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MAGISTER OPOSICIONES AL PROFESORADO Filosofía TEMA 66 FREUD: EL PSICOANÁLISIS COMO CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL. 1.

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MAGISTER OPOSICIONES AL PROFESORADO Filosofía

TEMA 66 FREUD: EL PSICOANÁLISIS COMO CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL. 1. EL INCONSCIENTE Y SU RELACIÓN CON LA CONCIENCIA 1.1. La conciencia 1.2. El descubrimiento del inconsciente 2. SIGMUND FREUD 2.1. V idadeF reud 2.2. Obras de Freud 3. EL PSICOANÁLISIS 3.1. Niveles del psicoanálisis 3.2. Definiciones de psicoanálisis 3.2.1. El psicoanálisis como terapia 3.2.2. El psicoanálisis como teoría del aparato psíquico 3.3. Psicoanálisis como crítica al modelo de cultura y ciencias sociales 3.3.1. Genealogía de la Cultura 3.3.2. Componentes principales de una teoría de la cultura. 3.4. El interés del psicoanálisis por la edad infantil 4. FACTORES DE ENRIQUECIMIENTO DEL SABER HUMANO 5. INTERPRETACIONES DEL INCONSCIENTE 5.1. Adler o el sentimiento de inferioridad 5.2. El inconsciente colectivo de Jung 5.3. La explicación conductista 6. ESCUELAS PSICOANALÍTICAS 7. RESUMEN DEL TEMA 66 8. BIBLIOGRAFÍA 9. RESPUESTAS

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1. E L IN C O N SC IEN TE Y SU R EL A C IÓ N CO N LA C O N C IEN C IA 1.1. L a conciencia Con el término conciencia se designa una facultad o función psíquica que permite el conocimiento del mimdo exterior y de nosotros mismos. Muchos autores de orientación conductista evitan el uso del término, prefiriendo sustituirlo por la expresión procesos conscientes. ¿En qué se diferencian?.Según ellos, el término conciencia posee implicaciones filosóficas y su utilización lleva a imaginarse, de manera implícita, la existencia real de esa facultad dentro del cerebro. Sin embargo, para ellos no existe tal, sino tan sólo un conjunto de procesos neurológicos que son elaborados por los órganos cerebrales o sistema nervioso y que nos permiten sentir la realidad de una serie de estímulos que acceden a nuestra mente. En el campo de la fisiología del sistema nervioso tuvieron especial trascendencia las investigaciones del ruso Ivan Petrovich Pavlov (1849-1936), que abrieron nuevos horizontes, sugestivos y de gran fecundidad, a la ciencia de la naturaleza. Pavlov, tenaz defensor del método experimental para el estudio de las manifestaciones vitales y de la medicina en general, aplicó con genialidad el método que pro­ pugnaba al examen de los refiejos, procesos que conectan el estímulo recibido por el organismo animal y la reacción con la que el organismo responde al estímulo. A tal efecto, distinguió entre dos categorías de reflejos: los innatos o incondicionados, y los individualmente adquiridos o condicionádos, en los que, por medio de asociaciones repetidas, un estímulo artificial substituye al estímulo natural. La fimción específica de los refiejos condicionados consiste, según Pavlov, en hacer que el individuo reaccione con prontitud ante todas las fluctuaciones ambientales, lo cual asegura un equilibrio cada vez más perfecto entre el organismo y el ambiente exterior en el que transcurre su vida. Con sus célebres experimentos sobre la salivación de los perros, Pavlov demostró que, si se dispone dicho ambiente de modo adecuado, es fácil provocar nuevos refiejos condicionados, particularmente idóneos para ser verificados experimentalmente. Además, combinando varios refiejos condicionados se podrán producir multitud de reacciones que, a ojos de un observador superficial, parecerán de índole completamente distinta. En conclusión, el método de los reflejos condicionados logra -según Pavlov- hacer analizables por vía experimental los más complicados comportamientos psíquicos, evidenciando con toda claridad su indiscutible base fisiológica. Pavlov aventuró incluso la hipótesis de que los reflejos condicionados constituyen la base para la formación de nuevos refiejos innatos (o incondicionados), lo cual, si llegara a probarse, posibilitaría el estudio genético de la actividad nerviosa superior. Esta hipótesis constituye, aún hoy, uno de los principales temas de estudio de su floreciente escuela. La teoría de tos reflejos condicionados suscitó un vivísimo interés no sólo entre los fisiólogos, sino asimismo en las filas de los psicólogos, y de ella arranca la llamada «psicología del comportamiento» (behaviorismo), fundada en 1914 por el norteamericano John Watson (1878-1958) y de gran difusión en nuestros días entre los estudiosos anglosajones. También Watson, como Pavlov, se propone prescindir de la existencia -inverificable- de la conciencia, y, por consiguiente, quiere limitar su estudio al análisis de las relaciones directas entre estímulo y reacción; lo que le interesa es, pues, el comportamiento humano en toda su gama de manifestaciones, sin referirse a ninguna hipótesis metafísica sobre la naturaleza de los actos psíquicos. No obstante, tras esta actitud aparentemente agnóstica se oculta una tendencia idealista que contrasta con el resuelto materialismo de Pavlov. Así pues, no es de extrañar que los seguidores del

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fisiólogo niso no sólo rechacen los análisis de los partidarios de la psicología del comportamiento, sino que incluso los hagan objeto de acerbas críticas. Sin entrar en la discusión terminológica (puesto que posee escasa importancia práctica), podemos decir que los procesos conscientes, según la psicofísiología, no se llevan a cabo en una zona o área cerebral concreta, sino que afectan a la práctica totalidad del Sistema Nervioso Central, siendo el resultado de la acción simultánea de numerosos fenómenos psíquicos. Las facultades mayormente involucradas en la conciencia son la percepción (estímulos del mundo exterior e interior), la atención (selección de ciertos estímulos entre todos los que llegan simultáneamente al cerebro en un instante concreto) y la m em oria (recuperación de recuerdos y aprendizajes anteriores que se asocian a la estimulación de ese momento). También forman parte de la conciencia los procesos intelectuales superiores como pensamiento, razonamiento, etc., y ciertos fenómenos relacionados con la vida afectiva y la motivación. Gracias a la conciencia, el individuo percibe y reflexiona con claridad sobre el medio externo e interno, es decir, sobre lo que habitualmente se denomina la realidad inmediata. Ahora bien, la experiencia demuestra que la vida psíquica abarca un campo mayor que el de los puros procesos conscientes. Los individuos no siempre permanecen lúcidos, ya que pueden sufnr alteraciones de la conciencia. Éstas suelen aparecer por motivos fisiológicos (lesiones cerebrales, trastornos psíquicos debidos a causas genéticas), por ingestión de sustancias que alteran la química del cerebro (drogas o medicamentos), por la acción de ciertos métodos (hipnosis, técnicas de meditación) o por motivos psicológicos (situaciones que provocan una tensión emocional fuerte, ilusiones o alucinaciones de las facultades perceptivas, etc.). Además, todos los seres humanos sufrimos los efectos del inconsciente en nuestros actos y pensamientos. 1.2. El descubrim iento del inconsciente Desde los tiempos más remotos, el ser humano advirtió una clase de fenómenos que incidían sobre sus estados normales de conciencia, provocando alteración de la conducta o simplemente percepciones extraconscientes. Sueños, visiones, hipermnesías, etc. fueron considerados como mágicos. La explicación acientífíca de esos fenómenos consistía en atribuirlos a las acciones divinas o demoníacas sobre la mente de los individuos. Todavía, en muchas culturas no desarrolladas técnicamente, la locura sigue siendo considerada como una forma de posesión divina. Con el desarrollo del conocimiento científico apareció la necesidad de buscar otro tipo de explicaciones a esos hechos. Desde las teorías grecolatinas sobre los humores corporales hasta los primitivos intentos de analizar la percepción mediante técnicas experimentales, los científícos trataron de encontrar un fundamento biológico para esos fenómenos. En el siglo XIX surgieron ya los primeros balbuceos teóricos sobre lo que más tarde sería conocido como inconsciente. Aimque con cierta frecuencia se atribuye a Sigmund Freud el descubrimiento del inconsciente, los datos históricos invalidan esa creencia. Ya en el siglo XIX aparecieron varias obras que apuntaban la existencia de una estructura situada por debajo de los procesos conscientes. Autores como Fechner, N. Hartmann, Fierre Janet o Herbart, hablaron en sus textos de fenómenos subyacentes a la conciencia. Sin embargo.

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aunque Freud no fuese el único en proponer la acción del inconsciente sobre la conducta, sí cabe considerarlo como el creador de la primera teoría sistemática al respecto. En ella se proporcionaba ya una explicación general de los mecanismos inconscientes y de su acción sobre los actos humanos, quedando integrados aquellos dentro de una concepción global sobre la personalidad y la psicoterapia. A pesar de lo expuesto anteriormente, sobre el conductismo de Watson y Pavlov, la orientación más característica de la psicología del siglo XX no es, sin embargo, la del behaviorism o, sino la psicoanalítica, fundada por Sigmund Freud. El psicoanálisis constituye la ampliación del horizonte científíco que ha ejercido una influencia mayor y más directa sobre una gran parte de la filosofía contemporánea y sobre la concepción de la cultura.

2. SIGMUND FREUD 2.1. Vida de Freud Freud nació en Moravia en 1856, en el seno de una familia judía, pero la mayor parte de su vida transcurrió en Viena, hasta que, en 1938, cuando tuvo lugar la Anschluss, es decir, la integración de Austria en la Alemania nazi, se vio obligado a refugiarse en Londres para escapar a la persecución racial que indefectiblemente se habría abatido sobre él pese a su avanzada edad, a la grave enfermedad que le aquejaba (un cáncer de mandíbula) y a su fama universal. Al acabar la carrera de medicina, Freud se dedicó, en un primer tiempo, a estudios de anatomía y fisiología del sistema nervioso, encauzándose hacia la neuropsiquiatría. En 1885 se trasladó a París y allí trabajó a las órdenes de Charcot con el fin de profundizar en el conocimiento de las técnicas hipnóticas utilizadas por los especialistas para curar las enfermedades nerviosas. Más tarde, en colaboración de Josef Breuer, elaboró un método que aún se servía de la hipnosis, pero no para imponer la simple cesación de los síntomas de la enfermedad, sino para lograr la liberación de las cargas emotivas y obtener así la desaparición de los desarreglos psíquicos. Tras separarse de Breuer, abandonó completamente el método de la hipnosis y elaboró las técnicas de «interpretación» de los sueños y de «asociaciones libres» que caracterizan el psicoanálisis. Aunque sus ideas suscitaron escepticismo y le atrajeron enconadas hostilidades por parte de no pocos científicos escandalizados por las mismas, Freud consiguió crear la Sociedad Psicoanalítica Internacional, pero tuvo que esperar hasta 1920, cuando llevaba ya dieciocho años como encargado de curso, antes de obtener una cátedra universitaria. Su actividad se puede subdividir en tres períodos: a.

el preparatorio, hasta 1900 aproximadamente;

b.

el de la elaboración de su pensamiento original, que se extiende a lo largo de las dos siguientes década, y

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el de la revisión, caracterizado, de manera especial, por la afirmación, junto a la «libido», del «principio de muerte». '

Muchos de entre los más célebres exponentes de la Sociedad Psicoanalítica Internacional se alejaron del maestro; el austríaco Alfred Adler y el suizo Cari Gustav Jung, concretamente, impugnaron sobre toda la pretensión de Freud de reducir toda la carga pulsional exclusivamente al instinto sexual. Freud murió en 1939. 2.2. O bras de Freud ]'■ A lo largo de su vida, Freud escribió innumerables obras, las principales son:

La interpretación de los sueños (1899), Psicopatología de la vida cotidiana (1901), Tres ensayos sobre teoría sexual (1905), Análisis de la fobia de un niño de cinco años (c^so del pequeño Hans) (1909), Tótem y tabú (1913), Para la historia del movimiento psicoanalítico (1914), Consideraciones acerca de la guerra y la muerte (1915), Metapsicología (1915), Introducción al psicoanálisis (1915-1917 y 1933), Más allá delprincipio de placer (1920), Psicología de las masas y análisis del Fb (1921), Elporvenir de una ilusión (1927), E l malestar en la cultura (1930), ¿Porqué la guerra? (19'5‘i ) y Compendio de psico­ análisis (1938).

