Las Migraciones a Lo Largo de La Historia

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Tema 2. Las migraciones a lo largo de la historia

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Tema 2. Las migraciones a lo largo de la historia

MIGRACIONES Y CIUDADANÍA

Máster en Políticas de Integración Ciudadana 5ª Edición 2012-2013

Universitat de València Fundación CeiMigra

Albert Mora

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Esta obra está publicada bajo una licencia licencia Creative Commons ReconocimientoNoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/deed.es

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www.mastermigraciones.es

Noviembre 2012

Migraciones y Ciudadanía

Tema 2. Las migraciones a lo largo de la historia

ÍNDICE

2.1 Los primeros grandes movimientos de población: unas breves notas sobre las migraciones premodernas ................................................................................. 7

2.2 Las migraciones modernas: el periodo 1500-1800 ............................................. 10

2.3 La gran oleada migratoria: el periodo comprendido entre 1800

y 1914 .......................................................................................................................13

2.4 La configuración del escenario actual: del año 1914 al 2000 …...............................17

Bibliografía

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….............................................................................................................. 24

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MÓDULO 1. MIGRACIONES Y CIUDADANÍA

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TEMA 2. LAS MIGRACIONES A LO LARGO DE LA HISTORIA Albert Mora Castro “¿Pero qué sería de un viaje sin un libro que lo avive, y prolongue el rastro, sin el susurro, asimismo, de todos los libros que lo guiaron, y nosotros leíamos antes de emprender el camino? Ilusoria primera vez: ¿qué conservaban en sus recuerdos esos primeros mercaderes, esos cazadores de quimeras y esos conquistadores sino otros relatos, otras leyendas, gigantes patagones, grifos, unicornios, acéfalos indios y amazonas de un solo seno? En definitiva, desde el alba de los tiempos, nunca nos movilizamos si no es en busca de nuestros sueños.” (Le Bris, 2010: 32).

Las migraciones han sido una constante en la historia de la humanidad. No son un fenómeno, como algunos equivocadamente creen, que haya venido de la mano del acelerado proceso de globalización que hemos experimentado en las últimas décadas. Tampoco son unos movimientos de población, como tendremos ocasión de ver más adelante, que se expliquen solo porque unas personas con escasas posibilidades de vida (procedentes de países empobrecidos) decidan trasladar su residencia a países ricos del Norte. La imagen de la invasión del inmigrante “pobre”, que muchos europeos creen sufrir como nunca antes en la historia, no representa, ni de lejos, la realidad actual, ni pasada, de la inmigración. La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado, afirmó Lledó (1978: 77). Por ello, hemos decidido comenzar el temario con unas breves notas acerca de la historia de las migraciones internacionales, tratando de hacer así más comprensible la complejidad del hecho migratorio y ayudando a contextualizar los diferentes temas que se irán estudiando en el transcurso de este máster/diploma. Albert Mora

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Hemos seleccionado para ello aquellos momentos y contextos de la historia de la humanidad en los que la movilidad humana se ha expresado con más fuerza, poniendo especial énfasis en los últimos siglos. Comenzamos pues, un viaje que, aunque no se detenga en todas las estaciones, nos debe permitir obtener una visión panorámica de la historia mundial de las migraciones.

2.1 LOS PRIMEROS GRANDES MOVIMIENTOS DE POBLACIÓN: UNAS BREVES NOTAS SOBRE LAS MIGRACIONES PREMODERNAS El origen de la especie humana se sitúa, según todos los indicios, en el continente africano. Suponemos que el hombre moderno, el homo sapiens, se dispersó desde allí hacia todos los continentes, buscando nuevos territorios que explotar, ante las necesidades derivadas del crecimiento demográfico, la necesidad de recursos y las inclemencias del clima. Los científicos sitúan el inicio de nuestra odisea global en el África Oriental hace ahora alrededor de 50.000 o 60.000 años. Se cree que el primer movimiento intercontinental del homo sapiens se realizó en dirección a lo que hoy conocemos como Medio Oriente, desde donde se partió más adelante hacia la Península Arábica, la India y el Sudeste Asiático y, probablemente, hacia Australia. Más tarde, el ser humano se desplazó hacia el Sur y el Norte de Europa y el Asia central y después, a través del Estrecho de Bering, hacia el Norte y el Sur de América (Keeley, 2009: 21) 1. Las formas prehistóricas de migración se caracterizan, con todo, por tener lugar en territorios vacíos o con poblaciones dispersas y con muy poca densidad. Los migrantes no tomaban contacto, salvo en contadas excepciones, con otros habitantes y no se producía, por tanto, un enfrentamiento por los recursos en liza, algo que sí ha abundado en la historia de los últimos 2.000 años (Livi Bacci, 2010: 18-19). En la antigüedad, podemos resaltar los grandes movimientos de población que se sucedieron a lo largo de la historia de la Grecia Antigua y que se inician a mediados del 1

Debe anotarse que las evidencias empíricas sobre los movimientos de población en la prehistoria no son concluyentes y han dado

lugar a diversas teorías e interpretaciones que, debido a su extrema complejidad, no reflejaremos aquí. Albert Mora

