor. Hurtos

son de cláusulas de la Utopía los mas Repúblicos Raguallos del Bocalino; precioso caudal es , el que o b lig ó , á que fuese ladrón á tan grande Autor. N o han faltado lectores de buen se­ so , que han leído con ceño algunas proposiciones de este lib ro , juzgando, que su libertad , no pisaba segura los umbrales de la R eligión , siendo así que ningunas son mas vasallas de la Iglesia C a tó lic a , que aquellas, enten­ dida su m ente, que piadosa se enca­ minó á la contradicion de las nove­ dades, que en su patria nacieron ro­ bustas , para tan llorosos fines. Escri­ bió aquella alma esclarecida , con es­ píritu de tan larga v is ta , que como yo mostré en mi carta al R ey Chrisfianísimo , antevio los sucesos presen­ tes , asistiendo con saludable consejo Á las cabezas de los tumultos. E l Libro es corto 7 mas para aten­ derle como m erece, ninguna vida se­ rá larga ; escribió p o c o , y dixo mu­ cho : si los que gobiernan le obede­ cen , y los que obcdcccn se gobiernan

poi é l , ni á aquellos será c a r g a , ni á estos cuidado. Por esto viendo yo á Don Gerónimo Antonio de Medinilla y Forres, que le llevaba por compañía en los cam inos, y le tenia por tarea en las pocas horas que le dexaba des­ cansar la obligación de su gobierno de Montiel , le importuné á que hi­ ciese esta traducción : asegurándome el acierto de ella lo cuidadoso de su estilo, y sin afectación; y las noti­ cias políticas, que con larga lección ha adquirido, executandolas en quanto del servicio de su Magestad se le ha ordenado; y con gran providencia, y desinterés, en el gobierno que tuvo de estos Partidos. Quien fuere tan li­ beral, que en parte quiera pagar al­ go de lo que se debe á la buena me­ moria de Tomás Moro , lea en la C el­ ta Dilettere de Bartolomé Zucchi de Monja la carta que escribió el Carde­ nal de Capua á Mooseiíor Marino, Car­ denal y Gobernador de M ilán , y ve­ rá quantos méritos tuvo su muerte pa­ ra canonizar las alabanzas de su vi**

d a , y de su doctrina. En la Torre de Juan Abad 28 de Septiembre de 1637.

Don Francisco de Quevedo Villegas.

T E S T IM O N IO

DEL

M AESTRO

Bartolomé Ximencz Patón , Cate­ drático de eloqüencia de VM am eva de los Infantes, y sus Partidos’j¡ y Notario del Santo Oficio, por or­ den, y comisión del Tribunal la Inquisición de Murcia. E l Maestro Bartolomé Ximenez Pa­ tón , Notario del Santo O ficio , y con especial comision de los Señores In­ quisidores, que residen en el Tribu­ nal Apostólico de M u rcia , para la expurgación de los lib ro s, certifico, y hago f é , á los que el presente vieren, que el texto de la U topia, que com­ puso Tomás M oro, Inglés, y traduxo Don Gerónimo Antonio de Medinilla y Porres en Castellano ( Caballero del Hábito de Santiago, Gobernador que fue en esta V illa , y sus Partidos, Caballerizo del R ey Señor nuestro, y su Corregidor en la C iudad, y Pro­ vincia de C ó rd o v a , Señor de las V i­ llas de B ocos, R o za s, y Rem olino);

no solo no está prohibido, pero si en algun tiempo tuvo alguna margen, que expurgar en otras impresiones, en la presente no la tiene; porque la he visto, y considerado u n a , y muchas veces, no solo por la expurgacion del mas mo­ derno Catálogo , y Expurgatorio, mas aun por la censura de los antiguos. Y por e sto , y por las nuevas censu­ ras que dicha traducción tiene, pue­ d e , y debe imprimirse sin escrúpulo, ni sospecha de mala doctrina: antes su lección es de curiosidad christiam , y piadosa: y por ser a s í, en tes­ timonio de esta verdad lo firm é, y signé en Villanueva de los Infantes, en 27 de Septiembre de 1637 años.

E n testimonio )J< de verdad. vera lides.

E l M r o. Bartolomé Ximenei Patón.

E L O G IO S A T O M A S M O RO, su Utopia, y al Traductor de ella. De D. Francisco Roco Campofrio, y C ordova, Caballero Veintiquatro de esta Ciudad. SONETO. L a que el Moro político Brltano Utopia fabricó, segundo Numa, Por no hurtar á el gobierno alguna suma Hoy la traduce vuestra culta mano; Por ella á un tiempo el Betis mira Hispano, Vidriera c la r a , su rizada espuma, Regir la vara , leyes dar la pluma, Inspiradas de vuestro genio cano. Si ésta y aquella á Cordova gobierna, Caduca de M arcelo su memoria. Por v o s , Señor de Bocos, será eterna: Que si la instruye-la Utopiana his­ toria, La reedifica vuestra vara alterna, Fábrica vivirá de inmortal gloria.

DEL

MI S MO.

DÉCIMAS. E n el Anglia Tomás Moro en rojas cenizas yace, y de ellas Fénix renace á España vivo tesoro. Con pluma si fiel de oro en su Utopia traducido hoy por v o s , Señor , ha sido; y en culto buelo segundo, él será inmortal á el mundo, y vos por él aplaudido.

S i bien su volúmen breve, y de M oro disciplina grande, perfecta doctrina, en sus preceptos se bebe. A su novedad se debe el deleytar enseñando, y á vos , C o rd o va , que obrando lo que erudito imprimís, gobierne lo que escribís, y escribáis bien gobernando.

D E D. M E L C H O R G U A J A R D O Fajardo, Caballero Veintiquatro de Cordova. SONETO. L a antigüedad de Apeles celebraba!, Quando, obrando su m ano, conocia De su pincél la mucha valentía, Que el cuerpo y aun el alma retrataba. Desprecie ya lo mesmo que admiraba. Pues á su copia no se le debia, Del espíritu ver la gallardía, Quando lo humano solo trasladaba. En el gobierno, que prudente tratas, Y en el que docto copias, y dispones Del Moro Inglés, cuya opinion dilatas; A debidos aplausos hoy te expones: Pues con la vara el alma le retratas, Y con la pluma el cuerpo le compones.

D E D . AG U STIN

DE GALARZA,

Contador de Resultas de su Magestad. SONETO. N o con b u r il, en bronce , la me­ moria De tu nombre'eternice Medinilla La fa m a , pues por rara maravilla, L e debe á tu discurso mayor gloria. En pedazos de cielo haga notoria L a d ich a, que por tí gana Castilla; Pues si tu pluma en paz sabe regilla, Flecha en la guerra, ofrece la victoria. Siempre luce la ciencia en la nobleza, Com o ( mas que en su Auror ) se mi­ ra eterno, (De este libro) en tu pluma esclarecida. Debante, pues, los Reynos su firmeza, Que traducir preceptos de gobierno Es describir exemplos de tu vida.

DEL

MI SMO.

DÉCIMAS.

Preceptos de gobernar un Inglés al mundo di6, y aunque doctos, los dexó rústicos, y por labrar. Hoy Medinilla acendrar has querido este tesoro, con que mas que á Tomás Moro te debe el mundo español, pues quedó con tu crisol puro y acendrado el oro. Bien claros exemplos das, de que lo que dices obras; pues se adelanta en tus obras tu crédito mucho mas. Al mundo glorias darás, si en él con tal dicha vives, que dice , quando recibes aclamaciones eternas, que escribes como gobiernas, y gobiernas como escribes.

D E L L IC E N C IA D O J O S E P H de Rivas y Tafúr , Capcllan ma­ yor del Cabildo de la Ciudad de Cordova. SONETO.

De aquel M oro, de aquel

moral pru­ dente, Que la Consular Púrpura ceñido, Donde la Fé , si la miró vestido, Aun mas gloriosa la admiró corriente. De éste, pues, el-espíritu excelente, Medinilla , Político advertido, E l gobierno del mundo has reducido, A preceptos, á estilo doctamente. Legislador, moderador famoso, E l Thamesis, ya Betico , tu gloria, Y e lB e t i s , ya Británico, la aclama. Sea ya Porres á el Orbe su Coloso, Sea ya Bocos el templo á la memoria, Y el mundo sea la trompa de tu fama.

DEL

P.

M. F r. G E R O N IM O

de Pancorvo , Rector del Cole­ gio de San Roque de Cordova. O C T A V A . T ie n e en la diestra la eloqüente pluma, Y en la otra mano la temida vara, E l que Cordova adm ira, nuevo Numa, E l de alto ingenio, si de estirpe clara; De Oliva coronado, y blanca espuma, Le canta el B etis, y su curso para A l son armonioso, que retumba De la cuna del S o l, basta la tumba.

A D D. D. H 1E R 0 N Y M U M D E Medinilla , & Porres , Equestris Ordin isja co b e i, Dominura Oppidorum de B o co s, Rozas & Rem olino, Corduvae ejusque Provinciae Praecorem. Consalvi N avarri Castellani I . V . studiosi. E L E G IA C U M C A R M E N . P c r s o n e t A o n io Parnassia carm ina Phocbus Cancu , C a llio p e personec A on io. T crp s ich o rc dulcí cicharam m odulam ine pul set, E uterp e calam os iniiec arundineos. C a rm in e gesta c a n e n s , re so n tt viv a cia , C lio , P in d arlco s hym nos p ro fc ra c , acque E rato, G estibus harm onicis carnet P o lym n eia, p lectro B a ib ita M clpom cne cendal A p o llin eo . Psallae lascivos núm eros modulara T h a lia , U ran icquc poli p crv ig il astra notans.

Ec tibí p u n iczis felicia tém p ora circun r F lo rib u j inneccant laurea serta com as. D enique p ro m eritis donent tib í numina P in di Sacra M eduszi flnmina fontis equ i. Sed ce, q u z poterunr, H ieronym e digna manere l’ r im ia ? q u * poterunt nom ine dona tuo ? N on si Mncmosidum dlilcissim a turba sororu m Laudibus usque tuum collat in astra decus. Non tibi si im pediat crines P a c a n a co ro n a, Non cibi si viridans neccat o liv a capu t. Nam tecurn in gen io co n re n d e re í n obilitace Q u is p oteric ? cecum nullüs urroqtie valer. Quid veterum m em orem tam orum gesta viro ru m F a m o tz stirp i stemmaca clara tu z . Sciliccr arinipotens p o tis est equ itare M inerva, S c ilic c c , & M avors reddere ju ra pótese. O me felicem ! tancas si p rom cre laudes lJosscm , sed tantas quis ce lcb ia rc qucat> Quis celebrare queat m o rtali c o rp o re cretus Heroem tantum ! quis celebrare queat ? Q u cm p ro p cer térras h ab itat, quas sugerat o lim A strza & t u n c ú s ,

jusque suum que datur.

Quondam ju ra dabas pacrijs Iufancibus , echcu

Heu patria in fe liz hoc caritura patre. O Félix (nec vana fides) nunc C ó rd u b a canco : D ign a v iro , iununim i quena penes im p erium . Muñere p ro tali grates p erso lve P h ilip p o , M isit qn i m ores in tua regna suos. U t tándem in gen io par si tua fama supersces, ]am canic ingcnium M orus in O rb e tuum . M orus ab A uso n ijs nuper revo catu s ad oras Hesperias , civ cs ¿n.'truit arte píos. N on ce M ore decus p a tr iz íe v is s e decebir, Barbarus e rip u it qu ó d tua faca fe ro z. G aude (si qu itqu ain gaudi cz le s tia pratter) Q uacdederas, populis dogm ata cuneta pseent. P h crb u s, C a llio p e , Euterpe , P o ly m n eia , C lio , T e r p s lc o r e .U ra n ie , M elpom ene, a tq u e .E rato, C u l u T h a lia sim ul reddant discrim ine m illc V o c i s , ut A o n io co n celeb ra re ch o ro . B xcis C e cro p ia crines redimicus o liv a , N ajades ín te r fundico dulce m elos. P ie rid e s tándem , juste si m uñera p oseo, C arm in a d u m fa m x , serta parare com is.

LIC. D I D A C I

DE

CEA

ET

Z a y a s, Theologi Presbyteri, in Hispanicam Utopiam. D . D . Hieronyml Antonij de M edinilla & Porres, Equitis Jacob&i, Cordov. meritiss. P r& to ris, Domini Oppidorum de Bocos , Rozas, 6? Remolino, &c. E P 1G R A M M A . Quisquís er¡s,L eccor,p arvum ,n c sperne lib d lu m M ijo r nam parvis gracia inessc soler. Anglia dat M orum la tió term one Ioquentem , M orum que Hispano dac M edinilla lo q u i. Cernís inauditas gen tis m o d eram in a, m ores Ocia cutn scu d ijs , cum que toga arma vides. Cerce opus cscu ltu m ,

sapienti , ac P allad e

dignum , Lusus, ac in g e n ij, quod M edinilla tu ics c.

ÍNDICE D E E S T E LIBRO D E L A UTO PIA. C A P . I. Descripción de la Isla. . Pág. i C A P . II. D e lar Ciudades, espe­ cialmente d; Amauroto...............

9

C A P . III. D e los Magistrados. . . C A P . IV. Ocupación , A r t e s , y Exercicios.......................................

17 21

C A P . V . D el Comercio.................

37

C A P . VI. D el modo de peregrinar, diferentes costumbres , y estudio de tárias ciencias.......................

£2

C A P . VII. D e los Esclavos. . . .

110

CA P. VIII. D e la Milicia.......... 129 CA P. IX. D e la Religión............ 158 Resumen de la heroyca

V'ida, y

exemplar muerte del ilustre Tomas Moro................................ ...

207

I

RELACION

QUE

HIZO

Rafael Hithlodeo , excelente varón, del felice estado de la república de Utopía , ordenada por Tomás Moro. C A P IT U L O PR IM ER O .

Descripción de la Isla. I ^ a Isla de los Utopienses , en el medio se estiende á doscientos mil pa­ sos, y por larguísimo espacio no se estrecha considerablemente ;

mas al

fin de entrambos cabos se va angos­ tando : y estas puntas en circunfe­ rencia de cinqiienta mil pasos dexau la Isla en forma de Luna nueva.

3

L a Utopia Estas extremidades

combatidas

del m ar, se hallan distantes la una de la otra oíros once m il; y el mar defendido de los vientos. Entre estos brazos forma un apa­ cible la g o , dexando un puerto aco­ modado , desde donde por su opor­ tunidad envian sus flotas á otras Pro­ vincias, y Países. Las gargantas de las entradas, de la una parte con los bancos, y v a d o s, y de la otra con disimulados esco llo s, ponen espanto a l que pretende entrar como enemi­ go. Casi en el medio de este espa­ cio se ve otra roca no tan peligro­ sa , en cuya eminencia han fabrica­ do un Fuerte , donde tienen presi­ dio. Hallanse otros muchos escollos o cu lto s, y por esto dañosos: ellos so­ lamente tienen conocimiento de aque-

de Tomás Moro.

3

líos ca n a les; de donde procede que raras veces el estrangero,

que

no

sea avisado de alguno de la Utopia, pueda penetrarlos, y quando con afan éntre sin riesgo , no gobernándose por ciertas guias

puestas en la ribera,

vendrá qualquiera grande enemiga ar­ mada

á dar al través.

D e la otra parte hay un puerto bastantemente freqüentado; y el des­ embarcadero fortificado por arte y naturaleza ; de manera , que

poca

gente de guerra pondrán en retira­ d a , y rebatirán el ímpetu de copio­ so exército. H ay opinion ( y la apariencia del lugar lo m uestra) que aquella tier­ ra en lo antiguo estaba rodeada del mar : Mas Utopo ,

de quien tomó

nombre la Isla por haberla coriquisA a

4

la

tado

( porque

Utopia primero se llamaba

A b r a x a ) , reduxo aquella muchedum­ bre rústica y grosera á esta mane­ ra de vivir hum ana, y c i v i l , qual sigue todo el linage de los hombres. Cortó un Isthmo de diez mil pasos, por el qual estaba Utopia continen­ te con la tierra firm e, con que que­ dó hecha Isla.

Habiendo constriñi-

do no solo á los moradores antiguos, mas también á sus Soldados, por no causar afrenta á aquellos; con tanto número de

operarios en brevísimo

tiempo acabó el trabajo, dexando ad­ mirados los pueblos vecin o s, que al principio se burlaban del intento. H ay en esta Isla cinqüenta y quatro C iud ad es, conformes en lengua, institutos, y le y e s , y casi á un m odélo fabricadas ,

en quanto el sido

de Tomás Moro.

5

lo permite. Las mas cercanas están desviadas

veinte y

quatro mil pa­

sos ; mas ninguna se halla tan apar­ tada una de otra ,

que en un dia

no pueda hacer jornada á ellas un peón. Tres Ciudadanos exp ertos, y an­ cianos de cada una de estas Ciu­ dades , concurren todos los años en Amauroto , la q u a l, por estár asenta­ da en medio de la Isla, es á todos cóm oda, y tenida por p rin cip al, y Cabeza , donde tratan de la cau­ sa Común , y

pública

de toda la

Utopia. Las Ciudades no tienen de término pasados de veinte mil pasos en con­ torno , algunas m a s, conforme están desviadas , y apartadas mas , 6 menos entre s í; ninguna de ellas desea esA 3

6

L a Utopia

tend er, 6 dilatar su distrito, juzgán­ dose antes usufructuarios labradores de los cam pos, que Señores de ellos. Tienen alquerías m uy prevenidas de todos los instrumentos para la labor, y Agricultura ; y á estos Cortijos van á poblar los Ciudadanos. Ninguna fa­ milia rústica de estas tiene menos de quarenta personas, excepto dos hom­ bres del campo. A todo este núme­ ro se le señala Padre, y M adre de familias por e d a d , y costumbres ve­ nerables; y á cada treinta Cortijos se le propone. Cabeza. Vuelven á la Ciudad en cada un año veinte de los de estas fam ilias, de los que han re­ sidido dos en las alquerías. Suceden á estos otros tantos de la

Ciudad,

para que sean exercitados en la Agri­ cultura por los que quedan expertos,

de Tomás Moro.

