Memorias Del Ferrocarril Del Sur

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MEMORIAS del

ferrocarril del sur

Angie Rozo

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Angie Rozo

Angie Rozo

MEMORIAS del

ferrocarril del sur

SOACHA Varón del Sol

MEMORIAS del

ferrocarril del sur

Compilación Angie Carolina Rozo Blanco Investigadora Angie Carolina Rozo Blanco Semillero Narraciones y Buen Vivir Universidad Distrital Francisco José de Caldas Edición y corrección de estilo Andrew Bernal Trillos Diseño y diagramación Jaissonn Rozo Diseño de portada Jorge Tostado Esqueda Fotografía Guafa producciones Propuesta ganadora Estimulo para la puesta en valor del patrimonio cultural 2018 Alcaldía Municipal de Soacha Secretaría de educación y Cultura Fecha de impresión Noviembre 30 de 2018 © 2018 Angie Carolina Rozo Blanco Licencia

Atribución – No comercial – Sin Derivar:

Este libro es de carácter público y no comercial. Puede ser copiado y divulgado siempre y cuando no se altere su contenido, se cite la fuente y/o en cualquier caso se disponga la autorización de la titular de los derechos morales y patrimoniales de esta publicación.

Agradecimientos: A los abuelos, protagonistas de este libro, por su testimonio y su tiempo, por compartirme sus memorias, que enriquecen la cultura y la historia del municipio de Soacha. Esto es por y para ellos. A todas las personas que dedican parte de su vida al arte y la cultura de Soacha, como una forma de resistencia. Mi admiración y amor para ustedes. A quienes con sus reflexiones, información y recursos contribuyeron a edificar este proyecto. A mi madre y a mi familia por su amor y apoyo incondicionales; a Ever, por sus enseñanzas; a Jorge, por su perseverancia y aporte; a Angie F., por motivarme siempre; y a todos mis amigos por su cariño y ayuda. A todos gracias.

MEMORIAS del

ferrocarril del sur

Prólogo

CONTENIDO Presentación

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Contexto histórico

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I Guardianes de la memoria

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II Antes del tren

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III El tren

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IV Tiendas y mercados

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V Anécdotas

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VI Dicen por ahí…

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VII ¡Se fue el Tren!

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Bibliografía fotográfica

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Cancionero

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Presentación Este libro reúne los relatos y las fotografías obtenidas durante la investigación del trabajo de grado: Memoria oral del Ferrocarril del Sur en el municipio de Soacha, Cundinamarca. Se quiere valorar el ejercicio oral y la memoria de los tres abuelos de la vereda Charquito, que permite conocer el proceso industrial del Ferrocarril del Sur y su impacto sociocultural en la comunidad. Este trabajo es un aporte para el conocimiento de la historia propia del municipio, que busca dar voz a los protagonistas del acontecimiento y perpetuar su relato con sus propias palabras.

MEMORIAS del

ferrocarril del sur Contexto histórico Los colombianos recibieron el siglo XX en tren. Las promesas de amplitud de líneas férreas eran las ilusiones de modernidad y progreso que conmovían al país. La movilidad en el tren era veloz, como la transformadora sensación de movimiento en la vida de las personas: acortar el tiempo y encoger el espacio. . La admiración por tan maravillosa máquina se extendió por montañas, playas, caminos y selvas del territorio nacional, conformando un tejido regional que inspiró nuevos significados de progreso para el país. Por su alcance regional y prominentes beneficios, el tren se convertiría en un símbolo de identidad nacional. La llegada de la locomotora marcó un capítulo para la ingeniería del país, impulsó las redes de comunicación y la expansión del mercado. La velocidad del ferrocarril impuso nuevas formas de vivir, habitar y significar el mundo. . La relación de los bogotanos con las mercancías extranjeras impactó de manera profunda sus prácticas y hábitos tradicionales, pues el auge mercantil de exportación de productos aceleró la cotidianidad de la futura metrópolis. La necesidad de extender rutas ya se percibía a finales del siglo XIX, propiciando la construcción de nuevas líneas férreas que conectaran a la ciudad con poblaciones vecinas: Zipaquirá, Soacha y Sibaté. . En 1895 se iniciaron los trabajos en el Ferrocarril del Sur para construir el tramo Bogotá – Soacha. En 1903 el Ferrocarril del Sur ya llegaba a Sibaté. Después de varios líos jurídicos y administrativos, la empresa férrea fue vendida a la nación, que, en ese entonces, pretendía conformar un solo sistema férreo. En 1913 se ordenó ampliar la línea hasta el Salto del Tequendama, obra que fue suspendida y logró ser continuada hasta 1927, fecha en la que también se construyó el lujoso hotel compañero de la maravillosa caída de agua. . La línea férrea del sur estaba compuesta por la estación Bosa, Soacha y el ramal de Chusacá, que dividía dos caminos: hacia el Salto y Sibaté. El primero continuaba con la estación Alicachín, Charquito y Salto; el segundo, con la estación Santa Isabel y San Miguel. . El tren significó un acontecimiento importante para la historia industrial, cultural y social del municipio de Soacha debido a sus implicaciones económicas, turísticas y de movilidad. Para la zona rural El Charquito, el impacto fue mayor, pues las familias campesinas y obreras dependían en gran parte del tren. No solo muchos trabajaban en el ferrocarril, sino que facilitaba el movimiento de sus mercados, el turismo, el traslado a las minas y la movilidad en general. Sin embargo, en 1945 la nación inicia el levantamiento de rieles, que, en conjunto con la salida de las empresas mineras, provocaron afectaciones para la vida económica y cultural de la región.

a i r o m e m a l e d s e n a i Guard El trencito del oeste El trencito del oeste va corriendo por el riel escribiendo con el humo en un cielo de papel. Con su chucu chucu ch que flota en la lejanía ucu derrochando su energía por llegar uh, uh, uh…

Piero

“Toda la vida he vivido en Soacha”.

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Graciela Amaya Edad: 87 años

En sus ojos dulces y cristalinos se resguarda el temple y la sapiencia de una mujer fuerte. Su narración refleja una época dura, que, pese a sus pesadumbres, recuerda con elocuencia y sabiduría. Su amor y simpatía le sirven para llenar a sus hijos y nietos de relatos y anécdotas.

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Luis Balaguera Edad: 98 años

“Yo soy boyacense, nacido en Belén Boyacá […] en 1936 llegué acá [El Charquito], después viví un poco de tiempo, y después fui a vivir a Soacha”.

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Las historias de su voz suave y pausada demuestran que sus 98 años no son tantos como su experiencia. El amor con el que labra el campo sólo es comparable con las palabras que concede, llenas de consejos y sabidurías. Su pródiga memoria y lucidez le permiten retratar una época férrea a la que recuerda con tanta dicha.

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Ana Lucía Hernández Edad: 81 años

“Yo nací en 1937 […] Yo viví aquí hasta los doce años. Me sacaron a vivir a Bogotá, y hasta ahorita volví, y ya llevo un año, casi un año y medio, viviendo otra vez acá. Pero, prácticamente todo lo que fue por los principios, yo me críe acá”. .