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siglo VIII a.C. Estos movimientos, de una amplitud excepcional, desembocaron en la fundación de ciudades en toda la costa del Mediterráneo (Gamrasni, 2010a: 18). La expansión del imperio macedónico, en el siglo IV a.C., supone otro momento clave e implica la asimilación de diversas poblaciones que van siendo conquistadas. Por otra parte, durante la época de la República Romana, se produjeron otros importantes movimientos de población. En la primera mitad del siglo II a. C. (especialmente en el primer tercio de siglo) se calcula que “al menos unas cien mil personas cambiaron de domicilio en Italia para asentarse en las nuevas colonias fundadas por Roma (…), así como para tomar posesión de las tierras que el Estado romano distribuyó de forma individual entre romanos y latinos en el valle del Po. Esa cifra se vio aun considerablemente incrementada por las deportaciones de los pueblos ligures, así como por la emigración no organizada de latinos hacia la ciudad de Roma” (Pina, 2010: 63). Otro movimiento importante de población se inicia en las estepas del Asia central en el siglo III d. C. y desplazará a las tribus germanas y eslavas desde sus áreas de asentamiento en Europa oriental hacia Europa occidental, promoviendo la caída del imperio romano (Lacomba, 2008: 16). Tras la desaparición de este imperio, emerge el imperio bizantino, que tendrá en Constantinopla su capital y se mantendrá hasta su caída en 1453, constituyéndose en espacio de interrelación comercial y movilidad entre Oriente y Occidente. El avance de los pueblos árabes, a partir del siglo VII, constituirá un proceso migratorio de conquista fulgurante que creará un continuum cultural desde Persia y Mesopotamia hasta la Península Ibérica, donde se desarrollará la cultura andalusí, abriéndose un periodo de permanencia continuada desde el año 711 hasta el 1492 (Lacomba, 2008: 18). Los pueblos escandinavos, por su parte, inician importantes movimientos de población en el siglo IX, dirigiéndose hacia Bizancio, España, Europa, las Islas Británicas y Groenlandia. La Baja Edad Media (1100-1460) supone un punto de inflexión en relación a los parámetros de movilidad humana habituales hasta el momento: a pesar del aparente estancamiento de la movilidad derivado de la implantación de los regímenes feudales, se Albert Mora

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mantienen importantes rutas comerciales terrestres y se inician exploraciones transcontinentales, entre las que destacan las protagonizadas por Marco Polo quien, siguiendo la ruta de la Seda, llegó al imperio de Kublai Khan y puso en contacto pueblos orientales y pueblos occidentales (Lacomba, 2008: 18-19). De toda la Edad Media, puede decirse que la emigración germana hacia el este (que se inicia en el siglo XI y termina su fase fundacional con la crisis del siglo XIV) constituye el más importante de los procesos colonizadores. Seguimos a Livi Bacci (2010: 23-24) en la demarcación de los principales hitos de este importante movimiento de población: “El desplazamiento de la antigua Germania al territorio comprendido entre el Elba y el Oder en el siglo XII comprendió aproximadamente 200.000 personas. En el siglo siguiente, un movimiento de la misma dimensión había colonizado otros territorios hasta Pomerania y Silesia. La documentación indica que en Silesia, entre 1200 y 1360, se fundaron aproximadamente 1.200 aldeas y otras 1.400 en Prusia Oriental, además de unas 60.000 parcelas agrarias, con un contingente que se puede calcular en torno a las 300.000 personas. Naturalmente, se trata de cifras relativamente pequeñas, pero que guardan relación con una población germana de dimensiones modestas que se puede estimar en unos pocos millones (unos 6 millones en 1200 (…). Se piensa que ese flujo relativamente modesto tuvo un efecto “fundacional” (pocos padres fundadores y muchos descendientes), si se tiene en cuenta que, a finales del siglo XIX, las poblaciones germanas al este de la línea Elba-Saale se aproximaban a los 30 millones de individuos”. Esta migración hacia el este se caracterizó por ser una migración perfectamente planificada y organizada con el concurso del clero, la nobleza, las órdenes de caballería y las grandes órdenes religiosas. Así, durante este proceso, se asignaron importantes fondos económicos para sufragar los viajes y la manutención de los emigrantes y para proporcionarles semillas, utensilios y materias primas (Livi Bacci, 2010: 25).

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2.2 LAS MIGRACIONES MODERNAS: EL PERIODO 1500-1800 Alrededor del año 1500 Europa, que hasta entonces había sido meta de los flujos de inmigración, comienza a exportar recursos humanos. Además de los flujos migratorios transoceánicos, se dan otros importantes movimientos de población en el interior del continente. En el seno de Europa se configuran mercados de trabajo caracterizados por la movilidad estacional o periódica de trabajadores. Todo ello es posible por los diversos avances tecnológicos, la mejora de las infraestructuras y el aumento de las disponibilidades energéticas. Tras la llegada a América de los primeros europeos, en 1492, se abrió un largo periodo de intensos y heterogéneos movimientos de población destinados a explotar las riquezas de las tierras conquistadas. Durante los primeros años de conquista y colonización, el peso de los europeos sobre la población total no fue demasiado significativo y basaron su domino en la instalación de bases político-militares más que en el establecimiento de colonias de población. Se calcula que en el periodo comprendido entre 1500 y 1650 la población española y portuguesa en América del Sur no representaba en total más del 10% del conjunto de la población (Lacomba, 2008: 22). Entre 1500 y 1800 solo llegaron alrededor de 1 millón de europeos por siglo a América, dato aún más relevante si se tiene presente que en 1500 América contaba con 100 millones de personas y en 1800 con 200 millones (Livi Bacci, 2010: 62). A pesar de ser una población claramente minoritaria, consiguió imponer rápidamente sus culturas, lenguas y religiones a la población autóctona. En 1494, españoles y portugueses firman el Tratado de Tordesillas en virtud del cual se dividen el Nuevo Mundo. Así, una línea imaginaria, situada 370 leguas al Oeste de las islas de Cabo Verde, separó los dominios españoles y portugueses. Los primeros dominaron en el hemisferio occidental y los segundos en el oriental. Fue el inicio de siglos de ocupación de tierras, explotación de recursos y sometimiento y exterminio de la población autóctona2. 2

