Mesoamerica

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MESOAMERICA. Los pueblos originarios mesoamericanos: olmecas, mayas y aztecas Mesoamérica es el nombre que recibe una zona que comprende áreas del actual territorio de México y de otros países de América Central. ¿Qué pueblos vivieron allí antes de la llegada de los conquistadores europeos? ¿Cuáles eran las tres áreas que posteriormente se transformaron en ciudades? 1. METODOS DE PRODUCCION MESOAMERICANA. 1.1 Métodos según autores marxistas: El modo de producción de los pueblos mesoamericanos dependía del nivel tecnológico que tenían, pero podemos ubicarlos dentro de dos sistemas: a) Los pueblos que aún se encontraban en el estadio inferior y medio de la barbarie se encontraban dentro del modo de producción del comunismo primitivo o comunidad primitiva. Piénsese por ejemplo en los grupos otomí, mame, mixe, etc. b) Las grandes civilizaciones mesoamericanas toltecas, olmecas, teotihuacanos, aztecas, encontraban en el Modo Asiático de Producción Despotismo Oriental (Marx usa los dos indistintamente). El

MAP

se

caracteriza

(mayas, etc) se (MAP) o términos

por:

a) Estar determinado por la escacez de recursos hidraúlicos. b) El Estado es el único agente social que puede emprender las obras de regadío, construcción de canales y organizar la agricultura. c) Por lo tanto, el Estado es el dueño ABSOLUTO de los medios de producción (obras hidraúlicas y la tierra). d) El Estado se sostiene a través del tributo y los impuestos

que deben pagar las comunidades aldeanas. e) Las aldeas poseen tierras comunales, no existe la propiedad privada de los medios de producció. f) El desarrollo de la economía en base a la agricultura determina el avance de la astronomía, las matemáticas y la ingeniería hidraúlica. e) El soberano no es dueño de los medios de producción, sino su administrador. El MAP se desarrolló también en Egipto, China, la India, Medio Oriente, África Tropical y en la Europa Megalítica. 1.1.2 Mesoamérica, Área Cultural o Modo de Producción. Si bien, los arqueólogos plantean la evolución de las sociedades mesoamericanas de manera unilineal, como es el caso de Armillas (1991), Piña Chan (1985), Sanders (1973), Nalda (1981), Matos (1994), a través de un proceso de desarrollo social que transita de cazadores recolectores, a sociedades estratificados a parir de la agricultura, los antropólogos físicos y los lingüistas, en cambio, con base en el estudio de los restos paleontológicos y la glotocronología proponen que la ocupación del Continente Americano se da a través de una serie de corrientes humanas con diferencias somáticas y culturales, que da lugar a dos líneas o procesos de desarrollo diferentes, correspondientes a la comunidad primitiva de cazadores recolectores igualitarios y a un modo de producción de identidad civil que conlleva a la formación de estados antiguos, similar al alcanzado por las sociedades de Ur. Egipto, Grecia y Roma y que podemos denominar como modo de producción americano. Debemos señalar, además, que esas líneas de evolución no significan historias separadas, sino al contrario se articulan en su proceso de desarrollo y evolución implicando el desalojo territorial hacia áreas de refugio por parte de las comunidades primitivas y procesos históricos de asimilación que repercuten en la evolución o revolución de las formaciones sociales correspondientes al modo de producción americano.

Por su parte, se sigue considerando al proceso de desarrollo de las sociedades civiles ubicadas en Mesoamérica y Suramérica como correspondientes a historias diferentes, incluso se ha tratado de establecer en términos difusionistas el origen o identidad de sus rasgos con culturas ubicadas fuera del continente americano, más que su relación como diferentes áreas que forman parte del mismo proceso histórico evolutivo continental. En todo caso si se llega a realizar un análisis comparativo entre las formaciones sociales más representativas del continente, es más para marcar sus diferencias que sus similitudes, llegando a proponerse incluso que se trata no de un continente sino de dos: Norte y Sur. Considero que esos planteamientos son resultado del enfoque culturalista, que identifican los rasgos típicos de un área de manera descontextualizada, es decir, sin establecer su relación con los complejos sociales, económicos, políticos e ideológicos de los que son parte y producto, por lo que se deslindan del papel que juegan en la sociedad que les dio lugar como totalidad o bien de su identidad étnica, reduciéndolos a ser producto de un espacio y tiempo determinado Es decir, si bien el concepto de rasgo cultural es funcional a nivel operativo para determinar la existencia de áreas culturales en un tiempo y espacio definido, su explicación es un tanto limitada, ya que estos adquieren en consecuencia un valor sincrónico no diacrónico, es decir, no reflejan la dinámica de la sociedad, ya que no se establece el origen social e histórico de los rasgos, así como la importancia de la presencia de rasgos exógenos en su proceso de desarrollo. En cambio, la explicación materialista de desarrollo de las sociedades, implica una interpretación socioeconómica de sus expresiones culturales, con base a un principio de diversidad en su evolución, definida a través de sus relaciones sociales de producción. Distinciones que Marx denomina como modos de producción en términos étnicos e históricos, como: asiático, Germano, Romano, etc.

Dentro de ese esquema multilineal de la evolución histórica de las sociedades, en la segunda mitad del siglo XX, se planteó ya la caracterización de Mesoamérica desde perspectivas marxistas, con base a la contrastación en América del Modo de Producción Asiático como modelo; sin embargo, diferencias en la política de investigación dieron lugar a variables interpretativas con base a elementos constitutivos distintos a los planteados por Marx (Marx, 1973), proponiéndose entre otros: el Modo de Producción Tributario (Bartra, 1973), el Modo de Producción Despótico Tributario (Olmedo, 1966), el modo hidráulico de producción (Palerm, 1970), el Modo campesino de producción (Toledo, 1980), etc. Otros investigadores, con base al análisis de material arqueológico o etnohistórico, prefirieron utilizar el modo asiático como modelo operativo para la caracterización y estudio de las formaciones socioeconómicas de Mesoamérica, particularmente para las regiones Maya y Centro de México. Así, se proponen entre otros: El modo de producción tributario en el área Maya, (Ruz Luhillier, 1984), el modo de producción asiático entre los Mayas (Barrera Rubio, 1984), Coba en el Modo de Producción tributario (Garduño, 1984), El Modo de Producción entre los Mayas prehispánicos (Villela, 1987) y El modo de producción tributario en el Acolhuacan, (Corona, 1984), etc. Posteriormente, dentro de una política de investigación que contrastaba antropología y marxismo, se conjugaron a través del enfoque metodológico materialista los testimonios arqueológicos con los etnohistóricos e incluso los planteamientos aportados por otras disciplinas como la biología y la economía, realizando estudios más especializados en la caracterización de esas sociedades, como por ejemplo: La definición del nivel alcanzado en las fuerzas productivas en Mesoamérica con base a la caracterización de la relación sociedad-naturaleza. La importancia del linaje en las formas de tenencia de la tierra. El papel que juega la identidad étnica en las relaciones sociales de producción y la importancia que juegan en la

