Montaigne de Los Canibales

MICHEL DE MONTAIGNE LETRAS UNIVERSALES Ensayos 1 Edición de María Dolores Picazo Traducción QUINTA de Almudena EDIC

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MICHEL DE MONTAIGNE

LETRAS UNIVERSALES

Ensayos 1 Edición de María Dolores Picazo Traducción

QUINTA

de Almudena

EDICIÓN

Montojo

REVISADA

CÁTEDRA LETRAS UNIVERSALES

Título original de la obra: Essais

Diseño de cubierta: Diego Lara Ilustración de cubierta: Susana Narotzky

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

© Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.), 2001 Juan Ignacio Luca de Tena, 15.28027 Madrid Depósito legal: M. 44.288-2001 LS.B.N.: 84-376-0539-3 Printed in Spain Impreso en Fernández Ciudad, S. L.

INTRODlCCIÓN

Esta creencia se relaciona de algún modo con esta otra tan antigua, de creer satisfacer al cielo y a la naturaleza con nuestro crimen y masacre, que fue abrazada por todas las religiones. Aún en la época de nu~st~os pa~:es, Amurates, en la toma del Istmo, inmoló a seiscientos jovenes gnegos por el alma de su padre, para que aquella sangre fuese propiciatoria para la. expiación d~ los pecados d:l fallecido. y en esas nuevas tierras descubiertas en nuestra epoca, todavía puras y vírgenes en comparación con las nuestra~, está extendida esa costumbre por todas partes; todos sus ídolos se abrevan de sangre humana siJ?-que falten ejemp~os de h?rrible crueldad. Los queman VIVOS y cuando estan med,lO asados, los retiran de la hoguera para arrancarles el coraz.on y las entrañas; a otros, incluso a las mujeres, los despellejan vivos y con su piel ensagrentada cubren y eJ?-mascaran a otros. Y tampoco faltan ejemplos de constancia y fir~eza. Pues esas pobres gentes gue van a ser sacrificadas, ~nClanos, mujeres y niños, piden limosna durante algunos di as antes, para la ofrenda de su sacrificio y se presentan a esa ~armcería cantando y bailando con los asistentes. Los embajadores del rey de Méjico, para mostrar a Hernán Cortés la grandeza de su señor, tras decirle que tenía treinta vasallos, cada uno de los cuales podía reunir cien mil g~erreros, y que 7'1vía en la ciudad más bella y más fuerte bajo la capa del Cl~10, añadieron que sacrificaba a los dio.ses cincuenta mil hombres al año. En verdad, dicen que alimentaba ~a ~erra con ciertos grandes pueblos vecinos, no sólo para ejercitar ~ la juventud de su país, sino principalmente 'pa~a tener pnsioneros de guerra con que abastecer los ~acnficlOs. En .otra parte, en cierta ciudad, para la bienvenida del susodlCh~ Cortés sacrificaron a cincuenta hombres. a la vez. Contare un relato más. Algunos de estos pueblos, habiendo sido vencidos por él, enviaron mensajeros para reconocerle y conseguir su amistad; éstos, presentáron1e tres cla.ses de presentes de la forma siguiente: Señor aquí tienes cinco esclavos' si eres un dios fiero que te alimentas de carne y de sangre: cómelos y te amaremos aún más; si eres un dios bondadoso, he aquí incienso y plumas; SI eres hombre, toma estos pájaros y estos frutos.

CAPÍTULO

XXXI

DE LOS CANÍBALES

el rey Pirro pasó a Italia, después de observar el orden del ejército que los romanos enviaban contra él, dijo: No sé qué bárbaros serán éstos (pues los griegos llamaban así a todas las naciones extranjeras) mas la disposición de este ejército que estoy viendo, no es bárbara en modo alguno. Lo mismo dijeron los griegos del que Flaminio hizo entrar en su país, y Fi1ipo, al ver desde un cerro el orden y la colocación del campamento romano en su reino, bajo Pub1io Su1picio Ga1ba. Ved por ello cómo hemos de guardarnos de aceptar las opiniones vulgares y cómo hemos de juzgadas según la razón y no según la voz pública. Tuve junto a mí durante largo tiempo, a un hombre que había vivido diez o doce años en ese otro mundo descubierto en nuestro siglo, en el lugar donde Villegagnon tomó tierra y al que llamó Francia antártica'. Este descubrimiento de un país infinito parece ser considerable. No sé si puedo asegurar que se harán otros en el futuro, habiendo tantos personajes más importantes que yo que se han equivocado en cuanto a este tema. Temo que tengamos los ojos más grandes que el estómago, y más curiosidad que inteligencia. Abarcamos todo mas sólo cogemos viento. P1atón contradice a Solón, contando cómo supo por los sacerdotes de la ciudad de Sais en Egipto, que, antaño, antes del diluvio, existía una gran isla llamada Atlántida, exactamente en la boca del estrecho de Gibraltar, que comprendía más países que Asia y África juntas; y que los reyes de aquel territorio, que no solo poseían esa isla sino que habían avanzado tan lejos en tierra firme que llegaban a 10 ancho de Mrica hasta Egipto y a 10 largo de Europa hasta la Toscana, decidieron dar un salto hasta Asia y subyugar a todas las UANDO

