Madame Mao (Historia y Vida)

JIANG QING, esposa de Mao, se dirige a la Guardia Roja en la Revolución Cultural, 1969. 62 H I STO R I A Y V I DA MA

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JIANG QING, esposa de Mao, se dirige a la

Guardia Roja en la Revolución Cultural, 1969.

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MADAME

MAO Casi cuarenta años después de su muerte, Jiang Qing todavía es para los chinos un personaje controvertido. La esposa de Mao representa la peor cara de la historia reciente del país. JOAQUÍN LUNA, PERIODISTA

L

os últimos años de vida de Jiang Qing, la cuarta esposa de Mao Zedong, fueron muy difíciles. Todo aquello por lo que luchó había fracasado, y, precisamente, era ella la responsable, a ojos de una nación que le dio la espalda. Mientras el gigantesco retrato de Mao presidía y sigue presidiendo la plaza Tiananmen de Pekín, su viuda cayó en desgracia unas semanas después del fallecimiento del Gran Timonel. Se convirtió en la culpable de todos los males de la China comunista, como si su vida hubiese sido la más titánica y exitosa biografía de la maldad. “Yo era el perro de Mao. Mordía a quien me dijera que mordiese”, declaró en el juicio al que fue sometida en 1980 y que le condenó a la pena capital, conmutada poco después por cadena perpetua. Fue su desoído legado antes de ser abandonada al silencio, el duro ostracismo chino, del que solo saldría cuando una locutora comunicó,

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con manifiesta incomodidad y un mes más tarde de que ocurriera, su suicidio. Jiang Qing se quitó la vida el 14 de mayo de 1991, once años después de su célebre juicio. Madame Mao, como se la dio en llamar en el mundo anglosajón, está considerada una de las 25 mujeres más influyentes del siglo xx, según un escalafón de la revista Time. El aserto no admite discusión, porque fue la mujer que más peso tuvo en el último tramo del mandato de Mao, el de la Revolución Cultural. Con sus colaboradores, “reinó sobre toda institución cultural en China, ordenó la destrucción de incontables libros, edificios y pinturas antiguos y fue responsable de la violenta persecución de gran parte de la población”. Se desconoce el total de muertos de aquel período, pero se barajan cifras que alcanzan el medio millón de personas entre 1966 y 1969. Como Hillary Clinton –salvando las enormes distancias–, creció a la sombra de su

esposo y, cuando quiso seguir sus pasos y ejercer el poder –en su caso, en nombre de Mao, más que en el propio–, perdió estrepitosamente el envite.

Una joven inquieta Jiang Qing tuvo mucho de espíritu libre que se rebela ante un país profundamente injusto a principios del siglo pasado. El viejo imperio se descomponía, y las tradiciones más conservadoras –especialmente machistas en comparación con Europa– quedaban en evidencia por los aires occidentales que penetraban en ciertos núcleos urbanos a raíz de las ambiciones coloniales de británicos, franceses y japoneses. En el clima de decadencia de 1914, tres años después de la caída de la última dinastía imperial china, nació Jiang Qing en la provincia de Shandong, bajo influencia germana y en la esfera de Shanghái, la metrópoli que marcó el rumbo del país en la centuria que empezaba.

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Taxi, al hotel Cathay... EL ESTABLECIMIENTO MÁS MÍTICO DEL PARÍS DE ASIA TODAS LAS ERAS tienen un símbolo, y el del Shanghái de los años veinte, en el que medró Jiang Qing, fue el hotel Cathay (en esta fotografía, la primera torre por la derecha, de tejado piramidal). Fue erigido por sir Victor Sassoon, barón de Bombay, miembro de una familia judía de origen iraquí que había hecho de la India imperial la plataforma para extender sus negocios por todo el mundo. La saga captó bien el potencial de Shanghái: comercio internacional, atmósfera cosmopolita (con asentamientos diplomáticos británico, estadounidense y francés), tres millones de habitantes, el Hollywood de Asia y una imparable capacidad de atraer a emprendedores, comerciantes, exiliados (miles de rusos que huían de la revolución bolchevique) y granujas, muchos granujas.