La historia del saqueo de los recursos de América Latina y de la explotación de sus pueblos por parte de los colonizadores fue

magníficamente expuesta por Eduardo Galeano (1994). La consulta de la obra de este autor se vuelve fundamental para comprender las consecuencias de las diferentes atrocidades cometidas en Latinoamérica desde la colonización europea hasta nuestros días. Albert Mora

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Las primeras colonias se establecen a partir de 1519, principalmente en la América intertropical, más accesible que la América del Norte. Donde encuentran pueblos bien organizados, los europeos se imponen mediante las armas e, indirectamente, por la propagación de enfermedades de las que son portadores (rubeola, cólera, tuberculosis, viruela, sarampión, escarlatina…). El choque microbiano aniquila a millones de personas. En México, por ejemplo, los nativos pasaron de 25 millones de personas a apenas millón y medio en el lapso de tiempo comprendido entre 1519 y 1580 (PoulainCeccato, 2010: 48). Las confiscaciones de tierras, la alteración o subversión de los modos de vida autóctonos, la sumisión mediante el uso de la violencia y la introducción de los hombres europeos en el pool reproductivo redujeron drásticamente la capacidad reproductiva de la población autóctona. Por el contrario, las condiciones de vida de los europeos, que encuentran tierras y recursos en abundancia y zonas con buena climatología, beneficia su supervivencia y su fitness (capacidad de adaptación biológica) reproductiva. Así, la América que en 1500 era “india al ciento por ciento”, pasa a estar predominantemente ocupada por europeos y africanos tres siglos después (se estima que en 1800, el número de americanos de origen europeo era de 8 millones y el de africanos de 5,6 millones) (Livi Bacci, 2010: 33-34) 3. Esta importante cifra de africanos se explica como consecuencia de los importantes contingentes de población esclava que era trasladada para ser explotada en las colonias. El comercio de esclavos fue organizado siguiendo un patrón triangular: los barcos rentados transportaban productos manufacturados desde Europa y los intercambiaban por esclavos en África que serían llevados después a América, donde eran vendidos a cambio de diversos productos agrícolas (OIM, 2007: 10-11). Así, entre los siglos XVI y XIX, alrededor de 11 millones de africanos fueron deportados. Los navíos que transportaban entre 400 y 600 esclavos en condiciones infrahumanas durante alrededor de dos meses, embarcaban a los prisioneros desde Costa de Marfil (40% del tráfico), y la costa de los esclavos (20%) fundamentalmente hacia Brasil y el Caribe (85% de los prisioneros). Se calcula que aproximadamente el 12% morían durante la travesía y

3

Si se atiende a la emigración española hacia las colonias, Martínez Shaw (1993) estima que entre los siglos XVI y XVIII se

establecieron 500.000 españoles en las colonias. Sin embargo, la gran migración en masa de españoles hacia América se producirá, tal y como se verá más adelante, entre los años 1880 y 1930. Albert Mora

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la mitad de los supervivientes fallecían en los tres años siguientes a su llegada (Gamrasni, 2010b: 50)4. Además de las migraciones hacia América, durante estos tres siglos se producen otros muchos importantes trasvases de población, entre los que pueden destacarse, siguiendo a Livi Bacci (2010: 67-69), aquellos producidos en el contexto de la política territorial expansiva de Prusia y Austria, la expansión del Imperio Ruso (con la emigración planificada por Catalina II hacia las regiones del Volga y la colonización de la Nueva Rusia 5) y los asentamientos promovidos por Austria en la frontera con el Imperio Turco. La época moderna se caracteriza también por el impulso que adoptan las migraciones políticamente planificadas. El desarrollo de las organizaciones políticas de rango estatal multiplica los intentos de planificar, orientar y regular los movimientos migratorios (Livi Bacci, 2010: 46-54). En estos casos, los movimientos de población ya no están sujetos tanto a las propias decisiones individuales de los migrantes cuanto a las necesidades y decisiones estratégicas de carácter político. Esta planificación política incluía muchas veces el establecimiento de unos criterios de selección de emigrantes, así como la instauración de un régimen especial de privilegios para ellos. En esta época también se producen importantes desplazamientos forzados de población vinculados a movimientos de persecución política y religiosa. En la Península Ibérica puede destacarse la expulsión de los judíos en 1492 (superando en número a las 90.000 personas) y, especialmente, la de los moriscos, practicada entre 1609 y 1614 y que afectó a entre 300.000 y 350.000 personas6.

