La Trampa

La Trampa / Magda Portal 1/90 MAGDA PORTAL LA TRAMPA Segunda Edición EDITORIAL Poma La Trampa / Magda Portal 2/90

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La Trampa / Magda Portal

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MAGDA PORTAL

LA TRAMPA

Segunda Edición EDITORIAL

Poma La Trampa / Magda Portal

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LA TRAMPA / MAGDA PORTAL

Primera Edición 1957 Segunda Edición 1982

Derechos adquiridos por Editorial Poma

Ediciones 1ra. Edición - 1957 - Lima Perú 2da. Edición - 1982 - Lima Perú.

La Trampa / Magda Portal

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José Carlos Mariátegui y Magda Portal  Magda Portal es ya otro valor-signo en el proceso de nuestra literatura. Con su advenimiento le ha nacido al Perú su primera poetisa. Porque hasta ahora habíamos tenido sólo mujeres de letras, de las cuales una que otra con temperamento artístico o más específicamente literario. Pero no habíamos tenido propiamente una poetisa. Conviene entenderse sobre el término. La poetisa es hasta cierto punto, en la historia de la civilización occidental, un fenómeno dé nuestra época. Las épocas anteriores produjeron sólo poesía masculina. La de las mujeres también lo era, pues se contentaba con ser una variación de sus temas líricos o de sus motivos filosóficos. La poesía que no tenía el signo del varón, no tenía tampoco el de la mujer -virgen, hembra, madre-. Era una poesía asexual. En nuestra época, las mujeres ponen al fin en su poesía su propia carne y su propio espíritu. La poetisa es ahora aquella que crea una poesía femenina. Y desde que la poesía de la mujer se ha emancipado y diferenciado espiritualmente de la del hombre las poetisas tienen una alta categoría en el elenco de todas las literaturas. Su existencia es evidente e interesante a partir del momento en que ha empezado a ser distinta. En la poesía de Hispano-América, dos mujeres, Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou, acapararon desde hace tiempo más atención que ningún otro poeta de su tiempo. Delmira Agustini tiene en su país y en América, larga y noble descendencia. Al Perú ha traído su mensaje, Blanca Luz Brum. No se trata de casos solitarios y excepcionales. Se trata de un vasto fenómeno, común a todas las literaturas. La poesía un poco envejecida en el hombre, renace rejuvenecida en la mujer. Un escritor de brillantes intuiciones, Félix del Valle, me decía un día, constatando la multiplicidad de poetisas de mérito en el mundo, que el centro de la poesía había pasado a la mujer. Con su humorismo ingénito formulaba así su proposición: -La poesía deviene un oficio de mujeres-. Esta es sin duda una tesis extrema. Pero lo cierto es que la poesía que, en los poetas, tiende a una actitud nihilista, deportiva, escéptica, en las poetisas tiene frescas raíces y cándidas flores. Su acento acusa más elan vital, más fuerza biológica. Magda Portal no es aún bastante conocida y apreciada en el Perú ni en Hispano América. No ha publicado sino un libro de prosa: "El derecho de matar" (La Paz, 1926) y un libro de versos: "Una Esperanza y el Mar" (Lima, 1927). "El derecho de matar" nos presenta casi sólo uno de sus lados: ese espíritu rebelde y ese mesianismo revolucionario que testimonian incontestablemente en nuestros días la sensibilidad histórica de un artista. Además, en la prosa de Magda Portal se encuentra siempre un girón de su magnífico lirismo. "El poema de la Cárcel", "La sonrisa de Cristo" y "Círculos violeta" -tres poemas de este volumen- tienen la caridad, la pasión y la ternura exaltada de Magda. Pero este libro no la caracteriza ni la define. "El derecho de matar": Título de gusto anarcoide y nihilista, en el cual no se reconoce el espíritu de Magda. Magda es esencialmente lírica y humana. Su piedad se emparenta -dentro de la autónoma personalidad de uno y otro- con la piedad de Vallejo. Así se nos presenta, en los versos de "Anima Absorta" y "Una Esperanza y el Mar". Y así es seguramente. No le sienta ningún gesto de decadentismo o paradojismo novecentista. En sus primeros versos Magda Portal es, casi siempre la poetisa de la ternura. Y en algunos se reconoce precisamente su lirismo en su humanidad. Exenta de egolatría megalómana, de narcisismo romántico Magda Portal nos dice: "Pequeña soy...!"



MARIATEGUI, José Carlos... "Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana";Biblioteca “Amauta” - Imprenta Minerva. pág. 252 - 256; Lima, PERU, 1928

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Pero, ni piedad, ni ternura solamente, en su poesía se encuentran todos los acentos de una mujer que vive apasionada y vehementemente, encendida de amor y de anhelo y atormentada de verdad y de esperanza. Magda Portal ha escrito en el frontispicio de uno de sus libros estos Pensamientos de Leonardo de Vinci: "El alma, primer manantial de la vida, se refleja en todo lo que crea" -"La verdadera obra de arte es como un espejo en que se mira el alma del artista". La fervorosa adhesión de Magda a estos principios de creación es un dato de un sentido del arte que su poesía nunca contradice y siempre ratifica. En su poesía nos da, ante todo, una límpida versión de sí misma. No se escamotea, no se mistifica, no se idealiza. Su poesía es su verdad. Magda no trabaja por ofrecernos una imagen aliñada de su alma en "toilette" de gala. En un libro suyo podemos entrar sin desconfianza, sin ceremonia, seguros de que no nos aguarda ningún simulacro, ninguna celada. El arte de esta honda y pura lírica, reduce al mínimo, casi a cero, la proporción de artificio que necesita para ser arte. Esta es para mí la mejor prueba del alto valor de Magda. En esta época de decadencia de un orden social y por consiguiente de un arte- el más imperativo deber del artista es la verdad. Las únicas obras que sobrevivirán a esta crisis, serán las que constituyan una confesión y un testimonio. El perenne y oscuro contraste entre dos principios -el de la vida y el de muerte- que rigen el mundo, está presente siempre en la poesía de Magda. En Magda se siente a la vez un anhelo angustiado de acabar y de no ser y un ansia de crear y de ser. El alma de Magda es un alma agónica. Y su arte traduce cabal e íntegramente las dos fuerzas que la desgarran y la impulsan. A veces triunfa el principio de vida; a veces triunfa el principio de muerte. La presencia dramática de este conflicto da a la poesía de Magda Portal una profundidad metafísica a la que arriba libremente el espíritu, por la propia ruta de su lirismo, sin apoyarse en el bastón de ninguna filosofía. También le da una profundidad psicológica que le permite registrar todas las contradictorias voces de su diálogo, de su combate, de su agonía. La poetisa logra con una fuerza extraordinaria la expresión de sí misma en estos versos admirables: "Ven, bésame!... qué importa que algo oscuro me este royendo el alma con sus dientes? Yo soy tuya y tú eres mío... bésame!... No lloro hoy... Me ahoga la alegría, una extraña alegría que yo no sé de dónde viene. Tú eres mío... ¿Tu eres mío?... Una puerta de hielo hay entre tú y yo: tu pensamiento! Eso que te golpea en el cerebro y cuyo martillar me escapa... Ven bésame,... ¿qué importa...? Te llamó el corazón, toda la noche, y ahora que estás tú, tu carne y tu alma ¿qué he de fijarme en lo que has hecho ayer?... ¡Qué importa! La Trampa / Magda Portal

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Ven, bésame... tus labios, tus ojos y tus manos... luego...nada y tu alma? Y tu alma!" Esta poetisa nuestra, a quien debemos saludar ya como a una de las primeras poetisas de Indo América, no desciende de la Ibarbourou. No desciende de la Agustini. No desciende siquiera de la Mistral, de quien, sin embargo, por cierta afinidad de acento, se le siente más próxima que ninguna. Tiene un temperamento original y autónomo. Su secreto, su palabra, su fuerza, nacieron con ella y están en ella. En su poesía hay más dolor que alegría, hay más sombra que claridad. Magda es triste. Su impulso vital la mueve hacia la luz y la fiesta. Y Magda se siente impotente para gozarlas. Este es su drama. Pero no la amarga ni la enturbia. En "Vidrios de Amor", poema en dieciocho canciones emocionadas, toda Magda está en estos versos: ¿con cuántas lágrimas me forjaste? he tenido tantas veces la actitud de los árboles suicidas en los caminos polvorientos y solos secretamente, sin que lo sepas debe dolerte todo por haberme hecho así, sin una dulzura para mis ácidos dolores ¿de dónde vine yo con mi fiereza para no conformarme? yo no conozco la alegría carrousel de niñez que no he soñado nunca. ah! -y sin embargo amo de tal manera la alegría como amarán las amargas plantas un fruto dulce madre receptora alerta hoy no respondas porque te ahogarías hoy no respondas a mi llanto casi sin lágrimas hundo mi angustia en mí para mirar la rama izquierda de mi vida que no haya puesto sino amor al amasar el corazón de mi hija quisiera defenderla de mí misma como de una fiera de estos ojos delatores de esta voz desagarrada donde el insomnio hace cavernas La Trampa / Magda Portal

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y por ella ser alegre, ingenua, niña, como si todas las campanas de la alegría sonaran en mi corazón su pascua eterna ". ¿ Toda Magda está en versos? Toda Magda, no Magda no es sólo madre, no es sólo amor. ¿Quién sabe de cuántas oscuras potencias, de cuántas contrarias verdades está hecha un alma como la suya?

...

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Proemio a la Segunda Edición Reaparece este pequeño libro después de una dramática interdicción de 24 años más o menos cumplidos y en momentos en que sus líneas, que quisieron ser de revelación de la verdad, asumen nuevas dimensiones en el panorama político social de nuestra época. Pueden haber envejecido, si esto es posible en un libro que constituye un documento; pero sigue estando dentro de un contexto histórico que no puede ser ignorado ni minimizado. Lo trate en el estilo novelado por hacer menos o más sensible su tema, de suyo doloroso, pues implicaba el drama de uno de los jóvenes de mi tiempo, de los que tuvieron fe y la perdieron, de los que soñaron con realizaciones sociales que reivindicaran al pueblo, a la masa indígena, siempre preterida, siempre marginada y siempre esperanzada; a los que con lucidez y dolor se negaron a seguir montando una farsa que a todos hacía daño. Mantiene su vigencia por ello mismo y porque aún sus trastrocados personajes juegan diversos roles en el acontecer de nuestra vida nacional. Nadie se sienta aludido. Nadie interprete lo que representa un estado de ánimo y un momento crucial que nos tocó vivir a los que jugamos nuestra juventud a cara o sello. I continuamos bregando por un ideal que no es patrimonio exclusivo sino del pueblo y que ha seguido en pie por la ruta de superación que persigue la libertad y la justicia y la paz social en el Perú y en el mundo. Magda Portal Lima, 1982

Lima,1982

Advertencia Al lector.

Esta no es una novela biográfica, ni autobiográfica. Cualquier parecido con hechos o personajes de la realidad, es completamente casual, porque la vida está hecha de casualidades. Tampoco el escenario de su realización es absolutamente peruano. Podría muy bien ser ubicado en cualquiera de las Repúblicas de América Latina, para no decir en cualquier escenario del mundo actual. Ya eso es cuestión del gusto del lector. No ruego, pues, al lector demasiado realista que aleje de su pensamiento las similitudes con que crea tropezar. Simplemente lo emplazo a leer libre de prejuicios, situándose en el plano de la creación pura, de la imaginación y la fantasía.

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¡Yo asesino!

"... Sí, yo los maté. Primero a él, luego a ella. Iban los dos caminando muy juntos, hablaban en voz baja, casi rozándose con las palabras. El día era tranquilo; claro, uno de tantos días en que no pasa nada. Hablaban... ¿De qué? Tal vez de proyectos, de viajes, de sus hijos... ¡Qué se yo!... Venían a almorzar. Estaban contentos. Y yo. .. yo... ¿Sabe Ud. lo que es ser un asesino? Porque yo ya lo era, desde el momento en que lo decidí, mucho antes, desde que lo pensé... más aún, desde que me lo insinuaron como por casualidad. Se me metió en el cerebro la idea, primero como una nubecita vaga, de esas que aparecen en un cielo limpio, luego fue tomando forma... hasta hacerse un gran nubarrón oscuro, fue llenándolo todo, convirtiendo mi cerebro en una sola mancha negra. Matar, matar, matar. Es una especie de sed, no, de hambre física, de rabia secreta que lo mueve a uno como un tigre enjaulado, que no lo deja respirar a gusto... Yo era un joven tranquilo, sí señor, un muchacho, alegre, juguetón, travieso tal vez. Mi madre me engreía mucho. Era un poco flojo y me gustaba dormir. Trabajo le costaba a mi madre sacarme de la cama para que fuera al colegio primero, a la Universidad después. Porque ya había ingresado a la Universidad. Iba a seguir Letras, luego Derecho. Esa era la esperanza de mi madre. La verdad es que a mí me habría gustado más ser marino, como mi padre. El mar me ha atraído siempre. Me gustaba tirarme en la playa de la Herradura, horas de horas, sintiendo el estallido de las olas, rompiendo contra las rocas. I me gustaba lanzarme al agua, nadar lo más lejos posible, desafiando las correntadas y la resaca. Iba con varios muchachos, todos del barrio, todos compañeros del Golegio. Una vez estuve a punto de ahogarme. El mar estaba un poco picado y una inmensa, ola me llevó mar adentro. Yo luché por regresar a la playa más de una hora, pero la resaca me volvía mar adentro y me alejaba cada vez más. Cuando ya estaba fatigado, me entró miedo y pensé que me ahogaría. No, no pensé en Dios, ¡qué curioso!, pensé en lo que diría mi madre, en su tremendo susto... Lejos, en la playa, mis amigos miraban sin atreverse a entrar al mar. Lo único que atiné fue a no tragar agua. Si abro la boca, me dije, estoy perdido. Una gran ola me lanzó a la playa y me revolcó en la arena. Así salí. Me rodearon los muchachos, mudos de miedo. Alguno tenía lágrimas en los ojos. Pero ni por esas dejé de regresar a la playa. Porque el mar atrae, fascina, es como cualquier vicio, quizá como el amor... Le tenemos miedo, sabemos que hace daño, pero ahí estamos dándole vueltas hasta caer de nuevo en él. ¡El mar! Ah, cómo lo extraño, 10 años sin verlo, sin oír el estrépito de sus olas, sin sentir el olor acre de su sal y su yodo... Nadie sabe lo que es eso. "

... “Antes de convertirme en asesino, yo ni soñaba con esta cosa tremenda que es haber matado con sus propias manos. Me importaba jugar, divertirme, ir al cine, enamorar a las muchachas. Me juntaba con un grupo de jóvenes de mi edad y salíamos a pasear al parque, por las tardes. Allí acechábamos el desfile de las chicas barranquinas, alegres y parladoras. Todavía me suenan los cascabeles de sus risas en las noches solitarias. Todavía las veo por entre los árboles cuajados de flores moradas, con los rostros sonreídos, picarezcos, de jovencitas con aires de mujer. I aspiro fuerte su perfume mezclado al de las lilas... Ellas pueblan la noche eterna de la prisión. Ellas... ella. Sí, porque había una entre todas, de grandes ojos negros y de pelo cetrino que al pasar junto a mí dejaba resbalar su mirada de terciopelo sobre mis ojos tímidos de deseos. Todavía la veo, delgada, grácil, apenas mujer, con su andar de palmera. Pero no puedo precisar sus rasgos, se me escapan, como si se estuvieran borrando poco a poco de la pizarra de mi pensamiento. Así me estoy olvidando de cómo se vive afuera.”

