Moral

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Moral La moral o moralidad (del latín mos, moris, ‘costumbre’) son las reglas o normas por las que se rige el comportamiento o la conducta de un ser humano en relación a la sociedad (normas sociales), a sí mismo, y a todo lo que lo rodea. Otra perspectiva la define como el conocimiento de lo que el ser humano debe hacer o evitar para conservar estabilidad social.1 El término «moral» tiene un sentido opuesto al de «inmoral» (contra la moral) y «amoral» (sin moral). La existencia de acciones y actividades susceptibles de valoración moral se fundamenta en el ser humano como sujeto de actos voluntarios. Abarca la acción de las personas en todas sus manifestaciones, además de que permite la introducción y referencia de los valores. Los conceptos y creencias sobre moralidad llegan a ser considerados y codificados de acuerdo a una cultura, religión, grupo, u otro esquema de ideas, que tienen como función la regulación del comportamiento de sus miembros. La conformidad con dichas codificaciones también puede ser conocida como moral y se considera que la sociedad depende del uso generalizado de ésta para su existencia. Hay diversas definiciones y concepciones de lo que en realidad significa la moralidad, y esto ha sido tema de discusión y debate a través del tiempo. Múltiples opiniones concuerdan en que el término representa aquello que permite distinguir entre el bien y el mal2 de los actos, mientras que otros dicen que son sólo las costumbres las que se evalúan virtuosas o perniciosas. El concepto de moral se diferencia de la filosofía moral o ética en que ésta última reflexiona racionalmente sobre los diversos esquemas morales con la finalidad de encontrar principios racionales que determinen las acciones éticamente correctas y las acciones éticamente incorrectas, es decir, busca principios absolutos o universales, independientes de la moral de cada cultura.

Historia La moral es una idea presente desde las primeras civilizaciones y religiones como el judaísmo y el cristianismo. Por su parte, en las escuelas de Grecia y Roma ésta era enseñada en forma de preceptos prácticos, tales como las Máximas de los siete sabios de Grecia, los Versos dorados de los poetas de Grecia; o bien en forma de apólogos y alegorías hasta que después se revistió de un carácter filosófico. Los antiguos romanos concedían a las mores maiorum (‘costumbres de los mayores’, las costumbres de sus ancestros fijadas en una serie continuada de precedentes judiciales) una importancia capital en la vida jurídica, a tal grado que durante más de dos siglos (aproximadamente hasta el siglo II a. C.) fue la principal entre las fuentes del Derecho. Su vigencia perdura a través de la codificación de dichos precedentes en un texto que llega hasta nosotros como la Ley de las XII Tablas, elaborado alrededor del 450 a. C. Ocupa importante lugar en las enseñanzas de Pitágoras, Sócrates, Platón, Aristóteles, Epicuro y, sobre todo, entre los estoicos (Cicerón, Séneca, Epicteto, Marco Aurelio, etc.). Los neoplatónicos se inspiraron en Platón y los estoicos cayeron en el misticismo. Los modernos han profundizado y completado las teorías de los antiguos. Moral y ética Varios autores consideran como sinónimos a estos términos debido a que sus orígenes etimológicos son similares, aunque otros no consideran a la moral y la ética como lo mismo.[¿quién?] Algunas posturas conciben la ética como el conjunto de normas sugeridas por un filósofo o proveniente de una religión, en tanto que a «moral» se le designa el grado de acatamiento que los individuos dispensan a las normas imperantes en el grupo social. No todos acuerdan con dicha distinción, y por eso es que en un sentido práctico, ambos términos se usan indistintamente, y a menudo no se distingue entre los dos conceptos, haciéndolos equivalentes. El matiz que las delimita está en la observación o aplicación práctica de la norma que entraña el mandato ético. Por ello, la norma ética siempre será teórica, en tanto que la moral o costumbre será su aplicación práctica.[cita requerida] Según este punto de vista, la moral se basa en los valores que dicta la conciencia, que a su vez, está basado en costumbres aprendidas. Dicho punto de vista dice que la moral no es absoluta o

universal, ya que su vigencia depende de las costumbres de una región, de aquí vendría el relativismo cultural. Por otra parte, la universalidad de algún sistema moral es uno de los objetivos de la ética-objetiva cuyo contenido o efecto no se considera relativo ni subjetivo, sino efectivo y aplicable para todo hombre racional bajo un contexto determinado, siempre y cuando el agente capaz de comportamiento pueda actuar de manera racional, entendido como aquello en lo que todos los seres humanos puedan estar de acuerdo cuando decidan buscar un comportamiento moral específico que se juzgo "de bien" o "correcto", que mantenga o cause aceptable calidad de vida o evite alguna consecuencia inconveniente, y que surja a causa de la repetición de ciertos comportamientos probables para la humanidad). Kant a través de su imperativo categorico hizo el intento de dar bases a una moral objetiva nacida de la Razón y más allá de la Religión. Una de las principales objeciones que se oponen a sus razonamientos, es el uso obligatorio de la verdad y del deber con exclusión del sentir4 La critica que hace Friedrich Nietzsche a la moral y la ética subraya que los códigos morales y las éticas que estudian o fundamentan estos códigos morales se presentan como desveladoras de profundas verdades sobre el ser humano. Es famoso su análisis de la moral cristiana en el que manifiesta cómo los valores cristianos, por ejemplo, la humildad, o la compasión, se basan realmente en la hipocresía y en el resentimiento. Los valores morales son estratagemas de dominio de unos hombres para otros. Pero ninguna moral y ninguna ética reconocen esto pues es esencial para ellas el ocultarlo. Para descubrir esas ocultaciones propone Nietzsche un método que él llama "genealógico". Emprende una "genealogía de la moral". Se trata de hacer análisis psicológicos y de uso del lenguaje a partir de textos éticos y morales y de observaciones de conductas morales. Para Nietzsche en su obra La genealogía de la moral nos dice que: las morales y las éticas que hacen pasar por "verdaderos" y "universales" unos valores son "morales de esclavos". Su propuesta entraña la total libertad creativa de cada hombre en el más estricto sentido, en un sentido parecido al que se aplica cuando se habla en el arte contemporáneo de la libertad de un artista. La "moral de señores" rechaza elaborar un elenco de valores exigibles a los demás. Cada hombre ha de realizar sus deseos y dejar que también se expresen los deseos de los demás, sin códigos verdaderos previos. 3LA