3. EL PSICOANÁUSIS Freud elaboró el psicoanálisis -a veces llamado «psicoanálisis clásico» para distinguirlo de muchas de sus derivaciones y de otras formas de psicoanálisis- como un procedimiento para el diagnóstico y tratamiento de ciertas neurosis. El psicoanálisis es, por de pronto, un método, pero es también una doctrina relativa a la naturaleza del ser humano. Tanto en el método como en la doctrina se usan cierto número de conceptos fundamentales que expondremos sumariamente, sin darles aún una interpretación determinada y sin tener en cuenta las diversas fases doctrínales en el propio Freud. Freud estima que no hay actos de ninguna clase, incluyendo actos verbales y sueños, que no tengan una causa. Generalmente se supone que los actos que el hombre ejecuta, las ideas que tiene, las palabras que dice, etc., son explicables en virtud de motivos relativamente bien determinados o, en todo caso, determinables. Se sabe que muchas veces no se dice lo que se había querido decir, o se hace algo que no se había querido hacer, o se tienen sueños «inexplicables» o «extraños». Se sabe asimismo que en ocasiones se producen inhibiciones, se experimentan angustias, se tienen sentimientos de culpabilidad, etc. Freud trató de dar cuenta y razón de todas estas manifestaciones humanas a base de un mecanismo constituido por fuerzas y actividades de tal índole que mucho de lo que estaba psíquicamente presente debía remitir a algo que estaba ausente y que era, además, en principio, inescrutable. La primera y principal noción aportada al efecto fue la del inconsciente, el cual puede hipostasiarse en un tipo de rea­ lidad o servir simplemente de nombre para una serie de entidades mentales llamadas «inconscientes». Estas entidades mentales deben distinguirse de actos mentales de los cuales no somos conscientes, pero podemos ser conscientes a voluntad. En efecto, es característico del inconsciente fíeudiano el servir como de «fondo» en el cual se anclan y al cual se remiten entidades mentales que el individuo 1 5

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(inconscientem ente) reh ú sa m anifestar. P ara lim itam o s a u n solo caso, b ien que fundam ental, el individuo v iv e e n u n a sociedad e n la cual hay p resio n es d e to d a clase en cam in ad as a am oldarlo según ciertos patrones. P a ra conform arse con estos patro n es, el individuo tien e q u e rep rim ir sus p ro p io s im pulsos, los cuales son «desalojados» del área de la co n cien cia y « cen siu ad o s» . C uando la cen su ra y la rep resió n son m uy fuertes p u ed en irru m p ir estados neuróticos. N o rm alm en te, la cen su ra o p era de tal suerte que el p ro p io individuo encuentra m anera de desviar, sin que se p ro d u zcan trastornos excesivam ente graves, los im pulsos. E stos se m anifiestan e n los sueños -que d eb en interpretarse-, e n m u ltitu d de torpezas y eq u iv o caciones innum erables, form as de lapsus linguae (y lapsus calami) que p arecen m eros tropiezos, pero q ue son sím bolos de desviaciones, rep resio n es y censuras. E l pacien te lleg a a creer que no es un p aciente, que lo que le ocurre es norm al -e inclusive «deb ería» ser n o rm al-, h a sta el m om ento en que se acen tú a la gravedad de sus inquietudes. C uando esto sucede es m en ester encontrar m edios p ara descubrir las desviaciones, inhibiciones, represiones, etc. y ab rirles el cam ino p a ra que se m an ifiesten claram ente. E n ciertas ocasiones lo s im pulsos flo tan e n u n subco n scien te, y entonces v u elv en u n a y o tra vez a p ro d u cir los estados de desasosiego que p u ed en cu lm in ar e n la neurosis. E l «análisis» consiste, así, en h acer que el pacien te p o n g a al descu b ierto h echos (o actos) que, desde un pxonto de v ista no psicoanalítico, p u ed en p a re ce r perfectam en te n o rm ales, pero que, d e acuerdo con el p sico análisis, son sintom áticos. E n el curso d el análisis se p ro d u cen tran sferen cias, entre las que destaca la tran sferencia al propio analista de las actitudes del paciente respecto a otras personas. D e este m odo, el an alista «se hace cargo» de las angustias y perplejidades del p acien te, al punto que necesita ser tam bién él «analizado». H ay ciertos m ecanism os llam ados «co m p lejo s» que m an tien en al individuo o en u n estado de p arálisis m ental o e n vm estado de tran sferen cia de actitu d es y em ociones. L os com plejos tien en que ser desalojados, o disueltos, pero ello se llev a a cabo p o r m edios p u ram en te m entales, esto es, haciendo que el propio p aciente llegue no sólo a conocerlos, sino tam b ién a estar resuelto a afi*ontarlos. El mero conocim iento de que hay tm com plejo no co n stitu y e aú n curación. A la hipótesis de u n inconsciente, o conju n to de en tid ad es m en tales inconscientes, F reu d agregó la hip ó tesis de un a serie de im pulsos, com parables a, si no id en tificab les con, instintos y que constituyen la fuerza m otor de los actos psíquicos. N o es siem pre clara la relació n entre im pulsos e inconsciente, pero es pro b able que sin los p rim eros el segundo p erm an ecería inactivo. L a en erg ía de los im pulsos es de varias clases y no sólo, com o se h a supuesto a veces, sexual. E s im erro r atrib u ir a F reu d la id ea de que la sexualidad es el m o to r único de los p ro c e so s m entales. S in em bargo, F reu d pu so de relieve la gran im p o rtancia de los im pulsos sexuales, esto es, de la llam ada «libido», que se m anifiesta m uy tem prano en el ser hum ano. F reu d trató de sistem atizar los m ecanism os de ex p licació n del com portam iento psíquico m ediante varias hip ó tesis suplem entarias. L a m ás d estacad a es la que p o stu la tres grandes factores o sistemas constituyentes de la personalidad: el «Ello», el «Y o» y el «S uper-Y o». E l «E llo» es el nom bre que recib en los im pulsos, los cuales aspiran a ser satisfechos. E l Y o es la parte (si se quiere, sistem a de funciones) de la p erso n a que tra ta co n el m im do y que rep resen ta u n a especie de puente entre el m undo y el «E llo». E n el Y o se encuentra el SuperY o; éste trata de so breponerse al Y o y, co n ello, a los esfuerzos del Y o p ara relacio n ar el «E llo» co n el m undo. E l Super-Y o asp ira a ejercer u n control sobre el Y o al m odo com o las norm as m orales aspiran a controlar el com portam iento. D e hecho, el Super-Y o es como el conjunto de norm as que se han adquirido d esde la in fan cia y que ap arecen a la v ez com o deseables e

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indeseables: deseables por su «racionalidad»; indeseables por oponerse a la satisfacción de los impulsos del «Ello». La represión de impulsos puede ser, y es a menudo, causa de neurosis. Por otro lado, los impulsos, y especialmente la libido, pueden ser «canalizados» y «sublimados», dando lugar a grandes creaciones culturales. Pero puesto que los impulsos no se reducen a la libido, hay que tener en cuenta otros factores o sistemas de impulsos para dar cuenta tanto de las actividades psíquicas individuales como, y sobre todo, del proceso de la civilización humana -o de lo que llamamos «civilización»-. El «principio del placer» queda comprendido en un principio más vasto y potente: el principio de la Vida. Y éste se contrasta con un impulso de muerte o impulso de destrucción. Buena parte de la cultura humana se desarrolla al hilo del conflicto entre estos dos impulsos. Hay muchas interpretaciones posibles de los conceptos básicos propuestos por Freud. En un pasaje de sus Lecciones para la Introducción al Psicoanálisis, de 1916-1918, Freud dice que hay que descartar todo supuesto ajeno a las cuestiones tratadas, de cualquier índole que sea, anatómico, químico o fisiológico, y hay que usar conceptos «de carácter puramente psicológico». Esto ha hecho pensar que el psicoanálisis de Freud se funda en una psicología o metapsicología puramente «mentalista». Hacia 1895, Freud redactó un borrador de un texto titulado Proyecto de psicología científica, donde se proponía investigar las bases fisiológicas del comportamiento psíquico, particularmente como estudio de las interacciones de neuronas. Por no haberse publicado dicho borrador durante mucho tiempo, por no haberse redactado el texto definitivo prometido y, sobre todo, por haber tratado Freud de evitar su publicación inclusive 42 años después, se ha concluido que abandonó todo «materialismo» y todo «fisiologismo». Sin embargo, no está aún probado que la resistencia de Freud a que se publicara el borrador fuera debida a estar en completo desacuerdo con el mismo. Se ha sugerido que se debe a que lo estimaba prematuro dado el estado de los conocimientos de fisiología del sistema nervioso en la época. Si esta sugestión es correcta, el «mentalismo» no reduccionista de Freud es consecuencia de una serie de hipótesis provisionales y no es, en principio, incompatible con una concepción «fisiologista» o «materialista». Los que están en favor de esta última interpretación tratan de mostrar que hay continuidad entre el proyecto científico de referencia y el desarrollo del psicoanálisis ífeudiano. Algunos indican, además, que la teoría ffeudiana de la psique, aimque presentada en términos «puramente psicológicos», se funda en modelos conceptuales equiparables a modelos físicos, o químicos, o neurofisiológicos. 3.1. Niveles del psicoanálisis Si nos atenemos a la definición de que dan Laplanche y Pontalis en su “Diccionario de psicoanálisis”, el psicoanálisis sería “la disciplina fundada por Freud y en la que, con él, es posible distinguir tres niveles: Un método de investigación que consiste esencialmente en evidenciar la significación inconsciente de las palabras, actos, producciones imaginarias (sueños, fantasías, delirios) de un individuo. Este método se basa principalmente en las asociaciones libres del sujeto, que garantizan la validez de la interpretación. La interpretación psicoanalítica puede extenderse también a producciones humanas para las que no se dispone de asociaciones libres.

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U n m étodo psicoterápico basado e n e sta in v estig ació n y caracterizado p o r la interpretación controlada de la resistencia, de la tran sferen cia y del deseo. E n este sentido se u tiliza la palabra

psicoanálisis com o sinónim o de cura psicoanalítica. C.

U n conjvmto de teorias psicológicas y p sico p ato ló g icas en las q ue se sistem atizan los datos aportados p o r el m étodo psicoanalítico de in v estig ació n y de tratam iento.

Freud utilizó prim eram ente los térm inos análisis, análisis psíquico, análisis psicológico, análisis

hipnótico, e n su p rim er articulo Laspsiconeurosis de defensa (1894). Sólo m ás tarde introdujo el térm ino psicoanálisis en u n articulo sobre la e tio lo g ía de las neurosis, pu b licad o en francés. E n alem án, Psychoanalyse, figura p o r v ez prim era en 1896 e n Nuevas observaciones sobre las psiconeurosis de defensa. E l em pleo del térm ino «psicoanálisis» co nsagró el ab an d o n o d e la catarsis, p racticad a bajo hipnosis y de la sugestión, y el recu rrir a la ú n ica re g la de la aso ciació n libre p a ra obtener el m aterial. 3.2. D e fin ic io n es de p sic o a n á lisis F reud dio varias definiciones del psicoanálisis. U n a de las m ás explícitas se en cu en tra al principio del artículo de la Encyclopédie aparecido en 1922: «P sico an álisis es el nom bre: 1°.

de u n m étodo p ara la investigación de procesos m entales p rácticam en te inaccesibles de otro m odo;

2°.

de u n m étodo, basado en esta investigación, p ara el tratam ien to de los trastornos neuróticos ;

3“.

de u n a serie de concepciones psicoló g icas ad q u irid as p o r este m edio y que en conjunto van en aum ento p ara form ar progresivam ente u n a n u ev a d iscip lin a científica.

L a razón p o r la que Freud eligió el térm ino «psicoanálisis», n ad a m ejo r que expresarla con las palabras de él m ism o en la época en que efectuó su descubrim iento: “L lam am os p sico an álisis a la labor m ediante la cu al traem os a la co n cien cia del enferm o lo psíq u ico rep rim id o en él. Pero, ¿por qué la p alab ra «análisis», que sig n ifica fraccionam iento, descom posición, y sugiere una an alo gia con el trab ajo que efectúa el quím ico en las sub stan cias que en cu en tra en la naturaleza y que llev a a su laboratorio? F reud responde:

"Porque tal analogía es efectivamente fundada, en un importante aspecto. Los síntomas y mani­ festaciones patológicas del paciente son, como todas sus actividades psíquicas, de naturaleza altamente compuesta; los elementos de esta composición son, en último término, motivaciones, mociones pulsionales. Pero el paciente nada sabe, o muy poco, de estas motivaciones elementales. Le enseñamos, pues, a comprender la composición de estas formaciones psíquicas altamente complicadas, referimos los síntomas a las mociones pulsionales que los motiva, señalamos al enfermo en sus síntomas la intervención de motivaciones pulsionales hasta entonces ignoradas p o r él, en form a similar a como el químico separa la substancia fundamental, el elemento químico, de la sal en la cual, al combinarse con otros elementos, resultaba 8

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irreconocible. De igual modo mostramos al enfermo, basándonos en las manifestaciones psíquicas consideradas como no patológicas, que él sólo era imperfectamente consciente de su motivación, que otras mociones pulsionales, que permanecían ignorados para él, han contribuido a producirlas "Esta comparación justificada de la actividad psicoanalítica con un trabajo químico podría sugerir una nueva dirección a nuestra terapia []. Se nos ha dicho: al análisis del psiquismo enfermo debe seguir su síntesis. Ypronto se experimentó inquietud por la posibilidad de que el enfermo recibiese demasiado análisis y no bastante síntesis, y se insistió en que la acción psicoterápica dependería de esta síntesis, de esta especie de restauración de lo que, por así decirlo, había sido destruido por la vivisección ”. "...La comparación con el análisis químico encuentra su límite en el hecho de que, en la vida psíquica, nos enfrentamos con tendencias que se hallan sometidas a una compulsión a la unificación y a la combinación. Cuando llegamos a descomponer un síntoma, a liberar una moción pulsional de un conjunto de relaciones, aquél no permanece aislado, sino que entra inmediatamente a formar parte de un nuevo conjunto ^

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La moda alcanzada por el psicoanálisis ha inducido a numerosos autores a designar con este término ciertos trabajos cuyo contenido, método y resultados, no tienen más que una relación muy remota con el psicoanálisis propiamente dicho. En síntesis, podemos decir que el psicoanálisis se puede considerar desde tres perspectivas: a)

como una forma particular de psicoterapia,

b)

como una teoría del aparato psíquico, y

c)

como un método para la interpretación de los fenómenos que constituyen el campo de las «ciencias humanas», es decir, como un modelo, mejor, como una crítica de cultura desde la sociología hasta la antropología cultural, desde la crítica literaria hasta la de las artes figurativas y la música, etcétera.

