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TEMA 54 LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA. GALILEO Y NEWTON INTRODUCCIÓN 1. EL HOMBRE ANTE LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA: CAMBIOS DE PERSPECTIVAS Y DE MÉTODO 1.1. Humillación y autocomplacencia humanas 1.2. El conocimiento de las uniformidades en la naturaleza 1.3. Galileo y Newton: la nueva ciencia. 1.4. Lo cotidiano y lo milagroso 1.5. Oposición entre los objetivos de la nueva ciencia y de la metafísica. 1.6. Conclusión 2. FILOSOFÍA MODERNA Y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA 2.1. Características 2.2. Consideraciones históricas 2.2.1. El fínal de la Guerra de los Cien Años 2.2.2. El Humanismo renacentista y el surgimiento de las nuevas concepciones ideológicas y científicas. 3. LA NUEVA CONCEPCIÓN CIENTÍFICA 3.1. Comienzo de la nueva física 3.2. Factores que favorecieron la revolución científica 4.

GALILEO GALILEI 4.1. Vida y personalidad de Galileo

5. LA FÍSICA DE GALILEO 5.1. El movimiento 5.2. Ley de la inercia 5.3. El método compositivo resolutivo 6. LA ASTRONOMÍA 6.1. Antecedentes 6.2. Copémico 6.3. Los seguidores de Copémico 6.4. Kepler 7. LA ASTRONOMIA DE GALILEO

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8. CONCLUSIONES SOBRE LAS APORTCIONES DE GALELEO 9. ISAAC NEWTON 9.1. Personalidad y obra de Newton 9.2. Importancia fílosófíca de los descubrimientos de Newton 9.2.1. El sistema del mundo t 9.2.2. La ontologia dualista 9.2.2.1. Las hipótesis mecánicas: Actividad y pasividad 9.2.2.2. Las hipótesis metafísicas: espacio y tiempo 9.2.2.3. Las hipótesis metodológicas: De la materia a Dios 9.2.3. La idea de la naturaleza y el destino de la filosofía 9.2.4. Del teísmo al sensacionismo 10. SÍNTESIS DEL PENSAMIENTO DE NEWTON 10.1. Matemática > , 10.2. 10.3. 10.4. 10.5. 10.6.

Mecánica Óptica Química La metodología La filosofía de la Naturaleza

BIBLIOGRAFÍA RESPUESTAS

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INTRODUCCIÓN 1. EL HOMBRE ANTE LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA: CAMBIOS DE PERSPECTIVAS Y DE MÉTODO 1.1. H umillación y autocom placencia hum anas •

Robert Boyle dijo que hasta que Copémico empezó a revelar la extensión del universo visible, “el hombre había sido como una araña interesada exclusivam ente p o r su propia tela

La primera

consecuencia importante extracientífíca de la nueva astronomía consistió en que la misma araña revisó la noción que tenía de su rincón. El hombre empezó a viVir una visión nueva, la de una creación imnensa en la que él mismo parecía insígnifícante. Esto afectó a los hombres de muchas maneras, a cada cual según su carácter y sus gustos. •

Los representantes de la filosofía y de la teología tradicionales se resistieron a las nuevas ideas con una obstinación que, en los casos extremos, llegó a ser abierta negación de la evidencia. Más de una vez se decidieron a usar argumentos deshonestos o la misma persecución personal para mantener su poder y su influencia. Algunos hombres, como Bruno y Galileo, supieron ver desde el primer momento la gran oportunidad que se presentaba a los hombres para lanzarse a ima aventura de descubrimientos, a un océano de verdades nunca imaginadas. El gusto con que muchos pensadores se lanzaron a ese universo inexplorado puede compararse con la pasión que animó a los primeros griegos en su exploración de la Tierra. Pero el efecto psicológico más común entre los hombres que no eran de excepción fue más de perplejidad que de ansia o pasión de descubrimiento. Los hombres se sintieron perturbados al descubrir que, en vez de vivir en el centro de un universo cuyas bellezas existían sólo como escenario de su propia vida, se encontraban a bordo de una navecilla sumida en xm océano espacial presumiblemente ilimitado. La inseguridad y la humillación sxistítuyeron a la confianza y la autocomplacencia.



La vieja creencia en la importancia central del hombre se suponía basada en la Revelación divina. ¿Acaso podía ser mero resultado del pensamiento hiunano? La atmósfera en que surgió esa pregunta era insegura e indecisa, disminuyó la confianza que el hombre había empezado a conquistar con el Renacimiento y quebrantó la confianza en que el hombre fuera capaz de mirar por sí mismo con éxito. En este sentido, al dar al hombre ima nueva sensación de aislamiento y al reducir el sentimiento de su importancia en el cosmos, la nueva geometría celeste tuvo una influencia depresiva. En cambio, la ulterior mecánica celeste tuvo el efecto contrario. La mecánica aceptaba la nueva descripción del cosmos más como un estímulo para la acción que como una razón de desesperar. Mostraba cómo a pesar de su insignificancia los hombres podían aprender a predecir el comportamiento del extraño medio que tanto les impresionaba por su vasta complejidad. La capacidad de prever aporta un poder apreciable, por más que limitado, sobre la naturaleza. Así enq)ezaron a comprender los hombres que mediante la aplicación de su inteligencia podían fabricarse un oráculo más sabio y menos caprichoso que el de Delfos, y adquirir mayor poder sobre sus propios destinos. Los sentimientos de importancia i 3

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y frustración suscitados p o r la p rim era fase de la rev o lu ció n cien tífica qu ed aro n así recubiertos por otros opuestos, de dom inio y entusiasm o. •

L a aprensión suscitada p o r la inm ensidad de la creació n se m itigó gracias a la convicción creciente de que el m undo funcionaba según leyes invariables cuyo descubrim iento am pliaría el p o d er del hombre. E sta lín ea de pensam iento creó im a atm ó sfera de optim ism o científico que p ersistió pese a ocasionales pro testas m oderadoras h asta los siglos X V III y X IX .

