Maldiciones, Acerca de Las Nov74 - H. Spencer Lewis, F.R.C.

Acerca de las Maldiciones Por El Dr. H. Spencer Lewis, F.R.C. En toda la antigua literatura esotérica o espiritual, hay

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Acerca de las Maldiciones Por El Dr. H. Spencer Lewis, F.R.C. En toda la antigua literatura esotérica o espiritual, hay dos rasgos interesantes que continuamente recuerdan al investigador que se ha eliminado de nuestra educación actual un vasto campo de conocimientos muy popular en la antigüedad, o que algún error de principios antiguos de misticismo se ha eliminado completamente y se ha reemplazado por una comprensión mejor de esos principios. Estos dos grandes rasgos son los de los encantamientos y la pronunciación de maldiciones eternas. Ambas cosas están muy relacionadas y se las encuentra relatadas en muchos sitios y en muchos incidentes del pasado, y verdaderamente en un sentido fundamental, ambas están relacionadas en sus principios místicos. Tal vez el origen y la práctica de la pronunciación de maldiciones contra otros es más interesante, y podemos beneficiarnos mucho si nos entregamos a considerar este asunto. A medida que leemos la literatura sagrada de los cristianos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos muchas explicaciones que indican que entre los judíos, y probablemente entre todas las otras razas, la pronunciación de una maldición contra un individuo o un grupo de individuos, o una secta, raza o nación, era cosa muy generalizada. En las antiguas creencias de los siglos anteriores a la Era Cristiana, ha debido ser muy común entre los pocos ilustrados y entre los ligeramente instruidos, el hecho de lanzar una maldición contra otra persona o grupos de personas, por cualquier razón. Es indudable que aquellas personas tenían gran fe en las maldiciones que lanzaban. Leemos también en antiguos escritos que muy a menudo las maldiciones provocaban estados extraños. Leemos, por ejemplo, que una persona disgustada con otra decía: "Te convertirás en sal"; otra decía: "Te convertirás en nube, te elevarás en el aire y desaparecerás"; otra decía: "Sufrirás dolor en el estómago y te arrastrarás por la tierra durante el resto de tus días en agonía perpetua". Muchas veces la maldición incluía la transformación de la persona en diversos animales, especialmente los que eran comúnmente odiados o despreciados, y nunca en ningún animal que se tuviera por sagrado. Toda clase de enfermedades estaban incluidas en estas maldiciones. Tal vez la más popular era la de desear el mal de ojo contra la persona odiada. Junto con la creencia en las maldiciones había otra que se refería a condiciones buenas y cambios benéficos que podían acontecer a otras personas. Muchas narraciones de aquellos tiempos se refieren a estados de magia blanca, en vez de estados de magia negra. Si alguien nos daba una buena noticia o nos prestaba un servicio extraordinario en algún tiempo difícil, la persona beneficiada decía a la otra: "Que tengas siempre la juventud"; otra decía: "Que se cumplan todos tus deseos"; otra más diría: "Que tengas hijos gemelos que te sirvan bien". A pesar de que en aquellos días llenos de pobrezas, era difícil mantener a una familia, o difícil para una familia pobre criar muchos hijos, no se consideraba como un mal el desear gemelos a otras personas, porque tan pronto como los hijos podían caminar, o mantenerse rectos, se les ponía a trabajar y a ganarse la vida, o por lo menos ayudaban a obtener alimentos y agua para la familia. Por lo tanto, los hijos eran valiosos, especialmente para el padre. En muchos casos, el hijo se comparaba a un camello o a alguna bestia de carga que podía servir de manera material. Guerras mentales