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1 El Brasil, donde Villegagnon desembarcó en 1557 ton otros protestantes e intentó establecerse.

naciones que bordean el mar Mediterráneo hasta el golfo del mar Mayor+; y para ello, atravesaron las Españas, las Galias, Italia, hasta Grecia, donde los atenienses les contuvieron; mas que, algún tiempo después, fueron engullidos por el diluvio, los atenienses, ellos y su isla. Es muy verosímil que aquel enorme estrago de agua produjera cambios extraños en las regiones de la tierra, al igual que se considera que el mar arrancó Sicilia de Italia, Haec loca, vi quondam et vasta convulsa ruina, Dissiluisse ferunt, cum protinus utraque tellus Una foret ';

Chipre de Siria, la isla de Negroponto de la tierra firme de Beocia; y haya juntado en otros lugares tierras que estaban separadas, llenando de limo y arena las fosas que había entre ellas: sterilisque diu palus aptaque remis Vicinas urbes alit, et grave sentit aratrum",

Mas no hay grandes indicios de que esta isla sea ese mundo nuevo que acabamos de descubrir, pues tocaba casi con España y sería increíble que la inundación la hubiera apartado hasta donde está, a más de mil doscientas leguas, aparte de que las modernas expediciones han descubierto ya casi que no es una isla, sino tierra firme, unida por un lado con las Indias orientales y por otro, con las tierras que están bajo los dos polos; o que, si está separada, 10 está por un estrecho o intervalo tan pequeño que no merece por ello ser considerada como isla. Parece que se producen movimientos, naturales unos, febriles otros, en esos grandes cuerpos, así como en los nuestros. Cuando pienso en la erosión que deja el río Dordoña actualEl Mar Negro. "Dicen que antiguamente un enorme terremoto separó esas tierras del continente al que estaban unidas» (Virgilio, Eneida, III. 414), 4 "y un pantano, hace tiempo estéril y apto para los remos, alimenta las ciudades vecinas y soporta el pesado arado» (Horacio, Arte poética). 2

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mente, por la orilla derecha al bajar, y en el terrel1:0 quehaganado en veinte años destruyendo la base de vanos edificios, me doy cuenta de que es un movimiento extraordinario, pues si hubiese llevado siempre ese ritmo o lo fuese a llevar en el futuro, trastocaría el aspecto del mundo. Mas están a la merced de muchos cambios: tan pronto se ensanchan por un lado como por otro; como se contienen. No hablo de las repentinas inundaciones cuyas causas conocemos. En Medoc, al borde del mar, mi hermano, señor de Arsac", ha visto como quedaba sepultada una de sus tierras bajo ~as .aren~s que el mar vomita ante ella; la cima de algunos edificios aun ~obresale: hanse trocado sus rentas y tierras en pobres pastizales. Dic~n los habitantes que, desde hace algún ti~mpo, el mar empuja con tal fuerza hacia ellos, qu~ h~ perdido cuatro leguas de tierra. Esas arenas son s~s preliminares: y vemos grandes montones de arena en movimiento que se adelantan media legua, comiéndose el país. . El otro testimonio de los tiempos antiguos con el que se quiere relacionar este descubrimiento, e~ de Aristóteles, al menos si es suyo ese libreto de «las maravillas inauditas», Cuenta en él que algunos cartagineses, habiéndose lanzado a ~ravés del mar Atlántico fuera del estrecho de GIbraltar y habiendo navegado durante largo tiempo, descubrieron por fin una isla grande y fértil, cubierta de bosques y re~ada por anchos y profundos ríos, muy alejada de cualquier nerra firI?e; y que ellos y después otros, atraídos por .la rique~a y fertilidad de la región, fuéronse allí con sus mujeres e hIJOS,e~pezando a aco~tumbrarse a ella. Los señores de Cartago, VIendo que su país se despoblaba poco a poco, prohibieron expresamente, bajo pena de muerte, que nadie fuese ~ás .allí y expulsaron a los nuevos habitantes, por temor, segun dicen, a que con el paso del tiempo llegaran a multiplicarse de tal forma que los s~plantasen a ellos y arruinasen su estado. Este re~ato de ArIStOteles tampoco concuerda con nuestras nuevas tierras.