1.2. El conocimiento de las uniformidades en la naturaleza L a cap acid ad de prever, que ayuda a so m eter el m u n d o físico al hom bre, depende de u n tipo de co nocim iento especial, a saber, del conocim iento de las un ifo rm id ad es o reg u larid ad es de la natu­ raleza. A lgunas de esas regularidades son ta n obvias que n o vale la p e n a reseñarlas: todos los hom bres las observan necesariam ente. N o podem os substraem os al conocim iento de que al relám pago sigue el trueno, o de que el frotam iento p ro d u ce calor, o que el b e b er destruye la sensación de sed. H ay otras regularidades m ás ocultas. N o h ay acu m u lació n de ex p erien cia co tid ian a que baste para rev elar el hecho de que m asas iguales y en el m ism o lu g ar tien en el m ism o p eso , o el de que los p lan etas tienen órbitas elípticas. L a seg u rid ad de n u estras p rev isio n es au m en ta co n la sutileza de nuestro conocim iento de las uniform idades n aturales. A l d escu b rir los saros, los babilonios d escubrieron u n a uniform idad superficial. E sto les p o sib ilitó la p rev isió n de eclipses con un poco de suerte y algunos días de anticipación, y cierto m arg en de error. H o y d ía los eclipses p u ed en preverse co n certeza v irtual, co n m uchos años de an ticip ació n y u n m arg en de e rro r de p o co s segundos. Ello se debe a que h o y tenem os en cuenta la u n ifo rm id ad m ás general ex p resad a p o r la ley de la g ravitación universal. E l conocim iento de las regularidades de la n atu raleza es u n tip o de conocim iento m ás bien superficial. N o p uede satisfacer al m etafisico , p o rq u e n o dice n ad a acerca de la n atu raleza últim a o del objetivo últim o de la creación. P ero p recisam en te a causa de su superficialidad, es un tipo de conocim iento que la m ente h u m an a p uede re a liza r y ap licar con p recisión. P uede provocar el desprecio de filósofos excelsos, pero no p u ed e n egarse que los científicos co n sig u en algunas cosas dedicándose a él. L a v erd ad es que, a ju z g a r p o r sus disputas, el éxito n o ético de los filósofos en su excelso terreno parece m ás b ie n dudoso. L a caza al co nocim iento m etafisico absoluto h a term inado hace tiem po co n im heroico fracaso. ¿N o es m ás sabio d ed icar la in telig en cia h u m ana a un intento m enos am bicioso en el que h a probado te n er m uchas p o sib ilid ad es de éxito? "El alcance del hombre llega a m ás que sus m anos", pero, de todos m o d o s, n o lleg a a las estrellas. 1.3. G a lile o v N e w to n ; la n u e v a cien cia. L a actitud de los hom bres inteligentes respecto de esta cuestión quedó profundam ente afectada por la cien cia de finales del siglo X V II. E specialm ente la im presión h ech a p o r G alileo y N ew ton ayudó a cam biar el sentido básico de la ta re a intelectual. A u n q u e los descubrim ientos de G alileo y Newton fueron im portantes en sí m ism os, no fueron tales com o p a ra h acer época en el pleno sentido histórico de la expresión. Su verd ad era im portan cia - y ésta sí que no p uede ser ex agerada - consiste en que

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probaron la enormidad de las posibilidades ofrecidas por el nuevo modo de pensar: por la nueva ciencia. Cuando empezaron a comprenderse bien la naturaleza de la obra de Galileo y Newton y las causas de su éxito, las inteligencias de primera clase empezaron a seguir su ejemplo. Muchos de ellos empezaron a encontrar una área digna de su talento en el descubrimiento de regularidades naturales mediante el método científico perfeccionado por Galileo y Newton.. Este cambio de dirección en la corriente principal del pensamiento que creaba un nuevo clima intelectual y una nueva ciencia tenía por sí mismo gran importancia. •

Pero hubo aún otra cosa: este conocimiento de confianza, aunque con pretensiones de menor profundidad que las de la metafísica, se acumulaba rápidamente y era susceptible de aplicación a fines prácticos. Por eso las vías del hombre de acción cambiaron tanto como las del hombre de pensamiento. Esta sustitución de altos objetivos por otros de menor nivel puede parecer a primera vista cosa lamentable y regresiva. Pero hay muchas cosas en su favor. La mente humana ha fracasado tantas veces en su búsqueda de un conocimiento último, o de la realidad última, que podemos dudar de si, en su actual estado, es en principio capaz de llegar a tal conocimiento. En cambio, como descubridora de regularidades de la naturaleza merece bastante confianza. Su paso, pues, de la filosofía especulativa a la ciencia física podría compararse con el paso de un instrumento de una tarea para la que no es apto a otra tarea que le viene como anillo al dedo. Y en este sentido el paso en cuestión puede considerarse un progreso.



