Lynsay Sands - Calamitosa Clarissa

TITULO: CALAMITOSA CLARISSA TITULO ORIGINAL: Love Is Blind AUTORA: Lynsay Sands TRADUCIDO POR: Grupo de Traducciones con

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TITULO: CALAMITOSA CLARISSA TITULO ORIGINAL: Love Is Blind AUTORA: Lynsay Sands TRADUCIDO POR: Grupo de Traducciones constanzaenglish GENERO:HISTORICO, COMEDIA ROMANTICA CONTEXTO : Inglaterra, 1720 PROTAGONISTAS: Adrian Montfort y lady Clarissa Crambray DECLARADA CALAMIDAD PARA LA HUMANIDAD !! La sociedad londinense a declarado a lady Clarissa Crambray un peligro para la humanidad. Y le han provisto un apodo que ella no desconoce : CALAMITOSA CLARISSA. Todos están a la expectativa del próximo incidente- accidente que la joven va a

provocar. Para su resguardo físico todos dan un paso atrás y alejan todo objeto que se derramable, inflamable, rompible, filoso, puntiagudo o susceptible de causar un accidente. VER O NO VER... ESA ES LA CUESTION Adrian Montfort, el conde de Mowbray, sabía que la bella lady Clarissa Crambray podría ser peligrosa. Ella era, en verdad , un desafío. Pero era exactamente el desafío que él necesitaba … MAS ALLA DE LO QUE LOS OJOS PUEDEN VER ... Clarissa siempre había deseado tener un novio, pero su madrastra quería más todavía quería que ella encontrase alguien dispuesto a casarse con ella. Clarissa coincidía con el hecho que los anteojos escondían la belleza de su rostro, pero si ella siguiese el consejo

de su madrastra y no los usase, cómo diablos iba a ver a los candidatos? Ya había causado suficientes desastres con su deficiencia visual y encima se había ganado un apodo infame en los círculos sociales en que se mueve. Todos los posibles pretendientes parecían salir corriendo cuando se acercaba “LA CALAMITOSA” Clarissa… Hasta que de repente apareció un caballero dispuesto a bailar con ella. Un hombre elegante, atractivo y misterioso… Y Clarissa irá tanteando y tropezando… para encontrar el amor!

CALAMITOSA CLARISSA LYNSAY SANDS PROLOGO — El amor es fiebre que arde… en mi sangre. Clarissa Crambray no contuvo una expresión de desagrado cuando estas palabras hicieron eco en el aire. Sinceramente, ese era el peor poema declamado por lord Prudhomme desde que había llegado a la residencia urbana de su padre una hora antes.

Dios! Hacia solamente una hora? Parecía que ese hombre de edad había estado allí hacia días. Él entrara sacudiendo un libro y le había avisado triunfante que en vez de su paseo habitual, leería para ella. A Clarissa, de hecho , eso le gustaría mucho ya si la lectura fuese algo interesante y no esas palabras trilladas y babosas. Y le gustaría todavía más si él no actuase como si le estuviese haciendo un favor. Ella sabía muy bien la razón para ese súbita cambio de planes. Forzándola a permanecer quieta y sentada mientras leía en voz alta, él sólo tenía un objetivo : evitar desastres. Parecía que hasta el viejo y solidario Prudhomme se estaba cansando de sus continuos accidentes. No podía culparlo, él había sido extremamente tolerante hasta entonces, casi un santo. Ciertamente, había demostrado más comprensión y coraje que sus otros pretendientes. Parecía aceptar y perdonar todas las veces que ella confundía sus gruesos muslos con la mesa de té y le

apoyaba cosas sobre ellos; esbozaba una sonrisa lastimosa al recibir los pisotones en sus pies cuando bailaban ; y soportaba con gallardía sus constantes tropiezos y caídas cuando salían para una caminata en el parque. Por lo menos , era lo que parecía, pero aparentemente hoy había descubierto un modo de escapar a todo eso . Una lástima que la elección de la lectura dejase muy que desear. Clarissa habría preferido hacer el papel de estúpida en el parque o caerse de cara en una torta antes que estar oyendo esas tonterías sin sentido. — Mi imaginación gana las alas de un pájaro. La voz de Prudhomme temblaba de pasión, o tal vez apenas de lujuria, Clarissa no sabría decirlo. La verdad era que ese hombre tenía edad para ser su abuelo. Desgraciadamente , eso poco importaba para Lydia. Su madrastra le había prometido a John Crambray que arreglaría un buen matrimonio para su hija antes que ambos muriesen.

Hasta el momento, ellos no parecían correr ningún riesgo. Ella, sin embargo, estaba en peligro inminente de encontrarse casada con el caballero anciano arrodillado a sus pies quien, con sus brazos erguidos, clamaba su amor eterno. Dios santo! Ese un hombre no iba a poder ponerse de pie con su reuma... Prudhomme era uno de los pocos pretendientes que todavía la cortejaban. — Juro mi… mi… lady Clarissa — Prudhomme interrumpió lo que iba a decir. — Por favor, aproxima más la vela. No puedo leer esta palabra. Clarissa suspiró de aburrimiento y miró de reojo al pretendiente. En su visión nublada, la cara de Prudhomme era un borrón redondo y rosado, coronado por una nube de cabello plateado. — La vela, muchacha — dijo él con impaciencia, la irritación reemplazando por un momento todo el encanto de su pretendiente.

Clarissa extendió el brazo sobre la mesa a su lado, tomó el candelabro y lo sujetó más cerca de él. — Mucho mejor ahora — dijo Prudhomme satisfecho. — Dónde estabamos? Oh, si. Juro mi perenne… El hizo una nueva pausa y olisqueó el aire. — No sientes un olor a quemado? Clarissa aspiró el aire delicadamente. Comenzó a abrir la boca para decir que si, pero antes que pronunciase cualquier palabra, Prudhomme soltó un grito. Saltando hacia atrás por la sorpresa, ella observó con asombro al hombre levantarse ágilmente y comenzar a saltar por la sala, levantando los brazos como un demente y golpeando con sus manos su propia cabeza. Al principio, Clarissa no logró entender lo que estaba sucediendo hasta que lo vio arrancar de su cabeza lo que le parecía una mancha blanca, que otra cosa podía ser mas que una peluca que él empezó a pisotear con ferocidad . Ella se dio cuenta entonces de que tal vez hubiese sostenido el candelabro

demasiado cerca de la cabeza de él y que había prendido fuego su peluca. — Ah, mi querido lord . — Clarissa bajó el candelabro, sin soltarlo hasta asegurarse que lo estaba apoyado bien sobre la mesa. Con la visión disminuida y el sentido de la distancia comprometido, ella casi derribó al hombrecito al saltar de la silla para ayudarlo. — Apártate de mí ! — él gritó, empujándola. Clarissa cayó sentada en la silla nuevamente y lo miró irritada; luego volteó la cabeza por haber oído un ruido en la puerta. Todos los criados de la casa habían oído los gritos y habían corrido a la sala. Era claro que su madrastra también estaba allá. Sin los anteojos, Clarissa lograba distinguir si la miraban con pena o reprensión, pero no era necesario mirar a Prudhomme para adivinar lo que estaba pensando. Su rabia había ganado el dominio de su cuerpo y sus ojos casi podían tocarla a través de los pocos metros que los separaban. Prudhomme estaba tan enojado que sus palabras se sobreponían unas con otras,

haciéndose casi incomprensibles. Clarissa logró comprender algunas, como “idiota, torpe”, “calamitosa” , “ peligro para la sociedad” y “atentado a la humanidad” ; de repente, él levantó el brazo y avanzó en su dirección. Ella se congeló, temiendo que él fuese a agredirla. Afortunadamente, los presentes sospecharon que él estaba perdiendo el control y aproximarse on. En el momento en que Prudhomme iba a darle una bofetada, fue detenido por varias personas. Mientras forcejeaban delante de ella, Clarissa sólo veía una difusa confusión de personas y colores. Pero escuchó , los insultos de Prudhomme y un gemido que le pareció ser de Foulkes, el mayordomo. Las palabrotas continuaron mientras que un borrón de bultos coloridos comenzaba a salir por la puerta. — Qué vergüenza, Prudhomme! — exclamó Lydia, con su voz bastante alterada al seguir a los demás hasta la puerta, agregando después en tono ansioso:

- Espero que tan pronto se haya calmado, pueda perdonar a Clarissa . Estoy segura que ella no tuvo la menor intención de quemarle la peluca. Clarissa se hundió en la silla con un suspiro de disgusto. No podía creer que su madrastra todavía esperase casarla con ese hombre. Pero debería saber muy bien que Lydia no desistiría de su objetivo. — Clarissa! Enderezándose rápidamente , Clarissa se volvió en dirección a la puerta y vio el bulto color lila de Lydia entrar y cerrar con un golpe la puerta. — Cómo le hiciste algo así ? — No lo hice a propósito, Lydia — aclaró Clarissa. — Y eso jamás habría sucedido si vos me dejases usar los anteojos. — Nunca! Antes muerta! — retrucó Lydia. — Cuántas veces debo decirte que las jóvenes que usan anteojos no consiguen maridos. Yo sé de lo que estoy hablando. Mi lema dice” Mejor una mujer medio torpe que una mujer con anteojos”.

— Le prendí fuego a la peluca ! — Clarissa exclamó sin poder creerlo . — Eso califica como un poco más que torpe; en realidad , bordea lo ridículo y casi me convierte en un peligro caminante . Esto se está haciendo peligroso. Él podría haber resultado quemado en el cuerpo . — Podría! Potencial pero no real! Gracias a Dios no se quemó — admitió Lydia, sonando repentinamente más calma. Clarissa casi gimió . Había aprendido muy rápidamente que cuando su madrastra serenaba, no era una buena señal. Capítulo 1 Londres, 1720 — Mowbray! Que buenos vientos te trajeron a la ciudad? Lord Adrian Montfort, el conde de Mowbray, desvió a atención de las parejas que bailaban y miró al hombre que se había

aproximado a él. Alto, rubio, y tremendamente elegante : Reginald Greville. Adrian y Greville, su primo, habían sido muy amigos en el pasado . Pero el tiempo y la distancia, habían debilitado esa relación, con una pequeña ayuda de la guerra con España. Ignorando al pregunta de Reginald, él retribuyó el saludo con una leve sonrisa y volvió a mirar a la elegante coreografía de los hombres y mujeres en la pista de baile. — Está aprovechando la temporada, Greville? — preguntó. — Mucho. Carne y sangre nuevo. Nuevas caras. — Nuevas víctimas — Mowbray agregó secamente . — También. — Reginald se rió. Él era conocido por su éxito en seducir jóvenes inocentes. Hasta ahora no había sido expulsado de la ciudad debido a su título y su fortuna. Sacudiendo la cabeza, Adrian esbozó una sonrisa pálida. — No te cansas nunca de estar cazando. Lamento decir que todas me parecen lo

mismo. Puedo jurar que todas estas son decepcionantemente iguales a las jóvenes que estaban debutando la última vez en que estuve aquí, que - a su vez - eran iguales a las del año anterior. Su primo halló gracioso el comentario y sacudió a cabeza. — Hace diez años que no te tomas el trabajo de venir a la ciudad, Adrian. Las jóvenes de entonces están casadas y criando hijos , o en camino a convertirse en solteronas. — Diferentes caras, mismas damas — Adrian dijo, encogiéndose de hombros . — Tanto cinismo — lo censuró Reginald — Suenas como un viejo. — Solamente un poco más viejo – Adrian lo corrigió. — Más viejo y más sabio. — No tan viejo! — Reginald insistió, riendo y volviendo a mirar a las personas que se movían delante de ellos. — Además, hay algunas verdaderas bellezas este año. Esa rubia, por ejemplo, o la morena que está con Chalmsly.

— Hum. — Adrian las observó . — Corrígeme si estoy equivocado, pero creo que esa morena, por más encantadora que sea, solamente tiene aire en la cabeza. Así como lady Penélope a la que vos sedujiste la última vez que estuve aquí. Reginald abrió enormemente sus ojos sorprendido con el comentario. — Y la rubia — Adrian continuó, examinando a la joven en cuestión — Es hija de padres comerciantes, muy adinerada, y enbusca de un candidato que tenga título de nobleza para casarse. Más o menos como Lily Ainsley, otra de tus conquistas. — Acertaste — Reginald admitió, pareciendo un poco incrédulo. Alternando con su mirada de una mujer a la otra, él se rió: — Ahora me estropeaste todo. Yo estaba considerando prestarle atención a una de ellas, o a ambas, pero, después de lo que dijiste, ellas perdieron el encanto. — Frunciendo el ceño , Reginald esbozó una reacción : — Ah, pero conozco a alguien a quien no podrás analizar con tanta facilidad.

Tomando a Adrian por el brazo, él obligó a su primo a circular hasta el otro lado del salón, y luego se detuvo. — Allá está ella! – Reginald dijo, satisfecho. — Esa joven con el vestido amarillo. Lady Clarissa Crambray. Te desafío a que nombres a alguien de tu última temporada con quien compararla. Adrian examinó la joven en cuestión . De apariencia muy delicada, y adorable como un pimpollo rosa recién abierto. Tenía cabellos castaño oscuros, carita redonda, ojos grandes y expresivos y labios carnosos, y parecía tan deprimida al observar a su alrededor como jamás había visto a cualquier otra joven. Su curiosidad fue despertada. — De la última temporada? — preguntó. — Claro – confirmó Reginald divertido. — Por qué no está bailando? Una belleza como ella debería estar con todas los bailes comprometidos. — Nadie se atreve a sacarla, y, si vos quieres conservar íntegros tus pies, es mejor que tampoco lo hagas. Adrian levantó las cejas interrogativamente .

— Ella es ciega como un murciélago y un peligro para los pies... piernas.. cabezas .., cuerpos en general — le avisó Reginald, sacudiendo la cabeza en confirmación ante la mirada incrédula de Adrian. — De verdad, ella no puede dar un paso sin pisarte el pie y tropezar. Después de tropezar , se engancha con alguna prenda tuya y a continuación terminas derrumbado en el piso . Tropezar es el modo de caminar de ella. — Reginald hizo una pausa, evaluando la expresión de Adrian. — Sé que no me crees . Yo tampoco lo creía. — Reginald se volvió para mirar al joven y continuó: — Yo fui advertido, pero no quise escuchar y la invité a cenar — Reginald dijo, observando a Adrian. — Usaba pantalones oscuros esa noche… desgraciadamente . Ella confundió mi regazo con la mesa y colocó una taza de té sobre mi... entrepierna. O, mejor dicho , lo intentó. La taza se volcó... — Reginald demostró su disgusto con el mero recuerdo. — Pobre de mí, me quemó hasta las pelotas. Adrian miró a su primo y lanzó una carcajada .

— Claro. Ríete. Pero si nunca puedo concebir un hijo, legítimo o no, será por culpa exclusiva de lady Clarissa. Sacudiendo la cabeza, Adrian se rió todavía más, y eso le hizo muy bien. Hacia años que no hallaba la mínima gracia en nada. Pero la imagen de esa linda florcita , confundiendo el regazo de su primo con una mesa y volcando una taza de té era valiosa. — Y qué hiciste ? — Adrian finalmente preguntó. Reginald meneó la cabeza y levantó las manos en un gesto de desaliento. — Qué podría hacer? Actué como si nada hubiese sucedido, me quedé adonde estaba e intenté no llorar de dolor. — Miró nuevamente a la joven con un suspiro. — Y , la verdad sea dicha, creo que ella ni siquiera se dio cuenta de lo que había hecho. Dicen que ella ve bien con anteojos, pero que es demasiado vanidosa como para usarlos. Todavía sonriendo, Adrian siguió la mirada que su primo le dirigió a la joven, observando con atención su aire tristón.

— No, ella no es vanidosa — Adrian ponderó, viendo a una mujer mayor al lado de Clarissa murmurarle algo , y luego levantarse para salir. — Bien… – Reginald iba a decir algo , pero se detuvo cuando Adrian mostró intención de dirigirse a la joven. Sacudiendo la cabeza, él balbuceó : — Fuiste advertido. CAPITULO 2 — No fuerces la vista para no ponerte estrábica, por favor. Aquello no era un pedido, sino una orden, y Clarissa ya estaba harta de las órdenes de su madrastra. Si al menos permitiese que ella usase anteojos, no necesitaría forzar los ojos. Y tampoco estaría tropezando con cosas y personas todo el tiempo . Pero no podía usar anteojos porque eso alejaría a los pretendientes. Como si los desastres que causaba no los alejase, reflexionó cansadamente Clarissa, e íntimamente se rió de los pequeños

“accidentes” que había tenido desde que había llegado a Londres. Además de no lograr ver las mesas sobre las que debería colocar las bandejas de té, había tenido un caída fea en las escaleras. Por suerte, no se había lastimado mucho, sólo algunos arañazos y algunos moretones, pero no se había quebrado nada. También Había tenido un pequeño incidente al caerse delante de un carruaje en movimiento, sin hablar del incendio de la peluca de Lord Prudhomme. Un nuevo suspiro escapó de los labios de Clarissa al recordar el sermón de Lydia después del último accidente. Su madrastra había decidido que si ella era tan ciega y torpe sin los anteojos, sólo había una alternativa. En el futuro, cuando estuviese en presencia de otras personas, tendría que quedarse sentada y quieta. No podría tocar candelabros, tazas, platos, cualquier cosa líquida, rompible, inflamable o filosa, o sea, básicamente no podía tocar nada. No debía participar de comidas con las visitas, y debía afirmar que no tenía hambre. Aunque

tuviese. Tampoco debía beber. Salir para hacer caminatas estaba fuera de cuestión si llevaba una criada con ella. Siempre que Lydia terminaba esos sermones, sólo le restaba a Clarissa, cuando había otras personas presentes, sentarse al lado de su madrastra, intentando parecer serena. Lo que significaba no forzar la vista y extraviar los ojos. Con un suspiro, Clarissa volvió a mirar los bultos que desfilaban por la pista de baile. Cansada, bajó los ojos hacia sus propias manos. sería más una noche aburrida . — Puedo tener el placer de este baile? A pesar de oír la invitación, Clarissa no se tomó el trabajo de levantar los ojos. Para qué ? No iba a poder ver nada . En vez de eso, aguardó a que su madrastra respondiese, preguntándose quien sería el extraño que todavía no había escuchado hablar de sus desastres. Si hubiese oído, con certeza no aproximarse ía a ella. Notando que Lydia todavía no había declinado la invitación en su nombre,

alegando que estaba muy cansada, o cualquier otra excusa educada, Clarissa miró de reojo y vio que Lydia, o mejor dicho , el manchón rosado como podía identificarla, no estaba más allí. En ese instante un borrón negro ocupó la silla, sobresaltándola. Forzando los ojos, ella intentó en vano ver vestigios de un color rosa fuerte, color que su madrastra usaba, a su alrededor . — Creo que la dama que estaba sentada aquí hasta un minuto atrás salió en busca de algo para comer — el extraño le dijo tan cerca del oído que Clarissa pudo sentir su respiración. Conteniendo un estremecimiento, ella de inmediato volvió su atención al hombre a su lado. Él era dueño de una voz grave, muy agradable, y por lo que lograba ver de su figura, era bastante grande. Por milésima vez, deseó estar usando anteojos para poder ver. — Ella no dijo a donde iba? — le preguntó al extraño. — Me pareció verla hablando con vos antes de salir.

Clarissa se ruborizó un poco, y volvió a mirar la mancha colorida que se movía por la pista de baile, admitiendo: — Tal vez me lo haya dicho . Creo que estaba distraída con mis pensamientos y no presté atención. Aunque tuviese un vago recuerdo de que Lydia había comentado algo, Clarissa estaba demasiado sumergida en su auto compasión como para prestar atención. Era muy humillante tener que quedarse sentada, teniendo como única distracción los fragmentos de conversación de las personas que pasaban, muchas veces lanzando, con muy poca delicadeza, comentarios respecto a ella. Sus accidentes desastrosos aparentemente eran el hazmerreír de la temporada. Se había ganado el apodo de calamitosa Clarissa, y todos estaban a la expectativa de cual sería el próximo “accidente” para divertirse. — Dicen que sos tan ciega como un murciélago, y demasiado vanidosa como para usar anteojos.

Clarissa parpadeó con sorpresa ante esa inesperada declaración. Si la falta de delicadeza de las palabras de él la sorprendieron , ella pudo percibir que sorprendieron todavía más a su interlocutor. La respiración de él quedó suspendida como si se hubiese dado cuenta de lo que había dicho. Mirando de reojo, se dio cuenta que él había levantado la mano para cubrirse la boca. — Perdón, creo que me extralimité . Nunca debería… — No te preocupes. – Clarissa dispensó las disculpas y se hundió en la silla con un aire desanimado. — Todo está bien . Sé lo que las personas dicen. Creen que, además de torpe, soy sorda, pues no se preocupan de hablar delante de mí . Hablan lo suficientemente alto como para que pueda escucharlos. — Ella imitó el modo en que las personas hablaban, haciendo muecas. — Oh, vean, ahí está la pobrecita, la calamitosa Clarissa. — Te pido disculpas — él dijo bajito.

— No precisas disculparte. Por lo menos me lo dijiste en la cara. — Si, pero … — El muchacho pareció relajarse un poco ahora que las manos de ella ya no significaban una amenaza. — En verdad , era más una pregunta. Yo quería saber si eres como dicen. — Bien, no soy tan ciega . — Clarissa sonrió con amargura. — Veo bien con los anteojos. Pero mi madrastra me los sacó de. — Clarissa arriesgó una sonrisa en dirección a él y aclaró : — Lydia parece creer que tendré más suerte de prender fuego el corazón de un buen candidato sin los anteojos. Aunque hasta ahora la única cosa que logré prender fuego fue la peluca de lord Prudhomme. — Cómo? — Adrian preguntó asombrado. — La peluca de Prudhomme? — Si — ella confirmó, recostándose en la silla e intentando alejar ese recuerdo. — Fue así. Pero, si quieres saber la verdad, la culpa no fue enteramente mía. Él sabía que yo no puedo ver bien sin mis anteojos. Por qué diablos fue a pedirme que le acercase una

vela? — Clarissa hizo una pausa y miró de reojo en dirección al extraño. — Sin la peluca, él es mas calvo que una bola de billar, no te parece? Le pareció que él asintió con la cabeza, pero era difícil decir. También escuchó sonidos ahogados, como si él estuviese luchando por contener la risa. — Vamos, puedes reírte, estamos en confianza — Clarissa dijo, sonriendo. — Yo también me reí, pero no era el momento adecuado. El entonces se relajó un poco más y, como estuviesen sentados lado a lado, Clarissa hasta pudo sentir el vigor de su brazo y de su pierna apoyados ligeramente en ella. Clarissa forzó la vista, intentando hacer que el rostro del extraño entrase en foco. Quería mucho descubrir como era. Le gustaba el sonido de su risa y su voz firme. Y, aunque debiese apartarse un poco para no permitir la proximidad de la cadera de él rozándola con cada movimiento, le gustaba la sensación que sentía, por eso hacía de cuenta que no lo notaba.

— Cómo reaccionó con ese ......pequeño accidente? — Nada bien. Y me culpó, por supuesto. Me dijo un par de groserías . Creo que me habría agredido físicamente si los criados no lo hubiesen detenido y sacado de la casa, prácticamente a patadas en el ... — ella admitió, suspirando. — Por supuesto que después mi madrastra no pudo dejar de darme con sermón sobre cómo debo e no debo comportarme de aquí en adelante . — Qué tipo de sermón? — Enumerando todo lo que tengo prohibido. — Clarissa sonrió . — Por ejemplo, no puedo comer en público, no puedo beber en público… de hecho , no puedo tocar nada, y much menos candelabros, floreros, velas, nada líquido, inflamable, rompible, filoso, puntiagudo ... en síntesis, nada. Ni siquiera puedo salir a dar un paseo sin una compañía para guiarme. —Pero no te dijo nada respecto a bailar, verdad ? — No, pero no precisaba hacerlo, se cae de maduro ... . — La sonrisa de Clarissa se

desvaneció . Ella vaciló por un segundo, después intentó explicarse: — No veo bien. No veo ni una montaña delante de mis narices. Bailando sólo veo borrones de colores y luces a mi alrededor, y termino por perder el equilibrio. — Ella hizo una pausa, sintiendo que comenzaba a ruborizarse con el recuerdo de la última alma caritativa y valiente que la había sacado a bailar. Había tropezado con él y ambos habían acabado cayendo al piso. Papelón y bochorno eran escasos para definir la situación. — Entonces mantén los ojos cerrados. — Cómo? — Clarissa volvió a mirar al bulto oscuro a su lado. — Si mantienes los ojos cerrados, no perderás el equilibrio — el muchacho le explicó y ella sintió la mano de él aproximarse a la suya, para ayudarla a levantarse. Estaba lista para rehusarse, pero el contacto d la mano de él le provocó una especie de corriente eléctrica. Fue una sensación extraña, excitante, que la hizo sentirse viva.

— Yo no… — ella comenzó a decir, deteniéndose cuando él puso la mano en su mentón , levantó su rostro y se inclinó para mirarla a los ojos. Por un breve momento, ella contempló claramente el más lindo par de ojos castaños aterciopelados que jamás hubiese visto ; él entonces se apartó un poco y salió del foco. — Confía en mí . No era un pedido, sino una imposición. Clarissa pensó en aquellos ojos tan oscuros y tan bondadosos, y aceptó sacudiendo la cabeza. Él la ayudó a levantarse y la condujo entre las personas hasta la pista de baile. — Ahora… — La voz de él era calma y suave al tomarla en sus brazos. — Cierra los ojos y relájate. Clarissa estaba hipnotizada. — Es sólo cuestión de acompañarme. No dejaré que te tropieces. A pesar de haber acabado de conocerlo, Clarissa confió en él y se sintió segura. Con los ojos cerrados, solamente contaba con sus oídos y las manos del muchacho para conducirla. Se dejó llevar por los

movimientos y señales de él: un aprieto en la mano, una presión más fuerte en su cintura. Y la sensación del aire circulando a medida que giraban y giraban por el salón, sin resbalones, sin tropiezos. Por primera vez desde a su llegada a Londres, Clarissa no se sentía torpe. Estaba en las nubes. Cuando la música se detuvo, él le apretó y, sujetándola por el brazo, la condujo por el salón. — Bailas divinamente, mi lady — le dijo al oído, abriéndose camino entre las demás parejas. Clarissa se sonrojó y sonrió orgullosa, sacudiendo la cabeza. — No, mi lord . El crédito no es mío. Sospecho que sos vos quien baila divinamente. con otras personas con quien bailé lo único que hice fue tropezarme y caerme. — Entonces la culpa es de esas personas. Eres agil y flexible como una pluma. Clarissa pensó por un breve momento y acabó concordando:

— Tal vez tengas razón. Después de todo, si sólo fuese un problema mío, aún con tu obvio talento para el baile no habría sido fácil conducirme. Tal vez mis compañeros de baile anteriores estuviesen un poco nerviosos e inseguros. Ella escuchó la risa en la voz de él y levantó las cejas desconfiada. — Mi lord ? — Tu sinceridad. Estoy encantado con tu falta de falsa modestia. Eso nunca me había incomodado antes, pero ahora tratar con personas altivas cuando están en la ciudad me resulta bastante desagradable. Me encanta tu franqueza. Clarissa se sintió ruborizarse, peor los primeros acordes de una nueva pieza musical hacían eco en el aire y su compañero volvió a tomarla en sus brazos. — Cierra los ojos — él le recomendó, apretando el brazo alrededor de su cintura. Con los ojos cerrados, Clarissa se entregó al placer del baile. Se le pasó por la cabeza que no deberían estar bailando tan pegados. Pero si intentase evitar esa proximidad, tal

vez se sintiese insegura y podría tropezar como antes. Además, era tan fascinante estar en los brazos de él. Se sentía anidada y protegida. — Por qué no desobedeces a tu madrastra? Clarissa parpadeó , intentando en vano distinguir el rostro delante de ella. — Cómo ? — Por qué simplemente no usas los anteojos? — Ah, lo intenté el primero día en que llegué a Londres — ella dijo con una cierta irritación. — Bajé con ellos puestos lista para ir al baile de lord Findlay. Lydia se puso lívida. Me arrancó los anteojos de la cara y los rompió delante de mí para que yo viese lo que estaba haciendo. — Ella tuvo el coraje de romperte los anteojos? — Adrian preguntó , visiblemente azorado con la desfachatez de la madrastra. Clarissa sacudió la cabeza seriamente. — Lydia siempre encuentra un modo de ser obedecida.

— Pero si te los rompió , como haces para moverte por la casa? — él quiso saber, apesadumbrado. — No me muevo. — Clarissa le dio una sonrisa desolada y admitió un poco avergonzada: — Necesito ser guiada por los criados. Es horrible. — Imagino que si — él susurró. — Hum. – ella reflexionó por un breve instante sobre toda esa humillación y entonces dijo : — Lo peor de todo es que no puedo hacer nada sin mis anteojos. No puedo bordar, arreglar las flores, nada. Y me es imposible leer. Aunque pegue los libros a mis ojos, no puedo leer por mucho tiempo, pues acabo con dolor de cabeza. Imaginate mi aburrimiento. No hago otra cosa que estar sentada, tamborileando mis dedos. Adrian dio un comentario solidario aunque sus labios esbozasen una leve sonrisa. La expresión demudada de Clarissa era deliciosa de ver. Ella era muy encantadora. Aunque tal vez no de la manera tradicional. Los labios eran demasiado grandes para ser considerados bonitos, pero él los hallaba

sencillamente seductores. Y la nariz tal vez fuese un tanto atrevido para los patrones de la época, pero le gustaba. Adrian estaba tan ocupado en observar las facciones de Clarissa que apenas se dio cuenta cuando la música cambió. Finalmente acertó el paso a un vals, sin desviar los ojos del rostro de ella, mientras escuchaba las innumerables atribulaciones de una vida sin anteojos. Y la lista era indiscutiblemente larga. Vestirse era una tarea difícil, pues siempre dependía del humor de la criada y se quedaba rezando para que le hubiesen puesto la ropa adecuada. Nunca sabía como estaba su cabello . Ella le iba explicando el peinado que quería y la criada parecía no oír sus pedidos . Adrian le aseguró que el peinado estaba perfecto y que el vestido estaba impecable.

Clarissa obviamente no buscaba elogios. Ruborizándose mucho, ella ignoró las

palabras de él y continuó explicando que tenía que ser guiada por la casa por la misma criada, por temer caer por la escalera o tropezar con algo que no viese. Y, sin duda, confundir una persona con otra era un problema más, aunque estaba comenzando a volverse experta en reconocer voces. Era también irritante dejar caer la comida sobre su regazo, aunque eso sólo sucediese en la privacidad, ya que no tenía autorización para comer o beber delante de visitantes. Sólo le faltaba usar babero para no ensuciar sus ropas. Adrian se mordió los labios para no reírse al imaginarla con un babero, pero las cosas que contaba fueron haciéndose más graves, como casi haber incendiado la casa algunas veces al encender las velas o haber derribado al mayordomo y a varios criados innumerables veces, sabiendo que todos la odiaban debido a esos accidente. Ellos se alejaban o escondían cuando ella estaba cerca y ya cuchicheaban que ella era una calamidad ambulante.

Clarissa contaba cada detalle de forma animada, y Adrian tenía dificultad para reprimir su diversión y contener la risa, hasta que Clarissa se dio cuenta del esfuerzo que, por delicadeza, él estaba haciendo y le dijo que podía reírse a voluntad. La sonora carcajada que soltó sorprendió al propio Adrian. Clarissa lo hacía reír y al mismo tiempo hacía que su corazón se oprimiese con ansiedad. — Tienes una linda voz, mi lord . Y una risa muy linda también — ella lo elogió, sonriendo. — Gracias , mi lady — dijo él. — Y eres muy bondadosa al decirme eso, después de mis malos modales al reírme de tus desgracias . Te pido de corazón que me perdones. — Ni lo menciones! — Clarissa replicó . — Mirando la situación en retrospectiva, me parece graciosa, aunque dudo que Lydia lo consideraría de esa manera. Con la mención del nombre de la madrastra, el humor de Adrian cambió y, aunque ella no lograse ver, la expresión de su rostro se cerró.

— Disculpa la sinceridad, mi lady, pero tu madrastra me parece bastante maldita, una cretina. — No ! — Clarissa lo miró de reojo. — No diga eso. — Por qué no? — él preguntó, divertido. — No tengo miedo de ella. — No, pero si ella se enterase se pondría furiosa y no le gustaría que te refirieses a ella de ese modo. — No me importa en lo mas mínimo si ella gusta o no gusta de mí… — Adrian comenzó a decir, pero fue interrumpido por ella. — Oh, pero deberías. Si Lydia no gusta de vos, no permitirá que siga bailando con vos y… a mí me encanta bailar ... — se desahogó Clarissa un tanto avergonzada. El aire de enojo que había en la cara de Adrian se desvaneció ante esa confesión , dando lugar a una mirada tierna. — Bien, en ese caso voy a esforzarme por tratarla con el máximo respeto. — él se dio notó la preocupación de ella y agregó : — Porque a mí también me gusta mucho bailar con vos.

Clarissa levantó su cara radiante. Fue una pena no poder ver la sonrisa que él le devolvió. Casi instintivamente, Adrian dirigió su mirada al lugar donde Clarissa estaba cuando la vio por primera vez . Disminuyó un poco el paso al vislumbrar a la dama que estaba sentada junto a ella en aquel momento. La madrastra estaba de vuelta en el mismo lugar después de haber saciado su hambre , recorría el salón con los ojos buscando a su protegida desaparecida. No demoró mucho en localizarla. Como esperaba, Lydia no parecía muy satisfecha al verlos bailando. En realidad , parecía horrorizada. Al darse percibir que ella ahora comenzaba a encaminarse en línea recta en dirección a ellos, Adrian fingió no verla e intentó conducir a Clarissa en dirección opuesta. Imaginó que, al apartarse, Lydia se detendría y aguardaría que completasen la vuelta hasta aproximarse a ella, pero, mirando de reojo, vio que ella los seguía por el salón. Aparentemente, la madrastra era del tipo

persistente. Era lo que debería haber imaginado. Ella le recordaba a un perro bulldog, pensó Adrian sin ninguna generosidad, y miró a la joven en sus brazos. — Por qué tanta determinación de tu madrastra para que no uses anteojos? — Ella quiere que encuentre al candidato perfecto. Mi padre se enojará si ella no consigue ese objetivo, entiendes?. — Bien, de hecho , no entiendo — Adrian balbuceó , cambiando súbitamente de dirección al ver que corrían el riesgo de ser atrapados por la madrastra. Se mantuvo en silencio por un momento, intentando evitarla, y luego comentó : — Vos ciertamente tendrías más posibilidades de encontrar el candidato perfecto si pudiese verlo. — Debo confesar que yo también creo eso. Pero Lydia no lo cree. Ella dice que no soy nada atractiva con los anteojos y teme que eso – sumado a mi pasado y mi reputación comprometedora- acabaría con cualquier oportunidad de hacer un buen matrimonio.

— Pasado comprometedor? — Sorprendido por ese comentario, Adrian se detuvo bruscamente en el borde d el a pista de baile. — No te enteraste del escándalo? Antes que Adrian pudiese responder que no, un gran bulto oscuro se proyectó sobre ambos. Dándose vuelta , él frunció la frente irritado al encontrarse con la persistente madrastra quien se detuvo jadeante al lado de ellos. — Clarissa! — Lydia dijo bruscamente, y Adrian sintió a la joven ponerse rígida en sus brazos bajo el azote de esa voz, apartándose de él con un sobresalto para darse vuelta hacia su madrastra. — Dime , Ly… — Clarissa fue agarrada por Lydia y arrastrada por el brazo, sin la menor ceremonia. — Bien, debo admitir que saliste de la situación mucho mejor de lo que yo esperaba. Quitando sus ojos de las espaldas de Clarissa y de su madrastra que se apartaban, Adrian

se encontró con su primo una vez más a su lado. — Te parece? — preguntó, distraído. Reginald sonrió irónicamente y encogió los hombros . — Creo que si. Después de todo, ella no te pisó los pies, no te hizo caer, ni te prendió fuego la ropa. Yo diría que fue un buen comienzo. — Lo es — replicó Adrian con una sonrisa enigmática. — Sólo fui perseguido por una v matrona que gesticulaba frenéticamente como una gallina batiendo sus alas. Reginald se rió de la descripción de su primo y completó : — La pobre lady Clarissa parece estar destinada a terminar cada día con una nueva humillación. Se convirtió en el tema de charla de la ciudad. — No es Clarissa la causa del problema. Es la madrastra. — Concuerdo con que la escena de hoy pueda haber sido responsabilidad de la madrastra. La muchacha estaba haciéndolo muy bien en tus brazos, pero no puedo

culpa a Lydia por todos los “accidentes” que contribuyeron a la reputación de la calamitosa. — Por qué no? — Adrian preguntó, levantando una ceja. — Porque Lydia no estaba presente cuando Clarissa volcó el té en mi ... mis piernas y me quemó las… partes ... — Pero eso no habría sucedido si ella estuviese usando sus anteojos, y la culpable de eso es la madrastra — lo interrumpió Adrian. — Qué ? — Clarissa no usa anteojos. No porque sea vanidosa, sino porque su madrastra se los sacó y se los rompió. Ella se niega a dejar que la muchacha use anteojos. Reginald no logró disimular su asombro ante esa revelación. — Por qué diablos alguien haría eso ? — Lady Crambray aparentemente cree que los anteojos podrían ser un obstáculo para que la calamitosa encuentre un marido. —Ah… entiendo. — Reginald se quedó pensativo, y Adrian no contuvo su curiosidad.

— Ella me comentó algo sobre un pasado comprometedor. Sabes de qué se trata? — Qué ?— Reginald lo miró de manera penetrante y después desvió los ojos, demostrando una cierta incomodidad . — Sé algo… lo oír decir, claro ... de hecho , una desgracia. Y no fue culpa de ella. El hombre fue preso. Por lo que recuerdo, fue un escándalo en su época. Causó muchas habladurías. — Qué causó la habladuría? — Cuando Reginald lo miró indeciso, Adrian insistió impacientemente. — Qué escándalo fue ese?

CAPITULO 3 - Qué escándalo fue ese? - Adrian repitió mas vehementemente. — Seguramente recuerdes el caso, Adrian. Fue en la temporada después de la batalla de Malplaquet… — Reginald bajó el tono de voz al decir eso, y su mirada se detuvo por

un instante en la cicatriz del rostro de su primo, desviándose en seguida al sentir una cierto, incomodidad . — Vos dejaste Londres y retornaste al campo en ese año. Adrian tuvo una expresión jocosa ante esa frase educada. Él había retornado al campo apenas llegando a la ciudad. El motivo, naturalmente, había sido la la herida que había dejado la cicatriz en su rostro. Una larga cicatriz irregular que descendía en zigzag desde la sien del ojo izquierdo hasta el mentón. Era su recuerdo de la Guerra de Sucesión Española y el punto final de su promisoria carrera militar. No había sido la única cosa que había llegado a un fin, Adrian consideró, suspirando. También había sido el final de la ancestral y noble familia Montfort, aunque no se hubiese dado cuenta de eso al principio. Había sido ingenuidad el no darse cuenta que la deformación de su rostro causaría un gran alboroto. No era que esperase pasar desapercibido. No era tan ingenuo . Pero no podría haberse imaginado que algunas mujeres llegarían a desmayarse ante su

presencia, y otras se estremecerían de pavor. Adrian apenas había participado de un baile a su vuelta. Había sido más que suficiente para resolver empacar sus cosas y regresar a su propiedad en el campo, que era a residencia oficial do conde de Mowbray. Su padre todavía vivía en esa época y nada había comentado sobre su repentina decisión de permanecer en la propiedad y ocuparse de la administración. Después de la muerte de su padre, mientras que el dolor de la pérdida había comenzado a suavizarse un poco, su madre, lady Mowbray, había empezado a hacer una campaña respecto a los deberes de Adrian en relación al apellido de su familia, insistiendo en que él debería casarse y proveer un heredero. Por eso, había tenido varias discusiones con su madre, siempre alegando que nadie iba a aceptarlo con la cara marcada de ese modo, pero ella permanecía sorda a sus palabras. Pero en definitiva había logrado que él dejase de esconderse en el campo y que

aprendiese a aceptar su cicatriz. Con su intransigencia, ella conseguira, después de un año repitiendo las mismas palabras, arrastrarlo de vuelta a la corte. Adrian, sin embargo, se sentía un monstruo en medio de tanta gente linda y sofisticada. Por lo menos eso era lo que pensaba, hasta que se había sentado al lado de Clarissa. — Por fin te encuentro, hijo. Qué estás haciendo escondido aquí en este rincón como un niño travieso? Adrian halló graciosas las palabras da madre, realmente sintiéndose el niño travieso que ella acababa de mencionar. A pesar de eso, le tomó la mano y la llevó a sus labios de manera cortés. — No estoy escondido en un rincón, madre. Estoy aquí bien expuesto, exhibiendo mi cicatriz para quien la quiera ver. — Nadie la nota — Lady Mowbray dijo en un tono de censura. Vos te incomodas más de lo que deberías con ella. Con el paso del tiempo, se hizo cada vez más discreta. — Puede ser — concordó Adrian, lacónicamente. — Por lo menos nadie más

se desmayó al verme o salió tomando gritos del salón. — Notando la creciente irritación de su madre, él sonrió , como disculpándose, y cambió de tema . — Reginald iba a contarme sobre el escándalo involucrando a lady Clarissa. Su madre levantó las cejas . — Te vi bailando con ella, querido. Cinco piezas seguidas. Me arriesgo a decir que muchas lenguas estarán comentando que deberías ser más prudente. — Buscaré recordar eso — Adrian respondió de manera ríspida, volviendo su rostro hacia su primo con un aire inquisidor. — Y entonces? — Ah, si ! — Reginald dirigió una sonrisa a su tía e intentó explicarle a su primo: — Bien, al final del verano de 1710, Clarissa, entonces con apenas doce años, estaba visitando a una amiga aquí en Londres… — No era una amiga, era la tía de ella, lady Smithson — corrigió lady Mowbray, delicadamente. — Y ella tenía catorce años y no doce.

— Si? — se sorprendió Reginald. — Bien, de todas formas, poco después de su llegada, un criado apareció con un mensaje, supuestamente de la criada de su madre… — Del médico de su madre — interfirió lady Mowbray. Adrian se rió del apuro de su primo al verse nuevamente corregido, no notando la expresión sorpresa de su madre al verlo reir. Volviéndose con una infrecuente sonrisa hacia ella, él propuso: — Como pareces estar más al tanto de los hechos, tal vez puedas explicarme mejor qué fue ese escándalo . — Claro, mi querido. Aparentemente Clarissa fue visitar a tía sola porque su madre estaba enferma en esa ocasión. Te cuento que ella falleció pocos meses después a consecuencia de esa enfermedad, y lord Crambray se casó con la actual lady Crambray, una mujer de lo más desagradable en todos los sentidos. De cualquier modo .. — prosiguió lady Mowbray —, poco después que Clarissa llegó a la casa de su tía, apareció el criado con un

mensaje dirigido a la tía, supuestamente del médico de lady Crambray. Informaba que la madre de Clarissa había tenido un empeoramiento y que la expectativa era que solamente tenía uno o dos días más de vida. La carta contenía recomendaciones para que la tía no alarmase a la niña, revelando toda la gravedad del caso; y que solamente debería decirle a Clarissa que se volviese inmediatamente con el mismo carruaje que la había traído. Por más estúpido que pueda parecer, fue lo que la tía hizo. — Estúpido por qué ?- Adrian quiso saber. — El carruaje no tenía identificación, faltaba la el escudo de la familia — explicó Reginald, ansioso por dar su contribución a la historia. Adrian puso una expresión de sorpresa: — Y la tía no lo notó? — Ah, lo notó , si. E incluso le preguntó al criado por ese hecho — aseguró lady Mowbray. — El criado alegó que la rueda del carruaje de la familia se había roto al pasar por un pozo en el camino a Londres, lo que lo había obligado a dejarlo para reparación en

una posada al costado del camino y alquilar otro vehículo para terminar el viaje. Esperaba poder recuperarlo en el viaje de vuelta, si estuviese reparada. — Un justificativo bastante plausible — comentó Adrian. — Bastante plausible , si — lady Mowbray concordó pensativamente. — Aún así , la tía por lo menos debería haber mandado a una criada con la joven, o hacer algo para garantizar su bienestar y seguridad. Pero no lo hizo. Lady Smithson simplemente empacó a la muchacha y sus pertenencias y la despachó con el supuesto criado en el carruaje. — Y ese no debía ser un criado — Adrian concluyó . — Ah, lo era , sólo que no al servicio de la madre de Clarissa. El hombre no la llevó a su casa, sino que la llevó a Coventry. Allá ella fue conducida a una sala reservada donde estaban el capitán Jeremy Fielding y su hermana. — Fielding? — Adrian se asombró al oír el nombre, como si

una señal de alarma sonase en su memoria. — Si . El capitán Fielding explicó que, en verdad , su madre estaba bien, en camino de recuperación, y que Clarissa había sido llaamada por su padre. Le contaron una vaga historia de que las se habían complicado súbitamente, y que aunque la intención de él era encontrarla allí, había debido partir antes que ella llegase. Creo que le dijeron que lord Crambray estaba siendo perseguido por las autoridades y que deseaba que Clarissa fuese al encuentro de él. Y que él había contratado al tal de Fielding y a su hermana para llevarla a un lugar seguro. — La expresión de lady Mowbray denotaba desprecio mientras que proseguía: — Naturalmente, Clarissa era solamente una niña y fue fácilmente engañada; me atrevo a decir que, con su uniforme, ese capitán Fielding tenía una figura elegante e imponente. La muchacha lo siguió sin protestar. Viajaron durante dos días, supuestamente desencontrándose con el padre de ella aquí y allá, hasta que llegaron a Carlisle donde el capitán dejó a

su hermana y a Clarissa solas en una posada y partió con la excusa de que estaba yendo al encuentro de lord Crambray. Al retornar, Fielding le contó que la familia de ella estaba al borde de la ruina y que la única manera de evitar la pobreza sería que ella se casase con él, lo que su padre deseaba que hiciesen inmediatamente. — Cómo un casamiento salvaría a la familia de la ruina? — preguntó Adrian, frunciendo la frente. — No lo sé . — Lady Mowbray se volvió interrogativamente hacia Reginald: — Tienes conocimiento de lo que él planeaba? — Creo que tiene que ver con la herencia que Clarissa recibiría por parte de su abuelo materno solamente cuando se casase. Una vez casada, ella tendría derecho a la herencia, y las supuestas deudas de su padre podrían ser pagadas, salvando a la familia. — Hum. — Todos permanecieron callados por un momento, y después Adrian preguntó : — Sospecho que ese Fielding se ofreció como

un mártir dispuesto a ayudarla en ese momento de necesidad. Lady Mowbray asintió con la cabeza, comentando con una leve sonrisa irónica: — Qué bondad por parte de él, no? — Muy generoso ! — replicó Adrian. — Entonces ellos partieron a Gretna Green — se entrometió Reginald, en un tono animado. — Se casaron sin publicar proclamas y sin la presencia de un sacerdote, se casaron teniendo por testigos a una prostituta, un ladrón y un herrero, y en seguida viajaron a Calais en luna de miel. — Los testigos fueron el dueño de una taberna, un alfarero y un herrero — corrigió lady Mowbray en tono seco. — Y ellos nunca llegaron a Calais, fueron detenidos en el muelle. Mi Dios... — agregó con un toque de malicia —, es interesante como los chismes se entremezclan con los hechos verdaderos, no? Adrian hallaba gracioso como una mirada de lady Mowbray lograba desconcertar a su primo. Procurando aliviar rápidamente la tensión, preguntó :

— Quién os detuvo? — El padre de ella, naturalmente. Quiero decir, no fue exactamente el padre. Después que Clarissa partió, la tía recuperó el suficiente sentido común como para preocuparse por la falta de identificación del carruaje y envió un mensaje a lord Crambray, pidiendo noticias de su esposa y comentando su temor de que algo estuviese mal. Crambray contrató varios hombres para buscar a la niña en Gretna Green y, posteriormente, para investigar sobre el barco en que habían sido hechas las reservas para Calais. Parece que Fielding le había dicho a ella que el padre los encontraría allá, pero los enviados del padre acabaron por detenerlos, explicaron que todo había sido una trampa y la llevaron a la humillada niña de vuelta a su casa. Según lo que cuentan ella quedó absolutamente perturbada. —Y qué sucedió con Fielding? — preguntó Adrian, pensando en la injusticia que Clarissa había sufrido. Obviamente nada de aquello era culpa de ella.

— Bien, al principio él también volvió — explicó lady Mowbray. — Estaba convencido de que el padre de Clarissa no podría hacer nada contra él. Estaban casados, después de todo . Pero el padre de Clarissa es un hombre astuto. Logró que Fielding fuese condenado bajo la acusación de raptar a una menor y consiguió la anulación del casamiento. También inmediatamente llevó a su hija al campo para alejarla del escándalo. No que eso haya ayudado mucho — ella agregó, dando un suspiro. — Por qué dices eso ? — Adrian preguntó curioso. — Vamos , porque el hecho de no estuviese aquí en Londres no logró evitar la maledicencia — lady Mowbray explicó apesadumbrada. — El caso era demasiado picante para ser ahogado. Rindió bastante. Hasta se especuló con que el matrimonio hubiese sido consumado ante el descaro demostrado por Fielding al volver. Y el hecho que su padre se la hubiese llevado de la ciudad hizo que las personas se

preguntasen si no era para esconder un posible fruto de ese casamiento relámpago. — Y existió ese fruto? —Adrian no contuvo la pregunta. — Nadie = sabe — Reginald respondió . — Esta es la primera venida de ella a Londres después de lo sucedido y de eso ya hace diez años. Adrian miró inquisidoramente a su madre quien parecía estar mejor informada sobre el caso hasta esa fecha. Pero para su decepción , ella simplemente se encogió de hombros e dijo con evidente reticencia: — Es posible. Después del casamiento, ellos pasaron una noche en una posada, aunque las reservas habían sido hechas en cuartos separados. El barco zarparía al día siguiente del casamiento. — Y Fielding? — Adrian preguntó. — El huyó antes que fuese conocida la sentencia del juicio. Lady Witherspoon me contó que él volvió a Inglaterra algunos años después y acabó siendo capturado. En el juicio fue considerado culpable y sentenciado

a cinco años de prisión en Newgate. Desde entonces no se supo más de él. Se hizo un silencio entre ellos. Adrian estaba perdido en sus pensamientos, digiriendo la posibilidad que el breve casamiento de Clarissa pudiese haber sido consumado. Con ese pensamiento en la cabeza, él recorrió con la mirada el salón, inconscientemente buscando a la joven y su madrastra. — Ellas se fueron poco después de esa escena ridícula en la pista de baile — dijo lady Mowbray, leyendo sus pensamientos. Adrian miró a su madre asombrado, vio el brillo de los ojos de ella y notó su esperanza de que él estuviese interesado en la muchacha . Y, si. Él estaba interesado.

Entre la conversación que había tenido con Clarissa, mientras estaban sentados, y las cinco piezas musicales que su madre decía haberlos visto bailar, no había transcurrido más de media hora. Pero le parecían perfectos los momentos en que habían

estado juntos. Él había sonreído más en ese corto espacio de tiempo que en todos eses años desde que había sido herido. Por primera vez se había sentido entero y sin defectos. Cualquier mujer que lo hiciese sentirse de ese manera era merecedora de su interés y, si, Adrian tenía que admitirlo, estaba definitivamente interesado en Clarissa, lo que agradaría mucho a su madre . Pero había un problema. El mismo motivo que había permitido que se relajase en presencia de ella era también la fuente do problema. Clarissa no había logrado verlo bien, pero esa era una cuestión temporaria. Su preocupación era lo que sucedería cuando se pusiese los anteojos y viese el horror de hombre con quien había hablado y bailado. Cómo reaccionaría Clarissa ? Huiría muerta de miedo como si él fuese un monstruo? Se desmayaría horrorizada ante la mera visión de él? Con sólo pensar en cada una de esas alternativas, Adrian sufría.

— Quieres que descubra algo mas sobre esa joven? — lady Mowbray preguntó, sacando a Adrian de sus pensamientos. El miró a su madre, incapaz de responder. Su corazón decía que si, pero su mente estaba atormentada de miedo. Subitamente irritado con el tema, Adrian se dio vuelta sin responder y caminó en dirección a la puerta. Había tenido suficiente de la llamada alta sociedad por una noche. — Tienes prohibido de volver a hablar con lord Mowbray. En la oscuridad del carruaje, la mirada de Clarissa se dirigió a la silueta de su madrastra. — Ese es el nombre del caballero con quien estaba bailando? — Clarissa preguntó, solamente entonces, dándose cuenta de que ni el nombre de él sabía. El sabría el de ella? — Claro ! — Fue la respuesta seca de Lydia, apretando los dientes . — Lord Adrian Montfort, el conde de Mowbray. Y vos te mantendrás bien lejos de él.

Clarissa vaciló, dudando si sería prudente preguntarle a su madrastra por qué estaba tan enojada, pero no logró se contenerse y la pregunta escapó de sus labios: — Por qué debo permanecer lejos de él? El se comportó como un perfecto caballero y, si es conde… — El no se comportó como un perfecto caballero — Lydia la contradijo. — Estaba bailando muy pegado a vos cuando no debería ni haberse aproximado sin a debida presentación. Clarissa mordió sus labios ante esa afirmación . Realmente no había sido muy adecuado por parte de ninguno de los dos. — Mowbray era muy de andar de juerga en juerga cuando era joven — prosiguió Lydia. — Estropeó la vida y la reputación de muchas jovencitas. Es justo castigo que Dios haya comprometido su apariencia. Clarissa tragó la protesta que iba a hacer. Sabía que no sería bueno abrir la boca. — Manténte bien lejos de él. Él no tiene buenas intenciones para vos. Sólo va a jugar con tus sentimientos y va a causar

todavía más daño a tu reputación. Tu padre cuenta conmigo para que vos hagas un buen casamiento. Nunca me perdonaría si permitiese que vos te involucrases con ese juerguista en un nuevo escándalo. Clarissa suspiró con tristeza ante esa sentencia, pero permaneció callada, volviendo sus ojos a la oscuridad de ka noche cortada por el brillo efímero de las luces con el paso del carruaje. No valía la pena discutir. Tragó entonces su rabia, fingió estar distraída y rememoró los momentos que había pasado con Mowbray. Adrian Montfort, conde de Mowbray, repitió mentalmente, considerando que no podría haber un nombre más adecuado a él. El había sido muy agradable. Tenía una impresión completamente diferente de un conde. Los pocos hombres que había conocido hasta entonces se mostraban arrogantes y fríos con ella, pero Adrian había sido dulce y paciente, comprensivo y alentador. Clarissa no lograba olvidar el sonido de su voz, el aliento con un leve aroma a humo, la firmeza dos brazos

alrededor de su cintura cuando bailaban. Se había sentido tan segura… Era difícil creer que él fuese un canalla, corruptor de doncellas. Un suspiro profundo de su madrastra interrumpió sus pensamientos. Ella procuró fijar los ojos en la figura borrosa en el asiento opuesto. — Si al menos pudieses ver un poco — se Lydia lamentó súbitamente —, yo no necesitaría nadar preocupandome con tus posibles fantasías respecto a él. — Por qué ?— Clarissa preguntó llena de curiosidad, refrenando el impulso de decirle que vería muy bien si tuviese sus anteojos de vuelta. — Porque él es tan feo como sus pecados — Lydia tuvo el placer de decir. — El era uno de los hombres más atractivos de la ciudad, pero participó de una batalla de la Guerra de Sucesión Española y fue gravemente herido en la cara, le quedó con una cicatriz horrible. Él es el tema del momento ahora. Nadie creía que él se atrevería aparecer con la cara de ese modo.

— Somos la pareja perfecta, entonces — murmuró Clarissa. — dos defectuosos, señalados y comentados por todos. — Qué dijiste ? — Lydia reaccionó enojada. — Nada. — Clarissa giró el rostro, dando un suspiro profundo. El carruaje recorría las calles de la ciudad que le parecían una larga mancha oscura. Nada de lo que su madrastra le dijese disminuíra el valor de Mowbray ante sus ojos. Simplemente no creía que Mowbray fuese a hacerle algún mal y sabía que él no era tan feo como su madrastra lo pintaba. Había visto la cicatriz que corría por su rostro cuando él se había aproximado más para hablar con ella. Aunque no viese completamente, no le había parecido tan horrible y el otro lado de su cara era perfecto. Él era increíblemente atractivo . Pero no le contestaría eso a su madrastra. Capítulo 4

Clarissa observó el movimiento turbio del salón de baile y suspiró. Apenas había transcurrido una semana del baile de los Morrisey, donde había conocido al conde de Mowbray. Le parecían meses. La vida había vuelto a la rutina de semi oscuridad y aburrimiento con Prudhomme. . Aparentemente, a pesar del “pequeño incidente”, él continuaba cortejándola. En ese instante, Clarissa agradecía el hecho que él, como el anfitrión del baile, estuviese demasiado ocupado como para dedicarle cualquier atención, pero estaba bastante aburrida. Aburrida hasta las lágrimas en verdad , estaba un poco obsesionada con la noche en que había conocido Mowbray. Y, a pesar de la prohibición de su madrastra, ansiaba volver a encontrarlo. Entonces observaba los bultos de las personas que pasaban, prestando atención a sus voces y sus risas. Como si fuese atraída por su pensamiento, esa voz grave y suave, repentinamente susurró en su oído: — Estas veladas son un plomazo, no ?

Volviéndose sobresaltada, Clarissa vio el bulto oscuro a su lado y parpadeó incrédula. — Lord Mowbray! — ella exclamó radiante, en el mismo instante temiendo haberse mostrado demasiado ansiosa. Preguntó entonces: — Plomazo, por qué ? Tengo cara de aburrida? Clarissa pudo darse percibir la risa en la voz de él al comentar: — No pude evitar verte bostezar cuando me sentaba. — Si… tal vez esté un poco aburrida. — Clarissa se ruborizó por haber sido atrapada bostezando. — Estoy en Londres hace casi cinco semanas y la noche en que te conocí fue la única cosa interesante que me sucedió . — No te pareció interesante incendiar a Prudhomme? — Adrian la provocó, haciéndola enrojecer más todavía . — No me refería a ese tipo de cosa....solamente que me divertí en tu compañía. — Me estás adulando — comentó Adrian, con voz ronca.

