Marx Karl - Acerca Del Suicidio

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Ka r l M a r x

Ac er c a del s u ic id io Traductor Ricardo Abduca

LAS CUARENTA

Ricardo Abduca es antropólogo. Se interesa en problemas de etnografía andina, filosofía, y economía política, como los trabajados en su tesis doctoral, que dirigieron León Rozitchner y Éricnne Balibar. Enseña antropología económi­ ca en la Universidad de Buenos Aires.

A cerca del suicidio seguido de E l e n ca rce la m ie n to de L ad y B u lw e r-L y tto n

y E l a u m e n to de la de m e n cia e n G ra n B re ta ñ a

Karl Marx

Edición al cuidado de Ricardo Abduca Traducción de Ricardo Abduca

C o le c c ió n A ntropografias

Indice Estudio introductorio ................................ 11 Referencias.......—.......................-----....----- ...................— 47 Anexo. La relación de género en los Manuscritos de 1 8 4 4 .............................. 53 Manuscritos de 1844: Tercer manuscrito “Propiedad privada y comunismo” .............................. 55 Fuentes originales y reediciones.........................................59 Acerca del suicidio I ______________________________________________ 63 II _____________________ 73 II I ____________________________________________ .79 I V _____________________________________________ 91 V _____________________________________ ________95 VI _____________________________________________ 99 Tabla sobre suicidios en París durante el año 1 8 2 4 ...................................................103 El encarcelamiento de Lady Bulwer-Lytton.......................107 El aumento de la demencia en Gran Bretaña..................... 117 Cronología.

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E stu d io in tro d u cto rio

Marx y la cuestión del suicidio H ipótesis de lectura U n te xto singular E n 1 8 4 6 M arx publicó una extensa reseña sobre el in­ forme de Jacques Peuchet, archivista de la policía de París. El texto se refiere a una serie de casos de suicidio. Los que se examinan en más detalle son los de tres mujeres. E l texto pasó casi inadvertido hasta hace p o co tiempo.a Aquí lo presentamos p or prim era vez en castellano, en tra­ ducción directa de los originales. M ichael Lów y destacó porqué este artículo es ú nico en la obra de M arx: la mayor p arte del texto consiste en ex­ tractos; Peuchet no es filósofo, ni científico, ni militante político (co m o ocurre en el caso de otros extractos de lec­ tura) sino un funcionario de la restauración; la obra c o ­ m entada es una colección de casos concretos; se refiere a la vida privada, y es objeto del te x to m ostrar la opresión de * Además de la interrumpida edición completa de las obras de Marx y Engels, (MEGA), que reimprimió el texto en 1931, el artículo sobre el suicidio volvió a reimprimirse y comentarse recién mucho después y en Francia. Se trata de dos ediciones, ambas a cargo de estudiosos tan cercanos al marxismo como a tradiciones libertarias: Jacques Cañarte, primero, en 1975, y luego Maximilien Rubel, en 1982.

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la mujer en la sociedad burguesa. Podríamos agregar que debe ser el único caso en que M arx n o sólo edita y corrige un extracto de lectu rap arasu publicación, sino que traduce un texto para publicarlo, aunque no se trata estrictamente de una traducción, sino de una reformulación. Este texto sobre el suicidio, escrito en Bélgica, corres­ ponde a un m om ento del itinerario de M arx que va de su estancia en París a la explosión del ’4 8 y su exilio final en L ondres. D e la crítica a Bauer a la crítica a Proudhon. O , en términos más amplios, de la crítica a H egel a la crítica a la econom ía política. E n ese tránsito se ubica este texto. “Peuchet: vom Selbstmord”, apareció en enero de 1 8 4 6 en la revista renana Gesellschafisspiegel. E ra este un periódico socialista; aparecieron seis números en 1 8 4 5 y otros seis en 1 8 4 6 . El program a político de los editores de la revista está contenido en el m ism o título y subtítulo: “Espejo de la sociedad. Ó rgano para la representación de las clases popularesdesposeídas y para la iluminación de las urgencias sociales del presente” [GesellschaftsspiegeL O rgan z u r Vertretung d e r besitzlosen Volksklassen u n d z u r B eleuchtung d e r geselischafilichen A ustánde

d er

Gegenwart\.‘ N o se trata de una m era reseña, ni una ‘n ota de lavandería’. H ay que verlo com o una reapropiación del texto de Peuchet, con el que se realiza una alocución a sus interlocutores en el m ovim iento radical alem án: Engels, H erw egh, Hess, y los destinatarios del Gesellschafisspiegel ‘ Engels. a principios de 1845, dice que él y Hess están por sacar el “Gescllschajisspiegel, un mensuario en el que queremos pintar la misérc social del régimen burgués” (carca a Marx del 20 de enero de 1845, en Collccted Works, vol. 38; cic. por K. Anderson, p. 9). Mehring, (cap. 5, § 2), menciona las vicisitudes de la revisca, y sim­ plemente dice que Marx contribuyó “con un articulo”.

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y otros políticos radicalizados de Renania. M arx hace una breve introducción al texto , y lo presenta com o un caso de crítica social. Afirma que la calidez vital y la precisión con creta de la crítica francesa n o tienen rival. L o que le interesa a M arx es tom arlo com o ejemplo de una crítica que contem pla un problema en sus múltiples aspectos, y que es social. Hess, Engels y otro s, son los in­ terlocutores de M arx. D igam os: la traducción comentada que hace M arx de los textos de Peuchet, es una alocución dirigida a Engels, Hess, y otros redactores del grupo so­ cialista del Gesellschajtsspiegel. El d irector de la revista era Moses Hess, dirigente socialista que luego fue más conoci­ d o p o r sus contribuciones al proyecto sionista. L a revista se publica en Renania, que desde la R estauración es una p rovincia prusiana. En Elberfeld, muy cerca de Barmen, ciudad natal de Friedrich Engels, en el valle del Wupper.' Siendo un territorio de industria textil de prim er orden en esa ‘nación alemana’ todavía sin estado, será uno de los nú­ cleos de la rebelión de 1 8 4 8 . O tros colaboradores de este grupo de militantes, luego dispersado en el ’4 8 , muy cer­ cano a Engels y a M arx, son Joseph W cydem eyer y G eorg W eerth. Puede leerse entonces com o un te x to dirigido a los socialistas renanos, mostrándoles un tipo de crítica con­ creta. A eso alude M arx en el texto , al presentar a Peuchet co m o un caso de superioridad de la crítica francesa.

* Estas dos pequeñas ciudades hoy sólo son barrios históricos absor­ bidos en el mismo núcleo urbano, que desde tiempos de la república de Weimar se llama Wuppcrtal, cerca de Dusseldorf. Sobre el clima social del valle del Wupper en la primera mitad del XIX , cf. Hunt, Elgentleman... cap. 1.

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Es m otivo de debace cuáles eran las otras críticas aludi­ das. E n la últim a edición francesa, com o en la inglesa, se sugiere que M arx opone Peuchet al Verdadero socialismo’ de Moses Hess. Lów y está en desacuerdo, y tiene razón: Hess era d irector de la revista en donde apareció este artí­ culo, tenía estrechas relaciones con M arx y Engels, y la ruptura entre ellos n o se h ará patente hasta el m om ento del Manifiesto, a principios de 1 8 4 8 . D e h echo, Hess fue uno de los redactores de un p ar de capítulos enteros del principal texto em prendido p o r M arx y Engels en esos años: el manuscrito, o con jun to de manuscritos, conocido desde 1 9 3 2 com o L a ideología alemana. H oy sabemos no sólo que en esa fecha los editores proveyeron el título, sino que tam bién ordenaron y seleccionaron diversos pasajes.1 El c on texto explícito de “ Peuchet: acerca del suicidio” está en la com paración de Fourier co n respecto a O wen. Sin em bargo, es claro que el entram ado del te x to muestra vínculos con la discusión con los hegelianos, aunque no esté mencionada. Tod o el artefacto no está dirigido tanto con tra H ess, que era el d irector de la revista, ni tam poco a la com paración, que M arx hace explícita, entre Fourier y O w en. D igam os: Fourier es a O wen co m o Peuchet a... ¿A quién? N o puede tratarse más que de ‘B ru n o Bauer y ' AI respecto, v. el panorama que da M. Musto, 2008. Por el ma­ nuscrito pasaron varias manos: J. Weydemeyer pasó en limpio las partes de Hess. Por otra parte, la presencia de Wcydemeyer en la redacción podría indicar que la elaboración de La ideología ale­ mana sigue hasta 1846, pues él llegó a Bruselas en la primavera de ese año (cf. Mehring, ibíd.). A la fecha, el tomo de la nueva MarxEngels Gesamtausgabc correspondiente a La ideología alemana ( Io parte, t. 5, al cuidado de G. Hubmann, U. Pagel y Ch. Weckwerth, Berlin-Branderburgische Akadcmic der Wissenschaften, Berlín), se encuentra aún en preparación.

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consortes’. Se trata de m ostrar, con casos con cretos, que la crítica filosófica debe constituirse co m o crítica social. Q ue el estado, que para Bauer une a los átom os de la sociedad’, es lo que es porque es síntesis de la vida social. E n este m ism o núm ero del Gesellschafisspiegel en que apareció el texto sobre el suicidio se había publicado otro artículo, posiblemente de M arx, y sin firmar: “C o n tra B ru n o Bauer”.1 D ich o tex to , a su vez, responde a la con ­ testación que B ru n o Bauer había h ech o , meses antes, del prim er trabajo publicado p o r M arx y Engels, L a sagrada fa m ilia , escrito “con tra B ru n o Bauer y consortes”. E l lugar en que perfectam ente pod ría ser editado “A cerca del suici­ dio” sería acom pañando una edición crítica de L a sagrada fam ilia, junco a la respuesta anónim a d e M arx a B auer (re­ dactada p o r él solo, o con otro s m iem bros de la revista), haciendo presente, asimism o, la serie de personajes tom a­ dos de Los misterios d e París. E l cuarto capítulo d e L a sagrada fa m ilia (“L a calm a del con ocim ien to”) brinda elementos de lectura para enm ar­ car lo que se trata en la cuestión del suicidio.b El segundo parágrafo de ese capítulo, sobre las filies d e jo ie [chicas 1 Los especialistas de la nueva edición MEGA, el equipo interna­ cional que está publicando la totalidad de la obra de Marx y Engels consideran que el texto, sin firmar, es de Marx -había sido atribuido a Hess. Rubel (Bibliographie des te,uvres..., p.57) , menciona la posi­ bilidad de la colaboración, junto a Marx, de su cuñado, Edgar von Wcstphalen. h Durkheim, en las primeras páginas de su obra, define al suicidio como “toda muerte que resulte, mediada o inmediatamente, de un acto, positivo o negativo, cumplido por la misma víctima, y a sabiendas del resultado de dicho acto”. De esta definición, dice Halbwachs, que la cita ligeramente cambiada: “Es más fácil criticar­ la que sustituirla por otra" (Las causas del suicidio, cap. XV).

