Las Cuatro Edades de La Vida Humana_Dante

LAS CUATRO EDADES DE LA VIDA HUMANA DANTE ALIGHIERI FUNDACIÓN DE ESTUDIOS TRADICIONALES, A. C. 1 DANTE ALIGHIERI La

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LAS CUATRO EDADES DE LA VIDA HUMANA DANTE ALIGHIERI

FUNDACIÓN DE ESTUDIOS TRADICIONALES, A. C.

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DANTE ALIGHIERI

Las Cuatro Edades de la Vida Humana Dante Alighieri (1265-1321)

LAS CUATRO EDADES DE LA VIDA HUMANA EL CONVITE. TRATADOS XXIV-XXVIII

Editor e Impresor: Fundación de Estudios Tradicionales, A. C. Camino a Lagunillas s/n Llanos de la Fragua 36220, Guanajuato, Gto., México.

Primera Edición 2012 ISBN en trámite Código Fundación: 73

Fundación de Estudios Tradicionales, A. C. Institución Cultural de Beneficencia Privada Registro Público de la Propiedad y del Comercio 67,127 (V07, X12) RFC: FET040828LA0 Callejón de Temezcuitate Nº. 83, Guanajuato, Gto., México Teléfonos: (473)6522597 y (473)7560090 Correo electrónico: [email protected]

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L A S C U AT R O E D A D E S D E L A V I D A H U M A N A

SUMA R IO

LAS CUATRO EDADES DE LA VIDA HUMANA 1 LA NOBLEZA DEL HOMBRE EN LA ADOLESCENCIA. EL RECATO, EL PUDOR Y LA VERGÜENZA. 11 LA NOBLEZA DEL HOMBRE EN LA JUVENTUD. VIRTUDES PROPIAS DE ESTA EDAD. 19 LA NOBLEZA DEL HOMBRE EN LA SENECTUD. SUS CUATRO VIRTUDES PECULIARES. 25 LA NOBLEZA DEL HOMBRE EN LA SENILIDAD. EL RETORNO A DIOS Y LA CONSIDERACIÓN DEL PASADO. 35

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LAS CUATRO EDADES DE LA VIDA HUMANA*

DANTE ALIGHIERI (1265-1321)

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igo que la vida humana se divide en cuatro edades. La primera se llama adolescencia, es decir,

«crecimiento de vida»; la segunda se llama juventud, o sea, «edad que puede aprovechar», esto es, dar perfección, y por eso se le llama edad perfecta —porque nadie puede dar sino lo que tiene—; la tercera se llama senectud; la cuarta se llama senilidad. * El Convite. Tratados XXIV-XXVIII 1

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De la primera nadie duda; todos los sabios están de acuerdo en que su duración se prolonga hasta los veinticinco años, y como hasta este tiempo nuestras almas se dedican al crecimiento y embellecimiento del cuerpo, de donde se siguen muchas y grandes transformaciones en la persona, la parte racional no puede discernir con perfección. Por esto ordena la razón que antes de esa edad no pueda el hombre realizar ciertas coas sin un tutor mayor de edad. La duración de la segunda edad, que constituye la cima de nuestra vida, es determinada de diversas maneras por muchos. Pero, dejando a un lado lo que acerca de aquella escriben los filósofos y los médicos y volviendo a la razón propia, digo que en la mayoría de los hombres capaces para formar un juicio natural esa edad dura unos veinte años. Y la razón de esta afirmación es que, si el punto más alto de nuestro arco esta en los treinta y cinco, la curva de descenso de la vida ha de ser igual a la curva de ascenso, pues estas dos curvas de subida y de bajada 2

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constituyen los apoyos del arco, en el cual se advierte poca flexión. Tenemos, por tanto, que la juventud se acaba a los cuarenta y cinco años. Y así como la adolescencia se termina con la subida a los veinticinco años que preceden a la juventud, así también el descenso, es decir, la senectud, consiste [en] un tiempo de igual duración al de la juventud, y por eso la senectud concluye a los setenta años. Sin embargo, como la adolescencia no comienza al principio de la vida, considerándole del modo dicho, sino solamente ocho meses después, y como nuestra naturaleza apresura la subida y suele frenar el descenso, porque el calor natural ha venido a menos y puede ya poco, y el húmedo, en cambio ha crecido (no en cantidad, sino en calidad, de modo que es menos vaporoso y consumible), sucede por todo esto que después de la senectud queda de nuestra vida un número de años igual a diez, poco más o menos, y este tiempo se llama senilidad. Tenemos un ejemplo de esto en Platón, del cual se puede decir que estaba óptimamente constituido, tanto por su perfección como por su fisonomía (que de él tomó Sócrates cuando 3

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por primera vez le vio), y vivió ochenta y un años, como atestigua Tulio en el De senectute 1 . Y yo creo que, si Cristo no hubiese sido crucificado y hubiese vivido en el tiempo que su vida, de acuerdo con su naturaleza, podía haber tenido, a los ochenta y un años hubiese pasado de cuerpo mortal a cuerpo eternal. En realidad, como hemos dicho antes, estas edades pueden ser más largas o más cortas según nuestro temperamento y constitución; pero, sean como fueren, en esta proporción que hemos dicho [se encuentran las edades de todos los hombres, y esto] es lo que en todos me parece procurar, es decir, hacer en cada persona las edades más o menos largas según la integridad del tiempo total de la vida natural. Durante estas diferentes edades, la nobleza de que hablamos muestra sus efectos de modo distinto en el alma ennoblecida, y este es el objeto de la parte que ahora explicamos. Acerca de esto hay que advertir que 1

Cf. De senectute 513. 4

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nuestra buena y recta naturaleza procede de un modo razonable en el hombre, como vemos que sucede con la naturaleza de las plantas en las diferentes edades de estas; y por eso son diferentes las costumbres y el comportamiento que según razón conviene a unas edades y a otras; costumbres con las que el alma noble procede ordenadamente por camino simple, ejercitando sus actos a su edad y a su tiempo conforme la ordenación de estos a su último fruto. Y de este parecer es Tulio en su De senectute. Y dejando a un lado la ficción de que este diverso proceso de las edades expone Virgilio en la Eneida2, y dejando también lo que el ermitaño Gil3 dice en 1a primera parte de su Regimiento de príncipes, y dejando lo que expone Tulio en el De los oficios4 y siguiendo únicamente lo que la razón puede ver por sí misma, digo que esta primera edad es la puerta y el camino por los cuales se entra en nuestra bue2