— De ninguna forma — Clarissa aseguró, con sinceridad. — Es la verdad. Me hizo muy bien bailar con vos, sin pisotones o tropiezos. — Entonces vamos a bailar nuevamente — él sugirió , tomándole la mano para hacerla levantar. — Oh, no! — Clarissa exclamó, retirando la mano. Después , se disculpó con una sonrisa . — Lo siento mucho, pero mi madrastra debe estar cerca y si nos ve juntos va a… Bien, a ella no le va a gustar. Espero que no te sientas ofendido con mis palabras. — No, de ninguna forma — dijo Adrian, secamente . Clarissa se mordió el labio , sintiéndose desgraciada. Sabía que él tenía razón para se sentir insultado, pero no sabía de que otra forma podría habérselo dicho. Adrian debió haber entendido como se sentía, pues tomó su mano y la apretó con delicadeza. — No te preocupes. Soy fuerte. Además, no es la primera vez que escucho ese tipo de comentario en esta temporada.

Las palabras de él fueron dichas de manera medio casual y, hasta donde su escasa visión lograba ver, él parecía estar mirando a su alrededor ahora. Tal vez estuviese buscando una excusa para dejarla, ella pensó, cuando se volvió de manera inesperada y la apresuró a levantarse. — Creo que no veo a tu madrastra y a ninguna de las amigas de ella por aquí en este momento. Si nos apuramos, creo que podemos escapar a la terraza sin ser notados. — A la terraza? — Clarissa repitió confundida, acompañandolo tomada de la mano. Las puertas de la terraza quedaban justo al lado del lugar donde estaba sentada. — No me parece prudente. — Quiero bailar con vos. — Bailar? — Clarissa se sorprendió , al darse cuenta que él cerraba las puertas del salón después de pasar, cortando todo el barullo de los invitados, el sonido de la música y de la conversación. — Pero, y si mi madrastra vuelve y no me encuentra ? Ella seguramente vendrá a buscarme aquí.

— Es verdad — Adrian murmuró. — Es mejor que salgamos de aquí entonces. Vea. Vamos al jardín donde ella no podrá encontrar nos. Así podremos bailar tranquilos. Adrian, al mismo tiempo que hablaba, conducía a Clarissa a los tropiezos para poder acompañar el paso de él. Nerviosa, ella intentó explicarle : — No, mi lord , creo que no entendiste lo que dije. Si ella nota mi falta, voy a estar en apuros cuando vuelva. — Eso es fácil de resolver, basta con decir que necesidades urgentes te obligaron a buscar un toilette. — Mi lord ! — Clarissa se asombró , no creyendo que él se atreviese mencionar una cosa tan personal de forma tan directa. Eso no se hacía. — Disculpa, sólo estaba intentando… — Interrumpiendo lo que iba a decir, Adrian exclamó : — Diablos, alguien se está aproximando! Clarissa olvidó en el mismo instante la falta de buenos modales de él ;y su corazón se aceleró con ansiedad.

— Será Lydia? — No sé, No puedo ver, pero escucho pasos. Ven. Empujándola a uno de los lados de la senda del jardín en donde había un pequeño bosque, los dos se metieron entre los arbustos. Instintivamente, se quedaron en silencio, manteniéndose a la espera. Un minuto después , pudieron ver dos figuras caminando en dirección en la que ellos estaban. Pura mala suerte, en vez de seguir avanzando, las dos personas se pararon exactamente en frente al lugar donde estaban escondidos y se abrazaron. — Oh, Henry! — la mujer susurró. — Hazel querida — se oyó una voz trémula. Clarissa frunció el ceño, reconociendo de inmediato la voz de Prudhomme. — Dime que no es verdad... que no tienes intención de casarte con esa bobita calamitosa? — rogó la voz femenina. — Qué será de nosotros? Qué pasará con nuestra gran pasión? — Yo te amo , Hazel — aseguró Prudhomme. — Y mi amor será tuyo hasta que me muera,

pero debo tener un heredero. Mi madre insiste en ese punto. Clarissa se rió internamente. Era Prudhomme, estaba segura, y la única Hazel que conocía era lady Achard! — Si, pero… — Calma, mi amor. — Prudhomme procuró calmarla. — Déjame abrazarte y fingir que mis sueños de todas las noches se están realizando. Que vos y yo no necesitamos estar ocultándonos. Hubo entonces un susurro de seda y un breve silencio. Clarissa sabía que se estaban abrazando, pero poco después oyó el sonido de besos ... intensos. Curiosa, buscó ponerse en puntas de pie para intentar ver algo entre los arbustos, pero todo lo que lograba / ver eran imágenes nebulosas del colorido traje de lady Achard y el bulto más oscuro de su acompañante. Estaban tan pegados que sus rostros parecían un grande borrón bajo una única peluca blanca. Por Dios...cómo se besaban! Clarissa se quedó consternada, pensando en lord

Achard. No tenía duda de que era Hazel Achard. Ella formaba parte del círculo de amigas de su madrastra. Con frecuencia sus actitudes en relación a Clarissa eran bastante críticas y frías. Ahora entendía la razón. Estaba celosa del cortejo que Prudhomme le hacía. — Oh, Henry, vamos a hacer el amor — sugirió Hazel, jadeando. — Pero acabamos de hacerlo, mi querida — Prudhomme protestó. — Soy hombre. No puedo tener una nueva ... un nuevo desempeño tan rápidamente. Necesito recuperarme de la ... devastación que causas en mí. Hubo un largo suspiro de decepción , y entonces: — Si estuviésemos casados… — Si estuviésemos casados, podría tenerte en mis brazos, como te tengo ahora, todas las noches — Prudhomme proclamó bajito y después maldijo : — Carajo con tu marido por tener tan buena salud! — Si, que se vaya al carajo — Hazel concordó. — Querría que él… — Shhh! — Prudhomme la interrumpió.

— Qué pasa ? — ella preguntó, sonando ansiosa. — Creo que oigo a alguien aproximándose . La pareja se separó inmediatamente; poco después surgió otra mujer y se detuvo aparentemente sorprendida al verlos. — OH, lord Prudhomme. Lady Achard. Reconociendo la voz de Alice Havard, otra amiga de su madrastra, Clarissa se encogió todavía más entre los arbustos. — Lady Havard! — la pareja exclamó al unísono, como si no estuviesen en un fervoroso idilio unos segundos antes. — Tomando un poco de aire fresco, Alice? — Hazel preguntó medio desconfiada. — Si , si. Está bastante caluroso allá adentro — lady Havard confirmó, agregando con una cierta ironía: — De hecho , fue lo que acababa de comentar con lord Achard un minuto atrás. — Arthur está aquí ? — No pasó desapercibido el tono de alarma en la voz de Hazel. — Pero él dijo que no estaba con disposición para venir hoy.

— Hum, creo que él cambió de idea — murmuró lady Havard satisfecha. — A propósito, él me preguntó si sabía dónde estabas vos, y le dije que creía que vos te habías dirigido a la mesa de cenar. — Oh! — Hubo una cierta vacilación y después el bulto de Hazel se volvió hacia Prudhomme. — Muchas gracias , mi lord . Fue una gran gentileza disponer de tu tiempo para mostrarme el jardín. Debo entrar ahora. — ella vaciló por un momento, después preguntó con mucha astucia: — Me acompañas, lady Havard? — No, queridita, creo que me gustaría ver la nueva fuente de lord Prudhomme. Si no te molesta mostrármela, Henry? — Si, claro, vamos — respondió Prudhomme inmediatamente. — Será un placer. — Entonces yo voy yendo — dijo Hazel, obviamente reticente, y su bulto se alejó. Clarissa esperaba que Prudhomme y lady Havard se fuesen pronto de allí y entonces ella y Adrian podrían salir del escondrijo y volver a la fiesta. Casi suspiró de alivio. Pero estaba muy equivocada.

Cuando Hazel se fue, lady Havard se volvió hacia Prudhomme y, con su voz cargada de celos , preguntó : — Qué quería esa? — Hazel dijo que necesitaba un poco de aire fresco y me pidió que le mostrase las novedades del jardín, a lo que no me podía rehusar — le explicó Prudhomme en tono inocente, haciendo Clarissa hiciese una mueca de indignación. Dios mío, el hombre es un mentiroso compulsivo, un sátiro serial, un adicto al sexo. — Ah! — exclamó lady Havard pareciendo aliviada, agregando después : — Cuando los vi saliendo, pensé… — Calma, mi amor. — Prudhomme la tomó en sus brazos. — Sabes que no hay más nadie que vos para mí. Te amo, Alice, y te amaré hasta mi muerte. — Es verdad, Henry? — ella suspiró al ser besada a lo largo del cuello. — Es que estoy tan celosa últimamente. — No hay razón alguna para que sientas celos , mi querida.

Clarissa estrechó más los ojos y se estiró un poco al darse cuenta que Prudhomme había dado un paso atrás. Santo Dios! El hombre acababa de desnudar los pechos de lady Havard allí mismo en el jardín, Clarissa concluyó azorada al percibir el movimiento de las manchas y el ruido de los besos. Lady Havard jadeó, después tomó en sus manos la cabeza con peluca de Prudhomme, llevándola contra su pecho. — Y respecto a esa muchacha? — Clarissa? — La voz de Prudhomme sonó llena de desprecio al pronunciar el nombre. — Es apenas una criatura. Qué puede saber ella de una pasión como la nuestra? — Entonces es amor lo que sientes por mí? — ella insistió. — Claro! — él la tranquilizó. Sus bultos se juntaron nuevamente, y pudo oírse la afirmación de él: — De noche sueño con vos, que vos y yo no necesitamos más encuentros furtivos, y despierto pronunciando tu nombre en mis labios.

Qué manera de soñar la de este hombre, pensó Clarissa, y cómo encontrará tiempo para engañar a dos damas y hacerme la corte a mí? — Oh, Henry — lady Havard no se contuvo —, Ya pensaste como sería si pudiésemos abrazarnos así todas las noches? — Ni me hables de eso — concordó Prudhomme, en un tono apasionado. —A la mierda con tu marido por tener tan buena salud. Clarissa precisó controlarse para no soltar una exclamación al oír el diálogo remanido. — Ahora déjame aprovechar estos pocos momentos en que te tengo. — Prudhomme, se arrodilló súbitamente, desapareciendo bajo la falda de lady Havard. Sin poder ver completamente en detalles, pero dándose cuenta por la posición de los bultos de lo que había sucedido, Clarissa comenzó preguntar, casi sin pensar: — Qué diablos le está haciendo él… Mowbray le tapó la boca con la mano e inmediatamente la empujó con delicadeza,

conduciéndola entre los arbustos, para que cruzasen el pequeño bosque. Agarrándose al brazo de él para no perder el equilibrio, Clarissa se volvió para mirar una vez más los bultos de Prudhomme y lady Havard. Cómo desearía tener los anteojos en ese momento ! Aunque no tuviese idea de lo que él estaba haciendo debajo de la falda de ella, los gemidos que la mujer emitía eran muy sugestivos. CAPITULO 5 Adrian y Clarissa finalmente lograron llegar al otro lado del jardín, y Adrian la hizo apresurarse. — Qué diablos estaban haciendo ellos ? — ella preguntó curiosa y jadeante cuando Adrian la hizo detenerse en otro pequeño claro del bosque. Mowbray quedó un tanto desconcertado y la miró enternecido. — Te lo voy a explicar algún día, mi lady. No es momento todavía.

— Por qué ?— ella insistió. — Porque todavía sos demasiado inocente como para entender ciertas cosas. Te pondrías muy incómoda. Y porque creo que debemos volver al baile — concluyó Adrian, sonando aliviado por encontrar otra excusa. — No tuvimos la posibilidad de bailar — Clarissa protestó, pensando que, si iba a meterse en problemas, por lo menos podría bailar un poco. — Queda pendiente para otra vez — Adrian gentilmente le prometió, sonriendo. — Temo que no habrá una otra vez, mi lord . Lydia ha estado evitando concurrir a los lugares donde vos puedas aparecer. Sólo estamos aquí porque ella pensó que vos no aceptarías la invitación de Prudhomme. — Entonces es por eso que no lográ encontrarte en ningún otro baile esta semana — Adrian dijo bajito , completando secamente: — Tu madrastra tenía razón, normalmente no vendría a este baile. — Entonces por qué viniste ? — Clarissa contuvo la respiración después de hacer la pregunta.

— Porque sé que Prudhomme es tu pretendiente y me imaginé que vos vendrías. — De verdad ? — ella preguntó con una sonrisa . — Si, de verdad. Clarissa sintió que Adrian sonreía también. Entonces él pasó delicadamente sus dedos sobre sus ojos, para que dejase de apretarlos y le dijo : — A mi también me gustó mucho nuestra conversación en el baile de Morrisey t, desde entonces, estaba ansioso por volver a encontrarte. Una amplia sonrisa iluminó el rostro de Clarissa, expresando todo el placer que sentía ante esas palabras. — Sólo quería… — Dime lo que quieres? — Adrian se apresuró a preguntar al verla vacilar. Clarissa encogió los hombros , entristecida. — Quería que Lydia no sintiese tanta antipatía por vos. Ambos aproximaron al salón, pensativos y callados.

Adrian se detuvo e hizo que ella se diese vuelta hacia él. — Tal vez haya una manera de lograr eso. — Qué manera? — preguntó Clarissa, en una mezcla de curiosidad y esperanza. Adrian la miró en silencio, meneando la cabeza en asentimiento, como si concordase con la idea que había tenido . Él apretó la mano que sujetaba el brazo de ella y dijo : — Clarissa, si mi primo fuese a buscarte en los próximos días y te ofreciese llevarte de paseo, intenta involucrar a tu madrastra en la conversación. — Tu primo? — ella preguntó, indecisa. — Reginald Greville — Adrian aclaró . — Le voy a pedir que te vaya a buscar. Su madrastra lo va a aprobar. Él saldrá con vos, y yo los encontraré en el parque. Clarissa frunció el ceño, reconociendo el nombre. — Creo que ya nos conocemos y es poco probable que él acepte ir a buscarme, mi lord . — El me contó sobre el encuentro con vos. — Te contó? — ella preguntó deprimiéndose.

— Me contó, si, pero no te preocupes, ya conversé con Reginald respecto a tu problema de visión. Él tendrá placer en ayudarnos. — Tal vez — murmuró Clarissa en duda. Después , mordiendo el labio y mirando el rostro borroso de él, preguntó con tono ansioso: — El no será un libertino, no ? Al sentir la vacilación de Adrian, ella se apresuró a explicar: — Pues esa es la razón de Lydia para oponerse a vos. A pesar de que, en tu caso, estoy segura que ella está equivocada, pero si Reginald fuese un… —Todo va a salir bien . Clarissa sintió su corazón acelerase, deseando creer en él, al mismo tiempo no creyendo que algo tan maravilloso pudiese suceder en su vida. Había tenido muy pocas alegrías en los diez últimos años. Primero la enfermedad de su madre y el terrible episodio con el capitán Fielding… Después que su madre muriese y mientras ella todavía llevaba luto, su padre se había casado con la horrible Lydia. Desde

entonces su vida en el campo había sido un verdadero martirio, con Lydia esforzándose en recordarla su vergonzosa experiencia siempre que podía. Era frecuente que la acusase de haber precipitado la muerte de su madre con el escándalo que había traído a la familia. Clarissa sabía del resentimiento que Lydia sentía por ella y que la culpaba del hecho que su padre evitase ir a Londres. Desgraciadamente , tenía que aceptar que Lydia tenía razón . La madrastra la detestaba por eso, pues había perdido varias temporadas sociales en Londres y era un secreto de que no veía la hora de librarse de la hija de su marido. Clarissa también sabía que, en lo que dependiese de Lydia, ella haría cialquier cosa para atar su vida al odioso Prudhomme . Y que ella debía saber muy bien lo traicionero que ese hombre era. Clarissa sospechaba que por algún tiempo ellos dos habían sido mucho más que amigos como las actuales circunstancias demostraban. Ella se preguntaba si

eventualmente Prudhomme no le habría jurado amor eterno también a Lydia y si habría maldecido contra la buena salud de su padre. Todo ese cuadro no le sorprendería ni un poco. — Clarissa!… Clarissa! La voz de Lydia cortando la noche casi la hizo gritar de susto. Aunque cerca del salón, todavía estaban en la senda que circundaba el bosque y pudieron una vez más meterse entre los arbustos. — Sh… — Adrian susurró bajito cuando ella abrió la boca para despedirse de él mientras todavía había tiempo. — — Ve! Ella no me vio. No menciones mi nombre. Dile simplemente que saliste a tomar un poco de aire fresco. — Está bien — Clarissa susurró. — Y no te olvides del acuerdo con mi primo. Reginald Greville va a buscarte mañana. Susurrando unas buenas noches a Adrian, ella volvió a aparecer en la senda y comenzó a dar algunos pasos vacilantes en dirección a la voz de su madrastra.

Adrian aguardó hasta que Lydia y Clarissa entrasen en la casa para salir del bosque. No quiso volver al salón. Siguió por el costado de la casa hasta llegar al patio delantero y solicitó su carruaje. Ya en el vehículo, ordenó al conductor a llevarlo a una de las casas de juegos de la peor reputación en la ciudad, con la certeza de que encontraría a Reginald allá. Como esperaba, Adrian encontró su primo jugando y le pareció gracioso el shock que él tuvo al verlo. — Adrian! — reaccionó Reginald sorprendido, al sentir una palmada en el hombro y volverse para ver quien era. — Pensé que nunca más vendrías por aquí. Desde que volviste de la guerra, parece que renunciaste a este tipo de diversión. Unete a nosostros, siéntate aquí — él propuso, visiblemente contento de tener a su antiguo compañero de vuelta. Adrian vaciló, después se sentó , poco cómodo como para hablar sobre la razón de estar allí delante de todos. Pero sabía que si

se atreviese a sacar Reginald del juego, difícilmente obtendría la ayuda pretendida. Conformándose con pasar algunas horas en ese ambiente de aire viciado, tuvo que ignorar las miradas curiosas dirigidas a su cicatriz y se quedó repasando mentalmente los argumentos que usaría para convencer a su primo tan pronto como saliesen de allí. — Debes estar loco! — Reginald exclamó. A la salida de ese antro infernal, Adrian había invitado a su primo a tomar un trago y, finalmente, le ofreció llevarlo en su carruaje hasta su casa dos horas más tarde. A Adrian le extrañó la reacción de Reginald. No era la que esperaba. Después de haberle explicado sus razones, estaba seguro que él entendería y sería más colaborador. — Por qué loco? — Porque es una locura creer que yo de buena voluntad me expondría a ese peligro — Reginald dijo riendo, al entrar en su casa y dirigirse a la biblioteca. — Qué será de mis herederos, si es que puedo tenerlos, en caso que la calamitosa provoque nuevamente un accidente?

Adrian sacudió la cabeza con desaprobación mientras Reginald se arrojaba en una de las poltronas de cuero al lado de la chimenea. Adrian se encaminó hacia una mesita donde había copas y una botella de whisky. — Estamos hablando de una muchacha frágil, no de una batalla contra el ejército francés. — En verdad Clarissa puede hacer más estragos que todo el ejército francés junto — Reginald retrucó . Adrian apretó los labios y permaneció callado, reflexionando sobre un argumento más convincente mientras servía una copa de whisky para cada uno. Al terminar, colocó la tapa en la botella , tomó las copas y cruzó la sala, diciendo antes de servir a su primo: — Yo sólo quería que la buscases y la llevases de vuelta. Vos estarías muy poco tiempo con ella, Reggy. — Lo sé, pero... — Te lo agradecería mucho — Adrian agregó, entregándole la copa.

Después de algunos minutos de silencio, en que se quedaron mirándose, Reginald tomó un trago y dio un suspiro. — Está bien — rezongó su primo: — Todo en nombre del amor y del romance… Pero espero que te acuerdes de esto cuando yo precise ayuda. — Lo recordaré — Adrian aseguró aliviado y se sentó en la poltrona opuesta a la de su primo. — enojado, mi viejo. Entonces paso a recoger a lady Clarissa mañana y la llevo a dónde? Adrian vaciló en responder, sabiendo que esa sería la parte más delicada. — Podemos pensar en eso en un minuto, pero antes necesito hablarte sobre un pequeño detalle. En sobreaviso por el tono de voz de su primo, Reginald arqueó la ceja. — Y qué es? — Es difícil abordar el tema, pero a la madrastra de Clarissa no le gustan los… hombres libertinos. — Observando la reacción de su primo, Adrian expresó su incomodidad moviéndose en la poltrona. —

Pensé que tal vez podrías usar con lady Crambray la misma táctica de abordaje que usaste con lady Strummond para convencerla de que dejase salir con su hija. — Que es esto, Mowbray! — Bien, funcionó con lady Strummond. — Si, funcionó, pero… — Podrá funcionar nuevamente — Adrian insistió. — Estoy seguro . Tienes talento para eso. — Primo — dijo Reginald con la cara seria —, Una cosa es hacer una trampita para conquistar a alguien para uno mismo, y otra muy diferente para… — Por favor — Adrian lo interrumpió . Reginald abrió enormemente sus ojos, estaba incrédulo. Adrian Montfort, conde de Mowbray, nunca decía “por favor”. Jamás. Sintiéndose sin salida, volvió sus ojos, con aire pensativo, hacia las brasas de la chimenea y suspiró resignado. — Está bien. CAPITULO 6

— Un tal de lord Greville está en la puerta y quiere saber si las ladies Crambray están en casa, para visitarlas. Clarissa levantó la cabeza del respaldo del sofá en el que estaba sentada y , parpadeando varias veces, intentó ver por encima de la figura del mayordomo, quien estaba en la puerta. — Quién dijo que es, Foulkes? — preguntó Lydia. — Lord Greville — el mayordomo repitió, con aire aburrido. Clarissa se mordió el labio y se controló para no parecer demasiado eufórica . Mowbray estaba cumpliendo lo que había prometido . Su primo había venido en su lugar. Con los dedos cruzados, ella comenzó, internamente, a rezar para que su madrastra no lo despachase y estropease todo. Por la voz, Lydia parecía estar confundida: — Pensé que ya conocías a lord Greville. Clarissa entendió la intención. Si ella ya había tenido un primero encuentro con él, por qué diablos él la buscaría nuevamente?

— Si, lo conozco. Él es un hombre muy agradable. — Lo sé ! — Lydia no pareció muy convencida. — Podría jurar que oí decir que él… Cuando hizo una pausa, lady Havard que había venido a tomar el té con ellas y comentó : — También yo oí comentarios de que él es ... que le gusta la juerga, Lydia, pero creo que son chismes de pura maldad. Envidia, muy probablemente. Él proviene de una buena familia y es bastante amigo del rey. Clarissa entendía muy bien la razón por la cual lady Havard alentaba a Lydia a permitir las atenciones de Greville. No había duda que era por celos que sentía por Prudhomme. Pero a ella eso poco le importaba. sólo podía agradecer la interferencia de la amiga de su madrastra y, con la respiración contenida, se quedó aguardando el veredicto. — Muy bien , Foulkes, hazlo entrar. — Como no, mi lady — Foulkes murmuró, retirándose de la sala.

Clarissa aguardaba con impaciencia, rogando para que el truco saliese bien y pronto pudiese estar con Mowbray nuevamente. Se hizo un súbito silencio en la sala, a la espera de que Foulkes abriese la puerta y confirmase que las damas estaban. — Muy bien! Déjeme entrar entonces! — una voz alegre reverberó. El visitante continuó expresando, aparentemente, su satisfacción de que estuviesen en la residencia, sin que Clarissa lograse entender lo que decía. — Ah, mi ladies! — Las palabras fueron pronunciadas calurosamente. Clarissa enderezó la espalda, intentando oír lo que o visitante decía. Lydia, se mostraba encantada y se levantó para recibirlo. — Lord Greville, qué gentileza venir a visitarnos. — Ah, no digas nada. El placer es todo mío. — Cruzando la sala, él se encaminó hacia la anfitriona y se curvó para saludarla con un besamano. Después , se volvió hacia el lado en que Clarissa estaba sentada. — Ah, lady

Clarissa, siempre tan encantadora. Muy encantadora. — Tomándole la mano, la llevó también a los labios y la besó, dirigiendose entonces a lady Havard. — Qué placer verla, lady Havard! Qué hombre de suerte soy. Tres lindas mujeres en una sola sala. — Lisonjero , mi lord — Lydia se derritió , — Te gustaría tomar un té? — Claro, claro. Muy amable. — Siéntate . — Gracias . Hubo un momento de silencio, cuando todos se acomodaron en sus poltronas, a excepción de Clarissa quien no se había movido de su lugar, y después de un intercambio general de sonrisas. — Qué sorpresa, mi lord . A qué debemos su visita? — Lydia preguntó, sirviéndole el té. —Deber? — preguntó él, mostrándose asombrado. — No me deben nada. Nunca cobro por mi presencia, por más placentera que sea.

El lanzó una carcajada de un modo casi femenino, haciendo que Clarissa abriese los ojos horrorizada. Dios del Cielo! Ella era casi ciega; pero no sorda. Ese hombre tenía el mismo tono grave de voz de su primo. Sus palabras habían sido mas que adecuadas. No era el mismo lord Greville que ella había conocido, se dijo a sí misma al oír la reacción alegre de su madrastra y su amiga ante la broma de él. Pero.. quién sería entonces, Clarissa se preguntó . Con certeza, se ese no fuese el verdadero Greville, Lydia y lady Havard, que tenían una excelente visión, reconocerían al intruso, pero ninguna de las dos se mostró alarmada. Todo en lo que Clarissa podía pensar er que se trataba del auténtico lord Greville, representando un personaje , aunque no lograba entender el por qué de estar comportándose de esa manera. Francamente, él más parecía un poco ... medio ... bastante afeminado. Cuando eso se le ocurrió , Clarissa se acordó que le había preguntado a Mowbray si su primo no era un libertino y de t haberle

avisado que, si lo fuese, su madrastra jamás permitiría que saliese con él. Estaba claro que los dos habían decidido sosegar los temores de Lydia con ese personaje afeminado. Clarissa se maravilló con las dotes actorales de Greville, quien hablaba a las mujeres en un tono confidencial: — En realidad , estoy estrenando mi nuevo saco y un nuevo sombrero, y me sentía curioso por saber que efecto causarían en las más encantadoras damas de Londres. — Después de dar la explicación, Reginald se levantó y dio una vuelta, para exhibir mejor su traje. Lydia y lady Havard se rieron como dos niñas ante el galanteo y la exhibición. — Qué creen? — él preguntó, apostándose delante de Clarissa. — Un buen corte, no? Clarissa forzó la vista , intentando captar algún detalle de la ropa, pero todo lo que veía era un borrón verde . Fue Lydia quien rompió el silencio para salvarla del papelón.

— Muy elegante, mi lord . Me gustaría tener el nombre de su sastre para dárselo a mi marido. — Es muy notable — lady Havard concordó. Aparentemente satisfecho con los elogios, Greville volvió a sentarse con un suspiro de satisfacción. — Siempre intento estar a la moda. También creo haber combinado la camisa con los pantalones, qué creen? —Está perfecto — Lydia murmuró indecisa, siendo respaldada por lady Havard con la misma entonación de voz de quien no sabe bien qué decir. Pero Clarissa no contuvo su curiosidad : — De qué manera, mi lord ? Greville le explicó pacientemente, y Clarissa levantó las cejas al imaginarlo usando camisa amarilla , pantalones color caki, combinando con el saco color verde. El obviamente notó la expresión sorpresa de ella y, apenas disimulando la voz de quien se estaba divirtiendo con la situación, trató de aclarar:

— Creí que usar todo del mismo color sería exageración, por eso opté por la camisa amarilla. No gusta gastar mi dinero y parecer un payaso. — Naturalmente. Te queda muy bien así, mi lord — Lydia dijo como si estuviese muy al tanto de las tendencias de la moda. Clarissa comenzó a preocuparse pues temía que después de esa conversación superficial , Lydia no permitiría que saliese con Greville, a pesar de los esfuerzos de él. Pero en ese instante, él sacó el reloj de bolsillo y enderezó su cuerpo en la poltrona. — Oh, mi reloj dice que es hora de partir — Greville anunció, y Clarissa pensó que él estaba comenzando a exagerar su manierismo. — Ya? Apenas acabas de llegar . — A pesar do comentario, Lydia parecía aliviada. — Es hora. En verdad , no planeaba quedar mucho. Mi intención era preguntar si lady Clarissa podría acompañarme en un paseo por el parque. Quiero exhibir mi nuevo figurín en público, pero no me gustaría cabalgar solo, no queda bien.

— Bien… — Lydia vaciló por un momento y miró a lady Havard. Clarissa casi podía oír los pensamientos de su madrastra. No había duda de que estaba confrontando los rumores sobre el comportamiento libertino de Greville con el caballero amanerada sentado en la sala. — Lydia, déjalos ir — lady Havard interfirió cariñosamente. — Lord Greville sabrá cuidar muy bien de los dos. Aparentemente la representación de Reginald había convencido a su madrastra de que no había nada que temer, pues, de otro modo, nis siquiera la interferencia de lady Havard habría surtido efecto. — Muy bien — ella concordó, sacudiendo la cabeza. — Pero tengan cuidado con no… Eufórica ante la perspectiva de volver a ver a Mowbray, Clarissa escuchó las indicaciones de siempre. No tocar nada, no caminar sin que lord Greville la guiase, etc, etc, etc. Clarissa ya había oído tantas veces esas recomendaciones que las sabía de memoria. Con cada una, sacudía la cabeza en asentimiento.

Lady Havard los acompañó hasta la puerta y después se apresuró a ir abrir la puerta del carruaje, estacionado en la calle en frente de la residencia de los Crambray, y Clarissa fue alzada al asiento por Greville. — Gracias a Dios que se acabó! Clarissa oyó el comentario aliviado de Greville al tomar las riendas de los caballos. El inesperado tono grave y mucho más masculino de su voz actuó como un catalizador, liberando su risa ante toda esa situación. Una carcajada espontánea brotó de sus labios y su rostro se enrojeció . — Lo siento mucho, mi lord — Clarissa dijo entonces en un sólo aliento. — Debes considerarme terriblemente malagradecida, y eso lejos de mí. Pero es que estaba imaginando la consternación de mi madrastra por intentar acompañar tu conversación sobre moda y no conseguirlo. Ella odia parecer una ignorante. — Esa es la mayor estupidez — Reginald retrucó de inmediato.

Clarissa pensaba en lo que había oído cuando él agregó : — Trata a Adrian con cariño. Él tiene muchas cicatrices y no todas son visibles. Clarissa iba a preguntar qué significaban esas palabras enigmáticas cuando el carruaje se detuvo . En el mismo instante, otro carruaje se emparejó con el de ellos. Era un carruaje cerrado. Clarissa observó ansiosa la puerta ser abierta y un bulto saltar de adentro. — Veo que todo salió bien. Clarissa reconoció de inmediato la voz de Mowbray y no se molestó en hacer pregunta que le gustaría haber formulado a Greville. Ella sonrió cuando Adrian se aproximó y con la respiración contenida fue sacada del carruaje y colocada en el suelo . — Estás en deuda conmigo, primo — murmuró Greville desde su carruaje. — Lo sé — Mowbray concordó, y Clarissa sintió la risa en su voz. — Nos vamos a quedar cerca, Reggy, así nos encontrarás

fácilmente a la hora de llevar a Clarissa a su casa. — De acuerdo — Greville respondió, sacudiendo las riendas para hacer que el carruaje se pusiese en marcha. Cuando el vehículo desapareció a lo largo del parque, Adrian propuso que caminar un poco. — Creo que es preferible a desfilar con el carruaje y quedar expuestos a las miradas de los o nobles, aunque hoy traje el carruaje cerrado — él explicó. Clarissa vaciló por un momento y, esbozando una sonrisa tímida, aceptó : — Hiciste bien . No estoy interesada en “estar expuesta” a la mirada de los otros nobles, como parece ser la moda; de cualquier forma, ellos me verían a mí pero yo nunca conseguiría verlos . Además, creo que no sería nada prudente ser vistos en un carruaje cerrado , pues si mi madrastra se llegase a enterar … — Pero estamos usando las máscaras a la moda — Adrian la interrumpió rápidamente. — Nadie nos reconocería.

Clarissa inconscientemente llevó su mano a la máscara que su madrastra había insistido que trajese. Estaba a la moda, en aquella temporada, cabalgar usando máscara, y lo que fuera que estuviese de moda Lydia la obligaba a usar. — No crees que mi mala vista va a causar algún problema? Adrian tomó la mano de ella y la colocó sobre su brazo. — Quédate tranquila, lady Clarissa, no permitiré que ocurra una calamidad. Clarissa se relajó en el mismo instante ante la actitud de él y se sintió feliz al caminar por una alameda, cuyos árboles y flores lamentablemente no lograba ver en detalle. Agudizando los oídos, después de algún tiempo, ella interrumpió el silencio que ya comenzaba a incomodarla. — Es ruido de agua lo que oigo, mi lord ? Adrian miró a su alrededor . — No me parece — comenzó a decir e hizo una pausa. — Ya hace un buen tiempo que no vengo aquí, por eso no recuerdo bien si estos jardines tienen cascadas o fuentes. —

Pero en el mismo instante, se volvió hacia ella y dijo sonriendo: — Tienes un excelente oído, mi lady. Aunque yo no consiga oírla, acabo de acordarme que hay una fuente cerca de aquí. Vamos a intentar encontrarla! Pocos minutos después , él vio la fuente y condujo a Clarissa hasta ella. Permanecieron allí por algún tiempo, ambos sintiéndose extrañamente incómodos. Clarissa fingió estar contemplando el agua delante suyo, pero su mente estaba toda concentrada en el hombre a su lado. Era una agonía estar tan consciente de la presencia de él, y una agonía mayor , el silencio que se interponía entre ellos como una barrera. Ellos parecían haberse entendido tan bien en el baile en que se habían conocido y ahora que estaban solos nada tenían para decir. Era muy desconcertante. Ella buscaba, desesperadamente, en su mente algo para decir cuando Adrian soltó una pequeña carcajada. — Qué pasa ? — ella preguntó, levantando curiosamente su rostro hacia él.

— Nada… — dijo Adrian, agregando después : — Apenas estaba pensando que soy un idiota, parado aquí casi en estado de pánico, buscando desesperadamente algún tema para conversar, pero parece que perdí toda la capacidad de hablar. — Antes de cualquier protesta, Adrian agregó : — Cuando estoy cerca de vos, lady Clarissa, me pongo nervioso como un adolescente. — Yo también me siento así — Clarissa admitió tranquilamente. — Y me resulta extraño. No hubo ningún problema las dos veces que estuvimos juntos y no entiendo la razón de que esto suceda ahora. — Ni yo — Adrian concordó. — Pero, afortunadamente, no soy tan idiota como parezco , por eso traje algo para nos distraernos. Delicadamente, él volvió a colocar la mano de Clarissa sobre su brazo y comenzaron a apartarse de la fuente. Observando la expresión curiosa de su acompañante, él metió la mano en el bolsillo y sacó un objeto oscuro, colocando la mano de ella sobre el mismo.

— Un libro? — Clarissa preguntó sorprendida. — Si, un libro. Voy a leerte. — Leerme? — Recuerdo que me habías dicho que, entre todas las cosas, lo que más extrañabas de no tener los anteojos era de poder leer. Entonces pensé en leerte algo. No sé si te va a gustar. — Estoy segura que me va a encantar — Clarissa se apresuró a decir, no solamente conmovida por la atención de él, sino también agradecida de que hubiese encontrado un modo de quebrar el silencio incómodo . — Y dónde será esa lectura? — ella quiso saber. — Allá hay un árbol que nos va a dar sombra mientras te leo. — Qué libro elegiste? — ella preguntó curiosa, cuando Adrian eligió un banco para sentar. — Traje El Rapto de… — Alexander Pope. — Eso — él confirmó, obviamente sorprendido de que ella lo conociera. — Te gusta él?

Clarissa sonrió y asintió con la cabeza. — Bien, entonces voy a comenzar. CAPITULO 7 — Mierda, primo! Dónde se habían metido? Clarissa se sobresaltó al oír el comentario irritado de Greville, superponiéndose a la voz suave de Adrian, quien dejó abruptamente de leer, al ver llegar a la figura verde y amarilla. — Estaban aquí! Dios Santo, hace quince minutos que estoy dando vueltas buscándolos. Estamos atrasados. Quedé en llevar a Clarissa de vuelta después de una hora. — No puedo creer que ya haya pasado una hora — dijo ella, decepcionada. — Estaba disfrutando tanto la lectura de Adrian. — El permiso fue sólo de una hora? — Adrian preguntó con una sonrisa amarga, cerrando el libro. — Por qué tan poco tiempo?

— Cuánto crees que Lydia me permitiría? Supuestamente, sólo íbamos a dar un paseo en carruaje — preguntó enojado Reginald, mientras Adrian tomaba la mano de Clarissa para ayudarla a levantarse. — Si , tienes razón — él concordó, suspirando. — Qué libro es ese? — Reginald preguntó, cambiando de tema. — — Es de Pope? — Si. Clarissa no puede leer sin los anteojos, por eso resolví leer para ella — respondió Adrian medio avergonzado. Greville no podía creer que ese gesto naciese de su primo Adrian, pero no hizo ningún comentario para no avergonzarlos. En vez de eso, dándole la espalda , los apresuró : — Vamos, el carruaje nos está esperando y no veo la hora de llegar a casa y sacarme esta ropa ridícula. Adrian colocó la mano de Clarissa sobre su brazo y siguieron a su primo. — Gracias, Adrian. Tienes una linda voz y la elección del libro no podría haber sido más perfecta. Me encantó tu lectura.

— Gracias , pero mi intención era leer un poco y después conversar. Creí que estaríamos juntos por más tiempo. Adrian dejó de hablar para ayudarla a eludir un obstáculo, que le pareció a Clarissa que era un tronco de un viejo árbol , después prosiguió: — A qué fiesta vas a ir esta noche ? — A la de los Devereaux. — Voy a hacer lo posible para verte allá. — En verdad — Clarissa ponderó —, es mejor que desistas de esa idea. Lydia ya dijo que si vos te apareces en otra fiesta donde estemos, no me dejará estar sola ni por un minuto. Creo que ella sospecha que estuvimos juntos en los jardines de Prudhomme. Lo lamento mucho. — No debes lamentarlo, ni disculparte. Voy a encontrar un modo de estar en la fiesta. Antes que Clarissa pudiese decir cualquier otra palabra, ellos ya habían llegado junto al carruaje y Adrian gentilmente la ayudó a subir. — Hasta la noche.

— Lady Crambray. Qué placer recibirla! Clarissa despertó del sopor de aburrimiento en que se encontraba y vio una forma nublada. Sería muy malicioso adivinar quien, a excepción de lady Havard y de lady Achard, podía dirigirse a su madrastra de manera tan amable . Pues, en general, ellas eran las únicas personas que hablaban con Lydia, entonces le resultó muy extraño oír a la anfitriona alegar placer de verla. La propia Lydia parecía sorprendida, observó Clarissa ante la dificultad de su madrastra para retribuir el saludo. — Lady Devereaux y lady Mowbray. Buenas noches. Muchas gracias por la invitación . Estamos muy contentas de estar aquí, muy contentas , verdad, Clarissa? Clarissa murmuró un asentimiento, pero su atención estaba centrada en un bulto azul, que sólo podría ser lady Mowbray, la madre de Adrian. — Entonces vos sos la encantadora Clarissa — la saludó lady Mowbray, con una amplia sonrisa. — Me hablaron mucho de vos, mi

querida, tanto mi hijo, como mi sobrino Reginald. — Reginald Greville es su sobrino? — preguntó Lydia interesada, sin hacer ningún comentario sobre Adrian. Aunque no quisiese a Clarissa involucrada con Mowbray, su madrastra no era tan tonta como para ignorarlo socialmente. Los Montfort eran muy influyentes en la sociedad, principalmente Isabel Montfort, lady Mowbray. De esa manera, en vez de exigir que Adrian se mantuviese lejos de Clarissa, su objetivo pasó a ser el de intentar evitar cualquier lugar donde él pudiese estar presente. — Si, él es mi sobrino — lady Mowbray confirmó, sin dejar de notar la falta de comentario sobre Adrian. Por lo menos , fue lo que Clarissa imaginó ante su respuesta sucinta. — El es un joven encantador — Lydia elogió sonriente. — El salió con Clarissa a dar un paseo por el parque hoy mas temprano. — Lo supe — respondió lady Mowbray, en un tono de voz divertido.

Clarissa tuvo la clara impresión de que ella sabía sobre la charada que había sido montada, pero fue tomada por sorpresa por sus palabras siguientes: — En verdad , Reginald habló tanto de Clarissa que mi sobrina, la hermana de él, quiere conocerla. — Ay, qué gentil! Clarissa necesita hacerse amigas aquí en Londres. Será muy bueno para ella. Clarissa se mordió el labio, sabiendo que su madrastra imaginaba que esa amistad podría significar un ascenso en el círculo social de los Mowbray. Mary Greville era considerada una de las jovencitas doradas de la sociedad. Tener amistad con ella sólo podría elevar socialmente a cualquier persona. — Muy bien — dijo lady Mowbray. — Entonces no te va a importar que te la robe por algún tiempo mientras hablas con lady Devereaux. — Va a llevársela? — Lydia se alarmó , temiendo que Clarissa pudiese tropezar o

voltear cualquier cosa, arriesgándose a perder esa “oportunidad de oro”. — Si me lo permites… Mary se torció el tobillo hoy y está obligada a a permanecer en reposo, con el pie levantado, por eso no puede venir hasta Clarissa. Entonces voy a llevarla hasta la sala donde ella está. No te preocupes, estoy segura que las niñas van a llevarse muy bien mientras vos te quedas a ayudar a lady Devereaux. Aparentemente, Lydia no se había dado cuenta del comentario hecho , pero enseguida preguntó inseguramente : — Lady Devereaux necesita ayuda? —Claro que si — lady Devereaux confirmó. —Me contaron que tienes un gusto increíble… Clarissa no logró oír el resto. Lady Mowbray se apresuró a apartarla de allí y la condujo hasta un hall. Ella la acompañó en silencio, sin saber qué decir. No conocía a lady Mowbray, ni tenía ni la mas mínima idea de lo que estaba sucediendo. Escaparse de las garras de Lydia no era tarea fácil,

especialmente después de haber sido atrapada en el jardín de Prudhomme. — Llegamos — anunció alegremente la madre de Adrian, abriendo la puerta de un salón y haciéndola entrar. — Clarissa, te presento a Mary — dijo lady Mowbray al cerrar la puerta. — Mary, esta es lady Clarissa Crambray. Clarissa intentó ajustar sus ojos al nuevo ambiente, fijándolos en el bulto rosa que estaba sentado cerca de la chimenea, y sonrió al ser presentada. — Hola, Clarissa. Qué bueno conocerte. Clarissa sonrió nuevamente, confundida al constatar que verdaderamente el propósito de lady Mowbray era presentarle a la hermana de Reginald. Procurando disimular su decepción , ella dijo : — Siento mucho lo que sucedió con tu tobillo. — Oh, no te preocupes, todo está bien con él — Mary respondió alegremente. — Debo fingir que está torcido solamente por esta

noche. Mañana a la mañana estará milagrosamente curado. Clarissa abrió enormemente los ojos y no logró disimular su cara de asombro, preocupándose con la impresión que estaría causando. Por la risa espontánea de lady Mowbray, ella, sin duda, hallaba graciosa la situación , y se paró su lado para aclarar : — El problema de Mary fue inventado un poco antes de venir al baile, cuando Adrian me pidió ayuda para apartarte de tu madrastra. Él creyó que Lydia dificultaría que ustedes se viesen. — Y usted aceptó ayudarlo? — Clarissa preguntó incrédula. — Por supuesto, mi querida. Si Adrian está interesado en vos, es con la mayor satisfacción que haré cualquier cosa para ayudarlo. Clarissa vaciló por un momento y se ruborizó , antes de atreverse a preguntar: — A pesar del escándalo en que estuve involucrada, mi lady? Creo que ya oyó hablar al respecto…

Siguió un largo silencio. Una vez más Clarissa deseó que pudiese ver lo suficiente para poder controlar su propia expresión facial. Tomándole las dos manos entre las suyas, lady Mowbray dijo, de manera solemne: — Ya oí hablar, si, mi querida, sobre tu breve casamiento con el capitán Fielding. Pero en mi opinión , vos no tuviste la culpa . Y, sinceramente, tampoco me importaría si fue un matrimonio verdadero . Vos sos la primer joven por quien Adrian muestra interés en estos últimos diez años. Aunque vos hubieses matado al obispo de Canterbury, yo lo ayudaría también. Llena de admiración, Clarissa estrechó sus ojos en la tentativa de ver mejor a esa dama que defendía con tanto ardor a su hijo. — Ahora ven, querida. Mary y yo nos quedaremos conversando aquí mientras vos estás con Adrian. — Abriendo las puertas francesas que daban afuera, pasó el brazo por la espalda de Clarissa, incentivándola a salir del salón. — Pero ... y si Lydia…

— Nosotras nos ocuparemos de tu madrastra, no te preocupes. Lady Devereaux me debía un favor y hará lo posible por mantenerla ocupada mientras sea necesario. Si no lo consigue, yo misma me ocuparé de ella. Puedes irte… a menos que no desees encontrarte con Adrian? — Claro que deseo — Clarissa respondió prontamente, al sentir un certo temor en la voz de lady Mowbray. — Bien, entonces ve. Clarissa atravesó un corredor ladeado por cortinas y se detuvo vacilante. No lograba ver muy bien , pero le pareció que había una senda delante suyo . Comenzó a caminar insegura cuando, desde los árboles , surgió una sombra que se proyectó en su dirección. — Que bueno que viniste! Clarissa se relajó cuando oyó la voz de Adrian. Sabía que él no permitiría que se sintiese insegura y sola en la oscuridad. — Tu madre halló un modo de alejarme de Lydia. — Parece que si — dijo él, sonriendo.

— Quedé bastante sorprendida con eso— Clarissa confesó. — Y más todavía al escucharla decir que no le molesta el escándalo del que fui víctima. — Ah, es verdad, el escándalo… — Adrian murmuró. — Debes contarme lo que sucedió . — No sabes nada al respecto? Clarissa preguntó preocupada. — Como su madre dijo que había tenido conocimiento, pensé que vos también sabías. — De hecho , sé lo que contaron, pero me gustaría de oír la historia de tu boca. — Ah, en verdad no hay mucho que contar. — Clarissa suspiró y comentó los detalles de como había sido engañada bajo el pretexto que su familia necesitaba ayuda. — Y ese capitán Fielding se dispuso a casarse con vos para ayudarte a salvar a tu familia — Adrian concluyó en tono cáustico. — Pues si. Yo pensé que él estaba siendo extremamente bondadoso hasta que más tarde descubrí toda a verdad. — La expresión de Clarissa era seria. — Si no

bastase con el escándalo que causó, toda la aventura fue muy cansadora. — Te resultó cansador casarte? —— Adrian preguntó, bromeando, y Clarissa se encogió de hombros . — Bien, no hubo de casamiento. Nos paramos delante de un herrero , y en presencia de otra pareja, dijimos: “acepto” y asunto concluido. — Y la noche de bodas ? — Adrian llegó al punto que deseaba, sin contener la tensión en la voz . Clarissa frunció el ceño. — No hubo noche de bodas . El casamiento no podría haber sido anulado si la hubiese habido. — Quieres decir que él ni siquiera intentó …? — El fue a buscarme, si, pero habíamos viajado mucho y yo estaba bastante exhausta. — Clarissa bajó la cabeza para esconder su rostro ruborizado. Se sentía muy avergonzada con ese tipo de interrogatorio . — El no me forzó a nada. Se fue a dormir a otro cuarto y me dejó sola.

La tensión que Adrian sentía en su mano posada sobre su brazo se relajó. Clarissa lo miró interrogativamente , deseando, como siempre, poder ver la expresión de él. — Me alegra saber eso — murmuró Adrian inmediatamente agregando: — No que fuese a culparte o desmerecerte si el casamiento se hubiese consumado. Pero me alegra saber que no se consumó. Clarissa reflexionó un poco y suspiró. — Toda la ciudad piensa que si, verdad ? — Creo que es la opinión que prevalece. El hecho que tu padre te haya llevado al campo para evitar el escándalo es comprensible, pero mantenerte alejada por tanto tiempo suscitó no sólo ese rumor, sino también que había sido engendrado un hijo, que vos estabas criando en el campo. Clarissa quedó con el mentón caído y se volvió hacia él horrorizada: — Es eso lo que todos piensan? — Tal vez no debiese haberte contado — Adrian ponderó, con evidente arrepentimiento.

— No. Es mejor saber lo que se pasa que quedar en la ignorancia. El único problema es que no tengo cómo acabar con esos rumores. — No creo que deberías hacer algo al respecto . Tal vez la única salida sea aprender a convivir con la habladuría y no preocuparse con lo que las personas piensan. — Crees que es posible? — Clarissa preguntó, con aire triste. — No sé. Realmente te importa lo que piensan? Me pareció que te divertías cuando me contaste sobre las tribulaciones causadas por la falta de anteojos que creí que no te importaba este tipo de cosas. — Normalmente no me importa — ella concordó. — Pero en este caso sólo yo sé lo que sucedió y no sucedió .Pero también sé como es mi carácter. Por eso no soporto cuando cuchichean cerca de mí para que los escuche. Preferiría que me hablasen en la cara, para que yo pudiese defenderme, pero fuera de eso, nunca realmente me

incomodó lo que los otros piensan, a excepción de aquellos a quienes quiero bien. Adrian apretó la mano que reposaba en su brazo y después hizo que Clarissa se detuviese, diciendo: — Aquí estamos. Clarissa se volvió y estrechó sus ojos, intentando visualizar mejor el pequeño claro a donde él la había llevado. En el suelo, había un gran cuadrado de diferentes colores , una colcha tal vez , y parecía que había diferentes elementos sobre ella. — Un picnic? — ella arriesgó vacilantemente . Adrian se rió y la hizo sentarse en uno de los costados de la colcha. — Si . Me acordé que dijiste que tu madrastra no te deja comer o beber en público, en veladas como esta, y no quiero que pases ni hambre ni se. Entonces hallé un modo de remediar esa situación. Espero que te guste lo que traje. Clarissa de por sí era muy corta de vista, y para complicar más la situación , sus ojos se llenaron de lágrimas. Pasó su mirada, casi

sin ver, por todos los elementos a su alrededor. Inmensamente conmovida con tanto cariño y consideración, Clarissa sólo podría creer que Adrian era el más dulce de los hombres. — Es… — él mostró algo de color claro . Clarissa parpadeó , confundida. — Tu babero , mi lady — dijo, bromeando. — Para evitar cualquier incidente que pueda denunciarnos. Haz de cuenta que soy uno de tus criados y úsalo. Puedo atártelo ? Clarissa no podía creer en ese gesto tan considerado. Entre lágrimas y risas, concluyó que Adrian era maravilloso. — Es un babero improvisado — continuó Adrian, colocando una enorme servilleta alrededor del cuello de ella. — Pero fue lo mejor que encontré para que no haya riesgo de ensuciar tu ropa. — Gracias — Clarissa agradeció, observando Adrian también se acomodaba sobre la colcha. — Todo está perfecto. Y estoy hambrienta. — Vamos a comer entonces — él propuso satisfecho, disertando sobre el menú . —

Tenemos pollo asado, queso, pan, jalea y frutas. O clima entre ellos no podría ser mejor. Comieron, conversaron y se rieron mucho. Clarissa tenía la sensación de ese estar viviendo el momento más feliz de su vida. Ya habían terminado de comer hacia un tiempo; ella se reía de una historia que Adrian acababa de contar sobre los problemas con un antiguo mayordomo muy peleador , cuando s notó que él se enderezaba y levantaba la cabeza para mirar sobre sus hombros. Ambos dejaron de reírse y un bulto rosa pálido se aproximó a ellos. Clarissa se dio cuenta que era Mary antes que la joven dijese, casi disculpándose: — Tu madre me pidió que viniese a decirles que Clarissa debe entrar ahora. Por un momento se hizo silencio entre ellos, quebrado entonces por Adrian. — Voy a llevarte inmediatamente. Agradécele a mi madre, muchas gracias a vos también, Mary, por la ayuda de esta noche.

— Me alegra que hayan aprovechado. Debes haber sido una gran distracción, primo — Mary comentó, con dulzura, dejándolos en seguida. Clarissa se volvió hacia Adrian, con pena porque esos momentos llegaban a su fi. Ambos se quedaron callados. Él se levantó y le extendió la mano para que ella también se levantase. Al llegar cerca de la puerta donde se habían encontrado, ella lo encaró, seriamente. — Gracias, mi lord , me encantó el picnic. No me divertía tanto desde que… bien , desde la última vez que nos vimos. Me siento muy afortunada de tener un amigo como vos. Ella se dio cuenta que Adrian endurecía su cuerpo ante sus palabras, pero la reacción de él pronto quedó clara al manifestar su decepción : — Un amigo, Clarissa? Es así como me ves? Ella se sintió enrojecer y bajó la cabeza, murmurando: — No quiso ser pretensiosa y creer que tu… Adrian interrumpió las palabras de ella, colocó la mano en su mentón para

levantarle la cara y, sin pérdida de tiempo, le cubrió la boca con la suya. CAPITULO 8 Clarissa quedó inmovilizada con el contacto de los labios de él, que se deslizaron suavemente, pero firmemente sobre los de ella, en una caricia gentil e intensa. Clarissa entreabrió ligeramente los labios en un suspiro, posibilitando que él introdujese la lengua en su boca. Alarmada, Clarissa se congeló por un momento ante semejante intrusión, sintiéndose muy tensa. Pero el movimiento de la lengua de Adrian dentro de su boca, era tan delicado y tan dulce que su cuerpo se relajó y sus labios se entreabrieron un poco más en total entrega. A pesar de haberse casado, Clarissa nunca había sido besada. Ella creía que besar era algo poco higiénico, eso porque nunca lo había experimentado. Ahora sentía ahora el placer y la excitación recorriendo su cuerpo.

Aferrada a los brazos de él para mantener el equilibrio, al principio ella solamente se dejó besar, pero después respondió con igual ardor. Adrian soltó un gemido y sus manos se deslizaron por el cuerpo de Clarissa, presionándola contra su propio cuerpo mientras sus labios continuaban exigiendo besos cada vez más profundos. Clarissa pasó sus brazos alrededor del cuello de él, casi estrangulándolo en la tentativa de tenerlo todavía más cerca. Ella sintió una de las manos de Adrian descender por su espalda , apretándola todavía más hasta que ella rozó en una parte dura del cuerpo de él, sin que, en ese momento, se diese cuenta qué era. Entonces, de repente, él la soltó y se apartó . Clarissa lo miró a ciegas , consciente de que estaba jadeando. Le llevó un segundo percibir que la respiración de Adrian también estaba acelerada. Con la voz ronca, Adrian finalmente le dijo : — Es mejor que entres ahora.

Abrió la puerta y delicadamente pasó la mano por la cintura de ella para que Clarissa entrase, teniendo cuidado en mantener una cierta distancia entre ambos; de lo contrario, no podría resistir la tentación de abrazarla otra vez. Le prometió entonces: — Pronto te veré nuevamente. Clarissa oyó la puerta ser cerrada y soltó un largo suspiro. Cerró los ojos por un segundo y sus labios se abrieron en un dulce sonrisa. Pronto te veré nuevamente. Que cuatro palabritas más lindas, ella pensó, y sintió otras manos envolverla. — Te divertiste? — Claro que si. Mira la sonrisa de ella. Clarissa tuvo un sobresalto, al oír la voz de lady Mowbray y la respuesta de Mary. Ella no había notado que las dos mujeres estaban cerca de la puerta cuando había entrado. Sólo temía que hubiesen sido testigos del beso que Adrian le había dado, pero ninguna de las dos hizo ningún comentario o la reprendió por haber aceptado ese beso. Había risa en sus voces mientras ellas le acomodaban el peinado y alisaban las

arrugas de su vestido. Lady Mowbray entonces la acompañó hasta el salón de baile. Ya estaban cerca del salón cuando la madre de Adrian se volvió para mirarla de frente. — Clarissa, mi querida. — ella vaciló, respiró profundamente y tomó la mano de Clarissa. — Nunca vi a mi hijo tan feliz como ha estado en este corto período desde que te conoció. Quiero agradecerte por eso. No importa lo que vaya a suceder, muchas gracias . — El es un hombre muy especial — Clarissa murmuró bajito , ruborizándose . — Es una pena que no todos lo vean así — dijo lady Mowbray, con una expresión de tristeza. — Algunas personas no soportan la imagen de la cicatriz de su rostro. — Como mi madrastra — Clarissa sugirió . — Ella apenas es una de muchas — lady Mowbray afirmó, dando un pequeño suspiro. — Vamos a entrar. Tu madrastra debe estar con ataque de nervios a esta altura.

Tomándola por el brazo, lady Mowbray la condujo por el salón de baile. — Ahí están ! — exclamó Lydia, ya de pie. — Pasaron dos horas conversando. Clarissa no dejó de notar el tono de rabia subyacente a las palabras de su madrastra. — Es culpa mía — lady Mowbray dijo, sonriendo. — Las niñas se llevaron tan bien que no me rompía el corazón interrumpirlas. — Muy bien , me alegra eso — respondió Lydia, pero Clarissa se dio cuenta que eso no la había tranquilizado. Algo estaba mal. — Ahora deseo que en breve ustedes vengan a tomar un té conmigo — invitó lady Mowbray, en un tono alegre, no conociendo a Lydia lo suficiente para percibir lo que se pasaba en su interior. — Voy a invitar a Mary también para que las niñas puedan continuar la conversación. — Será perfecto — respondió Lydia, forzando una sonrisa . — Hasta entonces. — Se despidió lady Mowbray, con un asentimiento de cabeza, dando un leve apretón a la mano de Clarissa.