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... “Unos muchachos me hablaron del 'partido'. Yo no sabía lo que era política. No me interesaba. En mi casa muy rara vez se hacía comentarios sobre los sucesos de la política local. Mi padre era extranjero nacionalizado y, creo que por su profesión, no le gustaban esos temas. Pero mis amigos iban a escuchar las charlas políticas que se dictaban en algunos locales. Una vez me llevaron a oír a un líder a quien llamaban 'el pibe'. Varias veces más volví con ellos. Escuché a otros oradores y oí los comentarios de mis amigos. Los locales rebosaban de gentes, casi todas humildes, hombres y mujeres. Me impresionó ver a los 'compañeros'. Todos parecían venir de los más oscuros fondos de la vida, sus sonrisas no eran alegres, ni se les veía rebeldes. Apocados, tímidos, se diría que siempre deberían pedir permiso para entrar... Era como el resaque de una tormenta, lo que el mar arroja alas playas abandonadas. Derrotados por la vida, náufragos que se agarran a la primera tabla que flota en el mar. Eso era sin duda el partido para ellos. En cambio los líderes me impresionaron de otra manera. Sonrientes y satisfechos, llevaban en sus rostros la expresión de dispensadores de favores. A ellos se acercaban los 'compañeros' con rendidas genuflexiones, y con las manos en alto. En una de esas veces, uno de los líderes me sonrió, parecía ser amigo de uno de mis compañeros. Empecé a interesarme. Cuando sabía que iba a hablar un líder, ya no era preciso que mis amigos me instaran a acudir. Iba solo. Yo no había estado antes en reuniones políticas. En los locales del partido me familiaricé con nuevos conceptos, que nunca había conocido: justicia social, reivindicaciones de los derechos del pueblo, reparto equitativo de la riqueza... Por primera vez oí la palabra 'imperialismo'. Había que luchar contra el 'pulpo imperialista'. Al comienzo no lograba alcanzar el significado de todos estos discursos, pero me contagiaba el entusiasmo de los oyentes, sus gritos, sus aplausos. Me gustaba, sobre todo, oírles sus canciones. Eran hermosas sus canciones, llenas de fervor, algunas tristes o dolorosas, como debía ser el alma de los que las cantaban. Alguna de las muchas veces que asistía con mis amigos, me atreví a preguntarle a uno de ellos, al que consideraba más preparado: -I, dime tú, ¿qué es la 'justicia social'? Mi amigo vaciló. Parecía tan poco enterado como yo mismo, pero al fin me espetó estas palabras: -Debe ser mejores pagas para los obreros... ¿No ves cómo aplauden esos? Son gentes que trabajan, obreros, albañiles, sirvientes... -Ah, dije yo, eso debe ser. Si no, no se entusiasmarían tanto. "Ahora- creo que muchos de ellos, tampoco sabían lo que decían los discursos de los líderes” "Pero yo, de tanto oírles, fui sintiendo el significado de Sus palabras. Luego, empecé a buscar libros, a indagar. Estaba en el primer año de la Universidad. Ya había leído algo sobre doctrinas sociales, sin darles mayor importancia. Algunos conceptos fueron descubriéndose para mí. Y fui comprendiendo el por qué de los aplausos de los hombres y mujeres que noche a noche, acudían con renovada esperanza a los locales del partido."

... "Una vez mi amigo Pepe me hizo subir a las oficinas del 'jefe'. Era éste un lugar vedado al que sólo podían ingresar los altos dirigentes del partido, o los que habían sido citados. Pepe parece que tenía ciertos privilegios, pues no lo hicieron esperar demasiado y pasó a presencia del 'jefe'. Yo no cabía en mí de nerviosidad. Pero el 'jefe' fue muy amable conmigo y me hizo perder la timidez. Fui después muchas La Trampa / Magda Portal

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veces y siempre tuve una cordial acogida. Por lo general, no tuve que hacer las largas antesalas que hacían todos los funcionarios del partido. El secretario privado del 'jefe' me veía, se sonreía y me dejaba entrar. El 'jefe' ejercía una poderosa fascinación sobre mí. En su presencia dejaba de ser yo y era todo un tesante deseo de asimilar sus gestos, sus palabras, de convertirme en el 'jefe' mismo... Este era muy gentil conmigo; me palmeaba las espaldas, me apretaba los muslos, me hacía mil y una preguntas, que yo respondía tartamudeando, pero feliz de estar a su lado. Conmigo acudían no menos de seis u ocho mozos, todos como yo, adolescentes, seducidos por la extraordinaria personalidad del 'jefe'. El hablaba, hablaba mucho, con una especie de embriaguez de sus propias palabras. Hablaba de sus viajes, de sus libros, de sus planes. Algunas veces hablaba de literatura griega. Con él conocí algunos de los diálogos de Platón. El se detenía a recitar ciertos pasajes del Banquete... ¡Cuánto sabía este hombre y qué gran político era! Pero sobre todo, qué gran conversador. Con él se perdía la noción del tiempo y bien podían dar las 3 de la madrugada, que nadie tenía deseos de marcharse. En las oficinas del 'jefe' conocí a todos los líderes. Todos me trataron desde el primer momento como a igual, como si siempre me hubieran conocido. I yo me sentía bien, con la seguridad de un viejo militante. Mis amigos llegaron a admirarse de mi buena suerte. Sólo uno de mis amigos, Pepe, gozaba de la intimidad del 'jefe'. Entre todos los líderes había uno muy allegado al 'jefe' y con el cual éste sostenía largas entrevistas privadas. Era uno de esos hombres dúctiles que, más que todos los líderes, jamás estaba en desacuerdo con el 'jefe', nunca le contradecía, aprobaba todos sus proyectos y salía apresurado a cumplir las órdenes que el 'jefe' le dictaba. Su son- risa de seguridad hacía pensar en que para él no existían problemas, ni dificultades. Yo le miraba con admiración y con cierta curiosidad. Me parecía tan importante en el partido, casi como el propio "jefe". Se llamaba Miguel y le decían "el califa". Una noche 'el califa' se me acercó y me dijo en un aparte: - Te felicito muchacho, ya sé quien eres. El 'jefe' me ha hablado muy bien de ti. -Gracias, gracias -dije por decir algo. -Ser estimado por el 'jefe' es un honor que todos quisieran y que muy pocos tienen. Porque la mayoría son flojos, indolentes, pura boca... El 'jefe' cree que tú llegarás... -¿A qué?.. -me apresuré a preguntar. -A ser uno de los dirigentes de la juventud, uno de los líderes. En fin, con el tiempo, uno de los que nos reemplace a nosotros... al 'jefe' mismo... Me quedé aturdido. ¿Yo, líder? ¿Yo, que no hacía seis meses no sabía lo que era el partido? Pero Miguel hablaba con tanta convicción que me obligaba a escucharle, sin pensar ni responder siquiera. "Noches después, yo estaba en la antesala de la jefatura.' Llegó Miguel y se me acercó en forma confidente, mirándome a los ojos. -Dime, Charles, ¿sabes tirar al blanco? -Este... no... (lo dije avergonzado, pues adiviné allí mismo que un futuro líder debería conocer el manejo de las armas). -No te aturdas, muchacho, yo te voy a enseñar... porque en estos tiempos hay que saber de todo... ¡Quién sabe lo que nos espera! Tenemos amarga experiencia. Al día siguiente me recogía en una esquina del centro de la ciudad y me llevaba a una casa de modesta condición, en una calleja transversal. Allí, después de saludar con mucha confianza a la dueña de la casa, una mujer de aspecto humilde, pasamos al interior y en un corral empezó Miguel sus lecciones de tiro, usando la pared del fondo como blanco. Por primera vez sentí en mis manos el frío de una pistola. Pero ya no tenía miedo. Me parecía tan natural. Fuimos una media docena de veces, ante las miradas temerosas de la dueña de casa. I otras tantas vacié mi pistola -unos 6 tiros- en la pared del fondo. Miguel me observaba con aire de aprobación. La Trampa / Magda Portal

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-Bravo, Charles, hay seguridad, pulso firme, ñeque... No fallarás. I un día, en su auto, de regreso al partido, y después de un largo silencio: - Tenemos que eliminar a alguien -me dijo. Lo miré asombrado. -Sí, -continuó- a alguien que nos estorba... Es un enemigo del partido y del pueblo, un enemigo de años atrás, autor de todas las desgracias del país. -¿A quién? -me atreví a preguntar. -Eso lo sabrás a su tiempo. Antes quiero saber si estarías dispuesto a llevar a cabo esa honrosa misión.. . Me quedé mudo. ¿Yo... yo? Súbitamente me sentí atrapado, enredado en una red inmensa, como un pez pequeñito. Esa noche no dormí. Al día siguiente debí amanecer extraño, porque mi madre me miró con aprensión. -¿Qué te sucede Chack? ¿Estás enfermo?.. -me preguntó alarmada. -No... nada, mamá... Estoy bien... -Imposible, hijo, esos ojos están irritados, como si no hubieses dormido. ¿O es que estás bebiendo?.. Terció mi hermanita: -A lo mejor, mamá, porque éste ya no viene ni a comer... Con sus amiguitos se pasa las noches... -Cállate tú -reproché asustado- Mi madre continuó: -Si sigues así, viniendo a la media noche y llevando una vida que yo no conozco, se lo diré a tu padre en cuanto regrese. No dije más. Acusarme a mi padre era una gran humillación para mí. Mi madre sabía cómo era yo el orgullo de mi padre y las esperanzas que cifraba en mí. Pero también yo ya no era un niño, era un hombre. Un poco bruscamente, me levanté de la mesa y salí, despidiéndome apenas de mi madre, mientras ella murmuraba con la voz extraña: -No sé qué le pasa a este muchacho... Con qué malas juntas andará... "Las prácticas de tiro al blanco continuaron. Miguel era más parco conmigo en sus conversaciones. Una vez me dijo: -La juventud debe dar el ejemplo. Los viejos ya no sirven para nada. Siempre tienen pretextos. Cuando no son los hijitos, es la mamacita o la mujer. I lo que hay es miedo, cobardía, y gusto a la buena vida. Yo no decía nada, esperando. - ¿ Tú sabes lo que es un héroe, no? Pues un héroe es aquel que hace lo que nadie se atreve a hacer, aun con peligro de su vida... -Sí, ya lo sé. .. Grau, Bolognesi... -Exacto, pero esos fueron otra clase de héroes. Cumplieron el deber que les demandaba el momento, la guerra.. . Pero hay otros héroes, digamos, héroes civiles, mucho más valerosos, los que se sacrifican por el bien de la humanidad, por el pueblo. Los altruistas. - ¿I cómo? -Luchando por servirles... entregándose íntegros, sin reservas, a la gran causa de la lucha social y revolucionaria. Ya el partido tiene sus héroes y sus mártires... Una legión de mártires... Pero hacen falta más, muchos más, que se sacrifiquen por el triunfo de sus ideales, que den sus vidas por su grandeza, por la grandeza del partido... Yo escuchaba sin responder. Miguel hablaba con tal convicción y fervor que sus palabras me penetraban. - Tenemos que acabar con los enemigos del pueblo, con los aliados de la tiranía, con los vende-patrias.. . Ellos, ellos son los que durante años y años no han hecho otra cosa que poner en subasta al país, coludidos con los dictadores y con los imperialistas extranjeros... - ¿Quiénes?.. -pregunté. -Los oligarcas -Ah,... -Pero entre ellos hay una cabeza funesta que posee los hilos de las maquinaciones infernales de esa La Trampa / Magda Portal

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casta... esa cabeza es ... -y bajando la voz como si alguién pudiera oírle- Aurelio Castro Hinojosa. . . Yo no comprendí bien al principio. Me repitió el nombre. En mi cerebro se hizo una confusión. ¿Qué importancia podía tener esa persona? Miguel me lo explicó. Desde su diario movía la opinión pública y la del gobierno. Orientaba las acciones policiales, atacaba, calumniaba, callaba lo bueno y defendía lo malo... El había hecho que se fusilara a los 'compañeros' en un golpe revolucionario fracasado en el norte del país... por su culpa se hizo una tremenda masacre y se asesinó por la espalda a muchos inocentes. . . Ah, si, yo empezaba a comprender. Miguel seguía hablando cada vez con mayor energía contra ese hombre todopoderoso, columna básica de los enemigos del pueblo y del país. Tenía que morir. "Pero yo no lo conocía, ni sabía cómo era. Un día Miguel me llevó a un sito estratégico y me lo enseñó. Era un señor de edad, calmado, un poco gordo, serio, blanco. Debería tener un poco más de sesenta años. Bajó de su auto y caminó sin apresurarse. Saludaba a diestra y siniestra, con una parca sonrisa. Lo miré con todo lo que daba la discreción aconsejada. No tenía nada de perverso, nada de agresivo. Más bien parecía un buen burgués cansado de sus labores. Pero, Miguel me había asegurado que ése era el enemigo. Volví solo, dos, tres veces. Todos los días a la misma hora iba en su auto, bajaba y entraba al hotel. A la media hora salía acompañado de una dama -luego supe que era su esposa- y se dirigían al club que quedaba en la esquina "Empecé a odiarlo. Por las noches, en el local del partido o en los diversos comités de barrio, oía los discursos de los líderes y me afirmaba en mi decisión. Ese era uno de los peores enemigos del pueblo. Desde su diario contribuía a que no se cumpliera la justicia, a que el pueblo siguiera sufriendo hambre, a que el país siguiera atrasado, dominado por los extranjeros... En todo este tiempo no veía al 'jefe'. Tácitamente me había alejado de él hasta que no estuviera seguro de saber cumplir... Un día Miguel, como por casualidad, me dejó la pistola con que practicaba. Yo fui, esperé y le vi llegar y luego salir del hotel... Era un día de fiesta y en la plaza pública flameaba una bandera. Era un día extrañamente luminoso. No sé qué me pasó, pero tuve miedo. No pude sacar la pistola. I él avanzó tranquilo y entró en el club. ¡Había fallado! Esa noche el "califa" me adivinó en los ojos. I sin más comentario, me lanzó el insulto: - ¡Cobarde!... Ya yo sabía que no serías capaz... Dame aquí al 'nene' (así le decía a la pistola). "Yo quise protestar, pero él ni me escuchó siquiera, subiendo apresurado a la oficina del 'jefe'. Pasaron dos, tres días sin que viera a Miguel. Hasta creí que había desistido. Sentí un poco de alivio y al mismo tiempo, me dolía el calificativo de cobarde. Como a la semana volvió a la carga. I ahora con otros argumentos. Yo respiré. -Los grandes actos cuestan... Hay que decidirse no más, ¿O tú creías que era muy fácil?.. ¡No, muchacho!... Hay que hacer las cosas con inteligencia. Medir el terreno, observar y, sobre todo, tener mucha serenidad, porque si fallas, todo estaría perdido. ¡I qué tremenda responsabilidad para el partido! Debes hacer la intención, inclusive, a morir, pues si se defiende, tal vez te dispare si tú no le das primero, quizá él te alcance con mejor puntería... Así que mucho ojo... Charles, mucho ojo... Yo le oía fascinado, asintiendo con la cabeza. -El 'jefe' está muy preocupado porque me ha dicho que no le pareces muy resuelto... Yo le he asegurado que sí, que tú eres todo un hombre y que estás dispuesto a poner bien alto a la juventud heroica del partido... - ¿El 'jefe' sabe? -pregunté. Se echó a reír. La Trampa / Magda Portal

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-¿Pero es que supones que un acto de tal magnitud va a ignorarlo el 'jefe'? - ¿I él quiere que yo lo mate?... - ¿Te asustas de matar?... Entonces, ¿me he equivocado?... -Oh, no, no es que me asuste... Es que yo creí que estas cosas las ignoraba el 'jefe'... Es decir... - Tú no eres el único, ni el primero. .. Además, ¿no sabes ya cuántos 'compañeros' han muerto por culpa de ese monstruo?... Su vida no paga todas las que debe, pero por lo menos dejará de hacer más daño... Ninguna revolución se ha hecho sin sangre. I es preciso que lo sepas de una vez, estamos en una etapa revolucionaria. Pronto habrá un levantamiento para derrocar al régimen dictatorial y correrá mucha sangre... No te asustes. Tú sólo vas a dar la primera voz de alerta. I luego vendrá nuestra época. .. ¡La grande! . . . Así fue cómo llegó el día."