SASSOON, visionario y bon vivant, transformó el París de Asia. Imantó a los bohemios y artistas en su hotel y confirió a la ciudad un perfil neoyorquino, al erigir varios rascacielos que acabaron conformando el distintivo barrio del Bund (en la imagen). La fama del hotel fue universal. En su legendario Tower Night Club se sucedían las fiestas, las actuaciones de grandes bandas de jazz y las visitas de estrellas del cine como Chaplin y Paulette Goddard, escritores como Noël Coward o George Bernard Shaw y líderes de la política local, empezando por el generalísimo Chiang Kai-shek. EL TRIUNFO COMUNISTA en 1949 apagó la luz y se acabó la fiesta. Sassoon abandonó su estimada ciudad poco antes, en 1948, y falleció en Nassau trece años después.

de la relación. Los amigos de Jiang Qing la

A JIANG QING SE LE recuerdan aquellos días como una joven cuya salud se resiente y que ATRIBUYE YA DE NIÑA UN desamparada empieza a dar muestras de hipocondría. GESTO DE REBELDÍA MUY Los platós de Shanghái REVELADOR: SE QUITÓ A inicios de los años treinta, Shanghái tieEL VENDAJE DE LOS PIES ne tres millones de habitantes, su industria Hija ilegítima de un terrateniente borrachuzo, se le atribuye ya de niña un gesto de rebeldía muy revelador: se quitó el vendaje de los pies, una costumbre que simbolizaba la sumisión que la sociedad imponía a las mujeres en aras de los cánones de belleza. A los 12 años se instala con su madre en Tianjin, donde tiene que ponerse a trabajar en una tabacalera. Dos años después se une a una troupe teatral en Pekín. Retorna a Tianjin en mayo de 1931, donde al poco tiempo contrae su primer –y breve, meses– matrimonio con el hijo de un hombre de negocios. El divorcio la empuja a cambiar de aires, y pone rumbo a Qingdao, atraída por su entorno universitario. A los 17 años ya ha quemado etapas y sabe cómo alcanzar lo que se propone. Es atractiva, inquieta y receptiva a las corrientes intelectuales de Qingdao. Allí conoce a un estudiante tres años mayor, Yu Qiwei. Es un destacado activista a favor de las propuestas que tra-

tan de combinar el nacionalismo y las ideas afines al Partido Comunista de China (PCCh), fundado en Shanghái en 1921. Empiezan a convivir en 1931 sin que él le diga que es miembro del PCCh. “Son un matrimonio moderno, sin licencia matrimonial ni –que se sepa– celebración alguna”, señala el biógrafo Ross Terrill. Gradualmente, la influencia de Yu impregna la manera de pensar de Jiang Qing, tan contraria al viejo orden social pero sin unos principios políticos claros. La joven se adhiere al partido en 1933. Sin embargo, el romance se tuerce pronto: Yu es encarcelado tras una redada en la universidad –también ella es detenida, pero no se la considera “peligrosa”, aunque pase tres meses entre rejas–. La pareja se distancia con rapidez y la familia de Yu se desentiende de ella, así que abandona Qingdao. Cuando Yu sale de la cárcel, es enviado por el partido a Pekín. La clandestinidad impide la reanudación

cinematográfica está en auge, las potencias extranjeras disfrutan en ella de concesiones territoriales y administrativas y el estilo de vida desinhibido la convierte en una ciudad única, imán de jóvenes con ambiciones. Jiang Qing se instala en el París de Oriente, donde muestra intereses artísticos que abarcan la ópera tradicional, el teatro y el séptimo arte. También desarrolla un gusto “occidentalizado” por la vida social, en la que se mueve con soltura y éxito, lo que la convierte en una socialite sin pedigrí de la gran urbe. Aquella atmósfera licenciosa resulta propicia al comunismo, en tanto que movimiento subversivo del viejo orden social, clandestino desde la feroz represión de abril de 1927 por parte del Kuomintang, el partido nacionalista al frente del gobierno de la República. Jiang vivirá un nuevo matrimonio efímero, en esta ocasión con un joven dramaturgo, en 1936. Con él frecuenta los círculos comunistas, en el punto de mira de la policía. China atraviesa una guerra civil

