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R ESE AS UNA TENSIÓN EN EL ESPACIO CRÍTICO: NOVELA CHILENA CONTEMPORÁNEA: JOSÉ DONOSO Y DIAMELA ELTIT DE LEONIDAS MORAL

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UNA TENSIÓN EN EL ESPACIO CRÍTICO: NOVELA CHILENA CONTEMPORÁNEA: JOSÉ DONOSO Y DIAMELA ELTIT DE LEONIDAS MORALES TORO 188 pp. El académico de la Universidad de Chile, crítico literario y distinguido profesor, Leonidas Morales, es autor de varios libros, entre ellos, La Poesía de Nicanor Parra; Conversaciones con Nicanor Parra (1972); Figuras literarias, rupturas culturales; Conversaciones con Diamela Eltit, Ensayo Crítico Bibliográfico sobre poesía venezolana contemporánea, Cartas de Petición; Chile, 1973-1989; La Escritura de al lado, 2001; Violeta Parra: la última canción (2003); Cartas de amor y sujeto femenino en Chile, S.XIX y XX; (2003). Es autor, además, de la edición crítica del Diario Intimo de Luis Oyarzún (1995) y de la Compilación de textos Críticos de Diamela Eltit: Emergencias, Escritos sobre Literatura, arte y política (2000). Su Compilación de ensayos sobre Novela Chilena Contemporánea continúa un proyecto de trabajo crítico que, entre otras líneas temáticas, ha optado por analizar los géneros referenciales, considerándolos parte de una escritura contemporánea que hermana bajo el signo de la ficción textos como la conversación, el diario, la carta, por cuanto también en ellos existen procesos miméticos, que incluyen la producción de un sujeto, la generación de un mundo, la puesta en escena de códigos culturales, por los que se desliza el trabajo del significante opacando y velando los procesos de significación textual. Leonidas Morales ha indagado por las políticas culturales que obliteran estos textos, haciendo emerger con fuerza los mecanismos de poder que los ha mantenido ocultos y privilegiando la escena cultural en la que emergen. Es un caso paradigmático el de sus Cartas de Petición, en las que correlaciona la épica colonizadora de los conquistadores españoles con la épica de los sobrevivientes de los familiares de detenidos-desaparecidos. En sus Conversaciones con figuras centrales de la literatura chilena, la oralidad como parte de la escritura ha jugado un papel relevante. La estética de lo “subalterno,” tanto a nivel de procedimiento formal como a nivel de estatuto de poder dentro de la cultura, ha sido uno de los más queridos proyectos de Morales y diría que en ese gesto es el único en Chile en haberlo estudiado y destacado en su valor político y en sus dimensiones estéticas. El proyecto cultural de Morales se inscribe dentro del umbral posmoderno, es decir, es un pensamiento que re-considera los paradigmas analíticos de la crítica literaria tradicional; re-evalúa el potencial significante de mate235 ■

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riales hasta ahora no considerados por los estudios literarios, democratiza el canon y la jerarquía entre lo consagrado por la tradición cultural chilena y otras prácticas desatendidas, pero que también están dotadas de rasgos creativos y que pertenecen, por ello, a la historia de las significaciones. Leonidas Morales abre un campo nuevo, para objetos inéditos, entre los que resalta el carácter crítico, alternativo de aquellas producciones en las que pone atención. En este último libro, editado por Cuarto Propio, el crítico da a conocer un proyecto de trabajo que se propone releer la historia de la novela chilena desde sus características epocales. Por ello, elige a José Donoso y a Diamela Eltit, señalando previamente su opción por la literatura minoritaria, en el sentido ya acordado por Gilles Deleuze. El crítico chileno destaca el valor experimental, en el sentido de replantear dentro de las diferencias latinoamericanas, los lenguajes de las vanguardias tensando al máximo el lenguaje y el pensamiento. La elección del objeto pasa por el deseo de Morales de construir una imagen intelectiva de la historia literaria de nuestro país. Lo cual supone la elección de un marco metodológico, cuya selección da curso a uno de los pasajes más complejos del texto, porque asume riesgo la elección del método a partir del cual iluminar el objeto. En este caso, va a ser la construcción del sujeto y la elaboración del mundo. “La pluralidad de imágenes así construidas, como cuerpos cognitivos, establece básicamente sus diferencias entre sí según la identidad de los conceptos a los que se somete la lectura de los textos del género de cuya historia se quiere construir una imagen” (17). Como ejemplo, toma el libro Mímesis de Erich Auerbach, quien a partir de ciertos conceptos como “realidad” elabora una historia de la “representación” de ella en la literatura occidental, abarcando desde Homero y La Biblia hasta Virginia Woolf. Otro ejemplo, lo constituye René Girard y su libro Mentira Romántica y Verdad Novelesca. Este trabajo pasa por dos restricciones en la selección del corpus para cercar aún más el objeto. Acotaciones que implican la especificación de un género, la novela y, además, sólo la novela que viene a partir del surgimiento de Europa moderna. La segunda observación de Morales supone la concentración de su foco en la “mediatización,” que equivale a la alienación. Un discurso mediatizado no es otro sino aquel que es controlado por otro. Es desde esas aproximaciones a partir de las cuales se centra el texto para elaborar su imagen de la literatura chilena contemporánea, iniciando una revisión del panorama crítico histórico de la literatura chilena. Es una relectura ■ 236

