Loribelle Hunt - Serie Luna Hechizada - 02 - A La de Dos...!

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Hechizo de luna 2

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…A LA DE DOS… 2º Luna Hechizada

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Hechizo de luna 2

ARGUMENTO

Harper es una bruja huida que acaba en el único lugar que le ofrece santuario: la manada de hombres lobo Redhawke. Pero la seguridad llega junto con un precio. La protegerán de los hombres que le dan caza, pero no de sí mismos. Jonas es un soldado, un defensor de la manada. Quiere una compañera o compañero que pueda plantarle cara. Mick puede. Harper no. Eso no cambia la necesidad, la urgencia que siente por ella y cuando Mick los une a los tres, no puede resistir sus encantos conjuntos. Pero tendrá que protegerla del peligro proveniente de un acosador o la perderá justo cuando descubre que no puede vivir sin ella. Y si no encuentra una manera de arreglar sus errores del pasado con Mick, Jonas puede que los pierda a ambos.

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Hechizo de luna 2

Capítulo 1

Jonas no estaba seguro de si que le hubieran puesto a cargo de la bruja refugiada era un voto de confianza en sus habilidades o una nueva forma de tortura tramada por Zach, el Beta de RedHawke. O tal vez había sido Liza. Después de todo ella le encargó la misión. En consideración, como Paladín que era, Liza era la tercera en la jerarquía de la manada, pero rara vez dejaba que aquello se interpusiera en su camino. Probablemente pensaba que esa misión era “buena” para él. Creía que era demasiado solitario. Que permanecía demasiado alejado. ¿Qué demonios sabría ella? La noche se avecinaba. Harper, la bruja que lentamente lo estaba llevando a la jodida locura estaba de pie junto a él bajo los árboles observando a Liza, que presentaba su espectáculo de magia mientras contaba la versión were de Caperucita Roja. Luces de colores, creadas para representar personajes, representaban el cuento en el aire mientras Liza entretenía a una manada de paralizados jóvenes. Era un relato para nada parecido a la versión de las brujas. Un hecho que había estado martilleando en su cabeza los últimos días con la bruja a su lado. ―Increíble ―susurró ella, sin ocultar la admiración en su voz. Miró hacia abajo. Ella miraba hacia delante, tan hipnotizada como los cachorros ante el show de Liza. Su rostro suave, los labios curvados con una fácil sonrisa. Era la primera vez que la veía relajada y el cambio lo aturdió. A veces era mansa. Otras, díscola. Pero siempre había un trasfondo de miedo. No tenía ni idea de que pudiera transformarse en esa encantadora y seductora criatura. Su mirada se deslizó por su cuerpo deteniéndose en sus pechos llenos, en sus amplias caderas. Un trasero que le hacía la boca agua. Sus labios se separaron con sorpresa. ¿Cómo demonios se había perdido eso? ―Se te van a meter moscas dentro ―dijo Harper. Ella era quisquillosa. Mordaz. Oh sí, ahora lo recordaba. Decía las cosas adecuadas, sonaba controlada, pero su olor se hacía más ácido por el miedo. Se le ponían los ojos más redondos. Su cuerpo temblaba. A él le gustaba que sus mujeres tuvieran uñas y dientes, que fueran capaces de meterse con él, pero ella tenía menos armas que cualquier otra. ―No te preocupes, cariño. No eres mi tipo.

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Hechizo de luna 2 Él volvió su atención hacia Liza y se guardó el resto de sus pensamientos para sí mismo. La Paladín era definitivamente más su rollo. Caleb, su Alfa, se puso detrás de ella para rodearle el vientre con las manos. Las dejó apoyadas sobre el hinchado montículo. Gemelos. Liza sonrió y se recostó contra él, pero no detuvo la historia. Jonas suspiró. Puede que ella fuera más su tipo, pero definitivamente no era suya. Estaba llegando al final de la historia. Caperucita Roja, prometida al leñador, el favorito de su abuela en un pueblo lleno de admiradores, optó por rebelarse y escapar con el chico al que amaba. Debido a su pecado la abuela los maldice a vivir sus vidas mitad como humanos y mitad como el lobo que les había ayudado en su huida. Era una maldición que pasaron a sus hijos, una enemistad pasada a sus descendientes y a los descendientes de la bruja que los había creado. Por supuesto, la versión de la bruja era diferente. En ella, el chico era un celoso pretendiente rechazado, maldecido por haber causado accidentalmente la muerte de Caperucita. ―¿Cuál crees que es la verdadera? ―reflexionó Harper dulcemente. Él se encogió de hombros, pero antes de que pudiera formular una respuesta, Mick se aproximó. Justo lo que necesitaba. El amante que actualmente no le hablaba y la bruja que acentuaba su vena protectora, lo que no solamente era extraño sino que le hacía sentir incómodamente vulnerable. ―Mick ―le saludó con indiferencia cuando lo que quería realmente era tirar del otro hombre hacia sí y alejar su irritación con un beso―. ¿Ya conoces a Harper? ―Ayer en la comida ―cuando ella estaba con Liza, no con Jonas. Él debería haber estado feliz con la breve separación. En cambio, no tenerla a la vista le había dejado malhumorado y ansioso. Mick sonrió, todo encanto y tranquila confianza, y tomó la mano de Harper, entonces puso un beso en su palma. Jonas se giró para ocultar la oleada de celos, aunque no estaba seguro de si era debido a que Mick le estaba mostrando atención a otra persona o debido al aroma de la excitación de Harper, dulce e intoxicante, que llenaba sus sentidos. Excitación que era por Mick, no por él. Mick le echó una mirada conocedora y le guiñó un ojo cuando Jonas se volvió hacia ellos. Luchó por enterrar sus sentimientos, los celos y la confusión, y supo que tuvo éxito por la mirada decepcionada que apareció en el rostro de Mick. La ocultó con la suficiente rapidez, girándose para encandilar a Harper. Jonas les siguió hasta el buffet, después a una mesa vacía y permaneció en silencio mientras Mick lentamente la hacía hablar. Había algo, un

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Hechizo de luna 2 aspecto de ella que lo llamaba. Dulce. Delicada. Frágil. Ella no era la clase de mujer por la que normalmente se interesaba, pero no podía negar que lo hacía. Sólo escuchaba como hablaban, su lobo arañando contra su piel para escapar. Su lado lobuno no era más que puro instinto y este instinto era para proteger. A esta mujer. Él era un macho dominante, el primer teniente de Liza, pero el impulso iba más allá de la vena protectora que normalmente sentía por los miembros de la manada. Solo podía haber una razón para eso. Ella era su compañera. Inhaló con un profundo y sorprendido suspiro. Ella no era lo que él esperaba, no era lo que él quería. Necesitaba a una guerrera, no a una bruja delicada que no pudiera pelearse con él, que no pudiera encontrarse con él en los mismos términos. No quería una compañera con la que tuviera que contenerse. Harper, por bonita y fascinante que fuera, no era para él.

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Capítulo 2

Harper no debería haberle seguido. Lo sabía. Habían pasado varios días desde la celebración en la que Jonas la había mirado, por primera vez, con calor en los ojos en lugar de solo desprecio y Liza le advirtió que esta noche, con la luna llena, se quedara dentro, pero también era el cumpleaños de su hermano. No se había atrevido a contactar con él para hacerle saber que había llegado a Redhawke, que por el momento estaba a salvo. Pero aunque no podía arriesgarse a contactar y tampoco podía arriesgarse a que su padre descubriera su paradero, sí quería hacer una ceremonia de bendición para él. Había descubierto un pequeño claro en un paseo anterior, el lugar tranquilo e ideal para su ruego por protección, y había vuelto hacia allí a última hora de la tarde. Había terminado antes de que el sol empezara a ponerse. A su regreso pasó la casa de Jonas. Él estaba en su terraza trasera, quitándose lentamente la ropa, doblándola metódicamente para dejarla sobre una mesa. Ella no podía moverse, se mantuvo oculta y congelada mientras cada magnifico y duro centímetro de su cuerpo se iba revelando. Si unos días atrás, en la celebración, él no hubiera hecho tan malditamente claro su desdén, y varias veces desde entonces, ella podría haberse pavoneado delante suyo y ofrecerse. No podía creer que él no hubiera escuchado su suspiro apreciativo cuando pasó tranquilamente por delante, todos esos fuertes y apretados músculos brillando y contrayéndose. Y su polla… ¡Guau!. ¿De verdad las había de ese tamaño? Sus torpes días de universidad de repente parecían mucho menos educativos de lo que pensaba. Nadie podía culparla por cotillear, ¿o no?, cuando él se detuvo en el claro detrás de su casa y se transformó en lobo. Porque, realmente ¿quién podía alejarse ante tanta maravilla? Ciertamente yo no. Lanzó un rápido hechizo de rastreo simple, así podía seguirle cuando trotara hacia los bosques. Pero de ninguna manera contaba con la escena que se encontró siguiendo ese hechizo. Su gran lobo negro luchaba con otro, casi igual de grande pero de un blanco puro. Bueno, más rubio que blanco y entonces fue cuando se dio cuenta que debía ser Mick, el sanador de la manada. Ellos gruñían y daban

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Hechizo de luna 2 vueltas. Se hicieron sangre. Y una vez pensó que oyó romperse un hueso. Finalmente, respirando entrecortadamente se derrumbaron boca abajo y cambiaron. Mick desnudo era tan hermoso como Jonas. Ella no se sorprendió cuando Jonas gruñó y cubrió al otro hombre. No debería haberle sorprendido que ambos estuvieran duros, que la polla de Jonas presionara contra el culo de Mick, declarando su dominio sobre el sanador. Lo que la sorprendió fue lo mucho que la ponía aquello. Y el asunto mejoró. Mick se retorció y se volcó sobre Jonas. Estaban cara a cara. Pecho contra pecho. Polla contra polla. Ay madre. Harper gruñó, sin estar segura de si quería mirar o estar en medio. La mano de Jonas estaba en la parte de atrás de la cabeza de Mick y tiró de él hacia abajo para darle un beso que la abrasó. Quería irse, apartar la vista. Eso que veía era verdadera emoción, verdadero deseo y le hacía ansiar. Le hacía daño. Ella nunca había visto tanto sentimiento puro manifestado abiertamente. ¿Cómo sería estar en el extremo receptor? ¿Cómo sería tener la libertad de expresarlo? No había estado viviendo mucho tiempo con los weres, pero ya bastaba para saber que el frío mundo estrecho de miras de los brujos del que provenía era muy deficiente. Aquello era sólo una prueba más. Y ella no formaba parte de ello. No era parte del abierto afecto y amor del que últimamente era tan a menudo testigo. Tenía que irse antes de que la descubrieran. Tal vez sacar el vibrador que había comprado en su último viaje a la ciudad. Pero cuando dio un cauteloso paso hacia atrás con los ojos aún sumergidos en la escena ante sí, se quedó sin aliento y cayó de rodillas para observar. Mick se apartó del agarre de Jonas y empezó a descender besando el cuerpo del otro hombre. Utilizaba la lengua. Sus dientes rasparon el pezón de Jonas y este gritó de forma áspera y gutural. La espalda de Jonas se arqueó y cuando ella miró hacia abajo, estaba apretando su polla contra la erección de Mick. Mick se movió más abajo, hasta que sus caderas frotaron la punta de la polla de Jonas. Este agarró las caderas del were, sujetándolo mientras miraba a Jonas. Ella deseó poder ver sus ojos, su cara. Todo lo que veía era su perfil, ambos perfiles, ángulos duros y piel firme y enrojecida. Contuvo la respiración, instándole silenciosamente a que lentamente bajara la boca. Casi se corre cuando la ancha punta desapareció dentro de la boca de Mick. Tomó a Jonas profundamente, moviéndose arriba y abajo. Rápido, luego despacio, entonces otra vez rápido. Justo cuando pensaba que Jonas no podría durar. Mick se alzó, su cabeza cayó hacia atrás. Así es como ella se dio cuenta de que la mano de Jonas estaba envuelta en la polla de Mick, que estaba disparando chorros de semen.

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Hechizo de luna 2 Mick no podía creer que se hubiera corrido tan rápidamente, pero le ponía mucho saber que Harper miraba mientras se escondía en los arbustos. Podía olerla. Una dulce mezcla de mujer y una invitación al pecado. Él y Jonas deberían haberla invitado. Demonios, deberían haberlo hecho hacía días. Ella era suya y el antagonismo de Jonas, su renuencia, no tenían mucho sentido para Mick. Él se había refrenado de seducirla, de reclamarla, hasta que su compañero estuviera conforme. Tal vez ese momento iba a llegar aquella noche. Antes de que pudiera mencionarlo, señalarla, Jonas se puso encima y le colocó de rodillas. Jonas acarició la polla de Mick, su vientre, reuniendo el semen que se aferraba a su piel y entonces bordeó su culo. Él gruñó y empujó cuando primero un dedo, después dos trabajaron en su interior, ensanchándolo un poco antes de moverse hacia delante y hacia atrás. Entonces los quitó y la punta de la polla de Jonas empujó en el estrecho canal. Un lento centímetro cada vez. Jonas se echó sobre él, apretó el pecho contra su espalda y le mordisqueó la oreja. Mick se echó hacia atrás, obligando a Jonas a que empujara el resto de su polla en su culo. Jonas se rió entre dientes. —Disfrutando de nuestra audiencia, ¿verdad? Se retiró casi del todo y entonces se estrelló de nuevo en el interior. Mick gimió, empujando hacia atrás, buscando más. ―¿Deberíamos invitarla? ―Mick estaba casi jadeando, el placer y el dolor mezclados. Era tan bueno. ―Todavía no ―el ritmo de los empujes de Jonas se incrementó―. Deja que vea en lo que se está metiendo. Bajo otras circunstancias, Mick habría dado un suspiro de alivio. Estaba cansado de no reclamar lo que era suyo, o de no tenerla en la cama de ellos para luego tomarla de todas las maneras que se les ocurriera. Jonas ahora le follaba en serio. Duro y rápido. Mordió el hombro de Mick y soltó una cadera para así poder agarrarle la polla. Estaba duro otra vez y Jonas bombeaba su polla a un ritmo que coincidía con el de la follada en su culo. ―Mírala ―susurró contra el cuello de Mick―. Mírala mientras te follo ―inhaló profundamente―. Huele cuánto la enciende esto. Mick giró la cabeza y atrapó la mirada de ella. ―Está sonrojada ―le dijo a Jonas―. Aturdida ―su mirada descendió desde su cara hasta su torso y entrecerró los ojos. Ella no parecía darse cuenta―. Se está tocando. Jonas se estremeció contra él. Mick sintió y compartió su irritación. Esto iba contra las reglas a menos que ellos le dieran permiso. ¿Qué clase de castigo sería el apropiado? Ella era frágil, emocional y físicamente. Debería ser algo ligero para empezar. Tal vez con el tiempo, sería posible

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Hechizo de luna 2 más. Por supuesto, aún no la habían reclamado por lo que ella no lo sabía. No sabía qué esperar de dos machos were, las exigencias que le harían. El placer que le darían. Levantó la vista para encontrarse otra vez con la suya y esta vez ella sí se dio cuenta. Se sorprendió y se sacó la mano de la camisa. Sus pezones eran puntos duros contra el delgado tejido y él no podía esperar a chuparlos con su boca. A rodearlos con su lengua. A morderlos. Sólo imaginarlo fue suficiente para empujar a su mente y su cuerpo a otro orgasmo. La mano de Jonas se había apretado, probablemente tratando de contenerlo, para prolongarlo, pero era demasiado tarde. Cuando se sacudió con su liberación, sus músculos se apretaron en torno a la polla de Jonas. La presión era demasiada como para luchar y con un último golpe, Mick sintió también como el cuerpo de su amante alcanzaba el orgasmo. Cayeron como sin vida al suelo y renuentemente se separaron. Los costados de Mick se agitaban con esfuerzo y su cuerpo se sentía pesado y satisfecho. Unos minutos después miró hacia los arbustos. Ella se había ido. Junto a él, Jonas suspiró. —Vamos a correr un poco. Después iremos tras ella. Eso le iba muy bien a Mick. En un giro cruel del destino y la genética, Mick sólo tenía una noche al mes para correr como lobo. Era incapaz de cambiar el resto del tiempo, al contrario de Jonas, que podía hacerlo siempre que quería. Se puso de rodillas y abrazó el cambio, dejando que el lado salvaje de su lobo tomara el control. Sus huesos saltaron y sus músculos se contorsionaron hasta que estuvo a cuatro patas. Lanzó la cabeza hacia atrás y aulló su gozo a la luna que se asomaba entre las nubes. Entonces corrió. Jonas permanecía cerca sobre sus pasos, sin dejarle que se alejara. Algunas veces chocaba contra él. A veces solo saltaba sobre la parte posterior de Mick para rodar sobre la tierra y rozarse en una pelea fingida. Mick era rápido. Duro y ágil. Pero a la hora de la verdad, no era rival para Jonas en una pelea real. Solo había tres personas lo suficientemente fuertes en la manada para batir a Jonas ―Caleb, Zach y Liza: el Alfa, el Beta y la Paladín. Liza era el problema, pensó Mick, aunque Jonas no parecía tan colgado de ella en el último año, especialmente desde la llegada de Harper. Liza había sido la causa principal de disensión entre ellos en su larga relación intermitente. Jonas la amaba, pero ella no era su compañera. No era la compañera de Mick. Mick había presionado para que dejaran la manada, por lo menos durante un poco de tiempo y ver si podían

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Hechizo de luna 2 encontrar a su verdadera compañera. Jonas, amargado, enfadado y desconsolado, siempre se había negado. Mick había sufrido sabiendo que él nunca sería suficiente, pero también sabía que Jonas tampoco sería suficiente para él. Siempre había sabido que se suponía que fueran tres. Y ahí estaba ella. Harper. Otra bruja. Sin embargo Jonas dudaba. Esta dilación en reclamar lo que era suyo estaba conduciendo lentamente a Mick a la locura. Miró a Jonas mientras se deslizaban hasta detenerse en su patio trasero y cambiaban. Jonas fue directo hacia sus tejanos mientras Mick se lo comía con los ojos. Quería reclamar oficialmente todo lo que era suyo. ―¿Vas a entrar?¿O todavía continuas torturándote? Mick suspiró. Este era otro punto de contención. Llevaban meses sin vivir juntos. Nunca sabía adónde les llevarían los volátiles estados de ánimo de Jonas, por lo que le era más fácil tener su propio lugar para retirarse. No era una buena manera de tener una relación saludable, pero Mick había aprendido el valor del instinto de protección. ―Aún no ―respondió suavemente. El móvil de Jonas sonó antes de que Mick pudiera continuar y observó como el color abandonaba su cara, Mick sabía que no podrían volver de nuevo a eso a corto plazo. Después de unos segundos, respondió con un breve: —Voy de camino ―y cerró el teléfono―. Coge unos tejanos de dentro. Harper tiene visita en la puerta. No necesitó ninguna otra invitación. Jonas se había esforzado en no saber porqué Harper había llegado a ellos. Mick no era tan reservado. Se apresuró hacia el interior, encontró unos tejanos que había dejado en otra ocasión y entonces tuvo que correr para ponerse al paso de Jonas. La gente de Harper había venido a por ella y de ninguna manera Mick la dejaría marchar.

