Marco Aurelio Denegri

"UNA SOLA CUALIDAD" LUNES 10 DE FEBRERO DEL 2014 | 09:51 La columna de hoy de Marco Aurelio Denegri, en el Comercio Ju

Views 153 Downloads 71 File size 206KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

"UNA SOLA CUALIDAD"

LUNES 10 DE FEBRERO DEL 2014 | 09:51 La columna de hoy de Marco Aurelio Denegri, en el Comercio

Julio Ramón Ribeyro, en el segundo tomo de La Tentación del Fracaso, en la página 106 dice: “Como a menudo repito, ‘no hay que exigirle a una persona más de una cualidad’. “Si una persona es generosa, ¿por qué pedir que sea inteligente? “Si es cortés, ¿por qué querer que sea revolucionaria? “Que nos permita al menos un ángulo por el cual podamos abordarla, y basta.” Sin ser tan extremista como Ribeyro, que se conformaba con una sola cualidad, tratemos de hallar a personas que tengan por lo menos dos cualidades, aunque realmente cuando la cualidad es sobresaliente, basta con esa sola cualidad, que es la distintiva de la persona que la tiene. La sabia Natura, cuando otorga excelencias, las escatima, dando en consecuencia una sola al feliz recipiente. Mariano José de Larra, en “El país de las Batuecas”, dice que “la naturaleza reparte sus dones con economía”. Así es y en seguida lo ejemplifico. A Fischer le concedió la excelencia ajedrecística, y nada más; a Pelé, la excelencia futbolística, y punto; y a Usain Bolt le dio pasmosa velocidad, pero aparte de la velocidad, el señor Bolt es un hombre común y corriente. Quien es excelente en una cosa, es por lo general simplemente normal o francamente mediocre irremediablemente malo en el resto de cosas. Los grandes dones son totalitarios: no consienten otros. No es por eso concebible que haya varones políticamente o económicamente muy poderosos y al mismo tiempo sexualmente superpotentes. Si lo excelente es la potencia, entonces el poder es ordinario o escasea, pero cuando abunda y es extraordinario, entonces la potencia es común o sencillamente falta. Cuando Ribeyro dice que no hay que exigirle a una persona más de una cualidad, entiendo que se refiere a personas con las que uno no convive; pero en la convivencia hay que añadir a la sola cualidad propuesta por Ribeyro, el orden y la limpieza. Jorge Eduardo Eielson, artista múltiple y lleno de merecimientos, le decía en una entrevista a Julio Ramón Ribeyro, que a pesar de haber escrito poemas, cuentos y artículos periodísticos, no se consideraba poeta, ni cuentista, ni periodista. Tampoco dramaturgo, no obstante haberlo sido. Ni escultor, y de hecho lo fue. Y fue también compositor, aunque él no se tenía por tal. “Como ves –le confiesa Eielson a Ribeyro–, no soy nada.” Esta patencia confesional de Eielson se vincula a su declaración de ser un insatisfecho total y permanente. “Me reconozco una sola cualidad: la de no estar satisfecho de nada.” (Eielson, Ceremonia Comentada, 132.)

"AUTODESTRUCCIÓN"

LUNES 17 DE FEBRERO DEL 2014 | 09:51 "El gran naturalista francés Buffon decía que el hombre no muere, se mata", recuerda Denegri.

En el libro reciente de Arturo Ríos Ramírez, Ajuste de Cuentas, hay una cita muy interesante de Ray Bradbury y que copio en seguida. “Todas las mañanas –dice Bradbury– salto de la cama y piso una mina. / La mina soy yo. / Después de la explosión, me paso el resto del día juntando los pedazos. / Ahora les toca a ustedes. ¡Salten!”

El gran naturalista francés Buffon decía que el hombre no muere, se mata. Efectivamente, se mata. De lo cual terminé de convencerme cuando hace alrededor de cincuenta años leí el libro de Karl Menninger, El Hombre contra sí mismo, y supe que la mitad de la destrucción que hay en el mundo es autodestrucción. La capacidad destructiva del hombre va juntamente con su capacidad autodestructiva. El hombre no sólo es el aniquilador de los demás, sino que es su propio aniquilador. El historiador y viajero griego Ctesias, del siglo quinto antes de Cristo, dice haber visto un animal fabuloso que se comía sus propias patas sin darse cuenta. Sin duda por tener, como el hircocervo de la escolástica, dos naturalezas, sólo que en pugna y cada una muy afanada en vencer y destruir a la otra. De ahí que en el paroxismo de la contienda, el fantástico animal visto por Ctesias se hiriera y mutilara sin advertir los considerables daños que se hacía. Inadvertencia característica de muchas personas autodestructivas, aunque algunas son conscientes de que están destruyéndose, saben muy bien que están embarcadas en un lento suicidio. Así le ocurrió a Sylvia Plath, poeta notable y suicida, que manifestó certeramente que el suicidio era “el gran strip tease” de nuestra gradual destrucción, el lentos show de nuestro acabamiento. Cápac Ñan El carácter hazañoso de la invasión española del siglo XVI desaparece cuando advertimos que el Cápac Ñan, o Camino Principal, la gran ruta incaica, facilitó la invasión de manera determinante, o mejor dicho, la posibilitó completamente. Me convencí de ello cuando leí el magnífico libro de Ricardo Espinosa Reyes acerca de esa red vial extraordinaria que todos los historiadores de la llamada Conquista han ignorado sorprendentemente. Los invasores tuvieron la grandísima suerte de hallar el Cápac Ñan, el admirable complejo vial del Tahuantinsuyo que en su apogeo comprendía media docena de países: Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Bolivia y Argentina. Sin el Cápac Ñan, los invasores no habrían llegado ni a la esquina. Iban con armamento y caballos y no conocían el terreno. Repito: no habrían llegado ni a la esquina y si por ventura hubiesen llegado, habrían llegado muertos.

"¿FUE UNA MANZANA?"

LUNES 17 DE MARZO DEL 2014 | 07:54 La manzana ha quedado como símbolo de los deseos humanos, del pecado, la tentación y la discordia. Como evocación del fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, la manzana ha quedado como símbolo de los deseos humanos, del pecado, la tentación y la discordia y por eso se dice manzana de la discordia de aquello que es ocasión de discrepancia en los ánimos y opiniones. La manzana, como forma casi esférica, significa, en el sentir de Cirlot, una totalidad. Es símbolo de los deseos terrenales y de su desencadenamiento. De ahí que la prohibición de comer la manzana haya procedido, según Paul Diel, de la voz suprema, que se opone a la exaltación de los deseos materiales. Se discute, sin embargo, si se trataba realmente del fruto del manzano, o si era una granada, una naranja o un higo. Por su simbolismo y su etimología (el latín malum significa, a la vez, mal y manzana) se cree que el fruto que se menciona en el Génesis era una manzana. (Aclaremos, interparentéticamente, que los dos malum de que se trata son etimológicamente distintos.) ¿QUÉ HACER? Lenin publicó en 1902 un libro titulado ¿Qué hacer? César Vallejo, en su poema “Los nueve monstruos”, dirigiéndose al

ministro, le pregunta: “Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?” Ese qué hacer de Vallejo es desde luego leniniano. La ocupación, el negocio o la tarea que ha de hacerse se llama quehacer. La vida es quehacer y quien no lo admita habrá de aburrirse y será inevitablemente condenado, como decía José Ortega y Gasset, al peor de los trabajos forzados: a hacer tiempo o a matar el tiempo. En el aburrimiento, el tiempo se alarga; en la diversión, se acorta. En alemán, el aburrimiento se designa con el término Langeweile, que literalmente significa “tiempo largo”, al paso que Kurzweile (diversión) quiere decir “tiempo corto”. Tarde o temprano, la inactividad, o como decía Gregorio Marañón, el sinquehacer, resulta insoportable. “Nada es tan insoportable al hombre – dice Pascal en sus Pensamientos – como estar en completo reposo, sin pasión, sin actividad, sin esparcimiento, sin la posibilidad de intervenir.” Cuando algunos jóvenes, culturalmente inquietos y amantes de las letras, le pedían a Henry Miller su opinión sobre la utilidad y conveniencia de publicar una revista literaria, Miller les decía: “Publicar, y sobre todo en los Estados Unidos, una revista literaria, es completamente inútil; pero no dejen de hacerlo. Que la falta de acogida no sea un pretexto para cruzarse de brazos.” Miller tenía razón. Hay que hacer, hay que actuar, pero no sumirse en el inmovilismo estéril.