5 Se trata de Tomás, señor de Beauregard y de Arsac, nacido en este último lugar en 1534. Se sabe que el enarenamiento de esta parte de la costa no se de· tuvo hasta más tarde por las plantaciones de pmos.

Este hombre que junto a mí estaba, era hombre sencillo y tosco, condición propia para dar testimonio verdadero; pues las gentes refinadas se fijan con más agudeza y mejor en las cosas, mas las glosan; y para hacer valer su interpretación y persuadir de ella, no pueden dejar de alterar algo la historia; jamás os describen las cosas en su estado puro, las tuercen y disfrazan según el aspecto que les han visto; y para dar crédito a su idea y atraeros a ella, adaptan en ese sentido la materia, alargándola y ampliándola. Es preciso un hombre muy fiel o tan sencillo que no tenga con qué construir o dar verosimilitud a falsos inventos y que con nada se haya casado. Así era el mío, y además presentóme a menudo a varios marineros y mercaderes que había conocido durante aquel viaje. Por ello, conténtome con esa información sin investigar lo que dicen los cosmógrafos. Nos serían precisos topógrafos que hicieran su propia narración de los lugares donde han estado. Mas por tener sobre nosotros la ventaja de haber visto Palestina, quieren gozar del privilegio de contamos noticias del resto del mundo. Me gustaría que cada uno escribiese sobre lo que sabe y cuanto sabe, no sólo en esto sino en cualquier otro tema: pues uno puede tener algún especial conocimiento o experiencia sobre la naturaleza de un río o de una fuente y no saber del resto más que lo que saben los demás. Decidirá, sin embargo, escribir la fisica entera para publicar ese pequeño retazo. De este vicio nacen muchos y grandes perjuicios. y el caso es que estimo, volviendo al tema anterior, que nada bárbaro o salvaje hay en aquella nación", según lo que me han contado, sino que cada cual considera bárbaro lo que no pertenece a sus costumbres. Ciertamente parece que no tenemos más punto de vista sobre la verdad y la razón que el modelo y la idea de las opiniones y usos del país en el que estamos. Allí está siempre la religión perfecta, el gobierno perfecto, la práctica perfecta y acabada de todo. Tan salvajes son como los frutos a los que llamamos salvajes por haberlos producido la naturaleza por sí misma y en su normal evolución: cuando

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Se trata de los indígenas de América del Sur.

en verdad, mejor haríamos en llamar salvajes a los que hemos alterado con nuestras artes, desviándolos del orden común. En aquéllos están vivas y vigorosas las auténticas cualidades y propiedades más útiles y naturales, las cuales en cambio, hemos envilecido en éstos, adaptándolas simplemente al placer de nuestro gusto corrompido. Y así, sin embargo, el sabor y la suavidad de distintos frutos de aquellas zonas sin cultivos, resultan ser excelentes para nuestro gusto y mejores que los nuestros. No hay razón para que lo artificial supere a nuestra grande y poderosa madre naturaleza. Hemos recargado tanto la belleza y riqueza de sus obras con nuestros inventos, que la hemos asfixiado por completo. Y aun así, allá donde reluce su pureza, hemos de avergonzamos extraordinariamente de nuestras frívolas y vanas empresas, Et veniunt ederae sponte sua melius, Surgit et in solis formosior arbutus antris, Et volucres nulla dulcius arte canune. Todos nuestros esfuerzos son incapaces de llegar a reproducir el nido del más insignificante pajarilla, ni su textura, ni su belleza, ni la utilidad de su uso; ni siquiera la tela de la débil araña. Dice Platón que todas las cosas han sido creadas o por la naturaleza o por el azar o por el arte; las más grandes y más bellas por uno de los dos primeros, las menores e imperfectas por el último. Esas naciones parécenme por lo tanto bárbaras porque la mente humana las ha moldeado muy poco y están aún muy cerca de la inocencia original. Rígense todavía según las leyes naturales, apenas adulteradas por las nuestras; mas en tal purez.a que me apena a veces que no hayan sido conocidas prefenblemente en la época en que había hombres que habrían sabido juzgarlas mejor que nosotros. Me disgusta que ni Licurgo ni Platón las hayan conocido; pues paréceme que lo que comprobamos por experiencia en esas naciones, supera 7 «La hiedra crece mejor espontáneamente; el madroño se desarrolla más bello en los lugares solitarios; el canto de los pájaros es más dulce sin arte» (Propercio, 1, II. 10).

