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3.- LA PRESENCIA DEL PASADO: NOTAS SOBRE LA NATURALEZA Y PECULIARIDAD DE LAS CIENCIAS HISTÓRICAS I CIENCIAS NATURALES Y

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3.- LA PRESENCIA DEL PASADO: NOTAS SOBRE LA NATURALEZA Y PECULIARIDAD DE LAS CIENCIAS HISTÓRICAS I CIENCIAS NATURALES Y CIENCIAS HUMANAS

La tesis general gnoseológica de que la Historia forma parte integral de «la República de las Ciencias» es correlativa de la tesis especial según la cual, en el seno de tal república, la Historia pertenece al grupo de «Ciencias Humanas» en cuanto que distintas de las «Ciencias Naturales y Formales». y Formales (matemáticas, lógica) y el grupo de ciencias Humanas (o Sociales, o Culturales). Esa distinción fue recogida y desarrollada por Heinrich Rickert en su obra Ciencia cultural y ciencia natural (1899). Así, las «ciencias humanas» no son «las que se ocupan del hombre» mientras las «naturales» se «ocupan de la naturaleza». Tampoco es cierto que en las ciencias naturales «el sujeto conoce al objeto» en tanto que en las ciencias humanas «el sujeto se hace objeto del conocimiento». Además, incluso dentro de las ciencias naturales existen niveles en los que deja de ser posible la experimentación. Bajo esta perspectiva, fórmulas del tipo «ciencias que se ocupan del hombre, que estudian al hombre», etc., apuntan, aunque sea de modo oscuro y oblicuo, al núcleo de las diferencias entre las ciencias humanas (como ciencias del hacer) y las ciencias naturales (como ciencias del ser). Si partimos de la consideración del sujeto humano como un sujeto gnoseológico que realiza operaciones y construye fenómenos interviniendo en su medio exterior circundante (es decir, como un sujeto operatorio), nos encontraremos con que habrá ciencias en cuyos campos categoriales no aparece formalmente el sujeto operatorio como uno de sus términos. En definitiva, las Ciencias Naturales se caracterizan porque sus campos categoriales específicos nunca incluyen como términos del campo a sujetos operatorios ni a operaciones (en su sentido estricto gnoseológico). Ahora bien, hay ciencias, como es el caso de las llamadas Ciencias Humanas, en cuyos campos categoriales aparecen formalmente como términos unos sujetos en cuanto que realizan y planifican operaciones: los sujetos pretéritos en la Historia, el hablante en Lingüística, el salvaje en la Etnología, el productor o consumidor en la Economía, el sujeto agente en la Psicología, etc. En estas ciencias, las relaciones de mera contigüidad física no son pertinentes a la hora de explicar las conductas de los sujetos estudiados. Y en virtud de la naturaleza de esos términos categoriales que son sujetos operatorios, es imposible la repetición controlada, la experimentación sistemática, con los fenómenos propios del campo de las ciencias humanas. En consecuencia, el criterio de demarcación gnoseológico entre ciencias naturales y ciencias humanas podría establecerse atendiendo a esta notoria diferencia en el modo de operar respectivo. Por una parte, en los campos de las Ciencias Humanas aparecen, como un término o una relación más del campo, individuos (sujetos humanos) que realizan operaciones (esto es: que son agentes reflexivos que llevan a cabo conductas, acciones y comportamientos conforme a propósitos, intenciones, planes y proyectos).

LA DISCIPLINA DE LA HISTORIA COMO CIENCIA HUMANA

La ciencia de la Historia es claramente una ciencia humana cuya metodología operatoria es del tipo Beta. En todo caso, Heródoto, «el padre de la Historia» al decir de Cicerón, acuñó en el siglo V a.C. el término historia en ese sentido de actividad de «indagación», «investigación», «pesquisa» y «averiguación» de la verdad sobre acontecimientos humanos pretéritos y pasados. Y ello porque, en Historia, en palabras agudas de Raymond Aron, «la realidad y el conocimiento de esa realidad son inseparables uno de otro». El pasado no existe en la actualidad (en el presente), es perfecto acabado, un «fantasma», un «espectro», y no puede haber conocimiento científico de algo que no tiene presencia ni existencia, porque dicho tipo de conocimiento requiere una base material, física-lista, tangible, corpórea y presente para poder construirse. Estos dos tiempos, pues, el pasado y el futuro, ¿cómo son, puesto que el pretérito ya no es y el futuro no es todavía?1.