La humildad intelectual debida al estudio de la ciencia pura quedó mitigada por el valor de los resultados de la ciencia aplicada. Los hombres se gloriaron menos de lo que sabían que de lo que podían hacer. Ahora son capaces de hablarse a centenares y miles de kilómetros; pueden desayunar en Londres y cenar el mismo día en Nueva York; pueden arrasar ciudades en unos pocos segrmdos; pueden alterar fácilmente las opiniones de otros. Tales son los resultados prácticos del nuevo modo de pensar descubierto en el siglo XVII. Podemos discutir sobre si esos resultados hacen la vida más feliz y más valiosa que antes o todo lo contrario; los pros y los contras pueden analizarse infinitamente desde puntos de vista morales o estéticos. Pero de lo que en este momento hablamos es de hechos históricos. Y no hay duda a este respecto de que en el siglo XVII tuvo lugar un cambio radical de las vías del pensamiento, seguido inevitablemente en el tiempo por im cambio no menos radical en el modo de vivir. Debemos pues examinar el carácter y las implicaciones del nuevo método científico, que se desarrolló plenamente sólo para la astronomía, y cuya aplicación general subsiguiente determinó los citados y amplios cambios.



Cuando se abandonó la noción de las cifras cristalinas y se concibieron los planetas como cuerpos sueltos en movimiento por el espacio vacío, la regularidad de esos movimientos suyos se convirtió en un enigma asombroso. Evidentemente estaban sujetos a una ley; pero ¿cómo se imponía esa ley, si no había esferas que controlaran el movimiento planetario? La piedra que cae, aunque igualmente ajena a toda esfera y, en general, libre del medio que la rodea, se comporta del mismo modo constante; pero es un fenómeno demasiado familiar y cotidiano como para llamar la atención de los hombres, a no ser la de aquellos capaces de prestarle ingenua atención.

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1.4. Lo cotidiano y lo milagroso Cuando la caída de la piedra y el movimiento del planeta se consideraban separadamente, la una parecía natural porque se observaba cotidianamente y el otro parecía milagroso porque es de observación poco vulgar. Pero cuando se descubre que el movimiento del planeta y la caída de la piedra son calculables según las mismas leyes, el movimiento del planeta deja de /carecer milagroso, y queda explicado sólo en esa medida. •

La explicación científica es siempre de este tipo. Revela la conexión entre fenómenos sorprendentes para el hombre, o incluso terroríficos, con otros que, por ser familiares, no producen sorpresa ni temor. Consiste en ver imiformidades, regularidades, donde antes parecían existir cosas únicas e incomprensibles. Puede mostrar que acontecimientos aparentemente diversos son en realidad de la misma clase. Puede armamos para prever o dominar fenómenos de un tipo en virtud de su semejanza con otros de tipo más familiar. Pero nunca pretende damos una razón última de nada. Decimos que el arco iris quedó "explicados cuando entendimos que su naturaleza es la del espectro luminoso que podemos conseguir con un prisma”. Por eso no creemos ya que su naturaleza sea la de un símbolo sobrenatural de una promesa divina, ya que sabemos que una frecuente combinación de condiciones meteorológicas basta para producirlo invariablemente. Decimos que Franklin "explicó" el relámpago al com pai^lo con la descarga eléctrica de una botella de Leyden. Por eso no creemos ya que sea la flecha de Zeus ni el martillo del dios Thor de la mitología germánica. Decimos que el movimiento de Marte está "explicado" porque se ha mostrado que es del mismo tipo que el de una piedra que cae. Por eso no creemos ya que el cielo sea una sucesión de esferas cristalinas movidas por el Primer Motor. Pero, aunque tenemos así cierto conocimiento superficial de la luz, la electricidad y la gravitación, suficiente para prever o dominar los acontecimientos que dependen de ellas, seguimos con una ignorancia casi total acerca de la naturaleza básica de esos fenómenos. Las explicaciones de fenómenos naturales dadas en términos de luz, electricidad o gravitación no hacen más que situar nuestras dificultades un paso más allá: explican "milagros" en términos de nuevos enigmas, aunque estemos a veces tan acostumbrados a éstos que no nos demos cuenta de que lo son. Así pues, relacionando unos fenómenos con otros, la ciencia puede conseguir que nuestras descripciones del mundo vayan siendo cada vez más coherentes y concisas. Puede además ayudamos a domineir acontecimientos, mostrándonos cómo algunos de ellos dependen de otros. Pero no puede explicar nada en un sentido profundo. Todo lo que ofrece en materia de explicación es el indicio de que lo insólito no es más que otro aspecto de lo acostumbrado y familiar. Podemos entonces imaginar que estamos entendiendo lo insólito en virtud de su conexión con lo acostumbrado. Pero la ilusión se desvanece en cuanto examinamos críticamente los fundamentos de nuestra supuesta comprensión de lo familiar.