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Capítulo 3

Maldita sea. Jonas odiaba no saber en lo que se estaba metiendo y eso era culpa suya. Cuando Harper se había presentado en busca de refugio él le había echado un vistazo y supo que ella estaba en problemas. Problemas con P mayúscula. Había hecho lo justo investigando para verificar que ella fuera quien pretendía ser, la prima de Liza y la única hija de Benjamin Alexander, el presidente del Consejo Mágico. Jonas no se había molestado en averiguar más. Esa gente no tenía nada que hacer con él o la manada después de todo, y de acuerdo, bien, había sido reacio a llegar a conocerla a un nivel personal. Esa reticencia iba a regresar para morderle el culo. Ahora tenían a un brujo en la puerta exigiendo tener acceso a su hija. Una mujer adulta nada menos. ¿Podría encargarse ella de su propia maldita familia? Sacudió la cabeza mientras corría. Ya sabía la respuesta a eso. Debería haber hecho un detallado chequeo de su historial, pero había sabido lo que iba a encontrar si alguien rompía el muro de silencio alrededor de la comunidad mágica. Había estado muy aterrorizada cuando había aparecido. Una mujer no se volvía así ella solita. Había hombres en su vida que eran más abusivos que protectores. Eso hizo que se le pusieran los pelos de punta. Uno no trataba a la gente que amaba de esa manera. Vale, vale, a veces no había tratado a Mick tan bien como debería. Pero Mick podía con él, con dientes, gruñidos y lo que fuera. ¿Harper? Harper no podía ni con una araña. Mick estaba empezando a enloquecer un poco por no reclamarla, pero Jonas no confiaba en sí mismo. No confiaba en sí mismo con una mujer tan delicada. Sería demasiado fácil de herir y por mucho que la quisiera, no la pondría en peligro. No por su propia satisfacción, ni siquiera por la de Mick y haría cualquier maldita cosa para tener a Mick contento. Lo que era un problema en la práctica. Mick no tenía las mismas obsesiones. Ellos no tenían que preocuparse de hacerse daño el uno al otro y Mick sabía que nunca heriría a su compañero. Hasta ahora había seguido el liderazgo de Jonas, pero a pesar de que Jonas era más fuerte, Mick definitivamente no era un macho sumiso. Al final podría reclamar a Harper y cuando lo hiciera, Jonas no sería capaz de mantener controlados

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Hechizo de luna 2 sus instintos de hacer lo mismo. Tiempo prestado. Estaba en tiempo prestado y eso le ponía de mal humor. Odiaba no tener el control. Llegó a la puerta para ver a una pequeña muchedumbre reunida. Mick estaba justo detrás de él. Harper de pie, más bien como encogida, entre Liza y la madre de esta, Elspeth. Un anciano caballero de aspecto distinguido estaba de pie justo en el exterior de la puerta. Unos pocos brujos le rodeaban. Jonas hizo una pausa en su barrido visual de la multitud. Uno se parecía mucho a Harper. ¿Tal vez un hermano más joven? Su ira parecía centrada en Alexander. ―Quiero a mi hija de vuelta. Liza se encogió de hombros. —No puedes tenerla. Vino a nosotros buscando refugio. Estas son reglas que no se pueden romper, incluso entre nuestras razas. ―Ella vino en un ataque de resentimiento. Dio un agresivo paso hacia delante pero se detuvo apenas antes de cruzar a sus tierras. Dada su posición en el orden jerárquico de los brujos, Jonas apostaba que nunca se le había negado nada. ¿Cómo había encontrado Harper la fortaleza para huir? Más importante aún, ¿qué provocó que lo hiciera? La mirada de su padre parecía hacer que Harper se encogiera aún más. Esto solo hacía cabrear a Jonas y tuvo que retener a Mick poniendo una mano sobre su brazo. Esas preguntas tendrían que esperar para más tarde. Ahora quería a aquel cabrón fuera, preferiblemente en alguna mazmorra oscura de la que no se pudiera escapar y donde no pudiera herirla de nuevo. ―Cualquiera que sea su razón ―dijo Jonas, adelantándose―, ella está ahora aquí y quiere quedarse. El padre apenas se molestó en honrar a Jonas con una mirada de desprecio. Extendió la mano hacia Harper. —Vamos, niña. Ya basta de hacer pucheros. La fecha de tu boda se acerca. Ella saltó como si la hubiera abofeteado, pero continuó sin decir nada y Jonas sintió crecer incluso aún más su ira. Liza retrocedió mientras Jonas se movió para ocupar su lugar, poniéndole la mano en el codo a Harper. ―Eso es imposible. Ya tiene compañero. Los ojos de su padre no mostraban nada más que desdén. —¿Un were? Nunca permitiré eso. Jonas la dejó con Mick detrás suyo y se centró en la amenaza ante sí. Dejó que su lobo saliera a la superficie. Sabía que su mueca era feroz pero no le importaba.

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Hechizo de luna 2 ―Es una mujer mayor y una mujer reclamada. Usted sabe que no puede interferir en eso ―pero podía ver lo que quería en la cara del otro hombre. Jonas extendió los brazos―. Intente apartarla de mí, brujo. No sobrevivirá a esta noche. Los ojos del brujo se estrecharon y Jonas sintió un poder fuerte y rápido aumentando en el aire. Pero Redhawke tenía sus propias brujas. Liza y Elspeth se adelantaron, y con un movimiento que le sorprendió, también Harper, unieron sus manos con las suyas. Tal vez tenía más fuerza de la que él se daba cuenta. De la que ella se daba cuenta. Entonces, como auténtica sorpresa de la noche, el hombre joven que se parecía a ella se adelantó y unió su poder al de las tres mujeres. ―Creo que no eres bienvenido aquí, padre ―dijo el joven, la satisfacción rebosante en su voz. ―No, no lo eres ―repitió Harper. Este les lanzó a ambos una mirada llena de malicia y odio antes de darse la vuelta y volver al todoterreno negro en el que había llegado. Harper se quedó rígida hasta que su padre y su séquito desaparecieron por el camino; entonces toda la resistencia pareció abandonarla. En lugar de girarse hacia él o Mick, corrió hacia su hermano, cuyos brazos la arroparon tan fuertemente que Jonas se preguntó si iba a necesitar una palanca para liberarla. Fue el segundo momento inesperado de celos que había experimentado en los últimos días y luchó contra el impulso de apartarla de un momento que obviamente ella necesitaba con su hermano. Los otros weres se alejaron hasta que quedaron solo él, Mick, Caleb y Zach. Incluso Liza se fue después de una baja y acalorada conversación con sus compañeros, Zach y Caleb. Elspeth se marchó con ella. Mick intranquilo, cambiaba de un pie al otro, su nivel de agresión fue creciendo hasta que Jonas suspiró. Tendría que intervenir. Pero antes de que estuviera totalmente decidido, Harper se apartó de su hermano. Harper miró por encima de su hombro y se quedó claramente sorprendida de encontrar a cuatro hombres detrás de ella y ninguna señal de su prima. Inquietud y miedo cruzaron su cara, dos emociones que estaba cada vez más acostumbrado a ver en ella y eso irritaba mucho a Jonas. Ya debería saber a estas alturas que él nunca la habría tocado, mucho menos herido. Su hermano dio un paso adelante y extendió la mano. Jonas la aceptó con una pizca de vacilación. No porque el chico fuera un brujo, sino porque era un familiar que le importaba a Harper y Jonas no tenía aún manera de saber si podía confiar en él, si su presencia era parte de un plan para robar de nuevo a Harper. —Soy Dane. El hermano de Harper. ―Encantado de conocerte ―dio la respuesta educada.

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Hechizo de luna 2 El apretón de Dane fue firme, seco y breve. No mostraba signos de nerviosismo. Jonas no olía ningún engaño, pero aún no podía bajar la guardia. Dane sonrió. —¿Bajo estas circunstancias? No realmente ―cambió su sonrisa y su apretón de manos hacia Mick―. ¿Puedo confiar en que la cuidarás? ―preguntó suavemente. Jonas miró hacia donde ella se encontraba. Con la cabeza baja y los brazos cruzados sobre el estomago, se la veía tan abatida. Le dolía el corazón verla de esa manera. Se había acostumbrado a las chispas de genio, al cuidadoso interés. ―Puedes ―respondió en el mismo tono bajo, principalmente convencido por la voz de Dane y su expresión que quería decir que no dañara a su hermana. Dane asintió. —Bien ―entonces caminó hacia ella y la cogió por los hombros hasta que miró hacia arriba con una sonrisa vacilante―. Tengo que irme. ―¡No! Ella miró a Caleb y Zach y después a Jonas cuando ellos no dijeron nada. Tal vez debería haber interferido, pero no estaba emocionado con la idea de su hermano dando vueltas durante las próximas semanas. Tal vez más tarde, cuando Harper, Mick y él estuvieran seguros el uno del otro. Dane le dio agresivamente.

una

sacudida

que

hizo

que

Mick

se

adelantara

—Tú perteneces aquí, Harper. Yo tengo un destino diferente. Sacó un teléfono móvil de su bolsillo. ―Toma. Padre no puede rastrear este teléfono. Mi número está programado. Ella guardó el delgado teléfono en su bolsillo trasero. Él le besó la frente y se apresuró a salir por la puerta hacia el vehículo dejado atrás por los otros brujos. Saludando una vez más con la mano, se fue. Harper se giró y le lanzó a Jonas una mirada llena de acusación, pero se fue a toda prisa sin decir nada. Caleb y Zach le bloquearon el paso antes de que pudiera seguirla. Su mirada estaba cargada de exasperación. ―¿Qué? ―Ella es importante para Liza ―dijo Caleb. ―Lo sé ―no ocultaba su irritación. ¿Creían que estaba ciego? Caleb se encogió de hombros. —No queremos verla herida.

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Hechizo de luna 2 Él se giró, entrecerrando los enojados ojos hacia su Alfa. —Yo no te digo cómo cuidar de tu compañera. Caleb casi no mostró reacción a su agresión. —Ella no está reclamada. Esto es un daño en sí mismo. Jonas apretó los puños. ¿Cómo no lo había sabido? Cada día la separación era más dolorosa. Si él dejara la manada, podría llegar a ser soportable, pero no se atrevía a irse. ―Puedo cuidar de mi mismo ―dijo entre dientes. Después de varios segundos, Zach asintió con la cabeza. —Atento a lo que haces. Entonces ambos, el Alfa y el Beta se giraron y se fundieron con la creciente oscuridad. La mirada de Mick era dura e implacable cuando Jonas se volvió hacia él. ―Vamos ―dijo Jonas, resignado a lo inevitable―. Vamos a tratar con nuestra compañera.

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Capítulo 4

Harper corrió, cortando por el sendero bien marcado en el bosque para ahorrar tiempo. Por desgracia estaba oscuro y no se dio cuenta de las zarzas hasta que estuvo metida hasta los muslos. Se le pegaron a los tejanos mientras ella se abría paso, cortándole la piel. Picaba, pero finalmente se liberó y vio la luz de su porche trasero. Atravesó la casa directamente hacia al baño, donde se sacó los pantalones y se miró las piernas, luchando por contener un sollozo. Ya era malo tener que enfrentarse a su padre y haber perdido a su hermano de nuevo. Por algún motivo, la sangre cayéndole por los gemelos y los muslos le hacía querer soltar un berrido. Lo achacaba a los efectos postergados de la adrenalina. Le temblaban las manos, el corazón le latía con fuerza. Al menos su cuerpo y mente habían esperado a romperse hasta después de la confrontación con su padre. Después de varias respiraciones profundas y sintiéndose un poquito más controlada, abrió la ducha y entró, ignorando la llamada en su puerta de entrada. Probablemente sería Jonas haciendo una comprobación, aunque odiara ese trabajo. O tal vez fuera Mick, que la miraría con deseo y compasión pero no haría ni un movimiento para consolarla. Bajo el agua ardiente, rápidamente se lavó el cabello y se puso acondicionador, luego usó la esponja y el jabón para lavarse suavemente las piernas. Se pondría alguna crema antibiótica cuando saliera. Había visto algo en el armario de la cocina donde al parecer Liza guardaba su kit de primeros auxilios. Por lo que había visto, probablemente Liza no sería la única que necesitara asistencia para sus heridas después de una pelea. Harper nunca la había visto luchar y esperaba no tener que hacerlo, pero había oído historias y no había duda de la fuerza que irradiaba. Apagó el agua. Se secó con una toalla y se enrolló el cuerpo con otra esponjosa antes de salir al pasillo. Los arañazos picaban. La crema haría que picaran más, pero también había una botella de ron en la cocina. Un trago sonaba ideal para calmar su dolido corazón. Sin encender la luz del pasillo o siquiera mirar al salón al pasar por ahí, fue directa a por un vaso y la botella. Había suficiente luz de luna brillando para ver, así que se puso un dedo de bebida y se lo tragó antes de servirse otro. Entonces rebuscó en el armario donde estaban las cosas de

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Hechizo de luna 2 primeros auxilios, pero tuvo que darle un golpecito a la luz al no poder ver dentro del espacio oscuro. Encontró la crema antibiótica y una caja con vendas autoadhesivas y se llevó ambas cosas a la mesa antes de coger su bebida. —¿Qué coño te ha pasado? Por poco se le cayó la bebida. Con el corazón a cien, puso el vaso en la encimera y se giró lentamente. Debería haber sabido que Jonas no se iría cuando no contestó a la puerta. Su mirada la recorrió posesivamente, y de repente fue consciente de que estaba de pie con sólo una toalla. No estaba segura de si era por la mortificación o por la lujuria, pero un sofocón le recorrió la garganta y la cara. Ropas. Necesitaba ropas ya. Antes de poder pasar junto a él, Mick apartó a Jonas. Caminó directo hacia ella y cayó sobre una rodilla para examinarle suavemente las piernas con sus manos. —¿Qué te has hecho, corazón? Le costó un poco encontrarse la voz. Su toque era profesional, pero a su cuerpo no parecía importarle y no podía apartar de su cabeza la imagen de Jonas y él teniendo sexo. Alzó la mirada con una sexy sonrisa y ella gimió. Era un lobo, por supuesto podría oler su excitación. Levantándose, la tomó de la mano y tiró de ella hacia la mesa. La levantó para sentarla encima, fue hacia el armario y volvió con una botella de peróxido y una bolsa de bolas de algodón. Apartó una silla y la puso frente a ella, le cogió los pies, los apoyó en el borde y los sujetó con sus muslos. Humedeció uno de los algodones y luego lo dirigió a su pierna. Retirarla era algo innato, y no paró hasta que su gruñido bajo llenó la habitación. —Ya lo he limpiado —susurró. —¿Con qué? —Agua y jabón. —Piensa en esto como en una precaución añadida. —Sus dedos le rodearon el tobillo suavemente, pero sabía que no la iba a soltar de ninguna manera. Resignada, suspiró y se aguantó un respingo cuando el algodón tocó uno de los arañazos más pequeños. —Harper. —Ella tembló al oír la voz de Jonas. Podía oír al lobo, pero más que terrorífico le resultaba sexy. Él se movió para quedar de pie detrás de Mick y esperó hasta que ella levantó la mirada para encontrarse con la suya—. ¿Qué ha pasado? —Corté por los bosques. Y me encontré con un bancal de zarzas. Él meneó la cabeza. —No se te puede dejar sin supervisión, ¿eh? Ella se erizó.

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Hechizo de luna 2 —Estoy bien. Puedo cuidarme sola. —Pero no intentó apartarse del suave y cuidadoso agarre de Mick. Jonas se cruzó de brazos y su rostro parecía de piedra. En su fuero interno ella lo llamaba su cara severa. No la usaría con ella tan a menudo si supiera cuánto la encendía este rasgo suyo tan duro e inmisericorde. —¿Ah, sí? Te haces daño regresando a pie a casa. Espías a la gente en los bosques. —Ay, dioses, ¿tenía que sacar eso a relucir? Tenía la cara tan caliente que sabía que estaba roja escarlata—. Y te comprometes con algún brujo cuando sabes que ya tienes dos compañeros. —Yo no me he comprometido con nadie. Mi padre montó ese plan él solito. Jonas, tan arrogante como siempre, levantó una ceja. —¿Es cierto eso? Ella asintió. No podía encontrar su voz para responder cuando la miraba con ese calor avaricioso en sus ojos. —Entonces no se le puede echar la culpa de eso —dijo Mick calmadamente. Ella dio un brinco cuando el peróxido tocó uno de los cortes más profundos y un arañazo en la parte exterior de su gemelo—. En aquel entonces no sabía que nos pertenecía. ¿Fue interés o terror lo que la inundó al oír la posesividad de sus voces? Definitivamente terror. Para nada estaba preparada para manejar a uno de estos, mucho menos a dos. Tentada, tal vez, pero no preparada. Era sólo buen material para tener fantasías. Bueno. Material genial para fantasías. Daba pavor y era intoxicante a la par, pero imposible. Mick descartó el algodón usado en la basura del rincón y tomó la crema antibiótica. Ella temblaba bajo su suave tacto mientras se la restregaba sobre cada arañazo, dándole especial atención al que era más grande y feo. Cuando hubo acabado, le sostuvo ambos gemelos con un ligero agarre. —¿Por qué tienes tanto miedo, corazón? El aire pareció enfriarse. La pregunta fue hecha con tono suave, pero la exigencia por saber estaba en sus ojos. —¿Quién dice que lo tenga? La voz de Jonas sonó dura. —Podemos olerlo. Es fuerte y picante, y a mí me gusta un pelín demasiado. Responde a la pregunta, Harper. Oh, eso la jorobaba. Él actuaba como si bruja fuera sinónimo de leprosa, al menos en su caso y ahora iba y quería... ¿qué? Había usado la palabra compañera con su padre, había insistido aquí en la cocina en que ella le pertenecía. Eso acabó convirtiendo su enfado en furia. Había huido del

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Hechizo de luna 2 único hogar que conocía porque se negaba a ser la posesión de ningún hombre. Ni su padre ni ningún hombre que su padre hubiera escogido para ella, y seguro que no un hombre lobo que no hacía más que tratarla con desprecio. —Supéralo, Jonas —chasqueó—. No te debo explicaciones. Por un momento la sorpresa le cruzó el rostro y arqueó aquella maldita ceja de nuevo. —Después de todo, sí que tiene acero. Finalmente logró librarse a tirones del agarre de Mick y se bajó con un brinco de la mesa, agarrando fuertemente la toalla para no darle a nadie un show. Asintió hacia Mick, intentando ignorar a Jonas por completo en el proceso. —Gracias por ayudarme con los arañazos. Ya os podéis largar. No se fue corriendo de la habitación, pero tampoco les dio la oportunidad de detenerla. En su dormitorio, dio un portazo al cerrar la puerta tras de sí y se apoyó en ella. Pasó un buen rato hasta que su corazón regresó a su ritmo normal, hasta que dejó de temblar. Se vistió y se sentó en el borde de la cama, restregándose las manos contra las piernas cubiertas con tejanos mientras se esforzaba por escuchar ruidos extraños en la casa. ¿Se habrían ido? No había oído cerrarse las puertas, pero tampoco escuchaba ningún movimiento o voces. Le rugió el estómago y miró la puerta. ¿De verdad se veía reducida a esconderse en su dormitorio en su propia maldita casa? Ni hablar. Abrió la puerta de un tirón y entró en el pasillo.

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Capítulo 5

—Buen trabajo, tío. Jonas se tensó pero no le respondió a Mick. Caminó al frigo y abrió ambas puertas. No había mucho. Cenas preparadas y ensaladas ya hechas. Ciertamente nada que apeteciera a dos lobos. —La mujer no tiene comida —gruñó. Tenía unas curvas peligrosas, curvas que le hacían la boca agua y que toda la sangre de su cuerpo se precipitara a su polla. De ninguna manera iba a mantenerlas si seguía comiendo esa mierda. Frunciendo el ceño cerró la puerta. De hecho, había perdido unos kilos desde su llegada. ¿Por qué no lo había notado antes? Se giró hacia Mick. —Tengo bistecs en casa. Voy a por ellos. Vuelvo enseguida. Pero Mick no se apartó de la puerta para dejarlo pasar. Jonas gruñó. —¿Qué? Mick levantó una ceja. —No soy yo el que tiene el problema. Ella no es un soldado. Deja de tratarla como si lo fuera. —Dudó un instante—. No es Liza. Jonas dejó salir todo el aire de sus pulmones. Tuvo que dar unas cuantas respiraciones profundas antes de poder hablar. —Créeme, lo sé. Y no la estoy comparando con Liza. Ella no tiene nada que ver con esto. Había pensado que amaba a Liza, pero una vez hubo aceptado que jamás sería suya, aquel sentimiento se había evaporado. Al final comprendió que no era Liza lo que él quería en particular, sino a una mujer como ella. Fuerte, fiera e independiente. Seh, se sentía protector y posesivo con Harper. Diablos, se sentía así con la mayoría de la manada. Era parte de su naturaleza. Pero jamás se imaginó que tendría una compañera que, aunque no pudiera igualarlo en fuerza física, tampoco lo hiciera en fuerza de voluntad. Harper, adorable y atractiva como era, no tenía la fortaleza para enfrentarse a él. No tenía la voluntad de gobernarlo cuando se pusiera en

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Hechizo de luna 2 modo hiper-protector, y sabía que lo haría. Jamás sería un socio igualitario como lo era Mick. Desde que ella apareció, había estado en lucha con su lobo. Quería que la reclamara y protegiera. Quería poseerla y no hacerlo lo encabronaba. Jonas luchaba por el control, pero la parte salvaje en él iba ganando. Harper no podría manejarlo, como evidentemente se había visto al huir a su dormitorio. Pero incluso sabiendo eso, sabiendo que ella no podría tomar al lobo y que no era lo que él se había esperado, ya no tenía la fortaleza para mantenerse alejado. Ella era suya. Al final tendría que aceptar lo que era él. Tal vez. Con suerte. A lo mejor con el tipo adecuado de ánimos ella crecería hacia el tipo de mujer que necesitaba a su lado. Tal vez con el tiempo, el daño que se le había hecho a su autoestima, en su espíritu, se desvanecería. Sinceramente lo esperaba. No quería que su compañera fuera un felpudo. —¿Jonas? Meneó la cabeza. Sabía que Mick deseaba saber lo que le pasaba por la cabeza, lo que seguía manteniendo para sí, pero no estaba preparado para discutir sus temores. A veces deseaba tanto a Harper, que temblaba con la fuerza del deseo, y admitir que tenía miedo de que ella jamás lo fuera a aceptar, jamás asumiera su lado salvaje y fuera capaz de domarlo, era más de lo que por ahora podía hacer. Seguramente se asustaría sólo con saber de la profundidad de su pasión. —Volveré en unos minutos —le dijo a Mick, y dio un paso hacia la puerta trasera. No se habían ido. Se quedó paralizada en el vestíbulo y escuchó. Así que eso era. Jonas puede que la deseara, no podía ocultar el deseo que a veces veía brillar en sus ojos, pero estaba enamorado de otra. Cuando salió por la puerta de la cocina, ella dio un paso hacia la luz. Mick se giró y suspiró. —¿Cuánto has oído? —Lo suficiente. —La botella de ron y su vaso sin tocar estaban ahí, donde los había dejado. Caminó, se giró para apoyarse contra la encimera y lo levantó hacia sus labios—. ¿Cuánto tiempo lleva enamorado de Liza? Por primera vez, sintió una chispa de compasión por Jonas. Liza era increíble. Harper sentía un amor de familia hacia ella y quintales de gratitud por haberla acogido. Era fuerte y segura de sí y sin temor a hablar. Abreviando: todo lo que Harper no era. Pero por desgracia para Jonas, cualquiera podría ver que estaba totalmente enamorada de Caleb y Zach. Harper tragó el líquido, disfrutando del ligero ardor mientras se deslizaba por su garganta. —Debe de ser horroroso para él —dijo en voz baja.