Por definición, el Pasado no existe y no puede ser confrontado ni abordado por ningún investigador. Si la materia de conocimiento de la Historia científica no es ni puede ser el Pasado, queda por establecer cuál es el campo y los términos categoriales de dicha disciplina. Esos residuos que permiten la presencia del Pasado son el material sobre el que trabaja el historiador y con el que construye su historia. son tan reales físicamente y tan presentes como nuestra propia corporeidad. Son la presencia viva del pasado que hace posible el conocimiento histórico. Las reliquias, en su pluralidad intrínseca, conforman las llamadas «fuentes» informativas del conocimiento histórico: «llamamos fuentes a todos los textos, objetos o hechos de los cuales se puede obtener algún conocimiento del pasado»2. El Pasado histórico sólo se nos da (se nos ofrece) como presente físicalista a través de las reliquias. Y la primera tarea del historiador es determinar qué secciones de nuestra realidad constituyen una «reliquia», un residuo y vestigio legado del pasado, con el fin de proceder a utilizarlas en la construcción de su interpretación del pasado; un pasado histórico, construido, fabricado y articulado sobre la base de las reliquias, y que es gnoseológicamente distinto del pasado perfecto acabado, del pasado tal y como realmente fue. El pasado en cuanto simple pasado es plenamente incognoscible; lo cognoscible es sólo el pasado en cuanto se halla preservado por los residuos del presente.

Ahora bien, las reliquias no se presentan ante el historiador como datos «puros»; son un «cuerpo material» que se encuentra junto a otros «cuerpos materiales» en nuestro presente (del mismo modo como el canto rodado y el bifaz musteriense se presentan inicialmente como núcleos desbastados por la acción de fuerzas exteriores). La primera tarea del historiador es descubrir, identificar y discriminar esos materiales como tales reliquias, legadas del pasado, que vendrán a constituir las pruebas y evidencias sobre las que se levantará su relato, su construcción narrativa del pasado histórico. y conocer con rigor el uso que otros historiadores han dado a esas reliquias en su respectiva construcción de un relato histórico sobre el particular. El historiador puede ejercer esa tarea de identificación de las reliquias históricas porque es capaz de percibir esos 1 2

residuos materiales como fabricados y elaborados por hombres pretéritos, como resultado de operaciones humanas (dadas en la misma escala operatoria del observador, del historiador). Esa homogeneidad entre el sujeto gnoseológico actual (el historiador) y el sujeto operatorio pretérito (el hombre o los hombres del pasado) es condición absoluta de posibilidad del conocimiento histórico. No cabe una Historia que no contenga a hombres, sujetos operatorios, en su campo categorial. Las llamadas historias naturales (geológica, climática, etc.) no son Historia en sentido gnoseológico sino evolución. Cabe recordar aquí las palabras de Paul Veyne sobre la «enorme diferencia» que separa la Historia (humana) de la «historia» natural: «El hombre delibera, la naturaleza no; la Historia humana se convertiría en un sin sentido si nos olvidamos del hecho de que los hombres tienen objetivos, fines, intenciones» 3. La homogeneidad entre el historiador y el sujeto operatorio pretérito permite que aquél utilice las reliquias como base para su relato histórico mediante una metodología gnoseológica claramente de tipo Beta. Sobre la base corpórea, física, observable y verificable, de las reliquias, el historiador trata de ponerse en el lugar del sujeto pretérito (o sujetos) y reactualizar las acciones y operaciones del agente (o agentes) cuyos restos estudia, buscándoles un sentido, atribuyéndoles una razón y propósito, reconstruyendo por analogía su curso, dando cuenta de las circunstancias y operaciones que pudieron haber conducido al surgimiento de ese residuo material del pasado. Una cita del propio Collingwood permitirá explicitar el procedimiento de reactualización hermenéutica que utiliza el historiador en el ejercicio de su profesión: Cuando un hombre piensa históricamente, tiene ante sí ciertos documentos o reliquias del pasado. Su tarea es descubrir qué pasado fue ese que dejó tras sí estas reliquias. Otro párrafo