MORAL COMO ESTRUCTURA DEL SENTIDO SOCIOCULTURAL

Para hablar de la moral como estructura hemos de partir del enfrentamiento entre el comportamiento animal y el humano. En el animal, los estímulos

suscitan respuestas adecuadas a estos; Al carácter formal de este ajustamiento se le llama "justeza".

El hombre comparte parcialmente esta condición; pero el organismo humano, a fuerza de complicación y formalización, no puede dar ya, en todos los casos respuestas adecuadas, y queda en suspenso ante los estímulos, "libre de" ellos (primera dimensión de la libertad). Las estructuras somáticas exigen la aparición de la inteligencia.

Inteligencia: el hombre necesita hacerse cargo de la situación, habérselas (concepto de habitud – del sentido total puede distinguirse luego de la habitud social y de la habitud psicológica o maneras de habérselas consigo mismo) con las cosas – y consigo mismo – como realidad y no como meros estímulos. En el animal, el ajustamiento se produce de realidad a realidad – de estimulo a respuesta- directamente; en el hombre, indirectamente, a través de la posibilidad y de la libertad, que reposa sobre la estructura inconclusa de las tendencias o referencias que abren el ámbito de las preferencias (segunda dimensión de la libertad – libertad para pre-ferir algo, convirtiendo los estímulos en posibilidades). El hombre tiene que hacer ese justificamiento (justificar sus actos). La justificación es la estructura interna de los actos.

Dar cuenta de un acto: dar razón de la posibilidad que he puesto en juego. La realidad no es dentro de una situación, más que una; las posibilidades, en cuanto irreales, son muchas y entre ellas hay que pre-ferir, por lo que entre las mismas posibilidades hay un ajustamiento propio, una pre-ferencia. El ámbito de lo posible se abre por las tendencias (que en si mismas no tienen justificación) en tanto inconclusas. La pre-ferencia pende de las ferencias o tendencias previas. Lo que nos hace pre-ferir es la bondad misma de la realidad

El momento indicativo y el momento imperativo

Demos ahora un nuevo paso dentro todavía de este plano de la moral como estructura. Hemos visto que son constitutivas del comportamiento humano la libertad y la elección o, dicho de otro modo, que el hombre es libre a la fuerza y que tiene que hacer por sí mismo su propia vida, bien individual, bien socialmente. Parece sin embargo que, sobre todo si adoptamos ese segundo punto

de vista, el hombre podría desembarazarse de esta necesidad de ser libre o de elegir, que puede llegar a experimentarse como una carga. La explicación de la facilidad con que los hombres se someten a la tiranía, del triunfo del «Gran Inquisidor» y de la existencia de un ideal de vida consistente en la «esclavitud dorada», estriba en que delegar la libertad es -en cierto modo- cómodo. Hacer lo que se hace (Heidegger), ir, como Vicente, donde va la gente (Ortega y Gasset), seguir por modo conformista los usos y preceptos establecidos, indudablemente simplifica la vida. Pero simplificar la vida, aparte de que sea condenable, es ilusorio como descarga total de la responsabilidad. Por de pronto para renunciar a la libertad es menester enajenarla, lo cual constituye ya un acto de decisión, que seguimos confirmando con nuestra aceptación mientras continuamos sometidos a esa situación. El ideal de vida del perro doméstico, bien alimentado, frente al lobo hambriento (por emplear la imagen de la fábula), nunca es enteramente accesible al hombre, pues, aun cuando enajenemos nuestra libertad política y social, mientras no perdamos funcionalmente nuestra condición misma de hombres, siempre nos quedará un ámbito, más o menos reducido, de libertad, responsabilidad y necesidad de elegir. Lo cual nos permite introducir en el seno mismo de la moral como estructura, es decir, sin traspasar todavía sus límites, la distinción entre un momento indicativo y un momento imperativo, el segundo de los cuales va inserto en el primero. Si el hombre, como hemos visto, tiene que proyectar o anticipar lo que va a ser, esto ocurre porque él mismo consiste precisamente en la distancia o polaridad entre lo que es y lo que va a ser. Al esfuerzo por superar esa distancia lo llamamos deber, y la transformación de ésta en ruptura es la culpa. Pero adviértase que no se trata, como en el sistema kantiano, de la separación de dos órdenes