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alegres], escrito p o r Engels, el siguiente, escrito p o r M arx (“El am or”), así com o todas las observaciones del capítulo V sobre los personajes del folletín de Sue, también por M arx, dan elementos para pensar que el origen del interés p o r el texto de Peuchet viene p o r ese lado. Más aún, ha­ cia el oto ñ o del ’4 4 ya M arx con ocía y había utilizado el texto de Peuchet: le dice a Szeliga que “si hubiera leído las memorias de los archivos de la policía de París, las memorias de Vidocq” y otras p o r el estilo,hubiera sabido que la policía está mejor ubicada que los criados para sa­ ber qué ocurre —sin contar, agrega M arx, que uno de los caracteres principales de la tram a de la novela de Sue es el delincuente-informante policial Bras-Rouge (cap.V, § 5). O al revés: estos casos reales de suicidio pueden t o ­ marse com o introducción a L a sagrada fam ilia, texto polém ico de difícil lectura. E n todas las observaciones críticas, M arx y Engels buscan oponer, a la abstracción fi­ losófica, la verdad social que emerge de la distancia entre lo que realmente ocurre y lo que deberían ser las cosas de acuerdo a su esencia’ imaginada o teológica. D e m odo análogo, dos años antes, en A cerca d e la cuestión ju d ía , M arx había expuesto críticam ente la si­ tuación social de los judíos, pero polem izando en contra de la postura que Bruno Bauer acababa de exponer el año anterior en su L a cuestión ju d ía . Entiéndase que esto no tiene nada que ver con el antisemitismo. M arx, hijo de un rousseauniano que provenía de una familia de rabi­ nos, era tan crítico del judaismo com o del cristianismo (al respecto, pueden compararse este p unto de vista con las observaciones de Durkheim en E l suicidio sobre las “religiones inferiores”, que n o llegarían a lo universal, cen­

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trándose en regular tod a la vida cotidiana, -lib ro II, cap. II, “El suicidio egoísta”, § 3 ). Para M arx la emancipación judía es necesaria, pero no debe pasar previamente p o r el filtro de la emancipación ceológica cristiana, com o sugiere Bauer, sino por una emancipación humana, es decir social. L a verdad social emerge de poner en evidencia el conflicto del estado, com o contradicción entre imagen ideal y su­ puestos reales. M erecen recordarse las observaciones de A ren d t: “el... m om ento decisivo de la historia social de los judíos alema­ nes” fue 1808, cuando en Prusia “el gobierno decretó la ley municipal que otorgaba derechos cívicos”. La ley de 1 8 1 2 que daba derechos políticos fue derogada p ronto, pero la otra quedó en pie. Agrega que “las denuncias antijudías de M arx y de Boerne no pueden ser comprendidas adecuada­ mente si no es a la luz del... conflicto entre los judíos ricos y los intelectuales judíos” (Antisemitismo, p. 8 8 y p. 9 2 ). M u ch o después, al fallecer Bauer en 1 8 8 2 , práctica­ m ente aislado, cuarenta años después de su expulsión de la universidad de Bonn, Engels lo com para de modo favorable con los demás teólogos oficiales, e incluso con respecto a Renán. Unos años después dirá Nietzsche en E cce homo que el “viejo hegeliano Bauer” era “uno de mis lectores más atentos”. O tra de las líneas de lectura es ten er en cuenta las for­ mas de opacidad y de visibilidad de la sociedad; una so­ ciedad se con oce im perfectamente a sí misma. H ay ciertas posiciones más aptas que otras para m irar qué ocurre. El belga A . Q uételet, uno de los precursores de las ciencias sociales, escribió en 1 8 3 5 , su Ensayo sobre el desarrollo d e las facultades del hom bre, o Física social. Es

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posible que tan to Peuchet com o M arx, quien entonces vivía en Bruselas, hayan con ocido el texto : P euchet habla d e causas, de regularidades, de la influencia de las carestías y el desempleo. Q uételet estaba en cierta posición que le perm itía ver regularidades sociales: hacía tablas actuariales p ara empresas de seguros.3 Peuchet era archivista policial; un texto suyo, (“L e diam ant e t la vengeance”, que terminó siendo la fuente de EL conde d e Montecristo de Dumas) em pieza así: “L a policía es un precipicio que tod o traga": a diferencia del cura confesor, que sólo recibe secretos comunicados voluntariam ente, a la policía llega tod o: “vicios, crímenes, malas acciones, infamias, heroísmo, beneficencia, generosidad, falsificaciones, travesuras. La cantidad de cosas que sabe es inmensa” (pp. 1 9 7 -8 ). De m odo análogo Gabriel Tarde era encargado de estadísticas judiciales, y fue la fuente privilegiada de las estadísticas que procesaron el joven Mauss y D urkheim.b Algo de eso está en la m anera en que M arx presenta a Peuchet: estos funcionarios de carrera conocen m ejor que ciertos socialistas atolondrados qué pasa en con creto en la sociedad. O pacidad, tam bién: la gran ciudad, así com o el mayor grado de división social del trabajo, hacen difícil saber qué ocurre en las calles. A lgo más que el parentesco une al crim inólogo Alphonse Bertillon con su padre LouisAdolphey suherm anojaeques, precursores déla estadística. Bertillon, en cierto m odo, es un sucesor m oderno de Jacques Peuchet: d irector del servicio fotográfico de la p refectura de policía de París, puso en práctica el registro ' M. Harris, E l desarrollo..., p. 6 4 y ss. bM. Fournicr. MarcelMatas, p. 114.

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antropom étrico -c o m o hará tempranamente Vucetich en Argentina. E n 1 9 0 1 , C on an Doyle le hace decir al Dr. Mortimer, en la cara de Sherlock Holmes, que este no es sino el segundo especialista de Europa, aunque sea el primero en términos prácticos: para una mente de exactitud científica, el primero no es H olm es, sino Bertillon {E l sabueso d e los Baskerville, cap. I). E n cuanto a Sherlock H olm es, su éxito acompaña al pavor colectivo p or crímenes reales: el prim er relato precede en unos meses a la actuación de Jack el Destripador. E n tiempos de nuestro texto, Edgar A . Poe describió el rostro anónimo de la m ultitud com o algo inquietante, un rostro que “no se deja leer”; un añ o después produjo el texto inaugural de la literatura policial: “Los crímenes de la calle Morgue”. N o es casual que la literatura de folletín y el relato policial se vinculen a la crítica social y a la emergencia de las ciencias sociales, pues surgen del mismo suelo: el fin del antiguo régimen, la industrialización, las migraciones, el anonimato de la ciudad moderna, el origen de la institución policial, los m ecanismos disciplinarios, la estadística estatal. Las estadísticas francesas sobre suicidio que usan Peuchet o Q uételet antes de Durkheim se remontan a 1 8 1 7 . Todos estos vislumbres intentan dar cuenta de la gobemabilidad de la m ultitud anónima. En tiempos de M arx el mayor éxito de masas, aun más que Dumas padre (que es algo posterior) o Balzac, o las traducciones que Baudelaire hizo de Poe, es Eugéne Sue. El paralelismo de los casos de Peuchet con los folletines de Sue muestra otra vez el vínculo de “A cerca del suicidio” co n L a sagrada fam ilia. Los casos de Peuchet funciona­ rían com o funcionan los casos de Los misterios d e París

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de Sue en aquel libro de Engels y M arx: com o persona­ jes conceptuales con los cuales oponerse a la crítica abs­ tracta de los bauerianos. Se trata de las formas sociales, representadas en la literatura, en que son aprehendidas nociones com o el bien y el mal, la felicidad y la desdicha, la justicia y los justicieros. E n vez de difíciles respuestas colectivas, laboriosamente organizadas a lo largo de mu­ ch o tiem po, com o un m ovim iento político-social o un partido de masas, es más atractivo y consolador pensar en la magia de superhombres justicieros. A l respecto, la pro­ vocación de G ram sci sale com o un m andoble: “mucha de la supuesta ‘superhumanidad’ nietzscheana no tiene com o origen y m odelo doctrinario a Zarathustra, sino al Conde de Montecristo de A . D um as”.' Es este el p unto de partida explícito de unos ensayos de U m b erto E co , reunidos en E l Superhom bre d e masas.b * Gramsci, Letteratura e vita nazionale; III: “Letteratura populare", § Origine popolaresca del «superuomo», p. 122-125. [Literatura y vida nacional. Trad. de Guillermo David. Buenos Aires: Las cua­ renta, 2009] bGramsci agrega: “Quizás el ‘superhombre’ populista dumasiano es propio de una reacción ‘democrática’ a la concepción del racismo, de origen feudal, comparable con la exaltación del ‘galicismo’ en las novelas de Eugenc Sue’ (ibíd., p. 124). Umberto Eco dice que de esa observación de Gramsci toma la idea central de su Superuomo di massa (al citarlo, Eco quita las comillas a ‘democrática’, quizás adrede).Con respecto a Nietzsche, Eco observa que la provocación de Gramsci es más prudente de lo que parece a primera vista: se trata de una observación sobre el nietzscheanismo, más que sobre Nietzsche. Asimismo, sobre el carácter que podía tomar el folletín, recuerda que el mismo Benito Mussolini no sólo fue divulgador del tema del ‘superhombre’, sino incluso autor de folletines; “no se entiende si la exaltación del galicismo que hace Sue es comparable con la concepción feudal del racismo o con la reacción democrática

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G ramsci menciona a Montecristo, pero Sue es anterior, y es su antecedente inmediato. C o m o dijimos, E l conde d e Montecristo de Dumas se origina en un episodio de Peuchet.' La demarcación entre el archivista Peuchet y el autor de folletines no es clara del tod o. Peuchet trabaja sus casos de m odo indiscutiblemente ‘literario’, a veces com o narrador omnisciente, pero siempre parece usar material de archivo, o de sus recuerdos personales.bA su vez, cuan­ do Dumas". Y sugiere que se trata de ambas cosas: la exaltación del galicismo en Mystéres du peuple, está en clave democrática, pero el primer modelo de Superhombre, en Les mystéres de París, está en clave ‘reformista! El superhombre, que emerge como modelo de un masa de lectores, construido en función de una nueva fórmula comercial, la novela de folletín, aparece como nudo contradictorio de “dialéctica del mercado editorial, estructura narrativa, cuestiones ideológicas..." (IISuperuomo... p. V-VI). 1 En el episodio “El diamante y la venganza” se reconoce el núcleo principal de Montecrisco. Anderson menciona que en la edición Garnier de Montecristo,át 1962,J.-H. Bornccque incluye este episo­ dio de Peuchet como apéndice. Una muestra de cuán influyente fue Peuchet es el hecho de haber sido plagiado. He encontrado el plagio en las páginas de un tal “Michel-Raymond” (1842). En el capiculo: “Los desesperados” [Les désespérés] copia directamente las mismas páginas de Peuchec sobre suicidio. (“Michel-Raymond” era un pseudónimo de dos colaboradores de la Revue deParis, el más cono­ cido era un tal Raymond Bruckner. Cf. Bardéchc, Balzac...p. 376). “Desespére’' era entonces un eufemismo para referirse al suicida. b Los archivos policiales que usó Peuchet se quemaron cuando la comuna de 1871. Se ha discutido la veracidad de estas fuentes: se admite que cambió detalles para proteger la intimidad de las perso­ nas. En un estudio que pasa revista al estado de la cuestión del suici­ dio en la sociología y los estudios sanitarios, Muchielli y Rennevillc afirman que la atribución del texto a Peuchet “sin duda es errónea", pero no dicen porqué (“Les causes...’, p. 35, n.). De todos modos, cuando se imprimieron esas Mémoires Jacques Peuchet había falle­ cido hacía ocho años.