1.5. Oposición entre los objetivos de la nueva ciencia y de la metafísica. La oposición presentada a las ideas de Newton se debió muchas veces a ima incomprensión de esa diferencia entre los objetivos de la nueva ciencia y los de la metafísica tradicional. Se objetó al newtonismo que la noción de una fuerza de atracción entre cuerpos no ligados materialmente era

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absurda, o que la noción, carecía de valor mientras no se conociera el mecanismo por el cual actúa la atracción. El hecho de que Newton no pudiera proponer tal mecanismo descalificaba de hecho su teoría como fuente de explicación metafísica. Pero su objetivo no era la explicación metafísica. Su objetivo era mostrar que el movimiento de los planetas puede calcularse con las mismas reglas que dan cuenta de los movimientos de los objetos terrestres. En esto tuvo pleno éxito. Los que subestimaron ese éxito lo hicieron porque aún seguían aspirando a la comprensión completa y final optimísticamente prometida, aunque nimca dada convincentemente, y aunque sin evidencia real en su apoyo, seguían atrayendo insidiosamente al espíritu metafisíco. La creencia en un fluido en rotación que rigiera el movimiento de los planetas mediante un contacto directo con ellos seguía el hábito metafisíco de la mente, porque pretendía revelar la causa verdadera que actúa por debajo de las apariencias. Los hombres acostumbrados a ese tipo de pensamiento suponían aún que la finalidad de la ciencia era dar con esas ocultas causas bien sustanciales. Subestimaban la ín^ortancia de una escmpulosa atención a los detalles, y gustaban más de las vagas y ambiciosas pretensiones de Descartes que de la generalización newtoniana, rigurosamente razonada y estrictamente limitada. Newton les decepcionaba porque sólo podía referir fenómenos unos a otros, sin referir ninguno de ellos en su sistema a una causa última. •

Hay una gran mesura en la negativa de Newton a considerar el problema de cuál podía ser la causa de la gravitación. Newton mantuvo siempre uña premeditada reserva ante todo problema de filosofía de la naturaleza, a menos de estar muy seguro de lo que decía. Su célebre divisa, “Hypotheses non fin g o '\ expresa la resolución de no afirmar nimca lo que no pudiera confirmar. Las hipótesis a que se refiere en esa frase son las hipótesis especulativas, es decir, las conjeturas no susceptibles de verificación empírica o experimental directa o indirecta. No se oponía, naturalmente, a las hipótesis en el sentido lógico de la palabra. La misma ley de la gravitación universal es una hipótesis en este sentido. Ella es el pimto de partida de un sistema de deducción matemática, que lleva a tesis que pue­ den ser observadas como en acuerdo o desacuerdo con los datos sensibles. La hipótesis debe aceptarse con creciente (y nunca absoluta) seguridad a medida que va siendo confirmado un número mayor de sus implicaciones. Pero debe ser rechazada en cuanto haya motivo para negar ima sola de sus consecuencias lógicas. Pocos contemporáneos de Newton eran capaces de aceptar tal grado de ascetismo intelectual. En cambio, su severa y correcta actitud es hoy habitual entre los científicos, y gracias a éstos va teniendo una sutil influencia ascética en el pensamiento en general.



La preferencia por Descartes gravó naturalmente la vida intelectual del continente durante más tiempo que la inglesa. Pero incluso en el continente la perspectiva newtoniana fue ganando terreno, especialmente a causa de la influencia de Locke y de Voltaire. Poco a poco se fue comprendiendo que los objetivos de la ciencia, aunque limitados y superficiales, eran alcanzables y provechosos, mientras que los de la filosofía especulativa, aunque profundos y muy deseables, estaban por el momento fuera de toda posibilidad humana. No podemos decidir en última instancia si el cambio de perspectiva fue bueno o malo. No hay duda de que se debía en gran parte a los éxitos de la nueva mecánica celeste, ni de que afectó profunda­ mente a las condiciones intelectuales, religiosas, materiales y sociales de los europeos. La búsqueda científica de regularidades de la natiunleza, al igxial que la búsqueda especulativa de una realidad

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última, estaba (y a menudo está) inspirada por la curiosidad intelectual. No empezó con un deseo consciente de progreso técnico. Pero éste se siguió inevitablemente de aquélla. 1.6. C onclusión Hemos dicho que la impresión causada por los trabajos de Galileo y Newton ayudó a cambiar el sentido básico de la tarea intelectual, y que, aimque sus descubrimientos fueron importantes en sí mismos, no fueron tales como para hacer época en el pleno sentido histórico de la expresión. Hay que resaltar de nuevo que su verdadera importancia - y ésta sí que no puede ser exagerada - consiste en que probaron la enormidad de las posibilidades ofrecidas por el nuevo modo de pensar: por la nueva ciencia. Cuando empezaron a comprenderse bien la naturaleza de la obra de Galileo y Newton y las causas de su éxito, las inteligencias de primera clase empezaron a seguir su ejemplo. Muchos de ellos empezaron a encontrar una área digna de su talento en el descubrimiento de regularidades naturales mediante el método cien­ tífico perfeccionado por Galileo y Newton. Este cambio de dirección en la corriente principal del pensamiento en esta época fue el que creó im nuevo clima intelectual y posibilitó una nueva ciencia. 2. FIL O S O F ÍA M O D ERN A Y R E V O L U C IÓ N C IE N T ÍF IC A 2.1. C aracterísticas Con respecto a la Historia europea, se denomina Edad Moderna al periodo comprendido entre el año 1453, fecha de la caída de Constantinopla en poder de los turcos o, lo que es lo mismo, de la desaparición del Imperio Romano de Oriente hasta finales del siglo XVIII con el triunfo de la Revolución Francesa. En el campo de la Filosofía de esta época, podemos señalar una serie de notas características, entre las que cabe destacar las siguientes: a)