?

con la residencia de un año , y que el venidero enseñen á otros , con el fin de que no falte en todos la ex­ periencia de la labranza , y que al tiempo de recoger los frutos se hallen hábiles. Y aunque esta manera de re­ novar la Agricultura se acostumbra; porque ninguno se halle obligado á continuar la vida rústica mas tiem­ po , no por eso muchos que se deleytan en la Agricultura dexan de estár allí mas años. Los labradores cul­ tivan el terreno, sustentan los ani­ males , aperciben le n a , y la condu­ cen á la Ciudad por tierra, ó por mar, como les viene mas á propósito. Sa­ can con admirable artificio una infi­ nidad de P o llo s; porque sin empollar las G a llin a s, con un calor propor­ cionado

los

dan

vida , y A4

después

8

La Utopia

los hombres los abrigan, y gobier­ nan. Sustentan pocos C a b a llo s, y fe­ ro ces, de los quales se sirven sola­ mente en las empresas de guerra; porque las demás labores de cultivar, y conducir las executan con los Bue­ yes , los quales 1 bien que sean mas len­ tos , que los C a b a llo s, todavía en el exercicio son mas sufridos , y menos sujetos á enferm edades, fuera de que son de menos gasto , y quando no se puede por la vejéz usar de ellos se pueden comer. Siembran solamente trig o , beben vino de ubas , y gastan sidra, ó agua pura, ó cocida con re­ galiz , de que tienen mucha abundan­ cia. Y aunque tantean quanta vitualla se consuma en la C iu d a d , y el con­ torno , sin embargo siembran mas pa­ ra dar á los vecinos. Todo instrumen-

|

de Tomás Moro.

g

' tu de la labranza se toma de la C iu' d a d , por mano del M agistrado, sin costa alguna:

y muchos concurren

todos los meses en los pueblos á las fiestas solemnes: quando es tiempo de segar los panes, los que gobiernan la labranza avisan á los Magistrados, quanto número de Ciudadanos deban enviar á la siega ; y concurriendo to­ dos á un tiempo en dia sereno, ca­ si ponen en cobro todo el grano. C A P IT U L O

II.

De ¿as Ciudades, especialmente de Amauroto. E l que ha visto una de aquellas Ciu­ dades las ha visto todas , tan seme­ jantes

son las

unas con las

otras,

, donde la disposición del sido lo con-

io

La Utopia

siente: haré relación de una , bien que no importe mas describir ésta, que aquella : sin em bargo, discurri­ ré de Amauroto , por ser mas dig­ n a , y tener dentro de sí el Senado, y de todas la

mas ennoblecida , y

de quien y o me hallo con mayores noticias, por haber morado en ella cinco anos. Tiene , pues, su asiento á la falda de un m onte; su form a es quadrada, porque su latitud poco á poco se es tiende desde la cima de un collado distancia de dos mil pasos hasta llega) al rio Anidro , y pasada la ribera s< prolonga algo mas.

Este rio nací

ochenta mil pasos á la parte arrib¡ de Amauroto de una pequeña fuente pero con el concurso de otros rios y especialmente e l de otros dos me

de Tomás Moro.

u

dianos que entran en é l , se aumen­ tan sus a g u as: antes de llegar á la Ciudad se estiende su corriente qui­ nientos pasos , luego se va ensanchan­ do mas , hasta que por el discurso de sesenta mil pasos entra en el O cceano. En todo este espacio que hay de la Ciudad al m a r , y algo mas arri­ ba hácia el nacimiento, creciendo y menguando el mar hace rego lfo s, con la velocidad del r io , por seis horas continuas. Quando entra en el piéla­ go por distancia de treinta tnil pasos se conoce su corriente , haciendo re­ flexión las aguas del A n id ro , con el encuentro de las del mar. Entonces se salobran sus aguas por algún es­ pacio , sí bien despues cobran su an­ tiguo dulzor, pasa por la Ciudad sin mezcla de salad o , y en baxo mar á

12

L a Utopia

las veces lim p io , y sin corromperse llega casi á las entradas de el. C o rrespondese la Ciudad á la ribera en­ frente , no con barcos, ni otros ins­ trumentos de m adera, sino con una insigne Puente arqueada de sillería, asentada hácia la parte mas remota del mar ; porque las naves puedan ar­ ribar sin daño á aquel lado de la Ciu­ dad. Tienen otro rio no grnnde, mas manso y ap acible; nace en el mismo monte en que está fundado el Lugar, y bañandola , la atraviesa por medio á la parte b a x a , y despues se junta con el Anidro. Por nacer este rio tan cerca de la Ciudad , los Amauretanos juntaron con ella su nacimiento con valuartes y pertrechos, porque si el enemigo acometiese ,

no les pudiese

quitar, ni atosigar el a g u a , la qual

de Tomás Moro.

13

conducen por arcaduces de barro á diferentes parages de lo último de la Ciudad.

Y si la naturaleza del sitio

en alguna parte no da lugar á esto, el agua que se junta en grandes albercas , es del mismo provecho. Cer­ ca la Ciudad una muralla alta y grue­ sa con muchas torres , y parapetos. E l foso es seco , pero profundo, y an­ cho , muy intrincado, defendido con za rza s, y cam broneras, por las tres vandas; por la otra el rio sirve de reparo. Las plazas están fabricadas, así para el com ercio, como para el abrigo cómodamente; los edificios no son deslucidos, antes en todos los bar­ rios se continúa un modelo , como se conoce en las fachadas de las casas. Las calles tienen veinte pasos de la­ titud , y á las espaldas de ellas todo

14

L a Utopia

lo que tiene de ancho el barrio es jardin cercado en contorno. Todas las casas usan de puertas principal , y fa ls a : la u n a , y otra son fáciles de a b rir, y ellas sin poner cuidado en ello se cierran fácilm ente: de suerte, que á qualquiera se franquean para entrar , porque nadie posea cosa par­ ticular.

Y por esto cada diez años

truecan ca sa s, echándolas por suer­ te. Hacen estimación de estos jardi­ nes : en ellos plantan v iñ a s, árboles frutales , ortalizas, y flores , con tan­ ta herm osura, y buena la b o r , que no me parece he visto cosa mas útil, y elegante. En este cuidado no solo tienen deley te , pero atención de ma­ nera que compiten entre e llo s, quien tiene estas posesiones con mas cultu­ r a , y mas buena labor. Y es cierto

de Tomás Moro.

15

que no se hallará en toda la Ciudad otra ninguna cosa mas acom odada, ora sea para p ro vech o , ora para deleyte de los hombres ; porque pare­ ce que el que la fundó en ninguna puso mas cuidado, que en estos jar­ dines; y aun es fam a, que Utopo des­ de sus primeros principios dexó el en­ tero m od elo, y traza de esta Ciu­ dad ; pero en quanto al adorno, y policía concedió á los venideros, que pudiesen reformar lo que conviniese, advirtiendo que para esto no basta­ ba la edad sola de un hombre. Así lo refieren sus Anales (estos

tienen

guardados como escritos cuidadosa, y religiosamente, desde que se apode­ ró de la Isla , contienen la historia de mil setecientos y

sesenta años)

que las casas que hoy son principa-

16

L a Utopia

les fueron p agizas, como cabañ as, y chozas fabricadas de toda m adera, sin distinción , las paredes de tapia, los techos cubiertos de ca rrizo s, re­ tamas y otras matas. Mas ahora to­ da fábrica de las casas contiene tres altos : lo exterior de las paredes es de piedra v iv a , ó la b ra d a , ó ladri­ llo , y lo interior de argamasa : los terrados llanos, y descubiertos se ha­ cen de cierto vetun de cosas molidas, y de poco gasto ; pero de tal tempe­ ramento , que no le emprende el fue­ go , y defiende de las injurias tem­ porales , mas que el plomo. Contra los vientos usan de vidrieras en las ventanas

(porque en

aquella tierra

hay mucho vidrio ) , y á veces tam­ bién se valen de encerados de lienzo con a c e y te , ó g o m a , que sirven pa-

de Tomás Moro.

i?

ra dos usos, para resistir los vien­ tos , y dar mas luz. CAPITULO

III.

D e los Magistrados. Todos

los años

eligen para cada

treinta familias un M agistrado, que en su lengua antigua llamaron Sifogranto, en la moderna Filarco. A ca­ da diez de estos Sifograntos , y á sus familias nombran otro Magistrado su­ perior , que llamaron Traniboro, aho­ ra Protofilarco. Finalmente todos los Sifograntos, que son en número dos­ cientos , hacen juramento que elegi­ rán por votos secretos por Cabeza, y Príncipe uno de quatro propuestos por el p u eb lo , al que tuvieren por mas conveniente; y cada quarta par&

18

L a Utopia

te de la Ciudad propone uno al Se­ nado. Esta dignidad del Príncipe es perpétua por toda la v id a , como no venga en sospecha de que trata tira­ nizar el Estado. Los Traniboros los señalan solo por un año , mas no los mudan sin causa.

Todos los demás

M inistros, y Oficiales son añales. Los Traniboros consultan con el Príncipe cada tercer d ia , aunque, si el nego­ cio lo p id e , se juntan mas veces. En la consulta tratan de las cosas de la República , procurando componer las diferencias de los particulares (si las h a y , que siempre son pocas). De los Sifograntos introducen todos los dias dos en el Senado por su órden; pre­ viniéndose que no se acuerde nego­ cio de importancia, que toque á la

de Tomás Moro.

19

República , sin haberse conferido tres días antes que se determine. Tienese por deliro capital tratar de ningún negocio público fuera del Senado, y de sus Juntas señaladas. Estas ordenanzas miran, á que el pue­ blo no sea oprimido por la violencia, y asechanzas del Príncipe, y Traniboros. En esta consideración todo lo que se juzga por de importancia se comunica con la junta de los Sifograntos, estos dan parte á sus familias de la materia que se tr a ta , y la consul­ tan entre ellos, y de la resolución avisan al Senado. T a l vez se tratan los negocios en las juntas generales de toda la Isla. E l Senado también tiene por es­ tilo , que no se discurra sobre ningún negocio, que se propone, el primer dia, B2

20

L a Utopia

sino que se difiera para el Ayunta­ miento siguiente, porque ninguno sin precedente consideración diga arro­ jadamente lo primero que le ocurre, y por sustentarlo despues , trate mas de defender su parecer, que de la utilidad, y causa pública; pues mu­ chos llevados de una vergüenza ne­ cia , porque no parezca que en sus principios fueron poco advertidos, y circunspectos, se inclinan mas á aven­ turar la salud común , que su opinion particular, en aquello que debian te­ nerlo desde luego

bien m irado, pa­

ra hablar con mas consejo que airo­ jamiento.

de Tomás M oro. CAPITULO

21

I V.

Ocupación, A r t e s , y Exercicios. L a Agricultura es oeupacion comun á hem bras, y varones, la qual saben, y exercitan sin distinción. Enseñansela desde su menor edad por pre­ ceptos en la escuela, y por exercicio en el campo que está mas veci­ no á la Ciudad como por entreteni­ m iento, no solo mirando,

pero ma­

nejándolo , y empleando las fuerzas del cuerpo.

Fuera de la Agricultura

( que como he dicho , es común á to­ dos ) cada qual es instruido en algún otro oficio distinto, como labrar la­ n a, lino, c a n tería , herrería, carpin­ te ría , ú otro arte de manos. N o se reconoce otro empleo m ecánico, de b

3

22

L a Utopia

que pueda hacer memoria. E l trage es uniforme en toda la Isla, y en ningún tiempo se ha he­ cho novedad : solo hay diferencia en el se x o , que de una suerte visten los hom bres, y de otra las mugeres; y en los estados, porque diferente trage es el de los casados, que el de

los

que no lo son: es agradable á la vis­ ta , acomodado al uso, y á propósi­ to para defensa del fr ió , y del calor. Cada familia fabrica su vestuario á su gusto; pero de las demás artes ca­ da u n o , así hem bra, como varón, aprende el que le agrada á su elec­ ción. Las mugeres se exercitan en las de menor trabajo, labrando la n a , y lino, y los varones se encargan de las de m ayor afan. Por la m ayor par-

de Tomás Moro.

23

te el hijo sigue la profesion del pa­ d re, porque casi siempre se inclinan á ella por naturaleza ; y si alguno tiene propensión inclinada á otro ofi­ cio , pasa por adopcion á la familia que trata de aquel ministerio, á que es inclinado. E l cuidado de esta en­ señanza , no solamente le encarga el padre natural, sino que también inter­ viene el M agistrado, dándolo á padre adoptivo, honesto , y grave : Si algu­ no despues de haber salido bien ins­ truido, y enseñado en la profesion de­ sea saber o tr a , se le perm ite; y en­ terado bien de entrambas exercita la que mas le a g rad a , si ya otra Ciu­ dad no necesita de alguna de las que dexa. Está á cargo de los Magistrados Sifograntos cu id a r, y reconocer, que B4

24

L a Utopia

no haya vagam undos, sino que cada uno esté cuidadosamente ocupado en su ministerio. N o comienzan su

labor muy de

m añana, ni trabajan continuamente, ni hasta muy n och e, ni se fatigan con perpetua m olestia, como las bestias; porque es infelicidad mas que de es­ clavos la vida de los oficiales , que perpetuamente han de estar trabajan­ do , como trabajan toda la vida fue­ ra de U topia, donde dividen el día, y la noche en veinte y quatro horas. Seis horas diputan para el trabajo, tres antes del medio d ia , y dejando la la­ bor van á comer. Tienen de siesta dos horas despues de haber comido. Quan­ do han reposado vuelven al trabajo por otras tres horas , las quales rema­ tan con la cena. La primera hora de

de Tomás Moro.

25

las veinte y qnatro es la de medio día. A las ocho se retiran á dormir ocho horas. En los intermedios de co­ mer , cen ar, y dormir se les conce­ d e, que cada uno gaste el tiempo en lo que tuviere gusto á su alved rio ; pe­ ro rio de su erte, que le emplee mal en excesos, ni holgazanerías, sino que libre de su ocupacion se divierta en algún exercicio virtuoso á su elección. Estas horas privilegiadas los mas las gastan en el estudio de las letras; por­ que se acostumbra tener lecciones pú­ blicas antes de am anecer, á las quales asisten de necesidad solamente aque­ llos que están señalados, y elegidos para cuidado del estúdio. Además de estos concurren

voluntariamente

de

todos estados así hombres como mu­ geres á oír los M aestros, cada uno

26

L a Utopia

según su afición, y

lo que profesan.

Este mismo tiem po, si alguno le quie­ re emplear en su arte (que á muchos acontece) , cuyo genio no se aplica á la contemplación de las ciencias, no se le prohíbe, antes es alabado, por­ que es de utilidad á la República. Despues de cena tienen una hora de en­ tretenimiento , en el Verano en los Jar­ dines , y en el Invierno en las salas, en que comen todos : allí exercitan la m úsica, ó pasan en conversación. Juegos de dados , ni otros prohi­ bidos, ni los tratan, ni los entienden. Los que usan son dos ju e g o s, pare­ cidos á los del axedrez : E l uno es una batalla de tantos á tantos , en el qual los. de una parte despojan y ro­ ban á los de la o tr a ; y el o tro , en que, formando un esquadron, los vi-

de Tomás Moro.

ajr

cios pelean contra las virtudes, en el qual juego muestran discretamente la oposicion, que tienen á los v ic io s, y la concordia con las virtud es, y tam­ bién qué vicios se oponen á las vir­ tudes , y les hacen gu erra, y con tra­ dición ,

con qué pertrechos acome­

ten de la parte contraria, y con qué armas defensivas las

virtudes que­

branten, y desbaraten las fuerzas de los vicios , y con qué ardides rebatan sus acometimientos ; finalmente con qué industria , y tra zas, la una de las par­ tes alcance la victoria. Pero porque en esto no os dejeis llevar de algún engaño , es bien que lo advirtáis con mas atención ; pues como son seis horas no mas las seña­ ladas para el trab ajo , será posible, que imaginéis , que esto venga á ha-

28

L a Utopia

cer falta en las cosas forzosas, lo qual está m uy lexos de su ced er, porque este tiempo no solo b a sta , pero aun sobra, para procurar la abundancia de todas las cosas necesarias para pasar la v id a , y para la comodidad de ella. En donde casi todas las mugeres, que son la mitad del Pueblo, traba­ jan , y los hombres se dan al reposo, igualmente que un gran número de Sacerdotes , y Religiosos que no se ocupan en la m anifactura, ni los ri­ cos Señores de heredamientos ( á quie­ nes el vulgo llam a nobles, y Caba­ llero s); incluyéndose en esta cuenta toda la caterva de los que sirven á estos de espadachines , truhanes, y á los mendigos, que, teniendo salud, fin­ gen alguna enfermedad para su hol­ gazanería, hallareis con certeza que

de Tomás Moro.

29

son mucho menos los que se ocupan en el trabajo de las cosas necesarias; y que de estos son muy pocos los que tratan de lo precisamente necesario: y donde todo se compra por e l dine­ ro , es forzoso que haya muchas artes totalmente va n a s, y superfluas, que solo sirven al antojo y exceso. Si es­ tos p o co s, que trabajan, se dividie­ ran en tan pocas artes , quales solo son menesterosas á la vida humana, bajáran sin duda los precios de las co­ sas ; de manera, que los hombres a lcanzáran á vivir con com odidad: Y si los que se ocupan en artes inútiles, y la chusma holgazana, que pasa en o cio , y flogedad, se ocupáran en obras de provecho para todos ( de las qua­ les qualquier artífice de estas mani­ facturas , y holgazan, que se sustenta

30

L a Utopia

con los trabajos de los o tro s, gastan tanto como dos oficiales de los útiles) aquel poco tiempo bastára, y aun sobrára para abundar de todas las cosas, que la necesidad de la vida, ó la co­ modidad de e lla , p id e , y aun tam­ bién de los deleytes verdaderos, y na­ turales. L a experiencia nos da verdadero testimonio de ello en Utopia : allí en toda la Ciudad con sus aldeas en con­ torno apenas se les permite holgar á quinientas personas , así hombres, co­ mo m ugeres, cuya fu erza, y edad es hábil para el trabajo. Entre estos los Sifograntos ( s í bien las leyes los hacen exentos) no se escusan del obra­ je , para estimular á los demás con el exem plo, á que trabajen. Del mismo privilegio gozan los estudiantes,

á

de Tomás Moro.

31

quienes por acuerdo de los Sacerdo­ tes el pueblo por votos secretos de los Magistrados les concede, que so­ lo se ocupen en las buenas disciplinas, y a rte s, de los quales si alguno no corresponde á las esperanzas que de él se te n ia , le sacan de los estudios á lo mecánico ; y por el contrario suce­ de muchas veces , que a l mecánico que en aquellas horas sobradas ha­ ya aprovechado en las letras, sacandolo de aquel o ficio , lo promueven al de los estudios. De estas clases de los estudiosos salen los Embajadores, los Eclesiásticos, y los Magistrados, Traniboros, y e l mismo Principe, al qual en su lengua antigua llaman Barzan es, y en la moderna Ademo. La demás muchedumbre que siem­ pre trabaja, y está ocupada

en ar>

3a

L a Utopia

íes útiles, fácil es de juzgar quanto obran en pocas horas. Además de es­ tas cosas que he referido, añade fa­ cilidad v e r , que en las artes usua­ les necesitan de menos trabajo que otras gentes; porque viniendo lo pri­ mero á la fábrica de

algún edificio

o b ra, ó reparo de é l , en otras partes es necesario que en la continuación del trabajo haya m uchos, porque lo que el padre edificó, el heredero pródi­ go , y sin concierto dexó por descui­ do , que poco á poco se arruinase; de su erte, que lo que pudo repararse á poca c o sta , el succesor se halla despues obligado á edificar de nuevo; y aun ordinariamente la casa, que el po­ nerla en pie al primer dueño le cos­ tó muy gran gaseo, el otro no cui­ dando de su repaio por su ánimo des-

de Toinás Moro.