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Con una sonrisa tierna, Ana nos cuenta cómo fue su infancia en la vereda: los paseos, las misas y las visitas al río, son algunas de las vivencias que la devuelven a la memoria de sus padres. Siendo muy joven fue trasladada a la capital; tiempo después, decide volver en compañía de su esposo a la vieja casa que su padre le dejó en El Charquito.

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n e r T l e d s e t n A El testamento Paso por Valencia, cojo la Sabana, Caracolicito y luego Fu ndación; y entonces... me tengo que meter en un diablo, al que le llaman tren, que sale, por toa´ la zo na pasa y de tarde se mete a Sa nta Marta.

Rafael Escalona

Antes del tren Sin el ferrocarril, los muleros, arrieros y cargueros eran los principales medios de transporte de carga. . La geografía montañosa del territorio colombiano limitaba el uso de carrozas y carretillas debido a las pésimas condiciones que tenían los aminos. . En los inicios del siglo XX la chiva, transporte autóctono, era usado principalmente por las Anexo 1 zonas rurales.

Familia Narváez en la entrada de la Hacienda Canoas 1925 Album de Guillermo de Narváez

Anexo 2 Foto: Fundación Viztaz

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“Me tocaba con un burrito engalladito ja, ja, ja. Irse pa´ a veces hacer mercado a Granada, era donde se hacía, y echar el mercado en un burro […] venían con el mercado en el burro”. Graciela

Anexo 3

Anexo 5 Recuperado de revista Semana digital

Anexo 4 Ilustraciónes: Gutiérrez de Alba, José María, 1822-1897

“Antes del tren todo era a mula o a pie, la gente caminaba mucho, eran jornadas larguísimas”. Luis

Ana Lucía

“Yo no me acuerdo, pero me imagino que eran las chivas el único transporte”.

Anexo 6

Tranvía de mulas: Para finales del siglo XIX los bogotanos recibieron su primer sistema de transporte público, que facilitó el recorrido por las empedradas y lodazales calles de la ciudad.

Anexo 7

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n e r T El El chacachá del tren Al compás del chacachá del chacachá del tren: ¡Que gusto da viajar cuando se va en el tren Pues parece que el amo ! con su dulzón vaivén r produce más calor que el chacachá del tr en.

Dora María

El Tren Los ferrocarriles en su fundación prestaron un servicio muy óptimo a las comunidades, tanto en transporte personal como transporte de carga, sobre todo, como el Ferrocarril del Sur, que se Luis llamó el que salía de Bogotá y terminaba en el Hotel del Salto. Y había una red que se dividía en la estación de Chusacá y salía hasta San Miguel, esa ya queda en el Municipio de Sibaté hoy. Bueno, ahí hacían transbordo los pasajeros que venían, se bajaban del que venía para el Salto y se subían para el otro, y lo mismo los que venían de San Miguel: se bajaban ahí, y subían para el Salto a Bogotá. […]En la línea de Soacha al Salto, no solamente había las tres líneas de carbón, que eran las más potentes: que era las Huyera del Salto […] que era carrileras, de Canoas y carboneras Calvo. Ellos los prestaban de aquí, los llevaban en ferrocarril a los depósitos en Bogotá y allá los distribuían en carros de mulas. Era [el tren] de un color carmelito oscuro […] Algo, entre el rojo, pues, y el carmelito. Los vagones de carga, donde cargaban el carbón, esos sí eran grandes. La carga pues era descubierta. Eso era, digamos, como plataformas, plataformas cubiertas por los lados para que no se saliera la carga. En total, en la línea que cubría de Bogotá al Salto eran menos de 70 trabajadores. Algunos [trabajadores] vivían en Soacha, otros en Bosa y otros aquí en el Charquito. Sí, estaban divididos de acuerdo con las cuadrillas. Había una cuadrilla de Soacha a Chusacá, y la de aquí, de Chusacá al Salto, y la otra de Soacha a Bogotá. Las cuadrillas le hacían el mantenimiento a la línea férrea. . Era muy poquito [el pasaje], era poquito, pero pa' ganarse uno dos pesos era un poco difícil. Anexo 8

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Pues el Ferrocarril era, más o menos vagones, como decir un Transmilenio, pero en cambio de estar pegado quedaban separados. Había escaleras para subir a un coche o para subir al otro; por ambos lados tenía escalera, entonces esos dos se enganchaban […] unos enganches especiales y arrancaba. Y si querían quitar un vagón, pues desenganchaban. . […] más acolchonadas [las sillas], sí ya, y ya los de lujo [vagones], los que traían a toda la sociedad de Bogotá a pasar los fines de semana en el Hotel del Salto, esos ya eran los coches especialísimos […] es que eran muy lujosos. Las sillas iban hacia los lados, y había por el centro del vagón, había un espacio, si quería pasarse de un vagón al otro u devolverse, ya podía. Eso cabían, en cada coche, no menos de sesenta personas. Sesenta personas de pie, sentadas… de pie casi nunca. Casi nunca, porque si veían que había hartos pasajeros, digamos si del Salto al Charquito venía llena, ahí le enganchaban otro vagón.

Anexo 9

Silletería Ferrocarril de Girardot 1928

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Anexo 10

Anexo 11

Ana Lucía

Una [estación] era Canoas, el Salto. Allí en Canoas […] era una estación del tren, ahí si no había, casi no había… como aquí que sí hay vivienda, que había casa. En el Salto creo que era… una piecita ahí. No era mucho la vivienda que tenía el Salto, aquí en Canoas. [El tren] llegaba hasta Chusacá, Alicachín, creo que alcanzó a llegar mucho tiempo hasta Alicachín, que ellos transportaban mucho material para Bogotá por Alicachín… sí. [En Canoas] Ahí era donde descargaban y cargaban el carbón. […] Prácticamente transportaban era mucho carbón y pasajeros, por la mañana y por la tarde. Creo que había dos horarios, por la mañana y por la tarde. . jjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj . […] Lo que más transportaba [el tren] eran condulas, era el carbón. Pero, así para transportar la gente eran como unas cinco u ocho vagones […] lo que transportaba era a todos los que trabajaban a Soacha, todos los que trabajaban allá para esos lados. Anexo 12

En 1895, se iniciaronlos trabajos del Ferrocarril del sur. Tramo Bogotá - Soacha.

En 1905 se empalma el Ferrocarril del sur con el de la Sabana.

El Ferrocarril del sur llega a Sibaté en 1903

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En 1927 inauguración estación El Charquito, Soacha.

En 1927 inauguración estación Salto del Tequendama.