Tan pronto como se quedaron a solas, Lydia tomó Clarissa por el brazo y la apresuró a salir de allí. — A dónde estamos yendo? — ella preguntó cuando cruzaban el salón. — A casa — respondió Lydia, secamente. Clarissa se mordió el labio, pero se quedó quieta. Al dejar la residencia de los Devereaux, habían tenido que aguardar por algún tiempo el carruaje, pero sólo cuando estaban sentadas dentro del vehículo y con la puerta cerrada Lydia disparó su ataque. — Estabas demasiado enrojecida y agitada cuando volviste de la visita a Mary. — La voz de Lydia era fría y contenida. Clarissa permaneció por un momento callada, sintiéndose inquieta. — Estábamos sentadas al lado de la chimenea. Allá hacía mucho calor. — Y tus labios todavía están hinchados de besar a lord Mowbray. — Vos viste .... — Clarissa se congeló por dentro. —Lo vi — Lydia confirmó furiosa. — Lord Prudhomme quería hablar conmigo y fuimos

a dar una vuelta a los jardines . Los Vimos y nos quedamos observando cerca de los árboles cuando vos te dejabas apretar por Mowbray y te refregabas como un animal en… Lydia hizo una pausa repentina como si el tema la perturbase demasiado como para continuar. Pero Clarissa apenas lo notó, perturbada por la mención de Prudhomme y la vuelta en el parque, recordando claramente lo que había presenciado de tales paseos con otras mujeres. — Cómo permites que un hombre te toque de es manera..? — vociferó Lydia. — Tienes un buen hombre como lord Prudhomme dispuesto a olvidar tu pasado escandaloso y eliges, una vez más, arruinar todo. Esta vez con Mowbray. — Prudhomme, es un buen hombre? — Clarissa rebatió con asombro, acordándose en el mismo instante que no había comentado nada de lo que había visto con su madrastra. — Si, señorita, es un buen hombre — Lydia enfatizó. — Y está dispuesto a olvidar todo:

el escándalo, tus calamidades y el beso que vio. — Cuánta bondad de su parte, no? — Clarissa ironizó. — Y, en contrapartida, supongo que tendré que olvidar los amoríos de él? — Qué ? De que estás hablando ? — Lydia quiso saber, con exagerada curiosidad en la voz . Clarissa podía asegurar que había pánico en el tono de ella. Cómo le gustaría poder ver bien para ver la expresión de su rostro! — Estoy hablando de sus amoríos de él con lady Havard y con lady Achard — respondió Clarissa serenamente. — La noche que vos me encontraste en el jardín de la casa de él, yo había acabado de verlo toqueteando a esas dos señoras. — Cómo? — Lydia preguntó secamente. — Qué quieres decir con eso ? — Casi me topé con él y lady Achard en el jardín aquella noche, pero me escondí entre los arbustos y oí lo que decían. Parecía que estaban por hacer el amor. El, habiendo jurando fidelidad, maldijo la buena salud de

lord Achard por impedirles de asumir su amor públicamente. Después llegó lady Havard para avisar que lord Achard estaba en el baile. Lady Achard salió inmediatamente de allí, y Prudhomme pasó a declarar su amor por lady Havard, maldiciendo de la misma manera lord Havard y, poco después , desapareció bajo la falda de ella. Siguió un largo silencio. Aunque no pudiese ver expresión de Lydia, Clarissa estaba segura que ella había empalidecido y estaba todavía más segura que su madrastra había algún tipo de relación con Prudhomme. — Estás mintiendo — Lydia dijo trémula. — No estoy mintiendo — replicó Clarissa con toda calma y después agregó : — Y yo no estaba sola, no fui la única persona en presenciar todo lo que le conté. — Quién más lo vio ? Clarissa vaciló. Ya estaba en apuros por causa de Mowbray y había considerado mejor no mencionar el nombre de él antes. Por otro lado, si convenciese a Lydia que

estaba diciendo la verdad, tal vez su madrastra dejaría de hacer que Prudhomme la cortejase. — Mowbray — Clarissa dijo, finalmente. — puedes preguntarle a él si no me crees. Clarissa no vio la mano de su madrastra levantarse para darle un cachetazo , pero el dolor que sintió fue profunda y, con el impacto, su cabeza fue arrojada a un lado. Enderezándose Clarissa llevó la mano a su mejilla y se volvió lentamente para encarar a su madrastra. — Nunca mas tocarás este asunto — Lydia decretó. — Y nunca más verás a Mowbray nuevamente. Nunca más. Clarissa se mantuvo firme y callada, pero ardía de rabia por por lo sucedido. La puerta del carruaje fue abierta de su lado. Sin notarlo, ya habían llegado a la casa. Clarissa casi tropezó con su falda en su prisa de dajarse. El lacayo la sujetó por el brazo para impedir que se cayese. Ella murmuró un agradecimiento y se apartó rápidamente,

siguiendo apresurada por la senda en dirección a la puerta del frente. Foulkes, o alguien que ella juzgó ser Foulkes, abrió a puerta al verla aproximarse . Ella subió rápidamente las escaleras, no viendo la hora de estar en la privacidad y la seguridad de su cuarto, pero Lydia la alcanzó antes. — Clarissa — rugió su madrastra, apretándole el brazo en el momento en que iba a abrir la puerta. Respirando profundamente, Clarissa se dio vuelta para enfrentarla, pero desistió, no deseando suscitar más rabia en ella. — Nunca más quiero hablar sobre esta noche — ella repitió con firmeza. — Y vos nunca más verás a lord Mowbray de nuevo. Como pudiste permitir que te tocase… — Lydia todavía estaba furiosa, con la respiración agitada, y sus ojos brillaban ferozmente. — Tu padre nunca me perdonaría si dejase que un hombre te perjudicase. Y Prudhomme tampoco ya no será bienvenido a esta casa. Tener la osadía de cortejarte mientras…

La voz de su madrastra vaciló. Clarissa estaba cada vez más convencida de que Lydia tenía algo con Prudhomme. Si no estuviesen teniendo un amorío, él seguramente debería estar intentándolo . Era evidente el enojo de Lydia. Después de un momento de silencio, Lydia le dio la espalda y se dirigió a su cuarto, golpeando la puerta. CAPITULO 9 Clarissa soltó un suspiro profundo, sintiendo la tensión del cuerpo aliviarse, al entrar al cuarto tuvo un sobresalto cuando un bulto se aproximó para ayudarla a entrar. — Disculpe, mi lady — dijo Joan. — No tuve intención de asustarla. Me quedé esperando que volviese para ayudarla a cambiarse de ropa. — Todo está bien , no te preocupes — Clarissa replicó , cerrando la puerta del cuarto.

Joan comenzó a ayudarla a desvestirse , pero había algo tenso en ella. Pasados algunos minutos, Clarissa no se contuvo y preguntó: — Qué te pasa? Parece que quieres decirme algo, pues dilo de una vez. — Disculpe, mi lady — Joan murmuró, expresando finalmente lo que la incomodada: — Su vestido está arrugado, hay una marca roja en su rostro. Parece que le dieron un bofetón. Sus labios están un poco hinchados y oí lo que lady Crambray le dijo sobre lord Mowbray. Está claro que pasó algo entre usted y él, mi lady. dicen que el corazón de él tiene una cicatriz tan fea como la de su rostro … La voz de Joan quedó trabada en la garganta, y Clarissa le dirigió una mirada de censura. — Solamente estoy preocupada, mi lady. Usted es muy delicada , bondadosa y hasta un poco ingenua. No querría que él se aprovechase de eso. Clarissa le dio la espalda, consumida de rabia. Adrian sólo había demostrado bondad y consideración para con ella. Había sido un

oyente atento y se había intentado darle todo lo que ella deseaba y extrañaba. Y no había intentado ni una sola vez aprovecharse de ella. Clarissa consideró por un momento decirle a Joan que eso no era asunto de ella, pero Adrian merecía que ella lo defendiese. Además, deseaba tener por lo menos una persona a su lado, aunque fuese una criada. Sentándose en la silla de la cómoda para que Joan le soltase y le cepillase los cabellos, Clarissa carraspeó y le contó a la criada como habían sido sus encuentros con Adrian, sin omitir ningún detalle. — El parece un hombre maravilloso — dijo Joan, finalmente. — no tiene nada que ver con las historias que las personas cuentan sobre él. — El es maravilloso — confirmó Clarissa, secando las lágrimas que insistían en mojar sus ojos. Era ridículo, pero se sentía extremamente agradecida de que su criada tuviese una buena impresión de Adrian. — Bien — Joan terminó de cepillar los cabellos de Clarissa —, creo que debe

continuar viéndolo. Si él le propone un nuevo encuentro, no deje de ir. — Te parece? — preguntó Clarissa ansiosa. — Seguro — confirmó la criada, con firmeza, agregando: — Mi lady, no la había visto tan feliz en todo ese tiempo en que trabajo aquí. Sus ojos se iluminan cuando habla de él y su sonrisa se hace todavía más dulce. Es obvio que está enamorada de este hombre. Clarissa parpadeó sorprendida ante esas palabras y permaneció en silencio. Joan abrió las mantas de la cama, la ayudó a acostarse y le deseó buenas noches, saliendo del cuarto. Las palabras de la criada quedaron flotando en su mente. Sería verdad, se preguntó . Estaría enamorada de él ? Clarissa no estaba segura. Todo lo que sabía era que le gustaba Adrian, que vivía aburrida cuando él no estaba cerca y ganaba vida cuando él aparecía. Adrian la hacía reír y le gustaba conversar con él y ahora que la había besado… Era sólo en eso en lo que pensaba, en aquellos besos y en cuando tendría la oportunidad de besarlo

nuevamente. Debía estar enamorada. Y era la sensación más hermosa del mundo. No veía la hora de verlo de nuevo. — Su chal, mi lady. Clarissa quedó confundida cuando Joan apareció a su lado, extendiéndole un chal. — Mi chal? — Si, usted no dijo que estaba sintiendo frío y me pidió que fuera a buscarlo? — Joan confirmó, agachándose en una reverencia para darle un tirón a la falda de Clarissa. — Creo que no conseguimos limpiar todo el ponche derramado en su vestido la noche del baile de Brudman. Tal vez sea mejor cambiarlo. — Cambiarlo? — preguntó Clarissa agachándose para examinar la falda. No era que iba a poder ver algo, pero estaba segura que ese no era el vestido en el que había derramado el ponche. Ese era el verde. — Apúrate , Clarissa — dijo Lydia irritada. — Llévala arriba cambiarse, Joan. Ella no puede usar un vestido manchado en mi primer

baile como anfitriona. Espero que nadie lo haya notado. — Nadie lo notó, mi lady — dijo Joan, tomando a Clarissa que por el brazo. — Pero… — ella comenzó a decir cuando dejaban el salón de baile y era acallada por Joan. La criada no la dejó hablar hasta que llegaron al hall. — Joan, qué historia es esta? Este no es el vestido en que derramé el ponche. — Lo sé, mi lady, pero lady Crambray tiene pésima memoria y yo necesitaba sacarla de allá. — Por qué ? — Porque hay un muchacho en la puerta con una nota para usted y se rehusa a entregarla a otra persona. — Dios, qué será? — No sé, mi lady, pero fue una suerte que yo estuviese pasando por la puerta cuando iba a subir al cuarto, de lo contrario Foulkes la habría abierto y su madrastra se enteraría del contenido. Clarissa levantó las cejas . Foulkes era mismo muy correcto y, sin dudas, se lo

contaría a Lydia. Si por suerte fuese un recado de Adrian, nunca se enteraría del contenido porque su madrastra tomaría el papel y lo quemaría en el acto. — Será que es de Adrian? — Clarissa le preguntó a Joan, esperanzada. No lo veía hacia una semana, desde la noche del baile de los Devereaux, y lo extrañaba . — No sé, mi lady, pero si fuese, debe avisarle de no enviar recados de ese modo. Dígale que las próximas veces el muchacho me busque a mí. Si el recado fuese para mí, no habrá sospecha alguna. Puedo alegar que él es mi hermano menor. Clarissa corrió a abrir la puerta. En la entrada, un muchacho estaba esperándola. — Esta es lady Clarissa — dijo Joan. — puedes entregarle la nota ahora. El chico examinó a Clarissa. Tenía ojos enormes y el rostro muy sucio. Él sacó la nota de dentro de su camisa y la entregó. — Me dijeron que iba a ganarme una moneda por el trabajo. — Ah! — Clarissa se volvió hacia Joan. — Mi bolsita con monedas está en mi cuarto.

— Toma. — Joan sacó una pequeña bolsita colgada de su falda y le dio una moneda al chico. — Puedes irte ahora. En este instante, Foulkes apareció y se encaminó en dirección a ellas. Sacando la nota de la mano de Clarissa, la criada la mantuvo consigo, hablando alto mientras subían la escalera: — Venga, mi lady, es mejor cambiarse la ropa pronto . Clarissa esperó hasta estar en el cuarto para abrir la nota. Como no podría leer la letra, le pidió a Joan que lo hiciese. — Sólo está escrito “ encuentrame en la fuente y firmado A.M. — A.M.? Es de Adrian — Clarissa dijo exultante. — Bien… no me voy a cambiar? A Clarissa le extrañó que la criada comenzase a empujarla hacia la puerta. — Después — Joan dijo en un tono firme. — Si se cambia la ropa ahora y Adrian arruga su vestido como la última vez, voy a tener que cambiarla de nuevo. — Tienes razón — Clarissa concordó, ruborizándose al recordar como su vestido

había quedado de arrugado. Tal vez él la besase nuevamente, ella se imaginó, sintiendo un calambre en el estomago con la mera idea de que sucediese. Joan la llevó al piso inferior por la escalera de servicio. Verificó si el corredor estaba libre y la hizo salir por la puerta de la sala de cenar, el lugar más adecuado para evitar visitantes y a la servidumbre. Parándose en la puerta, se volvió hacia ella: — Cree que puede ir sola? — Creo que si. — Una de las ventajas de la residencia en la ciudad es que conocía bien todos sus rincones. Estaba segura que podría llegar hasta la fuente sin ayuda. — Bien, entonces me quedo aguardando aquí para llevarla de vuelta por la escalera de servicio. Así ustedes podrán tener un poco de privacidad. Pero tenga cuidado. — No te preocupes. — Tal vez debería acompañarla. Podría… — Nada de eso. Conozco el camino y llegaré en segundos.

— No, vaya lentamente, por favor. No quiero que se apure y acabe lastimándose — Joan le recomendó. Clarissa se orientó rápidamente, prestando atención al camino que llevaba al claro donde quedaba la fuente. Como se sintió confiada, apresuró el paso, eufórica ante la perspectiva de ver a Adrian. Bueno, “ver” es una forma de decir. No viendo una rama delante suyo , Clarissa chocó contra ella. El impacto y el dolor le causaron la sensación de haberse reventado el cráneo. Sin conseguir mantener el equilibrio, tropezó varias veces y supo que se iba a caer. CAPITULO 10 AL oír una voz ansiosa repetir y repetir su nombre, Clarissa finalmente despertó. Le llevó algunos segundos darse cuenta que era la voz de Adrian. Parpadeando, sintió dificultad para abrir los ojos por el dolor. No era el dolor de un chichón en la cabeza, sino

el dolor de martillazos en su frente que latía en agonía. Clarissa volvió a cerrar los ojos. — Gracias a Dios — Adrian susurró en su oído, y ella sintió un beso en su frente. — Adrian? —. Se esforzó a abrir los ojos. El rostro de él casi estaba en foco y se mostraba preocupado, contemplándola. — Cómo te sientes ? Cuando te vi dentro de la fuente, me asusté tanto. Pensé que estabas muerta. — Dentro de la fuente? — Clarissa preguntó confundida y levantó la mano para tocar el rostro de él, con agua goteando en su piel. — Es por eso que estoy mojada? — Te caíste en la fuente — comenzó Adrian lentamente, como si así fuese más fácil para ella entender. Él procuró levantarla un poco. — Cómo te sientes ? Tienes visión doble? — Creo que no, solamente la simple y deficiente como siempre. — Clarissa se sentó , consciente de la oscuridad que los rodeaba. Podía ver lo suficiente como para saber que estaban al lado de la fuente. Adrian también estaba mojado. Él debía haber saltado a la fuente para sacarla del agua.

A pesar de su escasa visión, reconocía perfectamente los contornos de la fuente. Ella siempre iba allá. Había sido su lugar favorito cuando era niña. Era enorme de diámetro y base, pero bastante poco profunda. Pero Contenía suficiente agua como para alguien se ahogase. — Cómo puede haber ido a parar a la fuente? Qué estaba haciendo? — Flotando — Adrian explicó. — Pensé que te habías ahogado. —Entonces ... me caí? — ella se acordó de haberse apresurado para ir al encuentro de él. Se acordó de haberse golpeado con una rama y haber tropezado. Al tropezar, seguramente había sido lanzada hacia adelante y había caído en la fuente. — Tuve un shock al verte en la fuente. Cómo fuiste a parar allá adentro ? — Venía a encontrarte, como vos me pediste en la nota, y me golpeé la cabeza con un rama. Recuerdo haber tropezado antes de que todo se pusiese oscuro. Debo haberme caído en la fuente.

— En la nota? — Adrian preguntó sorprendido, sin prestar atención a más nada. — Claro, tu recado. Yo… — Mi lady! Ambos se dieron vuelta para mirar a la figura oscura que salía de la senda y se caminaba en dirección de ellos. — Quiera perdonar mi intromisión, pero su madrastra está buscandola. Debemos ir, mi lady. Todavía debe cambiarse la ropa y… — Joan interrumpió lo que iba a decir cuando se dio cuenta que Clarissa estaba mojada. — Qué sucedió con su vestido? — Todo está bien , Joan. Creo que me mojé un poquito. — dijo Clarissa, siendo ayudada por Adrian a levantarse. — Oh! Sabía que debía haberla acompañado. — Joan sacudió la cabeza , y luego pareció exasperada al decir: — La próxima vez seré más insistente! Ahora vamos. — Debo irme. Es una pena que no hayamos tenido la oportunidad de conversar, mi lord — Clarissa se disculpó ante la insistencia de

su criada. — Todo porque vine lo más rápidamente que pude al recibir tu nota. — Nota? — Adrian repitió, pero las dos ya habían desaparecido en la oscuridad por la senda que llevaba a la casa. Él no había enviado ninguna nota , pero tal vez Reginald hubiese hallado difícil hablar a solas con ella y le hubiese enviado el recado por escrito. Le había pedido a su primo que buscase a Clarissa cuando llegase y que le pidiese una cita junto a la fuente. Adrian se estremeció y pasó las manos por el rostro como que para borrar el recuerdo de verla desmayada. Aquello era la última cosa que podría haberse imaginado al escalar el portón del fondo. Todo ese plan era fruto de la desesperación . Hacia una semana que no veía a Clarissa y que la había besado. Esa noche había sido perfecta . Todo lo que había planeado había funcionado magníficamente. El picnic había sido un éxito. Ella se había mostrado feliz. El beso había sido un premio inesperado. Él no había especulado con tomar cualquier iniciativa , pero ella estaba en sus brazos, con los ojos

brillando, y los labios, tan suaves , eran una invitación que no podía ser rehusada. Pero después de besarla, Adrian se había dado cuenta que había cometido un error. Clarissa era tierna e inocente y se había derretido con el contacto como manteca sobre pan caliente, incitandolo a querer mucho más que simplemente besarla. Por eso había tenido que controlarse y separarse de forma abrupta. Al dejar la casa de los Devereaux, estaba completamente excitado y ansioso por verla de nuevo. Adrian había hecho muchos planes desde entonces para, en otras fiestas, poder separarla de su madrastra y pasar nuevos momentos a solas. Seguramente necesitaría contar con la ayuda de su madre, de sus primos y hasta de sus amigos. Pero nada había adelantado con tantos planes. Clarissa y Lydia no habían aparecido en ningún baile desde entonces. Como último recurso, él había acabado contratando a alguien para saber la razón por la cual ellas no estaban compareciendo a ningún evento y para descubrir situaciones

en las que pudiese verla. Uno de los criados fue sobornado, pero la información que llegó fue que, aparentemente, no estaba sucediendo nada en especial, nadie estaba enfermo en la casa y las dos no habían salido de la residencia en toda la semana . Lady Crambray sencillamente había declinado todos las invitaciones a bailes y no había recibido a ningún visitante. Incluso el mismo Reginald no había logrado visitarlas para proponer un nuevo paseo en carruaje para que pudiese encontrarla. Adrian ya temía que lady Crambray hubiese - de alguna manera- descubierto el picnic que habían hecho, pero tuvo certeza de eso cuando Prudhomme hizo un comentario sarcástico al encontrarse en uno de los bailes al que había asistido con la esperanza de ver a Clarissa. Cuando se enteró del baile que lady Crambray había decidido realizar, Adrian armó un nuevo plan. Sabía que nadie de la familia de él sería invitado, pero uno de los amigos de su primo asistiría y su primo podría acompañarlo, con la única finalidad

de establecer una cita con Clarissa . Él escalaría el portón del fondo, iría a la fuente y se quedaría aguardando a Clarissa. Adrian había salido más temprano que su primo, con la intención de llegar antes que Clarissa a la fuente, por eso había quedado estupefacto al encontrarla flotando, con el vestido y los cabellos brillando bajo la luz de la luna. Había sido una suerte que la fuente fuese poco profunda. — Adrian? El escuchó atentamente el susurro de su nombre y observó que o primo se aproximaba. — Entonces lograste entrar. — Parando al lado de Adrian, Reginald examinó el lugar y sacudió la cabeza en aprobación. — Qué lugar mas agradable. — Para qué ? — Para tu encuentro con Clarissa. A propósito, todavía no la encontré para decirle que estarías aquí. Aparentemente, la criada la llevó a cambiarse de ropa, o algo así, y todavía no bajaron. Sólo vine a decirte que no te preocupes . Ella pronto estará en la

fiesta y le pediré que me muestre el jardín y la traeré hasta aquí. Adrian miró a su primo lleno de sorpresa. — Quieres decir entonces que vos todavía no le diste el recado a ella? — No, como te dije, desde que llegué ella ha estado en el cuarto. — Cómo entonces ella recibió mi recado? — Adrian se extrañó. — Pensé que vos habías tenido problema en conversar a solas con ella y que le habías pasado una nota. — No. — Reginald frunció la frente . — Me estás diciendo que Clarissa ya estuvo aquí, que ya la viste? — Si — Adrian afirmó pensativamente. — Y no te imaginas el susto que me llevé. Cuando llegué , ella estaba flotando, inconsciente, en la fuente. Parece que se chocó con una rama, tropezó y, no se sabe cómo, acabó cayendo dentro de la fuente. Adrian hizo un movimiento para examinar la fuente y después la senda que llevaba hasta ella. Reginald tuvo una reacción de enojo y dijo :

— Lady Crambray es una idiota. La chica va a acabar muerta en uno de estos accidentes, y todo por causa de ese ridículo prejuicio de no permitir que ella use anteojos. — Comienzo a preguntarme si realmente son accidentes — respondió Adrian, preocupado. — Qué pasa por tu cabeza, primo? — Bien, yo no le mandé ninguna nota a ella. Y si vos tampoco lo hiciste, quién se la envió ? — Cuando dijiste que ella había estado aquí, pensé que habías cambiado de idea y, por más arriesgado que fuese, habías enviado una nota. — No, por qué la enviaría si ya habíamos combinado todo. Además, cómo ella no puede leer sin anteojos, jamás le enviaría un recado por escrito. — La criada podría leerlo. — Podría, pero sucede que no lo mandé. — Quién la mandó entonces? — Eso me gustaría saber. — Adrian dio algunos pasos y fue a examinar las ramas de los árboles . Ninguna parecía tan baja como

para que Clarissa se golpease la cabeza. Sólo si ella hubiese salido de la senda, pero ella se habría dado cuenta porque el borde inferior de su vestido se habría enganchado con las plantas que poblaban el camino. Adrian retrocedió y volvió a examinar a fuente, acordándose de la herida en la frente de ella. Cómo habría sido posible que ella tropezase donde terminaba la senda y que hubiese ido a parar dentro de la fuente? Aunque hubiese quedado atontada y se hubiese mantenido en pie. — Qué estás buscando?— Reginald preguntó, aproximándose a su primo. — Clarissa dijo que se golpeó la cabeza con un rama y cree que por eso debe haber perdido el equilibrio y debe haber ido a parar dentro de la fuente. Reginald miró a su alrededor y después sacudió a cabeza. — Imposible. No hay ninguna rama más baja que ella por aquí. — No, no la hay. Pero ella acabó con la cabeza herida y flotando en la fuente. Si yo no hubiese llegado, ella podría haber

muerto. Es más, fue lo que imaginé cuando la vi. Reginald se quedó por un momento en silencio, con la mirada vagando de la fuente a los árboles y de los árboles a la fuente. — Crees que alguien la haya incentivado a venir hasta aquí con una intención perversa? Adrian no dijo nada . Todo aquello le parecía ridículo. Aparentemente tomando el silencio de su primo como una confirmación , Reginald insistió: — Quién más, fuera de mí, sabe sobre lo de ustedes? — No lo sé por cierto. Mi madre y Mary saben, pero, por supuesto, que ellas nada tienen que ver con esto. Tal vez Prudhomme también sepa. — Prudhomme? — Reginald se sorprendió . Adrian asintió con la cabeza. — Creo que él estaba en el jardín la noche en que mi madre halló un modo para que estuviésemos a solas y cuando hicimos el picnic. No es que yo lo haya visto, y hasta

puedo estar equivocado, pero el otro día él hizo un comentario sarcástico sobre besar a Clarissa a la luz de la luna. — Hum. — Reginald mostró una expresión de duda. — Y la criada? — La criada de Clarissa? — Adrian hizo una pausa para pensar. — Creo que Joan sabe algo . Fue ella quien vino a buscar Clarissa porque Lydia la estaba requiriendo . No demostró ninguna sorpresa al verme. Ambos permanecieron callados por algunos instantes. Entonces Reginald quebró el silencio. — Cómo puedes tener certeza que no fue un accidente como todos los otros? — Porque yo no le envié la nota. — Si, tal vez la nota haya sido una trampa, pero el resto puede haber sido un simple accidente. — Reginald, si no vemos ninguna rama con la que ella pueda haberse chocado… — Adrian argumentó, agregando: — No puedo dejar de pensar en los otros accidentes . Y si

fueron accidentes. Ella se cayó de la escalera, tropezó delante de un carruaje… — Vamos, Adrian, ahora estás exagerando. Clarissa ve muy poco , no hay nada de sorprendente en que se haya caído de la escalera o tropezado delante de un carruaje. — Tal vez — Adrian admitió reticentemente. — Debo hablar con ella. — Creo que ahora ya no da para hacerla venir hasta aquí. Y también se hizo tarde. Si la madrastra mandó a la criada a buscarla, debe estar controlando cada movimiento de Clarissa. Es mejor que desistas por hoy y trazar un nuevo plan para mañana. Adrian soltó un gruñido que podría ser de aceptación , pero su mirada se detuvo en la ventana del piso superior de la casa. Él vio cuando uno de los cuartos quedó iluminado por la luz de velas y ahora podía ver las siluetas de dos mujeres. La más alta ayudaba a la más baja a desvestirse prenda por prenda. Sólo podrían ser Clarissa y su criada. — Escuchaste lo que te dije, Adrian?

Reticentemente, él desvió la mirada de la ventana y miró a su primo. — Qué ? — Te dije que voy a volver a la fiesta, presento una excusa y me marcho. — Está bien — Adrian concordó, volviendo a mirar la ventana. Apenas había prestado atención a lo que su primo había dicho , su mente estaba toda concentrada en la escena que se desarrollaba en ese cuarto. Continuó observando hasta que el cuarto se oscureció nuevamente. Entonces decidió lo que iba a hacer. Tenía que hallar un modo de llegar al cuarto de Clarissa y aguardar la vuelta de ella. Quería interrogarla mejor sobre lo que había sucedido esa noche y sobre los otros accidentes que había tenido . Entonces, se enteraría si había o no motivo para preocuparse . Satisfecho con su plan, se aproximó a la casa para examinar el árbol que lo llevaría al cuarto de Clarissa. No tendría problema en llegar allá.

— La fiesta acabó más temprano de lo esperado. Clarissa mostró una leve sonrisa con el comentario de Joan y sacudió los hombros. — Si, creo que Lydia no debe estar nada contenta. Me escapé antes que las últimas visitas se despidiesen para evitar la rabia de ella. Todas las grandes fiestas duraban hasta casi la madrugada. Tomando eso en consideración, el baile de Lydia había sido un fracaso. Su madrastra estaba lívida. Ella ya estaba nerviosa cuando todo estaba saliendo bien. Sería imposible estar cerca de ella al día siguiente, reflexionó Clarissa mientras Joan le desabotonaba el vestido. — Cómo está su cabeza? — Joan preguntó, ayudándola a librarse de la ropa. Clarissa hizo una mueca de dolor. Por suerte, la rama le había golpeado la cabeza de costado y en lo alto, hiriendola debajo de sus cabellos, pero no era necesario ver la herida para saber que estaba allí. La cabeza le había dolido la mayor parte de la noche. Pero todo lo que dijo, fue:

— Estaré mejor mañana, espero. — Listo! — dijo la criada, cuando Clarissa terminó de colocarse el camisón . —Le traje un chocolate caliente para ayudarla a dormirse. — Gracias por todo, Joan. De corazón. — De nada, mi lady — dijo Joan bajito , encaminándose hacia la puerta. — Duerma bien. Clarissa se acomodó en la cama. Joan había dejado la vela en la mesita de noche para que ella simplemente la soplase cuando quisiera apagarla. Fue lo que Clarissa hizo, teniendo cuidado de no aproximarse mucho a la llama. La cabeza todavía le dolía mucho y se sentía tan exhausta que ni el delicioso olor a chocolate la animó a tomarlo. Cuando se acostó, todos sus pensamientos se volvieron hacia Adrian, lamentándose porque hubiesen tenido tan poco tiempo juntos y que ni siquiera hubiesen podido conversar. La vida ganaba colorido cuando él estaba cerca, ella pensó y sonrió , dejándose envolver por el sueño.

CAPITULO 11 Clarissa soñaba con Adrian. Ellos estaban en un pequeño bote, que se deslizaba por un lago plácido, y Adrian recitaba poemas para ella. Al contrario del poema leído por Prudhomme, este era lindo, hablaba de pasiones infinitas y amor eterno. Dejando de recitar de repente, él la miró y extrañamente comenzó a llamarla: — Clarissa!!! ? Ay! Mierda! Clarissa!!! El llamado parecía tan verdadero que ella se despertó sobresaltada. Parpadeando , frunció la frente al darse cuenta que continuaba oyendo la voz de Adrian, a pesar de ya no estar soñando. — Clarissa? Haz algo . Diablos!! No veo nada en esta oscuridad… — Adrian? — murmuró ella . — Clarissa? — La voz de él era solamente un susurro, viniendo de algún punto cercano al pie de la cama. Ya despierta, aunque todavía confundida, Clarissa sacudió la cabeza. Sólo podría ser un

sueño. Cómo era posible que Adrian estuviese en su cuarto a aquella hora de la noche? — Carajo!. Clarissa rápidamente se sentó en la cama. — Adrian? — Si, soy yo, pero no veo nada. Continua hablando para que pueda seguir tu voz. Ay! Quién mierda pone tantos muebles en tu cuarto? La cama se sacudió cuando Adrian se chocó contra ella, y Clarissa, forzando su vista en la oscuridad, susurró incrédula: — Qué estás haciendo aquí ? — Necesito hablar con vos, pero como no logramos encontrarnos de una manera convencional, yo… Qué diablos es esto ? — Mi pie — dijo ella moviendo los dedos. En seguida, extendió los brazos para intentar alcanzarlo. Si no era fácil sólo ver borrones, la oscuridad total mucho peor. Finalmente pareció tocar el pecho de él. Entonces Adrian tocó la mano de ella y Clarissa pudo empujarlo en dirección a la cabecera de la cama.

— Está tan oscuro aquí. donde está a vela? Clarissa no pudo contener la risa, cubriéndose la boca con la mano. — Pero es muy tarde! — Ya lo sé, es que… — Si encendemos la vela podrá llamar la atención de algún criado. Siéntate aquí y dime qué es tan importante que te ha hecho invadir mi cuarto. Clarissa se acomodó , dejando espacio a su lado para que él pudiese sentarse. Adrian dio un suspiro y, al sentarse , la cama crujió con su peso. Aclarando su garganta, él comentó : — Sé que no es nada apropiado estar aquí. — Casi nada de l o que hacemos parece serlo — Clarissa comentó, en un tono divertido. — Parece que no — Adrian concordó, sonriendo, pero su voz se puso nuevamente seria. — Quería saber más sobre el recado que dijiste que te mandé. — Si, claro. Pero qué hay de importante en él?

— No fui yo quien envió esa nota. — No?— Clarissa quedó lívida. — Pero estaba firmado A.M. — Pero no fui yo quien lo mandó — Adrian repitió con firmeza. — Y, quiero que tengas en mente para el futuro que nunca firmo A.M. Clarissa pensó por un momento. No sabía qué pensar, ni qué decir. — Quién lo habrá enviado entonces? Y por qué ? — Es eso lo que me preocupa, Clarissa. — el tono de voz era de aprensión. — Todavía estoy pensando si el accidente de hoy fue exactamente un accidente. Además, todos tus otros accidentes también me intrigan. Cuéntame cómo fue la caída de la escalera. Clarissa levantó las cejas . — Creo que ya te dije que siempre debo tener una criada para acompañarme, pero aquella mañana yo estaba muy impaciente. A veces me irrita tener que depender de alguien que me acompañe, entonces resolví bajar sola. No tuve problema para dejar el cuarto y caminar por el corredor. Pero

cuando llegué a la escalera, tropecé con algo y rodé escaleras abajo. — Con qué tropezaste? — No sé decirlo . Me torcí el tobillo y perdí el equilibrio. Joan y Foulkes me hicieron un vendaje . No se me ocurrió en ese momento pedirles que verificasen con qué había tropezado. — Y nadie mencionó si había algo en la escalera? Clarissa negó sacudiendo la cabeza . — Y cómo fue que casi fuiste atropellada por un carruaje? — Ah — Clarissa soltó un suspiro con el recuerdo — Yo estaba aburrida y oí a la cocinera decir que iba al mercado. Resolví ir con ella para comprar frutas. Ella me tomó por el brazo y nos paramos en un puesto de verduras en el extremo del mercado. Ella me soltó por un minuto solamente, no más que eso. En el mismo instante, alguien se chocó conmigo. Como fue inesperado, se me dobló el pie y me caí hacia adelante de rodillas. Notando una gran conmoción, levanté la cabeza y vi un borrón enorme viniendo en mi

dirección. Era un carruaje, pero el conductor logró detenerse a unos pasos de mí, aparentemente con los caballos empinando. Creo que tuve mucha suerte. — Quién se chocó con vos? — Adrian quiso saber. — No lo sé. La cocinera vino corriendo a preguntarme si estaba ien, se puso a gritarle al carrero porque él me estaba gritando a mí y, en seguida, me trajo a casa para que Joan me ayudase a cambiarme de ropa. Adrian permaneció callado por un momento, después preguntó : — Clarissa, vos realmente viste la nota que supuestamente te mandé? Clarissa podía sentir la respiración de él en su oído y se estremeció. Tragando en seco, respondió : — Claro que la vi. El chico insistió en entregarmelo a mí. Joan hasta tuvo que sacarme de la fiesta para recibirlo. — Vos leíste la nota? — No; lo intenté , pero no conseguí... . Joan me la leyó. Adrian pensó un instante y preguntó :

— Guardaste mi supuesta nota? — Supuesta? Sigues repitiendo eso, Adrian, pero yo vi la nota. — Si, la viste, pero no la leíste . — Por Dios, qué estás imaginando? — No sé — Adrian confesó, suspirando. — Foulkes y Joan estaban cerca y fueron los primeros en aproximarse a vos cuando te caíste y la cocinera estaba con vos en el mercado. Pero nadie se ocupó de verificar por qué te tropezaste o quién te empujó . — Alguien se chocó conmigo. No fui empujada — contestó Clarissa. — Y ambas veces las personas estaban demasiado ocupadas conmigo como para preocuparse por esas cosas. Yo tampoco me preocupé. Y, cielos, sé que la servidumbre me odia por todos los accidentes que he causado, pero de ahí a pensar que todo el personal que trabaja para mi padre me quiere ver muerta? — No, claro que no — Adrian concluyó más que rápidamente . — puedes encender la vela y buscar la nota? Clarissa vaciló y no contuvo la risa: — Cómo si la luz pudiese ayudarme a ver!

Sacudiendo la cabeza, ella salió de la cama y, con los brazos extendidos, se dirigió con cuidado hasta la cómoda. Aún así, se golpeó el pie con una de las patas del mueble. Dando un paso atrás, maldijo y bajó las manos para localizar la tapa del mueble. Tenía un vago recuerdo de que Joan había colocado la nota allí cuando entraron al cuarto. — Debe estar por aquí — Clarissa recorrió con las manos la superficie . Tomó entonces un pequeño pedazo de papel y se dio vuelta para volver a la cama cuando, repentinamente, la luz iluminó el cuarto. Clarissa se congeló a medio camino a la cama, parpadeando por el efecto de la luz repentina. Adrian había encontrado la vela al lado de la cama y la había encendido. Clarissa le entregó la nota y aguardó a que él la leyese. — Y entonces? — ella preguntó, después de algún tiempo. — Está escrito lo que vos dijiste, pero la letra no es mía.

— Quién la mandó entonces? — ella preguntó con aprensión. — Las únicas personas que saben respecto a ... nosotros ... son tu primo , mi criada y… Prudhomme. — Prudhomme lo sabe? Estás segura? — Si. Él y Lydia estaban paseando por el jardín de su casa la noche del picnic, y ellos vieron cuando nos besamos en la puerta de entrada al salón — Clarissa explicó y agregó : — Entonces, Lydia también sabe. — Sospechaba que él lo sabía — Adrian murmuró, después levantó la cabeza y Clarissa sintió la mirada de él. De repente, tuvo plena consciencia de estar allí usando solamente un camisón . Podía percibir ahora la mirada de Adrian recorriendo su cuerpo y tuvo un estremecimiento. Instintivamente, cruzó los brazos sobre su pecho. Se hizo un largo silencio entre ellos. Entonces Adrian anunció con voz enronquecida: — Clarissa, estoy loco por besarte.

Ella contuvo la respiración, sintiendo de inmediato la excitación invadir su cuerpo, y desapareciendo al segundo siguiente cuando él vaciló : — No, es mejor no besarte. — No me vas a besar? — Clarissa preguntó con decepción . — Sería inapropiado. — Pero me gustaría que me besases — Clarissa admitió con franqueza. — Oh, por favor, no digas eso — Adrian casi gimió . — Estoy intentando ser un caballero. — Y los caballeros no besan a las damas? — ella preguntó con una pequeña sonrisa, recordándole después : — Vos me besaste en el baile de los Devereaux. — Cierto, pero la situación era muy diferente. — Diferente, por qué ? — Vos no estabas semi desnuda y en tu cuarto. — Puedo vestirme si es necesario . Una leve risa escapó de los labios de Adrian y él se curvó para besarla. Clarissa no dijo una palabra, su corazón dejó de latir por un

momento, y se entregó por completo al beso. Ahora podía constatar que el calor y la excitación que la había invadido la noche del baile de los Devereaux nada tenían que ver con el vino. El cuerpo de Clarissa parecía saber exactamente qué hacer y se moldeó perfectamente al de Adrian. Sus manos envolvieron el cuello de él para quedar todavía más juntos y entonces él introdujo la lengua en su boca, como había hecho en el primero beso. Esta vez ella no quedó sorprendida, ni sintió su cuerpo ponerse rígido. Por el contrario, sintió sus rodillas aflojarse y se habría deslizado al suelo si no tuviese los brazos de Adrian envolviéndola firmemente. Clarissa suspiró y se dejó besar, gimiendo por el placer de las caricias eróticas de Adrian. En un momento dado, ella soltó una pequeña exclamación de sorpresa. Él se apartó y se sentó en el borde de la cama. — Está mal — Adrian susurró— No deberíamos estar haciendo esto.

— Cierto, no deberíamos — Clarissa concordó, aferrándose a los hombros de Adrian, al mismo tiempo que arrojaba su cabeza hacia atrás, permitiendo que él le besase el cuello. — No me estoy comportando con el debido respeto hacia vos — él susurró al oído de Clarissa, que sintió un estremecimiento de la cabeza a los pies. Podía ser una falta de respeto , pero se sentía tan bien .. — Pídeme que me detenga — Adrian murmuró, bajando los labios por el cuello lánguido. Clarissa abrió la boca y soltó un gemido cuando él metió la mano por la abertura del camisón y le acarició un pecho. — Tal vez … — Adrian le acarició la piel suave y ella arqueó su cuerpo, invadida por sensaciones extrañas. Sus músculos latían con excitación y una sensación de calor nacía en su bajo vientre. — Tal vez , ... qué ?— Adrian preguntó jadeante.

—Tal vez debas besarme de nuevo — dijo Clarissa jadeando, aunque supiese que no era eso lo que debía decir. Adrian dejó escapar de sus labios un pequeño murmullo y cubrió los labios de ella con los suyos. Clarissa acarició sus cabellos, retribuyendo los besos con el mismo ardor y, por primera vez , sintió viva cada una de las partes de su cuerpo como nunca le había sucedido antes. En virtud de su inexperiencia, todo lo que preocupaba Clarissa era no estar correspondiendo de la manera correcta, pero esa preocupación desapareció cuando Adrian soltó un sonido gutural y sus besos se hicieron más ardientes y exigentes. Esa reacción sólo podía ser porque estaba respondiendo adecuadamente . Entonces él la recostó en la cama. — Sólo un poquito — murmuró Adrian, interrumpiendo el beso. — Está bien — Clarissa aceptó, sólo deseando que el placer que estaba sintiendo no acabase nunca.

— Sólo voy a tocarte un poquito y te prometo que después me detengo — dijo Adrian, y la idea le agradó. Clarissa quería que esos momentos durasen una eternidad. Nunca se había sentido tan deseada y tan viva. Cuando Adrian comenzó a besarle el pecho, Clarissa notó que él estaba totalmente descubierto. Adrian había abierto varios botones de su camisón , sin que ella se hubiese dado cuenta. El calor de su boca estimulando su pezón tuvo el efecto de una llama encendiendo todo su cuerpo. — Oh — ella gimió , pasando sus manos de los cabellos a los hombros de él. Intentó entonces sacar el chaleco de Adrian, empujándolo por los hombros. El chaleco bajó un poquito y acabó trabando el movimiento de los brazos de Adrian, quien acabó haciendo una pausa para sacárselo él mismo. Clarissa dejó que sus manos se deslizasen por la tela fina de la camisa de Adrian. Sin poder contenerse, levantó la tela, deseando tocar su piel . Adrian dejó de lamer su

pezón y un “no” casi suplicante se escapó de los labios de ella. Él volvió a besarla y Clarissa sacó la camisa fuera de los pantalones, acariciando su espalda. Adrian gimió y sus besos se hicieron más profundos y su lengua más exigente; cuando se colocó encima del cuerpo de Clarissa, ella pudo sentir su miembro al entreabrir un poco las piernas. Se estremeció de placer, clavando las uñas en la espalda de Adrian. — Por Dios, Clarissa — él pidió , apartando sus labios de los de ella para besarla en la cara. — Debemos parar. — Oh, Adrian — Clarissa gimió de placer, endureciendo su cuerpo cuando la mano de él acarició sus piernas y Adrian deslizó sus labios por su cuello. — Pídeme que me detenga — Adrian imploró, haciendo una pausa para sacarse la camisa, curvándose después para besar y chupar el pecho de Clarissa. Clarissa jadeante, enterró sus uñas en la espalda de él y levantó cadera para darle acceso a sus partes íntimas.

La mano de Adrian se deslizó por las piernas con la intención de tomar el borde inferior de su camisón . Clarissa se estremeció anticipando lo que estaba por venir y pegó su cuerpo al de él. — Oh, Adrian… — Clarissa jadeó, sintiendo su cuerpo derretirse cuando él tocó su pubis, ahora al descubierto. — Sólo esto, prometo que no vamos hacer amor — él susurró, besándola en el borde de la boca. — Quiero tocarte, sentir tu sabor. — Si… — dijo Clarissa inmediatamente, lista para aceptar cualquier cosa con tal que él no se detuviese. Clarissa acariciaba el cuerpo de Adrian, colgando la cabeza a un lado cuando la boca de él comenzó a descender por su cuerpo, deteniéndose por un momento en uno de sus senos, después en el estomago y … súbitamente la trayectoria descendente fue interrumpida; ella tensó su cuerpo cuando él se arrodilló entre sus piernas, para que su boca comenzase a lamer su sexo . Su primera reacción fue de shock y vergüenza.

Clarissa agarró la cabeza de Adrian, intentando levantarla. — No quiero… no deberías… Adrian? — ella murmuró indecisa, desistiendo de protestar ante el placer con que su cuerpo respondió a esa caricia íntima. Clarissa soltó la cabeza de Adrian y se aferró a las sábanas, sintiendo que todo a su alrededor giraba. Tuvo entonces una vaga consciencia de que sus caderas actuaban en ese momento por cuenta propia, moviéndose hacia arriba en su ansia por recibir más besos y más caricias. — Oh… — Clarissa vislumbró las sombras de la vela proyectadas en el techo, pero toda su concentración estaba volcada a las sensaciones que estaba descubriendo. — Oh… — Entendía ahora por qué nacían tantos bebés. — Oh… — Adrian le parecía el hombre más experto de Inglaterra, tal vez del mundo. — Oh… — Y de repente el diseño del universo pasó a tener sentido. — Oh… — Si, definitivamente Dios existía.

— Oh… — Qué sería ese olor a humo que estaba sintiendo? CAPITULO 12 Clarissa agudizó sus sentidos, intentando desprenderse de la pasión que nublaba su mente en ese momento. Inspiró profundamente y, sin duda, había olor a humo. Volvió a mirar a a vela que Adrian había encendido, pero, por el pequeño círculo de luz que lograba ver, aparentemente no era la vela la que desprendía humo. Tal vez fuese imaginación suya, pero era difícil imaginarse un ... olor a humo ... cuando su cuerpo sentía tanto placer. Soltó la mano que apretaba las sábanas y enterró los dedos en los cabellos de Adrian, incentivándolo a satisfacer el deseo de su cuerpo. Temerosa de lastimarlo en razón de su estado de excitación e insensatez, Clarissa soltó nuevamente los cabellos de él y volvió

a aferrarse a la cama, mientras sus caderas continuaban moviéndose. Sus manos apretaban las sábanas, su cabeza giraba en un torbellino, cuando la lengua de Adrian concentró su atención en su clítoris. Su cuerpo se sacudió en la cama, sintiendo cada uno de los poros de su piel latir. Con la respiración acelerada, ella soltó un suspiro y tosió al aspirar a humo. Intentando desesperadamente pensar con claridad, Clarissa procuró levantarse un poco y mirar a su alrededor . Sus ojos se detuvieron en la puerta. Parecía haber una claridad en el vano cerca del piso y por ella penetraba .... el humo. Instintivamente corrió la cabeza de Adrian, pero él le sujetó las dos manos y apretó con el peso de su cuerpo las piernas de ella para continuar lo que estaba haciendo. — Adrian! — ella lo llamó jadeando, pero con determinación. — Fuego… Oh… arde ... quema ¡!!. — Yo también estoy ardiendo por vos. — él levantó la cabeza apenas por un segundo

para responder y continuó lamiéndola, decidido a enloquecerla de placer. — No… Oh… no — Clarissa intentó una vez más avisarle , luchando para conseguir librarse de sus manos, pero Adrian continuaba sujetándolas. Finalmente, consiguiendo librar una de las manos, ella le tiró con fuerza los cabellos. Con os ojos fijos en la luz debajo de la puerta, Clarissa una vez más gritó : “Fuego!”, pero sintió nuevamente la excitación comenzar a apoderarse de su cuerpo, creciendo en nuevas oleadas interminables de placer hasta convertirse en una masa trémula y frágil arrojada en la cama. Adrian finalmente levantó la cabeza y, aunque su mente estaba entorpecida, Clarissa notó el movimiento de él para acostarse a su lado. Él abrazó su cuerpo inerte, besó su frente, después frunció las cejas , aspiró el aire, levantó la cabeza, aspiró nuevamente el aire y preguntó : — No te parece que hay olor a humo?

— Si. — Clarissa suspiró, con una sonrisa nerviosa en el rostro. — Creo que la casa se está incendiando. — Qué ¿!? — Adrian exclamó, y ella fue súbitamente dejada de lado; Adrian se levantó y corrió hacia la puerta. Intentó abrirla una vez, después la forzó con las dos manos, pero no logró nada. Maldijo y volvió rápidamente hasta a cama. — Por qué no me avisaste antes ? — Lo intenté ... - dijo Clarissa preocupada. — Dije fuego, que algo se estaba quemando e intenté empujar tu cabeza. — Oh, si, es verdad. Pensé que vos estabas ardiendo de … Dejemos las cosas así. — Adrian dio una mirada a la ventana, entonces tomó la mano de ella y la empujó fuera de la cama. — Vamos, tenemos que salir de aquí. Clarissa se levantó y casi se cayó al piso. Adrian la sujetó , preocupándose: — Qué tienes? — Tengo las piernas flojas. Dame un segundo. El vaciló por un instante, después la tomó en sus brazos y la cargó hasta la ventana.

— Qué estás haciendo? — Clarissa preguntó sorprendida. — La puerta está muy caliente, señal de que el fuego está justo allía afuera. Debemos salir por la ventana. — Mi Dios! — Clarissa exclamó asustada cuando él la colocó en el piso y se inclinó en la ventana para mirar afuera. Ella no tenía buena coordinación. Aún con los anteojos, ya era medio torpe. La idea de intentar salir por la ventana no le agradaba ni un poco. — No te preocupes, voy a ayudarte — Adrian procuró tranquilizarla, colocando una pierna afuera de la ventana y sentándose en el antepecho. En seguida, él estiró los brazos y desapareció de vista. Clarissa se aproximó a la ventana y miró afuera. El lado positivo era que no lograba ver la altura a la que se encontraba. Odiaba alturas. El lado negativo era que no lograba ver nada. Sintió entonces a Adrian tocando su mano. — Sujeta mi mano. Voy a ayudarte. — Está bien. — Clarissa respiró profundamente y tomó la mano de él. La sujetó firmemente, sentándose de costado

en el borde, intentando sacar una pierna afuera, como él había hecho, pero hallando que el camisón impedía ese movimiento. Después de una pequeña vacilación, Clarissa ponderó que Adrian ya había visto lo que había debajo del camisón y lo levantó hasta los muslos para poder moverse mejor. Intentó entonces ver lo que Adrian estaba haciendo y logró vislumbrar su silueta, gracias a la camisa blanca que él usaba y que contrastaba con la oscuridad del cielo y de los árboles a su alrededor . — Basta con dar un impulso hacia adelante y te pondré en esa rama. — La voz de Adrian sonaba calma y confiada. Clarissa hizo lo posible para concentrarse en eso e ignoró sus miedos. Sacó entonces la otra pierna fuera de la ventana, respiró profundamente, agarró la mano de Adrian y se proyectó hacia adelante. Por algunos segundos, suspendida en el aire, le pareció que ni siquiera respiraba. Adrian la empujó contra su cuerpo y ella gimió al golpear la rama en la que él estaba

sentado. Comenzaba a resbalarse hacia abajo y, por un momento, tuvo la impresión de que se iba a caer, pero Adrian la sostuvo , sujetándola firmemente a su lado. Clarissa quedó colgada entre él y el tronco del árbol y nada más que aire debajo sus pies. Adrian vaciló un poco y después resolvió : — Voy a bajarte al suelo . — Es mejor no — Clarissa murmuró, agarrándose al brazo de él. — El suelo está muy cerca, Clarissa. No estamos tan alto . Después que vos bajes, yo salto y caigo a tu lado. Clarissa se mordió el labio , bajó la cabeza para evaluar la distancia. — Estás seguro que no es muy alto? — Te juro que no. Tu cuarto apenas queda en el segundo piso, Clarissa, y esta rama está mas abajo. En el momento en que te baje, tus pies casi tocarán el suelo . — Está bien, pero por favor no me dejes caer — ella imploró, medrosa. En vez de bajarla, Adrian la levantó un poquito para poder besarle la cara.

— No puedo dejarte caer, sos demasiado valiosa para mí. Antes que ella pudiese decir algo , Adrian se curvó un poco para hacerla comenzar el descenso . Clarissa se agarró a la mano de él y cerró los ojos, segura de que era demasiado pesada para que él la aguantase, sin dejarla caer. — Estás muy cerca del suelo ahora, mi amor. Es sólo cuestión de soltarte y saltar. — Será que puedo hacerlo ? — Creo que si. La seguridad de la voz de Adrian finalmente hizo que ella se decidiese. Armada de coraje, Clarissa soltó la mano de él, apenas comenzó a caer, aterrizó de sopetón . Realmente debía estar a menos de un metro del suelo . Clarissa suspiró aliviada. — Ella está aquí ! El alivio se desvaneció en el mismo instante en que oyó el débil comentario. Clarissa giró en dirección ala voz y tuvo la impresión de ver la figura de uno de los criados en uno de las esquinas de la casa. Mordiéndose el labio

nerviosamente, ella miró hacia arriba, a donde Adrian todavía estaba colgado. Intentó llamarlo con un susurro . Él hacía ruido moviendo las ramas en la tentativa de desprender su camisa que se había enganchado en una de ellas y, al mismo tiempo, insultaba irritado por eso. — Adrian! — Clarissa insistió. — Un segundo, amor. Ya, ya estaré con vos. Cuando esta rama hija de ... Clarissa volvió a mirar hacia la esquina de la casa y vio al criado que venía corriendo en su dirección. Y , detrás de él, venía todo el personal de la casa. Y, detrás de ellos, la mitad de los habitantes de la cuadra. Todos corriendo para ver si ella estaba sana y salva. Clarissa contempló esas caras borrosas que se aproximaban, sin darse cuenta de las palabras de alivio que pronunciaban. Entonces Adrian cayó de pie delante suyo , bloqueándole la visión. — Viste ? Todo salió bien , o no ? — él preguntó, pasando el brazo en sus hombros y curvándose para besarle los labios.

— Lord Mowbray! Adrian se quedó petrificado por un instante, después enderezó el cuerpo lentamente y se dio vuelta para encarar a la multitud alrededor de ellos. Al volverse nuevamente hacia ella, Clarissa sintió que él la evaluaba y tuvo un súbito escalofrío. Se dio cuenta entonces que su camisón continuaba desabotonado, revelando sus pechos desnudos a los allí presentes. Mordiéndose el labio, ella torpemente trató de abotonar el camisón y volvió a mirar a Adrian quien ahora estaba absorto en su propio estado de semi desnudez. Clarissa tuvo consciencia de cuan comprometedora era toda esa situación y se quedó perpleja cuando Adrian, enderezando los hombros, dijo : — Lady Crambray, tengo el honor de pedir la mano de su hijastra en matrimonio. Clarissa se mordía el labio y evitaba encarar a Lydia. A pesar de no conseguir ver la

expresión del rostro de ella, podía sentir su mirada cada vez que volteaba la cabeza hacia la dirección en que estaba sentada. Su madrastra estaba furiosa con ella desde la noche del incendio. Ella no había tocado el tema de lo ocurrido, ni después de volver a la casa después de que el fuego había sido extinguido. El fuego había comenzado en el hall cerca del cuarto de Clarissa, impidiendo que, por el lado interno de la casa, alguien pudiese aproximarse a la puerta para avisarle. En esa parte del hall, su cuarto y los cuartos de de los criados habían sido los únicos aoposentos destruidos; el salón debajo de su cuarto también había quedado muy dañado por el agua usada para apagar el fuego . Por suerte, todo el resto de la casa estaba perfectamente en orden, sólo que todavía olía a humo. Clarissa había pasado a ocupar el cuarto de huéspedes desde entonces y prácticamente estaba sin ropa. Todo lo que estaba guardado en el cuarto había resultado quemado. Para remediar esa situación, apresuradamente

habían sido encomendados dos o tres vestidos para ella. Poco después del pedido de casamiento, Adrian había sugerido a Lydia que, durante las reparaciones que tendrían que ser hechas, Clarissa permaneciese en la casa de su madre, pero su madrastra no había consentido , dejando bien en claro, con una actitud de desdén, que no volvería atrás. Aunque tratase a Adrian con gran frialdad, él fingía no darse cuenta del desprecio de la mujer y, durante sus visitas, ambos, Clarissa y él, procuraban ignorar tanto el silencio de ella como las miradas glaciales que les dirigía. Tampoco tenían mucha alternativa. Desde esa noche, Lydia no había permitido que se quedasen a solas ni por un solo instante. Clarissa se sentía disconforme. Los proclamas ya habían sido publicadas, el casamiento había sido establecido para dos semanas después del incendio, y todo estaba en orden. Lydia debería estar satisfecha. Después de todo , había conseguido un conde para su hijastra. Pero era obvio que no lo estaba.

Clarissa suspiró y mordisqueó la tostada, luchando contra la preocupación y el temor que la habían asaltado desde la noche del incendio. Se sentía dividida. No podría dejar de sentirse feliz ante la perspectiva de casarse con el hombre que amaba, especialmente después de la experiencia que había tenido con él en la cama, sabía que compartir el lecho con él no sería un sacrificio. Pero , por otro lado, tenías el temor de que Adrian se hubiese sentido obligado al casamiento después de lo que había sucedido y, por lo tanto, no podía sentirse plenamente feliz. No deseaba su propia felicidad a costa da de él. Prefería enfrentar una vez más el escándalo sola, si ese fuese el caso. Había sobrevivido al primer escándalo , y sobreviviría a este también. En realidad , era lo que esperaba al ser atrapados por todas esas personas. El pedido de casamiento de Adrian la había sorprendido tanto como parecía haber enfurecido a Lydia. La puerta de la sala de cenar fue abierta, y Clarissa levantó los ojos, estrechándolos

para ver mejor quien entraba. Allí estaba un hombre alto, de cabellos grises. — Padre! — ella exclamó, reconociéndolo de inmediato mientras comenzó a correr en su dirección. — Hola , Clary! — John Crambray abrazó a su hija, envolviéndola en el aroma a tabaco de cigarro. — Que buenos vientos te trajeron aquí, papá? — Cómo podría dejar de venir corriendo al enterarme de la noticia del casamiento de mi hijita? — él bromeó. Clarissa lanzó una mirada en dirección a Lydia. Su madrastra no había mencionado que le había escrito a su padre. — También te traje algo de ropa. Tu madrastra me avisó que casi todas tus cosas se perdieron en el incendio. — Que bueno, padre. Gracias. — Ahora también vamos precisar mandar a hacer algunos vestidos de fiesta. — lord Crambray se detuvo para observarla. — Dónde están tus anteojos, Clary?