33

caecido la dexa arruinar, ó por me­ nosprecio en breve tiempo se allana por el su elo , con que edifica otra en diferente

parte nó á menor costa.

Pero en Utopia 110 pasa a s í , porque compuestas y

ordenadas de una vez

las casas todas, y fundadas las Repú­ blicas rara vez aconiece, que se elija nuevo sitio para fundar edificios; y no solo acuden con brevedad al reparo de lo que se va ca yen d o , pero pre­ vienen en tiempo á lo que amenaza ruina. Por esto suced e, que con po­ co

trabajo las fábricas duren mucho

tiempo , y que los Maestros de estas artes tengan poco en que entender, si­ no es labrar con cepillos y azuelas madera , y con pico y escoda

pie­

dra, para que quando la necesidad lo pida

acudan

Teparo.

con

mas brevedad al C

-í/fl Utopia

34

En la obra de vestidos ya se ha visto quan poco tiempo han menes­ ter ; lo primero , porque , quando tra­ bajan , se

visten con poco aseo de

pieles de anim ales, que duran

sie­

te a ñ o s: Quaiido salen en público se ponen encima otra ro p a, que cubre aquellas groseras p ieles, y todas del color natural de la lana sin artifi­ cio , esto en toda la Isla ; y aun del p añ o , así de lana gastan mucho me­ nos , que en otras p artes, y labra­ do á menor costa, y el lino con me­ nos trabajo : Este se gasta, y usa mas. En lo que se labra del lien zo, solo se procura la blancura, en lo que de la­ na la lim pieza, sin hacer aprecio de que sea m a s, ó menos d elgad o ; de aquí procede que no bastando en otras partes para uno solo cinco vestidos de

de Tomás Moro.

35

diversos co lo res, unos de lan a, y otros de se d a , y á los mas aseados ni aua diez , los Ucopíanos están m uy con­ tentos con uno, y les dura dos años, pareciendoles que no tienen causa pa­ ra codiciar otros que los que han he­ cho , porque no con otros están mas defendidos del fr ío , ni del c a lo r , ni por lo sutil les parecen mas aseados, y curiosos ; por lo qual exercitandose todos en artes provechosas, y los efectos que de ellas resultan, aunque sea menos , bastan para lo necesario con abundancia \ de donde procede, que habiéndola de todas las cosas, so­ bra gente, y á veces sacan mucha pa­ ra el reparo de las c a lle s, y caminos públicos si hay algunos mal adere­ zados , que necesitan de restaurarse, y aunque no haya necesidad de alguna C2

36

L a Utopia

o b r a , les ordenan que por algunas pocas de horas trabajen en las públi­ cas. Los Magistrados no ocupan á los Ciudadanos en trabajos inútiles y superfluos , pues que la institución y motivo de esta República principal­ mente atiende solo á el fin de q u e, sa­ tisfechas las necesidades públicas en quanto ellas dieren lu g a r, ln mas del tiempo que sobra de los empleos ser­ viles se reduzca á que los Ciudada­ nos gocen de la libertad , y contem­ plación del ánima, porque en esto juzgan consiste la verdadera felicidad.

de Tomás Moro. CAPITULO

3jr

V.

D el Comercio. P a r e c e puesto en razón declarar de qué manera los Ciudadanos comercien entre s í , y cómo traten sus corres­ pondencias ; pues siendo así que la Ciudad se compone de familias, for­ mándose éstas de los parentescos, las mugeres, casandose, van siempre á las casas de sus m aridos; mas los hijos que tienen, varones, y los nietos, v i­ ven en su familia debajo del gobier­ no y obediencia del mas anciano de ella , si ya la edad no le tiene enfla­ quecido el discurso; que en tal caso el inmediato en la edad sucede en su lugar. Mas porque no falte poblacion á la C iu d ad , ni se aumente en deC 3

38

L a Utopia

masía tienen ordenado, que ninguna familia (de las quales tiene seis mil cada Ciudad) pueda sustentar menos de diez mancebos, ni mas que diez y seis. De los adultos no hay núme­ ro determinado. Guardase este medio, pasando los que sobran de una fami­ lia á o tra , que le faltan , con los qua­ les se llena. Si alguna vez se multi­ plican mas de lo determinado y jus­ to , con

los que sobran reparan lo

que hay despoblado en otras de sus Ciudades. Si acaso en toda la Isla hu­ biere muchedumbre de gente , hacen padrón de e lla , y en la tierra con­ tinente fundan Colonias sujetas á sus mismas le ye s, convidando á los natu­ rales de la tierra, si les agrada vivir en su compañía. Habiéndose juntado con los que

de Tomás Moro.

39

aceptan, fácilmente se conforman en las costumbres y

leyes con utilidad

de ambos Pueblos. De esta suerte hacen con sus buenas ordenanzas, que se fertilice la tierra que antes era esteril y miserable: y á los que 110 con­ forman con sus institutos, los echan de los términos que han señalado pa­ ra s í , haciendo guerra á los que se resisten, la que tienen por justa. Quando algún pueblo prohíbe al otro el uso y posesion del terreno va­ cío y desocupado, de que ningún otro pueblo se aprovecha, y por l e y , y orden del derecho natural lo puede g o za r, vivir a llí , y apoderarse del dominio, ó uso de aquella tierra : y quando sucede á las Ciudades de la Isla algún caso desastrado , de manera que guardando sus estatutos, no se pueC4

4o

L a Utopia

da reparar (lo qual ha sucedido do# veces en muchos siglos por calami­ dad y pestes) , vuelven á sacar de las Colonias el número competente á su rep aro , porque tienen por mas acer­ tado conservar la casa propia, que buscar la agena. Mas volviendo á la manera de vivir de estos (com o he d ic h o ), el mas antiguo preside á la fam ilia, las mugeres sirven á sus m aridos, los hi­ jos á sus padres, y generalmente los de menor edad á los mayores. Qualquiera de las Ciudades se re­ parte en quatro Colaciones

iguales:

en medio de cada una de estas par­ tes hay una plaza , donde se

ha­

llan todas las cosas. Allí se traen á casas determinadas lo que ha traba­ jado cada fam ilia; y cada especie de

de Tomás Moro.

41

grano se acomoda en diferentes Alfo­ líes con distinción. D e estas casas diputadas qualqnier padre de familias

saca todo aquello

de que tiene necesidad para sí y pa­ ra los suyos sin dinero ni otra re­ compensa.

¿ Por qué se le tiene

de

negar n a d a , habiendo allí abundan­ cia de todas las co sa s, y sin rece­ lo de que nadie haya de pedir lo que no ha menester ? ¿ A qué propósito ha de pedir lo superfluo aquel que tiene por cierto que no le ha de fal­ tar nada de lo necesario? Siendo ma­ nifiesto , que donde no h ay temor de que falten las cosas necesarias, cesa la ambición del querer aumentar de­ masiadas riquezas ( cosas que hacen los hombres codiciosos y atrevidos), y

como esto no sucede á los Uto-

La Utopia

42

pianos, viven con quietud. Junto á las plazas de que hi­ ce mención , hay otras que diccn de bastimentos, á las quales hortalizas,

se

traen

fru ta s, y pan ; pero el

pescado, carnes de a v e s , y animales, y qualquier otro bastimento, que pue­ de causar horror, tienen lugares se­ ñalados fuera de la Ciudad cerca del rio , donde se puedan labar las in­ mundicias. De aquí llevan las reses muertas, limpias primero por mano de sus esclavos, porque no consienten que sus Ciudadanos se ocupen en de­ gollar , d eso llar, ni cortar los anima­ les (que de usar esto juzgan se vuel­ ven fieros, crueles, inhumanos; y te­ men que el afecto de la piedad natu­ ral se ha de ir perdiendo poco á po­ co ), y prohíben que ninguna cosa in-

de Tomás Moro.

43,

munda , sucia , y asquerosa éntre en el lugar, cuya putrefacción corrompa el a y r e , y así inficionado cause en­ fermedades. Cada barrio tiene ciertas Aulas pú­ blicas , apartadas unas de otras á igual distancia, conocidas por sus nombres; en ellas moran los Sifograntos, á cada uno de los quales se le señalan trein­ ta familias , de modo que quedan aco­ modadas á cada banda quince familias juntas á comer en ellas. Los despen­ seros de estas salas se juntan á horas señaladas en la p la z a , para pedir pro­ visión

conforme al número de sus

familias ; pero primero se atiende al regalo de los enferm os, los quales se curan en Hospitales públicos, que h a y quatro en cada C iu d a d , fabricados fuera de ella , tan capaces , que pa-

44

La, Utopia

recen poblaciones pequeñas : lo uno, porque si hay gran número de enfer­ mos no estén estrechos, y con inco­ modidad ; y lo o tro , porque si hubie­ se algunos de mal contagioso, y

pe­

gadizo , puedan estar apartados de los otros. Están estos Hospitales tan bien dispuestos, y tan llen os, y bidos de

aperci­

todas aquellas cosas

que

miran á la salud , y servidos con tan­ ta caridad , y cuidado , y

tan bien

asistidos de Médicos doctos , que si bien no es fuerza que se recojan allí todos los enferm os, con todo ningu­ no que adolece dexa de querer mas pasar la enfermedad en este sitio, que en su casa. Quando el despensero de los enfermos ha tomado

las cosas

necesarias conforme el orden , y re­ ceta de los M éd ico s; despues lo mejor

de Tomás Moro.

45

por iguales partes se reparte con aten­ ción al número , y

se distribuye en

las salas ; si ya no se tiene respeto á lo que pide el Príncipe , Prelados, y los Traniboros, y también los Embaxadores extrangeros ( si es que hay algunos), que siempre asisten pocos; y á estos quando los h a y , también les tienen casa señalada, y adereza­ da. Asisten á estas A u la s, ó Tinelos los Sifograntos, y

las

familias que

les tocan llamados al son de trom­ petas á la hora del comer , y del ce­ nar , si ya no es que están enfer­ mos en sus ca sa s, ó en los Hospi­ tales ,

y á ninguno

se le prohíbe

despues llevar de la plaza refacción á su casa , porque están persuadidos, que ninguno hace esto sin necesidad; y aunque es licito á todos comer en

46

La Utopia

sus c a sa s, ninguno lo hace con gus­ t o , porque no lo tienen por decente, y lo reputan á inadvertencia, encargar­ se de cuidado escusado, pudiendo co­ mer en los Tinelos tan explendida, y regaladamente sin afan de prevención, mayormente estando todas las cosas tan á la mano. £11 estas salas se encar­ gan los esclavos de todos aquellos mi­ nisterios , que se tienen por serviles, y no decentes. En lo demás del ade­ rezar , ó guisar las viandas, y toda la disposición de las mesas corre por cuen­ ta de las mugeres, pasando turno por las familias. Ponensetres, ó mas me­ sas conforme el número de los que se han de sentar: Los varones se sien­ tan arrimados á la pared , y las hem­ bras en los bancos de afuera, para que si les sobreviene algún accidente (es-

de Tomás Moro.

47

pecialmente á las preñadas) puedan acudir á la necesidad , y á las nutrices, sin descomponer las mesas : Estas asis­ ten allí algo apartadas en pieza par­ ticular

con los

niños de

pecho, y

siempre tienen prevención de lumbre, y agua c la r a , y aun cun as, donde recojen los niños, y al fuego los de­ senvuelven, y recrean. Toda madre cria su h ijo, si no lo impide la m uerte, ó enfermedad, y quando esto acontece, las mugeres de los Sifograntos con brevedad buscan am as, y las hallan con faci­ lid ad , porque las que pueden hacer este oficio á ninguna cosa acuden con mas voluntad , y todas con alaban­ za executan esta obra de piedad , y el muchacho tiene en lugar de ma­ dre á la que le cria. Están todos los

48

L a Utopia

niños sentados juntos en el quarto de las que les dan el pecho hasta haber cumplido cinco años; los demás jó­ venes m ozuelos, y los que están por c a sa r, así hembras , como varones, sirven á las m esas, y los que uo tie­ nen edad

suficiente asisten á las es­

paldas , y comen de lo que les dan los que están sentados, y este tiem­ po tienen señalado para su comida y no otro. L a mesa principal del cenáculo es­ tá á la cabecera, desde la qual se vé toda la ju n ta ; en medio de ella está sentado- el Sifogranto con su muger, lu ejo se siguen dos de los mas an­ cianos , y se van sentando por todas las mesas de quatro en quatro; y si en aquel contorno hay Tem plo, el Sa­ cerdote , y su muger se sientan igual-

de Tomás Moro.

49

rtiente con los Sifograntos, y de en­ trambas partes se van acomodando los mas mozos despues de los viejos; y con este concierto se juntan todos los de una edad por toda la sa la , aun­ que se mezclen con los desemejantes, y dicen que lo hacen a s í, y está es­ tablecido de esta suerte, porque la reverencia, y autoridad de los ma­ yores reforme la licencia del hablar, m eneos,

y visajes de los menores;

siendo a s í, que no puedan d e cir, ó hacer c o sa , que no la hayan , ó vean los ancianos desde qualquiera parte. Sirven las mesas, y dan los manjares á los mas ancianos, que ocupan lugar señalado, llevándoles lo mejor ade­ rezado , y luego sirven por igual á los demás. Dáseles á los ancianos de lo mas regalado , y curioso, y no haD

go

L a Utopia

biendo bastante para todos , reparten de ello á su voluntad con los que tie­ nen mas c e rc a : de esta suerte se les guarda el competente decoro á los m ayo res, y gozan todos de las vian­ das. Leenles mientras dura el comer, y el cenar alguna cosa m o ra l, y con brevedad, porque no les cause fasti­ dio. Despues de la lección los ancianos mueven pláticas gustosas, y decen­ tes , y no ocupan con largos discur­ sos todo el tiempo, que se gasta en la com ida, antes á veces oyen de bue­ na gana á los m ancebos; y aun de industria les ocasionan, para que con la licencia de los manjares reconoz­ can el natural y habilidad de cada uno. Las comidas del medio día son mas b reves, y las cenas de la noche mas largas, porque aquellas el traba-

de Tomás Moro. j o , y estas

el sueño y

gi

el descanso

de la noche las abraza , y digiere me­ jor , lo qual tienen ellos por mas con­ veniente para el cocimiento natural del alimento. Usan de música en la cen a, y por postre frutas secas; recreanse con buenos o lo res, gastando pastillas , y pebetes , y aplicando lo que puede ser de agrado á los que asisten, que de estas cosas se dejan llevar el ánim o; porque están persua­ didos no es prohibido qualquiera ge­ nero de deleytes , de que no se si­ guen inconvenientes. De esta manera, pues, se juntan en la Ciudad. Los que acuden al cam po, cada qual se aco­ moda en su granja con su familia, que á ninguno le falta lo necesario, como aquellos de quien se sustentan las Ciudades. Da

L a Utopia

52

CAPITULO

V I.

.D el modo de peregrinar , diferen­ tes costumbres, y estudio de varias ciencias. S i el deseo de ver á sus am igos, que residen en otra C iu d a d , ó la curiosi­ dad de ver la misma Ciudad , esti­ mula á algunos, con facilidad alcan­ zan licencia

de

los Sifograntos, y

Traniboros , si y a

no lo estorvase

alguna utilidad pública. Van acom­ pañados , y con patente del Príncipe, en que se dice quando p a rte , y se­ ñala pa ra quando ha de volver. D á­ sele un carro , y para su servicio un esclavo de los públicos, que tra­ te , y guie los bueyes, que le llevan; en llegando donde v a , si no lleva con-

de Tomás Moro. 53 sigo su m uger, vuelven A remitir el carro , por quedar mas desocupados. Aunque no llevan bastimentos, nunc a les falta en todo el cam ino, como si estuvieran en su casa. En qualquicr lugar donde paran mas de un dia ca­ da uno exercita su a rte , y los de su profesion le tratan hurnanísimarnente, y le regalan. Pero al que sale de sus términos sin licencia ni patente del Príncipe le tratan con

mucho rigor

y afren ta, y castigándole con seve­ ridad este atrevim iento, le hacen vol­ v e r , y como á fugitivo le obligan i servir ; pero si alguno gusta dar vuel­ ta por los campos de la Ciudad, lo puede h a c e r, dándole licencia su pa­ dre , y con gusto de su m uger: y en qualquiera casería, que llegare , ha de ganar primero la comida , cum-

I>3

54

L a Utopía

pliendo con la tarea que se le señalare, antes de sentarse á co m e r, ó cenar, según el tiempo que en aquella par­ te se acostumbra trabajar. Con esta condicion puede andar por los térmi­ nos de la C iu d a d , y viene á ser del mismo ú til, que si asistiese en ella. Y jj veis como en ninguna parte h a y ocasion de estar ociosos, ni mo­ tivo de ser vagam undos: no hay al­ macenes de v in o , ni de c e rb e z a , ni casas públicas de mugeres deshones­ tas , ni cosa alguna, que ocasione á corrupción; no hay

refugios donde

esconderse, ni se permiten jun tas, an­ tes el estar á la vista de tantos ha­ ce que el

trabajo

honesto

parezca

fo rzoso , de la qual costumbre resul­ ta , que haya abundancia de todas las cosas, y que participando igualmen-

de Tomás Moro.

55

te todos de e lla s, .no haya pobres, ni mendigantes. En

el Senado de Amauroto ( al

qual como se ha dicho acuden todos los años de todas las Ciudades tres Diputados) luego que se sabe de las cosas que hay

abundancia en un lu­

gar , y también la esterilidad de otro por la mala cosecha , se ordena , que la falta del uno la remedie la abun­ dancia del otro. Esto lo hacen sin in­ terés alguno, sin recibir premio

de

aquellos á quienes lo d an , antes quando á ellos les falta alguna cosa de las necesarias nunca lo piden á la Ciu­ dad á quien han socorrido en sus ne­ cesidades , porque no parezca que co­ bran , sino se valen de aquellos pue­ blos , á quien no han a y u d a d o ; de esta suerte toda la Isla es como una familia.

