Libro Complementario Job

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RICARDO GRAHAM

JOB

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Job Ricardo Graham Dirección: Francesc X. Gelabert y Pablo Partida G. (IADPA-GEMA) Diseño de la tapa: Romina Genski (ACES) Diseño del interior: M. E. Monsalve (IADPA) Ilustración de la tapa: Lars Justinen Libro de edición argentina IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina Primera edición MMXVI – 7,7M Es propiedad. Copyright de la edición en español: © 2016 Asociación Publicadora Interamericana y GEMA editores. © 2016 Asociación Casa Editora Sudamericana. Publicado con permiso de los dueños del Copyright. Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. ISBN 978-987-701-506-5 Graham, Ricardo. Job / Ricardo Graham; dirigido por Francesc X. Gelabert / Pablo Partida G. ; ilustrado por Lars Justinen – 1ª ed. – Florida; Asociación Casa Editora Sudamericana, 2016. 114 p.; il.; 20 x 14 cm. Traducción de Rolando A. Itín ISBN 978-987-701-506-5 1. Antiguo Testamento. I. Gelabert, Francesc X., dir., II. Partida, Pablo, dir. III. Justinen, Lars, ilust. IV. Título CDD 221

Se terminó de imprimir el 28 de julio de 2016 en talleres propios (Av. San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

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Contenido 1. Comienzos y finales ............................................................... 5 2. El gran conflicto en el libro de Job .................................. 15 3. El temor a Dios ..................................................................... 23 4. Dios y el sufrimiento humano .......................................... 31 5. Maldito el día ........................................................................ 41 6. Una maldición sin causa .................................................... 49 7. El castigo retributivo .......................................................... 57 8. Sangre inocente ................................................................... 65 9. Vislumbres de esperanza .................................................... 73 10. La ira de Eliú ......................................................................... 81 11. Desde el torbellino .............................................................. 89 12. El redentor de Job ............................................................... 95 13. El carácter de Job .............................................................. 101 14. Enseñanzas finales ............................................................. 109

1 Comienzos y finales

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tephen Covey, en su libro Los siete hábitos de la gente altamente efectiva, establece 7 hábitos que los hombres de negocios han utilizado para alcanzar el éxito en sus empresas. Dichos principios son útiles en cualquier aspecto de

la vida. El segundo hábito de la lista preparada por Covey, propone que lo mejor siempre será comenzar con un objetivo en mente. En otras palabras, es necesario visualizar los resultados esperados o deseados, y luego trabajar para concretar esa visión. Nosotros comenzaremos nuestro estudio del libro de Job abordando el final de la vida del protagonista. Si pudiéramos controlar por completo la planificación de nuestra vida, de seguro no incluiríamos en ella ni enfermedad, ni dolencias, ni muerte. Como no podemos hacer eso, debemos enfrentar la muerte. Eso fue lo que hizo Job. La Biblia no registra la respuesta de Dios a las preguntas de Job. No dice nada del por qué de la muerte de sus diez hijos, el robo y la destrucción de sus propiedades y la pérdida de su salud. No hay registro de que se le brindara a Job respuesta alguna. Esa incertidumbre debe de haber acentuado el sufrimiento del patriarca.

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De hecho, el relato bíblico concluye diciendo: «Job murió muy anciano, colmado de días» (Job 42: 17). Parecería que el autor supone que la compensación por el sufrimiento y la muerte, se cifra en haber disfrutado de una larga vida. Aunque tras el dolor y el sufrimiento Job llegó a ser más rico y más sabio que antes, no por ello pudo librarse de la muerte. La Biblia no es un cuento de hadas que concluye con la frase: «Y vivieron felices para siempre». De hecho, salvo Enoc y Elias, todos los personajes bíblicos fallecieron. Hasta el mismo Jesús experimentó la muerte. Aunque alcanzar la felicidad es un noble deseo al que aspiran todos los seres humanos, la Biblia no pasa por alto las tragedias del diario vivir. Desde la entrada del pecado en el Edén, nuestra existencia ha estado rodeada de tentaciones, pruebas, problemas y tribulaciones; ninguno de nosotros escapará al azote de la muerte. Tenía razón Benjamín Franklin cuando afirmó: «En este mundo solo hay dos cosas seguras: la muerte y pagar impuestos». Esta vida está atiborrada de finales tristes. Nuestro equipo deportivo pierde; a nuestros hijos no les va bien en la escuela, se juntan con el grupo equivocado, inician matrimonios que a menudo terminan en divorcios. A pesar de ser vegetarianos, muchos de nosotros contraemos enfermedades; el sufrimiento nos acecha como un león que persigue a su presa en las planicies africanas. Así es la vida, y ello no debe tomarnos de sorpresa. La Biblia nos dice que nuestro enemigo procura devorarnos: «Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar» (1 Pedro 5:8). El final del libro de Job nos enseña que hemos de estar conscientes de todo esto. Probablemente, como Job, muchos de nosotros moriremos antes de la venida del Señor. Ahora bien, Job nos demuestra que la forma en la que enfrentemos la vida, será la misma que utilizaremos para lidiar con la muerte. Al examinar la www.escuela-sabatica.com

1. Comienzos y finales  7 vida de Job podemos comprender mejor su muerte. Lo que Job no entendió del todo es que el final de su historia, no es el final de la historia. Alguien ha dicho que el término historia no es más que la historia de Dios, el relato de la interacción y de la intervención divina en un mundo dañado por el pecado. Aunque Job sufrió pérdidas, dolor y angustia mental, Dios estuvo con él todo el tiempo, hasta el mismo final. Además, vemos que al concluir el libro, Job profundiza su conocimiento de Dios, ya no tiene la visión superficial que él y sus tres amigos ponen de manifiesto al inicio de su historia. Los cuatro entendieron y representaron mal a Dios. Erróneamente sus amigos suponían que las calamidades de Job eran resultado de algún pecado secreto y no confesado. En cambio, Job aseguraba ser una persona recta. Todos estaban equivocados. Dios se revela a través de una serie de preguntas registradas en los capítulos 38 al 41, donde cuestiona la limitada comprensión de Job. Antes las preguntas del Creador, el mismo Job tuvo que admitir: «"¿Quién es el que, falto de entendimiento, oscurece el consejo?". Así hablaba yo, y nada entendía; eran cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía» (Job 42:3, 4). El conocimiento de Job era limitado y, por tanto, equivocado o imperfecto. Lo que sabía de Dios se fundamentaba en lo que había escuchado de los demás. Sus conocimientos teológicos, en caso de que los tuviera, se apoyaban plenamente en el testimonio de otras personas. Lo que los demás han experimentado con Dios es importante; pero nada supera la experiencia personal que podemos tener con el Creador, Sustentador y Redentor. Al final del relato, Job revela que ha experimentado algo al escuchar y «ver» a Dios personalmente. Pero al final pudo decir: «De oídas te conocía, mas ahora mis ojos te ven» (Job 42:5). Esa no es una afirmación de que hubo una visión literal, o sobrenatuRecursos Escuela Sabática ©

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ral de Dios. Su sufrimiento y las falsas acusaciones de sus amigos lo llevaron a cuestionar a Dios, y finalmente Dios le habló en forma directa. «En esta declaración [42:5] Job revela su transición desde una experiencia religiosa formada por la tradición a una experiencia basada en la comunión personal con Dios». 1 «La experiencia religiosa de Job ya no es de segunda mano; él ha conocido personalmente a Dios y eso le concede méritos a sus sufrimientos». 2 Al final de su travesía, y después de escuchar las preguntas de Dios, Job afirma que él ha visto a su Creador con sus propios ojos. Después de aquella profunda y dolorosa experiencia de escuchar a sus tres amigos y finalmente someterse al interrogatorio que Dios le hace, Job se arrepiente, se humilla, y se sienta sobre polvo y cenizas (Job 42:6). Otro aspecto del relato de Job es la práctica de la oración intercesora (ver Job 42:10). La Biblia asocia la restauración de Job con la oración que eleva en favor de sus tres amigos: Elifaz el temanita, Bildad el suhita y Zofar el naamatita. Esto no debe ser pasado por alto. La oración intercesora es un tema que permea toda las Escrituras. Fíjese bien en la siguiente declaración:

«Un hermoso modelo de oración intercesora se encuentra en Daniel 9. Posee todos los elementos de una verdadera intercesión. Responde a la Palabra (versículo 2); es fervorosa (versículo 3); pone el yo a un lado (versículo 4); se identifica con el pueblo de Dios, en forma altruista (versículo 5); se fortalece mediante la confesión (versículos 5-15); se aferra de los atributos divinos (versículos 4,7, 9, 15); se enfoca en la gloria de Dios (versículos 16-19). Al igual que Daniel, los cristianos han de acercarse a Dios para beneficio de los demás, con una actitud de arrepentimiento y de www.escuela-sabatica.com

1. Comienzos y finales  9

humildad, reconociendo que nada valen y abrigando una actitud altruista. Daniel no dice: "Dios, tengo el derecho a demandar esto de ti; porque soy uno de tus intercesores escogidos y especiales". Más bien dice: "Soy un pecador, y no tengo derecho a exigir nada". Una genuina oración intercesora procura no solamente conocer la voluntad de Dios y ver que se cumpla, sino procurar su cumplimiento sin tomar en cuenta si nos beneficia, o lo que nos cueste. La legítima oración intercesora, procura la gloria de Dios, no la nuestra». 3 Jesús proveyó el máximo ejemplo de oración intercesora cuando oró en la cruz: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes» (Lucas 23:34). ¡Qué privilegio tener a alguien que ore por nosotros, y qué responsabilidad decirle a alguien que oraremos por él! Al interceder por sus verdugos en la cruz, Jesús puso de manifiesto lo que ya había dicho en su Sermón del Monte: «Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen» (Mateo 5:44). Aunque nadie le dio una orden directa, Job entendió que debía elevar una oración en favor de sus errados amigos. Su oración constituye una versión anticipada de las enseñanzas de Jesús, que a su vez fueron una revelación de la gran misericordia y del espíritu perdonador de Dios. Cristo también puso de manifiesto que nuestro perdón ha de ser ilimitado. Recordemos la pregunta de uno de sus apóstoles: «Entonces se le acercó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?". Recursos Escuela Sabática ©

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Jesús dijo: "No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete"» (Mateo 18:21, 22). Jesús amplifica lo que se presenta en el libro de Job: que el perdón es ilimitado; que el perdón no es un asunto matemático, o una norma legal, sino una actitud. 4 De hecho, Elena G. de White escribe: «Nada puede justificar un espíritu no perdonador». 5 Aquí tenemos una verdad adicional: el perdón que recibimos está inextricablemente unido al perdón que extendemos a quienes nos ofenden. «Por tanto, si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis sus ofensas a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas» (Mateo 6:14, 15). ¿Acaso podría ser más claro? Job lo entendió. Cuando oró por sus amigos; él experimentó una restauración plena. Aunque esa fue la experiencia de Job, no se debe entender que la prosperidad material y la salud van de la mano de la oración intercesora. La Biblia afirma que Dios se agrada cuando oramos por nuestros hermanos (Santiago 5:16; 1 Juan 5:16). La Biblia no dice específicamente que Job quedó curado de sus dolencias, aunque el capítulo 42 parece sugerirlo. Mientras que él sufría en compañía de sus tres miserables consoladores, al final sus familiares y amigos se regocijaron por su restauración. ¿Dónde estaban todos cuando él atravesaba sus peores momentos? Quizá ellos también, junto a los amigos de Job, creyeron que el patriarca estaba recibiendo su merecida recompensa. Ahora que está saludable, acomodado y sano, ellos están de vuelta a su lado, regocijándose. La gente puede ser muy especial. Quizá ese es un factor relevante que impulsa al salmista cuando dice: «No confiéis en los príncipes ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación» (Salmo 146:3). www.escuela-sabatica.com

1. Comienzos y finales  11 La misma gente que había gozado de la generosidad de Job cuando este se encontraba en la cima de su bienestar, lo abandonó al verlo enfermo y deambulando por los rincones del desaliento. Pero ahora que la prosperidad ha regresado, ellos también volvieron al redil de Job. Ahora que ha concluido la prueba, que los problemas se han ido, que las tribulaciones han cesado, ellos regresan para consolarlo y para traerle oro y plata (Job 42:11). Contrasta lo anterior con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (Mateo 21:1-11). La ciudad entera exclamó: «¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas!» (Mateo 21:9). Sin embargo, cuando Jesús fue llevado ante el gobernador Poncio Pilato, la gente gritó: «¡Sea crucificado!» (Mateo 27:22). Sin dudas, allí estaban los que vieron los milagros de sanidad en favor de los ciegos, los paralíticos y otros enfermos. Los que le recibieron con gozo al entrar a Jerusalén, más tarde se volvieron en su contra. Al final, como sucedió con Job, las pruebas desde el Getsemaní hasta la tumba concluyeron mejor de lo que habían comenzado. Job recibe la bendición de adquirir más ganado, siete hijos y tres hijas. Es interesante observar que los nombres de las hijas aparecen en el versículo 14, mientras que no se dice nada respecto a los varones. Jemina, que significa hermosa como el día; Cesia, que significa una especia con un grato perfume; y Keren-hapuc, que hace referencia a un cuerno del color de un colorido rayo. En especial se menciona que Job «dio herencia» a sus hijas, «un no acostumbrado gesto en el Oriente Medio, ya que en la ley judía, únicamente heredan en caso que no haya hijos varones (Números 27:8); como una demostración de riqueza y equidad». 6 Luego se dice que Job, el que lamentó el día de su nacimiento, vivió 140 años más. Sorprendente, ¿no es cierto? Recursos Escuela Sabática ©

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Dios promete que el final de nuestras vidas será mejor que el principio si edificamos en el cimiento que él ha provisto: Jesucristo el Redentor, de quien Job en medio de su prueba, afirmó con confianza: «Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios. Lo veré por mí mismo; mis ojos lo verán, no los de otro. Pero ahora mi corazón se consume dentro de mí» (Job 19:25-27). Entonces, ¿qué podemos aprender del último capítulo del libro de Job? Que hay muchas cosas que suceden durante nuestras vidas que nunca entenderemos el porqué. Aunque todos atravesamos pruebas y períodos difíciles, Dios está allí a nuestro lado y al final se nos revelará. Aunque haya amigos que intenten consolarnos en nuestras penas, la máxima fuente de consuelo únicamente podrá encontrarse en Dios. En la medida en que conservemos nuestra fe, la misma será recompensada. Con Dios, nuestro final será mejor que nuestros inicios. Si comenzamos nuestra jornada teniendo en mente dicho fin y mantenemos a la vista dicho blanco, moraremos en un mundo y viviremos una vida que no se podrán comparar con nada que ni siquiera podríamos imaginar. «Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado y el mar ya no existía más. Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de parte de Dios, ataviada como una esposa hermoseada para su esposo. Y oí una gran voz del cielo, que decía: "El tabernáculo de Dios está ahora con los hombres. Él morará con ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanwww.escuela-sabatica.com

1. Comienzos y finales  13 to ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron"» (Apocalipsis 21:1-4). Ese es el final que Dios tiene para nosotros. Hagamos planes para estar en la tierra nueva, y veremos el fin de este mundo transformado en un nuevo comienzo.

Referencias 1 2

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Comentario bíblico adventista, tomo 3, p. 610. W. W. Wiersbe, Job 38: 1 a 42:6 en Wiersbe's Expository Outlines on the Old Testament (Wheaton: Víctor Books, 1993). «What Is Intercessory Prayer?», gotQuestions?org, http://www.gotquestions.org/intercessoryprayer. html#ixzz3clHjUy4b. Comentario bíblico adventista, tomo 5, p. 449. Elena G. de White, La fe por la cual vivo, p. 133. «Job 42», Jamieson-Fausset-Brown Bible Commentary, Bible Hub, http://biblehub.com/commentaries/jfb/Job/42.htm.

