Las Estatuas Tambien Mueren

ASIGNATURA: ARTE Y ANTROPOLOGÍA TERCER TRABAJO: COMENTARIO SOBRE LA PELÍCULA LAS ESTATUAS TAMBIÉN MUEREN, DE CHRIS MARKE

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ASIGNATURA: ARTE Y ANTROPOLOGÍA TERCER TRABAJO: COMENTARIO SOBRE LA PELÍCULA LAS ESTATUAS TAMBIÉN MUEREN, DE CHRIS MARKER Y ALAIN RESNAIS (1953) Alumno: Francisco Manuel Cerón González 1. Explica el vínculo que se establece en la película entre el arte y la muerte, tanto en el caso de los museos occidentales cuando exponen el arte africano, como en el de la escultura africana tradicional en su contexto cultural originario. El hechicero captura en su espejo las imágenes del país de la muerte, a donde uno va cuando pierde su memoria. En un mundo donde todo es arte, y todo es sagrado, la inevitable finitud del ser humano se manifiesta domesticada a través de hechizos y conjuros, de oraciones en forma de tallas y máscaras. En este documental, Marker y Resnais nos presentan el arte de unas sociedades que buscan la inspiración y la comunión con el mundo a través de una cosmovisión articulada y plasmada en toda una serie de objetos fascinantes. Una visión que en absoluto se aleja de la que occidente había disfrutado hasta hace no mucho. Hasta la Ilustración, el espiritualismo era el estado natural del pensamiento humano, y nuestro modo de relacionarnos con el mundo era esencialmente animista. Cada cosa, roca, animal, arbusto a nuestro alrededor tenía su propia esencia, su propio espíritu con el que a menudo podías comunicarte, ya fuese directamente o a través de un chamán, un mago, un artista, que solía ser el mejor para comunicarse de este modo dentro de la comunidad. En este contexto, la inefable muerte es, como menciona Marker en su ensayo, domesticada, y los muertos se presentan como una fuente de poder a la que mantener cerca, repleta de sabiduría y seguridad. Son las raíces de los vivos. Como una especie de vínculo proveniente de la tierra se talla toda una suerte de imaginería que de algún modo busca la serenidad y la reconciliación con el espíritu que ha abandonado su cuerpo hasta que estos rostros ganadores terminen de reparar el tejido del mundo. Especialmente curiosa me parece la antítesis que surge, frente a la figura del doppelgänger, el doble fantasmagórico. Esta figura proveniente de la literatura nórdica y germánica es curiosamente un símbolo nemésico en occidente, una suerte de gemelo malvado, cuya visión es un augurio de muerte. Sin embargo, Marker sitúa a este tipo de doble, una sombra, un reflejo, en un marco benévolo, receptáculo de la energía vital liberada por la muerte, símbolo de la conexión con el mundo, con el todo. Esta contradicción, ¿No estaría justamente en consonancia con una cultura, la occidental, que durante siglos ha cultivado un individualismo cuya máxima aspiración es la aniquilación del otro como rival, frente a esta otra cultura cuyo individuo busca diluirse en la comunidad como garantía del acuerdo entre el hombre y el mundo? Este frágil nexo, esta garantía, muere al ser expoliada y extraída de su medio vital: un objeto muere cuando la mirada viva que lo recorre desaparece. Y cuando nosotros desaparecemos, nuestros objetos quedarán en el lugar donde dejamos las cosas negras: el museo. Esta aseveración que Marker ofrece al comienzo del film con gran belleza y lirismo, es sin embargo una condena que sitúa a una cultura muy viva y su arte a la morgue. Desprovisto de su propósito e intencionalidad original, esto es, equilibrar la relación entre el hombre y su entorno, el arte negro se ve relegado y confinado al frío féretro de la vitrina, donde se exhibe como un trofeo sin mayor significado que el del triunfo y sometimiento de una cultura sobre otra. En un contexto occidental, en el que el arte y sus estrategias de representación, abanderadas por la pintura, empezaban a languidecer para empezar a reflexionar sobre sí mismas, el hombre blanco solo ve lo pintoresco en lo que alguna vez