Estas tres perspectivas han caracterizado tres momentos sucesivos del desarrollo del pensamiento freudiano. En épocas más recientes, han revelado su tendencia a divergir y dar lugar a actividades teóricas y prácticas distintas, a veces incluso opuestas entre sí, pero en la concepción originaria de Freud constituían los elementos inseparables de un conjunto unitario. El psicoanálisis, se convierte así, en el pensamiento de Freud, como un modelo crítico de la cultura occidental. 3.2.1. El psicoanálisis como terap ia En lo referente a la dimensión terapéutica, sólo nos será posible suministrar unas pocas indicaciones, elementales y someras. Como señalamos anteriormente, el término Psychoanalyse aparece por primera vez, en alemán, en un escrito de 1896. Hasta entonces, Freud se había servido de varios otros, como

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«análisis», «análisis psíquico», «análisis psicológico» y «análisis hipnótico». Según la definición que dio el m ism o F reud, el psicoanálisis es u n m étodo terap éu tico aplicado e n el tratam ien to de las neurosis. Se tra ta de u n m étodo rigurosam ente «psicoló g ico » , que n o recu rre n i a fárm aco s ni a m anipulaciones fisicas, y que se funda exclusivam ente en la relación personal entre el m édico y el p aciente («psicoterapia relacional»). N eu ro sis significa «afección p sicó g en a en la que los síntom as so n la ex p resió n sim bólica de im conflicto psíquico, el cual tiene sus raíces en la histo ria infantil d el sujeto y constituye u n com prom iso entre el deseo y la prohibición» (L aplanche y Pontalis). C onflicto, en el lenguaje p sico an alítico , tiene u n valor esencialm ente intrapsíquico, y no debe confundirse co n el stress, que concierne a la relació n entre el sujeto y los factores externos. L as dificultades reales, los obstáculos concretos que en cu en tra u n sujeto n o d ejan lugar p ara el conflicto, el cual solam ente existe cuando el sujeto m ism o debe esco g er, p o r in iciativ a pro p ia, y bajo su p lena y exclusiva responsabilidad, entre satisfacer o rep rim ir ciertas asp iracio n es suyas. H ay que decir, sin em bargo, que en o pinión de algim os p sicoan alistas, el stress, axrnque no equivale a conflicto, desem peña u n im portante papel en el desencadenam iento de éste. El conflicto neurótico es siem pre inconsciente, y no debe id entificarse con p o sib les conflictos psíquicos conscientes. E s u n com prom iso entre los im pulsos del instinto (pulsión libidinal) y las funciones de control del sujeto (super-yo). Si la p u lsió n libidinal -al m enos en la p rim era etap a de Freud- se reduce al instinto sexual, el conflicto concierne a la sexualidad en la m ed id a en que ésta p uede constituir un obstáculo p ara la adaptación del sujeto a la realidad. L o s conflictos son particularm ente agudos en el caso del niño, el cual, adem ás de disp o n er de escaso s m edios p a ra satisfacer sus deseos, es incapaz, a causa de su relativam ente escasa o rganización psíquica, de so p o rtar las fhistraciones. P ara la cu ració n de las neurosis se p recisará red u cir las exigencias del super-yo y satisfacer las pulsiones, dentro de los lím ites de un perm anente respeto del prin cip io de realidad. E ste resultado presupone que se hag an aflorar al nivel de la conciencia las pulsiones libidinales y/o las representaciones a ellas vinculadas, las cuales, p o r u n procedim iento indicado co n el térm ino «represión», h a n sido confinadas en el inconsciente p o r efecto de un a inhibición -acción, a su vez, inconsciente- que proviene del super-yo. Sin em bargo, no b asta co n que el paciente llegue a darse cu en ta de los conflictos a nivel m eram ente intelectual. E l paciente debe p o d e r intuir p o r sí m ism o, tanto com o sea posible, la naturaleza de sus conflictos (la «com unicación» p o r parte del experto es insuficiente), pero el sim ple «reconocim iento» no equivale a liberación. L a inhibición debe ser «sentida», «revivida», p a ra que se h ag a posible vencerla. D icho de otro m odo, debe ten er lugar la «transferencia», actitud afectiv a p o r la que el paciente reproduce, e n sus relaciones co n el terapeuta, las que du ran te su infancia vivió con los padres u otros parientes, tanto e n sus aspectos «positivos» (am or, confianza, estim ació n ... ) com o en los «negativos» (odio, rebelión, desilusión...). E l paciente, en sum a, debe p ro y ectar sobre el terap eu ta u n conjunto de significados tales que la p erso n a de éste acabe substituyendo a o tra p erso n a co n o cid a co n anterioridad, debe revivir situaciones conflictivas y a v ividas en el pasado. E l m étodo clásico del que se sirve el analista p a ra alcan zar dicho objetivo es el de la «interpretación». Lo que h a sido expulsado de la conciencia y releg ad o en el inconsciente es indestructible y tiende 10

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continuamente a reaparecer en la conciencia por vías indirectas, mediante «derivados» más o menos irreconocibles, los cuales consisten en «formaciones de compromiso entre las representaciones expulsadas y las expulsoras» (Freud, 1896). Al analista incumbe la interpretación de estos derivados deformados por la censura. Obviamente, la tarea es menos ardua cuando la censura misma se hace menos atenta, como ocurre en el sueño o en ciertos momentos de relajamiento o de abandono. De ahí provienen las famosas técnicas de interpretación de los sueños, de las «libres asociaciones» (pensamientos expresados indiscriminadamente, ya sea de manera espontánea o a partir de elementos inductores), de los «lapsus» y de las «amnesias». Por otra parte, las fuerzas expulsoras que han desplazado aquellas representaciones hacia el inconsciente no ceden con facilidad al acoso del análisis y organizan una «resistencia» para impedir el acceso al inconsciente; esta resistencia, qué Freud consideró, en un primer tiempo, un obstáculo para la labor terapéutica, aparece más tarde como un medio para llegar hasta las representaciones desplazadas y penetrar el secreto de la neurosis. De manera semejante, también la transferencia fue percibida inicialmente como un obstáculo, por cuanto hace que el contenido de un estado emotivo traumatizante vivido en el pasado, en lugar de ser locali^qdo en el tiempo y acompañado de las circunstancias accesorias, se asocie con un «nexo falso» a la persona del analista, creando un nuevo trauma y originando el probable rechazo de la prosecución del tratamiento; más tarde, por el contrario, se consideró la transferencia «un medio privilegiado, tanto para el sujeto como para el analista, de captar en caliente e ¿n statu nascendi los elementos del conflicto infantil» (Laplanche y Pontalis), hasta tal punto que llegó a convertirse en el instrumento terapéutico más eficaz en manos del médico.

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3.2.2. E l psicoanálisis como teoría del ap arato psíquico Más allá del método terapéutico, pero basándose en él, Freud elaboró una teoría que propone una completa y coherente explicación de la actividad psíquica tal como se revela en el plano fenoménico. Es evidente -pero puede resultar útil recordarlo- que entre el momento metodológico y el momento teórico existe vma estrecha relación de interacción: la teoría se elabora basándose en las observaciones hechas y en los datos reunidos a lo largo de la terapia. Ésta, a su vez, proporciona modelos interpretativos que convierten en significativos los fenómenos observados, guiando así la acción terapéutica, aumentando su eficacia y creando las premisas para un perfeccionamiento ulterior de la teoría misma. De acuerdo con Freud, podemos esquematizar como sigue la estructura del psicoanálisis como teoría del aparato psíquico: 1.

Los hechos psíquicos son determinados, de un modo rigurosamente causal, por otros hechos psíquicos. La teoría prefreudiana no negaba la causación de los comportamientos; en general, reconocía tres tipos de determinación causal (el instinto, la asociación de ideas -por semejanza o por contigüidad, ya en el tiempo, ya en el espacio- y los móviles racionales), pero distinguía entre comportamientos cuyas causas eran bien definidas, y por ende cognoscibles, y comportamientos debidos a causas numerosas, banales y contingentes, de imposible reconstrucción, integrando en este segundo grupo la mayoría de los hechos psíquicos. Freud impugna esta interpretación y, desde sus primeros estudios sobre pacientes aquejados de histeria, se empeña en demostrar que los síntomas aparentemente irracionales, que hasta entonces habían representado problemas insolubles, revelan un significado muy preciso si se los considera como expresiones exageradas

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de procesos comunes (piénsese, por ejemplo, en el caso de los recuerdos confinados en el incons­ ciente y que luchan para lograr emerger). El nexo causal remite los hechos psíquicos directamente observables a un plano de hechos psíquicos inconscientes. «El psicoanálisis se niega a considerar que la conciencia (el consciente) constituya la esencia de la vida psíquica, y ve en aquélla un simple atributo de ésta.»

El verdadero significado, no sólo de los síntomas neuróticos y de los sueños, sino de cualquier comportamiento humano, sólo se dilucida mediante el conocimiento de sus motivaciones inconscientes. La descodificación del aspecto fenoménico de la vida psíquica y el descubrimiento de los significados inconscientes constituyen la tarea primera del psicoanálisis. En el sexto capítulo de la que es generalmente considerada su obra capital. La interpretación de los sueños, Freud distingue entre el contenido «manifiesto» de los sueños y su contenido «latente». Ambos «se nos presentan como dos exposiciones en lenguas distintas, o, mejor aún, el contenido manifiesto nos aparece como una traducción de los pensamientos del sueño en otro modo de expresión, cuyos caracteres y reglas sintácticas debemos aprender a conocer, confrontando el original y la traducción... El contenido del sueño se da, por así decirlo, en escritura jeroglífica». Los modos esenciales de traducción del contenido latente en contenido manifiesto, cuyo conocimiento nos permitirá remontamos desde el segundo hasta el primero, son: el proceso de condensación (el sueño es despojado, mísero y lacónico comparado con el volumen y la riqueza del contenido latente) y el proceso de desplazamiento (lo que es esencial en el contenido latente no está necesariamente representado en el sueño, cuyo contenido se halla polarizado en otros elementos distintos, a consecuencia de la «censura», función permanente que tiende a prohibir a los deseos inconscientes el acceso al sistema consciente). En 1901 aparece en una revista de psiquiatría y neurología la obra de Freud destinada a conquistar y mantener hasta nuestros días, una mayor difusión, Psicopatología de la vida cotidiana. La finalidad de este escrito estriba en demostrar que las disfimciones de la memoria, los lapsus -de lenguaje oral, de lectura o de escritura-, los extravíos de objetos, los descuidos, las equivocaciones, los gestos automáticos, etcétera, no son casuales y desprovistos de intencionalidad, como generalmente se cree, sino que «si se les aplica el método de la indagación psicoanalítico, aparecen como hechos totalmente motivados y determinados por causas que la conciencia ignora». Se trata de «actos fallidos», acciones que, en condiciones normales, el sujeto es capaz de realizar sin problemas, y cuyo momentáneo malogro se debe a un compromiso entre el consciente y el inconsciente. El mecanismo del acto fallido es un descubrimiento de suma importancia, por cuanto evidencia que los procesos psíquicos que dan lugar a las manifestaciones neuróticas estables y los que causan estas leves y fugaces anomalías de comportamiento son análogos. Si incluso en el hombre que consideramos sano y normal se verifican a veces, aunque en proporciones limitadas y circunscritas y con pocas consecuencias para el equilibrio general de su vida personal, los mismos procesos y mecanismos que en el neurótico ocasionan toda su sintomatología, ello significa entonces que deja de haber una neta barrera divisoria entre el hombre normal y el neurótico. En su dimensión más teórica, el psicoanálisis se establece a sí mismo como «metapsicología». Se trata de elaborar una psicología que lleve «detrás de la conciencia». De ahí, precisamente, la elección de un 12

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término neta y deliberadamente análogo a «metafísica». Quede claro, sin embargo, que no se trata de ir más allá de la psicología (como erróneamente podría hacemos creer el parentesco etimológico entre «metapsicología», «metafísica» y «metapsiquica»), sino, simplemente, de ir más allá del plano de los hechos psíquicos observables, en el que se detenían las psicologías clásicas. La metapsicología elabora un conjunto de modelos conceptuales que proporcionan una idea del aparato psíquico como estructura articulada en subestructuras o «instancias». Como afirma Lagache: «La metapsicología se desarrolla como una conceptualización teórica que razona a partir de modelos orientados a la obtención de una explicación causal y a la formación de hipótesis». La metapsicología considera el aparato psíquico bajo tres puntos de vista: tópico, dinámico y económico. a.

b.