infraestructura económica y social: Los sistemas de escritura, las formas de cómputo, el calendario, la cosmogonía y el militarismo,etc. Todo lo cual condujo a replantearse en términos de totalidad el Modo de producción en Mesoamérica, dando lugar a trabajos sobre la conceptualización de "Modo de Producción Mesoamericano" (Matos, 1979:93-110), de la misma manera que en Suramérica se propuso también el "Modo de Producción andino". (Dieterich, 1978:75) En ese sentido, queremos reproducir parte de las propuestas de Matos, en sus notas sobre el proceso de desarrollo en el Centro de México: "Este modo de producción aparece desde el momento en que un estamento aprovecha para sí el trabajo de otros (relaciones de explotación) lo que ocurre tentativamente desde la formación olmeca y del llamado preclásico superior (800 a. C) y pasará por diferentes fases internas de desarrollo hasta el momento de la llegada de los europeos ((1521 d. C.)), en que el proceso se verá interrumpido". Las poblaciones americanas. El compartir esta propuesta e incluso realizar trabajos de investigación que articulo información de proyectos de investigación entre estudiosos mesoamericanos y suramericanos, me ha conducido a proponer alternativas de explicación que rompen los límites establecidos en la definición de Mesoamérica como área cultural, a través de sus rasgos, estudiando inicialmente las relaciones existentes entre Mesoamérica y Sudamérica, hasta el llegar posteriormente a encontrar similitudes en las fuerzas productivas y relaciones sociales de producción desarrolladas en sus formaciones sociales, que me condujeron a la posibilidad de proponer no sólo etapas de desarrollo similares, sino incluso su pertenencia a un modo de producción común que denomine como: Modo de producción americano, dado que evoluciona de manera distinta al de la comunidad primitiva de correspondencia universal que perdura hasta nuestros días.

Al parecer estas diferencias de desarrollo y evolción de dos modos de producción sucedida en el continente americano, son consecuentes a distintas corrientes de población con variables somáticas y culturales que corresponden a migraciones distantes en tiempo. Las iniciales pleistocénicas sucedidas hace mas de 20,000 años, que corresponden a dolicoides (Romano, 1974:78), está asociada a los avances de la glaciación Wisconsiniana, y se define para esos momentos por cazadores de mamuts, caballos y bisontes, que ocupan casi todo el continente, pero que posteriormente al enfrentarse a los cambios geologicos sucedidos en la biosfera de América con el retiro de las glaciaciones (7500-3500 a.C.) (Armillas, l99l: 278), se adaptán a los nuevos ecosistemas de selva, desierto y bosque, con base a sus formas sociales de organización clánica igualitaria, lo cual les permite subsistir hasta nuestros días. Mientras que otras migraciones más recientes de 6000 a 4000 años de población mesocéfala y braquicéfala (Romano, 1979:78), asociadas a piedras de molienda, con una economía basada en la recolección de plantas, dan lugar en el área mesoamericana, al cultivo de diversos vegetales como la calabaza, el frijol, el amaranto y el chile, y posteriormente al maíz y a otras variedades de calabaza y zapote (Mac Neisch, 1979:292), en cambio esas mismas poblaciones en Suramérica desarrollan además los cultivos vegetativos de raíces como la yuca o mandioca, la yuca dulce y la batata en la parte oriental de la zona tropical (Armillas, 1991:292-93). Proceso de selección y domesticación de plántulas que tardo más de tres mil años, asociado a formas sociales de organización clánica cónica que evolucionan de manera paralela para dar lugar a civilizaciones clasistas de identidad neolítica, similar al desarrollado dentro de otro modo de produccion por, las antiguas civilizaciones de Mesopotamia, Egipto, Pakistán o China (Armillas, 1991:275). A partir de ese proceso histórico poblacional, conviven en la América prehispánica dos tradiciones culturales distintas con caracteristicas propias de identidad americana : La de cazadores recolectores y la de cultivadores agrícolas, como

expresión según creemos de dos formas diferentes de organización clánica, la igualitaria y la cónica, que dan lugar o corresponden a dos modos de producción distintos, es decir, no son producto de una misma línea evolutiva sino de dos. Así, en ese proceso histórico dual complejo, la corriente de recolectores-agricultores conforme desarrolla un proceso de selección e hibridación de semillas para adaptarlas a climas y alturas diversas, como mejores técnicas de cultivo – agroecosistemas- se va extendiendo por el continente, desplazando a los cazadores recolectores a especies de áreas de refugio, e incluso también los cazadores recolectores igualitarios correspondientes a la comunidad primitiva llegan a invadir las áreas ocupadas por sociedades correspondientes al modo de producción americano de identidad civil, produciéndose cambios en la historia y desarrollo de las formaciones sociales que trascienden en sus formas de organización, significando a veces una verdadera revolución en el proceso histórico de evolución de este modo de producción. Etnia y Modo de Producción. Hay que hacer notar además, que la manera en que el modo de producción americano se desarrolla e impone por las diferentes regiones o ecosistemas del continente, corresponde también o a la reproducción y redistribución de distintos grupos étnicos o variantes del primero. Así, por ejemplo, el biólogo Bruce F, Benz en su estudio de la selección natural y cultural del maíz plantea que: "Las razas como harinoso de ocho, de Nayarit, tabloncillo, de Jalisco, maíz ancho, de Guerrero, olotillo, de Chiapas, conejo, de Guerrero, y bolita, chatino maizón y zapalote chico, de Oaxaca, se distribuyen a lo largo de las áreas habitadas por hablantes de lenguas indígenas pertenecientes todas a la familia de lenguas denominada otomangue por los lingüistas". "Aunque no carece de excepciones, el patrón de la coincidencia geográfica sugiere que esas razas compartieron entre sí una parte de su historia cultural y biológica. Además, esas relaciones sugieren que el maíz fue

domesticado por antepasados indígenas que hablaban lenguas antecesoras del otomíe, el matlatzinca, el tlapaneco, el amuzgo, el chiapaneco y el zapoteco, entre otras. La comprobación de esta hipótesis la proporcionan los análisis lingüísticos, que sugieren que la protolengua con el léxico de mayor antigüedad referente al maíz es de esa misma familia: el otomangue."(Benz, 1997:22) De igual manera sucede con la distribución del zoque y mayense con referencia a las razas tipos y características de los maíces en Yucatán, como la Raza Primitiva o nal-t el o k´ay – tel; Raza Mestiza Prehistórica, olotillo, variedad muy precoz y de bajo rendimiento, xmehenal, Raza Mestiza Prehistórica, tuxpeño, variedad de precocidad y productividad medianas; xnuknal, tsítbakal y xtonbakal, Raza Mestiza Prehistórica olotillo, que son variedades tardías y de alto rendimiento, (Xolocotzi, 1985:388-89), en este proceso de etnia e hibridación, no debemos olvidar tampoco la relación de la lengua quechua con la purépecha (Swadesh, 1960) para explicar el maíz cacahuatzintle en Perú. Y que decir del maíz cónico que resulta de una hibridación de un maíz peruano resistente a altas cotas de nivel y de tamaño mayor al normal, con otra especie mexicana de precoz crecimiento, aumentando con ello su capacidad productiva, proceso que sucede, según Sanders, hacia 500 a 200 a.C. coincidiendo de alguna manera con el momento del surgimiento de Estados tanto en Mesoamérica como en Sur América (Sanders, 1973). Así, aceptando que según Leonardo Manrique, (comunicación personal) existe una correspondencia entre lengua y etnicidad, nos encontramos en los estudios glotocronológicos realizados por Maricela Amador y Patricia Casasa, de juegos léxico reconstructivos del protootomangue, que al parecer existían hace aproximadamente 6500 años (4500 a. C.), palabras referidas al cultivo de calabazas, frijol, maíz, chile, camote, aguacate, algodón, maguey, nopal cebolleta, como expresión de rasgos correspondientes a una tradición cultural, obtenidos del análisis de una lengua, que comparados con la información