fueron los rostros de toda una cultura, y proyecta su background sin saber nada de esa reunión de ancestros. Si bien la Edad de la Razón trajo consigo irrenunciables avances para la técnica en occidente, desafortunadamente condujo al materialismo, donde el mundo material fue visto como el comienzo y el fin absolutos de la existencia, donde inevitablemente eramos vistos como criaturas que no tenían dimensiones espirituales, que no tenían almas, viviendo en un universo sin alma, de materia muerta.1 Todo esto supuso el irremediable fin de la magia, el arte, como herramienta para la supervivencia y pasó a convertirse en un mero espectáculo, un entretenimiento con el que rellenar nuestras breves existencias mientras esperamos la muerte. La declinación de ser en tener, y de tener en simplemente parecer.2 ¿Por que no iba a imponer esta aciaga y vacua visión el hombre blanco colonizador sobre aquellas culturas claramente inferiores? ¿Acaso habían conquistado ellos los cielos? ¿Acaso habían surcado la tierra sin esfuerzo sobre raíles? ¿Habían siquiera obtenido los frutos más profundos del océano con la mitad de eficacia que el hombre blanco? Caídos del cielo como dioses omnipotentes, con el privilegio que les otorgaba el poder, los hombres blancos arrasaron con toda la riqueza de vinculaciones y significados que durante siglos habían provisto de sentido a las culturas africanas. El hombre blanco se enfrenta ahora en sus museos a los vestigios de una cultura, esperando que le hable, que le diga, quién la creó y por qué, sin siquiera interesarse o preguntarle al propio miembro de esa cultura. El colmo de este materialismo rapaz conseguirá transformar los modos de creación espiritual del hombre negro en una mera cadena de montaje. Ya no se crea, se fabrica. El arte negro será retorcido y adaptado a los propósitos turísticos y comerciales del hombre blanco, acabando para siempre con el talismán, la imagen conciliadora, o la máscara protectora para convertirse en souvenirs, en meros objetos decorativos, cada vez más alejados de su origen, provenientes de algún lugar exótico donde el hombre todavía trata de ser uno con la naturaleza. 2. En los últimos diez minutos de la película se plantean algunas consecuencias de la colonización europea de África. A) Resume y comenta la conclusión de la película al comparar el mundo de la técnica y el mundo la magia En los albores de la ciencia, lo que podríamos llamar la alquimia, esta no era más que una desviación del arte, un derivado de la magia. Era una parte integrada en lo que hemos denominado pensamiento mágico. Pero a medida que esta fue encontrando territorios más y más sólidos para su exploración, la ciencia se divorció de la magia para pasar a negarla del modo más rotundo. Nada que no pasara por el exhaustivo análisis de dicho método era válido, y era susceptible de ser refutado. Así es como comenzó la progresiva aniquilación del pensamiento espiritual en occidente, que abrazó a la ciencia como el verdadero ídolo que llevaría al hombre blanco a otro nivel, permitiendo que pasara de un estado sólido de progreso a una tipo de civilización líquida o fluida. El posterior descubrimiento, extracción y explotación de combustibles fósiles permitió al hombre blanco emanciparse del tiempo, conquistar todos los medios y entrar en la era de la producción. La revolución industrial no fue nada comparado con lo que vendría después: el fordismo dejaría atrás al taylorismo y su efectividad lo llevaría a una expansión sin precedentes. La mente sobre la materia alejaría el fantasma de la enfermedad, las malas cosechas y el hambre, y por primera vez el hombre adaptaría el medio a sí mismo, y no al revés. Sin embargo, el hombre blanco pagaría un alto The Mindscape of Alan Moore [Consulta 2019-06-13] Disponible en