diferentes, el orden ontológico del ser y el orden deontológico del deber, sino de una unidad, por así decir, escindida o desgarrada. Toda una serie de estructuras antropológicas, el proyecto, la vocación, el sentido teleológico general de la existencia, la conciencia moral, el sentido del deber y, en otro plano, fenómenos como el descontento, la concupiscencia, la insatisfacción y la nostalgia, son otras tantas manifestaciones de este paradójico modo de ser del hombre. El momento imperativo puede ser considerado, por su parte, de dos maneras diferentes: bien, según acabamos de hacerlo, de modo puramente estructural, puramente formal; o bien, tomando en consideración la materia concreta, el contenido del imperativo. Si hacemos esto último ingresamos ya en el ámbito de la moral como contenido, de la que tratamos a continuación. El formalismo moral y el contenido metaético de la moral Hasta ahora hemos visto exclusivamente cómo el hombre, quiera o no, tiene que hacerse individual y colectivamente; pero nada hemos dicho sobre lo que debe hacer para ser bueno y no ser malo. A partir de Kant se ha tratado de esquivar el problema del contenido mediante el formalismo, según el cual la moral consistiría simplemente en el cómo y no en lo qué hacemos, en la forma y no en la materia, en la estructura y no en el contenido. Pero la verdad es que tanto en el formalismo procedente de Kant como en el formalismo existencialista, más o menos subrepticiamente se predica una materia moral. Así en Kant se predica el contenido moral del cristianismo protestante, y en Sartre se proclama el del - > ateísmo como liberación de Dios, el tirano imaginario, y el del marxismo, como liberación de todos los tiranizados explotados.

La confrontación entre los pretendidos formalismos morales de Kant y de Sartre es instructiva. Uno y otro han surgido dentro de situaciones históricas muy importantes desde el punto de vista de la crítica a la religión. La época de Kant fue la primera, dentro de la historia occidental en que se impuso el --> deísmo, en forma solamente minoritaria, pero eficaz. La época de Sartre es la primera era del -> ateísmo (antiteísta). Antes de ellas el deísmo y el ateísmo eran opiniones aisladas de algunos individuos. A partir de la ->ilustración y de nuestro tiempo respectivamente, se convierten en actitudes desde las que se actúa. El elemento religioso -en forma negativa- suministra en ambos casos, como se ve, el contenido de la moral. Hasta dichos sistemas, la religión venía haciendo eso en forma positiva. Prescindiendo de la historia antigua, desde Jesús el -> cristianismo, en sus distintas formas, ha ido proveyendo de materia a la moral occidental. Los diferentes deberes, las diversas virtudes, han sido esclarecidos históricamente, en una lenta comprensión del contenido moral cristiano. Y por primera vez en nuestro tiempo el cristianismo comienza a descubrir el profundo sentido social de su propio mensaje. Pero sería unilateral el considerar que el contenido de la moral procede exclusivamente de la -> religión. La -> secularización de la vida, iniciada ya en la baja edad media e incrementada a partir del renacimiento y, sobre todo, de la ilustración, ha dado lugar a una moral completamente intramundana, muchas de cuyas exigencias -p. ej., laboriosidad y explotación del mundo y de las fuerzas naturales, bienestar y distribución justa de los bienes - son, sin embargo, legítimas. Tanto el contenido religioso, como este otro que con una expresión genérica podríamos llamar social, son descubiertos, no por el pensamiento filosófico, ni por el pensamiento ético, sino por la experiencia a

través de la historia. Ahora bien, si el contenido de la moral es metaético, en el sentido de metafilosófico, ¿cómo puede apropiárselo la é. o filosofía moral sin perder su subsistencia propia o su autonomía? Esta pregunta plantea el doble problema de la relación de la é. con la historia y con la religión. Empecemos por esta última. Como parte de la filosofía, la é. no puede partir de la religión, sino que ha de proceder por la sola luz de la razón. Pero con ella puede descubrir la realidad del -> mal en el mundo y la indigencia del hombre, el sentido dramático de la vida y el carácter «misterioso» o «absurdo» de la -> muerte. Estos fenómenos, y otros que podríamos enumerar, inducen a la é. a cobrar conciencia de su insuficiencia filosófica, con lo cual le hacen posible su apertura a la religión. Pero adviértase que el problema no se reduce a superponer el orden suprafilosófico de la religión al orden filosófico de la e., sino que la ética es, por lo que se refiere a la materia moral, insuficiente en su propio orden. El contenido de la moral procede, al menos parcialmente, como hemos visto, de la religión. La é. entonces, al consistir en reflexión filosófica sobre una moral cuyo contenido es ya religioso, llega siempre tarde, por decirlo así. Es decir, no se trata simplemente de que la é., después de haber recorrido sola una parte del camino, llegue un momento en que sienta la necesidad de abrirse a la religión. El problema es más grave. En el plano del contenido, la é. está ya abierta necesariamente a la religión, desde que empieza a moverse. Por otra parte, en lo que se refiere a la relación de la ética con la historia nos encontramos con que, como hemos dicho, el contenido de la moral no está ya ahí, dado de una vez, sino que en su forma concreta se va esclareciendo históricamente. La e. tradicional apela al concepto de -> ley natural.