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do una relación con Mao, aún casado con su tercera esposa. En aquel ambiente rural y “puro”, el deseo de Mao de divorciarse para casarse con la actriz fue mal recibido, y es posible que influyera en posteriores rivalidades de Jiang con algunos dirigentes, caso de Deng. Evocando aquellos tiempos, en una de sus contadas entrevistas con una occidental, la sinóloga estadounidense Roxane Witke, en 1972, Jiang Qing afirmó que “el sexo es lo que más une en los primeros tiempos, pero lo que a larga mantiene el interés es el poder”. Finalmente, Mao consigue la aprobación de sus camaradas y contrae matrimonio con Jiang el 28 de noviembre de 1938. Como ocurre con todos los detalles de esos años, envueltos en el mayor secretismo, circula una versión sin evidencias según la cual el plácet fue concedido a cambio de la renuncia de Jiang Qing a ejercer cargos políticos relevantes durante al menos treinta años y a aparecer junto a Mao en los actos oficiales. Gran parte del material documental de la vida de los dirigentes comunistas sigue siendo un secreto de Estado, y el paso de Jiang Qing por Shanghái fue convenientemente borrado, a fin de preservar el creciente cul-

EL DIRIGENTE COMUNISTA Mao Zedong con Jiang Qing, su cuarta esposa, a mediados de los años cuarenta.

entre el partido comunista y el Kuomintang, cuya superioridad militar es patente. Ello explica la Larga Marcha, la retirada estratégica de todas las fuerzas comunistas al interior del país para evitar la derrota. Aquella jugada será épica: 12.500 kilómetros de marcha en un año y decenas de miles de bajas. Mao Zedong es el inspirador de la maniobra y quien recoge los frutos: se hace con el control del PCCh, al tiempo que nace su leyenda de estratega y Gran Timonel. Pese a cierta popularidad y un puñado de películas a sus espaldas, Jiang Qing no se siente a salvo en un Shanghái que ya nota en la nuca el aliento de los invasores japoneses. Toma en 1937 la trascendental de-

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cisión de trasladarse a Yunan, bastión de los supervivientes de la Larga Marcha. Los gobernantes de China hasta finales de la centuria serán los héroes de aquella retirada providencial, como Mao, su fiel escudero Zhou Enlai –el gran superviviente de purgas y convulsiones posteriores– o Deng Xiaoping. La ocupación militar japonesa interrumpirá la guerra civil entre comunistas y nacionalistas, lo que salvará por la campana al PCCh.

Conociendo a Mao Idealista y decidida a sobrevivir en aquella capital dinámica que sueña con transformar China, Jiang Qing da clases de teatro y danza en Yunan, y termina establecien-

“EL SEXO ES LO QUE MÁS UNE EN LOS PRIMEROS TIEMPOS, PERO LO QUE A LA LARGA MANTIENE EL INTERÉS ES EL PODER” to a la personalidad que experimentó el maoísmo con el tiempo. El matrimonio tuvo una niña, Li Na, nacida en 1940, en plena guerra contra los japoneses. Entre 1937 y 1941, el Ejército Popular de Liberación de Mao y las tropas nacionalistas de Chiang Kai-shek pactaron una tregua para combatir al invasor. Madre e hija llevaron una vida discreta en el santuario comunista, ajenas a las acciones militares de Mao. Después de la rendición japonesa en 1945, los chinos reanudan la guerra civil, pero con un balance revertido de la situación: Mao ha engrosado su ejército con miles de campesinos, que ven la oportunidad de acabar con los terratenientes y señores feudales que les explo-

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PEQUEÑOS HORNOS construidos durante el Gran

Salto Adelante en China, años cincuenta.

tan, mientras que el Kuomintang ha sufrido un mayor desgaste y abundan en él la corrupción y la indisciplina. El Ejército Popular de Mao reunifica el país, y el Gran Timonel pronuncia, el 1 de octubre de 1949, el discurso de proclamación de la República Popular ante centenares de miles de personas en la plaza Tiananmen de la capital. El triunfo comunista había sorprendido al mundo, espe-

para entender la capacidad de supervivencia de Mao, que fallecería en la cama en 1976: su figura emerge a ojos del pueblo como un unificador de la patria y el vengador de las afrentas infligidas a la gran nación china por los extranjeros.

Los años en penumbra Durante los años cincuenta, Jiang Qing se mantiene en la sombra, pero pronto

EL MÉDICO ALERTA A MAO DE QUE LAS DOLENCIAS DE SU ESPOSA RESPONDEN A CELOS E INSEGURIDADES cialmente a Estados Unidos, donde pronto cundió el pánico a una posible alianza entre Moscú y Pekín. “El pueblo chino, que comprende una cuarta parte de la humanidad, se ha puesto en pie. Los chinos han sido siempre una gran nación [...] y solo en los tiempos modernos han quedado atrás y debido, enteramente, a la opresión y explotación del imperialismo extranjero y los gobiernos domésticos reaccionarios”. Este fragmento de su discurso es clave

acusa el temor a ser repudiada o abandonada por Mao, hombre con contrastada fama de mujeriego. Vuelve a rozar la hipocondría, lo que la lleva a ser tratada en Moscú, en un momento en el que los dos gigantes comunistas todavía no se han distanciado abiertamente (lo que sucederá en 1960). El doctor Li, médico de la primera dama, alerta a Mao de que sus dolencias responden más bien a una patología de celos e inseguridades.