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que celebra la crítica que parte desde los años 60, con renovados enfoques teóricos, elaboraciones del pensamiento que incluyen las vanguardias históricas y sus efectos en la práctica teórica, destacando las figuras de Martínez Bonati, Cedomil Goic y Jorge Guzmán. Cinco producciones literarias constituyen el hito por donde transcurre la formación de la novela contemporánea en Chile. Son: La última niebla de M.L. Bombal, Patas de Perro de Carlos Droguett, El Obsceno Pájaro de la Noche de José Donoso, Lumpérica de Diamela Eltit y el texto literario El Loco Estero de Alberto Blest Gana. Para estudiarlas, lo hace desde el punto de vista del narrador y del sujeto. Con respecto al sujeto, éste es impensable sin el narrador, segundo no hay narrador sin personaje, y tercero, su identidad es cambiante por razones históricas. (25-26). Los umbrales históricos, con giros, vueltas y reveses van desde el narrador confiado en su saber sobre el mundo y, sin duda alguna, sobre la legitimidad de su decir en la etapa realista de Blest Gana, para pasar en un quiebre radical a la primera novela de vanguardia, La Ultima Niebla de M. L. Bombal, en los que narrador y sujeto se funden, en un texto en que ninguno de ambos posee seguridad en su habla, inmersa en la opresión de género. En Patas de Perro de Carlos Droguett, está la ficción de que el narrador es el único que sabe lo que le pasa a un personaje, Bobbi, por haber nacido con patas de perro y, por ello, ser víctima de todo tipo de injusticia social. Bobbi es una metonimia de un orden injusto, del cual el narrador es el testigo hasta de sus más íntimos sentimientos, como también es el productor de todos sus signos de existencia así como de su abrupta desaparición. José Donoso completa este período, lo lleva a su cima y lo cierra con El Obsceno Pájaro de la Noche, novela en la que la identidad del sujeto es múltiple, nómade, tránsfuga. El sujeto, por lo tanto, se corresponde íntegramente con el narrador, hasta perderse en los límites de lo humano y llegar a lo no-humano, al mero parloteo. Donoso cierra el doble proceso que se venía configurando en la etapa vanguardista: el quiebre del narrador, la pérdida de su poder para contar y saber, y el del sujeto que se fragmenta en pedazos hasta no ser sino una mención pronominal. El narrador de Eltit en Lumpérica es móvil y el sujeto es rizomático, es decir, múltiple, heterogéneo, plural. El universo de Eltit en todas las novelas que ha continuado escribiendo daría paso a la etapa posmoderna en la literatura chilena. 237 ■

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¿Cómo sería esta última fase? El personaje central de la novela es La Iluminada, quien sería la misma representación y el soporte de un nuevo tipo de sujeto. El lector de Eltit pasa desde la novela al drama, a la escena cinematográfica, al guión de cine, a la poesía. El sujeto de Eltit no es pasivo, no para de emitir gestos, ensayar poses, modos de narrarse desde una determinada situación de enunciación. Frente a Donoso, que pulveriza al sujeto para abrir paso a la historia como un torrente de inexplicable fuerza que anonada al sujeto, Eltit, frente a lo restringido del lugar ejerce un arco amplio de activa resistencia. Por eso es un modelo de “identificación ciudadana” y eso acerca su literatura a la política y a la historia. Los dos ensayos sobre José Donoso, “La Mirada del Testigo” y “Máscara y Enunciación,” constituyen trabajos que exploran significantes cruciales en la literatura donosiana, en el primero, la mirada del testigo en El Lugar sin límites y El Obsceno Pájaro de la Noche; Alejandro Cruz en el primer caso es un testigo que no deja testimonio, pero no sólo un testigo, sino el que tiene el poder y somete a los cuerpos a su demanda, en cuanto este testigo poderoso y aristócrata plantea un intercambio insólito: ofrece por un acto de amor travestido, una casa frontera, un deteriorado obsequio como ganancia por ese placer. Sabemos con Foucault que el poder se ejerce mediante acciones que implican la domesticación de los cuerpos, la administración desde el inconsciente de la sexualidad y de las funciones intelectivas, que Donoso trabaja como una homoerotización del poder entre patrón y sirviente. Si el poder erotiza, el primer sodomita es el patrón. El sirviente, en el acto que lo involucre y al que repele, cautiva de modo siniestro al patrón. La homosexualización del poder se verá de manera muy significativa en El Obsceno…, en que el cuerpo, la sangre y el sexo son materiales significantes del sirviente, que así escribe la historia, cuya factura legitima el nombre de Jerónimo, el patrón. Este ingresa al poder por un cuerpo prestado: el del sirviente. Y Morales lo recalca con las citas de Hegel: “Un ser para sí es para sí sólo por medio de la mirada del otro”, y con Benjamin: “Jamás se da un documento de cultura que no sea a la vez de barbarie” (68). Cito: “La relación homosexual registrada en y por la mirada del testigo sigue siendo una metáfora de la relación que sostiene en su origen la estructura del poder, pero ahora al desarrollarse la metáfora en la dirección del significante homosexual desarrolla, asimismo, en grado extremo, la visibilidad de la verdadera naturaleza de esa relación originaria, es decir, de la lógica que la gobierna como fundamento de la estructura de poder” (73). La noción de la máscara como una figura para entender el simulacro, el juego, el velo como articulación del fracturado y discontinuo yo es un trabajo donosiano que parte desde El Obsceno Pájaro de la Noche y que continúa en ■ 238