"SEXO Y GÉNERO"

LUNES 24 DE MARZO DEL 2014 | 08:08

“Una de las consecuencias del feminismo es haber distinguido entre sexo y género”, señala Denegri. Una de las consecuencias del feminismo es haber distinguido entre sexo y género. Aquél designa una categoría orgánica, biológica, y éste una categoría sociocultural que implica diferencias o desigualdades sociales, económicas, políticas y laborales. Entre las feministas son por eso comunes expresiones como estudios de género, discriminación de género, violencia de género. A las feministas siempre les ha mortificado que los substantivos masculinos, cuando se usan en plural, comprendan igualmente a las mujeres, y esto rige no sólo para los seres humanos, sino también para los animales. Por ejemplo, si yo digo que en mi barrio hay muchos gatos, se sobreentiende que aludo así mismo a las gatas, pero las feministas afirman que no se sobreentiende, y que en consecuencia es necesario declararlo. Deberé pues manifestar que en mi barrio abundan los gatos y las gatas. “Los hombres prehistóricos se vestían con pieles de animales” es frase discriminatoria, porque excluye a las mujeres. Así opinan las feministas, en cuyo sentir la frase propia y correcta, no-discriminatoria, es: “Las mujeres y los hombres de la prehistoria se vestían con pieles de animales.” En relación con este asunto, el Panhispánico manifiesta lo siguiente:

“Se olvida que en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva.” Otro punto vinculado a lo que hasta aquí llevo dicho se refiere a los participios activos o de presente cuando se substantivan

y

se

indica

el

género

de

ellos

mediante

el

artículo

determinado;

verbigracia, elvigilante, la vigilante, el estudiante, la estudiante. Sin embargo, por el principio de la analogía y también por influjo del feminismo, hay la tendencia a generificar dichos participios y esto ya se ha hecho por lo menos en seis casos y los seis constan en el Diccionario de la Academia. Efectivamente, la Corporación matritense admite en su lexicón los términos asistenta, comedianta, dependienta, figuranta, presidenta y sirvienta. Tal vez algún día la Academia admita habitanta, vocablo usado diez veces por Mario Vargas Llosa en su Historia Secreta de una Novela. Dicen que el uso es soberano y les confieso que yo lo admitiría si fuera solamente el buen uso; pero no, también es el malo. Por

eso

Cicerón

decía: “El

uso

es

pésima

regla.” No

me

sorprendería

que

el

uso

logre

imponer

las

palabras artisto y periodisto. Recordemos que modisto, que figura en el DRAE, es imposición del uso.

"ESCASEZ DE BOXEADORAS"

LUNES 31 DE MARZO DEL 2014 | 07:35 ¿Por qué no abundan las mujeres que boxean?, se pregunta nuestro columnista. ¿A qué se debe la escasez de boxeadoras? ¿Por qué no abundan las mujeres que boxean? La persona enfurecida, que en su furor cierra las manos y las contrae fuertemente, es por lo general de sexo masculino, porque el hombre, cuando pelea, lo hace, entre otras cosas, con los puños, y por eso da puñetes y puñetazos. . La mujer enfurecida, en cambio, araña, jala los pelos, abofetea, pero no suele dar puñetazos, ya que para darlos tendría que formar puño, y el formarlo no es gesto femenino, sino masculino. Y si bien es cierto que hay mujeres que boxean, son pocas y desde luego escasamente femeninas. El boxeo las desfeminiza, porque la reciedumbre y las trompadas no son propias de la mujer. . MOSTRACIÓN DENTAL . Otro gesto casi exclusivamente masculino es enseñar los dientes cuando se produce el enfurecimiento. La mujer enfurecida casi nunca los enseña. Cuenta el fisiólogo inglés Charles Bell que el gran actor Cooke sabía expresar el odio más violento mirando de soslayo, oblicuamente, y levantando de un solo lado el labio superior, de modo que descubría un diente cortante y puntiagudo. Era la mostración del canino. . Es interesante notar al respecto que en la mujer hay un predominio en el desarrollo de los incisivos sobre los caninos. En el hombre es al revés. . OTRA ESCASEZ, LA DE POETISAS Otra escasez femenina es la de poetisas.

. .

En 1973 se publicó la Antología de la Poesía Peruana, de Alberto Escobar, en 2 tomos. De los 68 poetas antologados, sólo había 4 mujeres: Blanca Varela, Lola Thorne, Cecilia Bustamante y María Emilia Cornejo. . En la antología de Ricardo González Vigil, Poesía Peruana, Siglo XX, en 2 tomos, publicados en 1999, la desproporción entre poetas y poetisas continúa. De los 214 poetas antologados, las poetisas son apenas 28. Sigue la escasez de poetisas. Graciela Briceño, que es poeta, tiene una explicación de este hecho. Dice que la mujer, por naturaleza, está orientada o proyectada a la dación; en primer lugar, porque en su realización biológica, que es la maternidad, da hijos y los cría y se ocupa del hogar y atiende al marido. .

La mujer, dice Briceño, es en general extravertida, tiende a salir fuera de sí y la exterioridad no deja de llamarla y requerirla; pero la poesía no es un fenómeno de extraversión , sino de lo contrario, de introversión, que es la acción y efecto de penetrar dentro de nosotros mismos, ensimismarnos y acogernos a nuestra dentrura. . Me parece admisible esta explicación de Graciela Briceño tocante a la escasez de mujeres que poetizan. No me parece admisible atribuirla al sistema patriarcal y al machismo.

"¿INTERESA HOY LA MUJER AL HOMBRE?"

LUNES 07 DE ABRIL DEL 2014 | 08:02 El interés que hoy tenga o pueda tener es relativo, sostiene nuestro columnista.

El hombre se ha interesado en la mujer por épocas, temporalmente, pero jamás invariablemente. Durante la época romántica, la mujer movió y conmovió señaladamente al varón y lo inquietó muchísimo. Acaso pueda decirse, y sin exageración, que el siglo romántico, el XIX, fue el siglo de la mujer. Otro tanto ocurrió en la Edad Media, en la época de los trovadores y las cortes de amor. El hombre exalta a la mujer y la entroniza, le rinde culto. Ella es su ama y patrona y él simple vasallo, y como bien dice Ortega y Gasset se proyecta sobre la relación sentimental entre ambos sexos la idea de señorío. El interés que hoy tenga o pueda tener el hombre en la mujer es relativo. La mujer le interesa poco al varón. Así viene ocurriendo desde hace un cuadricenio y la razón de la ocurrencia es la creciente indiferenciación sexual. Los sexos están despolarizándose, se desdibujan, pierden la claridad de sus perfiles o contornos, tienden a la indeterminación, no son definidos ni concretos. La homosexualidad, la bisexualidad, la transexualidad, la metrosexualidad, el androginismo, el unisexismo, el travestismo, lo intersexual, lo fuera de orden, lo irregular, extravagante y extraño, todo lo que desdibuja e indetermina en materia sexual, todo esto es lo que hoy adquiere notoriedad.