D4

L a Utopia

56

Despues que con atención han pro­ veído bastantemente lo necesario (lo qual no les parece que está cumpli­ do hasta que tienen bastimento cabal para dos años ) de aquellas cosas que sobran ,

llevan

á oirás

Provincias

gran cantidad de los esquilmos, de los frutos de trig o , m iel, lana, lino, coch in illa, pescados de concha, ve­ llones de Castores, cera , sebo, coram­ bre , y además de esto ganados. L a séptima parte de estas mercaderías dan de

limosna graciosamente á los po­

bres de aquella tierra , y lo demás venden á moderados p recio s: de este comercio vuelven á su patria en re­ torno gran suma de o r o , y p ia la , y otras mercaderías que les faltan, que son pocas fuera del hierro.

Con la

continua correspondencia de este trato

de Tomás Moro.

57

abundan de estos preciosos metales mas de lo que se puede creer. Así no tienen por ganancia dar las mercade­ rías de co n ta d o , ó al fiado para un dia señalado, por esto tienen gran par­ te de su caudal en escrituras; pero en el otorgarlas no se satisfacen del crédito de los particulares, si no in­ terviene la República , y se obliga la Ciudad á quien se da. Quando llega el plazo de la paga , cobra de los particulares deudores lo fiado , y lo pone en el erario público, y da in­ tereses hasta que lo pidan los Utopianos , los quales nunca sacan la par­ te principal., ó capital, porque no tie­ nen por justo privar de aquel caudal á los que lo han menester. Fuera de esto si el caso lo pide, como es haber de dar dinero presta-

58

L a Utopia

do á algún otro pueblo, con esta oca* sion lo cobran , 6 quando han de ha­ cer

guerra, para cuya sola ocasion

guardan todo su tesoro en sus casas, para tenerlo á la m ano, y valerse de ello en los mayores peligros, ó en los súbitos casos ; principalmente asuel­ dan milicia forastera que ponen de mejor gana en el p e lig ro , y

riesgo,

que á los suyos , y la señalan aventa­ jados su eld o s, conociendo, que el di­ nero hace á los enemigos am igo s, y ocasiona á trato, y entriego entre las mismas vanderas. A este intento con­ servan , y juntan inestimable tesoro; pero con tal desprecio, que temo no he de ser creído si lo Tefiero, y quanto mas enterado estoy de lo cierto, temo m a s, y si yo no lo hubiera vis­ to con los ojos propios, con dificulr

de Tomás Moro.

59

tad me dexára persuadir de otro que lo con tára, porque es forzoso que el que no esté

bien informado de sus

estatutos, y ordenanzas se halle m uy dudoso en c re e rlo : sí bien qualquiera que juzgáre las cosas con buen jui­ cio , quando conozca y vea que süs leyes y costumbres son muy deseme­ jantes de las nuestras, se maravilla­ rá menos si el uso del o r o , y de la plata se acomoda mas al tra to , y co­ mercio de los Utopianos, que á nues­ tras costumbres.

Porque

verdadera­

mente ellos no usan de estos metales, pero los guardan para el suceso que puede acontecer ó no. D e qualquicra entre ellos no

manera que sea,

tiene mas estimación

el o r o , que su valor intrínseco: por­ que ¿quién no reconoce quánto mas

6o

L a Utopia

■necesario es el hierro para servirse de é l , que el oro , y la p la ta , sin el qual los hombres no pueden vivir, como no pueden sin el fuego , y el agua ? Siendo así que la naturaleza al o ro , ni á la plata dió virtud , de que podemos privarnos fácilmente , si la ignorancia de los hombres no hu­ biera dado estimación á lo mas ra­ ro: antes por el contrario la próvida -naturaleza madre piadosa las cosas mejores nos las hizo fáciles, como el -ayre , agua, y la misma tierra, y las .v ile s, y de ningún provecho las apar­ t ó , y escondió de aquellas que ayu­ dan poco. Por e s to , si estos tesoros los escondiesen

en alguna to rre, el

Príncipe, y el Senado (según es sagáz la ignorante malicia del vu lgo ) vendrían en sospecha de que trata-

de Tomás Moro.

61

ban engañar al P u e b lo , y que lo en­ caminaban i alguna utilidad s u y a , como que quisiesen venida la ocasion labrar moneda para pagar Soldados, ó alguna baxilla curiosa, porque tie­ nen por cierto, que llevarán con di­ ficultad se les q u ite, lo que habían comenzado á tener por d e ley te , quan­ do viniese la necesidad de fundirla para sueldo de la milicia. Para escusar estos inconvenientes, pensaron este arbitrio, si bien muy conforme á su costumbre , contrario á las nues­ tras , que con tanta diligencia guar­ damos el o ro , y le estimamos tanto, y así este desprecio no le podrán creer, iino los expertos. Tienen baxillas de barro, y de vidrio, en que comen, y beben; y del oro , y plata así enlas casas com unes, como en las par-

62

L a Utopia

ticulares hacen orinales, y bacinillas para las necesidades mas inmundas: Demás de esto de los mismos meta­ les labran g rillo s, y cadenas grue­ sas para castigo y prisión de los es­ clavos , y por pena de los delitos mas infames cuelgan zarcillos de las ore­ jas del delinqüente, y les llenan los dedos de anillos de o ro , y del mis­ mo oro hacen cabestrillos para el cue­ llo , y de piezas de oro les cubren las cabezas en castigo de su delito. Así por todos caminos procuran en­ vilecer , é infamar la estimación del o ro , y de la plata ; de donde pro­ cede , que estos metales , que son tan gratos á las otras naciones, son tan despreciados de los Utopienses, que perdiéndolo todo, no les parece que pierden una blanca.

de Tomás Moro.

63

Hallanse perlas en sus riberas, y en algunas rocas diamantes y

car­

buncos : no los buscan, pero si acaso se les ofrecen á las m anos, no los desprecian, y los perfeccionan. Con ellos engalanan los niños, que en sus primeros años están con tales galas muy alegres, y ufanos; pero quando son de m ayor edad , y advierten que aquellos juguetes

no son sino para

niños, sin que sus padres se lo ad­ viertan , corridos, y avergonzados los d exan , no de otra m anera, que los nuestros dan de mano á sus dijes y muñecas. f a í que yo nunca acabé de entender claramente , cómo estos ins­ titutos , tan de toda suerte contrarios á los de todas las demás gentes , cau­ san diversos afectos, é inclinaciones, hasta que vinieron allí Embaxadores

64

L a Utopia

de Ips Anemolios. Llegaron estos á A m auroto, estando yo a llí, y por­ que venían á tratar cosas de grande im portancia, para su ajustamiento ha­ bían traído tres Ciudadanos de cada Ciudad de la Isla; pero los demás Embaxadores de las Provincias co­ marcanas , prácticos en las costum­ bres de los Utopianos, y que tenian entendido, que no hacían estima del traje sumptuoso, y que menosprecia­ ban las sedas, y jo y a s , y aun sabian que antes las tenian por afrenta , siem­ pre habían acostumbrado á venir con habito modesto. Empero les Emba­ xadores de Anemolio , como habita­ ban mas distantes, y tenian menos comunicación con e llo s, habiendo oí­ do d e c ir, que todos usaban de tra­ je to sc o , y grosero , no persuadien-

de Tomás Moro.

65

dose á creer que lo dexaban de ha­ cer por otra causa, que por necesi­ dad , mas arrogantes que

advertidos

tomaron resolución de representarles deidad , y m aravilla á los ojos de los U copíanos con el aparato y curiosidad de su vestir , con el esplendor y or­ nato de sus g a la s, de manera que en­ traron tres Embajadores con ciento de acompañamiento, todos vestidos de diferentes co lo res, los mas de

ellos

de seda ; y los misinos Embajadores, por ser en su Provincia de los mas nobles, con recamados d e .o ro , ador­ nados de cadenas, y sortijas de gran p recio , y cintillos de valor por sus piedras estim ables,

guarnecidos

de

perlas , y en todas maneras con ade­ rezo de oro de m artillo , que es lo que entre los Utopianos sirve de casE

66

■L a Utopia

tigo á los e sclavo s, de afrenta y pé* na á los infamados delinqiientes, y de juguetes á los niños. E ra m aravi­ lla ver el engreimiento de los Em ­ bajadores , quando cotejaban sus ga­ las con el humilde trage de los U topianos (que en la plaza se habia jun­ tado gran parte del pueblo) ; y por el contrario no era de menor gusto con­ siderar quan burladas se hallaban sus esperanzas, y qué lexos estaban de ser estimados con aquella veneración que ellos esperaban. Verdaderamente que á los ojos de todos los de Uto­ pia , que no habian salido de ella ( fue­ ra de algunos , que habian peregrina­ do por otros Reynos con causa justa ), aquella

herm osura, y esplendor del

aparato les parecía cosa afrentosa; de suerte, que encontrando á los criados

de Tomás Moro.

6?

mas humildes los saludaban (teniendo* los por los señores) con gran reve­ rencia , y juzgando que los mismos Embajadores eran esclavos por las mu­ chas cadenas , y o r o , que traían, los dejaban pasar sin hacerles cortesía a l­ guna de ninguna suerte. Qué mas di­ ré , sino que si hubierades visto á los m uchachos, que habian dejado y a sus dijes , advirtiendo adornada la cabeza de los Embajadores, llenos de pedre­ ría

los sombreros y gorras, habla­

ban á sus madres, y les herian el la­ do , diciendo : ¿ M a d re , veis este sim­ ple , que usa p e rla s, y jo y a s , como si fuera niño ? Ellas, replicaban muy de veras, callad , que, según entiendo, es uno de los simples de entreteni­ miento de los Embajadores.

Otros

murmuraban de las cadenas de oro E2

c8

L a Utopia

como de ningún provecho, diciendo, que eran tan delicadas , que el escla­ vo las rompería con facilid ad , y tan flojas, que quando quisiesen escapar­ se ,, podrían salirse libres, y huir de la prisión. Pero los Em bajadores, ha­ biendo estado allí u n o , ó dos dias, y advertido la grande abundancia de o ro , que habia sin estim ación, y que allí no lo despreciaban m enos, que en sus Provincias lo estimaban, y no­ tando que en las cadenas, y grillos de un solo esclavo fugitivo habia mas o r o , y p la ta , que podia valer todo el aparato de los tres Embajadores, avergonzados der aquel o rg u llo , que .ostentaban con tanta arrogancia, de­ jaron el engreimiento, principalmente despues de haber comunicado con mas familiaridad con los Utopianos, y ha-

de Tomás Moro.

69

berse hecho capaces de sus institutos, costumbre, y opinión; maravillándo­ se los de U topia, que hubiese algún hombre

cuerdo á quien entretenga,

y agrade el deleyte del resplandor vano

de una pied recilla, pudiendo

mirar la herm osura, y belleza de los astros, y del mismo S o l; ó tan vano, que se imagine mas noble , porque vis­ ta de paño mas d elgad o, y costoso, quando es cierto que la mas delgada lana tuvo su principio, y se crió en la o v e ja : también se maravillaban de que en todas partes se haga tanta es­ timación de cosa tan in ú til, como de su naturaleza es el oro, y que le apre­ cien tan to, que el mismo ho m bre, á cuyo servicio se dirige su va lo r, sea estimado en menos que é l , en tal manera , que habiendo algún hombre E 3

7o

L a Utopia

pesado , como de plomo , y que no tiene mas sentido, que un tronco, y tan m a lo , como n e c io , tiene á algu­ nos , así sabios, como

honrados en

su esclavitud , solo porque le

cupo

en suerte tener gran cantidad de es­ cudos ; al qual si alguna fortuna ó interpretación de leyes ( que suele te­ ner la misma fuerza en trocar las co­ sas altas por las baxas ) lo pasáre de aquel estado de señor al abatido de siervo, el de m ayor cuenta de su fa­ m ilia, sucede

que en breve tiempo

venga á ser esclavo de su esclavo, como aquel que estaba pendiente del d in ero, y era añadidura suya. Ade­ más de esto m aravillan , y abominan mucho mas la locura de aquellos, que á los que conocen ricos , no debiendoles n a d a , ni teniendoles obligacio-

de Tomás Moro. nes , p o r

ningún otro

fi

respeto mas

que por ser ric o s, los honren tanto, que 110 les falte sino tenerlos por Dio­ ses ; esto aun conociéndolos tan esca­ sos , m iserables, y avarientos, y sa­ biendo cierto , que mientras v iv a n , de tan grandes tesoros no han de ser so­ corridos de ellos con una blanca. Estas opiniones han aprendido de su educación, por haberse criado en aquella R epública, cuyas ordenanzas van tan apartadas de tantas maneras, como hay de ignorancia, y también las han aprehendido de la doctrina, y buenas letras ; que si bien no son muchos los que en cada Ciudad es­ tán dedicados solamente á la contem­ plación de los estudios libres de los demás

cuidados; con' to d o , los que

reconocen desde sus primeros años de E4

L a Utopia

^3

buen n atu ral, grandeza de ingenio, y ánimo inclinado á las buenas artes, son instruidos en las le tra s; y aun hem bras, y varones en gran parte del Pueblo gastan en el estudio por to­ do el discurso de su vida las horas desocupadas de sus labores. Adquieren las ciencias en su len­ gua natural, que es copiosa de vo ­ ces , suave al o íd o , aventajadamen­ te mas que otras fidelísima intérpre­ te del ánimo , y , aunque en muchos lugares corrupta y estragada, en bue­ na parte de aquel dominio se halla limpia , y pura. D e todos los Filósofos célebres en todo

el orbe descubierto no

tenian

n o ticia, ni de ninguno de ellos ha­ bia llegado á sus oídos la fama has­ ta ahora , que nosotros venimos á la

de Tomás Moro.

73

Isla ; y esto no obstante én la M ú­ sica, D ialéctica, A ritm ética, y Gecn metría están prácticos, y suficientes casi de la misma suerte que nuestros mayores : y si bien ea estas cosas igualan á los antiguos, no empero son iguales con mucha distancia con las invenciones de los nuevos D ialécti­ cos , porque no tienen ni aun una re­ gla de aquellas que nuestros Estu­ diantes en las

Súmulas ,

y Lógica

aprehenden freqüentemente de las res­ tricciones , amplificaciones , y suposi­ ciones consideradas con mucha agu­ deza: finalmente están tan apartados de inclinarse á estudiar las segundas intenciones, que ninguno de ellos ha podido comprehender hombre en co­ mún, siendo (com o sabéis) en alte­ za un co loso, y m ayor que qualquie-

74

L a Utopia

ra G igan te, y que nosotros en nues­ tras escuelas los señalamos coa el de­ do por notable. En el curso de las Estrellas , y movimientos del C ielo son m uy prácticos, y

han hallado

instrumentos de formas diversas, con que comprehenden enteramente los mo­ vimientos del S o l, Luna, y Estrellas que se hallan en su Orizonte. No apre­ cian el saber la amistad , y conformi­ dad , enemistad, ú oposicion de las E strellas; ni la Astrología judiciaria, 6 divin aloria, que creen ciertamente engañadora, ó burladora. Por expe­ riencia larga advierten considerada­ mente en ciertas señales, con que anti­ cipadamente conocen las llu vias, vien­ tos , y

las demás mudanzas

de los

tiempos ; pero acerca de las causas de todas estas cosas de las crecientes, y

de Tomás Moro. menguantes,

jrg

de lo salado del mar,

del origen, y naturaleza del Cielo, y mundo algunos sienten las mismas cosas que nuestros Filósofos antiguos, y á la manera que entre estos, en­ tre ellos hay diferentes opiniones, y sentimientos. En quanto á la Filosofía

moral

disputan las mismas co sas, que no­ sotros tratando de los bienes del cuer­ p o , y del a lm a , y demás cosas ex­ teriores , también disputan si el nom­ bre de bien convenga á todas estas cosas , ó solo á los dotes del ánimo. Mueven qüestiones acerca de la vir­ tud y del deleyte ; pero la primera, y principal disputa de todas es exá mi­ nar en qué co sa , y si en un a, ó en mu­ chas consiste la felicidad del hombre. Inclinan mas de lo justo á c ree r, que

?6

L a Utopia

en e l deley te consiste la felicidad del v iv ir , y se sirven para esto de la Re­ ligión,

la qual en ellos es grave y

severa , y pocas veces disputan de la felicidad que no unan juntamente algunos principios sacados de sus ri­ tos , y de la F ilosofía,

sin lo qual

juzgan que la razón humana sea de­ fectuosa y débil á embestigar la v e r­ dadera felicid ad : y los fundamentos son, que el ánima es inm ortal, na­ cida por la bondad de Dios para bien­ aventuranza , que á la virtud , y bue­ nas obras nuestras se les decretan pre­ mios , y á los vicio s, y maldades cas­ tigo : y aunque esto es doctrina de su Religión , les parece, que para creerlos, 6 nó, se han de regular los discursos con la razón ; cesando esto, afirman con prontitud, y sin emba-

de Tomás Moro.

??

ra zo , que ninguno habrá tan necio, que no encamine su deleyte por me­ dio justo , ó injusto, advirtiendo so­ lamente que el menor deleyte no sea impedimento del m a y o r, ó le execút e , y goze de é l, de suerte que despues se arrepienta; porque seguir las dificultades y asperezas de la virtud, no solo huyendo de lo suave de la vida , sino voluntariamente abrazan­ do , y sufriendo pesares, de quien no se espera fruto alguno, afirman ser locura : porque ¿de qué provecho pue­ de ser , si despues de acabada la vi­ da no se consigue prem io, habiéndo­ la pasado miserablemente? Si bien 110 juzgan que la felicidad no está en to­ do d e le y te , antes solamente en el jus­ ta , y honesto, y aseguran que nues­ tra naturaleza se dexa llevar á este

78

L a Utopia

d e le y te , como á sumo bien por me­ dio de la misma v irtu d , á quien la opinion contraria tiene solamente por felicidad. Definen la virtud diciendo que no es o tr a , que vivir según la ley natural, y que para solo esto fui­ mos criados por el Sumo D io s, y que aquel sigue este camino que en ape­ tecer , ó dexar las cosas se ajusta con la razón. Finalmente sienten que la ra­ zón inflama á los hombres en el amor, y veneración de la Divina Magestad, á la qual se debe el ser que tenemos, y ser capaces de la propia felicidad, según lo que se m u eve, y alienta pa­ ra que pasemos la

vida ale g re , y

sin trabajos, y á este intento nos mos­ tramos favorecidos de la naturaleza, ayudando por lo que su conformidad p id e , á que los demás gozen de lo

de Tomás Moro. m ism o, que ninguno

79

es tan rígido,

y severo defensor de la virtu d , ni u n aborrecedor , y enemigo del dele y t e , que así os enseñe á sufrir los trabajos, desvelos, y pobreza , que dexe de aconsejaros, y persuadiros á remediar la necesidad, y miserias de los otros , en la forma que os sea po­ sible , y juzgue que el hacer esto de­ be de ser alabado con nombre de Humanidad , como lo es socorrer, re­ mediar , y consolar un hombre á otro, principalmente (la qual virtud es la mas propia de los hom bres) sacarle de algunas fatigas en que está, ali­ viando su desconsuelo, restituyéndo­ le á su antigua tranquilidad y pla­ cer. Y ¿quién duda de que la mis­ ma naturaleza so licitaá cada u n o , á que haga lo mismo consigo propio que

8o

L a Utopia

con los otros? Pues es a sí, que no debeis de ser menos favorables á vos mismos que á los demás. N i la pie­ dad , quando os in cite, y mueva á que seáis liberal y bienhechor á los otros, os ha de obligar á vos á que seáis riguroso é inhumano para con vos mismo. Para esto afirm an, que la vida agradable, que es decir el d e ley te , y gusto, la misma natura­ leza ( de cuya prescripción definen á la virtud ) nos enseña la que es co­ mo fin de nuestras acciones. Siendo a sí, que la proximidad convida á los hom bres, á que

recíprocamente se

ayuden unos á otros , para gozar de la vida apacible, y

poder de-

leyto sa ; la misma te manda una y muchas veces guardar e s to , y que no atiendas tanto

á tus

conveniencias,

de Tomás Moro.