Véase Eneida IV-VI. 3 Egidio de Roma o Gil de Roma (1247-1316), discípulo, colaborador y continuador de Santo Tomas. La obra a la cual Dante alude aquí es la Quaestio metaphisicalis de regimine principum. 4 De officiis: 34, 122ss. 5

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na vida. Y esta entrada tiene necesariamente algunas cosas que proporciona la recta naturaleza, que nunca desfallece en las cosas necesarias; de modo semejante al que tiene dando hojas a 1a vid para defensa del fruto, y vástagos para la defensa y sostenimiento de su debilidad, manteniendo así el peso de su fruto. La buena naturaleza da, por tanto, a esta edad cuatro cosas necesarias para penetrar en la ciudad del buen vivir. La primera es la obediencia; la segunda, la suavidad; la tercera, el pudor; la cuarta, la belleza corporal, como dice el texto en la primera parte. Y hay que notar que de la misma manera que el que no ha estado nunca en una ciudad no sabría seguir el camino si no se lo enseña quien lo ha recorrido, así también el adolescente que entra en la selva engañosa de esta vida no sabría seguir el buen camino si sus mayores no le enseñasen. Ni bastaría la enseñanza de estos si el adolescente no fuese obediente a sus mandatos, y por esta razón es necesaria en esta edad la obediencia. Pero podría decir alguno: «¿es que acaso lla6

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maremos igualmente obediente al que escucha los malos consejos que al que escucha los buenos?». Respondo que esto no sería obediencia, sino transgresión; porque si el rey manda un camino y el siervo manda otro, no hay que obedecer al siervo, pues esto sería desobedecer al rey, y habría, por tanto, transgresión. Y por eso dice Salomón cuando quiere corregir a su hijo (y este es su primer consejo): «Oye, hijo mío, el consejo de tu padre»5. Y a continuación le aparta inmediatamente del mal consejo y de la enseñanza mala, diciendo: «Que no te puedan echar [hechizo] con lisonjas ni deleites los pecadores para que vayas con ellos»6. Por esto, del mismo modo que el hijo, apenas nacido se cuelga al pecho de su madre, así, apenas se muestra en el joven algún destello de razón, debe atender a la corrección de su padre, y debe el padre, por su parte, enseñarle. Y guárdese de darle ejemplo contrario con sus obras a las palabras con que le corrige, porque, 5

Prov. 1,8. 6 Esta sentencia no se halla literalmente expresada en los Proverbios. Pueden verse, sin embargo, textos muy similares en Prov. 2,1; 15,31. 7

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naturalmente, los hijos miran más las pisadas de los pies paternos que las huellas de los demás. Y por eso dice y prescribe la ley7, de acuerdo con esta tendencia, que la persona del padre debe mostrarse siempre a sus hijos santa y proba. Y así aparece la necesidad de la obediencia en esta edad. Y por eso escribe Salomón en los Proverbios que aquel que con humildad y obediencia recibe las justas [correcciones y] represiones del que corrige, «será glorificado»8; y dice «será» para dar a entender que habla al adolescente, que en la primera edad no puede ser glorificado. Y si alguno objeta: «Lo que se ha dicho se refiere al padre solamente y no a los demás», le respondo que al padre se debe reducir toda otra obediencia. Por lo cual dice el Apóstol a los colosenses: «Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que esto es grato a Dios»9. Y, si el padre ha muerto, debe prestarse la obediencia a quien el padre designó en su Última voluntad; y, si el padre muere 7

Prov. 1,10. Digesto XXXVIII tít. 15,9. 9 Col. 3,20. 8

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intestado, debe prestarse obediencia al tutor a quien la razón encomienda el gobierno del menor. Y además deben ser obedecidos los maestros y mayores, [quienes] en cierto modo han recibido una delegación del padre o de quien hace las veces de padre. Pero como el capítulo presente ha resultado largo por las útiles digresiones que contiene, en otro capítulo explicaremos los restantes puntos.

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LA NOBLEZA DEL HOMBRE EN LA ADOLESCENCIA. EL RECATO, EL PUDOR Y LA VERGÜENZA.

Esta alma y buena naturaleza es en su adolescencia no solamente obediente, sino que es además suave, lo cual constituye el segundo supuesto necesario en esta edad para entrar con acierto por la puerta de la juventud. Es necesaria porque no podemos alcanzar una vida perfecta sin amigos, como lo explica Aristóteles en el libro octavo de la Ética; y la mayor parte de las amistades se siembran en esta edad primera, porque en ella comienza el hombre a ser agradable o desagradable; suavidad que se adquiere con la mesura en el trato, como es, por ejemplo, la conversación sosegada y cortés y la acción y los servicios propios de 1a cortesía, Y por esto dice Salomón al hijo adolescente: «A los escarnecedores, Dios los escarnece, y a los mansos, Dios les dará gracia»10. Y por otra parte di10

Prov. 3,34. 11

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ce: «Aparta de ti la mala boca y procura que los actos villanos estén lejos de ti»11. Todo lo cual demuestra que esta suavidad es necesaria, como hemos dicho. También es necesario en esta edad el sentimiento del pudor, por eso una naturaleza buena y noble lo demuestra en esta edad, como afirma el texto. Y como el recato es señal evidente de nobleza en la adolescencia, por ser entonces sumamente necesario para el buen fundamento de nuestra vida, a la cual tiende la naturaleza noble, debemos hablar algo sobre este recato con alguna detención. Digo que por recato entiendo tres sentimientos necesarios para e1 buen fundamento de nuestra vida; uno es la admiración; otro, e1 pudor; el tercero, la verecundia, si bien el vulgo no se da cuenta de esta distinción. Todas estas tres cosas son necesarias en esta edad por la razón siguiente: esta edad necesita ser reverente y estar deseosa de saber; esta edad necesita de freno para no desviarse del camino; esta edad 11