.

Para que el hombre se interese de veras en la mujer, y la mujer en el hombre, tiene que haber dimorfismo sexual, o sea dos formas o dos aspectos anatómicos diferentes, uno para cada sexo, y la diferenciación psicológica correspondiente que permita conductas definidas y propias de cada sexo. No hay que ser muy culto ni perspicaz para comprobar que nuestra especie es cada vez menos dimorfa. Dícese dimorfa de la especia animal o vegetal cuyos individuos presentan de modo normal dos formas o aspectos notoriamente diferentes. En una época como la nuestra, tan entreverada sexualmente, el dimorfismo sexual está desvaneciéndose. No hay pues razón ninguna para sorprenderse de que el hombre se interese cada vez menos en la mujer. Además, hay otro hecho incontrovertible que favorece el desinterés masculino por la mujer. Me refiero a la escasez de hombres. Las mujeres saben muy bien que los hombres codiciables y apetecibles escasean y que por el contrario ellas abundan y en demasía. Este asunto lo ha expuesto con gracia y penetración Eugenia Benfield en su libro, muy recomendable, titulado ¡Quedan hombres! ¿Dónde están los míos? Según Benfield, actualmente es más fácil cazar un ornitorrinco australiano que conseguir un marido que valga la pena.

"UN CISNE DEGOLLADO"

LUNES 14 DE ABRIL DEL 2014 | 08:04 En nuestro fuero íntimo, en la dentrura de cualquier persona sentimental hay siempre un cisne degollado.

El ilustre polígrafo que fue Luis Alberto Sánchez, en conversación con Lorena Ausejo (ella lo cuenta en la página 208 de su libro Protagonistas); el doctor Sánchez le decía que cuando cumplió los trece años de su edad, ese mismo día, una hora después de haberlos cumplido, su madre moría en sus brazos; y él, sin advertir que ya había muerto, seguía reanimándola inútilmente. Luis Alberto Sánchez concluye este penoso recuerdo citando a Rubén Darío, en cuyo sentir “todos tenemos en el fondo un cisne degollado”.

La imagen rubendariana del cisne degollado la tengo por muy expresiva y es representación justa del dolor personalísimo o íntima pena. Un cisne al que le han cortado el cuello es un cisne que ha sufrido la decolación, como diría Manuel González Prada. (Decolación por degüello es arcaísmo.)

En nuestro fuero íntimo, en los adentros o en lo interior del ánimo (no hay que confundir el substantivo masculino plural adentros con el adverbio de lugar adentro); en mi coleto, o en tu coleto, o en su coleto, vale decir, en mis adentros, o en tus adentros, o en sus adentros; en nuestra dentrura, según la impecable expresión neológica de Cesira Alzamora; en la dentrura de cualquier persona sentimental, sensible y sensitiva (ésta es una tríada adjetival rubendariana), en lo recóndito de nuestro ser hay, pues, y siempre, un cisne degollado. Lo hay en el penetral, y sea esto dicho con voz cara a Honorio Delgado; o para manifestarlo con término eclesiástico, hay un cisne degollado en nuestro sanctasanctórum.

Movido por la decolación del cisne acudí a Pérez-Rioja y también a Mélida para ver lo que me decían acerca del simbolismo cisnesco. (El adjetivo cisnesco es tan admisible como principesco.) (José Ortega y Gasset, O.C., XII, 224, dice “la pluma cisniega”. Cisniego, ga, es adjetivo compuesto de cisne, con supresión de la vocal final, y el sufijo -iego. La apócope del nombre no es normal en esta clase de compuestos. Dícese por eso, verbigracia, mujeriego y solariego.)

El cisne estaba consagrado al dios de la música Apolo, porque se decía que moría cantando dulcemente. (La expresión canto del cisne significa última obra o actuación de alguien.) Apolo regresa de la región hiperbórea o muy septentrional, donde vivía el pueblo fabuloso de los hiperbóreos, en el extremo norte de mundo; regresa Apolo de esa región en un carro tirado por unos cisnes de vuelo infatigable.

"SOMOS PROTÉTICOS"

LUNES 21 DE ABRIL DEL 2014 | 07:28

Dícese prótesis de todo lo que sea una adición de nuestras y facultades. La más característica del ser humano es el arma.

Dícese prótesis de todo lo que sea una adición, extensión, agregación o ampliación de nuestros sentidos y facultades y de ciertas partes del soma femenino.

La prótesis más característica del ser humano, y también la más peligrosa y terrible, es el arma, vale decir, el instrumento o medio que nos permite atacar o defendernos. Hay armas ofensivas y defensivas, armas de fuego, armas nucleares, armas biológicas, en fin, cualquier cantidad de armas, de todas las clases y para todos los gustos. Se dice que el hombre descubrió las armas. Yo creo, juntamente con Ardrey, que fue al revés: las armas descubrieron al hombre, es decir, revelaron quién es verdaderamente el hombre: un asesino potencial, que para colmo y remate no es organizado y por eso el etólogo Tinbergen lo caracterizó certeramente llamándolo asesino desorganizado. Nuestra especie es protética. Jacques Derrida, deseoso de subrayar la artificiosidad del ser humano, decía que la nuestra era una naturaleza tecnoprotética (technoprothétique). Imaginárnosla sin prótesis, en general, y sin armas, en particular, es imposible. Freud ya lo había advertido y en consecuencia, y con gran propiedad, llamó al hombre “el dios de la prótesis”. Para Marshall McLuhan, es obvio el carácter totalitario de lo protético, o de las extensiones, como él decía. En efecto, cuando

lo

protético

se

esparce

por

todas

partes

en

una

sociedad,

entonces

la

penetra

y

satura.

La proteticidad que nos caracteriza tiene a mí ver el inconveniente principal de alejarnos de nosotros mismos. Piénsese tan sólo en la necesidad (tan promovida) de estar interconectados. El estarlo es un fenómeno de extraversión, un movimiento del ánimo que sale fuera de sí por medio de los sentidos. La proteticidad del ser humano es hoy pura alteración o alienación y el mentís más palmario del ensimismamiento. Hecho grave porque ningún otro animal, sólo nosotros, tiene un intus o intro, una interioridad o dentrura, una intimidad, un penetral o fuero interno. Bien decía por eso don José Ortega y Gasset que cuando el mono, en el zoológico, ya no tiene ningún estímulo que lo mueva, ni el ofrecimiento que le hacen los circunstantes de plátanos y maníes, ni las risas y comentarios de la gente que contempla y celebra sus monadas; cuando el mono ya no tiene estimulación ninguna, entonces comienza a dormitar y luego se duerme, porque el mono, carente de lo que se llama los adentros, o sea lo interior del ánimo, no puede introvertirse ni ensimismarse.

"NUESTRO REPERTORIO DE ESTUPIDECES"

LUNES 12 DE MAYO DEL 2014 | 08:17

No dejemos de advertir que en cualquier momento podemos proferir una estupidez o cometerla, advierte nuestro columnista.

Dice Antonio Cisneros lo siguiente en El Libro del Buen Salvaje: “Paso revista a mi repertorio habitual de estupideces. Las hay de toda laya, pero en el fondo son convencionales. Ninguna que desate las iras de los dioses o alguna maldición.” Efectivamente, todos tenemos un repertorio, mayor o menor, de estupideces. Seamos siempre conscientes de esa tenencia y no dejemos de advertir que en cualquier momento podemos proferir una estupidez o cometerla.