2 DEBORD, Guy. La Sociedad del Espectáculo. P.12 1

precio por su desaforada actividad: la excomunión espiritual con el mundo que lo rodeaba a cambio del sometimiento de todas las cosas. La ciencia permitió ver la pluma del ave ampliada bajo su microscopio, e hizo que se olvidara por completo del conjunto. Esta visión, a la que el hombre llamó progreso, no tardó en ser impuesta sobre las culturas a las que fue sometiendo, conquistando y colonizando. Y África no iba a ser una excepción. El arte negro como amuleto de protección se evaporaría ante el descendimiento de su santidad, el hombre blanco. Estos asumirían el rol de los ancestros, y el talismán ya no sería necesario. Adalides de su propia magia, la magia blanca de la medicina y la técnica, los colonos proveerían de todo lo necesario para controlar las fuerzas malévolas, a cambio del genocidio cultural, y la esclavitud de su vitalidad. Se introduce el trabajo en cadena en condiciones alienantes, se enseña al hombre negro a fabricar su propio arte, cada vez más rápido, mas burdo, más degenerado. África cobra el aspecto de una probeta desde el cielo, donde cultivar el tipo de individuo que el hombre blanco desea. El arte negro y su proveniencia, caen en el vacío del olvido. Si estudiamos la historia del pensamiento mágico, no resulta difícil observar que el punto en el que comenzó a ir mal, fue el monoteismo. Si bien en la antigüedad clásica, este pensamiento se fue regulando a través de panteones, cada uno dedicado a un dios, con un séquito que podía ayudarte a relacionarte con esa deidad, cuando llegó el cristianismo, esa relación espiritual se vio coartada por una casta sacerdotal, un intermediario directo que se comunicaba de manera unilateral con un Dios único, y que blindaba por completo tu acceso o contacto con dicha entidad. El paganismo, sin embargo, era una especie de alfabeto, de lenguaje. Como si todos los dioses fuesen letras de ese lenguaje, expresaban matices, sombras del significado, y cierta sutileza de las ideas. Con el monoteísmo, toda esta riqueza de conceptos espirituales dejó de estar disponible porque los redujimos a una simple y chata nota que ni siquiera entendía quien hablaba sobre el tema.3 De este modo el hombre blanco borró y asumió toda la riqueza de vinculaciones, significados, amuletos y talismanes del hombre negro imponiendo su reducida cosmogonía. Asediada por la negación a la imagen del islam, y el recelo del cristianismo hacía otros ídolos, toda esta riqueza fue aniquilada, dejando al hombre negro sin su sagrado arte negro. Este se despertaba ahora en un país que ya no era suyo, con unas costumbres que no eran suyas, y toda una serie de propósitos que tampoco eran suyos: le habían sido inoculados. Habían quedado espiritualmente desnudo ante esta perniciosa tabula rasa que el hombre blanco le había impuesto. Ante esta desnudez, el catolicismo propondría una nueva receta espiritual: el arte negro-cristiano, un fallido matrimonio concertado en el laboratorio de la dominación que daría al traste con toda la exuberancia de ambas influencias, donde una cancela a la otra. Exiliado de su propia espiritualidad, el hombre negro camina entre un pasado que ya no existe y un futuro de absoluta incertidumbre. Todo esto encuentra, finalmente, una pobre justificiación en lo limitado y terriblemente chovinista del pensamiento occidental. Nuestros científicos más prestigiosos pueden sugerir que el universo, tal vez, tiene la forma de un balón de rugby, que es como sugerir en pleno medievo que la tierra es plana. Pueden hacernos soñar con toda clase de dimensiones, viajes en el tiempo, travesías espaciales y teorías cuánticas imposibles, y solo por el mero hecho de implicar tecnología, maquinaria y toda una genealogía de términos pseudocientíficos, obtendrán nuestra más reverencial atención, mientras las ideas espirituales de otras culturas serán, lamentablemente, relegadas al sinsentido.

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B) Explica la afirmación final de que blancos y negros somos iguales al participar de una promesa común. Durante mucho tiempo el juego de la dominación fue un campo de entretenimiento muy satisfactorio para el hombre blanco. A medida que la sociedad viraba y se constituía en la Société du Espectacle, que Debord retrató muy afinadamente en su ensayo homónimo, el hombre blanco fue haciendo libre uso de la fuerza de sus esclavos para realizar todo tipo de proezas. En este país del regalo y el intercambio, introdujimos el dinero. Tras comprar su fuerza de trabajo por nada, compramos también su arte y sus ritos para convertirlos en comedia y espectáculo. Como emperadores, contemplamos largo tiempo desde el palco, y con divertimento, las proezas de nuestro hombre negro, ahora convertido en un títere. Pero la pulsión más profunda de este ser humano, el deseo de armonía y el hambre de porvenir alumbraría una nueva comunidad que diría no, y acabaría reclamando lo que le pertenece: un presente y un futuro. Mención aparte merece que el hombre negro encontrara en la cancha un terreno idóneo para confundir el orgullo del hombre blanco. Esta tendencia cristalizaría, años más tarde, a comienzos de los 80, en la obra de artistas como Basquiat, a los que dedicó una serie titulada Famous Negro Atlethes (1982), de la que se podía extraer una glorificación de dicha figura, no sin cierto escepticismo. Este tema fraguaría, también a principios de los 80, en la obra de un artista blanco, el artista vivo más cotizado del mundo, Jeff Koons. Irónicamente, un artista que se encuentra en las antípodas de ese artista negro que podemos observar en el film de Marker y Resnais, o en algunos artistas de Magos de la Tierra, y que trabaja en el anonimato para satisfacer las necesidades espirituales propias y comunitarias. En su serie Equilibrium (1985) Koons tiró del apropiacionismo para presentar toda una serie de posters publicitarios de la marca Nike, en la que se presentaba a estrellas negras del baloncesto como si fueran profetas. Lejos de ser una crítica, Koons pretende poner de manifiesto que estos atletas no son presentados solo como estrellas, sino también en roles que transmiten cierta idea de poder y respeto, propia de un sistema tradicional que, sin embargo, niega el poder y el respeto a la mayor parte de los afroamericanos.4 No fue hasta que las sociedades occidentales se percataron de que todos estábamos bajo el mismo paraguas de la represión, bajo el amparo y dominación del Leviathan de Hobbes, que nuestros destinos comunes se unificaron. Descubrir que todos estábamos atrapados en el mismo Panóptico, que Foucault describió a consecuencia de la profunda decepción ante el fallido resultado de las protestas del 68, hizo que las vendas cayeran, despertando a una realidad en la todos eramos prisioneros compañeros bajo las mismas estructuras de poder. Nuestras aspiraciones más profundas, las de libertad, seguridad, justicia y felicidad se revelaron entonces universales ante todos los seres humanos. La promesa común del hombre victorioso al que todos aspirábamos, era negro, y era blanco, y tenía sueños y retos comunes.

