Las Muertas y Las Poquianchis

Universidad Nacional Autónoma de México Opt. Libre. Literatura mexicana 9 Por. Martínez Peña, Ilse Erandi Caracterizaci

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Universidad Nacional Autónoma de México Opt. Libre. Literatura mexicana 9 Por. Martínez Peña, Ilse Erandi

Caracterización de un hecho violento: Las muertas y Las poquianchis El crimen y la violencia son temas recurrentes en la literatura y el cine. La manera en que podemos contar una historia nos abre infinitas posibilidades. Respecto a narrar un asesinato se abren dos visiones elementales y comunes: la primera de ellas se acerca más a la crónica, que se vale de los datos duros, testimonios y sobre todo de los hechos para contarla; mientras que la otra forma exagera los hechos para así generar un mayor efecto de impresión en la historia. Probablemente esta última la emparentaríamos más fácilmente con la nota roja o el cine incrustado en este género, en donde se busca un mayor efecto. Podemos decir, entonces, que el tratamiento de la violencia en los medios y en el arte se encuentra en una constante transformación, ya que tiene repercusiones en la forma de representación y en la forma en que se percibe. De ahí que el narrador fílmico y el literario presenten ciertas diferencias, al construir una historia, ya que cada una de estas disciplinas puede generar más de una forma de narración. En primer lugar tenemos a la literatura, la cual muestra a un narrador definido y estudiado, mientras que el cine nos ha contrariado con la supuesta existencia de este elemento tan necesario. Pero hasta qué punto podrían ser comparables estos narradores y de qué se valen cada uno de ellos para contar la misma historia y representar la violencia insertada en ambas historias, en este caso: Las muertas de Ibargüengoitia y Las poquianchis de Felipe Cazals. Primeramente hay que aclarar la imagen que tenemos acerca del narrador fílmico, puesto que considerar que la literatura y el cine pueden tener un narrador, podría resultar

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osado y contradictorio, pues suele ser inmediata la asociación que hacemos de la figura narrativa con las letras. Para esto es necesario desapegarse de las normas estrictas que definen a un narrador “común” y comprender que éste puede narra historias fuera de un plano lingüístico, es decir, aceptar que una serie de imágenes que se muestran en un film nos están contando una historia, pues hay que “considerar como narración el manejo de elementos audiovisuales no participantes de los códigos lingüísticos” 1 que conforman una historia y de los que se vale el narrador fílmico; de ahí que sea posible asegurar la existencia del narrador, el cual desempeña funciones específicas como: encuadres, planos, secuencias, arte, etc., para construir una historia.

La

función de un narrador dentro de una historia es diversa, ya que puede narrar desde su perspectiva o desde la de varios personajes. En la novela Las muertas aparece una multiplicidad de voces entre la tercera persona (el narrador) y la primera persona (los personajes), lo cual dota de un sentido testimonial a la obra y esto repercute evidentemente en el tratamiento de la violencia, pues al estar plasmadas las voces de los personajes, la lectura adquiere un estilo directo y se puede percibir el tono en que habla cada uno de los entes ficcionales. Por ejemplo: Como pasó el tiempo y el licenciado Rendón no apareció, ellas tuvieron que contestar sin consejo a un interrogatorio preliminar. Pregunta: ¿A qué atribuye usted la presencia de tres cadáveres en el corral de su casa? Respuesta: No sabemos nada de eso. Quién sabe quién los habrá puesto allí. O bien: Pregunta: Varias mujeres empleadas se quejan de que ustedes estaban matándolas de hambre. Dicen que le daban de comer nomás una tortilla y cinco frijoles a cada una. ¿Qué responde usted a esto? Respuesta: Es mentira. Les dábamos lo mismo que se come en todos lados. Hasta sopa de fideo.2

1 Granados Garnica, Víctor. La frontera del narrador, p.7. 2Jorge, Ibargüengoitia. Las muertas, p.63. 2

En la cita anterior podemos observar que existe un diálogo y que la presencia del narrador no es tan evidente, puesto que no repara en quién de las hermanas ha contestado. Este tipo de narración nos remite más a la estructura de la película en donde en diversas ocasiones los personajes están rindiendo declaración, es decir, hay un acercamiento a las protagonistas, las cuales se expresan en estilo directo. Esto nos permite observar el tono sarcástico en que una de las hermanas responde al interrogatorio afirmado: “Les dábamos de comer lo mismo que en todos lados. Hasta sopa de fideo”. Con la frase anterior podemos intuir que Ibargüengoitia pretendía dotar de un doble sentido al texto, es decir que la interpretación se constituye de un tono sarcástico aunado a la identidad de las hermanas Balardo. De esta forma Ibargüengoitia logra violentar al lector mediante frases contundentes que revelan la intención de sus personajes. Ahora bien ¿Cómo repercute la violencia en el texto fílmico y en el texto literario?, para ello recurriré al texto de Salvador Elizondo titulado: De la violencia que aparece en Cuadernos de escritura. Él define la violencia como “el acontecer que desordena una estructura o una continuidad”, es decir una especie de ruptura de cualquier acontecer que afecta una cuerpo. En este caso la literatura y el cine representan un cuerpo que puede violentarse de diferentes maneras. En la novela Ibargüengoitia rompe la continuidad de la historia y desconcierta al lector, cuando violenta el lenguaje de sus personajes y aparece el humor negro, este representa un componente indispensable en la obra, puesto que revela una lectura divertida de hechos trágicos que difícilmente podrían ser interpretados de esta forma. Es importante decir que para leer Las muertas es necesario hacer una lectura “a la mexicana” o por lo menos tener un bagaje amplio de nuestra cultura humorística, ya que esto permite que un hecho tan grave pueda convertirse en motivo de risa. Esta libertad humorística encuentra 3