Alberto Moravia, cuando veinteañero, confiesa haber dicho –como tantos otros jóvenes– muchas estupideces, pero con la diferencia de que él se daba cuenta de que las decía. (Cf. Alberto Moravia, Mi Vida. En conversación con Alain Elkann. Madrid, Espasa-Calpe, 1991, 39.) “Todos los hombres –decía Mussolini– somos más o menos estúpidos. La cuestión es ser un estúpido ligero. ¡Dios nos libre de los estúpidos pesados!” Parece que Lincoln era un estúpido ligero. Dale Carnegie, en su biografía de Lincoln, cuenta al respecto un incidente digno de nota. Ello es que un legislador indujo al Presidente Abraham Lincoln a facilitarle una orden para el traslado de ciertos regimientos. Lincoln accedió a la petición y el legislador fue entonces al Ministerio de Guerra y mostró al Ministro Edwin McMasters Stanton la orden que había dado el Presidente. Stanton se negó de plano a acatarla.

.

“Señor Ministro –le dijo el legislador–, usted olvida que la orden emana del Presidente.” “Si el Presidente –replicó presto Stanton– ha dado semejante orden, entonces es un estúpido.” El legislador, no menos sorprendido que disgustado, se apropincuó inmediatamente al Presidente para noticiarlo de lo recién ocurrido, suponiendo que Lincoln se encolerizaría. Pero no, el encolerizamiento no se produjo y el Primer Mandatario, con un fulgor en los ojos manifestó firme y pausado lo siguiente: “Si Stanton dice que soy un estúpido, entonces debo de serlo, porque casi siempre tiene razón. Iré a visitarlo y veré personalmente de qué se trata.” Cumplió Lincoln lo anunciado y Stanton le demostró que la orden que había dado era errónea y que debía retirarla sin dilación. Y Lincoln, sin dilación, la retiró. Hay que ser grande para proceder así. Cualquier espíritu pequeño habría negado en esa oportunidad la comisión de la estupidez, de esa estupidez que Lincoln no negó y que antes bien reconoció abiertamente.

"FIDEL, GABO Y CASTILLA"

LUNES 19 DE MAYO DEL 2014 | 07:38

Nuestro columnista recuerda el día que Gabriel García Márquez aceptó una corrección de Fidel Castro.

En octubre del 2012 se cumplieron treinta años del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez. Con este motivo se celebraron en Colombia diversos actos conmemorativos del otorgamiento y además se publicaron en diarios y revistas suplementos especiales al respecto. Aquí tengo, precisamente, el que publicó el diario El Tiempo, de Bogotá. Entre los varios artículos que contiene, hay uno muy interesante de Fidel Castro, gran amigo de García Márquez.

Dice Fidel que cuando Gabo le envió el texto preliminar de su obra Del Amor y Otros Demonios, Fidel vio que en un pasaje había la mención de un hombre que se paseaba en un caballo de once meses . Entonces Fidel le dijo a Gabo: “Mira, Gabo, añádele dos o tres años más a ese caballo, porque uno de once meses es un potrico [potrillo].” Por esta observación atinada de Fidel, Gabo corrigió el desliz, y aunque no le agregó años al caballo, eliminó lo de los once meses, que desde luego era una pifia. Gabo aceptó, pues, la corrección propuesta por Fidel. Pero hay quienes no aceptan correcciones. Don Ramón Castilla no las aceptaba. José Gálvez, en el segundo tomo de sus Obras Completas, en las páginas 222 y 223, ha referido sobre el particular una anécdota. Castilla fue invitado un día a examinar a los alumnos del Seminario, es decir, a tomarles examen oral. Don Ramón asistió con su Gabinete y cuando se presentó el primer alumno, le pasaron la tabla, que así se llamaba entonces el programa, y Castilla, con entonada voz, preguntó: “A ver, alumno, dígame qué es la piscología.” El Ministro de Instrucción, que estaba sentado junto a Castilla, le dijo a media voz y muy alarmado: “Mi General, no es ‘piscología’, sino psicología, es una voz de origen griego.” A lo cual replicó Castilla y en voz alta:

a

“¿Psicología? Pero el Gobierno no está obligado a saber griego, yo no sé griego. De modo que le repito la pregunta al alumno:

´

¿Qué

es

piscología?´”.

. Tetamenta En lugar de decir, como los amantes de la galiparla, “senos”, digamos, como García Márquez, tetamenta, neologismo expresivo y gracioso que consta en la página 269 de El Amor en los Tiempos del Cólera, y también en la página 39 de Diatriba de Amor contra un Hombre Sentado.

.

Fidel Castro recusó este neologismo garcimaquezano porque no figura en el Diccionario de la Real Academia Española. Efectivamente, no figura, pero debiera. Es miembro de la misma familia a la que pertenecen astamenta, cornamenta, faldamenta, impedimenta, osamenta, palamenta, tormenta y vestimenta.

EXISTENCIA Y ESENCIA

LUNES 26 DE MAYO DEL 2014 | 07:19

El existencialismo de Sartre popularizó en la década de 1950, la fórmula según la cual la existencia precede a la esencia. El existencialismo de Jean-Paul Sartre popularizó, allá por la década de 1950, la fórmula según la cual la existencia precede a la esencia. Para el existencialismo, la piedra no existe. La piedra simplemente es y ya nada le es posible y justamente por eso no existe. Dios tampoco existe, porque es un ser que no tiene ninguna posibilidad que cumplir, habida cuenta de su perfección, eternidad e infinitud. Nada le falta y no necesita realizar ninguna posibilidad para colmarse. Es el ser cumplido y cabal por excelencia. El hombre está siempre in fieri, o sea en devenir, en formación y desarrollo, haciéndose; y para hacerse, existe. Dios no, precisamente por su misma perfección. A lo perfecto ya nada le es posible. A la piedra ya nada le es posible. A Dios tampoco. Pues bien: ni la piedra ni Dios existen, únicamente son. En cambio nosotros vamos siendo y des-siendo. Nuestra vida es el vaivén del ser y del des-ser. Lo creyó así, y con razón, don José Ortega y Gasset. Véase lo que dijo al respecto: “La vida está constantemente siendo y des-siendo, algo que nunca sólo es sino que siempre, además, des-es. La vida no debiera decirse que es, sino, precisamente, que vive.” (José Ortega y Gasset, O.C., XII, 202.) “La realidad radical que es la vida –decíamos– no es, sino que es y des-es; está pasando y aconteciendo, es un flujo continuo.” (236) “El hombre pasa y atraviesa por todas esas formas de ser; peregrino del ser, las va siendo y des-siendo, es decir, las va viviendo.” (237) Dueño Dícese dueño del que tiene dominio o señorío sobre persona o cosa. “En este sentido solía llamarse así también a la mujer; uso que aún se conserva en los requiebros amorosos, diciendo dueño mío, y no dueña mía.” (Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española. Decimonovena edición. Madrid, 1970, s.v. “Dueño, ña”.) Pero en los requiebros amorosos del Perú ya no se conserva dicho uso. Sabemos que lo hubo por el reproche que dirige Juan de Arona a “los que afectadamente dicen la dueño por la dueña, que por desgracia no son pocos”. (Melgar lo dice en su yaraví “Crueldad”, que con tanto acierto interpretan los Hermanos Portugal.) Y agrega el diccionarista que “si en lo antiguo era el nombre exclusivamente común de dos en masculino, aún en los clásicos del siglo XVII se escapa con frecuencia la dueña por la dueño”.