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d o Sue edita su obra en un volum en reuniendo las distin­ tas entregas, incorpora las reacciones que había suscitado su aparición seriada en folletines periódicos: en el capítulo “L e jugcm cnt” de Les mystéres d e París, para responder a quienes lo acusan de exagerar y cargar las tintas, aporta en una n o ta recortes de diarios para m ostrar la situación de la prisión de deudores (n ota que algunas ediciones supri­ m en). E co puede decir que la serie de Sue va siendo escrita p o r el con jun to de lectores. Es que a medida que va apareciendo, desde 1 8 4 2 , la novela p o r entregas, genera un impresionante efecto de d om in ó: llegan a su au tor centenares de cartas, los obreros lo llaman un apóstol de los pobres, una publicación fourierista lo ensalza com o alguien que supo denunciar la miseria y opresión reales, se publica un D iccionario de argot que se anuncia com o “ob ra indispensable para entender L os misterios d e París”, los botánicos bautizan a una rosa co n el nom bre de la virginal Fleur-de-M arie, y hasta hay quienes tom an la ficción p o r realidad: un o envía dinero p ara socorrer a la familia M orel; otro , un desocupado, quiere con ocer las señas del príncipe R odolphe. H ubo M isterios d e Berlín, (y de M unich, y de Bruselas); V íctor H ugo emprendió L os miserables, y Balzac, Los misterios d e provincia. P ro n to traducidos al inglés, E d gar Poe los com en tó co n sorna, los trató de absurdos -a u n q u e le haya com placido encontrar coincidencias entre el m ono de la calle M orgue y el que aparece en uno de los episodios finales d e los Mystéres--, a su vez, él m ism o emprende a fin de 1 8 4 2 el “M isterio d e M arie R ogét”, a p artir de las noticias periodísticas sobre un crim en ocurrido en Nueva York.a a Todos estos datos los brinda U. Eco (“Eugéne Sue: II socialismo e la consolazione”, ob. cit., pp. 27-67).

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W . Benjam ín cita esta observación: cuando se publica la obra de Sue “nadie en París dudaba de la existencia de Tortillard, de la C h ou ette...” (S. 5 4 2 , p. 4 3 1 ) ; y agrega que hacia 1 8 4 0 , “el suicidio es p arte del mundo mental de los trabajadores”: se vendía en París una estampa que ilustraba el suicidio de un desesperado trabajador inglés; uno llegó a colgarse en las inmediaciones del dom icilio de Sue, declarando que prefería m orir cerca de alguien que ‘nos quiere y nos defiende’ (ibíd., p. 7 2 1 ). E n síntesis, no sólo los bauerianos: media Europa y N orteam érica hablaba de la obra de Sue. M arx, que había escrito en su crítica a H egel que la teoría es fuerza material cuando prende en las masas, arma su te x to sobre el suicidio en m om entos en que no sólo ocu rre que lo que se ha implantado en las masas es la “consolación” de Sue, sino que el folletín h a prendido en los hegelianos del grupo de Bauer. Entonces, a los casos fantásticos que han h echo furor en las masas y en los filósofos, M arx contrapone los casos reales de Peuchet. Así, p or ejemplo, a la situación de la hija de M orel en la obra de Sue se opone el caso de la joven embarazada contado p o r Peuchet - e l V, en esta edición. Sin embargo, se verá qué es lo que M arx sustituye del estilo de Peuchet: quita el barniz religioso, quita las frases que pudieran sonar demasiado sentimentales, m ientras inserta pasajes que acentúan el carácter estructural del encierro familiar, que debe ser reformado radicalmente. E n suma, el folletín de mediados del X I X describe la subjetividad social sobre la que intenta trabajar M arx. D e m odo análogo, M ichel Foucault supo ver, en los “hombres infames” de principios del X V III, el com plem ento ple­ beyo a las andanzas del noble Des G rieux y la cortesana M anon Lescaut.

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S u icid io , p ob re z a y de m e n cia c o m o a trib u to s del en cierro Fo u cau lt tuvo la virtu d de no reiterar tem as m arxistas, pero su m irada sobre las prisiones, las workhouses, las “fá­ b ricas-con ven to”, hace un c on tra p u n to q ue com p lem en ta el revés de la tram a de los tem as principales de la ob ra de M arx. D eb em os agradecer a Ju a n C arlos M arín p o r haber insistido de diversas form as, en A rg en tin a y en M éxico, sobre esta cuestión.1 E n estos otro s dos te x to s de M arx que in clu im os en este volum en, sin em b argo, se verifican tem as caros a Foucault. D esd e el X V I I I se va im plem entando en G ra n B retañ a un sistem a d e con trol social, en p a rte m ed iad o p o r las p a rro ­ quias protestantes - la s católicas estaban excluidas. Los desocupados indigentes deben realizar trabajos sencillos y engorrosos (fab ricar estop a p ara calafatear b arcos, p or ejem p lo), h aciéndolo en u n espacio ca d a vez más disci­ plinario: la workhouse,b Preferim os con servar este térm i­ no, que describe la situ ación histórica de en cierro de los indigentes en G ran B retañ a. A estas ‘casas de trabajo’ los ingleses, de acuerdo a ese vínculo histórico ta n especial que tienen con los franceses, las llam aban tam b ién basti­ lles, Bastillas. E n L a verd ad y lasfo rm asju ríd ica s, Fou cau lt llam ó la aten ción sobre “fábricas textiles organizadas según el m o delo de fábricas-prisiones, fábricas pensionados, fábricas con ven tos’'". Tam bién, sobre el m ecan ism o de la 1 Cf. por ejemplo La silla en la cabeza, 1987. bE l capital, I, cap. VIII, § 5: cap. 13, § 3. 1La veriti... pane Vo, p. 611; el caso está citado también en Vigilary castigar (cd. franc.. p. 305). Se trata, en el caso citado, de muchachas del alto Ródano que tejían seda supervisadas por monjas, casi sin

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lettre d e cachet, que n o sólo era un instrum ento del rey: gente con m ucho menos poder solicitaba ese recurso para que el rey detuviera a terceros - y es lo que Peuchet declara com o una posible solución para p on er límites al criollo de M artinica.3 Plaut y A nderson destacaron cóm o el único texto de M arx (aparte de “Peuchet: acerca del suicidio”) , que esté principalm ente destinado a exponer la crítica al poder pa­ triarcal, es “E l encarcelam iento de Lady Bulw er-Lytton”. Sin embargo, d icho texto está inm ediatam ente vinculado a la descripción del artículo “E l aum ento de la demencia en G ran Bretaña” ; incluido en este libro. E n julio de 1 8 5 8 , cuando M arx publicó estos dos tex­ tos, era el m o m en to de un fugaz gobierno conservador (tory) que duró un añ o; el primer ministro era el conde D erby. L o rd Palm erston acababa de perder las elecciones y ya no era p rim er ministro. Aunque tory de origen, esta­ ba en cam paña alineado co n la oposición; su coalición (el viejo partido whig, en cam ino a convertirse en el partido Liberal) ganará la elección y Palm erston será prim er m i­ nistro en 1859. El baronet Edward Bulw er-Lytton era bien conocido co m o político conservador y co m o escritor (Los últimos días d e Pompeya). Ya hacía veinte años que estaba sepa­ rado de su esposa, madre de sus hijos, E m ily (fallecida en 1 8 4 8 a los veinte años) y R ob ert, que tenía veintisiete años *“El estudio de las lettres de cachet... de su funcionamiento y de su motivación, muestra que, en su gran mayoría, eran solicitadas por padres de familia, por notables de segundo orden, por comunidades locales, religiosas, profesionales, contra individuos que provocaban, a su juicio, molestias y desorden’ (Foucault: “La société punitive’, P- 465)

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en el m o m en to de la prisión de su m adre.1 R ob ert, cruda­ mente retratado p o r M arx, será luego virrey de la India — d onde se lo recuerda c o m o un partidario de no d a r ningu­ na ayuda alim entaria ante la ham bruna de Bengala, com o habían h ech o otros adm inistradores p oco ciempo a trá s -; en la línea de las leyes de pobres británicas, exigió que los desocupados indios trabajaran al sol co n m edia taza de arroz diaria. A su regreso a la m etrópoli fue ennoblecido com o vizconde K nebw orth y conde L ytton . Separada de h ech o desde 1 8 3 3 , Rosina Bulw er Lytton llegó a la asamblea municipal de H ertford para denunciar en público la con d u cta privada del esposo. L o que cuenta en sus m em orias,b repletas de alusiones a m edia voz, no deja claro del to d o el contenido de sus diatribas, pero pa­ rece claro que fue a sabotear a su ex m arido, m ostran d o en público miserias de su vida privada. E lla m ism a escribió, co n respecto al esposo: “qué puede h acer ese hom bre en­ cantador, sino encarcelar a una pobre infeliz en u n loque­ ro , que es el ú nico lugar para esposas n o queridas” 1 La actriz inglesa Marian Comyn, en sus memorias, recordó haber visto en el escritorio de Marx, hacia 1882, una novela de BulwerLytton (Pclham, or the Adventures of a Gentleman), al lado de una obra del geólogo Charles Lyell (cf. Enzensberger, Conversaciones... p.427). b (A Blightcd Life, III). El libro abunda en muchísimos detalles en primera persona, en un estilo culterano. Requiere una lectura muy paciente. Los hechos más decisivos del hustings escán sólo aludi­ dos: cuenta haber llegado algo tarde a dicha asamblea, cuando el ex-marido ya había sido elegido; al verla él huyó, el público la es­ cuchó, la recibió con hurras, y hubo personas que le agradecieron sus palabras. Salvo la podrida aristocracia, dice, todo el pueblo de Hertford estaba con ella; una señora alude, echando culpas sobre el noble político, a la muerte de la pobre Miss L.

INTRODUCCIÓN

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E l m ism o títu lo de M arx ya es una tom a de posición: R osina L ytton no está siendo tratad a en razón de su de­ m en cia: está encarcelada. El texto se vincula a “A cerca del suicidio” p o r su atención al caso c o n cre to de conflicto y en­ frentam iento en el seno de las relaciones familiares. Es destacable cóm o con tin ú a M arx el asunto. Además de tom ar un tem a de ocasión para un crabajo rem unerado co m o el del periódico neoyorquino, en el episodio Bulw er-Lytton en co n tró un tem a de investigación, que buscó ahondar. P roduciendo así quince días después el o tro texto, que se vincula c o n el asunto de Lady Bulw er pero lo amplía, m os­ tran d o el carácter social de la ‘dem encia’. Y vinculándolo a su vez con la situación de las workhouses. H abía al respecto una ley de dem encia, Lunacy Act, desde 1 8 4 5 : p oco antes se había declarado la posibilidad legal de ser declarado mentalm ente inimputable para un juicio. Aquella ley creó un cuerpo legal: Commissioners on L un acy [Com isionados sobre D em encia]. Edw ard P. Thom pson m enciona informes de com i­ sionados encargados de observar la m archa de la nueva L ey de Pobres de 1 8 3 8 : “N uestra intención es h acer que las workhouses se parezcan tan to co m o sea posible a una prisión”, dijo un com isionado. O tro declaró que “nuestro objetivo... es im plantar una disciplina tan severa y revul­ siva co m o para que a los pobres les dé terror, y ni se les ocu rra ingresar”. O tro menciona los progresos disciplina­ rios: m ejor que la reducción de la dieta es la “observancia minuciosa y regular de la rutina”, además de ejercicios reli­ giosos, guardar silencio en las com idas, separación cotal de los sexos, separación de las familias -a u n entre m iembros del m ism o sexo. Así y todo, observa Thom pson, en 1 8 3 8

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RICARDO ABDUCA

(según informes que n o cubrían el área de Lancashire, M anchester y W est R iding) había más de 7 9 mil internos, y en 1 8 4 3 , a pesar de ese régimen severo, la suma había trepado a 1 9 7 mil.' M arx observó en E l capital cóm o a principios del X V III se buscó una “workhouse ideal”, en donde se traba­ jara 12 horas. U n siglo después, la jornada laboral consi­ derada norm al se había extendido ta n to que a duras penas se pudo evitar que los niños trabajaran más de 1 2 horas. Tam bién cóm o la situación social de la fábrica está imbri­ cada con la vida familiar y con los asilos-workhouses.b Aparece la situación de encierro, el disciplinamiento, el carácter social de la dem encia: si una persona n o está demente, puede volverse tal una vez que está encerrada. P o r otra parte, la selección de casos de Peuchet mues­ tra cóm o la vida familiar misma, las mismas relaciones de parentesco y el código jurídico de las relaciones familiares, representan una situación de encierro para las víctimas, com o encerrado está el oro en el cofre del avaro.'