Junto con la idea de las maldiciones individuales que fácilmente se lanzaban contra quienes eran responsables de algún dolor, padecimiento o incomodidad, se desarrolló naturalmente la idea de que una maldición semejante podía lanzarse contra un grupo de personas, una nación, una secta o una tribu. Muchos ejércitos fueron maldecidos por aquellos a quienes perseguían. Cuando los asirios atacaban a los egipcios, los egipcios se escondían en las tumbas y en los templos, por la noche, y esperaban la hora de la medianoche, y entonces cantando al unísono pronunciaban encantamientos e incluían maldiciones contra el ejército asirio. La historia nos cuenta que el ejército asirio, después de haber luchado durante muchas semanas para aproximarse a cierta parte de Egipto, hizo alto por la noche a la orilla del desierto, antes de hacer su entrada final al Valle del Nilo y tomar posesión de las valiosas tierras que estaban al otro lado del río. En el valle que iba a ocuparse, los egipcios se reunieron a la medianoche y rezaron a sus diversos dioses pidiéndoles que cayera una maldición sobre el ejército asirio. La maldición era que caminaran en la obscuridad de la noche, en vez de a la luz del día. Fue una maldición muy extraña, y a juzgar por todas las narraciones que de ella tenemos, parece que fue la primera y única vez que se la empleó, pero a causa de su aparente resultado, es extraño que no se la empleara más menudo en las guerras que siguieron. Los anales dicen que varias horas después de estas oraciones y de las maldiciones contra el ejército asirio, el ejército se puso en pie, abandonando su sueño junto al desierto, y comenzó a marchar, creyendo que iba hacia el Nilo, hacia la victoria, pero en vez de esto el ejército se equivocó en las tinieblas de la noche y se alejó hacia el punto de partida. Ese ejército se perdió en el desierto, frente a una terrible tempestad de arena que borró todas las huellas y marcas, y jamás se volvió a tener noticia de toda aquella tropa. Sea como fuere, podemos presumir que es cierto que el ejército esperado no llegó debido a alguna causa extraña, y vemos claramente que este incidente estimuló el empleo de las maldiciones. Precauciones No siempre se lanzaban maldiciones contra quienes habían cometido algún mal o estaban a punto de hacerlo. A menudo las maldiciones se referían al futuro y se relacionaban con gentes y condiciones muy distantes del presente, y hasta desconocidas para quienes pronunciaban las maldiciones. Era común que las personas maldijeran con respecto a contingencias futuras, más o menos como los hombres y las mujeres de hoy expresan su voluntad en los testamentos, acerca de lo que se debe hacer en el futuro, cuando suceda su tránsito. Hay escritos antiguos en los que personas que sospechaban que pudiera no cuidarse bien sus cuerpos después de la muerte, y que sus bienes materiales se emplearan para propósitos egoístas, en vez de construirse una tumba escribían en la piedra de la entrada de sus humildes cabañas una maldición como ésta: "Cuando yo muera, que los perros devoren las entrañas de quienes me roben mis cosas materiales y de quien deje de proporcionarme protección y una tumba adecuada". Otra de estas catástrofes fue ordenada de este modo: “Que la fiebre y los fuegos de la enfermedad consuman el cuerpo de aquel que deje de emplear mi oro para la distribución adecuada de mis tesoros y que deje de atender debidamente a mi cuerpo cuando yo perezca”. ¿Nos sorprenderemos, entonces, de ver que aquellos mismos pueblos antiguos, no sólo de Egipto, sino también de la India y de otras partes, tuviera maldiciones para quienes violaran sus tumbas? En otras palabras, ¿si aquellos antiguos pueblos estaban listos para maldecir a cualquiera que dejara de proporcionarle un entierro adecuado, nos sorprenderá que muchas veces tuvieran maldiciones también para aquellos que robaran sus tumbas, o las profanaran, o las insultaran?