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Hechizo de luna 2 —No está enamorado de Liza. —Mick meneó la cabeza—. Y yo no debería estar hablando de esto contigo. Jonas necesita contártelo él mismo. No tendría que hacerlo. —No soy para nada como ella. —No, no lo eres. ¿Y por qué deberías? Ella creció aquí. Siempre ha sido amada. Jamás nadie ha abusado de ella. Fue sólo por los años de práctica, que pudo mantener el rostro calmo, logrando no dar un brinco. Pero no lo engañó ni por un instante. —¿Cuán malo fue, Harper? —lo preguntó tan suavemente, tan amablemente, con una voz enronquecida por la compasión, y no por lástima, que casi cede al instinto de correr y abrazarse a él. Se sentía tan tentada de robar un momento en el tiempo, unos cuantos minutos de confort, y sabía que él no se lo negaría—. Vi las cicatrices en tus piernas. Tentada, pero al final no fue capaz de bajar su guardia tanto. Dejó que la barbilla descendiera hasta tocar su pecho, miró fijamente al suelo y tembló por los años de temor reprimido, enfado y desagrado hacia sí misma. Era lo suficientemente lista para saber que no era culpa suya. Ninguna de las muchas veces que su padre le había levantado la mano había sido culpa suya. Pero era malditamente difícil no odiarse por no irse, por no ahorrarse a ella y a su hermano todas las pequeñas y grandes humillaciones acumuladas en su vida. Levantó la mirada y se encontró con la de él. —Ya no importa. Soy libre. Dane es libre. Y continuaría reconstruyéndose a sí misma paso a paso. ¿Acaso no se había enfrentado a Jonas? Estaba volviéndose más valiente, arriesgándose con contestaciones cuando él dejaba caer sus insultos sutiles hacia ella. Se hallaba bajo la protección de Liza y estaba bastante segura de que aunque no lo estuviera, Jonas no le haría daño. Por primera vez en mucho tiempo, experimentó una sensación de poder. La puerta se abrió antes de que Mick pudiera obligarla a darle respuestas y Jonas entró con tres bolsas reciclables de supermercado llenas hasta los topes. Debía de haber corrido a su casa y metido todo a la velocidad de un maníaco. Levantó las cejas cuando, sin una palabra, empezó a desembolsar y llenar su pequeño congelador, frigorífico y despensa. —¿Pretendes darle de comer a un ejército? Él le sonrió por encima de su hombro y su estómago hizo un sube-ybaja. Uau. No tenía derecho a verse tan ardiente cuando se pasaba el noventa y nueve por ciento de su tiempo intentando fastidiarla.

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Hechizo de luna 2 —Los hombres lobo comen mucho. Especialmente los lobos machos completamente crecidos. —Tal vez se te haya escapado, pero no soy ni lobo ni macho. Y no hay necesidad de rellenar mi cocina. Él le dirigió una mirada crítica. —No estás comiendo adecuadamente. El comentario la sorprendió y la dejó sin palabras. Por primera vez en su vida estaba perdiendo peso. ¿Y va y se tropieza con el único macho en la creación que no apreciaba eso? No estaba segura de sí sentirse insultada o darle un beso de agradecimiento. Se encogió de hombros, prefiriendo parecer indiferente. —He perdido unos kilos. Tampoco me matará perder unos cuantos más. Jonas gruñó y con dos largas zancadas estuvo frente a ella, tan cerca que su pecho rozó el suyo. Fue malditamente difícil suprimir un gemido de anhelo. Le puso las manos sobre sus caderas y tiró de ella hacia sí. No había modo de no notar su erección, dura y caliente incluso a través de sus tejanos. —Me podría matar a mí —dijo antes de inclinarse y darle un mordisquito en el cuello. Sus manos se deslizaron para agarrarle el trasero y esa vez no hubo manera de que contuviera el gemido—. Me gusta tu cuerpo como es. Me encantan tus curvas. Le mordisqueó la garganta, marcando un recorrido por su mandíbula hasta los labios. Su beso fue lento y tentador. Como engatusándola. Se fue separando poco a poco con pequeños mordiscos y lamidas. A ella el corazón le fue a mil, y su cuerpo empezó a fundirse lentamente. Él estaba siendo agradable. Estaba siendo... seductor. Estaba enviándole señales completamente mezcladas, pero ¿cómo diablos iba a resistirlo así? Con un guiño dio un paso atrás y rebuscó en los armarios inferiores buscando sartenes. Ella se tocó los labios con sus dedos. Puede que lo prefiriera malhumorado y gruñón. De buen humor, con esa sonrisa picarona, era demasiado atrayente, maldición. La empujaría a una sensación de seguridad y luego volvería a convertirse en el gran lobo malo, ¿verdad? Mick, que no había dicho ni una palabra, se puso detrás de ella y la rodeó la cintura con sus brazos, acercándosela. Apoyó la barbilla sobre el hombro de ella. —Es agradable cuando es así —bromeó. —¿Cuándo se convertirá en calabaza? Mick se rió de su broma. Su tono era ligero, pero se preguntaba si su siguiente comentario era en serio.

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Hechizo de luna 2 —Cuando lo hace, es sólo porque está intentando mantener su imagen de macho. Esta vez ella se rió. —¿Sí? ¿Quieres decir que no es que sea porque tenga un carácter tremendo? Jonas se giró de la encimera, donde estaba abriendo huevos en un bol. —¿Crees que es buena idea meterse con el chef? Ella sonrió. —Tal vez no. Pero es bastante divertido. Y en su vida casi no había tenido diversión. Casi nada de estos intercambios bromistas. Una mirada cruzó por el rostro de él que la hizo sospechar que sabía más de lo que parecía Asintió. —Tienes pase. Por esta vez. —No le escuches —susurró Mick a su oído—. Le gusta cuando le contestas. Era difícil concentrarse en sus palabras con sus labios tan cerca de su piel. Especialmente cuando iba dejando un rastro de besos por su garganta y sobre la parte expuesta de su hombro. Sus dedos apartaron el cuello en uve de su jersey y continuó sus suaves besos por el hombro. Cuando profundizó su mano por el torso y bajo el suéter para acunar su pecho, ella jadeó, arqueándose contra él cuando apartó hacia abajo su sujetador. Se miró hacia abajo, sabiendo que debería protestar. Su pecho descansaba sobre la copa arrugada del sujetador. Él sostenía el peso en su mano, acariciando la piel sobre su pezón con el pulgar. Sus dedos eran ligeramente callosos, rugosos y sensuales sobre su lisa piel. Se le fueron cerrando los ojos, sólo para abrirlos de golpe segundos más tarde cuando habló Jonas. —Hermosa —murmuró, su voz grave por la excitación sexual. Entonces se inclinó hacia delante y le chupó un pezón con su boca. Fue suave. No estaba segura de que quisiera que lo fuera. Ella le pasó sus manos por el cabello, sosteniéndolo contra sí. Él aumentó la presión, la succión, hasta que empezó a dar largas lamidas. Ella tembló cuando sintió sus dientes. Deslizó las manos hasta los hombros de él, clavándole la punta de sus dedos mientras se esforzaba por mantenerse en pie. No tendría por qué haberse preocupado. Mick la sostenía con una palma sobre su estómago. Debajo del suéter. Su palma se sentía caliente y enfebrecida. No había notado que le había desabrochado y bajado la

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Hechizo de luna 2 cremallera de los tejanos hasta que deslizó un dedo a través de sus resbalosos pliegues. —Ay, dioses —gimió. Él le mordisqueó un hombro lo suficientemente fuerte como para dolerle. —¿Debería parar? —No te atrevas. Él se rió, abriendo los labios que ocultaban su coño y empujó un dedo dentro de ella. Después, un segundo dedo. Los empujó dentro y fuera, cada vez más rápido, manteniendo la velocidad, restregándolos contra el tejido sensible e inflamado cada vez que los sacaba. Jonas cambió a su otro pecho, apartando su sujetador para exponerla y mirar un momento. Juraría que pudo sentir el calor de su mirada en la piel. Tomó un pezón en su boca, chupándolo con fuerza, y ella empezó a temblar. Los dedos de Mick la follaron más fuertemente. Más rápidamente. Cuando su pulgar le rozó el clítoris, ella se mordió el labio e intentó luchar contra el orgasmo que crecía en su cuerpo. Quería correrse, pero esto se sentía demasiado bien para que acabara alguna vez. —Déjalo ir, corazón —dijo Mick ásperamente—. Córrete ahora para mí. Quiero sentirte en mis dedos. Debería haber sido capaz de retenerlo si no hubiera sido por esa orden. Siempre había ansiado un amante que asumiera el control. Alguien que la dominara con amante actitud protectora, no crueldad. Dejó de luchar contra las sensaciones de su cuerpo. Era como una presa rompiéndose, inundándola con placer, volcándose sobre su cuerpo hasta que casi dolió y ella gritó. No le dieron tiempo de disfrutar del cálido brillo que la rodeaba. Los dedos de Mick desaparecieron de repente. Le bajó los tejanos y bragas hasta que formaron un charco a sus pies. —Mírame, cariño —ordenó Jonas. Ella abrió los ojos. Él se acercó, piel con piel. El frontal de sus tejanos estaba abierto y su polla presionaba contra la pelvis de ella, caliente e insistente. Cuando él la levantó, ella se apartó los tejanos y la ropa interior enroscada en sus tobillos y siguió su instinto, rodeándole las caderas con sus piernas, jadeando cuando poco a poco fue metiéndole la amplia punta de su polla. Ella se meneó, intentando acomodarse o apartarse, no estaba segura de cuál de las dos cosas. Él era demasiado, y había pasado mucho tiempo desde que le había permitido a un hombre que la desnudara. —Para ya —jadeó él, inclinándose para apoyar su frente contra la suya —. Qué estrecha que estás.

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Hechizo de luna 2 —Tú eres demasiado grande —barruntó ella cuando él se introdujo otro par de centímetros. Él se rió. —No, cariño, no lo soy. Es que te falta práctica. Se daba cuenta de que eso lo complacía. Este era un lobo al que no le gustaba compartir, ni siquiera con el pasado. —Relájate —susurró—. Tómame entero. Entonces las manos de Mick estuvieron en ella de nuevo, abriendo el cierre trasero de su sujetador. Sus dedos le rozaron los pezones. Jonas se introdujo otro par de centímetros más. Se salió hasta casi dejar sólo la punta dentro y ella se quejó con un gemido, sintiendo la pérdida. Pero entonces volvió a deslizarse, más profunda y fácilmente que antes, ayudándose con la atención de Mick a los otros puntos sensibles de su cuerpo. El duro pinchazo en sus pezones, y los afilados mordiscos en el músculo de su cuello y nuca, le enviaron de nuevo espirales de deseo. Su coño se humedeció más, se hizo más resbaladizo. Quería a Jonas más profundo. Con un aullido bajo, él la complació, llenándola tanto con un solo empujón que ella pensó que jamás volvería a estar completa si él se detenía, y aún y así, él todavía no había entrado por completo. Ella se retorció, no ya por la incomodidad, sino por la necesidad, pero sin estar segura de lo que necesitaba. —Tómame entero, cariño. Él se salió y volvió a empujar fuertemente. Ella echó atrás la cabeza con un jadeo. Él ya no podía meterse más adentro. Sintió sus pelotas chocar con su culo, la cabeza de su polla profundamente dentro. No le dio la oportunidad de acostumbrarse a la nueva penetración. Empezó a hundirse dentro y fuera con empujes rápidos y furiosos. Jamás se había sentido tan usada. Le encantaba, la lujuria recorriéndole todo el cuerpo, una bola dura de creciente necesidad atravesándola. Los temblores comenzaron en lo profundo de su cuerpo, su magia combinándose con el placer y la exigencia de una liberación. Luchó por contenerlo, pero no había manera y por segunda vez en minutos, gritó mientras la consumía. Mick observó cómo ambos se corrían a la par, aunque él dudaba de que Harper fuera consciente de ello. Respirando pesadamente, Jonas agarró una silla y la colocó para sentarse y que ella se pusiera a horcajadas sobre él. Ella se acercó más, descansando sobre su pecho, su largo cabello rubio cubriéndolos como una manta. Jonas lo apartó, dejando la suave columna de su cuello expuesta. Él encontró la mirada de Mick, haciéndole con los ojos una pregunta que no necesitaba decirse en voz alta. Sí. Mick asintió. Hazlo real. Hazla tuya.

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Hechizo de luna 2 Él también lo haría más tarde. Los incisivos de Jonas se alargaron y mantuvo la mirada en la de Mick mientras los bajaba hasta su nuca y la mordía. Ella gimoteó, pero se tranquilizó cuando él le masajeó la espalda. Cuando Jonas levantó la cabeza, vio un pequeño reguero de sangre sobre su cuello. Lo limpió con la lengua y ella se estiró, levantando la mano para cubrir ese punto. Él la puso en pie y Mick la cogió cuando se tambaleó. Ella se inclinó contra él, que siseó cuando su culo se restregó contra su polla. Jonas sonrió malvadamente. Sabía exactamente lo que quería Mick. —Voy a empezar la cena. Estoy seguro de que nuestra compañera querrá... asearse. Mick no necesitó oír la sugerencia dos veces. La levantó en brazos y la llevó hacia el dormitorio principal, directamente al baño. Sonrió cuando lo vio. Que los dioses bendijeran a Liza. Era una de esas cosas con chorros. Más que suficientemente grande para un lobo grande y su mujer. Ella lo miró, curiosa, cuando la guió para que se sentara a un lado. Entonces alargó la mano para poner el agua en marcha. Caliente, pero no abrasadora. Él le sacó el suéter y el sujetador y la ayudó a entrar, y cuando ella vio que él se quitaba la ropa abrió los ojos de par en par. —Sobre esta cosa del emparejamiento... —¿Qué sucede, corazón? —¿Tengo elección? —preguntó ásperamente. Él le daría casi cualquier maldita cosa, pero esto no era negociable. —En realidad no. Emparejarse es un instinto que no puede ser combatido. Ella entrecerró los ojos. —Vine aquí para que no me vendieran. Riéndose, él se metió detrás de ella, atrayendo su espalda para que descansara contra él. —Nadie te está vendiendo, corazón. Tampoco nadie te va a apartar de nosotros. Tomó la pastilla de jabón y empezó a hacer espuma. Luego la limpió empezando por las muñecas, subiendo lentamente por los brazos. —¿Por qué querría estar con alguien por ese motivo? Sólo se basa en la lujuria, no en el amor. O, diablos, en algo parecido. Es tan... tan... —¿Animal? —¡Sí! Él tomó agua con ambas manos y le aclaró el brazo izquierdo, luego lo levantó hacia atrás, a su cabeza y lo giró para mordisquear la tierna piel

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Hechizo de luna 2 de la parte interna del brazo. Ella tragó aire, intentó alejarse, y él la mordió. Ella gritó. —Somos en parte animales. Somos posesivos. —Le acunó los pechos, los moldeó antes de dirigirse hacia sus pezones—. Y protectores — murmuró, hociqueando en su cuello. Ella se meneó contra él, y su polla, ya dura, empezó a pulsar—. Y tenemos tendencia a morder —añadió justo antes de hundirle los dientes. No lo suficientemente fuerte para romper la piel. No lo suficientemente fuerte para marcarla. Tendría que hacerlo pronto. Pero primero quería saborearla, quería saber si su coño sabía tan dulce como se había sentido al convulsionar en sus dedos. Entonces vería si su polla entraba tan bien como sus dedos. Gimió, intentando ponerse bajo control, y acabó de aclararla. Los secó a ambos antes de llevarla al dormitorio. Ella se encontró con su mirada y se echó hacia atrás, preocupada. —¿Qué sucede? —Te están brillando los ojos. Él sonrió, sintió pelo bajo su piel. —El lobo está cerca. Sus rodillas golpearon la cama, pero ella se mantuvo en su sitio mientras él se iba acercando. —¿Es siempre así? Él meneó la cabeza. —Es porque reconoce a su compañera. Ella tomó aliento profundamente y, oh, qué manera tan maravillosa de inhalar que hizo que sus pechos se alzaran. Por un momento se sintió transfigurado. Entonces su nariz aleteó cuando percibió el cambio en su esencia. Ella había estado excitada, pero esta apreciación había acentuado el olor diez veces. Su lobo arañaba en las esquinas de su mente, exigiéndole que la tomara. Ahora. Ella estaba lista, deseosa y dispuesta. Aunque él apretó los puños. No quería acelerarse. Quería probarla, saborearla y luego regodearse. —Siéntate, nena. Abre los muslos para mí. Pareció que sus rodillas cedían y se sentó de golpe, haciendo que sus pechos rebotaran de manera muy atrayente, pero mantuvo las rodillas fuertemente apretadas. Él no olió nada de miedo en ella. ¿Era vergüenza, entonces? Se arrodilló frente a ella, descansando las manos sobre sus rodillas. —¿Ya desobedeces, corazón? —Esta vez notó un poco de temor llenándole la nariz. Suspiró—. Jamás te haría daño. Esto es sólo placer.

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Hechizo de luna 2 Suavemente empujó con suavidad el interior de sus rodillas. Ella las abrió lo suficiente para dejarle inclinarse y besarla, antes de dar un rápido mordisco. Entonces él volvió a empujar y con un suspiro ella abrió las piernas lo suficiente como para acomodar sus hombros. Él se inclinó más, la empujó hacia atrás con una mano sobre su estómago y le colocó las piernas sobre sus hombros. —¡Oh! —gritó cuando le puso las manos debajo del trasero y la levantó hacia su boca. La mantuvo contra sí con una mano y con la otra le abrió los pliegues, apartando los rizos rubios de su camino. La lamió desde el ano al clítoris, una larga caricia para probarla. Dulce cielo. Empujó la lengua en su coño, dejando que su crema lo empapara, su sabor explotando en su boca como buen algodón de azúcar. Él le cosquilleó el clítoris y le encantó la manera en que se hinchó bajo su lengua, pero no pudo resistirse a regresar a su coño, follándola con su lengua mientras ella se retorcía y gimoteaba, y finalmente le suplicaba que la follara. Sus ruegos cayeron en saco roto. Ella se corrió, y él la mantuvo allá arriba, negándose a que su cuerpo bajara, determinado a que cuando llegara la mañana, ella no asociara el emparejamiento con nada más que un gozo insoportable. Al final, una garganta se aclaró detrás de él, y con un último lametón, se giró para encontrarse con la mirada de Jonas, que sonreía. —Por mucho que esté disfrutando del espectáculo —y lo estaba haciendo, tenía la mano machacándose la polla—, la cena está lista. Gruñendo se levantó, besándole mientras tanto el cuerpo. —Puede esperar. Ella lo miró con ojos vidriosos cuando su polla se colocó en su entrada. Empujando contra él, rogó: —Ahora, Mick. Ahora. Él no dudó y supo que de ninguna manera iba a durar cuando ella se corrió inmediatamente, sus músculos internos apretándose a su alrededor con un feroz ritmo ondulante. La folló por completo. Con la mandíbula apretada, las manos agarrándola de las caderas demasiado fuerte. Cuando ya no pudo luchar contra el orgasmo que pulsaba en la base de su columna, la levantó hacia él, inclinándole la cabeza hacia el lado que Jonas no había marcado. Su piel pálida y cremosa fue toda la invitación que necesitó. Sus incisivos se alargaron. Su piel se rompió bajo la presión mientras los chorros de su orgasmo se disparaban en su interior. Marcándola de la manera más primitiva tanto del hombre como de la bestia. A desgana, la soltó y le pasó la lengua sobre una gota de sangre, con la polla todavía empujando hinchada en su interior. Cuando ya no quedó más

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Hechizo de luna 2 fluido que eyacular, se salió de ella, la levantó y la giró para sentarse en la cama. Le llevó bastante tiempo recuperar el aliento, desacelerar su corazón. Jonas observaba desde la puerta con esa ligera y sexy sonrisa que siempre lograba que Mick respirara duramente. La mirada decía que la noche acababa de empezar. Cuando ella comenzó a estirarse, Jonas fue al baño y regresó con una bata corta de color rojo, y se la colocó en la mano. —Nada debajo de la bata, cariño. Su voz era dura y austera, y por un segundo Mick pensó que Jonas podía estar empujándola demasiado. Pero ella asintió y bajó los ojos, un ligero temblor recorriéndole el cuerpo mientras se levantaba y apretaba la pieza de ropa contra su cuerpo. El semen de Mick empezó a descender por su pierna y él agarró la bata y la colocó en la cama. —Espera un minuto, corazón. Ven conmigo. Mick la guió al baño y humedeció una toalla pequeña con agua caliente. Empezó al final del recorrido de la gota y fue subiendo, ahuecándole el coño y empujando un dedo recubierto de tela un par de centímetros en su interior. —Mick, no es posible, no tan pronto —protestó con un gemido arrancado, pero su cuerpo le dio la bienvenida. Él echó la tela al cubo de la ropa sucia y la siguió al dormitorio, donde le colocó la bata por encima, abrochándola con el cinturón fuertemente. Él sonrió. ¿Se pensaba que eso serviría para detenerlos? Si acaso estaba todavía más sexy con esa cosa corta y satinada

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Hechizo de luna 2

Capítulo 6

Jonas esperaba en la cocina. Había hecho filete y huevos revueltos y le entregó un plato cuando entró. Ella se sentó a la mesa y lo miró un momento antes de que le brotara la risa. Jonas le echó una mirada severa. —Come. —Esto es demasiado —se quejó, poniendo los ojos en blanco, pero cogió el tenedor. Sin embargo no hizo más que mordisquear y empujar la comida por el plato. La voz de Jonas se redujo a un gruñido sexy. —¿Voy a tener que darte de comer, cariño? Lo miró con sobresalto y para su decepción le dio un mordisco a la carne. La idea de alimentarla con la mano era extrañamente atractiva. Ella comió, no lo suficiente como para apaciguarle, pero para la tercera vez que trató de ocultar un bostezo, él cedió. Se apartó de la mesa, la levantó y se dirigió a la sala, donde se acomodó en el largo sofá. Mick se movía por la cocina, probablemente limpiando, y Jonas tomó el mando a distancia de la mesa auxiliar. Cambió de canales en busca de algo interesante. Estaba pleno de energía. Mick probablemente también. Su pareja, por otra parte, estaba agotada. Joder, había tenido un día ajetreado. Bajando la mirada, le apartó unos mechones de la cara y su corazón le latió con fuerza. Estaba tan hermosa dormida. Tranquila y pacífica sin ninguno de los miedos y preocupaciones que parecían atormentarla cuando estaba despierta. Quería verla así por la mañana. Durante el resto de sus mañanas. Fue una revelación sorprendente. ¿Cómo había pasado tan rápidamente de querer un tipo completamente diferente de mujer a sospechar que le arrancarían el corazón si no podía vivir con esta criatura suave y delicada? Mick se sentó junto a ellos, lo suficientemente cerca como para abrir las piernas y rozar la rodilla contra la de Jonas. Mick recostó la cabeza contra el respaldo y alzó los ojos para encontrarse con su mirada, profunda y conmovedora, y como siempre, sabiendo exactamente lo que Jonas estaba pensando. —Ella calma al lobo.