Pero actualmente la filosofía moral está muy lejos de poder presentarnos un sistema indiscutible de la ley natural. ¿Cómo salir de esta dificultad planteada a la é. por la imposibilidad de dominar filosóficamente el contenido de la moral? Si aspiramos a una é. estrictamente filosófica no hay más que una salida posible: la renuncia al contenido y la constitución de la é. como ciencia puramente formal o estructural. Vimos antes que el formalismo moral es imposible; pero la imposibilidad del formalismo moral debe ser ciudadosamente distinguida de la posibilidad - y aun necesidad filosófica - de un formalismo ético. ¿Cuáles son los problemas principales de esta é. formal o estructural? En su mayor parte ya nos hemos referido a ellos. Con relación al contenido moral dicha é. tendrá que mostrar: 1) su necesidad; 2) su carácter metaético, y 3) su posibilidad lógica, que es el problema fundamental de la ética kantiana y de la ética anglosajona contemporánea. Para terminar conviene insistir en la necesidad de un claro deslinde entre el objeto material de la moral y el objeto formal de la é. o filosofía moral. Esta segunda, lejos de «repetir» en el plano sistemático cuanto la primera abarca en forma espontánea y vital, ha de restringirse a una consideración puramente estructural de lo moral. Esta limitación, este «formalismo», es el precio que la é. tiene que pagar para seguir siendo filosofía. Con todo, como ya hemos insinuado (cf. también M. Scheler particularmente), este formalismo no es plenamente formal, sino que es estructuración de un contenido. Dios, último fundamento de toda é., la esencia del hombre (como espíritu y libertad, en concreto de cara a la inmortalidad) y las

permanentes exigencias fundamentales de la é. que de ahí se derivan, son cognoscibles y permiten, es más, exigen una é., que puede formularse no sólo de manera puramente formal, sino, en cierto modo muy indeterminada, también en cuanto a su contenido material. Desde la esencia del pensamiento racional el contenido positivo puede formularse de una manera más bien negativa, con prohibiciones que tienen validez siempre y en todas partes (-> ética de situación). Pero también ciertas redacciones (como la «regla de oro») no son meramente formales, en cuanto pretenden mantener al hombre abierto en su trascendencia hacia Dios y, así, para el absoluto valor personal del prójimo. Sobre esto, véase una exposición más extensa en -> acto moral, --> antropología, -> autoridad, -~ bien, --> bien común, -+ sociedad, -~ ley, -~ hombre, derechos del -> hombre, -~ derecho natural, -+ persona, fin del -> hombre. La é. ha de concretarse en cada época histórica. Partiendo de la experiencia trascendental del bien, articula la forma de éste en un tiempo determinado, y así da normas positivas de ordenación en una época concreta. La última concreción individual, que indudablemente es la decisiva, ya no puede determinarse en forma general por la naturaleza de la cosa. Lo que a este respecto la tradición ha intentado expresar en la casuística y en el concepto de la --> epiqueya, sólo puede abordarse en una reflexión sobre la estructura y las condiciones de una «lógica del conocimiento existencial» y en el programa de una formación teórica y práctica de la conciencia, sin que sea posible dar detalladas orientaciones concretas. Las declaraciones tradicionales del magisterio sobre la necesidad moral de la revelación para el

conocimiento de la -+ ley moral natural adquieren nueva luz en esta cuestión, por cuanto los «principios» generales y sobre todo los «imperativos» concretos han de ser enseñados a una época y al individuo (cf. K. RAHNER, Zur theologischen Problematik einer «Pastoralkonstitution»: Volk Gottes Festschrift J. Hófer [Fr 1967] 683-703; idem, La lógica del conocimiento existencial: Lo dinámico en la Iglesia (Herder Barcelona 21968). Y, sin embargo, hay que sostener la posibilidad de una é. filosófica (Dz 1650, 1670, 1785, 1806, 2317, 2320). En todo esto y precisamente así la é. permanece filosofía, pero filosofía en el sentido que ésta parece asumir actualmente: como -> antropología. El desarrollo de los momentos del Espíritu.Los momentos esenciales del desarrollo del espíritu son: el espíritu subjetivo, el espíritu objetivo y el espíritu absoluto. a) El espíritu subjetivo es el individuo libre de la naturaleza, que la ha vencido y superado. aa’) En primer lugar el espíritu subjetivo es alma que en cuanto se halla relacionada con un cuerpo y éste a su vez, ligado a condiciones de espacio y tiempo: geográficas, históricas, biológicas etc., es estudiado por la Antropología. ab’)El alma se desarrolla a partir de la certeza sensible o sentimiento inmediato, la percepción hasta alcanzar la conciencia de sí o autoconciencia, todo lo cual lo estudia la Fenomenología. ac’)La superación de la conciencia individual le lleva a alcanzar la autoconciencia universal que por ser universal es Razón. El espíritu subjetivo superación de Antropología y Fenomenología, es el ser propiamente espíritu y es estudiado por la Psicología, en cuanto aquí el ser humano es consciente y perfectamente liberado de condicionamientos materiales y manifestaciones fenoménicas. Ser espíritu, pues, significa ser hombre completo. 4. Manifestaciones universales del Espíritu subjetivo.-