81

que procures la incomodidad de los otros, lo qual con razón ordena , por­ que ninguno hay tan superior en la suerte del linage hum ano, de quien solo cuide la naturaleza , la qual igual­ mente ayuda á todos los que comprehende participes de una forma común. Tienen por cosa importante no so­ lo que se guarden los contratos que se hicieren entre los particulares,pe­ ro también las leyes públicas, que el Príncipe justo ordenó , ó el pueblo no tiranizado ni engañado estableció de comun consentimiento

acerca de las

comodidades de la v id a , que es de­ cir , que todos gocen de la ocasion de los entretenimientos y deleytes. No quebrantando estas pragmáticas se tie­ ne por prudencia, que vos procuréis vuestra comodidad , y por piedad que F

82

L a Utopia

ateadais al bien p ú b lico ; mas procu­ rar vos privar al otro de su propio d e le y te , por hacer vuestro g u sto , es injuria conocida; y por el contrario privaros á vos de algo bueno por dar­ lo á otros, es conocido oficio de hu­ manidad , ó liberalidad , que esta ac­ ción nunca es de su erte, que prive de tanto bien , como grangea, porque se compensa con el retorno de otros beneficios: y el conocimiento de la buena obra con la memoria de la ca­ ridad y benevolencia de aquellos á quien se ha beneficiado, trae a l áni­ mo m ayor d eleyte, que el que podrá haber dado el antojo sensitivo, de qué se hubiese abstenido. Finalmente , co­ mo la Religión persuade al ánimo hu­ mano que Dios por un breve deleyte le recompensa con perpetua alegría;

de Tomás Moro.

83

de el mismo modo les p a rece, que considerando , y exáminando bien el negocio, todas nuestras acciones, y aun entre las mismas virtudes, miran al deley te como á último fiu. D eleyte llaman á todo movimien­ to , 6 firmeza del cuerpo ó del al­ ma , y al estado en que se hallan contentos mediante los gustos natu­ rales. N o sin causa dan por compa­ ñero de la naturaleza al apetito ; mas la recta razón sigue toda cosa, que por sí es agradable sin injuria de otro, y no se pierde m ayor p lacer, ni se le causa fatiga. Reputan por inútiles á la felici­ dad aquellas cosas , que contra el orden natural los hombres las tienen por dulces ; y las juzgan por noci­ vas , quando se han apoderado de F*

84

La Utopia

la mente humana tanto que con apa­ rente , y

falso deleyte no le de-

xan tomar gusto de los verdaderos contentamientos: porque h ay muchí­ simas cosas, que no teniendo de su propia naturaleza algo de suavidad, y d eley te, antes por la m ayor par­ te mucha am argura, y p esar, con todo eso los perversos atractivos, y halagos de las depravadas codicias no solo se tienen por sumos deleytes, mas aun se cuentan entre las princi­ pales causas de la vida. Tienen por personas de este género de falso deleyte á aquellos, de quien hice arriba mención, q u e , por estár mejor vestidos, se estiman por mejores, y en una cosa sola cometen dos yer­ ros ; porque no se engañan menos en tener por mejores sus vestidos, que

de Tomás Moro.

85

á ellos m ism os: pues qué si atendeis al uso del trage ¿ha de aventajarse la lana del hilo mas delgado, á la mas vasta, y grosera ? Pero ello s, co­ mo si se aventajáran en lo natural, y nó en su e rro r, se envanecen sobervios, y tienen por cierto , que de allí se les sigue

m ayor estimación,

y quieren por esto pedir como de justicia por sus trages bizarros la hon­ ra , que no se atrevieran á esperar con mas humildes aderezos, y si no se hace caso de e llo s, se indignan. Jac­ tarse de cosas va n a s, y superfluas, i qué otra cosa e s , que falta de co­

nocimiento? ¿qué deleyte hay natu­ ral , y verdadero , en que el otro es­ té descubierta la cabeza en tu pre­ sencia, ó hincada la rodilla? ¿A ca ­ so

la

descomodidad

F3

del

otro re-

86

La Utopia

mediará el frenesí de tu cabeza , ó medicinará la enfermedad de tus ojos ? En esta aparente, y falsa imagen de deleyte afectado , es notable cosa ver con quanta suavidad , y gusto se des­ vanecen aquellos, que con opinion de nobles, y generosos se lisongean, y aplauden porque tuvieron suerte de descender de tales m ayores, cuyas riquezas se han continuado por órdcn succesivo ( que no es otra cosa la no­ bleza , que la virtud , y riquezas en­ vejecidas), y no les parece que por eso son menos nobles un p e lo , aun­ que sus mayores no les hayan dexado un quarto , ó hayan gastado superflu a , y pródigamente lo que los dexaron. Ponen en esta cuenta á aquellos, que se dexan llevar de la belleza, y

de Tomás Moro.

B?

hermosura de las perlas, y piedras preciosas: y (com o he dicho) se sue­ ñan deidades , quando vino á sus ma­ nos alguna de las de grande valo r, principalmente de aquellas, que en aquel tiempo mas se usan y estiman: (porque no son unas mismas las que acerca de todos, ni en todos tiem­ pos

tienen general aprecio): y

no

compran la p iedra, si está engasta­ da en o r o , ni aunque no lo e sté , si­ no con juramento del que la vende, y

prestándoles caución y seguridad

de que es verdadera p erla, y piedra preciosa; tanto cuidado como éste les d a , por no engañar su vista con al­ guna piedra falsa. Tanto debe va­ ler la jo y a fina , como la falsa , pa­ ra con

aquel que su parecer no es

diferente del ciego que está sin vista.

F4

88

La Utopia Aquellos que

guardan

riquezas

amontonadas , no para aprovecharse de ella s, sino solo para deleytarsc en la contem plación, ¿ no es así que los tiene engañados el fingido, y falso de­ leyte ? Mas aquellos que escondiendo el tesoro , el qual por ventura no vol­ verán á ver m as, estando en pensa­ miento de no perderlo, lo pierden es­ condiéndolo en parte o cu lta , donde atinando otro con é l , pueda ser apro­ vechado , ¿ por esto has de tener gus­ to de haberle escondido, y estar con el ánimo seguro? Si alguno te lo guar­ dase por espacio de diez años, en cu­ yo tiempo te murieses, ¿qué te ha­ brá ayudado aquel caudal en el dis­ curso de los diez añ os, que no le tu­ viste ? A estos necios gustos, y deley-

de Tomás Moro.

89

tes vanos juntan otros cuya locura conocen de oídas, y no por u so , co ­ mo el ju e g o , ce tre ría , y

montería.

Porque ¿qué d eleyte, ni gusto tiene arrojar los dados en el tablero, cosa que tan freqüentemente vos

hacéis,

como si en ello hubiera algún agra­ d o , antes el mucho uso pudiera ser de enfado? ¿ N o puede ser antes ma­ yor fastidio el oír ladrar los perros? ¿ O qué mayor deleyte el ver un gal­ go seguir la lieb re, que un perro ir en el alcance de otro? Porque ver­ daderamente se ve la

velocidad de

correr de aqueste, y de aquel mo­ do. Si deleyta el ver despedazar, y matar aquel animalejo, debería antes mover

á piedad la liebrecilla flaca,

fugitiva, tím ida, é inocente ser despe­ dazada del galgo fe ro z, y cruel.

90

La Utopia

A sí los de Utopia han contradicho del rodo el exercicio de la c a z a , co­ mo arte conveniente á carniceros, cu­ yo uso han cometido á sus esclavos, juzgando, que el cazar sea de aque­ lla la mas ínfima p a rte ; y

la otra

tiene por mas ú t il, y honesta, quan­ do se matan los animales por la ne­ cesidad de la vida hum ana, y el ca­ zador solamente

toma gusto con la

muerte del mísero animalejo, y este deseo, piensan que nace de un áni­ mo dispuesto

á

la crueldad.

Estas co sa s, pues, y qualesquiera de esta calid ad , que son innume­ rables , aunque el vulgo de los hom­ bres las tienen por d eleyte, ellos, vien­ do que no tienen conformidad con la naturaleza, juzgan como cosa cierta, que no participan nada de suavidad,

de Tomás Moro. ni se acompañan con

91

el verdadero

deleyte. Que si bien recrean los sen­ tidos (porque parecen cosas de gus­ to ) , ellos no quieren dexar

su sen­

timiento , y opinion, diciendo que no consiste en la naturaleza de la cosa, sino en la estragada, y mala costum­ bre, de cuyo

vicio resulta, que se

tengan las cosas amargas por dulces; no de otra manera , que las mugeres preñadas corrompido el gusto de su paladar, juzgan á la pez , y al se­ bo mas dulces que la m iel: y así co­ mo el juicio pervertido, y estraga­ do , ó por enfermedad , ó mala cos­ tumbre , no puede mudar la natura­ leza de las demás cosas, así tampo­ co las del d eleyte; y del que tienen por verdadero, hacen diferentes es­ pecies.

92

L a Utopia

A l ánima dan el entendimiento, y aquella dulzura que nace de contem­ plar la verdad ; juntando á esto la agradable memoria de haber vivi­ do bien. E l deleyte del cuerpo dividen en dos form as, una que recrea la sensitu d , y restaura aquella parte del calor n a tu ra l, que se halla en nosotros, el qual se fomenta con el alimento, y la bebida: en otras ocasiones , mien­ tras se distribuyen aquellas cosas, de cu ya abundancia está lleno el cuer­ po , se goza de este d e le y te , eva­ cuando el estóm ago, ó en la gene­ ración, ó dando satisfacción á algún prurito : hay otro deleyte , que no da á nuestros sentidos cosa alguna de ellos deseada, ni los privan de ella, mas solamente con una oculta fuer-

de Tomás Moro.

93

za los introduce delectación, como la Música. L a otra especie de deleyte corporal quieren que sea del que con­ siste en la quietud,

y sosiego del

cuerpo con igualdad, ésta es la sa­ lud , que cada uno tiene, no inter­ rumpida con algún achaque, la qual por sí misma causa gran gusto, si no la asalta algún d o lo r, aunque no le venga de lo externo algún deleyte, ó suavidad; porque aunque es así, que no se manifiesta en lo exterior, ni se muestra á los sentidos, como el desordenado apetito de co m er, y de beber, esto no obstante muchos de­ fienden , que es el mayor de los gustos: así todos los Utopianos afirman que es grande, y confiesan ser el funda­ mento , y la basa de todos e llo s, sin el qual ao hay d e le y te , como aquel

94

L a Utopia

que solo hace la condicion de la vi­ da agrad able, y digna de ser desea­ da , porque aunque falte el dolor sin sanidad, antes se puede tener por es­ tupor , que soláz. L a opinion de los que decian, que la salud entera y

perfecta no

ha de ser tenida por d e ley te , por­ que no se puede afirmar , que está presente , si no se experimenta con algún movimiento exterior,

dias há

que la tienen excluida por incierta, teniendo esta qüestion muy cuidado­ samente disputada. Así ahora por el contrario todos afirman que la salud p erfecta , es el principal deleyte , por­ que dicen que habiendo enfermedad, ó d o lo r, éste es perpetuo enemigo del d eleyte, como lo es la enferme­ dad de la salud: ¿ qué gusto puede

de Tomás Moro.

95

haber donde ésta falta ? Imaginan que no es de im portancia, que la enfer­ medad sea d o lo r, ó que de ella pro­ ceda , porque de ambas maneras las­ tima y

atormenta. Si la salud es el

mismo d e ley te , ó la verdadera causa de é l , como el calor lo es del fuego, sea lo u n o , 6 lo o tro, es lo cierto, que á los que tienen salud

cumpli­

da , no les puede faltar deleyte. Dicen quando nos alimentamos restaurarse con el manjar la sanidad, que por hambre comenzaba á

enflaquecerse,

y quando vuelve al acostumbrado vi­ gor , sentimos el gusto del alimento, tanto mas quanto la salud es mas ro­ busta. Así parece ser falso lo que se d ice, que la sanidad no se siente, lo qual no puede acontecer en hombre, que no esté privado del sentido, y por

9 y p recisió n se valen lo s m al in te n c io n a d o s ,

y

co n trario s á nuestra R e l ig i ó n , para a m p lia r, y estender sus p ro p o s ic io n e s , y d o ctrin a s t o r ­ cidas > y para e sto tra en la au to rid ad de lo s S ancos, citán d o lo s ¿ no co m o e llo s h a b laro n , sino co m o quieren que h ablen .

En esta aten­

ción los

C a t ó li c a ,

P relad o s de la Iglesia

las In q u isicio n es de e lla ,

se v ie ro n

y

o b lig a ­

dos á p reven ir la m a licia d e algu n o s co n ca n ­ cion es , lim ita c io n e s ,

y declaracion es en lo s

lib ro s de lo s Santos Padres de la I g le s ia , c o ­ m o &e re co n o ce en las que han p uesto en lo s E x p u rgato rio s d e España , y P o rtu g a l , en lo s

16o

La Utopia

y a sido egregio en v irtu d ; pero la ma­ y o r p a r t e , y mas sábia no reveren­ cia alguna de

aquestas co s a s , antes

ju zg a que h a y una o c u lta , ete rn a , in-

T ra ta d o s , y D o cto re s,

obras d e

m uchos M ártires , y

co m o son , San Ign acio , Sao V i c ­

to r in o , San Zenon , Sao P r u d e n c io , y o tro s en gran n úm ero. E sto m ism o ha aco n tecid o al V en erable M ártir T o m ás M o r o , que según su fervo ro sa fe , y de la de a q u ello s á quien e scrib ía , in tro d u x o algunas c lá u s u la s , que en el sentido

de

ellas eran , y

son C a tó lic a s;

pero según el estado que h o y tien e

el siglo

pueden dañar , p o r lo qual los E x p u rg ato rio s de

España santam ente orden aron , no

andu­

viese este lib ro sin refo rm arle. A l p rin cip io engañaron y

á sus

lo s enem igos in visib les al m undo, m ayores sabios ,

p luralidad de D io ses

in tro d u cien d o

para la id o latría.

la

Este

e rr o r lo d errib ó el S a lva d o r del m uudo C h ris-

de Tomás Moro.

i6r

m ensa, é inexplicable divinidad sobré toda capacidad hum ana, la qual con la virtu d , no con grandeza se estiende por este m undo:

y

á este D io s

(o nuestro Señ or co n su advenim iento , en tal m anera , que n o hay

ra stro de él en gen-,

te de razón , y y a no perm anece sin o entre unos p o co s b árbaro s , que habitan e l fin de la tie r ra ,

lia p ro cu rad o e l engaño en lo ú l­

tim o de la edad p erve rtir al m u n d o , qu itán ­ dole el verd ad ero c o n o c im ie n to de D i o s , por m edio del A teísm o , establecien do en lo s án i­ mos extrañ os , que el ánim a

del

m orcal , y

m uerte ,

se

acaba co n la

la de lo s b ru tos ir r a c io n a le s , trabaja en p e rsu a d ir,

hom bre es

q u e á cada qual es p er­

m itid o h o n rar á D io s con la R e lig ió n quisiere ,

aunque

E va n g e lio . discurre en

tea

El p iadoso

co m o

y juntam ente

co n tra

que

la unión del

M ártir T o m ás M oro

este ca p ítu lo de la R e lig ió n d«

L

, La Utopia

ióa

llam an P a d re ; de éste reconocen el origen , e l a u m en to, la m udanza , y e l fin de todas las c o s a s , y 'á é l so­ lo rinden divinos h o n o re s: los otros

lo s Ucopianos accrca de la variedad que per*

¡

m itian en

la

R ep ú blica ,

p u rg a to rio s n o lim itan

y

aunque lo s E x ­

a lg o de é l ,

co m o lo

a d vierte el testim o n io del M aestro B arto lo m é X im cn cz P a có n , á quien justam ente e l Santo T rib u n a l ha co m e tid o lim p ia r o b r a s , que ne­ cesitan

de c o r r e c c ió n , to d av ía ha parecido

p re ve n ir la o c a s io n , que puede tom ar e l A te ís ­ ta , y P o lític o c o n tra lo que e l g lo r io s o M ár­ t ir p r o c u r ó : y

atendiendo á esto dispuse es­

ta nota , p o r n o q u ita rle al te x to , y gu ar­ dar las leyes de tra d u cto r , cam ina el

con que se en­

sen tid o C a tó lic o del M ártir. Y es

c i e r t o , que co n vien e que haya mucha varie­ dad de R e lig io n e s , cuícos , leyes , y cerem o ­ nias

dentro de la R e lig ió n

E v a n g é lic a , C a-

de Tomás Moro.

1 63

to d o s , bien que adoran cosas divei> s a s , concurren en este p a re ce r, que h a y un Sumo D i o s , e l qual es C ria ­ dor de t o d o , y con

có lica

Rom ana ,

b id o , y d ice

hay

el

y

así vem os que la

para

A p ó s to l

su providencia

siem pre.

P o rq u e

ha ha­ co m o

S. P a b lo : M u lii form is s t -

fitu tia D el.

O co m o lee e l cexto S ir ia c o : S t -

pientia

differentüs p lena. Y en lo s Canta?

res

p ti

se le e :

M ille

cly p ti ptn d tn t

ex

ea.

Un

m o d o de g o b ie rn o , leyes , y cerem onias h u ­ b o en

la

p rim itiv a

su b sca n cia l, que

Ig lesia ,

guardando I9

ahora n o está en

p rá ctica ,

co m o se v e en m u ch o s C án on es de lo s A p ó s­ to les ,

y á esd a era le ha to ca d o va rio s usos.