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Hechizo de luna 2 —Sí. —La miró y le pasó los dedos por el pelo—. No me lo esperaba — admitió. —Debido a que eres un protector. Un defensor. Esperas que todo en la vida sea una batalla. —Y vosotros no —murmuró la confirmación, a sabiendas de que era verdad. Mick se encogió de hombros. —Yo lucharé por proteger a los que amo. Pero soy un sanador. Jonas no le envidiaba. Ser un sanador en una manada de lobos era tener una naturaleza dual. Su lobo era tan depredador como el de Jonas, pero su alma humana le hacía pagar por causar dolor o muerte. Era algo que Mick había nacido para hacer, la misma clase de llamada para ayudar y curar que los médicos humanos sentían. Jonas siempre le había admirado por su modo de caminar por la línea entre las dos naturalezas con honor. Lo amaba por mucho más. Su dedicación. Su lealtad. Mick era el tipo de hombre que siempre estaría a tu espalda. Ahora que habían traído a esta mujer a la mezcla, Jonas no estaba muy seguro de qué hacer con ella. Pensaba que la conocía. Pensó que sabía lo que quería. Estaba empezando a aceptar que estaba equivocado. Posó la mano sobre su rodilla y ardió en deseos de deslizarla hacia arriba. Quería conocer cada pálido centímetro de ella. Quería encontrar todos los rincones escondidos que la excitaban, que le hacían cosquillas. Quería descubrir todas las viejas heridas y curarlas. La iluminación de la habitación estaba en penumbra, pero no necesitaba más para distinguir las cicatrices que se entrecruzaban en sus muslos. No las había pasado por alto cuando ella le dio la espalda y caminó hacia el cuarto de baño con Mick. Tenía un dominio estricto sobre su ira. No la ayudaría verla, pero no podía luchar contra el deseo de encontrar al monstruo que las había dejado sobre ella y desgarrarlo trozo a trozo. Si la hubiera reclamado antes de que su padre se hubiera presentado en su puerta exigiendo su regreso, le habría conocido y el hombre no estaría ya respirando. La necesidad de venganza creció hasta ser una furia pulsante. Apretó su agarre sobre ella hasta que se quejó en sueños y él la soltó tan rápido que casi se le cayó del regazo. Esta era su peor pesadilla, lastimar a su compañera sin querer porque era humana. Porque a veces olvidaba su propia fuerza. Fue sólo la mano de ella retorcida en su camisa y el salto rápido de Mick lo que la salvó de un golpe feo en la cabeza. Aunque no la soltó para que Mick la agarrara. La atrajo hacia sí, con cuidado esta vez de no hacerlo con demasiada fuerza, y su mirada se cruzó con la de Mick por encima de la cabeza de ella. —La luna todavía está arriba —dijo Mick suavemente—. Vamos a correr.

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Hechizo de luna 2 Su primer impulso fue negarse. ¿Cómo iban a dejar a su compañera sin protección? —Está a salvo aquí —le recordó Mick—. Está en nuestras tierras y ningún lobo se atrevería a tocarla. Ahora lleva nuestros olores. Sin embargo, Jonas vaciló hasta que Mick puso los ojos en blanco y resopló. —No puedes estar de guardia todo el tiempo y yo tampoco. Tiene un largo camino por recorrer para curarse y la sobreprotección entorpecería su curación —dijo sin rodeos—. ¿Es eso lo que quieres? —Por supuesto que no. —Entonces hazte cargo del lobo. Estás dejando que el animal tome el control. Jonas respondió al insulto con un gruñido, pero no trató de defenderse. Después de levantarse, se la pasó a Mick, quien la llevó por el pasillo y la puso en la cama. Jonas tuvo que obligarse a salir y desnudarse. No quería dejarla sola, pero pudo ver la alegría salvaje de Mick cuando se reunió con él y cambió. Era la única noche del mes que podían correr juntos. Jonas se lo debía. No tenía control sobre el giro del destino que dejaba a Mick sólo capaz de cambiar con luna llena. Le había tomado un par de años sobreponerse a la sensación de sentirse un poco culpable por ello. Incluso durante los momentos en que Mick estaba enojado y disgustado con él, las veces que lo echaba de su casa o se mudaba de casa de Jonas, éste se aseguraba de estar juntos esa noche. Era la única noche en la que realmente se dejaban llevar. La única noche en la que su relación era nada más que cruda emoción. De algún modo, parecía oportuno que Harper se hubiera unido a ellos en luna llena. Ni la lógica, ni la premeditación ni la ilusión de ser civilizados había entrado en la decisión. En el patio, Mick bailó y le ladró. Estaba ansioso por correr. Jonas sonrió. Probablemente de follar también. Cambió a su forma de lobo y dejó que la euforia del momento tomara el control mientras perseguía a Mick bajo el resplandor de la luna.

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Capítulo 7

—Bueno.

Concéntrate en el pabilo e inténtalo de nuevo —le dijo

Harper a Liza. Su prima miró con el ceño fruncido a la vela y una diminuta llama chisporroteó durante un segundo antes de apagarse. Habían ocupado un rincón trasero en la galería de Liza y sacado a rastras una mesa alta y velas para practicar. Era una mañana agradable y muy segura para jugar con fuego en el exterior. —¿Por qué no has aprendido esto antes?—le preguntó con curiosidad. Era una magia sencilla que Liza debería haber aprendido cuando era una niña. —No pude acceder a mi magia hasta hace algunos meses. Se encogió de hombros como si no fuera gran cosa y Harper no la presionó para obtener más información. Era raro, pero había oído hablar de casos en que una bruja tenía poderes pero no los podía usar. Si alguna vez el bloqueo mental se rompía, por lo general era por algo muy personal o traumático. Apostaría que en el caso de Liza había sido vincularse con sus compañeros. Ignoró su curiosidad y observó cómo lo intentaba de nuevo con mucho más éxito. Harper se echó a reír cuando Liza gritó y se alejó de un salto de la llama que había invocado. —En verdad no creo que necesites mis lecciones. Ella señaló la vela encendida y su prima le sonrió. —Es un talento bastante ingenioso para tenerlo, ¿no? —Bien, nunca tendrás frío en una noche de ventisca. —Oh, dulzura —bromeó Liza—. No necesito un fuego para mantenerme caliente. Harper se ruborizó. Había visto el modo en que los compañeros de Liza la miraban, así que no tenía ninguna duda de que decía la descarada verdad. Liza le sonrió de manera perversa. —Ni tú tampoco.

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Hechizo de luna 2 Si fuera posible, se sonrojó aún más. Se volvió y tironeó con fuerza de la parte de arriba de su cuello alto. Sabía que esas marcas estaban ocultas, entonces ¿por qué se sentía como si todo el mundo que había estado en contacto con ella esta mañana las hubiera visto? Consideró tirarse un farol, pero ¿con qué propósito? Además, tal vez Liza le explicaría algunas cosas. Se acercó al columpio, se sentó y enfrentó a su prima, que se apoyaba contra una baranda. —¿Por qué las clases? Es obvio que no las necesitas. Liza arqueó una ceja. —¿En serio? ¿Es por ahí donde quieres empezar? Le molestaba tratar con gente que siempre parecía leerle la mente. Aunque en el caso de Liza, eso podría ser una realidad. No conocía al dedillo a su prima, no sabía qué talentos secretos podría estar ocultando. —Es un lugar para comenzar —señaló, orgullosa de sí misma por no dar marcha atrás. Los labios de Liza se levantaron en una media sonrisa de aprobación y asintió con la cabeza. —Pensé que lo harías. Ella estaba sentada en una mecedora a un par de metros de distancia y Harper empujó su pie contra el suelo, poniéndola en movimiento. —Por la manada, por supuesto. Que estés cerca de mí, Caleb y Zach muestra cuánto te hemos aceptado. —¿Y eso es importante? —Se sintió un poco mareada y se alegró de estar sentada. Era mucho más importante hoy que ayer. —¿No lo es? —preguntó Liza con voz amable y gentil—. ¿No son Mick y Jonas importantes para ti? —¿Cómo sabes de ellos? —No puedo cambiar, pero tengo todas las habilidades normales de un were en forma humana. Su confusión tuvo que haber sido patente. —Tu olor. Está impregnado con el de ellos. No podría haber ocultado su horrorizada vergüenza aunque lo hubiera intentado. Liza se movió mucho más rápido de lo que una mujer tan embarazada debería haber sido capaz y se sentó junto a Harper en el columpio. Tomó su mano. —Oye, está bien. Esto es normal para nosotros.

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Hechizo de luna 2 Su risa sonó un poco maníaca. —¿Normal? ¿Lo sabe todo el mundo? —Liza asintió con la cabeza—. ¿Qué pasará cuando se cansen de mí? ¿Cuándo decidan que han cometido un error? Ella quería decir cuando Jonas lo decidiera. Cuando su corazón estuviera roto y sangrando a sus pies. La mirada de Liza era una de confusión que se trasformó en exasperación. —No te ha explicado nada, ¿verdad? —¿Quién? —Jonas. Ella abrió la boca para defenderlo y luego la cerró con fuerza. ¿Qué diablos? La había calentado y bueno, definitivamente se había entregado, pero a ella ni siquiera le gustaba el hombre. ¿Verdad? Liza se apiadó de ella. —Ellos no van a decidir eso. No los olfatearíamos en ti si no fueras su compañera. Y tu olor está en ellos. No existe la ruptura en un vínculo de compañeros, Harper. Has estado aquí el tiempo suficiente para enterarte. Sabía que los hombres lobo se tomaban en serio el asunto de su compañera, sólo que no se había dado cuenta cuan en serio. O tal vez, si fuera honesta consigo misma, simplemente había decidido no ver que eso era un poco más permanente que el matrimonio. —A Jonas no le gustará eso —susurró ella—. A él no le gusto mucho. Liza inclinó la cabeza hacia un lado y la estudió. Harper se sintió como un espécimen científico. —Le gustas lo suficiente como para desnudarte y marcarte. El sonrojo regresó en una acometida furiosa. —Dioses —gimió—. Por favor, dime que no todo el mundo lo sabe. —Lo siento. —Liza se encogió de hombros con una sonrisa burlona. Harper puso la cara entre las manos y masculló. —Esto es tan embarazoso. No puedo creer que tuviera relaciones sexuales. Con los dos. ¿Todos los demás tienen que saberlo también? —Es normal para nosotros. Un apetito sexual fuerte es parte de la naturaleza de un were. —Yo no soy were. Liza sonrió. —Pero perteneces a uno. Bueno, a dos.

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Hechizo de luna 2 Una puerta se abrió en el otro extremo de la galería, interrumpiéndolas. Caleb asomó la cabeza, sonrió y estuvo delante de ella en cuestión de segundos, pero no se percató de Harper. Levantó a Liza y la besó. Harper se apartó de la desnuda pasión y su mirada chocó con la de Jonas que estaba parado en la puerta de donde había salido Caleb. Él avanzó, sonriendo un poco a medida que se acercaba, probablemente al darse cuenta de que no podía esconderse. Ella le ordenó a sus ojos que se apartaran, que se cerraran, que hicieran algo aparte de empaparse de él, pero no obedecieron. En el momento en que se detuvo delante suyo, había olvidado por completo que no estaban solos. Se detuvo cerca, no lo suficiente para tocarla y extendió una mano para agarrarla de la nuca. La miró a los ojos durante un segundo antes de tirar de ella hacia adelante y fundir sus bocas. Su lengua se batió en duelo con la de ella, sus dientes la mordieron. Harper estaba sin aliento y se aferraba a sus hombros para sostenerse cuando él se retiró. —Me alegra ver que te encargaste de eso —dijo Caleb con ironía. Ella quería fundirse en el suelo. Jonas la atrajo debajo de su brazo y ella escondió la cara en su pecho. Que la escudara y la protegiera parecía fuera de lugar, pero no dudó en aprovecharse de eso. —¿Estás listo? —preguntó Caleb. —En cuanto tú lo estés —contestó Jonas. Harper no había estado por ahí mucho tiempo, pero aún así sabía que la respuesta arrogante y el tono eran inapropiados. Volvió el rostro lo suficiente como para ver, peguntándose si necesitaba quitarse de en medio rápidamente, pero Caleb se limitó a reírse. Arrastró a Liza con él y desaparecieron dentro de la casa. —¿Deberías hablarle de ese modo? —Ella se arrepintió tan pronto como las palabras salieron de su boca—. Lo siento. No es asunto mío. Su mano se deslizó desde la nuca, entre el cuello vuelto y la piel, para frotar sobre el lugar donde la había mordido la noche anterior. —Esto te da derechos. El rostro de él se mantuvo en calma, pero su voz sonaba malhumorada e inquisidora. El contacto piel a piel, a pesar del lugar inofensivo, estaba comenzado hacer que se le curvaran los dedos de los pies. Levantó la barbilla y se dio ánimo. Maldita sea, podría tener una conversación que no recayera en el sexo o en una discusión. Él había hecho algo, cambiado algo entre ellos y necesitaba saber qué. Le tomó toda su fuerza de voluntad pero se las arregló para liberarse de su abrazo, ignorando una punzada de decepción cuando él la dejó ir. —¿Qué derechos tengo? —Hizo que su voz sonara firme. Quería ser clara en eso.

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Hechizo de luna 2 Sus ojos brillaban calientes, pero el malhumor y la irritabilidad se mantuvieron. —Los mismos que cualquier compañera. Se clavó las uñas en las palmas de las manos mientras luchaba contra el impulso de darle un puñetazo. Nunca había golpeado a otra alma en su vida, pero en aquel momento era algo muy, muy tentador. —No soy una de vosotros. No me crié aquí como Liza. ¡No. Sé. Que. Significa. Eso. Jonas! Bueno, se dejó llevar. Su puño conectó con el pecho de él, aunque no lo desconcertó. Él la agarró del codo y la acercó bruscamente con una sonrisa salvaje en el rostro. —Me gusta este lado tuyo —gruñó en voz baja, inclinándose para acariciarle el cuello con la nariz. La dejó atónita. Primero, que un macho que conocía no hubiera estallado de rabia ante su arrebato. Y segundo, que sin duda le había gustado. Su erección se presionaba contra su estómago, sus dientes la mordisqueaban a través del cuello alto, haciéndole poner los ojos en blanco. Estaba sin aliento cuando él la apartó con suavidad. —Las explicaciones tendrán que esperar. Tengo una reunión con Liza y Caleb y Mick está esperándote en la clínica. —¿Por qué? —Creo que te echa de menos —bromeó Jonas. —No. ¿Por qué la reunión? ¿A quién le importaba si ella estaba siendo insistente? Él le había dicho que tenía los mismos derechos que cualquier compañera. De seguro eso incluía las preguntas. —Cuestiones de la manada. Cosas aburridas. ¡Ay! Imaginaba que tener derechos no equivalía a ser de confianza. Se inclinó para besarla en la mejilla y la volvió hacia las escaleras. —Ve a buscar a Mick, cariño —le ordenó. Con una palmada en el culo, se fue, dejándola muy furiosa por su orgullo herido.

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Capítulo 8

Zach esperó junto a la puerta, con un hombro apoyado contra la pared y con las manos metidas en los bolsillos. Se puso a caminar al lado de Jonas mientras él iba pasillo abajo. ―Te va a hacer pagar por esto. ―¿Quién?¿De qué estás hablando? ―Tu compañera. Dejándola aparte. El “no llenes de preocupaciones tu preciosa cabecita” que le respondiste. Él resopló. ―No te importa como trato a mi compañera, Beta. Zach cogió su brazo, deteniéndolo antes de que pudiera abrir la puerta de la oficina del Alfa ―Todo en esta manada me importa, incluyendo cómo tratas a tu compañera. Caleb y Liza creen que lo tienes bajo control. Yo creo que eso está tan alejado de la verdad como puede estar. Jonas se liberó, apenas refrenando un gruñido. Harper era suya. No iba a tolerar ninguna interferencia, ni siquiera de su Beta. ―Creo recordar que tu relación tuvo algunos problemas de maduración ―le recordó Jonas luchando por contener a su lobo. Zach le observó y esperó hasta que estuvo de nuevo bajo control antes de asentir con la cabeza ―Así fue. Zach extendió la mano para abrir la puerta pero primero se detuvo un momento. Y continuó. ―Harper es frágil, pero no hay que confundir eso con roto. Una mujer no sobrevive a lo que sospechamos que hizo sin tener una voluntad de hierro. Jonas no estaba seguro si estar de acuerdo, pero asintió con la cabeza de todos modos y siguió a Zach al interior. Todos los demás ya estaban allí. Caleb y Liza ―el Alfa y la Paladín. Además de Gabby y Ethan, dos de los otros tenientes, la categoría más

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Hechizo de luna 2 alta de soldados en la manada. Los seis se reunían por lo menos una vez a la semana. Caleb estaba detrás de su escritorio y Zach sentado en un sillón al lado. Liza fue a tomar su posición habitual en la esquina frontal del escritorio, pero Zach la cogió antes y la tiró sobre su regazo. Todos pretendieron no darse cuenta de la forma en que ella se sonrojó. Había otra silla frente al escritorio y un sofá apoyado bajo la ventana. Normalmente la silla era para él, pero cuando le indicó a Gabby que sacara su culo de allí, ella le dio una mirada rebelde. Ethan no se veía mucho más feliz sobre el sofá. Jonas suspiró. Tenía que hacer algo con eso. Como si no hubiera tenido suficiente. Se sentó cerca del joven were y dejó vagar su mente mientras ellos pasaban sobre los informes de los entrenamientos y otras tareas mundanas relacionadas con poner en marcha una manada del tamaño de Redhawke. ―Hay algo extraño en la ciudad ―dijo Ethan cuando Liza preguntó si había algo más―. Parece que hay un montón de personas nuevas yendo y viniendo, pero nadie de mi gente ha sido capaz de conseguir nada específico. ―¿Desde hace cuánto? ―preguntó Jonas. ―Unos pocos días. Tal vez una semana. Él miró a Liza y vio sus sospechas reflejadas en sus ojos ―¿La gente de… ―él detuvo Harper. Ella ya no era de ellos―. Familia de Harper? ―aunque también objetaba llamarles familia. Liza asintió con la cabeza. ―Echaré un vistazo. ―¿Algo más? Se puso de pie y miró alrededor de la habitación. Cuando nadie más sacudió la cabeza o dijo no, se marchó, sacó su teléfono móvil del bolsillo mientras se apresuraba hacia su casa y su camioneta. Marcó y le contestaron al primer toque. ―¿Sí? ―Mick. ¿Tienes a Harper? ―Acaba de entrar. ―Mantenla cerca. ―¿Qué pasa? ―gruñó Mick, bajo y malhumorado. Algunas veces Jonas olvidaba que tenía ese lado. ―Gente fisgoneando por el pueblo. Voy a echar un vistazo. ―Atento a tu espalda ―era lo más cerca que Mick vendría a decirle que fuera cuidadoso.