Son del orden del conocer, del querer y de la libertad El conocimiento teórico es el proceso por el cual la racionalidad encuentra el contenido que es propio a través de las diversas facultades: sensibilidad, imaginación, memoria y pensamiento. La actividad práctica es la unidad de aquellas tendencias, como el sentimiento, los impulsos y la felicidad que permiten al espíritu poseerse a sí mismo. El querer libre, es el momento más alto del espíritu subjetivo en el que el individuo se eleva por encima de los condicionamientos y limitaciones accidentales y se autodetermina libremente. En este momento, el hombre como espíritu subjetivo, se constituye esencialmente como libertad. 5. El Espíritu objetivo, realización de la libertad individual.La realización de la libertad individual sólo se halla en su desarrollo en la esfera del espíritu objetivo. La libertad individual se realiza a través de instituciones que al objetivar al individuo, por un lado, lo realizan pero por el otro lo enajenan y cosifican. Las instituciones, realizan la unidad del querer del individuo con el querer universal de la razón. La unidad de individuo y razón se realiza mediante la autoridad de aquellas instituciones, únicamente, dentro de las cuales, puede ser libre. El espíritu objetivo se despliega en tres momentos: derecho, moral y ética. LA DIMENSIÓN MORAL DEL SER HUMANO Cuando nacemos, nuestra vida es como una página en blanco que está por escribir, lo que supone que cada uno de nosotros va a tener que construirse su propia existencia y su propia personalidad. La vida es, por tanto, un camino, en el que tendremos que diseñar nuestro estilo de vida personal. La construcción de ese camino, que es mi vida, se va realizando a través de los hechos que realizo y de las relaciones con los demás. Nuestra vida es el resultado de lo que hacemos, de nuestros actos, ellos definen lo que vamos siendo y hacia dónde vamos. Estos actos deben ser elegidos y decididos por cada uno de nosotros, elegir los objetivos que queremos alcanzar, buscar los medios adecuados para lograrlos, y es fundamental, en la medida de lo posible, tomar estas decisiones en libertad, intentando no ser condicionados, por ejemplo, por la publicidad de la televisión. Pues bien, dado que la vida es el resultado de los que vamos haciendo, empecemos por analizar el tipo de actos que realizamos cotidianamente para poder distinguir cuales son nuestros actos morales, muy importantes, porque son los que en mayor medida nos pueden conducir hacia una vida buena y feliz, que es el objetivo de esta materia nueva en la que te inicias, la Ética. A lo largo del día realizas muchas acciones diferentes. Así, respirar, es una acción que llevas a cabo de forma instintiva, sin pretenderlo, dar un paseo, es algo que realizas de forma consciente, sabiendo lo que haces y porque te apetece, dormir es algo que realizas de modo inconsciente, lo haces sin saber que lo estás haciendo, también puedes entrar en una tienda y robar un CD, aunque no lo haces, porque sabes que no

debes hacerlo. ¿Qué diferencia hay entre las primeras acciones y la última? Veamos, sobre las acciones instintivas e inconscientes que realizamos, aquellas que hacemos sin pensarlas ni elegirlas, no puede recaer ningún calificativo del tipo esto está bien, esto es correcto, etc., sencillamente porque no somos responsables de ellas, por el contrario, sobre nuestras acciones conscientes, aquellas que sabemos lo que hacemos, que podemos decidir si las realizamos o no, y a través de las cuales podemos beneficiar o perjudicar a nosotros mismos o a los demás, si puede recaer la aprobación o el rechazo, tanto de nosotros mismos como de los demás. Vayamos más allá. Entre estas acciones conscientes, no es lo mismo comer o estudiar que robar o matar. Las dos últimas caen dentro de lo que se considera la dimensión moral del ser humano, una capacidad específicamente humana, no la tienen los animales, gracias a la cual, somos capaces de diferenciar entre lo que hacemos y lo que deberíamos hacer, nosotros o los demás y, por ello, somos capaces de valorar estos actos como justos o injustos, buenos o malos, honestos o deshonestos, virtuosos o viciosos, etc. Así, por ejemplo, si digo “las guerras existen”, afirmo un hecho existente, sin más, pero si afirmo “las guerras no deberían existir”, estoy adoptando un punto de vista diferente ante ese hecho, estoy valorando moralmente las guerras. Para ello, he tenido en cuenta un conjunto de normas especiales así como los valores, las costumbres, ideas, etc. que me han sido inculcadas en la sociedad en que he nacido. Pues bien, esta capacidad humana de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, entre cómo son las cosas y cómo deberían ser, etc. es una capacidad exclusiva del ser humano conocida como su dimensión moral.

Formalismo ético o moral Apela a la mera forma de la ley moral, una vez evacuada toda materia, como único fundamento transcendental y a priori de la vida moral, de la acción y del juicio ético. Kant cree poder afirmar que cualquier contenido material condicionante de la facultad de desear (él se refiere a los contenidos inmanentes al sujeto) suprime su carácter moral y la convierte en un episodio más de la concatenación causal del orden natural de los fenómenos, en virtud del cual, la voluntad, en cuanto determinada por el principio del placer o del interés, dejará de aparecer como autónoma, es decir, como una facultad que se guía por la propia forma de su ley. Y como la mera forma de la ley no puede ser representada más que por la razón y, por tanto, no es objeto alguno de los sentidos será la representación de esa forma el fundamento de la determinación de la voluntad. Un fundamento que sería distinto de todos los fundamentos propuestos para la determinación de los sucesos de la Naturaleza, según la ley de causalidad, porque en el terreno de estos sucesos, los fundamentos determinantes tienen que ser, ellos mismos, fenómenos (Kant, Crítica de la razón práctica, párrafo 5). La autonomía de la conciencia moral, que sólo se muestra a través de la ley moral formal, es la libertad.. Por tanto, la libertad no podrá ser considerada como una propiedad o facultad previa a la ley moral («soy libre –puedo realizar una acción moral– y por eso me determino a

