Lectio DSP Fe-Pistis

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c LA DIRECCIÓN DE SAN PEDRO Fe Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a Pistis «Simeónlos que por la justicia de nuestro Dios y pˆstij Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como la nuestra» (2Pe 1,1)

San Pedro, al inicio de su carta, hace mención de una fe preciosa como la de los apóstoles, una fe «como la nuestra». Invita a tener la fe de los mismos apóstoles, a creer en la misma Verdad en la que creyeron los discípulos más cercanos de Jesús, que conocieron y compartieron su vida con el Señor. Sabe San Pedro que muchos de los destinatarios de su epístola nunca conocieron directamente a Jesús, pero entiende que ello no es impedimento para tener aquella fe preciosa, sólida y segura como la de los apóstoles. La comunidad apostólica reunida en torno a la Virgen Orante se constituye en el paradigma de la fe. Es importante resaltar el uso del verbo lanjano (caber en suerte). Con él San Pedro alude a la gratuidad total de la fe recibida. Es, pues, en primer lugar un don absolutamente gratuito que recibimos del Señor. La fe en la Sagrada Escritura expresa la convicción que el hombre tiene de la verdad/veracidad de algo. En el Nuevo Testamento es la convicción o creencia en relación con Dios y lo que Él revela. La fe incluye las actitudes de con anza y fervor santo, que nacen de la fe y están unidas a ella. Alguien en quien se tiene fe es alguien en quien se puede con ar porque es el, porque no miente. La fe lleva al creyente a prestar obediencia a Dios, a modelar la propia existencia de acuerdo a lo que Él revela y mani esta al hombre para que viva (ver Dt 4,1). La fe, como lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, «es ante todo una adhe-

sión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado» (CEC 150). Esta fe es «el inicio de la salvación humana, el fundamento y raíz de toda justi cación, sin la cual es imposible agradar a Dios (Heb 11,6)» (Concilio de Trento). Así, pues, la fe es una gracia, pero también un acto humano: «Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la con anza en Dios y adherirse a las verdades por Él reveladas» (CEC 154). La invitación de Pedro recuerda aquellas palabras de la Carta a los Hebreos: «La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven» (Heb 11,1) en el sentido de que implican una convicción segura que mueve a la acción y que lleva a realizar grandes hazañas. En 2Pe 1,1 se entiende la fe de modo similar, es decir, como una convicción segura, una creencia que lleva a actuar. La connotación obediencial de la fe (es decir, que escucha y obra según lo escuchado) es muy importante, pues quien cree de verdad no puede permanecer pasivo. San Pedro presenta la fe como el primer paso, una gracia recibida y acogida que se convierte en la base de una vida virtuosa. Precisamente por ello invita a añadir virtudes a aquella fe ya acogida y poseída.