Monologo BEATRIZ

MONÓLOGO MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES BEATRIZ.-¡Qué cara de acrimonia tiene ese caballero! Nunca he podido verle sin expe

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MONÓLOGO MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES

BEATRIZ.-¡Qué cara de acrimonia tiene ese caballero! Nunca he podido verle sin experimentar por espacio de una hora agruras de estómago. El hombre perfecto sería aquel que se tuviera en el justo medio entre él y Benedicto: el uno es muy semejante a una estatua y no dice esta boca es mía; el otro se parece al hijo mayor de la señora de la casa, que chacharea incesantemente. Dicen que nunca conseguiré esposo por tener una lengua demasiado maldita. Ruego a Dios por ello. “No me de marido”, le imploro de rodillas todas las mañanas y todas las noches: «¡Señor! Yo no podría sufrir a un marido con toda la barba; preferiría acostarme con un montón de lana». ¿poner los ojos en un marido sin barba?. ¿Y qué haría con él? ¿Vestirle con mis faldas y que me sirviese de doncella? Quien tiene barba es más que un mancebo, y el que carece de ella menos que un hombre. Si es más que mancebo es mucho hombre para mí, y si es menos que hombre, soy yo mucha mujer para él. Por consiguiente, prefiero tomar seis peniques de arras del guardaosos y conducir sus monos al infierno. Pero no iré al infierno, sino hasta la puerta. Allí me saldrá al encuentro el diablo, quien, con sus cuernos en la cabeza, como un viejo cornudo, me dirá: «Anda al cielo, Beatriz, anda al cielo; aquí no hay sitio para doncellas como tú». Entonces yo le dejaré mis monos y me encaminaré al cielo en busca de San Pedro. Él me enseñará dónde se sientan los solterones, y allí viviremos tan dichosos cuan largo es el día. Mi prima sí, debe hacer una reverencia y decir: «Como os guste, padre». Siempre y cuando sea buen mozo; o de lo contrario, que haga otra reverencia y diga: «Padre, como a mí me guste». Pero yo no, no tendré esposo. No será en tanto Dios no haga a los hombres de otra sustancia distinta a la tierra. ¿No es desesperante para una mujer el verse dominada por un puñado de polvo valiente y tener que rendir cuentas de su vida a un terrón de cieno petulante? No, no quiero a ninguno. Los hijos de Adán son mis hermanos; y, francamente, tendría por pecado buscar un esposo en mi familia.