del propio Collingwood explícita todavía mejor esta inexcusable labor de reactualización hermenéutica que está en la base de la labor del historiador y del modo de conocer de la Historia como disciplina científico-humanística: El historiador, al investigar cualquier acontecimiento de pasado, hace una distinción entre lo que podría llamarse el exterior y el interior de un acontecimiento. Precisamente, el análisis e

interpretación del bifaz (de los útiles prehistóricos, en general) constituye un caso especialmente revelador de los procesos de reactualización hermenéutica implícitos en la forma de construcción científica propia de las ciencias humanas (no sólo de la Historia) y de la imposible neutralización o evacuación del sujeto operatorio dentro del campo categorial de estas ciencias. Sólo desde el momento en que se establece su conexión originaria con actos humanos pretéritos y propositivos pasaron a ser reliquias prehistóricas dotadas de interés científico-humanístico. Entre otras cosas, porque si los acontecimientos son pasados no cabe observarlos ni describirlos desde el presente. Por el contrario, el historiador construye un pasado histórico a partir de las reliquias, de las pruebas legadas por el pasado real en el presente, mediante un método esencialmente inferencial e interpretativo y en el cual es imposible eliminar o neutralizar al propio sujeto gnoseológico (como sucede en parte en las ciencias naturales). En el transcurso de esa labor, el historiador construye su pasado histórico que gnoseológicamente no es sino el reflejo de una parte del presente, de las reliquias con las que trabaja. El historiador puebla las reliquias de «fantasmas», de «espectros» (por cuanto que no existentes en el presente) en su cometido profesional de dar razón del surgimiento de esos restos del pasado mediante un relato narrativo. es imprescindible para dar cuenta racional de las reliquias en un relato histórico. Esa construcción forzosa y forzada de un pasado racionalmente imaginario que sirva de contexto envolvente y justificativo de las reliquias disponibles en nuestra dimensión temporal está en el núcleo del proceso mismo de la labor científico-historiográfica. Después hay otras huellas, éstas son huellas de 3

discursos. También el historiador británico David Cannadine ha subrayado con acierto

estas posibilidades y limitaciones de la labor profesional de los historiadores en cuanto «mediadores» entre el Pasado y el Presente gracias a la relación establecida entre pruebas materiales e imaginación contextualizadora: Los historiadores son los mediadores entre el pasado y el presente. Como historiadores somos (o debemos ser) los enemigos del parroquialismo temporal, territorial y cultural. Del mismo

modo que el pasado histórico de las reliquias es una construcción racional, también resultan una construcción los fenómenos históricos desplegados y postulados por el historiador para dar cuenta racional y argumentada de esas mismas reliquias: los llamados «hechos históricos», los sucesos, los eventos, las estructuras, las instituciones, los procesos, etc. Es uno de los «fantasmas» necesariamente imaginados y articulados por los historiadores para servir como «envoltorios» y contextos explicativos dentro de su relato historiográfico apoyado y soportado sobre las reliquias (que sí son presentes). En resolución, parece posible afirmar que la labor de investigación histórica y la redacción del relato narrativo pertinente se apoyan esencialmente sobre un modo operativo singular: la reactualización hermenéutica por parte del historiador de las reliquias y pruebas históricas disponibles y la consecuente construcción de un relato contextualizador e imaginado del pretérito en el que se generaron esas mismas reliquias y pruebas históricas. Sobre la base de ese procedimiento gnoseológico peculiar, la historia como disciplina científico-humanista (o científico-social, si se prefiere literariamente) es también tributaria de tres principios axiomáticos y categoriales inexcusables para su constitución como tal ciencia4. En resolución, la Historia como disciplina académica pretende, puede y debe producir conocimiento científico y verdades históricas (esto es: no absolutas sobre el pasado) que tienen un estatuto gnoseológico y pragmático muy diferente a otros conocimientos que también aluden al pasado: el conocimiento mítico, el legendario, el religioso, el poético y literario, etc.

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