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2 El gran conflicto en el libro de Job

S

i nunca hemos leído el relato de Job, quizás seamos gratamente sorprendidos por la forma en que comienza esta clásica historia. Job es encomiado porque posee características dignas de alabanza. Para algunos esta quizá sea la declaración más impactante de todo el libro: «Había en el país de Uz un hombre llamado Job. Era un hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal» (Job 1:1). El relato continúa diciendo Job era padre de siete hijos y de tres hijas. Para completar, se dice que «era el hombre más importante de todos los orientales» (Job 1: 3). Religioso, rico e importante. Todo va bien hasta aquí. Como un hombre religioso, él celebraba cultos de adoración a favor de sus hijos adultos. Asumía su responsabilidad como padre en caso de que ellos se hubieran olvidado de Dios. Nuestra admiración por este personaje crece a saltos. Su imagen es la de un hombre de negocios maduro, serio y altamente exitoso. Ese estado lo podríamos alcanzar, de ser posible, al reposar en los brazos de Jesús, «libres y salvos de cuitas penas y dolor». 1 Job era una persona sin tacha en sus relaciones con los demás.

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Todos vivimos en contacto con otras personas, con Dios y con nuestras comunidades. Es cierto que existen «ermitaños», tanto grupos como individuos que procuran mantenerse alejados de los demás; sin embargo, nadie puede escapar de la presencia de Dios. 2 La experiencia de Job tiene una aplicación universal. En principio, cualquier cosa que experimentemos en la actualidad ya habrá sucedido, porque como dijo Salomón: «nada hay nuevo debajo del sol» (Eclesiastés 1:9). Los detalles de nuestras experiencias individuales pueden diferir, pero el punto común es que todos, tarde o temprano, somos examinados, probados y tentados. Aunque quizá nuestras pruebas no sean tan graves como las de Job, todos, en algún momento, tendremos que enfrentarnos a ellas. Sin embargo, tomando en cuenta las declaraciones del mismo Dios (Job 1:8), es posible vivir agradándole en cualquier momento, en cualquier cultura y en cualquier sistema político y a pesar de cualquier oposición. Recuerda lo que Jesús dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios» (Marcos 10:27). Suponemos que Job vivía inmerso en sus propios asuntos, cuando sin saberlo, llegó a ser el tema principal de un diálogo entre Dios y Satanás. Hagamos una pausa y hablemos del trasfondo de esa cósmica conversación. Hay varias preguntas respecto al origen del mal en este mundo: ¿Quién creó al diablo? ¿Es Dios responsable del mal que hay en este planeta? Jesús aclaró las intenciones de Satanás: «El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10). Mediante esta declaración el Señor se coloca en un polo opuesto al de Satanás. Es más, Cristo señaló que las obras del diablo estaban desprovistas de verdad y llenas de mentiras. En ocasiones, los seres www.escuela-sabatica.com

2. El gran conflicto en el libro de Job 

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humanos se unen al diablo para distorsionar y corromper la verdad. «Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla, pues es mentiroso y padre de mentira» (Juan 8:44). En otras palabras, el diablo es un asesino mentiroso que busca destruir a Dios y usurpar el gobierno del universo. En el libro de Job, el tema del gran conflicto aparece desde el primer capítulo. La Biblia hace referencia a una guerra que se libró en el mismo cielo. A esa guerra nos referimos cuando hablamos de «el gran conflicto». Isaías, Ezequiel y el apóstol Juan proveen información significativa acerca de dicho asunto. Isaías 14: 12-15 lo describe así:

«¡Cómo caíste del cielo, Lucero, hijo de la mañana! Derribado fuiste a tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: "Subiré al cielo. En lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono y en el monte del testimonio me sentaré, en los extremos del norte; sobre las alturas de las nubes subiré y seré semejante al Altísimo". Mas tú derribado eres hasta el seol, a lo profundo de la fosa».

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Fíjese que a este personaje se le llama «Lucero, hijo de la mañana ». En la Vulgata latina, esa frase es traducida como «Lucifer», que literalmente significa: «Lucero de la mañana». Esta criatura ocupó un elevado puesto como querubín protector, estuvo en la misma presencia de Dios hasta que decidió intentar colocarse por encima del Todopoderoso y usurpar el trono. Trató de conquistar el cielo a la fuerza, pero fue derrotado y echado a la tierra, tal y como lo expresa Juan en Apocalipsis: «Entonces hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. Luchaban el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él» (Apocalipsis 12:7-9). El gran conflicto, la guerra entre Dios y Satanás, comenzó en el cielo debido a que Lucifer no se sometió a la autoridad de Dios. Él fue derrotado y echado fuera, y en la actualidad ha sumergido al mundo en la miseria y el dolor. ¿Qué motivó ese conflicto cósmico? Ezequiel 28 es un oráculo profético en contra del rey de Tiro. Sin embargo, los expositores bíblicos también han encontrado en ese pasaje una condena en contra del antiguo ser angélico que estuvo en la presencia de Dios y que fue echado de allí.

«Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y de acabada hermosura. En Edén, en el huerto de Dios, estuviste. De toda piedra preciosa era tu vestidura: de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro. www.escuela-sabatica.com

2. El gran conflicto en el libro de Job 

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¡Los primores de tus tamboriles y flautas fueron preparados para ti en el día de tu creación! Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios. Allí estuviste, y en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día en que fuiste creado hasta que se halló en ti maldad. A causa de tu intenso trato comercial, te llenaste de iniquidad y pecaste, por lo cual yo te eché del monte de Dios y te arrojé de entre las piedras del fuego, querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra, y delante de los reyes te pondré por espectáculo» (Ezequiel 28:12-17). Aquí tenemos una breve historia de Satanás. Un ser creado, que se llenó de orgullo a causa de su inteligencia, belleza física y otros atributos. Un querubín que tuvo el privilegio de estar en la presencia del Todopoderoso hasta que la maldad, la iniquidad y el pecado de forma misteriosa anidaron en él. En realidad, el diablo se creó a sí mismo. Él era un personaje maravilloso, dotado con la capacidad de amar, adorar y servir a Dios para siempre. Aunque Lucifer había sido creado para gloriRecursos Escuela Sabática ©

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ficar y servir a Dios, al ceder a los impulsos de su propio corazón se transformó en el diablo, y por ello tuvo que ser arrojado del cielo a la tierra. Por lo que nos dicen Isaías, Ezequiel y Juan es que nos encontramos con Satanás al inicio del libro de Job. Los primeros dos capítulos describen un encuentro entre Dios y sus hijos (Job 1:6, 7 y 2: 1). «Un día acudieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, y entre ellos vino también Satanás. Dijo Jehová a Satanás: "¿De dónde vienes?" Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: "De rodear la tierra y andar por ella"». No sabemos en qué lugar se celebró la reunión. Sin embargo, es poco probable que la misma haya sido en el cielo. Es más, Elena de White escribió lo siguiente, obviamente describiendo la escena de una visión que ella habría recibido, y detallando parte de la historia de Satanás:

«Satanás tembló al contemplar su obra. Meditaba a solas en el pasado, el presente y sus planes para el futuro. Su poderosa contextura temblaba como si fuera sacudida por una tempestad. Entonces pasó un ángel del cielo. Lo llamó y le suplicó que le consiguiera una entrevista con Cristo. Le fue concedida. Entonces le dijo al Hijo de Dios que se había arrepentido de su rebelión y deseaba obtener nuevamente el favor de Dios. Deseaba ocupar el lugar que Dios le había asignado previamente, y permanecer bajo su sabia dirección. Cristo lloró ante la desgracia de Satanás, pero le dijo, comunicándole la decisión de Dios, que nunca más sería recibido en el cielo, pues este no podía ser expuesto al peligro. Todo el cielo se malograría si se lo recibía otra vez, porque el pecado y la rebelión se habían originado en él. Las semillas de la rebelión todavía estaban dentro de él». 3 Luego, afirma unos párrafos más adelante:

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2. El gran conflicto en el libro de Job 

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«Dios sabía que una rebelión tan decidida no permanecería inactiva. Satanás inventaría medios para importunar a los ángeles celestiales y mostrar desdén por la autoridad divina. Como no pudo lograr que lo admitieran en el cielo, montó guardia en la entrada misma de él, para mofarse de los ángeles y buscar contiendas con ellos cuando entraban y salían. Procuraría destruir la felicidad de Adán y Eva. Trataría de incitarlos a la rebelión, con plena conciencia de que eso produciría tristeza en el cielo». 4 De las declaraciones anteriores podemos deducir que las reuniones descritas en Job 1 y 2, no se llevaron a cabo en el cielo. En dichos concilios, Satanás obviamente afirmó ser el representante del planeta Tierra y la respuesta de Dios fue preguntarle si se había fijado en Job (Job 1:8). Satanás tomó la declaración divina como un desafío y le reclamó a Dios que la lealtad de Job no era legítima, sino comprada. Dios fue acusado, para los efectos, de soborno. El conflicto tiene que ver con el señorío, la adoración y la lealtad. En su intento de obtener todo lo anterior, Satanás representó falsamente a Dios ante la hueste celestial, ante Adán y Eva en el Edén y ante todo ser humano que ha nacido desde entonces, incluyéndonos a nosotros. El único que puede reprender exitosamente al diablo, ¡es Dios! (Zacarías 3:2.) El Nuevo Testamento nos dice: «Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros» (Santiago 4:7). Jesús derrotó al diablo en el desierto usando las Escrituras (Mateo 4:1-11). Esas palabras conquistaron el poder de Satanás en aquel momento y lo harán hoy y siempre. Jesús es nuestro ejemplo en el gran conflicto. Él venció al diablo, a Satanás, le quitó el dominio cuando murió en la cruz y paRecursos Escuela Sabática ©

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gó el precio de la redención, tal y como se profetizó en Génesis 3:15. Mediante su muerte en la cruz del Calvario, Jesús atrae a todos a sí (Juan 12:31, 32). Y del mismo modo en que lo sacó del cielo, él sacará a Satanás de nuestras vidas cuando le permitamos ser el señor soberano de nuestra vida. Somos vencedores por la sangre de Cristo. Nos justifica por la fe que tenemos en lo que hizo por nosotros. Al obtener la victoria sobre la muerte, Cristo ha echado por tierra el poder de las fuerzas del mal. En resumen, mientras que la rectitud de Job implica madurez y no necesariamente perfección, su vida lo convierte en un ejemplo contundente de que Satanás no es el dueño del planeta. Satanás no podía atacar a Job sin el permiso de Dios. Dios tiene el derecho de proteger a su siervo, como Creador y como Redentor. Los que se someten a su autoridad, amor, gracia y misericordia se colocan bajo su amante protección (Apocalipsis 7:1-3; Salmo 91:7; 143:9). Este episodio revela el gran conflicto que arropa al mundo, desde el Edén hasta la tierra nueva. Todos seremos tentados y probados. Aunque quizá no encontremos una respuesta al qué, por qué, cuándo o cómo, sí podemos confiar en que Dios cuida de nosotros en todo momento. Referencias 1

Himnario adventista, n° 374. Salmo 139: 8. 3 Elena G. de White, La historia de la redención, cap 3, p. 26. 4 Ibíd., p. 47. 2

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3 El temor a Dios

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a palabra miedo aparece en la Biblia por primera vez en Génesis 3:10. Cuando Dios le pregunta a Adán: «¿Dónde estás tú?», este contesta diciendo: «Tuve miedo [...]; por eso me escondí». El pecado y la culpabilidad hicieron que Adán le tuviera miedo a Dios. El miedo comenzó con la entrada del pecado a este mundo. En la actualidad, contamos con especialistas que han clasificado y etiquetado los diferentes tipos de temores y fobias. Por ejemplo, la acrofobia es el temor a las alturas; la hidrofobia es un temor al agua. No es que el temor sea del todo malo, puesto que si veo que un león se dirige hacia mí, el temor haría que la adrenalina se esparza por mi cuerpo y correré antes de ser atrapado. Tal vez el temor a la muerte hará que me abroche el cinturón de seguridad. Ahora bien, cuando la Biblia se refiere al temor a Dios, por lo general, alude a algo muy distinto al temor que se siente por un enemigo, o al temor irracional vinculado a una fobia. Pero, temer a Dios, ¿qué significa? Después de todo, Job es descrito como temeroso de Dios.

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A menudo en el Antiguo Testamento los que temían a Dios no eran personas que necesariamente sentían miedo de Dios, sino aquellos que lo respetaban y reverenciaban. La Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, presenta a un Dios que es todopoderoso, que odia el pecado y que un día le pondrá fin a la maldad. Sin embargo, temer a Dios, en el sentido al que se hace referencia en el libro de Job, significa que le servimos con lealtad y reverencia. Le tememos no porque nos vaya a destruir, sino porque es nuestro Creador, porque tenemos una relación personal con él. El temor a Dios constituye una parte esencial de los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14. El primer ángel nos llama a temer a Dios y a darle gloria porque es el creador. «Decía a gran voz: "¡Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!"» (Apocalipsis 14: 7). El que le teme a Dios es recto, dedicado, se ha sometido a la voluntad del Señor. Por eso Job, un hombre temeroso de Dios, se convirtió en el blanco de la ira satánica. Como Job era temeroso de Dios, Satanás afirmó que Dios había colocado una valla, un muro de protección, alrededor del patriarca. Ese término, valla, es una cerca o pared que se coloca alrededor de una casa o de un patio. Dios bendijo a Job debido a la integridad del patriarca. Dios es un ser íntegro y desea que su pueblo sea como él. Permítanme explicarlo. Muchos de nosotros tenemos una alarma en nuestros hogares, y la activamos cuando salimos. Si no contamos con un sistema electrónico, utilizaremos cerraduras tradicionales. Sencillamente intentamos proteger nuestra propiedad mientras estamos fuera. Algún día, en la tierra nueva, esos dispositivos o cerraduras serán innecesarios debido a que no habrá ladrones; pero en esta vida, nos sentimos más tranquilos si www.escuela-sabatica.com

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utilizamos dichos medios para proteger nuestras posesiones. No hay nada malo en proteger lo que es nuestro, lo que nos ha costado adquirirlo. Sería tonto no hacerlo. De igual manera Dios protege lo que es de él: sus hijos, porque por ellos ha invertido la sangre de su amado Hijo. Aunque no nos considera sus objetos, nuestro Padre celestial valora nuestras vidas e intenta protegernos en medio de las batallas que se libran en este gran conflicto entre el bien y el mal. Eso no significa que jamás nos sucederá algo malo, sino que Dios controla la actividad del enemigo en nuestras vidas. Después de que Satanás hiciera su malvada insinuación en contra de Dios, criticándolo por proteger a Job, Dios dijo: «Todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él» (Job 1:12). Recordemos, Satanás básicamente afirmó que Dios había sobornado a Job, algo que reduce a Job al nivel de un peón, pero que además insinúa que Dios está dispuesto a comprar el amor, la lealtad y la adoración de los seres humanos. ¿Por qué hay que servir a Dios? Si es por las bendiciones que esperamos que nos dé, ¿será eso una razón válida para hacerlo? Romanos 2: 4 indica que «su benignidad [nos] guía al arrepentimiento ». Cuando repasamos la manera en la que obra la gracia en nuestras vidas, reconocemos que Dios ha sido bueno con nosotros (es lo menos que podemos decir), y, que según Pablo, su bondad nos guía al arrepentimiento. Es cierto, el genuino arrepentimiento ha de llevarnos al pie de la cruz de Cristo, para allí confesar nuestros pecados, apartarnos de nuestros malos caminos y prometer que seremos leales a Jesús. Cuando era niño y asistía a la escuela primaria, comenzábamos el día repitiendo un voto de lealtad a la patria. Nos quitábaRecursos Escuela Sabática ©

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mos los sombreros, permanecíamos de pie y colocábamos la mano derecha sobre el corazón. Al hacerlo, jurábamos ser leales a nuestro país. En nuestro caso decíamos: «Juro ser leal a la bandera de los Estados Unidos de Norteamérica y a la república que ella representa: una nación leal a Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos». Existe asimismo un voto de lealtad que se expresa ante la bandera de Cristo: Juro lealtad a la bandera cristiana y al Salvador cuyo reino representa. 1 Seremos leales a un Salvador crucificado, resucitado y que regresa de nuevo para dar vida y libertad eternas a todos los que crean en él. Nuestras vidas han de ser una manifestación de lealtad a Dios y a su misericordia, su gracia y su protección hacia nosotros. Mientras crecemos «en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 Pedro 3:18), podemos percibir con mayor claridad lo que Dios significa para nuestras vidas y para el mundo que nos rodea; no porque seamos muy inteligentes para descifrarlo, sino porque Dios se has revelado con suma claridad. Al hacernos más sensibles a la obra del Espíritu Santo, entenderemos a Dios y aprenderemos que servirlo conlleva mucho más que recibir sus bendiciones. Aun cuando perdió todos sus bienes materiales, Job se mantuvo fiel a su declaración de obediencia a Dios. No puedo imaginar el dolor que experimentan los padres cuando un hijo muere antes que ellos. Los hijos de Job murieron, no uno a uno, sino todos al mismo tiempo. ¿Cómo respondió Job? mediante una sencilla declaración que nos parece poco comprensible:

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«Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. Jehová dio y Jehová quitó: Bendito sea el nombre de Jehová! En todo esto no pecó Job ni atribuyó a Dios despropósito alguno» (Job 1:20-22). Según afirma un comentarista: «Job alaba a Dios al reconocer los derechos soberanos de Dios (Dios dio y Dios quitó). No podemos obviar que Job enfrentó la adversidad con la adoración; la maldad, con el culto a Dios. A diferencia de mucha gente, él no se dejó embargar por la amargura; rechazó culpar a Dios por los males acontecidos (Job 2:10)». 2 La experiencia de Job nos muestra la fe de un hombre que temía a Dios. Job no se lamenta del mal que lo afectó, tampoco le echa la culpa o maldice a Dios. Lo que dice es válido para todos. No nacemos con nada, y las posesiones que acumulamos en nuestras vidas quedarán atrás cuando muramos. El ser humano, como un ente moral, es capaz de tomar sus propias decisiones. Job demostró ser leal a Dios y ganó el primer asalto en su lucha contra el enemigo. Pero el diablo no había terminado; Job 2:1-3 registra que el enemigo una vez más se presentó a la reunión celestial. Como la movida inicial había fallado, ahora duplica su apuesta ante Dios, los hijos de Dios y los testigos celestiales. No le bastó atacar a Job, quitarle todos sus bienes materiales y matar a sus hijos. Ahora pide permiso para afligir el cuerpo de Job, para atacarlo con enfermedades. Satanás intentará destruir a cualquiera que sea leal a Dios. Sabiendo que no puede golpear directamente a Dios, ya que perdió la guerra en el cielo, intenta herir a Dios provocando la destrucción de sus hijos. Recursos Escuela Sabática ©

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En el segundo asalto, Dios de nuevo desafía a Satanás utilizando a su mejor representante en la tierra: a Job. Una vez más, en presencia de «los hijos de Dios», Satanás critica a Dios, pidiendo permiso para atacar a Job con enfermedades, con el fin de que este abandone su fe. Dios lo permite, y el enemigo golpea a Job: «Piel por piel, todo lo que el hombre tiene lo dará por su vida. Pero extiende tu mano, toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Dijo Jehová a Satanás: "Él está en tus manos; pero guarda su vida". Salió entonces Satanás de la presencia de Jehová e hirió a Job con una llaga maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza» (Job 2:4-7). Aunque no conocemos la enfermedad que padecía Job, sí sabemos que fue provocada por el demonio y que era tan fuerte que Job se sentaba en un montón de cenizas y se rascaba las llagas que lo cubrían de la cabeza a los pies. ¡Qué deprimente escena! Sin embargo, ¡Job permaneció fiel a Dios! Recordemos la declaración que hace Pablo en Hebreos 11:6: «Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan». Adán y Eva fueron tentados en un mundo perfecto, en un medio desprovisto de pecado y depravación, y fracasaron. El mundo de Job, al igual que el mundo nuestro, estaba contaminado por el pecado y la maldad; sin embargo él pasó su prueba. Suponemos que Adán y Eva habían visto al Creador cara a cara; mientras que Job, no. Adán y Eva intentaron culpar a otro. Adán culpó a Eva, y ella a su vez culpó a la serpiente, y al hacerlo ambos culparon a Dios, haciéndolo indirectamente responsable de todo lo que había pasado. Job adoró y se lamentó, sin culpar a Dios. Aunque Job es el protagonista del relato, su esposa también estaba allí. Ella había dado a luz a los diez hijos que el enemigo les www.escuela-sabatica.com

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había matado. Ella fue la primera maestra de sus hijos. Con la muerte de sus hijos, perdió lo más importante de su vida. Allí la fe de Job brilló como un faro en la más profunda oscuridad del sufrimiento. En ese sentido, la experiencia de Job nos recuerda los sufrimientos de Cristo. Ambos fueron atacados sin provocación y sin merecerlo. Jesús fue asimismo atacado por el príncipe de las tinieblas: él sufrió, sangró y murió en el Calvario como una víctima inocente. Fue el verdadero Cordero de Dios ofrecido por los pecados del mundo (Juan 3:16, 17). Al igual que Job, Jesús no acusó a Dios, sino que permaneció fiel hasta el fin. Louisa Stead, su esposo y su pequeña hija disfrutaban de un almuerzo en la playa, cuando escucharon que un niño pedía auxilio. El señor Stead se apresuró a rescatar al niño, pero en medio de la desesperación el niño lo hundió en las aguas y ambos se ahogaron mientras Louisa y su hija observaban sin poder hacer nada. Poco después la señora Stead y su hija marcharon a Sudáfrica para trabajar como misioneras. Después de más de veinte años de fiel servicio, y a causa de su precaria salud, Louisa se jubiló. Murió algunos años después en lo que hoy es Zimbabue. Sus compañeros misioneros amaban el himno «Oh, cuán dulce es fiar en Cristo », por lo que redactaron unas frases en tributo de ella, luego de su muerte.

«Louisa Stead sufrió una gran tragedia en su juventud, pero aprendió a confiar en su Señor. Ella aprendió a "darle gloria" a Dios durante el resto de su vida. Aún hoy, su ministerio continúa cada vez que cantamos y aplicamos la verdad de las siguientes palabras: "Oh, cuán dulce es fiar en Cristo, y entregarle todo a él, esperar en sus promesas y en sus sendas serle fiel. SiemRecursos Escuela Sabática ©

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pre quiero fiar en Cristo, mi precioso Salvador, que en la vida y en la muerte me sostiene con su amor". "¡Cristo!, ¡Cristo!, ¡cuánto te amo! Tu poder probaste en mí, ¡Cristo!, ¡Cristo!, puro y santo, siempre quiero fiar en ti!"». 3 Job sufrió intensamente, pero aprendió a confiar en Dios y mantuvo su integridad. Pudo decir: «Aunque él me mate, en él esperaré. Ciertamente delante de él defenderé mis caminos» (Job 13:15).

Referencias 1

«Pledge to the Christian Flag», ChristianHomeschoolers.com, http://www.christianhomeschoolers. com/christian_pledges.html 2 Roy B. Zuck, «Job», The Bible Knowledge Commentary: An Exposition of the Scriptures, ed. John F. Walvoord y Roy B. Zuck, t. 1 (Wheaton: Victor Books, 1985), pp. 720, 721. 3 K. W. Osbeck, Amazing Grace: 366 Inspiring Hymn Stories for Daily Devotions (Grand Rapids: Kregel Publications, 1996), p. 220.

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4 Dios y el sufrimiento humano

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l gran conflicto provee una explicación para la presencia del mal. Como resultado de dicho conflicto, todos sufrimos. Los detalles pueden variar, pero el sufrimiento nos aqueja a todos. El libro de Job es el más antiguo de la Biblia y en sus páginas se aborda el tema de cómo lidiar exitosamente con el dolor y el sufrimiento. Es esencial que recordemos que el mismo Dios también sufre. Él sufre mientras observa cómo el pecado nos destruye. Él sufrió cuando Jesús llegó a este mundo y cuando se dirigió a la cruz del Calvario. Sin embargo no había un "plan B" para la salvación del mundo, y Jesús voluntariamente aceptó derramar su sangre y morir por la salvación de la humanidad. Al estudiar el libro de Job, surge una gran cantidad de preguntas que requieren ser contestadas. ¿Quién le enseñó a Job cómo adorar a Dios? Es más, ¿cómo llegó Job al convencimiento de que Dios existía? ¿Dónde aprendió Job a ofrecer sacrificios y ofrendas que eran una sombra del Cristo que habría de venir? La Biblia no lo dice. Sin embargo, la Biblia sí enseña que la naturaleza pone de manifiesto que Dios es nuestro creador. «Lo invisible de él, su eterno

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poder y su deidad, se hace claramente visible desde la creación del mundo y se puede discernir por medio de las cosas hechas. Por lo tanto, no tienen excusa» (Romanos 1:20). La verdad es proclamada en el mundo visible. Consideremos lo siguiente: «Tanto la naturaleza como la revelación dan testimonio del amor de Dios. Nuestro Padre Celestial es la fuente de vida, sabiduría y gozo. Observa las maravillas y bellezas de la naturaleza. Piensa en su prodigiosa adaptación a las necesidades y a la felicidad, no solamente de cada ser humano, sino de todos los seres vivientes. La luz del sol y la lluvia que alegran y refrescan la tierra; los montes, los mares y las praderas, todos nos hablan del amor del Creador. Dios es el que suple las necesidades diarias de todas sus criaturas». 1 Cuando comparamos lo que dice Job 12:7-10 con Romanos 1:1620, notamos que Pablo coincide con Job. Los dos autores están de acuerdo al decir que la naturaleza muestra sus orígenes; Dios recibe el crédito por toda la creación. Desde luego, nada se crea a sí mismo. Todos los elementos de la naturaleza revelan un diseño inteligente y no mutaciones, o la supervivencia del más fuerte, según proponen los evolucionistas. En la teología natural un argumento cosmológico es un argumento en el que la existencia de un ser único, generalmente identificado o denominado Dios, se deduce o se infiere como algo altamente probable. Dicha idea se la conoce tradicionalmente como un argumento que parte del principio de la causación universal: un argumento de primera causa, el argumento causal, o argumento de la existencia. Sin importar cómo se le llame existen tres variaciones básicas de dicho argumento, cada una con sutiles, aunque importantes, distinciones: in causa (causalidad); in esse (contrariedad); infieri (existencia). www.escuela-sabatica.com

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La premisa básica de todo esto es el concepto de la causalidad y de la primera causa. La historia de este argumento se remonta a Aristóteles o aún antes, se desarrolla en el neoplatonismo y en el cristianismo primitivo, y más tarde en la teología islámica medieval de los siglos IX al XII, para reintroducirse a la teología medieval cristiana en el siglo XIII. El argumento cosmológico está íntimamente relacionado con el principio de la razón suficiente expuesto por Leibniz y Samuel Clarke. Fundamentalmente, es una presentación moderna de la afirmación atribuida a Parménides de que «nada viene de la nada». Los defensores contemporáneos, o defensores parciales, de los argumentos cosmológicos incluyen a William Lañe Craig, Robert Koons, Alexander Pruss y William L. Rowe. 2 Ahora bien, Apocalipsis 4: 11 afirma claramente: «Señor, digno eres de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas». Dios no solamente es digno de recibir nuestra alabanza, adoración, reverencia, gloria y honor por muchas razones; sino que de manera preponderante y precisa lo merece debido a que es el creador de todo, y todo lo que existe fue creado con el propósito que él tuvo en mente: para que fuera de su agrado. En Colosenses 1:16, 17 Pablo es más explícito, al suministrar una lista de los resultados de la actividad creadora de Dios: «Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes que todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten». En este versículo, Pablo proporciona el argumento para reafirmar la supremacía de Cristo sobre toda la creación. Las tres frases, «en él» (versículo 16a), «por medio de él» (versículo 16b), y «para él» (versículo 16b), indican una relación. En realidad, estas frases expresan Recursos Escuela Sabática ©

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tres diferentes ideas. La primera de ellas es la expresión traducida literalmente del griego como «en él». Esto debería entenderse como algo que ocurre en él, en su esfera de influencia y responsabilidad. En forma práctica, esto sugiere que Jesús concibió la creación y sus complejidades. La creación fue idea suya. 3 Aquí Pablo nos dice que absolutamente todo fue creado por Jesucristo, no solamente las cosas que están en el cielo (estrellas, planetas, etc.), objetos fácilmente visibles; sino también aquellos que no se ven sin ayudas (microorganismos, átomos y otros); los tronos donde se sientan los gobernantes, y los territorios que abarcan sus reinados. Todo. Punto. Juan 1:1-3 afirma: «En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Este estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho». Con sencillez, el apóstol Juan consigna que el Verbo, identificado como Jesucristo, es plenamente Dios y era con Dios el Padre antes de que este mundo fuera creado. Cualquier otra llamada «sabiduría» que esté desconectada de la fuente de todo conocimiento, será considerada como una necedad. En 1 Corintios 3:18-20 se expone claramente: «Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros cree ser sabio en este mundo, hágase ignorante y así llegará a ser verdaderamente sabio. La sabiduría de este mundo es insensatez ante Dios, como está escrito: "Él prende a los sabios en la astucia de ellos" Y otra vez: "El Señor conoce los pensamientos de los sabios, y sabe que son vanos"». Aquí Pablo cita Job 5:13. Aunque la declaración de Pablo está contextualizada —es decir, es relevante a su época y a la filosofía imperante en su cultura—, la Biblia claramente se enfrenta a toda enseñanza que sea opuesta a Dios. www.escuela-sabatica.com

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La superioridad de la verdadera sabiduría divina se muestra en toda la Biblia. Observemos el texto de Isaías 55:8, 9: «"Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos", dice Jehová. "Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos, más que vuestros pensamientos"». Muchos comentaristas y expositores bíblicos sostienen que Moisés escribió el libro de Job durante los cuarenta años que permaneció en Madián luego de escapar de Egipto como un principesco asesino fugitivo. «Otros aseguran que fue escrito por el mismo Job, o por Eliú, por Isaías, o quizá más probablemente por Moisés, que era "instruido en toda la sabiduría de los egipcios y era poderoso en sus palabras y obras" (Hechos 7:22). Mientras estuvo en Madián tuvo oportunidades para conocer los datos relacionados con el tema». 4 La pluma inspirada afirma: «No solamente estaba Moisés preparándose para la gran tarea que le esperaba, sino que durante ese tiempo él redactó el libro de Génesis y el libro de Job, bajo la inspiración del Espíritu Santo, libros que serían leídos con el mayor interés por el pueblo de Dios hasta el fin del tiempo». 5 Aunque únicamente podemos saber lo que Dios nos revela respecto a sus planes, podría ser apropiado suponer que él, al contemplar las necesidades de su pueblo, inspirara a Moisés a escribir el libro de Job considerando que lo necesitaríamos durante toda nuestra existencia en un mundo lleno de pecado. A través de Job, Dios nos informa que él está a nuestro lado y que no hemos sido abandonados para enfrentar el dolor y el sufrimiento. La realidad del mal es presentada en la Biblia de principio a fin. Después de que Jesús hablara de ayudar a los necesitados, de orar y de ayunar, y del lugar donde deben estar colocados nuestros tesoros, Mateo afirma que el Señor resume cuál debe ser nuestra actitud ante las situaciones prácticas de la vida: «Así que Recursos Escuela Sabática ©

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no os angustiéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia preocupación. Basta a cada día su propio mal» (Mateo 6:34). En la década de los setenta leí una declaración que decía más o menos así: «Preocuparse es como estar en una mecedora; se requiere una buena cantidad de energía, pero no nos lleva a ninguna parte».6 creo que esa declaración es verdadera y que refleja lo que Jesús enseñó en Mateo 6:27. «¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se angustie, añadir a su estatura un codo?». Esa muy bien puede ser la proverbial pregunta retórica. La preocupación no le añadirá calidad a nuestra existencia. Esto no significa que no tengamos preocupaciones, ni que no hagamos planes para lo imprevisto; pero no debemos afanarnos tratando de descifrar lo que ha de suceder, o agonizar por lo que ha sucedido. La clave es obedecer a Dios en el presente y entregar en sus manos el futuro. Al mismo tiempo se nos recomienda que no debemos preocuparnos por el mal que nos pueda sobrevenir en el futuro (Mateo 6:34); Jesús nos ofrece su paz en medio del mal que nos rodea y nos persigue (Juan 16:33). Tanto Pablo como Pedro, entre otros escritores bíblicos, siguen la misma línea de nuestro Señor. En Filipenses 4:6-7, Pablo afirma: «Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús». En 1 Pedro 5:7, Pedro escribe: «Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros». Ciertamente el consejo de Jesús en Mateo 6:34 no contradice la existencia de un Dios amante; sino que reconoce la realidad de este

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mundo caído. Esta es la cuestión de la teodicea: la validación de la bondad y providencia divinas ante la existencia del mal. El libro de Job constituye la presentación bíblica más completa de «el problema del mal» o «la teodicea». La interrogante es: ¿Qué Dios es este que permite que los inocentes sufran? La lógica sugiere una de tres respuestas: (1) Dios es justo, pero no es lo suficiente poderoso para impedir el sufrimiento; (2) Dios es todopoderoso, pero no es del todo bueno y el mal forma parte de su naturaleza; (3) los que sufren merecen todo el dolor y el mal que les envía Dios (en otras palabras, los verdaderos inocentes no sufren). La Biblia considera inaceptables estas respuestas mientras que el libro de Job nos ofrece una perspectiva más amplia. El gran conflicto entre Dios y Satanás debe demostrar la justicia y la supremacía de Dios. Él permite que los inocentes sufran con el fin de demostrar que en su soberanía él es glorificado incluso cuando su pueblo sufre y persevera mediante la fe, sin entender las razones de todo ello. Desde un punto de vista humano, la conclusión es que no existe una respuesta al problema del mal. Desde una perspectiva divina, la respuesta es que Dios es glorificado incluso cuando permite que el mal obre. La muerte de Cristo es la máxima respuesta de Dios al problema del mal. Los que en el presente estudian a Job deberían interpretarlo tomando en cuenta su propósito original. 6 Job alabó a Dios en medio de sus pruebas y tribulaciones (Job 1: 20, 21; 2:10) hasta cuando luchaba con las preguntas: «¿Por qué Dios permite todo esto?»; «¿Por qué Dios me envía esto?». Esas eran algunas de las interrogantes que lo aguijoneaban y aunque su fe en Dios titubeó, no flaqueó. Más bien, Job declaró: «Aunque él me mate, en él esperaré. Ciertamente delante de él defenderé mis caminos» (Job 13:15). Recursos Escuela Sabática ©

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Según Job, él era inocente de cualquier transgresión que podría haber justificado su sufrimiento. Mientras que Job jamás dudó de la existencia de Dios, por momentos sí cuestionó la bondad divina. Muchos de nosotros hacemos lo mismo en la actualidad. Sin embargo, tenemos algo que Job apenas podía visualizar. Poseemos una clara demostración del carácter de Dios, reflejado en el sufrimiento de Jesús en la cruz.