El punto de vista tópico considera el aparato psíquico como diferenciado en una serie de sistemas que desempeñan ñtnciones distintas y están dispuestos en determinado orden (aspecto éste que justifica la alegoría espacial, por cuanto topos significa “lugar” en griego- TÓTtoq). En la evolución del pensamiento ffeudiano se suceden dos «tópicos». El primero distingue, dentro del aparato psíquico, el Inconsciente, el Preconsciente y el Consciente. El segundo, elaborado a partir de 1920, considera instancia ñmdamental el Ello (o Id), polo pulsional de la personalidad, que tiende a dominar el Yo, de modo que puede aparecer más correcto afirmar, en lugar de «Yo vivo», «el hombre es vivido por el Ello»; viene, a continuación el Yo (o Ego), instancia que representa los intereses de la totalidad de la persona; y por último, el Super-yo (o Superego), que juzga y critica, y que se deriva de la interiorización de la autoridad social, la familiar en primer lugar y, en particular, la paterna. El punto de vista dinámico considera los fenómenos psíquicos como resultantes del conflicto y de la composición de fuerzas que ejercen sendos impulsos en direcciones opuestas. Y precisamente este modo de explicar la vida psíquica «dinámicamente, a través del conflicto de fuerzas psíquicas divergentes, reconociendo en ella una lucha activa entre agrupaciones psíquicas» (Freud, 1909), es lo que ha llevado a clasificar el psicoanálisis como «psicología dinám ica». Hay que precisar, si bien ello se puede intuir fácilmente, que entre los puntos de vista tópico y dinámico media una relación por la que las instancias del primero deben ser consideradas en función del segundo y viceversa.

c.

El punto de vista económico, por último, se funda en la hipótesis según la cual los procesos psíquicos consisten en la circulación y la distribución de una energía cuantifícable («energía pulsional»). Ello implica «el intento de rastrear el destino de las cantidades de excitación y llegar a una estimación, al menos relativa, de sus magnitudes» (Freud).

3.3. Psicoanálisis como crítica al modelo de cu ltu ra y ciencias sociales En el curso de las últimas décadas, el gran influjo ejercido por la sociología y la antropología cultural ha desembocado en una concepción «culturalista» del hombre y de la sociedad, concepción para la que la cultura, lejos de ser solamente una modalidad de la vida de los hombres, constituye el dato primordial y la esencia misma del proceso de humanización. **»v

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E stá claro que, a este nivel, no tiene sentido h ab lar de psicoanálisis en el sentido propio de esta palabra. Se trata, esencialm ente, de la aplicación de im a serie de co n cep to s fim dam entales derivados, sobre todo, de la m etapsicología, y cuya función estriba en p erm itir cap tar los factores inconscientes de determinados fenóm enos sociales, com o los m itos y rituales religiosos, los prejuicios, el sigm 'fícado de los valores culturales, las actitudes de las m asas frente a los div erso s m o d elo s de so ciedades, etcétera. E s un criterio sum am ente fecundo, pero no m enos peligroso, y a que si p o r u n lado p ropone interpretaciones hasta ayer im pensables y a m enudo m uy inteligentes, p o r el otro se sirve de conceptos cuyo significado específico h a sido evacuado, p rocede p o r analogía, y -lo que es m ás grave- ren u n cia a la dim ensión pro p ia del psicoanálisis, constituida p o r el m étodo riguroso de indagación. Sabem os que el cam po del psicoanálisis es, ante todo, el del psiquism o individual. E l punto de v ista que, p o r el contrario, llev a a red u cir todas las form as de trasto rn o p síq u ico a sim ples reacciones frente a la acción ilu strad o ra del am biente debe, en consecuencia, ser rechazado p o r los psicoanalistas com o no apto para dilucidar el problem a de los conflictos v iv id o s en el p lan o individual.¿S ignifica esto que el psicoanálisis subvalora la im portancia del am biente? N o , pero en un sentido particular. L as variaciones caracterológicas que tien en lu g ar en función de los rasgos esen ciales y de las transform aciones de una cultura quedan incluidas, sin duda alguna, en la esfera de co m petencia del psicoanálisis, pero el baricentro no coincide con el de la concepció n culturalista; lo que im porta es el m odo en que los datos am bientales son recibidos por el individuo, las consecuencias que la asim ilación de dichos datos tiene en el sujeto, el cual constituye, por lo tanto, el pim to de p a rtid a del análisis y tam bién su pu n to de llegada.

3.3.1. Genealogía de la C u ltu ra P ara F reud la experiencia subjetiva de la tran sferen cia se reconoce com o m odelo de u n a experiencia ancestral de la hum anidad, en la m edida en que la identidad del sujeto de la tran sferen cia está oculta por el silencio del analista: tal es la form ulación de la que nos servirem os p ara hacer aparecer las diferentes dim ensiones que nos prop o rcio n arán u n a rep resen tació n sistem ática de la teo ría freudiana de la cultura. E n esta investigación nos ofrece un hilo con d u cto r la g en ealo g ía de los problem as que ev o ca el artículo publicado bajo el título de E l interés del psicoanálisis, en 1913, es decir, en el período interm edio del freudism o en el que la teo ría de la psicosis, al estab lecer la n o ció n de destino perm ite a la vez considerar en perspectiva las enseñanzas del sueño y de la p ato lo g ía, y, desde otro punto de vista, anticipar el desarrollo de la n o ció n p sicoanalítica de la historicidad. D espués de h ab er recapitulado en su prim era parte los co n cep to s y las adquisiciones fundam entales que se derivan del «interés psicológico», es decir, de la teo ría psicoanalítica del sujeto, este texto enum era los cam pos en que se m aniata «el interés del psicoanálisis respecto a las ciencias no psicológicas». Y su im portancia afecta en prim er lugar a l ord en adoptado p o r F reu d para su exposición, viéndose claram ente que su intención es exam inar la génesis epistem ológica de las disciplinas aludidas. E n prim er lugar, el interés p o r la lingüística. N u e stra in sisten cia sobre los m odelos del p sicoanálisis nos exim irá de d eten em o s aquí si no fu era Freud quien in icialm ente subraya un aspecto esencial y muy descuidado de la afinidad entre el proceso del sueño y el p ro ceso del lenguaje. Se trata de que «al consistir los m edios de representación que ofrece el sueño en im ágenes visuales y no en palabras, la com paración del sueño con u n sistem a de escritu ra parece m ás apropiada que la com paración con un 14

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lenguaje». La interpretación de los sueños es, pues, asimilable al desarrollo de una escritura antigua, como la de los jeroglíficos egipcios. En particular se halla en uno y otro registro la función de los determinantes, en relación con la superdeterminación. Entendemos por ella todo el valor de la sugestión aportada en 1905 por el análisis de la histeria de Dora, en cuanto a la utilización del escrito como medio de comunicación con el ausente: lo mismo ocurriría con el sueño, en ausencia de interlocutor. Pero también vemos cómo el interés lingüístico conduce al interés filosófico. El inconsciente, cuya expresión es el lenguaje del sueño, «habla más de un dialecto»; la histeria, por ejemplo, utiliza el lenguaje de los gestos, y la neurosis obsesiva, el lenguaje de los pensamientos. E>el mismo modo pueden reconstruirse las fuentes subjetivas de la psicología y la indicación alude aquí a la reconstrucción de las visiones del mundo en Tótem y tabú: la elaboración secundaria de sueño «nos proporciona un ejemplo excelente de la manera como se forma un sistema, con su naturaleza y sus exigencias. Entre los paranoicos, el sistema domina el cuadro mórbido, aunque no debe ser descuidado en las restantes formas de psiconeurosis». Ahora bien, tal sistema no se diferencia en nada de una representación como la del animismo. «El animismo es un sistema intelectual. No explica sólo un fenómeno determinado, sino que permite concebir el mundo como un vasto conjunto a partir de un punto dado; hablando en términos generales, es la primera de las tres grandes concepciones del mundo, la animista (mitológica), la religiosa y la científica.» El psicoanálisis no autoriza, pues, solamente la crítica subjetiva de los sistemas filosóficos en el sentido de que volvería a colocar allí la marca del destino pulsional de un creador singular, sino que fundamenta radicalmente una postura típica de los sistemas en la asignación de los momentos genéticos de la constitución del razonamiento. Dicho de otra forma, le corresponde dar su pleno sentido a la noción de verdad histórica. Desde el momento en que la psicosis está llamada a ocupar ima posición central en la teoría psicoanalítica, y en la medida en que implica la ruina conjunta de la posición del otro y de la realidad, el destino pulsional se revela como historia de la alteridad. La verdad histórica explica el hecho de que en cada una de las alternativas de esta historia el sujeto se constituye como un modo específico de apertura sobre otro. Estamos en el punto en que el interés del psicoanálisis respecto a la filosofía desborda su interés

biológico. La filosofía remite el razonamiento a una posición de verdad, es decir, a una posición de alteridad, y la biología asegura la determinación de esta relación, de donde nace precisamente la insuficiencia de la filosofía para mantenerlo en el registro de una intersubjetividad abstracta, en cuanto vehículo de la función sexual. Desde este punto de vista puede introducirse el concepto de Trieb como situación límite entre el registro psicológico y el registro biológico. Sobre el masculino y el femenino en particular, diremos que no se refieren a los impulsos mismos, sino a sus objetivos. Hay que explicar todavía la posición singular del organismo en uno u otro de los polos de la relación biológica, y esta cuestión requiere la aparición de una dimensión epistemológica nueva. Pues el psicoanálisis se distingue de cualquier otro tipo de análisis, recuerda Freud, en cuanto que no trata solamente de descomponer lo complejo en elementos simples, sino remite de una formación psicológica a otra anterior, a partir de la cual se ha desarrollado. De esta forma se define su interés respecto a la 15

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historia del desarrollo. Para recuperar los modos de representación bajo los que apareció como fundamentalmente justificable, el psiquismo está estratificado de esa manera tan original en la que el pasado no está separado del presente, sino que permanece virtualmente inherente a él. Pero también nosotros podemos volver a señalar en cada una de estas capas la señal de un desprendimiento. El interés del psicoanálisis respecto a la historia del desarrollo exige su interés respecto a la historia de la cultura. Llegamos aquí a una de las exposiciones más concentradas pero también más sistemáticas que nos ha legado Freud, relativas a la constitución misma de este ámbito de investigaciones. La primera aplicación que podemos extraer de este ámbito de investigaciones de estos productos de la imaginación popular es que el psicoanálisis está en disposición de arrojar luz sobre «los orígenes de nuestras grandes instituciones culturales: religión, ética, derecho, filosofía». Es capaz en la medida en que restablece, a partir de sus huellas, las situaciones psíquicas primitivas, que han impulsado tales creacio­ nes. Para llegar a la inteligencia, es decir, a la emergencia epistemológica de la teoría ffeudiana de la cultura, no hay más que confrontar, en el mismo orden en que nos lo propone la genealogía de las ciencias y la emergencia progresiva de sus dimensiones características, el interés del psicoanálisis respecto a la lingüística, la filosofía, la biología y su interés respecto a la historia de la cultura. Ahora bien, si el vocabulario de Freud, en la fecha en que estamos, está aún llamado a evolucionar, su pensamiento está perfectamente claro en lo que respecta a la originalidad de este último campo y a la dimensión en que han sido ordenados los procesos: la esfera de la cultura es la de la castración. Freud señala inicialmente la distinción entre necesidad y deseo, es decir, como lo había indicado el capítulo séptimo de la Interpretación de los sueños, esta tensión surgida de la necesidad que es la llamada al otro con vistas a saciarse. Seguidamente se apoya en esta distinción para oponer aquellas exigencias de satis­ facción en las que el mundo exterior puede coincidir o ser contrariado, a los deseos no satisfechos para los que deberá hallarse una «ligazón». Pero todavía no conseguimos la definición de la cultura: surge propiamente de la esfera de la creencia, cuyo primer momento restablece en la vida de los pueblos la creencia infantil en la omnipotencia, cuyos momentos ulteriores, que son precisamente las fases del desa­ rrollo de la cultura, traducen los avalares de la creencia bajo las especies de las concepciones del mvmdo animista, religioso y científico. Precisamos de este modo la dimensión sobre la que se desarrollan estos avalares, y abarcamos también su conexión con las posiciones de la «verdad histórica» de donde Freud extrae la noción en este momento preciso. La creencia primitiva infantil en la omnipotencia es una coincidencia narcisista entre el sujeto y el otro tutelar, y las representaciones sucesivas del mundo simbolizan las mutaciones del otro en quien se perpetúa la exigencia de creencias, mientras que se afirma su independencia de las reivindicaciones del sujeto; a los momentos progresivamente desarrollados de la creencia responderán las posiciones sucesivas de la «verdad histórica». Mitos, religión y derecho son, pues, los sustitutos de la seguridad que adquiere inmediatamente el infans mediante la creencia infantil en su omnipotencia. Ellos unifican el deseo, en el sentido de que el retomo de la presencia tutelar que es su objeto, deja transparentar su fundamento en la naturaleza misma de los poderes que influyen o regulan el curso de las cosas. La satisfacción se sustituye por la seguridad de los títulos que legitiman el acceso, la creencia en la omnipotencia propia, que se ejerce en beneficio de este único ser singular que yo soy, por la creencia en un orden que se ejerce en beneficio de todo ser singular, 16