hacerla, quiero hacerla»), sino una consecuencia de la propia acción moral («puedo, porque debo»). La ley fundamental de la razón práctica, el imperativo categórico, se formulará así: «Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre, al mismo tiempo, como principio de una legislación universal.» La ley moral, puramente formal, resulta ser así una ley de la causalidad por la libertad y ha de entenderse como una causalidad nouménica (es decir, de la razón o Nous) y no fenoménica. Porque el objeto de la ley moral es lo bueno y lo malo (Guten und Bösen); pero lo bueno y lo malo no pueden ser determinados antes de la ley moral, sino sólo después de la misma y por la misma. El respeto hacia la ley moral es el único, y al mismo tiempo inmutable, motor moral. El deber y la obligación a la ley moral es la virtud, la buena voluntad, antes que sus resultados concretos materiales. LA FILOSOFIA MORAL “ETICA” La filosofía moral es la rama de la filosofía desde la que se intenta proponer una teoría del comportamiento humano y realizar un análisis de las razones que se tienen al actuar. Busca dar respuesta a preguntas históricas como: ¿cómo debemos vivir? ¿qué fines deberíamos perseguir en la vida? ¿qué es la justicia?... con el fin de elaborar un sistema comprensivo de principios que sirva para guiar las acciones del hombre, para juzgar acerca de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto... De la misma manera, el análisis filosófico ha mostrado ser de gran utilidad en la iluminación de problemas normativos más específicos, por ejemplo ¿debe la sociedad aceptar la práctica del aborto?

LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD Usamos la palabra libertad en muchas ocasiones: - "Mis padres no me dan libertad". - "Háblame con toda libertad". - "Necesito más libertad". - "Tienen demasiada libertad". - "La independencia económica da la libertad". - "El delincuente ha sido puesto en libertad"...

Solemos considerar la libertad como la posibilidad de actuar según la propia voluntad o las propias apetencias. Normalmente se quiere decir con esto que nadie se opone a que actuemos del modo en que lo hacemos. No solemos sentir como falta de libertad la imposibilidad de andar durante horas por el fondo del mar o de pasear entre los ríos

de lava de un volcán. Es más, se suele decir que somos libres para intentarlo y sufrir las consecuencias. En el sentido anterior, la libertad se define como algo negativo, es decir, como ausencia de algo. Es el sentido que se deriva de frases como esta: "puedes irte, nadie te lo impide, eres libre". Pero la libertad, ¿es nada más que eso? Muchos pensadores han sostenido lo contrario, y definen un segundo sentido de libertad, positivo, que es el de libertad para hacer esto o aquello. Algunas personas se oponen a esta distinción argumentando: "¿No es lo mismo que hemos dicho antes? Si nada nos lo impide, podemos escoger libremente entre esto o aquello." Parece lo mismo a simple vista, pero, en realidad no lo es. La libertad, en sentido positivo, es libertad de elección. Pero no somos libres de elegir cuando no conocemos las posibles consecuencias de aquello que elegimos. Tampoco elegimos libremente cuando nos dejamos llevar por el miedo, la moda, las costumbres o los caprichos en nuestras elecciones.

ACTIVIDAD 1: Discute con tu grupo si son libres las siguientes personas y por qué: un drogadicto, un soldado que cumple órdenes, un miembro de una secta religiosa, un diputado sometido a disciplina de voto por su partido político. Elaborad un informe de vuestras conclusiones justificando vuestras respuestas.

Podemos afirmar, a partir de la consideración de estos dos tipos de libertad que hemos citado, que la libertad consiste en la combinación de la autonomía y la responsabilidad. Autonomía se refiere a la regulación de la conducta por normas que surgen del propio individuo. Autónomo es todo aquél que decide conscientemente qué reglas son las que van a guiar su comportamiento. Considerar la propia libertad como autonomía implica, por tanto, considerarla no sólo en su sentido negativo de falta de coacción nadie me impone las reglas desde el exterior-, sino también en su sentido positivo -sé lo que hago, no me dejo llevar por la rutina, la costumbre, el capricho, lo bien visto o la imagen que me gustaría dar ante los demás-. Tener autonomía quiere decir ser capaz de hacer lo que uno cree que se debe hacer, pero no sólo eso. También significa ser capaz de analizar lo que creemos que debemos hacer y considerar si de verdad debe hacerse o si nos estamos engañando. Somos autónomos cuando somos razonables y consideramos qué debemos hacer con todos los datos a nuestra disposición. Dicho de otro modo: somos verdaderamente autónomos cuando usamos nuestra conciencia moral. Precisamente cuando hacemos esto, nos fijamos en la conexión causal entre las acciones y los efectos que producen. La conciencia de esa conexión nos lleva al concepto de responsabilidad. Sólo cuando somos libres en el sentido positivo de la

palabra -es decir, autónomos, conscientes-, nos damos cuenta de la repercusión de nuestras acciones y podemos ser responsables. La responsabilidad tiene dos vertientes: podemos exigirla y podemos tenerla. 



En el primer sentido, la autonomía que suponemos a lo demás seres humanos nos permite valorar sus acciones moralmente, ya que creemos que -como humanos- tienen conciencia y, en consecuencia, al saber lo que hacen y poder comprender las consecuencias que provoca, son responsables de ello. Si, en cambio, algo nos permite suponer que no están actuando consciente y autónomamente, no solemos considerarlos responsables. En el segundo sentido, nos sentimos responsables de aquello que hemos hecho por propia voluntad, sabiendo lo que podía pasar si lo hacíamos. Esta es una de las causas de que el desarrollo moral de los seres humanos corra paralelo al desarrollo de sus capacidades de conocimiento. A medida que crecemos y somos capaces de entender como funciona el mundo, entendemos mejor las consecuencias de nuestras acciones y, por tanto, nos sabemos responsables de las mismas, lo aceptemos o no.