«Pocos piensan en el sufrimiento que el pecado causó a nuestro Creador. Todo el cielo sufrió con la agonía de Cristo; pero ese sufrimiento no empezó ni terminó cuando se manifestó en el seno de la humanidad. La cruz es, para nuestros sentidos entorpecidos, una revelación del dolor que, desde su comienzo, produjo el pecado en el corazón de Dios. Le causan pena toda desviación de la justicia, todo acto de crueldad, todo fracaso de la humanidad en cuanto a alcanzar su ideal. Se dice que cuando sobrevinieron a Israel las calamidades que eran el seguro resultado de la separación de Dios: sojuzgamiento a sus enemigos, crueldad y muerte, Dios "fue angustiado a causa de la aflicción de Israel". "En toda angustia de ellos él fue angustiado [...] Y los levantó todos los días de la antigüedad"» 7 La Cruz de Cristo nos muestra que Dios está dispuesto a sufrir con nosotros para redimirnos; por tanto, en él podemos confiar. Referencias 1 Elena G. de White, El camino a Cristo, cap. 1, p. 13. 2 «Cosmological argument», Wikípedia, https://en.wikipedia.org/wiki/Cosmological_argument. 3 Richard R. Melick, Philippians, Colossians, Philemon, t. 32, The New American Commentary (Nashvilie: Broadman & Holman, 1991), p. 217.

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4. Dios y el sufrimiento humano  4

M. G. Easton, «Job», Easton's Bible Dictionary (NuevaYork: Harper & Brothers, 1893). Elena G. de White, «Moses», Signs of the Times, 19 de febrero, 1880, p. 73. 6 K. H. Easley, Holman QuickSource Guide to Understanding the Bible (Nashville: Holman Bible Publishers, 2002), p. 112. 7 Elena G. de White, La educación, cap. 31, p. 238. 5

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5 Maldito el día

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espués de esto, abrió Job su boca y maldijo su día» (Job 3:1). Job había sido atenazado por la más horrible tribulación: todas sus posesiones terrenales fueron destruidas; sus diez hijos perecieron y él fue castigado con malolientes y repugnantes llagas. En medio de su gran angustia escucha a su esposa decirle: «Maldice a Dios y muérete». Había perdido su hacienda, sus hijos y su salud; ni siquiera sabía por qué estaba sufriendo. El registro bíblico afirma que Job maldijo el día de su nacimiento; aquel hombre intachable, justo y temeroso de Dios, ¡lanza una maldición! Detengámonos un momento. No existe indicación alguna de que lo dicho por Job promueva el lenguaje soez o las malas palabras que escuchamos cuando la gente está airada. La maldición mencionada por Job es resultado del profundo desconsuelo que estaba experimentando. Si hubiéramos estado en su lugar, probablemente habríamos hecho lo mismo, o peor. El dolor de Job era tan insondable e intenso, que deseó que la fecha de su nacimiento fuera arrancada del almanaque.

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Es importante observar lo que Job no hizo en aquel momento: no culpa ni maldice a Dios; aunque algunos podrían argumentar que maldecir el día de su nacimiento era una maldición indirecta contra Dios. Como creador, Dios determinó el día, y no solamente planificó y ejecutó el momento de su concepción, sino que lo trajo al mundo en el momento preciso. Quizá Salomón aluda a lo dicho en el libro de Job, al escribir las siguientes palabras: «Alabé entonces a los finados, los que ya habían muerto, más que a los vivos, los que todavía viven. Pero tuve por más feliz que unos y otros al que aún no es, al que aún no ha visto las malas obras que se hacen debajo del sol» (Eclesiastés 4:2, 3). O el profeta Jeremías que al referirse a su sufrimiento, escribió:

«¡Maldito el día en que nací! ¡Que no sea bendecido el día en que mi madre me dio a luz! ¡Maldito el hombre que dio la noticia a mi padre, diciendo: "Un hijo varón te ha nacido", causándole gran alegría! Sea tal hombre como las ciudades que asoló Jehová sin volverse atrás de ello; que oiga gritos por la mañana y voces a mediodía, porque no me mató en el vientre. Mi madre entonces hubiera sido mi sepulcro, pues su vientre habría quedado embarazado para siempre. ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastaran en afrenta?» (Jeremías 20:14-18). Un comentarista afirma, refiriéndose a la maldición de Job: «Sus imprecaciones son solemnes, profundas y sublimes. Estas www.escuela-sabatica.com

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declaraciones poéticas no se prestarían a un minucioso análisis técnico. Job no presenta lógica; más bien, vuelca los sentimientos apasionados de su alma doliente». 1 Recordemos que Job tenía una desventaja: no conocía el por qué de todo lo que le sucedía. Eso nos lleva a pensar que su sufrimiento físico, aunque profundo, estaba eclipsado por su angustia mental. Nosotros, que vivimos miles de años después de Job, y que tenemos la ventaja de conocer toda la trama, sabemos cómo comenzó aquella triste historia. También sabemos cómo concluye. Lo hemos leído en el poema del Siervo Sufriente y su papel en nuestra redención, de Isaías 53:

«¿Quién ha creído a nuestro anuncio y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, como raíz de tierra seca. No hay hermosura en él, ni esplendor; lo veremos, mas sin atractivo alguno para que lo apreciemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimiento; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, Recursos Escuela Sabática ©

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 EL LIBRO DE JOB

y por sus llagas fuimos nosotros curados. «Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como un cordero fue llevado al matadero; como una oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, no abrió su boca. Por medio de violencia y de juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte. Aunque nunca hizo maldad ni hubo engaño en su boca, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá descendencia, vivirá por largos días y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará sobre sí las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los poderosos repartirá el botín; www.escuela-sabatica.com

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por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores» (Isaías 53:1 -12). Tomemos en cuenta la siguiente declaración:

«Tan pronto como hubo pecado, hubo un Salvador. Cristo sabía lo que tendría que sufrir, sin embargo se convirtió en el sustituto del hombre. Tan pronto como pecó Adán, el Hijo de Dios se presentó como fiador por la raza humana. «Pensad cuánto le costó a Cristo dejar los atrios celestiales y ocupar su puesto a la cabeza de la humanidad. ¿Por qué hizo eso? Porque era el único que podía redimir la raza caída. No había un ser humano en el mundo que estuviera sin pecado. El Hijo de Dios descendió de su trono celestial, depuso su manto real y corona regia y revistió su divinidad con humanidad. Vino a morir por nosotros, a yacer en la tumba como deben hacerlo los seres humanos y a ser resucitado para nuestra justificación. «Vino a familiarizarse con todas las tentaciones con las que es acosado el hombre. Se levantó de la tumba y proclamó sobre el rasgado sepulcro de José: "Yo soy la resurrección y la vida". Uno igual a Dios pasó por la muerte en nuestro favor. Probó la muerte por cada hombre para que por medio de él cada hombre pudiera ser participante de vida eterna». 2 Aunque en este momento no haremos una completa exposición de Isaías 53, los cristianos en sentido general reconocen que este pasaje es una revelación profética del papel de Jesucristo. Pero, ¿qué esperaba Job que la muerte hiciera por él? Ya que este es el libro más antiguo de la Biblia, de seguro Dios tenía algo Recursos Escuela Sabática ©

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que revelar respecto al estado de los muertos. Job 3: 13 afirma: «Ahora estaría yo muerto, y reposaría; dormiría, y tendría descanso ». Claramente, Job esperaba descansar de sus pruebas, dificultades y tribulaciones. El afirma que dormiría y descansaría. No se hace mención de ninguna visita al cielo, ni de alguna recompensa inmediata por su vida intachable y justa. Desde luego, no edificamos un andamiaje teológico en una parte de las Escrituras, sino que comparamos un texto bíblico con otro (Isa. 28:10) y así sale a relucir la verdad bíblica. La declaración de Job armoniza con la amplia información bíblica respecto al estado de los muertos. Veamos otros pasajes de las Sagradas Escrituras: «Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más recompensa. Su memoria cae en el olvido. También perecen su amor, su odio y su envidia; y ya nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol» (Eclesiastés 9:5, 6). Salomón, «el hombre más sabio que jamás vivió», afirma que mientras estamos vivos prestamos atención, pensamos, hacemos planes y actuamos. Sabemos qué haremos pero, en contraste, los muertos nada saben. Todas sus emociones han cesado, y no tienen más nada que hacer en los asuntos de la vida.

«¿Manifestarás tus maravillas a los muertos? ¿Se levantarán los muertos para alabarte? ¿Será proclamada en el sepulcro tu misericordia o tu verdad en el Abadón? ¿Serán reconocidas en las tinieblas tus maravillas y tu justicia en la tierra del olvido» (Salmo 88:10-12). Estas preguntas retóricas del Salmo 88 deben ser contestadas negativamente. Pero, ¿qué diremos del Nuevo Testamento? ¿Qué dice Jesús acerca de la muerte? www.escuela-sabatica.com

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Quizá una de las enseñanzas más claras respecto a la muerte en el Nuevo Testamento se encuentra en Juan 11, donde se habla de la muerte y resurrección de Lázaro, un buen amigo de Jesús. Lázaro estuvo muerto durante cuatro días, antes de que Jesús lo resucitara. Si alguien recibe la recompensa por su vida tan pronto muere (como se cree popularmente), de seguro Lázaro habría descrito su experiencia «después de la muerte», y dicha narración se habría conservado en la Biblia. Hoy se habla mucho de que la gente que muere se marcha a un «mejor lugar». Esa idea no tiene asidero bíblico. La idea de que un «alma» continúa existiendo más allá de la tumba no se fundamenta en la Palabra de Dios (Ezequiel 18:4, Juan 5:25-29). El dolor y el sufrimiento son únicos porque son totalmente subjetivos, nada más podemos experimentar nuestro dolor personal. Quizá sintamos empatía por los demás y compasión por ellos durante su dolor y sufrimiento, pero en realidad no podemos saber cuál es el grado o nivel de su padecimiento. Como pastor he visitado innumerables hogares que han tenido que sufrir por la muerte de un familiar. Por mucho que haya estimado al finado, jamás podré conocer la profundidad del dolor experimentado por su familia. Aunque quiera ponerme en lugar de ellos, no podré hacerlo. Así tampoco pudieron apreciar su dolor los tres amigos de Job que vinieron a consolarlo: Elifaz el temanita, Bildad el suhita y Zofar el naamatita. En principio los amigos de Job, los que habían venido a consolarlo y a mostrar su solidaridad con él (Job 2:11), quedaron en silencio. En ocasiones, cuando visitamos a los que sufren, acompañarlos en silencio es más importante que las palabras. Quienes han recibido una visita mientras están en un hospital, podrán apreciar mejor el apoyo silencioso, antes que la parlería de los visitantes. Recursos Escuela Sabática ©

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Luego los tres amigos abandonaron su «silenciosa vigilia» de siete días, además de su actitud solidaria. De hecho, sostuvieron que el sufrimiento de Job era la retribución por sus pecados ocultos. Job llega a un punto en el que cuestiona si su sufrimiento es un castigo, y procura el perdón por si abriga algún pecado «desconocido» (Job 7:17-21). Al hacerlo revela las concepciones de su época. Incluso profundiza en lo que alguien podría llamar existencialismo, cuando analiza qué son exactamente los seres humanos, y por qué Dios interactúa con ellos. En el marco del gran conflicto, que tiene que ver con la justificación de Dios y con la restauración del orden en el universo, se pone de manifiesto el amor de Dios por los seres humanos. Juan 3:16 lo presenta de una manera tan sublime que se hace innecesario comentarlo: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna». Dios es amor, 1 Juan 4: 8 lo dice claramente. Debemos aceptarlo por fe, aunque no podamos entender apropiadamente el problema del dolor y del sufrimiento.

Referencias 1 Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 506. 2 Elena G. de White, En lugares celestiales, p. 15.

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6 Una maldición sin causa

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l título de este capítulo se basa en Proverbios 26:2: «Como gorrión que vaga, o como golondrina en vuelo, así la maldición nunca viene sin causa». La segunda parte de esta declaración contiene una gran dosis de verdad. Muchas veces, directa o indirectamente, nosotros mismos nos provocamos los problemas. Nuestro estilo de vida, nuestras decisiones, nuestras palabras, pueden provocar situaciones desastrosas y dolorosas. Eso era lo que creían los tres amigos del patriarca. El libro de Job nos ofrece una excelente oportunidad para adquirir un entendimiento más amplio del conflicto que existe entre Dios y el diablo, y en cómo nos afecta. Job es una obra que rebosa de acción. Lo de mayor cuantía ocurre en los primeros dos capítulos del libro. El resto es mayormente un compendio de la conversación sostenida entre cuatro personas: Job, Elifaz, Bildad, y Zofar. Podemos afirmar que tal vez los tres amigos de Job también eran ricos. Si hubieran sido obreros que trabajaran para otros, probablemente no habrían tenido la oportunidad de sentarse horas y horas, en silencio, junto a su sufriente amigo. El libro no indica cómo se enteraron de los sufrimientos de Job. Tampoco tenemos mucha in-

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formación respecto a dónde estaban ubicadas las ciudades de origen de los tres visitantes, con excepción de uno: «Elifaz provenía de Temán. Génesis 36:4 afirma que a un hijo de Esaú y Ada le llamaron Elifaz. Luego, Elifaz tiene a un hijo de nombre Temán (Génesis 36:11). Temán es el nombre de una destacada ciudad en la zona de Edom, al sureste del Mar Muerto. Si están correctas la identificación de dicha ciudad y la residencia de Job, esto significa que Elifaz hizo un viaje de más de 150 kilómetros». 1 Es probable que Elifaz haya hecho su viaje hacia la casa de Job en una bestia de carga, o en un coche tirado por animales que estaban acostumbrados a viajar largas distancias. La Biblia no dice en qué época del año ocurrió la travesía, pero si fue durante el verano, un largo viaje en el extremo calor del desierto conllevó hacer preparativos especiales. Seguramente los tres amigos de Job llegaron cargados de buenas intenciones para apoyar a su amigo o compañero de negocios. Aquí tenemos una enseñanza: si nuestros amigos enferman, ¿estaríamos dispuestos a viajar grandes distancias para consolarlos? ¿Cuán lejos nos desplazaríamos para visitar a nuestros hermanos de iglesia, para dejarles saber que nos solidarizamos con su dolor? ¿Cuán lejos llegó Jesús para consolarnos y apoyarnos a nosotros, sus «amigos», como llamó a sus discípulos en Juan 15:15? «Pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer». ¿Fue cómodo para los tres amigos de Job viajar para acompañar a su amigo sufriente? Probablemente, no. Muchos de nosotros no haríamos nada por nuestros amigos si eso implica algunos inconvenientes. Quizá podríamos abandonar nuestra zona de comodidad por amigos muy, pero muy, cercanos. Aquellos hombres deben de haber sido muy allegados a Job para haber hecho ese viaje, www.escuela-sabatica.com