no sólo todas las pinturas con las que la poesía embelleció la edad de oro y todas las creaciones para representar una feliz condición humana, sino incluso el concepto y el propio deseo de la filosofia. No pudieron inventar inocencia tan pura y simple como la que vemos por experiencia; ni pudieron imaginar que nuestra sociedad pudiera mantenerse con tan poco artificio y soldadura humana. Es una nación, diríale yo a Platón, donde no existe ningún tipo de comercio, ningún conocimiento de las letras; ninguna ciencia de los números; ningún nombre de magistrado ni de cargo político; ninguna costumbre de vasallaje, de riqueza o de pobreza; ningún contrato; ninguna sucesión; ningún reparto; ninguna ocupación que no sea ociosa; ningún respeto de parentesco que no sea común; ninguna ropa; ninguna agricultura; ningún metal; ningún uso del vino o del trigo. Incluso las palabras, que significan mentira, traición, disimulo, avaricia, envidia, detracción, perdón, [son inauditas! ¡Cuán lejos de esta perfección apareceríasele la república que imaginó!: «viri a diis recentes-". Hos natura modos primum dedit". Además viven en una zona de países muy grata y bien templada; de forma que, según me han dicho mis testigos, raro es ver allí a un hombre enfermo; y me han asegurado no haber visto a ninguno tembloroso, legañoso, desdentado o encorbado por la vejez. Se asientan al borde del mar, cercados tierra adentro por grandes y elevadas montañas que dejan entre cada dos una extensión de unas cien leguas de ancho. Abundan pescados y carnes sin parecido alguno con los nuestros y los comen sin más artificio que la cocción. El primero que allí llegó a caballo, a pesar de habérselos ganado en otros viajes, prodújoles tal horror en aquella postura que lo mataron a flechazos antes de poder reconocerlo. Sus construcciones son muy largas, con capacidad para doscientas o trescientas almas, cubiertas con cortezas de grandes árboles hincadas en 8 9

«Hombres recién salidos de las manos de los Dioses» (Séneca, Cartas, 90). «Éstas fueron las primeras leyes que dictó la naturaleza» (Virgilio, Geórgi-

cas, II. 20).

tierra por un extremo y sostenidas y apoyadas unas en otras en lo alto, como algunas de nuestras granjas cuyos tejados llegan hasta el suelo sirviendo de flanco. Tienen una madera tan dura que, cortándola, construyen con ella sus espadas y parrillas para asar la carne. Sus lechos son de un tejido de algodón, colgados cerca del techo como los de nuestros barcos, y cada uno tiene el suyo; ya que las mujeres duermen separadas de sus maridos. Se levantan con el sol y comen inmediatamente después de haberse levantado y para todo el día; pues no hacen más comida que ésta. No beben entonces, como cuenta Suidas de otros pueblos de oriente que bebían fuera de las comidas; beben varias veces al día y a placer. Su brebaje está hecho con alguna raíz y tiene el color de nuestros vinos claretes. Sólo lo beben tibio; este brebaje no se conserva más que dos o tres días; tiene un sabor un poco picante, no es nada espumoso y es saludable para el estómago y laxante para aquellos que no están habituados a él; es una bebida muy agradable para el que está acostumbrado. En lugar de pan, usan cierta materia blanca parecida al cilantro confitado. Lo he probado: su sabor es suave y algo soso. Todo el día se lo pasan bailando. Los más jóvenes van a cazar fieras con sus arcos. Una parte de las mujeres ocúpase mientras tanto en calentar la bebida, lo que constituye su principal labor. Hay algún anciano que por la mañana, antes de que se pongan a comer, predica lo mismo a toda la cabaña, paseándose de un extremo a otro hasta dar la vuelta (pues son construcciones que tienen más de cien pasos de largo). Sólo les recomienda dos cosas: valor contra los enemigos y amor a sus mujeres. Sin dejar de resaltar nunca en el refrán esta obligación, ya que son ellas quienes les mantienen caliente y sazonada la bebida. Puede verse en algunos lugares, y entre otros en mi casa, la forma de sus lechos, de sus cuerdas, de sus espadas y brazaletes de madera con los que se cubren las muñecas en el combate, y de sus largos cayados, abiertos por un extremo, con cuyo sonido llevan el ritmo en la danza. No tienen ni un pelo en todo el cuerpo y se afeitan apurando mucho más que nosotros sin más navaja que un trozo de madera o de piedra. Creen que las almas son eternas y que las que lo han merecido según los dioses viven en el lugar del cielo por el que sale el sol; las malditas, del lado de occidente.