1 IhcMaking..., cap. 8, p. 295-96. bCap. VIII, § 5: v. también cap. III, § 3, a. “Apropiación de fuerzas de trabajo subsidiarias por el capital. Trabajo femenino e infantil” p. 481: “el capital, con vistas a su autovalorización, ha usurpado el trabajo familiar necesario para el consumo”, p. 491, n.: el proceso histórico de prolongación de la jomada laboral se vio ayudado por la incorporación de niños de asilos y orfanatos al crabajo fabril. c En sus últimos estudios, hacia 1880-82, Marx se abocó a estudiar relaciones de parentesco y de propiedad en la obra de Morgan y otros -v. snsApuntes etnológicos, y la introducción de L. Krader. Allí buscó indicios de situaciones en que la mujer podría haber estado en una relativa mayor libertad, como por ejemplo en los mitos sobre Juno y Minerva.

in t r o d u c c ió n

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M a rx an te la situ ación social d e la m ujer

A ll the lonely peoplc... fVhere do they all comefrom í ... Where do they all bclong? (Lennon-Mc Cartney, Eleanor Rigby) Plaut encuentra elementos para afirmar que M arx, en tan to no trajo felicidad a los suyos, tenía forúnculos de án­ trax, insomnio y otro s problemas psicom áticos, posponía la conclusión de sus escritos p or pruritos perfeccionistas, habría tenido un hijo ilegítimo, y n o obedecía las prescrip­ ciones m édicas; habría sido un “masoquista m oral”, con una tendencia suicida inconsciente que se verifica en el suicidio de sus hijas, posterior a su m uerte. U n psicólo­ go tendría que ser más prudente antes de diagnosticar a distancia con d ocu m e n to s/ Tam bién es difícil relacionar * El asunto de la pacernidad de Freddy Demuth es muy conocido, y ha circulado por el impulso, que en principio es saludable, de desar­ mar las vidas de santos y bajar iconos del pedestal. En rigor, no hay más evidencia que una carta dactilografiada de Louise Freyberger (ex Kautsky) a Bebel, que W. Blumenberg divulgó en 1962, acer­ ca de revelaciones que habría hecho Engels en su lecho de muerte cuando ya no podía hablar, en una pizarra. Las contradicciones in­ ternas de la carta y la discordancia con otros datos biográficos son conocidas (v. Kapp, p. ej., quien sin embargo la considera básica­ mente confiable). T. Carver afirma que no se puede ni confirmar ni refutar el hecho, y observa incisivamente que en esta clase de chis­ mes se verifica la ley de Gresham: el dinero poco confiable circula a más velocidad que el otro -la noticia más jugosa circula más que En cuanto a la salud y los remedios, el caso personal de Marx puede ser interesante para mostrar cómo a veces desobedecer al mé­ dico puede ser un rasgo de sabiduría del cuerpo ante la iatrogenia farmacéutica; cuando tratan algo sin cura, como el ántrax antes de

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R ic a r d o a b d u c a

al au to r de 1 8 4 6 c o n el padre de fam ilia de los añ os suce­ sivos, o c o n el suicidio de E lean o r M a rx en 1 8 9 8 y el de L au ra M arx y Paul Lafarg ue en 1 9 1 1 . H ay elem entos que pueden p lan tear algunas preguntas personales sob re la serie de actitu d es de M a rx an te lo fe­ m en in o, posiblem ente sin respuesta. ¿ C ó m o e ra el vínculo co n su m adre, esa m ujer de la que m uy p o c o se sabe? C asi iletrada, n o hablaba bien alem án, sus lenguas m aternas eran el h olandés y el yiddish. ¿ C ó m o era la vid a cotid ian a en esa casa c o n un padre rousseaniano, un tío patern o que, c o m o los dos abuelos de K arl, era rab in o, c o n una madre y dos h erm an as que m antuvieron su identidad ju día, al igual que sus tías ? P o c o antes de m a rch a r a París, M a rx le escribe a Feu crb ach , que debe h a b e r sido el filósofo que más respe­ t ó después de H egel, Spinoza y A ristó teles. L o halaga, y lo invita a escribir en los A n a les fran co -alem a nes que está p o r ed itar c o n A rn o ld R uge e n París. L e pide q ue escriba su defensa y con traataq u e a Schelling, que exp on g a los argu­ m en tos insinuados en L a esencia d el cristianismo. E l idea­ lism o trascen d entalista del jov en S chelling era c o m o una “irritabilidad fem enina”, p ero “e n usted d evin o verdad, cla­ rid ad , seriedad varonil”.1 A su vez, en los añ os 1 8 6 0 , M a rx co n testó p ara sus hijas un ju ego, Confessions, p arecid o a lo que luego se c o n o c ió c o m o “C u estio n ario P rou st”. L as la penicilina, los médicos se convierten en matasanos. A Marx le recetaban arsénico, o bien, hacia 1863, opio, cuatro vasos diarios de oporto, media botella de clarete y alimentarse más de lo corriente (Kapp, vol. 1, p. 44).

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Karl Marx

A pesar de la ausencia de dos de los principales invita­ dos, la com ida fue de lo más alegre. Abundaron esas picar­ días familiares que se consideran tolerables cuando se está ante la vista de una boda.1 Se bebió y se can tó . Se hicieron planes sobre el futuro. Bien entrada la noche todavía esta­ ban sentados a la mesa. P o r una tolerancia explicable, los padres del joven,b hicieron la vista gorda al tácito acuerdo entre los dos futuros esposos. Las m anos se encontraron,' el a m o r y la familiaridad se les subieron a la cabeza. A l fin de cuentas, el casamiento se daba p o r h ech o , y estos p o ­ bres jóvenes se frecuentaban desde hacía un buen tiempo, sin que se hubiera pod id o hacérseles el m en or reproche.11 L a com prensión del padre y la madre del novio,' la hora avanzada, las ganas mutuas, liberadas p o r la tolerancia de los m entores, la algarabía sin trabas que reina siempre en banquetes semejantes, tod o eso, y la ocasión sonriente que se ofrecía, la efervescencia del vino en la cabeza, tod o favorecía el desenlace que se deja entrever. Apagadas las luces, los amantes se encontraron en la penum bra. Todos hicieron com o si n o se dieran cuenta de nada, com o si no desaprobaran nada. Aquí, su felicidad sólo tenía amigos, no despertaba envidias/

1 . b «“entusiasmados con sus chicos, gozando de este doble cariño c . d «“Nunca habían sido analizados más vivamente los placeres de un ' . b .

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ka rl

Marx

mujer y sus hijas, que apenas podían vivir del trabajo de sus manos, había creído que su deber era quitarse la vida para que no les sea tan pesado el fardo, que recomendaba a sus hijas a la duquesa de Angouléme,27 que esperaba que la bondad de esta princesa pudiera apiadarse de tan ta mi­ seria”.28 H ice un informe al prefecto de policía de Angles,29 y, tras la m archa natural del asunto, la duquesa hizo depo­ sitar 6 0 0 francos para la infeliz familia T am au * Sin duda, qué recurso más triste, después de una pér­ dida semejante. Mas, ¿có m o exigir que una familiabse en­ cargue de tod os los desventurados, cuando bien mirado, aun con tand o a toda Francia, no alcanzaría para darles de com er?30 L a caridad de los ricos no sería suficiente, ni si­ quiera si tod a la nación fuese religiosa - l o que está muy * . b “la familia real". 27Familia de señores de la región girondina de Poitou-Charentes, al sudoeste de Francia. 28Aunque las comillas remiten a la carta del suicida, el texto está en tercera persona en ambos originales. 28 Comuna de Poitou-Charentes. 50 Esta observación, y en particular la corrección de Marx (“una fa­ milia”) en vez de “la familia real”, se ubica en la misma linea que cier­ tas observaciones del capítulo V de L a sagradafam ilia, (escrito por Marx). El “¡Ah, silosricos supiesen!” (cuán miserablemente viven los pobres), del obrero Morel de los Misterios... de Sue, juzgado por von Zychlinsky/Szeliga, Marx responde contraponiendo la libertad del obrero francés frente al alemán, por un lado; por el otro, que allí Sue hace una simple paráfrasis irónica del “¡Ah, si el rey supiera!” de tiempos de Luis XIV.

ACERCA DEL SUICIDIO

lejos de ser cierto. E l suicidio se lleva lo más difícil, e l resto se lo lleva el cadalso. E s en la reformulación de nuestro siste­ m a general d e agricultura y d e industria en donde hay que pedir ingresos y riquezas. Se puede proclam ar fácilmente, en el papel, constituciones, el derecho de cada ciudada­ no a la educación, al trabajo, y sobre tod o a un mínimo de subsistencias. Pero no alcanza con volcar todos estos anhelos generales al papel. Queda p or delante sembrar estas ideas liberales p or nuestro suelo, con instituciones materiales e inteligentes. El mundo antiguo, la disciplina pagana, ha erigido en la tierra creaciones magníficas; la li­ bertad moderna,"1¿acaso estará p o r debajo de su rival? ¿Y quién vendrá a fusionar estos dos magníficos elementos de poder? Y así prosigue Peuchet.b P o r fin, nos gustaría brindar una de sus tablas sobre los suicidios anuales en París. E n otra tabla divulgada p o r Peuchet, consta que de 1 8 1 7 a 1824 inclusive hubo en Paris 2 .8 0 8 suicidios. Por supuesto, es claro que el número es mayor. Sobre tod o en lo que respecta a los ahogados, cuyos cuerpos se llevan al cem enterio, apenas en poquísimos casos puede decirse con certeza si se trata de un caso de suicidio o no.

1“la libertad moderna, esa hija de Cristo'. b Este párrafo como los dos subsiguientes pertenecen a Marx. Peuchet, a continuación, brinda el preámbulo de sus tablas

Tabla sobre suicidios en París durante el año 1 8 2 4 1 198

1" semestre 2" semestre

tL Resultado de la tentativa 246 125

371

Masculino Femenino

239 132

371

Solteros Casados

207 164

Sobrevivientes No sobrevivientes Género

-----

JL

Tipo de muerte

Caída voluntaría Estrangu(amiento Por instrumentos cortantes arma de fuego envenenamiento fixi

P°' brasero Ahogamiento voluntario

Pasión, peleas y disgustos domésticos Enfermedades, hastío vital, debilidad de Mala conducta, juega lotería, temor a acusaciones v castigos Miseria, indigencia, pérdida de empleos, arruinarse en los negocios Desconocidos

47

---

I jÜ l 40 42 28 61 115 71 128 53

371

59 60

1 P: “Número de individuos que se suicidaron en París y sus alrede­ dores [banlieue] durante el año 1824”. 2 P: “19 menos que en 1823”. (no incluida por Marx) J P: “alienación, debilidad de espiritu".