L a progresiva laicización de la Filosofía. Tanto la actividad filosófica como la científica, en general, durante la Edad Media, habían sido llevadas a cabo de manera directa por la Iglesia romana, de ella dependían las Universidades, ella dictaba y controlaba la doctrina y las enseñanzas que se impartían, y los científicos y filósofos eran, prácticamente en su totalidad, religiosos sometidos a su autoridad. Sin embargo, en la Edad Moderna, a medida que la nueva clase burguesa iba adquiriendo importancia iba adentrándose también en los campos culturales y elaborando una concepción filosófica diferente y, en gran medida, opuesta a la realizada en los ámbitos religiosos.

b)

El inicio del abandono del latín. Este idioma fue lentamente sustituido por las lenguas nacionales; esta sustitución empezó a ser significativa en Inglaterra y Francia hacia el siglo XVII; pero resultó mucho más lenta en Alemania.

c)

El desarrollo de las M atem áticas y de las C iencias Físicas. Mecánica, Astronomía, Óptica,

d)

El surgim iento de la idea de progreso (o concepción positiva de la Historia). Es la expresión de la confianza en la tendencia natural de los seres humanos a un continuo perfeccionamiento o mejora de sus capacidades y realizaciones científicas, culturales y humanas

Los dos primeros aspectos señalados se pusieron claramente de manifiesto en Maquiavelo, Descartes, Bacon, Leibniz...; el tercero, en toda xma pléyade de autores que se extiende desde Nicolás de Cusa hasta

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Newton, el cuarto, en la consideración fílosófica de la propia Historia llevada a cabo por Fontenelle, >1

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Condorcet, Voltaire, etc. 2.2. C onsideraciones históricas 2.2.1. El fínal de la G u e rra de los Cien Años La Guerra de los Cien Años fue una larga sucesión de acontecimientos bélicos entre Francia e Inglaterra, separados por amplios intervalos de paz, hasta 1453 y en ella intervinieron también durante ciertos periodos Castilla, Aragón y parte de la península Itálica. Dicho conflicto comenzó como una típica guerra feudal entre las dinastías de los Valois y los Plantagenet (y más tarde participó la de Láncaster) apoyadas por distintos condados y otros pequeños territorios autónomos (o independientes), que a veces cambiaban de alianzas de acuerdo con sus intereses particulares, y concluyó como una confirontación entre naciones, al final de la cual prácticamente quedaron establecidos los Estados nacionales de Francia e Inglaterra. Por otra parte, casi al mismo tiempo, Portugal formaba un Estado nacional e iniciaba las navegaciones marítimas por el océano Atlántico; y a finales de siglo el matrimonio entre Femando II de Aragón e Isabel I de Castilla establecía el Estado español. En cambio, en Alemania e Italia encontramos ima amplia división política entre ciudades libres, condados, ducados y principados que, gobernados por señores independientes o casi independientes, impedían el surgimiento de la unidad nacional, sin que faltasen en ambos territorios, no obstante, la conciencia y el deseo de un Estado nacional. 2.2.2. El H um anism o renacentista y el surgim iento de las nuevas concepciones ideológicas y científicas. Axmque tanto desde el punto de vista político como desde el económico, social y cultural el término Renacimiento resulta bastante general e impreciso, dicha expresión se utiliza para designar un período decisivo en la Historia del Occidente europeo, en los siglos XV y XVI, caracterizados por notables cambios en casi todas las manifestaciones humanas, que disolvieron la mentalidad teocéntríca de la época medieval y permitieron el inicio del humanismo moderno. El teocentrísmo tiende a justificar toda interpretación científica del mundo desde la divinidad, que aparece como la realidad primera y la más evidente; en consecuencia, exalta los valores religiosos y la ciencia de la Teología; el humanismo, por el contrarío, procura colocar al ser humano por encima de todos los valores y a exaltar la importancia de las ciencias hiunanas: Poesía, Moral, Arte, Ciencias Naturales, etc.. Como hechos más destacados de este período podemos señalar los siguientes: a)

La renovación de las escuelas de la antigüedad clásica. Se inició a mediados del siglo XIV por obra de los italianos Petrarca y Bocaccio y se incremento en la siguiente centuria con motivo del Concilio de Ferrara (Florencia), en el que se intentó unificar la Iglesia griega con la Iglesia romana, y de la caída de Constantinopla en poder de los turcos (año 1453). Al Concilio de Ferrara asistieron nximerosos teólogos y sabios griegos que aportaron nuevos conocimientos relativos a la antigüedad clásica, y con motivo de la caída de Constantinopla un amplio número de filósofos y científicos, 9

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huyendo de los nuevos invasores, se refugió en Occidente y, sobre todo, en Italia; en consecuencia, en este país volvieron a desarrollarse casi todas las corrientes fílosófícas griegas de la antigüedad; la platónica (con Gemistos Plethón, Pico della Mirándola), la aristotélica (con Pomponazzi), la epicúrea (con L. Valla), la estoica, la escéptica, etc.; las cuales raíd am en te se extendieron por el resto de Europa occidental, Francia (Montaigne, Charrón...), Países Bajos (J. Lipsio, Erasmo de Rotterdam), Inglaterra (Tomás Moro), España (Nebrija, Luis Vives, El Brócense). b)

L a invención de la im pren ta permitió una mayor difusión de libros y, en consecuencia, un incremento de la cultura, que comenzó a extenderse entre las nuevas clases burguesas emergentes.