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Otra importante trata que implicó la movilidad de ingentes cantidades de personas, fue la trata oriental de los negreros

musulmanes que contribuyó por si sola al 40% de las deportaciones entre 650 y 1920, con 17 millones de prisioneros, de los que 14 millones sirvieron de mano de obra en la África negra precolonial. Esta trata tenía lugar fundamentalmente en el interior de África, donde los esclavos eran trasladados a través del Sahara entre uno y tres meses, muriendo muchos de ellos a causa de las altas temperaturas (Gamrasni, 2010b: 50). 5

Se calcula que entre 1724 y 1859 la población rusa del Nuevo Sur se incrementó de 1,6 a 14,5 millones como consecuencia de la

llegada de migrantes originarios de Rusia central y septentrional. 6

El equivalente al 5% de toda la población. Se expulsó a uno de cada ocho habitantes en Murcia, uno de cada cinco en Aragón y

uno de cada cuatro en el País Valenciano (Livi Bacci, 2010: 71). Como ilustración de la forma en la que se diseñaron y llevaron a la práctica los procesos de expulsión de los moriscos, puede consultarse el trabajo de Lomas (2009), centrado en la experiencia valenciana. Albert Mora

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Concluyendo, se pueden enunciar, de nuevo de la mano de Livi Bacci (2010: 75), las tres principales características de la movilidad humana en el periodo referido: “La primera es que la movilidad de corto, medio, largo y larguísimo alcance representa una fuerza destacada en la sociedad europea de época moderna, con complejas implicaciones para la demografía, la economía y la sociedad. Las migraciones no son “accidentales”, sino un factor estructural de la vida social. La segunda observación es que esta gran movilidad puede interpretarse como una consecuencia del refuerzo del capital humano, del que la capacidad de mudar de lugar de residencia es un ingrediente fundamental, y que ese refuerzo se ve secundado y alimentado por las innovaciones tecnológicas. La tercera es que, a finales del siglo XVIII, las innovaciones que aporta la Revolución Industrial inciden en una sociedad en la que los desplazamientos físicos ya eran algo normal.”

2.3 LA GRAN OLEADA MIGRATORIA: EL PERIODO COMPRENDIDO ENTRE 1800 Y 1914 Durante el siglo XIX se producen movimientos masivos de población nunca vistos anteriormente. Grandes corrientes migratorias de carácter intercontinental tienen lugar desde Europa hacia América, desde Rusia hacia Siberia y desde China hacia el sureste asiático. Pero el movimiento más significativo con diferencia es el europeo dirigido a las “nuevas Europas” y, especialmente, hacia los Estados Unidos de América 7. En total, Europa envía, entre 1815 y 1930, más de 50 millones de emigrantes a otros continentes (Villares y Bahamonde, 2001: 87-88). Esta intensa migración adquiere un carácter masivo a partir de 1880, alcanzando su momento álgido en los años que preceden a la I Guerra Mundial, y supondrá el mayor trasvase de población acontecido en toda la historia de la humanidad (Villares y Bahamonde, 2001: 88). Se trata de una migración marcada por el “factor tierra” (de la Dehesa, 2008: 15), donde se combinó la mayor

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Para conocer la historia de las migraciones en Estados Unidos, de manera interactiva y a través de fotografías, testimonios,

gráficos y otras herramientas, se recomienda consultar el espacio web “Immigration. Stories of yesterday and today”, elaborado por la empresa estadounidense Scholastic y disponible en el enlace http://teacher.scholastic.com/activities/immigration Albert Mora

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facilidad para migrar8 con la disposición de grandes extensiones de tierra necesitadas de mano de obra en los continentes americano, africano y oceánico. Una migración producida bajo el impulso de tres grandes fuerzas: el crecimiento demográfico 9 (que se produce especialmente en las zonas rurales), la revolución de la agricultura y la internacionalización del mundo (Livi Bacci, 2010: 77 y 84). En las décadas centrales del siglo XIX los países que emitieron más emigración fueron Irlanda 10, Gran Bretaña y los países escandinavos. A finales de siglo, desde la década de los 80, serán los países mediterráneos (especialmente Italia y España) y del este los que muestren las mayores tasas de emigración conjuntamente con Irlanda (véase tabla 1). Los destinos fueron múltiples y variados. Así, irlandeses, británicos y escandinavos se decantaron principalmente por Estados Unidos. Por su parte, los italianos del Norte apostaron por América Latina mientras que los del Sur prefirieron Estados Unidos (Taylor, 1994 en Sánchez Alonso, 2002: 21). Los portugueses emigraron mayoritariamente a Brasil y, en menor medida, a Estados Unidos y los españoles se dirigieron, prácticamente en su totalidad, a América Latina (Sánchez Alonso, 2002: 21) 11.

8

Entre los diferentes avances que facilitaron el tránsito de unos países a otros destaca la aparición del ferrocarril y la sustitución del

barco de vela por el barco de vapor. 9

El continente europeo pasa de 188 millones de habitantes en el año 1800 a 458 millones en 1913, pese a la importante pérdida de

efectivos producidas por la emigración masiva. Esta explosión demográfica se da en el contexto de la segunda fase de la transición demográfica, que Europa y Estados Unidos experimentan en la primera mitad del siglo XIX y que se caracteriza por una importante caída de las tasas de mortalidad mientras se mantienen altas las tasas de fertilidad (Thompson, 1929). 10

La población de este país descenderá de 8 millones de habitantes en 1846 a 4,5 millones en 1901. La difícil situación de la

agricultura (con el 80% de las tierras en manos del 1% de la población) y la conocida como “hambruna de la patata” hacía de la emigración, en muchos casos, la única salida posible (Michel, 2010: 52). 11

Se calcula que, entre 1846 y 1932, 1,5 millones de españoles emigraron a Argentina y que Uruguay, Brasil y Cuba recibieron, en

ese mismo periodo, alrededor de medio millón de españoles cada uno (Pereda y de Prada, 2002: 71). En cuanto a las regiones de procedencia de los emigrantes, el primer puesto lo ocupaba Galicia, seguida de Asturias, Castilla León, Cataluña y Canarias. Algunos de estas migraciones eran típicamente familiares, pero el prototipo de emigrante era el de “un hombre joven, entre 20 y 40 años, soltero, que se trasladaba solo por lo menos en el primer viaje”, explica Alted (2006: 33). Los hombres tendían a regresar a España para casarse, mientras que las mujeres solían contraer matrimonio directamente en América con españoles o con descendientes de los mismos. Eran emigrantes que “procedían mayoritariamente de un medio rural, pobre y atrasado, eran de extracción social baja y estaban vinculados económicamente a una agricultura de subsistencia” (Alted, 2006: 33). Albert Mora

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Tabla 1. Tasas de emigración europea (medias anuales por 1000 habitantes)

Fuente: Sánchez Alonso (2002) a partir de datos de Ferenczi y Willcox (1929) y Sánchez Alonso (1995).