obtenida por las investigaciones arqueológicas realizadas por Richard Mac Neish en Tehuacan, demostró que coinciden con las muestras de polen y detritus localizados en la fase cultural de Coxcatlan ubicada entre 5800 a 4150 a. C. Pero además, en su reconstrucción lingüística localizan conceptos de Terminología agrícola como arar, plantar, semillas, y otros correspondientes a la producción de alimentos como masa, atole, tortillas, sal y frijol, además de los animales que también se encuentran evidenciados en Tehuacán desde la fase del riego, y otros aspectos de cultura no material de los cuales no existe evidencia arqueológica que indican que los proto-otomangue ya tenían el sistema de numeración vigésimal, y la demarcación de periodos con relación al paso del día (mañana, tarde, amanecer y noche) y del tiempo (ayer, pasado mañana, y año y de referencia astronómica a la luna, el sol, estrella y cielo, así como ciertos aspectos del campo político y religioso, como brujo, curandero, sacerdote, dios, templo, copal, y aspectos de identidad social conectados con el intercambio como, lugar de mercado, trocar, aldea, camino, etc. (Hernández y Casasa. 1979:13-19). Como si se tratara de un verdadero modo de producción, que articula formas de producción con sistemas sociales e ideología en términos de totalidad, es decir, que contextualiza al rasgo con formas de vida y de pensamiento como un todo, y que nos acercan más que al origen social de los rasgos o elementos que según Kirchhof constituyen Mesoamérica, a la historia del inicio o desarrollo de un modo de producción de identidad americana. Tradiciones Americanas: Así, en el presente ensayo, plantearé un acercamiento a la caracterización del desarrollo y evolución del modo de producción Americano, de identidad continental, a través del análisis de testimonios arqueológicos y etnohistóricos que definen una serie de tradiciones culturales que comparten las áreas mesoamericana y andina, proponiendo como hipótesis que las formaciones sociales de identidad étnica que definen las diferentes áreas de Mesoamérica y

Andina, son producto del desarrollo y evolución del mismo modo de producción, conformado a partir de la historia de diferentes etnias que lo asumen y comparten, de tal manera que la diferencia entre Teotihuacan y Tiwanaku, es la misma en términos proporcionales que la existente entre Tajín y Xochicalco, es decir, correspondiente a diferencias étnicas más que estructurales. En ese sentido, consideramos que más que de rasgos, se trata de manifestaciones de identidad cultural, que tienen protagonista, que existe un substantivo humano -étnicoque dio lugar a esas expresiones culturales, por lo que más que analizarlas como rasgos, las vamos a plantear como tradiciones, como expresiones consecuentes al nivel alcanzado en sus fuerzas productivas, relaciones sociales de producción y superestructura, es decir correspondientes a una forma de vida social, uso de recursos y consecuente conceptualización de su universo. Se trata entonces más que de estudiar los tipos o estilos diferentes en Mesoamérica y en Sur América, de analizar las expresiones históricas comunes y de explicar las distinciones basadas en la interacción dada entre la naturaleza y la sociedad, que pueden ubicarse en el ámbito regional y étnico o – ecoétnico - como consecuentes a diferentes formaciones sociales producto de un mismo modo de producción. La relación sociedad-naturaleza. Partimos de la relación sociedad-naturaleza, con referencia a la estructura económica, compuesta por las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción que, según Marx, constituyen la base de la superestructura jurídica y política (Marx, 1981: T. I. 46). En esa instancia, debemos considerar que el Continente Americano, presenta en términos de su historia geográfica a partir de los glaciares e interglaciares sucedidos de 40 a 4 500 años a. C. (Haynes, Jr. 1979:270), con un periodo altitérmico (7500 a. C.) de aridez extrema que conducen a la dispersión en el continente de plantas de desiertos, y a una intensa actividad volcánica que conduce a un aumento progresivo de temperatura y formación de bosques, hasta llegar a un

clima meditérmico, similar al actual. Se produce en consecuencia una biodiversidad compleja, compuesta por una serie de ecosistemas diferenciados, que en parte son similares a los de otros continentes pero en buena parte distintos, y articulados. Así, bosques de tundras, desiertos, pantanos y selvas articulados, presentan diferentes connotaciones y especies que no existen en Europa, Asia y África y que constituyen el espacio específico del desarrollo cultural americano. Sin caer en un determinismo medio ambiental, sino en términos de un análisis inserto en el materialismo histórico, consideramos que el nivel de las fuerzas productivas es resultado de la acción del hombre en la naturaleza como si esta fuera un laboratorio (Marx, 1971:111), en función a sus relaciones sociales de producción, producto de estructuras sociales correspondientes en el modo de producción americano a clanes cónicos de identidad estamentaria, que conducen a su reproducción y desarrollo o con referencia a sus contradicciones, a su disolución ( Kirchhof, 1968:37038l) (Kirchhof, l977:47-62). En ese sentido, como parte de un proceso de domesticación a través de un uso diversificado y múltiple de la naturaleza como recurso (Toledo, 1989), se hibridizan más de 60 plantas de entre las que destacan las utilizadas, según Kirchhof para las tres subáreas del continente Mesoamérica, Chibchas y los Andes: maíz, frijol y calabaza, patata, algodón, yuca dulce, chile, piña, aguacate, papaya, zapote, (Kirchhof, 1960) así, como el uso de una gama compleja de plantas de uso medicinal o curativo y ornamental, además de otras que servían para la fabricación de indumentaria e implementos de trabajo, como el algodón y el maguey. En cuanto a los mamíferos, reptiles, marsupiales, aves e insectos, que complementaban su dieta, se cuenta de base en Mesoamérica y Suramérica con las mismas especies, sin embargo, algunas de ellas desaparecieron en el área mesoamericana, como los camélidos, que no significan en Suramérica. una fuerza de carga o tracción importante