E l en carcelam iento de Lady B u lw er-L y tto n seguido de

E l aum ento de la dem encia en G ra n B reta ñ a (1 8 5 8 )

El encarcelamiento de Lady Bulwer-Lytton Londres, 2 3 de julio de 1 8 5 8 The Times de L ondres pensó que “afortunadam ente” el gran escándalo Bulw er se iba a silenciar m ediante un arre­ glo familiar amistoso, pero el asunto está lejos de aquietar­ se. Es c ierto que, a pesar del im p ortan te grupo de interés que está involucrado, la prensa de la m etrópoli, co n algu­ nas llamativas excepciones, hace tod o lo posible p o r tapar el caso co n una conspiración de silencio -d a d o que Sir Edward Bulw er es un o de los líderes de la cam arilla litera­ r i a -. E n general a los periodistas de Londres les falta coraje p ara enfrentarse al enojo de esta camarilla, que reina sobre sus cabezas de m anera aún más despótica que cualquier sociedad partidaria. The M o m in g Post fue el prim ero en inform ar al público que los amigos de Lady Bulw er insis­ tían en que se hiciera u na investigación legal1; The Times reim prim ió el breve párrafo de The M o m in g Post,1 y hasta The Advertiser, que p o r cierto no tiene que arriesgar nin­ guna posición literaria, n o se aventuró más allá de algunos magros extractos de The Som erset Gazette. H asta ahora ni siquiera la influencia de Palm erston fue suficiente para sacarles algo a sus clientes literarios. P o r lo tan to, en lo 1The M o m in g Post, n° 26.369, 5/7/1858. 2 The Times, n° 23.038,6/7/1858.

Karl Marx

que hace a la ligera carta apologética del hijo de Bulwer3 todos los guardianes públicos de la libertad del súbdito [británico]4 aunque declaran estar altamente satisfechos, desaprueban cualquier intrusión en el ‘doloroso asunto’. La prensa tory, p or supuesto, ya hace rato que ha de­ rramado toda su indignación virtuosa en defensa de Lord Clanricarde,s y la prensa radical, que más o menos se ins­ pira en la escuela de Manchester,6 evita adrede crearle cualquier molestia a la administración actual. A hora bien, junto a la prensa metropolitana respetable, o que preten­ de serlo, existe otra no respetable, movida totalm ente por sus patronos políticos y sin reputación literaria com o para criticarlos, siempre listos para hacer plata con su privilegio * Esca y las siguientes referencias a Bulwer Lytton hijo corresponden al articulo “To the Editor of the Ohserver", The Times, n° 23.049, 19/7/1858. Súbdito, ciudadano o sujeto [subject]. 5 Clanricarde había sido funcionario de Palmerston en febrero de 6 La llamada escuela de Manchester era portavoz de los intereses librecambistas. Durante décadas los librecambistas abogaban por la supresión de las tarifas proteccionistas. Desde el punto de vista de la burguesía industrial, que podía tener consenso entre los tra­ bajadores. la Ley del Cereal (Corn Law), proteccionista, impedía el ingreso de granos de Europa del Este u otro sitio. Asi, quitaba la po­ sibilidad de abaratar el precio del pan. pero cuidaba los intereses de los terratenientes. En buena medida este clivaje está en el trasfondo de la división política entre lories (luego llamados conservadores), y liberales, que recogían la herencia del parlamentarismo tohig y pe­ dían la no intervención del gobierno en la vida económica. Quienes fundaron la liga anti Corn Law en 1838 fueron dos empresarios textiles de Manchester, John Bright y Richard Cobdcn. Desde en­ tonces, hasta la época de redacción de este artículo, los librecambis­ tas (Free Traders) eran un grupo político aparte, que posteriormen­ te se sumó al Partido LiberaL

El en c arc ela m ien to Bulw er -Ly tto n

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de lady

de libre expresión, siempre entusiastas para aprovechar la oportunidad de aparecer a los ojos del público com o los últimos representantes de la hombría. P or otra parte, una vez que se han despertado los instintos morales de la ma­ yoría del pueblo, ya no hay necesidad de manipular nada más. U na vez introducido un estado de excitación moral en la conciencia pública, hasta el Times puede sacarse la careta de su circunspección y, rompiéndose el corazón por las buenas causas, le da una estocada a la administración Derby 7 llamando “opinión pública” a lo que no es sino la opinión de un literato influyente com o Sir Edward Bulwer-Lytton. Éste es precisamente el cariz que está tom ando la cosa. Q ue el director de este espectáculo es L ord Palmerston, com o fuimos los primeros en señalar,8 es ahora un secret qui court les rúes, com o dicen los franceses [un secreto a voces].

On dit

[Se dice], cuenca un semanario de Londres, que el mejor sostén de Lady Bulwer-Lytton en todo este asunto ha sido Lady Palmerston. Todo el mun­ do se acuerda de cómo los tories tomaron partido por el señor Norton cuando Lord Melbourne andaba en problemas con la esposa de este caballero. Es cierto que ojo por ojo es juego limpio, pero, a esta altura. 7El gobierno del primer ministro Derby. * Marx se referiría a un texto suyo anterior sobre el tema, escrito el 16 de julio de ese mes, pero no publicado en la New-York Daily Tribune (Nota de la edición inglesa). Rubel no da cuenta de ningún artículo en esa fecha, ni otro artículo sobre el asunto Bulwer más que este. (Bibliographie .... p. 140). Puede ser una referencia al pasar en un texto sobre el discurso del ministro Bright. el 23 de julio, tam­ bién la New-York Daily Tribune.

ka rl

Marx

bien mirado, es más bien lamentable encontrar que un secretario de estado usa su influencia para cometer ac­ tos de opresión, y que la esposa de un ministro azuza a la esposa de otro ministro contra una administración. O cu rre a menudo que si la verdad en tra en algún reco­ veco de la prensa británica es sólo p o r gracia de los sinuo­ sos cam inos de las intrigas políticas. Ese horrorizarse p o r ultrajes reales, aparentemente generoso, n o es más que un m ohín calculado; sólo se apela a la justicia pública para acariciar la malicia privada. Lady Bulw er podría haber quedado guardada para siempre en L ondres en un asilo para dementes sin que a todos estos hidalgos caballeros del tin tero les im portara un com in o; ahí podrían haberse deshecho de ella co n más sigilo que en San Petersburgo o en Viena. El convencionalismo del d ecoro literario la habría liberado de cualquier m edio de compensación, sino fuera p o r una feliz circunstancia: que el agudo ojo de Palmerston la escogió com o punta de lanza para que fuera posible hendir una división en la adm inistración tory. U n sucinto análisis de la carta que el hijo de Bulwer en­ vió a los periódicos de L ondres ayuda bastante a elucidar la verdad del asunto. El señor R ob ert B. L ytton arranca afirmando que “hay que creer de entrada” en su “simple afirmación”, pues él es “el hijo de L ad y Bulw er-Lytton, el m ejor acreditado para interceder en su favor, y quien obviam ente tiene la m ejor inform ación”. A h o ra bien, este hijo tan tierno ni ha cuidado a su m adre, ni le ha escrito, ni la ha visto en casi diecisiete años, hasta que se en con tró co n ella en el hustings9 del con d ad o de H e rtford , en ocasión de

9 Instancia de nominación de candidatos en el sistema electoral bri­ tánico de entonces. Seis semanas antes de la publicación del texto

El en c ar c ela m ien to DE LADY BULWER-LYTTON

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la reelección de su padre. C uando Lady Bulwer abando­ n ó el hustings y fue a ver al alcalde de H ertford pidiendo usar el salón municipal [Town H all] com o sala de expo­ sición, el señor Roben: B. Lytton mandó un m édico a la casa del alcalde con la misión de tom ar conocim iento del estado de su conciencia maternal. Cuando, posteriormen­ te, su madre fue raptada en Londres en la casa del señor H ale Thompson en la calle Clarges, y su prima, la señorita Ryves, corrió a la calle y, viendo al señor Lytton esperando afuera, le rogó que interviniera y buscara ayuda, para que su madre no fuera llevada a Brentford, el señor Lytton se rehusó con frialdad a tener nada que ver con el asunto. H abiendo actuado primero com o uno de los agentes prin­ cipales del com plot urdido por su padre, ahora se pone en el otro costado, y se presenta com o el portavoz natural de su madre. El segundo punto que alega el señor Lytton es que a su m adre “en ningún mom ento fue llevada a un asilo de insanos”, sino, p or el contrario, a una “casa particular”, la del cirujano10 R ob ert G ardiner H ill. Es un punto t o ­ talmente insignificante. Pues Wyke House, dirigida por el señor Hill, legalmente no pertenece a la categoría de ‘asilo’ sino a la de ‘M etropolitan Licensed Houses’, es literalmen­ te cien o que a Lady Bulwer no se la arrojó a un asilo de dementes’ sino a una casa para dementes.

de Marx, Lady Bulwer había irrumpido en el hustings de la pequeña ciudad de Hertford denunciando a su esposo; el episodio desem­ boca en su encarcelamiento (v. Rosina Bulwer Lytton, A Blighted

Life).

10“Surgeon"; cirujano, pero entiéndase que también era el nombre, en Gran Bretaña, de un consultor médico del sistema judicial, y así es como debe entenderse aquí.

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KARL MARX

El cirujano Hill, que maneja sus propios negocios co n la “demencia”, apareció también con u n pedido de discul­ pas, en la que sostiene que lady Bulw er nunca estuvo bajo llave; p o r el con trario, gozó del uso de una calesa y del de­ rech o a p od er usarla casi cada noche, durante su deten­ ción, para dirigirse ru m b o a Richm ond, A cto n , H anwcll o Isleworth. E l señor H ill olvida decirle al público que este “tratam iento m ejorado de los insanos”, que él adop­ tó, corresponde exactam ente a la recom endación oficial de los Commissioners in Lun acy [Com isionados sobre D em encia]. Gestos amistosos, sonrisas tolerantes, persua­ sión infantilizante, absurdos latosos, guiños cómplices, y tod a la afectada serenidad de una banda de asistentes entrenados, es capaz de volver loca a una m ujer sensible, tan to co m o los chorros de agua, el chaleco de fuerza, car­ celeros brutales y oscuros guardianes. Sea com o fuere, to ­ das las protestas del señor cirujano H ill y del señor L ytton simplemente quieren d ecir esto: que está claro que a Lady Bulw er se la trató com o una demente, sí, pero de acuerdo a las reglas del nuevo sistema, y n o de las del antiguo. Yo estuve, dice en su carta el señor Lytton, constan­ temente en comunicación con mi madre... quien de manera implícita me confió cualquier tipo de arre­ glo... y me conminó a tener en cuenta el consejo de Lord Shaftesbury en todo lo que pudiera considerarse mejor y más conveniente para Lady Lytton. E s sabido que L o rd Shaftesbury es el com andante en jefe de las cuadrillas asentadas en Exeter H all.11 Puede pen­ sarse que suprimir la pestilencia de un asunto sucio gracias 11Alude al puesto oficial de Shaftesbury en la Comission on Lunacy, a la cual presidía.

El en c ar c ela m ien to DE LADY BULWER-LYTTON

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al olo r de santidad es un coup d e théátre [efecto teatral] digno del genio inventivo de un novelista. M uy a menudo, p o r ejemplo en la cuestión chin a,u así com o en la conspi­ ración de Cambridge H ouse,13 se h an utilizado este tipo de servicios de L o rd Shaftesbury. N o obstante, el señor Lytton sólo admite a medias al público; en caso contrario hubiera tenido que decir claramente que en cuanto al rap­ to de su madre hubo una nota tajante de Lady Palmerston que descompuso los planes de Sir Edward, induciéndolo a “tener en cuenta el consejo de L ord Shaftesbury”, el cual, p or esas cosas, resulta que tiene la mala suerte de ser el yer­ no de Palmerston, y también el presidente de la C om isión sobre D em encia... En sus intentos de oscurecer tod o, el señor Lytton procede a afirmar que: Dado que mi padre se sintió compelido a autorizar esas medidas que habían sido objeto de tanta tergi­ versación, anhelaba tener la opinión de los médicos más capaces y con mayor experiencia, para que mi madre no esté sujeta a controles más allá del lapso estrictamente justificable. Esa iuc la carca que me encomendó. L o que se desprende de la evasiva prosa de este pasa­ je estudiadamente incóm odo es que Sir Edward Bulwer sintió la necesidad de estar autorizado p or un consejo m édico, no para secuestrar a su madre com o insana, sino para dejarla liberada com o mentís compos [que estaba en sus cabales]. 12 Acababa de terminar la primera parce de la Segunda Guerra del Opio; China había firmado los acuerdos de Tientsin (con Estados Unidos, Francia, Rusia y el Reino Unido) hacía un mes. 1! Cambridge House era la residencia personal de Palmerston.