En el interior de Europa se dan también significativos movimientos de población desde el campo hacia las ciudades, desde las zonas menos industrializadas a las más industrializadas. Gran Bretaña experimentó la afluencia de irlandeses como consecuencia de la conocida como “hambruna de la patata” en la década de 1840. Francia fue destino de una avalancha de polacos e italianos en un momento en el que la industria emergente del país luchaba por encontrar la mano de obra que requería. En 1881 había alrededor de 1 millón de italianos en Francia y, 50 años después, esta cifra ya se había elevado hasta cerca de 2,7 millones (Keeley, 2009: 24-25). También aquí, las condiciones de inferioridad que comúnmente afectan a los inmigrantes en tierra extraña quedaron bien patentes, tal y como explica Berger (2002: 122-123), tomando el caso de la inmigración irlandesa como ejemplo y enunciando procesos que aún hoy nos resultan bastante familiares: “La primera potencia industrial que recurrió a gran escala a la mano de obra emigrante procedente de otro país fue también Gran Bretaña. Después del hambre de 1845-1847, cientos de miles de campesinos irlandeses, cuya agricultura había sido destruida por la legislación inglesa sobre propiedad de la tierra, y cuyas familias habían quedado dispersas y diezmadas por el hambre, se trasladaron por mar a Liverpool y Glasgow. En su nueva situación carecían de todo oficio. Tuvieron que aceptar salarios de miseria. Eran móviles. Estaban desorganizados. La clase obrera británica les consideraba

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inferiores y les acusaba de hacer bajar los salarios. Vivían en los peores barrios bajos, que se convirtieron en ghettos irlandeses” Los grandes movimientos migratorios producidos en esta época contribuyeron a que se desarrollara una importante convergencia económica y se redujeran las desigualdades entre los países emisores y los receptores. Así, entre 1856 y 1913, los salarios reales en Suecia aumentaron de un 24% a un 58% respecto de Estados Unidos y, en Irlanda, entre 1852 y 1913, los salarios aumentaron del 61% al 92% en comparación con los salarios en Gran Bretaña (PNUD, 2009: 32). También resulta especialmente importante el flujo de obreros de la India y China hacia Sudáfrica, lugares de Asia, Oceanía y América bajo la modalidad de “siervos temporeros”12. 30 millones de indios abandonaron el país durante el periodo colonial (Sutcliffe, 1998: 57) y 12 millones de coolíes chinos hicieron lo propio (Durand et al., 2008: 24). También se calcula que alrededor de 1 millón de japoneses fueron a trabajar a Estados Unidos, Hawái, Perú y Brasil (Keeley, 2009: 23). El proceso de urbanización vinculado con la revolución industrial se extiende en Estados Unidos y Europa durante dos siglos (1750-1950) e implica importantes trasvases de población del campo a la ciudad. La población urbana pasa de del 10% al 52% en este periodo y el número de habitantes urbanos crece de 15 a 423 millones (Fondo de Población de las Naciones Unidas, 2007: 7). El caso de Estados Unidos fue especialmente significativo, reduciéndose el porcentaje de población rural del 79% en 1820 al 4% en 1980 (PNUD, 2009: 32)13. Son años en los que puede afirmarse que los estados receptores “se disputan” a los inmigrantes y varios de ellos ponen en marcha políticas de atracción que incluyen importantes incentivos. Livi-Bacci (2010: 84), a partir de Davie (1936: 452 y 456), nos explica algunas de estas medidas adoptadas para atraer a la mano de obra foránea: “En Estados Unidos, la Homestad Act de 1862 concedía tierra sin cargo a jefes de familia que 12

En principio, afirma Suttcliffe (1998: 58), “la figura del siervo temporero se basada en la libre elección del trabajador que iba a

firmar un contrato. Esto, por supuesto, era cierto sólo desde una perspectiva legalista. En la práctica, muchos trabajadores no tenían otra elección que la que se les presentó a los esclavos de otras generaciones. Además, los términos y condiciones reales de sus contratos solían diferir mucho de lo escrito” 13

En este país, el número de ciudades con más de 10.000 habitantes pasó de 33 en el año 1800 a 2262 en 1910 (Villares y

Bahamonde, 2001: 89). Albert Mora

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tuvieran al menos 21 años e intenciones de cultivarla, siempre que fueran ciudadanos norteamericanos o hubieran solicitado serlo. En Argentina, en 1873, entró en vigor una política activa que alentaba la inmigración; se crearon oficinas especiales para asistir a los inmigrantes e iniciarlos en el trabajo, se les financiaban los traslados interiores y se los hospedaba gratuitamente los días posteriores a su llegada al puerto de Buenos Aires. A partir de 1888 Brasil financió el viaje de los inmigrados de origen transatlántico y luego favoreció la adquisición de tierras en zonas destinadas a ese fin”. El control de fronteras, tal y como se conoce hoy, no podía entonces ni imaginarse. De hecho, puede afirmarse que los últimos años del siglo XIX, en los que se produce la gran oleada migratoria, se da una ausencia total de mecanismos de control del flujo internacional (PNUD, 2009: 33). En Estados Unidos, por ejemplo, hasta la aprobación de la restrictiva National Origin Act de 1924, no se exigía ni siquiera un visado para residir permanentemente y en 1905, año en el que llegan al país 1 millón de inmigrantes, apenas el 1% fue rechazado (Foner, 2000: 32).