Prov. 16,2.7 12

L A S C EN U AT RO E D A D E S D E. EL L A RECATO VIDA H U MPUDOR A N A Y LA VERGÜENZA LA NOBLEZA DEL HOMBRE LA ADOLESCENCIA , EL

necesita la penitencia por las faltas, para que no tenga la audacia de pecar. Estas tres cosas quedan satisfechas por los sentimientos susodichos, que vulgarmente suelen recibir el nombre de vergüenza. Porque 1a admiración es un asombro del espíritu al ver, oír o sentir de algún modo cosas grandes y maravillosas, pues al mostrarse grandes hacen que las reverencie todo el que las siente, y al mostrarse admirables despiertan en ellos el deseo de conocerlas. Y por esta razón los reyes antiguos hacían en sus palacios trabajos excelentes en oro y piedras y en toda clase de arte, para que los que los contemplasen quedaran asombrados y, por lo mismo, reverentes y con deseos de honrar a las excelencias del rey. Y por esto dice Estacio, el dulce poeta, en el libro primero de 1a Historia tebana12 que cuando Adrasto, rey de los argivos, vio a Polínice cubierto con una piel de león, y vio a Tideo cubierto con una piel de puerco salvaje, y recordó la respuesta que Apolo había dado por sus hijas,

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Thebaida I 395ss. 428ss. 13

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quedó admirado, y, por lo tanto, más reverente y con mayores deseos de saber. El pudor es un apartamiento del espíritu de toda cosa fea, con temor de caer en ella, como sucede en las vírgenes, en las damas honestas y en los adolescentes, que son tan púdicos que no solamente cuando son requeridos o tentados de pecado, sino aun cuando se ven ante la mera imaginación de una complacencia pecaminosa, se les pone el rostro pálido o encendido. Por eso dice Estacio en el citado libro primero de Tebas que cuando Aceste, nodriza de Argia y de Deifile, hijas del rey Adrasto, las llevó ante la vista de su santo padre a la presencia de los dos peregrinos Polínice y Tideo, las vírgenes palidecieron y se ruborizaron, y sus ojos huyeron de toda ajena mirada y sólo se volvieron al rostro paterno como único sitio seguro. ¡Oh cuántos pecados refrena ese pudor! ¡Cuántas cosas y solicitaciones deshonestas acalla! ¡Cuántos deshonestos deseos refrena! ¡Cuántas malas tentaciones vence no solamente en la persona púdica, sino también en quien la mira! ¡Cuántas pala14

LA NOBLEZA DEL HOMBRE EN LA ADOLESCENCIA EL , EL LAS CU AT RO E D A D E S D E. L A RECATO VIDA H U MPUDOR A N A Y LA VERGÜENZA

bras feas detiene! Porque, como dice Tulio en el primero De los oficios, «no hay acción fea que no resulte feo el nombrarla»13. Y por esta razón, el hombre honesto y noble no habla nunca de modo que sus palabras no resulten honestas a una mujer. ¡Ay, qué mal está que un hombre noble, que anda buscando honras, mencione cosas que en boca de cualquier mujer sonarían mal! La verecundia es un temor de la deshonra por el pecado cometido, y de este temor nace un arrepentimiento por el pecado, que incluye dentro de sí una amargura, que es un castigo para no faltar más por lo cual dice Estacio en e1 mismo lugar citado que, cuanto el rey Adrasto preguntó a Polínice quién era, éste dudó mucho antes de contestar por la vergüenza del pecado que contra su padre había cometido e incluso por las culpas de Edipo, su padre, que parecían prolongarse para vergüenza del hijo, y no nombró a su padre, sino a sus antepasados, su tierra 13

De officiis I 35,127. 15

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y su madre. Por todo lo cual se ve la necesidad de la vergüenza en esta edad. Pero la naturaleza noble no sólo demuestra en esta edad obediencia, suavidad y vergüenza, sino que incluye además la belleza y la esbeltez del cuerpo, como dice el texto cuando dice: Y adorna su persona; y este adorna es verbo y no es nombre; verbo indicativo en tiempo presente y en tercera persona. Porque hay que advertir que también es necesaria esta obra para nuestra vida buena, porque nuestra alma necesita realizar muchas de sus operaciones con el órgano corporal, y obra bien cuando el cuerpo esta bien ordenado y dispuesto en todas sus partes. Y cuando el cuerpo esta bien ordenado y dispuesto, es hermoso en el conjunto total y en las partes, porque el orden debido a nuestros miembros proporciona el placer de una admirable y misteriosa armonía, y la buena disposición, es decir, la salud, pone sobre e1 cuerpo un color dulce y grato a la vista. Así, pues, afirmar que 1a naturaleza noble embellece y da proporción armónica al cuerpo, no quiere decir otra cosa sino que lo acomoda a la perfec16

LA NOBLEZA DEL HOMBRE EN LA ADOLESCENCIA EL , EL LAS CU AT RO E D A D E S D E. L A RECATO VIDA H U MPUDOR A N A Y LA VERGÜENZA

ción del orden, y, de la misma manera que las virtudes antes explicadas, esta belleza es necesaria a la adolescencia; las cuales cosas, el alma noble, es decir, la naturaleza noble, [da y] a ellas tiende principalmente, pues, como hemos dicho, esta naturaleza ha sido sembrada por la divina Providencia.

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LA NOBLEZA DEL HOMBRE EN LA JUVENTUD. VIRTUDES PROPIAS DE ESTA EDAD.