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Hechizo de luna 2 ―Siempre. Jonas fue a su camioneta y salió por la puerta principal y puso el intermitente izquierdo de la sucia camioneta para dirigirse a la ciudad más cercana, que estaba a unos veinte kilómetros. Redemption, Florida, no era mucho más que un viejo pueblo. Redhawke había pasado generaciones alentando eso. La mitad de los quinientos residentes del pueblo eran miembros de la manada, ya fueran weres o humanos emparejados. La otra mitad sabía exactamente a quien pertenecía la tierra que bordeaban y muchos eran descendientes de los fundadores originales. Un puñado eran refugiados del mundo mágico. Redhawke tenía una buena relación con el pueblo. Dependían unos de otros para sobrevivir. Treinta minutos después Jonas giró en la calle principal. Era un pequeño pueblo pintoresco, los edificios y bungalows eran mayoritariamente de finales de siglo. Se metió en un parking frente al diminuto departamento de policía y dio un paseo hacia el interior para encontrar al hombre que llevaba el tema. Estaba sentado detrás de un escritorio, recostado en su silla con los pies apoyados en el borde mientras hacía malabares en el aire sin usar las manos con pelotas de tenis. Sonrió cuando Jonas entró. Era una de las pocas personas a quien Jonas llamaba amigo, un brujo solitario en territorio were, que se había ganado el respeto y la confianza durante muchos años. ―¿Qué ha propiciado una llamada de Redhawke? ―preguntó Harris. ―He oído que hay algunos forasteros por aquí. ―Ah, bien ―los pies de Harris golpearon el suelo―. Ethan te encontró. ―¿Por qué no me llamaste? ―Lo intenté ayer. No me contestaste. Había una pregunta en esa afirmación, pero Jonas no la respondió. Había estado centrado en Mick debido a la luna llena y después en Harper. ―Ponme al día. Harris se encogió de hombros, poniéndose de pie mientras cogía su sombrero y señalaba hacia la puerta. ―Hay cinco o seis fisgoneando. Me enteré de eso ayer por la mañana, pero una pareja de lugareños recordaban haberlos visto hace una semana. Sin embargo parece que todos están limpios. Excepto uno. ―Descríbelo ―el lobo estaba en su voz. Harris hizo señas para que le siguiera. ―Vamos de visita. Se está quedando en la casa McCaller. El último McCaller había muerto antes que Jonas naciera y dejó su casa a la ciudad. La ciudad la utilizaba como posada. Redemption era territorio

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Hechizo de luna 2 lobo, pero lo establecieron como un punto de encuentro neutral hacía décadas. Quien fuera el extraño, no estaba escondido. Jonas apostaba por el padre de Harper. Era arrogante y descarado. Neutralidad o no, ese brujo en particular no tenía negocios allí. Ya que no estaba muy lejos caminaron por la calle principal y después giraron a la izquierda para seguir por una callejuela hasta el final. La gran casa estaba en una esquina, los porches envolvían el exterior arriba y abajo. Su invitado estaba aguardando en una mecedora cuando Jonas subió las escaleras. No era quien había estado suponiendo pero no debía haberse sorprendido. ―Dane. ―Te llevó bastante tiempo ―se quejó. Jonas levantó una ceja ―Si querías hablar conmigo, podrías haberlo hecho ayer. Dane puso los ojos en blanco. Jonas supuso que el chico era ahora técnicamente de la familia, su cuñado, y tal vez no debía dar al joven una lección de modales. Aunque estaba bastante tentado. ―Harper ya ha tenido suficiente. Le di un teléfono. Me imaginé que tú lo usarías. ―Estuve ocupado ―dijo a la defensiva y eso solo le molestó. No iba a explicarle sus acciones a un maldito chico―. ¿Por qué continúas aquí? ―gruñó. La espalda de Dane se tensó hasta que estuvo a su altura máxima y entrecerró los ojos. Jonas le estudió. El chico era alto y larguirucho, no se había desarrollado todavía, pero era prometedor, especialmente en el aspecto duro y determinado de su cara. ―Espero no haber cometido un error enviando a mi hermana aquí. Se supone que tú la cuidas. ―¿Quién lo dice? El chico hizo oídos sordos, una cosa en la que Harper era buena. Su expresión se quedó en blanco, incluso sus ojos. Se mantuvo en calma y relajado, sin signos de angustia en su lenguaje corporal. Eso no dio combustible a la ira de Jonas. Le puso triste. Ningún chico habría aprendido esa clase de mecanismo sólo copiándolo. ―Tu padre debe ser una verdadera pieza de adiestramiento ―murmuró. ―Tú no sabes ni la mitad de eso ―la sonrisa de Dane era fría y sin humor―. Si no puedes o eres incapaz de proteger a mi hermana, tráemela. Me la llevaré a algún lugar seguro. A algún lugar en el que no pueda alcanzarnos.

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Hechizo de luna 2 A Jonas no le importaba lo importante que fuera el chico para Harper. Dane no se la iba a llevar a ningún lugar. Dando un paso largo, tuvo la camisa del chico retorcida en su mano, tirando de él para acercarlo. ―Nadie toma lo que es mío, y ella es mía. ¿Entiendes? ―Sintió poder mágico construyéndose en el aire y le sacudió―. Ni siquiera pienses eso, chico. Dane le ignoró y utilizó su magia para aumentar la fuerza suficiente para empujar lejos a Jonas. ―Si piensas que mi padre ha renunciado, vas a lograr que ella muera. Él no se va a detener a preocuparse por sus sentimientos. Jonas se enfadó ante la amenaza implícita. ―¿Y tú sí? ―Dane solo asintió con la cabeza una vez, secamente. Pero había algo en los ojos del chico. Algo…incierto. ―¿Eres lo suficientemente fuerte como para pelear con tu padre? ―Sí. Tal vez ―Dane se encogió de hombros―. Es más viejo y mucho más experimentado. En una fracción de segundo Jonas tomó una decisión que estuvo seguro que más tarde lamentaría. ―Ven a la manada. Vas a volver conmigo ―él abrió la boca para protestar y Jonas le clavó con la mirada que lograba que cada joven de la manada le obedeciera―. Vamos. Él corrió hacia fuera y Jonas sacó su móvil para ir pasando los diferentes números. Debería llamar primero a Liza. Ella había dado la bienvenida a Harper a la manada, pero tenía la sensación que podría trazar la línea con Dane. Caleb la respaldaría. Zach, por otro lado, había dejado a cuatro hermanos en su manada cuando se unió a Redhawke. Podría ser más comprensivo. Además entendería mejor que Caleb la lucha que Jonas estaba experimentando. Encontró el número, pulsó el botón de llamada y salió al porche para lograr algo de privacidad. ―Jonas. ¿Qué pasa en Redemption? ―El hermano de Harper está aquí. Hubo un largo silencio. ―¿Y? ―Voy a llevarlo para allá. Definitivamente no es una amenaza para Harper y tampoco creo que lo sea para nosotros. ―¿Qué más? ―Él piensa que su padre no se ha rendido. Que volverá. Zach, es su hermano menor. No puedo dejarle aquí desprotegido. Zach suspiró.

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Hechizo de luna 2 ―No has llamado a Liza, ¿verdad? ―No. Otro largo silencio. ―Liza es hija única. También Caleb. ―Jonas no añadió que él también. ―Taimado, Jonas. No estoy seguro de si debo felicitarte o darte una paliza. ―Puedes intentarlo. ―Jonas gruñó antes de pensárselo mejor. Zach se rió entre dientes. El bastardo sabía cuánto le irritaba aquello. ―Trae al chico. Pero es tu responsabilidad. ―Por supuesto. Gracias. ―No hay problema. Tú eres el que vas a tener que hace frente a Liza. Ella no estará feliz por haberla pasado por encima ―él sonaba completamente feliz con esa circunstancia. ―Cierto ― respondió Jonas secamente antes de apagar el teléfono oyendo de fondo la risa de Zach. Dane esperaba silenciosamente en el porche, con un gran petate colgado sobre un hombro. Se veía rebelde, pero obedeció cuando Jonas hizo un gesto hacia él. Jonas y Harris se quedaron atrás, pero ninguno habló hasta que estuvieron en la calle principal y casi en la camioneta. ―¿Te importaría explicarme qué coño está pasando? ―preguntó Harris. ―Es el hermano pequeño de mi compañera. ―¿Compañera? ―Harper. Ya la conoces. ―¿Entonces toda la actividad en la ciudad era por ella? ―Probablemente. Y no queremos que nadie la encuentre. ―Hecho. Llamaré si alguien más aparece. ―Gracias ―le estrechó la mano a Harris y empujó al chico a la camioneta antes de recordar el otro asunto que necesitaba tratar. ―¿Necesitas algo más? ―preguntó Harris. Era como una cuestión de hecho. Cruzando los brazos sobre el pecho, Jonas se volvió hacia Harris. ―Sí, una cosa. Sobre Gabby y Ethan. Pero primero ―añadió con un acento perezoso―, qué amable por tu parte adelantarte y ayudar cuando Dane intentó usar su magia contra mí. Harris hizo una mueca, engreída, segura y arrogante. ―Es un cachorro. No necesitabas mi ayuda.

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Hechizo de luna 2 Cierto, pero… ―Esta es tu ciudad, Harris. Te dimos la bienvenida. Eres de aquí. Necesitamos estar seguros donde están tus lealtades. ―No debes preocuparte de eso. Jonas asintió con la cabeza. ―Bien. Acerca de Gabby y Ethan. La expresión de Harris se volvió cautelosa. ―¿Qué pasa con ellos? ―¿No crees que es momento de que te decidas y dejes a un lado las diferencias? ―No tengo ni idea de lo que hablas ―su tono se había vuelto de piedra. ―Seguro que no. Ya sabes cómo encontrarme si quieres consejos sobre cómo resolverlo. Harris bufó. ―Claro. Porque tú eres un experto en relaciones. Jonas sonrió. ―Por lo menos estoy aprendiendo. Harris sacudió la cabeza, disparándole una severa mirada antes de girarse y volver al interior de la comisaría de policía. Jonas se metió en la camioneta y se dirigió a casa. Su teléfono sonó de camino e hizo una pequeña mueca cuando el nombre de Liza apareció en la pantalla. ―¿Sí? Ella fue directa al grano. ―Sabes que podrías haberme preguntado. ―Pensé que dirías que no. ―Lo hubiera hecho. Al principio. No necesitamos crear incidentes entre especies. Casi hubo una guerra cuando mis padres se emparejaron. El recordatorio hizo que se quedara helado. ―Puedo llevarme a Harper y a Dane a algún lugar lejos de la manada. Mick puede venir con nosotros, por supuesto. ―Oh, dame un respiro. Eso no es lo que estoy sugiriendo. Tú eres un Redhawke. Y también Harper. Y ahora su hermano también, me imagino ―Liza suspiró―. Solo debemos estar preparados. ―¿Qué quieres hacer? ―Liza era la Paladín. Iba a ceder ante ella en esto.

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Hechizo de luna 2 ―Por hoy, cuida de Harper y de su hermano. Hablaré con Ethan y Gabby sobre incrementar las patrullas y con mi madre sobre defensas mágicas. Te veré en mi oficina al amanecer. ―Bien. Nos vemos entonces. Él terminó la llamada justo cuando atravesó la puerta. La pregunta era dónde dejar su nueva carga. Harper y Mick vivían en pequeñas casas de campo con una habitación. Su casa tenía cuatro. Era obvio ¿verdad? Excepto por la parte en donde convencía a alguien para mudarse con él. Condujo hasta su estacionamiento. Se imaginó que podía decirle a Harper que no había forma de que dejara a Dane fuera de su vista y ella pondría su lindo culito en eso. Mick no sería tan fácil. Jonas seguramente tendría que humillarse.

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Hechizo de luna 2

Capítulo 9

Harper lo estaba esperando. Había ido a ver a Mick como le habían dicho. Como una buena niña. La hacía cabrearse estar lejos del yugo de su padre para acabar siguiendo las órdenes de otro hombre. Así que se quedó por ahí unos minutos hasta que la brillante mirada de Mick regresó a su trabajo y entonces se escabulló. Lo que fue sorprendentemente más difícil de lo que sonaba. Le gustaba observarlo. Jonas la había enviado a donde Mick unas cuantas veces así que había tenido tiempo de observarle con sus pacientes. Con algunos era amable y suave, su voz ligera y calmante. Con otros era un Alfa tan implacable como Jonas, apabullando a los soldados hasta que permitían que se les examinara. Se fue a su casa, sabiendo que al final Jonas iría a buscarla allí. Si no tenía cuidado él la mangonearía y como, quien sabe por qué, se sentía segura con él, lo obedecería. Lo haría ciegamente, sin explicaciones por su parte, y sabía que eso estaba mal. No se suponía que él la mantuviera a oscuras. No sabría explicar cómo lo sabía, pero lo hacía. ¿Y qué lo lograría? ¿Qué podría desequilibrarlo lo suficiente como para que se abriera? ¿Para mecerlo lo bastante como para que la tomara en serio? Suspirando, caminó a su habitación. Encontró su bolsa y la echó sobre la cama. No podía pensar en nada. Él era tan... Jonas. Una inamovible fuerza de la naturaleza. ¿Cómo diantre lo manejaba Mick? Frunció el ceño mientras revisaba su vestidor y empezó a descolgar algunas cosas de las perchas. Dejó las cosas que Liza y otras mujeres de la manada le habían dado. Cuando ya estuvo todo, fue a la cómoda e hizo lo mismo. Entonces comprendió que Mick tampoco manejaba mucho más a Jonas que ella. ¿Cuántas veces lo había visto a él y a Jonas interactuar y nada excepto frustración y tristeza en los ojos de Mick cuando Jonas se daba la vuelta? Respirando profundamente, dejó de empacar y se sentó en la cama, golpeada por la nueva comprensión. Ella no era el problema. Mick no era el problema. Jonas, por otro lado... apreciaba que fuera un macho dominante. Diablos, le gustaba. Pero incluso un macho dominante tenía que soltarse

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Hechizo de luna 2 con la gente que amaba, ¿verdad? Caleb y Zach no parecían tener ese problema con Liza. Metió el resto de sus cosas en la maleta y abrió la puerta de atrás. De acuerdo, Liza no parecía tener el mismo problema con sus compañeros, pero eso no significaba que siempre hubiera sido así, ¿no? Dejando la bolsa justo en la entrada de la cocina, dio un paso afuera, retrocedió y echó la cabeza hacia atrás para disfrutar del sol de la tarde antes de que anocheciera. Necesitaba consejo, y no se imaginaba a nadie mejor que su prima para que se lo diera. Cuando subió las escaleras de la casa del Alfa no sintió a Liza dentro. Dudó, pero llamó igualmente. Se habría girado, rendido sin respuesta cuando se abrió la puerta con un abrupto “¿Sí?” —Zach. ¿Está Liza por ahí? —¿Por qué preguntaba? Ya sabía la respuesta. —Lo siento, pequeña. Estoy solo yo. —Él le sonrió amablemente y abrió la puerta de par en par—. Entra. ¿Quieres una cerveza? En algún sitio son ya las cinco de la tarde, ¿verdad? Ella se rió. —Sí, lo es. Y sí, quiero una. Lo siguió a la cocina y se sentó en la larga mesa cuando él se lo indicó. Un segundo más tarde le alargaba una Coors Light fría. —¿Qué te trae por aquí? Ella se encogió de hombros. Él era macho y enorme y superaba en rango a Jonas. La asustaba tanto como la confortaba. Sus manos cubrieron las de ella. —¿Harper? —No sé lo que estoy haciendo —confesó con un susurro suave—. Pensaba que era sólo yo, pero creo que tiene que ser igual de malo con Mick. Se tapó la boca con la mano. Este era el Beta de ellos. No debería estar hablando con él sobre su relación personal. Con una sonrisita, él le apartó la mano. —No estás traicionando a nadie, Harper —dijo amablemente—. Jonas es difícil de manejar. Ella se puso en guardia. De acuerdo, vale. Era un idiota desagradable pero era su idiota desagradable, maldición. Pero Zach estaba intentando ayudar. Respiró profundamente. —No sé qué hacer. Parte de mi quiere decir “Todo o nada. Escoge”. Zach se rió.

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Hechizo de luna 2 —Tal vez sería lo mejor. —¿Un ultimátum? Incluso si cediera, jamás me lo perdonaría. —¿Esta clase de ultimátum? —Se giró de golpe para ver a Jonas de pie en la puerta de entrada, con su maleta en la mano—. ¿Te vas a algún sitio, querida? Jonas la observó tragar, el movimiento tan exagerado como su miedo. Bien. No podía recordar la última vez que había estado tan malditamente cabreado. Ya era malo que hubiera hecho la maleta para dejarle, ¿pero encontrarla con otro hombre? Incluso aunque supiera que Zach estaba totalmente comprometido con Liza eso no calmaba la picadura de la traición. ¿Había ido a otra persona, a otro hombre, para que le diera consejo? Las garras amenazaban con salir. Harper se mantuvo en pie y lo enfrentó, con valor dio un paso adelante. Jonas apretó los puños y sintió que se rompía la piel. Ella debería estar corriendo como el diablo. Él estaba perdiendo el control. Pero siguió acercándose. Su mano se posó para descansar a un lado de su cara. —No tengo miedo de ti —susurró. —Deberías. Ella tembló y asintió con la cabeza. —Seh. Probablemente. Él la rodeó con un brazo por la espalda y tiró de ella para acercarla, mirando fijamente a Zach por encima de su cabeza. —¿Interfiriendo de nuevo? Zach lo miró duramente. —Estoy cuidando de un miembro de la manada. Tú habrías hecho lo mismo. Eso le llegó como ninguna otra cosa lo hubiera logrado. Proteger, cuidar de las necesidades de los demás estaba en su constitución. Era con la mierda emocional con lo que tenía problemas. No ser capaz de tratar con eso iba a costarle tanto a Mick como a Harper si no tenía cuidado. Y si todavía no le había costado a Mick era porque el hombre era endiabladamente testarudo. Pero no era justo para ninguno de ellos, y Jonas lo sabía. Con un gesto de cabeza hacia Zack, la condujo afuera, tomándola de la mano para meterle prisa al bajar las escaleras del porche. —¿A dónde estabas huyendo? Ella lo miró, pero no se podía leer nada en su expresión. —No estaba huyendo precisamente. Pensé en pasar unos días en la ciudad. Meditar sobre todo esto.

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Hechizo de luna 2 Genial. Estaba huyendo. No podía, no le dejaría hacer eso. —Mira, sé que soy difícil. Su confesión provocó que ella se riera. —¿En serio? La miró con el ceño fruncido. —Estoy intentando ser sincero de una forma completamente ajena a mí, ¿de acuerdo? —De acuerdo. —Contestó escuetamente, calmada, sin pedir o exigir más. Por desgracia sonaba más resignada que cualquier otra cosa y eso lo hizo cagarse de miedo. Entró en pánico. No podía perderla ahora. Y no solo a ella. Mick se iría también. No podía perderlos a ambos. Esperó hasta que ambos estuvieron en la acera, alejados de la casa, y la detuvo. Pero no tenía ni idea de qué decir. Ni idea de cómo arreglar aquello. —¿Qué? —Levantó la mano y la volvió a llevar a su rostro, su expresión suavizándose un poco. Él mantuvo los brazos en los costados. Si la tocaba, no habría vuelta atrás. —No puedo... —¿Cómo desnudaba uno su alma?—. No puedo perderte. O a Mick. Creyó ver el corazón en sus ojos. Sólo durante un segundo. Lo suficientemente largo como para perforar su alma antes de que ella se cerrara en banda. —Nos perderás a ambos. Ella no había dicho nada más que la verdad, y él lo sabía. —¿Me darás tiempo? Su asentimiento fue a desgana, pero retomó el paso junto a él, callados hasta que giraron por donde ella no se esperaba. —¿Adónde vamos? —Mi casa. Es más grande que la tuya y la de Mick, y tenemos un invitado. —¿Quién? —Hizo el amago de detenerse y él oyó el repentino latir de su corazón. La repentina oleada de incertidumbre y temor. —Tu hermano. ¿Tengo que preocuparme por él? ¿Es peligroso? —No lo creía, pero su reacción era demasiado extrema, así que tuvo que preguntar. Harper respiró profundamente, su olor cambiando inmediatamente a uno de alivio. Había tenido miedo de que fuera otra persona,

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Hechizo de luna 2 probablemente su padre. Se sentía decepcionado. E insultado. Pero no podía echarle la culpa, ¿verdad? Estaba acostumbrada a que la persona que debería amarla más que nada en el mundo la traicionara, y no llevaba tanto tiempo en Redhawke, con él y Mick, para aceptar completamente que ellos no eran para nada así. La simple lógica tenía sentido, pero seguía doliendo. —De ninguna de las maneras traería aquí a tu padre o te daría a él — dijo fríamente. Ella se encogió de hombros y empezó a caminar de nuevo. —De verdad que quiero creer eso, Jonas, pero no eres precisamente previsible, ya sabes. Continuaron en silencio. Ella parecía tranquila, pero Jonas bullía. Exigió su mano, lo que calmó a su lobo, así que se negó a soltarla cuando ella le dio tirones. —Tú significas todo para mí. Tú y Mick. Los tres debemos estar juntos. Lo sabes. Había un claro en los árboles y él vio su patio trasero. Ella le hizo detenerse en la línea de árboles. —Tal vez sí. No voy a fingir que puedo manejar esto. Pero lo intentaré. Quiero intentarlo, Jonas, si tú no me dejas afuera. No puedo soportarlo. No me trates como si fuera una niña que no puede soportar la realidad. —¿Y si yo opino que ya has soportado la suficiente maldad en tu vida? Ella sonrió. —Sobreviví a eso, ¿verdad? No hay manera de evitarlo. —No me pidas que pretenda que tu vida ha sido normal, Harper. No puedo hacerlo. Ella suspiró. —No es como si estuviera quejándome y lamentándome y gimoteando sobre eso, ¿sabes? Si yo he seguido con mi vida, ¿por qué sigues sufriendo tú por ello? Él la detuvo en la mesa de picnic, la colocó en el borde y se situó entre sus piernas. Ella las abrió para hacerle espacio, deslizando sus manos sobre su pecho y él sintió que se le abría una rendijita en el corazón. —¿Por qué? —meditó sobre ello brevemente mientras recorría con el dedo las pecas sobre su nariz—. Eres mía. Me jode saber que no pude mantenerte a salvo. —Ni siquiera me conocías —dijo suavemente, su voz calmante. Él se encogió de hombros. —Cariño, en realidad eso no importa. Es como me siento.