Pues del Ferrocarril, él comenzó desde Bogotá, y luego ya llegaba a Soacha, y después de Soacha lo pasaron para aquí pa´ la estación de Bosa. Luego resolvieron echarlo hacia el Salto, llegaba hasta allá, hasta el Salto. Anexo 13 Graciela

Iba un tren que salía a las 6:30 de la mañana. Tenía uno que salir del otro lado del río, que eso queda por allá (señala el río de Bogotá), si no se le quedaba el tren. Eso le daban unos tiquetes así a uno (señala la mitad de su dedo índice), lo tiqueteaban, y eso lo llevaban a uno en tren hasta Soacha. Había una estación allí en […] el Salto y otro aquí en Bogotacito, y la otra aquí en Chusacá, y otra aquí en Soacha, y así… . El Ferrocarril significa mucho porque las minas están abajo, al lado del Salto… el Cincha que hay. Ahí bajaban por el ferrocarril, llevaban góndolas, y allá llenaban; aquí en Tequendama, en Cincha llenaban los vagones. […] El carbón venía por, supongamos, un cable; hicieron como una estación y formaron cables para montar berlinas. Entonces las berlinas, una iba y otra venían, hasta que llenaran las góndolas grandes, y después de que las llenaran, entonces ya. Anexo 14

[…] los trabajadores tenían que entrarse por un, por un hueco, abriendo y cavando cajón por allá al fondo. Y dígame: entraban a las doce de la noche, salían a las seis de la mañana, toda la noche trabajando… Para que supieran que muchas veces, el patrón que mandaba en ellos les robara el trabajo.

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s o d a c r e m y s Tienda El son del tren Son del tren que recorr e por la mañanita que sale pitando y se va vo voy a paso muy lento lando, llevando la carga con mucho alimento, que va pa' el mercado, voy cargado de limones también llevo las naranj , aguacates y melones; as, pero yo no me deteng en la altura del caminoo, porque busco mi destino.

Rita Fernández Padilla

Tiendas y mercados Las estaciones de los ferrocarriles fueron lugares para el encuentro gastronómico. La parada estacionaría de los viajeros obligaba a deleitarse del aroma y sabor de alimentos tradicionales de cada región. En Soacha la fritanga, la chicha, los huesos de marrano, la longaniza, los amasijos, entre otros, eran los alimentos más apetecidos y comercializados en las tiendas junto a las estaciones férreas del sur.

Luis

Esa [la chicha] era otra de las especialidades de Soacha, por la que incluso los grandes políticos venían con mucha frecuencia los fines de semana a Soacha a piquetear y a tomar chicha, y jugar tejo. Ahí conocí al Doctor Jorge Eliecer, era muy amigo de Soacha… el Doctor Enrique Olaya Herrera, el Doctor Alfonso López.

Entre Bosa y el paradero de la Chucua había un sitio que se llamaba 'Cuartillo de queso', y muchas [personas] pagaban los dos centavos para ir únicamente a comer queso y volvían, y pagaban los dos centavos y se regresaban, porque llevaban un buen pedazo de queso, un cuartillo: un cuartillo era la cuarta parte de diez centavos, entonces le llamaban cuartillo.

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Se lo daban con bocadillo… un bocadillo grande que hacían […] aún todavía lo hacen en Vélez, se llama 'conserva'. Conserva es un bloque como un queso, y compra un bloque de esos y uno va cortando y sacando los pedacitos. Entonces le vendían el pedazo de queso y su pedazo de conserva, así lo llaman todavía; es bocadillo, pero el bocadillo es porque ya viene envuelto en la misma hojita. La chicha sí, ahí en la estación, sí, había una señora, se llamaba Rosa…, ella murió como de 108 años, hace poco murió. Ella tenía piqueteadero ahí en la estación, y vendía la chicha. Nos decía: “A ver marchanticos, ¿qué le traigo? ¿guarapito o chichita?”. Vendía el guarapo y la chicha: era exquisita, muy deliciosa. Decía: “Les tengo la famosa morcilla soachuna, la rellena, la rellena”. Le decía uno: “Deme tanto de rellena, de morcilla, y tráigame un guarapo, una chicha”. Como se demoraba como un cuarto de hora [en la parada], alcanzaba uno a comerse eso o recibirlo y pagar. La gente sí pagaba, por la ventana, la gente era muy honrada en ese entonces, entonces eso era una novedad, que los pasajeros sin bajarse del ferrocarril podían tomarse su chicha y comer lo que quisieran.

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Ahora decían: “Alcánceme una colombina”; una colombina era la pierna de la gallina, era súper deliciosa, en ese entonces eran gallinas. Otros pedían —si era por la mañana—, pedían un caldo, decían: “Écheme un peligroso”. Le decían 'caldo peligroso' era porque era caliente y como era lleno de… de grasa de la gallina; en ese entonces eran gallinas de verdad que se engordaban, entonces uno veía que ni siquiera echaba humo, porque la grasa tapaba. Y llegaban y ¡shuuu!... la quemada ja, ja, ja Entonces decían: “Alcánceme uno o tres peligrosos”, según la familia. […]Hoy le dicen 'pescuezo' […] Bueno, era una especie de morcilla que se llena con la sangre de la gallina y con las tripitas y toda esa cosa, y con eso lo hacían y quedaba sumamente deliciosa; le echaban hartos condimentos, y todo ese pescuezo cogían y lo partían en cuatro. Sí, eran especialidades. Me acuerdo mucho de esa señora Rosa, que después de que ya pasara el último tren cerraba su negocio y se ponía a tomar. .

“Cuando salí pensionado me dediqué a la comunidad, pero también a cultivar”.

Eso, ahí era la plaza de mercado la Rotonda, llegaban todos, de todos los… lugares pues de Cundinamarca… venían acá, llegaba la comida ahí, era muy abundante. Y ella, doña Rosita, ella iba… hacía mercado allá y venía con su mercado pa' su restaurante; en ese tiempo vendía mucho. Un restaurante grande, tenía cocineros que le colaboraban y todo, despachaba, como le digo: la chicha, el guarapo, las comidas, las sopas y caldos; bueno, de todo. Y todo eso… Ella, si utilizaba el tren tanto de para allá, se iba en el del siete por Soacha, llegaba a Bogotá, y se venía en el de nueve. Era rapidito que hacían el mercado, eso queda… esa plaza queda en la estación del ferrocarril.

Los padres de Ana Lucía tenían criaderos de marranos. Cultivaban acelga, habas y calabaza.

Yo recuerdo cuando el tren bajaba allí al Salto. Con mi mamá nos madrugábamos e íbamos a hacer mercado los días domingos a las seis. Ana Lucía Seis y media pasaba el tren. Mi mamá aquí cultivaba mucha verdura, y nos bajamos con la verdura, nos subíamos en el tren a venderlo a Soacha. Pues, ¿cómo le digo a sumercé? […] Nos llevaban los domingos a Soacha, íbamos a la misa y a hacer mercado. Mi mamá llevaba verdura y ella traía su mercado de allá pa' acá, lo que fuera.

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Antigua Estación férrea Soacha

Aquí se daba mucho lo que es toda la verdura, papa, todo eso se sembraba, pero acá; que la papa, que la verdura…

En ese tiempo era muy bonito, porque había mucho, mucho, mejor dicho, mucho —¿cómo le digo?—, tiendas de comer; como llegaba mucho turista, pues había cosas ahí que uno podía ir a comprar, que una cosa y otra. Ahora ya nadie cultiva, por ahí dos fincas aún se mantienen, pero los jóvenes ya no cultivan. Nosotros ayudábamos a nuestros padres con las verduras, llevando el mercado para vender.

