La Zarpa

Introducción a la Investigación II Héctor Fabián Franco Tapia “La Zarpa” de José Emilio Pacheco: Una Crítica de Género

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Introducción a la Investigación II Héctor Fabián Franco Tapia

“La Zarpa” de José Emilio Pacheco: Una Crítica de Género Lograda a través de la Oposición de Estereotipos Femeninos

Introducción “La Zarpa” de José Emilio Pacheco es una narración inusual dentro de los paradigmas del cuento mexicano. Un relato creado por un hombre en el cual las protagonistas son dos mujeres era algo raro para la literatura del momento; al menos así lo considera Olivera West, quien afirma que en la narrativa mexicana “es notoria la ausencia de mujeres o la poca importancia que se les otorga en el desarrollo de las historias. […] el desempeño femenino se limita a la periferia, y no llega ni si quiera a ser una presencia verdadera y consistente.” (2001, 189). El personaje de Zenobia, por otra parte, no sólo tiene una presencia “verdadera y consistente”, sino que también es una voz femenina más real y compleja de lo que se esperaría dentro de los estándares de la época. Como intentaré demostrar en este análisis, “La Zarpa” de Pacheco manifiesta la originalidad de este escritor. Mediante la oposición de dos estereotipos exagerados, Pacheco logra, por una parte, una historia llena de vida y, por otra parte, una verdadera crítica de género.

Trama, Personajes y Narrativa La premisa del cuento en cuestión es simple: en un confesionario, Zenobia, una vieja mujer de la Ciudad de México, cuenta la historia del odio que sentía por su mejor amiga, Rosalba. Zenobia envidiaba la belleza de Rosalba; por un lado, debido al



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contraste con su fealdad; por otro lado, a causa de los beneficios socioeconómicos que Rosalba obtenía gracias a ésta. Zenobia es la protagonista de este cuento. Los personajes secundarios de mayor relevancia son Rosalba y, por razones que se detallarán más adelante, el padre. El resto de los personajes son incidentales y sólo tienen la función de reforzar la descripción de alguna de las mujeres protagónicas. A lo largo de todo el cuento Zenobia es la narradora; esto implica, naturalmente, que el lector sólo puede conocer la perspectiva de Zenobia. Este hecho resulta de gran importancia para el análisis de cuento, ya que de esta forma Pacheco se distancia de su propia narración, lo que a su vez lo sitúa como un mero intermediario entre el lector y una voz femenina; la forma en que Zenobia describe los sucesos puede considerarse como parte de la psicología del personaje y no necesariamente como la visión del autor. Zenobia relata su historia con un estilo conversacional; una excelente muestra de esto se encuentra al principio del cuento: “Ay padre, qué vergüenza, si supiera […]” (Pacheco 1997, 59). La historia de estas dos mujeres se desarrolla a partir de la descripción de sus diferencias, lo que podría resultar en una trama plana e insípida; en cambio, gracias al estilo conversacional, la narración está llena de vida. La voz de Zenobia es bastante elocuente; esto es particularmente palpable en su descripción de ella misma: “Ay padre, ¿por qué las cosas están mal repartidas? ¿Por qué a Rosalba le tocó lo bueno y a mí lo malo? Fea, gorda, bruta, antipática, grosera, díscola, malgeniosa. En fin…” (Pacheco 1997, 60).

El Padre El personaje del padre desempeña un papel muy importante para la estructura narrativa.



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En primer lugar, hace el rol de destinario del discurso de Zenobia, lo cual ofrece más recursos al autor para crear un estilo conversacional realista, lo cual, como ya se dijo, propicia una narración más real y viva. En segundo lugar, la presencia del padre hace posible la oposición hombremujer que la protagonista misma delata: “Usted es joven, es hombre.” (Pacheco 1997, 59); de esta forma, el problema planteado, el odio a causa de la envidia, queda encuadrado como un problema propio de mujeres, que sólo pueden comprender las mujeres. En consecuencia, Pacheco, como hombre, se aleja todavía más de su obra; luego los estereotipos femeninos que exponen su cuento adquieren mayor legitimidad y credibilidad pues dan la apariencia de estar en boca de una mujer.

Rosalba El personaje de Rosalba es el que mejor encaja en los estereotipos femeninos expuestos por Olivera West y Ramírez Morales. Rosalba se identifica perfectamente con el rol tradicional femenino de “ángel del hogar” (véase Ramírez Morales 2000, 15). Según Zenobia, Rosalba es buena, amable y cariñosa (Pacheco 1997, 60), lo que tradicionalmente caracteriza a un ama de casa ideal. Sus múltiples matrimonios con hombres de alto estrato social delatan su apego a los labores hogareños. Nunca se dice que Rosalba haya deseado vivir sola y mantenerse de su propio trabajo; por el contrario, se implica que a Rosalba no le interesaba en absoluto ese tipo de vida: ella no entró a la universidad y antes de terminar la preparatoria se casó con un hombre que se la llevó a vivir con él. (Pacheco 1997, 61). Rosalba satisface al menos tres de los estereotipos femeninos identificados por Olivera West como omnipresentes en la literatura mexicana contemporánea: la mujer