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Hechizo de luna 2 No pudo resistirse a tocarla, así que sus manos se deslizaron bajo aquel estúpido suéter de cuello alto. Con las palmas abiertas, sus dedos fueron subiendo. A cada pulgada los ojos de ella cambiaban, enturbiándose por la lujuria. Su aliento se detuvo cuando finalmente alcanzó sus senos y sopesó firmemente su peso. —Mi hermano... —no acabó la frase. —Lo he enviado con un miembro de la manada. Están dándole el gran tour. —Le mordisqueó el cuello a la par que empujaba el sujetador hacia abajo para acariciarle los pezones—. Luego cena. No lo veremos en un rato. Le levantó la camiseta y miró la tentadora carne que había dejado expuesta. Con el aire frío se le puso la piel de gallina, sus pezones volviéndose dos puntos duros que suplicaban que se los chupara. Se inclinó y se metió uno en la boca, sosteniéndola con una mano en su espalda. Escuchó que se acercaba Mick, su olor fuerte y excitado, su polla marcándosele en los pantalones tejanos cuando Jonas miró al otro lado de la mesa para encontrarse con su mirada. —Deberíamos continuar esto adentro —dijo Mick. —Mmmm. —Gimió antes de soltar el pezón con un pop—. Sí. Se la echó al hombro como un bombero, sonriendo cuando ella empezó a reírse. Y entonces le agarró el culo. La muy descarada. —Puedo caminar. Su voz era ronca, irónica, y muy satisfecha. Él no la bajó hasta que subieron las escaleras de la casa y recorrió el pasillo que conducía a su dormitorio. Allí la soltó en la cama. Riéndose, se puso a cuatro patas, caminó hasta el borde, y saltó, lanzándole la mirada más sensual que jamás había visto. Ay, mierda, estoy en un lío. Se quedó completamente quieto, temeroso de moverse mientras ella daba vueltas a su alrededor, recorriéndole con una mano el pecho a la par que caminaba alrededor de su cuerpo. Cuando se detuvo delante suyo, tiró del borde de su camiseta y lo miró fijamente hasta que él cooperó, se la sacó y la tiró a un lado. Entonces ella se inclinó hacia adelante, colocando las manos en su estómago plano y le lamió un pezón. Se lo mordisqueó. Levantó las manos para sujetarla, y ella se retiró de golpe. —No —dijo firmemente—. Es mi turno. Sentándose en el borde de la cama, se sacó las botas y calcetines, seguido de la camisa. Sus tejanos. Hasta que le quedó sólo el sujetador y las bragas. Él siguió plantado en su sitio, con la mirada chocando con la de Mick, que estaba cómodamente apoyado en la pared de atrás. Mick, quien no parecía para nada sorprendido por el nuevo descaro de su compañera. ¿Lo habían planeado entre los dos? Estaba a punto de exigir una respuesta

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Hechizo de luna 2 pero de repente ella estuvo frente a él de nuevo. Tocándolo, explorando. La mirada en su cara era tan arrebatada que tuvo miedo de respirar. —Siempre me he preguntado —dijo con un susurro falto de aire, besando por donde pasaba, hacia abajo— el sabor que tiene una polla. Cayó de rodillas. Entonces desabrochó el botón de sus tejanos y descansó los dedos en la cremallera. Miró hacia arriba con los párpados pesados, la mirada un poco insegura, pero muy excitada. Pidiendo permiso. Fue malditamente difícil no ordenarle que lo desabrochara, no insistir en que se lo metiera en la boca. Era el calor entre ellos lo que la había llevado a este punto. No podía creer que estuviera realmente lista para ello. Sus garras le atravesaron las palmas y las obligó a retraerse. —No tienes que hacerlo, Harper —logró soltar. —Pero, ¿y si quiero? —Sus dedos dieron un pequeño tirón. La cremallera bajó un centímetro—. Si yo te pertenezco, ¿entonces tú me perteneces? Volvió a tirar un poco de la cremallera, exponiendo la hinchada punta de su polla. Ella se inclinó y dio un largo lametón. —Sí —siseó. En vez de tomarlo en su boca, miró otra vez hacia arriba. —¿Sí, la quieres en mi boca o sí, tú también me perteneces? Lo estaba matando. ¿Quería hablar ahora de la naturaleza del emparejamiento? —Las dos cosas —dijo entre dientes apretados. Y si no era pronto, la iba a estrangular luego por atormentarlo. Pero ella le volvió a sonreír de esa manera tan incitante, cuidadosamente bajó el resto de la cremallera y con sus manos apoyadas en las caderas de él, le empezó a bajar los pantalones lentamente. Se le atascaron en las rodillas y por mucho que quisiera quitárselos, no iba a moverse de donde estaba, joder. De acuerdo, Harper. ¿Y ahora qué? No tenía ni idea de lo que le había entrado, pero le gustaba. Le gustaba un montón. Especialmente le gustaba mirar arriba y ver esa mirada aturdida, salvaje y apenas sin control en la cara de Jonas. Todo iba según el plan. De camino a su casa había comprendido que el problema con Jonas era el control. Tenía demasiado, y lo usaba para ocultar sus emociones. El control le evitaba tener que decirle a Mick cuánto lo amaba. Le ahorraba decirle a ella que... bueno, todavía no estaba segura. El único modo de realmente alcanzarlo era hacerle perder el control. Esperaba poder manejar lo que se desataría si tenía éxito.

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Hechizo de luna 2 Una cosa de la que estaba segura era que no iba a volver a su antigua vida. Estéril y fría, llena de gente que se odiaba entre sí en silencio. De ninguna manera. Y no iba a dejar que Jonas creara un pequeño microcosmos y la encerrara en él. Con la decisión tomada, le agarró las caderas, se inclinó hacia delante y puso la lengua en la parte más baja de su erección y lamió. Tenía un sabor masculino y salado. Sabía a impetuoso bosque. Lo lamió de nuevo, esta vez más lentamente, explorando las marcas de la dura piel, buscando y saboreando las venas que sobresalían. Las manos de él se tensaron en su nuca, urgiéndola, hacia la cabeza. Ella siguió su guía, y él movió sus manos para agarrarla de los hombros. Su lengua continuó. Primero chupando alrededor del glande, luego yendo a la raja, tomando la gota preseminal al hacerlo. Él dio un tirón cuando le tomó la punta de la polla en su boca y chupó. —Dioses, Harper. Así. Ella dejó que los labios se deslizaran, tomando su polla en la boca antes de salirse lentamente, chupando mientras lo hacía, enroscando la lengua bajo la piel justo de debajo de la cabeza de la polla. Jonas gimió cuando volvió a tomarlo, esta vez hasta la mitad. Sus manos siguieron descansando sobre los muslos de él y volvió a repetir la acción, una y otra vez. A él le temblaron los músculos, pero no se movió. No empujó en su boca. No la agarró del pelo con su puño. Seguía demasiado bajo control. Puede que no tuviera experiencia, pero había leído. Un montón. Deseaba complacerlo, romper el control sobre sí mismo. Deslizó una mano para ahuecarle las pelotas. Las apretó y toqueteó más fuertemente cuando él la recompensó con un gemido crudo. Ella meneó más rápidamente la cabeza. Y finalmente su control empezó a menguar. Ambas manos le agarraban el pelo y sus caderas empezaron a sutilmente empujar hacia ella. Pero quería más. Mucho más. Lo tomó más profundamente. Permitiendo a sus dientes arañar ligeramente la sensible piel. Los dedos de él apretaron el agarre en su cabeza, la guiaron más rápidamente y ella tarareó ante la exquisita sensación de satisfacción. Le clavó las uñas en el culo cuando él intentó ir más lento, profundizar menos los empujes y separarse, y con un gruñido aquel infame control saltó por los aires. Le folló la boca. Fuerte. Rápido. La punta de su polla golpeaba la parte trasera de su garganta. Hasta que finalmente se corrió, rugiendo al aire, disparando semen por su garganta mientras la sostenía para mantenerla quieta y que lo tomara todo. Con un gran temblor su agarre se fue soltando, pero se mantuvo rígido mientras ella dejaba que su polla flácida se deslizara de su boca. Lo lamió, limpiando lo último de su semen,

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Hechizo de luna 2 adorando la forma en que su polla se meneaba al tocarla aunque se acababa de correr. Adorando su sabor. Adorando la manera en que le había hecho perder el control. Cuando alzó la mirada, él todavía tenía una expresión de sorpresa, así que no pudo evitar sonreír. Tiró de ella hasta ponerla de pie, pero fue el gruñido detrás de ella el que la hizo sobresaltarse. Mick se apretó contra ella, así que estaban hechos un sándwich. Dos cuerpos duros encerrándola, el de detrás de ella completamente inflamado. Gimió, la excitación recorriéndola de arriba abajo, cada poro sintiéndose eléctricamente vivo. Jonas tomó su boca mientras que la polla de Mick se apretaba contra la parte baja de su espalda. Le mordió la nuca a la par que sus manos se deslizaban hacia su parte delantera, reclamando sus pezones con pellizcos que estaban justamente en el lado bueno del dolor. Jonas bajó su mano por su cuerpo, empujando dos dedos dentro de su coño sin aviso previo, haciéndola arquearse contra él y romper su beso con un grito. Estaba mojada. Deseosa. No había manera de disimularlo, y ni lo intentó. Los deseaba. A ambos juntos, a la vez, comprendió, con una sacudida y presionando a su vez y restregando el culo contra Mick. —Ah, corazón —murmuró—. Confía en mí, pronto iremos a eso. Sus dedos se tensaron en sus pezones mientras le iba besando por los hombros. —No lo bastante pronto —se quejó ella. Un fuego iba creciendo en su interior, tan caliente que amenazaba con barrerla. Jonas retiró sus dedos, recorriendo lentamente el camino hacia su entrada trasera, y ella se paralizó, aguantándose la respiración por la anticipación que sentía recorrerla. Empujó un dedo empapado con sus jugos suavemente contra su abertura, jugueteando. No satisfizo su necesidad hasta que ella hizo un sonido casi como un gruñido y se empujó contra él. Él metió un dedo hasta el nudillo y eso la maravilló tanto que abrió los ojos de golpe. ¿Cuándo los había cerrado? No lo recordaba. La observó, su mirada cubierta, hambrienta e intensa. Entonces metió el dedo más adentro, añadió un segundo y ella sintió la primera resistencia de su cuerpo. —Estás tan estrecha, cariño —susurró, inclinándose para darle un beso rápido—. Tienes que relajarte. Ella asintió, no podría hablar ni que su vida dependiera de ello, y se concentró en relajar los músculos, aceptándolo. Los deseaba a ambos. Los deseaba así. Jonas sonrió y la alabó, sus dedos introduciéndose más adentro de su entrada trasera.

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Hechizo de luna 2 —Así, así. Mick movió una mano hacia abajo, e introdujo sus dedos en su coño lo suficiente como para producirle más crema antes de restregarlo sobre su clítoris. Y así de golpe se corrió, una fuerza motriz de placer que la consumió por completo, y ni se dio cuenta de que se habían movido. No lo notó hasta que parpadeó y se encontró sosteniéndose con las manos, inclinada sobre la cama con Jonas detrás de ella. Sus manos le acariciaron la espalda, sus costados, recorriéndole cada monte y valle hasta rozarle el ano. Gimiendo, se movió contra él. Silenciosamente le exigía hasta que él se rió, hasta que le dio un dedo y la mantuvo quieta. Ella tembló por la necesidad reprimida. —Cariño, no creo que hayas hecho esto antes. Ella jadeó cuando él hizo un movimiento lento de entrar y salir. —No. —Hmmm —murmuró él. Harper oyó un sonido como de apretar algo. Entonces él le fue metiendo un segundo dedo, esta vez más fácilmente que antes. Lubricante. Sus dedos iban metiéndose, estirándola un poco. Ella comprendió que la estaba ensanchando. Se aguantó la respiración, el deseo crecía, pero entonces él se retiró, y volvió a oír el ruido de antes. Se sentó junto a ella, totalmente controlado de nuevo. Su rostro estaba calmado, sus ojos ardían pero no exigían. Sintió a Mick detrás de ella, intentó girar la mirada pero Jonas se inclinó y tomó sus labios. La mano de Mick presionó contra la parte baja de su espalda, empujándola hasta que rompió el beso y apoyó la parte alta de su cuerpo en la cama. Jonas hizo que separara las rodillas, y Mick apretó algo duro y frío y resbaloso contra su culo. Ella levantó los ojos y se encontró con los suyos. No era la polla de Mick lo que se apretaba contra ella, en ella. Jonas sonrió. —Relájate. Te dolerá más si no lo haces. ¿O quieres que probemos en otro momento? —Jonas hizo el ofrecimiento, pero había algo en su mirada que sugería que era una prueba. Se mordió el labio y meneó la cabeza. Entonces la invasión aumentó, lo suficiente como para arrancarle un jadeo y una mirada asustada—. Es un plug anal, cariño. Todavía no puedes tomarnos a ninguno de los dos. Necesitas... que te estiremos. Cuando él lo exponía así, ¿de verdad quería hacer eso? Diablos, sí. Se esperaba que doliera al principio. Pero sabía que ellos deseaban hacerle sentir placer así que si iba a ser sólo dolor ellos no lo harían, ¿verdad? Así que asintió, en cierto modo obligando a sus músculos a relajarse. —Hazlo —susurró. Mick no se esperó a otra invitación. Empujó hacia adentro, rápido y seguro, provocándole un jadeo de dolor cuando atravesó el anillo de

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Hechizo de luna 2 músculos no acostumbrados a tal invasión. Pero cuando estuvo en su sitio, la incomodidad desapareció. Unas manos la colocaron suavemente en la cama de lado, y Mick se tumbó junto a ella, apoyado sobre un codo. —¿Mejor? No podía contestarle. Sólo asentir porque el plug comenzó a vibrar. Sonriendo, él la puso de espaldas y se inclinó sobre ella. Estaba tan concentrada en las malvadas intenciones que se veían en su cara que no notó que Jonas estaba a su otro lado hasta que se inclinó y le chupó un pezón. Empezó suavemente y poco a poco, pero en segundos tenía ya los dientes clavados fuertemente. Ella levantó la mano para retorcerle el pelo, sujetándolo contra sí. Dioses, ¿quién hubiera dicho que un poco de dolor podía ser tan bueno? Arqueó la espalda para darle acceso, silenciosamente suplicándole más. Apretó con fuerza los ojos hasta que sintió la misma sensación en el otro pecho, esta vez por unos dedos en vez de por dientes. Mick se inclinó lentamente para besarla, un gruñido bajo retumbando en su pecho. Sus labios en los de ella eran tan suaves, tan dulces, tan opuestos al resto de sensaciones inundando su cuerpo que cuando la mano de alguien se movió para ahuecarle su montículo, para empujar dedos en su coño, se corrió de golpe. De repente. La lengua de Mick empujó en su boca mientras ella gritaba, su gran cuerpo retorciéndose contra ella a la par que le metía la polla. Ella tembló. Se consumió. Entonces se corrió otra vez, su canal estrujando hasta que él gimió y se salió. La hizo rodar hasta ponerla de rodillas, y sin avisarla se clavó en ella desde atrás. La sensación de plenitud en su culo aumentó y las vibraciones incluso lo hicieron mejor. De ninguna manera se podía luchar contra ese placer. No había modo de sobrevivirlo, incluso. Se rindió y se convirtió en una criatura que no era nada más que sensaciones. Nada excepto goce. Él la hizo sentir cada microsegundo de ello hasta que estuvo segura de que no iba a sobrevivir. Hasta que estuvo segura de que realmente podría tener una sobredosis de placer. Lo sintió hacerse más duro, sus golpes más rápidos, su rugido le llenó los oídos y con una liberación final ella literalmente vio las estrellas. Su sobrecargado cerebro se apagó de golpe y se dejó caer en la cama. Minutos más tarde cuando finalmente pudo entreabrir los ojos, ambos estaban inclinados sobre ella, con la misma expresión de preocupación. Había desaparecido el plug. Su cuerpo se sentía saciado y pesado y completo y juró que no se iba a volver a mover nunca más. —¿Qué? —preguntó adormecida. —Estás bien. —La voz de Jonas estaba llena de alivio.

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Hechizo de luna 2 Al final encontró la fuerza para estirar los brazos por encima de su cabeza, arqueando la espalda para soltar esos músculos. —Oh, sí. No me voy a mover durante una semana, pero estoy perfecta. Él entrecerró los ojos y eso hizo que el sexo de ella diera un tirón. —Fue una idea muy mala poner a prueba mi control, cariño. —¿Sí? Pues yo pensaba que había acabado bastante bien —dijo satisfecha consigo misma. Él gruñó, su expresión adusta, pero parecía demasiado satisfecho como para seguir insistiendo. Ella le rodeó el cuello con sus brazos. —¿Tal vez el control está sobreestimado? —Todavía no. Él se separó de sus brazos y se sentó, mirándola malhumorado. Observándole la cara, la mirada de él pasó al resto de su cuerpo, deteniéndose en su estómago. La punta de sus dedos rozaron las difuminadas cicatrices de allí antes de que sus dedos hicieran lo mismo. Ella contuvo el aliento, intentó apartarlo pero él no se movió ni un poco hasta que hizo lo mismo con todas. Se sentó, su mirada bajó hasta sus muslos y los labios de Mick continuaron allá donde Jonas se había detenido. Jonas no habló hasta que Mick levantó la cabeza. Sus ojos se veían fríos y decididos. —Esta es una historia que obtendremos de ti, Harper. Ella intentó apartarse de entre los dos, para evitar tener que delinear una imagen de sí misma como débil y dañada, pero ellos la recolocaron fácilmente en su sitio. Suspiró. —Fue hace mucho tiempo. Me interpuse entre él y un caballo que lo había fastidiado. —¿Quién, Harper? —Ya lo sabéis —susurró. ¿Por qué insistían es que reviviera aquello?—. Mi padre. La historia se le escapó contra su voluntad. Había sucedido un bonito día de verano, su última semana en el instituto y sentía que la libertad estaba a su alcance. Planeaba ir a la universidad aquel otoño, ignoraba los planes de su padre y de los entramados que la forzarían a quedarse. Había sido aquella libertad, aquel sentimiento de que iba a romper con todo, lo que la envalentonó a dar un paso y protestar cuando él había levantado la fusta contra el caballo. Él sencillamente transfirió su furia hacia ella. Le llevó semanas recuperarse. Semanas que vieron sus torturas emocionales enfocadas más y más en Dane y supo que cuando llegara el momento en otoño, no podría abandonar a su hermano.

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Hechizo de luna 2 —Voy a matarlo —dijo Jonas, suavemente, pero con tanta rabia que la asustó. Y la enfureció. Liberándose, saltó de la cama y los miró furiosa con las manos puestas sobre las caderas. Estaba un poco sorprendida de que la hubieran dejado ir, pero tan cabreada que no le importó. ¿Por qué estaban intentando destrozarle su nuevo comienzo, reviviendo el pasado? Había estado asustada, pero obviamente eso no era un problema. ¿O es que no habían notado que gritaba hasta quedarse muda de placer cada vez que alguno de los dos la tocaba? Lo que era peor, Jonas no podía ir tras su padre. No podía ni pasársele por la cabeza. Era el brujo más poderoso que conocía, tal vez de su generación. No le daba miedo usar magia negra y disfrutaba mucho de hacerla sentir miserable. Y matar a Jonas sería como arrancarle el corazón. Tenía que detener esa locura antes de que echara raíces. Pero antes de poder echarles la bronca, antes de organizarse las ideas y echarles el par de gritos quería, oyeron aporrear la puerta de entrada, que se abrió de golpe.