... Esa noche vi al 'jefe'. Estaba como siempre, eufórico. Hablaba de un futuro viaje al extranjero, de sus planes para cuando el partido triunfase. De vez en cuando se dirigía a mí y me palmeaba en el hombro. Creí ver en sus ojos una mirada de aprobación. Yo no cabía en mí de la emoción que me poseía. El 'jefe' habló del dolor que produce todo alumbramiento. Pero después surgía una nueva vida, y a ella había que sacrificarle el gran dolor. Durante tres, cuatro días, yo no viví sino para ese pensamiento: matar, terminar. Me ahogaba la idea. Ya estaba muerto en mi cerebro, ya lo veía tendido en la acera, con los ojos abiertos, o boca abajo, revolcándose. Por las noches tenía tremendas pesadillas y despertaba aullando como un loco. . Todos los días iba a verlo recorrer el sitio acostumbrado. Pero dejó de salir dos o tres días y yo pensé que me había observado y se cuidaba. Entre tanto, yo trataba de medir el terreno, los pasos que me separarían de mi víctima. Paseaba nervioso y miraba a todas partes por ver si alguien se fijaba en mí. Pensé en todo. Sí, seguramente trataría de defenderse. Tal vez alcanzaría a sacar su revólver. Pero yo dispararía una y otra vez. El arma era segura. ¿I la gente?.. Correrían a cogerme. No le dispararía todas las balas. Una guardaría para mí. Pero esa vez también me falló. Una pequeña aglomeración de gente me separó de mi víctima y éstos -él y ella- lograron estar a más distancia de lo que yo tenía calculado. Esa noche al llegar al partido, "el califa" me recibió sonriente. -Sí, sí... no digas nada. Ya lo sé. Te estuve observando. La próxima vez será.. . Y la próxima fue. A qué relatarle los momentos terribles que viví al ejecutar el acto? Aquello fue como un relámpago. Toda la energía acumulada durante tantos días, tan largas horas, estalló de pronto. Se hizo acto. Ya yo no era yo. Era una mano dura, férrea, apretando el gatillo. Así lo había vivido horas de horas, en las torturadas noches sin sueño. Así lo había ejecutado una y mil veces en mi pensamiento. Realizarlo en ese instante ya no era sino repetir el gesto mecánico, aprendido de memoria, sin un solo cambio, idéntico a sí mismo. No me tembló la mano. Disparé casi sin ver. Una, dos, tres veces creo. Era lo calculado. De pronto algo falló, se salió de lo preestablecido. ¡La mujer! Ese ser extraño a mi proyecto, que aunque la veía todos los días, no podía situarla como actora en el corto drama de matarlo a él y sólo a él. La mujer reaccionó violenta y enérgicamente y yo vi cómo metía la mano a la cartera y extraía un pequeño revólver, como de juguete. No sé qué pasó por mí. En ese mismo instante, el hombre había caído pesadamente al suelo, sin proferir un solo grito. La mujer masculló unas nerviosas palabras y antes de que alzara el arma, yo le había disparado. No la vi caer, sólo atiné a salir del escenario del drama y corriendo calles abajo, sabiéndome perseguido, recordé de pronto el epílogo ya previsto: yo también La Trampa / Magda Portal

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debía morir. Alcé el revólver a la altura de mi sien y disparé una vez más. Rastrillé de nuevo sin resultado. Seguí corriendo, corriendo instintivamente hacia la humilde vivienda donde hacia mis prácticas de tiro... Todo se fue desvaneciendo como un humo tenue, las piernas ya no me obedecieron más... y caí entre un rumor creciente de olas encrespadas.

... Cuando desperté estaba fuertemente atado a una silla dura con los brazos a la espalda y la cabeza vendada. Un horrible dolor me martillaba los sesos y yo debí quejarme, pues unas manos rudas se abatieron sobre mis brazos y mis piernas, golpeándome sin miramientos. Alguien dijo: ¡suéltenlo!... I yo pude mover los brazos y sacar un pañuelo del bolsillo para limpiarme los ojos. Tenía sangre y lágrimas ¿Qué había pasado? Empecé a recapacitar. Una luz amarilla alumbraba la pieza y varios pares de ojos feroces atisbaban mis menores gestos. Me pellizqué. Sentí una cosa horrible que me apretaba la garganta, Eran mis propias manos que habían subido hasta mi cuello. ¡Ah!... ¡Entonces yo estaba vivo, vivo después de 'aquello'! Si la voluntad bastara para morir, yo habría muerto en ese momento. Unas rudas manos bajaron violentamente las mías y una voz lanzó una grosera interjección. Al mismo tiempo, el dolor se agudizó más y sentí que corría un hilillo caliente del costado de mi cabeza. Comprendí que estaba herido. Quise arrancarme las vendas, con la esperanza de terminar de alguna manera, pero de nuevo me sujetaron las manos con rudeza brutal y volví a caer en el vacío, rodando por una insondable oscuridad.

... No sé cuándo desperté en el hospital, bajo la inquisitiva mirada de dos gendarmes. El insoportable dolor me sumía una y otra vez en un largo sopor, del que volvía extenuado, incapaz de pensar en nada. Durante todo ese tiempo -¿cuánto?, no lo sé- no ví sino caras enemigas, extrañas, que venían y se iban. Algunas veces me interrogaban y no sé qué les contestaría. Pero cada vez me sentía más ajeno al mundo, a la vida. Una lasitud casi agradable me tenía sujeto, solo interrumpida por súbitos dolores que pronto eran aplacados por un pinchazo que me daba un enfermero. Luego, el reposo, la lasitud, el olvido. ¡Así debe ser la muerte! I yo me entregaba a ella con toda el alma.

... “Luego vino el proceso, aquel horrible proceso inventado por el odio de los hombres. Yo creí que había agotado toda mi parte de sufrimiento en el drama vivido. Pero no. Venía algo más. ¡La calumnia! La calumnia, con su baba pestilente, ¡salpicó a mi madre! ¿Quién inventó aquello? Era diabólico. ¿Yo matando a ese hombre por venganza personal? Mi madre adúltera, abandonada en su vergüenza, era vengada por mí, ¿cometiendo crimen de parricidio? Ah, esto sí que era superior a mis fuerzas. Todo esto se murmuró, se dejó correr como bola de nieve, se deslizó como un veneno sutil en la agitada opinión pública. ¿De dónde había salido? No del lado de las víctimas.

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Eso lo comprendí, lo descubrí más tarde. Para alejar la sospecha política y salvar al Partido de la acusación de asesinos, se inventó el horrendo infundio de que yo había matado para vengar el honor de mi madre... Durante todo el proceso viví a ciegas, desconectado del mundo. Mi contacto era sólo con los médicos, los enfermeros que ponían y quitaban vendas. Me habían anestesiado para extraerme la bala de la sien, y -lo supe después- ante la inminencia de mi condena a muerte, al extraer la parte de cráneo destrozado, no pusieron en su lugar ningún trozo de materia -aluminio, platino, qué sé yo- y cerraron la herida sobre la masa encefálica, medio desgarrada y palpitante. Así está ahora, latiéndome los sesos bajo la piel".

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15 de agosto de 1935 La señora Marta acaba de venir de la calle. Esa mañana sentía una extraña sensación de angustia. Eso que se apodera a veces de nosotros, sin razón, y que nos hace pensar en cosas desagradables. Presentimiento. No, tonterías. La señora Marta, 45 años. Rubia, un poco gruesa, hermosa. Un marido marino -inglés- cuyos largos viajes la sumían en permanente nostalgia. No podía viajar con él, no era permitido. 4 hijos, dos hombres y dos mujeres. I una vida sin mayores conmociones, como el deslizarse de una pequeña corriente de agua en un lecho tranquilo. Aparte de las enfermedades de los niños, de las despedidas periódicas y las periódicas llegadas del esposo, la señora Marta no conocía mayores dolores. Ah, sí, la muerte de la madre, viuda hacía años y, cuando ya ella estaba casada y con dos hijos. Ese dolor sí que fue el turbio sacudón que hizo un paréntesis amargo en su vida; luego, los años suavizaron la herida, y el deber y el amor a los suyos terminaron por cicatrizarla. Pero, ¿a qué todos estos recuerdos? Si nada había sucedido. La mañana era clara, sin nubes, pero tan poco había sol. La falta de sol siempre la predisponía un poco a la melancolía. Un poco a pensar en cosas tristes. Sobre la cómoda del dormitorio sonreían los retratos amados. Su madre, su marido, sus hijos. Charles... Este hijo... ¿Qué le sucedería a este hijo? Una pequeña punzada al lado izquierdo la obligó a pasarse la mano. No podía comprender el por qué del cambio de su hijo. Dócil, juguetón, alegre. Convertido en un ser huraño, hosco. Apenas si le veía la cara, apenas si le oía hablar desde hacía algunos meses. Hasta la voz le había cambiado. Ayer no más quiso pescarlo un rato para mirarle los ojos como cuando era un chiquillo, pero se le escapó bruscamente. - Tengo que hacer, mamá, déjame. -Pero Charles, ¿qué te sucede? ¿Estás enfermo? I ya en la puerta de la calle: -No mamá... es que estoy muy ocupado... – I el golpe seco de la puerta al cerrarla con su mano violenta. Sí, su hijo está nervioso. I no es de ahora. Hace tiempo que lo ve caviloso, ensimismado en los breves momentos que llega a la casa. ¿Habrá que decírselo a su padre? No, tal vez sea mejor dejarlo así. Los muchachos cuando entran a 1a juventud se crean problemas sentimentales que los padres no podemos alcanzar. Si le hablara sobre esto, me diría: "Tú no sabes, mamá, tú no puedes comprenderme.. ." ¡Como si una madre no fuera capaz de comprenderlo todo! ¿Se habrá enamorado? Eso es, tal vez esté enamorado... Pero qué tonto, si todo el mundo se enamora... I Mi pequeño Charles!...

... De repente, la catástrofe. Algo estalló sin saber dónde. - ¡Mamá!... ¡mamá!... ¡Charles!... - ¿ Qué, qué pasa?... (¿Habrá muerto, por qué ese grito de desesperación?). - ¡Oh, mamá!... -No podía entenderla. Carmen hablaba entre sollozos, se golpeaba la cabeza, se tiraba contra los muebles. I ella sentía como si una nube le cubriera los ojos, los oídos, y todo danzara a su alrededor. Su hijo con una pistola en la mano. . . Su hijo matando, matando, matando. . . ¿A quien. . . ¿Por qué? . . .

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... Cuando despertó en su cama, la habitación estaba en una semi penumbra. Voces opacas cortaban frases sin sentido Varias caras extrañas rodeaban su lecho. Rostros de hombres, con los sombreros puestos, con el ceño fruncido, la miraban. ¿Estaría soñando? Todo el cuerpo le dolía y estaba húmeda su cara y el pecho y había un olor a remedios. Ah, sí, valeriana, agua de florida, colonia... como cuando murió su madre... De pronto recordó. Se sentó en la cama violentamente, mirando esos rostros extraños. -¿Qué pasa? . . . ¿Mi hijo? . . . - ¡Mamá, ...mamacita... contrólate!... -lloraba Carmen- Charles está bien... Sólo que... -se ahogaba. -Su hijo es un asesino... -aulló la voz de una de esas caras horribles. -¿Asesino?.. ¡No, no, no...! Iba a volver a desmayarse, pero se contuvo. Reunió todas sus fuerzas y un solo pensamiento le apretó la cabeza: salvar a su hijo, fuera como fuese. - ¿Ha dicho Ud. asesino? ... Ud. se equivoca... Ud. no lo conoce... Es un hijo modelo... - Se le atropellaban las suposiciones, las sospechas. Veía a su hijo silencioso, huidizo... ¡Asesino!... ¿I porqué? -Ud. debe saber muchas cosas, señora, y es preciso que se calme y ordene sus ideas. Tiene que declarar. Su hijo acaba de matar a dos personas.. . -¿Mi hijo?. . . ¡No lo puedo creer!. . . De súbito recuperó el dominio de sí misma. Si quería salvarlo, debía ser dueña de sus palabras, cuidar lo que decía. Un estremecimiento interior le hacía temblar ligeramente los labios. Acababa de llegar el médico de la familia, llamado por su hija. Se le acercó, receloso. -¿Ya está Ud. mejor, señora? Repóngase bien. Un shock nervioso, nada más. -I luego a Carmen- Aquí está señorita, déle estas cucharadas cada dos horas y si es posible, que descanse un poco. Adiós. -Adiós, doctor Valdez -respondió ella, mirándole fija- mente. Ah, era verdad. Algo muy grave había sucedido. Este médico de la familia era un amigo de confianza y ahora, delante de estos hombres, la trataba como a una desconocida. "Señora" - Sin duda para no comprometerse. Comprendió. -I qué... ¿qué ha sucedido? - preguntó a los intrusos que apenas se movían de su lado. La voz le temblaba, pero ella estaba segura de poder oírlo todo, aún lo peor. -Ah, ¿se siente mejor, no?.. Ud. debe saber las andanzas de su hijo, en estos últimos tiempos. .. - ¿Mi hijo?.. No, no... Ah, sí, como joven tiene sus amigos, sus compañeros de estudio. Porque es estudiante... -No se haga la inocente, señora. Su hijo estaba afiliado a una organización terrorista... -¿Cómo dice?. . . ¿Terrorista? . . . -Sí, señora, terrorista. I por orden de esa organización acaba de asesinar a un prominente hombre público y a su esposa. - La voz del hombre sonaba a falso. Sus gestos eran insolentes, groseros. ¿Su hijo miembro de una organización terrorista?... ¿I por eso su actitud tan extraña?... Pero no debía dejar traslucir sus pensamientos. Para ganar tiempo contestó: -Mire Ud., no sé nada de estas cosas que Ud. dice de mi hijo. Sólo sé que apenas tiene 19 años. Siempre ha sido respetuoso, correcto. Un buen hijo y un buen cristiano... ¿Matar él?.. ¿Por orden de otros?.. - Se sonrió. Junto a la cómoda sus dos hijas habían cesado de llorar y la miraban. Ella vio sus ojos, asustados. I tuvo la exacta sensación de que todo era verdad, de que había comenzado su agonía, su lento morir para el resto de sus días. Entonces le entró una especie de furia, de rabia contra esos miserables que habían asaltado su casa, aprovechándose de su desmayo. Se irguió enérgica y se puso de pie con el gesto iracundo. -I Uds. ¿quiénes son?.. ¿Qué hacen aquí, en mi dormitorio? - les gritó. -La policía... somos de la policía... - I uno de ellos enseñó una placa detrás de la solapa. -Ah, ¿soplones? . . ¡Fuera de aquí!. . . ¡No tienen derecho! Váyanse, cítenme a la Prefectura. . . pero aquí no, este es mi hogar. A mi dormitorio sólo entran mis hijos y mi marido... - I avanzó hacia ellos, La Trampa / Magda Portal