c)

El descubrim iento de nuevos m undos originó la aparición de una nueva imagen de la Tierra y planteó nuevos problemas políticos, geográficos y antropológico-teológicos.

d)

L a ru p tu ra de la unidad religiosa europea; Lutero en Alemania, Zuínglío y Calvino en Suiza y Enrique VIII en Inglaterra, rompieron con la autoridad del papa de Roma y plantearon una serie de problemas teológicos y jurisdiccionales.

e)

E l surgim iento de nuevos problem as políticos; en primer lugar, el descubrimiento de América y Oceanía suscitó numerosos problemas relativos al Derecho de los Estados europeos a intervenir en la administración de dichas tierras. En estas cuestiones destacaron los trabajos de Francisco de Vitoria y del holandés Hugo Grocio, ambos considerados como los creadores del Derecho Internacional; en segundo lugar, el nacimiento de nuevos Estados originó numerosas discusiones y nuevas teorías políticas sobre el origen, el alcance y los límites del poder, las relaciones entre gobernante y gobernados; en estos temas destacaron, sobre todo, Maquiavelo y Jean Bodin.

f)

Los nuevos m étodos científicos: partiendo de algunas realizaciones del siglo XTV, en el siglo XV tuvo lugar im amplio despliegue de la "Filosofía natural", fundada sobre la observación de los fenómenos. En este campo destacaron los estudios médicos de Paracelso y las concepciones panteístas (o naturalistas) de Cusa y de Giordano Bruno, así como los trabajos de Copémico, Bacon y posteriormente de Kepler y Galileo.

3. LA NUEVA C O N C EPC IÓ N C IEN T ÍFIC A Durante los siglos XV y XVI numerosos científicos fueron separando, de modo cada vez más decidido, la Ciencia Física de toda especulación filosófica; y al mismo tiempo fueron concentrando, paulatinamente, su atención con preferencia en los problemas empíricos; fueron dejando de lado los problemas metafisicos, recurriendo a la observación de los fenómenos (pesar, medir, relacionar y calcular); es decir, a m anejar cantidades y a establecer relaciones numéricas. En este sentido, la actividad científica de dichos siglos guardaba una cierta analogía con la realizada durante el siglo Ü1 a. C. en el mxmdo helénico, en cuanto que las ciencias empíricas (la Física, la Mecánica, la Astronomía...) tendieron a independizarse de la Metafísica. Sin embargo, el espíritu y las pretensiones de los sabios modernos eran completamente diferentes y mientras la ciencia griega poseyó im carácter casi exclusivamente teórico, la ciencia moderna utilizó la inducción experim ental y se inclinó, cada vez en mayor grado, hacia una vocación pragmática. Los sabios griegos adquirieron conocimientos enq>íricos muy vastos, pero procuraron, en la medida de lo posible, ignorar dicha dimensión en beneficio de la teoría pura; los sabios modernos, en buena parte, hicieron lo contrario. SO

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W. Dilthey, en su obra “E l mundo histórico ”, hace esta referencia a la obra de algunos pensadores en el siglo XVII: "Cuando los pueblos modernos de Europa, maduros ya p o r el Humanismo y la Reforma, entran, en la segunda m itad del siglo XVI, en el estudio autónomo de las ciencias empíricas, dejando de lado el estudio de la M etafísica y de la Teología, este tránsito se realiza de modo más completo de lo ocurrido después del siglo III a. C. entre las gentes griegas. También entonces la M atemática, la M ecánica, la Astronom ía y la Geografía se emanciparon de la Lógica y de la M etafísica; pero en esta estructuración de las ciencias de la naturaleza ni la inducción ni el experimento cobraron el lugar y la significación que les corresponde ni se desarrollaron en toda su fecundidad. Sólo en las ciudades m ercantiles e industriales, sin esclavos, de las naciones modernas, lo mismo que en las cortes, academias y Universidades de sus grandes estados m ilitares, tuvieron lugar de modo poderoso las intervenciones conscientes en la naturaleza; el trabajo mecánico, la invención, el descubrimiento, la experimentación se aliaron con la construcción matemática y así se produjo un análisis efectivo de la naturaleza.. Gracias a la acción conjunta de Kepler, Galilea, Bacon y D escartes en la prim era m itad del siglo X V II se constituyó la ciencia matemática de la naturaleza como un conocim iento de la naturaleza según leyes." 3.1. Comienzo de la nueva física La revolución científica de la época moderna fue posible gracias al desarrollo de dos aspectos fundamentales de la ciencia: el experimento y las Matemáticas. Las explicaciones físicas tradicionales, de acuerdo con las enseñanzas aristotélico-tomistas, se fundamentaban en la consideración filosófica de la naturaleza y tenían como objetivo expresar las cualidades de las cosas; pero hacía finales del siglo XTV, algimos científicos de Oxford y París, entre los que destacaron Alberto de Sajorna, Juan Burídán y Nicolás de Oresme (Teoría del ímpetu), (como se ha expuesto en el Tema 53) comenzaron a expresar ciertas propiedades y cualidades de los objetos medíante variantes cuantitativas; por ejemplo, en lugar de preocuparse de la definición esencial del movimiento y de la naturaleza de sus causas, consideraron aspectos tales como la relación entre el impulso y la duración del movimiento, entre el tiempo y la velocidad o entre la duración del impulso y la aceleración, etc. Este proceso fue continuado en los siglos siguientes por un número mayor de estudiosos: Tartaglia, Leonardo da Vinci, G. Cardoso, Stevin de Brujas, etc., aportando numerosos instrumentos técnicos que fueron contribuyendo a potenciar la capacidad de medida y de observación. En este sentido, Simón Stevin de Brujas (1548-1620), en sus libros de M ecánica recuperó los estudios del siracusano Arquímedes (siglo III a. C.) sobre Estática (estudio del equilibrio de fuerzas: planos inclinados, palanca, polea...); en sus trabajos de hidrostática fue el primero en intentar calcular el valor de la presión ejercida por im liquido sobre las paredes del recipiente que lo contiene, e igualmente en poner de manifiesto que en el vacío todos los cuerpos caen con idéntica velocidad, oponiéndose al axioma aristotélico que mantenía que la velocidad de caída de los cuerpos era proporcional a su peso.