Tienen una especie de sacerdotes y de profetas que se presentan muy raramente ante el pueblo, pues tienen su morada en las montañas. A su llegada, hacen una gran fiesta y solemne asamblea de varios poblados (cada cabaña, como ya he dicho, forma un poblado, y están a una legua francesa una de otra). El profeta les habla en público, exhortándolos a la virtud y al deber, mas toda su ética contiene únicamente esos dos artículos anteriores de la firmeza en la guerra y del cariño a sus mujeres. También les pronostica el porvenir y los resultados que han de esperar de sus empresas, los empuja o los desvía de la guerra; mas si falta en sus adivinaciones o les acontece algo distinto a lo que les predice, lo despedazan en mil trozos si lo atrapan, condlenándolo como falso profeta. Por este motivo, al que hierra lima vez, no se le vuelve a ver. Es la adivinación un don de Dios, por ello debería ser impostura punible hacer uso de ella para engañar. Los escitas, cuando por casualidad los adivinos fallaban, tendíanlos atados de pies y manos sobre carros llenos de brezo, tirados por bueyes, para quemarlos. A los que manejan las cosas regidas por la inteligencia humana se les puede perdonar hacer sólo lo que pueden. Mas a esos otros que vienen jactándose de la infalibilidad de una facultad extraordinaria que está fuera de nuestro conocimiento, ¿acaso no se les ha de castigar por no cumplir sus promesas y por la temeridad de su impostura? Tienen sus guerras contra [as naciones del otro lado de las montañas, que están más tierra adentro, a las que van completamente desnudos sin más armias que unos arcos o unas espadas de madera, afiladas por un extremo, como nuestros venablos. Es asombrosa la firmeza de sus combates que jamás terminan si no es con la muerte (Ü el derramamiento de sangre, pues no conocen ni la derrota ni el espanto. Cada uno se lleva como trofeo la cabeza del enemigo que ha matado y la cuelga a la entrada de su mora-da. Después de tratar bien durante largo tiempo a sus prisiomeros con todas las comodidades que ocurrirseles puedan, ell jefe convoca una gran asamblea con sus conocidos; ata un.a cuerda a un brazo del prisionero, y, agarrando el extrernro, lo mantiene alejado de él algunos pasos, por miedo a que le ataque, y al más querido de sus amigos le da el otro brazo parra que lo sujete de igual forma;

y los dos, en presencia de toda la asamblea, lo m~tan a ~olpes de espada. Hecho esto, lo asan y comen todos de el, enviando algunos trozos a los amigos que están ausentes. Esto no es, como podría creerse, para alimentarse, tal y como hacían antaño los escitas . sino como símbolo de extrema venganza. y como vieran que los portugueses, que se habían aliado con sus adversarios recurrían a otra clase de muerte para ellos cuando los co~an, la cual consistía e~ enterrarl?s ,hasta la cintura y lanzarles violentos flechazos mientras resistía el cuerpo, para colgarlos después, pensaron que esas gent~s .del otro mundo, puesto que habían semb~ado el co~oclmlento de muchos vicios entre los pueblos vecinos y dominaban mucho mejor que ellos toda suerte de maldades no se vengarían por casualidad de aquella forma y que ésta debía de ser más dura que la suya, empezaron a abandonar su antigua m~era para adoptar ésta. No me apena que comprobemos el barbaro horror de tal acción, mas sí que nos ceguemos ante nuestras faltas sin dejar de juzgar las suyas. Estimo que hay mayor barbarie en el hecho de comer un hombre vivo que en comerlo muerto, en desgarrar con torturas y tormentos un cuerpo sensible aún, asarlo poco a poco, dárselo a los perros y a l,?s cerdos para que lo muerdan y despedacen (cosa que no sol~emas leído sino también visto recientemente, no entre VIeJOS enemigos sino entre vecinos y conciudadanos y lo que es peor, so pretexto de piedad y religión), que asarlo y comerlo después de muerto. .. Crisipo y Zenón, jefes de la secta estoica, pensaron Justamente que no había mal alguno en servirse de nuestra carroña siempre que lo necesitáramos, .o.bteniendo a~í alimento;. al igual que nuestros antepasados sitiados por Cesar en la CIUdad de Alesia resolvieron saciar el hambre de aquel cerco con los cuerpos de los ancianos, de las mujeres y de otras personas inútiles para el combate. Vascones, fama est, alimentis talibus usi Produxere animas 10. 10 «Se dice que los gascones prolongaron sus vidas con tales alimentos» (luvenal, XV. 93).