Valoración moral Juicio con que se caracteriza el valor moral de un objeto que posea tal cualidad. La estimación general de este tipo se realiza aplicando las categorías de bien y de mal (Bien y mal). La valoración moral se sustenta en el criterio objetivo de la moralidad, el cual posee carácter histórico y cambia en dependencia del régimen social, de la lucha de clases, etc. en la ética científica, la valoración moral de las acciones y de la conducta de la gente parte de la unidad entre la incitación moral y el resultado útil para la sociedad, parte de la unidad de palabra y obra. En la sociedads socialista, el criterio de la valoración moral está determinado por los intereses del pueblo por el desarrollo progresivo del pueblo, por el desarrollo progresivo de los condicionamientos materiales y espirituales de la vida del hombre, por el trabajo consciente en nombre de la felicidad y el bienestar humanos. Es un objetivo de la sociedad socialista hacer que las nuevas exigencias morales se conviertan en necesidad interna de todos los individuos.

VALORACIÓN MORAL Valoración moral Aprobación o reprobación de los distintos fenómenos de la realidad social y de los actos de los hombres en

dependencia de cuál es la importancia moral de dichos fenómenos y actos. A diferencia de la norma moral, que prescribe a los hombres realizar actos morales absolutamente determiandos, la valoración moral, establece la correspondencia de los mismos con los requisitos de la moralidad. La valoración moral general se formula en las categorías del bien y del mal. Descansa en el criterio objetivo de la moralidad, que tiene un carácter histórico y cambia en dependencia del régimen social, la lucha de clases, etc. La valoración moral se apoya en el conocimiento de la singificación social de los actos. Sobre esta base puede regularse con ayuda de la valoración moral la conducta de los individuos. La ética marxista exige tomar en consideración tanto los motivos como los efectos sociales de los actos.

LA ETICA INDIVIDUAL Y SOCIAL La ética individual o privada trata delas normas propias, de las acciones de un ser humano cuyos efectos directos recaen sobre sí mismo y sus posesiones y no afectan a los demás. La ética individual permite todo y no obliga a nada: toda acción o inacción de un individuo cuyos efectos recaen exclusivamente sobre su propiedad es legítima. Cada individuo puede asumir las normas personales de comportamiento que considere adecuadas para alcanzar la felicidad. La sabiduría espiritual acerca del bienestar íntimo es una cuestión de conciencia de tipo persuasivo, no puede convertirse en ley social, y debe tener en cuenta la enorme complejidad y las diferencias subjetivas entre los seres humanos. El ser humano actúa porque cree que el resultado de su acción será beneficioso según su valoración particular. Utilizando sus limitados conocimientos y capacidades, la persona intenta prever a priori las posibles consecuencias deseables e indeseables de su acción. Toda acción tiene un coste, el valor de aquello a lo que el actor debe renunciar para alcanzar su meta, y puede tener consecuencias no deseadas. El actor asume los inconvenientes, las consecuencias previstas no deseadas, porque juzga más valiosos los objetivos a conseguir, las consecuencias previstas deseadas. La persona no actúa si considera que los costes son excesivos. La persona siempre persigue objetivos valiosos y nunca actúa para perjudicarse conscientemente a sí misma. Toda acción humana está afectada de incertidumbre y riesgo, y puede tener consecuencias imprevistas, deseadas y no deseadas. La acción tiene una duración temporal y las valoraciones subjetivas del actor pueden cambiar durante la misma: en algunos casos, lo que a priori se juzgaba de forma positiva (negativa), a posteriori se evalúa de forma negativa (positiva). El ser humano es flexible y puede aprender de sus éxitos y de sus

fracasos si toma sus propias decisiones y asume las consecuencias de sus actos. Si la persona no puede acertar o equivocarse, si otros toman las decisiones, el aprendizaje es imposible: el ser humano no puede desarrollarse si se impide su funcionamiento adecuado. Si un ser humano cree que otra persona puede dañarse a sí misma como consecuencia de una acción, puede intentar convencerle de ello, pero no puede coaccionarla ni usar la violencia en su contra. A menudo las personas intentan controlar el comportamiento ajeno con la excusa de que es por su propio bien cuando la motivación real es el interés particular de quien juzga al otro. El intervencionista entrometido intenta vivir vidas ajenas en lugar de concentrarse en la suya propia (tal vez huyendo de sus fracasos personales), suele ser un inmaduro inconsciente dela complejidad de la vida que desconoce que las motivaciones de los otros pueden ser diferentes de las suyas propias. Ninguna persona está legitimada para interferir por la fuerza con respecto a acciones pacíficas de otra persona, ya sea para obligar o para prohibir. El propio actor es quien normalmente mejor conoce sus deseos, capacidades y limitaciones. Es imposible conocer a priori si la valoración final de un actor será positiva o negativa. El despotismo paternalista, siempre contrario a la ética, es sistemáticamente ignorante y violento: se disfraza de buenas intenciones irrelevantes (y frecuentemente falsas) y presume de un conocimiento superior que en realidad no posee. Los déspotas asumen que la mayoría de la gente no sabe lo que le conviene y no puede actuar de forma autónoma, y en realidad el déspota es el ignorante más arrogante. Un político es un déspota que se impone por la fuerza y el engaño, no un líder o guía a quien la gente sigue y obedece voluntariamente. No es ético obligar a una persona a realizar una acción alegando que es en su propio beneficio, ni prohibir a una persona realizar una acción alegando que es para evitarle un daño. Si una persona quiere corregir las acciones de otra, puede intentarlo mediante la persuasión, pero no mediante la violencia. Si una persona duda acerca de qué es mejor para su propio interés, puede consultar a otra que considere más experta para pedirle consejo. No existe ninguna forma a priori de determinar quién es un experto adecuado. En la sociedad libre, las personas tienden a acudir a aquellos expertos más capaces cuyo asesoramiento resulta mejor. Es absurdo afirmar que es mejor para las personas ser guiados por la fuerza en contra de su voluntad, lo cual tiende a producir individuos ignorantes, pasivos e incapaces de decidir por sí mismos. Si una persona asume que está legitimado para controlar la vida de otro cualquiera, por simetría debería aceptar ser controlado por otro.