2.4 LA CONFIGURACIÓN DEL ESCENARIO ACTUAL: DEL AÑO 1914 AL 2000 Las condiciones que hicieron posible las importantes migraciones que hemos analizado en el periodo anterior se transforman bruscamente como consecuencia de la I Guerra Mundial y de otros sucesos históricos que caracterizan este periodo y que iremos refiriendo a lo largo de este apartado. A partir de comienzos de siglo, la tendencia de crecimiento demográfico comienza a invertirse en Europa al ritmo que avanza la tercera fase de la transición demográfica, caracterizada por una veloz disminución de las tasas de natalidad que hará que, en algunas regiones del continente, la población tienda a decrecer. Si a esta tendencia se le añaden los incidentes producidos en las primeras décadas de siglo que comportaron importantes pérdidas de población, es claro que el continente ya no podrá ser el exportador de excedentes de población que había venido siendo hasta principios de siglo. La I Guerra Mundial supuso la pérdida de 9 millones de personas que perecieron en combate (a las que habría que añadir las pérdidas civiles) y la gripe “española” Albert Mora

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provocó alrededor de 6 millones de muertos (Villares y Bahamonde, 2001: 199). Por otra parte, la hambruna de las regiones del Volga en 1921 produjo millones de bajas y la que se produjo en Ucrania, el Cáucaso y otras regiones de Rusia, terminó con entre 9 y 12 millones de personas (Livi Bacci, 2010: 94). Más adelante, la II Guerra Mundial comportará la pérdida de millones de vidas, con estimaciones que oscilan alrededor de los 55 millones de personas, la mitad de las cuales habrían sido civiles alejados del frente de batalla (Villares y Bahamonde, 2001: 312). La I Guerra Mundial provoca importantes movimientos migratorios desde Europa hasta Estados Unidos: desde Suecia, Irlanda, Noruega o Reino Unido se producen movimientos de huida de población (Lacomba, 2008: 44). Estados Unidos seguirá siendo un territorio de recepción de importantes contingentes de extranjeros. Entre 1892 y 1954, más de 12 millones de inmigrantes pasaron por la Estación Federal de Inmigración de Ellis Island14 La Gran Depresión de 1929 provocará una importante reducción de los flujos de entrada de inmigrantes y el retorno de algunos de los inmigrantes asentados en Estados Unidos15. Frente a la abierta promoción de la movilidad humana que se había producido en la etapa anterior, este periodo se caracteriza también por la puesta en marcha de diversas políticas restrictivas orientadas a frenar la llegada de inmigrantes y a posibilitar la selección de personas que cumplieran con unos determinados perfiles preestablecidos. Ya en los años 80 del siglo XIX, Canadá y Estados Unidos habían tratado de cerrar las puertas a la inmigración asiática. En 1924, la mencionada National Origin Act de Estados Unidos “no solo impuso un techo al número anual de inmigrantes (apenas algo más de 150.000 personas, la sexta parte de la inmigración de los años de preguerra), sino que fue ideada con el fin de penalizar las zonas de origen de la “nueva inmigración”, es decir, la procedente de la Europa meridional y oriental” (Livi Bacci, 2010: 96). En los años 30, Canadá comenzó a restringir la entrada de inmigrantes 14

Para conocer más acerca de la inmigración a Estados Unidos y la historia de este importante punto de entrada de inmigrantes

puede consultarse http://teacher.scholastic.com/activities/immigration/tour/ , espacio que incluye numerosas fotografías y testimonios orales de inmigrantes que entraron a Estados Unidos por este punto. 15

Se calcula, por ejemplo, que más de 1 millón de inmigrantes mexicanos abandonaron Estados Unidos durante la Gran Depresión,

muchos de ellos bajo el paraguas de los programas de repatriación espontánea puestos en marcha por el gobierno. Algunos, aunque en cantidad bastante inferior, fueron expulsados a la fuerza por encontrarse residiendo ilegalmente en el país (Guerin, 1985). Albert Mora

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procedentes de los países de Europa oriental y de Europa del Sur, favoreciendo a los inmigrantes de habla inglesa y a aquellos que tuvieran vínculos con extranjeros ya residentes (Keeley, 2009: 25). Otros países impusieron medidas restrictivas y establecieron sistemas de cuotas, como fue el caso de Sudáfrica (1930), Nueva Zelanda (1931), Australia (1932) o Brasil (1934) 16. La Gran Depresión iniciada en 1929, unida a la disminución de las precipitaciones y el aumento de las temperaturas que caracterizaron a la conocida como dust bowl (literalmente, cuenca de polvo), hizo que quebrara un buen número de explotaciones agrícolas en las Grandes Planicies de los Estados Unidos. Esto provocó importantes movimientos de inmigración interna, la mayor parte de ellos dirigidos hacia California. Se calcula que 300.000 habitantes de Oklahoma (“okies”, como eran conocidos despectivamente en los territorios de recepción) 17 abandonaron la región durante el decenio del dust bowl18 en un claro ejemplo de cómo las condiciones climáticas pueden constituirse en factor desencadenante de procesos migratorios (Brown, 2008: 23). En esa primera mitad de siglo, se suceden también importantes trasvases de población española en busca de mejores condiciones de vida. Dentro de Europa, el principal destinatario de estas migraciones será Francia. En este país, en el año 1911, residían 105.765 españoles y, en 1931, esta cifra se había incrementado hasta alcanzar las 351.864 personas censadas (Alted, 2006: 38). La guerra civil intensificó estos flujos. A finales de 1938 residían en Francia alrededor 45.000 refugiados españoles y entre el 27 de enero y el 29 de febrero de 1939 pasaron la frontera por Francia en torno a 470.000 exiliados (Alted, 2006: 38-39)19. Pero, además de a Europa y América, algunos 16

