Machismo

Machismo Ámbar Aguilar Briceño Sección 3 “El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no e

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Machismo Ámbar Aguilar Briceño Sección 3

“El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal.” Simone de Beauvoir. En la cultura hispana, se conoce al machismo cómo el énfasis o exageración de las características masculinas y la creencia de superioridad del hombre frente a la mujer. Existen variadas corrientes y teorías que intentan explicar el origen del machismo y a este como un fenómenos cultural, social, político, biológico, etcétera. Cabe destacar que el machismo es propio de una cultura patriarcal y que busca el sometimiento de la mujer al hombre en muchos sentidos, a través del miedo, la violencia, el dinero, el amor u otros factores. Podemos encontrar machismo (aunque implícito) incluso en el discurso del primer científico que explicó de dónde venimos. Charles Darwin. (1963). El origen del hombre y la selección en relación al sexo. EDAF.: “La diferencia fundamental entre el poderío intelectual de cada sexo se manifiesta en el hecho de que el hombre consigue más eminencia en cualquier actividad que emprenda de la que puede alcanzar la mujer (tanto si dicha actividad requiere pensamiento profundo, poder de raciocinio, imaginación aguda o, simplemente, el empleo de los sentidos o las manos).” Pero ¿Qué tiene que ver esto con la violencia del hombre hacia la mujer? ¿Qué factores actúan sobre cada sexo permitiendo dicha violencia? ¿Es la escuela o la familia un ente reproductor del machismo? Estas preguntas son las que se intentarán responder en este ensayo, que no busca más que generar una opinión fundada sobre el machismo y su violencia. El ser humano es un ser de construcción, es decir, se hace necesario para el ser humano generar una identidad propia, algo que nos haga ser parte de un algo, de un todo, generar o poseer una identidad. La identidad es un conjunto de pensamientos, idea, representaciones, percepciones y afectos que los otros, las otras y la persona tiene sobre su vida y sobre los otros, las otras y el mundo. La identidad de género es un proceso que además es dinámico, pues contiene variedad de situaciones o circunstancias, sociales, culturales y personales. La persona es construida culturalmente a partir de la representación del “debe ser” que se le atribuye a su cuerpo, se asignan formas, lenguajes, afectos, tareas, conductas. En el caso de la identidad genérica, depende de la experiencia vivida (la cual se asimila subjetivamente) y depende también de la interrelación dialógica con los otros/as (símbolos, lenguajes, conductas que asignan contenidos identitarios).

Marta Lamas en su libro Género, diferencia de sexo y diferencia sexual, Advierte que el sujeto no está dado, sino que es construido tanto por el lenguaje, las prácticas y representaciones simbólicas al interior de formaciones sociales, por los procesos inconscientes relacionados a la vivencia y simbolización de la diferencias sexual. En este sentido, se hace evidente que a diferencia sexual no es un producto de la cultura (como sí el género); la diferencia sexual debe entenderse como subjetividad inconsciente. Pero, hablemos de violencia. Socialmente la violencia del hombre contra la mujer se reduce a variables de carácter individuales del varón, estas variables son:  

Socio demográficas (edad, estado civil, escolaridad, ocupación, ingresos). Conductuales (consumo de alcohol y drogas principalmente).

La asociación de la masculinidad al varón proveedor además del papel de guardián y jefe de hogar reafirma la independencia de su género. La identidad genérica masculina implica conectarse con la vida extrafamiliar, ámbito público en el cual existen lazos racionales y sociales muy superficiales afectivamente; contrario a esto, se aplica a la mujer la imagen de crianza, naturaleza y hogar haciéndole pensar que ese es su dominio o su territorio, confirmando su dependencia. Se le entrega entonces las herramientas para desarrollarse sólo en el ámbito privado en donde los lazos afectivos y personales son muy valiosos y para conectarse fuertemente con la vida intrafamiliar. No está de más mencionar que una mujer es considerada cabalmente mujer cuando es madre, por lo que se adjudica la maternidad como una condición de vida, como algo con lo que toda mujer debe cumplir. El resultado de la polarización de tareas, actitudes y roles se ve evidenciado en el autoestima del hombre (autoestima respaldada y fortalecida social y familiarmente) contrastado con el autoestima de la mujer (elaboran sentimientos de inferioridad al ser al ser social y familiarmente descalificadas). Se crea así una relación masculino-femenino = dominante-dominado. Relación que se entiende y se generaliza por algo “natural” y, por lo tanto, es universalmente aceptada y justificada. Este principio entre masculino (activo) y femenino (pasivo) “… crea, organiza, expresa y dirige el deseo masculino como deseo de posesión, como dominación erotizada, y el deseo femenino como deseo de la dominación masculina, como subordinación erotizada y, como reconocimiento erotizado de la dominación”. (Pierre Bourdieu. [2000]. La dominación masculina. Barcelona: Anagrama). Las diferencias de género existen porque existe la construcción diferenciada de las subjetividades de mujeres y varones, la división sexual de los funcionamientos sociales y las relaciones de poder-dominación y control social. En otras palabras, en la página web “Agenda de las mujeres” Blanca Ibarlucía escribe el artículo Trata y Tráfico de personas