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consagrándole y reconociéndole a título de tal. No se excluye el deseo individual, sino que se universaliza. La historia de la cultiva es la de las «grandes instituciones culturales», donde el sujeto, privado de su omnipotencia, alcanza el estatuto de una identidad sustitutiva de su narcisismo. A este respecto, la producción artística favorece la actualización de sus fantasías, en el sentido de que la obra mantiene la comunicación de la estructura que precisamente las ha constituido en fantasías. Pero ni una ni otra de tales dimensiones afectan todavía a su realización hic et nunc en relaciones de intercambio efectivas. La labor de una sociología auténtica, dirá Freud en 1932, consistirá en «determinar cómo la constitución impulsiva en general, las variaciones raciales y sus transformaciones culturales se contienen y se llaman recíprocamente bajo condiciones establecidas por la organización social, por la actividad profesional y por las posibilidades de lucro”, y en proceder a esta determinación «en la particularidad de cada caso», lo que equivale a decir sin duda que «la sociología es una psicología aplicada» en la medida en que estudia «el comportamiento del hombre en la sociedad», pero también lo que e sp ^ifíca la acepción original en la que se forma la «aplicación», y la dimensión epistemológica que consagra, en cuanto delimita el lugar de actualización efectiva del individuo. Pero esto no es más que un episodio en el desarrollo del pensamiento freudiano. La integración a las concepciones sociológicas de El interés del psicoanálisis de la hipótesis directriz de Tótem y tabú echará las bases de una teoría de la historia, y esta teoría es el M alestar en la cultura. Sin embargo, existe una etapa intermedia; la elaboración (conjunta) del concepto de impulso de muerte y del segundo tópico. Pues esta elaboración apunta en primer lugar hacia la teoría de la cultura, en el mismo lugar -en la acepción tópica- en que el superego asegura indefinidamente la perpetuación de una culpabilidad no menos necesaria al trabajo de la cultura, por la coacción que impone a los impulsos, que lo que ha sido al principo el acto de muerte del que procede. Pero el M alestar en la cultura aporta mucho más; el trazado de un destino cultural de los impulsos de muerte, lo que podría llamarse trasponiendo los términos del título del artículo de 1915, los impulsos y su destino. 3 J .2 . C om ponentes principales de una teoría de la cultura. ¿De lo dicho hasta aquí, ¿se puede establecer un balance de una «teoría» fíeudiana de la «cultura»? Toda discusión a este respecto exige evidentemente que sean aclarados los términos alemanes Kultur y Zivilisation que utiliza Freud, y el contenido mismo de las nociones que les corresponden. Pero la solución, según Freud, no es difícil; la cultura humana, escribe en 1927 en El porvenir de una ilusión, entiendo por ella todo lo que ha contribuido a que la vida humana se haya elevado por encima de sus condiciones animales y lo que le distingue de la vida de las bestias, y me niego a separar la civilización de la cultura-, ofrece dos aspectos. Comprende, por un lado, todo el saber y el poder que los hombres han adquirido a fin de dominar las fuerzas de la naturaleza y de posesionarse de sus bienes para la satisfacción de las necesidades humanas; por otro lado, todas las organizaciones necesarias para reglamentar las relaciones de los hombres entre sí y, en particular, la repartición de los bienes que pueden conseguir.

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Freud no nos dice que las nociones de Kultur y Zivilisation sean equivalentes, sino únicamente que él se opone a «separarlas» una de otra y apunta la razón de esta solidaridad. Descubre ella la constitución de las organizaciones sociales en cuanto surgidas de la superación de las condiciones animales de vida: la civilización perpetúa en su intimidad el movimiento por el que ha sido engendrada, está llamada a efectuar sin demora el rescate, y lo que anunciaba Freud a Fliess sobre el individuo, citando a Shakespeare, ocurre también y con mayor intensidad aún con la especie humana, es decir, que siempre permanece como «deudora de xma muerte» respecto a la naturaleza. Para Freud, la elaboración de las relaciones sociales es sólo uno de los aspectos de la cultura, ya que el otro compromete la relación del hombre con la naturaleza en el conocimiento, la actividad técnica y el trabajo. Ambos aspectos son extremadamente solidarios, y esto, como dice Freud, por varias razones: porque las relaciones mutuas de los hombres están profundamente influidas por la medida de las satisfacciones repulsivas que permiten las riquezas presentes; en segundo lugar, porque el mismo individuo puede entablar relación con otro hombre en cuanto propiedad, en la medida en que este último emplea su capacidad de trabajo o lo utiliza como objeto sexual; en tercer lugar, porque cada individuo es virtualmenté un enemigo de la civilización, que, sin embargo, actúa en provecho de la humanidad en general. Y es posible que la analogía sea más esencial que lo que parece. Pues la teoría freudiana de la cultura ha surgido de la teoría de la transferencia y de su. resolución, y sólo de ésta extrae aquélla su estatuto psicoanalítico. La genealogía de las ciencias del hombre, por cuanto se sostiene de la inspiración del psicoanálisis, muestra el mismo origen, articulando a través de diferentes estratos de socialidad el campo de conceptualización. En definitiva, una epistemología comparada nos restituiría todo el itinerario del destino pulsional, es decir, la historia misma de la alteridad, cumpliendo así el deseo juvenil formulado por Freud en dos ocasiones a lo largo de 1896: «No he conocido en mi juventud otra aspiración que la que me llevaba hacia el conocimiento filosófico, y ahora estoy a punto de satisfacerla, yendo de la medicina a la psicología»; y este deseo «originalmente alimentado en la intimidad», ajeno a la exaltación de los primeros descubrimientos, se realiza el día en que la elaboración del impulso de muerte conduce al psicoanálisis del “camino real” de los sueños al dintel de una teoría de la historia. 3.4, El interés del psicoanálisis p o r la edad infantil Por todo lo que llevamos dicho, resulta claro que el psicoanálisis considera como causas del comportamiento actual de un sujeto acontecimientos que pueden remontarse a un pasado muy lejano. Así pues, el interés del psicoanálisis por la infancia es vivísimo. Se trata, no obstante, de un interés, por así decirlo, indirecto, encaminado a poner a pimto una teoría completa y detallada que haga eficiente la terapia. El punto central de la teoría elaborada por el psicoanálisis sobre la infancia -con mucho el más famoso, el más «escandaloso» y, sin ninguna duda, uno de los más originales e interesantes descubrimientos de Freud- consiste en la afirmación de una compleja y vasta vida sexual del niño. 18

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El texto «clásico» sobre este tema es la obra Tres ensayos sobre la teoría sexual, de 1905. Los ensayos versan, respectivamente, sobre «Aberraciones sexuales» el primero, «Sexualidad infantil» el segimdo, y «Transformaciones de la pubertad» el tercero. Según observa Musatti, “Nos podemos preguntar por qué Freud no siguió el orden aparentemente más lógico, comenzando por la sexualidad infantil para pasar luego a la consideración de la sexualidad durante la adolescencia y en la edad adulta, y ocuparse por último de los casos de sexualidad desviada. Los motivos, observa el propio Musatti, pueden ser fundamentalmente dos. El primero tiene que ver con el hecho de que el interés de Freud por la sexualidad siempre tuvo como punto de partida el problema de las neurosis... [y que] para la interpretación de las neurosis se sitúa en primer plano el problema de los elementos de la sexualidad perversa. El segundo motivo concierne a la misma sexualidad infantil, que no puede ser comprendida sin un análisis de las perversiones sexuales por cuanto también ella es ... una sexualidad «perversa polimorfa». Todo esto exige, para ser comprendido correctamente, una somera explicación del concepto freudiano de «perversión». La opinión popular, nos dice el primer ensayo, tiene ideas muy precisas sobre la naturaleza y las propiedades de la pulsión sexual. Ésta, según ella, «es inexistente durante la infancia, surge aproximadamente en la época de la pubertad, y, según avanza su proceso de maduración, se expresa en fenómenos de atracción irresistible que cada sexo ejerce sobre el otro; su meta es la unión sexual...». Unas cuantas páginas más adelante hallamos la siguiente precisión: «Se considera meta sexual normal la unión de los genitales en el acto llamado cópula, que lleva a la resolución de Intensión sexual...». Si bien Freud habla de opinión popular, su propia defínición de comportamiento sexual «normal» coincide con ella, aunque no le está subordinada. No es fácil decir cuál es el criterio que se toma como base para ver la normalidad en la actividad genital madura y heterosexual; se trata de un problema sobre el que Freud volverá muchas veces hasta sus últimos trabajos, y a propósito del cual las críticas son vacilantes. a. Perversiones Perversión es todo aquello que se aleja del modelo normal. Así, existen perversiones relativas al «objeto sexual» (como, por ejemplo, la homosexualidad) y otras relativas a la «meta sexual», es decir, a la acción hacia la cual impele la pulsión (desplazamiento de la sexualidad a zonas del cuerpo que no son los órganos genitales, o elección como objeto sexual de substitutivos inadecuados, como en el caso del «fetichismo»). Freud observa que aun el acto sexual normal es precedido y acompañado de actos preparatorios o «relaciones intermedias» con el objeto sexual (contemplación, caricias, besos...), los cuales, en una interpretación estricta, forman arte de las perversiones. Pero, en realidad, se habla de perversiones en sentido propio sólo cuando estos actos preparatorios son sobrevalorados y aislados de modo tal que pasan de medios a fines en sí mismos. b. Fases oral, anal y fálica Y precisamente en este sentido muchos comportamientos infantiles, o fases -sobre cuyo carácter sexual Freud no alberga la más mínima duda- llevan los estigmas de la perversión. Por ejemplo, el chupar con fhiición el seno materno primero, y luego, a falta de éste, el dedo, los propios labios u otro substitutivo, 19