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sentarse con él en el polvo, y permanecer en silencio a su lado durante siete días. Esto nos lleva al Salmo 119: 65-72. Allí el salmista reconoce que Dios ha obrado bien con su siervo, porque le ha enseñado a tener buen juicio, conocimientos y buen discernimiento. El siervo admite haberse extraviado antes de su aflicción, pero luego de la misma él obedece los estatutos del Señor. Después de su inesperada aflicción, aquel siervo expresa lo que muchos dirían es un profundo aprecio por la ley de Dios, por sus mandamientos y por sus preceptos. A veces las mejores enseñanzas se adquieren gracias a los golpes. Aunque Dios intenta resguardarnos del dolor y del castigo, a menudo esas experiencias nos enseñan que debemos mantenernos cerca de él. En cierta ocasión escuché la historia de un pastor que tenía una oveja a la que con frecuencia tenía que rescatar. Según el relato, el pastor finalmente decidió romperle las patas. Luego se las entablilló y las vendó, y la cargaba en sus brazos hasta que la ovejita sanó. Como el pastor llevaba a la oveja en sus brazos, esta aprendió a amar al pastor, y cuando se sanó y pudo correr y caminar por cuenta propia, se mantuvo cerca de su dueño y jamás salió del rebaño. No estoy seguro si esta historia es verídica, ya que suena cruel y violenta. Tampoco creo que Jesús, el buen pastor (Juan 10:11; Jeremías 3:15), esté dispuesto a causarles dolor a sus seguidores. No obstante, cuando nos distanciamos de su voluntad, el Señor a menudo nos deja caer en situaciones agobiantes para que aprendamos a depender de él. Hace algunos años un borracho entró a una de las iglesias que yo pastoreaba. Lo observé cuidadosamente mientras el pequeño grupo presentaba sus testimonios, orábamos y cantábamos. Recursos Escuela Sabática ©

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Esa noche lo llevé a su casa en mi automóvil y nos hicimos amigos. Un día me contó su historia de luchas, problemas y tribulaciones. Él había participado en la guerra de Vietnam y me contó que cada vez que el enemigo disparaba a las tropas norteamericanas, ellos identificaban la llegada de los proyectiles por el ruido que hacían. Todos los soldados se refugiaban en la trinchera más cercana, o en las depresiones creadas en el terreno por una previa lluvia de morteros. Me dijo que en aquellas trincheras no había ateos: todos oraban para Dios les protegiera. Sin embargo, una vez que la lluvia de proyectiles cesaba, todos volvían a sus andanzas: borracheras, drogas y olvido Dios. Luego añadió una frase: «A peligro pasado, Dios olvidado». Los amigos de Job se lamentaron con él, como se hacía en aquella época. Ellos se unieron a su dolor y sufrimientos al compartir con él, lamentar la pérdida de su fortuna, de su familia y luego de su salud, al mismo tiempo que le brindaban consuelo. Hay ocasiones cuando las tragedias de la vida nos roban el aliento, y la comunidad se une para compartir la pena y el dolor de la pérdida. Aquellos amigos se sentaron en silencio. Pero una vez que Job habló maldiciendo el día de su nacimiento, pareció como si las reprimidas emociones de los tres salieran como el agua de una represa quebrada. Tal vez Elifaz era el director del grupo y quizá por eso fue el primero en hablar. Él reconoce, indirectamente, que Job había ayudado a muchas personas que fueron tocadas por la adversidad; pero ahora, la desdicha había llegado a su puerta y lo que Job deseaba ¡era la muerte! En medio de su discurso, Elifaz pregunta: «Piensa ahora: ¿qué inocente se pierde? ¿Dónde los rectos son destruidos?» (Job 4:7). www.escuela-sabatica.com

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Elifaz estaba expresando una idea muy popular en su época, que afirmaba que el ser humano cosechará lo que haya sembrado. Este principio bíblico se encuentra en Lucas 6:38. «Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir». Luego en Gálatas 6:7 se nos dice: «No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará». Aunque Lucas 6: 38 podría considerarse como un texto positivo y motivador; el de Gálatas 6: 7 constituye una advertencia. Ambas declaraciones se basan en el hecho de que uno recibe lo que se merece. Eso fue lo que le dijo Elifaz a Job. Estas palabras seguro produjeron un gran impacto en Job. Su amigo y uno de sus allegados más cercanos lo visitó para consolarlo y compartir su luto; pero ahora acusa a Job y le dice que Dios le ha enviado una plaga como pago por su impiedad. ¿Alguna vez usted ha sido acusado de algo que no cometió? A mucha gente le ha pasado. ¿Cuántas veces ha sido alguien falsamente acusado de un crimen y ha visto su foto publicada en todos los periódicos y en Internet? Mientras tanto lo vemos proclamando su inocencia, aunque sus amigos parecen dudar de la misma. A veces esas personas resultan ser inocentes. Esos medios noticiosos que anunciaron la supuesta culpabilidad rara vez proclaman una vindicación, y en dado caso no lo hacen con la misma vehemencia. ¿Qué diremos la próxima vez que alguien sufra sin un motivo aparente? ¿Cómo consolaremos a los que están a un paso de la muerte? El hermano Brown, un fiel anciano de la Iglesia Adventista, estaba agonizando. 2 Había sido un estricto vegetariano, un modelo de buena salud, un laico activo que impartía estudios bíblicos y apoyaba a los pastores. Lamentablemente, padecía una enfermedad incurable. Cuando lo visité en el hospital, en sus últimos días Recursos Escuela Sabática ©

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de vida, me dijo que los médicos le habían dicho que iba a morir. Le pregunté cómo se sentía ante el tema de la muerte. Me respondió que no tenía problemas en aceptar su muerte; pero que no le parecía bien que el médico continuara sin conocer a Jesús. Por lo tanto, decidió darle estudios bíblicos al médico. Mientras estaba al borde de la muerte, ¡intentó que su médico conociera al Señor! No obstante, Elifaz tenía un argumento que desarrollará en el capítulo 5 de Job. Como ya hemos visto, sus declaraciones parecen estar apoyadas por otros escritores bíblicos. Después de todo, la Biblia afirma que los malvados dejarán de existir (Salmo 37:10), y en la mayor parte de los casos, las maldiciones llegan tan solo porque existe una relación de causa efecto respecto a las mismas (Proverbios 26:2). El problema es que Elifaz no aceptaba concederle a Job el beneficio de la duda. En otras palabras, Elifaz no estaba dispuesto a «considerar a alguien inocente hasta que se demostrara lo contrario»; o «a considerar a alguien de una forma más favorable» —en este caso a Job. 3 Ya que Elifaz en realidad no sabía por qué Job estaba sufriendo; él pudo suponer que las protestas de Job eran apropiadas y que hasta donde Job sabía, no había motivos para tanto sufrimiento. Por esa misma razón no debemos juzgar a nadie. No siempre lo conocemos todo. Me viene a la mente una antigua expresión: «Cree la mitad de lo que veas y nada de lo que escuches». Nuestro conocimiento es imperfecto. Además, cuando juzgamos a menudo somos culpables de algo, muchas veces de lo mismo que acusamos a otros. «Eso es lo que Mateo 7:1, 2 afirma cuando habla de juzgar. Allí la palabra juez o juzgar (krinō), puede significar tanto analizar o evaluar, como condenar o vengar. Los primeros conceptos se les requieren en forma clara a los creyentes (1 Corintios 5:5; 1 Juan www.escuela-sabatica.com

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4:1); pero los últimos se les reservan a Dios. Si bien en las ocasiones en que realizamos una evaluación negativa de los demás, nuestros objetivos deberían ser constructivos y no retributivos». 4 Aun si Elifaz hubiera tenido la razón, él no aparentaba tener un espíritu constructivo, sino retributivo. Prefería tener razón, a ser una persona llena de amor. ¿No es el amor una de las principales características de un cristiano? «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros» (Juan 13:35). Desde luego, Miqueas aún no había redactado su consejo: «Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios» (Miqueas 6:8). Estas palabras son de fácil lectura, pero son difíciles de vivir tanto para Elifaz como para nosotros.

Referencias 1 Robert L. Alden, Job, The New American Commentary, vol. 11 (Nashville, Tenn.: Broadman & Holman, 1993), p. 69. 2 El nombre es falso. 3 El «beneficio de la duda».https://mx.answers.yahoo.com/question/index?qid=20070625072612 AAkZAqx 4 Craig L. Blomberg, Matthew, The New American Commentary, t. 22 {Nashville: Broadman & Holman, 1992), p. 127.

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7 El castigo retributivo

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l estudiar el tema del sufrimiento sale a relucir el asunto del castigo retributivo. El adjetivo retributivo parece ir vinculado a un castigo motivado por la venganza. Sin embargo, la justicia no puede tolerar el mal, y el mal no solo debe ser enfrentado, sino castigado. Si el mal no es castigado entonces se cometería una injustica. Por lo menos así lo creían Elifaz, Bildad y Zofar, los tres amigos de Job, a los que nos referiremos en conjunto con las siglas EBZ. Recordemos que Job afirmaba que no había pecado; el grupo EBZ insistía que Job tenía que haber cometido un horrendo pecado y que por eso había recibido tan implacable castigo. En tanto que Job, también con mucha vehemencia, afirmaba que no merecía ese sufrimiento, puesto que era inocente. A los seres humanos nos cuesta aceptar el sufrimiento de la «gente buena». No podemos entender que los niños mueran, que poblados enteros queden destruidos a causa de una inundación, o que un terrorista asesine a personas inocentes. Lo cierto es que ningún ser humano puede ser tenido por bueno. La Biblia es clara en esto. Veamos la siguiente declaración inspirada:

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«Todos se habían corrompido; no hay quien haga el bien, no hay ni aun uno» (Salmo 53: 3). O, lo que dice Romanos 3:10-12: «Como está escrito: "No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno"». Jesús habló de lo mismo en Marcos 10: 18: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios». 1 Dios es el único ser que es bueno. Debido a nuestra naturaleza pecaminosa, incluso en nuestros mejores momentos, no somos buenos. Usted se puede comparar con otro ser humano y decir: «Yo podré ser malo, pero no tan malo». Pero si usted aplica esa justicia comparativa y se pone al lado de Dios, se dará cuenta cuán malo es usted. Elena G. de White declaró: «Los seres humanos pueden arroparse con su propia justicia, pueden alcanzar su propia norma de carácter, pero no alcanzan la norma que Dios ha presentado en su Palabra. Podemos medirnos con nosotros mismos, y compararnos entre nosotros; podemos decir que somos tan buenos como este, o como aquel; pero la gran interrogante es: "¿Alcanzamos la norma que el Cielo nos ha fijado?"». 2 La misericordia, la compasión y el amor de Dios le permiten demorar la retribución final de los seres humanos. En su misericordia, el Señor desea salvarnos a todos, y por eso nos ha concedido más tiempo y oportunidades a fin de que podamos, con su ayuda, llegar a tener un carácter semejante al de Cristo. Ahora bien, sabemos que hay ejemplos bíblicos que nos enseñan que Dios castiga el pecado y la maldad. EBZ intentaron vigorosamente de presentarle a Job que él encajaba en el marco de la www.escuela-sabatica.com

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justicia retributiva divina. Bildad se enfoca en Job, y en esencia le dice que sus hijos fallecieron debido a que eran malos; que Dios en su justicia no los habría matado si no hubieran pecado en contra de él. De acuerdo con su idea, los pecadores recibían su merecido. Era como decirle a aquel enlutado padre: «Tus hijos eran malvados, y Dios los mató. Ellos no merecían seguir con vida». El razonamiento de Bildad posee algunos problemas. El primer capítulo demuestra que Job se preocupaba por sus hijos y que ofrecía sacrificios a favor de ellos. «Porque decía Job: "Quizá habrán pecado mis hijos y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones". Esto mismo hacía cada vez» (Job 1:5). El registro añade que él santificaba, o consagraba, a sus hijos. Job no tenía conocimiento concreto o específico de los pecados que sus hijos pudieron haber cometido en contra de Dios. No obstante, cumplía con su deber paternal y sacerdotal, ofreciendo sacrificios bajo la premisa de que quizá en sus fiestas o banquetes, sus hijos pudieron haber irrespetado a Dios. Aquí hay algo que hemos de tener en cuenta: los padres jamás se liberan de la obligación de orar por sus hijos. Cuando nosotros, mediante el milagro de la procreación, concebimos y traemos hijos al mundo, nuestra responsabilidad por su bienestar espiritual jamás cesa. El ejemplo de Job quizá sea uno extremo, pero al menos nosotros, los padres, deberíamos orar en todo momento por nuestros hijos. En su discurso, Bildad enfatiza un aspecto del carácter de Dios: su desprecio por el pecado y la maldad, y su misericordiosa disposición hacia sus hijos. Bildad fue cortante, y en ocasiones nosotros también lo somos. Una vez más el autor indica que Bildad, así como Elifaz antes que él, estaba intentando defender el carácter de Dios a costa de Job y de sus hijos.

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No estoy tan seguro de que Dios «necesite» que lo defendamos. En realidad, debemos ser sus testigos (Isaías 43: 10-12; Hechos 1: 8); pero defender a Dios sin conocer la mente divina es una mala representación de la misma justicia que Bildad intentaba defender. Aclarémoslo bien: tan solo entendemos un poco de lo que Dios ha revelado de sí mismo; y parte de lo que pudiéramos comprender no lo comprendemos adecuadamente. Algo sí es cierto: no podemos, ahora ni nunca, entender plenamente la voluntad divina. La Palabra de Dios proporciona un equilibrio entre la ley y la gracia. Ya lo dijo la señora White: «Hay perfecta armonía entre la ley de Dios y el evangelio de Jesucristo. "El Padre y yo uno somos" dijo el gran Maestro. El evangelio de Cristo es la buena nueva de su gracia, por medio de la cual el hombre puede ser liberado de la condenación del pecado y capacitado para obedecer la ley de Dios. El evangelio señala hacia el código moral como regla de vida. Esa ley, mediante sus demandas de una obediencia sin desviaciones, le muestra continuamente al pecador el evangelio del perdón y la paz». 3 Hay muchos que enseñan que la gracia cubre el pecado. No obstante, la gracia aunque se define claramente como un «favor inmerecido», es más que eso. Pablo le enseñó a Tito: «La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a toda la humanidad, y nos enseña que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, mientras aguardamos la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo (Tito 2: 11-14). Según leemos en Job 11: 7-9, no podemos descubrir los secretos de Dios. Sus propósitos sobrepasan nuestro entendimiento. Son en verdad más altos que los cielos y más profundos que el seol. No solamente Elifaz y luego Bildad atacaron a Job, sino que luego los siguió Zofar, el tercer miembro del grupo. EBZ, como un www.escuela-sabatica.com

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trío de amistosos consejeros seguían intentando convencer a Job de que su maldad era la causa de todas sus calamidades. La intervención de Zofar la encontramos en Job 11:1-20. En resumen, Zofar le recuerda a Job que sus muchas palabras no le garantizan ser justificado ante Dios (versículos 1-4). Además, desea que Dios hable para corregir a Job, y afirma que probablemente Dios todavía no había tomado en cuenta todos los pecados de Job. Zofar se nos recuerda que Dios castiga el pecado. Dios castigó a un mundo descarriado al enviar el Diluvio, pero también manifestó su gracia a través de Noé, que predicó durante 120 años. «Ciento veinte años antes del diluvio, el Señor, mediante un santo ángel, comunicó a Noé su propósito, y le ordenó que construyera un arca. Mientras la construía, había de predicar que Dios iba a traer sobre la tierra un diluvio para destruir a los impíos. Los que creyeran en el mensaje, y se prepararan para ese acontecimiento mediante el arrepentimiento y la reforma, obtendrían perdón y serían salvos». 4 Aunque Dios intervino para erradicar a los pecadores que habían llevado su maldad a niveles que la justicia divina ya no podía tolerar, a la vez proveyó una vía de salvación para aquellos que confiaran y creyeran en sus advertencias. Al tiempo que Dios decidió la suerte de la tierra, su gracia estuvo disponible para todo creyente. «Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová» (Génesis 6:8). Aunque Dios condena el pecado, Dios también extiende su misericordia a todo aquel que esté dispuesto a recibirla. El Diluvio y la destrucción de Sodoma y Gomorra son dos ejemplos de la intervención directa de Dios y ambos ponen de manifiesto su actitud frente al pecado y los pecadores. Aunque es innegable que Dios ha actuado para castigar a los pecadores, él también ha enviado un mensaje de salvación para todos. En Deuteronomio 6:24, 25, Dios promete que él guardará a Recursos Escuela Sabática ©