(un aporte a la reflexión) (link: http://agendadelasmujeres.com.ar/index2.php? id=3¬a=3748 ). En este artículo, ella explica que estas tres variables interrelacionadas conforman parte de los sentimientos, pensamientos y acciones de la humanidad: qué se espera de las mujeres y de los varones, qué deben sentir, cómo deben ser y actuar las mujeres. Otro factor importante a analizar si hablamos de la violencia contra la mujer es el amor y el rol que cumple frente a esta situación. El amor, según lo explica Marcela Lagarde en Identidad y subjetividad femenina (1992), es un elemento de cohesión de expresión de la vida íntima (matrimonio, familia), pero por sobre todo nos mantiene (como género) adheridas a los hombres. El matrimonio permite que al mismo tiempo que el hombre reafirma y concreta su omnipotencia, las mujeres completamos nuestra dependencia (carencia, orfandad) a la potencia masculina. Se crea así un género (femenino) en deseo permanente de amar al otro, siendo ese deseo la felicidad y plenitud del género. En el caso de los hombres amar es sólo un elemento (entre otros) de realización posible. En este contexto queda en evidencia que el amor y el matrimonio monogamico son construcciones patriarcales para reforzar el sometimiento de las mujeres. Ahora bien, desde la familia se trata de justificar y continuar el orden social existente; esto incluye la consideración de valores positivos a la sumisión al marido, al matrimonio y procreación como una forma preferente de autorrealización o la asignación de tareas domésticas a las hijas o mujeres de la casa. Es aquí, en la familia, donde la regulación de la sexualidad y la construcción social y reproducción de los géneros se encuentran enraizadas. El machismo dentro del núcleo familiar puede llegar a estar tan fuertemente normalizados que se acepta que la mamá, al ser “la más débil”, sea víctima de la violencia y agresividad (también) de su/s hijo/s. No podemos obviar la participación de la escuela como un ente portador y reproductor de la violencia de género ya que en las instituciones en las que se imparte un modelo pedagógico tradicional (conductista) se siguen recalcando valores que fomentan la sumisión de las niñas y la agresividad de los niños. Al carecer de una visión no sexista los docentes y el currículo no contribuyen a un cambio en las relaciones de poder que otorga la supremacía al hombre sobre la mujer. Otro medio masivo que favorece la promulgación el machismo son los medios de comunicación Políticamente hablando, nadie puede negar que la búsqueda de igualdad jurídica-formal haya tenido importantes e interesantes logros vinculados a los derechos políticos y civiles de las mujeres a lo largo de la historia. Pero, actualmente se puede observar que las leyes

denominadas generalmente contra la violencia de género, no han logrado resolver la violencia (en todas sus formas) contra las mujeres. Los logros históricos del movimiento de mujeres han sido, sin duda, significativos; sin embargo, en la actualidad, vemos aparece un postmachismo igualitarista que cuestiona lo que hoy en día las mujeres queremos y que persigue (como siempre) la subordinación femenina. El postmachismo es la estrategia o aptitud adoptada por los varones para perpetuar una trayectoria histórica común: cambiar para seguir igual. Es decir, los hombres se han adaptado a la parte más superficial del feminismo, pero lo reelaboran para salvar o guardar su posición social. El hombre postmachista fragmente el discurso feminista para cuestionarlo y usarlo a su favor. Se puede concluir, entonces, que un hombre machista no nació machista, si no que se fue formando paulatinamente ya que el machismo estaba inserto en los espacios en los cuales se movilizó, en los ambientes en los cuales se desenvolvió y en las personas con las cuales se relacionó. El entorno escolar y la familia (principal e inicialmente) contribuyen a la formación de un varón con una mentalidad machista. Sabiendo esto es primordial para acabar con la violencia contra las mujeres el generar un cambio rotundo y real del pensamiento. Eliminar del saber colectivo esos mitos y costumbres machistas cómo el que dicta que la mujer deba cocinar, servir los platos, retirar los platos y luego lavar la loza; como el que dice que el principal (o único) objetivo y meta de la vida de una mujer sea ser madre; que un hombre se sienta mal o “menos hombre” porque su esposa tiene un trabajo más asalariado que el de él. Creo que además de transmitir la igualdad de género a través del ejemplo, las actitudes y los mensajes de todo tipo, también es fundamental educar en una mirada crítica que cuestione esas prácticas machistas que todavía persisten, a veces muy visibles y otras casi imperceptibles, pero no por eso menos peligrosas, porque penetran en la mentalidad de la gente. Hablar de estos temas en casa, en la escuela, en la universidad, es fundamental para formar verdaderos ciudadanos, dispuestos a respetarse, a tratarse bien, a cuidarse y a ser constructores de igualdad.