como el ganado bovino o caballar en el Viejo Mundo, pero sí se generó en ambas áreas la predisposición a la domesticación de aves, peces, felinos, canes, además de roedores y camélidos en Suramérica, que incluso servían además de alimento y para la fabricación de indumentaria e implementos. Debemos plantear, además, como parte de esa articulación sociedad-naturaleza en el nivel alcanzado en sus fuerzas productivas, el desarrollo de agroecosistemas que implican un amplio conocimiento de la biogeografía de los ecosistemas, ampliando su capacidad biogenerativa sin alterarla. Tal es el caso de los bajiales, chinampas, sukakoyos, campos levantados, metepancles, terrazas de abanico, bancales, andenes, etc., que a veces requirieron una gran carga de trabajo, pero otras sólo es el aprovechamiento racional del medio, sin el uso neolítico del metal, del animal de tiro o de la rueda. Así, con base a instrumentos paleolíticos y fabricación de estructuras agrícolas que se integran al ecosistema, se obtenían hasta cuatro cosechas al año, ampliando la capacidad productiva estacional en poco espacio, que traducido en excedentes permite no sólo el trabajo especializado sino también la construcción de centros ceremoniales o el desarrollo de ciudades. Hay que aclarar, al respecto, que estas formas de producción o agroecosistemas están asociados a una serie de conocimientos articulados, como los de ingeniería y arquitectura, con la escritura y formas de cómputo y astronomía o el conocimiento del calendario, no sólo aplicados en la construcción de obras hidráulicas, sino también en la construcción de edificios los que orientados astronómicamente, con proporciones y dimensiones especiales, permiten junto con las estelas u observatorios astronómicos, a manera de marcadores, ayudan a precisar de manera relativa los ciclos de cultivo en asociación a los ciclos de bioregeneración de la naturaleza relacionados con las estaciones, e incluso los ciclos de producción y tributo.

Es decir, a través de un calendario, marcado en la planificación urbana o posición de los edificios, su orientación y juegos de luz o hierofania, se podía atacar de alguna manera, en términos políticos e ideológicos, el problema de incertidumbre en las siembras planteado por las fluctuaciones temporales, anuales y a largo plazo, además de vincularse a formas de trabajo de identidad grupal corporativa y de reconocimiento tributario, instancias que insertas en las fuerzas productivas amplían la capacidad productiva y la producción de excedentes, que a su vez permiten el sostenimiento del trabajo especializado y de la población administrativa y religiosa que constituyen la cúpula del Estado como un todo articulado. La metalurgia y el neolítico americano. De entre todos los conocimientos aplicados a la fabricación de instrumentos, en términos de los recursos minerales, nos llama la atención la fundición del metal, ya que de repente permite ubicar a las sociedades americanas en el neolítico, como producto de un desarrollo de sus fuerzas productivas. Ya Armillas señalaba que con las corrientes provenientes de hacia alrededor del 5000 a. C. por la ruta de Behring, se introducen las industrias microlíticas características del mesolítico del viejo mundo, la economía de esas culturas estaba basada en la caza del venado y la cacería menor, la pesca y la recolección de moluscos y de plantas. Tenían utillaje de piedra pulimentada y algo de cobre nativo martillado, anzuelos y redes de pescar y morteros de piedra, (Armillas, 199l:I, 290), posteriormente sabemos que este se elabora con base a técnicas paleolíticas en el área andina a fines del 12000 a. C. Primero fue el oro, trabajado en frío, después el martillo, y luego el cobre, en sus versiones nativa y compuestos; gradualmente se utilizó el estaño y las aleaciones de cobre con estaño (en el sur) y arsénico (en el norte) iniciándose el trabajo en bronce, para la producción de objetos más ligados al adorno personal o los rituales y de armas, que a la producción y uso doméstico (Lumbreras, 1990:194). Sin embargo en

Tiwanaku se utilizó también en el ámbito arquitectónico en el uso de grapas para el ensamble de bloques líticos como parte de los sistemas de construcción urbana (Ponce Sanginés, información personal 1998). En el extremo norte del área andina, en Colombia y Panamá, aparece la metalurgia en una etapa tardía aproximadamente 500 d. C. como parte de la tradición de los Andes septentrionales, conduciendo a cambios y complejidades sociales que dan lugar a la formación de cacicazgos de Tairona y Muisca. Es decir, no se trata de un simple proceso de transferencia tecnológica, ya que logra establecer patrones tecnológicos y artísticos propios como parte de un desarrollo económico y social que define la fase de diversificación regional o clásica en Panamá y tardía en Colombia y Venezuela, que va de 500 a 1500 d. C. Esa última o reciente tradición metalúrgica, es la que probablemente se introduce en Mesoamérica, y permite no sólo el desarrollo de técnicas ya elaboradas de fundición, laminado, martillado, aleaciones, cera perdida y filigrana, sino que a su vez corresponden (según creo) a tres líneas de identidad en cuanto al origen de las formas o diseños de uso doméstico y personal: A)- De correspondencia con el área andina, expresada en la producción de depiladores o pinzas de cobre y plata, hachas, asuelas, hachas moneda, azadas, cuchillos, agujas y anzuelos, que comprenden las regiones de la costa occidental de los actuales estados de: Oaxaca, Guerrero y Michoacán, encontrando su mejor expositor en el Estado Purepecha. B)- De identidad mesoamericana que implican en la producción de objetos suntuarios y de uso personal, combinaciones con la obsidiana y la turquesa, o la elaboración de bezotes, collares, orejeras, anillos, pectorales y cascabeles con motivos de tradición e identidad simbólica mesoamericana, y son los que se producían en las regiones del altiplano mesoamericano, es decir, las regiones serranas de la Mixteca, Puebla, Tlaxcala y la Cuenca de México.

C).- De identidad colombiana caribeña, que se desplaza por el Atlántico, desde Panamá, Costa Rica u otros sitios de la costa norte colombiana, hacia la zona maya de la península y por el caribe hacia Cuba o por la costa del Golfo de México hacia las regiones de Veracruz y de la Huasteca, dando lugar a una tradición de figuras antropomorfas, platos repujados, anzuelos, hachas, escoplos, cinceles y herramientas de oro, plata, cobre, bronce y estaño. (Grinberg, 1995) , (Torres montes. 1996). D).- Técnicas de trabajo en metal que se desarrollan en el Suroeste de Estados Unidos tempranamente y que penetran a Mesoamérica probablemente por la región Huasteca al norte del Golfo de México. Lumbreras señala que la mayor aportación del conocimiento y desarrollo del metal en el área andina, a más de su uso en edificios constructivos, estaría más que en la agricultura, en las armas, que resultaron más contundentes y de mayor ventaja que las de piedra, cuyo costo de producción en cuanto a la cantidad de trabajo implicado fue mayor (Lumbreras, 1990:198), porque los instrumentos de producción del metal son de piedra o de barro, y por otra parte los productos metálicos de identidad ornamental solo retroalimentaron las diferencias sociales de rango y de prestigio de la clase en el poder, existentes ya en las sociedades americanas, como sucedió en Colombia en donde al parecer no se liga con la siguiente fase del modo de producción basado en la explotación del trabajo humano y el desarrollo de ciudades. O sea que su producción no implica un desarrollo de las fuerzas productivas tal que implique la formación de Estados, ya que no altera las relaciones sociales de producción dominante ni desplaza en términos de sus fuerzas productivas, el uso de la piedra en empresas de producción y transformación de la naturaleza. Por su parte, la presencia en Mesoamérica del metal no es producto de un desarrollo propio, su presencia es resultado de la interacción con otras regiones o formaciones étnicas del continente y está al parecer relacionada con sistemas