No te~en los médicos servirse de ella para nuestra salud, de cualq:uer, forITola,. fa. sea para aplicarla por dentro o por fuera, mas jamas exisuo Idea tan absurda que justificara la traición, la deslealtad, la tiranía, la crueldad que son nuestras faltas ordinarias. ' Bien podemos pues llamarlos bárbaros, si consideramos las normas de la razón, mas no si nos consideramos a nosotros mismos, que los superamos en toda clase de barbarie. Es su guerra absolutamente noble y generosa, y tiene tanta justificaCIOny belleza com~ esta enfermedad humana puede contener; para ellos no tiene otro fundamento que el solo celo por el valor. No combaten para conquistar nuevas tierras pues gozan todavía de esa felicidad natural que les abastece de todo lo necesario sin trabajo ni esfuerzo y en abundancia tal que no necesitan para nada aumentar sus límites. Aún están en ese mundo feliz en que sólo necesitan lo que sus necesidades naturales exigen, todo lo demás es para ellos superfluo, Generalmente se llaman unos a otros, los que son de la misrna edad, hermanos; hIJOS,a los que están por debajo; y los ancianos son padres para todos los demás. Estos dejan ~n ~o.mún. a sus herederos, esa posesión llena de bienes pro indiviso, sin ~ás título de propiedad que el que la naturaleza da a sus cnaturas, al ponerlas en el mundo. Si sus vecinos pasan las montañas para atacarlos, y los vencen, el botín del ve?~edor es la gloria y el privilegio de haber sido superior en mento y valor, pues de ~tra forma, no sabrían qué hacer con los bienes de los vencidos, y tornan a su país donde no carecen de nada de lo necesario, ni de eso tan grande que es saber gozar con ventura de la condición de uno contentándose ~o.n ella. Lo mismo hacen éstos a su vez. No piden a sus prlSlOner?S más pago que la confesión y reconocimiento de haber SIdo.vencidos; mas resulta imposible hallar alguno en todo un SIglo, que no prefiera la muerte a ceder, ni de acto, n~ de palabra, u?- sólo punto de la grandeza de un valor invencible; ?-o hay ninguno que :10 prefiera ser muerto y comido a pedir no serlo. Los tratan dejándolos en toda libertad y proporcionándoles todas la. comodidades que ocurrírseles puedan, para que la vida les sea aún más cara; les recuerdan regularmente con amenazas su futura muerte , las

Los húngaros, combatientes muy belicosos, jamás proseguían antaño la ofensiva, tras hacer entregarse al ~,nemIgC?a ~u merced. Ya que, al arrancarle esta confesión, dejábanlo Ir sin ofensa alguna, sin rescate, excepto, como mucho, el obtener su palabra de no armarse contra ellos en adelante. . Bastantes ventajas tenemos sobre nuestros enemigos que son ventajas prestadas y no nuestras. Cualidad es del po~eadar y no del valor, el tener más sólidas las pIernas; cualidad muerta y corporal es la agilidad; es un .golpe de suerte SI el enemigo tropieza al deslumbrarle los OJos la luz del sol; es una jugada del arte y de la cienciay que puede rec~er en persona cobarde y nula, el estar capacitado para la esgnma. Se estima y considera a un hombre por su valor y su voluntad; en ellos reside la verdadera honra; el valor es firmeza, no de .las piernas ni de los brazos sino del coraje y del alma; no reside en la valía de nuestro caballo o de nuestras armas sino en la nuestra. El que cae firme en su valor, «si succiderit, de genu pugnat-F, quien a pesar del peligro de una muerte cercaI?-a, no cede un punto en temple; quien al entregar el alma rmra aún a su enemigo con mirada decidida y desdeñosa, ése no ha sido vencido por nosotros sino por el destino; muerto es, mas no vencido.

Los más valientes son a veces los más desafortunados. Hay además derrotas triunfantes que emulan a las victorias. Ni siquiera esas cuatro victorias hermanas, las más bellas que con sus ojos haya visto jamás el sol, la de Salamina la de Platea, la de Micala-', la de Sicilia", osaron nunca oponer toda su gloria a la gloria del aplastamiento del rey Leónidas y de los suyos en el paso de las 'Iermópilas'". ¿Qyién corrió jamás con afán más glorioso y ambicioso hacia la victoria de un combate que el capitán Iscolas hacia su pérdida? ¿Qyién aseguróse de su salvación con mayor ingenio y cuidado que él de su ruina? Tenía orden de defender cierto paso del Peloponeso contra los arcadios. Para lo cual, viéndose absolutamente incapaz de ello, dada la naturaleza del lugar y la desigualdad de fuerzas, y comprendiendo que todos los que hicieran frente al enemigo quedarían allí irremisiblemente; por otra parte, considerando indigno de su propio valor y grandeza y del nombre de lacedemonio no cumplir su misión, entre esos dos extremos tomó un partido intermedio y actuó así: conservó para la protección y servicio de su país a los más jóvenes y prestos de la tropa, haciéndoles volver; y con aquellos cuya pérdida era menos perjudicial, resolvió defender aquel paso, y, con su muerte, hacer que el enemigo comprase la ocupación al precio más alto posible: como así aconteció. Pues rodeado por todas partes por los arcadios, tras hacer gran carnicería, él y los suyos fueron todos pasados a cuchillo. (Existe algún trofeo de los concedidos a los vencedores que no les sea más debido a estos vencidos? El verdadero vencer tiene como misión el combate, no la salvación; y el honor del valor consiste en combatir, no en batir. Volviendo a nuestra historia, tan lejos están de rendirse esos prisioneros con todo cuanto les hacen, que al contrario, durante esos dos o tres meses que los tienen prisioneros, haen gala de alegre actitud; apremian a sus dueños para que se

«No hay más victoria que la que fuerza al enemigo a confesarse vencidos» (Claudio, Del sexto Consulado, 248). .' 12 «Si cae, lucha de rodillas» (Séneca, De la Prooidencia, II).