Y si hoy, dice Paz Soldán y Unanue, ya no es temible la ambigüedad “por haber desaparecido las dueñas quintañonas que vivían entre Alca y Hueta, no hay por qué rehuir la terminación femenina”. (Juan de Arona, Diccionario de Peruanismos. Lima, Ediciones Peisa, 1975, I, s.v. “Dueño”.)

EL EMPUJÓN PÉLVICO EN EL COITO

LUNES 02 DE JUNIO DEL 2014 | 07:42

El empujón pélvico en el coito es privativo del varón. En la mujer no es connatural y ésta tiene que aprenderlo. En una conferencia que ofrecí en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú, titulada “Naturaleza y artificialeza en el ser humano”, mencioné veintidós conductas humanas de carácter innato; es decir, conductas con las que uno nace y que son, por decirlo así, de fábrica; modos de comportarnos que nos son connaturales, consubstanciales e inherentes. Por ejemplo, el empujón pélvico en el coito, que es privativo del varón. En la mujer no es connatural y ésta tiene que aprenderlo. En el varón tenía que ser connatural por la finalidad que lleva consigo: la de posibilitar la introducción del miembro. Si el varón no empujara, si no hiciera presión, entonces no introduciría su pene. La teleología del empujón pélvico es evidente. Telos, en griego, significa propósito definido o finalidad patente de una cosa. No era necesario, por lo que concierne a la mecánica copulatoria, que la mujer empujara para ser penetrada por el varón. Por eso la naturaleza sólo programó el empujón pélvico masculino. Sin embargo, la cultura o artificialeza consideró, y con razón, que si la mujer empujara también la pelvis, no sólo facilitaría la penetración, sino que haría más disfrutable la conjunción peneano-vaginal. Pero la pudibundez y la moralina no dejaron que prosperaran en el coito los movimientos y meneos femeninos. Las más de las mujeres dejaron, pues, de moverse mientras copulaban. Los reaccionarios y antisexuales de siempre habían decretado que sólo las putas o las llamadas ninfómanas se movían durante la copulación. A esto, que ya era de suyo lamentable, vino a sumarse la eyaculación precoz, que es lamentabilísima. En efecto, la mujer no sólo debía permanecer quieta por modestia y recato o por cualquier otra razón o sinrazón, sino que aun cuando quisiera moverse y aun cuando en principio se lo permitiese su pareja, no resultaba conveniente que lo hiciera, porque generalmente su compañero sufría de eyaculación precoz y en consecuencia cualquier movimiento femenino, el más leve meneo durante la cópula, intensificaría la precocidad eyaculatoria del varón. Entonces la mujer, mal de su grado y resignadamente, dejó de moverse. Y el eyaculador precoz siguió durando uno o dos minutos (lo cual es deplorable pero al menos es algo) y se libró de durar tan sólo diez o quince segundos, como evidentemente duraría si hubiese meneo femenino.

LA CACOSMIA

LUNES 07 DE JULIO DEL 2014 | 07:10

La cacosmia es la perversión del sentido del olfato en cuya virtud resultan agradables los olores repugnantes. En el siglo XVI, en España, era tal el hedor de las calles, por el amontonamiento de basura, que la gente distinguida, la gente de viso y alcurnia iba por ellas oliendo una bota o borracha de ámbar, esto es, un odre con perfume delicado. Júzguese si no sería elegante y refinado semejante uso, que el secretario de Felipe II, Antonio Pérez, no supo regalar cosa mejor a quienes le protegieron durante su destierro. En París, durante los siglos XVIII y XIX, el enmierdamiento callejero era impresionante. Hasta tal punto que el doctor Moreau llega a decir que había tanta mierda en el suelo, que éste ya no se veía. (Cf. A. Corbin, El Perfume o el Miasma, 130, n. 13.) Y según Eberhard Rathgeb, en la capital del Imperio Alemán, en la década de 1870, el enmierdamiento callejero y la consiguiente pestilencia era lo normal. Lo curioso, en el caso de la España quinientista, es que la hediondez callejera no disgustaba al pueblo, el cual se había acostumbrado tanto a la inmundicia, que protestó vivamente cuando se limpiaron las calles. La razón de ello es una perversión que en jerga médica se conoce con el nombre de cacosmia. Esta voz procede del griego kakós, malo, y osmé, olor. La cacosmia es la perversión del sentido del olfato en cuya virtud resultan agradables los olores repugnantes o fétidos. A un enfermo de cacosmia, a un cacósmico, le parece fragante lo pestilente y bienoliente y hasta delicioso lo excrementicio. Enrique IV de Castilla, monarca del siglo XV, padecía de cacosmia y por eso “amaba la pestilencia”, como dice su biógrafo Gregorio Marañón. Y el gran historiador Jules Michelet se deleitaba con el olor pestífero de las heces fecales. (En Francia se llegó a creer, en el siglo XIX, y no era creencia popular, sino de médicos y académicos, que el abuso de los perfumes, amén de ocasionar la histeria, la hipocondría y la melancolía, ocasionaba también la parosmia o alucinación olfatoria o percepción de olores inexistentes, y además la cacosmia, por cuya causa se percibían como buenos los malos olores. (Cf. Alain Corbin, El Perfume o el Miasma, 202.) El hombre es el animal que defiende esforzadamente la basura y entre todos los animales que gustan de ella es el campeón, el que la consume y difunde con más ahínco y entusiasmo. Unamuno decía que el hombre es el “animal guardamuertos”. Y es cierto. Pero yo agregaría que además es el animal embasurante y basuralizante por excelencia. Es un ser basuralicio. La basura lo atrae irresistiblemente y él se complace en ella con delectación y hasta con frenesí.

CONFLICTIVIDAD PARENTAL-FILIAL

LUNES 28 DE JULIO DEL 2014 | 06:32

Marco Aurelio Denegri escribe sobre el estudio de los problemas y conflictos entre padres e hijos.

La conflictividad parental-filial es tema reciente, un asunto tan nuevo como el de la tríada amor-sexo-matrimonio; es decir, no tiene más de cincuenta años. En 1931 se publicó el Manual de Psicología del Niño, compilado por Carl Murchison; es una obra muy completa, que tiene alrededor de 1200 páginas y que reúne a los mejores especialistas en la niñez. Sin embargo, no hay una sola contribución que trate de los problemas y conflictos entre padres e hijos. Veinte años después, aproximadamente, se publicó el Manual de Psicología Infantil, compilado por Leonard Carmichael; 2 tomos, 1400 páginas, los mejores especialistas, pero ni un solo artículo sobre los conflictos entre padres e hijos. En 1954 se publica el libro de Arthur Jersild, Psicología del Niño. Jersild es uno de los mayores especialistas en psicología infantil; pero de las seiscientas y pico de páginas que tiene su libro, hay una sola, y ni siquiera completa, en la que el autor se ocupa de lo que él llama “Actitud de los padres frente a las faltas e inconvenientes de los hijos”. En el Diccionario de Pedagogía, dirigido y prologado por Víctor García Hoz y publicado en 1964, en dos tomos, la conflictividad parental-filial es tratada someramente en el artículo titulado “Conflicto” y en el artículo titulado “Pedagogía ambiental”. Si uno junta estos dos artículos, entonces llena 2 páginas. ¡Dos únicas páginas en un libro que tiene 900 páginas! El doctor Fernando Silva Santisteban me decía que el tema del racismo comenzó a plantearse en serio a mediados de la década de 1960. Creo que lo mismo se podría decir de la conflictividad parental-filial. Es un tema reciente. Antipatía parental-filial Considerando que la elección de pareja es generalmente un error y que la incompatibilidad de la pareja casada es por lo tanto inevitable, resultaría asombroso o por lo menos desconcertante que en una situación tan impropicia la compatibilidad de los progenitores y la prole sea la regla y la simpatía lo reinante. Lo normal, aunque desde luego con diferentes grados de patencia, es la antipatía y la incompatibilidad. No es infrecuente que los padres, ad initium, antipaticen con el hijo, ni que éste, más adelante, antipatice con sus progenitores. Esta antipatía, tanto la parental cuanto la filial, es espontánea y natural, no una antipatía causada por ofensas ni por lo que se llama, afrancesadamente, “inconducta”, ni tampoco porque sean enfermos los padres ni anormales los hijos. No, nada de eso. Sencillamente, no se pasan o no se tragan; y esta impasabilidad o intragabilidad ocurrió desde el principio, y no pudieron evitarlo.