cabida y aceptación en nuestro modo de vida, pues se convierte en un juego libre y necesario en nuestra cultura. La decodificación del humor negro no es sencilla, sólo se logra cuando el lector comprende en su totalidad el mensaje, es decir, cuando se da cuenta de qué forma debe ser leído e interpretado, ya que este puede estar cargado de ironía sarcasmo o humor negro, en algunos casos aparecen varios elementos juntos. Bastaría citar un pequeño fragmento para demostrar lo anterior. Serafina quería un arma grande, aunque al dispara ella tuviera que sostenerla con ambas manos… aunque la bala al entrar al pecho de la víctima, le abriera un boquete en la espalda. Todos estos defectos quedaban compensados, en opinión de Serafina, con la seguridad que un arma de esta índole le daba de que el “ajusticiado”, ya herido, no iba a ir caminando hacia ella, con la mirada de loco y los brazos abiertos, como si quisiera darle un abrazo.3

Ibargüengoitia comienza narrado una escena trágica, a continuación la retoma con un dejo de humor negro. Sin embargo, ¿dónde está la violencia? El lector atento se dará cuenta que no está en el hecho en sí, es decir, en la bala impactando al cuerpo, sino en la perturbación del lenguaje: la burla y el humor negro, lo cual permite sobrellevar la lectura y comprender la finalidad de esta: de ahí que la revalorización de lo trágico por medio de la burla descoloque al lector.

Ahora

bien, me enfocaré en el film Las poquianchis, la primer secuencia comienza con la aprehensión de las hermanas, se enfoca la casa y enseguida se observa como empiezan a llegar las patrullas y la prensa. Posteriormente descubren los cadáveres enterrados y se hace evidente la figura de los periodistas. El narrador fílmico estructura la historia de manera diferente, ya que intercala las historias y resuelve la multiplicidad de voces que aparecen a lo largo de la obra literaria, narrando varias historias en tiempos muy reducidos y hace los diálogos de los personajes precisos y directos. Esto provoca que la confrontación de los

3 Ibargüengoitia, Jorge. Las muertas, p. 34. 4

actores sea recurrente, por lo tanto el tratamiento de la violencia es mucho más impactante y constante durante el film. Esto desencadena una serie de riñas entre las prostitutas, las cuales al sentirse violentadas ejercen violencia a sus compañeras. Los hechos Calzas los retrata de una manera evidente pues lo golpes y la marginalidad de las prostitutas es evidente, casi grotesco.

Siguiendo

a Elizondo entendemos que el film es un cuerpo, el cual puede violentarse, en este caso, mediante la cámara, la cual rompe la continuidad de la historia en diversas ocasiones revelándonos imágenes trágicas y violentas en las que se hace terminante la condición de carcelerías de estos personajes y se representa la violencia mediante: golpes, gritos y lágrimas. Además, Cazals se vale de muchos recursos como: encuadres cerrados, en picada y close up, para hacer énfasis en los actos violentos, en donde refleja los sentimientos y pensamientos de los personajes.

A

diferencia

de

Ibargüengoitia quien violenta el lenguaje, Cazals utiliza el narrador fílmico para representa imágenes violentas, el cine, al estar conformado por imágenes posee la ventaja de tener un mayor impacto en el espectador por lo que el tratamiento de la violencia es mucho más directo: los cadáveres, el asesinato, las violaciones, las golpizas y los castigos. Otro recurso del que se vale el director para generar violencia es incluir escenas escatológicas las cuales nos revelan las condiciones en las que vivían las prostitutas. La utilización de voz narrativa en ambas versiones permite ver los recursos que utiliza cada narrador y su respectiva solución a la multiplicidad de voces y al tratamiento de la violencia; debido a que abordan el mismo crimen. De ahí, que la versión literaria responde más a una noción periodística, en la cual se violenta el lenguaje y se llega al humor negro, en donde se comprueba que no es necesario un contacto directo (real) para hacer evidente el discurso cómico y que un hecho 5

trágico puede leerse de una manera diferente, siempre y cuando el lector sepa descifrar el tono de la obra.

En el caso del narrador fílmico, este recurre a

un efecto similar al de la nota roja, hace explícito elementos escatológicos y violentos. Además de que muchas de las soluciones que encuentra el cine para narrar esta historia es que puede concentrar mayor intensidad en una sola imagen, por lo tanto su estructura es más libre; mientras que el narrador literario intercala las voces en mayor o menor grado a lo largo de la novela, para así reconstruir una historia verosímil con base en los testimonios de las víctimas.

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Bibliografía: Elizondo, Salvador. Cuadernos de escritura. FCE: México, 2000. Ibargüengoitia, Jorge. Las muertas. Joaquín Mortiz: México, 2000. Granados Garnica, Víctor. “La frontera del narrador” en Fronteras de tinta. N.1, 2012.

Filmografía: Cazals, Felipe. Las poquianchis .CONACINE, México, 1976.

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