En e l presente hay tanta d iferen cia de cere­ m on ias

en

la M isa , y

B rev ia rio s

de G rier

g o s , con R eliquias del R itu a l R o m a n o , tan­ ta v a r ie d a d , y diversidad de R eligio n es Mo^ n á s t ic a s ,

M en d ica n tes, y M ilita re s , co n d i-

L 2

164

La Utopia

lo c o n s e r v a , y llam an en su lengua M it r a ; mas discordan en e s t o , que unos p ro fesan , que este Sumo D ios sea una ese n cia , y otros o t r a ; afir­ man que este S u m o , á quien reve-

v e rso s h á b ito s , é in s t it u t o s ,

tanta

variedad

de l e y e s , y diversidad de decretos

C a n ó n i­

co s , en

unos adm itidos en unos p u e b lo s , y no

o tro s . N o es m enos la disonan cia de e s­

p ír it u s , unos de vida a c tiv a , tem p la tiv a , ven

en com unidad. L os

tan con ten tan qu e

o tro s de c o n ­

unos so lita rio s , y o tro s que v i­

seg u ir á

co n p ersegu irlo s :

d ix ero n ,

q u e no se co n te n ­

lo s S a n to s , s o lo se c o n ­ y

p o r no d e cir lo

dicen l o que e llo s m andaron ,

que n o se d ix e s e :

p o r esto nuestro R e lig io ­

so A u to r , ceñido en sus d o c t r in a s , y ase­ gu ra d o en el fundam ento con seguridad

de la

de co n cien cia la

sabidu ría del m undo.

f é , enseña certeza de la

de Tomás Moro.

165

rcncian por D io s , tiene el gobierno de éste to d o , y poco á poco se apartan de la varied ad de la superstición, y concurren en aquella

Religión , que

con mas r a z ó n , y evidencia se prue­ ba ; y y a se hubieran todos reducido á un se n tir, sino que toda desgracia, que les acontece en e l m udar la R eli­ g ió n , piensan que les es enviada del C iclo por c a s tig o ; y que aquel D ios, á quien quieren d e x a r , se venga de aquesta im pía intención. M as después que y o les prediqué e l nom bre de C h r is to , su doctrina , y m ila g ro s, y la constancia de tan­ tos Santos M ártires , que espontánea­ mente derram aron su sangre , y co ­ mo tantas naciones se han converti­ do , m ilagrosam ente se inclinaron , ó por divin a inspiración , ó por pareL

3

r 66

La Utopia

cerles verd a d eram en te, que este ca­ mino es m uy semejante á su doctrina; y esto pudo

m u c h o , porque habían

com prehendido , que la manera de su v iv ir agradaba á C h r ls to , y que los verdaderos Christianos tenían C on ven­ tos m u y semejantes á sus institutos; pero de qualquiera suerte que ello ha­ y a s id o , muchos se convirtieron á la F é C h ristian a, y recibieron las aguas del Bautismo. Em pero de los quatro que a llí asistim os, ninguno era Sacer­ d o te , porque los dos habían m uer­ to. T od avía

aquellos pueblos hasta

ahora desean recibir aq u ello s: Sacra­ mentos , que pertenece su adm inistra­ ción solam ente á los Sacerdotes ; y or­ dinariamente

disputan entre ellos si

sea lícito sin comision dél Pontífice-

de Tomás

Moro.

167

elegir Sacerdote á uno de -e llo s; mas hasta ahora no lo habian electo quan­ do y o m e partí de su tierra. L os que no han adm itido la R e ­ ligión C hristiana no persiguen al que la c r e e ; pero uno nuevam ente bauti­ zado , aunque y o le am onestaba que c a lla s e , no deteniendose en predicar ardientem ente la Fé C h ristia n a , y con? denando toda o tra doctrina i* llam an­ do impíos aquellos que adoraban otra d e id ad , que la Santísima T rin id ad ^'.y ser dignos, del fuego eterno , fue pre¡s o , no y a com o violad or de la R e­ ligión , sino com o aquel que habia al­ borotado e l pueblo , y causado tumuLto , alegando sus antiguos: institutos, que cada

uno podía teaier la creen­

cia que mas le agrad ase. L o s Utopienses habiendo entendido L 4

i68

La Utopia

que los primeros pobladores de aque­ lla re g ió n , considerando que aquesta variedad de s e c ta s , com batiendo en­ tre ellos por R e lig ió n , había ocasio­ nado que fuesen vencidos ,

hicieron

un edicto , que cada lino pudiese pro­ fesar la R e lig ió n , que mas se confor­ m aba con su sentim ien to: y si algu­ no deseaba reducir á otro á su o p in io n , podia con

m odestia y razones

persuadirle ; mas no usar en esto de violencia , ni injuria : y al que con­ tendía en la maLeria importunamente, lo- castigaban con d e stie rro , ó servi­ dum bre. H icieron los Utopienses tal ■estatuto, no solam ente por conservar la paz , que con la desunión , y el ¿dio se extingue ; sino porque pien­ san que es agradable á Dios el cu l­ to v a r io , y d iv e r s o , y que por es-

de Tomás Moro. to inspira

169

diferentes ritos á é s t e , y

a q u e l; mas ju zgaron que no fuese con­ veniente querer coa violencia , y ame­ nazas, forzar á alguno á creer aquello que tú tienes por verdadero ; y aunque una de aquellas Religiones fuese ver­ dadera , tod avía les pareció que fue­ sen persuadidos sus Ciudadanos á ella con m o d estia , esperando que la ver­ dad , com o quiera que fu ese, permane­ cería , y saldría victo rio sa ; y que con­ tendiendo con arm as los hombres obs­ tinados podrían con su vana supers­ tición oprimir la verdadera Religión, á la; manera que los frutos quedan ahogados de las espinas, y abrojos; así m ovidos de estas razones dexarojx libres á cada qual el creer aquello que mas le agradase. Solamente prohibie­ ron , que ninguno afírmase m orir las

ijro

La Utopia

ánimas juntam ente con los cu erp os, y que el mundo se gobernase acaso sin providencia divina , queriendo que despues de esta v id a fuesen castiga­ dos los v ic io s , y prem iadas las v ir­ tudes. L os que negaban tales propo­ siciones eran tenidos por peores qué b estias, com parando las áhimas á los b r u to s , ni aun los tenian en el nú­ m ero de los C iu d a d a n o s, com o aque­ llos que no siendo enfrenados del te­ m o r , despreciarían

toda buena cos­

tum bre , é instituto. Y

es de creer

que éstos se opongan á las le y e s , ó .procuren anularlas por servir a p e tito ,

no teniéndolas

á su

en reveren ­

cia , ni esperando, ni tem iendo go­ z o , ni castigo despues de este siglo. A los que tienen esta opinion no los admiten á h on o res, ni les dan puestos,

de Tomás Moro.

i? i

antes los dexan com o ineptos , é in­ hábiles , pero no los ca stig a n , dán­ dose á c r e e r , que no esté en mano de alguno creer que h ay inm ortali­ dad. A l que le a g ra d a ,

no le fuer­

zan con am enazas, que tenga secre­ to su parecer , fingiendo el creer co ­ mo los otros.

Prohibenles e l dispu­

tar de esta op in ion , especialm ente en presencia del vu lgo , mas exórtan á os Sacerdotes graves , á que confie­ ran, esperando que tal locura d eba ser vencida de la razón. O tros en gran núm ero creen que aun las

ánimas de las bestias sean

inm ortales, mas de diferente digni­ dad que las n u estras, y no nacidas á igual felicidad. T an to concepto hacen de la inmen­ sa felicidad de nuestras án im as, que

i? 2

La Utopia

lloran á los d o lie n te s, pero no á los m u ertos, sino es á aquellos que mal de su grado dexan esta v id a , y esto tienen por m al agüero , com o si el ánima sin esperanza de bien a lg u n o , atemoriza­ da de la propia co n cien cia, temiese el su p licio : y piensan que no agrada i Dios el cam inar de aquel que no cor­ re vo lu n ta riam en te,

quando es lla­

mado , sino que se r e t ir a , y rehú­ sa.

Si ven m orir á

alguno

en es­

ta fo r m a , se d e sm a y a n , y lo en ter­ ran sin

p om p a,

y

ruegan á Dios,

que perdone aquella flaqueza.

Nin­

guno llora á aquellos que mueren con alegría , y con buena esperanza , an­ tes hacen sus exequias con gozo , en­ comendando á Dios las ánim as, y que­ man los cuerpos con reverencia > tnas qué con quexa.

de Tomás Moro.

1^3

L evan tan un C o lo s o , donde es­ culpen las

alabanzas del d ifu n to , y

;n volviendo á sus casas relatan sus costumbres, y la vid a

recom endan­

do su m u erte : y tienen que tal co n nemoracion de la bondad sea un v i­ vo estím ulo á la v ir tu d , y un gratí­ simo culto á los d ifu n to s,

porque

creen que los muertos invisiblem ente e hallan presentes á semejantes dis­ cursos , pues no serían fe lic e s , si no pudiesen ir donde les p la ciese, y se­ rían in g ra to s, si no deseasen v o lv e r S ver á sus a m ig o s,

con quien

se

callaban unidos con recíproco am or, v profesando ser a g ra d e cid o s, por­

que mas presto debe de

aum entar­

se en ellos la ca rid ad , que disminuir­ se. Creen que los muertos andan en-

174

La Utopia

tre los v iv o s , mirando lo que se ha ce,

y d ic e ,

con que acom eten ar

dientem ente las empresas , confiando se de tales a y u d a s , y trayendo la re presentación de su honor en la pre sencia

de sus

m ayores

de com eter c o s a ,

se guarda

que no sea mu

honesta, aunque sea en secreto. H acen poco caso de los agüero; y otras supersticiones d ivin a to ria s, qu suelen ser de tanta reputación entr otras nacion es: veneran los milagro; que vienen sobre las fuerzas de nati r a le z a , com o testimonios de la divi na p re se n cia , y en portancias

con

las grandes im

públicas

rogacionc

procuran aplacar á Dios. Piensan que contem plar las cosa naturales sea un culto gratísim o al Cif lo. M uchos m ovidos de R eligión me

de Tomás Moro.

1^5

nosprecian las le tr a s , y no se dan á ninguna contem plación , mas solamen­ te piensan de adquirir la perpetua fe­ licidad con las buenas o b r a s , sirvien­ do á los enfermos , reparando los ca ­ minos , lim piando los fo s o s , reforzan­ do las puentes ,

sacando m ateriales,

conduciendo á la C iudad frutos, y mad e ra g e , aserrando los á rb o le s; y co­ mo si fueran

esclavos se ponen v o ­

luntariam ente á todo tra b a jo , aunque sea g ro se ro , y á qualquiera la b o r, que por afan la hayan d e x a d o , fatigándo­ se continuamente porque los otros re­ posen , y no desdeñando al que v iv e diferentemente. E ntre e sto s, quanto mas se portan com o s ie r v o s , tanto mas vienen á ser de los otros estim ados, y

honrados:

h ay de dos su e rte s, unos que viven

176

La Utopia

castos , y no com en ca rn e s, dando de mano á todo d e le y te lascivo , con es­ peranza de la vida fu tu ra , y así v i­ ven san o s, y prósperos. L a otra suer­ te de gente dada igualm ente al tra­ bajo se casa por tener succesion, que sea útil á la R epública ; no huyen de aquellos entretenimientos que no les aparta de la asisiencia del traba­ jo , y comen carnes de an im ales, per­ suadidos que con

aquel alim ento se

vu elven mas robustos para la toleran­ cia de los trabajos. Los U topianos tienen á estos por mas prudentes, y á aquellos por mas sabios. Burlan de los que hacen mas aprecio del c e lib a to , que del matrimo­ nio , y de la vid a a u sté ra , que de la d e le y to s a : y no ‘se mueven mas á esto por la R e lig ió n , que por el honor,

de Tomás Moro.

177

porque se guardan sumamente de no condenar la Religiou de a lg u n o , y á estos les llam an B u trescos, que acerca de nosotros significa supersticiosos. Tienen solamente treinta Sacer­ dotes de vida san tísim a, para todas las Ciudades según el número de los tem p lo s; pero quando van á la guer­ ra no conducen consigo mas de siete de a q u e llo s, y

no crean otros siete

en lugar s u y o , hasta que vu elven de la jo rn a d a ; y ea aquella sa zó n , los últimos acom pañan a l P o n tífice, sin que por m uerte de los primeros su­ cedan en e l Sacerdocio. Son elegidos del p u e b lo , como los M a g istra d o s, por votos secretos, porque no nazca odio entre e llo s , y son consagrados de los de su C o le ­ gio : estos se dedican

únicamente á M

178

La Utopia

los divinos misterios ,

y al cuidado

de la Religión , y son censores de las co stu m b res, y es vituperado aquel á quien ellos reprehenden, siendo su ofi­ cio am onestarlos delinqiicntes, como de los M agistrados castigarlos. Sola­ m ente descom ulgan los obstinados, y tachan mucho al que lo está , y lo tienen por g ra v e sup licio, porque te­ men á la in fam ia , y

á la Religión;

fuera d e esto no se detienen

en lo

te m p o ra l, porque si se tardan en ar­ repentirse , y á satisfacer al Sacerdo­ te , son castigados de los M agistrados. Estos Sacerdotes educan la juven­ tud , teniendo m ayor cuidado infor­ marles en las costu m bres, que ense­ ñarles las letras : y

ponen todo es­

tudio en que adquieran buena

opi­

n ió n , y que vengan en deseo de ser

de Tomás Moro.

9

útiles á la causa p ú b lic a , para que los ánimos de los adúleos , instrui­ dos de este modo en la edad viriL, se dispongan á mantener el estado de la R e p ú b lica , el qual no solamente se desencamina por los v ic io s ,

mas

tambicn por las siniestras opiniones. Dan á los Sacerdotes las mas se­ lectas mugeres del p u e b lo , y hacen Sacerdotisas las m atronas, aunque no ordinariam en te, si no son viu d a s, ó y a de edad madura. Son m uy venerados los Sacerdotes de los

U topienses, mas que ningún

M agistrado : y si vienen

é ser reos

de algún d e lito , nadie tiene autori­ dad para castig arlo s, antes los dexan a l divino ju ic io , y á la propia con­ ciencia ; porque no les parece justa cosa

ppner las

manos mortales, ea M 2

La Utopia

18 o

aquello que está consagrado á Dios. E sta costum bre pueden

observar fá­

cilm ente , porque eligen Sacerdotes de vida a p ro b a d a ,

los quales rara vez

caen eti los v ic io s , viendose con tan­ to favor elegidos , porque observen la v ir tu d : y

si en fin sucede que pe­

q u en , como acontece en la flaqueza humana , todavía como pocos son , y sin potestad

de m and ar, no recelan

que puedan en modo alguno infestar la R e p ú b lic a , y ordenan pocos para que sea la dignidad mas reverencia­ da,

y porque creen

que sea difícil

cosa h allar gran número de buenos, que puedan ser dignos de semejante dignidad. Son

m uy respetados, así de los

pueblos de U to p ia , com o de los extran geros, lo qual les v ie n e , á mi ver,

de Tomás Moro.

18 1

de que quando llegan al hecho de ar­ m as, los Sacerdotes están separados de las esquadras , hincados de rodi­ lla s, y revestidos con las manos le­ vantadas al Cielo ruegan primeramen­ te poi la paz , y en segundo lugar por la victoria de su pueblo sin der­ ramamiento de sangre de ninguna de las partes: y vencieodo los suyos cor­ ren á los esquadrones, prohibiendo las muertes de los que quedan desbarata­ dos, y ninguno los ofende. Tanta reve­ rencia dan á estos, que no se atreveu á tocarles las vestiduras, y por esto los tienen en tanta veneración las na­ ciones: y no ha acontecido menos ve­ ces salvar los enemigos de las ma­ nos de sus Ciudadanos, que á estos de las de sus contrarios. Algunas ve­ ces ha sucedido, que siendo desbaraM 3

18 2

L a Utopia

tado su cam po, y metiendole el ene­ migo al sa co , con la llegada de los Sa­ cerdotes se han atajado las m uertes, y hecho paces con razonables partidos; y nunca se halla nación tan fcróz, y c ru d a , que no les haya honrado como sacrosantos,

é inviolables.

Celebran solemnemente el prime­ ro , y último día del m es, é igual­ mente el del a ñ o , el qual reparten por meses medidos por la Luna , co­ mo el año por la vuelta del Sol. En su lengua llaman á qualesquier pri­ meros dias de mes Ciriemernos, y

á

los últimos Trapemernos, qúe es co­ mo si dixeramos primeras -fiestas, y últimas fiestas. Se ven excelentes Templos , no so­ lo de grandeza en la o b ra , sino por la capacidad necesaria , por ser pó-

de Tomás Moro.

18 3

eos los que h a y , para que quepa en ellos el innumerable pueblo que tie­ nen. Todos ellos están algo obscuros, y no porque no saben ed ificar, sino por consejo de los Sacerdotes, porque dicen que habiendo poca luz se di­ vierten menos los pensamientos, y que los ánimos están mas recogidos, y mas atentos siendo la claridad indiferente, y p o c a ; y entienden que así se guar­ da mas la Religión , la qual como no es una entre todos e llo s, aunque va­ rias, son de tal form a, que aunque de muchas maneras , y por diferentes cam inos, van dirigidas á un fin, que es el culto de la divina naturaleza: por eso ninguna cosa se v e , ni oye en los Tem plos, que no p arezca, que quadra á todas las Religiones en co­ mún. M4

L a Utopia Si alguno sigue alguna opinion de Religión particular, éste la practica dentro de su casa ; pero las cosas pú­ i8 4

blicas las tratan con tal orden, que no derogan en nada á las particula­ res; de suerte, que en ningún Templo se ve imagen alguna, para que cada uno pueda libremente concebir en su idéa, y

sentimiento la deidad

que

quiera, conforme su R eligión: no tie­ nen nombres particulares de algunos D ioses, sino solamente el de M itra, con el qual todos conform an, y asien­ tan en una naturaleza de la Magestad d ivin a, qualquiera que ella sea. Ningunas oraciones se ordenan, que no pueda cada uno decirlas sin ofensa de su opinion. Todos acuden ayunos á los Templos i dar gracias á Dios en las tardes de las fiestas

de Tomás Moro.