de mercado e intercambio continental, que tienen también que ver con los avances en la navegación desarrollados por las sociedades costeras del Atlántico y el Caribe, y el establecimiento de rutas y formas de organización que podrían explicar también la presencia del cacao en Mesoamérica y del tabaco en el área andina. El papel del intercambio: En cuanto al papel que juegan los comerciantes en este panamericanismo, el investigador Jorge Marcos plantea la hipótesis del establecimiento de una red de intercambio de conchas spondylus a cargo de comerciantes marítimos del área intermedia (Ecuador), que unía a Mesoamérica con los Andes y cuyo principal valor era el cosmogónico, precisando que dicha interacción implicó una difusión cultural desde tiempos muy tempranos. (Marcos, 1982). En ese sentido, podemos proponer que al parecer esta red de mercado transpacífico permitió no sólo la circulación de tradiciones socioeconómicas sino también ideológicas que se desarrolla en ambas áreas como alternativas insertas en su modo de producción. En cuanto al intercambio de la cultura material a nivel continental, en términos nos llama la atención la localización en la región de Carapan, Michoacán, de cerca de 80 objetos de molienda: metates, molcajetes trípodes, molcajetes con soportes en forma de estribo, molcajetes con soporte de pedestal, molcajetes circulares zoomorfos, muelas en forma de media luna, muelas con soportes de figuras antropomorfas, manos, que según Cabrera, indican en sus formas reminiscencias estilísticas de culturas situadas al sur de Mesoamérica. El hallazgo se comportó como un lugar de almacenamiento, asociado a actividades de mercado, en rutas que conducían a las costas del pacífico, y que comunicaba con lugares tan lejanos como Ecuador, Perú y Colombia en Sudamérica, y había contactos con puntos intermedios como Costa Rica, Nicaragua y Guatemala en Centro América. (Cabrera, 1995:74)

Sabemos que la tendencia actual de la arqueología es atribuir a las tradiciones estilísticas de formas y decoración cerámica una identidad social o étnica, como es el caso de la tradición rojo sobre bayo identificada como de tradición macro otomangue por Marcus Winter. (Winter, 1989:461480). En ese sentido nos llaman la atención formas y diseños que se localizan en Mesoamérica y que en apariencia son más comunes en las tradiciones andinas- o macro quechua -. Tal es el caso de las vasijas de asa de canasta o de estribo, las de vertedera y asa de canasta, o con asa de canasta vertedera, o antropomorfas con asa vertedera, asociadas a formas de decoración al negativo o en negro y con diseños divididos en cuatro sectores y ejecutados a manera de una red o en espiral, que aparecen en las regiones de la Cuenca de México, Guanajuato y estado de México durante el formativo, en la Huasteca durante el clásico y en Michoacán desde el formativo hasta el postclásico. Es interesante notar que al parecer el origen más remoto de esos tipos o diseños como fórmula o estilo de identidad se puede localizar en la tradición cultural Olmeca, a la cual el Dr. Piña Chán propone entre otras alternativas a Venezuela (Piña Chán, 1981) desde donde se trasmina hacia la costa de Perú, (Chavin de Huantar y Cerro Sechín). En este sentido cobra significado que su presencia sea cada vez más frecuente en regiones de la costa del Pacífico (Oaxaca, Michoacán, Guerrero, Colima, Sinaloa, Jalisco); se plantea incluso que puede inscribirse dentro de una identidad – Zoque- y que desde la región de Oaxaca pudieron desplazarse hacia las regiones del sur de Veracruz, y desde aquí hacia Tabasco y la zona Maya hacia el sur y la Huasteca hacia el Norte, en donde al articularse con los grupos étnicos de esas regiones desarrollan sus propios estilos y mestizarse o asimilarse dentro de un plan dominante dando lugar a nuevas manifestaciones e incluso al desarrollo de formaciones de estado (Ekholm.Lowe. Clark y Blake.1989), sin descartar que pudo haber otro desplazamiento siguiendo las corrientes de la Costa del Golfo.

Posteriormente, esa tradición estilística y cultural o étnica, de posible origen suramericano se continúa o preserva en algunas regiones del occidente como Guerrero y Michoacán en Mesoamérica, hasta el momento de la Conquista, con técnicas de manufactura muy elaboradas, que da lugar a vasijas o vajillas de formas complejas de textura fina y paredes delgadas y mejor acabadas, asociadas al trabajo del metal, que han sido identificadas con los Uacúsecha, quienes desarrollan la formación estatal Tarasca, cuya lengua, el Purépecha, Swadesh encontró además emparentada fonológicamente con el Quechua (Swadesh, 1968:127-137), pero según Lastra se establecería en el ámbito morfológico una mayor relación con el Aymara, desde una antigüedad de 4.500 a.C. (Lastra, 1970). Se han localizado también en la zona intermedia o extremo norte andino compuesto por Panamá, Colombia, parte de Venezuela y del Ecuador, formas y diseños de tradición cerámica que corresponden a las tradiciones mesoamericanas desarrolladas en Nayarit, Colima, Jalisco, Oaxaca, Chiapas y Yucatán, particularmente en el momento de la formación de los llamados cacicazgos sub andinos, en el periodo de diversificación regional o "clásico" que va de 500 a 1500 d.C. con estados incipientes como el de Muisca el Tairona en el norte de Colombia y desarrollo de villas o centros ceremoniales como los del Conte en Panamá, Yotoco que presenta cerámica similar a la de Jalisco y Tumaco Tolita en los valles intermontanos de Cali Colombia que presenta cerámica moldeada de identidad maya y zapoteca. (Rodríguez, 1994:41-48, 69-77), así como los sitios de Capuli y Tolita en Ecuador. (Lumbreras, 1981:61) Al respecto, Luis Lumbreras comenta: "Es evidente que tanto Guangala como Bahía, Jama Coaque y Tolita Tumaco, incorporando Colima y algunos elementos Tuncahuan, tienen varias coincidencias con Nayarit, Colima y Jalisco del Occidente de México. Tales coincidencias no parecen fortuituas sino el resultado de un intenso contacto entre ambas regiones mediante un constante y permanente