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los que digan: «Jehová nos mandó que cumplamos todos estos estatutos». De hecho la Biblia nos recuerda que las bendiciones son el resultado de la obediencia. Todos esos sucesos han sido registrados para bendición de los que viven en los tiempos finales. Pablo escribió en 1 Corintios 10:11-13: «Todas estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales. Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna prueba que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser probados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la prueba la salida, para que podáis soportarla». Está claro que los registros de la historia se conservan para beneficio de los que viven en el presente. Según dijo George Santayana: «Los que no aprenden de la historia, están condenados a repetirla». El relato de la rebelión de Coré, Datán y Abirán constituye un contundente ejemplo de justicia retributiva (Números 16). Tan en serio se consideró el desafío de aquellos revoltosos, que Moisés clamó a Dios para que hiciera «algo inaudito», distinto de lo que habían visto los israelitas en el pasado; algo que Dios haría para vindicar la autoridad de Moisés y de Aarón, y la de sí mismo. Esto fue una demostración directa e impresionante de un acto de justicia retributiva. En ocasiones el pecador es destruido a causa de sus propias decisiones. El Dios que consideramos como un Dios de amor, es también un Dios de justicia. Él continuamente nos llama para que acudamos a él, para que nos alejemos del pecado. De hecho, el desenlace del gran conflicto conlleva poner fin al pecado y a los pecadores. En 2 Pedro 3:5-7 se nos asegura que así como el Diluvio destruyó a los pecadores, de igual modo el fuego consumirá al mundo y destruirá a los que rehusaron aceptar el mensaje de salvación. El profeta Malaquías expresó estas palabras: www.escuela-sabatica.com

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«Ciertamente viene el día, ardiente como un horno, y serán estopa todos los soberbios y todos los que hacen maldad. Aquel día que vendrá, los abrasará, dice Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas para vosotros, los que teméis mi nombre, nacerá el sol de justicia y en sus alas traerá salvación. Saldréis y saltaréis como becerros de la manada. Pisotearéis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies en el día en que yo actúe, dice Jehová de los ejércitos» (Malaquías 4:1-3). Está claro que el día del juicio retributivo ha sido predicho. Sin embargo, no estamos aun viviendo en ese tiempo. Pero llegará el día en que, como Jesús dijo, «el que es injusto, sea injusto todavía; el que es impuro, sea impuro todavía; el que es justo, practique la justicia todavía, y el que es santo, santifíquese más todavía» (Apocalipsis 22:11). Mientras tanto nos vendría bien seguir el consejo de Pedro: «Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén» (2 Pedro 3:18). Referencias 1 Algunos eruditos creen que la pregunta de Jesús tenía el propósito de que se reconociera su divinidad. 2 Elena G. de White, «Jesús Knocking at the Heart», Signs of the Times, 3 de marzo, 1890, pp. 129, 130. 3 Elena G. de White, Mente, carácter y personalidad, tomo 2, cap. 61, p. 206. 4 Elena G. de White, Patriarcas y profetas, cap. 7, pp. 71, 72.

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8 Sangre inocente

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l continuar nuestro estudio del libro de Job, llegamos a un capítulo que revela el profundo dolor del patriarca. En su discurso, podemos apreciar la profundidad de su sufrimiento. El grupo EBZ ha expresado su teología en forma de poesía. Ha acertado en algunas cosas y en otras no. Están en lo cierto al decir que Dios castiga el pecado. Ahora bien, Job había sido considerado como justo, ¡incluso por el mismo Dios! Eso es precisamente lo que sorprende a Job que, sin saber lo que ocurría entre Dios y Satanás, mantenía su inocencia. Pero Job va más allá: le pide a Dios que no lo condene y le pregunta si disfruta castigarlo (Job 10:3). Le ruega que le muestre su pecado, ya que no está consciente de haber pensado, dicho o hecho algo que lo haga merecedor de tan espeluznante castigo. Lamentablemente nuestro «héroe», le atribuye todo lo que le está sucediendo a la mano de Dios, a quien ha servido con fidelidad. Una y otra vez hemos de recordar que nosotros tenemos la ventaja de saber cómo y por qué comenzó y cómo concluye. Pero en medio de todo, Job es abandonado para que luche con su imagina-

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ción, con sus ideas, y medite en las convincentes presentaciones de sus amigos. ¿Qué hacemos por lo general con amigos como ellos? ¿Tenemos amigos como Elifaz, Bildad, y Zofar? ¡Espero que no! Job mantuvo su integridad en todo momento, rehusando «maldecir a Dios y morir», como le recomendó su esposa. Hasta aquí no tenemos la respuesta que hemos estado procurando. Mientras que el sufrimiento de Job es quizá el punto más elevado de su experiencia, no tenemos la respuesta; o al menos Job no tiene la respuesta para sus increíbles sufrimientos. Recordemos que Job no solo experimenta un dolor físico, que debe haber sido extenuante, sino que también sufrió el rechazo social manifestado por sus amigos cercanos, y probablemente su infortunio constituía el tema de conversación de sus vecinos. «Pérdidas materiales, hijos y sirvientes muertos; el cuerpo afectado por una enfermedad incurable, ¿qué hizo para merecer todo aquello?». Job estaba sufriendo porque Dios conocía a Job, y él conocía a Dios. De acuerdo con Dios, Job estaba mejor capacitado que Satanás para representar a la Tierra en una reunión del concilio celestial. Dios sabía que podía contar con Job como un digno representante de los valores de su reino. Pero, ¿qué le diríamos a Job si nos hubiera tocado estar con él, presenciar su sufrimiento? ¿Qué les decimos a nuestros hermanos de iglesia, a nuestros vecinos, a nuestros compañeros de trabajo, cuando los golpea una enfermedad incurable? He aprendido que las frases hermosas de nada sirven cuando la gente está experimentando algún tipo de sufrimiento. Un pariente mío me comentó de un sermón acerca del desengaño, del sufrimiento y del dolor, en el que un pastor aconsejó a sus miembros a «¡construir un puente para pasarle por encima a todo!». ¡Una gran muestra de insensibilidad! No ayuda para nada www.escuela-sabatica.com

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decir: «¡Enfréntate a ello!». O decirles: «Eso también pasará»; «¡No te rindas, Dios está de tu lado!». A veces el silencio de Dios hace que el dolor del sufrimiento sea prácticamente insoportable. Además de que pronunciar una serie de frases vacías puede ser inapropiado, tampoco sirve de mucho para ayudar a la gente a lidiar con su sufrimiento. Así como Job no merecía sufrir, también hay muchos que en la actualidad sufren injustamente. Por ejemplo, una joven mujer que es atacada y golpeada mientras camina de regreso a su casa. O las tres jóvenes que fueron secuestradas y encarceladas durante casi diez años en la ciudad de Cleveland, Ohio; hasta que una de ellas escapó e hizo que la policía liberara a sus dos compañeras. Esas chicas no merecían nada de eso. Aunque nadie es completamente inocente, lo cierto es que hay millones de seres humanos que sufren injustamente. Somos conscientes de lo que la Biblia dice respecto al mal y la corrupción del corazón humano, y de la crueldad del hombre con el hombre. El pecado nos ha marcado a todos. La Biblia registra la oración de Salomón durante la inauguración del templo. En aquella oportunidad él dijo: «Si pecan contra ti (porque no hay hombre que no peque)» (1 Reyes 8:46). ¡Qué gran declaración! Nadie está libre de pecar. Nadie. Por medio de la dirección divina, somos guiados a reconocer nuestra pecaminosidad. Nuestros pensamientos, nuestras palabras manchadas de egoísmo, nos impelen a clamar como Pablo: «¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro! Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado» (Romanos 7:24, 25). «Pero Satanás se ha propuesto interesar a los hombres en primer término en sí mismos, y estos al ceder a su control han desarrollado un egoísmo que ha llenado al mundo de miseria y lucha, y ha indispuesto a los hombres entre sí». 1 Recursos Escuela Sabática ©

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«Todo pecado es egoísmo. El primer pecado de Satanás fue el egoísmo. Él intentó hacerse del poder para exaltar su yo. Una especie de locura lo llevó a intentar sobreponerse a Dios. La tentación que llevó a Adán a pecar fue la falsa declaración de Satanás de que le sería posible alcanzar más de lo que hasta allí había disfrutado: ser como el mismo Dios. De esa forma las semillas del egoísmo fueron sembradas en el corazón humano». 2 Para romper el hechizo del egoísmo necesitamos al Señor de la cruz, a Jesús, el hijo de Dios. «El sacrificio de Cristo como expiación del pecado es la gran verdad en derredor de la cual se agrupan todas las otras verdades. A fin de ser comprendida y apreciada debidamente, cada verdad de la Palabra de Dios, desde el Génesis al Apocalipsis, debe ser estudiada a la luz que fluye de la Cruz del Calvario. Os presento el magno y grandioso monumento de la misericordia y regeneración, de la salvación y redención: el Hijo de Dios levantado en la cruz». 3 Job y sus amigos obviamente no contaban como nosotros con el Nuevo Testamento para que les mostrara el gran sacrificio de Cristo, que un día eliminaría del mundo todo egoísmo y pecados resultantes. Hay algunos ejemplos, desde luego, de gente que sufre sin ninguna aparente conexión con pecados conocidos. Los discípulos en su momento también creían que todo sufrimiento se debía a los pecados de la víctima. Pero Jesús demostró que no siempre ese era el caso. En Juan 9:1-5 leemos lo siguiente: «Al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: —Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego? www.escuela-sabatica.com

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Respondió Jesús: —No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, mientras dura el día; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo». Después de esto, Jesús sanó al ciego de una forma poco usual. Escupió en tierra, hizo un poco de lodo con el polvo y la saliva, lo puso en los ojos del hombre y le dijo que fuera a lavarse en el estanque de Siloé. El hombre fue sanado de su ceguera. En Job 15:14-16, Elifaz se reenfoca en la pecaminosidad humana al recordarle a Job que ningún hombre es puro. En ocasiones decimos que el sufrimiento purifica la visión y aclara los objetivos. A veces reconocemos que el sufrimiento que Dios permite que nos afecte, tiene el propósito de eliminar la «escoria» de nuestras vidas con el fin de que la pureza del carácter santificado pueda revelarse, como el oro bajo el fuego del crisol. 4 Muchas veces no podemos identificar nada bueno cuando la gente sufre. Es de notar que algunas personas, en medio de su congoja se alejan de Dios, y este es uno de los objetivos de Satanás al utilizar el dolor y el sufrimiento. Quizá necesitamos mencionar lo que Abraham dijo cuando intercedió delante del Señor por Sodoma y Gomorra. «Lejos de ti el hacerlo así, que hagas morir al justo con el impío y que el justo sea tratado como el impío. ¡Nunca tal hagas! El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» (Génesis 18:25). La Biblia no oculta que la vida en este mundo jamás será justa: los hijos de Job murieron (Job 1:18-20); Abel fue ultimado por su hermano (Génesis 4:8); David conspiró para matar a Urías el heteo (2 Samuel 11); Jeremías fue echado en una enlodada mazmorra (Jeremías 32:2, 3); Juan el Bautista fue degollado (Mateo 14: 10); y Recursos Escuela Sabática ©

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un sinnúmero de fieles fueron torturados, echados en prisión... Dicho esto, entonces no es posible que los seguidores de Dios creamos que estamos que el dolor nunca tocará nuestra puerta. Mateo 6:34 dice: «Así que no os angustiéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia preocupación. Basta a cada día su propio mal». Sobre este pasaje, que constituye el punto culminante del sermón que Jesús pronunció para instruir a sus seguidores respecto a la forma de enfrentar los desafíos de la vida, un reconocido comentario bíblico afirma: «Nuevamente Jesús emplea la forma típica del razonamiento judío: de lo menor a lo mayor. Si la lógica de su argumento es aceptable, luego la preocupación únicamente será el resultado de una falta de fe genuina en la bondad y en la misericordia de Dios. R. Mounce afirma: "La preocupación es un ateísmo práctico y una afronta a Dios"». 5 ¡Esas son palabras fuertes! El Comentario bíblico adventista, afirma respecto al mismo texto: «Los cristianos pueden vivir libres de ansiedad aun en medio de las circunstancias más difíciles, plenamente confiados en que Aquel que "bien lo ha hecho todo" (Marcos 7:37) hará que todas las cosas ayuden a "bien" (Romanos 87:28). Aunque nosotros no sabemos "qué dará de sí el día (Proverbios 27:1), Dios sabe muy bien lo que ocurrirá el día de mañana. Nuestro Padre, que conoce el futuro, nos insta a confiar en su cuidado permanente y a no afanarnos por supuestos problemas y perplejidades. Cuando llegue el día de mañana, los problemas que habíamos temido encontrar, con frecuencia resultarán haber sido totalmente imaginarios. Muchísimas personas están obsesionadas, sin necesidad, por el fantasma del día de mañana». 6 Al enfocarnos en las enseñanzas de Jesús, encontramos que él reconoció lo aparentemente caprichosa que es la vida en sus in www.escuela-sabatica.com

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justicias y malignos sufrimientos. Eso lo experimentó él mismo: Herodes intentó matarlo (Mateo 2:16-18); el juicio que le celebraron era un remedo de justicia, finalmente, a pesar de que Pilato dijo en tres ocasiones: «Yo no hallo en él ningún delito» (Juan 18:38, 19:4, 6), lo crucificaron. ¡Una gran injusticia! Jesús experimentó todo eso por nosotros. Sin saberlo, Job fue un símbolo de Cristo, puesto que también supo lo que es sufrir injustamente. Satanás lo atacó, así como atacó a Cristo. El caso de Job tampoco constituye una norma para el sufrimiento. No existe tal cosa. Pero en su ejemplo vemos la fidelidad en medio de un sufrimiento injusto. Aunque la Biblia jamás enseña que la gente estará libre de dolor y sufrimiento en este mundo, sí nos brinda esperanza. Hace algún tiempo, yo era un buen jugador de racquetball. Cuando uno de mis oponentes conseguía aventajarme en un partido, le decía: «La esperanza es algo horrible que se le brinda al ser humano ». Queriendo decir, desde luego, que la esperanza conlleva un beneficio intangible. Tenemos la esperanza de que este mundo pronto desaparecerá a causa de la venida del Señor, y que luego se establecerá un nuevo sistema, un nuevo estilo de vida. A lo largo de las Escrituras encontramos esperanza para los habitantes de este mundo lleno de pecado y saturado del mal. Aunque el dolor y el sufrimiento abundan, también lo hace la esperanza. El autor de Proverbios nos recomienda: «Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y él hará derechas tus veredas» (Proverbios 3:5, 6). No importa qué sepamos, ni lo que no sepamos, lo que Dios pide es que confiemos en él. Confiar en Dios es fácil cuando todo va bien. Pero hemos de confiar también cuando las cosas no van bien. Con cada problema o lucha, sufrimiento o dificultad, tenemos que confiar en la bondad divina. No tanto porque nos sintaRecursos Escuela Sabática ©

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mos con ese deseo, sino porque reconocemos que es lo mejor. Un corito que los niños aprenden en la Escuela Sabática lo dice muy bien: «Cristo me ama bien lo sé, su Palabra lo hace ver [...]». Debido a que la Biblia lo dice tan claramente, lo aceptamos por fe. Eso es lo mismo que Job expresó al proclamar: «Aunque él me mate, en él esperaré» (Job 13:15).

Referencias 1 Elena G. de White, Consejos sobre mayordomía, cap. 4, p. 27. 2 Elena G. de White, «To Brn-Srs. of the lowa Conference» (cf. Carta 134, 1902), The Ellen G. White 1888 Materials, 1763, https://egwwritings.Org/#. 3 Elena G. de White, Obreros evangélicos, sec. 8, p. 330. 4 Elena G. de White, Patriarcas y profetas, cap. 11, p. 108. 5 Blomberg, Matthew, t. 22, pp. 125-126. 6 Comentario bíblico adventista, tomo 5, p. 353.