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empujándolos, hasta hacerlos salir. Sus dos hijas se precipitaron a su lado y la abrazaron llorando convulsivamente. -No, no... déjense de llorar... Voy a arreglarme... Sin duda me llevarán a declarar. . . - ¡Todo lo han revuelto, mamita! Se han cogido un montón de cosas, libros, papeles, la pistola de papá... gemía Carmen. -Ah, foragidos... se lo diré al Prefecto... Ya verán... - I se arreglaba el peinado, se echaba un poco de polvos a la nariz. Luego se cambió de vestido y salió a la sala. Allí estaban los cinco tipos aguardándola. -Estoy lista. Sin duda me llevarán a declarar. -Mamá, vamos contigo. -No, no hijitas... Vean a su tía Emilia que las acompañe hasta que yo regrese. Sin duda hay un error... Todo se aclarará... y por Dios, nada a su padre, nada... Salió derecha a la puerta de la calle. Afuera, grupos de curiosos miraban a prudente distancia. Uno de los hombres detuvo un taxi y la invitaron a subir. Ella al centro y un hombre a cada lado. Adelante, los otros dos, porque uno de ellos quedaba en la puerta de su casa. Otra vez le pareció que se iba a desmayar. El corazón le golpeaba tan fuerte que tenía la impresión de que su ruido salía al exterior. Se llevó la mano al pecho para querer contenérselo. Los dos tipos la miraron. Ella trató de disimular. No se dejaría ver débil, quería resistir hasta el fin. Pero a todo esto no había pensado en lo que pudiera haberle sucedido a su hijo ¿I si lo hubieran muerto. . .? Se estremeció. - ¿I... mi hijo?.. - Su voz estaba transida de terror. - Está herido... -dijo el tipo de la izquierda- pero se salvará. Tiene que hablar. . . . -¿Herido? . . .¿Quién lo hirió?. . . -El mismo, quiso suicidarse, pero le falló. Mejor así, porque ahora dirá quiénes le han ordenado este crimen. Suicidarse... matarse... ¡gran Dios!... Su Charles... Pero no dijo nada. Cerró los ojos y evocó la figura de su hijo. Alto, delgado, los claros ojos inocentes siempre sonreían. Mimoso, le gustaba apretarse contra ella cuando la abrazaba... I ahora lo había perdido... ya no era más su hijo, era un asesino... Estuvo a punto de gritar, pero se mordió los labios. -¿Qué le pasa, señora?... ¿Se siente mal?... Ya llegamos. -Oh, no es nada... Vamos no más. . .

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Panamá, hora cero El ardiente sol del trópico cae a plomo sobre el asfalto de las calles que uno siente derretirse bajo los pies. Cae sobre los blancos techos, sobre la muchedumbre callejera, acesante, sudorosa, pero de ancha sonrisa. Rostros rojos, tostados, amarillos, oscuros. Todas las razas y todas las indumentarias en este puerto, encrucijada de caminos, rumbo a dos mares y a dos mundos diversos. Atlántico y Pacífico, océanos padres, raíces de vida y trampolines de esperanzas. Panamá congrega a los tipos de todas las latitudes, venidos con la ambición de lanzarse a los pueblos de América en busca de fortuna. Muchos se quedan, urgidos por la necesidad y ante el incentivo del trabajo pagado en dólares, no importa la clase de trabajo que sea. Otros anclan para siempre en este puerto maravilloso, donde se oye el latido del mundo como en ninguna parte. Todas las voces, todos los idiomas, todas las canciones. La vida palpita en los ambientes saturados de mugre de las barriadas de los negros, en los bungalows mecidos por la floresta siempre verde donde viven los "gringos" -extranjeros en todas partes- y la clase acomodada, ansiosa de imitar. En los bares y cantinas, en los cabarets multicolores, apretados de turistas, en las residencias de paso. En Panamá nadie es más que nadie, y todos pueden sentirse ciudadanos del mundo. Una amplia democracia nivela a las gentes que caminan tranquilas, confiadas, seguras de no ser menospreciadas, ni que nadie les haga preguntas indiscretas. En el alegre bar y frente a sus infallables chops de cerveza -la floja cerveza panameña, casi sin espumaestá el rojo capitán Charles Stool con dos viejos lobos de mar: Joseph Mc Cornack y Richard Moon. Hablan y ríen, cuentan chistes y se callan, mirando para adentro. Stool relata las incidencias de su último viaje en el buque mercante peruano "Amazonas", donde la tripulación se había agitado últimamente, sin duda por la presencia de un nuevo elemento anarquista, recién admitido, para sustituir a un marinero que quedó enfermo en Cuba. -Los tiempos andan revueltos, y todo por culpa de esos malditos comunistas. -Oh, Stool, todo tiene que cambiar. Si no fueran ellos, serían otros. El mundo camina. - ¿Pero no pueden entenderse hablando? Yo nunca niego nada a la tripulación, dentro de la disciplina. Cuando hay algún conflicto, me lo presentan en orden, tranquilamente y yo lo resuelvo salomónicamente, con justicia. -Eso crees tú, pero no sabes si a ellos les sabe así. Tú tienes un concepto a la antigua. Crees que las cosas son iguales a como hace 30 años. No, viejo, todo cambia. Hay otras exigencias, otras ambiciones. Hay lo que llaman "conflictos de clases". . . -Ah, viejo lobo, tú eres marxista... - ¡Qué sé yo!... Lo he oído en New York, y en Marsella, y en Hamburgo. Sólo que en idioma distinto. I algo se queda, algo. -Yo no entiendo nada de doctrinas sociales, sino las que leí siendo estudiante... I de eso hace fecha. Me interesa mi trabajo, mi familia, mis hijos. Pronto hará 30 años que soy capitán y en cuanto me sienta cansado, anclo para siempre. - ¿En Londres? -No, tendrá que ser en el Perú; de allí es mi mujer, allí han nacido mis hijos y, además, soy marino peruano. Luego la patria no siempre es la tierra donde se nace. Es la que lo prohija a uno. -La patria es el mar... - tercia Moon, ya medio borracho de cerveza. - También es verdad, pero yo creo que la nostalgia de la tierra es fuerte. -dice Mc Comack-. Alguna vez volveré a los fiords de mi lejana Noruega... Alguna vez volveré a ver la nieve, los pinos... No este calor insoportable... -Así es, pero para quien como yo hizo su hogar en tierra extraña, la propia ya no cuenta.

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-Yo no tengo mujer... -dice Moon- murió hace una punta de años. Murieron mis padres, no tengo hijos... Mi patria es el mar, y moriré en cualquier parte. Por eso no siento nostalgia por ningún país, ni espero llegar a ningún puerto. Todos me gustan por igual... Los chops de cerveza se vacían y se llenan de nuevo. Moon tararea una canción. Stool y Mc Comack miran a través de los vidrios de la puerta hacia la calle, donde sube un vaho caliente y las gentes caminan a las cansadas. Sobre una mesa contigua un canillita deja apresurado "La Estrella de Panamá" - segunda edición. Los ojos de Mc Comack se posan sobre las negras letras. Hay un título a tres columnas. La noticia sensacional. "Doble asesinato". El marino coge el diario y lee. "Un adolescente mató ayer al prominente periodista peruano doctor Aurelio Castro Hinojosa y a su esposa... Se trata del director del diario "El Heraldo"... - ¿Ah?.. -pregunta Stool- ¿Un Castro Hinojosa?.. A ver... -Déjame leer -replica Mc Cornack y continúa- "Se deduce que sea éste un crimen político, aunque hay rumores de que se trate de una venganza, un hijo que quiere lavar la honra de su madre, asesinando a su propio padre... El ase- sino responde al nombre de.. ." Súbitamente se le atragantan las palabras y mira con ojos aterrados a Stool. Moon le arrebata el periódico. Stool lo mira intrigado. - ¿Que?. . . continua. ¿Quién es el asesino?. . . -Es que. . . no puedo. . .- y estruja el diario y lo quiere arrojar al suelo, pero Stool se lo arrebata y como un loco, estira las páginas y lee... "el asesino responde al nombre de Charles Stool, hijo de un capitán de la marina mercante del Perú..."

... Ha caído la tarde. El bar en ese rincón está poco alumbrado. Sobre la mesa hay media docena de vasos, tres a medio consumir y dos botellas de whisky. Los tres viejos amigos beben y mueven la cabeza, incapaces de levantarse del asiento. Ya llevan así más de seis horas, sin un comentario, sin una protesta. La fatalidad ha posado su mano sobre los tres, y los tres comparten el horror de la noticia. A veces, uno de ellos, murmura por lo bajo: Imposible... parece imposible... El "Amazonas" sale al amanecer.. Stool se suena de vez en cuando su roja nariz y limpia despaciosamente sus anteojos. Los demás lo imitan, casi sin mirarlo. Hay una calma tensa que parece que fuera a estallar en una violenta tempestad. Un vaho cálido penetra por las puertas abiertas. Parroquianos de todas las fachas entran y salen. Solo ellos no se han movido, alertas al rojo capitán sobre quien la muerte ha trazado sus signos misteriosos. Stool rumia en silencio su tragedia. Una angustia indecible le aprieta el pecho y, para desatar el nudo, se sirve y bebe, bebe whisky solo, ansioso de aturdirse. No, no puede ser... debe ser un error... Pero no, es claro, allí lo dice... Se sonríe... Mi hijo, ¡hijo de otro!. .. ¡Estúpidos!... ¡Mi mujer adúltera!... No la conocen... ¡Malditos!... Va a gritar, pero mira los rostros de sus dos amigos. Allí están atisbando sus gestos. I él es un hombre, no una simple mujer. En peores se las ha visto. ¿No será ésta una de esas tempestades que lo sorprenden a veces en los mares del sur?.. Sí, es una tempestad... Sólo que debería hundir su barco de una vez en el profundo mar y librarlo de esto, de esta fiera feroz que le clava sus garras en la garganta... Viejo Stool, todos tus sueños naufragaron... Ya no descansarás en tu casita con jardín, junto a tu esposa fiel... a tus nietos. .. Ya para ti se abrió la puerta de la muerte y la vergüenza... que es mucho peor... Pero, ¿si se hubieran equivocado?.. ¡Gran Dios, cómo permites!... I sus puños se crispan y descargan dos golpes furiosos sobre la mesa de mármol gris que hacen trastabillar los vasos y caer las botellas. Los tres se ponen de pie y se juntan a Stool. Dejan unos dólares sobre la mesa y del brazo de Stool salen a la calle, a la noche.

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Luego deambulan por las avenidas iluminadas, por los muelles, rumbo al "Amazonas". El viejo Moon rezonga una vieja canción. . . "Todos los puertos sueñan, sueños de amor . . . en todos nos esperan. . . y nos dicen adiós. . ." Su voz mezclada de alcohol suena profunda y triste. A las doce suben a bordo. Los dos amigos llevan del brazo a Stool y lo meten en su cabina. Lo dejan sobre la cama medio dormido y salen. Cada uno en busca de su barco, cada uno a su destino. No se dicen ni adiós... Están rumian- do algunas maldiciones en su idioma nativo. Stool muerde las ropas de la cama y solloza como un niño. Afuera, el mar y la noche prenden idénticas estrellas. I hay un largo silencio que se hace más denso con el golpe del agua en los costados de la nave.