Después de explicar la primera sección de esta parte, que indica las señales exteriores por las que podemos conocer al hombre noble, hemos de seguir con la segunda sección, que comienza así: Es en la juventud templada y fuerte ... Dice, pues, que de la misma manera que la naturaleza noble se muestra en la adolescencia, obediente, dulce y poderosa y embellecedora de su persona, así también en la juventud se hace templada, fuerte, amorosa, cortés, leal; cinco cosas que parecen y son necesarias a nuestra perfección en cuanto hace relación con nosotros mismos. Acerca de esto, es necesario saber que todo cuanto la naturaleza noble prepara en la primera edad esta preparado y ordenado por providencia de la naturaleza universal, que dirige las naturalezas particulares a su propia perfección, Esta nuestra perfección se puede considerar de dos maneras. Puede ser 19

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considerada en relación con nosotros mismos, y esta consideración la debemos tener en nuestra juventud, que es la cima de nuestra vida. Puede ser considerada en relación con los demás; y como primero es necesario ser perfecto y luego comunicar esta propia perfección a los demás, es menester tener esta segunda perfección después de esta edad, es decir, en la senectud, como más abajo diremos. Aquí, pues, hemos de recordar el razonamiento que más arriba hemos hecho en el capítulo

XXII

de este tra-

tado sobre el apetito, que aparece en nosotros desde nuestro nacimiento. Este apetito no hace otra cosa que ahuyentar y huir; Y cuando ahuyenta todo aquello que es menester y en la medida conveniente y huye de lo que es necesario y en la medida conveniente, el hombre queda establecido dentro de los límites de su perfección. Este apetito debe ser conducido por el jinete de la razón, porque de 1a misma manera que un caballo suelto, por muy noble que sea de naturaleza, por sí solo, sin un 20

LA NOBLEZA DEL L AHOMBRE S C U AT REN O LA E DJUVENTUD A D E S D E .LVIRTUDES A V I D A HPROPIAS U M A N ADE ESTA EDAD

buen jinete, no se conduce bien, así este apetito denominado irascible y concupiscible, por muy noble que sea, debe obedecer necesariamente a la razón, que le guía con freno y espuelas como un buen caballero. Usa la razón el freno cuando ahuyenta, y este freno se llama templanza, la cual señala los límites dentro de los cuales hay que ahuyentar; usa la espuela cuando huye para hacer volver al apetito al lugar de donde quiere huir, y esta espuela se llama fortaleza o magnanimidad, la cual virtud muestra el lugar donde hay que resistir y luchar. Y así Virgilio, nuestro mayor poeta, pinta a Eneas refrenando en la parte de la Eneida en que esta edad se representa, parte que comprende los libros cuarto, quinto y sexto de 1a Eneida. ¡Qué freno tan grande hubo de usar cuando, después de recibir tanto placer de Dido, como explicaremos en el tratado séptimo, y haber gozado con ella tantos deleites, se marchó Eneas para seguir su camino recto, laudable y fructuoso! Y ¡qué espuelas más enérgicas hubo de usar cuando el propio Eneas luchó solo con la Sibila para entrar en el infierno y buscar el 21

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alma de su padre Anquises contra tantos peligros como se refieren en el libro sexto de dicho poema! De todo lo dicho se ve que en nuestra juventud hemos de ser, para nuestra perfección, «templados y fuertes». Y esto es lo que hace y demuestra la buena naturaleza, como expresamente dice el texto. Es también necesario a esta edad, para su perfección, ser amorosa, porque necesita mirar hacia atrás y hacia delante, como edad que está en el punto central del arco. Debe amar a sus mayores, de los cuales ha recibido el ser, el alimento y la doctrina, de modo que no parezca desagradecido; debe amar a sus menores, a fin de que amándoles les comunique sus beneficios, por los cuales luego, en la menor prosperidad, sea por aquellos sostenido y honrado. Y este amor es el que el poeta nombrado muestra en el quinto libro que tuvo Eneas cuando dejó a los viejos troyanos en Sicilia encomendados a Aceste y los apartó de los trabajos, y cuando enseñó en aquel lugar a Ascanio, su hijo, esgrimiendo con los otros adolescentes. 22

LA NOBLEZA DEL L AHOMBRE S C U AT REN O LA E DJUVENTUD A D E S D E .LVIRTUDES A V I D A HPROPIAS U M A N ADE ESTA EDAD

Por donde se ve la necesidad que esta edad tiene del amor, como declara el texto. Es, además, necesario a esta edad ser cortés, porque, si bien a todas las edades es conveniente tener corteses maneras, en esta edad es mayormente conveniente, porque [la adolescencia merece un fácil perdón, si carece de cortesía, por el defecto de edad y porque,] por el contrario, no la puede tener la senectud, por la severidad y gravedad que en ella se requieren; y esto se cumple más todavía en la senilidad. Nuestro altísimo poeta, en el libro sexto referido, indica que Eneas usaba esta cortesía cuando dice que el rey Eneas, para honrar el cadáver de Miseno, que había sido trompetero de Héctor y luego se había puesto al servicio de aquel, se desciñó y tomó el hacha para ayudar a cortar la leña para la pira en la que debía arder el cadáver, como era costumbre entre ellos. Por lo cual se ve 1a necesidad de la cortesía en la juventud, y por eso el alma noble la muestra en su juventud, como queda dicho. 23

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Además es necesario a esta edad ser leal. Lealtad significa obedecer y ejecutar lo que las leyes dicen, y esto es sobremanera necesario al joven, porque el adolescente, como hemos dicho, por su minoría de edad, merece algún perdón; el viejo, en cambio, por su mayor experiencia, debe ser justo y no debe examinar las leyes sino en la medida en que su recto juicio y la ley coinciden, y debe guiarse justamente por sí mismo, casi sin ley alguna, cosa que no puede hacer el joven. Y basta que este cumpla la ley y se deleite en su cumplimiento, como dice el susodicho poeta, en el mencionado libro quinto, que hizo Eneas cuando celebró los juegos de Sicilia, con motivo del aniversario de su padre, pues lo que prometió a los vencedores se lo dio lealmente a cada uno de estos, como dictaba la antigua costumbre entre ellos, que tenía fuerza de ley. De todo lo cual resulta evidente que a esta edad son necesarias la lealtad, la cortesía, el amor, la fortaleza y la templanza, como dice el texto que acabamos de explicar, y por esto el alma noble las tiene todas.