El Gran Timonel reitera a su esposa que no piensa abandonarla, aunque menudean los indicios de frecuente actividad extraconyugal. El matrimonio vive en estancias separadas, y los biógrafos de Jiang aseguran que ella no tuvo, en ese período, relaciones con otros hombres. Según el doctor Li, temía dar argumentos al repudio por parte de su marido, en vías de deificación, al tiempo que quería protegerle de posibles camarillas conspiradoras en Pekín. Jiang empieza a percibir peligros para el liderazgo de su esposo cuando la ambiciosa campaña del Gran Salto Adelante (195862) se salda con un estrepitoso fracaso. Al tiempo que se enfría la relación con la Unión Soviética, Mao trata de movilizar a la nación en su afán de alejarse de la agricultura y abrazar el desarrollo industrial. El líder comunista soñaba con una industrialización acelerada que asombrara al mundo y le permitiera tratar de tú a tú a Moscú, en su desconfianza hacia Jruschov y su “revisionismo” posestalinista. El pueblo chino aún confiaba en Mao, y siguió las instrucciones de entregar todos

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ESCENA de una ópera revolucionaria en una tarjeta postal de principios de los años setenta.

sus objetos domésticos de metal en hornos instalados por todo el país con el fin de liderar la producción siderúrgica mundial, entre otros disparates. Los resultados fueron menores, y el abandono de la agricultura y una sequía inoportuna crearon las condiciones para una hambruna récord. El Gran Salto Adelante representa la muerte por desnutrición para entre 18 y 30 millones de ciudadanos. Mao no era infalible...

Salida al escenario El Gran Timonel empieza a recelar de sus viejos camaradas y comienza a dar cancha política a su esposa, con cargos en el ámbito cultural. Para ella, la confianza es una inyección de estima que despierta ansias de poder y, a la vez, la resuelta voluntad de salvaguardar la obra de su esposo. Jiang tiene competencias absolutas sobre el teatro y la ópera, donde observa “desviaciones” y purga a elementos sospechosos de tesis

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burguesas (o contrarias al liderazgo de Mao). Censura obras, decide sobre el cine e impulsa los criterios que deben guiar la ópera china, que pasa a centrarse exclusivamente en “óperas revolucionarias”, con una característica muy significativa: la aparición de heroínas revolucionarias, mujeres fuertes que –como ella– lo dan todo por Mao y su revolución. La escritora Anchee Min explica así aquel giro cultural de los años sesenta en China: “Crecí con sus óperas revolucionarias. Por supuesto, todas eran un lavado de cerebro comunista, pero lo irónico es que fueron decisivas en mi transformación para ser una mujer independiente. Las óperas de Jiang Qing escenificaban su idea de la mujer moderna e idealizaban rasgos de su propia vida. Las mujeres eran presentadas como líderes”. Poco a poco, en paralelo al envejecimiento de Mao y al temor de que la revolución

pierda vigor, Jiang Qing forma una camarilla dentro del partido, con personajes de segunda fila, aunque de obediencia ciega. Pero el Gran Timonel observa el ascenso de otras figuras en el PCCh. Para contrarrestarlas, moviliza a los estudiantes, sus “guardias rojos”. Desde el balcón de la plaza Tiananmen, Mao arenga en 1966 a una juventud fanatizada, animándola a revisar la jerarquía y purgarla, empezando por los profesores. El llamado Libro rojo de Mao, un compendio de pensamientos, se convierte en el manual de instrucciones y la carta blanca para los jóvenes, dirigidos por Mao y la incipiente “banda de los cuatro”, cuya cabeza visible es Jiang. La Revolución Cultural es una catástrofe que aún hoy marca la psicología china. El orden se vino abajo, los estudiantes juzgaban y condenaban a cuantas autoridades considerasen “revisionistas” o “contrarrevolucionarias”. Jiang Qing y sus tres cola-