— Clarissa los rompió — Lydia mintió. — Poco después de mi primer nota, mandé otro mensaje para que trajese el par de repuesto para que ella pueda ver con quien se está casando, pero el mensaje debe haber llegado después de tu partida. Clarissa quedó sorprendida con esa noticia, tampoco mencionada por su madrastra. Pero por el tono de voz de Lydia proveerle los anteojos en ese momento parecía más una maldad que un gesto de bondad. No podía entender por qué su madrastra creía que sería un castigo poder ver la cara del hombre con quien se iba a casar. — Bien, los accidentes suceden ... — su padre admitió serenamente, haciendo que Clarissa volviese su atención a él. — Estoy muy feliz por vos, hija. Siempre me gustó Mowbray. Él es una excelente persona. Clarissa notó que Lydia se quedó azorada al oír esas palabras y su propia sorpresa fue mayor todavía. — Conoces a Adrian? — Lo conozco, claro. Fui muy amigo de su padre e intercambiamos correspondencia. El

padre de él era un gran hombre de negocios. Lograba sacar ganancia de cualquier cosa donde pusiese sus manos. Cuando se retiró, Adrian lo remplazó en la administración y pasé a escribirme con él. — Yo no sabía eso — Clarissa murmuró. — No había razón para que lo supiese. Nunca habíamos hablado al respecto antes y creo que él ni debe haberte mencionado esto. Su padre se sentó a la mesa y una criada se apresuró a servirle té para él. Clarissa reparó en Lydia. Ella tenía una expresión amarga en su rostro. Fue entonces que Clarissa se dio cuenta que su padre no había demostrado ninguna señal de afecto hacia su madrastra. Él la había abrazado al llegar, pero ni siquiera la había saludado. Por primera vez Clarissa se preguntó qué tipo de relación los dos tendrían. Tal vez hubiese alguna razón para la amargura e incluso para la rabia que Lydia demostraba.

CAPITULO 13 — Por qué no le muestras a galería a ella? Adrian parpadeó al ser atrapado mirando a Clarissa mientras hablaba con el padre de ella y sonrió tímidamente ante la sugestión de John Crambray. — Pueden ir. Ustedes dos me hacen recordar a mí mismo y a la madre de Clarissa cuando teníamos la edad de ustedes. No parábamos de buscarnos con los ojos, siempre queriendo tener al otro en la mira. — él sonrió ante el dulce recuerdo y agregó : — Todavía la extraño. Adrian levantó una ceja. — Y Lydia? — Lydia. — lord Crambray soltó un suspiro. — Lydia fue un error en mi vida. Creí que Clarissa necesitaría la ayuda de una madre hasta que se hiciese más adulta, especialmente después del escándalo. Tampoco quería colocar sobre los hombros de toda el peso de las responsabilidades domésticas siendo todavía tan joven. Fue un casamiento de conveniencia. Yo sabía que

nunca podría amar a otra mujer como amé a mi Margaret. — él suspiró nuevamente y sacudió la cabeza. — Pensé que Lydia entendería eso. Es más, ella me dijo que entendía perfectamente. Pero no entendió nada. Creyó que yo solamente estaba atravesando la etapa de luto y, que tan pronto me recuperas, llegaría a enamorarme de ella. Cuando se dio cuenta que eso no iba a suceder… — él se encogió de hombros y su mirada se posó en su hija. — Clarissa es igual a su madre. No es sólo que se parece físicamente a su madre, tiene el mismo carácter de Maggie. Por eso, en la cabeza de Lydia, Clarissa rivaliza con ella por mi afecto. — Entiendo — dijo Adrian pensativamente. Eso explicaba mucho sobre el comportamiento de la madrastra. Cometía crueldades alegando que eran para el bien de Clarissa. — Me agrada ver que vos y Clarissa se identificaron . Creo que van a ser tan felices como la madre de ella y yo fuimos. Ahora ve a mostrarle la galería — él insistió y agregó : — Yo iba a sugerir un paseo por el jardín

donde ustedes tendrían más privacidad, pero como está lloviendo, la galería es lo mejor que puedo proponerles. — Gracias — Adrian agradeció y cruzó la sala para darle la mano a Clarissa. Clarissa conversaba con la madre de Adrian, con Mary, una prima de él, y con Lydia. Por primera vez desde que había conocido a Adrian, parecía estar pasándolo bien en un baile. Hasta parecía hasta feliz. Pero quien se mostraba infeliz era Lydia. Al contrario de Clarissa , cuya felicidad se translucía en su mirada, la cara de Lydia no escondía su tristeza y depresión. Si no fuese por el número de veces que deliberadamente había hecho sufrir a Clarissa, Adrian habría sentido pena por ella. Ese era la primer fiesta en la que participaban desde el incendio. Lydia se había negado a dejar a Clarissa ir a fiestas sin la compañía de ella y se había rehusado a asistir a cualquiera de ellas, alegando que no soportaría el escándalo social . Pero con la llegada de John todo había cambiado. Él había insistido para que saliesen aquella

noche y había insistido para que Adrian los acompañase, haciéndolo viajar en el carruaje de ellos. Era notorio el esfuerzo de lord Crambray para que Adrian se sintiese incluido en la familia. — Adrian? El sonrió ante la voz segura de Clarissa al aproximarse. A pesar de su visión deficiente, ella siempre parecía reconocerlo. — Si, querida - él confirmó. — Tu padre sugirió que te muestre la galería. Lydia comenzó a esbozar una protesta, pero se calló . No podía contrariar la voluntad de su marido. Dando una amplia sonrisa, Clarissa tomó la mano que él le ofrecía y se levantó , saliendo ambos del salón de baile. — No imaginaba que vos y mi padre fuesen tan buenos amigos — dijo ella al caminar por el hall en dirección a la galería. — Bien, tal vez no seamos amigos íntimos , pero nos escribimos con mucha frecuencia. Él es una persona macanuda. Ellos entraban en la galería y Adrian estaba tan encantado observando todo que no vio a una mujer delante suyo y se chocó con ella.

— Lord Mowbray Adrian bajó la vista al oír esa voz ronca y apretó los labios al ver de quien se trataba. Lady Blanche Johnson. Su mirada recorrió los cabellos rubios platinados y el cuerpo exuberante de la mujer. Hacia diez años que no se encontraban y se habría sentido feliz si la no hubiese visto por otros cincuenta años mas . Esa mujer había amargado su vida. Ella era una víbora. Había sido la única persona que no se había apartado de él al ver su cicatriz. Es más, ella le había sonreído y había coqueteado con él. Y había aceptado sus caricias respondiendo con placer. Solamente después de atraerlo a su casa y seducirlo , Adrian se había enterado de quien era ella . Poco después de tener sexo, todavía sudados e jadeantes, ella había comenzado a reírse a carcajadas, comentando que siempre había considerado que los hombres bizarros eran excitantes y perfectos en la cama.

Adrian se había quedado congelado con ese comentario y el fuego de la pasión se había enfriado en ese instante . Había sentido nauseas mientras que ella iba mencionando algunos de sus “amantes bizarros” . Había comentado que un hombre con una pierna mutilada y un tuerto hasta entonces habían sido sus favoritos, pero que la experiencia con Adrian había sido mejor todavía. Había completado su discurso diciendo que los hombres deformes estaban siempre dispuestos a complacer y agradar a una mujer con tal de llevarla a la cama. La deformidad los hace sentirse desvalorizados , están hambrientos de afecto y de sexo, por eso son tan buenos en la cama. Yo los llamo “mis monstruitos”, Blanche había concluido. Adrian había dejado Londres dos horas más tarde. Le había parecido que ya yo tenía ninguna razón para permanecer allí. La mayor parte de la ciudad lo hallaba

repugnante y no estaba interesado en ser el monstruito bizarro para nadie. — Dios , continuas atractivo como siempre — Blanche lo elogió, colocando una mano sobre el pecho de él. Adrian sacó la mano de manera tan brusca que hasta podría haberla lastimado, pero todo lo que vio eb los ojos de Blanche fue excitación. — Lady Johnson, permite que te presente a mi prometida, lady Clarissa Crambray — dijo él, con una advertencia fría en la mirada. — Hola, querida. — Blanche ni siquiera se tomó el trabajo de mirar en dirección a Clarissa. Había lujuria en sus ojos grises. sin desviarlos de Adrian, comentó : — Qué jovencita de suerte , querida, te conquistaste un verdadero garañón . Adrian vio a Clarissa fruncir las cejas y apretar los labios. Sintió rabia crecer dentro de él. Lady Johnson se estaba arriesgando en un juego peligroso. — Después que lleves a tu amiguita de vuelta a su casa, pasa por mi mansión y

beberemos algo , mi lord . Mejor dicho yo beberé algo de vos .. — Blanche murmuró. El comportamiento de Blanche era un insulto para Clarissa, un insulto que Adrian no permitiría. — Ya bebiste de mí todo lo que tenías que beber , Blanche — él replicó secamente, omitiendo deliberadamente el título de lady. Dandole la espalda, en una actitud de evidente desprecio, tomó a Clarissa por el brazo y la apartó de la rubia , quien se quedó plantada en la puerta. — Ella parecía… interesante — comentó Clarissa insegura, mientras recorría con Adrian el largo salón con pinturas colgadas en las paredes. — En verdad , ella no es interesante para nada — él aseguró. — No sé, no llegué a conocerla bien. Clarissa se quedó en silencio por algún tiempo. Adrian observó que ella se mordía los labios. Parecía que quería decirle algo, pero se contuvo cuando pasaron por al lado de otra pareja.

— Adrian, debo decirte una cosa… no quiero… bien, si vos no quieres casarte conmigo, no te sientas obligado. Adrian se congeló, sintiéndose invadido por la ansiedad. — Qué?! — preguntó atónito, intentando aclarar la situación : — Clarissa, Blanche no significa nada para mí. No la veo hace diez años. — Ah, no necesitas justificarte, mi lord . No estoy diciendo eso por causa de ella. Es que… sé que vos hiciste el pedido de matrimonio porque fuimos sorprendidos aquella noche. No quiero que te cases conmigo solamente para evitar un nuevo escándalo. — No quieres casarte conmigo? —Adrian preguntó, en un tono de voz más áspero del que pretendía. — Claro que quiero! — se apresuró Clarissa a responder y sonó tan sincera que él se relajó de inmediato. Ella entonces agregó : — Pero no quiero anteponer mi felicidad a la tuya. Prefiero sufrir las consecuencias de un escándalo a…

Las palabras quedaron suspendidas en el aire porque Adrian la agarró por el brazo y la sacó de allí, volviendo al hall. Allí abrió una puerta, pero al ver que en la sala había gente, la cerró de manera brusca. Todo lo que deseaba era probarle a Clarissa que quería, , y mucho, casarse con ella, que ese deseo no tenía nada que ver con los escándalos. Era evidente que los acontecimientos de esa noche habían precipitado las cosas, pero, más tarde o más temprano él habría pedido la mano de ella. Clarissa debía creerle eso y sólo había una manera de probárselo . Pero era necesario que tuviesen privacidad para que pudiese hacerlo a su modo. Adrian miró de un lado al otro del hall y empujó a Clarissa hasta a puerta siguiente, la abrió y constató que esa sala también estaba ocupada. Al abrir una tercer puerta y verificar que esa sala también estaba ocupada, él miró desanimado a su alrededor . Notó entonces una puerta diferente a las demás. Al abrirla descubrió que daba a una minúscula despensa. Él

imaginó que el hall no estaría vacío por mucho tiempo, entonces empujó a Clarissa dentro de la despensa . — Qué vinimos a hacer aquí ? — ella preguntó confundida, al verlo apartar algunos elementos de limpieza para hacer un poco de espacio para los dos. En vez de responder, Adrian espió afuera, para asegurarse que el hall seguía vacío, y cerró la puerta. — Adrian? — Clarissa insistió y fue callada con un beso. Había en él un fuego acumulado de los muchos días en que no había podido hacer otra cosa mas que observarla, reír, hablar y sonreír. Visiblemente confundida y asustada, en el primero momento Clarissa permaneció inmóvil en los brazos de él, pero ese momento duró muy poco, pues pronto su cuerpo se relajó al contacto con el de Adrian y sus brazos lo envolvieron. Adrian gimió cuando ella comenzó a ronronear de placer, aferrándose a él como una gata mimosa. La suavidad de ese cuerpo

moviéndose contra el de él y esos gemidos lo habían enloquecido las veces anteriores. Dios, en esa despensa abarrotada, necesitaría un gran auto control o acabaría haciendo el amor con ella apoyado contra la pared. Seguramente no era la mejor iniciación para una virgen. Pero a su cuerpo no parecía importarle. Clarissa continuaba a suspirando y rozando su cuerpo, y éste respondía con una tremenda erección. Adrian se decía a sí mismo que eso era todo lo que les estaba permitido, pero sus manos ignoraban la razón: una de ellas descendió hasta debajo de la cintura, presionando el cuerpo delgado contra el suyo, mientras la otra fue buscar las curvas de sus pechos, acariciándolos y estimulándolos. — Oh, Adrian… — Clarissa murmuró, jadeando cuando Adrian interrumpió el beso y sus labios deslizaron por su cuello. Ella soltó un nuevo gemido que sólo hizo que la erección de él aumentase. En ese momento Adrian deseó que estuviesen casados. La llevaría directamente a su casa y a su cama. No lograba pensar

en nada más , todo su cuerpo reaccionando a la mano traviesa de Clarissa que ahora , curiosa, exploraba su erección. — Qué tienes dentro de tus pantalones, mi lord , es algo que me está presionando? — murmuró ella casi sin aire, obteniendo apenas un jadeo lastimero como respuesta. Adrian quería implorar para que ella lo tocase con mayor presión, para que descubriese sola de que se trataba ese bulto , para que simplemente metiese la mano dentro e sus pantalones para poder sentir la crudeza de las fuerza de su deseo. — Cuánto falta el casamiento , Clarissa? — él preguntó afligido. Clarissa hizo una pausa, respirando pesadamente e intentó calcular. Le llevó unos segundos para responder — Una semana, mi lord . — Todo ese tiempo ? — Parece mucho, pero no es tanto . Adrian se quedó paralizado al oír el comentario viniendo desde afuera de la despensa. Por un breve momento, tuvo la sensación que había otra persona allí con

ellos. Estaba oscuro y no podía para ver nada, pero se dio cuenta que Clarissa estaba muy asustada, pues su cuerpo se había puesto rígido. Adrian vaciló y finalmente le preguntó a Clarissa: — Yo estoy loco o eso sonó muy parecido a la voz de tu padre? Antes que ella pudiese responder, la voz del otro lado de la puerta respondió : — Si, bastante parecido. Blasfemando groseramente , Adrian intentó apartarse de Clarissa lo máximo posible dentro de ese minúsculo cubículo, enderezó los hombros, respiró profundamente y abrió a puerta para salir. Honestamente estaba preparado para recibir un puñetazo en la cara o para recibir un desafío al duelo para ese amanecer. Pero se encontró con un John Crambray risueño, apoyado en la pared opuesta a la despensa, con una expresión muy divertida. Adrian esbozó una sonrisa estrangulada. — Discúlpeme — intentó justificarse. — Clarissa pensó que yo solamente quería

casarme con ella para salvarla del escándalo y yo estaba intentando probarle que realmente la quiero. — Era eso lo que estabas haciendo? — Clarissa preguntó sorprendida, saliendo de la despensa. Adrian iba a responder, pero a; ver o estado de ella, intentó inmediatamente acomodar y alisar su ropa antes que alguien la viese. John Crambray también se aproximó para ayudar, levantando los cabellos sueltos de su hija. — Si, era lo que estaba haciendo — respondió él, procurando acomodar el escote del vestido. — Qué otro motivo tendría para meterte en una despensa? —Para besarme — dijo Clarissa con simplicidad. Adrian volvió los ojos al rostro divertido de John Crambray y suspiró. — Tienes razón, Clarissa, pero quise besarte para probar cuanto te quiero, que mi pedido no fue un mero gesto de caballerosidad de mi parte.

Ella pareció perpleja al oír el comentario. — Pero por qué simplemente no me lo dijiste, mi lord ? — Cuanta ingenuidad ! — John Crambray dijo, riendo, y le explicó : — Porque los hombres no piensan de la misma manera que las mujeres, Clary. Las mujeres hablan, los hombres actúan. Y por eso que fue creada la expresión “hombre de acción” — Entendí — respondió Clarissa, no pareciendo haber entendido nada. Adrian dio un paso hacia atrás para examinarla. El vestido estaba en orden, pero aparentemente el padre estaba teniendo dificultad arreglarle el cabello. En verdad , ella estaba bastante despeinada. Lorde Crambray miró la cabeza de su hija, frunció la frente y se volvió hacia Adrian. — Sabrías arreglarlo ? — No — Adrian confesó — Pero tal vez mi madre sepa. Aguarden aquí que voy a buscarla. John asintió con la cabeza y Adrian se apresuró a ir buscar a su madre. La encontró todavía sentada en el mismo lugar

con lady Lydia y Mary. Cuchicheando, él le explicó el problema. Ella inmediatamente se levantó y salió del salón de baile, pero, en el momento en que Adrian se volvió para seguirla, Lydia dijo : — Ella pronto tendrá los anteojos nuevamente. Adrian se congeló y retrocedió : — Qué dijo? — Le envié un recado a Crambray para que mandasen los anteojos de repuesto aquí a Londres. Pronto llegarán. — ella sonrió . — Entonces, Clarissa conseguirá ver correctamente y verá con quien se está por casar. Ella parece feliz ahora. Pero me pregunto si continuará así cuando tenga los anteojos. — Claro que ella continuará feliz — afirmó Mary con firmeza. Levantándose ella enlazó su brazo en el de Adrian. — Ven, vamos a juntarnos con Clarissa y tu madre. Adrian permitió que su prima lo condujese afuera del salón, su cabeza giraba en un torbellino. Clarissa pronto tendría los

anteojos de vuelta y podría verlo. Su mente entró en pánico. Ella lo vería. — Estás bien? — Mary preguntó preocupada cuando llegaron al hall. — Te pusiste tan pálido cuando Lydia dijo que los anteojos de Clarissa pronto llegarían. Adrian no respondió, no sabía qué decir. No se estaba sintiendo bien. De hecho , se sentía con nauseas, pero no comentaría nada con Mary. — Clarissa va a amarte así como vos la amas, Adrian. El quería poder creer en eso, pero sentía el pecho oprimido por el miedo y el dolor. — Dónde está Reginald? — preguntó. — Creo que fue a jugar a las cartas con los hombres. Por qué ? — Debo hablar con él — Adrian respondió, dando una palmada en la mano de su prima. — Gracias , Mary. Mi madre y Clarissa están allí. Voy a hablar con Reginald y después las encuentro . Mary asintió distraídamente y preguntó : — Qué pasó con el cabello de Clarissa?

— Quedó medio desaliñado, y mi madre la está peinando — Adrian explicó, visiblemente preocupado al ver que el cabello de Clarissa estaba todavía peor que antes. Sacudiendo la cabeza, Adrian trató de ir a la sala donde los hombres y unas pocas mujeres jugaban a las cartas. Pronto avistó a Reginald. Su primo estaba vibrante cuando se aproximó. Debía haber ganado esa partida. — Reginald, necesito hablar con vos — dijo Adrian, parandose detrás de la silla de él. — Puedes hablar. — Tiene que ser en privado. — No puedes esperar que termine de jugar? Adrian vaciló, ponderando la cuestión. — No — dijo finalmente. Reginald dio un suspiro y se levantó . — Señores, déjenme fuera de esta jugada. Vuelvo en seguida. — Gracias , primo — Adrian murmuró al atravesar la sala para hablar. — Bien . Qué pasa que es tan importante?

— Lydia mandó a buscar los anteojos de reserva de Clarissa. Reginald lo encaró, sin entender. — Y entonces? — Ella podrá ver. Reginald levantó una ceja y repitió : — Y entonces? — No puedo dejar que ella me vea… — Adrian, piensa un poco — Reginald lo interrumpió . — ella va a ser tu mujer y, día más menos día, acabará viendote. No pretendes darle continuidad a esta maldad de Lydia y mantenerla ciega indefinidamente, verdad ? — No, claro que no, pero… —Pero, qué ?— Reginald se exasperó. — Necesito más tiempo. — Para qué? Adrian desvió los ojos, vaciló y dijo : — Tal vez si ella llegase a amarme antes que pueda verme… Viendo la mirada de piedad de su primo, Adrian giró el rostro. Tragó en seco. Parecía que tenía un nudo en la garganta. Era un adulto, pero se sentía como un niño de seis

años amenazado con perder a su mejor amigo. — Adrian — Reginald colocó la mano en el hombro de su primo, encarándolo con firmeza —, En primer lugar, tu cara no es algo tan impresentable . En segundo, estoy seguro que a Clarissa no le importaría aún si lo fuese. Y, en tercer lugar, si eso afecta los sentimientos de ella por vos, no es mejor enterarse ahora? Adrian se encogió de hombros , derrotado. — Tal vez . — Todo estará bien — Reginald le aseguró , dándole una palmada en el hombro de él. —Ve a disfrutar de la compañía de tu novia. Finalmente puedes estar con ella sin tener que hacer planes dementes . Ve a besarla, hombre. Adrian observó a Reginald volver al juego y se dio vuelta para retornar al hall. Se quedó sorprendido al ver que no había más nadie allá, ni Clarissa, ni su padre, ni su madre. Se le ocurrió que tal vez hubiesen conseguido acomodar el cabello de Clarissa y habían vuelto a la fiesta. Comenzaba a dirigirse al

salón cuando oyó la voz da madre y después la de Clarissa. Él se detuvo en el hall y miró a su alrededor . La puerta de la sala que quedaba al lado de la despensa y que antes estaba cerrada, ahora estaba abierta, él se aproximó y espió dentro de la sala. A sus ojos le costaron creer en lo que veían. — Cielos, qué le hicieron en el cabello? — Adrian preguntó entrando en la sala. Tomando a Clarissa por la mano, él la sacó de las garras de las dos personas que habían acabado de estropear el peinado de ella. — Está tan mal? — Clarissa preguntó preocupada, pasando su mano por el cabello. — No, no lo está — lady Mowbray se apresuró a responder, sin mirar a su hijo. El cabello de Clarissa, levantado de ese modo, parecía un nido de ratas, y en nada se parecía al lindo peinado con que ella había llegado a la fiesta. Adrian sacudió la cabeza . —Madre… — No me vengas a retar, Adrian. No fui yo quien la despeinó . Tener el coraje de meter a la pobre Clarissa en una despensa, por el

amor de Dios. Ella sólo podría acabar despeinada! — Bien, se está haciendo tarde. Tal vez sea mejor que lleves a Clarissa a casa en el carruaje, hijo — John Crambray sugirió . — Pídele al cochero que después vuelva a buscarme a mí y a Lydia. — Si, claro. — Adrian miró a Clarissa, aliviado porque ella no parecía enojada con ese desenlace de la fiesta. CAPITULO 14 — Te pido disculpas porque tu noche acabo más temprano por culpa de mi cabello — dijo Clarissa cuando el carruaje comenzó a moverse. Una sonrisa se esbozó en los labios de Adrian. — No tienes que pedir ninguna disculpa , después de todo fui yo el principal responsable del inconveniente. — Eso es verdad ! — dijo Clarissa, asintiendo con la cabeza, pero no pareciendo nada

enojada con eso. Dando una sonrisa tímida, ella preguntó entonces: — Fue sincero lo que dijiste? — Cuándo? — Que no es para evitar el escándalo que quieres casarte conmigo? Adrian sonrió . Clarissa apretaba mucho los ojos en la tentativa de verlo mejor. Era evidente que se sentía insegura y que su respuesta era muy importante para ella. — Casarme con vos es lo que más deseo, querida. Ella abrió una amplia sonrisa que iluminó su rostro como el sol que brilla después de una tormenta. Adrian sintió un nudo en la garganta. — Entonces por qué no me besas para sellar nuestro compromiso? El se derritió ante ese pedido tan directo, apenas creyendo en lo que oía: — Qué ? — Adoro cuando me besas — Clarissa explicó — y no me importaría ni un poco si quisieras besarme ahora. — Mejor no.

— Por qué ? No te gusta … — Claro que me gusta! — Entonces por qué no me besas? Adrian frunció la frente . — Esa es una pregunta que la mayoría de las mujeres no haría. — Yo no formo parte de esa mayoría. Además, mi padre siempre dice que quien no pregunta nunca se entera. Yyo quiero saber. Por qué no me besas si es lo que los dos deseamos? — Porque, si te beso, voy a querer tocarte. — Me gusta cuando me tocas — Clarissa no vaciló en decir. — Pero si yo te toco — Adrian completó —, voy a querer hacer el amor con vos. — Creo que también me va a gustar. Adrian levantó una ceja. — Crees que si? — Bien… — Clarissa vaciló por un momento, pero resolvió preguntar: — No fue el amor lo que hiciste conmigo la noche del incendio? — No — respondió Adrian, en un tono hostil al acordarse esa noche. Por un lado, parecía haber sucedido hace mucho tiempo; por

otro, era como si hubiese pasado un minuto atrás. Todavía tenía en la boca el gusto de los besos de ella y casi podía sentir el clamor del cuerpo moviéndose con el contacto de sus manos. Cielos, estaba teniendo una nueva erección con sólo recordar. Era claro que no tenía nada de control cuando Clarissa estaba cerca. — No fue así? — Clarissa se extrañó. — Entonces , qué fue lo que hicimos? — Fue… fue… — Adrian no sabía por donde comenzar. — Si, fue pero no fue, fue pero más o menos. Pero definitivamente no fue… — él hizo una pausa y dirigió una mirada tierna a ella. — Nadie te explicó sobre estas cosas ? — No. — Clarissa sacudió la cabeza y encogió los hombros . — No te preocupes, mi lord . No necesitas hablarme sobre eso si no te sientes cómodo . Estoy segura que Lydia me va a explicar todo el día del casamiento. Adrian se sintió horrorizado ante esa posibilidad. Esa mujer le causaría terror a Clarissa, contándole historias que la llenarían de miedo y ansiedad. La noche de bodas

acabaría siendo una pesadilla si él tuviese que pasar todo el tiempo calmándola y confortándola. No podría permitir que Lydia le explicase a Clarissa los detalles de lo que se pasaba entre un hombre y una mujer. Otra persona tendría que hacerlo. — Voy a pedirle a mi madre que converse con vos — Adrian decidió. — Si Lydia toma la iniciativa, dile que no hay necesidad y no escuches nada de lo que ella quiera decirte. — Ah, no — dijo Clarissa, sacudiendo la cabeza determinadamente. — No sería muy cómodo conversar con tu madre sobre estas cosas. Además, sería un insulto para Lydia si no la dejase hablar. Sabes, comienzo a pensar que hay motivos para sentir pena por Lydia . — No voy a dejar que ella te asuste con historias de sangre y dolor y … — Hacer el amor produce sangre y dolor? — Clarissa preguntó asustada. — No, claro que no — dijo prontamente Adrian, con rabia por hablar demasiado.

— Por qué dijiste eso entonces? Hay o no hay sangre y dolor? Vos no quieres que yo sepa! — Carajo! — Adrian rezongó. Clarissa estaba visiblemente ansiosa, y él no sabía cómo enmendar esa situación. — Clarissa… — Adrian comenzó a hablar, pero fue interrumpido por ella. — No, mi lord , no me puedes engañar. Necesito saber la verdad, pero no quiero causarte incomodidad . Le preguntaré a Lydia cuando ella y mi padre vuelvan a casa. Tal vez eso hasta nos aproxime y podamos hacernos amigas. Por Dios! Adrian enderezó el cuerpo y dijo con firmeza: — No te permito que hables con Lydia. — Todavía no estamos casados, mi lord . No necesito que me permitas nada. Adrian abrió enormemente los ojos ante la desobediencia de ella ante una orden suya. — Planeas desobedecerme y desafiarme de esta manera cuando estemos casados? — Me temo que si — Clarissa admitió, casi que disculpándose, y luego agregó : — Pero

esto no es para desafiarte, es sólo una diferencia de opiniones. Adrian soltó urna carcajada, y Clarissa lo encaró curiosamente. — No estás enojado conmigo? — no — dijo Adrian, riendo. — En verdad , sospecho que muy pocas mujeres tengan intención de obedecer al casarse. Sólo me pareció gracioso que lo admitas con tanta franqueza. — Yo siempre intento ser honesta, mi lord . — Claro. — Adrian suspiró y enderezó los hombros. — Si yo mismo te cuento, vos me prometes que no vas a permitir que Lydia te asuste? — Lo prometo. — Muy bien , entonces voy a pensar en la mejor manera de explicarte todo . — él se recostó y reflexionó por donde debería comenzar. Pensó… pensó… y pensó. — Mi lord , no vas a decirme nada? Adrian suspiró y balbuceó : — Estoy pensando. Y se estaba rompiendo la cabeza. No le correspondía al hombre explicarle el sexo a

una doncella. Pero si no lo hiciese, estaba seguro que Lydia transformaría su noche de bodas en un tormento. — Tal vez yo pueda ayudarte, mi lord . Adrian parpadeó sorprendido ante esa sugestión, mirándola curiosamente. — Como? — Bien, no soy tan ignorante como parezco — dijo Clarissa, agregando: — Crecí en el campo y vi muchos garañones montar yeguas. — No es exactamente como sucede entre los hombres y las mujeres — Adrian se apresuró a esclarecer. — Cómo que no? Cierta vez, sorprendí al cochero que cuida del establo con la criada que había ido a buscar leche , estaban encima de un fardo de heno en el granero y… — Por favor, para, Clarissa — Adrian susurró, pues su mente había comenzado a funcionar, proyectando una imagen de Clarissa vestida de criada en cuatro patas sobre un fardo de heno, con la falda levantada hasta la cintura y él tomándola por atrás. Apartando esa

imagen de su mente, Adrian respiró varias veces profundamente y procuró corregir lo que había dicho , explicando: — Puede hacerse de ese modo, pero no la primera vez. La primera vez es mejor que los dos estén uno frente al otro. — Entiendo — Clarissa murmuró y él casi estaba respirando aliviado por haber cerrado el tema cuando ella preguntó : — Por qué ? Adrian carraspeó y respondió : — Porque la primera vez tal vez no sea muy confortable para la mujer. — Tu primera vez fue muy ... mala? — Clarissa quiso saber. — No. — Entonces por qué la de una mujer lo sería? Era una pregunta más que razonable, pero Adrian no tenía la menor intención de entrar en detalles. No sabía por donde comenzar y ni siquiera quería intentarlo, hasta que ella dijo : — Está bien, mi lord . Voy a preguntarle a Lydia. Rápidamente él enderezó su cuerpo y dijo :

— Tienes una… Hay una… Es mejor preguntarle a Lydia — finalmente Adrian admitió, sintiéndose un completo idiota. Sería más fácil hacer una demostración práctica, mucho más que intentar explicarlo. Una parte de su cerebro que contenía todo tipo de ideas impropias e indecorosas comenzó a provocarlo para que hiciese la demostración esa misma noche, así ya no tendría que preocuparse de que Clarissa pudiese rehusarse a casarse a la semana siguiente. — De este modo? — Hum? — Saliendo de sus pensamientos, Adrian vio que Clarissa lo miraba. — Estaríamos frente a frente así ? — ella preguntó. — No, vos acostada de espaldas en la cama y yo encima tuyo —Adrian respondió automáticamente, ya viendo en su mente la expresión de ella llena de excitación como aquella otra noche. — Por qué debo estar acostada de espaldas?

Adrian la miró, intentando concentrarse y luchando por borrar las imágenes que venían a su mente. — Bien, no necesitas estar acostada de espaldas para hacer el amor. Yo puedo estar acostado y vos sobre mí. Esa imagen inmediatamente hizo que Adrian se viese en la cama, con las manos tocando y acariciando los pechos de Clarissa y ella cabalgando sobre él. — Entonces hay muchas maneras de hacer el amor, mi lord ? — Las hay , si. — La voz de Adrian comenzaba a sonar más grave y ronca. Era difícil no verse afectado por ese tipo de conversación. — Describeme otras — Clarissa pidió . La mente de Adrian hizo un relevamiento de todas las posiciones en las que le gustaría tener sexo con ella. Procuró borrarlas de su cabeza, entonces tosiendo, respondió : — Hay , por ejemplo, las posiciones que ya te conté ; también hay una en que yo quedaría sentado con vos sobre mi regazo, o…

— Cómo sería eso? — Clarissa interrumpió , interesada. Adrian la miró por un breve instante. Su mente estaba en un torbellino de ideas opuestas, debatiendo entre simplemente hacer la demostración ahí mismo , asegurándose de que Clarissa tuviese que casarse con él. Sabía que no era esa la manera correcta de ganarse una esposa, que Clarissa merecía mucho más que un incómodo asiento de carruaje la primera vez. Sin mencionar, la cuestión del respeto. Sería muy poco respetuoso poseerla en un carruaje en movimiento. Por otro lado, su cuerpo no estaba preocupado por la cuestión del respeto, o de la consideración, o por la cuestión moral de engañarla para casarse. Su cuerpo estaba absolutamente excitado con toda esa conversación y le exigía tomar una medida práctica rápidamente. Sin estar muy consciente de lo que estaba haciendo, Adrian pasó los brazos por la cintura de Clarissa, levantándola para que se

sentase en su regazo, con la rodillas a cada lado de sus muslos. Clarissa gimió con sorpresa, con los ojos muy abiertos , agarrándose a sus hombros al sentarse . — De este modo? — ella preguntó , pareciendo dudar. Adrian la empujó más cerca de su pecho hasta que los senos de ella casi tocaban su tórax. Su voz ahora estaba absolutamente ronca, casi inaudible. — Eso es, de este modo. Y entonces vos movería las caderas hacia arriba y hacia abajo . — Hacia arriba y hacia abajo ? Clarissa quiso confirmar. Después de vacilar un poco, ella comenzó a levantar y bajar su cuerpo. — Así? — Así… — Adrian observaba sus pechos levantarse y bajarse delante de sus ojos. Bajaban hasta la altura de su boca y subían hasta la altura de sus ojos. Arriba y abajo . Arriba y abajo . Él miró los labios, fascinado por el movimiento. Si inclinase la cabeza sólo un poquito, él podría lamer esa carne tierna que danzaba delante de él.

— Es duro — Clarissa comentó. —Y ... si ... — Adrian concordó, pensando al principio que ella se estaba refiriendo a la erección de él. Se dio cuenta después que ella se refería a la dificultad del movimiento constante de subir y bajar, tensionando músculos que no estaban acostumbrados. Se corrigió entonces: — Quiero decir, si es duro. — Pero no podríamos besarnos haciendo esto, o no ? — ella preguntó, pareciendo lamentarse, pues ya le había dicho que adoraba ser besada. Tomándola por la nuca, Adrian se inclinó sobre ella y la besó , succionando sus labios como una abeja busca a una flor, forzándolos después con la lengua para que se abriesen y que el beso fuese más profundo. Clarissa dejó de moverse y se acurrucó contra el pecho de él, dando un pequeño suspiro. La pelvis, ardiente y deseosa, se posó en el exacto lugar en que la erección de él presionaba los pantalones. Adrian gimió y su cuerpo, instintivamente, cambió de

posición debajo del de ella, presionándola. Si lograse simplemente meter la mano y acomodar las ropas de los dos, podría poseerla allí mismo, él pensó. En ese mismo instante en que ese pensamiento pasó por su cabeza, sus manos alcanzaron el borde inferior de la falda de Clarissa, pero para su decepción , ella estaba arrodillada trabando la tela. Adrian vaciló por un segundo, analizando cómo hacer para mover la tela, y en un movimiento brusco, la lanzó hacia adelante . Clarissa se llevó un susto y procuró equilibrarse. Él la colocó en el asiento del lado opuesto, arrodillándose entre las piernas de ella en el piso del carruaje. Intentaba levantar la falda de ella cuando el carruaje se detuvo abruptamente. Fue tan inesperado que el traqueteo hizo con que él se cayese de espaldas en el piso del carruaje, empujando a Clarissa arriba de él. Adrian gimió de dolor con el impacto del cuerpo de Clarissa sobre su miembro, sintiéndose muy alarmado cuando la puerta

fue súbitamente abierta al lado de ellos. Ambos miraron al cochero quien los observó primero con una expresión de asombro para, en seguida, mirarlos divertido. — Diablos! — Clarissa sacó el cabello de su rostro y le sonrió avergonzada al hombre. — Nos caímos del asiento, por increíble que parezca.. — Si, mi lady — dijo él impasible. Adrian tomó Clarissa por la cintura y rápidamente la acomodó en el asiento . Recomponiéndose, él se levantó y descendió del carruaje, intentando mostrar, sin éxito, algo de dignidad. Una vez que estuvo fuera del carruaje, le dio una sonrisa forzada al cochero y se volvió para ofrecer la mano a Clarissa para que bajase también. Aunque no pudiese ver la expresión del cochero, Clarissa se sentía avergonzada e intentó justificar la escena, sin saber exactamente qué decir. — Caramba, James, la parada nos tomó de sorpresa. No imaginábamos que ya habíamos llegando. Lord Mowbray me estaba mostrando…

— Qué le estaba mostrando, mi lady? — James preguntó en un tono malicioso. Clarissa estaba segura que el episodio sería objeto de chismes entre los criados más tarde. Ante la vacilación de ella, James, quien se estaba conteniendo para no estallar en risas, asintió con la cabeza y dijo : — Claro, mi lady, imaginé que él estaba intentando mostrarle algo . Adrian le dirigió una mirada furiosa al hombre. Sus criados no se atreverían a tener semejante actitud, pensó. — Creo que debo llevarla a la casa ahora — el cochero comentó cuando Adrian comenzaba a acompañar a Clarissa. — Si — él confirmó, en un tono áspero. — Sólo voy a acompañar a lady Clarissa hasta la puerta. — Por supuesto , mi lord . — Gracias por sus instrucciones — dijo Clarissa bajito al llegar a la puerta. Adrian la miró con ternura, observando los cabellos de ella. La mitad del rodete estaba deshecho y caía en mechas; la otra mitad

estaba sujeto de forma muy precaria. Él levantó las manos y soltó lo que quedaba del rodete. Los cabellos cayeron en ondas alrededor del rostro delicado, de manera encantadora. Quedarían muy lindos desparramados sobre las almohadas, él pensó. Adrian se inclinó para besarla y estaba a un milímetro de su boca cuando la puerta fue repentinamente abierta. Dando un suspiro, él dio un paso hacia atrás y murmuró bajito : — Sueña conmigo. — Buenas noches, mi lord — Clarissa respondió y entró en casa. CAPITULO 15 — Mi lady! Clarissa abrió los ojos y, parpadeando mucho, se sentó en la cama cuando la puerta de su cuarto fue abierta. — Qué pasa, Joan? preguntó, asustada.

— Sus anteojos llegaron! — Joan dijo tan animada como si los anteojos fuesen de ella. — Qué bueno! — Exultante, Clarissa arrojó las mantas a un lado en el exacto momento en que Joan llegaba a la cama. La criada soltó un grito de asombro, que fue seguido por un ruido contra la pared a su derecha y un sonido a vidrios rotos que la hizo congelar. — Qué sucedió ? — Clarissa preguntó temerosa. Joan vaciló por un momento y, al hablar, balbuceó : — Oh, mi lady… su mano golpeó la mía al sacar las mantas y… sus anteojos volaron de mi mano. — Fueron ellos los que se golpearon contra la pared? — Si, mi lady — Joan dijo, dando la vuelta a la cama, y agachándose para tomar los anteojos, cuyos lentes estaban rotos en pedazos. Clarissa bajó la cabeza y cubrió su rostro con sus manos, angustiada. Y la culpa era de ella.

— Lo siento mucho, mi lady — Joan murmuró, parada al lado de la cama, sujetando os anteojos quebrados en sus manos. Clarissa sacudió la cabeza y se levantó , procurando calmarla. — La culpa no fue tuya, Joan. Ahora, ayúdame, por favor, a vestirme. Lady Mowbray me va a llevar a la costurera para hacer la prueba final de mi vestido de novia. — Por supuesto , mi lady. — Joan colocó lo que quedaba de los anteojos sobre la mesa de cabecera y comenzó a ayudarla a desvestir el camisón y a aprontarse para enfrentar el día. Clarissa se quedó callada, masticando la rabia por ser tan calamitosa y de haber roto los anteojos que por tanto tiempo había aguardado. Pero no quería abatirse por eso, ella pensó. Los anteojos podían ser perfectamente reemplazados. Aunque ansiase mucho tenerlos ahora, podría mandar a hacer nuevos. Pero una parte de su mente, dudaba que ansiase tanto eso, pues, por más tonto que pudiese parecer,

Lydia había insistido tanto que ella se veía tanto mejor sin los anteojos, que temía la reacción de Adrian cuando la viese con ellos. Clarissa estaba segura que él no la abandonaría por eso, pero de hecho , no era para nada atractivo usar anteojos. Le gustaría no necesitarlos . — Listo, mi lady — Joan murmuró consternada. Clarissa no veía motivo para que ella se sintiese tan mal. Había sido un accidente como tantos otros que habían sucedido desde que Lydia le había sacado los anteojos. — Quiere que la acompañe, mi lady? — Si, Joan — respondió Clarissa, tomando el brazo de la criada. El hall del piso superior estaba hasta entonces vacío, pero por azar al llegar a la escalera se encontraron con Lydia que iba a subir. — Ah, estás ahí — dijo la madrastra, aguardándolas en el hall. — Foulkes dijo que tus anteojos llegaron. Por qué no los estás usando?

Clarissa sintió la tensión en el brazo de Joan y le dio una palmada confortadora. — Hubo un pequeño accidente y yo los rompí. — Cómo? — Lydia jadeó, volviéndose inmediatamente hacia Joan. — Cómo dejaste que eso sucediese? — No fue culpa de Joan — la defendió Clarissa. — Fui yo quien golpeó la mano de ella sin querer. — Debería haber sujetado los anteojos con mayor firmeza — Joan admitió , y Clarissa sintió ganas de abofetearla por haber abierto la boca. — Estúpida! — Lydia gritó. — Ve a arreglar tus cosas. Te quiero fuera de esta casa inmediatamente. Clarissa estaba segura que su madrastra habría ignorado a la criada si ella no hubiese - con sus palabras - aumentado la rabia de su patrona. — Si, mi lady. — Joan soltó su brazo, pero Clarissa la detuvo. — Joan es mi criada, Lydia. Yo iba a pedirte para llevármela conmigo cuando me case,

pero como vos la estás despidiendo, creo que ya no necesito tu permiso. — Después , volviéndose hacia Joan, dijo con delicadeza. — Es mejor embales tus pertenencias ya mismo, si quieres venir conmigo. — Ella no se va a quedar bajo este techo. Ella… — Lydia! — John Crambray apareció en la puerta de la sala de cenar, con una expresión irritada. Obviamente, había escuchado todo y no parecía satisfecho. Lydia se volvió lentamente hacia él. — Si ? — Basta, Lydia! Si Clary quiere llevarse a Joan con ella, puede hacerlo. Joan se quedará aquí hasta que Clarissa nos deje e irá con ella a su nuevo hogar en Mowbray. Será muy bueno para que no se sienta sola en la nueva casa. — él entonces se volvió hacia la criada. — Te gustaría ir con ella? — Si, mi lord , voy a estar contenta de acompañarla. John Crambray sacudió la cabeza .

— Como el casamiento es en dos días, es buena idea que comiences a empacar. — Gracias, mi lord Joan agradeció y , vacilantemente, le preguntó a Clarissa: — Precisa algo más de mí ahora, mi lady? — No, puedes ir. Sólo voy a tomar un té y comer una tostada mientras aguardo a lady Mowbray. Ve a ocuparte de lo que necesites antes que salgamos. Cuando vio la silueta turbia de la criada apartarse, Clarissa se volvió hacia su padre y su madrastra medio insegura. Lydia había permanecido callada, pero irradiaba rabia por todos los poros al ver sus planes arruinados. — Ven a desayunar, Clary — le dijo su padre con dulzura. — Vas a precisar más que té y tostadas para enfrentar el día de hoy. Clarissa se unió a él en la sala deseando saber como arreglar las cosas con su madrastra. Despedir a la criada era sólo una manera de herirla. Lydia siempre había demostrado resentimiento hacia ella y ese sentimiento sólo había crecido a lo largo de

los años. Como no conocía la causa, tampoco sabía como arreglar la situación. Cuando lady Mowbray llegó , Clarissa fue a recibir a su futura suegra al vestíbulo. Lydia, quien había estado en sus aposentos, bajaba las escaleras cuando Clarissa saludaba a lady Mowbray. Temiendo que ella todavía estuviese de mal humor, Clarissa no la esperó para despedirse. —Dios ! — lady Mowbray comentó tan pronto se instalaron en el carruaje —, qué expresión seria tenía lady Crambray. Parece que ella no es una persona diurna. Clarissa suspiró y pensó en simplemente confirmar que ella no era ni diurna ni nocturna, pero, reflexionando mejor, decidió decir la verdad y le contó a lady Mowbray el incidente de la rotura de sus anteojos y la reacción de Lydia. Lady Mowbray intentó consolarla, concordando que no era culpa de nadie, después de todo los accidentes ocurren, haciendo después un comentario que le sonó extraño a Clarissa: — Adrian se sentirá aliviado.

Sin saber qué decir, Clarissa volvió su rostro hacia la ventanilla, intentado esconder su preocupación. Sería que él odiaba tanto los anteojos ? Estropearía todo cuando volviese a usarlos? Ella que había llegado a pensar en preguntarle a lady Mowbray si no podrían hacer una parada para comprar un nuevo par de anteojos en la ciudad, ahora ni siquiera se atrevía a sugerirlo. Clarissa reconsideró el asunto mientras el carruaje recorría las calles de la ciudad y continuó pensando en los anteojos durante la prueba del vestido, que, según la opinión general, era muy lindo. Cuando terminó de probárselo , la costurera la ayudó a quitárselo y volvió toda su atención a lady Mowbray y al vestido que iba a usar en el casamiento. Clarissa caminó por la tienda y se dirigió a la puerta del frente, todavía con los anteojos en mente. — Hay algo en que pueda ayudarla, mi lady? Quiere un té mientras aguarda? Ella reconoció la voz de la asistente de la costurera. Sin vacilar entonces preguntó :

— Hay alguna botica con óptica por aquí ? — Hay, a dos tiendas de aquí — le informó la asistente, satisfecha por poder ser útil. — Gracias — Clarissa murmuró, dando una mirada a la sala del fondo de la tienda. La costurera demoraría un poco para vestir a lady Mowbray y para hacer los ajustes al vestido de ella, como había hecho en el suyo. Viendo que la asistente se apartaba, ella abrió la puerta y salió de la tienda. Vaciló por un momento, pero resolvió buscar la óptica. Después de todo, quedaba tan cerca que no habría ningún riesgo Como la asistente le había informado, a dos tiendas de distancia, Clarissa apoyó su rostro en la vidriera y confirmó que la farmacia era allí mismo. Apenas entrar en esa tienda ya le hizo bien. Estaba llegando el momento de poder ver nuevamente. — En qué la puedo ayudar, mi lady? Clarissa tuvo un sobresalto, pues no había dado notado la aproximación del vendedor. Procurando calmarse, dijo : — Necesito anteojos.

— Muy bien , está en el lugar correcto, mi lady. Tengo una gran variedad. Clarissa dejó la botica varios minutos después , con un nuevo par de anteojos colgado en su nariz y una amplia sonrisa en su rostro. Qué maravilla. Era una bendición poder ver nuevamente. Contempló la calle de un lado al otro, observando pequeños detalles de las ropas y de las caras de las personas que pasaban. Después volvió su atención a los carruajes y los caballos que circulaban. Un suspiro de satisfacción se escapó de sus labios. No quería que lady Mowbray se preocupase por su falta, pues no planeaba contarle sobre su escapada y la compra de los anteojos. Quería primero entender exactamente la opinión de Adrian sobre el uso de anteojos. Si a él realmente no le gustaban, ella aguardaría un poco más antes de usarlos delante de él. Pero sólo el tiempo suficiente para que él la amase. Después , los anteojos seguramente no harían ninguna diferencia para él.

Por lo menos era lo que esperaba, porque no tenía ninguna gana de pasar la vida a ciegas . Parándose en la puerta de la costurera, Clarissa dio una última mirada al mundo a su alrededor . Se sacó finalmente los anteojos y los guardó en un pequeño bolsillo de su falda. Mientras tanto ellos serían su secreto. Sólo los usaría cuando estuviese a solas. Medio ciega de nuevo, Clarissa apenas había entrado a la tienda de la costurera cuando lady Mowbray vino rápidamente desde el fondo . — Estás lista para irnos, querida? Pensé que podríamos tomar té en la casa de Adrian hoy. Así conoces a la servidumbre. Clarissa levantó las cejas sorprendida. — Adrian tiene una casa sólo de él en la ciudad? — Si. La compró cuando todavía era joven y rebelde. Quería un lugar donde pudiese hacer lo que quisiese — explicó lady Mowbray con un aire pícaro. — Ahora él la mantiene sólo para molestarme, creo. Y para evitar que esté molestándolo para que vaya

a un baile u otro o asista a una obra de teatro a la que no quiere ir. Clarissa esbozó un leve sonrisa. — Un té con Adrian será perfecto, mi lady. — Finalmente llegaste . — Adrian colocó la bolsa de monedas sobre la mesa y se recostó en la silla con un suspiro cuando Hadley apareció. Martin Hadley era el hombre que había contratado para investigar la razón por la que Clarissa había desaparecido de la sociedad y descubrir donde él podría encontrarla nuevamente. Adrian había usado el servicio de Hadley por primera vez varios años antes cuando comenzaron a desaparecer algunas cosas de la propiedad de su familia. El hombre había sido recomendado por un vecino a quien había servido en diversas ocasiones, mostrándose muy competente para lidiar con tales asuntos. Hadley había sido criado como lacayo en la propiedad rural de la familia. En realidad , la única ocupación de él había sido descubrir a dónde estaban siendo desviadas la plata y las reliquias de la

familia. Una semana después de entrar en escena, él había atrapado a la criada responsable de los robos. Adrian había quedado bastante impresionado. Había empezado a usarlo en otras circunstancias y creía bastante en él para darle la tarea de localizar a Clarissa después de sus frustrados esfuerzos. La misión de él era descubrir a cuales eventos sociales ella y su madrastra estaban asistiendo con la esperanza de poder estar con ella por algunos minutos. Naturalmente, esa misión había acabao desde la noche de su compromiso, y Adrian había decidido hacer el arreglo de cuentas con el muchacho. Era lo que estaban haciendo en ese momento, pero esa no era la única razón por la cual deseaba verlo. — Gracias , mi lord , por pagarme tan rápido. Pocos son tan cumplidores, muchos precisan, por el contrario, ser perseguidos para pagar. — Con la bolsa de monedas debidamente guardada en el bolsillo, Hadley se relajó en la silla e preguntó : —Usted

mencionó en su nota que hay otro asunto que quiere que investigue. — Exacto. Se refiere a Clarissa. — Adrian frunció el ceño y dejó su mirada vagar a través de la ventana, contemplando el jardín. — Es posible que alguien tenga la intención de hacerle mal a ella. Creo que durante tus investigaciones vos tomaste conocimiento del gran número de accidentes que ella ha sufrido? Hadley asintió con la cabeza. — Oí decir que la señorita normalmente usa anteojos, pero la madrastra se los sacó. Ella queda extremamente vulnerable a los accidentes con eso. Adrian pareció relajarse un poco, aliviado porque el hombre se había notado cosas que nadie más además de él percibía. Hadley era un buen hombre. Aclararía todo. — Es probable que la causa de la mayoría de ellos sea la falta de anteojos, pero hay uno o dos que me hacen pensar. Hadley apretó los labios y después dijo :

— Apuesto a que uno de ellos fue la caída de ella en la calle cuando casi fue atropellada por un carruaje. Adrian asintió con la cabeza, nada sorprendido de que el hombre hubiese oído hablar al respecto durante sus investigaciones. Hadley era conocido por su minuciosidad. Después que Adrian relatase los hechos y explicase lo que debía ser hecho, ellos dejaron el escritorio. Apenas entraron al hall apareció Jessop quien, al verlos, se apresuró a ir al encuentro de ellos. — Va a salir, mi lord ? — el hombre preguntó con una cierta deferencia, que Adrian halló medio sospechosa y sabía que no se debía solamente a la presencia de Hadley. — Si. Mi madre arregló para tomasemos el té con Clarissa después de probarse los vestidos, por eso vamos para allá. Ellas ya deben haber terminado las pruebas, no crees? — No sabría decirlo, mi lord — respondió el criado secamente.

— Hum, — A Adrian no le gustó mucho el tono, pero simplemente dijo : — Trae a carruaje hacia delante de la casa, por favor. — Por supuesto , mi lord . — Cuando Jessop salió, Adrian fue a tomar su saco y su sombrero, así como los de Hadley, y dejaron el hall para aguardar el carruaje afuera de la casa. — Se está cuestionando el accidente con el carruaje por lo que pasó en la fuente? — Hadley preguntó mientras esperaban que el carruaje llegase. — No sólo por eso, sino también por el hecho que Clarissa fue “empujada” a la calle cuando alguien chocó con ella. Y ella no tiene la menor idea de quién fue. Además de eso también está el episodio de la caída en la escalera — Adrian argumentó. — De esa caída no me enteré — dijo Hadley. — Qué sucedió ? — Como debes saber, Clarissa normalmente precisa que alguien la acompañe a donde quiere que vaya; quien la acompaña casi siempre es la criada. Ese día, ella se impacientó y resolvió descender sola. Acabó

tropezando con algo y rodó escaleras abajo. Lo extraño es que nadie sabe con qué ella tropezó. —Adrian estiró el cuello para ver si el carruaje ya estaba llegando. — Puede ser una exageración de mi parte, pero, en mi opinión , alguien podría haberse interesado en saber qué había causado la caída, pero nadie lo hizo. Hadley permaneció callado, reflexionando sobre lo que Adrian le contaba. — Sé que no hay razón para concluir que ambos accidentes fueron otra cosa que meros accidentes. Pero, después del incidente en la fuente, todo eso me preocupa. — Es muy conveniente que ella parezca ser torpe si alguien realmente está provocando esos accidentes — Hadley concluyó . — También pensé en eso — Adrian admitió. — Si fue la madrastra quien le sacó los anteojos a Clarissa, será que es ella quien está detrás de todo esto ? — Hadley ponderó. — Ella no parece cuidar mucho a Clarissa por la manera en que la trata. Por lo

menos , es lo que me pareció, pero puedo estar equivocado. — No, no estás equivocado. Lydia parece identificar a Clarissa con la madre muerta, a quien de cierta forma ve como una rival con quien compite por el afecto de su marido. — Comprendo — dijo Hadley, silenciándose con la llegada del carruaje. Adrian informó al conductor del carruaje a donde deseaba ir, entró en el carruaje y ambos se mantuvieron callados hasta llegar a la residencia de los Crambray. — Lady Clarissa no está en casa — Foulkes les avisó al abrir la puerta y encontrarse con Adrian y Hadley. — Quedé en encontrarme con ella e mi madre aquí para tomar el té cuando llegasen —Adrian explicó. — Ellas todavía no llegaron — informó el mayordomo, con cara de pocos amigos. Adrian comenzaba a pensar que tendrían que aguardar en el carruaje cuando John Crambray apareció en el hall y, al verlo, pronto ols invitó a entrar.

— Bienvenido , Adrian. Entra! Clarissa y tu madre pronto estarán de vuelta, a menos que se hayan detenido en alguna tienda para hacer compras. — Volviéndose hacia el mayordomo, él dijo : — Foulkes, acompaña a los caballeros hasta el salón para que aguarden a Clary y a lady Mowbray allá. — Si, mi lord . — Foulkes abrió la puertecilla y dio un paso al costado para permitir que entrasen. — Desgraciadamente , yo estaba de salida — explicó lord Crambray, disculpándose. — Tengo una reunión en el club con un viejo amigo, de lo contrario tendría placer en hacerles compañía. — No te preocupes, mi lord . Tal vez lleve a Hadley hasta la fuente mientras esperamos la vuelta de ellas. Estoy pensando en construir una igual en mi casa de campo y quería la opinión de él al respecto. — Bueno , siéntete en tu casa. A Clarissa realmente le gusta mucho esa fuente. Siempre que puede vas a sentarse a leer por allá. O solía hacer eso — agregó con un leve sonrisa. — Antes de quedarse sin los

anteojos. Hablando de eso, el par de reserva llegó esta mañana. Adrian se sintió tenso ante esa noticia, pero se relajó en seguida al oír de lord Crambray que los anteojos también habían resultado rotos en un pequeño accidente. El alivio que Adrian sintió fue casi palpable. Todo su cuerpo se relajó hasta que el padre de Clarissa agregó : — Debo llevarla a una farmacia aquí en la ciudad para que compre anteojos nuevos antes del casamiento. — No hay necesidad de eso, mi lord — Adrian retrucó rápidamente. — Yo mismo se los compraré . Lord Crambray vaciló un poco y después aceptó: — Como te parezca mejor. — Dirigiendose entonces a la puerta, completó : — Con permiso, entonces, estoy seguro que Clarissa y lady Mowbray no demorarán. — Por aquí, caballeros — Foulkes murmuró, después de cerrar la puerta, encaminando a los visitantes al hall.