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como esposa (2001, 189), la mujer como madre (2001, 189.-190) y el valor de la mujer en función de su físico (2001, 190). El único papel social que lleva a cabo Rosalba en su vida, además del de estudiante, es el de esposa. Parte de la envidia que Zenobia siente por ella es a raíz de los buenos matrimonios, en términos socioeconómicos, que ha conseguido: “un muchacho bien” y un extranjero. Pacheco ilustra el ascenso socioeconómico logrado por Rosalba a través del matrimonio a través la mención de lugares de la Ciudad de México usualmente asociados a las clases altas: Paseo de la Reforma y Las Lomas. Es notoria la importancia que Rosalba, o al menos Zenobia, da a la maternidad. La protagonista afirma que “La tragedia de Rosalba era no tener hijos.” (Pacheco 1997, 63); asimismo, se implica el peso que los mismos hombres, fuera cual fuera su estrato social, daban a este hecho: “Pobre Rosalba, nunca la dejaron en paz, lo mismo en Santa María que en la preparatoria o en esos lugares tan ricos y elegantes que conoció más tarde.” (Pacheco 1997, 63). No queda del todo claro si esta situación se daba porque Rosalba fuera infértil. El valor que el atractivo físico de Rosalba le da como mujer es vital para el desarrollo de la trama. El odio que Zenobia siente por su amiga se expresa más explícitamente en la envidia por la belleza innata de esta última. Ambas mujeres nacieron en el mismo estrato socioeconómico: vivían en la misma calle y sus madres eran muy amigas (Pacheco 1997, 59); sin embargo Zenobia sabe que la hermosura de Rosaura fue el único factor determinante que le permitió a ésta destacar y, posteriormente, ascender de estrato social. Podría pensarse que la diferencia radical de personalidades también llevó a una a destacar más que la otra, empero Zenobia misma atribuye sus defectos de personalidad a su poco atractivo físico: “Si alguien nace fea por



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fuera la gente se las arregla para que también se vaya haciendo horrible por dentro.” (Pacheco 1997, 60).

Zenobia El personaje de Zenobia representa una verdadera transgresión a los estereotipos femeninos identificados por Olivera West. La envidia, íntimamente relacionada a los celos, es la única característica de Zenobia que podría acercarla a las mujeres “enfermas de celos” de las que habla esta autora (2001, 190). Es indudable que la protagonista le da una gran importancia a su poco atractivo físico; no obstante, como ya he dicho anteriormente, este interés por su cuerpo surge a raíz del contraste con el de Rosalba y los beneficios socioeconómicos que éste le acarrea. Zenobia se libra del odio cuando Rosalba adquiere un cuerpo similar al suyo y se vuelven iguales; esto prueba que lo que mortificaba a Zenobia no era en sí su poco atractivo, sino las diferencias entre ella y Rosalba. De hecho Zenobia se desprecia a sí misma no por su físico, sino por su estancamiento socioeconómico; Zenobia no siente vergüenza porque Rosalba la vea fea, sino porque la vea pobre: “Aunque limpio y arreglado, aquello era el mismo cuchitril que conoció Rosalba cuando andaba también de pobretona. Todo tan viejo y miserable que por poco me suelto a llorar de rabia y de vergüenza.” (Pacheco 1997, 62-63). Zenobia es una mujer con aspiraciones que han sido censuradas por la sociedad en la que vive: “Yo quería estudiar Derecho, ser abogada, aunque entonces daba risa que una mujer anduviera en trabajos de hombre.” (Pacheco 1997, 60-61); una mujer que se integró, si bien por necesidad, al mundo laboral (Pacheco 1997, 61). Aun más revelador resulta el hecho de que a la protagonista no le interesen en absoluto ni el matrimonio ni la maternidad; apenas y los menciona cuando habla de su



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propia vida. De hecho, su desdén por estos roles femeninos queda demostrado cuando habla de las otras mujeres de su barrio: “[…] casi todas nuestras amigas se habían alejado de Santa María. Las que seguían allí estaban gordas, llenas de hijos, con maridos que les gritaban y les pegaban […]. Para vivir en esa forma mejor no casarse. No me casé aunque oportunidades no me faltaron.” (Pacheco 1997, 62).

Conclusiones Es claro que Zenobia es la antítesis de Rosalba, quien es un perfecto exponente del personaje femenino estereotipado de la literatura mexicana; sin embargo, Zenobia sufre por esta diferencia abismal. El fracaso socioeconómico de Zenobia tiene su raíz en la ruptura con casi todos los roles sociales femeninos; empero el autor no trata este fracaso como un castigo por la marginación voluntaria de Zenobia, en su lugar, sugiere que todos los problemas de Zenobia son consecuencia de la estructura social en la que vive. En este cuento José Emilio Pacheco Zenobia moldea un personaje femenino que es la antítesis del estereotipo femenino tradicional: crea un nuevo estereotipo. Esta oposición da lugar a una mujer que no puede estar en armonía en la sociedad en la que vive, pues en esta sólo puede triunfar la mujer idealizada: el sufrimiento de Zenobia ocurre cada que es comparada con Rosalba. En “La Zarpa” José Emilio Pacheco comprueba que la identidad del sujeto perteneciente a alguna clases oprimidas está ampliamente determinada por la misma sociedad que lo reprime.



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Bibliografía Olivera West, Mariana. 2001. “Literatura Mexicana Contemporánea… ¿Literatura de Hombres?” Fuentes Humanísticas Vol. 11 No. 21-22: 188-192. Pacheco, José Emilio. 1997. “La Zarpa” en El Principio del Placer: 57-64. México: Ediciones Era. Ramírez Morales, Olimpia E. 2000. “Las Políticas de la Representación Femenina en la Literatura.” Yubai Vol. 8 No. 30: 11-15.



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