tráfico marino, originado en las costas del Ecuador, casi con seguridad a partir del estímulo generado por el intercambio de conchas de tipo Spondylus, de metales preciosos y otras materias consideradas preciosas o de gran valor. Hay evidencia de que este tráfico se realizaba constantemente en tiempos tardíos, aunque no conocemos exactamente el rango y magnitud del trayecto, pero a la luz de los trabajos que se están realizando frente a Manta, en la isla de la plata y en otros lugares, hasta parece que podríamos hablar de verdaderos puertos y atracaderos de balsas en toda esta zona". (Lumbreras, 1981:210-12) Para Lumbreras, sin embargo, al igual que para nosotros, se requiere de una exploración seria del problema, porque tiene implicaciones en la teoría del cambio social y en la explicación de la historia en su conjunto, ya que se pueden plantear también como posibles formas de "colonización" por parte de algunos pueblos mesoamericanos, como es el caso de Tolita Tumaco, que presenta un antecedente regional en la cultura Chorrera, aunque varios colegas y con mucha razón, se preocupan bastante por los fuertes parecidos de algunos elementos de estos desarrollos regionales con elementos de Mesoamérica por un lado y de Oriente por otro. Es decir, "No se trata de un simple y mecánico proceso de adaptación sino de la formación de " nuevas culturas." (Lumbreras, 1981:207) Más que negar las tradiciones propias de origen, hay que aceptar la capacidad histórica de los pueblos costeros de dominar el medio ecuatoriano, conocer el altibajo de sus corrientes y sus ciclos para transportarse por el Pacífico uniendo en su historia y tradiciones a las sociedades desarrolladas en ambos sectores del continente, formas de interacción que más que articular a diversas formaciones sociales de un continente, integran su desarrollo en la evolución de un modo de producción común. Conciencia histórica e ideología. Podemos plantear, por lo tanto, que no se trata tan sólo del intercambio de productos suntuarios como las conchas Spondylus, sino también de tradiciones cerámicas, de

formulas del trabajo del metal, y de formas de conceptualización ideológica, ya que algunas de las figurillas que se observan en el Museo Universitario de Cali, Colombia, representan a dioses mesoamericanos, de tradición maya y zapoteca, conectados con la tierra, la fertilidad y el inframundo. Se han localizado además en las costas de Cáli Colombia, figuras labradas en piedra a manera de los palafitos de Pascua, pero en menores proporciones, de 15 a 70 cms., con rasgos faciales geometrizados, sexo esbozado y manos sobre el vientre, idénticos a los que se han encontrado también en contexto arqueológico en Izapa Chiapas, en Tiristarán Michoacán (Corona, 1978:31-329), en San Vicente Nayarit, en la región de Tuxpan Zapotlan en Jalisco y en la costa de Colima (Raúl Arana comunicación personal), que han sido consideradas también como producto de contactos oceánicos con las culturas de Sudamérica (Zepeda, 1992). Por otra parte, dentro de esa tradición de abstracción simbólica e ideográfica de escritura en piedra, tenemos el uso de lápidas o estelas con relieves de personajes de identidad mítica, ancestral e histórica, que forman parte de los complejos de edificios públicos, como los danzantes de Monte Albán (Caso, 1947) y los jugadores y señores de Dainzú en Oaxaca (Bernal, 1986), insertos en la ideología de poder del linaje dominante, que son similares en su conceptualización a las lápidas labradas de Cerro Sechín en Chavín de Huantar, Lima, Perú (Lumbreras, 1989:78-81), del Templete o patio hundido de Tiwanaku (Escalante, 1993:165-72) y las localizadas con representaciones de sacerdotes u hombres-felinos, asociados al sacrificio humano en San Agustín Colombia (Lumbreras, l989:73-76) relacionadas al inicio de centros ceremoniales de carácter militar. Es importante señalar que esas expresiones de relieve en lápidas y estelas, están también relacionadas con el desarrollo del sistema de escritura y calendario que tiene que ver con la predicción del tiempo y del ciclo de cosechas, como si se hubiera desarrollado un principio

panamericano de justificación o legitimación del poder a través del registro de hechos históricos en estelas, como expresión de un aparato ideológico a nivel urbano, que legitimaba a una tradición ancestral del linaje del jaguar como fórmula de poder en ambas áreas. Son también de llamar la atención una serie de principios en la construcción de sus centros urbanos, como es el caso de ejes de simetría que a veces se traducen en calzadas, así como la distribución y orientación astronómica de sus edificios y asociación de esculturas a manera de estelas y marcadores conectados a los solsticios y equinoccios, a veces detectados con edificios de carácter astronómico a manera de observatorios, resultado de conocimientos de matemáticas y de astronomía, así como de formas de cómputo y de registro de los ciclos, que como ya lo señalamos, fueron probablemente utilizados en la predicción de los ciclos de lluvias, lo cual permitía como parte de sus fuerzas productivas ampliar la capacidad productiva y la reproducción de la sociedad, como objetivo político de los gobernantes y sacerdotes, de cuyos ejemplos encontramos evidencia en la Venta, Izapa, Teotihuacan, Xochicalco, Monte Albán, Copán, Quirigua, Chichén Itzá, etc. en Mesoamérica, así como en Chavín de Huantar, Tiwanaku, Cajamarca, Machupichu y Cuzco en Sur América. Otra tradición compartida, que es posible insertar en la conceptualización ideológica, es además del uso del cinabrio para cubrir los restos del difunto y los cráneos trofeo, la tradición del enterramiento en tumbas de tiro, que al parecer es más antigua en Mesoamérica, como es el caso de las localizadas en la región del Occidente, tanto en el Opeño, Michoacán (Oliveros, 1970) como en Atemajac, Jalisco por Luis Galván, quien localiza además variantes individuales o múltiples, con o sin banqueta y de cámara oval u oval alargada, de planta cuadrangular, circular, elipsoidal y elpsoidal doble, y con una cronología que va de 750 a.C. a 460 d.C. y que coincide con las de San Sebastián

en Jalisco que van de 100 a.C. a 4000 d.C. y las Tequilita, Nayarit fechadas para 100 a. C. (Galván, 1991:217-579) En ese sentido, también es importante señalar también con relación a las alteraciones corporales, como la deformación del cráneo, o de conocimientos de "cirugía" la tradición de trepanación supracraneana, que al parecer se introduce de Suramérica hacia Mesoamérica como tradición asociada a ciertas etnias o grupos sociales, población que en el caso de la Mixteca, - en Monte Negro - fue habitado por un grupo de gente de estatura alta, de cráneo dolicocéfalo, que practicaban la trepanación, y que no se relacionan con los demás grupos étnicos de Mesoamérica. (Romero, 1992:161) De igual manera, a nivel inverso podemos plantear migraciones de población mesoamericana a Suramérica, evidenciada a través de la tradición de modificación corporal conocida como mutilación dentaria, de origen mesomericano, que aceptada por casi todas sus regiones desde el formativo, se dispersa también en Sur América, localizándose en las regiones de Esmeraldas, Ecuador, Tocarjí, Bolivia, Techekar y Vilama, Chile y el Chubut y Lago Buenos Aires en Argentina en la Patagonia, hacia finales del postclásico tardío. (Romero, 1958:116) Hechos que no permiten descartar una posible conexión transpacífica que los pudiera explicar. (Romero, 1958:115-121) Así, podemos plantear varias rutas de migración de población de las áreas o sectores norte y sur del continente por vía marítima, desde Colombia y Cuba hacia la península yucateca o por vía terrestre partiendo desde Colombia, Panamá y Nicaragua hacia Guatemala y de aquí a Oaxaca o a la Zona Maya, y a la inversa pasando posteriormente al Altiplano de México; también se sugiere otra posible vía marítima que fuera del Perú directamente a las costas del Occidente de México difundiéndose a partir de ese punto al resto de Mesoamérica. (Lagunas, 1972:426) En ese sentido, estamos tentados a proponer una verdadera región como zona intermedia de articulación histórica y social constante de las áreas norte y sur del continente por medio de la navegación a través del Pacífico,