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Persecución Noche a noche caían en prisión cientos de gentes, jóvenes en su mayoría. Noche a noche las prisiones se llenaban de gritos, maldiciones, protestas y largos lamentos. La tortura se aplicaba sin compasión. Nadie podía considerarse libre de sospecha. Mariel había cambiado ya numerosos escondites y siempre estaba bajo la mira de los policías y confidentes, como si abundasen los delatores. La persecución arreciaba. La muerte del general presidente había desatado una verdadera razzia contra los unionistas, presuntos culpables del magnicidio. Esa noche llegaron dos compañeros a cambiarla de refugio -Hemos conseguido un lugar seguro, pero sólo por pocas horas, mientras buscamos algo más aparente, compañera -Sus voces eran siempre en tono confidencial- ¿Cómo era que se había filtrado el lugar de su escondite, cuando nadie lo sabía? -Es como si hubiesen oídos en las paredes. -Se trata de una familia sin antecedentes políticos... pero con mucho miedo. Intentaremos que la alojen por dos o tres días, a ver... Mariel no preguntaba. Aceptaba los cambios, sin discutir. Pero le interesaba saber los nombres de las gentes donde iría a parar. - ¿Cómo se llama la familia? indagó. -Garaicochea, compañera. . . Le dice algo el nombre? -Creo que sí. Es un nombre de provincias... relacionado con familiares del "jefe", creo... -Ah, mejor así... Pero no son de los nuestros, y por eso hay menos peligro que los investiguen. En el viejo auto de alquiler, propiedad de uno de los compañeros, se ubicaron dos adelante, y dos atrás, en medio de éstos, Mariel. Se trataba de un chalecito situado en la periferia de la ciudad acabado de construir. Era un barrio nuevo, modesto, con poca luz, en fin, parecía discreto. A cierta distancia se distinguían zonas sembradas todavía, como chacras de maíz o panllevar. Luego, la oscuridad innundaba el camino. Dejaron el auto un poco lejos y avanzaron a la puerta del chalet. Uno de los compañeros tocó con discreción. Una voz desde adentro preguntó y luego asomó, para cerciorarse, por detrás de una ventana con rejas y persianas. -Señorita, -dijo el compañero bajando la voz todo lo que pudo- aquí estamos... creo que ya le hablaron. ... -Ah, sí,- dijo una voz desde adentro, un poco reticente. Abrió.- Pasen..., pasen... Era una casa de clase media, sencilla, sin muchos lujos. Hablaron las hermanas que se hicieron presentes. -No hemos consultado con mis hermanos... ellos llegan más tarde... No sé qué dirán... ¡Hay tanto peligro ahora!... -Oh, no hay cuidado, señoritas... Es por poco tiempo... Unos días no más... Mariel callaba, sólo había saludado con su sonrisa a medias, luego miró los cuadros familiares, los adornos. -De todos modos, -dijo una de ellas, la más alta- regresen ustedes más tarde, cuando estén mis hermanos; ellos decidirán. Mientras, puede quedarse la señora. Mariel dio las gracias, había que darlas. Estaban haciéndole un gran favor, sin duda. I había que ablandar a estas damas tan cuidadosas y, al parecer, chapadas a la antigua. Los compañeros aceptaron y ofrecieron regresar en un par de horas. Mariel quiso romper el silencio y les preguntó si eran del mismo lugar que el "jefe"... Sí, sí, dijo la más joven un poco entusiasta, somos del mismo lugar... pero no somos parientas... usted sabe... en provincias todos nos conocemos... -Naturalmente, -dijo Mariel, un poco aliviada de romper el silencio- así es en provincias, lo que no sucede en la capital... Aquí es difícil conocerse... Las distancias... -Mariel pensaba para sí, qué tonterías se le ocurren a una cuando quiere hablar de cosas tan triviales. Ahora seguiremos con el clima, las enfermedades o la carestía de la vida.. .Se sonrió aún más. Ellas la miraban como estudiándola. Vestía La Trampa / Magda Portal

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con ancho abrigo oscuro, aunque ya no hacía frío. Sus zapatos eran lo que estaba menos nuevo, por la tierra que debieron cruzar al bajarse del auto. No había aún asfalto en las calles... sólo la vereda de cemento. El tiempo caminaba despacio. Mariel se movió en su asiento. ¿Cuándo llegarían los famosos hermanos? Ellas también se inquietaron contagiadas por Mariel. -No deben tardar... es la hora que ellos regresan, y más ahora que nos hemos cambiado a esta casa tan poco acompañada... - como si respondieran a su pregunta. Afuera sonaba el viento y se oían lejanos los ladridos de los perros. Sí, era un lugar de campo, recién urbanizado, y sin duda alejado de la vigilancia policial. .. Pensó que quizá podría quedarse algún tiempo, mientras amainaba la persecución. Al fin se escucharon las voces varoniles de los que llegaban en un auto, se detenían justo frente a la entrada. Al abrir la puerta y ver a Mariel se quedaron un poco sorprendidos. No la conocían. ¿Quién sería? Las hermanas hablaron una detrás de la otra. Explicaron la situación, que era amiga de la señora Elvira, tan amiga de la mamá... ¿Cómo es que se llama?, dijo la menor. Mariel se apresuró a presentarse, ¡qué descuido! no haberlo hecho antes. Estaba un poco confusa. - yo soy Mariel -sonrió la unionista-, soy amiga de la señora Elvira, también compañera nuestra. . . . -Ah, sí, la uniónista -dijo la mayor- la trajeron los Suárez, por unos días... Es la señora que está corrida por la policía... -Los hermanos se movieron inquietos. No se habían sentado, miraron por los vidrios de la ventana. -Pero, qué ocurrencia de los Suárez... ellos saben bien que nosotros somos apolíticos, sí, eso es, apolíticos -acentuaron la palabra- que no nos metemos en nada ni queremos comprometernos. . . No es posible una responsabilidad de esta clase. -Hablaban uno y otro, sin detenerse, como si estuvieran viendo ya a la policía.- Qué ocurrencia de los Suárez -repitió el otro-, metemos en esto... Usted comprenderá, señora, nuestras hermanas y nosotros mismos, estamos en peligro... Si la policía la descubre... -Sí, sí... lo siento -se disculpaba Mariel- yo no sabía. . . Los compañeros Suárez vendrán enseguida. . .me iré con ellos. . . Uno y otro los hermanos se pasean por la sala, nerviosos. Mariel intuye que quieren deshacerse de ella lo más rápido posible, ahora mismo. Las hermanas se aprietan las manos, y no saben qué decir. Ellas no sabían que era tan peligrosa esta señora. La miran como a un ser extraño a su naturaleza. Cómo podía ser así. -Mire, señora -dice el más grueso- son las diez de la noche. Sus amigos vendrán a las 11, ¿no es así? Vamos a llevarla al potrero de al lado y allí espera a los Suárez que la llevarán a sitio más seguro... Nosotros vamos a estar alertas para decirles donde se encuentra usted, no se preocupe. .. - Todo esto era dicho en forma terminante, sin lugar a discusión. Las hermanas la miraban con disimulo, como si ésta fuera la mejor solución. Al potrero habían dicho; le pareció absurdo. Salieron. No había nadie por los alrededores, pero los hermanos miraron por todos lados. Las casitas distantes unas de otras sólo se les ubicaba por las luces de las ventanas. Lejos sonaba una radio. Caminaron sobre la tierra, ya sin veredas. Uno de los hermanos llevaba una linterna para alumbrar el camino. Un largo trecho les separaba de los potreros, casi dos cuadras. Cuando estuvieron frente a los terrenos sembrados los hermanos ubicaron una abertura en el cerco de alambres de púas que separaba el camino de los sembríos. Detrás se abría una zanja. La ayudaron a pasar, alumbrándola para que se acomodara... -Por acá, más allá... trate de agacharse... -Mariel se sentó en el borde de la zanja, con los pies para adentro. Se agazapó un poco y entonces los hermanos echaron a andar a trancos largos, sin volver la vista, como huyendo. Todo era silencio y oscuridad, una oscuridad espesa, sin el menor resquicio de luz. Ni una sola estrella en el cielo. De pronto sintió ligeros pasos, menudos pasos, y más cerca, el gruñido y enseguida ladridos agresivos. Los perros que cuidaban el potrero habían descubierto su presencia y se aprestaban a atacarla. No sabía bien cuántos eran, pero parecían tres o cuatro. Ladraban y corrían, no se estaban quietos. Sin duda su inmovilidad les intrigaba. Tal vez el bulto negro que ella formaba les atemorizaba. De repente se La Trampa / Magda Portal

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oyó un largo aullido más distante, como alertándolos; los otros perros siguieron ladrándole, tratando de asustarla. No, no lloraba. No tenía miedo. Era algo diferente. Algo como una especie de estupor, de abandono, como si éste fuera el anuncio de que se le cerraban. todas las puertas y la dejaban a la intemperie, como si estuviera desnuda. Los perros ladraban menos, unos se habían sentado; ella veía el brillo rojo de sus ojos fijos en los suyos; no se movía, seguía tensa, apretada en su abrigo, mirándolos. . . ¿Cómo pasaron las horas? Había perdido la noción del tiempo. De pronto oyó a los lejos el rasgueo de una guitarra y las voces de alguien que cantaba, canciones criollas, valses, tal vez. Los perros se alarmaron y volvieron a ladrar miedosos; mientras las voces fueron acercándose. Ya no cabía duda. Eran los compañeros Albino y Ricardo Suárez y venían por ella. El auto se fue deteniendo y una linterna escudriñó en las sombras hasta ubicarla. - ¡Compañera... compañera Mariel!. . .Venga. . .venga. . . vámonos. . . -La tomaron del brazo para ayudarla. . . -Ah, ustedes compañeros, -dijo Mariel aliviada-. No dijeron más. Pasó la cerca y salió al camino. Ya en el auto, relajó su cansado cuerpo y reclinó la cabeza en el respaldo del auto. Ellos la miraban de reojo. Pensarían, "pasarse tres horas en un potrero rodeada de perros bravos, sin nada para defenderse.. ." Luego de un silencio, Mariel habló en voz baja, - ¿I ahora, a dónde iremos? -A Chorrillos, compañera. a la casa de un unionista. .. . llegaron. Era uno de esos angostos callejones muy humildes, con cuartos a ambos lados. Al fondo, el botadero y el caño de agua. Encima, un pequeño foco de luz. Entraron sin hacer ruido. El piso era de tierra apisonada, húmedo por la garúa y el acarreo de agua. Una joven mujer del pueblo le acercó una silla que Mariel aceptó agradeciendo. Entonces alguien tocó. Se asomó uno de los compañeros Suárez y cambiaron palabras hacia fuera. Luego se alejaron un poco en el callejón. Suárez regresó con el semblante serio: -Compañera Mariel, a las 6 debemos salir. Me acaba de decir un confidente de la policía que él la ha reconocido y si no nos la llevamos a las 6, tendrá que dar cuenta -Muy a su pesar. Es su obligación, ¿sabe? - Mariel no respondió. Faltan menos de tres horas. Le habían preparado una cama limpia, pobre, arrimada a la pared. Se recostó vestida y un poco se adormeció. A las 6 salían los tres con rumbo desconocido, aún para ellos mismos.

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Cárcel de mujeres Mariel está despierta. Por los fierros de la alta ventana, filtra la luna llena su plata derretida. Es una noche de plena quietud. Está sola en esa celda amplia, abovedada, parte de uno de los claustros del viejo convento. Afuera, una higuera tres veces centenaria, extiende sus ramas sobre el pequeño patio. Afuera, más allá, la ciudad dormida recoge los últimos ruidos de la noche. Pero la celda ocupa un lugar casi al centro del antiguo convento, y hasta aquí no llega ningún ruido. Todo es paz, paz y silencio. Como en lo alto de cada entrada: "Silencio y obediencia". Aquí se puede pensar, hacer un recuento de lo vivido. Es su primera noche en la prisión. La otra, aquella en que la trajeron, la pasó en la comisaría, situada en la parte de afuera, hacia la calle. Allí estuvo con las presas comunes: borrachitas, mujeres de mal vivir, vagas. La guardiana la hizo entrar después de tomarle sus "generales" -la traía un gendarme desde una prisión del puerto, con órdenes escritas- y a la mañana una monja de hábito gris, la condujo a esta celda. Para qué, no se puede negar, no está del todo mal. Un catre de fierro, muy antiguo, un colchón de paja, sábanas de tocuyo, pero limpias, una frazada de lana de esas que usa la tropa. Todo el día ha estado sola, nadie ha venido ni siquiera a interrogarla. Pero la comisaría, ¡qué nauseabunda cosa es la comisaría!. . . Mujeres de todas las fachas, de todas las vestimentas, de todas las edades y condiciones, a todo lo largo de la pared, una banca adosada, la que sirve de asiento y de cama a estas detenidas eventuales. En lo alto del techo, un foquito alumbra con su luz amarillenta los extraños rostros. Las mujeres bostezantes la una de la madrugada- rezongan profieren insultos contra la guardiana. Alguna cuenta su odisea. La pescaron cuando hacía su recorrido habitual por ciertas calles del centro de la ciudad, buscando "clientes"... No tenía libreta. Otra llora bajito, secándose la nariz y murmurando quejas. Otras se rascan bruscamente y lanzan interjecciones contra los bichos de que está poblada la pared. Cuando Mariel es introducida a ese antro de suciedad, las detenidas se miran intrigadas: ésta no es de las nuestras... parecen decirse. Su vestido correcto, su aspecto decente, las hace sospechar. Ah, esta es una "política"... I sueltan una risa burlona. La guardiana asoma por la ventanilla y profiere un grosero: ¡silencio!. . .' Recibe un escupitajo y un insulto. Mariel quiere hacerse invisible para no sufrir la mirada hostil de sus compañeras de detención. Trata de sonreír, humilde. Alguna le hace sitio para que se siente. Ella acepta el pedazo de banca. Es la media noche ya, pero se siente incapaz de pasar el resto del tiempo de pie. No importa que su compañera ofrezca un aspecto tan repugnante: los pelos hirsutos le caen sobre la cara, sucios guiñapos cubren su esmirriado cuerpo. Luego Mariel se da cuenta de que es una de esas locas mansas que deambulan por las calles. La policía las recoge en la noche y las hace dormir en la comisaría, para dejarlas libres a la mañana siguiente. -I tú, ¿por qué has venido? - le pregunta la loca. -Bueno... por... hacer propaganda a mi partido... Carcajada general. El antro se mueve. - ¿Propaganda política?.. - pregunta una mujer de cabellos amarillos, muy maquillada. -Bueno, sí... propaganda política... yo soy unionista. -Ah, los unionistas... lo mismo que todos... - ¿I esos qué dan?.. - pregunta la loca. -¿Dar?.. Nada... pero defienden a los pobres... quieren que todos tengan derechos... Es decir, claro está, trabajando... -Mariel no sabe cómo explicarles estas cosas a esta clase de gente. - ¿Derechos? . .. -rezonga una- promesas y nada más que promesas... Todos dicen lo mismo... -No, no- replica Mariel -usted confunde. El unionismo no es igual que todos los partidos políticos. Es distinto. Queremos justicia para todos... Pero hay que prepararse, hay que saber por qué se lucha... - ¿I qué nos traerá a nosotras? ¿Sabes? A nosotras, ¿las mujeres que vivimos noche a noche perseguidas por la policía?... - A ustedes... el partido quiere redimirlas... quiere salvarlas... Porque ustedes no son así porque quieren, sino por la pobreza.. . ¡Ja, ja, ja. . .! -carcajada sin control ya- salvamos. . .¡redimirnos!.. . . Asoma la cara abotagada la guardiana: La Trampa / Magda Portal

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-¡Silencio, perras!... A callar, o les echo el manguerazo... I tú, la nueva, a callar también, o te hago pasar el resto de la noche en la aislada... Todas callan, no sin rezongar insultos. El manguerazo es algo serio, aunque haga calor. I la aislada -no lo sabe Mariel- es una estrecha celda donde la detenida pasa la noche en pie. Mariel se echaría a llorar si no fuera porque no es digno de una revolucionaria dejarse ver débil. Pero siente que el llanto la ahoga y muerde en silencio su pañuelo. Acaba de amanecer y una débil luz se filtra por la ventana. La guardiana llama a Mariel a la dirección de la Comisaría. Allí la espera la monja que la conduce a esta celda. Por lo menos, aquí está sola. ¡Qué noche de horror!... no quisiera tener que pasarla de nuevo con tales compañeras... las pobres, tan ignorantes y tan desdichadas... "el producto de una sociedad en decadencia... de un mundo que termina ... pero, ¿cuándo?... Vendrán las mejores, también habrá justicia para ellas... trabajo dignificador, familia, hijos... I si no para éstas, para las generaciones que vendrán. . . . Un hilillo de lágrimas le corre insensible por la cara. Está echada de espaldas, sujetándose la nuca con las manos. Al fondo, la blanca pared se ilumina con luz de la luna. Sus rayos se extienden y pasan justo a la altura de su cara, sobre su cama en sombras. Su vida... veintisiete años... Su hija. .. su pequeña hija... De repente, un aletazo pasa rozándole la cara y enfila hacia la ventana. Un murciélago enorme ha entrado en la celda siguiendo el rastro de la luna, y para salir ha pasado muy cerca de su cara. Mariel se estremece toda, se cubre la cara con la sábana y rompe a llorar en sollozos bajitos, incapaz de contener por más tiempo el torrente de sus lágrimas.