18 5

del año, ó mes en cuyo fin se ce­ lebra la fiesta, y habiendo dado gra­ cias , con alegría el dia siguiente, que es el primero del m e s, ó a ñ o , por la mañana se juntan todos en el Tem­ plo á pedir á Dios felices , y prós­ peros sucesos para aquel año ,

6 mes,

á que se da principio ea aquella fies­ ta : mas en las de fin del m e s, ó a ñ o , las m ugeres, antes que vayan al Tem plo , hincadas de rodillas á los pies de sus m aridos, y los hijos á los de sus padres , confiesan haber pe­ cado , si acaso hicieron alguna co­ sa indebida, ó dexaron de hacer con cuidado lo que tenian obligación , y piden perdón de sus yerros. De es­ ta suerte si habia habido algunas apa­ riencias de odios esta satisfacción

domésticos , con se deshacen

paia

i8 6

L a Utopia

poder asistir á los sacrificios con áni­ mo pacífico , y q uieto, porque asistir con espíritu alterad o , se tiene

por

gran maldad : por eso hallándose cul­ pados de algún enojo, ó mala volun­ tad contra alguno, si no es reconci­ liándose

prim ero,

y

limpiando sus

afectos , no osan asistir en los sacri­ ficios, temerosos de que su maldad ha de tener un gran castigo. Habiendo venido al T e m p lo , los hombres se ponen á una parte de por sí á la mano d erecha, y las mugeres distintas á la siniestra, y de tal suer­ te eligen su lugar , que todos los va­ rones de una familia están en presen­ c i a , y compañía del padre de ella; y las hembras se acomodan con la madre. D e esta suerte se tiene gran cuenta con todas las acciones, bisa-

de Tomás Moro. i* T jes , y meneos, que sean compuestos en lo exterior por la autoridad, y disciplina de aquellos que los gobier­ nan en su fam ilia: y también tienen gran cuidado, en que el mas mozo acompañe siempre al mas anciano, porque andando muchachos con mu­ chachos, no gasten en niñerías todo el tiem po, en el qual principalmen­ te deben aprender el temor religioso, que es el único aguijón, que incita para la prosecución de las virtudes. N o sacrifican animales, ni se per­ suaden á c re e r, que la divina cle­ mencia tiene gusto de las hostias cruen­ tas, porque concedióla vida á todos para que gozasen de ella. Gastan in­ cienso , y

otros perfumes olorosos;

llevan delante gran número de an­ torchas , no porque no sepan que es-

18 8

L a Utopia

tas cosas no aumentan el ser de la divina naturaleza, como ni las ora­ ciones de los hom bres, sino porque es género de reconocimiento, y re­ verencia inculpable; y con estos olo­ res , y lum bres, como con las demás ceremonias, sienten, que los ánimos de los hombres en cierta manera se inflam an, y levantan á D io s , aspi­ rando á é l , y á su adoracion con es­ píritu mas encendido. Todo el pueblo asiste en los T em ­ plos vestido de blanco , y solo el Sa­ cerdote se c u b re , y adorna de va­ rios colores: el ornamento es admi­ rable en la hechura, y form a, asi­ mismo de preciosa materia , no bor­ dado de o ro , ni sembrado de piedras preciosas , antes matizado con diver­ sas plumas de aves de diferentes co-

de Tomás Moro . lores , labradas

tan

18 9

elegantemente,

con tanto prim or, y artificio, que nin­ guna m ateria, por muy preciosa que se a , pueda igualarse al arte. Además de esto en aquellas a la s, y plumas de las a v e s , en el con cierto, y ór­ den de ellas, y en los repartimientos de la la b o r, que se ve en el vestido del Sacerdote, dicen que se contienen, y encierran misteriosos secretos, ocul­ tos, y escondidos, cuya significación sabida (la qual declaran cuidadosa­ mente los que hacen el sacrificio ) afir­ man que les amonesta la grandeza de los beneficios divinos para con ellos, y la piedad que deben tener para con D io s , y las recíprocas obligaciones que unos con otros deben de guar­ dar. Luego que el Sacerdote así ador-

190

L a Utopia

nado sale de la sacristía al Templo, todos instantáneamente se dexan caer en tie rra , haciéndole veneración con tan profundo silencio en todas partes, que lo aparente del caso pone terror, y asom bro, como si vieran presente alguna deidad , y habiendo estado por algún tiempo postrados en tierra, ha­ ciendo señal el Sacerdote, se levan­ tan , y luego cantan alabanzas á Dios, las quales van distinguiendo con ins­ trumentos músicos en otra form a, y manera diferente, que en nuestra pa­ tria se u sa ; y si bien los mas de es­ tos músicos son al modo de los nues­ tros , con

todo se aventajan mucho

en suavidad, de suerte que no pue­ den los nuestros compararse con ellos, pues sin género de duda cxccde mu­ cho toda su m úsica, así la que se ha-

de Tomás Moro.

19 1

ce por instrumentos , como la que se canta por voces de los hom bres: de tal. manera imita , y declara los afec­ tos naturales, acomodando el sonido y melodía á la materia ; ora sea orad o n de ro g a tiv a , ora aleg re, placa­ ble , turbada, ó de lúgubre sentimien­ to , que dispone, penetra, y encien­ de los ánimos de los oyentes admira­ blemente. A l fin el Sacerdote , y el pueblo juntamente hacen unas solem­ nes preces con las palab ras, que tie­ nen diputadas para e lla s , tan

bien

compuestas, y ordenadas, que aque­ llas cosas que todos juntos d icen , ca­ da uno en particular muy acomoda­ damente se las aplica á sí mismo. En ellas cada qual reconoce á Dios por Autor de la creación, y del gobier­ no universo , y de ludas las demás

192

L a Utopia

cosas buenas, y le da gracias por los beneficios recibidos , y particularmen­ te de que favoreciendo Dios aquella República les vino por suerte gozar de tal felicidad con aquella Religión, que tienen confianza es la verdadera; y piden á Dios en sus oraciones, que ordene por su bondad vengan en co­ nocimiento , si es que en aquello co­ meten algún

error , 6 si hay otra

Religión mas verdadera , y que mas agrade á D ios, se lo manifieste, por­ que están prontos para seguir aque­ llo á que le encam ináre; pero si la forma de esta República es la mejor, y su Religión la mas re c ta , que le dé constancia para perseveraren ella» y que trayga á todos los demás hom­ bres á aquel instituto de v iv ir , y á que sientan de la misma suerte de

de Tomás Moro.

193

D io s, sino es que también le agrade á su inescrutable volun tad, que haya esta variedad de Religiones. Suplican­ te que despues de su muerte los lle­ ve para s í , y que ésta no sea cruel, ni estraña. Habiendo hecho esta oracion vuel­ ven segunda vez á postrarse inclina­ d o s, y levantándose poco á poco se van á co m e r, y pasan lo que resta, del día en juegos,

y exercicios de

disciplina militar. Os he referido con la m ayor ver­ dad que he podido la forma de aque­ lla R epública, que no solamente ten­ go con toda certeza por m uy bue­ na , sino que juzgo que solo ella es República , y que con particular de­ recho puede tomarse para sí el nom­ bre de ta l; porque aiuique verdadeN

194

L a Utopia

ramente se trate en otras partes del bien público , siempre se atiende mas al particular, y en Utopia se mira únicamente á la común utilidad, dexando de todas maneras olvidado el propio interés. En otras Repúblicas, aunque sean prósperas, y florecientes, y nadie te­ ma morirse de ham bre, procuran no obstante mas sus comodidades parti­ culares, que la pública conveniencia, y aunque la necesidad en otras obli­ ga á hacer esto, no así en aquella donde todo es com ún, y por lo mismo ninguno teme el morir porque^le falte, respecto de estár llenos los graneros púb lico s, de donde se distribuye á todos con igualdad; y así no hay ningún p o b re , porque nadie posee co­ sa alguna en particular , y vienen to-

de Tomás Moro.

19 5

dos á ser ricos en común. ¿Atreveráse alguno á comparar la equidad de otra gen te, la qual á mi parecer no tiene sombra alguna con la igualdad de esta República? ¿Q ué justificación es aquella , que un no­ ble , ó un p le b e y o , que sea usurero, ú otro qualquiera que no se emplea en cosa alguna, ó que toda su acción es poco necesaria á la R ep ú blica, se adquiera con esta ociosidad el vivir con esplendor , y re g a lo ; y un escla­ vo , un hombre del cam po, ó un ofi­ cial que de dia , y de noche con tan­ ta

fatiga ( que no la

puede tolerar

un

anim al) se grangee escasamente

e l alimento' ordinario con menos co­ modidad que los brutos, pues no can­ sándose tan continuamente, no pade­ cen el temor de que les falte las coN 2

196

La Utopia

sas necesarias á la vid a? ¡á estos el trabajo de poco provech o,

y

fruto

les está siempre aguijoneando, y el recuerdo de la ve je z, que se ha de pasar con pobreza , les quita la vi­ da , como aquellos, que el jornal de un dia les es tan tenue, que no les puede bastar para el sustento de él; tan lexos está el crecer su caudal de esta suerte, y el sobrarles algo de lo de cada d ia , que pueda guardarse para pasar bien la senectud! Por ventura ¿no es in grata, é in­ justa aquella R epública, que desper­ dicia grandes dádivas y caudales, en los que llaman nobles, con los A rtí­ fices de cosas vanas, con los Bufo­ nes , con los inventores de superHuos d e le y te s , y con otros muchos de es­ te género, no mirando con benigni-

de Tomás Moro.

1 9 *r

d ad , como d ebieran, á el bien de los A gricultores, A rtífices, y Laboran­ te s , sin los quales la República to­ talmente no puede conservarse ? ¡ D e­ sagradecida

usa mal de los trabajos

de aquellos que pudieran ser de pro­ vecho , olvidando

sus desvelos ;

y

sin acuerdo de tan grandes beneficios, quando despues de haber pasado mu­ chos años con graves enfermedades, se hallan necesitados de todas las co ­ sas , los recompensa dexandoles mo­ rir en extrema pobreza! ¿ Qué dirémos de los ric o s , que se quedan con e l salario de los pobres ; no solamen­ te con violencia , y engaño, sino con e l pretexto de las leyes? así lo que antes parecia injusto, como era no dar recompensa dé agradecimiento á los que habian hecho algún bien, y N 3

L a Utopia

19 8

servicio á la República ,• esta ingrati­ tud y perversión aún la colorean, y califican con nombre de justicia, esta­ bleciendo ley nueva. Estas invenciones de los ricos, so color de R epública, se convierten en le y e s : y los hombres dañinos, con insaciable cod icia, repar­ ten entre ellos las cosas que debían proveer á todos: ¡ quán apartados es­ tán de seguir la felicidad de la Repú­ blica

U topiana! En ésta han des­

terrado de todo punto la codicia d e l dinero, no usando de é l; y así evi­ tan muchas pesadumbres, can

de raíz las

¿ quién

maldades.

no sa b e , que

y arran­ Porque

los engaños,

hurtos, ro b o s, tumultos , alborotos, enemistades, m otines, m uertes, traycioncs, y venenos (que cada dia se renuevan m as, porque el castigo del

de Tomás Moro.

19 9

suplicio no basta á refrenarlos) se des­ vanecen despreciando el dinero; y que la solicitud de él trahe continuas fa­ tigas , y desvelos por ahuyentar la po­ breza 7 la qual sola parece que nece­ sita de la riqueza ? Para que esto os conste mas cla ­ ro , considerad con atención, y

rer

volved en vuestro áQimo lo que su­ cede en un año e sté ril, y sin frutos, en el qual muchos millares d e . per­ sonas murieron de hambre : llanamen­ te me atreveré á afirm ar, que si en fin de aquella carestía se manifesta­ sen los graneros de los rico s, se ha­ llaría tanto trig o , que si se hubiera repartido entré todos aq u ello s, que consumió la ham bre, ninguno hubie­ ra sentido aquella esterilidad del tiem-» p e ; y que con facilidad pudiera ha-

N4

200

L a Utopia

berse proveído el sustento, si aquel dinero , que con tanta excelencia fue h a lla d o , é inventado, para que con su ayuda se nos abriera la puerta al rem edio, y sustento nuestro, no hu­ biera sido so lo , el que nos cerró el cam ino, y estorvó el remedio. No ten­ go duda de que también los ricos sienten, y entienden así estas cosas, y que no ignoran quanto mejor fue­ ra la

condicion de que no se care­

ciera de ninguna cosa necesaria , que estár abundantes de muchas superfluas, y el librarse de tan innumera­ bles m ales, que el verse cercados de tan grandes riquezas. Y o tengo por cierto , que el verdadero respeto de la com odidad, ó la autoridad de Christo Salvador , el qual con su sabidu­ ría , y bondad pudo aconsejar aque-

de Tomás Moro.

20 1

lio que era m ejor, hubiera reducido todo el mundo debaxo de estas leyes, si no sé hubiera contrapuesto la sober­ bia , la qual no estima en tanto los bienes propios, como los males agenos , deleytandose en afligir los po­ bres , porque no m id e, ni regula la prosperidad por los provechos pro­ p io s, sino por el mal ageno. E sta aún quisiera ser tenida por D io sa, no habiendo miserables en el mundo, á quien ella pudiera mandar, y de quien pudiera triunfar , con cu­ y a s desdichas resplandezca, y cam­ pée su adquirida felicid ad , haciendo alarde de su poder, y riquezas, con que a flija , y aumente la m iseria, y necesidad. Esta Serpiente venenosa, estragan­ do los pechos de los hombres, comcj,

202

L a Utopia

si fuera el pez R em ora, los detiene, y hace vo lver para atrás, estorvaado que no sigan el mejor camino de la vida, por estar arraygada en los hombres, de suerte que no puede con facilidad arrancarse.

¡

M e contento de que esta forma dé República (que yo quisiera la tuvie­ ran todos) al menos les haya cabido en suerte á los Utopia nos , que han seguido tal instituto de vida , con qué plantaron tales fundamentos de Repú­ blica , que no solo tiene de durar felicísimamente, pero ( quanto se puede alcanzar por conjetura hum ana ) ha de permanecer para siempre : Porque siendo entre ellos estirpados los vicios, de la am bición, y la raíz de las sec-r ta s , y parcialidades , no hay allí pe­ ligro de discordia, que ella sola bal-

de Tomás Moro.

203

ta á arruinar las mas fortificadas Ciu­ dades , mas viviendo en concordia con saludables institutos, no podrá la emu­ lación de los vecinos Príncipes ( y a muchas

veces

rebatid a)

contrastar

aquel Imperio. Luego que Rafaél Hithlodeo dixo estas co sa s, á mí me venían á la me­ moria otras m uchas, que me pare-r cian se habian instituido en las cos­ tumbres , y leyes de aquel pueblo, no solo acerca de la razón del hacer guerra, de los ritos divinos, y de la R eligión, y de otras ordenanzas su­ y a s , sino también sobre el principal fundamento de toda su institución; es­ to es, de su modo de v iv ir , del sus­ tento común sin comercio de dinero, por el qual ( aunque según la común opinion es verdadero ornamento de

L a Utopia la R ep ú b lica) toda la nobleza y es­ plendor enteramente se destruye, y an iquila; pero porque sabía que es­ 204

taba cansado de contarlo , y no me aseguraba de que llevaría bien se re­ plicase contra su opinion; y princi­ palmente porque me a co rd a b a , que algunos habían sido reprehendidus de é l , por eso alabando la institución de los LJtopianos, y lo que había refe­ r id o , travandole de la m ano, le en­ tré á cenar conmigo , diciendole pri­ mero , que en otra ocasion, despues de haberlo mas bien pensado, habíamos de hablar , y conferir mas largamen­ te estas m aterias, lo qual á Dios plu­ guiera, que hubiera habido ocasion. En el ínterin no puedo dexar de conformar con todas las cosas que d ix o , por ser dichas por hombre (sin con tradición)

de Tomás Moro.

205

doctísimo, y juntamente muy práctico en todas las del sig lo : así confieso lla ­ namente , que hay muchas en la Re­ pública de los Utopianos , que dicien­ do la verd ad , mas deseo , que con­ fío , verlas en nuestras Ciudades. C a r p e r t vel noli nostra

,

v el tde tua.

Marcial, lib. 1. Epig. 93.

F I N.

20

^

RESUMEN 2)E LA HERÓTCA PIDA, T EJEMPLAR

muerte del Ilustre Tomás Moro , Canciller de Inglaterra ,

Gran

Vizconde y y Ciudadano de Lon­ dres , entresacado de la Historia Eclesiástica del Cisma de aquel Reyno , que escribió el P . P e­ dro de Ribadeneyra , de la extin­ guida Compañía de Jesús. E n tr e los muchos M ártires, que han padecido, nuestra

y muerto en defensa ,d c

Santa, y Católica Religión

con motivo del C ism a , suscitado en el

Reynado de Enrique O ctavo de

ao 8

Resumen de Ja Vida

Inglaterra,

se cuenta á Tomás M o­

r o , Varón de grande ingenio, exce­ lente doctrina, y loables costumbres. Nació en L on d res; su Padre se llamó Juan M o ro , hombre de linage mas honrado, que n o b le: Crióse baxo de los principios de la Religión, y piedad C a tó lic a , no sin aprovecha­ miento , tanto que el grande concur­ so de dotes corporales, y bienes del Alm a le hicieron clarísim o, y dieron verdadera nobleza á su Familia. Fue muy docto en todas las le­ tr a s ; y en las leDguas griega, y la ­ tina elocuentísimo. Sirvió muchas Embaxadas de su R ey. T uvo grandes cargo s, y preheminentes oficios, que administró con aplauso , rectitud , y tanto desinterés sin embargo de haber sido casado

de Tomás Moro. dos v e c e s , y tenido

209

muchos lujos-,

que no acrecentó su Patrimonio cien ducados de re n ta ; cuidando

única­

mente de amparar la Justicia , y Re­ ligión , y de resistir con su autoridad, doctrina , y obras que escribió, á los Hereges , que vcnian secretamente de Alemania á inficionar el Reyno de In­ glaterra , de tal suerte, que entre to­ dos los Ministros del R ey ninguno se señaló tanto en refrenarlos, é irles, á la mano; y por esto así como era am ado, y reverenciado de todus los buenos, fue aborrecido, y persegui­ do de los malos. Se exercitó casi quarenta anos en el gobierno de la República con tan. tos honores, y autoridad, que parecía que ninguna cosa le podia suceder con­ traria ; mas por una fuerza oculta de O

2io

Resumen de la Vida

pausas superiores se comenzó á tur­ bar su buena suerte, amenazando á é l, y al Reyno una grandísima rui­ na : pero como para entender éstas cosas era necesario referir toda la His­ toria , se dirá solamente lo que no se pueda escusar, y

singularmente lo

que toca á Tomás Moro. Veinte años habia que estaba ca­ sado el R ey Enrique O ctavo con D o ­ ña Catalina de C a stilla , hija de los Católicos Reyes D. Fernando, y Doña Isabel, de cuyo matrimonio tenían succesion ; pero , como fuese viuda (aun­ que doncella) del Príncipe Arturo , hermano de E n rique, herido éste de los amores ácia Ana.B olena, con quien deseaba casarse, se propuso repudiar y apartar de sí á su Esposa , pretex­ tando no podía serlo la que lo ha-

de Tomás Moro.