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D e h echo, los m édicos con cuyo consentimiento fue secuestrada Lady Bulwer eran cualquier cosa menos los “médicos más capaces y co n mayor experiencia” L os di­ plomados empleados por Sir Edward eran un tal Ross, b o ­ ticario urbano al que parece que la licencia para com erciar drogas lo había convertido de repente en una lumbrera de la psicología, y un tal H ale Thompson, vinculado otrora con el hospital de Westminster, pero com pletam ente aje­ n o al m undo científico. Fue sólo tras una gentil presión ex­ terna que Sir Edward empezó a tener urgencias p o r volver sobre sus pasos, y él m ism o se dirigió a m édicos estableci­ dos. Su hijo publicó los certificados, pero ¿qué prueban? El Dr. Forbes W inslow, e d ito r delJo u rn a l ofPsychological M edicine, quien ya había sido consultado p or los co n ­ sejeros legales de Lady Bulwer, certifica que “habiendo examinado el estado mental de Lady B . L ytton ”, encon­ tró elementos com o para “justificar que se la liberara de los controles”. 14 L o que había que probarle a la opinión pública no era si se justificaba liberar a Lady Bulwer, sino si se justificaba su encierro. El señor L ytton no se atreve a tocar este punto delicado y decisivo. ¿N o quedaría en ridículo un oficial de justicia que, acusado de tener ilegal­ m ente presa a una ciudadana británica [aJree b o m B riton] , reclamase que no ha hecho nada malo al dejar libre a su prisionera? ¿Pero acaso fue liberada Lady Bulwer? Mi madre continúa el señor Lytton, está ahora con­ migo, sin ningún tipo de encierro, y, ante todo, está como desea, libre de viajar, por lapsos breves, acompa­ ñada por mi y por una amiga y conocida, según como 14F. Winslow, “To EdwinJames, Esq., Q. C.” The Times, n° 23.049, 19/7/1858.

el en c ar c ela m ien to

115

DE LADY BULWER-LYTTON

L a carta del señor L ytton está encabezada así: “N ° 1, Park Lañe”: el pueblo en donde reside su padre. ¿Quiere decir que Lady Bulwer ha salido de su confinamiento en Brentford para otro confinamiento en Londres, y ha sido enviada a la fuerza a lo de un furioso enemigo? ¿Quién garantiza que esté “libre de todo encierro”? A todas luces, al firmar el com prom iso propuesto no estaba libre de en­ cierro sino castigada con el sistema m ejorado del ciruja­ n o H ill. L a circunstancia más im portante es la siguiente: aunque Sir Edward había hablado. L ady Bulwer guardaba silencio. N inguna declaración de su parte, siendo ella al­ guien entrenada en la práctica literaria, había visto la luz púbüca. Ella misma había h echo un escrito sobre el tra­ to que había recibido, pero astutamente se lo birlaron al destinatario. Sea cual fuere el acuerdo establecido entre marido y es­ posa, lo que interesa al público británico es si acaso unos individuos sin escrúpulos, capaces de pagar jugosas tarifas a famélicos practicantes médicos, pueden sancionar lettres d e cachet bajo la cobertura del A cta de D em encia.15 O tra cuestión es si va a permitirse que un Secretario de Estado pueda condonar un delito público m ediante un arreglo privado. Se ha sabido que los miembros de la comisión, este año, mientras estaban investigando la situación de un asilo de Yorkshire, descubrieron a un hom bre en pleno d o­ m inio de sus facultades mentales, al quien lo habían tenido encerrado y escondido en un sótano durante varios años. C uando en la C ám ara de los C om unes el señor Fitzroy lo interrogó p or este asunto, el señor W alpole contestó que 15Sobre la lettre de cachet o sobre cerrado’, véase la presentación del

116

Karl Marx

él no había encontrado “ningún registro del hecho”. La respuesta niega la existencia de registro, no la del hecho. Puede inferirse que esto no va a quedar así: según se desprende de la comunicación del señor T ite , “pron­ to, en la próxim a sesión, convocará a un selecto com ité para interrogarlo acerca del modus operandi del A cta de D emencia”. 14

1The Times , n° 23.053,23/7/ 1858.

El aumento de la demencia en Gran Bretaña Quizás no hay hecho m ejor establecido en la sociedad británica que el de la correspondencia entre el crecimien­ to de la riqueza moderna y la indigencia. C osa curiosa, la misma ley parece confirmarse con respecto a la demencia. El aumento de la demencia en G ran Bretaña m archa al mismo ritm o que el aum ento de las exportaciones, y ha superado al aumento de la población. Su rápido progreso en Inglaterra y Gales durante el período que va de 1 8 5 2 a 1 8 5 7 , período de prosperidad com ercial sin precedentes,

11 1 1

ara los año 1 8 5 2 , 1£ 5 4 y 1 857.

1 I

! ! •

iS

5

] ¡

i 1 21.158

1854 1857

18.649.849

11.956

1.878

5.713

4.940

24.487

19.408.464

13.488

1.908

6.800

5.497

27.693

Proporción de la población

tas

?

es evidente, si se considera la siguiente tabla comparativa

847 1 en

701

118

KARL MARX

L a proporción de casos agí

i respecto estimada,

a los crónicos y aparentemen para el últim o día de 1 8 5 6 , c

o de algo

5, de acuerdo a la siguiente síi

is de informes oficiales:

1-1 11 1*

que 1 a

1 r

14-393 340 2.578

390

2598

527

2131! 3-327 17.984

E n Inglaterra y Gales existen, para alojamiento de de­ mentes e idiotas de tod o tipo y de todas clases, 3 7 asilos públicos, de los cuales 3 3 son de condado [county] y cua­ tro municipales [borough]-, 15 hospitales, 1 1 6 casas con licencia privadas, de las cuales 3 7 son m etropolitanas y 7 9 provincianas y, p or últim o, las workhouses. Los asilos públicos, o asilos de dementes, com o se los llama propia­ m ente, estaban destinados exclusivamente, p o r ley, para

EL AUMENTO DE LA DEMENCIA en G ran Bretaña

la recepción de dementes pobres y para ser usados com o hospitales para tratam iento médico, no com o resguardos para la mera custodia de los insanos. E n su conjunto, al menos en los condados, deben ser considerados com o establecimientos con una buena regulación, aunque son construcciones demasiado amplias com o para ser propia­ m ente supervisadas; están superpoblados, faltos de una separación cuidadosa entre las diferentes clases de pacien­ tes, e incluso son inadecuados para el alojamiento de algo más de la mitad de los dementes pobres. Al fin de cuentas, el espacio provisto p o r estos 3 7 establecimientos, que se extienden p o r todo el país, tiene que alcanzar para alber­ gar alrededor de 15 .6 9 0 internos. Puede ilustrarse con un caso cóm o la población demente hace presión sobre estos costosos asilos. Cuando,

en

1831,

se

construyó

Hanwell

(en

Middlesex), para 5 0 0 pacientes, se supuso que iba a ser lo suficientemente grande com o para cum plir con todas las necesidades del condado. Sin embargo, dos años después estaba repleto. Dos años más tarde hubo que ampliarlo para 3 0 0 más; para entonces (mientras ya se había cons­ truido Colney H atch para recibir a 1 .2 0 0 dementes po­ bres correspondientes al mismo condado), Hanwell ya tenía arriba de 1 .0 0 0 pacientes. C olney H atch fue abierto en 1 8 5 1 ; en un lapso de menos de cinco años hizo falta apelar a los contribuyentes en pos de más alojamiento. Los últimos informes muestran que al concluir 1 8 5 6 ha­ bía más de 1 .1 0 0 dementes indigentes que pertenecían a este condado y que no estaban incluidos en ninguno de los dos asilos. Mientras los asilos existentes son demasiado grandes com o para ser bien dirigidos, son muy pocos en

120

Karl Marx

número co m o para h acer frente a una rápida proliferación de desórdenes mentales. A n te tod o, los asilos tendrían que estar separados en dos categorías distintas: asilos para los incurables, hospitales para los curables. A m on ton an do a las dos clases, ninguna de las dos recibe su cura y su tra­ tam iento adecuados. Las casas con licencia privadas, p or lo general, están re­ servadas para el sector más pudiente de los insanos. H ace p o c o se alzó la indignación pública en con tra de estos ‘retiros confortables’, (co m o gustan llamarse a sí mis­ mos), cuan d o el rapto de Lady Bulwer en W yke House, com o en el caso del atropello atroz que se le hizo a la señora T u m er en A com b House, York. Ya que es inminente una investigación parlamentaria sobre los secretos del negocio de la dem encia británica, podrem os referirnos al asunto en otra ocasión. P o r ahora sólo nos perm itim os llam ar la atención en el trato de los 2 .0 0 0 dementes pobres, a los cuales el B o a r d o f Guardians y otras autoridades, mediante un con trato, los dejan en m anos de los gerentes de las ca ­ sas con licencia privadas. L a tarifa semanal p e r cápita que se otorga a estos contratistas privados para manutención, cuidado m éd ico y ropa, varía de cin co a d oce chelines, pero puede estimarse el estipendio prom edio entre 5 che­ lines y 8 con 4 peniques. C laro está que la argucia de t o ­ dos los contratistas consiste en un solo p u n to : cóm o hacer grandes ganancias a p artir de estos pequeños ingresos, y en consecuencia, en c ó m o m antener al paciente al m enor costo posible. E n su últim o informe, los C om isionados sobre D em encia aseveran que aún en donde los medios de alojam iento en estas casas con licencia son amplios y suficientes, el alojam iento que efectivam ente se brin­

el a u m e n t o d e la d e m e n c ia en

G ran Bretaña

da no es más que una fantochada, y el trato que reciben los internos, una vergüenza. E s cierto que hay un poder otorgad o al L o rd Canciller para revocar una licencia, o impedir su renovación, de acuerdo a lo que aconsejen los Com isionados sobre D em encia, pero en m uchos casos, allí donde n o hay asilo público en la vecindad, o cuando el que hay ya está superpoblado, los Com isionados no tie­ nen más alternativa que no dar continuidad a la licencia, o arrojar a la gran masa de insanos pobres a una serie de workhouses. Sin embargo, los mismos Com isionados agre­ gan que p o r grandes que sean los males de las casas con li­ cencia, no lo son tan to com o lo que sería la suma del daño y el peligro de dejar a todos estos pobres casi sin cuidado alguno en las workhouses. E n éstas, al día de hoy están co n ­ finados unos siete mil dementes. Al principio los pabello­ nes para dementes en las workhouses se limitaban a recibir a dementes tan indigentes que n o pedían m ucho más que un alojamiento corriente, y eran capaces de socializar con otros internos. Sea p o r causa de la dificultad en obtener admisión para los dementes pobres en asilos correcta­ m ente regulados, sea para h acer econom ías, los consejos administrativos parroquiales están transform ando más y m ás a las workhouses en asilos para dementes, pero asilos que tienen carencias en el estipendio, en el cuidado m édi­ c o y en la supervisión, que forman la principal salvaguarda d e los pacientes detenidos en asilos regularmente cons­ tituidos. D e las workhouses más grandes, muchas tienen pabellones para dementes que albergan de 4 0 hasta 120 internos. L o s pabellones son oscuros, faltos de tod os los medios para brindar ocupaciones, ejercicio o diversión. L os asistentes, en su mayor p arte, son internos indigen­