— A partir de aquí podremos encontrar el camino, Foulkes. Gracias— dijo Adrian cuando el mayordomo abrió las puertas del salón. — Como quiera — respondió Foulkes, asintiendo con la cabeza. Voy a ver si la cocinera ya está preparando el té para tomar cuando jas damas lleguen. Adrian abrió las puertas francesas y caminó delante de su acompañante, que de vez en cuando miraba hacia atrás para orientarse por donde estaban yendo. En la noche del baile, Adrian había saltado el portón de los fondos, pero no había tenido problema en encontrar la fuente. Sabía que ella quedaba en el fondo de la propiedad, del lado derecho, por eso siguió por sendas que conducían en esa dirección. — Aquí estamos — finalmente dijo. Hadley se detuvo , examinó la fuente, volviéndose después para mirar la senda por donde habían llegado hasta allí. — Fue por aquí que ella vino? — Esa es la senda por donde Clarissa y Joan volvieron, por eso presumo, que haya sido

por ella que llegó hasta aquí — Adrian explicó y siguió a Hadley para examinar los árboles al final de la senda. Ninguna rama era tan baja como para causar problemas. Ninguno de los dos necesitó bajar la cabeza para caminar entre los árboles , y la cabeza de Clarissa llegaba al mentón de él. Hadley se dio vuelta para examinar la fuente de donde ellos estaban. — Clarissa creyó que se golpeó la cabeza con un rama cuando salía de la senda — Adrian comenzó. — Y recuerda que, al tropezar, dio unos pasos más antes de caer y desmayarse. Hadley se apartó un poco más para investigar la fuente y sacudió la cabeza. — No fue esa la manera en que ella terminó en la fuente. — También yo creo que no — Adrian admitió, contrariado. — Y es evidente que ella no se golpeó la cabeza con una rama . Aunque hubiese tropezado, las ramas están muy altas como para que ella se hubiese golpeado la cabeza. — Concuerdo.

— Temo que usted tenga razón, mi lord , — Hadley caminó en dirección a la arboleda del lado izquierdo de la senda y apartó con los pies la vegetación rastrera para poder examinar el suelo. — No puedo creer que haya sido un accidente. — No. — con el ceño frunciendo, Adrian fue una vez más a mirar la fuente, recordando como su corazón casi le había saltado del pecho al ver a Clarissa flotando. Sabía que estaba interesado en ella, pero sólo en ese momento la profundidad de sus sentimientos se había hecho evidente. Era comprensible entonces que la idea de que alguien pudiese querer hacerle mal a Clarissa le fuese tan repugnante. —Oh ! Qué tenemos aquí ? Adrian se volvió para observara Hadley al oír el tono ácido del comentario y vio que él se inclinaba para tomar algo del suelo . Un momento después el hombre se enderezó , levantando una rama bien larga y gruesa. Adrian fue inmediatamente a pararse a su lado.

— Crees que Clarissa puede haberse chocado con esa rama? — Sólo si la hubiese serruchando del árbol — Hadley respondió secamente , mostrándole la punta. Adrian notó las marcas del corte de una sierra en la rama, después los largos cabellos castaño que habían quedado enganchados en la punta . Hadley sacó los cabellos y levantó una ceja. — Supongo que son de Clarissa. Por lo menos , el color se parece. Adrian confirmó con la cabeza. — Eso significa que alguien anticipadamente cortó esa rama, la atrajo a este lugar y la golpeó con ella. Después Clarissa fue arrojada a la fuente, sin duda con la idea de que se ahogase. Ella se salvó gracias a su plan de tener un encuentro con ella aquí esa noche. Adrian sintió un aprieto en su corazón. Y si él hubiese escogido otro lugar para encontrarla, u otra noche… Clarissa podría estar muerta ahora. Sintió un escalofrío ante

la mera idea de cuan cerca había estado de perderla. Hadley lanzó la rama al suelo nuevamente y se frotó las manos para limpiarlas. — Y el incendio? Adrian parpadeó . — El incendio? — Si, esa misma noche. No hubo un incendio aquí y usted y Clarissa fueron atrapados en una situación un poco complicada? — Ah, si. No había asociado eso . — Adrian apretó los labios. — El fuego irrumpió exactamente en la puerta del cuarto de ella. Parece que una vela quedó ardiendo en la mesa del hall y, de alguna manera, se cayó causando el incendio, o por los menos es eso lo que todos presumen que sucedió . — No cree en un incendio accidental? — La puerta del cuarto de Clarissa estaba trancada, o bloqueada del lado de afuera. No es que eso importe porque estaba lamadera estaba muy caliente cuando noté el humo y me aproximé a ella. El fuego crepitaba del otro lado. Tuvimos que salir por

la ventana. Pero si ella hubiese estado sola y durmiendo… Hadley sacudió la cabeza . — Voy a comenzar a investigar sobre el incidente en el mercado cuando ella casi fue atropellada por los caballos. Tal vez no solamente haya sido un accidente, como me dijo, pero voy a ir allá para ver si alguien se acuerda de haber visto quien la empujó. También voy a conversar con el personal de aquí sobre el día que ella cayó de la escalera, pero… — No concuerdo — retrucó Adrian: — Prefiero que nadie sepa que sospechamos que alguien intentando dañarla. Hadley ponderó : — Y en qué posición queda Clarissa? Si alguien estuviese intentando matarla, puede redoblar los esfuerzos ahora para completar la tarea antes que ella se case con usted. — Pensé en eso. Le estoy pagando a tres criados de los Crambray para que la vigilen . Tomé esa medida la misma noche del incendio.

— Y en cuanto a la criada de ella? — Hadley preguntó. Adrian encogió los hombros . — Bien, Joan ya tiene la tarea de cuidar a Clarissa y acompañarla a todas partes. Además, temo que pueda contarle a Clarissa, y no quiero que ella se ponga ansiosa o se asuste. Ya está bastante nerviosa con los preparativos del casamiento. — Creo que sus medidas fueron suficientes y… — Adrian Maximillian Montfort. Tensamente , Adrian se dio vuelta lentamente en dirección a la senda en la cual su madre surgía, trayendo a Clarissa. Era obvio que él estaba en apuros. Lady Mowbray sólo lo llamaba con su nombre completo cuando consideraba que él había hecho algo equivocado. Aunque , en este momento, él no encontraba ninguna razón de que preocuparse . Entonces, su atención fue inmediatamente desviada hacia Clarissa.

Ella estaba usando un adorable vestido color crema y los cabellos sujetos a los costados, cayendo en la espalda en una linda cascada. Le gustaba más cuando ella se peinaba así que cuando tenía un rodete en lo alto de la cabeza, como todas las mujeres usaban en los bailes. Ella estaba muy linda. — Vamos, deja de mirar a Clarissa como un bobo— lady Mowbray lo retó impacientemente, probablemente porque él no le estaba dando la debida atención en un momento en que se mostraba enojada. — Pronto ella va a ser tu esposa y podrás deleitarte a voluntad . Ahora, me gustaría que me escuchases. Adrian parpadeó y volvió reticentemente a mirar a su madre, preguntando: — Qué hice de malo? — No recuerdas que te propuse un té con Clarissa hoy? Adrian levantó las cejas . — Claro que lo recuerdo. Es por eso que Hadley y yo estamos aquí.

— Ah, qué amables —replicó ella con una sonrisa falsa, que suavizó al agregar: —Pero íbamos a tomar el té en tu casa! — En mi casa? Lady Mowbray soltó un suspiro exasperado. — Si, Adrian, en tu casa. Quedaste en pedirle a los criados que limpiasen a fondo la casa y que se pusiesen la ropa de domingo para que fuesen presentados a Clarissa; así ella tendría la oportunidad de conocer la nueva casa y el personal antes del casamiento. Adrian miró a su madre, desconcertado. Ahora que ella lo mencionaba, tenía un vago recuerdo de ella le había dicho que sería una buena idea que Clarissa fuese presentada al personal da casa. En su momento no lo había entendido bien, pero ahora todo tenía sentido. Su madre había tenido una buena idea, Adrian admitió. Clarissa no sólo cambiaría de casa, sino también de vida con el casamiento. Conocer su nuevo mundo facilitaría todo para ella. Era una pena que

no hubiese prestado más atención a su madre para evitar ese error. Lady Mowbray soltó un otro suspiro, después miró a Hadley. — Señor Hadley, mi hijo me habló de usted. Adrian se pus tenso, temiendo que su madre mencionase el servicio que el hombre le había prestado. — Clarissa, este es el Señor Hadley. De vez en cuando él ayuda Adrian en algún proyecto. Señor Hadley, esta es mi futura nuera, lady Clarissa Crambray. — Lady Crambray. — Hadley caminó sonriente hasta ella y le extendió la mano, sin dejar de levantar los ojos hasta lo alto de su cabeza. Adrian pronto entendió que él quería ver la herida ocurrida la noche del incendio. Pero ya no había ninguna señal de ella. Ya había pasado una semana y media desde el accidente. — Buenas tardes, Señor Hadley — Clarissa lo saludó. — Qué clase de ayuda le presta a Adrian?

Adrian se puso tenso con la pregunta, pero no necesitaba preocuparse . Hadley fue rápido en la respuesta y ientió sin vacilar: — Ah, una cosita o otra. En verdad , un poco de cada cosa. — Ah — Clarissa murmuró, pero pareció sentirse curiosa. — En realidad — Hadley completó — lord Mowbray estaba justamente diciéndome esta mañana que su próximo proyecto es hacer una fuente, en el mismo estilo que la fuente de la casa de su padre, en Mowbray. Fue por eso que me invitó a tomar té con las damas. Adrian se quedó maravillado con la habilidad de ese hombre. — Claro — dijo Clarissa con una amplia sonrisa. — Qué linda sorpresa. — Entonces el Señor Hadley va a volver con nosotros a tu casa para que tomásemos el té allá, verdad ? — Bien… — Adrian balbuceó . — Creo que Foulkes se ocupó para el té se hiciese aquí. — Le explicamos la confusión a Foulkes cuando lleguemos — Clarissa informó. — Y

él dijo que no nos preocupásemos. La cocinera sería avisada que no debe preparar nada. — También le explicamos a Jessop. — fue el turno de su madre de informarle. — Y él quedó en pedirle a tu cocinera que el té estuviese pronto en el momento en que lleguemos. — Ustedes fueron hasta allá? — Adrian preguntó sorprendido . Su madre asintió con la cabeza. — Fue cuando nos enteramos que ustedes estaban aquí. Fue Jessop quien nos informó. — Muy bien , entonces vamos allá — Adrian concordó. Caminaron hasta el frente de la casa y se estaban preparando para entrar en el carruaje cuando Hadley dijo : — Mi lord , por más agradable que sea tomar el té en tan buena compañía, creo que es mejor que comience pronto nuestro proyecto. — Es verdad, Hadley — Adrian concordó, extendiéndole la mano. — Muchas gracias . Espero tener noticias suyas pronto.

El hombre apretó la mano de Adrian y asintió con la cabeza. Se despidió después de las damas, agradeciendo, y siguió por la calle. — Por qué el Señor Hadley no quiso ir tomar té con nosotros ? — Clarissa preguntó cuando Adrian entró en el carruaje y ocupó el asiento frente a las dos. — Porque tenía algunos asuntos de que ocuparse — Adrian respondió vagamente, mirándola con cariño. Ella era un verdadero rayo de sol en ese vestido crema y le sorprendí que ella le pareciese más linda cada vez que la veía. Lady Mowbray comenzó a comentar sobre las pruebas de los vestidos que habían hecho esa mañana, y Adrian apenas lograba escucharla durante el corto trayecto hasta su casa, disperso que estaba en sus pensamientos. Se le pasaba por la cabeza la última vez en que había estado con Clarissa en el carruaje y concluyó que era muy bueno que su casa no quedase muy lejos de la de Crambray. A pesar de la presencia de su madre, ya comenzaba a sentirse excitado cuando el carruaje se detuvo.

Jessop abrió la puerta cuando Adrian y las dos damas se aproximaron a ella. — Bienvenido, mi lord . Bastó una mirada en el rostro de Jessop para que Adrian supiese que estaba en problemas con el mayordomo y probablemente con el restante del personal de la casa. Imaginaba que los criados habían corrido como locos para dejar todo limpio y arreglado. — No estés molesto , Jessop — dijo lady Mowbray al entrar en la casa. — Ya le di un sermón a él por no haberme escuchado , y por no haberte avisado a vos. — Muy bien , mi lady — respondió el mayordomo, sin que su expresión mejorase ni un poco. Adrian le dio una sonrisa formal, pero su atención pronto se volvió hacia Clarissa quien estrechaba los ojos examinando la entrada de la casa — No te tomes trabajo de enojarte con él, Jessop. Adrian sólo tiene ojos para su novia. Me temo que mi hijo esté medio hechizado y continuará así por algún tiempo. Por lo menos hasta después de casarse con

Clarissa. Ella es encantadora, verdad, Jessop? — Muy encantadora, mi lady — dijo Jessop. — Ellos me van a dar lindos nietos, no crees? — Con certeza, mi lady. Viendo el rubor que invadió el rostro de Clarissa, Adrian lanzó una mirada a los dos e dijo : — Estamos aquí y escuchamos todo lo que dijeron. — Ah, entonces de vez en cuando me escuchas? — lady Mowbray comentó secamente, posando la mano sobre el brazo de Jessop y conduciéndolo al hall. — Vamos a ver que logró hacer la cocinera para salvar el día. Adrian tiene mucha suerte de tener un personal experto y rápido como ustedes. No importa cual sea la crisis, ustedes logran lidiar con ella con gran presencia de espíritu y, confieso, siempre quedo impresionada. Adrian hizo una mueca al oír a su madre adular al mayordomo. En pocos minutos, todo el personal estaría matándose por agradarla y nadie más se acordaría del caos

que habían tenido que enfrentar por causa de una visita inesperada. — Siento mucho toda esta confusión — murmuró Clarissa bajito . —No necesitamos venir aquí a tomar el té si… — Tonterías — Adrian la interrumpió bruscamente y dio un paso hacia adelante para tomarla en sus brazos. Pero se detuvo cuando a madre le dijo sobre su hombro: — Muéstrale la casa a Clarissa, Adrian. Ella debe, por lo menos , conocerla un poquito antes de venir a vivir aquí. Dejando caer los brazos , Adrian suspiró y la tomó por el brazo, conduciéndola hacia la escalera. — Primero voy a mostrarle la parte de arriba. — Si ustedes no bajan en quince minutos, voy a buscarlos — su madre le avisó antes de desaparecer en la cocina con Jessop. Adrian se rió y subió con Clarissa al piso superior. Capitulo 16

Clarissa se despertó muy temprano y muy ansiosa porque era el día de su casamiento. Sabía que, aún si lo intentase, simplemente no podría dormir más. Se quedó en la cama por algunos minutos, pensando eufóricamente en ele día que tenía por delante y principalmente en la noche. Acordándose entonces de los anteojos nuevos, se sentó abruptamente en la cama, los sacó de la bolsita de tela en que estaban guardados y se los puso. Un suspiro de satisfacción brotó de sus labios, el mundo estaba en foco nuevamente. Tenía un constante dolor de cabeza de tanto forzar y estrechar la vista en la tentativa de ver un poco más que meros borrones. Tal vez los anteojos no le quedaban bien , pero el mundo a su alrededor sin duda se veía mucho mejor, No era nada agradable dejar de usarlos cuando tenía ganas de gritar de alegría para que todos supiesen que finalmente podía ver. Pero consideraba mejor seguir

manteniéndolos en secreto hasta que estuviese segura del amor de Adrian. A pesar de que él afirmase lo contrario, temía que se hubiese dispuesto a casarse solamente para evitarle un escándalo más. Con los anteojos ahora, Clarissa consideró por un breve momento hacer una escapada hasta la biblioteca para tomar un libro. Pero antes que se hubiese decidido, el sonido de la perilla de la puerta rompió el silencio del cuarto. Ella inmediatamente se sacó los anteojos y tomó la bolsita. Apenas tuvo tiempo de guardarlos, cuando Lydia entró en el cuarto. La madrastra estaba sujetando algo que colocó sobre la cómoda, pero Clarissa no sabría decir qué era. Después ella se aproximó a la la cama. Qué pena que no tenía los anteojos puestos para ver la cara de ella, Clarissa pensó. Porque la venida de Lydia a esa hora y en el día de su casamiento no podría tener un propósito muy bueno. — Tu padre creyó que yo debería explicarte las cosas que suceden en la cama después

del casamiento — dijo Lydia, sin ningún preámbulo. Clarissa necesitó contenerse para no soltar un sonoro suspiro. Sospechaba que no le iba a gustar nada esa conversación. Adrian parecía haber presentido que su madrastra haría cualquier cosa para asustarla sobre el lecho conyugal, y ahora ella veía que él tenía razón . Intentó pensar en una manera de impedirle hablar, pero desistió. Si todas las mujeres se casaban y sobrevivían, por qué con ella tendría que ser diferente. No se dejaría influenciar por lo que Lydia le dijese. Sólo que no entendía la razón por la cual el propio Adrian se había mostrado tan reticente a conversar sobre el tema y , aunque no quisiese pensar respecto a eso, no podía borrarse de la cabeza esa historia del dolor y la sangre. — Voy a contartelo de la misma manera que mi madre me lo contó — dijo Lydia levantando la mano. — Puedes ver esto? Clarissa forzó la vista. El objeto que Lydia sujetaba era pequeño y oscuro, pero no podía ver qué era.

— Es una llave — Lydia explicó, caminando en dirección a la puerta. — Ven aquí. Clarissa vaciló, después empujó las mantas, se levantó y fue hasta la puerta. — Agáchate un poco y acerca la cara aquí, Clarissa. Es importante que veas esto. Clarissa hizo lo que su madrastra pedía y Lydia colocó la llave en la cerradura. — Estás viendo que coloqué la llave en la cerradura — confirmó, — Mi madre me explicó que el hombre tiene la llave y la mujer, la cerradura. Adrian te va a colocar la llave de él en tu cerradura y así el matrimonio estará consumado. Clarissa se mordió el labio y supo que el objeto rígido que la había tocado entre las piernas era la llave en cuestión . También tenía una buena idea de donde quedaba su cerradura. Adrian, en verdad , la había explorado bastante la noche del incendio. — Pero mi madre era una mentirosa — Lydia continuó y Clarissa, muy asombrada, fue nuevamente a sentarse. — No es nada tan simple ni tan limpio como parece con

esa demostración — aseguró Lydia. — Ahora ven aquí. Clarissa se levantó y acompañó a Lydia hasta la cómoda donde ella había colocado algunos objetos. Inclinándose y estrechando la vista , Clarissa pudo ver que había un pequeña paleta de plata con filo y una torta. Mientras ella todavía estaba inclinada sobre la cómoda, Lydia tomó la paleta. — Este es el tamaño aproximado del miembro masculino, o , según la explicación de mi madre, de la llave. Clarissa evaluó el objeto, imaginando que debería tener entre quince y veinte centímetros de largo. Nunca había visto aquello antes y se preguntaba de dónde Lydia lo había sacado. Pero dejó, de divagar,para oír a Lydia hablar nuevamente: — La torta es la cerradura. Tu cerradura no está abierta y no es perfectamente compatible con la llave del hombre. Es pequeña, estrecha y tiene una fina membrana llamada… himen. Clarissa fijó la mirada en el rostro de Lydia al sentir la evidente incomodidad de su voz.

Tocar ese aspecto más técnico de la cuestión aparentemente la incomodaba. Pero ella continuó. — Y el hombre tiene que romper esa membrana la primera vez. Así! Clarissa tuvo un sobresalto cuando Lydia hincó la paleta en la torta con un golpe violento. Clarissa miró la torta abierta y entonces tomó un trapo para limpiar la mermelada que se había desparramado por todos lados y había salpicado su cara. La torta era de mermelada de framboesa y, por más ciega que fuese, podía ver la paleta medio enterrado en la torta, recubierta con el rojo oscuro de la mermelada. — Vas a sangrar — Lydia le avisó con una media sonrisa y, como debes imaginar, vas a sentir dolor, pero si tienes suerte, él acabará rápidamente y te dejará sola para descanses y llores a solas. Personalmente, dudo que lord Mowbray tenga esa consideración. Sin molestarse en limpiar la suciedad que había causado, Lydia se encaminó hacia la puerta y, antes de salir, dijo secamente:

— Que te diviertas estas noche. Después que la puerta fue cerrada, Clarissa se sentó en la cómoda, sintiendo una gran debilidad. No lograba sacar los ojos de la torta. La costra dorada que la recubría estaba toda manchada, y la paleta clavada en ella continuaba firme y orgullosa. — Mierda! — Había jurado que no permitiría que Lydia la preocupase, pero todo aquello era bastante preocupante. — Mi lady! Clarissa se volvió al oír la voz de Joan que entraba en el cuarto. — Su madrastra estaba saliendo cuando llegaba . Todo está bien ? — Yo ... — Clarissa carraspeó y acabó olvidando lo que pretendía decir. Preguntó entonces : — Es verdad que las mujeres tenemos una membrana y que el hombre tiene que romperla? — Bien… Clarissa notó la reticencia en la voz de la criada e insistió : — Es o no verdad ? — Si , pero…

— Es verdad también que sangra y duele? Joan suspiró. — Mi lady, no debe permitir que las palabras de su madrastra la dejen preocupada. La primera vez le duele a muchas mujeres, pero… — Entonces no le duele a todas? — Clarissa la interrumpió , esperanzada. — Oí decir que algunas sufren muy poco — Joan aseguró. — Oíste decir — Clarissa repitió . — Pero entonces no conoces a nadie que no haya sufrido la primera vez? Joan vaciló nuevamente, después fue a cerrar la puerta del cuarto y, con aire determinado, se aproximó a Clarissa. — Estoy segura que lord Mowbray sabrá conducir todo de manera muy delicada. Ahora vamos a cambiar la ropa. — Pero… — Mi lady — Joan la interrumpió con calma. — Usted quiere casarse con él, verdad ? O preferiría casarse con lord Prudhomme o con alguien de ese tipo? Le aseguro que lord

Prudhomme no estaría ni un poco preocupado por sus temores . — Claro que no — Clarissa concordó y se levantó con un suspiro. — Ayúdame entonces. Después de todo, voy a casarme hoy. Era evidente la falta de entusiasmo en la voz de Clarissa. Hasta oír las explicaciones de Lydia, estaba ansiosa para que llegase esa noche. Imaginaba que sería todavía mejor que la que había tenido en su cuarto cuando Adrian la había excitado tanto . Ahora que sabía lo que la esperaba, sólo podía sentirse triste por haber nacido mujer. Pues no tenía duda de que era mucho mejor ser un cuchillo que una torta! CAPITULO 17 El sacerdote era anciano y excesivamente formal y parecía tan insatisfecho como ella de estar allí en ese momento. Y, para completar el cuadro, el día estaba frío y lluvioso, lo que era poco usual en esa época

del año. Clarissa sólo podía imaginar que se trataba de un mal presagio de lo que estaba por suceder. — Clarissa? Ella se sobresaltó al oír Adrian murmurar su nombre. Aparentemente todos estaban con los ojos puestos en ella. — Aceptas…? — preguntó el sacerdote, en un tono insistente, como si ya hubiese hecho la pregunta una o dos veces. — Si — Clarissa lo interrumpió prontamente, avergonzada por haber sido atrapada distraída en un momento tan importante. Dándose cuenta de que había aceptado, ella soltó un suspiro profundo. ya no estaba tan segura de que deseaba haber dicho “si ”, después de saber lo que la esperaba. Demasiado tarde para arrepentirse ahora. Había hecho sus votos matrimoniales y ahora Adrian hacía los de él. Acababa de convertirse en lady Clarissa Montfort, esposa del conde de Mowbray. Y no sería necesario preguntar si él se quería que su llave entrase en la cerradura de ella. Era obvio que él quería.

— Los declaro marido y mujer. Ahora puede besar a la novia. Apenas había registrado esas palabras cuando Adrian la tomó en sus brazos y la besó. Clarissa permaneció dura en sus brazos, su mente en total confusión. Ocho horas antes ella estaba feliz y eufórica al pensar que estaban por casarse ese día. Ahora no podía borrar de su mente el cuchillo perforando la torta . Adrian debía sentirse extrañado con la reticencia de ella, pues apartó sus labios de los de ella y la miró con una expresión preocupada. Clarissa forzó una sonrisa , intentando parecer natural. Entonces todos comenzaron a aproximarse al mismo tiempo. Se formó una fila para firmar el libro de casamiento y saludar a los novios. Algunos minutos después ella se vio llevadaal interior del carruaje y partiendo hacia la casa. La casa de su padre. Esa que ya no sería su casa. De allí en adelante, viviría con Adrian. — Vamos a casa?

Clarissa levantó los ojos de la copa que había estado bebiendo. Su expresión era de pura alarma. Ese era el momento que estaba temiendo desde que había llegado a la casa de su padre para la fiesta de bodas. Mordiéndose los labios, Clarissa desvió la mirada hacia la sala llena de invitados. Era sorprendente ver tanta gente presente, después de haber sido evitada por casi todos los presentes desde que había llegado a Londres. Además de sus propios familiares y los de Adrian, allí estaban lord y lady Havard, lord y lady Achard, lord Prudhomme y la madre y otras personas cuyas voces sonaban conocidas, pero que difícilmente ella reconocería en la calle. Consciente que Adrian estaba aguardando su respuesta, Clarissa tragó en seco, intentó dar una sonrisa espontánea que no logró. Su voz era un mero susurro al preguntar: — Por qué tan temprano? Adrian levantó las cejas , sorprendido, y dijo bajito : — Ya es bastante tarde, Clarissa. Casi medianoche.

Para un baile no sería tarde, por qué lo sería para su fiesta de bodas? Ella hizo una desesperada tentativa más: — Si, pero todos todavía están aquí. No deberíamos esperar a que todos los invitados se fuesen? — Clarissa — explicó Adrian con paciencia —, forma parte de la tradición que los novios se vayan primero. Todos están aguardando nuestra salida. — Ah, no sabía. — Incapaz de pensar en cualquier otra manera de postergar el momento de partir , Clarissa colocó la copa en la mesa a su lado y capituló : — Voy a buscar mis cosas. — Los criados ya llevaron todas tus cosas durante la ceremonia — él informó, con delicadeza. — Oh! Pero ... y Joan? — Joan ya está allá en casa también. Ven , vamos a despedirnos de tu padre y de Lydia. — Está bien. — Suspirando, Clarissa se dejó conducir por su marido para despedirse primero de su padre y de Lydia, y después de lady Mowbray.

Las cosas parecían pasar demasiado rápidamente para ella. En el momento siguiente, ya estaban en el carruaje. Ella se sentó tensa y ansiosa en uno de los rincones, con la mente invadida por lo que estaba por suceder. Adrian se mantuvo callado en el rincón opuesto, pero ella sentía los ojos de él examinándola durante todo el trayecto. Clarissa tenía consciencia de que su comportamiento lo incomodaba, y se rompía la cabeza para decir algo que pudiese aliviar la evidente tensión entre ellos. Cualquier cosa . Pero su mente estaba bloqueada con la imagen de la demostración hecha por Lydia. Los criados de Adrian, estaban en fila en la parte delantera de la casa cuando entraron. Todos sonreían y sacudían la cabeza en saludo mientras que Adrian, ahora oficialmente, los presentaba a ella, diciéndole sus nombres. Clarissa procuraba repartir sonrisas, pero ya no se acordaba de

ningún nombre en el momento en que comenzaron a subir la escalera. Tenía la sensación de estar siendo llevada a la fuerza. Cada nervio de su cuerpo gritaba con miedo y tensión. Ella casi gimió cuando Adrian abrió la puerta del cuarto. Viéndola vacilar, él la empujó gentilmente hacia adentro. Al oír a puerta ser cerrada, Clarissa se dio vuelta, abriendo enormemente los ojos. Su marido no había entrado con ella. Sintió como si le hubiesen sacado un peso de los hombros. Habría una breve prorroga. — En casa nueva finalmente! Clarissa se puso rígida con el sonido de la voz alegre de Joan y al volverse vio el bulto de la criada caminando en su dirección, llena de energía. Clarissa tuvo ganas de preguntarle la razón de tanta euforia, pero se contuvo . — La ceremonia de casamiento fue bonita? Y en la fiesta, había mucha gente? Bailó ? La comida estaba rica? Todos trabajaron mucho para que todo saliese perfecto — Joan

comentó y comenzó a desabotonar su vestido. Se le ocurrió a Clarissa más tarde que tal vez hubiese respondido a las preguntas de la criada, pero no sabría decir qué respuestas le había dado . Mientras que la criada la ayudaba a sacarse cada prenda , su pánico sólo parecía aumentar, sintiéndose cada vez más vulnerable. Poco después , ella ya se había desvestido, tomado un baño y se encontraba metida en la cama, con una lindo camisón de encaje. — Listo. Está muy linda — Joan le aseguró , como si eso le importase. Deseandole buenas noches , la criada salió del cuarto. Clarissa permaneció estática en medio de la cama. Sus ojos recorrían asustados las sombras oscuras que la rodeaban. No podía ver mucho mas allá de la vela sobre la mesa de cabecera a su lado. Después de vacilar un poco, se sentó y tomó la bolsita que había llevado y pedido a la criada que colocase sobre la mesa de cabecera. Sacó los anteojos de adentro y se los puso para ver mejor su nuevo cuarto.

Ya lo había visto el día anterior cuando Adrian la había llevado para conocer la casa. Pero entonces estaba sin los anteojos y la impresión que causaba era muy diferente a la luz de la vela. Oscuro y melancólico, ella pensó. El rojo que le había parecido alegre con la luz del día, ahora le recordaba al color de la sangre. Suspirando, ella detuvo su mirada en la cama. Era enorme, mucho mas grande que la que tenía en la casa de su padre. Estaba casada ahora y esa era la cama que compartiría con su marido. Ese último pensamiento le provocó un nudo en el estomago. Se sacó los anteojos y volvió a esconderlos en la bolsita. Se acostó después , considerando la posibilidad de fingir estar durmiendo para que Adrian, quizás, dejase la consumación para el día siguiente. Sería una actitud cobarde, pensó Clarissa, que sólo prolongaría su miedo y haría con que pasase todo el día siguiente ansiosa hasta que la tarea fuese finalmente completada. Había una cosa que había aprendido en la vida: en vez de postergar,

era siempre preferible atacar pronto las tareas desagradables y librarse de ellas de una vez. Además, sería bueno saber lo que tendría que enfrentar todas las noches de su vida de allí en adelante … Si es que tendría que enfrentar todas las noches. Con qué frecuencia su marido desearía ejercer los derechos conyugales? Como, según él, no había sufrimiento para los hombres, sólo el placer que ella había experimentado aquella noche en su cuarto, tal vez Adrian quisiese poseerla todas las noches. Clarissa se estremeció ante esa idea. La paleta clavada en la torta todas las noches por el resto de su vida… No debía ser de ese modo, Clarissa decidió de repente. Lady Havard y lady Achard no estarían tan deseosas de tener un affair con lord Prudhomme si fuese de ese modo todas las veces. Tal vez el problema del dolor sólo fuese con la paleta. Ella ya sabía que había muchas cosas que un hombre y una mujer podían hacer juntos que podían ser bastante placenteras.

Clarissa hizo una mueca. Era una pena que algo tan agradable terminase de forma tan desagradable; difícil de creer que el placer compensase el dolor. Y aún así lady Havard y lady Achard parecían no preocuparse ni un poco por el sufrimiento. Por el contrario, ahora ella entendía lo que Prudhomme había estado haciendo debajo de las faldas de lady Havard y, pensándolo bien, sus gemidos y suspiros no revelaban dolor alguno. Clarissa frunció la frente preguntándose si ella también habría emitido sonidos cuando Adrian le había hecho esas cosas a ella. Estaba tan distraída descubriendo las sensaciones de su cuerpo que no sabría decirlo. Prestaría mas atención la próxima vez. Además, la idea dela próxima vez hizo que esbozase una sonrisa melancólica. La próxima vez seguramente no terminaría de manera muy agradable. La mirada impaciente de Clarissa se volvió entonces hacia la pared donde quedaba la puerta que daba al cuarto anexo, el de Adrian. Ya era tarde y el día había sido largo y muy movido. Quería dormir. Pero a dónde

estaría su marido? Le gustaría que él tuviese la consideración de acabar pronto con su ansiedad y le permitiese dormir. Realmente, ahora le parecía perfecta la idea hacer lo que tenía que ser hecho lo más rápido posible. Clarissa se dio vuelta impacientemente de un lado al otro en la cama y entonces arrojó las mantas a un lado y se levantó. Clarissa tomó la vela de la mesa de cabecera y caminó con cuidado en dirección a la puerta de comunicación con el cuarto de su marido. Sin duda, la vida sería mucho más fácil para ella si pudiese usar los anteojos. No veía la hora de poder usarlos delante de Adrian. Si él supiese el sacrificio que ella estaba haciendo para ganarse su amor! Clarissa sopró una larga mecha de cabello que le caía sobre el rostro, extendió la mano para evitar chocarse con la pared, y se sintió aliviada al sentir la superficie de la puerta. Entonces se detuvo por un momento, respiró profundamente y , armándose de coraje, colocó la mano en la perilla. Era mejor así. Cuánto tiempo le llevaría?

Seguramente no demoraría mucho. Un momento desagradable, después podría relajarse y dormir. Decidida, giró la perilla y abrió la puerta. Adrian se dio vuelta hacia el lado que habitualmente ocupaba en la cama y soltó un suspiro . Después que Keighsley lo había ayudado a desvestirse y bañase, lo dispensó y se sentó en la cama, intentando decidir qué hacer. Su primero impulso fue ir inmediatamente al cuarto de Clarissa y consumar el matrimonio. La mera idea lo excitaba. Pero desgraciadamente había notado que ella no estaba muy bien. El día anterior se había mostrado plenamente confiada y feliz con el casamiento, pero desde el momento en que había entrado en la iglesia, él se había dado cuenta que había algo mal. Ella había estado distraída y ansiosa durante toda la ceremonia, después callada y tensa durante la fiesta, siempre apartándose un poco cuando él se aproximaba a ella, como si no tolerase su presencia. Después no

había demostrado ningún entusiasmo en dejar la fiesta e ir a la nueva casa. El no sabía cuál era el problema y tenía temor de preguntar. Temía que ella hubiese conseguido ver mejor su cara y ahora detestase la idea de vivir con él. Era el tipo de cosa que Lydia podría haber armado, tomando prestados los anteojos de otra persona y haber hecho que Clarissa lo mirase por la ventana para ver con quien se estaba casando. Si ese fuese el caso, la felicidad que había tenido en aquellas semanas y que ansiaba perpetuar en el futuro no existiría. A lo largo de las últimas semanas, la mente de Adrian estaba siempre tejiendo sueños y fantasías sobre una feliz vida conyugal. Podía imaginarse una casa llena de amor y risas, gritos de niños, y Clarissa siempre a su lado, compartiendo sus días y de sus noches. Pero su corazón dolía al pensar que todo eso podía estar escapándose de sus manos. No tenía el coraje de preguntarle qué la molestaba y, peor todavía, temía buscarla en la cama y ser rechazado con repulsión.

Por eso, estaba acobardado y había resuelto dejarla descansar esa noche. El día había sido largo, se dijo a sí mismo. A la mañana siguiente, vería como ella se estaba sintiendo. Si solamente había sido la tensión del casamiento y el cambio a la nueva casa, Clarissa seguramente despertaría con mejor disposición. Y si no fuese así… Adrian maldijo en silencio la herida que lo había transformado en un monstruo. Quería ser atractivo para su esposa, quería que cuando ella se pusiese los anteojos y pudiese continuar mirándolo con el mismo amor y atracción que demostraba desde que se habían conocido. El ruido de la puerta abriéndose interrumpió los pensamientos que amargaban a Adrian. Él se dio vuelta confundido hacia el lado donde quedaba la puerta de comunicación entre los dos cuartos y abrió enormemente los ojos al verla siendo abierta, mostrando la llama de una vela. — Adrian? — Clarissa lo llamó bajito , estrechando la vista en la tentativa de

localizarlo en el cuarto. — Por qué está tan oscuro aquí ? Dónde estás , marido ? Adrian abrió la boca para responder, pero la voz no salió al oír la palabra “marido”. Marido. Era la primera vez que ella se dirigía a él así y su corazón se apretó en el pecho . Marido. Ahora era el marido de Clarissa. Y era su esposa quien aparecía allí, usando un fino camisón de encaje. Transparente y sensual, un camisón que revelaba mucho más de lo que cubría del cuerpo de ella y no era solamente su corazón lo que reaccionaba ahora a esa imagen. — Adrian? Carraspeando, él se sentó en la cama. — Estoy aquí, querida. Qué haces todavía despierta. Pensé que ya estabas durmiendo. Para su asombro, Clarissa pareció contrariada al oír esas palabras. — Es nuestra noche de bodas , mi lord — dijo ella, como si eso explicase todo. Adrian no tenía tanta certeza. Todo indicaba que Clarissa estaba allí buscándolo , ya que él no había ido hacia ella, pero era difícil de

creer eso después de la actitud que ella había tenido durante todo el día. — Creí que estabas cansada y preferías una noche de sueño — Adrian se justificó inseguro. — Qué ?— Clarissa protestó, no cabía duda que sus palabras la irritaron. — Y hacerme esperar por más de veinticuatro horas para consumar nuestro matrimonio? Adrian parpadeó . Ella parecía bastante preocupada con esa posibilidad. — Bien, es que estabas tan tensa y ansiosa durante todo el día , que creí que sería una consideración… — No quiero tu consideración, mi lord . quiero acabar con esto pronto— Clarissa le avisó. Era bueno saber que ella estaba tan ansiosa, Adrian pensó lacónicamente, sobresaltándose al verla dar unos pasos y tropezar con la mesita de al lado de la puerta y derribar una vela apagada que estaba sobre la misma. Rezongando, Clarissa se arrodilló , sujetando con una de las manos la vela que había

traído y tanteando el piso con la otra para encontrar lo que había dejado caer. Adrian vaciló un poco, luego arrojó a un lado las mantas y se levantó. Estaba completamente desnudo, pero , pensó, Clarissa no podía verlo. No era que le importase estar desnudo delante de ella. Su rostro podía estar marcado, pero su cuerpo estaba ileso y en perfecta forma. Pero en otras circunstancias, hubiese preferido estar usando un pijama por respeto a la virginidad de ella. — Deja, yo agarro la vela — dijo él, atravesando el cuarto para acercarse a ella. Adrian extendió a mano, con la intención de ayudarla a levantarse, pero , sin notar el gesto de él, Clarissa levantó la cabeza para mirarlo. Pero sus ojos no llegaron a la cara de su marido. Se detuvieron en el miembro de él y allí se congelaron. A media luz, Adrian observó como ella empalidecí. — Dios Santo del cielo ! — ella exclamó. — Tu llave es enorme.

Por lo menos es lo que Adrian pensó haber entendido. Podía estar equivocado, pues apenas había logrado oír lo que ella había susurrado. Pero si era así, lo que había escuchado no tenía sentido para él. Cualquier preocupación o curiosidad sobre lo que ella había dicho murió instantáneamente cuando Clarissa aproximó la vela que sujetaba, como si quisiese examinar mejor lo que veía. Era obvio que la percepción de distancia de ella era nula. Adrian casi tuvo sus partes íntimas quemadas, no con agua caliente, como le ocurrió a Reginald, y ni siquiera tenía, como él, la protección de alguna tela entre su cuerpo y el calor. Adrian sacó el candelabro de la mano de Clarissa con una de sus manos y, con la otra, la ayudó a levantarse. — Ven entonces. Si quieres consumar nuestra unión esta noche, me harías muy feliz — Adrian le aseguró, conduciéndola hasta la cama. La mera perspectiva de tenerla en su cama ya lo había dejado completamente erecto y preparado para el acto.

Adrian colocó el candelabro en la mesa de cabecera mientras Clarissa subía por el otro lado de la cama. Al mirarla , vio que ella se frotaba las manos como quien lava ropa. —Tienes que se acostarte … — Adrian sugirió inseguro. Pues en verdad , a pesar de afirmar que deseaba consumar el hecho , ella no parecía muy entusiasmada. Mirando indecisamente a su esposa, Adrian no se contuvo y preguntó : — Clarissa, qué pasa ? Ella sacudió la cabeza sin proferir una palabra y continuó, con los ojos muy asustados, frotándose las manos. Adrian entendió que todo ese nerviosismo sólo podría ser miedo y resolvió ser paciente y cariñoso con ella. No insistió, por ejemplo, en que ella se acostase, sino que dio la vuelta a la cama para unirse a ella, pensando en besarla para calmar un poco su ansiedad. En el momento en que se aproximó, Clarissa se pasó al otro lado de la cama. Adrian esbozó una sonrisa e intentó subir a la cama del lado donde ella se encontraba,

pero Clarissa se apresuró a moverse al otro lado. Enderezándose, Adrian la miró . Estaban cada uno de un lado de la enorme cama. Clarissa apretaba sus manos y la mirada que le dirigió no podría ser más que de susto. — Clarissa — dijo él bajito , pero no logró decir más nada porque ella, no soportando más la tensión, se desahogó : — Creo que no quiero que tu llave entre en mi cerradura. Adrian enmudeció y parpadeó varias veces . No entendía nada. Nuevamente la historia de la llave. Qué sentido tenía para ella estar preocupada por una llave? — No tengo idea de lo que quieres decir, mi esposa. Clarissa estremeció al oírlo decir “esposa”, y explicó : — Estoy diciendo que no quiero que rompas mi torta con tu llave. Confuso ante esas palabras, Adrian preguntó : — Qué ?

— Mi cerradura es muy pequeña para tu paleta. — Clarissa, estás hablando en código ? — Adrian preguntó, intrigado. — Lydia me explicó todo. Adrian enmudeció ; pero de repente se iluminó: — Ah, Lydia. Clarissa asintió con la cabeza. — Me mandaste a preguntarle a ella por qué sería incómodo… Pero no precisé preguntarle, ella me buscó para explicarme todo. — Entiendo. — él soltó un suspiro. Estaba aclarado el comportamiento extraño de Clarissa durante todo ese día. Ella había quedado aterrorizada con lo que Lydia le había dicho y había pasado el día del casamiento temiendo la noche que tendría por delante. Y todo por culpa de él. Le había sugerido que ella le preguntase a Lydia por su falta de capacidad para explicarle lo que debía. — Y fue Lydia quien inventó esa historia de la cerradura, la torta y la paleta?

Clarissa asintió con la cabeza y le contó a Adrian las explicaciones que Lydia le había dado y, principalmente, le detalló a demostración que había hecho . — Y aunque esté sin los anteojos, me pareció que tu paleta es enorme, mi lord — ella completó en un tono afligido. Adrian necesitó contener la risa. En verdad , no había nada gracioso en todo aquello. Lydia había encontrado un modo de hacer la noche de bodas de ellos mucho más difícil de lo que debía ser, pero se sentía aliviado por saber que el comportamiento de su esposa nada tenía que ver con una repulsión por su cicatriz. — Clarissa? — Si ? — Ella todavía estaba visiblemente asustada, con los ojos muy abiertos y el pecho jadeando. — Te gustan mis besos? — Adrian preguntó pacientemente. La expresión de Clarissa se hizo más preocupada, como si temiese ser chantajeada con la pregunta. Después de un minuto de vacilación respondió :

— Si, mi lord , me gustan mucho tus besos. — Y te gusta cuando te toco y te acaricio? Clarissa se levantó , como si estuviese lista para huir, pero asintió. — Y te gustó lo que hicimos en tu cuarto? Clarissa se mordió el labio y se ruborizó , pero asintió nuevamente. — Entonces que tal si hacemos eso de nuevo? — Sólo besarte , tocarte y… — Aún a la luz de la vela él pudo darse cuenta que ella se ruborizaba — …y la otra cosa? — Eso — Adrian mintió. Tenía toda intención de avanzar más que aquello, pero era necesario que ella primero estuviese relajada y preparada. No ayudaría en nada hablar antes de la situación que tenía en mente. Clarissa se relajó un poco. — No quieres… — Partir tu torta? — Adrian completó al verla con dificultad para verbalizar la situación. — No, no . Clarissa soltó un suspiro de alivio y le dio una sonrisa luminosa, haciéndolo sentirse el hombre más atractivo del mundo. No fue

necesario que dijese nada más, Clarissa se metió debajo de las mantas y le volvió a sonreír , esta vez una sonrisa llena de expectativa. Adrian también suspiró, consciente de que lo peor ya había pasado. El levantó entonces las mantas cuidadosamente y se instaló en la cama al lado de Clarissa. Clarissa sintió el sacudón de la cama cuando Adrian se deslizó debajo de las sábanas a su lado y se lanzó sobre él. Adrian soltó una exclamación de sorpresa y ella se pegó a su pecho, besándolo apasionadamente en la cara, la nariz, y la frente. — Gracias, Gracias, muchas gracias— ella se quedó repitiendo entre besos. — Gracias por ser tan comprensivo y paciente. Sos el mejor marido del mundo. En verdad, mi lord , soy una mujer de mucha suerte. La respiración de Adrian al hablar junto a su oído entonces fue una verdadera caricia. — Me gusta verte feliz.

— Hum. — Clarissa sonrió , pasando los brazos alrededor del cuello de Adrian, y le pidió: — Por favor, bésame, querido marido. — Cómo quieras, encantadora esposa. — Apenas sus labios tocaron los de ella, Clarissa los entreabrió para la entrada de su lengua caliente y sensual, soltando un pequeño murmullo de placer cuando él la acomodó de espaldas en la cama y se inclinó sobre ella. Era eso lo que le gustaba. Le gustaban los labios de Adrian sobre los suyos y el cuerpo de él presionando el suyo Para ella era suficiente que hiciesen solamente aquello para siempre. No veía la necesidad de hacer nada más, a no ser que fuese necesario cuando quisiesen tener hijos, pensó. Entonces no tendría otra alternativa a no ser que enfrentar la paleta. Adrian colocó su mano sobre los pechos de Clarissa a través de la fina tela del camisón , y su capacidad de pensar racionalmente se acabó allí. Jadeando, Clarissa arqueaba su cuerpo con cada caricia de él. Adrian comenzó delicadamente a estimular su pezón, provocándole oleadas de excitación

en su cuerpo, haciéndola enterrar las uñas en sus hombros. Las piernas de Clarissa se movían inquietamente. Reaccionando a una necesidad casi inconsciente, Adrian súbitamente se puso de lado y, sujetándola por las caderas, la empujó también de costado junto a su ingle. Entonces deslizó una pierna entre las de ella. Ese roce contra su seno fue la sensación más erótica que Clarissa jamás había tenido . Fue cuando notó que el camisón se le había subido, pero poco le importó. Por el contrario, ella movió nuevamente las piernas para acomodar mejor el muslo de su marido. La pierna de Adrian comenzó entonces frotarla con movimientos delicados y rítmicos , a los cuales su cuerpo inmediatamente respondió presionándolo con fuerza. Clarissa tuvo una vaga consciencia de que su cuerpo se movía por voluntad propia en una tentativa de disfrutar todo el placer que él le estaba causando, pero de una cosa tenía certeza, quería más de aquello.

Adrian interrumpió el beso y deslizó los labios por la piel suave de la cara de Clarissa, mordisqueándole la oreja y bajando como una brasa por el cuello delicado mientras sus manos trataban de abrir el camisón de ella. Cuando la mano de Adrian se apoyó sobre su pecho, Clarissa tuvo un estremecimiento de placer. Adrian inició una senda de besos por su hombro y su escote. Cuando la boca caliente y húmeda tocó el pezón, Clarissa gimió . Él dejó que el pezón se escapase de su boca para mirarla intensamente. Había fuego en la expresión de Adrian. Entonces él volvió a besarla. No fue un beso gentil, fue un beso apasionada, exigente, casi furioso que inmediatamente despertó en Clarissa la misma urgencia y voluptuosidad, haciéndola retribuir con igual pasión y necesidad. El beso se volvió tan imperioso que cuando él finalmente levantó la cabeza, Clarissa se dio cuenta que estaba acostada de espaldas y que él se había instalado entre sus piernas.

Clarissa estaba jadeando y contuvo la respiración cuando Adrian la besó primero en un ojo y después en el otro. Adrian estaba tan cerca que ella puede ver su rostro marcado. Se dio cuenta que la cicatriz en la mejilla en nada comprometía la belleza de su marido. Clarissa esbozó una sonrisa y sintió su corazón apretarse en el pecho con sólo mirar al hombre que había transformado su vida, con tanta atención y cariño. — Yo … — Clarissa casi se encontró diciendo que lo amaba. Parpadeó confundida. No era posible que lo amase. Era demasiado pronto para amar tanto y tan fácilmente. O aquello realmente sería amor? Perdida en sus pensamientos, de repente Clarissa sintió las manos de Adrian recorriendo su cuerpo y notó que él no sólo se había arrodillado entre sus piernas, sino que también su camisón estaba enroscado alrededor de la cintura, dejando el cuerpo desnudo por encima y por debajo de ella. Clarissa podía sentir los ojos de Adrian

devorándola mientras acariciaban su cuerpo con manos cada vez más hambrientas hasta agarrar sus dos pechos. Medio inconsciente bajo esa mirada, Clarissa luchaba para no emitir ningún gemido, pero en el momento en que él tocó sus pechos, un gemido se escapó de su garganta. Soltó otro gemido cuando las manos de Adrian se deslizaron por las curvas de su cuerpo hasta alcanzar sus caderas. Clarissa estaba entregada en la cama, deseando ser besada nuevamente, o que prosiguiese con más caricias. Apenas acababa de tener ese pensamiento, una de las manos de Adrian se metió entre sus muslos. Clarissa cerró los ojos y se estremeció . Su excitación estaba llegando a un punto intolerable. De repente, Adrian se inclinó y rozó su cara contra su vientre. Clarissa presintió sus intenciones. Tensó el cuerpo, con las rodillas arqueados y os pies afirmados en la cama mientras delicadamente Adrian colocaba la cabeza entre sus muslos. Era demasiado. Mucho

más de lo que podía soportar, intentando todavía reprimir los gemidos que se empecinaban en salir de su boca. Para su desesperación , una de las manos de Adrian recorrió de nuevo su cuerpo, palpándole los pechos. Aunque avergonzada, Clarissa desistió de intentar controlarse y dio rienda suelta a sus sensaciones .Cuando pensó que ya no soportaba más esa agonía de excitación, soltó las sábanas y se agarró a la cabecera de la cama, dándose cuenta de que Adrian había cambiado de posición y estaba ahora encima de ella. La boca ávida cubrió la suya en un beso ardiente, que ella retribuyó succionando esa lengua que le pedía más. Un instante después , gritó asombrada, sintiendo algo sólido dentro de su cuerpo. Ambos se congelaron y permanecieron completamente callados por un momento. Entonces Adrian sacó sus labios de los de ella lentamente, mirándola preocupado. — Estás bien ? — preguntó con un hilo de voz.

Clarissa tragó en seco, después movió el cuerpo un poquito, dándose cuenta que todavía estaban unidos. Él había colocado la llave en la cerradura, ella pensó, pero no había sentido nada de dolor. Aunque toda su excitación hubiese repentinamente cesado con la sorpresa del intruso, nada había sido como Lydia había descripto. — Rompí tu torta . Perdóname, pero consideré mejor acabar con eso lo mas pronto posible. Estás bien? Clarissa asintió con la cabeza, observando la expresión tensa de él. De los dos, era él quien parecía estar sufriendo más, por eso fue el turno de ella para preguntar: — Y vos, estás bien ? — Si — el tono no fue muy convincente u Adrian quiso saber: — Todavía te duele? — Para ser sincera, mi lord , no me dolió casi nada. — Pero gritaste. — Por la sorpresa — ella admitió. — Cómo te sientes ahora? — Rara — Clarissa dijo con sinceridad y sonrió . — Un poco decepcionada.

— Decepcionada? — Si, yo estaba… — ruborizándose mucho, Clarissa bajó los ojos y confesó : — Me estaba gustando lo que estabas haciendo y quería sentir nuevamente lo que sentí la noche do incendio. Pero esta vez sólo sentí…… Oh! — Clarissa jadeó con sorpresa cuando Adrian levantó un poco el cuerpo, sosteniéndose en un brazo, y deslizó la otra mano entre las ingles para tocarla. — Yo… Oh, marido… — Clarissa respiró profundamente y sus caderas comenzaron automáticamente a moverse , sintiendose nuevamente excitada con las caricias de él. — Así… así… si… Ohhhhh! — ella gimió , apretando los brazos de él. Adrian sonrió , apenas consiguiendo respirar debido a su propia excitación; luego inclinó la cabeza para besarla. Jadeando, Clarissa casi gritó cuando él delicadamente retiró la mano de su sexo y comenzó a moverse lentamente dentro de ella.

Era eso , ella pensó maravillada, la paleta y la torta, la llave y la cerradura, el hombre y la mujer. Dándose placer. Clarissa se dio cuenta entonces que, mientras Adrian la besaba y la acariciaba, ella sólo se aferraba a él como si su marido fuese la tabla de salvación de un náufrago en aguas revueltas. Pensó por un momento en qué podría hacer para también complacerlo. Tal vez podría besarle el pecho … Pero la excitación creció dentro de ella, Y Clarissa resolvió pensar en el asunto mas tarde . — Ah, estás aquí! Clarissa se arrancó los anteojos de la nariz y los metió en el bolsillo de su falda, volviéndose después en dirección a la voz de su marido que atravesaba a sala para ir hacia ella. — Cuando desperté, te habías escapado — Adrian protestó, agachándose para darle un beso rápido en la boca de Clarissa. Ella suspiró de placer al sentir el contacto de los labios y levantó los brazos enlazando el

cuello de su marido. Había despertado a la madrugada y se había levantado silenciosamente para irse a cambiar a su cuarto. Joan todavía no estaba allá y Clarissa no quiso esperarla para vestirse. Tenía un objetivo en mente que deseaba poner en práctica antes que la servidumbre se levantase. Su idea era revisar la biblioteca para ver si hallaba un libro que enseñase como una mujer podría agradar a su marido. Después de vestirse y ponerse los anteojos, había bajado sin ser vista y estaba allí hacia una hora. Para su decepción, no había logrado encontrar un solo libro sobre el tema. Solamente había encontrado unos pocos libros que sugerían la importancia de mantener la casa en orden y el presupuesto equilibrado. Su pensamiento estaba vagando y ella exclamó sorprendida cuando Adrian súbitamente la tomó en sus brazos y se volvió hacia la puerta, besándola.

— No te vestiste — ella interrumpió el beso al sentir la tela de seda de la bata debajo de sus dedos. — Y vos no deberías estar vestida todavía — Adrian reclamó, cargándola en dirección a la puerta de la biblioteca. — Acabamos de casarnos, ni siquiera deberíamos salir de nuestro cuarto, por lo menos una semana. — Todo ese tiempo ? — preguntó Clarissa asombrada. — El tiempo que el cuerpo aguante — Adrian aclaró , riendo y comenzando a subir las escaleras que daban al hall de entrada. — Nada de encerrarse. Cómo podríamos visitar a la feliz pareja si resolviese no salir de la cama? Adrian se detuvo inmediatamente y ambos se volvieron para ver de quien eran esas palabras. Reginald Greville estaba parado en la entrada de la casa con Jessop, el mayordomo. Ambos parecían reírse, y Clarissa en ese momento se alegró de que por lo menos ella estuviese vestida.

Al sentir una palmada en la espalda , Adrian entendió el mensaje silenciosa y colocó a Clarissa en el piso. Ella entonces lo besó en la cara como disculpándose y, volviéndose hacia el visitante, sonrió . — Sos el primero en visitarme en mi casa nueva — dijo, atravesando el hall para saludarlo. — Estoy seguro que seré el primero de varias otras visitas que van a recibir — Reginald les avisó alegremente. — Me enteré que tía Isabel y Mary planean pasar por aquí más tarde. Y tu padre seguramente vendrá a ver como estás . En verdad , creo que media ciudad va a aparecer para verte después de tu primera noche de casada. Clarissa volvió la mirada sobre los hombros en dirección a Adrian quien había lanzado un gruñido. Entendía perfectamente la reacción de él. También preferiría evitar todos esos visitantes tan pronto después de la noche de bodas . Después de todo, era un momento muy íntimo y personal. La sensación era de absoluta invasión, y no le gustaba nada pensar que seguramente estarían curiosos

por saber si el matrimonio había sido consumado, lo que era muy avergonzante. — Jessop — Adrian dijo de repente. — Si, mi lord ? — El mayordomo enderezó el cuerpo ante la sequedad de la voz de Adrian. — Ocúpate de que los dos carruajes sean preparados y traídos al frente de la casa. Después pídele a Joan y a mi criado personal que vengan aquí inmediatamente. Estamos partiendo a Mowbray dentro de una hora. Clarissa abrió enormemente los ojos. Adrian caminó hasta ella y le tomó la mano para subir la escalera. — Pero ... y lord Greville? — ella preguntó al subir los primeros escalones. — él vino a visitarnos, no podemos simplemente dejarlo aquí y… — El no vino a visitarnos — Adrian le aseguró serenamente. Clarissa se dio vuelta para dirigir la mirada a la puerta y vio el bulto borroso de Reginald todavía parado allí. — No. mi primo nunca se levanta tan temprano. Él está en camino de vuelta a su

casa y tuvo la gentileza de parar aquí para avisarnos que, si nos quedamos, seremos bombardeados con visitantes. — Te parece? — preguntó Clarissa incrédula. — Sin duda — Adrian aseguró. Al saber que corrían el riesgo de recibir muchas visitas, Adrian se puso en acción. Primero acompañó a Clarissa hasta el cuarto de ella y sugirió que ella le escribiese una carta a su padre, explicándole que habían decidido viajar a Mowbray, para descansar después del casamiento. A Adrian le gustaba su suegro y no quería que él se preocupase con esa partida inesperada. También sugirió que Clarissa lo invitase a ir visitarlos cuando estuviese en camino a su residencia en el campo, lo que, según él había comentado, sucedería en una o dos semanas. Adrian esperaba que para ese entonces habría tenido tiempo suficiente con su esposa como para que no le importase tener una visita en la casa. Esperaba también, y con mayor fervor todavía, que su suegro llegase solo para que no tuviesen

que verle a cara a Lydia. — Entonces, marido — Clarissa preguntó. — Qué debo pedirle a Joan que embale? — Todo. — fue a respuesta sucinta de Adrian. — Todo? — ella se asombró , y Adrian frunció o ceño. Él odiaba Londres y esperaba no tener que volver allí tan pronto. Pero ahora tenía una esposa, cuya voluntad también debía ser tomada en consideración. — Querrías quedarte en Londres para esta temporada? — preguntó, inseguro. — Oh, no — Clarissa respondió tan prontamente que era evidente que no había dicho aquello solamente para agradarlo. Después de un instante, ella agregó : — Temo que soy como mi madre que no tenía mucha paciencia con la alta sociedad. — Que bueno — Adrian sonrió y la besó, feliz de que ella fuese tan perfecta. Después reiteró : — Haz que Joan embale todo, entonces. Asintiendo con la cabeza, Clarissa entró en el cuarto y casi tropezó con la pata de una silla cerca de la puerta, de tan apresurada estaba. Adrian logró sujetarla y apartó la

silla. Fue entonces que se le ocurrió que no habían encargado anteojos nuevos para ella. Consideró brevemente la posibilidad de retrasar un poco el viaje, pero pronto cambió de idea. Tal vez Podrían conseguir anteojos en la pequeña villa, en Mowbray. Todavía estaba reticente a la idea que su esposa pudiese verlo bien. Era muy pronto . La noche anterior había sido un perfecto comienzo para el matrimonio, pero le gustaría tener unas semanas más para consolidar la relación de ellos antes de exponer su cicatriz. Molesto con su egoísmo de mantener a su esposa a ciegas , Adrian frunció el ceño al cerrar la puerta del cuarto de ella y entrar en su propio cuarto. No lograba dejar de decirse a sí mismo que la vida de Clarissa sería mucho más fácil si tuviese los anteojos. Sin mencionar que sería mucho más segura también. Le preocupaba que ella continuase corriendo el riesgo de caerse por las escaleras, de quemarse al encender una vela, pero temía que reaccionase mal a su cicatriz.