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Suspenso Como una tromba, empuja la puerta Stool. La esposa le ha visto venir, a través de los visillos, en esa espera de días y de días. El "Amazonas" acoderó a las 8 de la mañana y el viejo marino entregó toda la documentación al segundo de abordo y bajó rápidamente a tierra. Durante los ocho días de navegación, nadie le vio en el comedor, ni en la cantina. Del puente de mando a su despacho y de allí a su camarote. Nadie se le ha acercado con una pregunta indiscreta, ni siquiera trataron de aliviarle los sombríos pensamientos. El barco entero ha estado de duelo, solidario con la pena del viejo capitán. Días y noches atisbando las oscuras aguas del mar Pacífico, hasta divisar las costas peruanas. Días y noches fumando su vieja pipa de espuma de mar, y, a veces, bebiendo el fuerte ron de Jamaica. Tal vez algunas noches el rumor del oleaje se mezcló con sus sollozos. Cuando entró en la casa, se le plantó la esposa por delante. Se atravesaron las miradas y él confirmó la verdad de su tragedia. ¡No habían mentido los periódicos! Se desvaneció la última esperanza de que fuese un error. Su hijo era un asesino. . . Con la voz estrangulada preguntó: -¿Cómo fue? -No lo sé... no lo puedo saber... Los dulces ojos están enrojecidos por el llanto infinito y toda ella es un temblor doloroso. Ha envejecido. Lacia, pálida, un rictus amargo le agesta la boca despintada. - ¡Marta... este es el fin...! - gime Stool. -El fin de tu carrera, ya lo sé... Había pensado tantas veces en este momento, en cómo lo afrontaría. I sin embargo, ahora es tan difícil, casi no le salen las palabras. Aplastado, Stool se deja caer en el ancho sofá y, con gesto mecánico, se seca el sudor de la cara. Su roja cara está congestionada. -Renunciaré antes que me den de baja... me iré lejos... lejos. . . - ¿I yo?.. ¿Y tus hijos?.. ¿I Charlie?.. - gime ella. No, no, ésto no lo esperaba. Irse su marido sí que es superior a sus fuerzas. Lo ha aguardado como un supremo refugio, para hundirse en él y juntar sus últimas fuerzas a las suyas. -No, Marta, ¡no me iré... ni sé lo que digo!... pero no quiero ver a nadie, ¿lo oyes? a nadie... ni a la familia... . ¡Marta! -ruega al fin - ¿cómo a sido? ¡Dímelo tu!... - Bien quisiera saber, explicármelo, para justificarlo... pero nunca habló... nunca... - ¿No decía nada?.. ¿I ése era tu hijo?... - ¡Mi hijo!... Había cambiado tanto... Al principio creí que estaría enamorado. Los muchachos cambian, me decía, se aíslan. Se vuelven para adentro. Pero después... - ¿Después, qué?.. -Después le veía nervioso, entraba apurado, salía rápido, apenas si comía..", Por momentos se quedaba callado, él que era tan hablador, o se paseaba nervioso por su cuarto a la hora en que llegaba... A veces lo venían a buscar sus amigos y salía apresurado, como si alguien le urgiera a salir. -¿I?.. - sigue exigiendo el viejo. -Cuando yo le preguntaba, me contestaba de mal modo... I él que nunca me dio un disgusto!... "Tú no sabes mamá, son cosas de hombres..." Una vez llegó a decirme: "Quieres tenerme bajo tus polleras, pero yo ya soy ¡un hombre!" - ¡Un hombre!... para eso... ¿para matar?... -Creo que me lo han embrujado... El no era así... Tan bueno, tan dócil. .. -¿Pero tú, no has sabido?.. -¿Qué?.. -Lo que se dice... La Trampa / Magda Portal

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-¿Lo que se dice?.. Que es un terrorista... que cumplió órdenes de su partido?.. porque se había hecho unionista... ¿sabes?. . -No, no... no es todo... dicen - baja la voz. -¿Qué?.. ¿sabes algo más, Chal?... -¿I tú?... ¿no sabes nada más?... -Yo sé lo que dice todo el mundo... I es tan poco... terrorista... -Es que dicen... ah, ¡qué estúpidos, qué infames!... Marta, dicen que tu hijo no es mi hijo... -¿Ah?... -Que es hijo de ese a quien él mató por venganza... por salvar tu honor... ¡Ja... ja...ja!... La risa del viejo Stool suena a locura, a insensatez. Se ha reído por no romper en llanto, porque sabe cómo hunde un puñal en el corazón de su esposa. Ella le mira con los ojos desorbitados, como si viera alzarse un fantasma entre ella y el marido. Los hijos han venido poco a poco a juntárseles; en esa escena dolorosa y miran a sus padres estupefactos. -Chal... -dice casi sin aliento ella- ¿estás loco?.. Eso no lo ha dicho nadie... ¿cómo puedes decirlo tú?.. ¿o es que tu? - ¿Marta... no lo sabías?.. Perdóname... ¿qué he hecho, Dios mío? ... - ¡Chal... tú, tú!..., ¿quién te ha dicho eso?... Todo el débil cuerpo tiembla y de los ojos enloquecidos brotan llamaradas de espanto. El viejo Charles se abraza a su mujer y trata de aplacarla, pero ella le rechaza y le grita: -¿ Cómo? ... ¿Quién te ha dicho? ... -Yo... yo lo leí... en un diario de Panamá... - balbucea Stool. Poco a poco la esposa va perdiendo el dominio de sí misma y al fin cae sobre el pecho de su marido, agitada por los sollozos. -Eso más... eso más... ¡hasta cuándo, Señor!... -Yo no lo iba a creer, Marta... por favor, no lo iba a creer nunca... Pero quisiera saber qué demonios son los que han forjado ese engendro para hundirnos en el lodo... No les ha bastado arrastrar a mi hijo al crimen... todavía esto... -Chal... -gime la esposa- ¿qué hemos hecho para sufrir así?... -Nada, Marta... nada... -¿Quién nos odia para hacemos tanto daño?... -No lo sé... estoy como ciego... ¡mi pobre pequeña mujer!... En adelante, nadie habla en voz alta en esta casa. Los pasos suenan a sordina, como si hubiera un enfermo o alguien hubiese muerto. Sí, alguien ha muerto: la alegría, la paz, tal vez para siempre. Las muchachas caminan silenciosas, con las caras amargas. Las visitas escasean. Ellas también se niegan a recibir. La esposa oscurece sus ropas y cierra todas las puertas.

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La víspera Nadie sabe lo que significan las visitas a los presos. Es una tortura que comienza desde la víspera, no, mejor aún, desde la antevíspera y sólo termina cuando lo encierran a uno en la celda, después de las 6 de la tarde. Pero durante todo este tiempo, es un angustiarse, un vivir a sobresaltos, que a veces quisiera uno no tener a nadie que le venga a visitar. Dos días antes del día de visita, Ud. prepara todo su ser para el momento del reencuentro. Se imagina las caras de sus familiares, ansiosas, interrogadoras. Parece que le quieren adivinar el pensamiento, sacarle hacia afuera todos los momentos vividos sin ellos. Luego uno se dice: vendrá fulano. .. mengano... la madre, los hermanos... Ah, tal vez vendrá Manuel, el amigo más querido, o no vendrá... ¿Habrá alguien enfermo? o quizá me traerán la noticia de que alguno de la familia ha muerto... pasan tantas cosas... y uno adentro, sin saber... sin poder hacer nada... I si no viniese nadie. .. prepararse para nada.. . Quizá se habrán cansado ya de venir... quizás. I estos pensamientos le roen el corazón, le perturban la conciencia por momentos, hasta dar ganas de que todo termine de una vez. Pero al comienzo era algo inaguantable. Cuando me levantaron el aislamiento -todo un año encerrado en la celda, ¡sin ver a nadie!- pensé: "Van a venir... vendrá mi madre. .. tal vez el viejo... mis hermanas... Les voy a ver la cara... me preguntarán... Llorarán.. .".I por momentos, deseaba que no llegara el día. Pero llegó. I el silencio de todos, y el llanto callado de mi madre, su no querer decir sino cosas ajenas a mi prisión, fueron peores, mil veces peores, que si me hubieran hartado a reproches o si me hubieran preguntado. El preso no se inquieta sólo por él mismo o por los suyos. Sufre también, sin proponérselo, por sus compañeros de presidio. Sufre por las miradas filudas de los visitantes que le señalan con los ojos... "Ese... ese mató.. ." I uno no sabe, no llega a adivinar, si le reprochan, si le odian, o si solamente les es indiferente. Pero son 10, 20 pares de ojos que le recorren a uno desde la nuca, como si uno fuera un animal raro o una bestia encadenada, incapaz de hacer daño ya. I a mí me miran siempre la cicatriz de la frente. . . Cuando pasan los primeros largos momentos de los saludos y las preguntas obligadas, uno mira un poco a hurtadillas, por encima de los hombros, a las otras visitas. Todos ellos tienen su libertad, salen al aire libre, pasean por las calles. Un rato más y se liberarán del asfixiante ambiente de la rotonda. Un día, era verano, unas muchachas, amigas de un preso de los nuestros, vecino mío de celda, le trajeron a éste una botella con agua de mar y una bolsa llena de arena de la playa... Para que recordara un poco el mar. .. ¡Como nos hizo llorar la broma!... Todos los del grupo olimos el agua y nos emborrachamos con su acre perfume a algas marinas, a yodo, a podredumbre... Luego, nos mojamos las manos y la cara. . . ¡ era tan poca cosa!... apenas si pudimos saborear su frescor. La arena la guardamos para ponerla debajo de la almohada y sentir por la noche su áspera caricia. Fue un amargo goce. . . Lo peor de todo en las visitas son las sonrisas y las risas femeninas. Cómo se nos meten en el interior de los oídos y quedan ahí vibrando días de días. I uno quisiera poder tenerlas al alcance de las manos y, de ser posible, estrujarlas para que no sigan riendo, porque sus risas martillean sobre nuestros sentidos y nos arrebatan la tranquilidad, que tanto cuesta sostener.

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Cuando se van las visitas, los penados entramos en fila hacia el interior de la prisión, a los patios. Allí nos recuentan, porque no vaya a ser que alguno se haya escapado. I no sé lo que será, pero un silencio de plomo nos chorrea encima y nos pesa por muchas horas. No, no es la disciplina que lo impone. Es que estamos saturados de lo que acabamos de oír, de ver, de adivinar, y cada uno quisiera prolongarlo, rumiándolo a solas. Por eso no habla. Quizá algún chusco le lance a otro un chiste obsceno. Entonces, como si se abrieran las compuertas del pecho, muchos estallan en una risa nerviosa, aliviados del peso del pensamiento. Pero la mayoría vuelve a su ser y continúa el soliloquio. A veces uno recuerda y se complace en reproducir los diálogos triviales: - ¿I sabes?... estuvo a vemos la fulanita. . . - ¿Aja? ... ¿ I como esta? ... ¿siempre tan flacucha?... -Qué va, ya no, si se casó y ya tuvo familia. . . -¡Hola...! ¿y ha engordado?... claro... ¿I cuántos hijos tiene?... -Tres... todavía no hace cuatro años que se casó... y ya tiene tres. -Era buenamoza... - Ahora está mejor. . . I así. I esto nos alivia. Lo preferimos. Sobre todo a los largos y embarazosos silencios, cuando parecen agotados todos los temas y solo queda un mirarse de reojo, para guardarse la imagen querida, pero sin que lo vean los demás.

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El atentado - 1932 Cuando llegó a Lima sintió como un escalofrío. No traía más que su viejo poncho, el último que le tejiera la mamacha Ruperta, ya difunta, encima de sus ropas de burdo casimir y estaba sin medias. En la mina no hace falta nada de esto. Los zapatos, como los de los soldados, estaban harto maltrechos. Los había hecho subir y bajar cerros y caminar sobre las piedras puntiagudas, y salpicarse en la lluvia que formaba grandes charcos de barro o de escarcha. A veces se hundían en la nieve blandita recién caída. Así es Cerro, así es esta parte de la sierra central donde casi nunca se ven campos verdes, porque los humos de las factorías de La Oroya los han calcinado dejándolos del color del carbón. Si no fuera por el sol seguro que todos nos habríamos muerto ya, sobre todo las guaguas y los más viejitos que son los que menos aguantan. La mayoría de los cerreños tienen los dientes ennegrecidos, dicen que por los humos. Porque los gringos se niegan a fabricar las chimeneas que dice el gobierno que suben bien alto y los humos se esparcen arriba, lejos de la población. Será por eso que todos padecen de las silicosis, tisis, pulmonías. Esa es la enfermedad del pobre. I más del minero y del hijo del minero. El socavon no perdona. I encima, los humos. El viaje en el tren le había entumecido las piernas por las muchas horas sin moverlas. No se había dormido, porque quería ver todo lo que pasaba en los caminos. Era bello era diferente al Cerro de Pasco. En estos valles sí se podría vivir, sembrando y cosechando la tierra. Pero la mina es la mina y uno nació al pie de ella y las tierras del Cerro se han ennegrecido también y ya los campesinos no podrán ser más que mineros. Cuando salió de la Estación de Desamparados, miro a todos lados, con disimulo. Le habían dicho que no se dejara ver afuerino porque los limeños se burlaban. Saco del bolsillo el papel que llevaba con la dirección de su tío. Empezaba a oscurecer y nunca había estado en Lima. Pero debía preguntarle al primer guardia que encontrara cómo ir a la direcci6n que estaba escrita en el papel. Allí debía encontrar a su tío y algunos familiares donde debía alojarse hasta que consiguiera trabajo... ¡Trabajo! El trabajito que se traía... Se sonrío; una especie de sonrisa maliciosa asomó a sus labios escoriados por la altura, y en donde aún no apuntaba ni un vello. Los indios son lampiños, así decía el profesor, por eso no tienen casi bigotes. Será por el frío. Será. Al primer policía que encontró en una esquina lo abordó. Este lo observó, midiéndolo de arriba abajo. I pensó para sí: "éste es otro indio bruto que viene de su tierra a morirse de hambre aquí. Como todos". Pero el guardia también tenía cara de indio, sólo que se había olvidado cómo llego a Lima alguna vez amarrado como "voluntario"... -Señor... señorcito, ¿me dirás cómo llego a esta dirección? El guardia miró el papel y leyó. Le hizo las señales convenientes para que llegase a una vieja calle limeña, por los barrios altos y volvió a su puesto sin darle mayor importancia. Adalberto Mamani sigue las señas sin equivocarse hasta dar con la calle que dice el papel. Sigue a encontrarse con su destino. Luego tendrá que estudiar el terreno, los mil recovecos de las calles de la capital que nunca había trajinado. Hasta llegar a donde debía conectarse con los compañeros para recibir de ellos los instrumentos de la acción. Ya ellos estaban avisados de su llegada. Se le ensombreció el semblante. Pero ya estaba llegando a la calleja oscura donde no había piso de cemento, sino de pura tierra. Tierra húmeda, barrosa, sin duda por la lluvia menuda que no deja de caer en esta ciudad. Midiendo sus toques golpeó la puerta. Esperó que salieran a abrirle. Era un viejo rengo, flaco y al parecer mal geniado. Casi no lo conoce pero debe ser el tío Eusebio, hermano de su padre. -Soy yo, tío, el Adalberto... -dice tratando de que le dé un poco la luz que sale de la casa. La Trampa / Magda Portal