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[…] Tenía uno que ir a cargar leña. Si usted vivía, digamos, por allá [señala la derecha] venía y vivía por acá. Tenía uno que ir a cruzar el río e ir a traer la leña por allá [la montaña] para cocinar. ¡Era una vida dura! !

Graciela

El tren […] era no dejarse quedar del tren, porque iba uno y cogía el tren allá que salía del Salto, y luego la estación en Chusacá. Y luego de allá para acá también, a tal hora sale el tren, y tenía uno que tener el mercado para echarlo a los vagones y todo eso.

La vida antigua fue muy dura […] el Ferrocarril pues una gracia […] porque para ir hasta por allá a hacer mercado y en burro, llueva o truene eso era solo a pie. Sacaba su tiquete y se iba; como decir usted: coge el bus, paga su pasaje y lo lleva hasta donde usted va. Así era uno, ya descansaba, porque regresaba uno con el mercado y le dan vagones para embarcar los costales […] los traían hasta el sitio que tenían que parar. Me tocaba con un burrito engalladito, irse… pa' veces hacer mercado a Granada, era donde hacía. Echar el mercado, se iba en un burro y se venían con el mercado en el burro. Ya luego teníamos que salir desde por allá a coger el tren para ir a hacer mercado a Soacha. Plaza declarada patrimonio cultural

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s a t o d c é An El tren de la vida Y al tren de la vida, sube gente nueva, se va gente vieja, y algunos se marchan, sin decir adiós... Y el tren de la vida, sigue su camino marcando el destino de quien lo tomó.

Teo Galindez

Anécdotas

Las personas mayores de la vereda recuerdan cómo viajaron en el tren sus alegrías, tristezas, paseos, amistades, familia, costumbres, alimentos, etc. La huella social y cultural del ferrocarril es manifestada a través de emociones y sensaciones que se vuelven palabras que cuentan las anécdotas e historias de la época férrea.

Luis

Me tocó volver a Soacha para poder educar a mis hijos, porque en Sibaté, que perteneció a Soacha en ese entonces, no había sino hasta primaria. Entonces nos tocó regresar a Soacha y no había sino dos colegios: para varones, el Bolívar, Colegio Bolívar; y para mujeres, el María Auxiliadora. Entonces nos reunimos un conjunto de unas once personas, y formamos un comité pro-educación de Soacha, y conseguimos el Colegio Eugenio Díaz Castro, colegio cooperativo. Donde más conocí, viajé mucho, fue Anexo 15 en Boyacá, porque yo soy boyacense, nacido en Belén, Boyacá. Nos tocaba venir en una flota que se llamaba 'La conexión', que venía y nos traía a Duitama. Y en Duitama cogíamos el ferrocarril que venía de Sogamoso a Bogotá, y luego de Bogotá para allá; íbamos hasta Duitama, y esperábamos la flota La conexión, y esa nos Institución Educativa Departamental Eugenio Díaz Castro llevaba a los pueblos de ahí para abajo. El que más utilicé de los Ferrocarriles, del que más tengo gratos recuerdos, por lo bonito de los paseos, fue el Ferrocarril del Norte de Bogotá […] El de acá [Ferrocarril del Sur] también, ya cuando llegué aquí, ya lo utilizaba. En ese entonces el medio de transporte era únicamente el Ferrocarril; el Ferrocarril o a pie. Ella [amiga] una vez vendió su rellena, cuando cerró y se fue para Bogotá, se fue en el tren, en el último tren, y resulta que había un tipo que la tenía ya chequeada. La plata la echaban en unas bolsas como de… bueno, de tela, y las amarraban y las echaban acá entre los senos; en ese entonces no usaban los famosos brasieres, 'corpiños' se llamaban, y ahí metían la platica, es la parte más segura. Resulta que el tipo para robarla, llegó y se le subió […] como eran de dos asientos los

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puestos, la echó hacia al lado del rincón, y empezó: “¿Qué más, señora?”. Empezó a hablarle pero chusco, y se le declaró, y que si se casaba con ella y tales “No, señora, es que usted es una mujer trabajadora”, y échele flores y todo. Ella sí convencida de lo que el tipo le estaba hablando, de que le estaba hablando verdad, como real las cosas. Y empezó a manosearla, a cogerla y a chuparla y tal, y era por conseguir la plata, y se la robó. Y ella no se dio cuenta; cuando llegó a la casa a sacar la plata […] Dijo: “¡Este desgraciado me robó!”. Le robó la platica. Anexo 16 Y entonces fue a poner el denuncio; dijo: “Un tipo tal parte, tal señor ese, señor inspector, me robó la plata”. Dijo [Inspector]: “¿Y en dónde la llevaba para que se la robaran?” Dijo: “La llevaba aquí en los senos”. Él dijo: “¿Y cómo hizo para que el tipo se la sacara…?”. Le contó cómo fue lo que hizo. Dijo [Inspector]: “Y usted dándose cuenta de que la estaba esculcando, que la estaba manoseando, ¿y lo dejó que la robara?” Dijo [ella]: “Señor inspector, es que yo creí que, que me esculcaba para cosas buenas, no para cosas malas, y me robó” ¡Ja, ja, ja! Yo vivía aquí en el Charquito y me tocaba entrar a trabajar a las diez de la noche, y me vine en el de siete de Bogotá. Y resulta que yo estaba trabajando era de noche, claro, y entraba a las diez de la noche, y salía a las seis de la mañana. Entonces, no había dormido, pues cuando cogí el tren en Bogotá al ratico me quedé dormido, y cuando me desperté fue cuando pitó ya llegando […] a Bogotacito, antes del Salto de la estación se le llamaba Bogotacito, hoy se llama San Francisco. Cuando pitó, me desperté y me quedé mirando: “Pero ¿en dónde voy?”. Y me di cuenta de que estaba en Bogotacito. Me tocó bajarme y venirme a pie. Apenas llegué, me prepararon alguna cosa ahí, porque nos tocaba ir a pie hasta el Eternit, para ir al trabajo no había modos del transporte, tocaba a pie todo. [Para llegar al trabajo] Ehh, pues se gastaba dos, tres cuartos de hora […] pero como éramos hartos, porque de aquí del Charquito trabajábamos hartos, Anexo 17 entonces, a las nueve de la noche, entrábamos a las diez, a las nueve de la noche nos quedábamos aquí, […] nos esperábamos. El último, por tarde, llegaba a las nueve, y a esa hora nos saludábamos y nos íbamos hablando, amenamente, echando chistes y toda la cosa; llegábamos faltando un cuarto para las diez. Alcanzábamos a tomar tinto y cambiar de ropa para ponernos un overol de trabajo. Ya llegaba, había un pito ahí o una sirena y para adentro. […] en Bosa lo que más les gustaba a los bogotanos era pescar, porque el río que hoy es el río más contaminado, que es el río Tunjuelo, ahí era donde había los mejores peces y la gente venía con mucho anzuelo a divertirse pescando, y se llevaba su buena 44