NUESTRA CULTURA Y EL AMOR

LUNES 04 DE AGOSTO DEL 2014 | 06:29

Nuestra cultura concede gran importancia al amor, pero en otras se considera lamentable esa historia del fuego de la pasión. Nuestra cultura concede extraordinaria importancia al amor, sobre todo al amor turbulento y paroxismal; y en este sentido nuestra cultura es atípica. En otras culturas se considera lamentable toda esa historia del fuego de la pasión y las uniones emocionales violentas. Bien dice el antropólogo Linton que el enamorado romántico de nuestros días nos recuerda inmediatamente al héroe de las antiguas epopeyas árabes, que es siempre un epiléptico. Esta insistencia en el amor-pasión parece ser un intento por volver a introducir en la civilización cristiana las técnicas arcaicas del éxtasis. Por otra parte, el rock y sus conciertos multitudinarios tienen igual propósito, ya que propician el trance y el vuelo. El amor-pasión, según Rosa Montero, es en primer lugar enajenante y en segundo lugar es una especie de ensueño que se deteriora en contacto con la realidad, y finalmente tiene vocación de fracaso: siempre se frustra y nunca se cumple. Cuando el amor es vínculo o atadura, pierden los amantes autonomía, o sea libertad para disponer de sí mismos. Pierden también privacidad. Hace veintidós siglos que Propercio lo había advertido y dijo por eso: “Basta amar para dejar de ser libre.” Autoestima La recientes del término autoestima es notoria y la Academia solamente lo incluyó en su Diccionario en la última edición de éste publicada en el 2001. La definición académica de autoestima es como sigue: “Valoración generalmente positiva de sí mismo.” La Academia no advierte que en esta definición el adverbio generalmente está de más, porque si ocasionalmente uno no se estima, si a veces uno se desestima, esas veces de desestimación no son por cierto muestras de autoestima. El desliz académico recién indicado tiene la patencia de un axioma. El Pequeño Larousse Ilustrado define mejor la autoestima. Dice así: “Aprecio, consideración o estima que tiene una persona por sí misma.” Según la Academia, el exceso de autoestima se llama ego. Sin embargo, en este sentido, lo normal es que el hablante califique el substantivo ego y diga por ejemplo, “Fulano tiene mucho ego” o “un gran ego”, y no simplemente “Fulano tiene ego”. El uso ha impuesto en este caso y fundadamente la calificación para realzar el crecimiento desmedido del ego y el consiguiente exceso de autoestima, exceso que origina tres males: el egoísmo, el egocentrismo y la egolatría. El más importante es el egoísmo o amor excesivo e inmoderado que uno mismo se profesa y que hace que atendamos desmedidamente a nuestros propios intereses, sin cuidarnos de los intereses de los demás.

HOTELARIO

LUNES 11 DE AGOSTO DEL 2014 | 07:47

Pese a que algunos crean lo contrario, "recinto hotelario" es una expresión correcta. El otro día, en un programa de televisión, el conductor del espacio censuró la expresión “recinto hotelario”, por juzgarla incorrecta. No concuerdo con semejante apreciación, sino al contrario, discuerdo de ella. (A propósito de los verbos concordar y discordar, noten que el régimen, en cada caso, o sea la preposición que en cada caso pide el verbo, es distinta. En efecto, uno concuerda con, pero uno discuerda de.) El sufijo -ario, en los adjetivos, significa pertenencia. Disciplinario es lo relativo o perteneciente a la disciplina. Fraccionario, lo relativo o perteneciente a la fracción. Hotelario, lo relativo o perteneciente al hotel; recinto hotelario es el recinto perteneciente al hotel, el recinto del hotel. Recinto hotelario es, pues, una expresión correcta. El sufijo -ario, en los substantivos, significa oficio o profesión (bibliotecario, boticario); significa también persona a quien se da algo (beneficiario, mandatario); y por último significa lugar o sitio: osario, acuario, campanario, descansario (neologismo de Andrés Valdivia), nostalgiario (neologismo de Max Silva Tuesta) y solucionario (nombre de una antigua sección del diario La República). He mencionado la palabra mandatario. Dícese Primer Mandatario del Presidente de la República. Manuel Candamo fue electo Presidente de la República del Perú en 1903, y según nos lo recuerda el doctor Manuel Guillermo Ramírez y Berríos, en la página 55 de su libro Cartas Abiertas, Manuel Candamo solía decir: “Soy el jefe, luego, debo obedecer.” ¡Claro! Porque el Presidente de la República es el Primer Mandatario, no el Primer Mandante. Es el Primer Mandatario, es decir, el titular de un mandato político. El mandante es el Pueblo. El Primer Mandatario debe, por consiguiente, obedecer, como bien decía Candamo. Ejecución de un robo Domingo

Faustino

. Sarmiento

(1811-1888),

en

su

obra

maestra

Facundo,

dice

lo

siguiente:

“Un robo se ha ejecutado durante la noche; […].” Hoy diríamos que durante la noche el robo se ha producido o consumado, pero no que se ha ejecutado, aunque hablar de la ejecución de un robo es correctísimo. Sin embargo, y por razones a veces indiscernibles, el uso privilegia ciertas voces y desfavorece otras. Por ejemplo, ha desfavorecido el antónimo de insólito y por eso nadie dice sólito o casi nadie (yo sí lo digo), a pesar de que este adjetivo está en el DRAE.

LA CAPACIDAD DE AMAR

LUNES 18 DE AGOSTO DEL 2014 | 07:20

"Enamorarse, según Ortega y Gasset, es un talento maravilloso de unos cuantos seres humanos", señala nuestro columnista.