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Capítulo 10

—¡Harper! Maldición. Justo lo que necesitaba. Su hermanito sobreprotector uniendo fuerzas con sus dos compañeros sobreprotectores. En ese momento se dio cuenta que estaba desnuda. Y unos pasos sonaban en las escaleras. Se puso la primera cosa que encontró —la camisa de Jonas— y lanzó dos pares de vaqueros sobre la cama. No esperó para ver si ellos se habían vestido antes de abrir bruscamente la puerta, esperando encontrar a Dane en el pasillo. Sin suerte. Estaba al otro lado de umbral, con el puño levantado para tocar, su cara de un rojo furioso. Él estiró la mano y la sujetó con fuerza. —Gracias a Dios —refunfuñó—. ¿Estás bien? —Desde luego. —Se liberó de su agarre y frunció el ceño—. ¿Qué pasa? Él negó con la cabeza, mirando por encima de ella y viendo a Mick y Jonas, quienes, notó cuando se giró, esperaban vestidos con solo vaqueros. Sintió un poder incrementarse, notó que era el de su querido hermano y lo golpeó directamente en el pecho para llamar su atención. Él se frotó el punto donde lo había golpeado, mirándola hacia abajo con una expresión sorprendida. De acuerdo, tal vez lo había golpeado más fuerte de lo que había pensado, pero… Le pinchó el pecho. —Están prohibidos. —¿Seguro, hermanita? Lo sonrió tensamente. —Míos. Se sorprendió a sí misma por su vehemencia. Podría acostumbrarse a estas cosas de hombres lobo, donde la posesividad no era considerada una falla en el carácter. Mirando sobre el hombro notó la sonrisa aprobadora de Mick. Eso tampoco estuvo mal. Empujó a Dane fuera de la entrada, hacia las escaleras. —Creí que ibas a cenar. —Me distraje.

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Hechizo de luna 2 Eso fue casi un gruñido, pero la ira en su tono era real, lo llevó a la cocina, abrió el refrigerador y sacó cuatro cervezas todavía unidas en el anillo de plástico. No debería darle una cerveza a su hermanito menor de edad, pero reconoció la mirada en sus ojos. Sabía que había tenido una visión que lo había asustado y todavía lo tenía atrapado. Negó con la cabeza por la mueca desaprobatoria de Jonas cuando le tendió la cerveza a Dane. Demonios, a los dieciocho él era más grande que la mayoría de los treintañeros que conocía. Lo arrastró hacia una silla. —Dime. Él se sentó, silencioso, su nuez subiendo y bajando mientras se controlaba. Entonces abrió la cerveza y tomó un gran trago. —¿Dane? —Él viene. —Pero ya sabías eso, ¿verdad? —le dijo suavemente. Eso era por lo que él se había quedado en los alrededores cuando era tan peligroso para un brujo quedarse en territorio de hombres lobo. Sus ojos estaban atormentados. —Esta vez va a matarte —susurró. Ella reprimió su reacción inmediata. Se encargaría del terror más tarde. Tomando la mano de su hermano, se concentró en su cara, enfocó su poder en su voz. Convincente. Segura. —No, no lo hará. De ningún modo Mick y Jonas dejarán que eso pase. —Harper. —No —dijo bruscamente—. Eres bueno, pero eres joven. No tienes un control perfecto. Lo sabes. Por millonésima vez en su vida deseó que fuera un don, una carga que pudiera quitarle a su hermanito. La mesa era grande y redonda, probablemente capaz de acomodar a ocho hombres. Impresionante, considerando el tamaño de la mayor parte de los hombres en Redhawke. Se sentó junto a Dane con Jonas del otro lado y Mick tomó una silla detrás de ella. —Háblanos sobre tus visiones —dijo Mick suavemente, pero no había lugar a dudas de que era una orden. La cabeza de Dane se levantó rápidamente para mirarlo fieramente. La desconfianza natural de un brujo disputaba con su necesidad de conseguir cualquier ayuda posible para proteger a su hermana. Harper abrió la boca para intervenir, pero Mick le apretó la mano y negó con la cabeza. Tendría que salir de Dane, y Mick no le permitiría esconderse detrás de su hermana. Eso impediría el crecimiento del chico que estaba a punto de hacerse hombre.

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Hechizo de luna 2 —Son destellos de imágenes. Como instantáneas. —¿Y no son siempre exactos? Dane suspiró. —No. Pero la mayor parte del tiempo soy certero. Tal vez el ochenta u ochenta y cinco por ciento de las veces. —Pero es muy probable que te equivoques conmigo —señaló Harper. El asentimiento de Dane fue renuente. —La emoción puede nublar las cosas. Más valía que eso fuera cierto, porque nadie iba a poder dañar a Harper nunca más. Ni siquiera la muerte se la quitaría. —¿Qué has visto? —peguntó Jonas, mirando a Harper—. Cariño, ¿por qué no vas a arreglarte? Mick gimió para sí. La sugerencia de Jonas era una orden y Harper no iba permitir que la obligaran a seguirla. Tal vez unos días antes sí, pero no ahora. Mick se preguntó brevemente si Jonas se daba cuenta de cuánto había cambiado y se había abierto en unos pocos días. Esa conversación tendría que esperar para después. —No voy a ir a ninguna parte. Si quisiera que otra persona controlara mi vida, se exactamente a donde ir. Jonas gruñó. Mick la sujetó por la nuca y chasqueó los dientes como advertencia para evitar que se metiera en más problemas. Dejarlos no era una opción. Nunca. Ella puso los ojos en blanco. —¿No acabo de decir que no me iba a ir? Sus palabras calmaron a su lobo, pero su actitud antagónica lo excitó. —Sigues presionando, cariño —gruñó. No creía que ya estuviera lista para jugar el tipo de juegos que estaba provocando. Dane se aclaró la garganta y la atención de todos regresó a él. —La visión. Es pronto. Probablemente esta noche. Tenemos que sacar a Harper de aquí. —No. Irá tras de mí adonde quiera que yo vaya. He herido su orgullo. Dane se puso algo verde y Mick se apresuró a tomar el cesto de la basura. Mejor que vomitar sobre sí mismo y la mesa, pero cuando se lo tendió, Dane negó, recomponiéndose. —Entonces sabemos cuándo. ¿Sabes dónde? Dane miró alrededor. —Aquí.

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Hechizo de luna 2 Jonas gruñó y se puso de pie. Mick podía suponer lo que estaba pensando. ¿El maldito brujo iría tras su compañera en su territorio? Estúpido. Pero suerte para ellos. Jonas controló su ira inicial y se giró para encontrarse con la mirada de Mick. Definitivamente estaban pensando lo mismo. —¿Por qué crees que es esta noche? —preguntó Jonas. Dane se giró y señalo la ventana encima del fregadero. —Porque en la visión puedo ver la luna casi llena, en esa ventana. Y si el informe del clima es correcto mañana estará muy nublado para verla. Qué bien. Tal vez el chico era más listo de lo que aparentaba. Mick nunca se molestaba en revisar los reportes del clima. Su lobo le alertaba de cambios inminentes. Una tormenta se acercaba, probablemente después del amanecer, y aún no estaba lo bastante oscuro. — Tenemos que llevarte a la casa del Alfa —le dijo a Harper. —¿Qué? No. Es a mí a quien quiere. —Y no te conseguirá. Necesitamos un lugar donde sepamos que no estás en peligro —gruñó Jonas. Ella levantó la barbilla, la obstinación irradiaba de su tenso cuerpo. —Necesitáis mi ayuda. Dane es un vidente, pero no es bueno para lanzar hechizos y Liza aún no es lo suficientemente buena. Así que estáis atrapados conmigo. Jonas gruñó y volvió a caminar de arriba para abajo. Pensando. Desafortunadamente, llegó a la misma conclusión a la que Mick había llegado. Ella tenía razón. Pero mierda, no tenía porqué gustarles. —Yo tampoco me voy —dijo Dane beligerantemente. Mick suspiró. Al parecer, la cabezonería era algo genético. —Al menos soy bueno con el fuego —añadió mirando fijamente a Harper. Por lo poco que había visto, suponía que Harper protegía a su hermanito del peligro tanto como era posible. —¿Es por eso que Liza me envió aquí? —sonó una voz arrastrada detrás de ellos. Jonas giró para ver a Zach holgazaneando en el marco de la puerta detrás de él. Grandioso. Justo lo que necesitaban añadir, el imbécil. Zach era molesto en sus mejores días, hostil el resto del tiempo. —¿Por qué te enviaría a aquí? —preguntó Jonas. Zach se encogió de hombros y entró a la cocina. —Dijo que tenía un mal presentimiento y quería que vigilara a Harper. Un día de esos Jonas iba a ceder al impulso de patear el trasero de su Beta, pero primero tenían que eliminar el peligro de Harper. Suponía que

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Hechizo de luna 2 por la expresión de Mick, había decidido ceder en su exigencia de quedarse. Al igual que ella, no lo había pensado detenidamente. Él era un sanador, nunca mataba a menos que estuviera en medio de una batalla. Jonas no era tan reservado. Ellos pensaban solamente en apalear al villano de la historia, no en lo que era necesario para deshacerse de él para siempre. Caminó fuera, pasando a Zach quién lo siguió y cerró la puerta tras de sí. —El chico dice que tuvo una visión. Después de todo, el padre de Harper no está dispuesto a dejarla ir. —¿Le crees? —Sí. —Por desgracia—. Si el niño tiene razón, se presentará esta noche. La expresión de Zach cambió, de depredadora a divertida, en medio segundo. —El niño tiene un nombre. Jonas resopló. ¿Tenían tiempo para manifestar lo obvio? —Lo que sea. Los necesito fuera de aquí. A los tres. Técnicamente, Jonas sobrepasaba en jerarquía a Mick, pero bajo esas circunstancias Mick no seguiría la orden si se la daba, y por lo que significaban el uno para el otro, Jonas estaba renuente de forzarlo. Zach, por otro lado era el Beta. Ni siquiera Mick podía ir contra sus órdenes. Zack asintió. —Y luego esperamos a su padre. Jonas asintió. —Trae también a Gaby y Ethan. Y pon un par de patrullas extra en mi casa. Zach le lanzó su teléfono a Jonas y lo dejó afuera para hacer las llamadas mientras él regresaba a la cocina. Jonas salió de la casa y buscó en el directorio telefónico. Escuchó voces gritando dentro, pero no podía distinguirlas. Unos minutos después, todos estaban fuera, y le dio la espalda a la mirada enojada de Mick. Debería haber sabido que no se libraría tan fácilmente. Olió que Zach, Harper y Dane se habían alejado, pero sabía que cuando terminara la llamada Mick estaría ahí esperándolo. Sabiendo que no podía retrasarlo más, cerró el teléfono y se giró para enfrentarlo. Mick caminó hacia el frente, y se paró a centímetros de Jonas, un gruñido retumbando en su pecho. —También es mi compañera. No deberías intentar detener a nadie de proteger lo que es suyo.

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Hechizo de luna 2 —No —Jonas cerró la distancia entre ellos, levantando las manos para acunar la cara de Mick— ¿Pero quieres que ella mire mientras mato a su padre? ¿Hay otra manera de mantenerla segura? —El cuerpo de Mick se sacudió con fuerza, pero no se hizo para atrás—. Mick, cariño, déjame hacer lo que tengo que hacer sin preocuparme por ti —le suplicó. Los ojos de Mick brillaron en la penumbra de la tarde. —¿Crees que no soy capaz? ¿Crees que no puedo ayudar? Jonas suspiró. —Creo que va contra tu naturaleza. Creo que te comería vivo. Y me haría sentir… inferior. Por no protegerte a ti también. ¿Cuándo había sido la última vez que fue tan honesto? ¿Alguna vez lo había sido? Le sorprendió lo fácil que era, sencillamente dejar todo expuesto. Apoyó su frente contra la de Mick. —Necesito que te mantengas de una pieza —susurró. Finalmente, finalmente Mick lo tocó. Sus brazos se alzaron, rodearon la cintura de Jonas y lo atrajeron contra él. —No te vas a escapar por no discutirlo conmigo. No había ningún “pero” en su voz, y Jonas dio un gran suspiro de alivio. Mick se iba a ir. —Alguien tiene que cuidar a Harper, y yo tengo que estar concentrado en otra cosa. Lo sabes. —Aunque, no pudo evitar probarlo—. ¿Podrías hacerlo realmente? Mick se enfrió hasta en su olor. —Si eso significa protegerte a ti o a ella, sí. —¿Y si no quiero que tengas que tomar esa decisión? ¿Vale algo? Mick sonrió, lento, tierno y sensual. —Cariño, llegará el día en que tendrás que dejar que alguien cuide de ti. Esas palabras le hicieron algo a Jonas. La promesa sensual. La orden exigente. Susurró: —Tal vez. Pero, por ahora, necesito que te vayas. —Se inclinó y besó a Mick. Todo dientes, lengua y mordidas—. Mantente a salvo. Mantenla segura. Y déjame hacer lo mío. Mick no lo dejó ir tan fácilmente. Le mordió con fuerza el labio inferior. —Vamos a hablar de esto de nuevo. Olió que Zach regresaba y quiso a Mick lejos. A salvo. —Ve.

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Hechizo de luna 2 No estaba contento, pero se giró para irse. Jonas miró hasta que desapareció en la oscuridad creciente, Zach permaneció a su lado. Después Gaby y Ethan entraron en el patio. Ambos irradiaban tensión. Zach suspiró. —Los dos. Ni una palabra. Gabby sonrió burlonamente, y la ansiedad pareció dejarla. —¿Cuál es el plan? —Vas a ser un señuelo. Ethan se tensó, sus ojos que brillaron con un amarillo de lobo, pero asintió. Aún si la reclamaba, ella era una teniente dentro de la manada, y seguiría siéndolo. De cerca no se parecía en nada a Harper, pero eran de la misma estatura y tenían complexiones similares. El padre de Harper no se daría cuenta que había ido tras el blanco equivocado hasta que fuera muy tarde. Se les había ordenado a las patrullas dejar colarse al hombre o hacerle creer que lo había hecho. Probablemente usaría magia en la puerta de entrada y para encontrar la casa de Jonas, así que los guardias de la entrada no habían sido advertidos. Jonas se sentía un poco mal por eso, pero no podían accidentalmente delatar un plan que no conocieran. Ahora era solo cuestión de esperar, y él no era otra cosa que un lobo paciente. Si hubiera estado en su forma lupina, sus labios se hubieran abierto en un gruñido. Este era uno que estaba ansiando asesinar. El plan fue puesto en acción. Horas después podía ver a Gaby a través de la ventana pretendiendo ser Harper, perdiendo el tiempo en la cocina. Podía oler a los otros en el bosque —sus refuerzos por si las cosas salían mal. No los necesitaría. De su lado tenía la determinación y la fría furia. Levantó el hocico para revisar el ángulo de la luna, casi era la hora. Pero los minutos pasaron hasta que el lobo que algunas veces era Jonas pensó que la visión de Dane había sido incorrecta. El lobo se puso inquieto, y después agitado cuando repentinamente algo se sintió incorrecto en el bosque. Demasiado tranquilo. Hubo un aullido de Ethan — que se detuvo demasiado rápido como para no indicar otra cosa que no fuera inconsciencia o muerte. Con lo dientes descubiertos, se arrastró hacia delante desde su escondite en los árboles, sus agudos ojos de lobo abarcando el espacio abierto. Mirando y esperando que el brujo se mostrara. El único movimiento fue de Zach, que se agachó cerca de los arbustos de la casa. Sintiendo que algo se acercaba desde su izquierda se detuvo en seco. Sus músculos se tensaron, listos para saltar ante cualquier ataque o amenaza. Cuidando de moverse poco, de manera natural y sin notarse,

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Hechizo de luna 2 giró la cabeza en esa dirección, manteniendo sus párpados entornados en pequeñas rendijas para evitar delatarse. El brillo de los ojos de un hombre lobo no podía confundirse con nada. No vio nada más que una oscuridad donde debería haber árboles, y apenas reprimió un aullido de triunfo. El brujo estaba encubierto, o lo intentaba, pero no podía ocultarse de Jonas. No podía ocultarse de la justicia. El lobo se acercó, todavía cuidadoso, pero ahora moviéndose más rápido. El brujo estaba muy lejos para saltarle encima. Aún. La oscuridad avanzó, sin cuidado conforme se acercaba a la casa. No notó el lobo que se acercaba a su espalda. Pero otro lobo había sido visto. La oscuridad se solidificó por un momento y Zach rodó justo a tiempo para evitar el golpe de energía que brotó de las manos del brujo. Entonces Alexander se volvió casi invisible otra vez. Jonas saltó a su espalda, preocupado solo fugazmente mientras clavaba sus dientes en la oscuridad. La ilusión cayó tan rápido que Jonas casi pierde su agarre, desorientado. La vacilación casi le cuesta todo. Se asombró por la fuerza del brujo quien se dejó caer desesperadamente para quitárselo de la espalda. Después solo hubo un grito humano de dolor cuando los dientes de Jonas se cerraron sobre su yugular. Nada más que el sonido burbujeante de la muerte cuando la destrozó. Cambió de forma cuando soltó al brujo. Escupió la sangre de su boca y se la quitó con el dorso de la mano. Zach se le unió mientras Gabby salía corriendo de la casa, temblando y en pánico. —¿Ethan? No olía en el aire la muerte de Ethan, pero eso no significaba que no estuviera en problemas. —Lo encontraremos. Ve por Mick. Ella se fue por el camino. Zack apuntó con su cabeza hacia donde los árboles eran más densos. —Por aquí. Solo les tomó unos minutos encontrar a Ethan. Estaba inconsciente, pálido pero respirando. Jonas se lo cargó sobre un hombro y siguió a Zack de vuelta a su casa donde una muchedumbre se había juntado dentro. No estaba sorprendido de que Gabby y los otros se hubieran reunido en la casa. Jonas lo llevó a la sala y lo recostó en el sofá, donde Elspeth se acercó a revisarlo. —Derribado por una ráfaga de magia. Estará bien en unos días —le dijo suavemente a Gabby, quien estaba arrodillada a su lado tomándolo de la mano y negándose a moverse—. Estará más cómodo en su casa, en cama. Jonas dio un paso adelante para levantarlo otra vez, pero Zach y Caleb lo detuvieron.

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Hechizo de luna 2 —Nosotros lo haremos. Y te quitaremos a nuestras mujeres de encima —bromeó Caleb, su ojo crítico también señalando a Dane—. Y al chico. Toma tus cosas. Harper, quien se miraba cansada y hastiada, se tensó. —¿Por qué? —No te preocupes pequeña —le dijo Zach—. Estará seguro en nuestra casa. Mick estaba de pie detrás suyo, sus manos masajeándole los hombros, y ella asintió, relajada con el consuelo de su compañero. Jonas sintió que algo se tensaba y se soltaba en su pecho. La emoción lo embargó. No pudo hablar mientras todos se iban. No supo qué decir cuando solo estuvieron ellos tres. Fue Harper la que rompió el hechizo. Con un sollozo se soltó de Mick y corrió hacia él, colgándose en su cintura. —¿Qué pasa cariño? ¿Cuál es el problema?

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Capítulo 11

Ella

meneó la cabeza pero no fue hasta que lo miró que Jonas comprendió que era de furia. —Si alguna vez vuelves a asustarme así, juro que te arrancaré el corazón. Aquello parecía un poquito exagerado bajo las circunstancias, especialmente proviniendo de su caritativa compañera. Miró más allá de ella hacia Mick y levantó una ceja, como preguntando. —Gaby estaba bastante asustada cuando llegó a donde nosotros. — Encogió un hombro, pero Jonas sabía que no estaba tan indiferente como aparentaba. Parecía vibrar con energía reprimida—. No supimos hasta que apareciste entre los árboles con Ethan si estabas a salvo. Las manos de Harper se habían convertido en puños sobre su camisa en la base de su espalda. —Lo digo en serio, Jonas —dijo apasionadamente—. Nunca jamás. Él la apretó más fuerte, deslizando sus manos arriba y abajo por su espalda en un intento por calmarla. Le besó la coronilla y levantó los ojos para encontrarse con la mirada de Mick. —Dejadme compensaros —susurró, dejando que el deseo, el amor que sentía por ellos, diera color a su voz. Mick no cedió y se cruzó de brazos. —Entonces, ¿esto es un punto de inflexión? ¿Ha cambiado algo? Él se rió. —¿Te refieres a algo más, aparte de que he sido un idiota? Eso sorprendió tanto a Harper que su olor cambió, haciendo que el enfado finalmente empezara a desvanecerse. Se reclinó contra sus brazos. —Vas a tener que explicar eso, y ahora sería un buen momento —dijo ásperamente. Ella lo maravillaba. Tan vibrante. Llena de vida. Suya. —¿Y cómo es que pensé que eras una sumisa?