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Casa de Campo, pero ya a nivel de la enunciación. Habría en este libro un narrador contemporáneo, que cita y parodia continuamente a otro decimonónico, cuyas técnicas él maneja con eficacia. Como si trabajase sobre la borradura de un texto casi cerrado, desplazado, ido. La máscara en este sentido es la construcción del sujeto, del yo, “todo no es otra cosa que una apariencia de realidad”. Un puritano es el que oculta el taller de procedimientos de producción de sus materiales, dice Donoso en Casa de Campo (54). La misma biblioteca no era más que un simulacro, lo mismo que la reja de lanzas de su casa no es sino el trofeo conquistado a los indígenas en plan de conquista violenta, es decir, de “civilización.” A la situación de desastre con el que queda el lector con la textualidad de Donoso: en que el narrador no sabe nada, toda la construcción literaria puede no ser más que un equívoco, y el sujeto queda pulverizado; en el caso de Diamela Eltit, el narrador aborda una pluralidad de temas históricos, genéricos, sicológicos, con un sentido que Morales denomina arisco, en tanto huidizo a los estereotipos de comprensión de la realidad. En Los trabajadores de la muerte, un texto “visionado” puesto en circulación desde el cuerpo de la madre a uno de sus hijos, cursa un Edipo vengativo que culmina con el crimen del hijo hacia su media hermana, que es a la vez su amante. Este texto se entrelaza con otro en que la mercancía, la cultura espectacularizada y su falsa epopeya llevan a la crueldad de un golpe de una niña sin brazos a un hombre enteramente vendado, en un encuentro de espectáculo y espectador, de drama y parodia, el absurdo de un teatro de sobrevivencia en que una herida no es más que una producción corporal, una escenografía destinada a provocar piedad. El ensayo constante: sujeto, enunciación, apertura de universos simbólicos distantes, sería un rasgo de la literatura de Diamela Eltit. Este sujeto tendría su lugar más logrado, según Morales, en Por la Patria, en que un grupo de mujeres ensaya una comunidad deseada. Y esto marca la literatura de Eltit. En el horizonte de su literatura hay la figura postulada de una comunidad humana todavía no establecida, aún objeto del deseo, pero signada con la marca que la define como un ensayo. Un ensayo eterno, irremediable y glorioso en su fragilidad y transitoriedad (129). El aporte analítico que este libro hace a la cultura local consiste en establecer una arqueología foucaltiana de la historia de la narrativa chilena contemporánea, despejando muchos de sus sentidos, postulando umbrales, discontinuidades y saltos, ritos de pasaje y algunas involuciones como las de las novelas best seller (Marcela Serrano, Isabel Allende) y una crítica aguda a los proyectos narrativos de Jaime Collyer, Gonzalo Contreras y Alberto Fuguet. Ellos pasarían a ocupar lugares intermedios en este paso a la posmo239 ■

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dernidad de una literatura artística, que Morales llama experimental, queriendo decir: Pienso con ello que toda nueva experiencia del mundo requiere, pues, procedimientos estéticos que entren en tensión con aquellos ya existentes en la tradición, como una libertad vigilada. La nueva forma deconstruye las otras con que dialoga, para abrir paso entre esos tejidos hechos a la factura de un sentido diferente, otro, y que reclama un nuevo horizonte de lectura y un nuevo cuerpo de lector. Eugenia Brito Universidad de Chile

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