Adrian pasó la mano por su rostro. Solamente unas semanas más, se prometió a sí mismo. Entonces compraría los anteojos para Clarissa para que ella pudiese leer y moverse con seguridad. Mientras tanto, leería para ella y la cuidaría para que no sintiese mucho la falta de los anteojos. Y alertaría a toda la servidumbre de Mowbray para que estuviesen atentos a la seguridad de su esposa. Esa sería la mayor prioridad de todos. Satisfecho con esa decisión, lanzó la bata sobre la cama y se aproximó al armario para separar sus ropas. Estaba medio vestido cuando su criado personal entró en el cuarto. Keighsley se apresuró a ayudarlo a terminar de vestirse, pero Adrian lo dispensó, ordenándole que comenzase a empacar y le describió toda la ayuda que necesitaba para que pudiesen partir lo más pronto posible. Una vez vestido, Adrian fue hasta el cuarto de Clarissa para ver si ya había terminado la carta. Joan se encontraba allá, empacando las cosas que había desempacado el día anterior. Adrian le dijo a la criada que

enviaría a alguien para ayudarla y descendió con Clarissa. Entregó la carta a Jessop para que la enviase con un mensajero a casa de lord Crambray. Entonces fueron a la sala de cenar. Como era de esperar, la cocinera había preparado un desayuno especial. Los dos, hambrientos después de toda la extenuante actividad nocturna, comieron de todo con gran placer. Los criados todavía no habían terminado de empacar cuando ellos acabaron el desayuno, y Adrian no quiso aguardar más. Pidió a Jessop que cargase en el primer carruaje lo que ya estuviese listo. Joan y Keighsley seguirían con el resto de sus pertenencias en el segundo carruaje. Entonces apresuró a Clarissa para partir y sólo se calmó cuando la vio dentro del carruaje, y cuando le dio las instrucciones al conductor. — Dios! — dijo Clarissa, Respirando profundamente, cuando su marido se unió a ella en el carruaje un momento después . — Cuando se te mete una cosa en la cabeza, quieres que se cumpla rápidamente.

Adrian sonrió al ver la expresión molesta de Clarissa. Inclinándose, le besó la punta de la nariz y preguntó : — No te importa que dejemos la ciudad tan rápidamente , verdad ? Sé que estabas feliz con la compañía de tu padre. — Disfrutaré nuevamente su compañía cuando él pase por la casa — ella respondió serenamente. — No, mi lord , no me importa. Sería peor si tuviésemos que soportar demasiada compañía hoy. Clarissa se ruborizó al admitir eso, pues quedaba claro que la razón de su incomodidad tenía que ver con lo que habían hecho durante la noche pasada. Adrian sonrió y colocó sobre su regazo. Clarissa soltó un grito de sorpresa, agarrándose a los hombros de Adrian cuando él la acomodó contra su cuerpo. — Estás dolorida ? — Adrian preguntó, dándole un beso en la frente. — No. Por qué ? Debería estarlo? — No sé — Adrian confesó. Él la besó suavemente en los labios y sonrió sin

apartarlos al verla pegarse a él. Entonces cuchicheó : — Clarissa? —Hum? — Te acuerdas de esa vez que estábamos en el carruaje y vos me preguntaste sobre las diferentes posiciones en que un hombre y una mujer podían hacer amor? — Me acuerdo — ella lo interrumpió , ruborizándose graciosamente. — Bien… — Adrian hizo una pausa para mordisquear el cuello de ella. — Entonces? — Clarissa quería que él completase lo que iba a decir. Sonriendo, Adrian metió la mano debajo de la falda de ella, después inclinó la cabeza para besar uno de sus pechos sobre el escote del vestido, al mismo tiempo en que la otra mano trataba de de sacar el pecho del vestido. Sonrió al ver que el pezón ya estaba rígido… Rígido como él también estaba. — Bien… — continuó él, dando una lamida a la piel expuesta. — Recuerdo de haberte dicho que los viajes en carruaje eran largos y aburridos.

— No muy aburridos cuando estás cerca, mi lord — Clarissa retrucó riendo y soltó un gemido cuando él tomó su pezón y lo mordisqueó. — Hum. — Adrian sonrió al verla estremecerse, agregando después : — Me pregunto si no te gustaría pasar el tiempo probando la posición que te estaba mostrando ese día? La respiración de Clarissa se hizo jadeante y ella se acomodó en el regazo de su marido, abriendo un poco las piernas cuando la mano de Adrian subió lentamente por su muslo. — Cuál de ellas, mi lord ? — ella quiso saber, recordando que él había mostrado dos posiciones diferentes antes que el carruaje se detuviese y los arrojase al piso. Los labios de Adrian jugaron con el pezón de Clarissa, mientras sus dedos finalmente alcanzaban la entrada de su sexo. — Oh, marido… Clarissa gimió , agarrando la cabeza de Adrian y moviendo las caderas para acomodarse, presionando así la erección de él, lo que lo hizo gemir también.

— Que posición? — ella repitió con urgencia, acariciándole los cabellos. Adrian soltó el pecho que tenía en su boca y sacó la mano que estaba debajo de la falda para poder usar las dos manos. Trató entonces de bajar el vestido por el escote hasta que ambos pechos quedaron expuestos — Las dos — Adrian respondió, acariciando sus senos. — Las dos posiciones y tal vez otras. El viaje es largo. — Mi lord ! — Clarissa jadeó. — Creo que me va a gustar mucho más este viaje que el que hice con Lydia a Londres! — Espero que si, mi esposa — dijo Adrian, riéndose. — Yo tengo una ventaja sobre tu madrastra. — Tienes muchas — Clarissa le aseguró, casi sin voz, besándolo en los labios. — Pero de cuál estás hablando? — Yo tengo la llave de tu cerradura. Clarissa se rió bajito , su risa que fue callada por Adrian con nuevo beso.

Capítulo 18 Adrian, con una sonrisa en sus labios, miró a la delicada joven en sus brazos. Las piernas de Clarissa estaban colocadas a cada lado de su regazo, sus pechos estaban desnudos y su cara estaba pegada al tórax igualmente desnudo de él. Ella no dormía el sueño de los justos, sino el sueño de los exhaustos y bien complacidos. Él la había dejado agotada y saciada de tanto hacer amor. Examinó esa piel sedosa, perfecta, la punta curva de su nariz y los labios entreabiertos, y sintió su corazón saltar dentro de su pecho . Con sólo mirar a Clarissa sentía ganas de abrazarla y le bastaba con abrazarla para querer más. Lamentaba que faltase poco para llegar a Mowbray y realmente no habría tiempo para despertarla y probar otra posición amatoria. Clarissa soltó un pequeño suspiro y Adrian sintió su corazón sobresaltarse de nuevo. Ella es adorable, pensó, y pasó la mano por su rostro delicado. Todavía durmiendo, Clarissa frunció el ceño, protestó irritada y

golpeó la mano que la acariciaba. El pecho de Adrian se sacudió con la risa que soltó y a ella pareció no gustarle, golpeando en el pecho para que se callase. Sacudiendo la cabeza, él la abrazó contra su pecho y cerró los ojos por un momento, apenas creyendo en la suerte que había tenido . No podría haber encontrado una mujer mejor. En ese momento, la parte superior del vestido que ella usaba estaba doblado en su cintura. La falda también estaba levantada y el cuerpo de Clarissa estaba prácticamente descubierto. Pero ella estaba preocupada por eso ? Protestaba por el estropicio que él había hecho en su vestido? No. Clarissa no estaba preocupada para nada y dormía sobre él. Adrian sabía que él no estaba en mejores condiciones, con los pantalones bajados hasta el tobillo y la camisa abierta, con la mitad de los botones faltando. Pero tampoco le importaba eso. Por lo menos , no le importó hasta que oyó el grito del cochero, avisando que ya estaban llegando. Él corrió

las cortinas y, horrorizado, vio que ya estaban subiendo por la alameda rumbo a Mowbray. Tan azorado quedó que tuvo un sobresalto, dejando que Clarissa se resbalase al piso bajo una profusión de faldas y enaguas. — Clarissa! Perdóname! — Adrian se disculpó asustado, corriendo nuevamente las cortinas e inclinándose para ayudar a su esposa quien, somnolienta, se debatía para salir del montón de faldas que la cubría. Adrian logró agarrarla, pero el vestido rápidamente se deslizó al piso. Irritado, la sentó en el asiento a su lado y se agachó para tomar el vestido y se lo entregó a ella, avisándole : — Ya llegamos. Vístete. Y rápido . — Qué ?— ella preguntó confundida. — Qué significa que ya llegamos? — Significa que ya estamos en Mowbray. — Adrian corrió la cortina para que ella viese, pero recordó que, sin los anteojos, ella no veía nada. — Estamos llegando. Debemos vestirnos rápidamente .

Clarissa no perdió tiempo con preguntas. inmediatamente recogió las prendas del piso y comenzó a ponérselas, intentando recomponerse. Satisfecho porque ella había entendido la urgencia de la situación, Adrian volvió su atención a su propio estado de desarreglo. Se paró medio doblado y velozmente levantó los pantalones, cayendo nuevamente sentado en el banco cuando el carruaje se detuvo . Adrian extendió el brazo protegiendo a Clarissa para evitar que ella resbalase y cayese al piso . Pero con la parada brusca, sus cuerpos fueron lanzados hacia adelante y hacia atrás, haciendo que su espalda golpeas con fuerza el asiento. Luchando con las enaguas y las faldas , Clarissa murmuraba una letanía que decía algo como: “Mierda, mierda, dos veces mierda”. Adrian se olvidó por un momento de su propia ropa para ayudarla, teniendo que enfrentar una enorme cantidad de tela para encontrar la cabeza de ella. La había acabado de ayudar a meter la cabeza en el

vestido cuando la puerta del carruaje fue abierta. Adrian prontamente dejó a Clarissa por su cuenta propia y forcejeando trató de cerrar la puerta . Al volverse hacia Clarissa, vio que ella todavía luchaba por meter los brazos en las mangas. Pero Adrian prefirió acabar de acomodar sus pantalones y abotonar la camisa. Una vez arreglado, vio que su esposa también había terminado de vestirse e intentaba alisar la falda. — Estoy medianamente presentable? Ellos van a darse cuenta de lo que sucedió . Adrian se mordió el labio, considerando mejor no decirle que sus cabellos estaban completamente despeinados y su vestido arrugado y rasgado, en ese estado, Clarissa definitivamente iba a dar mucho que hablar. Carraspeando, optó por la vía de la caballerosidad y mintió : — Nadie podría llegar a imaginarse algo así.

— Qué suerte! — ella suspiró aliviada y, antes que él pudiese proferir cualquier otra palabra, abrió la puerta, casi matando de un golpe al mayordomo quien, aparentemente, estaba listo para abrir la puerta del carruaje para recibirlos. Por suerte, a pesar de su avanzada edad, Kibble logró mantenerse en pie. Pero apenas tuvo tiempo para equilibrarse, cuando tuvo que atajar a Clarissa quien, pisando el borde inferior del vestido, prácticamente salió cayéndose del carruaje. Aterrizó en el pecho del mayordomo soltando un grito de susto. Después procuró afirmar sus pies y levantó la cara, estrechando la vista para mirarlo. El mayordomo, por su parte, dio un paso hacia atrás con el impacto, pero no dejó de observar bastante horrorizado los labios hinchados de su nueva ama marcados por besos, el cabello despeinado y la ropa toda desacomodada. Con rabia consigo mismo por no haberse apresurado a descender del carruaje primero para ayudar a Clarissa, Adrian saltó para

fuera del vehículo cuando ella salió. Entonces la tomó por el brazo y la apartó del mayordomo. Pasó el brazo sobre los hombros de ella, mirando orgullosamente a los criados que también habían salido para ser presentados a la nueva lady. — Clarissa, esta es la servidumbre de la casa. El caballero que impidió que te cayeses es nuestro mayordomo, Kibble. — Hola, Kibble, gracias por no dejarme caer — dijo Clarissa, llena de pudor, y le sonrió para al hombre. — Fue un placer ayudarla, mi lady — respondió Kibble con una rara demostración de encanto y dignidad. — Y esta es nuestra ama de llave , Señora Longbottom — Adrian prosiguió, girándola un poquito para mirar a la mujer que, cuando niño, solía llamarla secretamente “Cara Larga” , sobrenombre que le parecía muy más adecuado porque ella era baja y gordita y su cara parecía demasiado grande para ese cuerpo. — Señora Longbottom. — Clarissa sonrió y la saludó con una sacudida de cabeza.

En seguida, Adrian hizo que girasen nuevamente y esa vez para ser presentada a un grupo de criados. — Clarissa, estos son Marie, Bessie, Antoinette, Lucy, Jean, Jamie, Frederick, Jack y Robert. — Hola — dijo Clarissa bajito . Adrian apretó los hombros de su esposa, besándola en la frente, pensando que ella siempre olía bien. Intentó apartar ese tipo de pensamiento de su mente y dijo : — No te preocupes, son muchas personas para que recuerdes los nombres de una sola vez. Dentro de poco los vas a conocer a todos. — Estoy segura que si — dijo Clarissa, enderezando los hombros, mostrando determinación. — Hay otros criados ausentes ahora, pero en su debido tiempo vas a conocerlos . Mientras tanto… — la mirada se volvió hacia el pequeño grupo. — Gente, está es mi esposa, lady Clarissa Montfort, la nueva condesa de Mowbray.

— Condesa!? — Clarissa exclamó, levantando la cara hacia él. — Por supuesto, la esposa de un conde es una condesa, verdad ? — Adrian confirmó en un tono gentil, sonriendo divertido ante la expresión de sorpresa que ella había mostrado . Adrian se dio cuenta que Clarissa ni siquiera había considerado que con el casamiento ganaría el título de condesa. Qué bendición. Qué alegría pensar que ella se había casado con él por el hombre que era y no por el titulo que portaba. — El está sonriendo? — La expresión de Kibble, cuyo rostro recordaba al de un perro bulldog, era de total asombro al hacerle la pregunta al ama de llave . No es posible que estemos viendo una sonrisa en la cara del conde! — Creo que si — respondió la Señora Longbottom. — A qué se deberá esa sonrisa? — Kibble insistió cuchicheando. — Creo que a la flor que él tiene en sus brazos, Kibble.

— No es posible. Una muchacha tan joven puede haber domado a esa fiera? No puede ser… — Yo también me estaría sonriendo si ella fuese mi esposa — Frederick comentó t recibió un codazo de Lucy quien estaba a su lado. — Tal vez sea la mujer apropiada, Señora Longbottom — Kibble admitió y, en un gesto repentino, se adelantó y se arrodilló delante de Clarissa, le tomó una de las manos entre las suyas y, con toda delicadeza, besó sus dedos con reverencia. — M lady debe ser un ángel, pues solamente un ángel transformaría al melancólico lord Adrian en este sonriente conde. Por eso, mi angelical lady, a partir de este momento, mi lady tiene mi eterna devoción. Mi vida le pertenece… Adrian soltó una exclamación e hizo una mueca . Kibble había sido su tutor cuando joven y, de cierto modo, había estado más presente en su vida que su propio padre. Por eso, Kibble había acabado logrando una posición destacada en la casa, siendo casi

parte de la familia, casi parte de la servidumbre, pero siempre un viejo que creaba situaciones embarazosas. — Muy bien , Kibble, basta ,se acabó la escena — Adrian interrumpió su discurso, de forma autoritaria. — Vas a asustar a lady Clarissa. Kibble simplemente arqueó la ceja y dirigió una mirada afectuosa para al rostro sonriente de Clarissa. — Me parece que se equivoca, mi lord , porque lady Clarissa no parece asustada. Adrian sonrió y se curvó para besar la frente de Clarissa y después se volvió en dirección a la puerta. — Fue un largo viaje. Creo que lady a Clarissa le gustaría de tomar un baño y descansar un poco antes de cenar. Lucy, por favor acompaña a mi lady hasta el cuarto. — Por supuesto , mi lord . — La criada rubia sonrió y se encaminó hacia Clarissa. — Llévala del brazo, por favor, Lucy — Adrian ordenó. — Los anteojos de lady Clarissa se rompieron y temo que ella pueda tropezar o caer antes que tenga los nuevos.

— Claro, mi lord . — La criada enlazó su brazo en el de Clarissa y la condujo al cuarto. Adrian se quedó observando hasta que ellas llegaron al piso superior de la casa y desaparecieron en el hall. Al volverse, vio que todo el personal estaba reunido detrás de él, observándolas también. La expresión de su rostro se hizo grave, pero nadie le estaba prestando atención a él. Entonces carraspeó algo irritado. Kibble lo miró de reojo . — Se pescó un resfrió , mi lord ? Adrian suspiró. Era ese el problema de vivir en una casa con criados que lo había visto nacer y crecer. No había respeto. Ignorando la falta de atención de los criados, Adrian caminó hasta la puerta del salón y dijo : — Me gustaría que todos viesen aquí. — Eso incluye a su esposa y a Lucy? Quiere que vaya a buscarlas? — Frederick preguntó. — No es necesario — Adrian respondió impacientemente, aguardando que todos

entrasen en el salón. Él entró último y cerró la puerta. — Quiero que uno de ustedes transmita lo que voy a decir a Lucy cuando ella baje, pero no quiero que esta conversación llegue a oídos de lady Clarissa. De hecho , voy a despedir al primero que toque este tema con quien quiera que sea, inclusive entre ustedes. No puedo permitir que ella se entere de esto, entendido? — La única excepción es ese que debo hablar con Lucy, verdad ? — Kibble comentó. — Si, claro — Adrian confirmó, suspirando. Kibble siempre hallaba un modo de corregirlo. Siempre estaba resaltando la importancia de la comunicación clara y, más importante todavía, de recibir la información correcta. — Muy bien , mi lord . Por favor, prosiga — dijo el mayordomo, asumiendo una actitud relajada, después de aclarar su punto. Adrian abrió la boca, pero prefirió callarse. La frase que Kibble había usado era la misma que usaba cuando quería que él recitase o explicase algo que le había enseñado como

tutor . Adrian se sentía como si volviese a tener diez años y estuviese delante de su tutor. Suspirando, dejó el asunto de lado y dijo : — Antes que nada, como ustedes deben haberme oído decirle a Lucy, los anteojos de lady Clarissa se rompieron y ella no en ve muy bien sin ellos. Eso hace que sea vulnerable y proclive a tener accidentes y, en realidad , ha sufrido varios en la ciudad. — Qué clase de accidentes? — Frederick preguntó, demostrando interés. Adrian vaciló en contarle, pero resolvió que sería mejor ellos estuviesen preparados para lo que podrían tener que enfrentar. — Ella ha confundido el regazo de algunas personas con mesas y ha derramado el té , ha rodado por escaleras, ha prendido fuego algunos objetos , ha tenido incidentes con cosas rompibles, inflamables, puntiagudas y filosas . En fin ... ese tipo del accidente. — Dios del cielo! Es una calamidad! — la Señora Longbottom murmuró, frunciendo la frente con preocupación. —Debemos vigilar

a mi lady hasta que sus anteojos nuevos lleguen. — Exactamente así — Adrian confirmó. — Esa es la función de la criada personal de ella, pero lady Clarissa a veces logra deshacerse de la vigilancia de su criada. A ella no le gusta estar tan vigilada y de vez en cuando se impacienta y quiere hacer las cosas sola. Por eso necesito que todos estén atentos. Esa pasa a ser la tarea prioritaria de ustedes hasta que ella tenga anteojos nuevamente. Quiero dejar bien claro que tiene prioridad sobre cualquier otra tarea que ustedes estén haciendo. — Está entendido, mi lord — Kibble dijo seriamente. — En cuánto tiempo van a llegar los anteojos ? Adrian desvió la mirada, sintiéndose incómodo para mirar ak mayordomo, y murmuró : — Me estoy ocupando de eso. Kibble estrechó la mirada y Adrian se dio cuenta que él se mostraba desconfiado. Él siempre sabía cuando estaba mintiendo.

Antes que le hiciese más preguntas, Adrian continuó : — Pero ese no es el único problema — dijo, procurando mostrarse firme. — Parece que hay gente o alguien , que quiere perjudicar a lady Clarissa. Los criados mostraron sorpresa en sus rostros. — Algunos accidentes tal vez no hayan sido tan accidentales. — Cómo es eso, mi lord ? — la Señora Longbottom preguntó. Adrian una vez más vaciló, pero decidió que sería mejor que supiesen a verdad. No tenía dudas que Clarissa continuaba bajo amenaza allí . Quien quiera que hubiese intentado perjudicarla , lo intentaría nuevamente, aunque estuviese casada y protegida en su casa de campo. Pero como no tenía la menor idea de quién podría ser, Adrian contó los detalles de los accidentes que Clarissa había tenido y que habían sido motivo de sus sospechas. Todos se mantuvieron en absoluto silencio, reflexionando sobre lo que él había contado,

silencio - que finalmente - fue quebrado con una pregunta de Kibble: — Hace cuánto tiempo ella está sin anteojos? — Hace ... algún tiempo — Adrian respondió evasivamente, aclarando su garganta. — Ustedes entenderán entonces, que tengo motivos para preocuparme por el bienestar de ella y por qué les pido que estén atentos a cualquier extraños que ronden la propiedad y a las cosas que hace lady Clarissa. — Voy a observarla noche y día, mi lord — Frederick prometió, movido por un espíritu de caballerosidad. — Gracias , Frederick, pero no será necesario. Como dije, sólo quiero que estés atentos. — Muy bien , mi lord , vamos a vigilarla — completó Kibble, para cerrar el tema. — Si eso es todo, creo que ya podemos volver al trabajo. — Pueden, si — Adrian confirmó y fue a instalarse en una poltrona cerca de la chimenea. Después de que el grupo de personas dejó el salón, él se volvió

sorprendido al oír un ruido viniendo de la mesa en un rincón donde estaba el brandy. Kibble había permanecido en el salón y llenaba dos copas con la bebida. Después de tapar la botella , el mayordomo se dirigió a Adrian con las dos copas en la mano y le extendió una, sentándose después en la poltrona al lado de él. Adrian no se sorprendió con esa conducta. Era habitual cuando Kibble quería hablarle. Sólo se preguntaba qué él podría querer decirle. — Ella todavía no vio tu rostro. — No se trataba de una pregunta. Adrian apretó los labios y miró la chimenea, rehusándose a responder. CAPITULO 19 Ante el silencio de Adrian, Kibble retomó la palabra. — Dijiste que los anteojos se rompieron. Por qué no le compraste un nuevo par antes de venir a Mowbray?

Adrian se encogió de hombros con rabia y tomó un gran trago de brandy. — Temes que ella sienta repulsión por tu rostro. — Nuevamente no fue una pregunta. — Planeo comprarle los anteojos dentro de una semana — Adrian respondió entre dientes , enojándose por sentirse culpable Kibble se quedó en silencio por un momento, con aire pensativo, después preguntó : — Ella no maneja dinero propio ? — Qué ? Claro que si. — El sabía que Clarissa tenía dinero. Su madre le había contado, a la vuelta de una de las pruebas, que ella se había comprado un pequeño frasco de perfume. Después de eso, él se había enterado que Clarissa recibía regularmente una pequeña cantidad de su herencia desde que había cumplido veinte años. Naturalmente, ella tomará posesión del resto con el casamiento. Ellos habían firmado algunos papeles ese día para transferir una parte del dinero a una cuenta a la que ella tenía acceso. El resto debería ser invertido. — Cuál es la razón de tu pregunta, Kibble? — Mera curiosidad, mi lord .

Levantándose, el mayordomo tomó el último trago de brandy y dejó la copa usada en la mesa antes de salir. — No puedes mantenerla sin ver para siempre. — Fueron sus últimas palabras antes de cerrar la puerta. Adrian ya estaba harto de ese tipo de comentario. Él bebió el último trago de brandy, después se levantó , fue hasta la mesa y se sirvió una nueva dosis. No necesitaba el sermón del mayordomo. Ya tenía bastante con su propia consciencia, recordándole que Clarissa estaría más segura si pudiese ver y evitar cualquier peligro. Pero, para mantenerla segura, había recomendado que toda la servidumbre estuviese atenta; varios ojos ciertamente eran mucho mejor que apenas los de ella, él argumentó consigo mismo para aplacar su consciencia. En cuanto a que Clarissa supiese sobre los riesgos que estaba corriendo , tal vez eso la pusiese más ansiosa, y él deseaba que su esposa viviese tranquila. Clarissa comenzaba a florecer ahora que estaba lejos de la tiranía

de su madrastra. Definitivamente no quería que nada interferir en el comportamiento de ella, haciéndola una mujer tímida y temerosa. Al dirigirse nuevamente a la poltrona con el brandy en la mano, Adrian se dijo a sí mismo que todos esos argumentos eran perfectamente válidos, pero en su interior se sentía incómodo por saber la verdadera razón por la cual no quería que Clarissa usase los anteojos. Suspirando, se sentó pesadamente en la poltrona una vez más y se quedó mirando la copa, reflexionado sobre la injusticia de la vida. Él había encontrado la mujer ideal, alguien que amaba y deseaba . Alguien que lo hacía reír y era la persona más dulce del mundo. La ironía era que, mientras la presencia de ella en su vida lo había hecho más paciente y bondadoso para con los demás, lo hacía cruel para con ella, la persona que más amaba. Privarla de las actividades que tanto le gustaba era realmente un egoísmo muy grande de su parte.

Adrian súbitamente posó la copa lleno sobre la mesa y se levantó decidido. Iba a darle anteojos a Clarissa. Aunque eso le costase su propia felicidad, tenía que asegurar la de ella. Amargado con la crueldad del destino, Adrian dejó el salón y subió las escaleras. Le contaría a Clarissa que al día siguiente irían a la aldea para encargar los anteojos. De esa manera, no tendría posibilidad de acobardarse y cambiar de idea nuevamente. Adrian estaba en el tercer escalón da escalera cuando oyó el sonido de una agitación en el frente de la casa. Se detuvo , descendió, atravesó el hall y abrió la puerta. Era el segundo carruaje viniendo de la ciudad que acababa de llegar. Adrian se volvió para el interior de la casa en el exacto momento en que Keighsley, visiblemente cansado, salía del carruaje, volviéndose después para ofrecer su mano a Joan. La criada de Clarissa también mostraba señales de cansancio después del largo viaje.

— Esa es la criada de lady Clarissa, verdad ? — Kibble preguntó, parándose al lado de Adrian y viendo a los dos aproximarse . Adrian asintió con la cabeza. — Ellos deben estar muy cansados, Kibble. Muéstrale el cuarto a Joan y hazla comer y descansar. Ella puede comenzar a trabajar mañana. Keighsley también. — Muy bien — dijo Kibble e informó : — Lucy ayudó a lady Clarissa a sacarse la ropa y entrar a la tina de baño, pero ahora ya está aquí abajo. Quieres que la mande a ayudar a lady Clarissa a salir de la tina y vestirse para la cena? — No es necesario — respondió Adrian y se dirigió a la escalera. — Por favor, Kibble, ocúpate de que nuestra cena sea mandada en bandejas al cuarto de mi esposa. Vamos a acostarnos temprano hoy. Los gruesos lentes de cristal de los anteojos aumentaban el tamaño de los ojos de Clarissa . Ella giró la página del libro que estaba leyendo y continuó devorando la novela sobre una mujer infiel y el castigo que

su marido le había impuesto . Ella había invadido la biblioteca de Mowbray y había tomado ese libro que, en la prisa, había imaginado que podría serle útil. Mientras se encaminaban al nuevo cuarto, Clarissa le había preguntado a Lucy si Mowbray disponía de una biblioteca y dónde quedaba situada. Después de mostrarle el cuarto, Lucy había bajado para mandar a preparar el baño para la nueva lady. Clarissa había aprovechado la ausencia de ella, y había visitado la biblioteca. Ese había sido el primero libro sobre el tema en que estaba interesada que había llegado a sus manos. Con miedo a ser atrapada, había vuelto rápidamente al cuarto y, poco antes que Lucy retornase, lo había escondido debajo de la almohada. La criada la había ayudado a desvestirse mientras el agua caliente era traída. En seguida, la había dispensado, asegurándole que prefería tomar el baño sola. Cuando la criada había salido, Clarissa tomó los anteojos y el libro y se metió en la tina.

Clarissa giró una página más y estaba absorbida por la historia, escrita por una escritora llamada María de Zayas. Aunque el libro en cuestión no contuviese ideas sobre como complacer a un marido, el argumento era interesante y ella lo leía con placer. Clarissa estaba girando la página cuando oyó la perilla de la puerta siendo girada. Asustada, se sacó inmediatamente los anteojos , contemplando la puerta. Ya iba a decirle a Lucy que no debía haberse incomodado en volver cuando reconoció el cabello oscuro y la figura alta de su marido. Con pánico, no se detuvo para pensar ni por un segundo, metió las manos dentro del agua, todavía sujetando en ellas el libro y los anteojos. Inmediatamente escondió el libro debajo una de sus piernas, preguntándose desesperadamente qué debería hacer a continuación. — Cómo está el baño? — Adrian preguntó a la distancia, y ella se dio cuenta por la voz que él sonreía.

Clarissa abrió y cerró la boca sin saber que decir. No podía dejar que él se aproximase a la tina. Si lo hiciese, podría querer ayudarla a bañarse y la ayuda podría acabar en besos y caricias, con él dentro de la tina o sacándola de allí. En cualquier de los casos el libro sería visto. La única salida que tenía era evitar que Adrian se aproximase y para eso sólo se le ocurrió ir al encuentro de él mientras atravesaba el cuarto. Como había imaginado, Adrian se detuvo cuando la vio levantarse de la tina con el agua escurriéndose por su cuerpo desnudo y se quedó contemplándola boquiabierto, Clarissa podía sentir el calor de la mirada sobre su cuerpo y sabía que estaba ruborizada, pero situaciones desesperadas exigían medidas desesperadas. Antes que el marido recuperase el habla, Clarissa salió de la tina y cruzó la pequeña distancia que los separaba. No dijo una sola palabra. Sólo caminó hasta él. En el momento en que se acercó, Adrian extendió los brazos y la abrazó. Los labios de él

inmediatamente buscaron los suyos y las manos de él fueron a su cuerpo, cargándola en seguida hacia la cama, sin dejar de besarla. — Pensé que estabas muy cansada después del viaje. Sonriendo, Clarissa le dio un beso en el borde de la boca, después se sentó en el borde de la cama y buscó los botones de los pantalones de Adrian. — Creo que nunca me voy a sentir cansada para vos, marido — Clarissa aseguró. Mientras lo ayudaba a desvestirse, ella se recomendó a sí misma no olvidarse de tomar o libro y los anteojos de la tina cuando fuese posible… —Mi lady está segura que no preferiría… — No — Clarissa interrumpió a Kibble de inmediato, esforzándose para mostrarse paciente y sonreír. —Prefiero acostarme un poquito. Una siesta es todo lo que quiero ahora. — Se siente mal, mi lady? — Kibble preguntó preocupado.

Clarissa se controló para no reaccionar mal a la pregunta. Honestamente, los criados de Mowbray se preocupaban por ella como madres obsesivas. Uno u otro, y a veces varios de ellos, la seguía a todos lados en los últimos cuatro días, o sea, desde que había llegado a Mowbray. Y si ella intentaba hacerse una escapada hasta su cuarto para tener un momento de privacidad, ellos se mostraban bastante molestos. — Estoy bien — Clarissa insistió con firmeza. — Es que he dormido poco últimamente y sólo quiero tomar una siesta. — Está bien — Kibble se rindió —, si está segura que no se siente mal… — No me siento mal — ella repitió. — Por favor, asegúrese que nadie venga a molestarme . Dígale incluso a Joan que no voy a precisarla. Clarissa ya estaba en la puerta del cuarto, después de haber sido seguida hasta allí por el mayordomo, con otros criados detrás de él. Forzó una sonrisa y entró en el aposento, cerrando la puerta detrás de sí y recostándose en ella con un suspiro.

Por el amor de Dios, ella pensó exasperada. Después sacó el libro del escondrijo entre sus faldas y lo lanzó sobre la cama. Sacudiendo la cabeza, todavía atontada con tanta atención de la servidumbre de la casa, metió la mano en el bolsillo de su falda y sacó la bolsita en que guardaba los anteojos. Poniéndoselos , miró alrededor del cuarto y se detuvo en la silla que quedaba delante de la cómoda. Resolvió tomarla, arrastrarla hasta la puerta y colocarla debajo la perilla. Aliviada porque ahora nadie podría entrar de sorpresa , Clarissa fue a la puerta que daba al cuarto de Adrian. No había otra silla que pudiese usar para trabarla. Por un momento consideró dejarla como estaba, pero , temiendo que Adrian pudiese entrar y sorprenderla con esos anteojos horribles, se dirigió hasta ella. No disponiendo de otra silla, la solución sería correr otro mueble. Un baúl era el mueble más cercano . Era un pesado .Usando toda su fuerza, Clarissa logró moverlo un poco, pero al ser arrastrado contra la madera del piso provocó un sonoro ruido.

Protestando entre dientes , Clarissa redobló sus esfuerzos, esperando ser más rápida para no hacer tanto ruido. — Mi lady? — La voz de Kibble se hizo oír ansiosa del otro lado de la puerta . — Todo está bien ? Clarissa bufó de rabia. — Si, Kibble, todo está bien . — Me pareció haber oído un ruido extraño — dijo el mayordomo. Clarissa sopló una mecha de cabello de su rostro y dijo : — Solamente estaba cambiando una mueble de lugar para que el cuarto quede a mi gusto. Hubo un largo silencio y cuando Clarissa juzgó que Kibble había aceptado su explicación, él insistió: — No podría abrir la puerta por un minuto para que yo vea que mi lady está bien? Clarissa apretó los dientes con rabia, pero fue hasta la puerta del cuarto, retiró la silla , se sacó los anteojos, metiéndolos en el bolsillo de su falda y abrió la puerta. — Vea, estoy bien.

Kibble la observó lentamente de arriba a abajo, de manera desconfiada, como si temiese que ella estuviese ocultando algo . Después la mirada de él recorrió el cuarto. Clarissa se mordió el labio, rezando para que el entrometido no notase el baúl , pero, obviamente, él lo notó. — Mi lady bloqueó la entrada del cuarto del conde. — El mayordomo se mostró asombrado ante ese descubrimiento. — Lo bloqueé, si — respondió Clarissa, impasible. — Es un arreglo temporario, Kibble. Necesito descansar por unos minutos, tener un poco de privacidad, y así me aseguro de que nadie me importune. Kibble la estudió en silencio, después miró el interior del cuarto. Los dos estaban suficientemente cerca como para que Clarissa notase como él se había puesto nervioso. Fue cuando los ojos de él se detuvieron en algo . Clarissa no logró resistirse y se volvió también para ver qué le había llamado la atención . Naturalmente, podía ver nada sin los anteojos, solamente figuras borrosas.

— Hay un libro sobre su cama. Clarissa sintió su corazón detenerse. Se había olvidado completamente del libro . Intentando mantener una expresión serena, se volvió hacia el mayordomo, demostrando sorpresa: — No sé .... tal vez Joan lo haya olvidado aquí. — Sin duda — él concordó y preguntó : — Puedo llevarlo de vuelta a la biblioteca ? — No te preocupes, Kibble, es sólo un libro. Voy a dejarlo en la mesa y Joan lo tomará más tarde. — Tal vez ella quiera leerlo mientras usted descansa — él insistió. — Usted le dio la tarde libre a ella. Clarissa apretó los dientes. Buscaba una excusa urgente para poder quedarse con el libro cuando oyó a alguien gritar desde el piso inferior. Kibble se dio vuelta y miró hacia el hall. disculpándose, fue hasta las escaleras desde donde podía ver la entrada. Clarissa creyó que su sentido de audición había aumentado desde que se había

quedado sin anteojos. Era como si su cuerpo buscase compensar la falta de vista , agudizando los otros sentidos. Ella oyó perfectamente bien la respuesta de Frederick. Él dijo que un carruaje estaba aproximándose al patio. Sin darse cuenta que Clarissa había escuchado, Kibble miró hacia atrás y le informó : — Perdóneme, mi lady. Parece que tendremos compañía. Clarissa observó la figura de él desaparecer escaleras abajo y entonces cerró la puerta del cuarto. Una vez a solas, su mirada se detuvo en el marco borroso de la ventana. Visitas inesperadas? Quién podría ser, se preguntó a sí misma. Poniéndose los anteojos, ella fue hacia la ventana que daba al patio del frente de la casa. Había un carruaje subiendo por la alameda, pero fue sólo cuando se detuvo en el frente de l a casa que ella reconoció el escudo de la familia, en la parte lateral del vehículo. Respirando profundamente, Clarissa caminó rápidamente hasta la puerta. Ya iba a abrirla

cuando se acordó de los anteojos. Se los arrancó , los colocó en el bolsillo y rápidamente fue al hall. Al llegar a la escalera, se agarró a la baranda y descendió cuidadosamente. Había aprendido la lección al torcerse el pie en las escaleras de la casa de su padre en Londres. Kibble permanecía parado junto a la puerta de entrada, observando el primer pasajero que descendió del carruaje. Al llegar al lado de él, Clarissa notó por la expresión desconfiada de su cara que Kibble no tenía la menor idea de quien er. Pero pronto él se enteró de la identidad del visitante al verla pasar corriendo y gritando: — Papá, que bueno, no te esperábamos tan pronto! Cuando su padre la vio, también se apresuró en dirección a ella y la abrazó cariñosamente. Clarissa oyó entonces a Kibble comenzar a dar órdenes para que preparasen los cuartos y le avisó a la cocinera que habría invitados la cena.

— Cómo está mi niña? — lord Crambray quiso saber, después de abrazarla. — Pareces saludable y contenta. — Y lo estoy - confirmó Clarissa, abriendo una amplia sonrisa. — Pero, qué pasó? No te esperábamos tan pronto. Algo malo ? — No, nada — él aseguró rápidamente . — Sólo que terminé mis negocios antes de lo que esperaba y pensé en pasar un poco más de tiempo con vos y tu marido. — A propósito, dónde está él ? — Adrian fue revisar algo que precisa reparación — ella le explicó, enlazando su brazo en el de su padre. — Pronto estará aquí. Clarissa notó de reojo un movimiento junto al carruaje y vio surgir de la puerta un cuerpo de mujer. Lydia había venido , pensó, e inmediatamente soltó el brazo de su padre. —Disculpa. Yo aquí hablándote y Lydia aguardando para bajarse. — Oh. — John Crambray se volvió hacia el carruaje, disculpándose con su esposa y ofreciéndole la mano para que bajase.

Cuando pisó en el suelo , Lydia intentó alisar el vestido. Clarissa sintió duda. Una parte de ella le decía que debería aproximarse y abrazar a su madrastra, como había hecho con su padre, pero su madrastra nunca había sido dada a las muestras de afecto , y ella no sabía como comportarse. Finalmente, ella se decidió. Le gustase a Lydia o no, como ella formaba parte de la familia, y debía ser tratada como tal. Enderezando los hombros, dio algunos pasos hacia su madrastra, la besó en la cara y la abrazó . Lydia se puso rígida al ser abrazada, mostrándose sorprendida. Clarissa entonces enlazó un brazo en el brazo de su padre y el otro por el de su madrastra y los invitó a entrar. — Vamos. Quiero que conozcan a Kibble y a todo el personal. Por cuánto tiempo se pueden quedar? — Creo que podamos quedarnos casi una semana antes de proseguir viaje. Si a tu marido no le importa — lord Crambray completó.

— Al marido de ella no le importa en lo absoluto. Clarissa se detuvo y miró al costado. Adrian estaba llegando desde los establos. Ella sonrió al verlo saludar a su padre y su madrastra, dándoles la bienvenida a Mowbray — Espero que no te moleste que estemos aquí ? Adrian dirigió su mirada al hombre que cabalgaba a su lado, lord John Crambray. Era la mañana siguiente a la llegada de los Crambray. El padre de Clarissa había salido con él a inspeccionar la propiedad y todo estaba bien hasta que su suegro hizo esa pregunta. — No, claro que no me molesta, mi lord . Qué le hace pensar eso? John Crambray encogió los hombros , y la sonrisa que tenía en el rostro era irónica. Pasado un momento, él se justificó : — Bien, es que ustedes están recién casados y probablemente les gustarían estar a solas para conocerse mejor.

Adrian también esbozó una sonrisa tímida. Aunque originalmente hubiese deseado que el padre de Clarissa postergase la visita hasta que él estuviese saciado de su joven esposa, o por lo menos hasta que lograse estar en el mismo cuarto con ella sin que desease arrancarle as ropas. Era difícil imaginar que podría tenerla sólo para sí por las dos o tres décadas siguientes. — Tenemos todo una vida por delante. No puedo negarle apenas algunos días de visita. John Crambray ensanchó su sonrisa. — Amas a mi hija. Adrian se puso rígido en la montura. Todavía intentaba entender sus sentimientos hacia Clarissa. Cada día con ella era una aventura. Esa mañana él había despertado con su joven esposa acariciando y besando su erección. Clarissa había empezado a sorprenderlo con esas actitudes atrevidas en los últimos días. Su esposa parecía tan ansiosa por agradarlo como él a ella.

— Puedo ver que la amas — continuó John Crambray. — Por eso no comprendo por qué ella todavía está sin los anteojos. Adrian procuró controlarse e dijo : — Ya deben estar en camino. Tuve que encargarlos a Londres. Pero quiero darle una sorpresa a Clarissa, por eso le pido que no comente nada con ella. Lord Crambray pareció aliviado y concordó : — Como te parezca mejor. Adrian íntimamente se rió de esas palabras. Si en realidad fuese como le pareciese mejor, Clarissa nunca tendría los anteojos. Pero la consciencia le pesaba y, finalmente, él había resuelto encargar los anteojos para ella. Finalmente, no había llevado a Clarissa a la aldea, ni le había contado nada sobre su plan . Le había dado algo de dinero a un mensajero para que fuese a la ciudad y comprase los anteojos. Todo sin que ella sospechase. Adrian se decí a sí mismo que quería darle una sorpresa . Aunque, la verdad era que, mientras Clarissa no supiese que los anteojos estaban en camino, él podría

retrasar el momento de dárselos por cuanto tiempo quisiese. Suspirando, al avistar la casa, Adrian espoleó el caballo, haciéndolo trotar. No quería hablar más . La casa estaba en silencio cuando Adrian y su suegro entraron. Encontraron a Lydia leyendo en el salón, pero los criados no estaban a la vista . Adrian no tenía duda que estaban evitando a Lydia. Ella podía ser bastante insoportable y desagradable con los criados. Aparentemente, Clarissa no era la única persona a quien le gustaba someter. La mujer atormentaba quien fuese más débil o estuviese en un posición inferior, como los criados. Dejando a lord Mowbray con su esposa, Adrian subió para cambiarse de ropa . Se desvistió ye se vistió cerca del guardarropa, mirando varias veces hacia la puerta de comunicación con oelcuarto de Clarissa. Se sentía curioso por saber dónde estaría ella y qué estaría haciendo. Era lo que siempre se preguntaba cuando estaban separados.

Se nota que la amas. John Crambray le había dicho, y él comenzaba a creer que verdaderamente la amaba . El hecho que hubiese decidido comprarle los anteojos era una evidencia de eso. Se sorprendía de la facilidad con que todo había sucedido. Era realmente amor lo que sentía por ella. Clarissa era una persona fácil de se amar, sin duda, pero era más que eso. Adrian había creído que encontrar alguien con quien quisiese casarse sería casi imposible, sin considerar la posibilidad de llegar a amar a esa persona; pero todo había sido increíblemente fácil con Clarissa desde el comienzo. — Listo, mi lord . Precisa algo más ? — preguntó Keighsley al terminar de ayudarlo. — No, gracias, Keighsley … sabes dónde está mi esposa? — Creo que ella está en el cuarto, mi lord . Uno de los criados está en el hall, observando la puerta, una evidente señal de que ella debe estar allá dentro. — Gracias — Adrian se encaminó hacia la puerta comunicante, cuando el criado dejó

el cuarto. Como siempre, estaba ansioso por ver a su mujer, por eso ni se molestó en golpear la puerta, intentando simplemente abrirla, pero estaba bloqueada. Extrañando porque la puerta se había abierto sólo un poquito, la cerró e intentó abrirla de nuevo, una vez más sin éxito. Intentó entonces espiar por la hendija y la llamó : — Clarissa? No hubo respuesta. — Clarissa? — él insistió, esta vez golpeando la puerta. — Clarissa? Estás ahí? Hay algo bloqueando a puerta. Sin obtener respuesta, Adrian dio media vuelta y fue al hall, viendo a Frederick en el momento en que dejaba el cuarto. — Sabes si lady Mowbray está en el cuarto? — Está, si, mi lord — Frederick confirmó, asumiendo una postura militar. — Ella está sola? — Adrian preguntó, encaminándose hacia la puerta del cuarto y girando la perilla. La puerta se abrió apenas unos centímetros. — Estoy vigilando la puerta desde que ella entró, mi lord , y nadie más entró o salió.

— Frederick se acercó al ver que Adrian forcejeaba la puerta. — Qué pasa? — La puerta está bloqueada con algo — Adrian explicó y golpeó la puerta. — Clarissa, si me oyes, di mi nombre! Ambos permanecieron callados mientras aguardaban. Entonces Adrian se dio vuelta impacientemente, y volvió a su cuarto, dirigiendose nuevamente hasta a la puerta comunicante. Estaba seguro que esa puerta había cedido un poco al intentar abrirla. Por lo menos , más que la del hall. después de una nueva tentativa, la empujó con más fuerza, soltando un gruñido, y la puerta cedió más un poco. — Nadie entró, mi lord — aseguró Frederick, que había ido detrás de él hasta el cuarto. — No saqué los ojos de la puerta ni por un instante. Adrian no hizo ningún comentario. Toda su concentración estaba centrada en la puerta que estaba forzando y, aunque lentamente, lograba abrir un poquito. El ruido producido por la madera raspando el piso le decía que un mueble pesado debía haber sido

arrastrado hasta allí. Para complicar las cosas, una buena parte del piso estaba cubierto con una alfombra, lo cual probablemente estaba impidiendo que el mueble se deslizase mejor. — Puedo ayudarlo, mi lord ? — Frederick preguntó solícitamente. — Tal vez si los dos forzamos… Adrian miró al muchacho, prácticamente un adolescente de unos dieciséis años, delgado como una vara, pero estaba tan ansioso que cualquier ayuda sería bienvenida. — Apoya el hombro en la puerta y empuje cuando te diga. Frederick se colocó al lado de él, con el hombro apoyado en la puerta, y ambos pusieron el máximo esfuerzo posible. Esta vez, la puerta cedió lo suficiente para que Adrian pudiese mirar adentro del cuarto. Clarissa estaba acostada, aparentemente durmiendo, pero él notó que la cara de ella estaba extremamente pálido. — Una vez más — Adrian ordenó, y ellos lograron dar un buen empujón a la puerta, lo

suficiente para que fuese apartada y lo dejase ver que el mueble era un baúl . Frederick estaba a la expectativa, observando ansiosamente si su amo podría pasar por esa pequeña abertura. Ambos dieron un suspiro de alivio cuando él lo logró. — Ella está bien ? — Frederick preguntó, intentando entrar mientras Adrian corría hacia la cama. — Clarissa? — Adrian tomó la cara de ella entre sus manos . Su corazón casi dejó de latir al verla. No solamente había tenido la impresión que estaba pálida. Clarissa estaba blanca como una sabana y completamente inerte. — Cómo está ella ? — Frederick insistió, aproximándose a la cama. — Pide ayuda! — le gritó Adrian, frotando con su mano temblorosa en el rostro de Clarissa. — Por supuesto , mi lord . — Frederick comenzaba a dirigirse a la puerta , pero Adrian lo llamó , al ver lo que bloqueaba la entrada de la otra puerta.

— Saca esa silla que está trabando la puerta y corre a pedir socorro. La mirada de Adrian recorrió el resto del cuarto, pero todo parecía en orden y no había nadie más allí. Frederick dejó la puerta abierta al salir y Adrian pudo oírlo gritar pidiendo ayuda al descender las escaleras. Con la esperanza que la ayuda llegase pronto, Adrian volvió a examinar el rostro de su esposa. Acostada en la cama, ella parecía tan pequeña y frágil… la tomó en sus brazos, abrazándola contra su pecho. No podía soportar mirar esa cara sin vida. Ella apenas parecía respirar, y la idea que ella pudiese morir lo aterrorizó . No soportaría perderla. Clarissa era demasiado importante era todo en su vida. Dios, la amaba tanto que preferiría morir a vivir sólo con el recuerdo de ella. — Quédate conmigo, Clarissa — él murmuró, acariciándole la espalda. — No me dejes. Te necesito . — Mi lord ?

Adrian miró la puerta y vio a Kibble entrar. Detrás del mayordomo, estaban el padre de Clarissa y varios criados. — Frederick dijo que mi lady no está bien. Qué sucedió ? — Kibble preguntó, dando la vuelta a la cama y parándose al lado del lugar en que Adrian estaba sentado, cargando a Clarissa. — No sé. Ella está muy pálida y no se despierta — Adrian explicó. — Déjame verla — dijo Kibble. John Crambray también se aproximó por el otro lado. Adrian acostó nuevamente a Clarissa con gran delicadeza, y los tres hombres se inclinaron sobre ella. — Mi Dios, ella tiene una palidez mortal! — exclamó lord Crambray, alarmado. — Está casi color ceniza — la Señora Longbottom comentó asustada . Kibble levantó entonces los párpados de Clarissa, examinó sus ojos y se curvó para olerle el aliento. Adrian observaba las acciones del mayordomo como si estuviese anestesiado hasta que él enderezó el cuerpo. Su

semblante demostraba todo el pánico que sentía, asustando todavía más a Adrian. — Debemos purgarla. Fue envenenada. — Qué ?— lord Crambray y Adrian dijeron al mismo tiempo, pero Kibble no estaba oyendo, su atención estaba to centrada en la mesa donde había un pedazo de torta a medio comer. Él se agachó entonces para olerlo y apretó los labios. — La torta está envenenada. — Pero todos comimos un pedazo de torta anoche — Adrian lo contradijo. — No este pedazo — Kibble afirmó, mirando a su alrededor . — Necesito algo para meterle en la garganta. — Qué ?— Adrian se alarmó . Impacientándose, Kibble sugirió : — Tal vez vos y lord Crambray deban salir de aquí. — No, yo me quedo — Adrian protestó. — Entonces intenta salvarla, si puedes— Kibble decidió, dirigiendose a la puerta. — No, Kibble, por favor, vuelve! Necesitamos tu ayuda — Adrian dijo secamente.

— Entonces tienes que irte. No puedo ayudarla con vos interrumpiendo y cuestionando cada movimiento mío — ordenó Kibble, retornando. Viendo que Adrian vacilaba John Crambray lo tomó por el brazo. — Vamos, él tiene razón. Es mejor que nos vayamos aquí. Vamos abajo para no molestar aquí. — Pero y si ella… — Adrian comenzó a decir, completando en su pensamiento: Y si ella se muere?, no atreviéndose a terminar la frase. — Uno de los dos tiene que irse, mi lord , o vos o yo — Kibble dijo implacablemente, y Adrian sintió en sus hombros el peso de la derrota. — Voy a llamarlo cuando haya algún cambio — Kibble prometió, suavizando su actitud ante la concesión de Adrian. Adrian asintió con la cabeza y siguió a lord Crambray, saliendo del cuarto. Los dos hombres se mantuvieron callados, con los oídos atentos a las instrucciones que Kibble

daba a los otros criados como un sargento de caballería. — Ella estará bien — lord Crambray procuró tranquilizarlo, sin conseguir disimular miedo en la voz . Clarissa era hija única, fruto de su amor con Margaret Crambray. Era natural que estuviese tan preocupado como Adrian. Forzandose a dar una respuesta igualmente gentil, Adrian condujo a su suegro hasta el salón, imaginando que, mientras aguardaban, un trago de brandy le haría bien a los dos. Abrió la puerta y dejó que lord Crambray entrase primero. Tan pronto pisó el salón, se encontró con Lydia serenamente instalada en el sofá, con la cara absolutamente desprovista de cualquier expresión. — Entonces, qué hizo ella ahora? Prendió fuego esta casa también? O se tropezó y se lastimó el dedo del pie? — ella preguntó en un tono sarcástico. Adrian sintió su sangre hervir, pero fue John Crambray quien tomó la iniciativa de

responder. Parándose al lado de Adrian, él miró a su mujer con total desprecio y dijo : — Ella fue envenenada y, como sé que vos sos la única persona que la odia tanto como para hacer una cosa así , no sería tan arrogante, pues sos vos quien va a ir a la horca si ella llega a morir. CAPITULO 20 Clarissa abrió lentamente los ojos y dio una mirada al lugar vacío a su lado. Aparentemente, Adrian se había despertado temprano . No era usual. Él generalmente era el primero en despertar y provocarla con besos y caricias. No podía haber modo más agradable de comenzar o día. En verdad, pensó Clarissa, esa mañana específica no le habría gustado tanto. Se sentía rara, con la garganta y el estomago dolorido por algún motivo. Esperaba que no fuese ningún problema. Soltando un suspiro, se dio vuelta de espaldas en la cama y casi

gritó de susto al ver una cara arrugada inclinada sobre ella. — Kibble! — ella agarró las mantas, levantándolas hasta el pecho y abrió enormemente los ojos al mayordomo. — Qué…? — Cómo se siente , mi lady? — el mayordomo la interrumpió , serenamente. Clarissa parpadeó . Su mente ahora estaba completamente despierta y comenzaba a funcionar. La última cosa que se acordaba era de haberse acostado para descansar a la tarde y ahora la iluminación del cuarto sugería que todavía era la siesta. Frunciendo el ceño, ella exploró un poco más su mente, juntando algunas recuerdos sueltos de la Señora Longbottom y Kibble sujetándola y calmándola mientras vomitaba. — Estaba enferma — ella dijo, bajito . — Cierto — Kibble confirmó. — Usted y la Señora Longbottom se ocuparon de mí. —Así como casi todo el personal de la casa. Estábamos muy preocupados, mi lady. — Qué sucedió ? Fue una gripe fuerte?

— De qué se acuerda? — el mayordomo preguntó en vez de responder. Clarissa se mordió el labio y procuró recordar. — Vine a mi cuarto para escapar de Lyd… digo, para tener un poco de privacidad. — Aunque su madrastra fuese un pesadilla, no le gustaba hablar mal de ella con los criados. La alegraba que su padre y su marido se llevasen tan bien; se había sentido feliz porque habían salido a cabalgar juntos. Desgraciadamente , Lydia se había quedado para atormentarla con comentarios malditos sobre la odisea de la consumación del matrimonio. También le había dicho que debería sentirse horrorizada al ver de cerca la cara de su marido… si es que él había consentido en que ella usase anteojos nuevamente. Sería mejor que permanecieses ciega, su madrastra había rematado. Controlándose y sin revelarle que ya tenía anteojos, en la primera oportunidad Clarissa había escapado a su cuarto para leer un poco. Había, como de costumbre, bloqueado

las dos puertas y se había recostado para leer. Pero no le comentó nada a Kibble sobre la lectura. Sus anteojos continuaban siendo un secreto. — Vine a descansar un poco al cuarto — dijo Clarissa — y había un pedazo de torta en mi mesa de cabecera. — No fue usted quien la trajo ? — No, Kibble. Creí que Frederick la había dejado para mí. Él siempre parece estar siguiéndome y siempre me trae dulces. Aunque no tenía hambre, comí uno o dos bocados, para que él no se ofendiese. — Gracias a Dios, no tenía hambre. — Por qué ? — Nada, nada. Acabe de contarme lo que sucedió , por favor. Clarissa pensó en insistir para que él le explicase su comentario, pero desistió. En el momento oportuno se enteraría . — Fue sólo eso. Comí unos bocados y , como el estomago comenzó a dolerme un poco, resolví dormir. Una buena siesta a veces resuelve todo.

Kibble se quedó en silencio por un momento, después levantó algo . Clarissa no logró identificarlo de inmediato, pero él aproximó los anteojos muy cerca de la nariz de ella. — Estaban entre las mantas cuando la levanté un poco. También encontré un libro de la biblioteca. Clarissa se mordió el labio, sintiéndose desconcertada bajo la mirada de él. No era que hubiese una expresión de acusación o de rabia en la cara del mayordomo al hacer el comentario. — Era por eso entonces que usted estaba bloqueando las puertas. lord Mowbray no sabe de los anteojos. Aunque no fuese una pregunta, Clarissa respondió : — No, él no sabe… — Hace cuánto tiempo los tiene? — Desde la víspera de mi casamiento. — Sospechaba eso cada vez que la veía escaparse al cuarto. No tenía sentido para mí que usted tuviese su propio dinero y no lo usase para comprarse anteojos.