El historiador Pablo Macera dice que el tamaño y la promesa de una historia cualquiera dependen siempre de nuestro propio tamaño. Esta observación perspicaz y que a mí me gusta repetir se aplica muy bien a la capacidad de amar, capacidad desigualmente distribuida y que debe ser fomentada sin intermisión para que se acreciente. En la mayor parte de las personas, la capacidad de amar es, en el mejor de los casos, una semicapacidad, y en el peor de los casos, una capacidad insignificante, o sea pequeña y despreciable, lo cual no tiene por qué sorprender, ya que la mayoría de la gente se caracteriza por su insignificancia. Recuerdo a este propósito que José Ortega y Gasset decía, y sin pecar de extravagante, que el amor, contrariamente a lo que suponen los intonsos, es un hecho poco frecuente y un sentimiento privativo de algunas personas. Enamorarse, según Ortega y Gasset, es un talento maravilloso de unos cuantos seres humanos; como el don de hacer versos, como el espíritu de sacrificio, como la inspiración melódica. Muy pocos pueden ser amantes y muy pocos amados. Con lo recién expuesto quiero denotar el hecho incontrovertible de que los seres humanos son, en su mayoría, indigentes. Y por indigencia no debe entenderse, naturalmente, en este caso, carencia de recursos económicos. A lo que yo me refiero es al ser humano carente de contenido, que no tiene intereses, ni inquietudes, ni valores, ni desarrollo. El indigente no piensa, ni reflexiona, ni tampoco sabe lo que son los problemas teóricos. El indigente vive o sobrevive, pero no se pregunta ni se cuestiona, ni es capaz por supuesto de ensimismarse. Estamos, pues, los que pensamos, rodeados de gente que no piensa. Tenemos, cuando nos relacionamos, la posibilidad de habérnoslas con la indigencia y los indigentes. El amor no es desligable de la personalidad, es una función de ésta, y debe ser practicado y acrecentado diariamente y siempre. El amor depende del desarrollo integral de la persona; pero si ésta se ha desarrollado escasamente, entonces su amor será como su escaso desarrollo. El comediógrafo latino Terencio decía: “Cuando no se puede lo que se quiere, hay que querer lo que se puede.” Siglos después repitió esta sentencia terenciana Leonardo y, posteriormente, y a su modo, Rousseau, cuando dijo: “El hombre verdaderamente libre sólo quiere lo que puede y hace lo que le conviene.” Cuando de lo que se trata es del amor, lo antedicho es fraseable como sigue: Uno ama, no lo que quiere, sino lo que puede, y cuando puede, y como puede.

PRIMACÍA DE LA TRISTEZA

LUNES 25 DE AGOSTO DEL 2014 | 07:37

“Nietzsche decía, y con razón, que es más fácil compartir las penas que las alegrías de los demás.” En nuestro idioma, hay trescientos y pico de vocablos concernientes a la necedad, pero los que conciernen a la sabiduría ni siquiera llegan a diez. Los que se refieren a la tristeza son veintisiete, pero apenas hay diez referentes a la alegría. Detengámonos en este último asunto y desarrollémoslo hasta donde el espacio nos lo permita. La alegría es un sentimiento de placer originado generalmente por una viva satisfacción y que suele manifestarse con signos exteriores. La alegría es un sentimiento grato y vivo, un sentimiento de complacencia. La alegría equivale a contento, gozo, satisfacción, agrado, buen humor, regocijo, esparcimiento y jovialidad. Cuando la alegría es intensa y ostensible se llama júbilo. Nietzsche decía, y con razón, que es más fácil compartir las penas que las alegrías de los demás. Creo que esto se debe a que el mundo es, según reza la expresión proverbial, un valle de lágrimas. No podría ser un valle de alegría por las muchas penalidades que se pasan en él. Bien dice Savater que la insatisfacción es la reacción humana más general y espontánea respecto a lo que en cada momento histórico constituye el presente de los hombres. Y agrega el filósofo español que cualquier intento de elogiar el mundo suele resultar patéticamente frágil y sobre todo frívolo. La realidad carece de virtudes, es desalmada, o como dice Savater, “no tiene corazón”. Es cruel y despiadada, dolorosa cuando quita y tacaña cuando concede. Sentirse contento con una realidad así es llana imposibilidad. Pablo Macera ha dicho que en el Perú lo normal es sentirse mal y que la salud es una forma de adaptación incorrecta. “Quien se siente feliz en el Perú –afirma Macera– es un miserable; definitivamente; ni siquiera un tonto.” A juicio de Fernando Savater, no hay nada en la vida que sea causa de alegría para nadie; pero así mismo nada es obstáculo definitivo para la alegría. Hay algunas personas, no muchas, que han resuelto decir ¡sí! a la vida y proclamar a los cuatro vientos su alegría de vivir. La suya no es una alegría accesoria y ocasional, sino entrañable, consubstancial y permanente. Lo cual resulta notorio y notable en un país como éste, tan deprimido y melancólico. Federico More decía que aquí en el Perú, para llevar talento se necesita permiso, como para portar armas. Y dígase lo propio de la alegría. Aquí el talento y la alegría, y con cuanto mayor razón la felicidad y naturalmente el placer, causan recelo y rechazo. Quienes lo nieguen, revelan con su negativa que confunden lastimosamente lo espurio con lo auténtico.

EL DIABLO

LUNES 15 DE SEPTIEMBRE DEL 2014 | 07:07

Nuestro columnista escribe sobre la apariencia y vida sexual del Diablo medieval. El Diablo medieval es la manifestación sincrética de varias fuentes extracristianas. El cuerpo cabruno, las pezuñas hendidas y la cola, todo esto lo heredó el Diablo del dios griego Pan y de los duendes germanos del bosque y de la cabra sagrada consagrada a Thor, que es el dios guerrero escandinavo . De Thor heredó también la barba roja y el mal olor, que a su vez, como se sabe, es atributo caprino. Además, tenía naturalmente cuernos, y, cosa curiosa, cojeaba, minusvalía que, según entiendo, se la endilgaron para rebajarlo. El Diablo era generalmente negro y los sacrificios y ofrendas que se le tributaban debían ser también de ese color. Nicolás Remy, demonólogo importante del siglo XVI, manifiesta que la razón de la negrura diablesca es el antiquísimo parentesco del negro con el mal. De acuerdo con el testimonio de algunas brujas, el diablo tenía dos penes. Otras aseguran que tenía tres. Cuando tenía dos, metía uno por la vagina y el otro por el ano en el recto; y cuando tenía tres, metía el tercero por la boca de la copulanda. Los penes diabólicos eran serpentiformes, puntiagudos, sinuosos, flexibles y culebreaban. Estaban cubiertos de escamas y erizados de púas. Podían ser de naturaleza córnea y también carniférreos, esto es, semicarnosos y semiférreos a un tiempo. Respecto al tamaño, los estimados varían. Algunas mujeres consideraban gigantesco el miembro luciferino, detallando que era ni más ni menos que como un brazo. Otras decían que el instrumento satánico era más bien pequeño. Pero en lo que sí había concordancia era en el carácter gélido de la verga demoníaca. Los brujos decían que las vaginas de los súcubos eran también heladas. Dicho sea de paso, súcubo es el demonio que tiene comercio carnal con un varón bajo la apariencia de mujer; y se dice íncubo del demonio que tiene comercio carnal con una mujer bajo la apariencia de varón. El Diablo carecía de testículos y no producía semen. Sin embargo, eyaculaba en la copulación. El semen lo conseguía de varias maneras; por ejemplo, cuando en la unión coital era súcubo, o cuando aprovechaba el semen que desaprovechaban los masturbadores y los practicantes del coitus interruptus. Recogía igualmente el semen desperdiciado en las emisiones involuntarias nocturnas, mal llamadas “poluciones nocturnas”. El coito con el Diablo era muy doloroso y casi todas las mujeres están de acuerdo al respecto. Sin embargo, pese al dolor, a veces inmenso, los acoplamientos con el Diablo no dejaban de producirse, lo cual resulta indicativo de que el dolor, antes que disuasivo, era aliciente.