Anexo 18

cantidad. Ahí habían unos pececitos chiquitos, se llamaban 'guapucha'. ¡Guapucha! […] Eso llegaban, los cogían con unas atarrayas pequeñitas, como una especie de filtro de los grandecitos, llegaban y los metían en los pantanos; sacaban y sacaban, llegaban y los amputaban sin abrirlos […] comentaban que qué cosa tan deliciosa, y sobre todo de alimento; y por eso los llamaban 'los guapucheros'. Aún toda vía, todavía les llaman 'los guapucheros' a los de Bosa. […] Los que iban a Chiquinquirá en ferrocarril a pagar promesas llegaban y entraban a la iglesia y toda la cosa, y les decían: “Tenga cuidado porque ahí están los cuatro manos”; les decían o todavía les dicen 'los cuatro manos'. Y es que me dice [un amigo] que fue a Chiquinquirá o es chiquinquireño: “Usted es cuatro manos”. […] “Pero ¿por qué me dice cuatro manos?”. “¿No sabe la historia de Chiquinquirá?”. Le digo que no, que hasta ahora la oigo decir. Resulta que en Boyacá se usa la ruana, todo el mundo anda con ruana, entonces los ladrones que entraban a la iglesia hacían unas manos labrando la madera muy perfecta. Allá hacen los triples, las bandolas, las guitarras, las hacen perfectas, la madera la

Estación férrea de Chiquinquirá

Anexo 19

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trabajan, pero muy bien, muy perfecto. Entonces, hacían un par de manos en madera, pero muy igualiticas y las metían, se las amarraban. […] Las metían por el cuello de la ruana [manos en posición rezo], entonces uno sentía que lo estaban esculcando, pero no [manos en posición de rezo], porque está rezando. Se hacía el que rezaba, y resulta que las manos las tenían libres, lo estaban esculcando. -

Canoas

Anexo 20

Los bogotanos, lo que eran los domingos o los sábados, se venían a piquetear, pues a turismo a Soacha, porque llegaban y no solamente […] ponerse a jugar al tejo bien, que era a tomar, ¡y jarte!

[…] Otros se venían a pasear, paseaban hasta al lado de la laguna del Herrera, hacia al lado de Canoas, hacia al lado del Vínculo, donde es ahoritica Maiporé. Era una hacienda grandísima, eso tiene historia. Ahora hacia al otro lado, por el lado de Zuzunga, eso se llamaba Panamá, o se llama. .

Vereda San Jorge

[…] Subiendo por ahí, todo eso hasta arriba, cerca al páramo donde era la hacienda o todavía existe la hacienda... pero ya no con esa capacidad que tenía, se llamaban Hacienda San Jorge. Anexo 21 Todas estas regiones de aquí… En la parte alta se salían a la loma a oír sonar el tren cuando salía, antes de salir del Salto a las cinco de la mañana; llegaban los calderistas, prendían la caldera, y a las 5 de la mañana ¡piiiiii, piiiii! Halan cinco pitazos, y a las seis pitaban tres veces, pitaban una vez, luego dos, y a las seis exactos pitaban tres pitazos y arrancaban. […] Como para avisar que […] como un cuarto de hora del pitazo; era como decir a las cinco y media, faltando un cuarto para las seis y a las seis, que era el último, arrancaba. La gente corría […] “¡Vamos porque ya dieron el segundo!”. Anexo 22 […] Era una alegría, era una alegría; ¡eso corríamos bueno que daba! Eso prendía, y era bueno; por las ventanas bastante amplias, y se despedían. Había un tren que salía de la estación de en el Norte de Bogotá y viajaba hasta Usme. Me acuerdo yo mucho en 1936, de allá para acá que, cuando las familias se iban para Usme o las veredas del río allá, todo eso, que eso es del distrito ahorita… los acompañaban hasta el tren, y apenas se subían se sentaban allá ampliamente y se ponían a charlar por las ventanas. Y tan pronto arrancaba, sacaban pañuelos blancos y se despedían ¡ja, ja, ja! Era un viaje largo […] por ahí una hora. Venía [al Charquito] siempre harta gente, porque muchos iban a Bogotá, Soacha y se venían en el último, y los que venían al Salto […] los trabajadores de acá que se demoraban por ahí tomando y se iban en el último para Soacha o para Bosa. Siempre salían. Y los domingos, por decir los festivos, ese sí era en el tren de turismo. […] El tren de turismo que bajaba a la ciudad de Bogotá, era un tren especial, ese si era impecable y todo. Bajaba la sinfónica del conservatorio de Bogotá a tocar, desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche.

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Sí, fue en el 48, en el 48, pues nosotros vimos todo lo que pasó, llegó todo el ejército que se iban a tomar las plantas del Charquito, y nosotros… por aquí todo era solo. […] El ferrocarril, […] cuando fue el 9 de abril, que transportaban todo el ejército en el tren, que como todo esto, según decían, se iban a tomar la… las plantas de la energía; entonces todo el ejército llegaba era en el tren, y uno era feliz, uno todo puro chino, feliz viendo a todos Ana Lucía los soldaditos cuando llegaban en el tren ja, ja, ja […] Por aquí todo esto, como aquí todo esto habían solo… solo postes de la luz, todo esto se llenó de solo ejército. Donde uno iba, había ejército. Ahh, sí, pues que uno lavaba en el río, uno tomó. Ya no, ya no se puede utilizar, porque, ¿sí ve cómo baja? Todavía ahí […] uno iba y lavaba allá… Los lavaderos ahí, ahí donde es la playa, la playita. Todo eso era un solo lavadero. Y allá era donde la gente se reunía y lavaban así. . Eso sí, le da a uno tristeza ver que ya no sirve para nada, ¡para nada! Porque esa agua es completamente contaminada. El tren significaba mucho […] Le digo yo, vea, uno se transportaba gratis ahí […] Bajaba mucho turismo acá al Salto, en ese tiempo siempre bajaba turismo, ¿no? Bajaba gente a conocer el Salto, y en ese tiempo el Salto era muy, muy bonito […] Ahorita otra vez lo volvieron a arreglar. Ellos [niños] eran felices montando en el tren, mmm, los llevaban a muchos paseos, por lo menos le hacían a uno paseos allí al Muña, lo llevaban a uno paseos allá para el lado de […] al lado de Sibaté, por allá a esas fincas lo llevaban a paseos, uno viajaba era todo en el tren. Uno viajaba mucho, era uno feliz en el tren de aquí. Nos transportaban cuando hacían paseos, nos dejaban ahí en la estación de La Sabana, y ahí nos transportaban a otro tren.