Lo eterno La idea del tiempo eterno llevaba el concepto mucho más allá de la limitación de millares y millares de años. Se dice que la mayor parte de los cementerios construidos en el mundo occidental de hoy, están construidos superficialmente, porque muy pocos de quienes los construyen, y sin duda alguna muy pocos de quienes compran terrenos en ellos esperan que persista ninguna cosa en esos cementerios después de varios siglos. Se dice que lo más que puede esperarse que permanezcan intactos los monumentos y urnas en esos cementerios, es durante mil años. Todo lo que se espera que dure más que eso, no es más que una tontería, a menos que uno se refiera a la existencia de una porción de piedra que no sirve para ningún propósito útil. Sin embargo, los egipcios consideraban que mil años no era más que un minuto o dos. No se habrían tomado el trabajo de momificar un cadáver, ni de hacer a mano maravillosos sarcófagos, o de construir tumbas magníficas con extraordinarias decoraciones, si no hubieran creído que esas tumbas, sarcófagos y momias permanecerían intactos, por lo que respecta a la naturaleza y a sus elementos, durante muchos, muchísimos milenios. En realidad, la única cosa que preocupaba a los antiguos en la conservación de las tumbas y cadáveres, era el robo, la profanación, por parte de los seres humanos. En primer lugar, tenían la seguridad de que sus muchos dioses y diosas tendrían a su cargo la parte física de esas estructuras. Habían aprendido cuáles de las diversas piedras y otros bienes permanecían después de centenares de años, resistiendo el ataque de los elementos. Sabían qué piedras podían emplearse para construir y resistir las tempestades de arena y el embate del desierto durante siglos y siglos. Sabían qué metales y qué maderas resistirían todos los procesos destructivos de la naturaleza por más tiempo. El único elemento desconocido de todo esto era el de la mano destructora del hombre. Cuándo podría llegar esa mano, y por qué llegaría a cualquier templo o a cualquier tumba, era algo que ellos no podían prever. Por lo tanto, y a fin de que sus tumbas y sitios sagrados estuvieran protegidos contra la destrucción humana y contra el pillaje, siempre cerraban esas tumbas con grandes ceremonias, que incluían encantamientos y plegarias que contenían maldiciones para aquellos individuos o grupos de individuos que en lo futuro pudieran abrir la tumba, dañarla, profanar su contenido o llevarse lo que allí hallaran por razones personales, egoístas y profanas. No necesitamos considerar la índole de esas maldiciones, ni tenemos que discutir ahora la probabilidad de que esas maldiciones se cumplieran, solamente porque las hubieran pronunciado. Tampoco discutiremos la probabilidad de que el hombre pueda hacer que se realice una maldición futura contra una persona o un grupo de personas completamente desconocidas. Nos basta con atenernos a los hechos, y estos hechos demuestran que en cada caso en que se cerraba alguna tumba o alguna otra cámara secreta, se grababa una maldición sobre la puerta, y que cada vez que esta puerta fue violada posteriormente, por razas futuras o grupos de personas futuras, con el propósito egoísta o comercial de extraer de allí riquezas, la maldición se hizo manifiesta sin limitaciones, sin restricciones, y sin la menor diferenciación de ninguna clase, sin excepción alguna. Consideración de los hechos En algunos de los casos más notables en que las magníficas tumbas de Egipto han sido saqueadas o se ha entrado en ellas con el sólo propósito de extraer cosas materiales para venderlas, y obtener ganancias personales, todos lo que han tomado parte en esta profanación comercial de la tumba, han padecido alguna enfermedad extraña o alguna condición peculiar que los ha hecho partir de este mundo antes de que se hubieran cumplidos sus propósitos egoístas.

Por otra parte, otras tumbas igualmente sagradas. y con iguales riquezas, que contienen las mismas maldiciones, han sido abiertas por hombres de ciencia, no con el propósito de extraer cosas para venderlas, sino con el propósito de copiar con reverencia los hermosos rituales, de fotografiar las bellas pinturas, y de traer a la luz de los conocimientos, toda la sabiduría contenida en aquellos sitios, y tomar algunas de las reliquias sagradas y distribuirlas en museos y en sitios que no van a comerciar con ellas, como lo es nuestro propio museo en San José. En esos casos, ninguno de quienes reciben las reliquias, han padecido ninguna enfermedad o desastre, ni se ha visto detenido en sus investigaciones de otras tumbas en otros sitios. Desde el punto de vista humano, estos antiguos se creían justificados en las maldiciones que lanzaban contra otros. Construimos hoy tumbas y mausoleos para proteger los cuerpos de quienes han perdido la vida, y en el caso de personas eminentes, ponemos guardias en esas tumbas, y tomamos todos los medios de protección posibles. Si conociéramos alguna manera para que, por medio de algún emblema sobre una puerta, pudiéramos asegurar la tumba contra toda intrusión futura, o pudiera producir algún castigo automático sobre el intruso, probablemente lo haríamos. No pensamos en eso como en tina maldición, sino como en una manera de proteger lo que honramos y respetamos.