EL ORGASMO Y OCCIDENTE

LUNES 22 DE SEPTIEMBRE DEL 2014 | 08:02

Hoy asistimos a una despotenciación sexual masculina y a una despotenciación sexual femenina El título que acaba de leerse es el mismo del libro de Robert Muchembled, publicado por el Fondo de Cultura Económica; una obra extensa que comprende quinientos años de historia sexual. Los párrafos son larguísimos y densos y dificultan considerablemente la lectura. No tuve que perder mucho tiempo para comprobar que Muchembled cojea. Por ejemplo, en el sexto capítulo, titulado “La era del placer (de 1960 a nuestros días)”, se ocupa de los Informes Kinsey, que no se publicaron en la década de 1960, sino en las dos décadas anteriores, en 1948 y en 1953. Muchembled no aquilata la expectativa y conmoción que produjeron los Informes Kinsey. Fue una espera curiosa y tensa, la espera anhelante de un acontecimiento que interesaba muchísimo. Se iba a saber, en efecto, lo que nunca se había sabido científicamente: cómo se comportaban sexualmente los norteamericanos. Lo que Muchembled no advierte es que la sexualidad que revelaron los Informes Kinsey tenía una vitalidad y una fuerza que la sexualidad actual no tiene. Hoy afligen a la humanidad siete plagas, pero en la época de los Informes Kinsey sólo había una y en sus inicios: la superpoblación o explosición demográfica. Las otras comenzaron a manifestarse a partir de la década de 1970 y la última es el aumento de las enfermedades. En la década de 1950, Erich Fromm decía que el verdadero problema de la salud mental no era por qué enloquecen y se neurotizan algunas personas, sino por qué la mayor parte de las personas no enloquece ni se neurotiza. Hoy ya no se puede decir eso. Hace sesenta años se pudo decir porque aún había un quantum importante de sanidad, una cuantía significativa. Ahora no la hay. Lo que hay ahora, según la Organización Mundial de la Salud, es un aumento general de todas las enfermedades, no sólo de las orgánicas, también de las mentales, o sea que mentalmente estamos más desquiciados que nunca. ¿Qué sanidad sexual puede haber en una sociedad así y con gente tan venida a menos? Hoy asistimos a una despotenciación sexual masculina y a una despotenciación sexual femenina. Hoy los hombres y las mujeres no son sexualmente más potentes, sino menos. El sexo no puede competir con la droga, y hoy la droga reina soberana . El sexo no puede competir con el alcohol, y hoy el alcohol reina soberano. Desde mediados de la década de 1980 las mujeres toman tanto como los hombres, o más que los hombres. Una de las consecuencias de ello es que lubrican menos. Otra consecuencia es que hay cada vez menos multiorgásmicas y menos féminas con un Punto G operativo y respondón.

EL ENCIERRO DE DON MANUEL

LUNES 29 DE SEPTIEMBRE DEL 2014 | 07:14

Cuando los chilenos ocuparon Lima, Manuel González Prada se encerró en su casa dos años, nueves meses y seis días. Cuando los chilenos ocuparon Lima, Manuel González Prada se encerró en su casa y estuvo encerrado casi tres años, o para decirlo precisamente, dos años, nueve meses y seis días. Declaró que lo hacía porque “no quería ver la figura insolente de los vencedores”. (Véase al respecto el cuarto capítulo del libro de Zanutelli, La Saga de los González Prada.) Manuel Zanutelli Rosas critica ese encierro y debemos reconocer que su crítica es fundada y oportuna. Sin embargo, ¿por qué no citó Zanutelli la nota 17 de las “Impresiones de un reservista”? La nota 17 es una verdadera confesión de don Manuel y suficientemente explicativa de su actitud. Dice así: “Vanidad, ineptitud y cobardía.” A confesión de parte, relevo de prueba. También se podría aducir, para explicar la actitud de don Manuel, la siguiente cita de Federico More: “González Prada no actuó nunca: tenía miedo de que la acción lo pervirtiese. A pesar de ser tan artista, ignoró la belleza del pecado y sobre todo la belleza del peligro, de ese peligro que siempre nos rodea y nunca nos devora y que, por intempestivo y misterioso, es elemento artístico superior y estímulo vital de los primeros. González Prada se pasó la vida clamando contra la canalla. Jamás entró al templo donde los mercaderes trafican. Poeta empeñado en actuar de caudillo, desde la torre de marfil, atalaya olímpica que no sirve ni de palenque ni de tribuna.” ([F.M.], Andanzas de Federico More, 89.) La reclusión voluntaria y prácticamente trienal de González Prada demuestra la equivocación de figurárnoslo enorme en todo. Fue cumbre, sí, pero también llanura. Fue espíritu selecto, pero la vida nunca es selecta. Y él lo sabía perfectamente. Dice Zanutelli, caracterizando a González Prada, que “más allá del escritor brillante, del pensador luminoso y del poeta, hubo un González Prada común y corriente, en conflicto consigo mismo”. (Zanutelli, o.c., [39].) Efectivamente, Zanutelli ha dado en el clavo: hubo un González Prada así, o mejor dicho, hubo varios. Y el primero que lo sabía era el propio don Manuel. En un texto concerniente a la identidad del individuo, se pregunta si existe la identidad individual, y dice: “¿Identidad del individuo? Quimera: no poseemos un alma única, sino una serie de almas; no somos un hombre idéntico, sino muchos hombres sucesivos. En lo profundo de nuestro ser hemos visto nacer y morir muchas personalidades, todos representamos una larga cadena de individuos diversos y aun contradictorios.”

Esta cita es de suyo elocuente y me exime de todo comentario.

"WILSON Y CAMUS"

LUNES 20 DE OCTUBRE DEL 2014 | 07:29

"Wilson es un pensador científico y Camus un pensador radical y subversivo y proponente de una filosofía del absurdo.” El sociobiólogo norteamericano Edward Osborne Wilson manifiesta lo siguiente al comenzar el primer capítulo de su extenso libro de setecientas páginas titulado Sociobiología: la Nueva Síntesis: “Dijo Camus que la única cuestión seria es el suicidio. Esto es un error, incluso en el sentido estricto en que fue dicho. “El biólogo interesado en problemas de fisiología e historia de la evolución, advierte que el conocimiento de uno mismo depende de los centros emocionales situados en el hipotálamo y el sistema límbico. De modo que lo que nos vemos obligados a preguntar es qué originó los sistemas hipotalámico y límbico. La respuesta es que evolucionaron por selección natural. “La propia existencia, o el suicidio que la concluye, no constituyen el problema central de la filosofía. El complejo hipotalámico-límbico niega automáticamente dicha reducción lógica, contrarrestándola con sentimientos de culpabilidad y altruismo. En este sentido, los centros de control emocional del cerebro son más inteligentes que su consciente ‘solipsista’, pues ‘saben’ que en el tiempo evolutivo el organismo individual cuenta muy poco.” El célebre escritor francés Albert Camus dijo, efectivamente, en El Mito de Sísifo, lo siguiente: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las otras preguntas, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o diez categorías, vienen después.” La posición de Wilson me parece en este caso deleznable porque equivale a practicar un reduccionismo biológico en cuya virtud el mundo de los valores, la filosofía, la ética y la religión se explican por el hipotálamo y el sistema límbico. Jamás habríamos podido tener las Cuatro Nobles Verdades del budismo si Buda hubiese carecido de un cerebro emocional. Felizmente, lo tuvo. Pero, evolutivamente, las Cuatro Nobles Verdades no cuentan. Lo que cuenta es el hipotálamo y el sistema límbico. Si Camus hubiese conocido semejante planteamiento, entonces se habría reído, y con razón. Wilson es un pensador científico y Camus un pensador radical y subversivo y además proponente de una filosofía del absurdo. Que un sociobiólogo como Wilson quiera enmendarle la plana aduciendo argumentos científicos es tan disparatado como imaginarse a Camus reprochándole a Wilson no tener una filosofía del absurdo.