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l libro de Job nos sigue llevando hacia un punto esperanzador. Esa esperanza se expresa con firmeza cuando Job les contesta a sus amigos. La Biblia nos dice que no debemos colocar nuestra esperanza en ningún ser humano. De hecho todos los seres humanos somos pecadores; la carne es pasajera y terminará en la tumba. Sin embargo, los que confían en el Señor permanecerán para siempre. La Palabra de Dios declara: «No confiéis en los príncipes ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación, pues sale su aliento y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos. Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios» (Salmo 146:3-5). La esperanza de Job estaba colocada en Dios, su salvador. Los amigos de Job, el grupo EBZ, lo habían presionado bastante para que confesara su pecado. Tal vez sin ser consciente de ello, estos personajes se unieron al enemigo al expresar sus constantes y persistentes acusaciones. Job se cansó de ellos. No estaba dispuesto a seguir escuchándolos; decide que ya es suficiente.

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¿Acaso deberíamos estar preparados para defendernos de las acusaciones falsas? Desde luego que sí. Jesús es nuestro ejemplo en todo. Él permaneció en silencio mientras era acusado falsamente (Isaías 53:7). Probablemente actuó de esa forma debido a su tarea como nuestro Salvador: llevar los pecados y las cargas de todos los seres humanos Llevó nuestra culpa gozosamente y se revistió de nuestra vergüenza allá en la cruz. Job estaba siendo sometido a un severo examen y prueba, y de igual manera todos nosotros seremos también probados. ¿Por qué aquella prueba? Recordemos que Dios conocía las intenciones del corazón de Job. Pero Satanás y el resto de los ángeles —tanto los santos como los malos— no lo conocían. Job había sido considerado un hombre sin tacha, recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Ahora está siendo probado, no para beneficio de Dios, sino para beneficio de los espectadores: los seres celestiales que estaban pendientes del desarrollo del gran conflicto. Los «hijos de Dios» que habían escuchado las acusaciones de Satanás fijaron su atención en ver si era posible que los seres humanos fueran fieles a Dios y si resistirían con fe todos los embates de las fuerzas del mal. Dice Elena G. de White que «la esperanza y el valor son esenciales para dar a Dios un servicio perfecto. Son el fruto de la fe. El abatimiento es pecaminoso e irracional. Dios puede y quiere dar "más abundantemente" (Hebreos 6:17) a sus siervos la fuerza que necesitan para las pruebas. Los planes de los enemigos de su obra pueden parecer bien trazados y firmemente asentados; pero Dios puede anular los más enérgicos de ellos. Y lo hace cómo y cuándo quiere; a saber cuando ve que la fe de sus siervos ha sido suficientemente probada». 1 La esperanza de Job descansaba en el Señor. A pesar de todo lo que se le vino encima, Job mantuvo su fe en Dios. Pablo nos explica www.escuela-sabatica.com

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que la esperanza es producto de la fe. «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no nos defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado» (Romanos 5:1-5). ¿Lo entendemos? Pablo dice que las tribulaciones producen paciencia; que la paciencia desarrolla el carácter; y el carácter da como resultado esperanza. ¡Y la esperanza no nos defrauda! Más bien, nos recompensa. Por supuesto que Job no contaba con los escritos de Pablo, o con los de cualquier libro de la Biblia, para que le ayudaran a entender lo que estaba sucediendo. Él abrigaba esperanza porque tenía fe en Dios. Eso lo sostuvo en sus horribles pruebas. Santiago se refiere a esto en su Epístola. Él dice: «Hermanos míos, gozaos profundamente cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia» (Santiago 1:2, 3). Santiago nos dice que deberíamos considerar, o pensar, que es un gozo cuando nos llegan pruebas o tribulaciones. «No hay ninguna vicisitud en la vida, no importa cuán amarga o desanimadora, que por la providencia de Dios y la gracia de Cristo no pueda contribuir al crecimiento cristiano, a acercarnos más a Dios y a enriquecer nuestra comprensión de su amor para nosotros». 2 Cuando surgen las pruebas, los problemas y las tribulaciones deberíamos detenernos a pensar en qué forma ellas encajan en el plan de Dios con nosotros. Casi puedo oír a algunos lectores decir: «Es más fácil decirlo que hacerlo». Y lo es. Pero no cabe dudas de que Dios está obrando en nosotros y está puliendo nuestro carácter. Necesitamos recordar lo que dijo Pablo: «Sabemos, además, que a los Recursos Escuela Sabática ©

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que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados» (Romanos 8:28). Es obvio que no todo lo que nos sucede es bueno. El cáncer, el sida, o una embolia paralizante no son nada bueno. Tampoco lo son los ataques al corazón o una bancarrota. No lo son el divorcio o la violencia en el hogar. Y la lista podría alargarse. Pero Dios utiliza todo para perfeccionarnos. Las pruebas han de ayudarnos reconocer que Dios continúa obrando en nuestras vidas y que al final todo obra para nuestro provecho. Si reconocemos eso quizá podamos «gozarnos profundamente ». Únicamente un cristiano maduro o que está en crecimiento, podrá abrigar esa actitud. Podemos esperar esas pruebas, problemas y tribulaciones y recibirlos con un gozo espiritual; pero ciertamente constituye un desafío. Jesús, al enfrentar la cruz, pudo mirar más allá de sus sufrimientos, contemplando la salvación de la raza humana (Hebreos 12:2). El gozo no viene por experimentar las pruebas, sino de saber que al final saldremos más que vencedores. El diablo utiliza las pruebas para tentarnos a pecar, o para mantenernos en jaque. Él las provoca para interrumpir nuestra relación con Dios. Sin embargo, su objetivo es ir más allá de la incomodidad y de la tentación; él desea que perdamos nuestra fe en Jesús. No obstante, nuestro Padre celestial permite en su sabiduría que el diablo nos hostigue, nos persiga y nos importune. El carácter define lo que somos. Cada piedra de tropiezo que el diablo arroja en nuestro camino puede convertirse en un peldaño hacia la salvación. Durante cada prueba, problema o tribulación que experimentemos, podemos tener la seguridad de que todo percance hará que crezca nuestra fe en Dios. Nuestra fe debe ser lo suficientemente madura como para que entremos al reino eterno de Dios. Nuestra fe debe ser firme, no vacilante. Nuestra fe debe ser probada y medida. Cuando tengamos esa fe, una fe que haya www.escuela-sabatica.com

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superado todas las pruebas, reconoceremos que nada ni nadie puede impedir el plan de Dios en nuestra vida. Job jamás perdió su fe en Dios (Job 1: 20-22; 2: 7-10). Debido a la presión que sentía de parte de sus amigos, Job procuró conseguir una audiencia con Dios. Él deseaba obtener respuestas a sus preguntas, y para ello era necesario dialogar con Dios. Job sigue afirmando que es inocente, y para defenderse apela a otro tribunal que no sea el grupo EBZ, que ya lo había declarado culpable. En resumen, Job apela a una autoridad superior. De acuerdo con el profeta Isaías, el Señor nos invita a dialogar con él: «Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana» (Isaías 1:18). Dios no rehúye dialogar y razonar con su pueblo. Job acude al Tribunal Supremo del Universo. Él remite su caso a la máxima autoridad y llegó al punto de reconocer que el único responsable de su sufrimiento era Dios; sin embargo, en medio de todo afirma: «Aunque él me mate, en él esperaré. Ciertamente delante de él defenderé mis caminos» (Job 13:15). Una vez escuché al Dr. Leslie Pollard, presidente de la Universidad Oakwood, predicar un sermón basado en el relato del enfrentamiento entre David y Goliat. El Dr. Pollard dijo que David «preparó su hoja de vida» mientras se preparaba para aquella histórica batalla. Con esto quiso decir que David recordaba cómo había vencido a un oso y a un león, en combates «cuerpo a cuerpo». Las dificultades y las pruebas que Dios nos ha ayudado a soportar, o nos ha permitido triunfar sobre ellas, nos recuerdan sus promesas y su compañía (Hebreos 13:5). Asimismo nos dan la certeza de su presencia en el presente y en el futuro, porque «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos» (Hebreos 13:8). Recursos Escuela Sabática ©

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Job debe de haber tenido alguna experiencia previa con Dios, que le permitió decir con firmeza: «Aunque él me mate, en él esperaré ». Bajo el ataque de un enemigo desconocido y sin el apoyo de sus amigos, abandonado por todos, Job pudo haberse sumido en un profundo y oscuro agujero de desesperación. Él decidió confiar en Dios mientras sufría un inmerecido ataque en cuerpo y espíritu, ¡fue algo excepcional! ¡Qué maravilloso testimonio! Elena G. de White añade a todo lo anterior: «Desde las profundidades del desaliento, Job se elevó a las alturas de la confianza implícita en la misericordia y el poder salvador de Dios. Declaró triunfantemente: "He aquí, aunque me matare, en él esperaré"». 3 Al leer el relato siglos más tarde, alguien puede recibir la impresión de que Job no tenía motivos racionales para abrigar tal esperanza. Él debe haber tenido una previa relación con Dios para que esa esperanza en el Señor lo absolviera. Job también tenía su esperanza puesta en la resurrección. Él miró por fe, más allá de su situación, al día de la resurrección. De nuevo, Job no poseía un texto escrito, como nosotros, que le animara a creer en el futuro; fue su confianza en Dios lo que le permitió contemplar el futuro, creer en la resurrección, la gran esperanza de todos. Efesios 1: 4 y Tito 1: 2 nos recuerdan que Dios nos escogió desde antes de la creación del mundo. Asimismo, Dios no puede mentir y prometió antes del comienzo de la historia, que les concedería la vida eterna a todos los fieles. En Génesis 22 encontramos el relato de la prueba de Abraham, cuando se le pidió sacrificar a Isaac su único hijo. No puedo colocarme en el lugar de Abraham. Él había deseado ese hijo por tanto tiempo, y ahora ese mandado contradecía todo lo que el patriarca había aprendido de Dios. Cuando ya estaban llegando al lugar del sacrificio, Isaac preguntó por el cordero. Su padre respondió diwww.escuela-sabatica.com

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ciendo: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío». Cuando Abraham levantó el cuchillo para herir en el pecho a Isaac, que estaba atado, el Ángel del Señor lo detuvo, 4 y Abraham encontró un carnero atascado entre los arbustos. El Señor había provisto un sacrificio para la ofrenda. «Y llamó Abraham a aquel lugar "Jehová proveerá". Por tanto se dice hoy: "En el monte de Jehová será provisto"» (Génesis 22:14). Job tenía la convicción de que aunque estaba atravesando por una enrevesada experiencia, Dios lo ayudaría a salir adelante. Regresemos a Romanos 5:3-5. «Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no nos defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado». La esperanza no nos defrauda. En Jesús, nuestro salvador, se fundamenta nuestra esperanza. Job tenía su esperanza puesta en su redentor. La esperanza era su ancla, y la misma se mantuvo firme en medio de la tormenta. «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:7). Esto es, nuestra esperanza nos aporta una paz que sobrepasa nuestro entendimiento. Sabemos que el Señor proveerá todo lo que necesitamos para ser fieles y victoriosos en su nombre. Esa era la esperanza de Job. ¿Cuál será la nuestra?

Referencias 1 Elena G. de White, Profetas y reyes, cap. 12, p. 164. 2 Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 520. 3 Elena G. de White, Profetas y reyes, cap. 12, pp. 163, 164. 4 Muchos consideran que esta es una manifestación de Jesús, previa a la encarnación.

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lguna vez usted ha tenido una gran ira? Ira es un término extraño en el vocabulario del siglo XXI. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la define como un «sentimiento de indignación que causa enojo». Todos nos hemos enojado en algún momento. La ira no es algo prohibido, o pecaminoso. De hecho, Efesios 4: 26 dice: «Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo». En otras palabras, es posible airarse sin pecar. No obstante, los límites de nuestra ira o enojo, en términos temporales, deben cesar al final del día. En nuestro relato Eliú se siente extremadamente airado. ¿Por qué se enojó tanto? En gran parte del libro de Job continúa la discusión entre el patriarca y sus amigos. Cada uno intenta justificar sus creencias mediante razonamientos lógicos y una fluida retórica. En realidad, es una competencia injusta: tres en contra de uno. Luego empeora. Sin embargo, durante aquel diálogo se ponen de manifiesto importantes verdades que no pueden pasarse por alto: «Así mi cuerpo se va gastando como comido de carcoma, como un vestido que roe la polilla» (Job 13:28). Es un hecho que nuestros cuerpos se desgastan

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bajo los efectos del pecado. Adán y Eva fueron creados para vivir eternamente, pero todo eso cesó con la llegada del pecado. Es cierto que vivieron durante bastante tiempo. De acuerdo con las Escrituras, Adán murió de 930 años. Una edad sorprendente. La abuela de mi esposa tiene 99 años. El próximo año, si Dios lo permite, celebraremos sus 100 años. ¡Qué maravilloso! Nos gozamos cuando la gente alcanza un siglo de edad. Pero el plan original de Dios era que viviéramos para siempre. Muchos que llegan a una edad avanzada lidiando con graves problemas de salud. Pero sabemos que todos tenemos una cita con la muerte. La muerte y la tumba serán parte de este mundo hasta que Jesús regrese. Nos deterioramos, nos desgastamos y morimos. Nuestros cuerpos actuales no están preparados para la eternidad. Por ello el Nuevo Testamento nos dice: «Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: "Sorbida es la muerte en victoria". ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria?, porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley. Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1 Corintios 15:54-57). Esa transición de lo corruptible a lo incorruptible, y de lo mortal a la inmortalidad es necesaria debido a que la carne pecaminosa no puede heredar el reino de Dios (1 Corintios 15:50). La impureza de nuestra humanidad nos hace incompatibles con la santa naturaleza de Dios. Es necesario nacer de nuevo, según Jesús le explicó a Nicodemo. «De cierto, de cierto te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3). Necesitamos una renovación tanto física como espiritual, un nuevo nacimiento que únicamente Dios puede proveer. Primero ocurrirá la renovación espiritual y luego la física, según lo ha prowww.escuela-sabatica.com

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metido Dios. Después de todo, él es el dador de las promesas y el que honra las mismas. Job sabía que un día dejaría de existir y que sería devorado por los gusanos, pero categóricamente afirma que vería a su redentor, y ese redentor es Jesucristo (Job 19:25-27). Quizá Job fue más allá de sus conocimientos para apoyarse en su fe. Él se hizo eco de la fe manifestada en las palabras de Pablo en 2 Corintios 4:16-18: «Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día, pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas». Por fe Job entendió que la muerte no es un «punto» colocado al final de la vida; que no es el fin de todo; que es solo punto de espera para aquellos que aman a Dios. Jesús dijo que únicamente los puros de corazón verán a Dios (Mateo 5:8). Job, un hombre sin tacha, recto, temeroso de Dios y apartado del mal, debe de haber tenido un corazón puro. También se define o se equipara la sabiduría con temer a Dios, o respetarlo. David escribió: «Dice el necio en su corazón: "No hay Dios"» (Salmo 14:1; 53:1). Como ya hemos dicho, todos los amigos de Job, y el mismo patriarca también, expresan percepciones muy limitadas, porque su conocimiento es limitado. Todos nosotros «vemos por espejo, oscuramente» (1 Corintios 13:12). Las nuevas tecnologías hacen que la información se multiplique. Aunque esa información nos ayuda a adquirir más conocimiento, nadie lo sabe todo. Solo conocemos lo que Dios ha revelado de sí mismo. L1 no nos lo ha dicho todo acerca de él y de sus caminos. De modo que deberíamos hablar de las cosas profundas de Dios con gran humildad, Recursos Escuela Sabática ©