122

KARL MARX

tes totalm ente ineptos p ara las tareas que deberían cum ­ plir. L o más fundamental para esos desdichados que son objeto de enfermedad m ental, que es la dieta, raramente supera lo perm itido para los internos sanos y de capacidad plena. D e m o d o que el resultado natural de esta detención en las workhouses no sólo deteriora los casos de deficiencia mental no grave, para los que aquella fue concebida origi­ nalmente, sino que tiende a volver crónicos y permanentes a casos que podrían haber dado, c on cuidados tempranos, buenos resultados. El principio decisivo para los Consejos Administrativos de Guardianes, es la econom ía. D e acuerdo a la ley, el indigente dem ente tendría que estar, en principio, bajo cuidados del m éd ico oficial de la parroquia del distrito, que tiene la obligación de avisar a los funcionarios com petentes, m ediante los cuales se debe notificar al magistrado, a cuyas órdenes aquellos deben ser transferidos al asilo. A todas estas disposiciones, de h echo, se les hace la vista gorda. Los dementes indigen­ tes, en prim era instancia, son despachados rápidamen­ te a las workhouses, y si dan muestras de ser manejables, ah í quedan confinados. En general, la recom endación d e los Comisionados sobre D em encia en sus visitas a las workhouses, con respecto a enviar a asilos a todos los in­ ternos considerados c o m o curables, o que están sujetos a un trato inadecuado a su condición, es contrarrestada por el informe del oficial m éd ico del R eino, referida a que el p aciente es “inofensivo”. D e acuerdo a las siguientes ilus­ traciones, descritas en el últim o Informe sobre D emencia com o una “fiel exhibición de las características generales del alojamiento de la workhouse”, puede entenderse qué es el alojamiento en una workhouse.

El a u m en t o d e la d e m e n c ia en g r a n B retaña

123

En el Asilo H ospital de N orw ich las camas, aún las de pacientes enfermos y débiles, eran de paja. El piso de trece pequeñas habitaciones era de piedra. N o había water-clo­ sets. Habían dejado de tener vigilancia nocturna en el área masculina. H abía una gran falta de mantas, toallas, chale­ cos, jofainas, sillas, platos, cucharas y lugar donde comer. L a ventilación era mala. C itam os: Allí tampoco había que confiar en lo que, para guar­ dar las apariencias, podría tomarse como una mejora. Se descubrió, por ejemplo, que con respecto a la gran cantidad de camas ocupadas por pacientes sucios, se acostumbraba sacarlos a la mañana, y sustituirlas, sólo para que estén de muestra durante el día, por camas limpias de mejor aspecto, por el recurso de poner sá­ banas y mantas en los clásticos, para sacarlas otra vez cada noche, reemplazándolas por las malas camas Tenemos otro ejemplo, el de la workhouse de Blackburn.1 Las habitaciones de día, de la planta baja, que ocupan los varones, son pequeñas, bajas, oscuras y sucias; un área que ocupan 11 pacientes está ocupada con varias sillas pesadas, en donde están sujetos los pacientes con correas, y una enorme pantalla de chimenea. Las de las mujeres, en el primer piso, también están muy congestionadas, y una de ellas, que también se usa como dormitorio, tiene una gran parte tabicada como sector privado, y las camas se ponen todas juntas, sin espacio entre ellas. Un dormitorio, en el que había 16 pacientes varones, era sucio y desagradable. La habi­ tación tenía 8,84 metros de largo, 5,44 m de ancho, y 2,26 m de alto, es decir que permitía 0,67 mJ por

En el corazón del área textil de Manchester.

124

KARL MARX

paciente.2En todas partes las camas son de paja y para pacientes enfermos o postrados no se brinda ninguna cama de otro tipo. Las mayoría de las fundas están lle­ nas de tierra y con marcas de óxido de los elásticos. El cuidado de las camas se deja ante todo a manos de los pacientes. Un gran número de pacientes tiene hábitos sucios, lo cual debe atribuirse ante todo a la falta de buenos cuidados y atención. Hay muy pocos orina­ les y hay una batea en el centro de la habitación para el uso de los pacientes varones. Los patios con grava donde caminan los pacientes, son dos para cada sexo, cercados por altas paredes, y sin asientos. El más gran­ de tiene 225 m por 29,6; el más chico, 12,6 por 21,93 m. Una celda en uno de los patios se usa de tanto en tanto, para encerrar a pacientes excitados. Hecha toda de piedra, tiene una pequeña abertura cuadrada para que entre luz, con barras de hierro para que el pacien­ te no se escape, pero sin postigo ni banderola. Un gran colchón de paja en el piso y una sillapesada en un rincón de la pieza. El control pleno del departamento está en manos de un asistente y una enfermera; el jefe rara vez interviene, ni hace inspecciones aquí como hace en otras partes de la workhouse. Sería m uy desagradable d ar siquiera unos párrafos del informe de los C om isionados acerca de S t. Paneras W orkhouse en Londres, u na especie de pandem ónium vulgar. E n térm inos generales, al lado del pabellón para dementes de la workhouse p o co s establos ingleses habrá que no parezcan un tocad or y en donde el tra to dado a los cuadrúpedos no parezca sentim ental, cuando se lo com p a­ ra con el que recibe el dem ente pobre.

2Trasladamos las medidas, consignadas con precisión en pies y pul­ gadas, a metros.

Cronología Salvo indicación contraria, los datos que siguen se refie­ ren tácitam ente a Karl M arx

1723

La ley británica da la opción a las parroquias protestantes de negar ayuda a los pobres que se rehúsen a ingresar a la

' 48 175*

Nace en Bohemia Meir HaLevi. luego Man-Lcvi. su abuelo Nace Jacques Peuchet

1781

Nace Samuel Marx, el tío,primogénito.

1782

Nace Hirschel Marx, su padre. Samuel y Hirschcl son hijos de Marx-Levi y de Chaim (Eva) Levoff, hija de Moses Lwow, rabino de Tricr.

1780

Nace en Nimcga, Holanda, Hcnrietta Pressburg, su madre, de una familia de judíos de origen húngaro luego afincados en Pressburg (Bracislava). Eslovaquia.

1784 1799 1814

Mallcr du Pan empieza a dirigir el Merture de Fronte Consulado de Napoleón Nacejenny von Westphalen.

(g lg

El 5 de mayo nace en Tner (Tréveris) Karl Heinrich Marx. Hijo de Hirschel y de Hcnrietta Pressburg.

uorkhoute_____________

Muere el rabino Lwow. Su yerno. Marx-Len. pasa a ser el rabino de Tricr.

Nace Friedrich Engels en Barmcn, pequeña ciudad de la región industrial del valle del Wuppcr.

126

Ka rl M arx

1823

Nace Hclcn Dcmuth, luego ama de llaves y amiga cercana deJenny von Westphalcn.

1824

Hirschel Marx tiene el requisito de ser cristiano para poder ejercer como abogado. Opta por bautizarse como protestante, con el nombre de Heinrich Marx.

1825

(o 1823) Muere Chaim (Eva) Moses Lcvoff, abuela paterna

1829

Mucre el rabino Samuel Marx, tío de Karl.

1834

Reforma británica de la Ley de pobres: la ayuda sólo pue­ de brindarse en la workhouse.

1835

Alphonse Quételet: Ensayo defisua social.

1837

Compromiso, que al principio se mantiene secreto, de Marx y Jenny. Peuchet publica sus Memorias. Marx, en Berlín, se une al Club de los Doctores, el grupo de Bruno Bauer. Gran Bretaña: en el movimiento obrero, inicios del cartismo (Proclamación de la People's Chart)-. en la política de los propietarios, se debate la política arancelaria de los alimentos (Corn Law, Ley del Cereal). En Manchester, Cobden y Smith fundan la Anti-C om L a w League.

1839

Ludwig Feucrbach: Critica de la filosofia hegeliana. Comunismo cristiano: Wilhelm Wcitling, predicador suizo, lidera la Liga de los Justos.

1840

Edgar A. Poe: “The Man of the Crowd”.

1841

El gobierno prusiano invita a Schelling a enseñar a Berlín para oponerse a la ‘izquierda hegeliana’. Entre los oyentes de Schelling están Mijail Bakunin, Jakob Burkhardt, Soren Kierkegaard, y el conscripto, voluntario de artillería, Friedrich Engels. Tesis doctoral (Diferencia entre lasfilosofías de la natura­ leza de Demócritoy Epicuro), dedicada al padre deJenny, Ludwig von Westphalcn, Consejero Privado del gobierno. Edgar A. Poe: “The Murders of the Rué Morgue’.

C r o n o l o g ía

1842

127

Marx: Primeros trabajos en la Rheinische Zeitung [Gaceta Renana], en Colonia. Eugéne Sue: Les mystbes de Paris, que saldrá en folletín hasta 1843 La iniciativa de Lord Ashlcy, conde de Shaftesbury (“filántroP°”)’ prohíbe trabajo femenino e infantil en la minería. Noviembre: primer contacto de Marx y Engels en la redacción de la Rheinische Zeitung. Según dirá después Maxim Kovalevski, Engels entonces seguía a Schelling y no congeniaron mucho. Edgar A. Poe; “The Mistcry o f Maric Rogét’ Mucre Ludwig von Wcstphalcn. El gobierno prusiano cierra la Rheinische Zeitung. Engels conoce a Mary Burns. obrera de Manchcster, de origen irlandés, que pronto será su pareja.

1843

J Unio: sc casa con Jcnn>’von Wcstphalcn. Octubre: en París, encuentro con Moses Hess y Georg Hcrwegh. Escribe Acerca de la cuestión jud ia y Critica a la filosofía del derecho de Hegel para la revista parisina que prepara Amold Ruge en alemán: Analesfranco-alemanes. Sale en febrero el único número de los Anales francoalemanes \DeutschefranzózischeJabrbücher\. Mayo: nace Jenny (Jenny Caroline Marx). Engels: L a condición de la clase obrera en Inglaterra. En el Café de l'Opéra, en junio, inicio de la amistad de Marx y Engels. Redactan el borrador de La sagrada

1844

fam ilia.

Marx, hacia agosto, empieza a redactar los tres manuscri­ tos “Económico-filosóficos" de París. En agosto empieza a aparecer, en folletín, E l conde de Montecristo, basado en parte en un relato deJ. Peuchet. Muere Flora Tristán en Burdeos. Ese mismo año sc publi­ ca su libro L a unión obrera.

Ka r l Ma rx

Poe: “The Purloined Letter". Engels y Marx: La sagrada fam ilia. Defienden a Flora Tristán de las críticas de Bauer. Extensas críticas a los comentarios de Zychlin von Zychlinsky (Szeliga), con respecto a Los nustertos d e París de Sue................................... 1846 1847

1848

1849

Nace Laura (Jenny Laura Marx). Hay en Gran Bretaña más de un millón de indigentes, doscientos mil de ellos en workhouses. Nace Edgar Marx. Febrero: Aparece el Manifiesto comunista. Febrero-marzo: irrumpen revoluciones políticas en casi todo el continente europeo. Marx es detenido, y pronto expulsado de Bélgica. Desde París los miembros de la Liga de los Comunistas van a Alemania. Marx es redactor de la

Neue Remache Zeitung. Organ der Demokratie. La Neue Reinische Z eitung debe cerrar. Marx emigra defi­ nitivamente a Londres.

1850

Mucre su hijo Guido, (Hcnry Edward Guy Marx), de un año de edad. Comienza el período de mayores dificultades económicas.