— En verdad , no tenía posibilidad de comprarlos . Lydia siempre estaba conmigo. Pero hallé un modo de ir hasta a una farmacia el día en que lady Mowbray y yo fuimos probarnos nuestros vestidos. — Por qué no le contó a Adrian? Clarissa notó la falta de uso del título de nobleza cuando Kibble se refería a su marido, pero sabía que los dos tenían un relación especial, casi de padre e hijo, por eso no se sorprendió. Ella no estaba muy dispuesta a responder. — Es porque lo vio y lo halló mucho repulsivo? Prefiere no tener que mirar a su marido? Una vez más no había ninguna censura o juicio de valor en el tono de voz del mayordomo, pero Clarissa se sintió horrorizada ante la mera sugestión que hacía. — No, claro que no. Adrian es lindo. Poco importa la cicatriz que tiene en la cara . Él tiene los ojos castaños más bellos que jamás haya visto , labios muy dulces y…

Dandose cuenta de lo que estaba diciendo, Clarissa se detuvo , sintiendo el rubor subir a sus mejillas. — Usted lo ama — completó Kibble, visiblemente satisfecho. — Si, creo que si — ella admitió tímidamente Ya con los anteojos, Clarissa vio la amplia sonrisa que había transformado la cara del mayordomo. Era obvio que él también amaba a Adrian y estaba feliz de saber cuanto era amado por su esposa. Los dos intercambiaron sonrisas y entonces Kibble preguntó : — Pero por qué está escondiendo los anteojos de él ? Al ver que Clarissa evitaba su mirada , él insistió : — Es por él ? — Si — ella confirmó, aunque en verdad fuese por causa de los dos. Clarissa no quería que Adrian la viese con esos anteojos horribles. Pero tampoco deseaba perder el poco afecto que él ya le tenía, en caso que la hallase muy fea con esos anteojos.

—Usted no entiende que él se sentiría más conmocionado si supiese que puede verlo y lo ama que pensar que no conoce la apariencia de él ? Clarissa dirigió una mirada confusa al mayordomo. — Cómo? Kibble reformuló lo que había dicho: —Usted no está escondiendo los anteojos para que él no se sienta incómodo bajo su mirada ? — él se siente incómodo bajo mi mirada? — ella preguntó, incrédula. — No. Por qué sucedería eso ? Yo lo amo por lo que es. Él es guapo, inteligente, dulce… —Pero, entonces por qué no usa los anteojos y se lo dice a él ? Clarissa creyó que Kibble tenía la mente un poco enlentecida, dada la dificultad que demostraba para entender. Sintiendo pena por él, ella confesó : — Porque soy horrible con anteojos. Kibble mostró una expresión de asombro, y ella resolvió explicarse mejor.

— Lydia siempre me dijo que quedaba muy fea con los anteojos y, cuando lady Mowbray supo que mi par de anteojos extra se había rotoo, ella comentó que Adrian se sentiría aliviado. Me quedé preocupada creyendo que él no me hallaba nada atractiva . Kibble echó su cuerpo hacia atrás, como si hubiese recibido un golpe. Él la miró perplejo. — Es por eso que no usa los anteojos? — Claro — Clarissa confirmó, sintiéndose desgraciada para, en seguida, sorprenderse con la carcajada del mayordomo. — Qué dije de gracioso? — Oh, mi lady, si usted supiese — él logró decir entre risas. — Los dos son demasiado sensibles. Están tan enamorados y temerosos de rechazo del otro. Clarissa miró seriamente al mayordomo, no le gustaba nada verlo divertirse con ese asunto. — Oh, querida. Clarissa se volvió hacia la puerta y vio a lady Mowbray entrando con una expresión

exasperada en la cara . Sacudiendo la cabeza ella caminó por el cuarto hasta ellos. — Perdónenme , pero estaba del otro lado de la puerta y no pude dejar de oír. Clarissa, me temo que me entendiste mal. — Lady Mowbray! Cuándo llegó ? — Hace más o menos una hora, querida. Resolví venir a ver como vos y mi hijo se están llevando. Debería haber llegado anoche, pero se rompió una de las ruedas del carruaje y tuvimos que pasar la noche en una posada para que fuese reparada. Acomodándose en un lado vacío de la cama, ella dio una palmada en la mano de Clarissa. — Si hubiese sabido que estabas enferma, habría alquilado otro carruaje para llegar más rápidamente aquí. — No hubo necesidad. Estoy bien — dijo Clarissa, conmovida por las palabras de su suegra. — No, mi querida, es obvio que no estás bien — la contradijo lady Mowbray. — Estás sufriendo por causa de un mal entendido. Clarissa levantó las cejas . — Qué mal entendido, mi lady?

Lady Mowbray abrió la boca para decir algo, pero vaciló. Cuando finalmente habló , Clarissa supo que no se trataba de lo que originalmente tenía intención de decir. — Me gustaría que me llamases madre, Clarissa. Siempre quise tener una hija, mas, después de Adrian, no pude tener más hijos. de esa forma, también el vacío dejado por la muerte de tu madre sería llenado. Entiendo que Lydia… bien, como ella nunca tuvo sus propios hijos, tal vez no sea la persona más indicada para ese papel. Sonriendo, Clarissa apretó la mano de su suegra quien sujetaba la de ella y cuchicheó emocionada: — Gracias … madre. Lady Mowbray se mostró radiante, aunque sus ojos estuviesen nublados con lágrimas. Antes que las dos pudiesen comentar algo mas , Kibble carraspeó . Cuando captó la atención de ellas, él sugirió : — Tal vez usted pueda explicar ese mal entendido, lady Mowbray, para que lady Clarissa de hecho entienda, y no sufra por lo que no entendió.

— Si, claro. — ella suspiró y , apretando la mano de Clarissa, dijo : — Mi querida niña, cuando dije que Adrian estaría aliviado al saber que tus anteojos estaban rotos, no fue porque a él no le gustan los anteojos . Fue porque él teme que, si vos ves bien, tal vez ya no te sientas atraída por él. — Cómo Adrian puede pensar una cosa así ? — Clarissa se sorprendió . — Por su cicatriz, querida — lady Mowbray respondió con delicadeza. — Claro pero ... — Clarissa murmuró, sacudiendo la cabeza como si considerase un absurdo esa idea. —El es guapo, aún con la cicatriz. Por el amor de Dios, sin ella hasta me dolerían los ojos de mirarlo y hallarlo tan lindo. — Realmente, él es guapo al estilo de un dios griego, bello como un ángel. Claro que esa es ... mi opinión . — Lady Mowbray suspiró. — Pero las jóvenes de la ciudad exigen perfección en todo y lo miran a Adrian como si fuese un obra de arte dañada.

Clarissa se dio cuenta que su suegra había sufrido por la manera en que su hijo había sido tratado después de la herida. — Naturalmente, al principio la cicatriz era mucho peor. Las facciones de él estaban distorsionadas. La cara le quedó muy hinchada. Pero aún así él frecuentó la corte. Pobre mi hijo, muchas jóvenes llegaron a desmayarse al verlo. — Con el semblante ahora entristecido, ella se desahogó : — Todo comenzó con la joven Louise Frampton. Ella estuvo enamorada de Adrian durante años y quedó muy impresionada , al punto de desmayarse cuando vio lo que le había sucedido en la batalla. Nadie la había prevenido y fue un shock para ella. Aparte de eso — lady Mowbray agregó —, Louise estaba un poquito gorda y, cuando supo que Adrian había vuelto, le pidió a su criada que le ajustase mucho el corset. La pobre muchacha se sintió una idiota después de desmayarse y se sintió todavía peor cuando supo que otras jóvenes comenzaron a reaccionar de la misma manera al ver a mi

hijo , fue como una especie de moda, todas querían tener la misma experiencia. — Pobre Adrian — Clarissa murmuró. Lady Mowbray asintió con la cabeza y , con la cara triste, agregó : — Sé que algo también sucedió con lady Johnson, aunque no sepa qué, pero todo eso contribuyó a que Adrian quisiese huir de Londres. Inmediatamente empacó sus cosas, se vino a Mowbray y se quedó aquí. Era muy obvio que lady Mowbray había sufrido mucho, pensó Clarissa. — No sé cuantas veces Mary y yo lo visitamos después de eso y le repetimos que la cicatriz estaba mucho mejor y que él debía volver a convivir en sociedad. Adrian no nos escuchaba. Finalmente, resolví ser más dura con él, pues, de lo contrario, él se quedaría aquí para siempre y nunca volvería a Londres . Hasta fui impertinente con él. Clarissa se mordió el labio para contener la sonrisa que quería curvarse en sus labios. Lady Mowbray hizo el comentario con un estremecimiento de horror que evidenciaba

como ella se sentía respecto a “ser impertinente”. — Y fui firme hasta que él finalmente cedió y volvió a frecuentar la corte este año. — Y yo sólo puedo agradecerle por eso. De otro modo, yo nunca lo habría conocido. Lady Mowbray sonrió . — Es verdad. Si yo no hubiese insistido tanto para ir a Londres este año, ustedes dos no habrían se conocido. Clarissa sintió un escalofrío. Nunca haberlo conocido; nunca haber bailado con él ; nunca haberlo besado, nunca… Dios, ella podría estar casada con Prudhomme en ese momento y probablemente lista para tirarse de un acantilado también. Se descomponía con sólo pensar en la mera posibilidad que ese viejo arrugado la tocase de la manera que Adrian la tocaba. Gracias Dios mío . — Clarissa — lady Mowbray propuso —, déjame hacer una cosa más por vos. Deja que Adrian sepa que tienes los anteojos. Él necesita saber que puedes verlo y que lo amas . Y vos vas a ver que él te ama con y sin los anteojos.

La madre de Adrian dio una palmada más a la mano de Clarissa, después se levantó. — Ahora debo ir a mi cuarto. Y vamos a mantener esta visita en secreto . Imagino que a mi hijo no le gustaría saber que te he visto y he conversado con vos antes de él. Por lo que supe, él estuvo toda la noche preocupado, caminando como un león enjaulado en el salón. La mirada de Clarissa voló hacia el mayordomo ante esa noticia. La expresión de Kibble cambió, forzando una sonrisa . — No dejé que el conde se quedase aquí mientras la cuidaba , lady Clarissa. El, naturalmente, no quería salir, pero me estaba cuestionando y se estaba entrometiendo en todo lo que hacía o pedía. Tuve que ser firme. Clarissa se sorprendió al saber que había alguien que lograba que Adrian hiciese algo que no quería hacer. — Pero — Kibble prosiguió —, prometí ir a buscarlo cuando hubiese algún cambio en su estado. Voy a buscarlo ahora mismo, pero

primero quiero decirle que lady Mowbray tiene razón. Realmente debe decirle que ya vio su cara y que lo ama como es. Adrian se preocupa tanto por su apariencia, como usted de sus anteojos. Kibble acompañó a lady Mowbray, dejando Clarissa sentada sola, con un dilema. Sería verdad ? Se había privado de los anteojos sin necesidad ? Clarissa pensó y volvió a pensar en el tema . Hasta entonces el hecho que Adrian no hubiese demostrado ninguna intención de comprarle anteojos nuevos la había hecho pensar que él no quería verla con anteojos. Pero su suegra y Kibble le habían mostrado otro lado de la cuestión . Tal vez el marido realmente temiese que ella lo rechazase después de ver bien su cicatriz. La mera idea hizo con que ella sacudiese la cabeza. Con o sin cicatriz, Adrian era el hombre más encantador de la ciudad. Era difícil de creer que no supiese eso. Él parecía muy seguro de sí mismo todo el tiempo . Los pensamientos de Clarissa fueron interrumpidos cuando la puerta del cuarto

fue abierta. Ya se había convertido en un hábito sacarse los anteojos y esconderlos debajo la almohada. — Clarissa. Ella inmediatamente reconoció la voz de su marido que entró y atravesó el cuarto, visiblemente abatido . Pronto detrás de él, entró un segundo y después un tercer hombre. El segundo seguramente era su padre, ella pensó, pero no tenía idea de quien era el tercero. Adrian se sentó al lado de ella en la cama y la abrazó. — Gracias a Dios estás bien — dijo bajito , anidándola junto a su pecho y acariciando el cabello de ella. — Estabamos muertos de preocupación. — Cierto — el padre confirmó, acariciándole la espalda. — Estuvimos toda la noche a la expectativa que despertases. — Perdónenme por haber causado tanta preocupación. — Clarissa abrazó a su marido con una de sus manos y con la otra apretó la mano de su padre.

— No tuviste ninguna culpa — Los dos hablaron al mismo tiempo y todos rieron. Adrian entonces se apartó de Clarissa y la miró comovido. Él estaba tan cerca que ella pudo ver las líneas de preocupación alrededor de sus ojos enrojecidos por falta de sueño. — Supimos que sobrevivirías a medianoche, pero Kibble no podía decir si te quedaría alguna secuela. Clarissa esbozó una sonrisa . — Creo que todo está en orden. Adrian se rió y le besó cariñosamente la nariz. — Estamos contentos de que esté bien — dijo el tercer hombre. Clarissa pensó haber reconocido la voz, pero no logró en un primer momento recordar quien era. — Crees que puede contarnos qué sucedió ? — el hombre agregó, y ella abrió enormemente los ojos. — Señor Hadley! — exclamó sorprendida cuando el nombre de él repentinamente le vino a la mente. — Qué está haciendo aquí ?

— Yo lo llamé — Adrian explicó. — Hace una hora que él llegó . Crees que puede responder a su pregunta ? — Claro, estoy bien — ella aseguró, apretando el brazo de su marido. Sin entender bien lo que el Señor Hadley hacía allí, Clarissa resolvió responder la pregunta de él porque los tres hombres estaban aguardando de manera impaciente. Después haría sus propias preguntas. Clarissa entonces repitió rápidamente todo lo que le había dicho a Kibble: el hecho de desear un poco de privacidad y de haber ido al cuarto, de haber comido un pedacito de torta y haber sentido dolor en el estomago, y haberse dormido. El cuarto permaneció por un momento en silencio, que fue quebrado por Adrian al comentar: — Kibble comentó que el hecho que sólo comiste un pequeño pedazo de torta fue lo que te salvó. — Qué bueno que no tenía hambre — ella bromeó.

— Podrías haber muerto — su padre habló aparentemente molesto porque ella no estaba tomando el caso en serio. — Ese era, sin duda, el plan — Hadley aseguró, — Kibble no cree que el veneno fuese suficiente para matarte — dijo Adrian, amenizando la situación. — Según él, aunque hubiese comido todo el pedazo , su estado sólo sería un poco peor. — La torta tenía veneno? — Clarissa se asustó. — Ustedes están diciéndome que intentaron envenenarme? Los tres hombres intercambiaron miradas y se mantuvieron nuevamente callados por algunos instantes. Finalmente, dando un suspiro, Adrian preguntó : — Clarissa, ya te pregunté esto antes: estás segura que no hay nadie que quiera perjudicarte? Si, recordaba que él le había preguntado si tenía enemigos. La pregunta había surgido tan naturalmente en la conversación después de haber hecho el amor que ella no le había dado mayor importancia. Entendía

ahora que él ya estaba preocupado por ese supuesto enemigo oculto . Pero por qué ? — No, claro que no. Por qué habría de tener un enemigo? Nunca hice mal a nadie en toda a mi vida. Tal vez estuviesen intentando envenenarte a vos y yo comí la torta por error. — Envenenarme a mí. Por qué alguien querría matarme? — Bien, mi lord , por qué crees que intentarían matarme a mí? — Clarissa replicó un poco irritada. — Bien, algún motivo debe haber. Yo ni siquiera estaba en la casa. No soy yo quien descansa por la tarde y, básicamente, porque la torta estaba en tu cuarto. Clarissa sonrió con bronca ante la lógica de su marido y entonces comentó : — Entonces ya hace algún tiempo que estás sospechando eso. Qué hace pensar así? — Clarissa, has sufrido varios accidentes después que llegaste a Londres. — Vamos , todos fueron por la falta de anteojos — ella argumentó.

Clarissa tuvo a impresión de que Adrian no concordaba con su justificativo, pero no contestó. En realidad , no dijo una palabra. Y antes que Clarissa pudiese decir algo, Adrian la besó en la frente y se levantó. — Debo hablar una palabra con Hadley. Vuelvo logo. Los dos hombres dejaron el cuarto, y el padre tomó el lugar al lado de la cama donde Adrian estaba sentado. Pero su atención estaba volcada al otro lado de la puerta; intentaba oír la conversación que los hombres estaban teniendo allí. Conociendo a su padre, Clarissa sabía que tenía ganas de participar de esa conversación, cualquiera que fuese, pero estaba reticente a abandonarla. Entonces Clarissa trató de liberarlo. — Puedes ir, papá , ve con ellos. Yo quiero levantarme. Tal vez puedas pedirle a mi criada que suba y prepare un baño. — Si, si , querida. — lord Crambray inmediatamente se escapó aliviado.

Clarissa notó que hubo una pequeña pausa en la conversación cuando él se aproximó. Pronto el tema fue retomado, pero el sonido de las voces se fue haciendo más lejano mientras que los tres se iban apartando del hall. Sacudiendo la cabeza, ella se sentó en la cama, con los pies afuera. Se había sacado el vestido y puesto una bata antes que se le ocurriese que no tenía nada para leer en el baño. Todo lo que deseaba era un buen baño después de lo que había sucedido, pero también quería un libro para distraerse y aprender mientras estaba en la tina. Después de una vacilación, Clarissa se encaminó a la puerta del cuarto. Con suerte, atravesaría el hall sin ser vista y se haría una escapada hasta la biblioteca para tomar un libro. Sabía que tenía mucho en que pensar, pero no sería en ese momento. Después que se hubiese relajado en el baño, estaría en mejores condiciones para reflexionar sobre los temores de su marido y sobre todo lo que lady Mowbray y Kibble le habían dicho.

— No puedo entender — dijo lord Crambray, siguiendo a Adrian hasta el escritorio. — Estás diciendo que hace algún tiempo que sabes que están intentando matar a Clarissa y no me dijiste una palabra al respecto? Ni a ella? Adrian dio la vuelta al escritorio y se dejó caer en la poltrona. Tenía el ceño fruncido. Dicho de esa manera, parecía extraño. — El conde no quería preocuparlo, ni preocupar a su hija, lord Crambray —lo justificó Hadley cuando Adrian se mantuvo en silencio. — él consideró que lady Clarissa ya estaba bajo bastante stress con los preparativos para el casamiento y se empeñó en que ella estuviese bien vigilada. — Evidentemente no fue tan así — retrucó lord Crambray, volviéndose hacia Adrian: — Aunque entienda tu deseo de proteger a Clarissa, no hay excusa para no haberme contado. Debería haber sabido. — Es verdad, debería — Adrian admitió con un suspiro, pasando la mano por los cabellos. Había conseguido estropear todo. Una vez más . — Le pido disculpas. Parece que

siempre estoy haciendo la cosa equivocada en lo respecta a Clarissa. Me temo que mi razón no funciona correctamente cuando ella está involucrada. Oír a su yerno admitir que se había equivocado hizo que la rabia que lord Crambray sentía se suavizase. Él se relajó un poco y se sentó en una de las poltronas delante de Adrian. — Citaste varios accidentes de mi hija, pero Lydia no mencionó ninguno de ellos en las cartas que me envió. Por favor, cuéntame en detalles. Qué diablos está sucediendo con mi hija? Adrian se inclinó hacia adelante , posó los brazos en la superficie del escritorio y comenzó a explicar todo lo que había sucedido desde que había conocido Clarissa, inclusive lo que ella le había contado que había ocurrido antes de conocerse. Hadley se dirigió a la mesa que quedaba al lado de la pared opuesta y sirvió tres copas de brandy. Después de llevar una copa para cada uno, fue buscar la suya y se sentó en la otra poltrona, manteniéndose callado

mientras Adrian ponía a su suegro al tanto de todo lo que había sucedido. — Buen Dios — lord Crambray murmuró cuando Adrian terminó de contar. — Quién puede estar detrás de todo esto ? — No sé — dijo Adrian — Clarissa está convencida que fueron meros accidentes, pero… — No lo fueron — John Crambray afirmó, sacudiendo la cabeza. — Si no hubiese ocurrido el incidente en la fuente, tal vez podríamos pensar… La nota que fue falsificada como si fuese enviado por vos no deja dudas de que fue algo planeado. Adrian concordó con la cabeza. — Qué vamos hacer ahora, hijo? Adrian soltó un suspiro profundo y miró a Hadley. Como él había llegado en el exacto momento en que Kibble había bajado para avisarle que Clarissa había despertado, Adrian sólo había podido darle una rápida explicación sobre lo ocurrido y los dos habían subido rápidamente. No había tenido tiempo de contar a su suegro la razón de la presencia de él allí.

— Yo contraté al Señor Hadley, lord Crambray. Él me ayudó en varias situaciones en el pasado , y espero que pueda sernos útil ahora — Adrian explicó. Después , dirigiendose al otro hombre, preguntó : — Te pedí que vinieses porque entiendo que tienes noticias para mí. — Tengo, si — confirmó Hadley —, pero temo que no serán de su agrado. CAPITULO 21 Adrian frunció la frente . Recostándose nuevamente en la poltrona, hizo un gesto para que el hombre continuase. — Investigué cada incidente e hice pesquisas en todos los lugares que se me ocurrieron , mi lord . Hay mucho lobo disfrazado de cordero, mi lord , entonces consideré que entre ellos descubriría a quien está causando todos estos accidentes. — Y?… — Adrian se impacientó. — Y todas las pistas no llevaron a nada — admitió Hadley. — no hay nada en el pasado

de su esposa que haría que alguien pudiese desear perjudicarla. — Y Lydia? — Adrian preguntó, lanzando una mirada a su suegro. — Pues … — fue el turno de Hadley de mirar a lord Crambray, medio intimidado. — A ella no parece gustarle mucho de lady Clarissa, pero no creo que llegaría al punto de intentar asesinarla. Puedo vigilarla, si quiere, pero… — Yo vigilaré a mi esposa — dijo lord Crambray decididamente. — Y, si ella está detrás de esto, yo mismo le retorceré el cuello . Adrian miró a su suegro con simpatía y entonces le preguntó a Hadley: — Y la historia del capitán ? —El capitán Fielding? — Hadley enderezó el cuerpo en la poltrona. — También lo investigué, después de todo fue el único episodio en la vida de lady Clarissa que podría haberle creado un enemigo. Pero el hombre murió mientras cumplía pena en la prisión, entonces no puede ser el culpable. Y, por mis investigaciones en esa región, me enteré que la única familia que él tenía era

la madre y una hermana. La madre tuvo un ataque cardíaco y murió la primera vez en que él fue preso; y la hermana, poco después en un incendio, en la casa donde alquilaba un cuarto. — Qué historia — Adrian comentó. — Pero nada de lo que nos dices ayuda. Alguien está intentando matar a mi mujer, pero hasta ahora no apareció nadie que aparentemente intentase hacerlo. — No es tan así. Yo no dije que no encontré ningún posible culpable, sólo que a usted no le va a gustar nada saber lo que descubrí. Adrian puso una expresión sorpresa, apretando os labios. — Vamos, dilo . — Bien, como le dije, investigué no solamente las posibilidades que usted sugirió , pero algunas otras también. Por mi experiencia, mi lord , la motivación de la mayoría de los asesinatos generalmente es la ganancia económica. Por eso imaginé que esa podría ser este caso … y tenía razón. — Por qué alguien mataría Clarissa por dinero ? La única persona que se beneficiaría

en este momento sería yo. Por lo que sé, soy el único heredero de ella… — él parpadeó varias veces. — No estarás sugiriendo que… — No, no, claro que no — Hadley lo interrumpió prontamente. — Usted difícilmente me contrataría si tuviese intención de matarla. Además usted fue el único que desconfió de todos los accidentes y se preocupó con ella. — Entonces quién es, hombre? — lord Crambray intercedió impacientemente. — Quién fue el objeto de sus investigaciones? — Lord Greville. Adrian frunció el ceño. No debía haber oído bien. — Quién? — Lord Greville — Hadley repitió, con convicción. — Reginald? Qué te hace pensar que mi primo podría querer hacerle mal a Clarissa? — Actualmente él es su heredero — Hadley argumentó. — No, no lo es. Clarissa es mi heredera desde que nos casamos — Adrian lo corrigió.

— Si está viva — Hadley concordó. -— él me parece ser el único con un motivo probable. — Motivo que lo llevaría a la horca. No puede ser él. Primero, porque los accidentes ya estaban sucediendo antes que yo hubiese conocido a Clarissa. Y él no tendría motivo alguno antes de eso. Segundo , Reginald es mi amigo, además de mi primo. Él me ayudó a conquistar a Clarissa. Además, por qué él tendría interés en mi herencia, si él está bien económicamente? Lord Crambray asentía con a cabeza con cada punto que Adrian argumentaba. Hadley simplemente sacudió la cabeza. —Y si los primeros accidentes solamente fuesen eso ? Accidentes. El incidente con el carruaje y la caída de las escaleras, por ejemplo. No tenemos nada que pruebe que no lo hayan sido. Él puede haberse aprovechado de esas historias para provocar el incendio y el accidente en la fuente. La explicación era plausible, pero Adrian no quería ni considerar esa posibilidad. — Por qué entonces él no intentó matarme?

— Si lo matase primero, Clarissa sería su heredera. Si la matase primero y después a usted, o heredero sería él. Adrian sacudió a cabeza. — Mi primo es rico, no precisa de mi dinero. — Ah, esa es la novedad que le traje. Parece que lord Greville ya no está tan bien económicamente como le gusta aparentar. En realidad , está prácticamente quebrado. Los acreedores van solicitar su prisión por deudas no pagas si él no tomar alguna medida pronto. Pero si su esposa y usted llegan a morir de manera inesperada, todos los problemas financieros de él estarán resueltos. Adrian fue tomado de sorpresa y se sintió abatido con la noticia, pero aún así abrió la boca para protestar. Fue impedido por Hadley quien levantó a mano. — El también aprovechó las oportunidades. Cuando el incendio y el incidente en la fuente ocurrieron , él estaba exactamente allá, no en Londres, sino en la residencia de los Crambray. Adrian se relajó.

— Pero él no está aquí, por lo tanto no podría haber envenenado a Clarissa. — él sacudió a cabeza, de manera convencida. — No puede haber sido Greville. — Me temo que él está aquí — Hadley argumentó. Adrian se levantó de la poltrona. — Cómo es eso ? — Cuando usted volvió al campo, Greville también volvió . Él está hospedado en la propiedad vecina, Wyndham, desde el día siguiente de su llegada. O sea que está a apenas treinta minutos de aquí. Según lo que estuve investigando, él pasa la mayor parte del tiempo afuera, de día y a veces de noche, “cazando”. Adrian se dejó caer sentado nuevamente, emitiendo un urro. Estaba visiblemente trastornado con las noticias, quedando con las facciones absolutamente pálidas. Hadley lo miró con pena. — Creo que tenemos el culpable, mi lord . Apuesto mi vida en esto. — Estás apostando la vida de Clarissa — lord Crambray intervino preocupado.

Adrian sacudió la cabeza , intentando asimilar la noticia. Reginald y él habían sido íntimos como hermanos y, aunque hubiesen estado separados por diez años, aparentemente habían retomado la amistad desde el punto exacto en que la había interrumpido. Adrian había contado con la ayuda de él para enamorar a Clarissa; había escuchado sus consejos y aceptado su apoyo. No podría ser él. — Sé que es difícil de aceptar, mi lord — dijo Hadley solidariamente. — Sé que fueron muy amigos. Pero eso sucedió hace más de diez años. Casi doce. Usted se fue a la guerra a los veinte años y volvió herido a los veintidós. Doce años es mucho tiempo. Las personas cambian. Los afectos cambian. Las circunstancias cambian. Las prioridades cambian. — Después de una pausa, él completó : — Creo que su primo cambió. Adrian no lograba creerlo . — No, yo conozco a Reginald. No es él quien está detrás de todo esto . Él jamás le haría mal a Clarissa ni a mí. Realmente

estuvimos separados por un tiempo, pero nuestra amistad permaneció intacta. La expresión de Hadley no dejaba duda. — Su primo es un canalla, mi lord . Él hizo más que arruinar la vida de algunas doncellas virtuosas. por lo que oí, él nunca tuvo muy buenos sentimientos. Adrian descartó el argumento. — Eso son solamente rumores y chismes. Reginald nunca arruinó a nadie. Él sólo se acostó con mujeres que ya tenían experiencia. Las pocas que se decían “doncellas virtuosas” estaban intentando ser atrapadas en un cuarto con él para chantajearlo. Creían que una amenaza de escándalo haría que él se casase con ellas. Desgraciadamente para ellas, Reginald no veía razón para estropear su propia vida por una codiciosa cazadora de fortunas. — Debo decir que concuerdo con Adrian — comentó John Crambray de repente. — Matar a Clarissa parece una cosa demasiado extrema , no sería más fácil intentar separarlos desde el principio? Hacer que Adrian se volviese en contra Clarissa, o ella

en contra él ? Parece que… — Las palabras de su suegro murieron al ver que la expresión del rostro de Adrian cambió. Él entonces preguntó secamente: — él hizo eso ? Intentó separarlos de algún modo ? — Si. No. No sé — Adrian frunció la frente . — Reginald intentó, si , prevenirme respecto a Clarissa en el baile en que la conocí Por primera vez . Él me contó que ella llamada Clarissa calamitosa, me habló de algunos incidentes y me dijo que yo estaría arriesgando mi vida, si me acercase a ella. Pero después me ayudó a verla algunas veces, inclusive intentó contribuir para que ella me encontrase en la fuente. Los tres hombres se mantuvieron en silencio por algunos minutos. Hadley entonces se levantó. — Bien, voy a continuar investigando el caso , mi lord . Pero voy a investigar por aquí, ya que fue aquí que sucedió el envenenamiento. Creo que no hay más nada que pueda descubrir en la ciudad. Pero — él agregó — sigo creyendo que fue Greville. Él estaba allá y aquí. Y, como él sabía sobre

ustedes dos, puede haber escrito y firmado la nota y, muy astutamente, imaginó que lady Clarissa correría a su encuentro. — Y en cuanto a Prudhomme? — Adrian preguntó. — él también sabía sobre nosotros. Hadley negó con la cabeza. — Prudhomme está demasiado feliz persiguiendo mujeres casadas en Londres. Él no podría haber envenenado la torta. Ahora debo concentrarme en gente que antes estaba en Londres y ahora está aquí. Eso , si usted todavía quiere que continue con las investigaciones. — Si, Por supuesto que quiero. Le pedí a Kibble que provea un cuarto para vos. Hadley agradeció y dejó el escritorio. Lord Crambray y Adrian se quedaron callados por varios minutos, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Finalmente, el padre de Clarissa rompió el silencio. — él tiene razón en una cosa.

Aliviado porque sus pensamientos sombríos fuesen interrumpidos, Adrian dirigió una mirada a su suegro. — En qué ? — El asesino es alguien que estaba en Londres y ahora está aquí. Adrian concordó. — Vamos hacer una revisión? — propuso el padre de Clarissa. Adrian dio un suspiro profundo. — Reginald estaría incluido en la lista . — Y Lydia también — dijo John Crambray. — Además de estar tanto allá como aquí, fue ella quien le sacó los anteojos a Clarissa, haciendola vulnerable a accidentes. — Usted lo sabía? — Adrian preguntó sorprendido . Clarissa le había dicho que Lydia la había acusado de romperlos. — Lydia afirmó que Clarissa los había roto, y mi hija se quedó callada, pero hace mucho que sé que Lydia no quiere a Clarissa y tengo servidores bastante leales que me mantienen informado de lo que acontece.

Adrian no se sorprendió con la respuesta, pues sabía que el padre de Clarissa era un hombre inteligente. Soltando un suspiro, él comentó : — Creo que debemos agregar los nombres de los criados a nuestra lista. Ambos Joan y Keighsley estaban en Londres y aquí. — Keighsley no es tu criado personal? — Como yo , él tampoco formaba parte de la vida de Clarissa, pero si sólo los primeros fueron accidentes … — Desgraciadamente creo que ningún criado tendría motivo. Lydia lo tiene, porque odia Clarissa. — Y Reginald precisa dinero, si es que Hadley tiene razón. — Desconfías de él ? — Crambray preguntó. —No. Él es un hombre muy integro. Crambray se levantó de la poltrona. — Creo que debo tener una conversación con mi esposa. Adrian observó la puerta cerrarse detrás del padre de Clarissa y entonces se volvió hacia la ventana y dejó que su mirada vagase para las colinas y campos verdes de su propiedad.

Su mente estaba en un torbellino. Le resultaba difícil creer que Reginald pudiese perjudicar a alguien. Sus pensamientos fueron interrumpidos al escuchar un movimiento en la puerta que conectaba el escritorio con biblioteca. Él giró hacia la poltrona y se encontró con Clarissa parada junto a la puerta abierta. Bastó con mirar la cara de su esposa para saber que ella había escuchado toda la conversación. — Qué escuchaste ? — Adrian preguntó, levantándose y dando la vuelta al escritorio para aproximarse a ella. — Creo que casi todo — ella admitió. — Bajé a la biblioteca para tomar un libro poco después que mi padre salió del cuarto. No tuve intención de oír, pero a puerta del escritorio estaba medio abierta y acabé oyendo todo. — No puedo creer que Reginald me haría una maldad — ella dijo cuando Adrian se detuvo junto de ella y la tomó por la cintura.

El dio un suspiro y la empujó junto a su propio cuerpo. Bajó entonces la cabeza, y posó la cara en lo alto de la cabeza de ella. — Yo tampoco lo creo. — Pero por qué es lo que me pregunto? — ella comentó con tristeza, y Adrian la abrazó un poco más, con pena porque ella hubiese enterado. — No sé, Clarissa. Pero voy a descubrirlo — él le aseguró, apartándola para mirarla de frente. — Mientras tanto, no debes salir de la cama. — No estoy cansada y me siento bien. — Clarissa, casi te perdí anoche. Quiero que te quedes en la cama por lo menos un día más para recuperarte — él recomendó con firmeza. Cuando su esposa iba a abrir la boca para protestar, él agregó en un tono de súplica. — Si no lo haces por vos, hazlo por mí. Juro que casi me volví loco cuando te vi tan pálida e inerte. No quiero perderte. Adrian estaba lo bastante cerca como para que Clarissa pudiese ver las líneas de preocupación alrededor de los ojos de él. Sintió un aprieto en el pecho . Tal vez su

marido ya la quisiese . Tal vez ni siquiera le importaría mucho si ella usase los anteojos. Pero ese era un asunto que tendría que considerar en otro momento. Clarissa cerró la boca y lo abrazó fuertemente , parpadeando para quitar las lágrimas que nublaban su visión. — Hum, qué lindo es abrazarte. Tuve miedo de nunca más tenerte así junto a mí. Clarissa frotó la cara en el pecho de él, hallando una delicia sentir las manos fuertes deslizarse por su espalda sobre la seda de su bata. Era una caricia delicada y sin segundas intenciones. Adrian pareció no notar lo que hacía cuando, moviéndose, las manos rozaron el costado de los pechos de Clarissa. Pero ella estaba bastante consciente y, como siempre, su cuerpo inmediatamente respondió al contacto . Sonriendo, Clarissa se apartó un poco y dijo : — Tengo un trato que hacer con vos, marido. Vuelvo a la cama si vienes conmigo.

Adrian sonrió ante la propuesta y sus ojos se fijaron en los ojos de Clarissa. — Aunque esté tentado, vos todavía no estás suficiente bien para ciertas cosas. Clarissa levantó las cejas . Adrian estaba más que tentado. Ella podía sentir a erección de él presionando su cuerpo y sabía que, como siempre, él estaba solamente demostrando consideración por ella. Pero en ese momento no era consideración o que quería. — No estoy lo suficientemente bien ? — ella preguntó bajito . Después , sonriendo maliciosamente, dio un paso hacia atrás, entrando en la biblioteca, y desató el lazo que sujetaba su bata. Mientras Adrian la observaba, ella abrió la bata, dejando sus pechos a la vista, y permitió que él contemplase su cuerpo por un instante. Entonces tomó las manos de él y las colocó sobre sus senos para que él pudiese sentir como sus pezones estaban entumecidos y llenos de deseo. — Mi cuerpo no está de acuerdo con vos, marido. Él dice que estoy demasiado. Bien

— Clarissa — Adrian susurró — no. — Tu boca dice no, pero tu cuerpo dice si — fue el turno de ellade susurrar, bajando la mano y deslizando un dedo por toda la extensión del miembro de Adrian. Una chispa iluminó los ojos de Adrian ante el contacto de esa caricia. Su voz se hizo ronca: — Vos te volviste muy atrevida desde la noche de nuestro casamiento, esposa. Clarissa se mordió el labio y acarició el miembro con la palma abierta . Levantando cabeza, preguntó : — Y eso te molesta? — No — él respondió casi gimiendo y se aproximó más de ella. Sonriendo, Clarissa fue lentamente retrocediendo, conduciéndolo en dirección al sofá de la biblioteca. — Qué bueno , porque quiero hacerte tan feliz como vos me haces. — Y cómo planeas hacer eso ? — Adrian preguntó, dejándose conducir por ella.

— He estado consultado libros, mi lord , en busca de aprender las maneras en que la mujer puede le da placer a un hombre. — Sin los anteojos? — Adrian se asombró y comentó : — Estás forzando demasiado la vista. — Vos vales ese esfuerzo, mi lord — murmuró Clarissa, sin mencionar que ya tenía anteojos. No era momento de hablar de eso ahora que su marido estaba preocupado por Reginald o por quien quiera que estuviese detrás de los atentados. — Y qué fue lo que los libros te enseñaron ? — él preguntó, metiendo las manos dentro de la bata para enlazarla por la cintura cuando ella chocó con el sofá y se detuvo súbitamente. — Aprendí que puedo darte tanto placer como vos me das. — Si ? — él preguntó, interesado. — Si . — ella sonrió y le acarició el pecho mientras las manos de Adrian se deslizaban por su espalda . —Adoro tu masculinidad — ella susurró, frotando la boca en el mentón de su marido. — Amo tu cuerpo, amo tu

mente, amo el placer que me das. Deja que te de placer. Adrian soltó un gemido profundo y cubrió la boca de su esposa con la suya, en un beso caliente y vibrante. Clarissa pasó los brazos por el cuello de él, gimiendo bajo la presión de las manos fuertes. Podía sentir la rigidez de la erección de su marido contra su cuerpo y la exigencia de los labios y de la lengua en su boca. — Debemos subir — Adrian balbuceó , interrumpiendo el beso. — Todavía quieres mandarme a la cama? — ella preguntó, intentando equilibrarse cuando él la soltó. Sin vacilar, Clarissa se arrodilló delante de Adrian y sus manos palparon los pantalones de él. — Clarissa — Adrian susurró, intentando tomar las manos de ella, pero ella fue más rápida y ya le había bajado los pantalones, manteniendo las manos fuera del alcance de él. — Si, mi lord ? — ella preguntó de manera inocente, observando el miembro erecto

proyectarse hacia afuera y lo sujetó con mano firme. Adrian respiró profundamente. Todo su cuerpo respondió al contacto. Dios ... Clarissa calamitosa .... vas a acabar conmigo… CAPITULO 22 Clarissa observó en silencio los criados preparar el baño para ella. Adrian había prometido que mandaría a prepararlo y había cumplido la promesa. Después de llenar la tina, los criados salieron del cuarto, dejándola a solas con Joan. En el momento en que la puerta del cuarto se cerró, Clarissa caminó hasta a mesa de cabecera para tomar los anteojos. Todavía acostada, al contemplar la cara de Adrian en determinado momento da noche, ella había decidido seguir el consejo de lady Mowbray y Kibble y comenzar a usar os anteojos. Como había dejado de usarlos por tanto tiempo, quería comenzar lentamente.

Iba a usarlos primero delante de Joan para ver como ella reaccionaba. Después , delante de algún otro criado, y luego finalmente delante de la familia y de su marido. Clarissa vaciló un poco con los anteojos en la mano, entonces se los colocó , serenamente, retiró el libro del cajón de la mesa y se encaminó a la tina. — Puedo… — Las palabras de Joan murieron súbitamente y fueron acompañadas por el “ploft” del pan de jabón que ella sujetaba al caer al agua. Clarissa miró fijo a la criada, intentando descifrar su expresión . No era nada agradable admitir ante sí misma que la expresión de Joan parecía de horror. La criada forzó una sonrisa que le pareció misericordiosa y balbuceó : — Yo… mi lady… Clarissa hizo un gesto para que se callase. No deseaba hablar sobre los anteojos. De repente Se sintió demasiado deprimida para que le importen las explicaciones, y definitivamente no deseaba oír ningún comentario falso de que le quedaban bien,

después de la expresión inicial de la criada claramente que quedaba muy poco atractiva . Vacilando, Joan no tocó el tema y extendió la mano hacia su mano para que se equilibrase al entrar en la tina. Clarissa tomó la mano de la criada mirándola de reojo repetidas veces. Como el secreto de los anteojos ya no era más un secreto, por lo menos no para Joan, ella no insistió en quedarse a solas para bañarse y permitió que la criada a ayudase a lavar los cabellos. Mientras Joan arreglaba las ropas que ella iba a usar, Clarissa intentó relajarse en el agua y leer un poco, pero tuvo dificultad. Estaba demasiado consciente de que todo el tiempo la criada continuaba lanzándole miradas furtivas. — Son tan feos ? — Clarissa preguntó, no pudiendo contenerse. — Qué dijo, mi lady? — Joan preguntó, con ar inocente. — Estoy tan fea con lo anteojos? Me pareció que estabas horrorizada al verme por

primera vez y ahora me estás mirando disimuladamente. — Oh, no, mi lady — Joan le aseguró prontamente. — No estaba horrorizada. Los anteojos son bonitos. No sabía que lord Adrian había mandado a buscar un nuevo par. Mi reacción fue de sorpresa, no de horror. — Hum — hizo Clarissa, dudando de lo que oía. Ella entonces fijó la mirada en la criada. Había visto a esa muchacha rubia todos los días en los últimos meses y la cara de ella le era familiar, pero ahora podía ver mejor los detalles. Joan era una joven adorable, pero quién dijo que as criadas tenían de ser feas? Pero era verdad que las mas jóvenes y bonitas parecían poder obtener mejores empleos, como vendedoras de tiendas. Dejando las divagaciones de lado, Clarissa volvió su atención al libro, pero se estaba sintiendo demasiado inquieta como para disfrutar la lectura. Con los anteojos, estaba más consciente de su propia desnudez en frente de la criada.

Colocando el libro a un lado con un suspiro, Clarissa procuró concentrar su atención en el baño, pero su cabeza sólo pensaba en lo que iba a hacer. Su plan era usar los anteojos delante de Joan y, si resultaba, los usaría delante de otras personas hasta llegar al turno de la familia y de su marido. Desgraciadamente , parecía que no había salido nada bien con Joan. Aún así, llegaría el momento de tener que usarlos delante de Adrian, o pasaría el resto de su vida práticamente ciega. Clarissa rechazó esa idea. Casi sería una deslealtad. Además, si era verdad lo que su suegra y Kibble alegaban de que Adrian temía que ella lo hallase repugnante , era mezquino dejarlo sufrir por eso. Día más, día menos tendría que ponerse los anteojos delante de él, sabía eso, pero realmente prefería postergar un poco más ese momento. No mucho más, Clarissa ponderó. Aparentemente, Adrian estaba de hecho tomándole afecto. Él había demostrado una genuina preocupación por su estado el día

anterior y había quedado aliviado al ver que ella se estaba recuperando. — Cobarde — ella balbuceó entre dientes y se levantó de la tina. Media hora después , ya estaba lista para bajar. Su cabello todavía estaba húmedo y los anteojos todavía estaban colgados de su nariz. Ella estaba intentando ser valiente, pero no estaba segura si no los escondería si se topase con su marido. Lydia estaba sola en la sala de comer cuando ella entró, pero había platos vacíos sobre la mesa, lo que sugería que su padre, Adrian y posiblemente lady Mowbray ya hubiesen estado allí y hubiesen partido. Bastó una mirada a la cara de su madrastra para entender el por qué . Lydia tenía una cara muy seria. Clarissa suspiró, sabiendo que ella estaba en uno de esos días difíciles. Sintió ganas de dar media vuelta y huir a su cuarto, pero Lydia ya la había visto y salir de allá sólo complicaría todo. — Veo que estás usando los anteojos. Lydia dirigió una sonrisa forzada, y Clarissa se mantuvo callada, dirigiendose al

aparador, donde estaba dispuesto el servicio de desayuno , para servir su plato. — Cuándo llegaron los anteojos? — su madrastra quiso saber. — Tu marido ya te vio con ellos? Ahora entiendes el castigo que te infligiste a vos misma con tu comportamiento impetuoso? Estás triste, verdad ? Clarissa dejó que su madrastra disparase todas las preguntas mientras se servía. Sólo después de dirigirse a la mesa, sentarse , colocar la servilleta en su falda y tomar el tenedor finalmente dijo en un tono calmo: — Tengo los anteojos desde el día antes de mi casamiento, Lydia. Un silencio pesado dominó la sala con esa noticia. Clarissa comenzó a comer y levantaba el tenedor para llevarlo a la boca cuando Lydia rompió el silencio, expresando toda su sorpresa: — Te casaste con él aún habiendo visto esa cicatriz horrible ? Mi Dios, Clarissa, vos estás loca? Cómo puedes soportar que él te toque? Suspirando, Clarissa bajó el tenedor y dijo :

— En realidad , Lydia, yo no solamente me casé con Adrian sabiendo cual era su apariencia , conocía esa cicatriz mucho antes que él me besase o que hiciese el amor conmigo. Pude verlo razonablemente bien en el baile en que lo conocí y bailé con él. — Clarissa la miró directamente . —Lo hallé muy atractivo aquella noche y continuo hallándolo. Siento mucho que a vos no te agrade. Pero , por suerte, vos no te casaste con él. Clarissa comenzó a comer nuevamente, consciente de la mirada de Lydia. Su madrastra la observaba como si ella fuese un rompecabezas que no lograba resolver. — Parece que estás ... feliz — Lydia finalmente dijo, intrigada, y sin poder contenerse, preguntó : — Cómo puedes ser feliz con él ? Clarissa levantó la cabeza. Con ojos tristes contempló a la mujer del otro lado da mesa. Lydia no podía entender. — Porque Adrian es bueno y generoso. Porque él me trata como a una princesa. Porque él me hace reír. Porque él me hace

feliz. Porque cuando me besa voy al paraíso y cuando hace el amor conmigo, no logro contener la pasión que él me despierta. No sé si logras entender de lo que hablo. La reacción de Lydia no podría haber sido más extraña, como si Clarissa la hubiese agredido. Clarissa, por su lado, se quedó reflexionando sobre la reacción de su madrastra al tomar el tenedor nuevamente y volver su atención a la comida. Transcurrieron varios minutos hasta que Lydia se recuperó lo suficiente como para atacarla nuevamente. — El ya te vio con los anteojos? — ella preguntó súbitamente . —Apuesto a que no. Yo no te vi usando ellos antes. Es porque a él no le gustas con anteojos, verdad? Tragando la comida que masticaba, Clarissa posó el tenedor y el cuchillo al lado del plato. Después se limpió los labios con la servilleta , volviéndola a colocar en su regazo, apoyó las manos en su falda, levantó los ojos hacia Lydia e hizo lo que debería haber hecho muchos años antes.

— Por qué deseas tanto verme infeliz? Qué te hace odiarme tanto? Sobresaltándose en la silla, como si hubiese sido abofeteada, Lydia retrucó : — No seas ridícula. Vos sos mi Clarissa la calamitosa. Y yo no te odio. He hecho de todo por criarte lo mejor posible. — Pero quieres verme infeliz. — Así es la vida, Clarissa — dijo ella secamente. — Todos esos sueños que una tiene sobre hijos y felicidad, un hogar y un marido amoroso, debes olvidarlos. El destino es voluble y muchas veces cruel. Aún cuando parece haberte dado todo lo que querías, pronto entenderás que no tienes nada. Es mejor aprender como es la vida de dura mientras uno es joven que crecer mimada y protegida y cuando sos grande descubrirte con un corazón roto. Clarissa miró a su madrastra en silencio, sintiendo que estaba cerca de entenderla. Después de un momento, preguntó : — Vos fuiste mimada e protegida, Lydia? — Mucho . — ella esbozó una sonrisa. — Fui mimada más de lo que te puedes imaginar.

Cualquier cosa que quisiese, la podía tener. Cualquier cosa que necesitase, al instante estaba allí. — Hasta que te casaste con mi padre. Lydia miró el plato. Después de una pausa, dijo bajito : — Creí que lo quería cuando lo vi. Veía como era él con tu madre y… — Vos lo conociste mientras mi madre todavía vivía? — Clarissa preguntó sorprendida. Lydia confirmó con la cabeza, con los ojos bajos, casi avergonzados. — Ellos se amaban mucho. Yo envidiaba a tu madre. Cuando ella murió, me alegré , pues había llegado mi turno. Y fui detrás de él. No inmediatamente, claro. Estuve cerca para confortarlo, para manifestar mi condolencia por la situación difícil que sería para vos no tener una madre. Lo que sería difícil para él también. Vos necesitabas a alguien para ayudarte a convertirte en adulta, especialmente después del escándalo. Y criar una hija y administrar una casa debía

ser un peso muy grande para un hombre solo. — Y él se casó con vos — Clarissa completó bajito , acordándose que que Lydia había sido bondadosa con ella cuando había llegado a Crambray. Después , al poco tiempo, ella se había ido mostrando distante y fría hasta hacerse desagradable. Y no solamente con ella, sino con todos en Crambray. — Si, él se casó conmigo — ella repitió muy tristemente. — Como te dije, casi tuve todo lo que quería. — Pero no todo, verdad ? — preguntó Clarissa, comprendiendo la situación. — Sabes por qué ? Porque no era exactamente a mi padre lo que vos querías. Vos querías el tipo relación que él y mi madre tenían. — Es verdad — ella admitió, forzando una sonrisa . — Vos siempre fuiste una niña muy despierta. Si yo tuviese la mitad de su inteligencia, no habría estropeado mi vida. — Soltando un suspiro, Lydia pasó la mano por su cabello y después sacudió la cabeza. — Ah, él es bueno y generoso a su modo

distante, pero no sentí nada cuando él me besó. Desconozco esa pasión incontrolable de que la hablaste . No lo culpé por eso. Él se casó conmigo para que yo cuidase de vos y de la casa. Era eso lo único que le importaba. Vos eras la hija de su amada Margaret, y él siempre demostró más afecto, atención y consideración por vos que por mí. — Después una pequeña pausa, Lydia continuó : — Yo podría haber convivido con eso. Muchos casamientos son simples acuerdos . Me contentaría con el poco de afecto que él me dispensa si por lo menos , hubiese tenido mis propios hijos para criar. Pero no los tuve. La mano de Lydia apretó tanto la taza que sujetaba que sus nudillos se pusieron blancos. Clarissa temió que ella pudiese romper la taza de rabia. — Estoy con tu padre hace diez años, sin ninguna perspectiva de un hijo. La visión de Clarissa se hizo turbia aún con los anteojos. Ella se dio cuenta de que sus ojos estaban inundados con lágrimas de

empatía. Secando las lágrimas y aclarando su garganta, argumentó : — Me tuviste a mí. Yo habría querido ser tu hija. — No, Clarissa, no era lo que yo quería — contestó Lydia de manera brusca, con una mirada dura. Ella entonces desvió los ojos, avergonzada. —Disculpa mi honestidad , Clarissa, pero vos ya estabas bastante crecida cuando llegué a Crambray. Eras casi una mujer , con personalidad y actitudes propias… y una réplica exacta de tu madre, que tuvo el matrimonio que yo hubiese querido, pero que nunca logré tener.— Ella tosió brevemente y sacudió la cabeza. — Yo quería lo que tu madre Margaret tuvo, un marido para amar y ser amada y un bebé mío. Mi propia hija para que se pareciese a mí , una niña a quien pudiese mimar y proteger. Clarissa balanceó levemente a cabeza. — Y estoy segura que a mi madre le habría gustado tener lo que vos tienes. Lydia parpadeó confundida. — Qué tengo yo que ella no haya tenido?

— Salud — respondió Clarissa. — Mi madre siempre fue frágil y enferma . No tenía fuerza para hacer casi nada. Un pequeño frío podía tenerla en cama por días. Y ni todo nuestro amor fue capaz de mantenerla saludable. Por un instante, una expresión de vergüenza pasó por el rostro de Lydia. Ella desvió los ojos y apretó los labios. — No estoy diciendo eso para avergonzarte — Clarissa dijo prontamente. — Lo digo porque, aún con todo lo que ella tuvo, y que vos deseas, ella tampoco tuvo todo. Tal vez nadie pueda tener todo. Lydia volvió a mirar a Clarissa, la expresión de vergüenza había cambiado a una curiosidad. — Ella era feliz? Clarissa suspiró y pensó en el pasado , acordándose de la risa de su madre, a pesar que siempre estaba enferma . Margaret Crambray nunca había demostrado cansancio o frustración con esa situación. Era de una alegría incomparable y siempre

tenía una sonrisa , a pesar de todo el sufrimiento. Por eso todos la amaban tanto. — Creo que una parte de ella debe haber sido muy infeliz — Clarissa finalmente respondió . — Yo misma hallaría muy frustrante tener que convivir tanto tiempo con la enfermedad. Pero ella nunca lo demostró. Una vez ella me dijo que la felicidad era una elección. Si una elige ser negativa y melancólica, lo serás, pero si deseas ser feliz y estás determinada a disfrutar lo que la vida tiene para ofrecerte, así será. Ella decía que no hay nada en la vida que sea sólo bueno o sólo malo , que la vida da un poco de cada cosa, aunque algunas veces sólo consigamos ver lo que hay de malo a nuestro alrededor mientras que en otros momentos sólo vemos lo que hay de bueno. Por eso debemos tener los ojos siempre atentos para lo bueno para no dejarnos abatir por el desánimo y el pesimismo. — Parece que tu madre era muy sabia — murmuró Lydia bajito , con lágrimas en los ojos. — Me habría gustado haberla conocido

mejor mientras vivía. Tal vez si hubiese oído un poco de la sabiduría de ella no hubiese hecho esta macana irreparable con mi propia vida. — Por qué es irreparable ? — preguntó Clarissa, y Lydia soltó una carcajada seca. — Ah, no sé. No me puedes ver, Clarissa ? Me estoy poniendo vieja y gorda, una matrona propiamente dicha, y estoy casada con un hombre que me odia y tengo una hijastra calamitosa que también me odia. — Yo no te odio — contestó Clarissa. — Tu padre me odia. —El… — Por favor — Lydia levantó la mano para que Clarissa se callase —, No intentes decirme que él no me odia. Al principio, creí que solamente era indiferencia lo que él sentía por mí. Pero, con el paso del tiempo, vino el desprecio. creo que me lo merecí. Mi decepción me volvió amarga e hizo que todos ustedes se sintiesen infelices también. Ahora tu padre ya no gusta de mí. — ella dirigió una mirada sombría a Clarissa y afirmó : — El me detesta tanto que hasta

cree que soy yo quien está intentando matarte. — Lydia sacudió la cabeza . Tenía una mirada herida. — Cómo él puede pensar una cosa así ? Entiendo que no me aprecie, pero no me conoce después de todos estos años? — Estoy segura que él no piensa así — afirmó Clarissa, sintiendo pena por su madrastra. Nunca había visto a Lydia tan vulnerable. Tampoco se había dado cuenta de cuan infeliz ella era. Nunca se había detenido a pensar en la razón por la cual ella no había tenido hijos. O si ella había realizado sus sueños de infancia y adolescencia. Todo indicaba que ella había tenido una infancia muy feliz y que no había logrado lidiar muy bien con las decepciones de la vida adulta. — Pues él me acusó en la cara y me avisó que, si algo te sucediese , él haría que fuese ahorcada. — Estoy segura que él no habló de corazón. por lo que entendí, los hombres suponen que debe ser alguien que está aquí

ahora y que también estuvo en la ciudad. La lista es muy corta. — Y yo estoy en ella — Lydia murmuró, recostándose en la silla con un suspiro. — Creo que de tu padre sólo puedo ganar mas desprecio. Clarissa se quedó en silencio por un momento. — Lydia, si mi madre tenía razón y somos lo que escogemos ser … quiero decir, si vos no estuviese siempre quejándote y complicándole la vida a los demás, tal vez mi padre encontrase un camino de vuelta a vos. Lydia la miró por un momento, después dirigió una mirada angustiada. —Hablando de eso … Por qué estás siendo tan gentil conmigo cuando yo siempre me porté tan mal con vos. Clarissa frunció el ceño. — Acabo de darme cuenta que fui egoísta respecto a vos. Nunca se me pasó por la cabeza que vos pudieses querer tener hijos propios o que mi padre no era perfecto. Intuía que vos no eras feliz, pero

simplemente creía que era porque vos así lo querías. En verdad , nunca intenté entender en profundidad tu situación . — Ella se quedó pensativa por un momento y después dijo con sinceridad : — Perdóname, Lydia. Perdóname por las decepciones que te causé y perdóname por no haberme dado cuenta de esto antes. — Eras una niña — Lydia la justificó. — Yo no. Debería haber sabido lidiar mejor con las decepciones. Si hubiese tenido mis propios hijos, probablemente también me sentiría agradecida por haber podido ser una madre para vos. La mañana que fuiste envenenada, cuando pasaba por el corredor en frente de tu cuarto para bajar, oí a lady Mowbray comentarte que ella siempre había querido tener una hija y que le gustaría ser una madre para vos. — La expresión de Lydia se hizo triste. — Ese es el papel que yo debería haber hecho. Vos eras la hija que la vida tenía para ofrecerme — la mirada de Lydia manifestaba gran arrepentimiento. —Discúlpame , Clarissa. Me gustaría poder comenzar todo de nuevo. Si

pudiese, haría todo de manera diferente. Sería tu amiga y realmente intentaría ser una madre para vos. — Nunca es tarde cuando la intención es buena. Podemos comenzar de nuevo y ser amigas — Clarissa respondió rápidamente. — Me gustaría. Lydia dio una sonrisa inseguro. — De verdad ? Después de todas las cosas horribles que te hice? Puedes perdonarme y comenzar de nuevo? Clarissa asintió . — No fuiste tan horrible, sólo un poco bruja, como corresponde a cualquier madrastra Lydia. La mayoría de las veces estás muy irritada, al borde de un ataque de nervios y, por eso, yo te evitaba. Pero debo admitir que en Londres te volviste intolerante. Pero, a pesar de todo, eso me llevó a conocer y casarme con Adrian, por lo tanto no puedo quejarme demasiado , verdad ? Soy muy feliz con él, Lydia. Una leve sonrisa brotó de los labios de Lydia. — Me alegra que por lo menos vos seas feliz, Clarissa. Veo que tu marido es atento,

gentil y cuidadoso con vos. Creo que todo eso compensa de sobra esa cicatriz repugnante. Clarissa se quedó sorprendida. Realmente no entendía esa fijación de todas las personas con esa cicatriz. Formaba parte de Adrián, como una oreja o un dedo. Y hasta le daba una cierta personalidad al rostro de Adrian, pero Lydia obviamente la hallaba repugnante. Sacudiendo la cabeza, Clarissa dijo : — Estaba pensando en ir a la aldea hoy. Te gustaría venir conmigo? Lydia reaccionó como una niña a quien le hubiesen ofrecida un dulce inesperada. — De verdad ? — Si. — Clarissa se rió al ver la expresión de ella. — Si vamos a hacernos amigas, necesitamos hacer algunas cosas juntas, verdad ? — Creo que si — su madrastra concordó, exultante. — A qué hora partimos? — Ahora mismo, si quieres . Acabo de comer. Lydia se puso de pie ene l mismo instante.