Según Alted (2006: 31) estas políticas restrictivas vinieron motivadas por tres factores fundamentales: la situación en Europa

(revolución rusa, incremento de los totalitarismos, huida masiva de “rusos blancos” y de judíos procedentes de las zonas de Europa central, desplazamientos de refugiados tras la I Guerra Mundial) la inestabilidad política, social y económica en muchos países americanos, y la incidencia de la crisis económica de 1929. 17

A pesar de que muchos de ellos resultaban imprescindibles para llevar a cabo las tareas de recolección, eran menospreciados y

criminalizados por parte de los residentes de las zonas por las que pasaban. Steinbeck (2007) retrató esta situación en una serie de artículos publicados originariamente en The San Francisco News en 1936. 18

Este tipo de inmigración interna fue perfectamente ilustrado por John Steinbeck en su novela “Las uvas de la ira” que fue llevada

magníficamente al cine por el director John Ford. 19

Para el estudio de la migración española a Francia y las formas y condiciones en las que se dio la integración de los españoles

en este país a lo largo del siglo XIX, véase Lillo (2006). Igualmente, para conocer cómo se efectuaron las migraciones de españoles a otros territorios en diversos momentos históricos puede consultarse la compilación “De la España que emigra a la España que acoge” (VV.AA., 2006). Albert Mora

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españoles emigraron a países del Magreb, especialmente a Argelia y Marruecos 20. En el primero de estos países residían 160.000 españoles en el año 1900, que se redujeron a algo más de 100.000 en 1920 (Vilar, 2004: 210)21. La II Guerra Mundial provoca movimientos de huida hacia los países que no entraron en contienda, especialmente hacia América del Sur y África. En el interior de Europa, tras este conflicto bélico, se producen importantes trasvases de población motivados por las necesidades de mano de obra que se dieron en los países centrales. Se establecieron diversas fórmulas para atraer la inmigración, algunas de las cuales implicaban el reclutamiento directo por parte de organismos estatales o paraestatales, y se establecieron acuerdos bilaterales y multilaterales entre varios gobiernos. Reino Unido, Bélgica, Francia, Suiza, Holanda, Luxemburgo, Suecia y la República Federal Alemana utilizaron estos mecanismos. En un primer momento, tal y como explican Pereda y de Prada (2002: 72), se priorizó a los trabajadores “blancos” pero después ya se recurrió a otros inmigrantes como los turcos y los magrebíes. Desde los países de la periferia europea, indican estos autores, se dirigieron hacia Europa central y septentrional 2 millones de italianos y de españoles, más de un millón de portugueses y turcos, millón y medio de yugoslavos, medio millón de griegos y de irlandeses y más de 400.000 finlandeses. En los países más fuertes (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Benelux), explica Livi Bacci (2010: 102), la inmigración favoreció la autofinanciación de las empresas, la competitividad internacional y la movilidad territorial e intersectorial. En los países menos fuertes (Italia, España, Portugal, Grecia), la emigración alivió las tasas de desempleo y permitió el envío de remesas que contribuyeron al desarrollo de los países de origen22. Según las evaluaciones de Naciones Unidas, entre 1950 y 1970 Europa occidental (Francia, Alemania, Benelux y Suiza) recibió una emigración neta cifrada en 6,6 millones de personas, mientras que la meridional (Italia, España,

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Ya en el siglo anterior, la emigración española hacia Argelia había venido siendo importante. De hecho, en 1876 se contabilizaban

ya 92.150 españoles residiendo en ese país. La mayoría de ellos procedían de Baleares y del levante y sureste peninsulares (Alted, 2006: 37). 21

Debe tenerse en cuenta, no obstante, que buena parte de los emigrantes españoles adquirieron la nacionalidad francesa, en

virtud de la ley de naturalización automática aprobada en 1889 y analizada, en una obra que estudia en profundidad la presencia de estos inmigrantes en Argelia entre 1830 y 1914, por Vilar (1989). 22