Victoria de los griegos sobre los persas. Victoria de los espartanos sobre los atenienses que sitiaban Siracusa. 15 Desfile de la fuerza continental, famoso por la defensa y la muerte de l.cónidas en el 400 a. C.

torturas que habrán de sufrir, los preparativos que se realiz~n a ese efecto el descuartizamiento de sus miembros y el festm que se haráa sus expensas. Todo esto se hace con el único fin de arrancar de su boca alguna palabra cob~r~e C?baja, o de inspirarles deseos de huir, para obtener el privilegio de haberlos atemorizado o de haber doblegado su firmeza. Pues además, pensándolo bien, sólo en este punto reside la verdadera victoria: victoria nulla est 1:' Quam quae conressos animo quoque sub'¡ugat host es11 .

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~I

apresuren a hacerles pasar por esa pru.eba; los desafían e inj~rian reprochándoles su cobardía y las mmensas batallas perdidas contra los suyos. Sé de una canción inventada P?r un pnsionero en la que se halla esta bravata: que todos umdos osen ir a comer su cuerpo y comerán con él a sus padres y abuelos que le sirvieron de alimento y sustento. Estos músculos, decía, esta carne y estas venas, son las vuestras, pobres locos; no os percatáis de que la substancia de los miembros d~ vuestros antepasados permanece aún.en ellos: saboreadlos bien, notaréis el sabor de vuestra propia carne. Idea que en modo alguno se parece a la barbarie. Quienes des~riben su ~g.onía y reproducen el momento de su muerte, pmtan al pnsi~~ero escupiendo ~ la cara de aquello,s 9ue le m.atan y haciéndoles muecas. Ciertamente, hasta el último suspiro no dejan de provocarles y desafiarles con sus palabras y su actitud. Sin ~entir, comparados con nosotros, he aquí a unos hombres. bien salvajes; pues, verdaderamente, o bien lo son ellos o bien lo somos nosotros; extraordinaria es la distancia que hay entre su comportamiento y el nuestro. Los hombres tienen allí varias mujeres, y tanto mayor es su número cuanto mayor es la fama de su valor; es notable belleza de sus matrimonios que el mismo celo que tienen nuestras mujeres para impedimos el amor y amistad con otras mujeres, tiénenlo las suyas para proporcionárselos. Cuidándose del honor de sus maridos más que de nmguna otra cosa, intentan y ponen todo su interés en tener el mayor número de compañeras, pues prueba e~ ~el valor del marido. Exclamarán las nuestras que es prodigioso, mas no lo es; es virtud propiamente matrimonial y de~ más alto grao do. Y en la Biblial6, Lía, Raquel, Sara y las mujeres de Jacob, cedieron a sus bellas sirvientas para sus maridos; y Livia secundó los apetitos de Augusto según su interés; y Es.tratóniea, mujer del rey Deyotaro, no sólo ?torgó a sU.t;Iando una bellísima camarera que la servía, smo que cn\> amorosa· mente a sus hijos respaldándoles para que sucedieran al padre en sus estados.

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Probablemente

según San Agustín.

y porque no penséis que todo esto lo hacen por simple y servil obligación para con sus costumbres y por el peso de la autoridad de su antigua tradición, sin razón ni juicio, y por tener alma tan estúpida que no pueden tomar otro partido, es preciso alegar algunos rasgos de su inteligencia. Además de la canción guerrera de la que acabo de hablar, sé de otra, amorosa, que empieza así: Culebra detente; culebra detente, para que mi hermana saque del patrón de tus dibujos la forma y el diseño de un rico cordón que yo daré a mi amiga: que tu belleza y prestancia sean eternamente preferidas a las de todas las demás serpientes. Esta primera estrofa es el estribillo de la canción. Y es el caso que tengo bastante relación con la poesía para opinar lo siguiente, que no sólo no hay barbarie alguna en esta creación, sino que además es del todo anacreóntica. Su lenguaje, por otra parte, es dul.ce y de agradable sonido, parecido a las terminaciones gnegas. Tres de ellos, ignorantes de lo que costará algún día a su tranquilidad y ventura el conocer las corrupciones de acá, y de que de este trato les vendrá la ruina, la cual supongo se habrá iniciado ya, bien míseros por haberse dejado engañar por el deseo de la novedad y halber dejado la dulzura de su cielo para venir a ver el nuestro, fueron a Ruán'", en la época en que nuestro difunto rey Carlos IX allí estaba. Hablóles el rey largo tiempo; y se les mostró nuestra manera de ser, nuestra pompa, la forma de una hermosa ciudad. Tras esto, alguien pidió su opinión, queriendo saber qué les había parecido más admirable; respondieron tres cosas de las cuales he olvidado la tercera, lo que lamento profundamente; mas aún conservo dos en la memoria. Dijeron que en primer lugar hallaban muy extraño que tantos hombres grandes y fuertes, barbados y armados, como rodeaban al rey (parece ser que hablaban de su guardia suiza) se sometieran y obedecieran a un niño, en lugar de elegir mejor a alguno de ellos para mandar; en segundo (tienen una manera de hablar tal que llaman a los hombres mitad unos de otros) que habían