ERAN CUATRO, PERO FALTABAN MUCHOS LA ESTRATEGIA de “desconectar” a Mao de la catastrófica Revolución Cultural que él había diseñado y promovido fue adoptada por el PCCh a partir de 1978 para garantizar la legitimidad del partido en los años venideros. No obstante, había que hallar unos “sospechosos habituales” y endosarles la culpa del desastre. La visibilidad de su esposa (arriba) tras la muerte del Gran Timonel en 1976 la convirtió en el blanco perfecto, y, durante dos años, el partido se dedicó a ensuciar su imagen y la de un reducido número

DECIR QUE AQUELLAS cuatro personas en el banquillo de un tribunal especial de Pekín en 1980 eran los causantes de todos los fiascos de la recta final del maoísmo era un insulto a la inteligencia. Todos los chinos veían en ellos a unos chivos expiatorios. Zhang Chunqiao era un periodista combativo de Shanghái, donde dirigió el Diario de la Liberación, órgano potente junto al Diario del

boradores fueron “señalando” objetivos específicos, y crearon una lista negra en la que constaron incluso héroes de la Larga Marcha, como el presidente de la República Popular, Liu Shaoqi, o Deng Xiaoping, secretario general del PCCh. La maniobra es de gran envergadura, pero se ve empequeñecida por el hecho de que Jiang también incluye en la lista, en clara venganza personal, a varios nombres del mundo artístico de Shanghái de los años treinta e incluso a familiares de sus primeros matrimonios. El pecado de algunos era haberla vetado en producciones o criticado sus cualidades interpretativas. Para muchos de sus compatriotas, esta revancha es más grave que la purga de los viejos camaradas, porque resulta mezquina y sin justificación ideológica. El curso de la Revolución Cultural había defenestrado a la vieja guardia y cualquier atisbo de oposición a Mao. Liu Shaoqi

muere en prisión en 1969, en parte por malos tratos y atención inadecuada, mientras que Deng Xiaoping vive un destierro interior y ve cómo uno de sus hijos, arrojado al vacío, queda paralítico. ¿Quién pone freno al caos, que estuvo a punto de llevarse por delante incluso a Zhou Enlai, al que Jiang detestaba? El Ejército de Liberación Popular. La institución no iba a tolerar los intentos de reproducir en su seno el ataque a las jerarquías que alteró todos los ámbitos de la vida en China. Finalizada la pesadilla, el PCCh no podía “cargarse” a Mao, porque ello supondría invalidar la autoridad del propio partido en el futuro y porque el Gran Timonel tenía una dimensión patriótica intocable. Ejército y partido esperaron al fallecimiento del líder para ajustar cuentas con la ahora endeble “banda de los cuatro”. Desafiante y dueña de la escena en el juicio, Jiang Qing quiso unir su lucha a la de

de colaboradores a los que había bautizado como “la banda de los cuatro”.

Pueblo. ¿Un oportunista? Como sus otros dos camaradas. Yao Wenyuan era el crítico teatral cuyo artículo “revolucionario” contra los rectores de la Ópera de Pekín en un diario de Shanghái en 1965 se considera el punto de partida de la Revolución Cultural. El cuarto de la banda: otro propagandista sin recorrido. Wang Hongwen, que ascendió en el partido gracias a su influencia sobre los guardias rojos, hasta el punto de que se creyó capaz de complotar contra Zhou Enlai, el primer ministro y canciller. Su mayor gloria fue transmitir en la radio china el funeral de Mao. Todos fallecieron confinados y se llevaron a la tumba un peso histórico que jamás imaginaron.

Mao, de la que se confesaba un apéndice dispuesto a todo. Fue ambiciosa y maniobrera cuando detectó que peligraba el liderazgo del Gran Timonel. La lástima para ella es que ese acto de amor fue percibido por muchos como un aprovechado intento de rentabilizar el declive del líder para ser, finalmente, su sucesora.

PARA SABER MÁS BIOGRAFÍA

Ross. The White Boned Demon. A Biography of Madame Mao Zedong. Nueva York: Morrow, 1984. En inglés. WITKE, Roxane. Comrade Chiang Ch’ing. Boston: Little, Brown, 1977. En inglés. TERRILL,

NOVELA CHANG, Jung. Cisnes salvajes: tres hijas de China. Barcelona: Circe, 2001. MIN, Anchee. Madame Mao. Barcelona: Literatura Random House, 2000.

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