que unía en su historia e identidad cultural a las poblaciones de las regiones de occidente de Mesoamérica (Colima, Jalisco, Michoacán, Oaxaca y Chiapas) con las partes norte y sur de Centro América (Guatemala, Salvador y Panamá) y la parte septentrional intermedia de Sur América (Colombia y Ecuador), llegando hasta las costas de Lima en el área central andina. 2. Conceptualización de espacios características de la arquitectura

arquitectónicos

y

3. La Arquitectura mesoamericana es el conjunto de tradiciones arquitectónicas producido por las culturas y civilizaciones precolombinas de Mesoamérica, las cuales se manifiestan de la mejor manera en la forma de monumentales estructuras y edificios públicos, ceremoniales y urbanos. Las características distintivas de la arquitectura mesoamericana reúnen numerosos estilos regionales e históricos que están significativamente interrelacionados. Estos estilos se desarrollaron como resultado del intenso cambio cultural que se llevó a cabo en el área de las culturas mesoamericanas durante miles de años (cronologías de Mesoamérica). Esta arquitectura es reconocida por sus pirámides, las más grandes edificaciones fuera del Antiguo Egipto. 4. Un tema interesante y exhaustivamente investigado en los estudios mesoamericanos es la relación entre cosmovisión, religión, geografía y arquitectura. Ciertos datos sugieren que muchas particularidades de la arquitectura mesoamericana respondían a ideas religiosas y mitológicas. Por ejemplo la disposición de la mayor parte de las ciudades parecen estar influenciadas por los puntos cardinales y los significados simbólicos y mitológicos que tienen en Mesoamérica.

5. Otro aspecto impactante de la arquitectura mesoamericana es su iconografía. Los edificios monumentales estaban decorados con imágenes de importancia religiosa y cultural y en muchos casos con escritura en algún sistemas de escritura mesoamericanos. La decoración iconográfica y los textos son colaboradores importantes del conocimiento actual de la sociedad, historia y religión precolombinas en Mesoamérica 6. Las diferentes tablas nos muestran las fases de la arquitectura y arqueología mesoamericanas y su correlación con las culturas, ciudades, estilos y edificios específicos que son notables de este periodo. Periodo

Espacio Culturas, ciudades, estructuras temporal y estilo relevantes

Pre2000-100 Clásico(de a. C. formación)

culturas de la costa del golfo, Olmecas, Cultura de Monte Alto

Centros olmecas de San Lorenzo, La Pre-Clásico 2000-1000 Venta, Chalcatzingo, San José temprano a. C. Mogote, [La Mojarra, Estela 1] Pre-Clásico 1000-300 medio a. C.

Últimos Olmecas y primeros Mayas, Izapa, Tres Zapotes, cerámica Usulután, Nakbé, Lamanai, Xunantunich Naj Tunich Cueva, El Mirador, Kaminaljuyú

Período de formación de Mayas, Zapotecas y de la civilización de Pre-Clásico 300-100 a. Teotihuacán, Teotihuacán, tardío C. Uaxactún, Tikal, Edzná, Monte Albán I & II, Pirámide del sol Clásico Clásico temprano

100 a. C.- Centros clásicos 900 Teotihuacán, Zapotecas 300-600

Mayas,

Apogeo de Teotihuacán, Monte Albán III, Palenque, Copán, Civilización Clásica de Veracruz Talud-tablero, escaleras con

jeroglíficos de Copán, tumba de K'inich Janaab' Pakal, Iglesia Vieja 600-900

Xochicalco, Cacaxtla, Cancuén, Quiriguá, Uxmal, Toniná, estilo Puuc, estilo Río Bec, Cobá, Yaxchilán Lintel 24, Chinkultic

PostClásico

900-1519

Maya Chichén Itzá, Mayapán, Tayasal, y Ko'woj Topoxte, Cultura Tolteca, Tarasca, Cultura Mixteca, Cultura Totonaca

PostClásico Temprano

900-1200

Cholula, Tula, Mitla, El Tajín, Tulum, Kaminaljuyú, Tenam Puente

12001519

Aztecas, Tenochtitlán, Mayor, Tzintzuntzán, Utatlán, Kaqchikel Iximché Zaculeu, Últimos Mayas, Cempoala

Clásico tardío

PostClásico Tardío

Templo Quiché y Mam Utatlán,

Planificación urbana y cosmovisión La duplicación del cosmos Una parte importante de las prácticas religiosas de los mesoamericanos era replicar sus creencias en forma concreta y tangible, de hecho hacer del mundo una encarnación de sus creencias. . [1] Esto quiere decir que la ciudad mesoamericana fue construida en la forma de un microcosmos que manifiesta la misma división que existe en la geografía mítico-religiosa. Era importante la división entre el inframundo y el mundo humano debido al principio cíclico de vida, muerte y renacimiento. El inframundo era representado por la dirección cardinal norte, por lo que en las ciudades mesoamericanas se suelen encontrar construcciones, que de alguna manera se asocian a lo inframundano, situadas en la parte norte de la ciudad. La parte sur representaba vida, sustento, renacimiento y por lo general contenía estructuras relacionadas con la continuidad y la función diaria de la ciudad estado, así

como monumentos que delinean los linajes nobles así como barrios residenciales, mercados, etc. Entre las dos mitades del eje norte/sur se encontraba la plaza, la cual contiene a menudo estelas que semejan el Árbol del Mundo, axis mundi y un campo para el Juego de Pelota, que servía como cruce entre los dos mundos. Algunos estudiosos de la cultura mesoamericana opinan que en el simbolismo religioso asociado a la arquitectura, las pirámides eran montañas, las estelas representaban árboles, y los pozos y cenotes eran cuevas que daban acceso al inframundo. Otro factor importante en la arquitectura eran los cuerpos celestiales, algunas pirámides y otros monumentos estaban alineados con ciertos cuerpos celestes en épocas especiales, otras veces eran construidos para lograr efectos de iluminación durante los equinoccios u otros días importantes para la cosmovisión mesoamericana y así poder observar la particular alineación de estrellas y planetas. Un ejemplo de esto es la pirámide conocida como “El Castillo” (o "Pirámide de Kukulcán") en Chichén Itzá, cuya escalera refleja la luz de manera especial durante el equinoccio (de primavera, del 19 al 21 de marzo aproximadamente] dando un efecto de movimiento a las decoraciones de serpiente a los lados. También el templo observatorio en Xochicalco tiene una relación especial con el equinoccio, pues durante este momento el sol entra por una pequeña abertura en el techo del edificio. Vincent H. Malmstrom argumenta[2] que la mayoría de las ciudades mesoamericanas no estaban alineadas con el norte a la perfección sino más bien ligeramente oblicuas (unos 15 grados oeste), y la razón de esto es que las pirámides debían alinearse con la puesta de sol del 13 de agosto, día que daba inicio una nueva era cada 52 años. La Plaza