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constituye, aislado de la u n ió n genital m adu ra, u n a típ ic a fo rm a d e p erversión. T o d a la epiderm is y todas las m u cosas están im plicadas e n e sta b ú sq u ed a de p lacer, pero, e n las fases sucesivas del desarrollo, y en co n ex ión con la realizació n de funciones fisiológicas d istin tas, algunas zo n as ad q u ieren u n valor p articular. D e este m odo, se p uede señalar u n a fase «oral», co n p red o m in io de la succión, m ientras ésta es, adem ás de fuente de placer, la v ía p a ra la nutrición. V iene, a continuación, im a fase «anal», durante la que p red o m in a el p la ce r generado p o r el trán sito de las m aterias fecales, las cuales estim ulan una superficie m u co sa p articularm ente sensible. Y , p o r últim o, la fase «fálica», durante la que se obtiene el placer, sobre todo, en las zonas genitales, estim uladas m ediante la m icción, los lavados, los tocam ientos y p resio nes casuales, o, de m an era m ás esp ecífica, m ed ian te form as m ás o m enos explícitas de m asturbación. A u n cuando F reu d califique de perversos a esto s com p o rtam ien to s, afirm a q ue la d isposición a los m ism os constituye «la u n iv ersal disp o sició n o rig in aria de la p u lsió n sexual norm al», a trav és de cuyo p roceso de m aduración se v a desarrollando el com portam iento «norm al», que llega a su plenitud después de u na serie de cam bios orgánicos y de inh ib icio n es psíq u icas. P o r consiguiente, las verdaderas perversiones son sintom áticas o bien de u n estancam iento en la evolución, o bien, dada la com plejidad del com portam iento sexual m aduro y norm al, de una disociación de los factores que hubieran debido confluir en él. El estancam iento constituye lo que se denom ina «fijación», y es u n síntom a neurótico. E n los casos m ás graves se d a un reto m o a m anifestaciones características de fases y a superadas, fenóm eno conocido com o «regresión». c. F a s e s o p e río d o s d e m a d u ra c ió n L as tres fases que acabam os de describir -oral, anal y fálica ocupan, aproxim adam ente, los cinco prim eros años de la vida. L a fase com prendida entre los cin co o seis y los d iez o doce años se den o m in a «período de latencia»; durante el m ism o, la ex citació n sexual no d esaparece, p ero la en erg ía q ue ésta genera es u tilizada, en g ran parte, p a ra fines distintos d el sexual: la m ad u ració n de los sentim ientos sociales y la con strucción de las barreras dentro de cuyos lím ites d eb erá ser co n ten id a la p u lsió n sexual en las edades sucesivas. T odo esto tien e lugar co n la ay u d a de la educación, que, e n el p erío d o de latencia halla, ju stam en te, el m om ento óptim o p ara su labor. A l p erío d o de laten cia sigue la pubertad, caracterizada por la subordinación de to d as las otras fuentes de ex citació n a la p rim acía de las zonas genitales, y por la elección del objeto, y a esb o zad a durante la in fan cia en fo rm a de atracció n h acia el p ro g en ito r de sexo opuesto, y o b ligada ah o ra a concretarse en p erso n as d istintas de los progenitores p o r la absoluta condena del incesto. d. C o m p le jo de E d ip o E sto últim o nos d a pie p a ra m en cio n ar uno de los m otivos o b jetiv am en te m ás im portantes de la teoría psico analítico y, sin lu g a r a dudas, el que m ás h a po p u larizad o la literatu ra de divulgación; nos referim os obviam ente, al «com plejo de E dipo». Se trata de «im conjim to organizado de deseos am orosos y hostiles que el niño siente co n respecto a sus padres» (L aplanche y Pontalís). D eseo sexual p o r el progenitor de sexo opuesto y deseo d e la m uerte del p ro g en ito r de su m ism o sexo, odiado en calidad de rival. El com ­ plejo, según F reud, alcan za su punto culm inante entre los tres y los cinco años, y el m odo en que se

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plantea y resuelve en cada individuo constituye el factor principal del que depende la posterior evolución, equilibrada o neurótica, de su vida psíquica. Sin embargo, no hay que restar importancia al hecho de que ya antes de los tres años el niño ha tenido que sufrir algunos traumas. El humano que no ha llegado a la madurez necesita la protección de los adultos durante un período muy largo. La madre constituye una necesidad vital. Como afirma Mauco, interpretando a Freud, «La madre es el centro y casi la totalidad de las experiencias del niño, tanto en el plano fisiológico como en los planos afectivo, psíquico e intelectual. Ella es nutrición (succión y gusto), sonido, olor, y también movimiento, caricias, vista, prensión, seguridad, satisfacción e insatisfacción». Como tal, el niño la desea incluso cuando ningún peligro especial le amenaza. Pero este amor es perturbado por el padre y, eventualmente, por los hermanos. De ahí los celos, el odio, el deseo de muerte que, debido a los límites de su posibilidad de acción, se queda en el estadio de deseo. Por otra parte, el padre no sólo es el rival; con su omnipotencia, aparece también como el modelo que el niño quiere imitar y englobar dentro de sí. Con ello se da el primer grave contraste interno: amar y admirar a una persona y, al mismo tiempo, odiarla. Cuando, a los tres años aproximadamente, el impulso sexual llega a la fase fúlica y se realiza una primera forma de amor objetual, se crea una verdadera situación de «triángulo», con todas las complicaciones inherentes a la misma. El trauma es inevitable: por un lado, el niño se comporta como si no existiera nada más importante que la explotación de las fuentes de placer y la satisfacción de los deseos instintivos; por el otro, los adultos se comportan como si su única función consistiera en inhibir esta tendencia. La ame­ naza que pesa sobre el niño es enorme, realmente «capital»: la pérdida del amor comporta la de la protección, y le deja expuesto a la muerte. De ahí se deriva una angustia del abandono a la que el individuo nunca escapará del todo en el curso de su vida, sino que adquirirá tonos e intensidades variables según las modalidades de intervención de los adultos a lo largo de su primera infancia. El resultado más importante de esta primera crisis es la «amnesia infantil», que cubre los hechos de los primeros años de vida y que, para Freud, no procede de una incapacidad funcional del niño para registrar sus impresiones, sino que es el efecto de un verdadero «rechazo». La amnesia infantil tiene su límite temporal en el momento en que empieza a declinar el complejo de Edipo.

4. FA C TO R ES DE E N R IQ U EC IM IE N TO D EL SABER HUM ANO En uno de sus últimos escritos (Compendio de psicoanálisis, inconcluso por la muerte del autor), que casi se puede considerar un resumen de toda su actividad intelectual, Freud recapitula y menciona los que, a su juicio, son los principales factores de enriquecimiento del saber humano aportados por las investigaciones psicoanalíticas. 1.

En primer lugar, la teoría psicoanalítica ha mostrado que la fi’ontera entre la normalidad y la anormalidad psíquicas no se puede determinar científicamente. Pese a su gran importancia práctica, esta distinción sólo tiene im valor convencional. Una vez establecido que los estados patológicos, psicosis y neurosis, no tienen causas eficientes específicas, y que entre los

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comportamientos «normal» y «anormal» no existe una línea de demarcación neta y objetiva, aparece posible y útil partir de sus trastornos para comprender la vida psíquica normal. 2.

En segundo lugar: la antigua psicología sólo disponía, para comprender la fimción psíquica normal, de los datos de la autopercepción consciente. El psicoanálisis ha demostrado que dichos datos no bastan para penetrar la trama de los procesos psíquicos, descubrir sus nexos e identificar las condiciones de sus trastornos.

3.

En tercer lugar -y consecuentemente-, el psicoanálisis ha emitido la hipótesis de que sólo un sector del aparato psíquico determina, en ciertas condiciones, el surgimiento del fenómeno comúnmente llamado «conciencia».

Con ello, y para terminar, el psicoanálisis ha actuado en el sector de los fenómenos psíquicos de un modo análogo al de, por ejemplo, la física en su sector propio. Tanto en im caso como en el otro se trata de descubrir, tras las propiedades directamente perceptibles, una serie de procesos que nos permite entender ima parcela del mimdo exterior, preverla y, eventualmente, modificarla.

5. INTERPRETACIONES DEL INCONSCIENTE Como hemos visto más arriba, Freud mantiene una concepción pesimista sobre el ser humano, puesto que considera a la represión como el principal mecanismo que foija la personalidad social del individuo. El conflicto entre los deseos instintivos y las normas morales represoras desemboca en la angustia y la ansiedad, cuando no en un trastorno psíquico de mayor o menor importancia. Así, nuestra historia personal puede resumirse en el conjunto de las represiones que han determinado el desarrollo de nuestra vida. A pesar de su éxito y popularidad, las ideas freudianas no fueron aceptadas por una parte considerable de los psicólogos coetáneos. Las divergencias provinieron tanto del propio campo psicoanalítico como de otras Escuelas opuestas a los métodos desarrollados por Freud. Estas últimas criticaban el escaso fundamento científico de las mismas. Igualmente, varios discípulos de Freud discreparon acerca de algunas de sus ideas o de la idoneidad de ciertos métodos o terapias. El propio carácter de Freud, autoritario e intransigente en sus convicciones, forzó la disidencia de muchos discípulos. Aún hoy día, el Psicoanálisis se caracteriza por la coexistencia de diversos enfoques que utilizan teorías y métodos discrepantes. Aparecieron así movimientos heterodoxos de inspiración psicoanalítica, como el fi-edomarxismo (W. Reich, E. Fromm), intento teórico de aplicar la dialéctica de Marx al psicoanálisis; las innovaciones terapéuticas propuestas por Ferenczi y Rank, o la versión estructuralista defendida por Lacan y sus seguidores. Nos detendremos brevemente en las disidencias llevadas a cabo por dos de los más valiosos discípulos directos de Freud: Adler y Jung. Finalmente, y como conclusión, revisaremos algunas ideas conductistas sobre la génesis del inconsciente y la represión.

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5.1. A dler o el sentim iento de inferioridad Fue alumno y posteriormente discípulo de Freud en Viena. Sin embargo, a partir de 1.911 se separa de él y emprende investigaciones por su cuenta. Poco a poco fue elaborando una teoría psicoanalítica que se apartaba de algunas ideas freudianas sobre la personalidad. Frente al pansexualismo de Freud, Adler opone un concepto de personalidad donde se resalta el carácter social. Si en las tesis freudianas, la mente infantil es egoísta y la educación debe vencer esa tendencia, el niño de Adler pronto encuentra un interés social que lo aleja del puro egoísmo. Adler parte del complejo de inferioridad que se produce en el niño cuando adquiere conciencia dé su desamparo y se sabe depen­ diente de los mayores. i■ Con el desarrollo de la personalidad, este complejo trata de superarse mediante una compensación; la am bición de poder. Gracias a ella, el individuo desarrolla un deseo,de superioridad que orienta su propio devenir. Se trata del típico mecanismo de la compensación: hacerse más fuerte allí donde se fracasa. Este impulso o ansia de poder lleva al individuo a emprender una lucha para asegurarse el éxito personal, económico y sexual. El resultado de esa lucha determinará cada tipo de personalidad concreta. Freud, aun admitiendo la importancia del complejo de inferioridad, criticó duramente la teoría adleriana. 5.2. El inconsciente colectivo de Ju n e Al igual que Adler, fue primeramente discípulo de Freud para abandonarlo después, en 1.913, debido a ciertas discrepancias doctrinales. Sus divergencias más importantes fueron; Crítica al pansexualismo fí^udiano, puesto que Jung no consideraba que todos los símbolos tuviesen origen sexual. De igual manera, Jung interpreta la libido como energía vital y no pura­ mente placentera. Para él, el origen de la neurosis no provenía exclusivamente de los traumas habidos en la infancia, sino que también aparecían neurosis como fruto de las relaciones entre un sujeto maduro y su realidad circundante. Las tendencias del inconsciente se dividen en dos grandes grupos: introvertidas y extrovertidas, según estén volcadas hacia el mundo exterior o hacia la propia subjetividad. El dominio de una u otra tendencia da como resultado vm tipo distinto de personalidad. El introvertido se caracteriza por su tendencia a la fantasía y la ensoñación, por su capacidad de autodominio y por su afán de superación. En cambio, en el extravertido predominan las tendencias placenteras y agresivas, por lo que se vuelca en el mundo exterior, tratando de alcanzar la satisfacción de esas tendencias mediante el éxito profesional y sexual. El inconsciente no está formado exclusivamente por recuerdos olvidados de la historia personal del individuo, sino que también incluye símbolos e imágenes comunes a toda la humanidad. Es decir, puede ser considerado como un inconsciente coiectivo.

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Jung constató que en los sueños, además de imágenes relacionadas con sucesos anteriores del individuo, aparecían también símbolos y fantasías cuyo origen no podía explicarse por experiencias individuales. Según él, estas imágenes eran comunes a la humanidad, es decir, surgían en los sueños de todas las culturas y en todos los tiempos de los que había noticias. Por lo tanto, afirmó la existencia de un inconsciente suprapersonal o colectivo. Para Jung, estas imágenes reproducían arquetipos comunes, es decir, símbolos ancestrales que poblaban los sueños, el arte y las fantasías de todas las culturas. Aunque en algún momento pensó que podían trans­ mitirse hereditariamente, pronto desechó esa explicación por falta de base biológica y trató de definir el inconsciente colectivo como una estructura psíquica de carácter innato. Él mismo escribe: 'No se trata de representaciones heredadas, sino de una disposición innata a form ar representaciones análogas, o sea de estructuras universales idénticas de la psiquis que he llamado posteriormente inconsciente colectivo'. De ahí provienen los arquetipos. Reflejan éstos lo más primitivo y ancestral de la psique humana. Mitos, símbolos, leyendas religiosas o mágicas, etc.„conforman el fondo de ese inconsciente colectivo. La bús­ queda de esas imágenes primigenias llevó a Jung a interesarse por fenómenos habitualmente alejados de la Psicología como la alquimia, la meditación trascendental o el libro tibetano de los muertos. 5.3. La explicación conductista Como apuntábamos al inicio del tema, el conductismo se ha negado a admitir la existencia del inconsciente, si éste debe ser considerado como un mecanismo o estructura interna del cerebro con capacidad de autonomía. Es decir, afirmar principios como el yo, ello o super-yo, entendiendo que poseen entidad real, le parece a los conductistas una aberración. Afirman que numerosas pruebas fisiológicas han sido incapaces de encontrar dentro de la mente asociaciones neuronales que pudieran dar cuenta de semejantes estructuras. Ahora bien, el rechazar la existencia real de tales mecanismos, no puede llevar aparejado la negación de fenómenos inconscientes, pues el sentido común y la experiencia personal los atestiguan plenamente. Admitiendo, pues, los efectos sobre la conducta observable de lo que en la literatura psicológica se denomina inconsciente, los conductistas han intentado aportar un análisis experimental de ese tipo de efectos. Para ellos, las causas de ciertas conductas quedan relegadas al olvido porque provocaron originariamente reacciones dolorosas, ante las que el individuo aprendió a defenderse condicionando sus repuestas. El olvido sería así una típica reacción de huida, interiorizada en la mente gracias a refuerzos o castigos de ciertas, conductas anteriores. Es decir, la conciencia (si podemos utilizar ese término, con cuya significación no están de acuerdo los conductistas) huye de los recuerdos dolorosos como forma de escapar a sus efectos, pero no lo hace mediante los procedimientos freudianos, sino a través del aprendizaje.