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LA NOBLEZA DEL HOMBRE EN LA SENECTUD. SUS CUATRO VIRTUDES PECULIARES.

Vista y explicada suficientemente la parte del texto que señala las cualidades que el alma noble atribuye a 1a juventud, debemos continuar con la tercera parte, que comienza: Y en la ancianidad ... En esta parte, el objeto del texto es mostrar aquellas cosas que la naturaleza noble indica y debe tener en la tercera edad, es decir, en la senectud. Y dice que el alma noble en la senectud es prudente, justa y generosa, y se alegra de hablar bien en provecho de otros y de oirlo, lo cual es ser afable. En realidad, estas cuatro virtudes son más convenientes para esta edad. Y para verlo conviene recordar que, como dice Tulio en el De senectute, «nuestra vida normal tiene un camino, y un camino sencillo es el de nuestra recta naturaleza; y a cada parte de nuestra vida le ha sido da25

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da oportunidad para determinadas cosas»14. De aquí que, así como a la adolescencia se le ha dado, como hemos dicho más arriba, todo aquello que puede hacerla madurar y perfeccionarse, así también a la juventud le ha sido atribuida la perfección, y [a la vejez], la madurez, para que la dulzura de su fruto sea provechosa tanto a sí misma como a los demás, porque, como dice Aristóteles, el hombre es animal civil, porque se le exige ser útil no sólo para sí mismo, sino también para todos los demás, Por esto leemos que Catón creía haber nacido no sólo para sí, sino también para 1a patria y para el mundo entero15. Por tanto, después de la perfección propia que se adquiere en la juventud, es necesario alcanzar aquella otra perfección que no sólo ilumina a uno mismo, sino también a los demás; es necesario que el hombre se abra como una rosa que no puede seguir más tiempo cerrada y que difunda el aroma que ha engendrado dentro de sí; y esto es lo que conviene a la edad 14

De senectute 10. 15 Véase LUCANO, Pharsalia II, 283. 26

LA NOBLEZA DEL HOMBRE SENECTUD CUATRO VIRTUDES LA S C U AT EN R OLA ED A D E S D E. SUS LA V IDA HU M A N A PECULIARES

que tenemos ahora entre manos. Por consiguiente, hay que ser prudente, es decir, sabio; y para serlo se requiere una buena memoria de las cosas vistas, un buen conocimiento de las cosas presentes y una buena previsión de las cosas futuras. Y así, como dice el Filósofo en el libro sexto de la Ética, «es imposible que sea sabio quien no es bueno»; no podemos llamar sabio a aquel que procede con argucias y engaños, sino que debemos llamarle astuto; porque así como nadie calificaría de sabio al hombre que supiese jugar con la punta de un cuchillo en la pupila del ojo, así no podemos calificar de sabio al hombre que sabe hacer una cosa mala, pues al hacerla se ofende siempre a sí mismo antes que a los demás. Si bien lo miramos, de la prudencia proceden los buenos consejos, los cuales conducen al que los da y al que los recibe a buen fin en las cosas y en las acciones humanas; y este es aquel don que Salomón, viéndose puesto en el gobierno del pueblo, pidió a Dios, como está escrito en 27

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el libro tercero de los Reyes16. El hombre prudente no espera [que] le digan «aconséjame», sino que, previniendo las cosas por sí mismo, aconseja sin aguardar a la petición, a la manera de la rosa, que ofrece su aroma no solo al que va en busca de ella, sino también a todo el que se acerca a ella. Podría decir aquí algún médico o jurista: «¿Así, pues, he de proporcionar y dar mi consejo sin que nadie me lo pida, y no tendré el fruto de mi cuidado?». Respondo lo que dice Nuestro Señor: «Recibisteis gratuitamente; dad gratuitamente también»17. Digo, pues, señor jurista, que los consejos que nada tienen que ver con tu arte y que proceden sólo del buen sentido que Dios te dio (que es precisamente la prudencia de que hablamos), no debes venderlos a los hijos de Aquel que te los ha dado; aquellos consejos que, en cambio, se relacionan con el arte que has adquirido, puedes venderlos, pero de tal forma que siempre es conveniente alguna vez diezmarlos y dar

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Cf. 3 Reg 3,7ss. 17 Mt. 10, 8. 28

LA NOBLEZA DEL HOMBRE SENECTUD CUATRO VIRTUDES LA S C U AT EN R OLA ED A D E S D E. SUS LA V IDA HU M A N A PECULIARES

de ellos a Dios, es decir, a los desgraciados, que sólo poseen el grado divino. Es, además, necesario a esta edad ser justo para que los juicios y autoridad de ella sean una luz y una ley para los demás. Como los antiguos filósofos observaron que esta singular virtud, es decir la justicia, aparece perfecta en esta edad, encomendaron el gobierno de las ciudades a los que estaban en esa edad, y por eso el colegio de los gobernantes recibió el nombre de senado. ¡Oh mísera patria mía! ¡Cuánta compasión siento por ti siempre que leo, siempre que escribo algo referente al gobierno político! Pero como de la justicia trataremos en el penúltimo tratado de este volumen, basta por el presente lo poco que aquí hemos apuntado. Es necesario también a esta edad ser generoso, porque la conveniencia de una cosa está determinada por la satisfacción que esta presta a las exigencias de una naturaleza, y nunca como en esta edad se puede cumplir este 29

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deber de generosidad. Pues si analizamos bien la exposición de Aristóteles en el libro cuarto de la Ética y el desarrollo de Tulio en el De los oficios, la generosidad necesita tiempo y lugar oportunos para que el generoso no se perjudique a sí mismo ni a los demás18. Cosa que no se puede alcanzar sin prudencia y sin justicia, virtudes ambas cuya perfecta posesión antes de esta edad es imposible por vía natural. ¡Ay, malvados y malnacidos, que engañáis a las viudas y a los menores, que robáis a los menos poderosos, que arrebatáis y os apoderáis de las haciendas ajenas y con el fruto de vuestros latrocinios invitáis a banquetes, regaláis caballos y armas, vestidos y dineros; lleváis admirables trajes, edificáis maravillosos edificios y pensáis ser generosos! ¿Qué es esto sino quitar el paño del altar y cubrir con él el ladrón su mesa? Debemos reírnos, tiranos, de vuestras dádivas, como nos reiríamos del ladrón que llevase a su casa a los invitados y pusiese sobre su mesa el paño arrebatado al al18