En el corazón de las ciudades mesoamericanas se ubicaban grandes plazas rodeadas por los edificios de mayor importancia como la Acrópolis Real, enormes templospirámide y ocasionalmente campos para el Juego de Pelota Las pirámides principales Las pirámides principales Artículo principal: Basamentos piramidales de Mesoamérica A menudo los templos más importantes se asentaban en la cúspide de las pirámides, presuntamente, más cerca de los cielos. Mientras descubrimientos recientes apuntan al uso de las pirámides como monumentos fúnebres, los templos mismos raramente contienen entierros. Ubicados en lo alto de las pirámides, a unos sesenta metros de altura como en El Mirador, los templos eran estructuras impresionantes y bellamente decoradas, estaban por lo común techados con material más perecedero que la roca. Muchos de estos templos pudieron servir como una forma de propaganda. 3. Arte Mesoamérica (mejor conocida como Centro América) es una de las zonas de América (la otra es la parte central de los Andes) que tenía culturas superiores en la época de la conquista española, en 1519. Esto lo demuestra el hecho de que los Mesoamericanos construyeran pirámides y templos espectaculares, tuvieran grandes mercados, un calendario sagrado, una escritura jeroglífica, un conjunto de dioses, practicaran el juego de pelota y realizaran sacrificios humanos. En la época de la conquista española comprendió lo que ahora es el centro y el sur de México y la península de Yucatán, Guatemala, Belice, la parte más occidental de Honduras, una pequeña parte de Nicaragua y el Norte de Costa Rica. Las etapas históricas de las civilizaciones de Mesoamérica abarcan desde el 2000 a.C. hasta la conquista española. Periodo pre-clásico (1500 a.C.-300 d.C.) Los olmecas y los zapotecas

Periodo clásico (300-900) Teotihuacán, los zapotecas, los toltecas y los Mayas Periodo postclásico (900-1492) Los toltecas, los chichimecas, los aztecas y los Mayas Aunque cada una de estas civilizaciones tiene características específicas, todas ellas comparten muchos rasgos culturales, como el calendario, creencias religiosa, técnicas arquitectónicas, etc. LOS OLMECAS Floreció en México entre 1200 a.C. y 200 a.C. Entre sus legados a otras culturas de Mesoamérica se encuentran las pirámides terraplenadas, plazas, recintos para la práctica de deporte de la pelota y la escultura jeroglífica. Su arte es naturalista y simbólico. Fueron los iniciadores de la construcción de los panteones (grupo de dioses). La idea de hombres-animales fantásticos (asociación de un hombre con un animal) fue una constante. Cada dios tenía un nombre, con el cual se le representaba, como el hombre-jaguar o dios jaguar, el dios pájaro serpiente y el dios águila. Los tres puntos arqueológicos más importantes de los olmecas son: San Lorenzo (el más antiguo) La Venta Tres Zapotes (el más moderno), cerca de Veracruz y Tabasco. Nos han dejado cabezas de piedra gigantescas que representan a reyes y sacerdotes. También se han encontrado restos de pinturas en cuevas. LOS ZAPOTECAS Los Mixtecos-Zapotecas siguieron a los Olmecas.

Se iniciarion en el 800 a.C. en el Monte Albán (México) y culminaron en el año 1521. El estado zapoteca era uno de los mayores de Mesoamérica en aquella época. Los zapotecas destacaban en el arte del trabajo con plumas y en la elaboración de joyas de oro, en el uso de la cerámica y el interés por la astronomía. En Monte Albán hay objetos de jade y bajorrelieves de danzantes. Estos danzantes están esculpidos en las paredes de los templos. Se llamaron danzantes porque representan figuras humanas en posturas extrañas, como si estuvieran bailando. Hoy se cree que representan guerreros enemigos sacrificados a los dioses. TEOTIHUACÁN Floreció entre el año 1 d.C. y el 750. La ciudad de Teotihuacán es la más impresionante que pueda contemplarse en las Américas. Su nombre significa "el lugar de los que tienen el camino hacia los dioses". Era la capital religiosa de una civilización de agricultores. Fue un importante centro ceremonial incluso después de su declive. Incluso Moctezuma II solía hacer peregrinaciones rituales a Teotihuacán. Llegó a tener 125.000 habitantes en su momento de máximo esplendor. En su época era la sexta ciudad del mundo en extensión (la primera era Constantinopla) Hacia el año 200 crearon la más importante cultura del arte central del antiguo México, y llegaron a establecerse hasta la actual Guatemala. El periodo de mayor brillo de esta civilización ocurrió entre los años 350 y 650 d.C. La cultura Teotihuacana fue la más influyente de Mesoamérica. Más tarde, entre el 650 y el 700. invasiones de pueblos vecinos provocaron su decadencia y la emigración masiva hacia otros territorios. La vida económica de los teotihuacanos y demás pueblos mesoamericanos está basada en la agricultura, y gracias a ella florecieron sus culturas y ciudades.

Teotihuacán está construida en torno a una larga avendia (La Avenida de los muertos) alrededor de la que se levantan templos y pirámides. Los edificios más importantes son: Pirámide de la luna, dedicada probablemente al culto de la agricultura y la maternidad. Pirámide del sol, uno de los edificios más enormes de toda Mesoamérica (61m de altura). Bajo él se encuentran siete cuevas. Se desconoce exactamente las ceremonias religiosas en la pirámide del sol. Hay quien piensa, que estaban relacionadas con el culto a la Madre Tierra. Templo de la serpiente emplumada, en el que se encontraron unos 100 esqueletos, producto de sacrificios humanos. Este templo estaba probablemente dedicado a celebrar el arte de la guerra. En Teotihuacán también encontramos una estructura arquitectónica muy abundante en toda Mesoamérica, la pared de talud-tablero, que tiene tramos inclinados llamados taludes y tramos verticales llamados tableros. LOS TOLTECAS Floreció entre el 900 y 1187 y su capital era Tula. Luego avanzaron hacia el sur hasta asentarse en el valle de la actual Ciudad de México, logrando convertirse en la cultura más avanzada durante los años 900-1100 d.C. Eran maestros en la arquitectura y en las artes. Constituían también una sociedad guerrera, como puede verse en sus numerosas esculturas de guerrero. Los toltecas ejercieron una gran influencia en el territorio Maya en el periodo Posclásico y existen similitudes en algunas esculturas y en su arquitectura puesto que aproximadamente en el 900-1527, los Toltecas impusieron a los Mayas su dominio político religioso, y se produjo una fusión cultural de ambas. LOS CHICHIMECAS

Gupo de tribus bárbaras y guerreras que vivían al norte de Mesoamérica, en lo que hoy son los estados del norte de México. Se piensa que Tula fue destruida en 1150 por una tribu chichimeca. Se extendieron rápidamente por Mesoamérica, a menudo sirviendo como guerreros mercenarios a los mesoamericanos y asimilando la culturas de los pueblos a los que servían. Los aztecas eran una tribu chichimeca. Después de la conquista de México, el español Nuño de Guzmán venció a las tribus chichimecas que quedaron en el norte y fundó la provincia española de Nueva Galicia. Lugares de interés arqueológico: La Venta Tres Zapotes San Lorenzo Monte Albán (zapotecas) Tula (toltecas) Petén (mayas) Tenochitlán (aztecas) Uxmal (mayas) Chichen-Itza (mayas)