an

bia sido de su herm ano, sin embar­ go de que para ello habia obtenido dispensación del Papa Julio II. Tomó Enrique varios pareceres so­ bre el c a so , y preguntando el suyo á Tomás M o ro , éste , sin embargo de constarle gon quanta ansia deseaba el R e y separarse de su Esposa la R e yna Doña Catalina por

casarse

con

Ana B olena, lleno de santo temor de Dios respondió con pecho, y libertad christiana , que de ninguna manera le podia pareoer bien el divorcio ., y apartamiento de la Reyna. Mucho sintió Enrique esta respues­ ta porque le creía de su parte; pero disimuló por

entonces,

ofreciendole

grandes mercedes, y dones si apoyaba su resolución; y para estrecharle mas á ello , 1? mandó, que tratase este.neOi

2 ia

"Resumen de la Vida

gocio con

el Doctor F oxio, Rector

del Colegio Real de Cantabrígia ( pro­ motor de este negocio, grande adula­ d o r, y defensor de la voluntad del R e y ) . Confirió Moro con é l, y des­ pues de m uchas, y largas altercacio­ nes, y disputas se afirmó mas en su parecer, cxórtando al R ey de allí en adelante con tanto esfuerzo á que no dexase á la R c y n a , que no se atre­ vió Enrique á hablarle mas palabra en la m ateria, aunque se servia de él mas que de otro ninguno, en los negocios graves de su R eyn o, y dccia claramente que estimaría mas atraer á Tomás Moro, á su voluntad, que á la mitad de su Reyno. Estando tratándose jurídicamente eo Inglaterra de la causa de divorcio por los Jueces que á instancia del R ey

de Tomás Moro. 213 Enrique nombró el Papa Paulo I I I , los recusó la R e y n a , é interpuso apela­ ción para ante S. S. y aunque no se la admitieron dichos Jueces por con­ templación del R ey , el Papa , sa­ biendo lo que pasaba , la admitió , y avocó á sí la causa , mandando á los L egados, que no tratasen mas de ella , lo que sabido por la Reyna co­ misionó á Tomás Moro , para que hi­ ciese entender al R ey lo que el Papa habia mandado, y saber si era servi­ do se le notificase , cóm o, y por quién, cuyo encargo desempeñó sin que se le opusiese humano respeto. Habiendo caído de su privanza el Cardenal Volseo ( único autor del di' v o rc io ), y depuestole de sus empleos, confirió el R ey á Tomás M oro el de Cancelario , pensando aún que con esO3

a i4

Resumen de la Vida

ta m erced, y honra le traería á su opinion. Obtuvo esta Dignidad por espa­ cio de tres años, al cabo de los qua­ le s, previendo la horrible tempestad que amenazaba al Reyno con moti­ vo de haber desconocido el R ey la potestad de los Legados del P ap a, y declaradose Suprema Cabeza de la Igle­ sia

A nglicana, quiso Tomás

Moro,

como otros varones graves, y christianos d élo s que andaban en la Corte del Rey , acogerse con tiempo á puer­ to seguro, y pretextando su cansada v e je z , y grandes trabajos que habia tenido

en escribir contra los Here-

g e s , hizo dimisión de su empleo de C ancelario, la

que le fue admiti­

da por varios respetos , y principal­ mente porque no se verificaban las

de Tomás Moro.

2 15

ideas con que se le habia dado. Entendió el Papa todas las cosas que pasaban en Inglaterra, y el ánimo determinado del R e y á casarse con Ana Bolena , por lo qual le escribió rogándole encarecidamente no se dexase llevar tanto de la pasión, ni hi­ ciese novedad durante la litispendencia en perjuicio del primer matrimo­ nio ; y no bastando se lo mandó seve­ ramente con autoridad Apostólica so pena de excom unión; pero Enrique, que ardía en vivas llamas de amor in fern al, no dexó su mal proposito; y determinando, que Cranm ero, á quien habia hecho Arzobispo Cantuariense, diese la sentencia de divorcio, se ca­ só secretamente con Ana. Sabiendo los Hereges que esta en su cor&zon lo era Luterana, validos de O4

a i6

Resumen de la Vida

la ocasion acudieron en gran número á la Corte del R e y , y comenzaron á sembrar muchos libelos echadizos lle­ nos de impiedades contra las perso­ nas Eclesiásticas , entre los quales se presentó uno al R ey con título

de

Petición de ¡os pobres mendigos, en el qual se encarecía la infinidad de los que habia en el Reyno , y su extre­ ma necesidad , causada, según decian, de otros pobres robustos, y ociosos Eclesiásticos , los quales con artificio, y engaño poseían mas de la mitad de todos los bienes del R e y n o , dexando morir de hambre á los verdaderos po­ bres, y concluía suplicando el remedio. Ningun Eclesiástico se atrevió á refutarle; pero Tomás M o ro , lleno de zelo Christiano , escribió un Libro doctísimo y prudentísimo , en el qual,

de Tomás Moro.

a ijr

despues de rebatir las calumnias que contra el Clero se decían en el

li­

belo , mostró claramente que los bie­ nes, y rentas Eclesiásticas no llega­ ban con mucho á lo que los Hereges decían , y que no solamente ha­ bian hecho cosa piadosa, sino nece­ saria , los que habian dexado aque­ llos bienes á la Iglesia para conser­ var perpetuamente con ellos el culto d iv in o , sin el qual no puede con­ servarse la República ; añadiendo que estas rentas no solo servían para sus­ tento de los C lérigos, sino también de infinitos Legos que de ellos dependen, y para otras obras pias, que son gua­ rid a , y refugio de la gente pobre, y miserable. Fue tal el espíritu , doctri­ na , y eloqüencia con que escribió es­ to , que no hubo ninguno que osase res­ ponderle.

2i 8

Resumen de la Vida

Pronunciada la

sentencia de di­

vorcio por el Arzobispo Cranmero, se hizo público el casamiento del R ey con Ana B olena, á quien mandó co­ ronar , y que todos los Señores, y principales del Reyno delante del A r­ zobispo Cantuariense Cranm ero, Can­ celario Audleo, Secretario Cromwel, y de los otros Consejeros del R ey, jurasen que el segundo matrimonio era legítim o, y que Isabel, que de él habia nacido, era verdadera heredera del R e y n o , y que la Princesa Do­ ra M aría como

ilegítima , y espu­

ria debia ser excluida de. él ; pero el Obispo Rofense, y Tomás Moro do

quisieron hacer tal juram ento, y

por esto fueron presos con

el ma­

yo r escandalo, y rigor , como otros m uchos, que hablando mal del se-

de Tomás Moro.

2 19

gundo m atrim onio, cayeron en la in­ dignación del Rey. Aunque estaba en la cárcel T o­ más M o ro , despojado ya de sus ofi­ cios , y bienes, nunca se vió en él señal de tristeza , pen a, ni caimien­ to de corazun ; antes con grande ale­ gría d e cia , que todo este m undo, en el qual estamos desterrados despues del p ecad o , no es sino una carceL, y prisión de la qual á la hora de la muerte cada uno es llamado para o ír su sentencia, y que daba gracias á nuestro Señor porque su cárcel no era tan estrecha, y ni tan apretada como la de los o tros, pues siempre de dos males se ha de escoger

el

menor. La prisión de este insigne Varón, y la de su íntimo amigo el Obispo

220

Resumen de la Vida

Rofense tenían en grande expectación á todo el R eyno: y sabiendo el Rey la grande autoridad , y estimación que de ellos hacía, deseaba ganarlos, y en especial á Tomás M o ro , y para atraherle á su opinion le envió mu­ chos de sus Privados; pero viendo Enrique que con todo su poder, y artificio no le podia vencer, con gran­ des fatigas, y congojas de su corazon comenzó á dudar lo que mas á cuento le vendria, ó dexar con la vi­ da á un enemigo capital suyo , y reprehensor de su adulterio, ó quitár­ sela , y caer en la indignación de to­ do el Reyno. Se determinó al fin ,

comenzan­

do por Rofense , contra quien se en­ fureció m as, porque habia sabido que el Papa Paulo III le habia hecho Car-

de Tomás Moro .

221

denal estando en la cárcel > y no tenia esperanza ninguna de poderle reducir , y ver si por este camino po­ día intim idar, M oro

y ablandar á Tomás

con la muerte de su amigo,

el qual fue condenado á ser arrastra­ do , ahorcado, y desentrañado. Fue avisado Moro de lá muerte de su Santo Compañero Rofense, y temiendo que por sus pecados no me­ recía la corona del martirio, con el corazon lleno de amargura , y el ros­ tro de lágrimas se volvió á nuestro Señor, y le d ixo : Y o confieso, Se­ ñor m ió , que no merezco tanta glo­ ria , no soy yo justo , y Santo, co­ mo vuestro Siervo Rofense, el qual entre todos los de

este Reyno ha­

béis escogido como Varón conforme

í vuestro corazon: mas ¡ ó Buen Se-

322

Resumen de la Vida

ñ o r! no miréis á lo que yo merezco, sino á vuestra misericordia infinita , y si es posible hacedme partícipe de vuestro C á liz , y de vuestra Cruz , y Gloria. DLxo esto con tanta ternura, y sentimiento, que los que no entendie­ ron lo que d e c ia , creyeron se enter­ necía con el temor de su m uerte, y que se podría ablandar, é inclinar á la voluntad del R e y : y para mover­ le á e llo , volvieron

á instarle mu­

chos personages,

entre ellos su

y

misma muger , llamada L u isa , por órden del R e y , persuadiéndole no se echase á perder á s í ,

y á sus hijos.

Preguntóla é l: Señora, á vuestro pa­ recer ¿quántos años podré yo vivir? Respondió e lla : veinte años, si Dios fuere servido: entonces dixo é l : pues

•. de Tomas Moro.

223

quereis vo s, Señora, que por veinte años de vida trueque y o la eternidad ? Si dixerades veinte mil algo dixerad e s, aunque tampoco ese algo no es nada comparado con la eternidad. Ultimamente viendo no podían ha­ cer mella en su constante ánimo, y que á manera de una fuerte roca es­ taba firm e, quitáronle todos los li­ bros que tenia, y el recado de escri­ bir , para que no pudiese entretenerse con los muertos, ni comunicarse con los vivos. Antes de -esto escribió dos lib ro s, estando preso; el uno del Con­ suelo en la tribuladon , en Inglés ; y el orro en la tín , de la Pasión de Christ o , nuestro Seiior. Despues que estuvo casi carorc* meses en la c á r c e l, el primer dia de Julio de mil quinientos treinta y cin-

224

"Resumen de la Vida

co fue llevado de la Torre de Lon­ dres delante de los Jueces, y pregun­ tado , qué le parecía de la L ey que se habia hecho estando él p re so , en la qual se quitaba la autoridad á el P a p a , y se daba al R e y , respondió con grande gravedad , agudeza , y constancia lo que otras veces. Finalmente , acusado de haber es­ crito á R ofense, y animadole contra el decreto de esta L e y , fue conde­ nado á m uerte, cuya noticia recibió con grande alegría, diciendo : Yo por la gracia de Dios siempre he sido C a­ tólico , y nunca me he apartado de la comunion y

obediencia al Papa;

cuya potestad entiendo que es funda­ da en el derecho D iv in o , y que es le­ gítima , loable , y necesaria ; aunque vosotros temerariamente

la

habéis

de Tomás Moro.

225

querido abrogar y deshacer con vues­ tra L ey. Siete años he estudiado es­ ta m ateria, y revuelto muchos libros pará entenderla m ejor, y hasta aho­ ra no he hallado Autor

S^nto, y

g r a v e , ni antiguo, ni moderno , que diga que en las cosas espirituales V y que tocan á D io s , hombre y Prínci­ pe temporal pueda ser Cabeza y Su­ perior de los Eclesiásticos, que son los que la han de gobernar. También d ig o , que el decreto que habéis da­ do ha sido m uy mal h e c h o , porque es contra el juramento que prestasteis de no hacer jamás cosa centra la Igle­ sia C a tó lica , la qual por toda la Christiandad es una é individua, y no teneis vosotros solos autoridad para ha­ cer le y e s , d ecretos, ni Concilios con­ tra la p a z , y unión dé la Iglesia UniP

32 6

Resumen de la Vida

versal. Este es mi parecer, ésta es mi fé , en la que moriré con.el favor de Dios. Apenas habia dicho estas palabras M o ro , quando todos los Jueces á gran­ des voces comenzaron á llam arle traydor al R e y ; y particularmente el D u­ que de Norfolcia le dixo : ¿ Cómo de­ claráis vuestro mal ánimo contra la Magestad del R e y ? y él respondió: N o declaro , Señor, mal ánimo con­ tra mi R ey , sino mi f é , y la verdad; porque en lo demás yo soy -tan afi­ cionado al servicio del R e y , que su­ plico á nuestra Señor, que no me sea mas propicio á m í , ni de otra ma­ nera me perdone, que yo he sido á S. M. fie l, y afectuoso servidor. En­ tonces el Cancelario dixo

á Moro:

¿ Pensáis vos ?er m ejor, ó mas sabio

de Tomás Moro.

227

que todos los O bispos, A b a d e s, y Eclesiásticos? ¿ Que todos los Nobles, Caballeros y Señores? jQ u e todo el C o n cilio, ó por mejor d ecir, que to­ do el Reyno ? A esto respondió : Se­ ñor , por un Obispo que vosotros teneis de vuestra p a rte , tengo y o cien­ to de la m ia , y todos Santos : por vuestros N o b le s , y C ab allero s, ten­ go yo toda la C a b a lle ría , y N oble­ za de los por un

M ártires, y

Concilio

Confesores:

vuestro ( que sabe

Dios cómo se ha hecho ) , están en mi favor

todos los Concilios generales,

que en la Iglesia de Dios se han ce­ lebrado mil años h á ; y por éste vues­ tro pequeño Reyno de Inglaterra , de­ fienden mi verdad los de Francia, E s­ paña , Italia , y todas las otras Pro­ vin cias, Potentados , y Reynos am­ plísimos.

P2

228

Resumen de ¡a Vida

Oyendo estas palabras que habia dicho M oro delante del pueblo ( que habia acudido á la novedad de una causa seguida, tan sin razón ni jus­ ticia , contra un hombre tan insigne en v irtu d , prendas y circunstancias), pareció á los Jueces que no ganarían n a d a , y mandáronle ap artar, confir­ mando la sentencia de muerte. Acabado esto , le volvieron á la c á r c e l, y al paso le salió al encuen­ tro su hija M argarita ( á quien ama­ ba tiernamente , y habia enseñado la lengua latina y g rie g a ) para pedir­ le su bendición , y el ósculo de paz, que la dió con mucho a m o r, y ternu­ ra. Luego que: llegó á la cárcel se entregó á la o racio n , y contempla­ ción 1 recreando el Señor su santa

de Tomás Moro.

229

ánim a, con muchas, y suavísimas con­ solaciones divinas. £ 1 dia antes que le sacasen á el

martirio escribió con un carbón (por­ que no tenia plum a) una carta á su hija Margarita , en que le decía el deséo grande que tenia de morir el dia siguiente, y ver á nuestro Señor, por ser dia de la O ctava del Prínci­ pe de los Apóstoles San Pedro (pues moria por la confesion de su Prima­ do , y Cátedra Apostólica ) , y vís­ pera de la traslación del glorioso Már­ tir Santo T om ás, que en su vida ha­ bia sido siempre su A b o g a d o ; y así se hizo como él lo deseaba ; porque á los seis de Julio fue sacado á el martirio , y estando en el lu g a r, y llamando por testigo de la Fé Cató­ lica en que moria á todo el pueblo,

33 °

Resumen de ¡a V ida y encargándole que rogase á Dios por el R ey , y protestando que moria co­ mo fiel ministro s u y o , pero mas de Dios, que es R e y de los Reyes : tendió en fin el c u e llo , y á impulso de un fie­ ro golpe de cuchilla que le descargó el Verdugo x separó del cuerpo aquella cabeza dé ju sticia , v e rd a d , y santi­ dad , causando en todos los que lo mi­ raron tan vivo doler , y sentimiento, que no cabiendo en los pechos , se manifestó en los rostros con repeti­ das lágrim as, y sollozos , consideran­ do que no ‘habia sido quitada la ca­ beza á M oro sino á todo el Reyno. Así acabó su preciosa, y exemplar vida el d o cto , é ilustre Tomás Moro, Autor de la U topia, en la qual quiso manifestar la perfección de gobierno á que podia llegar una República con-

de Tomás Moro.

231

duciendose por las luces de la razón n atu ral, y prescindiendo de la divi­ na revelación : por lo qual no, se de­ be estrañar que la figure con los ex­ travíos de que es capáz la razón hu­ mana quando camina sin el auxilio de la soberana luz.

F I N .

Donde este L ibro se hallarán los siguientes. R ep resen tación , 6 discursos varios sobre e l m odo de a liv ia r los vasallos con au m en to d e l R e a l E ra rio , por D . M ig u e l d e Z a b a la : un tom o en q u a rto , á n rs. en p ergam in o , y 15 en pasta. L a s O bras d el M ro . F e in a n -P c rc z d e O li v a , y otras várias de su sobrino el cd-

lcb rc A m b rosio de M o r a le s : dos tomos en o ctav o , á 1 4 rs. en pergam in o , y 18 en pasta. R e b u s c o -d e las O b ra s lit e r a r ia s , así en ¡irosa , com o en verso , d el P . Joseph F ran cisco de Is la , de la -e x tin g u id a C o m ­ p a ñ ía de J e s ú s : un tom o en o c t a v o , á 8 rs. en pasta. E l sig lo P ita g ó r ic o , y V i d a de D . G r e g o r io G u a d a ñ a , por A n to n io Enriq u e z G ó m e z : u n tojno en o c t a v o , á 7 rs: en' p ergam in o , y 9 en pasta. O bras escogidas de D . F ra n cisco Q u e v e d ó V ille g a s : quntro tom os en dos v o ­ lú m en es, en o c ta v o , á 26 rs. en pasta. F á b u la s en verso C a stella n o , por D . J o sep h A g u s tin Ib a ñ e z de la R en tería: u n tom o en o ctav o , á 8 rs. en pasta. D iscu rsos d el mismo A u to r sobre la A m istad d el P aís. — Sobre la ed u cació n de la J u v e n tu d en p u n to á estudios. ~ Sobre las formas de G o b ie rn o . ~ Y so­ bre e l G o b iern o M u n ic ip a l de los P u e ­ blos : un tom o en o cta v o 6 . rs á la rus* tica , y S en pasta.

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