1851

Nace Frederick Demuth, hijo de Helen. Su paternidad es desconocida: se atribuirá a Engels, a Willich, y luego a Marx. Muere Balzac. Marzo: Mucre su hija Franziska (Jenny Evcline Francés Marx), de un año de edad.

1852

1853

E l dieciocho brumario de Luis Bonaparte. Baudelairc empieza a traducir a Poe: Narraciones extraordinarias Revelaciones sobre el proceso a los tom uratas en Colonia.

1855

Nace Eleanor (Jenny Julia Eleanor Marx). A los tres meses mucre Edgar Marx, a los ocho años.

1856

Flaubert: M adam e Bovary aparece en folletín, entre octu­ bre y diciembre.

C r o n o l o g ía

129

Enero: el procurador Ernest Pinard inicia juicio a Flaubert

1857

por Mudante Bovary y luego contra Baudelairé (Lesfleurs du mal, aparecido ese año), la emprende también contra Les mystéres du peuple de Sue.

En Gran Bretaña el divorcio, hasta ahora sólo accesible a los muy ricos, cambia de status legal, aunque sigue siendo

1858

Nace Émilc Durkheim. Marx concluye sus principales investigaciones, redactadas en los Grundrisse. Comienza a redactar Z u r Kritik. Agosto: “El encarcelamiento de Lady Bulwer-Lytton”. y “El aumento de la demencia en Gran Bretaña”.

1859

Publica Z u r K ritik [Contribución a la crítica de la econo­ m ía política ] Darwin: Origen de las especies. Incidente con el periodista Karl Vogt: juicio por calum­ nias contra Marx.

1860

Marx: viaje a Alemania y a Holanda. Visita a su madre en Trier. En Berlín con Lassalle. Marx: H err Vogt, respuesta a las acusaciones de Vogt. Garibaldi, campaña en Sicilia y Ñipóles con “los mil” expedicionarios: entre ellos, Alexandre Dumas.

1861

Marx: viaje a Alemania y Holanda. Redacción, hasta 1863, de Z u r K ritik derpolitischen Okonomte ( 186 1-63 ). manusento base de Elcapital

1^2

Moses Hess Roma y JermalM La últim a cuestión nacio­ nal. una de las primeras obras sionistas. Redacción, hasta 1866. del segundo manuscrito base de

1*6}

Elcaf ,u I Muere su madre. Henriette Pressburg-Marx. Muere la mujer de Engels, Mary Bums. Muere Wilhelm Wolff. Deja varios centenares de libras a Marx, que sc suman a la herencia de su madre: van que­ dando atrás los problemas económicos graves. Engels convive con Lizzy Burns, hermana de Mary.

KARL MARX

1867

Coincidiendo con la redacción final de E l capital se inten­ sifican sus crónicos problemas de salud. Aparece en Hamburgo el pnmer tomo de FJ capital

1869

Viaje a Irlanda

1870

Guerra franco-prusiana. En septiembre. Comuna de Lyon. rebelión del núcleo principal de trabadores textiles de Francia, en donde participan Bakunin y otros sectores de la Internacional.

1871

Enero: los prusianos toman Paris. Desde marzo hasta mayo, “guerra civil” en Francia: Comuna de Paris. El saldo fue de más de cien mil bajas, cerca de la mitad muertos, el resto exiliados. Septiembre: Congreso en Londres de la Asociación Internacional de Trabajadores-, el delegado español Anselmo Lorenzo visita a Marx y se aloja en su casa, aun­ que toma partido por la fracción bakuninista.

1872

La Haya. Último congreso de la Primera Internacional. Ruptura final entre marxistas y balcuninistas. Nuevas ediciones de E l capital: Lachátre. otrora editor de Eugéne Sue. publica la craducción francesa de Roy; tra­ ducción rusa, por Daniclsón, y segunda edición alemana.

¡866

Laura Marx se casa con Paul Lafargue

1873 1877

Ravmond Wilmart mantiene correspondencia con Marx desde Buenos Altes. Lewis Morgan I.a sociedad antigua.

1878

Se casa Engels en una iglesia católica: deseo de Lizzy Burns antes de monr.

1880

Redacta un cuestionario de cien preguntas para una Encuesta Obrera que intentó realizar luego el Partido Socialista Francés. Circa este año. comentarios al tratado de economía de Adolphe Wagner: son prácticamente sus últimos escritos de cierta importancia. Conoce a August Bebel y a Eduard Bernstein. I .afargue E l derecho a la pereza

1881

Karl y Jenny van a casa de Jenny hija y de Longuet. En diciembre, muere Jenny von Wcstphalen-Marx

c r o n o l o g ía

1882

131

Fcbrcroaabril.cnA^ ro, muereJenny Marx-Longuct. Muere Karl Marx el 14 de marzo. “Pocos meses después” de la muerte de su padre, Eleanor empieza su relación con Edward Aveling. Eleanor usa el nombre Marx-Aveling. Amistad y vecindad con la pareja de Havelock Ellis y Olive Schreiner. Engels: E l capital, tomo II. Antonio Atienza, español exiliado en Buenos Aires, pu­ blica una traducción castellana del resumen de E l capital hecho en francés por Gabriel Deville. Suicidio de Victor Hommay, el gran amigo de Durkheim. Eleanor Marx-Avcling publica su versión de Madame Bovary, y el artículo “La cuestión de la mujer" con Edward Aveling. Ese año la pareja da conferencias socialistas en ^tados Unidos. Pablo Correa y Zafrilla publica desde 1886, en el diario madrileño L a República, una versión castellana de la traducción francesa de E l capital. Aparece ahora en un volumen. C.onan Doyle: Un estudio en escarlata, primera aparición de Sherlock Holmes, en la revista IheStrand. Agosto a noviembre: una serie de mujeres aparecen ase­ sinadas y mutiladas en Londres. Sc atribuyen a una sola persona, a la que sc la apodaJack el Dcstripador. Havelock Ellis edita tres obras de Ibscn en un volumen: Pillars ofsociety; Ghosts, y Enemy ofsociety, esta última traducida por Eleanor Marx Muere Hclen Demuth. Eleanor Marx traduce La dama del mar. de Ibsen

El cap,tal. tomo III. Muere Engels

132

KARL MARX

Havelock Ellis y John Addington Symonds: Sexual Inversión , traducción dcD askontrare Gescblechtsgefuhl,

1897

aparecido el año anterior: uno de los primeros estudios sobre homosexualidad desde un punto de vista que se reclama neutro y científico. Durkheim publica E l suicidio. Estudio de sociología. También reseña L a concepción materialista de la historia. de Antonio Labriola; ajuste de cuentas con la tradición marxista. Diciembre: fallecida su esposa legal, Aveling se casa con una joven actriz, en secreto.

1898

Marzo: Eleanor Marx conoce el matrimonio doble de Aveling. Se suicida. Ju^ °: Muere Edward Aveling. Juan B. Justo publica en Buenos Aires la primera tra­ ducción directa del alemán al castellano del tomo I de E l

19031910

Kautsky edita la parte de E l capital referida a la historia de la economía política (tomo IV).

1911

Suicidio de I.aura Marx-(.afargue y Paul Lafargue

1927

David Riazánov. militante, archivista, principal investigador ruso de la obra de Marx y Engels, inicia la publicación de la obra completa de ambos (M EGA)

1930

Halbwachs: Las causas del suicidio. Abolición del sistema de workhouse en Gran Bretaña, aun­ que algunas continuarán, bajo otras formas, hasta 1948. El gobierno de Stalin detiene y destierra a Riazánov, que será fusilado en 1938.

1932

Prosigue la publicación de la edición MEGA, bajo la dirección de V. Adoratsky. Aparece el tercer tomo, conte­ niendo el texto “Acerca del suicidio".

Interesan a esta colección todas las propuestas de investigación que estén atentas al estudio de la aventura humana como tal: la mirada lejana que permite visualizar la unidad de la especie, antes que el microscopio que se fascina con la pequeña diferencia. La descripción antropológica, en sentido amplio, atiende a la comparación entre las grandes áreas civilizatorias y a los fenómenos de larga duración que describen historiadores y pre-historiadores, tanto a los aportes de las ciencias biológicas como a los escudios religiosos, tanto a la lingüística como a la economía política, tanto a las estructuras más generales como a la afra única e irreductible de cada persona concreta Interesa también la tradición filosófica, por la dimensión ontológica que debe tener siempre el oficio de estudiar lo humano: si hay normas generales en algún lado, se ha dicho, entonces las hay en todas partes. El programa de investigación que nos interesa subtiende el recorrido ya más que centenario de la tradición antropológica. Por un lado, inteligir a la especie humana como unidad, por el otro, enfocar en cada individuo ante todo como miembro de la especie. Esa doble intelección es parte del largo proceso de humanización. La especie humana es proyecto, y proyecto abierto. Las confrontaciones por la igualdad, por el derecho a la producción basada en el trabajo propio, por el laicismo, y en contra de racismos, expoliaciones y sectarismos de todo tipo, están más abiertas que nunca. No prestamos atención a los tabiques académicos. Antropograflas publicará todo tipo de textos en tanto puedan aportar a este programa, y en los que se verifiquen “inquietud de investigación, voluntad de diálogo, espíritu crítico, ponderación de juicio, escrúpulo filológico y sentido de complejidad de las cosas”.

C o l e c c ió n

Antropografí¿zs

Esta es la primera edición castellana de tres textos de Mane. “Acerca del suicidio”, “E l encarcelamiento de Lady Bulwer-Lytton” y “E l aumento de la demencia en Gran Bretaña”. Muestran aspectos de la obra marxista relativamente soslayados: la condición de la mujer ante al poder patriarcal, las instituciones disciplinarias de encierro, los enfrentamientos sociales vistos en el seno de la vida cotidiana, la crítica social desarrollada en el ámbito de lo privado. E l campo de problemas que enmarca el texto sobre el suicidio se ubica en los textos que lo anteceden, los Manuscritos d e l 844 y L a sagradafamilia. Este último tiene com o personajes conceptuales a los protagonistas del folletín L o s misterios de París de Eugéne Sue; con esos elementos Engels y Marx elaboraron una intervención crítica frente a distintas encrucijadas de la izquierda hegeliana. En los Manuscritos hay también ciertos pasajes decisivos sobre el vínculo entre varón y mujer. Ambas líneas se cruzan en el artículo sobre el suicidio. Publicado en 1846 com o “Peuchet: sobre el suicidio”, consiste en comentarios, extractos y paráfrasis de las crónicas del archivista policial Jacques Peuchet. N o es casual que la literatura de folletín y el relato policial se vinculen a la crítica social y a la emergencia de las ciencias sociales, pues surgen del mismo suelo: el fin del antiguo régimen, la industrialización, las migraciones, el anonimato de la ciudad moderna, el origen de la institución policial, los mecanismos disciplinarios, la estadística estatal. Peuchet, com o mucho después Durkheim, utiliza la serie de estadísticas francesas sobre suicidio, que se remonta a 1817. Otro episodio de sus crónicas originó E/ conde de Montecristo de Dumas. Los otros dos textos, ambos de 1858, aparecieron en el mismo periódico y en la misma circunstancia: uno se refiere a un caso concreto que era un escándalo tanto privado com o público; días después, Marx elaboró una síntesis de cóm o sc entrelazaban la indigencia, las leyes de pobres, el sistema hospitalario y la salud mental. Los tres artículos son muestras de la amplitud y complejidad del proyecto político e intelectual de Marx: éste excede con creces a la crítica de la economía ISBN 978-987-J501-37-3 política y las luchas del movimiento obrero; es un intento de inteligir a la sociedad realmente existente en todos sus aspectos.

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