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reconociendo que «las cosas secretas pertenecen a Dios» (Deuteronomio 29:29). Ahora bien, en Job 32: 1-5, el grupo EBZ, quizá en medio de su frustración, concluye su debate con Job porque «él se hacía justo a sí mismo». Luego aparece Eliú, cuyo nombre significa «él es mi Dios». ¿Dónde había estado este personaje? Quizá él llegó más tarde, o a lo mejor había estado allí todo el tiempo. Parece que él estuvo escuchando, pensando y sopesando el diálogo entre Job y el grupo EBZ. Aparentemente, él era amigo de los demás, o quizá un allegado a Job. Él es el último en hablar, debido a que los otros eran mayores que él; por respeto esperó su turno. Pero él se muestra como un airado joven y su enojo se menciona unas cuatro veces. Su enojo es específico. Él se incomoda al escuchar a los otros tres y a Job, en parte porque Job intentaba exonerarse todo el tiempo. Él no aceptaba los argumentos del grupo EBZ, que enfatizaban que Job debía ser un grosero pecador para haber recibido aquel castigo, una retribución divina, directamente de la mano de Dios. Asimismo, criticó al grupo EBZ debido a que no habían presentado una respuesta satisfactoria y coherente a los argumentos que Job utilizaba para defenderse. Eliú llegó a la conclusión de que ambas partes habían descrito mal a Dios. ¿Había alguna justificación para el enojo de Eliú? ¿Podríamos acaso llamarle «justa o santa» indignación a su ira? La indignación justa, esa que surge por la injusticia o la falsedad, por lo general es objetiva y no tomará en cuenta intereses propios o egoístas. Cuando nos enojamos porque Dios es representado en forma impropia, eso será una justa o santa indignación. Jesús mostró esa misma indignación cuando la casa de su Padre había sido convertida en una cueva de ladrones (Lucas 19:46). Sin embargo, deberíamos pensar cuidadosamente antes de manifestar nuestro enojo. Siempre debemos pensar en el momento y www.escuela-sabatica.com

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el lugar, así como en las palabras que pronunciaremos en un momento de ira. Eliú menciona varios puntos que siguen teniendo vigencia hasta el día de hoy:  Primero: Dios no puede hacer nada malo (Job 34: 10), porque él es un ser santo, justo y puro.  Segundo: Dios no castiga injustamente a nadie. Él es justo y recompensará a la gente de acuerdo con sus obras (Apocalipsis 22:12).  Tercero: Dios podría destruir toda la vida en la tierra si así lo decidiera. El problema con el argumento de Eliú no radica en los señalamientos que hace, sino en la suposición de que Job era culpable de haber pecado. No obstante, aunque presenta una notable defensa de Dios, Eliú no dice nada del carácter misericordioso del Creador. «Aunque se dieron todas estas pruebas evidentes, el enemigo del bien cegó el entendimiento de los seres humanos, para que miraran a Dios con temor y lo considerasen severo e implacable. Satanás indujo a los hombres a concebir a Dios como un ser cuyo principal atributo es una justicia implacable, como juez severo, acreedor duro y exigente. Representó al Creador como un ser que velase con ojo inquisidor para descubrir las faltas y los errores de los seres humanos y hacer caer juicios sobre ellos. A fin de disipar esta negra sospecha vino el Señor Jesús a vivir entre nosotros, y manifestó al mundo el amor infinito de Dios. «Jesús no suprimía una palabra de la verdad, pero siempre la expresaba con amor. En su trato con la gente hablaba con el mayor tacto, cuidado y misericordiosa atención. Nunca fue rudo ni pronunció innecesariamente una palabra severa, ni ocasionó a un alma sensible una pena innecesaria. No censuraba la debilidad humana. Decía la verdad, pero siempre con cariño. Denunciaba la hipocresía, Recursos Escuela Sabática ©

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la incredulidad y la iniquidad; pero las lágrimas velaban su voz cuando profería sus penetrantes reprensiones. [...] «Este fue el carácter que Cristo reveló en su vida, y ese el carácter de Dios. Del corazón del Padre es de donde manan para todos los seres humanos los ríos de la compasión divina, demostrada por Cristo. Jesús, el tierno y piadoso Salvador, era Dios "que se manifestó como hombre"». 1

En realidad parecería una mala representación del carácter de Dios, juzgar a la gente con rigidez, sin mostrar compasión alguna. Quizá pensemos que ser compasivos con la gente, equivale a condonar su pecado. Quizá no deseamos que nos consideren «flojos » con el pecado; somos de los que creemos que es necesario llamar al pecado por su nombre, detalles. Me hubiera gustado conocer esto hace mucho tiempo, pues hubiera sido más bondadoso cuando tuve enfrentar a los que habían hecho algo malo. Pero yo, así como muchos otros, soy un proyecto no terminado. Es claro que los amigos de Job se enfocaron únicamente en la justicia de Dios; pero fracasaron al no entender plenamente su naturaleza. Podría ser que ellos mismos jamás hubieran tenido una estrecha relación con Dios. Cuando contemplamos el mal y la presencia del pecado, tenemos que recordar que ambos constituyen una misteriosa irracionalidad. Pablo lo llama el «misterio de la iniquidad» (2 Tesalonicenses 2:7). Un misterio es un secreto profundo. Aunque podemos leer acerca de la caída de Lucifer y de su transición a Satanás, no podemos explicar que ese personaje angelical se haya inclinado por el pecado y por la rebelión. Podríamos explicarlo, pero quizá no entenderlo cabalmente. No tiene sentido escoger una senda de autodestrucción que ha arruinado al mundo. La práctica del pecado y del mal provoca profundos dolores y pérdidas, por lo que es irracional que la escojamos. Por otro lado, www.escuela-sabatica.com

10. La ira de Eliú 

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los placeres del pecado parecen tan atractivos que a menudo los preferimos, en lugar de entrar en una obediencia que conduce al crecimiento. Aunque ahora conocemos lo que sucedió (Ezequiel 28:12-17), vemos que los amigos de Job y Eliú fracasaron al no incluir la actuación de Satanás, el diablo, en sus razonamientos. ¿Cómo pudieron hacer eso? Ellos no sabían que todo lo que se le había venido encima a Job, todo su sufrimiento, no era culpa de él; sino el resultado del intento de Satanás de probar que Dios y Job eran seres llenos de falsedad. Satanás fracasó miserablemente, debido a que Job, un inocente espectador, mantuvo su fe en Dios. A menudo he considerado la fe como la moneda del cielo. Dios honra nuestra fidelidad. Cuando leemos de los milagros de Jesús, encontramos en esos episodios gente que puso de manifiesto su fe. Mateo 9: 1830 registra tres acontecimientos que revelan la importancia de nuestra fe: la mujer con el flujo de sangre, la resurrección de la hija del dirigente de la sinagoga, y la curación de dos ciegos. El ataque contra Job puede ser considerado como un ataque a su fe. Nuestra fe, así como la de Job, es una herramienta poderosa en la batalla de la santidad. Dios siempre recompensa nuestra fe en él. Quizá sea por eso que 1 Juan 5:4 nos dice: «Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe». Satanás conoce la importancia de nuestra fe, sabe que si confiamos plenamente en Dios seremos más que vencedores. En tanto que Satanás intentó destruirlo, Dios recompensó la fe de Job. No tengo dudas de que también recompensará la nuestra.

Referencias 1 Elena G. de White, El camino a Cristo, cap. 1, pp. 16-18.

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l capítulo 38 de Job contesta algunas preguntas y plantea otras. Nosotros también tenemos nuestras interrogantes: ¿Dónde está Dios? ¿Nos escucha? ¿Nos contesta? Luego de considerar los problemas y la maldad imperantes en el mundo, una persona dijo: «¿Dónde está Dios? ¡Tengo que decirle algo!». ¿Por qué creemos que es posible hablar con Dios (orar), pero cuando alguien dice que Dios le contestó ponemos en duda su cordura, su inteligencia, o su sinceridad? Job supo lo que era hablarle a Dios y hablar de Dios. Job clama de continuo a Dios e incluso solicita tener una audiencia con el Todopoderoso. De hecho, él no es el único personaje bíblico que procura la intervención divina sin recibir respuesta. Pero, ¿qué en cuanto a nosotros? ¿Clamamos y esperamos que Dios nos responda? Dios le contestó a Job. ¡Y qué respuesta! Después del diálogo entre Job y el grupo EBZ, y Eliú, finalmente el Señor le habla a Job, en tanto que ignora a los demás. Él habla desde una tormenta. ¿Qué debemos hacer cuando Dios decide hablar? Escuchar. ¿Qué debemos hacer cuando él habla desde una tormenta, desde un torbellino? Escuchar con atención.

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Dios habló con Adán y Eva en el huerto de Edén. El primer diálogo entre Dios y un ser humano registrado en la Biblia, encierra una pregunta fundamental: «¿Dónde estás?» (Génesis 3:9). Nuestro Señor no estaba indagando respecto a la ubicación física de Adán y Eva; como Creador, él ciertamente sabía dónde ellos estaban. Pero la entrada del pecado produjo una resquebradura en la relación que existía entre el Creador y sus criaturas. El ser humano no fue creado para esconderse de Dios, sino para tener una relación íntima con él. Dios se preocupa por nuestra relación con él. Por eso prometió que un descendiente de la mujer destruiría el poder de la serpiente (Génesis 3:15). Dios envió a su Hijo para rescatarnos de las garras del maligno usurpador, de Satanás. Lo envió para restaurar su imagen en nosotros. Dios ha hecho todo para redimirnos, salvarnos, perdonarnos e inspiramos a vivir en justicia. Cuando Dios habla con Job, no está simplemente respondiendo las inquietudes del patriarca. También plantea una serie de preguntas retóricas. En la primera pregunta que Dios le hace a Job, leemos lo siguiente: «¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?» (Job 38:2). ¡Qué pregunta! La misma pone de manifiesto el valor que el interrogador (Dios) le atribuye a las declaraciones del que está siendo interrogado (Job). Aunque Job era «sin tacha» sus declaraciones respecto a Dios eran incorrectas, puesto que expresan un conocimiento limitado, oscuro, del accionar divino. La insinuación de Job, en cuanto a que Dios se había convertido en su enemigo, podría confundir en lugar de arrojar luz. Job no sabía lo que estaba diciendo cuando tildó a Dios de injusto. Sus palabras estaban desprovistas de sabiduría (como lo había dicho Eliú en dos ocasiones (Job 34: 35; 35: 16). 1

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¿Cuán a menudo hablamos «palabras sin sabiduría»? En ocasiones hablamos descomedidamente y revelamos nuestra ignorancia o falta de conocimiento. Sin embargo, Dios no solo ilumina a Job, sino que también se revela al interrogado como la respuesta misma a todas sus inquietudes. Hace varios años, mientras dirigía una reunión de negocios en una iglesia, uno de los miembros sugirió la solución a un problema que nos preocupaba. Aunque no puedo precisar el asunto, ni tampoco lo que dijo el hermano, sí recuerdo que su observación produjo una oleada de sonrisas en el rostro de todos. Luché para no reírme y mostrar respeto a la persona. Durante un breve momento todas las miradas se fijaron en mí. Todos esperaban mi respuesta. Le dije: «En verdad aprecio el celo que usted muestra por el Señor». A lo que ella añadió: «Sí pastor, pero es un celo desprovisto de conocimiento, ¿no es cierto?». Luego todos nos reímos a carcajadas. Muchas veces Dios se revela a través de un diálogo. Él habló personalmente con Abraham (Génesis 15:1-6), y le aseguró al patriarca que tendría un heredero. Dios se preocupa por nosotros. Nuestros desvelos son asimismo importantes para él. De hecho, Dios le hace a Job una serie de preguntas y comienza diciéndole que se alistara, que se apercibiera, que se preparara: «Ahora cíñete la cintura como un hombre: yo te preguntaré y tú me contestarás» (Job 38: 3). Luego le pregunta a Job dónde estaba él durante la creación del mundo. Job fue instruido acerca de la grandeza divina mediante aquella serie de preguntas en las que Dios le revela su poder creador y su inmensa grandeza mostrada en todo lo creado. Gracias a los avances científicos podríamos contestar algunas de las preguntas que aparecen en los capítulos 38 y 39, aunque en la mayor parte de los casos tendríamos que decir: «No sabemos». Recursos Escuela Sabática ©

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Con el debido respeto a la labor de los científicos, hay muchas cosas que no sabemos. Desde luego, reconocemos que mucha de la denominada sabiduría humana no es más que «una necedad», y así es precisamente como la Biblia la llama: «La sabiduría de este mundo es insensatez ante Dios, como está escrito: "Él prende a los sabios en la astucia de ellos". Y otra vez: "El Señor conoce los pensamientos de los sabios, y sabe que son vanos"» (1 Corintios 3:19, 20). Job responde al sublime cuestionamiento de Dios y admite que ¡ni siquiera conocía a Dios! Él había oído hablar de Dios, pero ahora reconoce la diferencia entre oír de Dios y tener una experiencia real con él. Reflexionemos en estas preguntas: ¿Cómo se cataloga nuestra relación con Dios? ¿Actuamos superficialmente, confiando en lo que alguien dijo, satisfechos con un conocimiento de segunda mano? ¿O acaso contamos con algo real que hemos experimentado con el mismo Dios, para que como Job digamos: «Yo reconozco que todo lo puedes y que no hay pensamiento que te sea oculto. "¿Quién es el que, falto de entendimiento, oscurece el consejo?". Así hablaba yo, y nada entendía; eran cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Escucha, te ruego, y hablaré. Te preguntaré y tú me enseñarás. De oídas te conocía, mas ahora mis ojos te ven. Por eso me aborrezco y me arrepiento en polvo y ceniza» (Job 42:2-6)?

Ahora que Job ha tenido un contacto directo con Dios y que posee una innegable experiencia con su Creador, puede reevaluar la actitud que anteriormente había asumido respecto a Dios.

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Luego su postura revela que se ha humillado ante Dios. Job se arrepiente de sus palabras y de su actitud; se reevalúa a sí mismo. Parecería que cada persona sincera que ha sostenido un encuentro con Dios de inmediato reconoce que no es nada ante la inmensidad del Señor. Recordemos el caso Isaías, el profeta que recibió una visión del trono del Todopoderoso, en la que los ángeles revolotean diciendo, santo, santo, santo. ¡Qué sobrecogedora experiencia! Era una visión tan sobrecogedora, que Isaías exclamó: «¡Ay de mí que soy muerto!, porque siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos» (Isaías 6:5). Refiriéndose a Isaías 6, un comentarista dijo lo siguiente: «El grito del profeta expresa el resultado normal de la reacción del ser humano ante el contacto con Dios. De allí que Moisés cubriera su rostro "porque tuvo miedo de mirar a Dios" (Éxodo 3:6). Igualmente Job se aborreció y se arrepintió "en polvo y ceniza" (Job 42:6). Asimismo Pedro cayó a los pies de Jesús exclamando: "Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador". (Lucas 5:8). En ese momento, en la presencia del Eterno, el ser humano percibe su insignificancia y su culpabilidad en la presencia del Santo y Sublime. Nadie puede ver a Dios y seguir con vida (1 Samuel 6:20)». 2 La visión indujo a Isaías a reconocer su propia maldad. De igual modo, Job reconoció su verdadera condición cuando Dios habló con él. Job se arrepintió y confesó su propia ignorancia y su gran pecaminosidad. Ya lo dijo Elena G. de White: «"Respondió Jehová a Job desde un torbellino" (Job 38:1), y reveló a su siervo la grandeza de su poder. Cuando Job alcanzó a vislumbrar a su Creador, se aborreció a sí mismo y se arrepintió en el polvo y la ceniza. Entonces el Señor pudo bendecirlo abundantemente y hacer que los últimos años de su vida fueran los mejores». 3

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A pesar de todo lo que Job experimentó, él permaneció fiel. Perdió sus bienes terrenales; perdió su familia; Satanás le quitó la salud, ¡y Job creía que todo había sido la obra de Dios! Sus amigos en nada lo ayudaron; pero finalmente el mismo Creador habló con él, y entonces Job pudo comprender lo que estaba pasando. Recordemos que Satanás trae la tribulación a nuestras vidas para continuar atacando a Dios, para humillarnos, para probar que no somos fieles de corazón. Pero el repentino cambio de la suerte de Job, demostró que Dios tenía razón, como siempre, y que Satanás es un mentiroso, como siempre lo es. Job salió de su extrema prueba tan puro como el oro. ¿Y nosotros? ¿Cómo nos irá? ¿Cómo nos está yendo ahora? Aunque no deseamos experimentar las horribles pruebas de Job, podemos permanecer fieles y pedirle a Dios que nos ayude a confiar en él en medio de la tormenta.

Referencias 1 Zuck, «Job», p. 767. 2 «Isaiah 6», Ellicott's Commentary for English Readers, Bible Hub, http.//biblehub.com/commentaries/isaíah/6-5.htm 3 Elena G. de White, Profetas y reyes, cap. 12, p. 109.

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