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6. SEGUIDORES DE FREUD Y ESCUELAS PSICOANALÍTICAS El psicoanálisis de Freud es llamado a menudo «psicoanálisis clásico». Ha experimentado muchos cambios dentro del llamado «neofreudismo». Este es un freudismo metodológico, desarrollado por psiquiatras que han adoptado el psicoanálisis. Sus manifestaciones más «ortodoxas» se hallan en las colaboraciones áéU ntem ationalJoum al ofPsychoanalysis. Contra este metodologismo se han dirigido, entre otros, Jacques Lacan y Daniel Lagache. En sus obras, y en los trabajos publicados en La Psychanalyse (ñmdada por Lacan, a partir de 1956), se ha desarrollado lo que se ha conocido con los nombres de «psicoanálisis estructural» y «psicoanálisis estructuralista» -que algunos estiman un aspecto del psicoanálisis y otros del estructuralismo. Tal psicoanálisis presta gran atención a la información proporcionada por el paciente en forma lingüística (que es la forma como el paciente «se revela» o «se oculta»). Lacan ha declarado que la estructura del inconsciente es la estructura del lenguaje. El programa del psicoanálisis estructural, o estructuralista, figura en el llamado «Rapport de Rome», en La Psychanalyse (1956). La flexibilidad conceptual del psicoanálisis se manifiesta no sólo en las varias direcciones apuntadas antes y en las formas no freudianas del psicoanálisis existencial y del psicoanálisis intelectual, sino también en la posibilidad de un psicoanálisis fundamentalmente no distinto del clásico, pero del cual se ha eliminado prácticamente toda la terminología freudiana. Un ejemplo es la obra de Roy Schafer,^ New

Languagefor Psychoanalysis (1975), donde el autor propone lo que llama «un lenguaje de acción», esto es, un lenguaje del que queden eliminados todos los términos asociados con el psicoanálisis freudiano: energía, impulso, sublimación, etc. Estos términos tienen el inconveniente, según Schafer, de hacer suponer que existen traducciones de las explicaciones y de los métodos psicoanalíticos a un lenguaje distinto del psicoanálisis clásico. Como señalamos anteriormente, los dos más destacados discípulos de Freud, Cari Gustav Jung y Alfred ->

Adler se separaron de su maestro, formando dos escuelas muy influyentes. Los psicoanalistas de observancia fieudiana estiman que ni Jung ni Adler pueden ser considerados como seguidores, siquiera muy heterodoxos, del psicoanálisis. Algunos autores, sin embargo, ponen de relieve que hay en sus doctrinas varias nociones -como la de «complejo» y la de «inconsciente colectivo», en Jung; y la de «sentimiento de inferioridad», ligado a minusvalías orgánicas, en Adler- que no hubieran podido desarrollarse de no haber partido de supuestos psicoanalíticos freudianos.

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También se separó de Freud, cuando estudiaba aún en Viena, Jacob Levi Moreno (1890-1974) nacido en el Mar Negro, estudiante y psiquiatra en Viena; desde 1935 en Estados Unidos). Hay también respecto a Moreno discusiones acerca de si debe poco, o mucho, o nada, al psicoanálisis fmudiano, pero es muy común referirse a él dentro de una amplia historia del psicoanálisis. Moreno fue uno de los primeros iniciadores, y promotores, del psicoanálisis de grupo o psicoterapia colectiva. En 1923 creó el llamado «psicodrama» (y sociodrama). Grosso modo consiste en dejar que varios individiios, o grupos de individuos, se reúnan en un recinto comparable a un «escenario» y den rienda suelta a sus impulsos espontáneos, que son, según Moreno, «el ámbito de sí mismo» no solamente por medio de actos verbales, sino también, y especialmente, por medio de «actuaciones» (el llamado acting out). Moreno rechazó casi todos los esquemas freudianos y afirmó que el teatro terapéutico y el psicodrama son una representación consciente y planeada del «teatro del mundo», p>ero algimos han indicado que una psicoterapia colectiva 25

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puede siempre alojarse dentro de marcos íreudianos. Un resumen de las ideas y métodos de Moreno se encuentra en los tres volúmenes de Psycodrama (1959-1969). Moreno propuso y desarrolló asimismo el «test psicométrico» para el estudio de pequeños grupos y de las relaciones entre ellos. La teoría del mencionado test se desarrolla en la revista de sociometría Sociometry: A Journal o f Interpersonal Relations, desde 1937, fundada por Moreno.

Psicoanalistas ortodoxos

Psicoanalistas disidentes

Psicoanalistas culturistas

Karl Abraham A nnaFreud

Alfred Adler C. G. Jung

Karen Homey H. S. Sullivan

Otto Rank Wilheilm Reich

Erich Fromm Jacques Lacan Gastón Bachelard Herbert Marcuse

Sandor Ferenczi Melanie Klein Wilheilm Stekel Jacob Levi Moreno

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7. RESUM EN D EL TEM A 66 El Inconsciente y su relación con la conciencia: Con el término conciencia se designa una facultad o ftmción psíquica que permite el conocimiento del mundo exterior y de nosotros mismos. Muchos autores de orientación conductista evitan el uso del término, prefiriendo sustituirlo por la expresión procesos conscientes. ¿En qué se diferencian?.Según ellos, el término conciencia posee implicaciones filosóficas y su utilización lleva a imaginarse, de manera ímplicita, la existencia real de esa facultad dentro del cerebro. Sin embargo, para ellos no existe tal, sino tan sólo un conjunto de procesos neurólogicos que son elaborados por los órganos cerebrales o sistema nervioso y que nos permiten sentir la realidad de una serie de estímulos que acceden a nuestra mente. Las facultades mayormente involucradas en la conciencia son la percepción (estímulos del mundo exterior e interior), la atención (selección de ciertos estímulos entre todos los que llegan simultáneamente al cerebro en un instante concreto) y la m em oria (recuperación de recuerdos y aprendizajes anteriores que se asocian a la estimulación de ese momento). También forman parte de la conciencia los procesos intelectuales superiores como pensamiento, razonamiento, etc., y ciertos fenómenos relacionados con la vida afectiva y la motivación. E l descubrim iento del inconsciente: Desde los tiempos más remotos, el ser humano advirtió una clase de fenómenos que incidían sobre sus estados normales de conciencia, provocando alteración de la conducta o simplemente percepciones extraconscientes. La explicación acientífíca de esos fenómenos consistía en atribuirlos a las acciones divinas o demom'acas sobre la mente de los individuos. Con el desarrollo del conocimiento científico apareció la necesidad de buscar otro tipo de explicaciones a esos hechos. En el siglo XIX surgieron ya los primeros balbuceos teóricos sobre lo que más tarde sería conocido como inconsciente. Aimque con cierta frecuencia se atribuye a Sigmund Freud el descubrimiento del inconsciente, los datos históricos invalidan esá creencia. Sin embargo, aunque Freud no fuese el único en proponer la acción del inconsciente sobre la conducta, sí cabe considerarlo como el creador de la primera teoría sistemática al respecto. En ella se proporcionaba ya una explicación general de los mecanismos inconscientes y de su acción sobre los actos humanos, quedando integrados aquellos dentro de una concepción global sobre la personalidad y la psicoterapia. La orientación más característica de la psicología del siglo XX es la psicoanalítica, fundada por Sigmund Freud. El psicoanálisis constituye la ampliación del horizonte científico que ha ejercido una influencia mayor y más directa sobre una gran parte de la filosofía contemporánea y sobre la concepción de la cultura. El psicoanálisis: Freud elaboró el psicoanálisis como un procedimiento para el diagnóstico y tratamiento de ciertas neurosis. El psicoanálisis es, por de pronto, un método, pero es también una doctrina relativa a la naturaleza del ser hmnano. El «análisis» consiste en hacer que el paciente ponga al descubierto hechos (o actos) que, desde im pimto de vista no psicoanalítico, pueden parecer perfectamente normales, pero que, de acuerdo con el psicoanálisis, son sintomáticos. En el curso del análisis se producen transferencias, entre las que destaca la transferencia al propio analista de las actitudes del paciente respecto a otras personas. De este modo, el analista «se hace cargo» de las angustias y perplejidades del paciente, al punto que necesita ser también él «analizado». Hay ciertos mecanismos llamados «complejos» que mantienen al individuo o en un estado de parálisis mental o en un estado de transferencia de actitudes y emociones. 27

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A la hipótesis de un inconsciente, o conjunto de entidades mentales inconscientes, Freud agregó la hipótesis de una serie de impulsos, comparables a, si no identificables con, instintos y que constituyen la fuerza motor de los actos psíquicos. Freud trató de sistematizar los mecanismos de explicación del comportamiento psíquico mediante varias hipótesis suplementarias. Niveles del psicoanálisis; Si nos atenemos a la definición de que dan Laplanche y Pontalis en su “Diccionario de psicoanálisis”, el psicoanálisis seria “la disciplina fimdada por Freud y en la que, con él, es posible distinguir tres niveles: a.

Un método de investigación que consiste esencialmente en evidenciar la significación inconsciente de las palabras, actos, producciones imaginarias (sueños, fantasías, delirios) de un individuo.

b.

Un método psicoterápico basado en esta investigación y caracterizado por la interpretación controlada de la resistencia, de la transferencia y del deseo..

c.

Un conjunto de teorias psicológicas y psicopatológicas en las que se sistematizan los datos aportados por el método psicoanalítico de investigación y de tratamiento.

El psicoanálisis se puede considerar desde tres perspectivas: a)

como una forma particular de psicoterapia,

b)

como una teoría del aparato psíquico, y

c)

como un método para la interpretación de los fenómenos que constituyen el campo de las «ciencias humanas», es decir, como un modelo, mejor, como ima critica de cultura desde la sociología hasta la antropología cultural, desde la crítica literaria hasta la de las artes figurativas y la música, etcétera.

El psicoanálisis, se convierte así, en el pensamiento de Freud, como un modelo critico de la cultura occidental.

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9. PREGUNTAS 1. ¿O frece el psicoanálisis un m étodo p a ra en ten d er la agresión como algo distinto de la teoría instintivista y conductista o am bientalista? A primera vista, parece como que el psicoanálisis no únicamente ha evitado los defectos instintivistas y conductistas o ambientalistas, sino que en realidad está afligido de una combinación de unos y otros. La doctrina psicoanalista es al mismo tiempo instintivista en sus conceptos teóricos generales y ambientalista en su orientación terapéutica. Es demasiado conocido para necesitar justificación el hecho de que la teoría freudiana es instintivista y explica el comportamiento humano como consecuencia de la lucha entre el instinto de la autoconservación y el instinto sexual (y en su teoría posterior entre el instinto de vida y el de muerte). También puede reconocerse fácilmente el sistema ambientalista si se considera que la terapia analítica intenta explicar la evolución de una persona por medio de la constelación ambiental específica de la infancia, o sea el influjo de la familia. Pero este aspecto se concilia con el instintivismo suponiendo que la influencia modificadora del medio ambiente se produce por medio de la influencia de la estructura libidinosa. Pero en la práctica los pacientes, el público y con frecuencia los mismos analistas sólo reconocen de labios afuera las vicisitudes específicas de los instintos sexuales (muy a menudo estas vicisitudes se reconstituyen sobre la base de "pruebas" que en sí suelen ser una construcción basada en el sistema de las expectaciones teóricas) y adoptan una posición totalmente ambientalista. Es su axioma que todo fenómeno negativo en el paciente ha de entenderse como resultado de influencias dañinas en la primera infancia. Esto ha llevado a veces a una autoacusación irracional por parte de los padres, que se sienten culpables de cualquier rasgo patológico o indeseable aparecido en el niño después del nacimiento, y a una tendencia de las personas en análisis a echar la culpa de todos sus problemas a los padres y a evitar el enfi^ntamiento con el problema de su propia responsabilidad. 2. ¿Es la teoría de la libido algo fundam ental en el pensam iento de F reud?. Responder a estas preguntas es averiguar cómo debe definirse el psicoanálisis. ¿Es la suma total de las teorías de Freud o podemos distinguir entre las partes originales y creadoras de su sistema por una parte y las accidentales y condicionadas por el tiempo por la otra, distinción que puede hacerse en la obra de todos los grandes pioneros del pensamiento? Si es legítima esta distinción, debemos preguntamos si la teoría de la libido pertenece al meollo de la obra fíeudiana o si es sólo la forma en que organizó sus nuevas ideas, porque no había otro modo de pensar y expresar sus fundamentales descubrimientos, dado su medio filosófico y científico. Freud nunca dijo que la teoría de la libido fuera una certidumbre científica. La llamaba "nuestra mitología" y la remplazó por la teoría de los "instintos" de Eros y de muerte. Es igualmente significativo que definiera el psicoanálisis como una teoría basada en la resistencia y la transferencia, y por omisión, no en la teoría de la libido. 30