LA MORAL APLICADA AL DERECHO En el campo del derecho influyen aspectos que envuelven desde el cliente que solicita los servicios del Abogado, pasando por los estudios de las pruebas

para conseguir la verdad hasta la decisión emitida por un Juez. No obstante, no son solo estos aspectos los que se den tomar en cuenta, también existen aspectos importantes como: la ética, la ética empírica, ética de bienes, ética cristiana, ética del placer, ética formal, ética de valores, axiología, entre otros. En este orden de ideas, se tiene que la ética no es más que la parte de la filosofía que trata de la moral y las obligaciones del hombre y por valores se tiene que son superiores, esto se debe a que tienen que ver con el uso de nuestra libertad, ese don inapreciable y sublime que nos permite ser constructores de nuestro propio destino. Si se engloban todos estos conceptos y lo aplicamos a la actuación del Profesional del Derecho, se puede resumir que un abogado "debe ser" una persona integra, honesta, apegada a sus principios éticos y profesionales para de esta manera ganarse la confianza de la población quienes de cierta manera serán sus clientes en un futuro. Con la presenta investigación se pretende aportar de manera simbólica, a los que en un futuro serán Abogados e inclusive a los que ya los son. ETICA La Ética es la parte de la filosofía que trata de la moral y las obligaciones del hombre. En otras palabras, "es la ciencia de la conducta". Entendemos por actitud constante (conjunto de acciones concientes) dirigidas hacia un fin. La ética viene a ser en código de reglas o principios morales que rigen la conducta, considerando las acciones de los seres humanos con referencia a su justicia o injusticia, a su tendencia al bien o a su tendencia al mal. Así decimos que la ética es normativa, porque busca un ideal o norma, según el cual se pueden formular las reglas y leyes de la conducta. Así que la conducta ética viene a ser sencillamente una conducta de acuerdo con ciertas normas. El termino "ETICA" viene del griego "ta ethica" = los asuntos morales, y se deriva de hechos = costumbre. Consideramos importante integrar el estudio de la Ética a la carrera de Abogacía porque dicha disciplina propicia, como toda Filosofía, el desarrollo de una actitud reflexiva y crítica, tanto de la actividad del profesional del Derecho como de su rol frente a la sociedad, mediante la identificación y análisis de las distintas perspectivas teóricas a los fines de la fundamentación de la conducta moral. De este modo, el joven jurista debe saber desde un principio que este mundo no es algo hecho, sino que es algo que se hace, y que es él quién colabora en su construcción. Hay que ajustar el esfuerzo de formación profesional del jurista a las necesidades que debe satisfacer. Lo relevante a tener como meta del conocimiento jurídico es la vida humana, que constituye una realidad que vale reconocer en todos los despliegues posibles; la comprensión del Derecho al servicio de la plenitud de la vida humana10, todo lo cual consideramos que 8 MALIANDI, R., op. cit., pag. 20. 9 El análisis tridimensional propuesto se sustenta en la Teoría Trialista del Mundo Jurídico, creada por Werner Goldschmidt y actualizada por el Dr. Miguel Angel Ciuro Caldani,

dado las ventajas metodológicas que dicha iusfilosofía nos proporciona. 10 Conforme lo dispuesto en los Lineamientos del Plan de Estudios de la carrera de Abogacía de la Escuela Superior de Derecho de la UNICEN, pág. 2. 4 Erika Nawojczyk www.cartapacio.edu.ar es posible mediante el estudio de la Ética, dado que la misma orienta11 la convivencia social hacia el desarrollo de una actividad profesional socialmente responsable, procurando la mayor realización del valor humanidad (conforme lo dispuesto en los objetivos del plan de Estudios de la carrera de Abogacía).

Ética jurídica La ética jurídica se encarga del estudio de los valores del ser humano, lo bueno y lo malo, de la moral y el Derecho, y se identifica dentro del ámbito jurídico, siendo una exigencia de los profesionales en emitir una opinión más, acerca de lo bueno o lo malo; donde se trata de emitir juicios sobre la maldad o bondad de algo, pero dando siempre la causa o razón de dicho juicio. La realización de una conducta desleal por parte de los abogados puede dar lugar a una sanción disciplinaria impuesta por la respectiva asociación de éstos profesional y además a una sanción penal. En una sociedad fundada en el respeto a la justicia, el abogado tiene un papel fundamental; su misión no se limita a ejecutar fielmente un mandato en el marco de la ley. En un estado de Derecho, el abogado es indispensable para la justicia y para los justiciables, pues tiene la obligación de defender los derechos y las libertades; es tanto el asesor como el defensor de su cliente. 1