Anexo 24

Anexo 23

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Hubieran visto la vida de nosotros. ¡Huy, juemachica! La vida antigua era terrible […] Usted se va, y usted tiene que hacer esto, a usted le ponen oficio de una cosa y otra, y Graciela tenía que ir a la escuela, así fuera descalzos donde hacían clase, aunque eso era hasta cuarto. Y no alcance a estudiar sino hasta cuarto, y lo llevaban hasta una cierta edad […] Unos diez años, y ya no alcanzaban a darle el estudio a uno. ¿Y con ese modo? ¡Jum! En ese tiempo era terrible, le cuento, los castigos eran terribles; esos profesores los cogían: “Bueno, mañana me hacen el favor los niños y niñas y me traen unas varas de rosa largas […], las Anexo 25 cortan como así, como esa varillita que tengo, y las cortan y las meten entre el fogón y le quitan la cascara y me las traen mañana” […] No sabían [los niños] que eso era castigo pa´ ellos. “Sí, profesor; tome profesora”. Y cuando: “Caminen para allí, ponga sus manitas para acá”, y cómo quien dice, estar machucando (sonido de palmada) ¡pum! ¡Terrible lo que les hacían! […] Un día yo me enfrenté a las dueñas. El hijo de una vecina me dice: “Señora Graciela, mire la profesora cómo me volvió las manos”. Miré: eso era negro, las uñas negras, ¡ja! ¡Ay, quién dijo! ¿Pa´ hoy o pa´ mañana? Le dije: “Camine, llame a su mamá, camine vamos, sí, camine”. Llegó la profesora [le dijimos]: “¿Por qué le volvió las manos a los niños y a las niñas así?”. “Ahh… porque no obedecen”. “Eso no es, porque para eso tienen los padres para que los llamen y les digan: 'Bueno, no están respondiendo por las tareas', pero, ¿cómo las va a volver así?” Huy es que era —alma bendita— […] Las manos negras y esos moretones. Pero el Joaquín […] de los míos [hijo] esos sí no arrimaron: “Esto… huele como a mal”. Ellos […] llevaron las varas, pero no las entregaron, cuando vieron todos vueltos sus manos, dijeron: “¡Ah… las varas!”. […] Los niños eran más avispados, eso sí, esperando a ver qué les van a hacer. Como los Anexo 26 muchachos vieron, pues no arrimaron. […] Es que esas épocas fueron terribles; es que, en ese tiempo, los padres también castigaban a los hijos duro […] Eso no era sino con un rejo. ¡Eso era terrible! Uno no podía alzar la voz ni nada. Eso era terrible, tenía que callarse, si no quería que lo maltratara. ........................ . […] En esas piedras de moler lo ponían a uno una arroba de maíz de ese duro a quebrarlo. Mi mamá sí me ponía: “Yo le voy a quebrar ese maíz ahorita”. […] Y como habían hartos piscos —ja, ja, ja—, hartos piscos. Llegué y le dije a mi hermana la mayor: “Bueno, haga la cuenta, tenga en la cocina cien gramos”. Y eché a los piscos, y esos como bajan y bajan… Se llenaron. Y después, decía mamá: “¿Y esas chivatas? ¿Por qué no rindió el maíz? Mire, tan poquito” [Dije] “¿Pues quién sabe?”. ¡Ja, ja, ja! Y no les alcanzaba pa' Anexo 27 la sopa, ¡y chupe mijo! Porque después, graves: nos arreglaba.

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¡Eso era terrible, dios mío! […] Porque ya no se dejan los chinos castigar así, pero en un tiempo ¡sí, dios mío! Cuando lo ponían, uno salía y en la puerta del salón le ponían unos granos de maíz aquí [rodillas], en el piso, y lo arrodillaban sobre los granos de maíz, luego las rodillas y luego un ladrillo aquí y otro aquí [los hombros].

Estación El Charquito, espacio usado como escuela

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Anexo 29

Anexo 28

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. . . í h a r o p Dicen Tren de seis En el tren de seis, en el tren de seis, puedes irte, si no me qu eréis. Puedes irte, puedes irte puedes irte cuando quie, ras, puedes irte.

Dicen por ahí...

Los rumores sobre las penumbras del Salto del Tequendama se acompañan de relatos y leyendas fantásticas de la región inspiradas en el majestuoso hilo de agua. La cascada natural fue el escenario de escape o consuelo para muchas personas que decidieron terminar con su vida. . Fotógrafos de la época prestaron el servicio de retratos a viajeros tristes, capturando así su última fotografía. Anexo 30

De esa época, sí: todo el mundo era: “¡El Salto, el Salto!”. Después ya se acostumbraron a que el Salto era bueno, como… ¡Pa´ botarse! Ja, ja, ja. Graciela

Retrato de María Puerto, tomado momentos antes de al Salto. María escribió sobre la fotografía: No, no eso es terrible la piedra del suicida. ¡Ay, dios mío! […] Cuando se arrojarse “Por la ingratitud de mi novio me confundiré en la van a ir a suicidar, dizque se arriman allá, y dizque sienten como una profundidad del misterioso Salto de Tequendama. persona que dice: “No tenga nervios, véngase, véngase a mí”. […] Pues se María – XI -3 – 35.“ lo cargó —ahí sí como dice— el diablo ja, ja, ja. Lo ven, y ¡pufff! Eso cuando caen por fuera hay un hueco grande que hay bien, y cuando caen en el hueco salen hasta el tercer día, cuando ya los cangarejos se lo habrán comido y todo eso. ¡Eso es terrible… terrible! Eso hay muchachos que han estado por allá de chistosos […] Irsen a sentar por ahí: “Miremos aquí a ver cómo será bonito pa' botarse”. Y es que sienten una sensación de que hay una persona que dice: “No tenga miedo, que se vaya”. ¡Huy no, que se suicidan! Ese sí es porque está muy aburrido, y los que no alcanzan a caer al fondo, quedan por ahí enredados en las matas y todo eso ¡Huy, no, eso es terrible!

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De los suicidas, digamos, que la melancolía que presentaban desde cuando se subían en Bogotá o en el pueblo que fuera […], se veían tristes y a veces se contaban o le contaban al vecino del viaje. Le contaba Luis que tenía tal preocupación, que tenía tal problema, tal decepción, pero no le decían que se iba a suicidar, sino que tenían la decepción por amorosa, de familia y tal, pero nunca decían: “Por esa causa me voy a tirar al Salto”. […] Ya después los descubrían era porque al pie de la piedra de los suicidas era un plano grande, formaban toldos, y fotógrafos que llegaban a sacar fotografías pegados a la catarata, digamos pa' tener recuerdos que fue al Salto y conoció y qué hicieron. Entonces ahí sí, ya los descubrían, y decían: “Ese como que se va, tiene deseos de suicidarse”. Sin embargo, se subía a la piedra del suicida y le decía al fotógrafo: “Sáqueme una fotografía”. […] Había algunos que, si decían al momento que les sacan la pieza [foto], el suicida decía: “Me voy a tirar por tal causa: por julana de tal, o julano de tal”. Si era mujer u hombre, decían, y de una ¡pam! Sin embargo, la gente les gritaba: “¡No se suicide, no sea bruto, que la vida es chusca!”, pero ya tenían decidido eso, y se iban.