Cf. De officiis I 3. 30

LA NOBLEZA DEL HOMBRE SENECTUD VIRTUDES LA S C U ATEN R OLA ED A D E S D E. SUS L A CUATRO VIDA HU M A N A PECULIARES

tar, con las señales litúrgicas todavía, y encima creyese que nadie se daba cuenta. Oíd, obstinados, lo que contra vosotros dice Tulio en el libro De los oficios: «Hay muchos que, deseosos de aparecer y mostrarse gloriosos, roban a unos para dar a otros, teniéndose por muy respetados [si] enriquecen [a los demás] de la manera que sea. Sin embargo, todo esto es tan contrario a lo que se debe hacer, que no hay otra cosa más contraria a esto»19. Es necesario además a esta edad ser afable, hablar bien y oír el bien de los demás con agrado, porque entonces es bueno hablar bien cuando hay quien escucha lo que se habla. Y esta edad lleva también consigo una especie de autoridad, por la cual el hombre la escucha más que a ninguna otra edad anterior y porque, debido a su larga experiencia de la vida, sabe cosas más bellas y rectas. Por eso dice Tulio en el De senectute, hablando en boca del viejo Catón: «A mí se me han aumentado el de19

Íbid. 31

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seo y el placer de conversar mucho más de lo que antes solía»20. Y que todas estas cuatro cosas son convenientes a esta edad nos lo enseña Ovidio en el libro séptimo de las Metamorfosis21, en aquella fábula en que se refiere cómo Céfalo de Atenas vino a ver al rey Eaco para pedir socorro en la guerra que Atenas tuvo con los cretenses. Enseña allí que el anciano Eaco fue prudente cuando, habiendo perdido a casi todo su pueblo en la peste provocada por la corrupción del aire, acudió a Dios y le pidió la restauración de la población que había perecido; y por su buen sentido, que le mantuvo en paciencia y le hizo volverse a Dios, su pueblo, restaurado, fue mucho mayor que antes. Muestra que fue justo cuando dice que partió y distribuyó las tierras inhabitadas de su reino entre su nuevo pueblo. Y muestra que fue generoso cuando le dijo a Céfalo después de oír su petición de ayuda: «¡Oh Atenas!, no me 20

De senectute 14. 21 Metamorfasis VII 50ss. 32

LA NOBLEZA DEL EN SUS PECULIARES L AHOMBRE S C U AT R O LA E DSENECTUD A D E S D E. L A VCUATRO I D A H UVIRTUDES MANA

pidas ayuda, tómatela; y no digáis que os son dudosas las fuerzas que tiene esta isla. Este es [el] estado de mis cosas; fuerzas no nos faltan; por el contrario, las tenemos de sobra; el adversario es grande y el tiempo de dar es ahora más propicio y sin excusa». ¡Cuántas cosas hay que notar en esta respuesta! Pero al buen entendedor bástele el modo con que Ovidio las ha puesto. Muestra que fue afable cuando dice y refiere ampliamente a Céfalo la historia de la peste de su pueblo y la restauración de este. Por todo lo cual resulta suficientemente manifiesto que a esta edad son necesarias estas cuatro cosas, y que la noble naturaleza las muestra en ella, como dice el texto. Y para que el ejemplo que he referido sea más memorable, dice del rey Eaco que fue padre de Telamón, [de Peleo] y de Foco, del cual Telamón nació Ayax, y de Peleo nació Aquiles.

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L A S C U AT R O E D A D E S D E L A V I D A H U M A N A

LA NOBLEZA DEL HOMBRE EN LA SENILIDAD. EL RETORNO A DIOS Y LA CONSIDERACIÓN DEL PASADO.

Después de la parte ya comentada, debemos pasar a la última, es decir, a aquella que comienza: Después, en la cuarta parte de la vida; con esta parte, e1 texto quiere indicar lo que hace e1 alma noble en la última edad, esto es, en la senilidad. Y dice que hace dos cosas: la una es que retorna a Dios, como a puerto de donde partió cuando vino para entrar en el mar de esta vida; la otra es que bendice el camino que ha hecho, porque ha sido recto y bueno y sin amargura de tempestad. A propósito de esto, conviene recordar que, como dice Tulio en el De senectute, la muerte natural es para nosotros como un puerto tras una larga 35

DANTE ALIGHIERI

navegación y como un descanso22. Y es así, [porque] de la misma manera que el buen marinero, a medida que se acerca al puerto, arría sus velas y suavemente, con leve maniobra, entra en él, así nosotros debemos también arriar las velas de nuestras acciones mundanas y volver a Dios con todo nuestro entendimiento y corazón, de tal forma que lleguemos a aquel puerto con toda suavidad y con toda paz. Y en orden a esto tenemos una gran lección de suavidad en nuestra propia naturaleza, porque en esta muerte no hay dolor ni amargura alguna, sino que, así como una manzana madura se desprende fácilmente y sin violencia alguna de la rama, así nuestra alma se separa sin dolor del cuerpo en que ha vivido. Por esto, Aristóteles dice en el libro De la juventud y de la ancianidad que «no hay tristeza en la muerte que en la vejez nos alcanza». Y así como a aquel que llega de un largo camino, antes de entrar por las puertas de su ciudad, le salen al encuentro los ciudadanos de esta, así al alma noble le salen al encuen22