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3.2. Factores que favorecieron la revolución científica El problema más arduo que encontraban los científicos experimentales al comienzo de la Edad Moderna consistía en superar la rigidez y el dogmatismo con que las instancias oficiales aceptaban y defendían la Física aristotélica (es decir, la Filosofía de la naturaleza). Pero, a pesar de la postura de dichas entidades, múltiples factores y circunstancias favorecieron el nacimiento del nuevo espíritu científico; entre las más importantes podemos señalar las siguientes: a)

La divulgación a partir del siglo XIV de la numeración arábiga (nuestros guarismos) que proporcionaba una capacidad operativa enormemente superior al sistema numérico romano;

b)

la intensificación del conocimiento de las obras científicas griegas, debido, principalmente, a la proliferación de traducciones y al incremento de ejemplares de cada obra, como consecuencia de la invención de la imprenta;

c)

el desarrollo del espíritu burgués, que propendía a investigar el aspecto pragmático de las cosas con

d)

miras a la rentabilidad de los negocios; el incremento de los viajes marítimos, que llevaba consigo la exigencia de una mejora en la

e)

construcción naval, así como de los instrumentos de navegación; la preocupación por los oficios de los artesanos y menestrales que se despertaron en ciertos

f)

humanistas, como en L. Vives y Rabelais; los cálculos destinados a la búsqueda de precisión de los nuevos cañones, pues el aumento de su potencia y de su alcance hacía muy difícil acertar en el blanco mediante la mera apreciación visual.

4. GALILEO GALILEI 4.1. Vida V personalidad de Galileo Galileo Galilei nació en Pisa el 15 de febrero de 1564 en ima familia de origen florentino. Se inscribió a los diecisiete años en la Universidad de Pisa como estudiante de medicina, pero se mostró muy poco interesado por esta ciencia y muy pronto empezó a cultivar la matemática en lugar de ésta, estudiándola con mucho empeño en las grandes obras de los griegos, en particular de Euclides y de Arquímedes. No sólo orientó sus preocupaciones hacia la matemática teórica; demostró, por el contrario, desde esos años, una propensión hacia la matemática aplicada, la técnica, y en general la observación empírica. Baste con recordar, para confirmarlo, el célebre descubrimiento del isocronismo de las oscilaciones del péndulo que realizó en 1583 y la construcción de la balanza para determinar el peso específico de los cuerpos realizada en 1586. Dejó Pisa sin haber concluido sus estudios y volvió a su ciudad en 1589 como ayudante de matemáticas; le habían concedido el puesto por la alta estima que mientras tanto se había sabido conquistar entre los muchos e ilustres cultivadores de esa ciencia. Pero era una enseñanza de carácter complementario, que le procuraba una escasísima retribución, apenas suficiente para malvivir. Dos años después, las estrecheces económicas se hicieron aún más graves por la prematura muerte del padre y la consiguiente necesidad de ayudar a la familia (Galileo era el primogénito).