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El centro del salón tiene una araña, le decíamos 'la araña'; yo entraba con frecuencia allá. Eso tiene la cantidad de chucherías en nidio, con diferentes formas... y diferentes colores a lo que incendia las luces, y cada vainita de esas da un color distinto; es lindo, digamos que con los bombillos se alcanzan a ver todos los colores de los cacharros que tiene colgados, bueno. Estaban afuera comentando, cuando entonces sintieron —¡pum! — que se cayó la araña […] y entraron de carrera, pues sintieron que, al caer, cayó al piso contra la loza —pues la porcelana—, y sintieron que saltaron nidios para todos lados, como cuando se rompe algo y saltan los pedazos y ruedan por todo lado […] Y entraron, y no, estaba quietica… ¿Y entonces? Yo recuerdo que, yo nunca lo vi, pero los antiguos decían que oían el tren a las doce de la noche, que arrancaba del Salto y pasaba por acá [antigua vía férrea] pitando; lo oía la gente de la región y que… no lo veían porque ellos si sabían que… pitaba en el Salto el tren: “Debe ser el tren fantasma”, le decían. “Debe ser el tren fantasma”, y se levantaban a mirar, porque allá en ese cerro se ve todo esto, hasta Chusacá, inclusive hasta Soacha. Entonces se salían a mirar, a ver, y oían el ruido del tren y el pito, pero no veían el tren. En el Salto ha habido muchos suicidios, y lo otro era que en Hotel del Salto […] bajaban a hacer las mejores fiestas de la sociedad de Bogotá, como era primeras comuniones, bautizos, matrimonios, bueno… y también fiestas, digamos fiestas sociales para celebrar cualquier evento de la sociedad. Y los políticos, también cuando hacían sus convenciones políticas, para ponerse de acuerdo quién iba a ser el próximo presidente o el próximo concejal, diputado o representante a la cámara o gobernador, la hacían allá y… se ponían de acuerdo los dos partidos políticos y nombraban entre ambos cuál le gustaba al uno y cuál le gustaba al otro. Decían que el partido liberal le gusta julano de tal, los otros que no, que para nosotros es julano. Y si no se ponían de acuerdo, le echaban whisky y lo emborrachaban, y lo tiraban por la ventana. Uno decía: “¡Pero cómo!”. Por eso es que hace miedo, en el Hotel del Salto hace miedo; eso es cierto.

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! n e r t l e e u ¡Se f El tren lento ¡Ay! ya se va, Sobre rieles con su vaiv én, ¡Ay! ya se va, Sobre rieles con su vaiv Llevándose mi alegría,én, A tierras lejanas maldito tren...

Marco Antonio Posada

¡Se fue el tren!

El levantamiento de los rieles del tren en 1945 fue el acto que propició la desaparición de la línea férrea. Las razones de su salida se presumen ser: la crisis económica de la empresa Ferrocarril del Sur; el poco flujo de carga y de pasajeros; la falta de voluntad política; errores en la ingeniería de los rieles, entre otras. . Los tres abuelos coinciden al asegurar que la población nunca recibió un comunicado oficial o extraoficial que informara sobre la salida del tren. El Ferrocarril del Sur aportó al desarrollo industrial, turístico y agricultor de la vereda, por lo que su salida marcó un capítulo importante para la historia local. La línea de flotas Tequendama pasó a remplazar al ferrocarril; sin embargo, no logró suplir las dinámicas de movilidad y la carga de significado que tenía el tren para las personas y la región. Anexo 31

Antigua vía férrea Soacha

El ferrocarril se estuvo desde el año, más o menos el año 1903 y se terminó en 1967-68, debido a que ya los pasajeros eran muy escasos, porque ya 'Uberprisas' de buses, que se asociaba para comprar buses de último Luis modelo y prestaban el servicio de Bogotá a Mesitas; entonces ya no había la gente y a para el Salto, la dejaban ahí. Entonces ya disminuyó los pasajeros, y por esa razón vieron que no era viable usar el ferrocarril para… no llevar, dos o tres pasajeros. Eso fue, y luego lo otro el de carga, fue porque las minas de carbón también ya se fueron disminuyendo su producción. Hasta que quedaron ya de ceros, digamos las minas se agotaron, que era lo que más se transportaba del Salto a Bogotá. La familia Caballero, de apellido Caballero. Ellos fueron los que deforestaron toda esta región […] y la madera la traían en carga hasta aquí [Charquito], y aquí la mercaban hasta el Salto a Bogotá. O sea: tabla, madera rojiza, carbón de leña, pues todos los derivados de la madera, y cuando terminaron de talar todas las montañas que había, también, el tren quedó sin ocupación. ¡Huyy sí, yo añoro, yo añoro! Aquí siempre dicen que el tren de cercanías, que lo van a traer, entre más rápido lo pongan, sea este o lo que sea. Este es difícil, porque ya está invadida la carrilera, eso ya es difícil y no pagaría por lo cerquita, y el transmilenio va a llegar hasta Chusacá; no, pues ya el alimentador llega al Salto.

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Plegaria por un tren, Cachipay.

Antiguo riel, Ferrocarril del Sur

Bueno, de todas maneras, el tren sería una maravilla […]. Ah, los trenes de cercanías, entre más rápidos los aprueben mucho mejor; sería muy bueno que Dios me dé la licencia de ir a Chiquinquirá o a Santa Marta en tren. ¡Ah! Eso sería… son tres días, en ese entonces; los trenes andan mucho más rápido [ahora], puede ser en dos días. […] Porque uno va en un bus y va como preocupado. Por las velocidades, las curvas, por las imprudencias […], va uno estresado; en cambio, si quería dormir, si iba borracho —ja, ja, ja— le decían: “¿Para dónde va?”. “Para tal parte”. “Alístese, que ya va a llegar o ya se pasó”. . […] Es bonito, porque por donde va pasando va dejando un chorro de humo y un chorro de vapor blanco y el pito del tren, es como benéfico… digamos que lo alegra a uno, cuando ¡piiiii! […] todo lo que lo alegra a uno: el pito del tren. Rieles en abandono

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Cuando ya no estaba el tren, comienza uno a sufrir por el transporte, ¿no? Porque uno estaba Ana Lucía acostumbrado a viajar en el tren. Pues eso era una maravilla […]. Pues sí, muchos recuerdos, que uno viajaba mucho, era uno feliz en el tren. . Pues eso significaba para nosotros mucho, mucho, porque —¿cómo le digo yo? —, vea, uno se transportaba gratis ahí. […] Bajaba mucho turismo acá al Salto, en ese tiempo siempre bajaba turismo, ¿no? Bajaba gente a conocer el Salto, y en ese tiempo el Salto era muy, muy bonito. . […] sienten siempre tristeza porque como era el transporte de acá, antes, según decían, pues mi padre nos contaba qué allá antes… transportaban todo era en burro.

Estación El Charquito, Abandonada.

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Graciela

Significa mucho [el tren], porque la gente quedó varada, ¿en qué viaja? Ahí sí pusieron los buses, las Tequendama, todo eso. Pero ya no era igual. Porque en el Ferrocarril venía seguro uno, mientras que, por la carretera, uno no sabía, una estrellada o algo, en cambio en el tren no… ¡Huy, pero eso era terrible, terrible, la vida antigua fue muy terrible!