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Hechizo de luna 2 Mick finalmente se movió, dejando caer las manos a sus costados mientras caminaba, acercándose. —Bueno, tiene sus momentos, ¿verdad, corazón? —Hum. —El olor de su excitación se acentuó, lujurioso y picante en el ambiente, en su lengua—. Ahora estábamos hablando de Jonas. —Más tarde —murmuró Mick contra su nuca—. Él no se va a ir a ningún lado. —No, no me voy. —Ni entonces ni nunca. Harper se escapó de sus brazos y se retiró algunos pasos, cambiando la mirada de uno a otro. Él gimió cuando vio con claridad la mirada insubordinada y testaruda en sus ojos. Lo señaló con un tembloroso dedo. —Tengo preguntas que los dos tenéis que contestar. Soy nueva aquí. No soy una mujer lobo. Estoy volando a ciegas y a veces tengo la sensación de que tú lo prefieres así. Bueno, diablos. —Eso no es verdad. Sólo que me olvido que no conoces nuestro mundo como... —Por poco dice como Liza, pero algo le dijo que sería una equivocación. —Podemos responder las preguntas igual de bien si estamos desnudos, corazón —dijo Mick arrastrando las palabras, su voz profunda y sexy y tentadora, intentando rescatar a Jonas. A Harper no la iban a engatusar tan fácilmente, claro. Con una ceja levantada, ella cambió su mirada hacia Mick. —Tal vez cuantas más respuestas tenga, más piel verás. Él se sobresaltó al oír el tono de su voz, sintiendo el sutil aroma de la magia que había usado para convertirse en una atrayente invitación a pecar. —No es justo —masculló. Ella se encogió de hombros. —Tampoco lo es que me mantengáis en la oscuridad. Estoy aquí para más que el sexo, ¿no? Finalmente él pudo retirarse a su irritación. Esta mierda emotiva apestaba. —Por supuesto —bramó Jonas. Mick suspiró y le echó una siniestra mirada que parecía gritar tú pedazo de idiota. Esta era su peor pesadilla. Estar en desventaja numérica. Diablos, ya había dicho que no se iba a ninguna parte. Ellos sabían cómo se sentía. ¿Por qué tenía que ponerlo en palabras?

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Hechizo de luna 2 Se le daba mucho mejor la acción. Casi va y lo dice. Casi acaba saliendo a zancadas de la habitación. Un vistazo y supo que Mick había vuelto a su habitual yo calmado, o tal vez era su yo resignado. No esperaba que Jonas hiciera nada salvo evitar decir cómo se sentía. ¿No se había prometido a sí mismo que no le volvería a hacer eso a Mick? Entonces miró a Harper. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, el rostro en blanco mientras esperaba a que respondiera. Pero aunque parecía relajada, estaba de pie recta y segura, como si se hubiera construido un muro a su alrededor. Un muro que lo mantenía a él y a cualquier crueldad que pudiera emitir, fuera. Había un dolor y una decepción en sus ojos que no podía ocultar. Y todo aquello desaparecería si contestaba a unas pocas preguntas incómodas. Asintió. —Pero vamos al porche. —Necesitaba estar fuera, bajo el frío brillo de la luna donde su naturaleza animal estaba más en paz—. Y, ¿querida? —No había ningún motivo para no divertirse mientras desnudaba su alma—. Por cada respuesta que dé, tú perderás una prenda de ropa. Ella se encontró con su mirada, sorprendida. —¿Afuera? Hace frío. —Nadie nos va a molestar. Y el porche orientado al sur está cerrado y caliente. —Él recordó los juegos de strip-póquer a los que había jugado de adolescente—. Los zapatos y los calcetines se quedan dentro. —Sólo retrasaban el juego. —¿Es eso justo? —murmuró ella, pero se sentó para quitárselos y cuando se levantó, su color había subido de tono, sus ojos brillaban. Era un juego raro con su compañera, pero no creía que hubiera tenido muchas ocasiones para jugar en su vida. Sólo para equilibrar un poco las cosas, él también se sacó su calzado, luego le hizo un gesto para que ella marchara delante. Estaba completamente oscuro, la luna alta y brillante y ella caminó delante de él para apoyarse sobre una pared de cristal con un hombro. No pronunció ni una palabra, sólo observaba, y cuanto más rato seguía callada, más nervioso se ponía él. ¿Qué diablos le estaba pasando por aquella linda cabecita? Finalmente, aunque él sabía que no habían pasado ni un par de minutos, Mick se unió a ellos. Estaba descalzo y dejó caer un tubo de lubricante sobre la tumbona de dos plazas. —Ya estamos todos aquí, cariño. Empieza. —Le ordenó Jonas. —De acuerdo. —Se lamió los labios, nerviosa—. Pero todos tenemos que quitarnos algo. No sólo yo. —De acuerdo —contestó Mick y le dio un codazo a Jonas en un costado cuando abrió la boca para señalar que ese no era el plan original.

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Hechizo de luna 2 Harper asintió cuando aceptaron, se puso derecha y le echó una dura mirada. —¿Todavía estás enamorado de Liza? Joder. Se giró para fulminar con la mirada a Mick, quien se alejó unos pasos, con las manos levantadas como intentando aplacar a Jonas, pero éste no se lo tragó ni por un minuto. —No me mires a mí. Yo no he hablado de eso con ella. Volvió a mirar a Harper y entonces se sacó la camiseta por la cabeza. ¿Quería jugar? Pues vale. Iban a jugar. —No, ya no. No creo que en realidad lo estuviera. Somos amigos. Siento un gran respeto y admiración por ella. —Querías a alguien como ella —lo acusó. ¿Cómo negarlo? —Pensaba que sí. Luego te conocí y empecé a replantearme las cosas. —¿Por qué? Él se esforzó por no sonreír. Puede que no fuera a ir tan mal después de todo. —Esas son dos preguntas, querida. Molesta, se sacó el jersey de cuello alto y lo tiró, luego dejó caer los brazos a sus dos lados. Oh, seeeh. Se podría acostumbrar a este juego. La anticipación era vigorizante. Ella estaba de pie, vestida con unos tejanos ceñidos y un sujetador de encaje blanco todavía más ceñido. Quería lamer el recorrido sobre sus bordes pero se las apañó para mantenerse quieto. Primero lo primero. —Pensé, durante mucho tiempo, que si tenía una compañera tendría que ser otro soldado. Pensaba que era la única clase de mujer lo suficientemente fuerte para enfrentarse a mí. Para saber llevarme. Estaba equivocado. —¿Así que ahora ya no quieres a nadie tan duro como tú? Él sonrió y subió y bajó la mirada por su cuerpo como recordándole las normas de manera evidente. Ella jugueteó con el cierre de sus tejanos y puso los ojos en blancos antes de abrirlo y sacárselos. Ahora estaba con un par de mini-bragas que hacían juego con el sujetador. Oh, seeeh, nena. Él se acercó hacia ella. —He decidido que lo blando es más atractivo. ¿La estaba llamando blanda? ¿Eso era bueno o malo? Parte de ella decía malo, malo, malo. Pero la otra parte señalaba lo bueno que podía ser lo malo. Siguiendo las normas, él y Mick se sacaron los tejanos. Lo malo cada vez se veía más y más bueno. Concéntrate en algo aparte del sexo,

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Hechizo de luna 2 Harper. Pero, dioses, qué difícil era con dos cuerpos duros, sexys y prácticamente desnudos delante de ella. —Pues ahí no hay nada blando —susurró. Mick se rió y se acercó, luego se movió para ponerse detrás de ella. Le colocó sus manos sobre las caderas mientras se inclinaba para hociquearle en el cuello. —Mmm, no. Pero esto es blando —empujó su erección contra su culo—. Y eso. —Sus manos se deslizaron por su espalda para agarrarle el sujetador y ella sintió que se lo abría. Se movió y le acunó los pechos, sus dientes mordisqueando la sensible piel entre el hombro y el cuello—. Aquí hay más cosas blandas. —¿Alguna pregunta más, querida? —preguntó Jonas, acercándose a ella y Mick. Su mirada la atrapaba. Caliente. Abierta. Él se detuvo lo suficientemente cerca para que ella pudiera sentir el calor que emanaba de él, pero no tan cerca como para rozarse contra ella. Mick la sostuvo quieta cuando ella intentó cerrar el espacio. Jonas levantó una ceja— ¿No hay más preguntas? —Hum. —¿Cómo iba a poder pensar en ese momento? Las manos de Mick estaban calientes sobre su cuerpo, azuzando un fuego que ella deseaba liberar, y el cuerpo de Jonas estaba tenso, a punto de saltar, sus ojos llenos de promesas carnales. Finalmente él dio un paso, acercándose, levantando una mano para acariciar un lado de su rostro. —Te escojo a ti, Harper, y a Mick. No quiero a nadie más. ¿Responde eso a tus preguntas? Ella no podía hacer nada más que asentir con la cabeza. Al verlo sonrió y, qué sonrisa malvada fue. Cuando la besó, fue lento y sin prisas, una profunda exploración que la dejó jadeando cuando se separó. Mick la tomó de la mano y tiró hacia la tumbona. —Échate de espaldas —susurró y ella hizo como le ordenaba, su anticipación en aumento. Jonas se arrodilló delante de ella y le abrió las piernas por completo para acomodar sus hombros. Sus manos de deslizaron lentamente por el interior de sus muslos, rugosas y callosas, dejando un rastro caliente a su paso, hasta que llegó a sus bragas. Él se inclinó hacia adelante, su lengua recorriendo el borde, sus dedos trabajando bajo los lados para ir bajándoselas. Levantó el culo y lo ayudó un poco a sacarlas, levantando las piernas para apartarlas. Jonas afirmó las manos bajo sus muslos y los mantuvo en alto, mirándola como un hombre hambriento. Ella tembló y contuvo la respiración. Dioses, eso esperaba. Entonces su boca estuvo en ella, su lengua separando su interior mientras sus dedos encontraban su clítoris. Fue exquisito. No era suficiente. Intentó liberarse. Lo quería dentro suyo. Los quería dentro

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Hechizo de luna 2 suyo. Pero él la mantuvo quieta con un brazo sobre su pelvis, follándola con su boca. Ella giró la cabeza buscando a Mick y lo encontró arrodillado junto a ella. Sonrió cuando sus miradas se encontraron, se inclinó hacia adelante para robarle un beso rápido antes de separarse. No fue hasta que oyó un sutil ruido que comprendió que él le estaba aguantando un bote de lubricante a Jonas. Hasta que oyó el ruido, no se había dado cuenta de que su brazo ya no inmovilizaba sus caderas. Se quedó parada mientras Jonas levantaba la cabeza y alargaba la mano hacia Mick. Observó, medio fascinada, medio asustada, mientras Mick apretaba y dejaba caer una generosa cantidad de lubricante sobre sus dedos. Y entonces dichos dedos desaparecieron de su vista, y no pudo hacer nada si no esperar, temblorosa, insegura. Jonas le sopló aire caliente sobre su sexo. —Relájate, querida —susurró y la risa de ella se convirtió en un gemido de placer cuando sus dientes se cerraron y tiraron de su clítoris. Estaba tan centrada en las sensaciones que ni se inmutó cuando sus dedos mojados y fríos hicieron círculos sobre su entrada trasera, cuando lentamente y con cuidado le fue metiendo dos dedos dentro. Cuando Mick se tumbó junto a ella, le besó la punta de un duro pezón antes de chuparlo, morderlo y ella se corrió con un grito ronco. Aún así no detuvo lo que le estaba haciendo. Jonas le metió otro dedo en su interior, metiéndolos y sacándolos, ensanchándola. Su boca se movía por su clítoris. A veces lento y suave, a veces rápido y duro, hasta que la tuvo mendigando, suplicando que la liberara, sus caderas empujando contra los dedos. Estaba desesperada por correrse. Quiso llorar cuando Jonas se alejó, cuando su lengua y dedos abandonaron su cuerpo. Pero sabía que era algo temporal, observó con gran anticipación cuando él tomó la botella de lubricante. Apretó y sacó suficiente cantidad sobre su palma para empapar su verga y poner aún más alrededor de su apertura. Contuvo la respiración cuando él se puso en posición y se detuvo con la punta de su polla apretando contra ella. —¿Lista? Asintió, incapaz de hablar, esperando que sus ojos mostraran la respuesta si es que el movimiento no lo hacía. Su entrada fue lenta, se sentía como si fuera milímetro a milímetro. Ella intentó empujar contra él, ansiosa por correrse, pero él la mantuvo quieta. —Tranquila, nena. No quiero hacerte daño. Él fue metiendo la punta dentro, luego un poco más, introduciendo tan poco cada vez que pensó que acabaría por perder la cabeza hasta que empezó a pasar por el restrictivo músculo y jadeó. Dolor y placer. Placer y dolor. No sabía qué era mayor o cual dominaba. Mick le puso un dedo bajo

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Hechizo de luna 2 la barbilla y le giró la cara hacia él. Le tironeó del labio inferior con sus dientes, le metió la lengua en la boca y luego se separó. —Relájate, corazón. Se levantó, el tubo de lubricante en el puño y se puso detrás de Jonas. Su sonrisa era pecaminosa, su rostro sonrojado por la excitación y Harper sintió que la suya propia aumentaba. Jonas deslizó más su polla dentro de su culo, y esta vez no hubo dolor, sólo un poco de incomodidad. Él sonrió, travieso, cuando sus miradas se encontraron. —¿Te gusta la idea de ver cómo me follan, cariño? Él sacó la verga un poco, volvió a meterse un poco más fuerte, más profundo. No estaba metido del todo todavía. Ella se sintió decepcionada cuando mantuvo sus empujes poco profundos. —¿Harper? Responde a mi pregunta. Ella miró más allá de Jonas para encontrarse con la mirada de Mick. Sus manos acariciaban la espalda de Jonas, e inclinó la cara para hociquear su cuello. Le mantuvo la mirada mientras esperaba su respuesta. —Sí —susurró—. Me gusta. Mick gimió y se enderezó, y ella volvió a escuchar el mismo ruidito de antes pero no pudo ver nada desde su posición. Sólo podía imaginar por la reacción de Jonas. —Dioses, nene, un poquito de aviso —gruñó—. ¿Te acuerdas de lo que son los prolegómenos? Mick se rió y posando una mano sobre el hombro de Jonas mientras, se inclinó hacia abajo. —¿Cuántos necesitas? Su tono, su expresión, eran de broma y su mirada le recorrió a ella todo el cuerpo, guiñándole un ojo cuando sus miradas se encontraron. —Yo sólo necesito que alguien se mueva —dijo un poco más quejumbrosa de lo que pretendía. —Sí, señora —dijo Mick arrastrando las palabras y luego empujó dentro de Jonas, y Jonas empujó dentro de ella. Jadeó. Esta vez su polla estaba por completo en su interior. La cosa estaba estrecha. No podía creer que fuera posible estar tan llena y no explotar. —Espero que estés lista. Él se reclinó contra ella, presionándola contra la tumbona, su boca fusionándose con la suya. Él se salió y volvió a meterse, Mick moviéndose en tándem con él. Eran empujes poco profundos y rápidos. Jonas rompió el beso, sus labios recorriéndole la boca, bajando por el cuello, hasta que se detuvo en un pecho. Jugueteó con la lengua sobre su pezón antes de que su boca se cerrara sobre él. Se lo chupó fuertemente con tirones largos y

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Hechizo de luna 2 acompasados con los empujones en su culo. Ella no podía más, no podía contener el placer más tiempo. Se rindió al éxtasis creciente que inundaba su cuerpo, cortocircuitando sus terminaciones nerviosas y cerebro. Cada músculo que tenía se destensó cuando cedió. Incluso sus cuerdas vocales estaban fuera de control. No podía hacer nada que no fuera gemir mientras el orgasmo la dominaba. Después de un par de minutos se concentró en los hombres inclinados sobre ella, sus hombres. Jonas ya no se movía en su interior, ya no estaba enterrado en ella. Él buscó su rostro, pareció encontrar lo que buscaba y asintió. —Deslízate más arriba sobre la tumbona, corazón —le ordenó Mick. Ella lo hizo, pero ambos se quedaron donde estaban y entonces comprendió que ella se había corrido, y también Jonas, pero Mick todavía no. Contuvo el aliento cuando él agarró a Jonas por las caderas y se empaló dentro. Mick echó atrás la cabeza mientras la piel se le tensaba sobre las mejillas y apretaba los labios. —Precioso —murmuró Harper y se preguntó si sabían cómo se veían juntos. Lo rudo y carnal y fácil de leer que era el amor que sentían el uno por el otro. Ella frenó en seco un momento de incomodidad, temiendo no ser parte de aquel amor. Pero Jonas la observaba como si él supiera exactamente lo que le estaba pasando por la cabeza. —Tócate para mi, cariño. Ella aspiró aire. Su cuerpo no le era extraño, pero masturbarse mientras alguien observaba, no, mientras Jonas y Mick observaban, le parecía algo escandaloso. Decadente. —Hazlo, Harper. —Su voz ahora era baja, más engatusando que ordenando—. Quiero ver tus dedos en tu precioso coñito. Ella se sonrojó desde los pies a la punta de la cabeza, y la vergüenza se mezcló con la lujuria mientras lentamente se palmeaba los pechos, apretándose los pezones hasta convertirlos en tiesos picos antes de deslizar las manos hacia abajo. Sobre sus costillas, pasando su barriga, para extender los labios que ocultaban su sexo. Los ojos de Jonas resplandecieron con aquel fantasmagórico azul que ella sabía que significaba que su lobo estaba cercano a la superficie. —Sí —siseó él—. Sigue. Pero ella no estaba segura de si sus palabras eran para ella o para Mick, quien lo estaba follando más rápido, más fuerte. ¿A quién le importaba? Era un gigantesco aliciente y si lograba correrse observándolos, no se iba a quejar. Empujó un dedo dentro de su coño, lo movió dentro y fuera con unos pocos golpes, recogiendo la humedad antes de mover el dedo para rozarse el clítoris. Estaba duro, pulsaba, suplicaba atención. Qué bueno. Arqueó la espalda mientras la sensación aumentaba, empujando los dedos

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Hechizo de luna 2 de su otra mano dentro de su coño, cambiando la mirada de Jonas a Mick y de nuevo a Jonas mientras lo hacía. Intentó quedarse disfrutando, intentó contenerlo, pero en minutos temblaba por la contención. —Eso es, corazón —gimió Mick—. Córrete ahora. Córrete con nosotros. Estuvo indefensa contra esa orden, sólo pudo caer mientras observaba que un gran temblor recorría a Mick mientras éste se corría, haciendo par con el que atravesó a Jonas cuando se machacó la polla y su semen brotó desde la punta. Fue mucho después, mientras estaba de nuevo estirada en la tumbona entre ambos, que su cerebro volvió a ponerse en funcionamiento. —Esto va a ser complicado, ¿no? —¿Qué es complicado? —dijo Mick—. Tú nos amas, nosotros te amamos. A ella el corazón le dio un brinco. —¿Es verdad eso? —preguntó suavemente. Ella los amaba. No podría decir cómo o cuándo había sucedido, desde luego no tenía sentido, pero no podía seguir negándoselo. Pero, ¿ellos se sentían así de verdad? Jonas rodó hacia uno de sus costados y se apoyó sobre un codo. —Es verdad —dijo—. Sé que te parecerá rápido. No nos conoces bien todavía. No sabes mucho sobre los hombres lobo todavía. Pero ya llegaremos a eso. Todo irá bien, te lo prometo. —¿Incluso aunque sea blanda? —Honestamente, no estaba segura de cómo se sentía con respecto a aquella afirmación. La sonrisa de él fue lenta y calmada. —Me gusta lo blando y tú eres blanda en los sitios apropiados, cariño. Ella puso los ojos en blanco y luchó una batalla perdida por controlar el nuevo aleteo de mariposas en su estómago. —Estuve confundiendo suave con débil —continuó diciendo él, inclinándose para besarle la frente—. Pero nuestra compañera no es débil. —No —concordó ella, pero seguía sin estar convencida de si él cambiaría de idea más adelante, y aquel temor se mostró en su voz. —¿De qué tienes miedo? —Las brujas son tan diferentes de vosotros. No hay afecto. No hay amor. Al menos no abiertamente —se encogió de hombros—. Sentir una parte de eso y luego perderlo... —dejó que llegaran a sus conclusiones. Mick se apretujó contra ella, su calor traspasándose a ella y haciéndola sentir menos expuesta. —No hay manera de que nos puedas perder, Harper. El emparejamiento es para siempre. No hay separación. No hay divorcio.

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Hechizo de luna 2 —Eso ya lo he oído. Es sólo que, imagino que tengo miedo de que uno de vosotros luego lo lamente. —Yo. Tienes miedo de que yo lo lamente en un futuro —dijo Jonas y ella sólo pudo asentir. Estaba segura de los sentimientos de Mick. ¿De los de Jonas? No tanto. Él se rió. —Ay, cariño, eso no va a pasar. Eres exactamente lo que quiero. Exactamente a quien necesito. —Sus labios se encontraron, suaves y amables y cálidos. Levantó la cabeza lo suficiente para mirarla a los ojos —. Te quiero. Eso no va a cambiar. Cuando él la miró así, sin barreras, totalmente abierto, ella lo creyó. Lo deseaba a él y a Mick, quería ser parte de sus vidas, de su amor, y se obligó a enfrentarse a su miedo. —No sé mucho sobre el amor —susurró. —No te preocupes, corazón —dijo Mick y ella cambió su mirada hacia él, con el corazón latiéndole con fuerza al ver su sonrisa lasciva—. Nosotros conocemos todos los modos de amarte. Se rió ante semejante reclamo, la alegría brotando en su interior, y estuvo segura de que todo iba a salir bien, todo iba a ser perfecto. Los rodeó con sus brazos. —Demostrádmelo —les exigió. Y lo hicieron.

Fin

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