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HOLZWARTH, Hans W. Jeff Koons, p. 148

Fig. 1 Basquiat, 1982. Tuxedo, Serigrafía sobre tela. 260 x 151 cm.

Fig. 2 Jeff Koons, 1985. Moses. Cartel de Nike enmarcado. 115 x 80 cm

3. ¿encuentras alguna relación entre los temas planteados en la película y las intenciones de la exposición Magos de la tierra (1989)? Me da la sensación de que el film documental de Chris Marker y Alain Resnais, Las Estatuas También Mueren (1953) y la exposición de Magos de la Tierra (1989) podrían ser perfectamente las dos caras de una misma moneda. La primera habla sobre el pasado, y deja en nuestras manos el futuro. La segunda, la exposición, busca reparar ese tejido, el tejido del mundo, a través de esa reunión, no ya de ancestros, sino de chamanes procedentes de todas partes del globo. Si bien es cierto que a lo largo del documental, narrado bellísimamente en clave poética, no se da voz a los seres humanos afectados por el atropello del colonialismo, y se limita a hacer un análisis de la situación, resulta imprescindible poner sobre la mesa este análisis sobre un pasado, reciente y no tan reciente, para poder obrar en consecuencia en el futuro. Cierto es que este análisis parece partir de un espectador, entre mordaz y melancólico que observa con resignación la situación sin proponer grandes (ni pequeñas) soluciones, pero hay que reconocerles, en honor a la verdad, que los autores no se escaquean de su responsabilidad, situándose justo donde las circunstancias los citan: en el hemisferio colonizador, y lo hacen usando la primera persona cuando habla de las atrocidades perpetradas por sus compatriotas. La promesa común, el propósito de alcanzarla, se materializa de algún modo en la exposición Magos de la Tierra, que de algún modo busca abrazar la inextinguible variedad de la vida en la tierra y sus diversas manifestaciones artísticas, bajo un punto de vista conciliador, y no colonizador. Sin embargo, resulta francamente difícil zafarse, no ya de la historia de uno mismo, del pasado colonizador occidental, o del pretérito del colonizado, sino de la arrogancia que acompaña al ser humano desde hace siglos. Son cuestiones profundamente humanas que emanan de la cristalización del ego como un concepto de nosotros mismos, autónomo y vulnerable al que debemos proteger. Esto nos empuja al ciclo sin fin el del apego y el rechazo. Esa es la esencia del pensamiento chovinista que nos atenaza. En cualquier caso, Magos de la Tierra supuso una importante y necesaria sacudida al mundo de la museología, cuya visión eurocentrista anquilosada sobre la historia del arte no le permitía crear relatos más allá de su propio

ombligo. Hoy, pese a que muchos museos continúan adoleciendo de esta mala praxis y otros comienza a adoptar el modelo “parque temático”, algunos de los museos más importantes del mundo, a destacar entre ellos el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, están invirtiendo la tendencia. Manuel Borja - Villel, su director, ha decidido acabar con esa tendencia e invertir el mapa, prestando gran parte de su atención, presupuestos y energías a artistas latinoamericanos o africanos. Las recientes y amplias retrospectivas a artistas como Luis Camnitzer o William Kentridge así lo atestiguan. Y no solo esto. La primera decisión que tomo Borja - Villel al entrar en la dirección del museo fue reorganizar la colección permanente, que hasta entonces había sido expuesta según el relato cronológico de la historia del arte. Hoy, la colección permanente exhibe un relato en estrecha concordancia con el contexto histórico que alumbro o acompañó a las obras, y no tanto el estrictamente vinculado a la historia del arte. En definitiva, tanto el film como la exposición, con su visión crítica hacia el colonialismo y los cánones establecidos de la museología, supusieron importantes pasos hacía el desarrollo de una conciencia que de nuevo buscaba esa comunión con el todo, y que por poco olvidamos. No tienen que ser iguales. No son inferiores. Son otras naciones. Atrapados con nosotros en la red de la vida y el tiempo. Prisioneros compañeros en el esplendor de la tierra y sus tribulaciones.5 Tal vez, y gracias a la audacia de propuestas como estas, estemos más cerca de, un día, reparar el tejido del mundo.

Earthlings [Consulta 2019-06-13] Disponible en

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