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-¿Ah, eres tú, Adalberto, hijo?.. -murmura el viejo con cierto asombro. -Sí, yo, tío... vine, me decidí a venir a buscar trabajo... -dice con cierto titubeo, mintiéndole. -Ajá... entra pues... Tal vez encuentres, hijo, porque ahora es cosa seria... No hay trabajo... - I reflexionando- ¿Pero es que no trabajas en la mina?.. -No, tío -dice firme- desde que mataron al Matías no he vuelto a la mina... No podía... -Ah, pues, yo creía que tú ibas a reemplazar su sitio en la mina... te correspondía. Aunque de verdad, tú estás muy flaquito... Tal vez te hiciera daño, ¿no? -Así es, tío... Me haría daño, por eso no porfié... Yo era nomás ayudante de lampero, pero luego de la balacera, hubo muchos presos y estuvimos corridos... Ni cómo volver a la mina. El gringo se fijaría en mí por el apellido. . . El viejo pensativo, mueve la cabeza: Así debe ser, sin duda, por eso se ha corrido hasta Lima. Adalberto está con la mirada fija en el suelo, es de tierra apisonada. Al entrar mira el piso, lo mismo. La magra habitación apenas contiene una vieja mesa y dos sillas, un pollo adosado a la pared y al fondo el fogón donde aún se ven las cenizas acabadas de apagar. Un candelero con una vela encendida ilumina la casa. Más atrás, cerca a una entrada sin puerta, unas cobijas serranas cubren el cuerpo de una persona. Sin duda es su prima Concho, la menor. - ¿I tía Mati?.. -pregunta interesado. -Allá adentro, pues, -dice el viejo-. Siempre enferma, este clima. .. tose mucho. Adalberto no se asombra. Es igual que en Cerro. Miseria, enfermedad, explotación. ¿De qué vivirá el tío y la familia?, piensa para sí. -Te acomodarás en el rincón, junto a la lumbre. Estarás más caliente. Aunque ya está apagada la candela. Voy a darte un poco de té para que te rehagas del viaje. I camina por el cuarto buscando un jarro de fierro enlozado, viejo, que luego llenará del líquido oscuro que aún queda en la tetera. Está todavía caliente. Adalberto lo bebe seguido. Tiene sed y hambre. Pero no ve que el tío le alcance un pedazo de pan. Sin duda, no lo tiene. Adalberto recuerda que él trajo algo de fiambre para el camino. Busca en su pequeño atado. Ah, sí, aquí está. Pan duro, pero siempre sabroso, un pedazo de cecina. Cancha. Quiere compartir con el viejo, pero éste lo rechaza con un gesto. -No, hijo, come tú no más. Debes tener hambre. I aquí no hay nada. Mañana se verá... Adalberto piensa que tiene algunos soles que se ha traído de Cerro. Con eso podrán comer mañana. ¡Mañana! I luego verá de organizar la misión que lo trae. Extendiendo su frazada y medio cubierto por el poncho, trata de acomodarse para dormir. El viejo se adentra en la otra pieza y oye rezongar a la tía. Sin duda le pregunta con quién ha estado hablando. Luego se callan y empieza a rondar el silencio. Pero Adalberto no duerme. La noche no le da descanso sino deseo de seguir pensando. Debe planear bien todo lo que se ha propuesto realizar. No debe dar pasos en falso. Hay que ir a lo seguro. ¿Acaso no es un proyecto de semanas, desde que se produjeron los sucesos de Mal Paso?.. Entonces todo lo vio oscuro, borroso, como nubes cargadas de tormenta. Esas nubes que luego lanzan el alboroto de los truenos y el látigo del rayo. Así como el rayo hay que ser. Ir directo al fin, sin vacilaciones... . El sueño llega al fin a su aterido cuerpo y vence toda resistencia. Ahora navega entre sombras y al fondo surge la figura de su hermano Matías. Alto, delgado, cariñoso, con su sonrisa buena... Le estira la mano llamándolo... ¿Qué querrá decir... Que está bien lo que piensa hacer? ¿Que debe cumplir lo que tiene proyectado y a lo que ha venido?.. ¿O no?.. Se le hace un nudo en la garganta. Tiene ganas de llorar. Sí, él había llorado. Cuando vio a su hermano Matías caer sobre el puente atravesado por las balas de los gendarmes, junto con tantos compañeros, que con Matías alzaban las manos y seguían cayendo. I todo por pedir un aumento del mísero jornal que ganaban, por querer un trato más humano. . . Eso es. . . así decían los compañeros huelguistas, nos maltratan, abusan, el gringo es un explotador criminal... El gringo, ese hijo de puta que viene sabe Dios de dónde, a mandar, a maldecir, y patear a los indios... La Trampa / Magda Portal

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- ¡Indios bestias, peor que los chanchos, quieren aumentos, aumentos, para qué!, para emborracharse, no más... - I atropellaba a patadas al que se le ponía delante. No, no hay justicia, mentiras que hay justicia para el pobre. Todos dicen que el mismo presidente ha ordenado la matanza de los obreros de la mina. Si no, ¿por qué han venido los guardias de la republicana, los milicos uniformados con sus sombrerotes y sus rifles relucientes?.. Esos no son los de la Gerencia de la Cerro, esos son mandados por el Gobierno para defenderla. Sí, ya sé quién es el que ordena matar, ya sé bien quién manda que nos asesinen para que se rían los gringos. Cuando terminó la huelga, los compañeros dijeron que se había ganado mucho, ¿pero qué?.. Son tantos los muertos, los heridos que nadie cura, que se de sangran solos y se van pudriendo en sus chozas o en las cuevas de los cerros. Ellos dicen que ahora nos tendrán más respeto, que aumentarán los salarios, que habrán mejoras... Pero Matías no gozará nada de eso, si es verdad lo que se dice, a él no le llegarán los beneficios. ¿A quién pues? ¿A su mujer? ¿A su guagua? . . Sabe Dios que será de ellos. . . Muerde su poncho ahogado por el llanto silencioso. No se ha recuperado aún de los días aciagos de la huelga. Todavía le aprieta el pecho la angustia de ver las caras feroces de los gendarmes disparando sus rifles contra la masa desarmada... que sólo podía gritar clamando justicia... Entre ellos, Matías que era como su propio padre. Era su mayor como cinco años. Pero él, Adalberto, tenía una misión que cumplir. Mañana, mañana empezaría una nueva tarea. A eso había venido.

... 28 de Julio. Día de júbilo en la capital. Todo el mundo se viste de fiesta, y salen a las calles a mirar los desfiles militares, las carreras de caballos, las fiestas populares. Hay mucha gente en las calles, alegres. Chicos traviesos que ríen. Adalberto ha logrado ya conectarse con dos de los compañeros. Las citas han sido a oscuras, en casas de gentes amigas, pero casi no les ha visto la cara. La persecución está muy fuerte, todos tienen precauciones como si estuvieran en revolución. Adalberto les ha contado su plan, organizado en todos los detalles. Le han aceptado. Luego les ha pedido lo necesario... Mejor te dejas matar antes que hablar... le dijeron. Sí, él lo sabe, no tengan cuidado. Adalberto, con su guardapolvo blanco y su gorrita de uniforme, porta su amplia caja de chocolates y dulces. Avanza entre la abigarrada multitud hasta situarse por donde debe salir del hipódromo la comitiva del Presidente de la República, en uniforme de gala. Pregonando su mercancía, sigue internándose hasta el lugar preciso pasando por una ancha puerta de fierro por la que desembocará el auto presidencial, de regreso de la carrera de caballos. Todos tratan de ubicarse mejor. - ¡Chocolates, mentas!... . maní confitado -canta, y alzando un poco la voz - ¡abran cancha, abran cancha, muchachos!... Adalberto empuja a los que le cierran el paso y logra colocarse en primera fila. Muchas banderitas peruanas, mucho ruido y alboroto. Mejor así. Le ve venir. Su tez cetrina, sus ojos vidriosos, su reluciente uniforme repleto de medallas y en la mano enguantada, la espada de mando. ¡Qué bien se le veía! Sonrió. Era él.

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Adalberto se acercó y en un salto felino se subió al pescante del auto abierto y sacando la pistola de entre los chocolates de la caja, disparó, disparó, mirando deslumbrado cómo se torcía, cómo se derrumbaba y caía sobre el acompañante horrorizado, que trataba de esconderse para escapar a las balas. . . Todo fue tan rápido que no pudo mirar. Oyó lejanos gritos, relinchar de caballos, bocinazos de autos como potros desbocados. I balazos, balazos, como en Mal Paso, que hacían impacto en su esmirriado cuerpo y luego el delirio y la noche, revolcado por los caballos de los gendarmes que seguían a todo correr el auto del presidente. I nada más. Lejos, entre la bruma, la figura del hermano, con sus grandes ojos tristes. I las manos tendidas. Llamándolo...

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Jornada - ¡Señora Mariel. . .!! señora Mariel me están matando. . . ay, ay, ay,... canallas, asesinas, auxilio. . . malditas. . . !! Al otro lado del tabique resuenan los aullidos de la "loca". Sí, le están pegando por haberse insolentado con la guardiana. Suenan, también, los latigazos, y los gritos de: "Silencio, puerca, o vas al calabozo. . ." que le lanza la guardiana enfurecida. Agitación en la vasta sala de las detenidas, murmullos, sonar de llaves y candados. Luego, la calma y de nuevo los isócronos rezos de las detenidas. (La guardiana es una ex-detenida común, a quien por su buena conducta, la han empleado en el interior de la prisión). A la "loca" la han encerrado en el calabozo, oscuro antro ubicado en el fondo del gran dormitorio y que forma un ángulo en la pared de piedra. Tiene una angosta puerta de entrada y en su parte alta, una ventanilla con rejas, por donde se le pasa el pan y el agua a la castigada. Sólo cabe una, arrinconada contra la piedra. Ni aire, ni luz: una tumba donde se pudren por días las insurrectas que faltan a la disciplina o cometen actos reñidos con la moral. Hace semanas ocuparon el calabozo, por turnos, dos mujeres a las que se les encontró metidas en una sola cama. La guardiana, haciendo su ronda nocturna, descubrió a las culpables y una después de la otra, pasaron ocho días en la celda de rigor. Cuando aparecieron a la luz, estaban transparentes por el ayuno y la falta de aire. Pero la "loca" patea, gime y maldice en su hueco de piedra y no cesa en sus gritos de auxilio. Mariel la oye. Se tapa los oídos, pero la oye. A través de la distancia. a través de los muros de piedra, de las hondas arcadas del convento hecho cárcel, resuenan los ecos gimientes, maldicientes de la "loca" y todo su ser se estremece de horror. La noche llega en medio de las quejas de la encerrada y entonces la guardiana le lanza el chorro de agua. Castigo cruel; la mujer deberá dormir sobre la paja mojada. Los días pasan y las voces de la loca se van haciendo cada vez más débiles. A veces sólo sale un como canto desvaído. Señora Mariel. . . por favor, dígale a la monja que me saque de aquí. . . a usted le hace caso. . . me estoy muriendo. . . La "loca" es reincidente, antigua cliente de la cárcel. A los ocho días justos sacan a la "loca" del calabozo. Está ardiendo en fiebre. Tiene congestión pulmonar y echa escupitajos de sangre espumosa. Se la llevan al hospital. Montón disminuído de harapos y quejumbres. Mariel respira. No oirá más gritos destemplados de la pobre reclusa, ratera y mendiga, No los oirá más, porque del hospital irá a la fosa común del cementerio. A las 3 de la madrugada empiezan los rezos. A las 4 pasan las detenidas a la capilla. A las 5 regresan y siguen rezando. A las 6 desayuno; un jarro de agua oscura con un pan negro. A las 7 aseo general. A las 8 rezo. A las 9 lavado de ropa. A las 10 rezo. A las 11 almuerzo: un menjurge de agua con trozos de carne negra y papas, un poco de arroz y fréjoles. A las 12 lavado general y limpieza de los patios. A la 1 silencio. A las 2 rezo. A las 3 rosario. A las 4 costura y rezo en la capilla. A las 5 comida, a las 6 rezo y todo el mundo al dormitorio. A las 7 silencio. Para ir a la capilla, las detenidas pasan por delante de la celda habilitada para las "políticas" - separada de las "comunes" por un patio y un tabique de madera1 - Una de ellas, la "chilena", ha dejado caer un 1

Se refiere al antiguo local de la cárcel de Santo Tomas.