Cf. De senectute 19. 36

LA NOBLEZA EN LA LSENILIDAD . EL RETORNO AE DIOS CONSIDERACIÓN DEL PASADO A S C U AT R O E DADES D LA Y V LA IDA HUMANA

tro, como es su obligación, los ciudadanos de la vida eterna, y lo hacen así por las buenas obras y contemplaciones del alma noble; porque, entregada a Dios y alejada de las cosas y pensamientos mundanos, le parece ver a aquellos que según su opinión están ya junto a Dios. Oye lo que dice Tulio en persona de Catón el Viejo: «Ya me parece ver y siento un deseo muy grande de ver a nuestros padres, que yo amé, y no sólo a los [que yo conocí], mas también a aquellos de quienes oí hablar»23. Ríndese, pues, a Dios el alma noble en esta edad y aguarda el fin de esta vida con mucho deseo, y le parece salir de la posada y regresar a su propia casa, le parece salir del camino y volver a la ciudad, le parece salir del mar y volver al puerto. ¡Oh míseros y viles, que con las velas desplegadas corréis a este puerto, y allí donde deberíais reposar os rompéis con el ímpetu del viento, y os perdéis precisamente allí adonde tanto habéis caminado! Cierto que el caballero

23

De senectute 23. 37

DANTE ALIGHIERI

Lanzarote24 no quiso entrar con las velas levantadas, ni nuestro muy noble latino Guido de Montefeltro25. Por el contrario, estos nobles arriaron las velas de las obras mundanas porque en su edad avanzada se dieron a la religión, dejando a un lado todo deleite y toda obra mundana. Y nadie se puede excusar alegando estar unido desde largo tiempo en el vínculo del matrimonio, porque no se entrega a la religión, solamente el que se hace en hábito y en vida igual a san Benito, a san Agustín, a san Francisco y a santo Domingo, sino que también puede entrar en una verdadera y santa religión el que vive en el estado de matrimonio, porque Dios no pide de nosotros otra cosa sino que seamos religiosos de corazón. Y por eso dice san Pablo a los romanos: «Porque no es judío el que lo es en lo exterior, ni es circuncisión la circuncisión exterior de la carne, sino que es judío el que lo es en lo interior y es circuncisión la del corazón, según el espíritu, no según la le24

Caballero de la corte del rey Arturo, enamorado de la reina Ginebra y protagonista de una de las novelas de caballería más famosas de la Edad Media. 25 Jefe de los gibelinos de la Romaña a partir del año 1275. En 1289 guerreó al frente de los pisanos contra Florencia (véase Infierno XXVII). 38

LA NOBLEZA EN LALSENILIDAD . EL RETORNO A EDIOS DEL PASADO A S C U AT R O E DADES D LA Y V ILA D ACONSIDERACIÓN HUMANA

tra. La alabanza de este no es de los hombres, sino de Dios»26. Bendice también el alma noble en esta edad los tiempos pasados; y bien los puede bendecir, porque revolviéndolos de nuevo a la memoria, recuerda sus buenas obras, sin las cuales al puerto a que se dirige no podría llegar con tanta riqueza ni con tanta ganancia. Y hace como el buen comerciante, que, cuando se acerca ya a su puerto, examina sus ganancias y dice: «Si yo no hubiera pasado por tal camino, no tendría este tesoro o no tendría de que gozarme en mi ciudad, a la que me estoy acercando»; y por eso bendice 1a navegación que ha hecho. Y que estas dos cosas son convenientes a esta edad, lo manifiesta el gran poeta Lucano en el libro segundo de su Farsalia27, cuando dice que Marcia volvió a Catón y le pidió y suplicó que la recogiese de nuevo [destrozada]; en esta Marcia está significada el alma noble. Y podemos 26

Rom. 2,28-29. 27 Pharsalia II 326ss. 39

DANTE ALIGHIERI

acomodar así la figura de la realidad. Marcia fue virgen, y en ese estado significa la adolescencia; luego se casó con Catón, y en ese estado significa la juventud; crió después hijos en los cuales están significadas las virtudes que, como más arriba hemos dicho, son necesarias a los jóvenes; se separó más tarde de Catón y se casó con Hortensio, con lo cual [se] significa el término de la juventud y el comienzo de la senectud; tuvo también hijos de este, en los cuales se simbolizan las virtudes, que, como más arriba se dice, son convenientes a la senectud. Murió Hortensio, con lo que significa el término de la senectud; y una vez viuda —viudez que representa la senilidad— volvió desde el primer momento de su viudez a Catón, con lo cual se indica que e1 alma noble, tan pronto como se inicia la senilidad, vuelve a Dios. Y ¿cuál hombre ha habido más digno de representar a Dios que Catón? Sin duda alguna, no lo hay. Y ¿qué es lo que dice Marcia a Catón? «Mientras en mí hubo sangre —es decir, juventud—, mientras en mí 40

LA NOBLEZA EN LALSENILIDAD . EL RETORNO A EDIOS DEL PASADO A S C U AT R O E DADES D LA Y V ILA D ACONSIDERACIÓN HUMANA

hubo virtud materna —esto es, la senectud, que es madre de las más altas virtudes, como más arriba hemos explicado—, yo —dice Marcia— acaté y cumplí tus mandatos», es decir, que el alma se mantuvo firme en las obras de 1a vida civil. Añade: «Tuve dos maridos —o sea, he dado frutos en dos edades—. Ahora —dice Marcia— que mi seno está cansado y que me siento vacía por los partos, vuelvo a ti, pues nada tengo que dar a otro esposo»; en otras palabras, el alma noble, conociendo que su seno carece ya de energía fructífera, o sea sintiendo que sus miembros se han puesto débiles, vuelve a Dios, el cual no ha menester de los miembros corporales. Y dice Marcia: «Dame las arras de los antiguos lechos; dame siquiera el nombre sólo de matrimonio»; que es lo mismo que decir que la noble alma dice a Dios: «Dame, Señor mío, por fin el reposo en ti; dame al menos que yo, en esta vida que me queda, pueda llamarme tuya». Y dice Marcia: «Dos razones me mueven a pedir esto: la una es que después de mí se diga que he muerto siendo mujer de Catón; la otra es que después de mí se 41

DANTE ALIGHIERI

diga que tú no me rechazaste, sino que de buen ánimo me aceptaste por esposa». Estas son las dos razones que mueven al alma noble; desea partir de esta vida como esposa de Dios y quiere mostrar que su creación fue un puro don de Dios. ¡Oh desventurados y malnacidos, que preferís partiros de esta vida bajo el nombre de Hortensio y no bajo el nombre de Catón! En cuyo nombre es digno terminar la exposición que sobre los signos de nobleza debíamos hacer, porque en Catón la nobleza mostró todas sus características en todas las edades.