Me gustaría [volviera el tren], pues, uno de buen corazón dice: “¡Ay, ojalá las hagan, las arreglen [estaciones]!”, pero […] ¡ay! ¿No han visto? Cómo se sacan, cómo se sacan, perdone, el culo toda esa gente [políticos]. ¡Qué vergüenza! Antes encorbatados, bien, bien peinados, ¿y antes se ríen? Eso sí no era. Yo por ellos —ja, ja, ja— más bien los echaba por allá a la orilla del Salto ¡Qué ladrones pa' ser tan berracos! ¡Huy, no!

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Bibliografía fotográfica Anexo 1: Familia Narvaéz en la entrada de la Hacienda Canoas. (Álbum de Guillermo de Narváez- 1925). Recuperado del trabajo de grado: En Canoas sobre la Virgen y el Diablo [Descarga del 27-11-2018] Enlace: https://goo.gl/rhKvEV Anexo 2: Fotografía de Fundación Viztaz. Recuperada de Noticia “Así nació el desfile de silleteros hace 60 años” [Descarga del 27-11-2018] Enlace: https://goo.gl/Uqebhj Anexo 3: Ilustraciones Gutiérrez de Alba, José María, 1822-1897. Colección digital Biblioteca del Banco de la República Luis Ángel Arango. [Descarga del 27-11-2018] Anexo 4: Ilustraciones Gutiérrez de Alba, José María, 1822-1897. Colección digital Biblioteca del Banco de la República Luis Ángel Arango. [Descarga del 27-11-2018] Anexo 5: Archivo Revista Semana. Recuperado de la noticia “Las silletas: testimonio de un humilde oficio que honra a una tierra” [Descarga del 27-11-2018]. Enlace: https://goo.gl/dbreSy Anexo 6: Foto archivo Taller de la historia bogotana 2016. Recuperado del periódico digital EL ESPECTADOR. [Descarga del 27-11-2018] Enlace: https://goo.gl/NNTjVp Anexo 7: Exposición fotográfica en Transmilenio: historia del transporte en la Ciudad. Archivo digital EL TIEMPO [Descarga del 27-11-2018] Enlace: https://goo.gl/jq6qfR Anexo 8: Primera locomotora del Ferrocarril del Sur. Recuperada del blog Soacha ayer y hoy [Descarga del 27-11-2018]. Enlace: https://goo.gl/ysQvjR Anexo 9: Enganche- Fotógrafo Jorge Mario Múnera. Recuperada del libro: El tren y sus gentes, los ferrocarriles en Colombia. Anexo 10. Silletería. Ferrocarril de Girardot – 10/01/1928. Recuperada del Archivo General de la Nación. Anexo 11. Panorama del Charquito. Planta Eléctrica. Fotógrafo Cuéllar Jiménez, Gumersindo, 1891-1958. Colección digital Biblioteca del Banco de la República Luis Ángel Arango. [Descarga del 27-11-2018] Anexo 12: Estación Chusacá. Fotografía de Sara Roja/periódico EL TIEMPO. [Descarga del 27-11-2018] Enlace: https://goo.gl/Dxcrr3 Anexo 13: Estación Ferrocarril del Sur. Fotógrafo Cuéllar Jiménez, Gumersindo, 1891-1958. Colección digital Biblioteca del Banco de la República Luis Ángel Arango. [Descarga del 27-11-2018] Anexo 14: Foto en el Salto. Recuperada del Archivo Henry Barbosa/ Soacha Ilustrada. [Descarga del 27-11-2018] Enlace: https://goo.gl/cj9hHm

Anexo 15. Institución Educativa Departamental Eugenio Díaz Castro. Fotografía del grupo Sembrando Cultura/Daniel Rodríguez. Anexo 16: Antigua estación del tren en Sogamoso. Fotógrafo Hugo German Guanumen (Flickr) [Descarga del 27-11-2018] Enlace: https://goo.gl/umGspW Anexo 17: Archivo fotográfico familiar Señor Luis Balaguera. Anexo 18: Estación del Tren de Chiquinquirá. Archivo Historia Tundama. (Twitter) [Descarga del 27-11-2018] Enlace: https://goo.gl/YCbSFq Anexo 19: Estación del Tren de Chiquinquirá. Fuente desconocida. Se atribuye a Ferroviarios de Colombia. Anexo 20: Casa ubicada en Canoas. Fotografía de Emmanuela Jiménez Garzón Vigía del Patrimonio Soacha. Anexo 21: Vereda San Jorge. Fotografía de Escuela Popular Audiovisual de Suacha (EPA) y Nostos. Anexo 22: Estación de Cisneros. Fotografía recuperada del libro: El tren y sus gentes, los ferrocarriles en Colombia. Anexo 23: Retratos de grupo Hotel Bochica. Fotógrafo Cuéllar Jiménez, Gumersindo, 1891-1958. Colección digital Biblioteca del Banco de la República Luis Ángel Arango. [ Descarga del 27-11-2018] Anexo 24: Hotel Bochica. Fotógrafo Cuéllar Jiménez, Gumersindo, 1891-1958. Colección digital Biblioteca del Banco de la República Luis Ángel Arango. [ Descarga del 27-11-2018] Anexo 25: Retratos de grupo Hotel Bochica. Fotógrafo Cuéllar Jiménez, Gumersindo, 1891-1958. Colección digital Biblioteca del Banco de la República Luis Ángel Arango. [Descarga del 27-11-2018] Anexo 26: Paseo en el río de Bogotá. Fotografía del archivo Bogotá Antigua. Recuperada de la página de la Alcaldía Mayor de Bogotá. [Descarga del 27-11-2018] Enlace: https://goo.gl/4d651P Anexo 27: Foto grupal Salto del Tequendama. Recuperada de archivo fílmico de CHICHABCUM Capsulas de la memoria. [Descarga del 27-11-2018] Enlace: https://youtu.be/Nwn3RVb99dc Anexo 28: Iglesia antigua de Soacha. Recuperada de Archivo Henry Barbosa/ Soacha Ilustrada. [Descarga del 27-11-2018] Enlace: https://goo.gl/q5awQN Anexo 29: Iglesia antigua de Soacha. Recuperada de Archivo Henry Barbosa/ Soacha Ilustrada. [Descarga del 27-11-2018] Enlace: https://goo.gl/q5awQN Anexo 30: Retrato María Puerto. Recuperada del Archivo EL TIEMPO: noticia del día lunes 4 de noviembre de 1935. Anexo 31: Plegaria por un tren - Cachipay. Fotografía recuperada del libro: El tren y sus gentes, los ferrocarriles en Colombia..

Cancionero Autor

Canción

El trencito del oeste

I

Piero Franco

El testamento

II

Rafael Escalona

Chacachá del tren

III

Dora María

El son del tren

IV

Rita Fernández

El tren de la vida

V

Teo Galindez

Tren de seis

VI

Gildardo Montoya

El tren lento

VII

Marco Antonio Posada