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En 1592 logró mejorar notablemente su situación y obtuvo el nombramiento de profesor de matemáticas en la Universidad de Padua. Pero muy pronto le resultó insufíciente, sobre todo por las continuas ayudas que le pedían la madre, las hermanas y el hermano. En varias ocasiones se dirigió al gobierno veneciano, del que dep>endía la universidad, para tener adelantos de su sueldo y también aumentos; aunque los obtuvo, no logró regular su economía y debió recurrir a las lecciones extrauniversitarías que fíecuentaban numerosos e ilustres discípulos, atraídos a Padua por su fama creciente. A pesar de estas persistentes difícultades, los dieciocho años que pasó en Padua (1592-1610) fueron sin duda los mejores de su vida por la gran libertad de pensamiento de la que pudo gozar; es sabido, por otra parte, que de ella disfrutaban todos los docentes de esa universidad, gracias a las garantías otorgadas por la República de Venecia (recuérdese el fírme apoyo que ésta dispensó a Cremonini contra las diferentes tentativas de juzgarlo por herejía hechas por el tribunal de la Inquisición); también disfhitó por el pleno vigor de sus energías físicas y mentales, que le permitieron dedicarse con tenacidad y entusiasmo a las más difíciles investigaciones científicas, pero sin renunciar a las alegrías de la vida. En ese período Galileo convivió, aunque sin llegar a un casamiento formal, con Marina Gamba, de la que tuvo dos hijas y un hijo, hacia los que siempre sintió un gran afecto. Entre los muchos amigos venecianos de Galileo recordemos, en particular, al gentilhombre Gianfrancesco Sagredo, inmortalizado por Galileo en stis diálogos, y a Paolo Sarpi. El descubrimiento del anteojo es de 1609, y es evidente que le fue sugerido a Galileo por la noticia de que instrumentos de ese tipo se estaban difundiendo en los Países Bajos y en Francia. Esta circunstancia en nada disminuye su mérito, que se refiere no tanto a la prioridad de la invención (es cierto, por otra parte, que el telescopio de Galileo resultó mucho más potente que los otros) como al hecho de que fue indudablemente el primero en atribuir a este instrumento un efectivo valor científico. Recordemos que desde hacía mucho tiempo los artesanos ópticos conocían los cristales en forma de lentes usados para la corrección de defectos de la vista, pero hasta Galileo todos los representantes de la ciencia oficial siempre los habían considerado con desdeñoso desprecio. Galileo tuvo el coraje y la inteligencia de usarlos para sus investigaciones astronómicas combinándolos con pericia hasta obtener ima potencia de aumento verdaderamente notable para la época. Orientando el telescopio hacia el cielo Galileo tuvo la suerte y la alegría de descubrir nuevos maravillosos fenómenos, cuya excepcional inq)ortancia conq)rendió en seguida: los cuatro satélites de Jú­ piter (que llamó «medíceos» en honor del gran duque de Toscana), las manchas de la Luna, las manchas del Sol, etcétera. Era todo un mundo nuevo que por primera vez llegaba al conocimiento de los hombres: Galileo dio la gran noticia en el Sidereus nuncius, publicado en Venecia el 12 de marzo de 1610. Era evidente que el carácter del descubrimiento suscitaría hostilidad y desconfianza entre los pensadores más unidos a la tradición. En breve tiempo surgió, en efecto, una áspera polémica en la cual los adversarios de Galileo usaron en contra de él todo tipo de armas: desde la acusación de haber reproducido simplemente un j a r a t o construido por otros, hasta la de haber buscado en el cielo las causas de luces y manchas que simplemente se debían a la estructura defectuosa de las lentes (es verdad que aún eran muy defectuosas y producían imágenes muy lejanas de la claridad de las producidas por los telescopios 13

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modernos). Pero muy pronto Galileo logró desbaratar los argumentos de sus adversarios y obtuvo el reconocimiento de sus propios descubrimientos por parte de los más autorizados científicos de la época, antes que nada de Kepler y luego también de los poderosísimos astrónomos y filósofos de la Compañía de Jesús. La gran victoria acrecentó enormemente su fama y le valió el ofrecimiento de im magnífico puesto por parte de Cosme II de Médicis: el puesto de «matemático extraordinario del Estudio de Pisa», sin obligación de dar lecciones, y de «filósofo del Serenísimo Gran Duque». Por fin se resolvía el problema práctico que Galileo, durante tanto tiempo, había intentado solucionar en vano: el puesto le iba a facilitar un notable desahogo económico y a poner fin a la necesidad de desperdiciar sus energías en lecciones públicas y privadas (energías que estaban rápidamente declinando por los años y su salud inestable). Galileo aceptó, pero sabiendo la gravedad de la decisión, que lo obligaba a trasladarse de la República de Venecia a ima ciudad donde el poder de la Inquisición era inmensamente Mayor. Alentado por sus descubrimientos astronómicos, Galileo empezó a examinar la estructura general del mxmdo celeste; este examen, reforzado por las nociones cada vez más claras que estaban madurando en sus estudios de mecánica, lo convencieron de manera definitiva de la verdad del sistema copemicano (verdad que había intuido hacía ya varios años). Lo testimonia, por ejemplo, xma célebre carta de 1613 que dirigió a su amigo y discípulo el hermano Benedetto Castelli, profesor de matemáticas en Pisa. Justamente en esos años también la Iglesia empezaba a aumentar su propio interés por la teoría copemicana y a concentrar en ella las sospechas de herejía. Varios amigos se lo advirtieron a Galileo y le aconsejaron que tratara el tema con extrema prudencia; pero estos consejos no consiguieron ningún efecto práctico. La imprudencia de Galileo no puede considerarse ocasional o debida sólo a su temperamento: respondía a xma profunda exigencia de su espíritu. Para comprender su efectivo significado debemos tener en cuenta tres circunstancias: Galileo estaba absolutamente seguro de la verdad científica del sistema heliocéntrico;

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no estaba filosóficamente dispuesto a admitir (como los aristotélicos) la coexistencia de verdades antitéticas entre sí; mucho menos estaba dispuesto a considerar (como los libertinos) la religión como puro y simple conjimto de reglas prácticas, inventadas para dominar a los pueblos y engañar a los ingenuos. Por el contrario, estaba convencido de la posibilidad de demostrar que los textos sagrados no contienen -si se los interpreta bien- afirmación alguna en real antítesis con la verdad copemicana.

Pero este estado de cosas no basta para explicar por qué nunca se contentó -como le aconsejaban los amigos- con guardar para sí mismo sus propias convicciones, análogamente a lo que hacían otros científicos de la época, discutiendo a lo sumo en un pequeño círculo de amigos, sin disertar en público y sin desafiar casi abiertamente las iras de los inquisidores romanos. Es evidente que otros factores in­ tervinieron en la posición de Galileo; fueron éstos:

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Por un lado, los éxitos organizativos de la Contrarreforma debieron haberlo convencido del enorme