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Fundación de Estudios Tradicionales, A. C. Títulos Publicados 1.

MARCO PALLIS ¿Los Hábitos Hacen al Monje?

2.

FRITHJOF SCHUON Del Sentimiento

16. JAKOB BOEME

Teosofía Revelada

3.

TITUS BURCKHARDT El Amor Caballeresco

17. MARTIN LINGS



¿Qué es el Sufismo?

4.

MAESTRO ECKHART El Hombre Noble

5.

A. K. COOMARASWAMY El Vedanta y la Tradición Occidental

6.

RENÉ GUÈNON Sobre el Esoterismo Islámico y el Taoísmo

7.

H. SADDHATISSA Introducción al Budismo

8.

J. C. COOPER Lo Natural. El Arte

9.

VALMIKI Historia de la Reina Chudala

10. SEYYED HOSSEIN NASR. ¿Qué es Tradición? 11. SRI RAMAKRISHNA El Hombre y el Mundo 12. TITUS BURCKHARDT Psicología Moderna y Sabiduría



Tradicional 13. TITUS BURCKHARDT Cosmología Perennis 14. FRITHJOF SCHUON



Tener un Centro

15. INAZO NITÖBE



El Bushido

18. FRITHJOF SCHUON Pilares y Estaciones de la Sabiduría 19. RENÉ GUÈNON El Sagrado Corazón y la Leyenda del Santo Graal 20. FRITHJOF SCHUON El Problema de la Sexualidad 21. SEYYED HOSSEIN NASR El Redescubrimiento de lo Sagrado 22. ARTHUR OSBORNE Las Enseñanzas de Bhagavân Srî



Ramana Maharshi 23. SEYYED HOSSEIN NASR



¿Quién es el Hombre? 24. FRITHJOF SCHUON



Comprender el Esoterismo 25. FATIMA JANE CASEWIT El Feminismo Moderno a la Luz de los

Conceptos Tradicionales de la



Feminidad 26. La Enseñanza de BUDA



Dharma 27. La Enseñanza de BUDA



El Camino de la Práctica

28. RAMA P. COOMARASWAMY El Bhagavad Gîtâ; Introducción para el Lector Occidental 29. FRITHJOF SCHUON El Esoterismo Quintaesencial del Islam 30. VLADIMIR LOSSKY



La Vía de la Unión 31. MARCO PALLIS Anatta (La Divinidad Inmanente)

42. ELIZABETH COATSWORTH



El Gato que Fue al Cielo 43. FRITHJOF SCHUON



Racionalismo Real y Aparente 44. FRITHJOF SCHUON De las Virtudes Espirituales 45. ANANDA K. COOMARASWAMY



El Budismo

32. FRITHJOF SCHUON Principios y Criterios del Arte



Universal

46. TITUS BURCKHARDT Ciencia Moderna y Sabiduría



Tradicional

33. ANÓNIMO Relatos de un Peregrino Ruso

47. RENÉ GUÈNON El Reino de la Cantidad y los



Signos de los Tiempos

34. ANÓNIMO



Relatos de un Peregrino ruso 35. MAESTRO ECKHART La Imagen Desnuda de Dios 36. MAESTRO ECKHART



Dios y Yo Somos Uno 37. ANANDA K. COOMARASWAMY



La Filosofía del Arte Cristiana



Oriental o Verdadera 38. EVAGRIO PÓNTICO Y OTROS La Filocalia de la Oración de Jesús 39. TITUS BURCKHARDT Reflexiones sobre la Divina Comedia



de Dante, Expresión de la Sabiduría





Tradicional 40. FRITHJOF SCHUON



Modos de la Oración 41. SEYYED HOSSEIN NASR



Algunos Principios Metafísicos



Pertenecientes a la Naturaleza

48. RENÉ GUÈNON Ciencia Sagrada y Ciencia Profana 49. TITUS BURCKHARDT El Origen de las Especies 50. EPICTETO Enquiridión (Manual de Vida) 51. RENÉ GUÈNON Del Racionalismo a la Mitología



Científica y su Vulgarización 52. RENÉ GUÈNON La Confusión de lo Psíquico con lo



Espiritual 53. PLATÓN Apología de Sócrates 54. D. T. SUZUKI



Budismo Zen 55. JAKOB BOEHME Del Cielo y del Infierno

56. FRITHJOF SCHUON



El Islam



71.

LAO TSE



Tao Te King

57. FRITHJOF SCHUON Trascendencia y Universalidad del



Esoterismo



72.

BHAGAVAD GITA

58. AMRITA ANANDAMAYI Para mis Hijos; Enseñanzas



Espirituales 59. TITUS BURCKHARDT Esoterismo Islámico; (Primera parte)



La Naturaleza del Sufismo 60. JAKOB BOEHME



Confesiones 61. TITUS BURCKHARDT Esoterismo Islámico: (Segunda parte)



Fundamentos Doctrinales 62. TITUS BURCKHARDT Esoterismo Islámico: (Tercera parte)



La Realización Espiritual 63. PLUTARCO



Alejandro 64. PLUTARCO



Julio César 65. FRITHJOF SCHUON



Cristianismo e Islam 66. AA.VV. Relatos y Cuentos Tradicionales 67. PATANJALI



Yoga Sutras 68. GUSTY L. HERRIGEL



El Camino de las Flores

69.

MARIO MEUNIER



La Leyenda de Sócrates

70.

CUENTOS DE LA INDIA



73.

DANTE ALIGHIERI



Las Cuatro Edades de la



Vida Humana

Vincit Omnia Veritas

La Verdad lo Vence Todo

Fundación de Estudios Tradicionales, A. C.

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