— Voy a buscar unas monedas a mi cuarto en caso que encontremos algo para comprar. — Al dirigirse a la puerta, ella se detuvo y se volvió para preguntarle a Clarissa: — Vamos en carruaje o a pie? — Creo que podemos caminar para bajar este desayuno — Clarissa propuso, levantándose y uniéndose a su madrastra cerca de la puerta. — No es muy lejos… a menos que prefieras ir en carruaje. — No, no, una caminata nos va a hacer bien. Al cruzar el hall, una Lydia animada no paraba de hablar. Clarissa sonrió y lamentó no haber hablando con ella antes. Podrían haber tenido esa conversación esclarecedora mucho tiempo atrás. — Clarissa! Clarissa se sobresaltó al oír la voz de su marido detrás de ella. Inmediatamente se sacó los anteojos y los metió en el bolsillo de la falda. Ella se dio cuenta de la mirada asombrada que Lydia le dirigió, pero la ignoró y se volvió hacia Adrian.

— Hola, querido. — A dónde van ? — él preguntó preocupado, mirándolas. — Sólo voy a subir y tomar algunas monedas — dijo Lydia, apartándose. — No voy a tardar mas que un minuto. Clarissa observó el bulto de su madrastra desaparecer en la escalera y le explicó a su marido: — Voy a la aldea para ver algunas cosas. — no con Lydia? Clarissa suspiró, sabiendo que tendría trabajo para convencerlo. — Sé que crees que ella es la responsable de la torta envenenada, mi lord . Pero las dos tuvimos una larga y profunda conversación esta mañana, y estoy segura que no fue ella. Lydia se siente desgraciada y, por eso, quiere ver a los otros infelices también, pero no es ella quien está intentando matarme. — Clarissa… — Adrian, tienes que creerme. Ella no es la culpable, apuesto mi vida a que no.

— Estás apostando tu vida . Y no voy a aceptar eso. Me rehuso a dejarte ir a la aldea a solas con ella. Clarissa estrechó los ojos para poder ver mejor la expresión de pánico de su marido y le dio una amplia sonrisa. Poniéndose en puntas de pie , ella lo besó levemente en los labios. —Te pones tan lindo cuando estás enojado y mandón, mi lord . En verdad. Me da ganas de llevarte arriba y tirarte en la cama. La tensión de Adrian se suavizó un poco y una pequeña sonrisa se curvó en sus labios. —Tirarme en la cama, querida? — él la envolvió por la cintura. — estoy dispuesto a sacrificar algo de tiempo para ese proyecto si sos tan persuasiva. — Persuasiva? — Clarissa acarició los labios de él con la lengua. Adrian la agarró por la nuca, sin dejar que ella se apartase al intentar besarla. Clarissa pasó os brazos alrededor del cuello de su marido, y jadeó cuando las manos de él agarraron sus nalgas y la levantaron un poco para que sus cuerpos se tocasen

eróticamente. Entonces el sonido de pasos que bajaban rápidamente las escaleras hizo que los dos dejasen de besarse. Reticentemente, Adrian bajó a Clarissa hasta que ella colocó los pies nuevamente en el piso. En ese instante, Lydia surgió al lado de ellos. — Estoy lista — dijo su madrastra en un tono alegre y se detuvo , con los ojos muy abiertos , al darse cuenta de lo que había interrumpido. — Yo… eh ....— ella balbuceó . — También estoy lista — Clarissa afirmó, soltándose del abrazo de su marido y yendo a unirse a Lydia. — Vamos. Lucy dijo que hay una encantadora posada en la aldea que sirven unos dulces exquisitos. — Clarissa… — Adrian comenzó a decir, pero ella simplemente abrió la puerta y dio paso para que Lydia saliese primero. — Volveremos pronto — le avisó alegremente, siguiendo a su madrastra y cerrando la puerta.

CAPITULO 23 Adrian vio azorado la puerta cerrarse detrás de su esposa. A pesar de la conversación que había tenido con Clarissa, antes del casamiento, sobre que ella debía obedecerlo, no podía creer que su autoridad fuese desacatada con tanta indiferencia… y en un asunto de tanta importancia. Irritado, cruzó el hall, gritando: — Frederick! Frederick! —Si , mi lord . — El muchacho, que estaba todo el tiempo cerca de Clarissa, no estaba muy lejos y pronto apareció por otra puerta del hall. — Reúne tres criados más y sigue a mi lady y su madrastra. Vigila a las dos todo el tiempo . Si esa mujer hacer cualquier mínimo gesto que consideres amenazador, tienes mi permiso para interceptarla. Está claro? — Si , mi lord . Adrian observó al muchacho apartarse para cumplir su orden y permaneció en el hall, caminando de un lado al otro. Le gustaría haber ido detrás de las dos mujeres él

mismo, pero había combinado con lord Crambray de encontrarse con Hadley por la mañana para delinear un plan de acción. Tal vez él debiese seguirlas , pensó. De qué les serviría un plan de acción si Lydia ya hubiese asesinado a Clarissa. Decididamente, atravesaba el hall apresuradamente para solicitar un carruaje cuando se topó con Kibble que dejaba el salón . — Lady Crambray no es la culpable — el mayordomo se apresuró a decir. Adrian inclinó la cabeza a un lado. — Pareces muy seguro de eso. — Lo estoy. por lo que me habías dicho y por lo que presencié cuando lady Clarissa saludó a lord y lady Crambray al llegar aquí, y llegué a la conclusión que la madrastra era la sospechosa más probable .Entonces puse dos lacayos para vigilarla. Desde entonces ellos la siguen a todas partes y ellos afirman que no fue ella quien colocó la torta envenenada en el cuarto de tu esposa. Adrian necesitó apoyarse en la pared, pues sintió las fuerzas le faltaron por el súbito

alivio. No dudo ni por un segundo de la información de Kibble. Ni siquiera se quedó sorprendido que hubiese mandado a vigilar aLydia. Él siempre había sido un hombre de iniciativa. — Me alegra que no sea ella — Kibble agregó. — Lady Clarissa y su madrastra han tenido una muy buena conversación esta mañana. Creo que ahora podrán hacerse amigas. Eso va a ayudar a que lady Lydia a se sienta menos infeliz. — Estuviste escuchando detrás de la puerta, Kibble! Kibble se encogió de hombros : — Es lo corresponde a un buen mayordomo. Además vos recomendaste que vigilásemos a lady Clarissa, o no ? Sólo estaba siguiendo tus instrucciones. Adrian sonrió . Soltando un suspiro, se volvió y cruzó nuevamente el hall para ir a su escritorio, consciente de que Kibble lo seguía. — Sé que el Señor Hadley, lord Crambray y vos se van a encontrar para montar una estrategia. Me gustaría estar presente, si no

te importa — comentó Kibble mientras Adrian se sentaba en el escritorio. — Muy bien — Adrian concordó, dirigiendo la mirada hacia la ventana. — Arreglamos reunirnos cuando el Señor Hadley vuelva de la aldea. — De la aldea? — Kibble se extrañó. — él recibió un recado hoy temprano y dijo que necesitaba ir hasta allá para atender algo . Imagino que pronto va a estar de vuelta. — Muy bien . — Kibble se encaminó hacia la puerta y entonces se detuvo y dijo : — Sé que no simpatizas con lady Lydia por la manera en que trataba a tu esposa, pero creo que debes darle una nueva oportunidad. — Voy a pensarlo, Kibble. Sólo el tiempo dirá si ella realmente merece esa oportunidad. Vamos a ver como se comporta de aquí en adelante . Cuando el mayordomo salió del escritorio, Adrian giró la silla y se quedó de frente a la ventana.

Aunque contento porque la madrastra estaba fuera de sospecha, la situación se complicaba un poco, pues la lista de nombres disminuía. Y prefería pensar que la asesina fuese Lydia que Reginald, quien ahora pasaba a ser el principal sospecho . Bastante preocupado, Adrian dejó que su mirada vagase a través de la ventana, pero no eran las colinas o los árboles lo que contemplaba. Se estaba acordando de Reginald cuando los dos eran niños, jugaban a las escondidas, hacían travesuras y se reían mucho. Se estaba acordando de su primo joven, de sus ojos brillantes al hablar de una nueva aventura que los dos deberían experimentar. Pensaba en su primo siendo un hombre adulto, como un posible asesino que intentaba matar a su mujer. — Hijo, qué estás haciendo? Volviéndose hacia la puerta, Adrian demostró sorpresa al ver a lady Mowbray. — Qué haces, madre? — Solamente vine a decirte que me estoy yendo.

— Yendo ? — él preguntó confundido. — Pero acabas de llegar. — Es así, pero parece que Clarissa y Lydia han conversado por la mañana y están intentando arreglar su relación. No quiero interponerme entre ellas. Voy a hacer una visita a los Wyndhams y volveré cuando lady y lord Crambray partan. — Está bien, si te parece lo mejor, pero quién te dijo que ellas hablaron ? Kibble? — No, la propia Clarissa. Adrian le lanzó una mirada sorprendida a su madre. — Clarissa? Pero ella acaba de partir a la aldea. — Ellas fueron muy temprano a la aldea y hace casi una hora están de vuelta. Y vos, por qué estás encerrado aquí toda la mañana? Adrian tuvo un estremecimiento, asombrándose porque había pasado tanto tiempo meditando. Miró desanimado por la ventana. El tiempo no había sido desperdiciado. Había logrado llegar a una decisión. Reginald era como un hermano y ,

era difícil imaginar que pudiese hacerle mal a alguien, mucho menos a Clarissa. Pero necesitaba tener certeza de eso, de una manera o de otra. Necesitaba confrontar a su primo lo más pronto posible y descubrir la verdad por sí mismo. — Adrian — dijo lady Mowbray —, espero que no impidas la amistad de ellas. Te aseguro que una buena relación será bueno para ambas. — Sólo voy a interferir si Lydia se comporta como antes — dijo él, automáticamente. —Como te parezca— respondió su madre satisfecha, callándose por un momento. Entonces caminó y se interpuso entre su hijo y la ventana, bloqueando la visión de él y forzándolo a prestarle atención a ella. — Creo que sería gentil si me acompañases hasta la puerta. — Claro, madre. Discúlpame. — Levantándose rápidamente, él la tomó por el brazo y caminaron hasta la puerta del escritorio. — También debo salir. Nos vemos allá afuera.

Clarissa aguardaba ansiosamente en la puerta. Podía oír que su marido y su suegra se aproximaban, conversando. con una sonrisa contenida en la cara , ella procuró no apretar las manos nerviosamente cuando ellos se unieron a ella. — Aquí está ella! — exclamó lady Mowbray, con una sonrisa , abrazando a Clarissa y después apartándola para decir: — Voy a extrañarte , querida. Tienes que obligar a Adrian a que te lleve a Londres cuando él acabe sus negocios por aquí. — Haremos eso, mi lady — respondió Clarissa, ni un poco animada con la perspectiva de volver a frecuentar la sociedad, aún usando los anteojos. Por la expresión de lady Mowbray, ella demostró haber comprendido, pues simplemente sonrió y le dio una palmada en la espalda de Clarissa, volviéndose nuevamente hacia su hijo. — Dale un beso a tu madre, querido. Inclinándose Adrian la besó distraídamente, pareciendo no notar la frase que habitualmente lo incomodaba.

Con las cejas erguidas interrogativamente, la mujer miró a su nuera sobre el hombro de su hijo. Clarissa tampoco había entendido la razón por la que él no había reaccionado a la provocación materna. Entonces Adrian tomó a su madre por el brazo y rápidamente la acompañó hasta el carruaje. Después de instalarla y cerrar la puerta, golpeó dos veces el lateral del vehículo y dio unos pasos hacia atrás. El cochero inmediatamente azotó los caballos y el carruaje comenzó a andar. Lady Mowbray saludó y lanzó una mirada preocupada a ellos, como si intuyese que algo estaba mal con su hijo. Clarissa sólo podría concordar con su suegra. Definitivamente, había algo mal, pues Adrian se volvió de manera brusca y caminó en dirección al establo sin decirle una palabra . Ni siquiera había notado que ella estaba usando los anteojos. Clarissa y lady Mowbray juntas habían planeado el plan para que ella apareciera con los anteojos delante de su marido. Las dos habían conversado poco después de

que Lydia y ella habían vuelto de la aldea. Fue después de esa conversación que lady Mowbray había decidido hacer una pequeña visita, prometiendo retornar en algunos días. Pero, para quedarse tranquila de que todo estaría bien, le había pedido a Clarissa que apareciese con los anteojos puesto delante de Adrian, antes de su partida. Aunque reticente, Clarissa había aceptado y ambas habían decidido que ella aguardase con los anteojos puestos en la puerta del frente para que su marido la viese cuando su madre se estuviese yendo. Pero el tonto había estropeado todo el plan . Él ni siquiera había notado los anteojos. En realidad , aparentemente él ni siquiera había notado su presencia allí, lo que no era nada usual. Estaba muy distraído. Y, por la expresión de su rostro , algún mal pensamiento perturbaba su mente. Clarissa levantó un poco sus faldas y salió corriendo detrás de Adrian. — Adrian? — Qué pasa, mi amor? — él preguntó sin disminuir los pasos.

A ella le gustó oír ese término cariñoso, pero simplemente preguntó : —Pasa algo malo ? — No, nada — él negó, llegando al establo, y pronto comenzó a ensillar un caballo. — Entonces a dónde estás yendo? — Tengo que ir hasta Wyndham. — Wyndham, tus vecinos? — Nuestros vecinos — Adrian a corrigió. — Nuestros vecinos! Pero por qué necesitamos ir hasta allá? Al darse cuenta de la vacilación de su marido para responder, Clarissa lo agarró por el brazo e hizo con que él la mirase. — Qué está sucediendo? — Nada — él respondió, desviando la mirada hacia el caballo. Clarissa sacudió su brazo impacientemente. — Entonces por qué estamos yendo a ver Reginald? Adrian se quedó en silencio por un instante, después se volvió lentamente para mirarla . — Vos sabías que él está allá? — Lo sabía. — Cómo?

— Nos encontramos en la aldea y él nos contó . — Mi Dios, él podría haberte matado — Adrian murmuró entre dientes .— Clarissa, no quiero que andes sola por ahí. — Yo no estaba sola, mi lord , estaba con Lydia y por lo menos cuatro criados siguiendonos a la ida y a la vuelta de la aldea — ella argumentó secamente. — Y , por favor, no comiences a desconfiar de Reginald también. Sé que Hadley sospecha de él, pero creo que vos tienes más sentido común . Reginald jamás le haría mal a nadie. Adrian soltó un suspiro impaciente. — Kibble colocó hombres para vigilar a Lydia desde que ella llegó . Según ellos, no fue Lydia quien envenenó la torta, lo que nos deja con un solo sospechoso. — Reginald!? — ella meneó la cabeza. — No lo creo. — Tampoco yo lo creí al principio, pero, de acuerdo con Hadley, él está necesitando dinero y sería mi heredero, si vos no ... vivieses. Además, él es la única persona que estuvo aquí y en Londres en la misma época

que nosotros. Y Wyndham queda a apenas media hora de distancia, siendo muy fácil meterse en esta casa y dejar la torta al lado de tu cama. — Dándose vuelta , él ajustó la montura y le recomendó : — No salgas de la casa hasta que vuelva. Sin esperar una respuesta, Adrian sacó el caballo del establo, lo montó y fue rumbo a Wyndham. Clarissa lo observó partir. No creía de ningún modo que Reginald estuviese detrás de todos los accidentes. Adrian sólo podía estar perturbado. Por Dios, ni siquiera había notado que ella estaba usando anteojos. Era una estupidez estropear una amistad de la infancia, ella se lamentó, volviendo a la casa con las palabras de Adrian haciendole eco en la cabeza. El es la única persona que estuvo aquí y en Londres en la misma época que nosotros. Era eso lo que los hombres comentaban cuando ella había escuchado la conversación de ellos en la biblioteca. Lydia también había estado en los dos lugares. Pero no había ninguna prueba contra ella. Y Reginald siempre

había sido muy gentil con ella todas las veces que se habían encontrado antes del casamiento e incluso aquella misma mañana, en la aldea. No, Clarissa pensó, muy convencida. Debe haber otra persona. Alguien más. Clarissa disminuyó los pasos de repente. Un pensamiento asaltó su mente. Si, había otra persona. Pero no, ella reflexionó inmediatamente, no podía ser. O podía ser? Clarissa entró a la casa y se dirigía al cuarto, pero resolvió cambiar de dirección y fue a la biblioteca. Necesitaba pensar . CAPITULO 24 — Primo! — Reginald entró en el salón donde Adrian lo aguardaba, con una amplia sonrisa de bienvenida en la cara . — Pensé que estabas demasiado ocupado con tu mujer como para hacer visitas sociales, y que yo mismo tendría que ir a verte. —Tengo la casa llena de huéspedes en este momento . Uno más no haría diferencia.

— Es verdad , sabía eso pero creí que ustedes no precisaban uno más . — Cómo te enteraste ? La mirada de Reginald se mostró sorprendida ante el tono áspero de Adrian. — Tía Isabel acaba de llegar unos minutos antes que vos y me comentó eso . Además, yo la acompañaba hasta el cuarto cuando el mayordomo de lord Wyndham subió para anunciar tu llegada. — Ah… — Adrian ponderó que si Reginald había estado rondando Mowbray en los últimos días, él sabría que había visitas allá, de otra manera… — Entonces, a qué debo esta visita? — Reginald preguntó, sentándose en la silla al lado de su primo. — Necesitas alguna ayuda con tu esposa? Algún consejo para conquistarla o algo así? Estoy a tu disposición, como siempre. Adrian apretó los labios. No podía creer que ese hombre estuviese intentando asesinar a Clarissa. Sólo una pequeña parte de su mente todavía tenía alguna duda y esa era la

razón por la que estaba allí. Necesitaba aclarar las cosas. — Reginald, la noche del baile de Crambray — Adrian preguntó de repente, sorprendiendo a su primo. — Qué pasa con el baile? — No fuiste vos quien le dio esa nota al muchacho para que se la entregase a Clarissa ? — Claro que no. Yo fui al baile para hablar con ella personalmente para que ella vaya a tu encuentro, como habíamos planeado. Por qué le enviaría también una nota? — Reginald hizo una pausa, pensativamente . — Sabes que habría sido una buena idea. Me habría ahorrado la ida a ese baile que fue muy aburrido, aunque eu haya estado muy poco tiempo allá. — A qué hora te fuiste? — Poco después que hablé con vos. Bien, un poco después de eso porque tuve problema para encontrar a Jeevers. Cuando lo encontré, le avisé que me estaba yendo y me fui. Fui a Staudt y perdí una pequeña fortuna allá.

Adrian sabía que Staudt era una casa de juego bastante sórdida. — Fuiste solo? — No. En el camino pasé por la casa de Thoroughgood y él fue conmigo. Pero , por qué todas estas preguntas, Adrian? — Reginald se extrañó. Reginald apretó los labios al ver que Adrian vacilaba y dijo serenamente: — Tía Isabel me contó que Clarissa fue envenenada el otro día. creo que eso significa que tenías razón al pensar que algunos de los accidentes fueron atentados contra la vida de ella. Adrian se encogió de hombros y evitó la mirada de su primo. — Ella también me contó que vos, Hadley y lord Crambray están intentando descubrir quien es el responsable de los “ supuestos accidentes” de Clarissa y que concuerdan en el punto que debe ser alguien que estuvo con ustedes en Londres y que está aquí ahora. Adrian se movió incómodo en la poltrona en que estaba sentado.

— Yo cumplo esos requisitos — Reginald comentó y, al ver que Adrian se sintió mal con el comentario, dio un salto de la poltrona, poniéndose de pie. — Vos sospechas de mí! — Me gustaría no sospechar — Adrian le aseguró, prontamente —, pero como vos mismo dijiste, es cierto, Hadley afirma que fue alguien que estuvo allá y aquí… — Muchas gracias — dijo Reginald, mostrándose amargado. — Después de todo lo que hice para ayudarlos, sin mencionar todos nuestros años de amistad… oír que me consideras un loco asesino? — No soy yo quien te está juzgando, Reginald… — Por qué carajo yo querría asesinar Clarissa? Hadley no se detuvo a pensar que yo no tengo ningún motivo ? — En realidad , él cree que lo tienes. Reginald parpadeó confundido y preguntó incrédulamente: — Dios Santo , qué motivo podría tener? — El oyó rumores de que has tenido problemas financieros.

Reginald soltó una risa de desdén. — Es sólo eso: rumores. Y fui yo mismo quien los esparció. Pero eso sería un motivo para querer matar a tu mujer? — Con Clarissa viva, vos no serías mi heredero. — En verdad , sería más probable que yo pensase en matarte a vos y que me casase con ella, si tuviese alguna mala intención. Desde que la vi, me quedé encantado con ella. Si la hubiese conocido mejor para saber que no era por vanidad que ella no usaba los anteojos y no hubiese ocurrido ese incidente con el té caliente , tal vez hasta me hubiese casado con ella . Adrian arrugó la cara al oír la sugestión de que podría estar casado con Clarissa y entonces preguntó bruscamente: — Por qué esparcirías el rumor de que estás con problemas financieros? Reginald se puso serio y fue su turno de evitar la mirada de su primo. — Estoy interesado en una cierta dama que apareció esta temporada. Pero oí decir que ella es una interesada. Por eso, comenté

aquí y allá que estaba con problema económicos para ponerla a prueba. — Es Verdad ? — Adrian preguntó, sorprendiéndose al ver el pudor de su primo. Todo indicaba que Reginald estaba seriamente interesado en la mujer en cuestión . — Quién es ella? — Cambiemos de tema, vamos a hablar sobre Clarissa y su probable asesino. Adrian asintió con la cabeza. Su primo tenía razón. Podrían hablar de la vida amorosa de él en otra ocasión. — Si no es Lydia, ni yo… Te aseguro que no soy yo. — Dirigió una mirada fría a su primo. — A propósito, puedes preguntarle a Thoroughgood sobre esa noche y él te va a confirmar que yo estaba muy lejos de Crambray cuando el fuego comenzó. Y también tienes mi permiso para preguntarle a mi contador sobre mi verdadera situación financiera. — No hay necesidad — Adrian murmuró, avergonzado de haberlo acusado. Debería haber creído en su intuición. Reginald no era el sospechoso.

— Cierto — Reginald rezongó contrariado. — Parece que si hay necesidad, o vos no habrías viniendo hasta aquí para investigarme. — Pero yo realmente no creía que fueses vos, pero necesitaba tener la certeza. Te pido que me perdones. — De cualquier modo — Reginald lo interrumpió —, como te estaba diciendo, si es cierto que no es Lydia y yo sé que no soy yo , quien puede ser? Adrian suspiró. — Sólo quedan los criados, o alguien que ni podemos imaginarnos. — Dijiste los criados? — Si — Adrian confirmó. — Aunque ninguno tenga motivo para matarla. — Bien, yo tampoco tenía motivo , pero vos sospechaste de mí — Reginald disparó. — No te enojes conmigo . Después de todo, vos sos el idiota que anda por ahí diciendo que estabas en bancarrota y dando motivo para la sospecha. No . Reginald bufó. — Volvamos a los criados.

Adrian sacudió la cabeza . — Como decía, no tenemos motivo para sospechar de ninguno de ellos. Además, tenemos una servidumbre aquí y otra distinta en la ciudad. Los únicos que trabajan en los dos lugares son Keighshley y Joan. — Joan es la criada personal de Clarissa, verdad ? Adrian fijó la mirada en su primo. — Qué estás insinuando? Conozco bien esa su expresión. — Nada, nada. Probablemente estoy equivocado — alegó Reginald, molesto por no poder controlar sus expresiones. — Por favor, Reginald, dime lo que estás pensando . Aunque sea una tontería. — Adrian se impacientó. — La noche del baile de Crambray cuando entré en la casa nuevamente… te conté que demoré un poco en encontrar a Jeevers. — Si . Y entonces? — Cuando lo encontré y le avisé que me estaba yendo, al pasar por el hall Clarissa y la criada estaban bajando la escalera y

volviendo al baile. — Reginald vaciló un poco e después dijo : — La criada me hizo acordar a alguien, es sólo eso, pero no podría ser ella. — No podría ser quién? A quién te hizo acordar ? — Una actriz que vi varias veces en el teatro — dijo Reginald finalmente y agregó : — Pero no podría ser ella. Me enteré que ella había fallecido en un incendio. — En un incendio? — una campanilla pareció sonar en el fondo de la cabeza de Adrian, activando su memoria. — Cuál era el nombre de esa actriz? — Molly Fielding — respondió Reginald, y Adrian golpeó el brazo de la silla en que estaba sentado. En ese mismo instante, se puso de pie y caminó hasta la puerta. — Ey ! — Reginald corrió detrás de él. — A dónde vas? — Recuerdas el nombre del hombre que raptó y engañó a Clarissa para casarse con ella cuando era adolescente? — Adrian preguntó, mientras atravesaba el hall. Su voz estaba embargada.

— Capitán Fielding — respondió Reginald, siguiendo a Adrian que salía de la casa y se dirigía al establo. — Según consta, el capitán Fielding estaba con una hermana cuando la encontraron en la posada y viajaron con ella a varios lugares hasta llegar a Gretna Green. — Puede ser una coincidencia — Reginald alertó a su primo. — Te dije que la criada se parecía a Molly Fielding, pero esa Molly desapareció del teatro porque murió en un incendio. — Esa Molly Fielding debe ser la hermana del capitán Fielding porque Hadley comentó que su hermana había muerto en un incendio — Adrian insistió. Ellos ya habían llegado al establo, y Adrian caminó a lo largo de los compartimentos buscando el lugar donde había dejado el caballo. — Muy bien — Reginald admitió. Él se había parado junto al segundo compartimento y lo había abierto para dejar que su caballo saliese. —Pero si dices que ella murió, cómo la criada de Clarissa podría ser Molly?

— No sé, pero las piezas del rompecabezas encajan — dijo Adrian finalmente encontrando su caballo. Condujo el animal afuera, emparejándolo con el de Reginald, para colocar la montura. —La criada estaba en Londres y vino acá, tiene acceso al cuarto de Clarissa y fue ella quien sacó a Clarissa do baile para recibir mi supuesta nota. —Pero vos me dijiste que la criada sabría que Clarissa no podría leer el recado. Por qué lo enviaría entonces? — No sé — Adrian confesó. — Posiblemente por eso mismo. Ella sabía que Clarissa no podría leer sin los anteojos y nadie iba a sospechar que ella haría eso. Yo mismo no desconfié de ella. — Pero cómo Clarissa no la reconocería como la hermana del capitán, hombre? — Reginald cuestionó. — Sin los anteojos, ella no ve bien, verdad ? Y creo que Joan no está trabajando con ellos hace mucho tiempo. Clarissa comentó que tenía otra criada cuando vivía en el campo… se llamaba Violet. Había sido la criada de la madre y

estaba muy anciana como para f andar viajando entre el campo y la ciudad. Ella se retiró cuando Clarissa fue a Londres. — él meneó la cabeza. — Clarissa probablemente nunca vio Molly con los anteojos. Ella… — Qué pasa ? — Reginald preguntó, cuando su primo se detuvo de repente. — Parece que las cosas van teniendo sentido. Lydia había encargado anteojos nuevos para Clarissa antes del casamiento. Creo que llegaron el día anterior y Joan subió corriendo para entregárselos a Clarissa. La versión de Clarissa es que accidentalmente golpeó la mano de la criada y se cayeron. Ahora me pregunto si fue la torpeza de Clarissa lo que los hizo caer, o si esa es la versión de Joan . Quién me asegura que no fue ella que los tiró para que se rompiesen y para que Clarissa no pudiese verla y reconocerla. — Hum. Parece posible. Pero por qué Joan, o mejor dicho , Molly i querría la muerte de Clarissa? — Fielding murió en la prisión — Adrian le recordó . Los dos condujeron los caballos

afuera del establo. — Tal vez ella culpe a Clarissa, después de todo él fue preso por lo que le hizo a Clarissa. —Mierda! — Reginald exclamó al montar su caballo. — Es como yo digo siempre. Es tan difícil encontrar gente de confianza hoy en día. ya es bastante malo tener que evitar que nos roben, y encima ahora tenemos que evitar que intenten matarnos? Adrian blasfemó, después espoleó el caballo para rápidamente cabalgar hacia casa. Se sentía reconfortado porque su primo lo hubiese perdonado y que quisiera acompañarlo. Estaba tan enojado en ese momento que podría matar a la criada con las propias manos. CAPITULO 25 — No te quede ahí parada, Joan. Entra! Clarissa estaba intentando leer, pero no lograba concentrarse. Su mente estaba demasiado ocupada con otros pensamientos, la mayoría de ellos sobre la mujer que en ese

momento cruzaba la biblioteca en su dirección. Joan y Keighsley eran las únicas personas además de Adrian, Lydia y Reginald que habían estado en la ciudad y ahora estaban en Mowbray, o en los alrededores. Clarissa no creía que Lydia o Reginald pudiesen ser responsables de la secuencia de accidentes de la que había sido víctima , mucho menos Adrian. Entonces solamente quedaban Joan y Keighsley. La mayor sospecha, sin duda, recaía en Joan. Keighsley era n hombre mayor . Clarissa no lograba verlo infiltrándose en la casa de Londres en medio de la noche para incendiar el hall. Tampoco lo imaginaba escalando el portón del fondo , como Adrian había hecho , para seguir sus pasos y golpearla en la fuente. Joan, por su parte, no necesitaría hacer ninguna peripecia para aproximarse a ella. Siempre estaba allí y tenía información privilegiada sobre todas sus actividades. Realmente ella era la principal sospechosa.

Clarissa sólo no lograba pensar en una razón que justificase que ella hubiese hecho tales cosas. Es mas, le gustaba esa mujer. Cerrando el libro y dejándolo a un lado sobre el escritorio, Clarissa levantó los ojos cuando la criada se detuvo delante de ella. Sus ojos inmediatamente se estrecharon. Nunca había visto a la criada desde ese ángulo. No con los anteojos. Ahora podía ver el pequeño lunar debajo del mentón de ella. Creyó haber visto un lunar igual a ese y exactamente en el mismo lugar. Diez años antes. Ella fijó la mirada por un breve momento sobre el lunar y luego levantó los ojos hacia la cara de Joan, examinándola con cuidado antes de decir: — Qué pasa, Molly? — Sólo quería saber si mi lady quiere una taza de té o de chocolate. Clarissa apretó los labios. Molly no había notado el cambio de nombre . Ese lunar era prueba suficiente para ella. — Si no está envenenado como la torta, Molly.

La criada se puso tensa, visiblemente molesta. — Sé que sos vos, Molly — Clarissa prosiguió — pero no sé el motivo por el cual estás intentando matarme. Con los puños cerrados a los costados del cuerpo, Molly admitió: — Por lo que le hiciste a mi hermano… — Jeremy — Clarissa murmuró, acordándose de la figura imponente del hombre de uniforme. —. . . y a mi madre — Molly continuó. — Yo nunca conocí a tu madre — Clarissa se asombró . — Y a mí también — Molly agregó llena de amargura. — Cuando Jeremy fue sentenciado, perdimos nuestra fuente de ingresos. Tuve que dejar el teatro para convertirme en posadera. Hasta entonces yo tenía una vida tranquila y acomodada. Fue una experiencia humillante. — Siento mucho que haya sido difícil para vos sustentarte económicamente … — Clarissa comenzó a decir, pero Molly no había terminado.

— Y mi humillación y sacrificio no sirvieron de nada. Hice todo lo que pude por mi madre, pero ella murió tristeza por el escándalo de la prisión de Jeremy. — Molly levantó los ojos llenos de odio hacia Clarissa y la acusó: — Vos me sacaste mi familia. — Yo?… — Me juré a misma que un día te haría pagar por eso. Clarissa suspiró, mirando a Molly con pena. — Y esperaste todo este tiempo para vengarte! — A decir verdad, creí que nunca me iba a llegar una oportunidad para vengarme — Molly admitió, tomando una espátula de la mesa y jugando distraídamente con ella. — Pero, al principio de la temporada, vos, lady Lydia y sus amigas asistieron a una obra de teatro en la que yo estaba trabajando. Clarissa parpadeó sorprendida. — Fue la única vez que fui al teatro en toda a mi vida. — Era una pieza basada en cuentos de Shakespeare, pero ni se acordaba del nombre. Y sin los anteojos no había visto

nada y hasta se había dormido. — Estabas trabajando como actriz en esa obra? Molly asintió con la cabeza. — Mi dieron un personaje muy pequeño , se moría en el segundo acto. Como supuestamente estaba muerta, me quedaba acostada en el piso y logré verte. Durante el intervalo, me hice una escapada hasta el salón para verte de más cerca y para asegurarme que eras vos. Cuando me aproximé, oí a lady Lydia comentar que estabas necesitando una criada personal. Yo estaba justo detrás de vos. En un momento en que te diste vuelta, me miraste directamente y no vi ninguna señal de reconocimiento. Entonces me di cuenta que estabas sin los anteojos.— Molly prosiguió — Sentí que el destino me estaba dando una mano. Volví a casa esa noche exhausta y molesta, y me desperté en medio de la noche rodeada de humo. Varias habitaciones de la posada se estaban incendiando , incluso la mía. Hallé un modo de saltar por la ventana, pero no conseguí llevarme nada

de ropa. Tuve que robar algunas prendas. Perdí todo en el incendio. Sólo cuando amaneció é pude ver las prendas que había robado. Parecía una criada. — ella sonrió. — Me pareció casi providencial. No entré en contacto con ningún conocido, dejé que todos pensasen que había muerto en el incendio y resolví presentarme para el puesto de criada. — No tenías miedo de ser reconocida? — Clarissa preguntó, curiosa. — Si no fuese por mí, por una otra persona. Como actriz tu rostro seguramente era conocido. — No necesariamente. Nadie le presta mucha atención a las posaderas o a los criados. Mi única preocupación era si podría conseguir el empleo . Y así me convertí en tu nueva criada personal. — Y entonces comenzaron los accidentes — dijo Clarissa. — Es a vos a quien le debo agradecer la caída por la escalera? — A mi zapato, querida, fue con eso que te tropezaste. Pero bajé corriendo para ver si estabas bien. — Y la caída delante del carruaje?

Molly sacudió a cabeza. — Ah! No, querida, no me cargues todo a mí , ese fue un accidente. — La torta envenenada? — Creo que no le puse el veneno suficiente. — El golpe en la cabeza y la caída en la fuente? Molly apretó los dientes con mucha rabia. — Contraté al padre del chico que trajo la nota. El trato era que él te de ese una golpe en la cabeza para desmayarte. Pero creo que él se entusiasmó y quiso impresionarme — concluyó Joan secamente. Clarissa se quedó pensativa y entonces preguntó : — Y lo del incendio? — Tranqué la puerta de tu cuarto y prendí fuego una cortina del hall; sabiendo que el fuego se propagaría rápidamente, volví corriendo a mi cama para que tuviesen de despertarme cuando descubriesen el fuego. Clarissa suspiró y dijo. — Yo también perdí a mi madre y sé que es algo muy difícil, Molly. Pero estás culpando a la persona equivocada. Todo ese escándalo

fue provocado por tu hermano. Y si él murió en prisión, la muerte de él no tiene nada que ver conmigo. — No tiene nada que ver ? — Molly repitió asqueada y, apuntándola con la espátula, dijo : — El murió en prisión… a donde vos lo mandaste. Él jamás debería haber ido a parar a una prisión. Era un buen hombre, generoso y protector… — Me parece, Molly — Clarissa la interrumpió , asombrada —, que te olvidas que tu hermano me raptó y me forzó a casarme con él para apoderarse mi herencia. Me cuesta creer que un hombre bueno, generoso y protector actuaría así. — El te amaba. — El amaba mi herencia e ideó un plan para apoderarse de ella — Clarissa rebatió impacientemente. — Y, como sucede con todos los planes mal intencionados , le salió. fue apresado y tuvo que pagar por eso. — No habría habido ningún precio que pagar si el matrimonio hubiese sido consumado. Pero por la bondad de él, mi hermano te dejó descansar esa noche y fue ese gesto de

bondad lo que lo mató — dijo Molly con amargura y lágrimas en los ojos. — Bondad ! — Clarissa replicó irritada. — Si vos hubieses tenido un poquito de bondad por él lo habrías salvado — Molly insistió. — Pero no tuviste bondad. — Qué querías que hiciese cuando los hombres de mi padre nos encontraron? — Clarissa argumentó con toda honestidad: — Y aunque hubiese podido hacer algo por él, no sé si lo hubiera hecho . Él era un extraño para mí y, cuando los hombres de mi padre aparecieron , me enteré que todo era una farsa para que él se apoderase de mi herencia. — Cómo puedes decir eso ? El te amaba. Él me contó que se enamoró de vos en el momento en que te vio . — Entonces tu hermano te mintió a vos también — retrucó Clarissa, con firmeza. — Probablemente para que vos aceptases el plan de él y lo ayudases. Nosotros nunca nos habíamos conocido antes, cómo él podría afirmar que me amaba?

Clarissa vio confusión estampada en la cara de Molly. Necesitaba convencerla, por eso, agregó : — Además, lo oí de la propia boca de él. Tuve una pesadilla la noche que nos casamos y, asustada, fui a buscarlo . Cuando abrí la puerta que comunicaba nuestros cuartos, él estaba hablando con una criada, creo que era Beth el nombre de ella, tenía unos pechos enormes. Cuando la muchacha le preguntó por qué se había casado conmigo, muy bondadosamente él respondió que aunque me faltasen encantos, me sobraba dinero. Entonces comenzó a elogiarla, le dijo que ella era la razón por la cual no había querido consumar el matrimonio conmigo, que la consumación quedaría para la noche siguiente, pero que estaría pensando en ella. Sin hacer ruido, cerré la puerta, porque Jeremy comenzaba a desvestir a la criada. Creo que la obsesión de tu hermano no se restringía solamente al dinero. Si él hubiese conseguido controlar su lujuria , habría consumado conmigo y habría quedado a salvo. — Clarissa encogió los

hombros cansada. — Por eso, sólo puedo estar eternamente agradecida por no haber sido atractiva y por haber dado tiempo para que los hombres de mi padre llegasen. — Mentiras, mentiras. Todo es mentira — Molly gritó, levantando la espátula amenazadoramente. —Mentiras ? Molly, vos estabas allá. Yo fui dócil y pasiva en el viaje desde Londres a Gretna Green, hasta la última mañana. Te acuerdas que me enojé entonces y exigí que volviésemos a casa? Primero su hermano dijo que yo solamente estaba cansada, pero cuando insistí él me golpeó. Te acuerdas de eso? Molly se mostró vacilante, como si los recuerdos de Clarissa le despertasen la memoria. Ella bajó un poco a espátula y murmuró : — Me acuerdo. Molly visiblemente se debatía internamente y su rostro expresaba toda su confusión. Clarissa se levantó. Como la cara dominada por la rabia, Molly nuevamente la apuntó con la espátula .

— No, quieres confundirme. Jeremy nunca me mintió . — Nunca, ni siquiera para librarse de un problema? — Clarissa notó que la expresión de Molly era de duda. — Mi Jeremy nunca haría lo que estás diciendo. Él te amaba. Clarissa sintió pena por Joan. Era obvio que ella se sentía traicionada y asustada. Procuró entonces tratar los sentimientos de ella con delicadeza. — Tal vez el Jeremy que vos conociste no mentía. Pero tu hermano fue a la guerra, pasó años presenciando cosas que nosotras apenas nos podemos imaginar. Dicen que la guerra cambia a los hombres. Tal vez el Jeremy que volvió no era más el Jeremy que vos conociste. Un sollozo escapó dos labios de Molly e ella cayó sentada en una poltrona en frente del escritorio, soltando da mano a espátula que resbaló a su lado. — Dios, qué hice? ! — ella gimió despavorida.

— Nada que sea irreparable — Clarissa le aseguró, teniendo cuidado de dar un paso hacia atrás de la mesa. Pero se detuvo asustada cuando la muchacha soltó una risa amarga y tomó nuevamente a espátula, presionándola esta vez contra su propia muñeca. — Por favor, no te aproximes, mi lady. Sacudiendo la cabeza, ella miró la espátula con absoluto desamparo. — No hagas nada precipitado, Joan… Molly. Todo va a estar bien. — Fácil de decir para quien no va a tener que enfrentar una prisión. — Vos no irás a la prisión — Clarissa aseguró. — Cómo que no? He visto suficiente sobre la prisión en mis visitas a Jeremy. Prefiero morirme. — Yo no voy a denunciarte. — Pero intenté matarla… Clarissa soltó un suspiro impaciente. — Bien, creo que no lo intentaste con mucha convicción. Todavía estoy aquí.

Molly suspiró y, al levantar la cabeza, había esperanza en sus ojos, como si Clarissa le hubiese dicho algo que podría redimirla. — Es la verdad — Clarissa ya comenzaba a exasperarse. — Yo estaba ciega como un murciélago y desamparada como una niña la mayor parte del tiempo. Se vos realmente hubieses querido matarme, estoy segura que lo habrías conseguido. Pero hacías todo mal. Pero, como criada, siempre fuiste muy eficiente. Creo que nunca tuviste el coraje de matarme. — Es cierto — Molly admitió, con otro sollozo. — Quería verte sufrir , quería que padeciese , pero no lograba… — haciendo una pausa, ella habló bajito , como si estuviese hablando consigo misma: — Creo que poco importa si me vas a denunciar o no. Es sólo una cuestión de tiempo, tu marido me denunciará. Él va a querer verme en prisión. Clarissa tuvo un estremecimiento al darse cuenta que Molly tenía razón. Adrian iba a querer que ella fuese castigada, con toda seguridad. Su mente comenzó a funcionar,

buscando una salida para la mujer y, entonces, su rostro se iluminó. — América! Molly la miró lívida. — América? — Puedes ir allá. Yo te pagaré el pasaje. Allá podrás tener un nuevo comienzo, sin temer que tu pasado pueda interferir. — Yo no estoy en condiciones… — Yo pago el pasaje — Clarissa insistió, inclinándose sobre el escritorio y tomando una hoja de papel para escribir una nota. — También te daré dinero suficiente para comenzar un pequeño negocio, una posada tal vez … — Por qué ?— Molly preguntó incrédula. — Por qué …? — Porque las dos sufrimos a manos de tu hermano, Molly. Él nos engañó a las dos y ambas sufrimos por eso en los últimos dez años. Vos más que yo . Además, recuerdo perfectamente que vos fuiste buena conmigo en aquel viaje, me consolabas y garantizabas que todo resultaría bien. — Clarissa firmó su nombre en la nota y la

extendió a Joan . — Acéptalo ! Tómalo ! Voy a pedirle al cochero que te lleve a Londres. Ve a recoger tus cosas y lleva esta nota al banco para tomar el dinero y viajar en barco a América. Viendo que Molly vacilaba, aunque estaba esperanzada, Clarissa intentó persuadirla: — Puedes iniciar un negocio allá y tener una nueva vida, como una mujer respetable. Algún día, si progresas, como yo lo deseo, podrás pagarme. Tales palabras parecieron ser decisivas. Aunque reticentemente, Molly tomó la nota. Sonriendo, Clarissa sacó la espátula de la mano de ella antes que Joan cambiase de idea, la colocó sobre la mesa y entonces tomó a Molly por el brazo para acompañarla hasta la puerta de la biblioteca, demasiado temerosa de que Adrian pudiese llegar en cualquier momento. — Hay algo de aquí que precises? — No, no traje muchas cosa conmigo. La mayor parte de mis cosas está en Londres. — Entonces ve a arreglarlas antes de partir — dijo Clarissa, abriendo la puerta de la

biblioteca y yendo con Molly hasta el hall. — Todo estará bien. Oí decir que hay bastante progreso en América, pero puedes ir a Francia, si lo prefieres. Tienes muchas opciones. No precisas decirme cual escogerás. Todo saldrá bien. Viendo a Kibble que transitaba por el hall, Clarissa lo llamó y le pidió que mandase al cochero preparar el carruaje Después fue con Molly hasta la puerta del frente y salió, parándose en un escalón. — Tampoco precisas dejar a Inglaterra, si no quieres. Te juro que nadie va a perseguirte por lo que sucedió aquí. Molly la miró con una tímida sonrisa en los labios. — Es por eso que no pude matarte. Clarissa levantó una ceja de forma inquisidora, y Molly explicó : — Sos muy buena. Vi como muchas damas tratan a los criados. Vos no sos como ellas. Siempre fuiste gentil conmigo, tomando en consideración mis opiniones, como si fuesemos iguales. — Ella le dio una sonrisa más abierta. — Hasta llegué a desear que

mi hermano hubiese conseguido consumar el matrimonio. Entonces habríamos sido como hermanas. Clarissa abrió enormemente un poquito los ojos. — Si, es cierto . En verdad , lo fuimos por algunos días. — ella sonrió también y abrazó a Joan. El carruaje ya había aparecido, viniendo de los establos. — Si precisas ayuda, búscame — Clarissa cuchicheó al oído de ella. — Gracias — Molly susurró, con lágrimas en los ojos, apretó la mano de Clarissa y subió al carruaje. — Llévala a donde ella quiera ir — Clarissa le recomendó al cochero cuando cerraba la puerta y se encaminó de vuelta a la casa, parándose en los escalones de la entrada para ver el carruaje partir. — Tienes un corazón muy tierno. Clarissa se volvió abruptamente al oír as palabras dichas en voz grave y se encontró con su marido parado en el escalón detrás de ella. Lord Greville estaba en la puerta, detrás de Adrian.

— Hace cuanto tiempo que llegaron? — Hace bastante — respondió él, repitiendo: — Tienes un corazón demasiado tierno, esposa. Ignorando la crítica sutil de su marido, ella se volvió para ver el carruaje que ya bajaba por la alameda. — Ustedes continúan siendo amigos? — Por supuesto! — Adrian respondió prontamente, dirigiendo su mirada a Reginald, quien habló simultáneamente: — Todavía no lo decidí. Clarissa esbozó una sonrisa , después , pasando por al lado de su marido, le dio el brazo a Reginald y lo hizo entrar. — Vamos , mi lord , perdona a mi marido por esas acusaciones falsas. Debes saber muy bien que él se pone como loco cuando se trata de aquellos que ama. Fíjate que ni siquiera notó que estoy usando anteojos. CAPITULO 26

Clarissa sintió que su marido tropezaba detrás de ella; se detuvo , y se volvió para darle la mano . Adrian estaba pálido y miraba fijamente el marco de metal de los anteojos de Clarissa. — Puedes ... verme? — Siempre pude , mi lord . Ahora simplemente puedo verte un poco mejor — Clarissa aclaró con un tono cariñoso. Viéndolo perturbado, Reginald reaccionó de manera impaciente. — El ciego siempre has sido vos, no te das cuenta ? Todavía no entendiste que tu mujer es miope pero que de cerca ella puede ver bastante bien? — Creo que mi marido creía que yo no podía ver nada de nada — Clarissa bromeó. Los tres permanecieron callados por un momento, entonces Clarissa se volvió hacia Reginald y sugirió : — Tal vez , mi lord , puedas ir hasta el salón y servirte algo para tomar? — Tengo una idea mejor. Creo que voy a volver a Wyndham y los dejo a ustedes a solas. — Diciendo eso, él besó la mano de

Clarissa, se despidió de Adrian y caminó hasta los escalones que habían acabado de subir. —Podías verme antes? — Fue la primer cosa que Adrian preguntó cuando se quedaron solos. — Si, mi lord . — Cuándo fue la primera vez que me viste ? — La noche en que te conocí, cuando te inclinaste para hablar conmigo. Te pusiste tan cerca que pude ver bien tu rostro y esos lindos ojos castaños. Adrian giró la cabeza, inconscientemente escondiendo el lado de su rostro en que tenía la cicatriz. Aproximándose más a él, Clarissa extendió la mano hasta el mentón de él, haciéndolo mirarla, y después , poniéndose en puntas de pie , besó la cicatriz que él tanto odiaba. Adrian se estremeció con el contacto y la expresión de su rostro era de miedo. — Entonces te casaste conmigo por lástima? — Por lástima? — Clarissa casi se rió al oír aquello. — Qué vergüenza, mi lord ! Decir

eso te insulta. Sos un hombre atractivo y creo que lo sabes . — Soy un monstruo. Una simple mirada a mi rostro hizo que varias mujeres se desmayasen. Clarissa se encogió de hombros . — Tal vez eso sucedió poco después del accidente, cuando la herida todavía era reciente y estaba muy en carne viva. Pero ya pasaron diez años. Ha cicatrizado bien y se ha adaptado a su rostro. Ahora es simplemente una parte mas de vos, sólo una línea que baja por tu mejilla. Creo que es mucho grande en tu mente que en tu cara. — No es así. He visto mujeres se estremecerse de asco. — En esta temporada, mi lord ? Adrian vaciló y ella sacudió la cabeza triunfante. — Creo que no. Imagino que una o dos mujeres incluso intentaron aproximarse a vos mientras estábamos en Londres — ella agregó, al acordarse de la propuesta indecente que lady Johnson le había hecho . Adrian bufó.

— Sólo estaba buscando una nueva experiencia con alguien bizarro. — Me cuesta creerlo — lo contradijo Clarissa, conduciendo a su marido por la casa en dirección al escritorio. — Pero sabes, creo es muy bueno que continúes pensando de ese modo. Así, nunca voy a tener que temer que vos me seas infiel. Adrian bufó nuevamente, siguiendola al escritorio. —No debes temer eso, de cualquier modo. No tengo ningún interés en otras mujeres. Hice todo lo que quise hace mucho tiempo atrás. — Hum. — Clarissa caminó al escritorio y se sentó en el borde. — Entonces crees que yo te quiero porque deseo tener una excentricidad en la cama? Adrian arrugó la frente. — Ahora que me puedes ver bien, todavía me quieres en tu cama? — Ya te lo dije, marido. Te vi la primera noche en que nos conocimos y muchas veces después de eso. Y siempre te deseé.

— Verme de manera borrosa y verme en detalle de cerca son dos cosas muy diferentes. Clarissa ponderó sus palabras por un momento. — Es verdad, mi lord . Son dos cosas muy diferentes. Eso significa entonces que vos no me vas a querer ahora porque uso anteojos nuevamente? Adrian parpadeó . —No es lo mismo. Puedes sacarte los anteojos. — No si quiero ver — Clarissa rebatió, después se bajó del escritorio y comenzó a desabotonar el vestido. — Tal vez debamos hacer una prueba. — Qué estás haciendo? — Adrian preguntó, asustado, dando la vuelta para cerrar la puerta cuando ella comenzó a desvestirse . — Bien, me parece, mi lord , que estamos ante un dilema. Yo no tenía anteojos cuando nos casamos, por lo tanto podrías hallarme verdaderamente fea con ellos. Sin tener los anteojos, yo tampoco podía verte

perfectamente aún de cerca, por lo tanto no sabía si después iba a hallarte muy repulsivo. Creo que este es el momento de resolver ese dilema y saber si nuestro matrimonio tiene alguna posibilidad de mantenerse en pie. Adrian abrió enormemente los ojos al verla bajar el vestido desde los hombros y dejarlo caer a los pies. Su corset y las enaguas siguieron el mismo destino, dejándola completamente desnuda delante de él. A excepción de los anteojos. Tragando en seco, él contempló ese cuerpo, deteniendo los ojos en los pechos de Clarissa, su abdomen chato hasta llegar al vello púbico . La atención de él fue desviada por la exclamación de enojo que Clarissa soltó. Al levantar los ojos, él vio que ella sujetaba con las manos sus propios pechos y los contemplaba con una expresión contrariada. — Era como temía — dijo Clarissa amargada, y Adrian sintió su corazón detenerse al oír esas palabras. Pero, en seguida, ella explicó : — Con sólo estar

cerca de ti, los senos se me ponen pesados y los mis pezones se ponen en punta clamando por tus atenciones. Adrian tragó en seco nuevamente, sus ojos fijándose en la prueba de las palabras de ella; sus manos se apoderaron de esos pechos. Entonces ella tomó una de las manos de él de su pecho y la deslizó sobre el vientre hasta el nido entre sus piernas. Adrian se quedó incrédulo cuando los dedos de ella descendieron un poco más y desaparecieron en su sexo por un breve instante. — Oh, Dios! Adrian la miró al oír ese suspiro, y ella explicó : — Parece que ya estoy mojada. Esto no está funcionando . Cómo puedo poner a prueba el efecto de tu cicatriz cuando tu mera presencia me afecta de este modo? — Aproxímate — ella susurró, y Adrian casi tropezó con su propio pie para obedecerla. Dio un paso adelante, sujetó la mano que ella le extendía y se detuvo en duda al verla fijar los ojos en él . — No, esto no parece

estar ayudando mucho, mi lord . Aunque pueda ver tu cicatriz de forma bien clara, no logro ignorar el resto de tu cuerpo para poder testear solamente el efecto de la cicatriz en mí. Los ojos de Clarissa buscaron los de su marido y ella arqueó una ceja. — Quiero ver al hombre que amo haciendo el amor conmigo. Adrian se congeló con el efecto de esas palabras. — Me amas? Clarissa también se silenció y la expresión de su rostro fue suavizándose al ver esperanza y alegría en la cara de él. — Claro que te amo. Cómo podría no amarte ? — Pero… — No hay “peros”, marido — Clarissa lo interrumpió . — Simplemente te amo. Amo tu apariencia, tu sonrisa, tus ojos, incluso tu cicatriz. Te Amo todo entero. Adrian se colocó mas cerca de Clarissa y a besó. Clarissa cerró los ojos nuevamente por un segundo y se forzó a abrirlos, sonriéndole.

— Te amo, Adrian. Voy a repetir eso hasta que te canses de oírlo. — Nunca me voy a cansar de escucharte decir eso. Yo también te amo mucho, Clarissa. Amo todo de vos. Tu cuerpo, tu corazón, tu alma, tu sonrisa, y hasta tus ojos miopes. Vos sos la dueña de mi corazón. Vos me hiciste reír nuevamente. Vos le diste un sentido nuevo a mi vida. Con anteojos o sin anteojos, vestida o desvestida. Te amo toda entera y siempre te amaré. — él se inclinó para darle un beso en la frente y completó : — Pero, por Dios, en este momento, te amo más desnuda. Clarissa se rió. — Me alegra . Ahora, por favor, cumple mi deseo, quiero ver al hombre que amo haciéndome el amor. Rindo, Adrian acercó las caderas de ella a su cuerpo y la penetró vigorosamente , haciéndola vibrar con cada movimiento de reafirmación de su amor. Ella lo había visto con los anteojos y todavía lo deseaba, todavía lo amaba da misma manera. Era su compañera, su amor, su vida.

Él no sabía qué había hecho para merecerla, pero se juró hacer todo lo que estuviese a su alcance para verla siempre feliz. FIN OTROS LIBROS TRADUCIDOS POR NUESTO GRUPO La gemela guerrera (The Daring Twin) Donna Fletcher El barbaro (Taming the Barbarian) Lois Greiman El acuerdo (The Bargain) - Veronica Sattler Siempre (Always) Lynsay Sands La Caprichosa (The Brat) - Lynsay Sands La doncella astuta (KNIGHT’S PRIZE) -Sarah Mckerrigan

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La Tramposa (Danger’s kiss )- Sarah Mckerrigan El Highlander silencioso (The highland wife) - Lyn Stone Lord de la Niebla (Laird of the Mist) Paula Quinn Maliciosa (Wicked ) Jill Barnett La casa de las mujeres ( Warlord’s Mistress) Juliet Landon Hecho Consumado (The Deed) Lynsay Sands El diablo irlandés (Irish Devil) Donna Fletcher Un caballero en mi cama ( A knight in my bed) Sue Ellen Welfonder Convicta (Sara Dane) Catherine Cookson

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Lecciones de Pasión ( Love Lessons) Cheryl Holt Casada con el diablo (Devil's Lady) Deborah Simmons Enemigos (Highland Heaven) Ruth Langan Ambición (Undone) Virginia Henley La Elegida (A man in a Kilt) Sandy Blair Rebelde (Reckless) Hannah Howell Atrapado por un Beso (Velvet Bond) Catherine Archer El Marido Perfecto (The Bride Hunt) Margo Maguire Seducción Perfecta (The perfect seduction) Margo Maguire

El canto de la sirena (Siren's call) Merline Lovelace La doncella Guerrera (Lady's Danger) Sarah McKerrigan La doncella Feroz (Captive Heart) Sarah Mckerrigan El mercenario escocés ( Lion's legacy) de Suzanne Barclay Novia inesperada (Overlord's bride) Margaret Moore La reina de los Mares ( Mistress of the Sea) Ruth Langan Miel de pecado (Touch the sun) de Barbara Leigh y Nora Roberts Corazón Herido (The virgin spring) Debra Lee Brown

Hechizando al Vikingo - Jude Deveraux / Elizabeth Mayne ( Lady of the Lake) Prometida a un Highlander- Samantha James (The promise given) La Flor y la Espada de Jacqueline Navin (the flower and the sword) Cautiva de un Highlander de Nicole Jordan (tender Feud titulo original) La esposa del campeón de Claire Delacroix (titulo original Champion's wife) La esposa virgen de Deborah Simmons (titulo original Maiden bride, Serie de Laci 2) La novia de Lochbarr de Margaret Moore (titulo original Lochbarr's bride)

Mi guardián escocés de Terri Lynn Wilhelm (titulo original Fool of -hearts) Corazón de León de Suzanne Barclay (titulo original Lion's Heart) PUEDES ENCONTRAR ESTOS TITULOS EN ESTAS DIRECCIONES http://groups.yahoo.com/group/constanzaeng lish http://romanceteca.blogspot.com/ PARA CONSEGUIR MAS Y MAS LIBROS VISITA http://librosweb.blogspot.com/