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El que Freud aislara el instinto sexual como fuente de todas las pasiones (aparte del instinto de autoconservación) era, naturalmente, nuevo y revolucionario en una época todavía regida por la moral de la clase media victoriana. Pero incluso esta versión especial de la teoría de los instintos probablemente no hubiera producido un impacto tan fuerte y duradero. Lo que lo que dio a Freud su importancia histórica fue el descubrimiento de los procesos inconscientes, no filosófica ni especulativa, sino empíricamente, como lo demostró en algunas de sus historias de casos y sobre todo en su obra fundamental, La interpretación de los sueños (1900). La revolución de Freud fue hacemos reconocer los aspectos inconscientes de la mente humana y la energía que emplea en reprimir la conciencia de deseos indeseables. Hizo ver que los buenos deseos no significan nada si encubren intenciones inconscientes; desenmascaró la deshonestidad "honesta" demostrando que no basta haber tenido conscientemente una "buena intención". Fue el primer hombre de ciencia que exploró las profundidades, los abismos del hombre, y a eso se debe que sus ideas impresionaran tanto a los escritores y artistas de una época en que la mayoría de los psiquiatras todavía se negaban a tomar en serio sus teorías. 3. ¿Cómo explica F reud, desde el psicoanálisis, la form ación del carácter?. Freud no sólo señaló que en el hombre operan fuerzas de que no tiene conciencia y que las racionalizaciones le protegen de ese conocimiento; también explicó que esas fuerzas inconscientes estaban integradas en un sistema al que dio el nombre de "carácter" con un sentido nuevo y dinámico. Freud empezó a desarrollar este concepto en su primer trabajo sobre el "carácter anal". Señalaba en él que algunos rasgos de la conducta, como la testamdez, el orden y la parsimonia, se solían encontrar juntos en forma de síndrome de rasgos. Además, siempre que existía el síndrome, se podían hallar peculiaridades en la esfera de la enseñanza de la higiene relativa al excusado y en las vicisitudes del control del esfínter, así como en ciertos rasgos comportamentales relacionados con el movimiento de los intestinos y las heces fecales. El primer paso de Freud consistió, pues, en descubrir un síndrome de rasgos de comportamiento y relacionarlos con el modo de obrar el niño (en parte en reacción a ciertas exigencias de quienes lo educaban) en el campo de los movimientos intestinales. Su magnífico paso creador fiie a continuación relacionar esas dos series de pautas de comportamiento mediante una consideración teórica basada en un supuesto previo acerca de la evolución de la libido. Este supuesto consistía en que durante una fase temprana del desarrollo infantil, después de haber dejado la boca de ser el principal órgano de satisfacción y placer, el ano se convierte en una importante zona erógena y muchos deseos libidinales giran en tomo al proceso de retención y evacuación de los excrementos. Su conclusión fue explicar el síndrome de rasgos comportamentales como sublimación de, o formación de reacción contra, la satisfacción libidinoso o la fhistración de la analidad. Se entendía que la testarudez y la parsimonia eran la sublimación de la negativa primera a renunciar al placer de retener las heces; y el orden era la formación de reacción contra el deseo original del infante de evacuar siempre que le viniera en gana. Freud demostró que los tres rasgos originales del síndrome, que hasta entonces parecían no tener ninguna relación entre sí, formaban parte de una estmctura o sistema porque todos tenían su origen en la misma fuente de la libido anal que se manifiesta en esos rasgos, sea directamente, sea por formación de reacción o por sublimación. De este modo, Freud pudo explicar por qué esos rasgos están cargados de energía y son, efectivamente, muy resistentes al cambio.

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U n a de las adiciones m ás im portantes fue el concepto del carácter oral-sádico" (que y o llam o carácter aprovechado o explotador). H ay otros conceptos de la fo rm ació n de carácter, que dependen de los aspectos que uno d esea p o n er de relieve, com o el carácter autoritario o desp ó tico (sadom asoquista), el rebelde y revolucionario, el narcisista y el incestuoso. E stos ú ltim o s conceptos, m uchos de los cuales no form an parte del pensam iento p sicoanalítico clásico, están relacio n ad o s entre sí y se recubren parcialm ente-, com binándolos se puede lo g rar u n a d escrip ció n aún m ás co m p leta de determ inado carácter. L a ex plicación te ó ric a de F reud p a ra la estru ctu ra d el carácter fue la n o ció n de que la libido (oral, anal, genital) era la fuente que p ro p o rcio n ab a en erg ía a los diversos rasg o s de carácter.

Pero aunque

descontem os la te o ría de la libido, su descubrim iento no p ierd e n ad a de su im portancia para la observación clínica de los síndrom es, y el hech o de que los alim en ta u n a fu en te co m ú n de en erg ía sigue igualm ente cierto. L a ex traordinaria im portancia del concepto de carácter e stá e n que trascien d e la an tig u a dicotom ía de instinto y m edio. E l instinto sexual en el sistem a ffeudiano d eb ía ser m u y m aleable y e n g ran parte lo m o ld eaban las influencias am bientales. Se en ten d ía así que el carácter era el resultado de la acción recíp roca entre instinto y m edio. E sta n u ev a p o sició n era posible sólo po rq u e F reu d h ab ía subsum ido to d o s los instintos e n uno: la sexualidad (aparte del instinto de la p ro p ia conservación). L os m uchos instintos que hallam os en las listas de los instintivistas m ás antiguos eran relativam ente fijos, porque cada m otivo de com portam iento se atribuía a u n tip o esp ecial de p u lsió n iim ata. Pero en el esquem a de Freud, las d iferencias entre diversas fuerzas m otiv an tes se ex plicaban com o co n secu en cia de la influencia am biental sobre la libido. Paradójicam ente entonces la am pliación del concepto de sexualidad perm itió a F reud ab rir la p u erta a la acep tació n de las influencias del m edio m ucho m ás allá de lo que era posible p ara la te o ría preffeu d ian a del instinto. E l am or, la tern u ra, el sadism o, el m asoquism o, la am bición, la curiosidad, la ansiedad, la rivalidad y tanto s otros im pulsos no se atribuían y a cad a uno a u n instinto especial sino a la influencia del am biente (sobre to d o a las p erso n as im portantes en la p rim era infancia), p o r m edio de la libido. F reud siguió conscientem ente leal a la filo so fía de sus m aestros, pero p o r medio del supuesto de u n superinstinto trascendió su propio p u n to de v ista instintivista. V erdad es que todavía puso trabas a su pensam iento co n el predom inio de la te o ría de la libido, y es h o ra y a de abandonar para siem pre este bagaje instintivo. L o que quiero su b ray ar ah o ra es que el "instintivism o" de F reud era muy diferente del in stintivism o tradicional, y de hech o era el inicio de su superación. 4. ¿ Q u é e n tie n d e F r e u d p o r “ p rin c ip io de r e a lid a d ” ?. U n a de las nociones m ás fundam entales de F reu d es el concepto del "principio de realidad", basado en el instinto de conservación de sí m ism o, fi-ente al "principio de placer", basado en el instinto sexual. Sea que nos m ueva el instinto sexual o u n a pasión no sexual en que esté radicado un rasgo de carácter, el conflicto entre lo que nos g ustaría h acer y las necesidades de la p ro p ia co n serv ació n sigue siendo crucial. N o siem pre podem os co m p o rtam o s de acuerdo co n la im p u lsió n de nuestras pasiones, porque debem os m o d ificar hasta cierto punto nuestro com portam iento p a ra co n serv ar la vida. L a p erso n a m edia halla un térm ino m edio entre lo que su carácter le h a ría desear y lo que tiene que h acer p ara no padecer consecuencias m ás o m enos peligrosas. N atu ralm en te, el grado e n q ue u n a p erso n a sigue los dictados de su p ro p ia co nservación (interés del ego) varía. E n u n extrem o, los intereses del ego equivalen a cero, 32

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como en el mártir o en el matador fanático. En el otro extremo está el "oportunista", para quien su propio interés incluye todo cuanto podría hacerle más venturoso, conocido o acomodado. Entre estos dos extremos se pueden poner todas las personas, caracterizadas por una mezcla específica de interés propio y de pasiones radicadas en el carácter. El punto hasta donde una persona reprime sus pasiones depende no sólo de los factores que lleva dentro sino también de la situación; si ésta cambia, los deseos reprimidos se hacen conscientes y se ponen por obra. Es así, por ejemplo, para la persona de carácter sadomasoquista. Todo el mundo conoce esa clase de personas sumisas ante el patrón y que dominan sádicamente a su esposa y sus hijos. Otro caso es el cambio de carácter que se produce al cambiar totalmente la situación. El individuo sádico que tal vez se hiciera pasar por dócil y aim amistoso se convierte en un demonio en una sociedad terrorista en que el sadismo es más estimado que deplorado. Otro tal vez reprima el comportamiento sádico en todas las acciones visibles y lo manifieste en un matiz de expresión del rostro o en alguna observación al parecer inocente y marginal. 5. ¿En qué radica la diferencia fundam ental entre la caracterología conductista y la psicoanalítica?. El carácter constituye la principal motivación del comportamiento humano, pero restringida y modificada por las exigencias del interés propio en las diversas condiciones. La gran conquista de Freud no es sólo haber descubierto los rasgos de carácter subyacentes en el comportamiento sino además haber ideado los medios para estudiarlos, como la interpretación de los sueños, la asociación libre y los lapsus linguae. Aquí está la diferencia fimdamental entre la caracterología conductista y la psicoanalítica. El condicionamiento opera mediante su atractivo para el interés egoísta, como el deseo de alimento, seguridad, alabanza, evitación del dolor. En los animales, el interés del individuo resulta tan fuerte que mediante refuerzos repetidos y espaciados óptimamente, el interés propio demuestra ser más fuerte que los demás instintos, como el sexual o la agresión. Naturalmente, el hombre también se conduce de acuerdo con su interés personal; pero no siempre, y no necesariamente de ese modo. Con frecuencia actúa de acuerdo con sus pasiones, las más bajas y las más nobles, y suele estar dispuesto -y en condiciones de hacerlo- a arriesgar su propio interés, su fortuna, su libertad y su vida en busca del amor, la verdad y la integridad... o por odio, ambición, sadismo o destructividad. En esta diferencia exactamente está la razón de que el condicionamiento no pueda ser explicación suficiente del comportamiento humano. 6. ¿Existen adem ás del psicoanálisis de F reu d , otros “ psicoanálisis” . El psicoanálisis de Freud es llamado a menudo «psicoanálisis clásico». Ha experimentado muchos cambios dentro del llamado «neofi^udismo». Este es un fi'eudismo metodológico, desarrollado por psiquiatras que han adoptado el psicoanálisis. Sus manifestaciones más «ortodoxas» se hallan en las colaboraciones del International Journal o f Psychoanalysis. Contra este metodologismo se han dirigido, entre otros, Jacques Lacan y Daniel Lagache. En sus obras, y en los trabajos publicados en La Psychanalyse (fundada por Lacan, a partir de 1956), se ha desarrollado lo que se ha conocido con los nombres de «psicoanálisis estructural» y «psicoanálisis estructuralista» -que algunos estiman un aspecto del psicoanálisis y otros del estructuralismo. Tal psicoanálisis presta gran atención a la información

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proporcionada por el paciente en forma lingüistica (que es la forma como el paciente «se revela» o «se oculta»). Lacan ha declarado que la estructura del inconsciente es la estructura del lenguaje. La flexibilidad conceptual del psicoanálisis se manifíesta no sólo en las varias direcciones apuntadas antes y en las formas no freudianas del psicoanálisis existencial y del psicoanálisis intelecUuü, sino también en la posibilidad de un psicoanálisis fundamentalmente no distinto del clásico, pero del cual se ha eliminado prácticamente toda la terminología freudiana. Un ejemplo es la obra de Roy Schafer, A New Languagefor Psychoanalysis (1975), donde el autor propone lo que llama «un lenguaje de acción», esto es, un lenguaje del que queden eliminados todos los términos asociados con el psicoanálisis íreudiano: energía, impulso, sublimación, ya que éstos términos tienen el inconveniente, según Schafer, de hacer suponer que existen las entidades nombradas.

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