En 1950, la renta per cápita de los franceses era una vez y media superior a la de los italianos. En 1973, la diferencia se había

reducido al 23% (Livi Bacci, 2010: 104). Albert Mora

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Portugal, Grecia, Yugoslavia) había generado una emigración neta equivalente (6,3 millones) (Livi Bacci, 2010: 103). Durante los años que siguen a la II Guerra Mundial, los países europeos necesitados de mano de obra pusieron en marcha, con el concurso de sus gobiernos, programas de reclutamiento de extranjeros. Se buscaba una inmigración temporal, que cubriera las necesidades del momento y que, después, regresara a sus países de origen y se hacía, en ocasiones, aplicando cuidadosos procesos de selección. Así, los inmigrantes eran pensados como gastarbeiter (en alemán, trabajadores invitados) y guest workers (de nuevo, trabajadores invitados, en Reino Unido). La ilusión de una inmigración temporal que retornaría a sus países de origen “salta por los aires” con la crisis del petróleo de 1973 cuando, a pesar de que esa mano de obra ya no fuera considerada como necesaria, la abrumadora mayoría de los inmigrantes permanecieron en los países de instalación. Esta realidad supondrá un punto de inflexión que abrirá el camino, por un lado, a un endurecimiento de los mecanismos de control de fronteras y, por otro, a las políticas de integración necesarias para asegurar la cohesión social en sociedades que habían quedado ya configuradas como multiculturales23. Lo explica Arango (2005: 17): “Antes de esa época apenas existían políticas de control, y si existían apenas había interés por llevarlas a la práctica: la libre circulación de las personas era la norma, por lo menos en la práctica. Por su parte, la integración de los inmigrantes generalmente se dejaba a la espontaneidad del mercado de trabajo, de la economía y de la sociedad civil”. En esta época, pero en otras lejanas latitudes, se sucedieron otros movimientos migratorios vinculados con sucesos políticos como la separación de la India y Pakistán, en 1947, que comportó la salida de sus lugares de origen de 17 millones de personas. Más tarde, la secesión de Pakistán oriental, germen de Bangladesh, provocó el éxodo de entre 6 y 8 millones de personas, de los que buena parte se refugiaron en la India (Simon, 2010: 15).

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El punto de inflexión que supuso esta crisis ha sido analizada por múltiples autores precisamente por la importancia que tuvo

como detonante de una nueva forma de entender la inmigración en Europa. Si venían a aquedarse, habría que impedir que llegaran los “no deseados” y si, una vez llegaban se quedaban, habría que trabajar por su integración en las sociedades de recepción. Albert Mora

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En la segunda mitad de siglo, la tendencia se ha invertido y Europa deja ser un foco de emigración para pasar a configurarse como una tierra de recepción de inmigrantes procedentes de países menos

desarrollados. Aun así, siguen produciéndose

movimientos en el interior del continente, especialmente tras el hundimiento del bloque soviético que provocó traslados de población de oeste a este, con origen en Polonia, Moldavia, Rumanía, los países de la disgregada Yugoslavia y los Balcanes. También en los años 70 se da por terminado el ciclo de descolonización, lo que provoca nuevos movimientos de población entre las excolonias a las metrópolis que implican la vuelta de ex colonos portugueses de Angola, de Mozambique, de Argelia, de Malí, de Burkina Faso, de Senegal, de Vietnam, de Guinea Ecuatorial (Lacomba, 2008: 48). Con esta nueva época, varían también las fuerzas de fondo de los movimientos migratorios. Las causas económicas pasarán a tener un peso menor como motores de la inmigración y serán otros factores, como los procesos de reunificación familiar o de protección de refugiados, los que tomarán nuevo protagonismo. En Estados Unidos, a partir de los años 70 se incrementan los flujos de entrada debido, entre otros aspectos, a la flexibilización de la legislación relativa a la reagrupación familiar. Por otra parte, la expansión de la Unión Europea facilitará los flujos internos entre los países miembros (Keeley, 2009: 29). La época comprendida entre 1950 y 2000 viene marcada, además, por la aceleración de un proceso de globalización que Livi Bacci (2010: 113) caracteriza como sigue: “La segunda gran globalización fue mucho más rápida que la primera (…). Involucró a cinco continentes, la movilidad de mercancías, servicios y capitales fue mucho más intensa, surgieron nuevos grandes protagonistas “no occidentales” y el intercambio del factor laboral fue contenido por barreras más importantes a la movilidad migratoria, que constituyeron un freno a la movilidad internacional”. Se trata de una globalización más de mercancías y de capitales que de recursos humanos, afirma este autor, que ha tenido como consecuencia “el distanciamiento, no la

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aproximación, de los niveles de vida de las grandes regiones del mundo y la ampliación de la diferencia entre un mundo rico y un mundo pobre24” Si bien en el periodo anterior había destacado el peso del “factor tierra” en los movimientos migratorios, en esta segunda ola migratoria (especialmente en las dos últimas décadas del siglo XX) predomina el “factor trabajo”: los elementos determinantes de la migración son, por un lado, una fuerza laboral decreciente en los países de la OCDE y, por otro, un exceso de población en edad de trabajar en casi todos los países que se encuentran en vías de desarrollo (De la Dehesa, 2008: 16). Hasta aquí, hemos intentado recapitular sucintamente los episodios más significativos por lo que respecta a las migraciones internacionales a lo largo de la historia. Hemos visto procesos y fenómenos que han marcado la configuración actual del mundo y que han implicado una determinada manera de entender las migraciones. Son tan solo unas pinceladas, pero nos ofrecen algunas claves desde las que entender el presente. Esa cuestión, la situación actual de las migraciones en el mundo, es la que nos ocupará en el tema siguiente.

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El PIB per cápita en Latinoamérica equivalía, en el año 1950, al 40% del PIB per cápita en los países occidentales y, en el año

2001, tan solo al 25%. En el caso del continente africano, en ese periodo se pasó de un PIB per capital equivalente al 14% del occidental a otro equivalente al 7% (Livi Bacci, 2010: 114). Albert Mora

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Las migraciones a lo largo de la historia por Albert Mora Castro, Tema 2 del Módulo 1. Migraciones internacionales y ciudadanía del Máster en Políticas de Integración Ciudadana.

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