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En 1562.

observado que había entre nosotros hombres ricos y colmados de toda suerte de comodidades mientras sus mitades mendigaban a sus puertas, descarnados de hambre y pobreza; y que hallaban extraño que esas mitades menesterosas pudieran sufrir tal injusticia sin acogotar a los otros y sin pegar fuego a sus casas. Hablé largo tiempo con uno de ellos; mas tenía un intérprete que me seguía tan mal y era tan necio e inepto para entender mis ideas que no pude disfrutar con él. Cuando le pregunté qué ventaja obtenía con la superioridad de la que gozaba sobre los suyos (pues era un capitán y nuestros marineros llamábanle rey), díjome que era el primero en marchar a la guerra; a la pregunta de cuántos hombres le seguían, mostróme una extensión de tierra, para significar que eran tantos como podían caber en tal espacio, pudiendo ser unos cuatro o cinco mil hombres; a la de si fuera de la guerra expiraba toda su autoridad, contestó que le quedaba el hecho de que cuando visitaba los pueblos que de él dependían abríanle senderos a través de la vegetación de sus bosques por donde pudiera pasar cómodamente. No está mal todo esto: mas iqué decís! INo llevan calzas!

CAPíTULO

XXXII

SE HA DE TENER PRUDENCIA JUZGAR LOS DESIGNIOS

campo objeto de impostura es el de las cosas desconocidas. En primer lugar, porque la propia rareza otorga crédito; y además, porque al no estar sujetas a nuestras razones ordinarias, nos privan de los medios para combatidas. Por este motivo, dice Platón que es mucho más fácil dar satisfacción al hablar de la naturaleza de los dioses que de la naturaleza de los hombres, porque la ignorancia

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Lverdadero

AL METERSE A DIVINOS

del auditorio concede hermosa y amplia vía y total libertad para tratar esa materia ocultar De ahí que nada se crea tan firmemente como aquello d . lo que menos se sabe, ni haya gentes tan seguras de sí mismas como l~s que nos cuentan fábulas, a saber los alquimistas, pronosticadores, astrólogos, quirornánricos, médicos, «id genus omne-'. A los que gustosamente añadiría, si osara, un montón de gentes intérpretes y controladoras corrientes de los designios de Dios, convrencidas de conocer las causas de cada acontecimiento y de ver en los secretos de la voluntad divina los motivos incomprensibles de sus obras; y a pesar de que el variar y el continuo desacuerdo de los hechos las va .expulsando de un lugar a otro, y de oriente a occidente, no dejan por ello de seguir su juego ni de pintar con el mismo lápiz el blanco y el negro. En una nación india, existe esta loable costumbre: cuando alguna desventura les acontece en cualquier batalla u ocasión piden perdón públicamente al sol que es su dios, como de acción injusta, remitiéndose en su ventura o desventura a la razón divina y sometiendo a ella su juicio y razón. Bástale creer a un cristiano que todas las cosas vienen de Dios aceptándolas con acatamiento a su divino e inescrutable saber: para tomarlas por el lado bueno, sea cual sea la forma bajo la que le sean enviadas. Mas estimo perjudicial esto 9~~veo de ordinario, qUle es in.tentar reforzar y apoyar la reh~lOn con la ventura o prosperidad de nuestras empresas. TIene nuestra fe muchos otros fundamentos sin necesidad de otorgarle autoridad por los acontecimientos· pues existe el peligro de que la fe del pueblo, acostumbrado a .sos argumentos plausibles y propios de su gusto, se derrumbe cuando los acontecimientos sean a su vez contrarios y desfavorables. Como en las guerras de religión en las que andamos, en las qu~ los que llevaron las de ganar ' en la refnega de Roche-Abeille, habiendo celebrado con rego-

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«Toda esta raza» (Horacio, Sátiras, 1. II. 12). Los protestantes.