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papelito enrollado. Mariel lo recoge. Será una queja, un pedido de ayuda. Así lo hacen para cuando una salga a la calle, lo lleve donde sus familiares. "Señora. .. yo puedo lavarle su ropa. . . no la mande a su casa. .. démela a mí ... yo la quiero mucho . .. No se asuste, ¿acaso no se pueden querer dos mujeres?. . . suya. . . Inés” . Mariel se queda perpleja. La "chilena" es de buen tipo, blanca, alta, joven. Se arregla más que las detenidas comunes. Está en la cárcel hace un año, acusada de haber intentado matar a su marido. Lo encontró in fraganti con su chofer... Le disparó dos balazos, pero sólo quedó herido. El marido no quiere nada, sino que la deporten a su tierra. Le tiene miedo. Pero aún no se ha visto el proceso. Desde ese día, cuando las reclusas regresan del rezo de la tarde y pasan delante del pequeño patio de la celda, las más audaces le lanzan miradas de malicia y sonríen. Mariel está avergonzada. Procura no mirar a ninguna. La "chilena" insiste y le hace llegar otro papelito con una detenida. Mariel le manda decir que si continúa, entregará sus mensajes a la madre superiora. Los papeles cesan y la cara de la "chilena" se torna en odio y desprecio. Han llegado 10 detenidas políticas. Una redada de la policía, en algún centro de propaganda clandestina. Son gentes humildes, recogidas del montón. Traen las manos vacías y las caras hoscas. Antes, pasaron por las ergústulas de la Prefectura. Subieron las escaleras a empujones. A la que se resistió o protestó, le dieron culatazos con el rifle del gendarme. A una la patearon. Está encinta y se queja de dolores en el vientre. Un soplón abofeteó a una anciana que le exigió más respeto. A la mañana siguiente han tenido que llevarse a la mujer embarazada al hospital. Sus dolores se acrecentaron durante la noche y ha empezado a expeler sangre. Está pálida y ojerosa. Pero no llora. La celda es grande y han habilitado hasta seis camas. A las otras detenidas las llevan a dormir a la sala de las comunes. De día regresan a la sección de las políticas. El pequeño patio se llena de voces, de olores, de vidas nuevas. Todas hablan de sus últimas experiencias con la policía. Luego, evocan sus hogares, sus hijos, sus más cercanos familiares. Hay, sobre todo, un hedor nauseabundo. A fermentos, a ropa sucia, a cuerpos sin aseo. Es verano. Mariel ejerce su calidad de líder y establece la hora del baño. De ahí en adelante la vida de la celda queda organizada como una célula unionista, con su horario pre establecido. Todo el grupo acepta de buen grado. Se reparten los turnos. La más anciana de las detenidas - 60 años más o menos, raza indígena, acriollada - quiere ser la primera en el aseo. I se baña a las 7 de la mañana, detrás de la cortinas que cubren la precaria ducha de agua fría, situada al pie de la añosa higuera del patio. Luego desfilan todas las demás incluyendo a Mariel. Ahora el ambiente ha cambiado y las noches son menos angustiosas. Todas lavan sus ropas, se peinan, se esfuerzan por aparecer limpias. La hora del sueño es una hora triste. Ninguna se resigna a entregarse al reposo sin antes hablar de lo suyo. Alguna llora, otra se lamenta. Las más piensan en sus hijos y los nombran. Al fin, las vence el sueño, y mientras duermen, se quejan y sollozan. Mañana empezarán a mirar el calendario y a contar los días que las separa de la libertad. Para muchas, es su primer encuentro con la cárcel y están un poco confundidas. Pero ninguna quiere demostrar su tremendo miedo a esta cosa terrible que es perder la libertad.

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El dilema -Siempre necesitamos un muerto... Tenemos que impresionar, tenemos que ganarles la opinión pública. Si conseguimos al "muerto", habremos logrado entretener a la gente, y a la masa con el sensacionalismo de la noticia, mientras buscamos cómo salir del aprieto. - Yo creo que este muerto no es necesario. Creo que más bien empujaremos un poco más al partido hacia su derrumbe. -Parece que no llegas a captar las medidas de alta política que aconseja estos momentos la situación... -No es el primer muerto que nos traería consecuencias desastrozas. . . Lo único que conseguimos es acumular sangre sobre la cabeza del partido. . . - Tienes una mentalidad derrotista. -Me niego a creer en la necesidad del crimen organizado con fines de propaganda política. - ¡Pamplinas!... pareces una mujer. Te asusta la sangre. -Sabes que hablas por hablar. No me asusta la sangre, si es en plena lucha, pero en la sombra y por la espalda me parece cobardía... Además, este muerto... - ¿Qué lenguaje usas? ¿El de un jovencito recién salido del colegio o el de un político con años de acción? ... - El de un revolucionario, Miguel, tú lo sabes... - Justamente nuestra revolución exige muchos sacrificios de vidas. . . - y a tenemos una larga lista de sacrificados... amigos y enemigos... Pero lo que no acepto es que tengamos que sacrificar también a niños...¡para agitar la opinión pública!.. -Sentimentalismos femeninos... Un niño o un hombre, lo mismo da. Además no ignoras que estamos en un callejón sin salida... I el miedo es mal consejero... - La masa está desorientada. Espera una solución para salvar la crisis. -La masa es siempre la misma: obedece. Démosle un motivo y saldrá a las calles, aunque sea a recibir bala... Tenemos que darle el motivo. -¿El muerto? -Sí, el muerto. -I apretándose las manos con fruición- Haremos una formidable demostración de fuerzas... Levantaremos los ánimos de los "unionistas"... Volveremos a tomar las calles. . . El "muerto" esta vez sólo tenía 14 años. Era un joven estudiante de un colegio nacional en huelga (huelga provocada por los agitadores del partido para distraer la opinión pública). Una bala perdida -"disparada por la policía"- cegó sus entusiasmos juveniles para siempre. El partido aumentó el número de sus mártires y pudo lanzar a las calles a una exaltada multitud que reclamaba justicia. El "califa" se apretaba las manos, sonriendo nerviosamente: -Ya está. Ya tenemos al "muerto"... Es doloroso, pero necesario. La multitudinaria manifestación de duelo, cargando en andas su cadáver, marchó al cementerio por los extramuros de la ciudad. La policía montada impidió el paso por las calles centrales. No hubo conquista de las calles. Tampoco hubo protestas. El Alto Comando aconsejó prudencia. El "muerto" había servido de bien poco.

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Un niño junto a la reja Todos los domingos la Rotonda se llena de gente. Mujeres en su mayoría. Vienen portando paquetes de ropa o comestibles, trayendo de la mano a sus criaturas. Llevan los diarios del día para que se enteren los reclusos. Son los familiares de los presos, de los sentenciados por las Cortes Marciales. Antes de la Rotonda hay que pasar 4 rejas. Cuatro gendarmes de ojos brillantes en la oscuridad de los corredores. 4 llaves enormes que crujen sordamente contra las cerraduras que se abren y cierran cada vez que ingresa o sale algún visitante. La Rotonda -gran sala circular de la Penitenciaría de Lima- expide un olor a humedad. Oscura, su aspecto lóbrego produce una sensación oprimente. Adentro hace siempre frío, porque sus paredes son de granito. Además, Como la mayor parte del penal y las celdas de castigo, la Rotonda también es subterránea. Al centro de la Rotonda está el observatorio para vigilar todo el perímetro del locutorio, con dos guardias permanentes que no le quitan a uno los ojos de encima. Los domingos la prisión parece como que se aclara. Vienen los visitantes de los presos con sus esperanzas renovadas y sus caras alegres, pese al sufrimiento que los posee. Algunas mujeres lloran todavía, apretadas sus caras al pecho de sus maridos. Las más ancianas no pueden ocultar sus lágrimas. Son generalmente las madres de los condenados. Traen rumores de la calle, noticias recientes y siempre el aliento de que es posible esperar una amnistía, un indulto, cualquier cosa que arranque de sus celdas a los sentenciados por el odio vengativo de la oligarquía. Los chiquillos, a pesar de la oscuridad, juegan y retozan, poniendo la nota infantil en el severo y angustiante ambiente de la prisión. Los presos se juntan a sus visitantes, buscando el precario calor de los cuerpos alejados por tantas distancias. Una sola banca cubre, en semicírculo, la pared del locutorio. Algunos grupos conversan en voz alta, otros confidencialmente. Algunos silencian de repente. No hay nada qué decir: la ternura exacerbada hace daño. Las mujeres hablan atropelladamente, quieren decirlo todo de una vez, sintiendo que el tiempo es corto para confiar sus apuros, sus urgencias, sus problemas sin solución. El preso escucha y sufre la angustia de su impotencia. I tal vez si se torna un poco indiferente de tanto no poder hacer nada... Este es el estoicismo de la cárcel, y su drama. Con una de las familias viene siempre un niño. Más o menos de unos 10 años. Modestamente vestido, tiene el aspecto de todos los niños pobres; no conversa con nadie. No está cerca de ningún preso, ni se acerca a otros niños. Viene con una familia que lo ha recogido desde que quedara huérfano. La familia, al lado de su pariente detenido en la prisión, conversa toda la hora de la visita, agotando los temas y reiniciándolos entre razones y encargos que deben ser resueltos en la calle. Mientras tanto, el niño se pega a una de las rejas, siempre la misma y mira hacia adentro, al fondo oscuro de los interminables corredores, donde se encuentran las celdas, y con las manos agarrotadas contra los hierros, canta. Su voz débil, sin mayores vibraciones, se pierde entre las voces de las charlas familiares. El parece no darse cuenta de nada. Por momentos, los visitantes dejan de hablar para escucharle. La emoción se diluye en la urgencia de seguir platicando con los suyos. El niño sigue su canto, sin importarle el tiempo ni la hora de salida. Parece ajeno a cuanto le rodea. Es como si sólo lo incitara el deseo de que su voz llegara lejos, tanto introduce la cabeza entre los barrotes de la reja que casi es como si la traspasara. Canta con un extraño afán. Una tras otra, las canciones se suceden sin detenerse, sin perder un minuto, quizá pensando en que el tiempo puede no alcanzarle para agotar todo su repertorio. Los otros chicos pasan junto a él, le llaman para juntarse a jugar; él no hace caso. Mira hacia adentro donde unos cuantos reclusos, al otro lado de la reja, escuchan silenciosamente, con la mirada rencorosa desviada para no fijarla de frente en el niño cantor. Son los presos que no tuvieron visita, los condenados, los rematados tal vez. El niño canta canciones populares. Himnos rebeldes, a veces. Esos con los que se alimenta la fe del pueblo y que se escuchan por las calles alejadas de las ciudades importantes. Su voz, por momentos, se torna afirmativa, sentenciosa. Se hace vibrante. O languidece. Pero no se extingue. El chico las vierte en La Trampa / Magda Portal

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el socavón de la cárcel, como una luz en el fondo de una mina, con el instinto certero del que arroja un pan al hambriento. O como un baño de amor en la soledad del penal. Tal vez él mismo, en su oscura conciencia de niño atormentado, sienta satisfacción o realice una especie de venganza atávica, mientras pronuncia las notas a veces vibrantes, cargadas de palabras heróicas. junto a los hierros que aprisionan tantas vidas que en una u otra forma, son holocautos a la libertad. Vidas frustradas, con incierto futuro. Pero, las canciones parecería que remueven profundos rezagos de rebeldía, de esperanza en algo que bien pudiera ocurrir, dándole un nuevo sentido a la vida, una razón de ser a quienes quizá ya habían perdido la esperanza y la fe. La voz del niño es como una clarinada en medio de su soledad. Un despertar después de una larga noche de pesadilla. Como es sólo un niño, nadie le dice nada. Los guardianes no se atreven a molestarlo o quizá no les importe. I así, domingo tras domingo, va adquiriendo un derecho que él ejerce invariablemente como si se le hubiese asignado ese papel en el drama semanal de la prisión. Cuando termina la visita y empieza el desfile de los visitantes hacia la salida, el niño se desprende de la reja y sale, sin fijarse en los demás, a diferencia de los otros niños, llenos de curiosidad y de interrogaciones. No se despide de nadie, no tiene de quién. Ni siquiera de sus obligados escuchas que ven alejarse a las visitas, unas apresuradas, otras tratando de prolongar el momento con los seres queridos. Oyéndoles las advertencias, los encargos, las recomendaciones finales. Las madres siempre se llevan el pañuelo a los ojos y salen silenciosas. El niño, prematuramente serio, no sabe hacer otra cosa que cantar cuando va de visita a la Penitenciaría de Lima, donde no tiene a nadie. Sus canciones son siempre de protesta, de héroes o mártires, en la nomenclatura de las luchas sociales. Esas canciones que sólo surgen en los barrios pobres, como el remanente de viejos dolores incurables. -¿Quién es? - pregunto a los que lo saben. -Es el hijo del subteniente Héctor Saldaña, fusilado el 7 de abril de 1933, en la Revolución de Cajamarca.

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Los muertos Es cierto que, a veces, los muertos sirven para algo. Sirven por ejemplo, para exaltar las condiciones revolucionarias de la masa. Para levantar su entusiasmo. Sirven para aumentar la lista de mártires y exhibirla por encima de los otros partidos que no han luchado, que no tienen presos, perseguidos o asesinados en sus filas. Sirven para proclamar a grandes voces las virtudes heróicas de sus militantes. "Ese es un partido cuyos afiliados se dejan matar por sus ideas", dicen los que espectan desde las galerías. Pero, a veces, los muertos pesan como lozas de piedra sobre la vida del partido. I es que no siempre nos pertenecen. Muchas, son del otro lado. I entonces, las represalias son mil veces peores que la persecución política. Ya no se trata de combatir las ideas disociadoras, los principios izquierdistas, los métodos en pugna con el viejo sistema feudal-burgués imperante, se trata de repeler el crimen, de exterminar el terrorismo, de suprimir a una banda de asesinos. Así el crimen de los esposos Castro Hinojosa. Así el asesinato del periodista Garmendia, "suprimido" para impedirle seguir combatiendo ciertos proyectos presentados al Congreso por los representantes unionistas. ¡El crimen por el crimen! El crimen como argumento político de peso. Se pensaría que no hay otros medios para luchar. ¿Es que no se puede vencer al adversario, después de veinte años de acción partidaria, con argumentos ideológicos decisivos? ¿O es que el adversario a veces tiene la razón, a veces defiende lo justo y el partido se ha colocado en la posición contraria? Nuestra lista de muertos es ya demasiado larga. Tenemos montañas de muertos, largas filas de muertos. Sus fantasmas se alzan como un permanente alerta al partido. I como una permanente acusación. ¿Cuál ha sido el fruto de esta generosa siembra de cadáveres? Muertos amigos y muertos enemigos. En ambos casos, esgrimimos idénticas necesidades. Pero voy creyendo que estos muertos no nos sirven sino para pronunciar encendidos discursos, y para señalar a los otros como autores de los crímenes cometidos por el partido. Creo que los más avisados, los viejos "compañeros", están sintiendo un poco el olor a cadaverina que despide el partido. Alguien ha dicho, refiriéndose a nuestra voluminosa estadística mortuoria: va a llegar el día en que el partido sea más de muertos que de vivos. El "jefe" ha recomendado elevar cenotafios en las ciudades más decididamente unionistas... Parece que cuando las cosas han llegado su clímax y se avecina un nuevo colapso, los lideres solo piensan en un recurso: ¡un muerto! ¿Quién? No importa. Hay que buscarlo. Del lado de los otros o del nuestro. Lo que interesa es el argumento truculento de un crimen, que sirva de motivo para encender el comentario callejero. Ya veremos cómo se lo achacamos al enemigo. Por ejemplo, podemos decir que ellos mismos han Parece que cuando las cosas han llegado a su clímax y se avecina un nuevo colapso, los líderes sólo piensan en un recurso: ¡un muerto! sacrificado a uno de los suyos para inculpar al partido y pedir nuestra liquidación. I si el muerto es de nuestro lado, decimos lo contrario, que lo mataron por venganza por ser un miembro destacado del partido. Con la baja de los bonos unionistas, hay mar de fondo en el partido. Las bases murmuran. Las provincias critican la política desacertada del Alto Comando. Se han perdido todas las ventajas de que disfrutaba el partido y se ve venir una nueva persecución. Los líderes siguen soñando con la vieja maniobra golpista, de tan rotundos fracasos.

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El "califa" se pasea caviloso. Ejecuta su gesto habitual, cuando cree haber descubierto un truco salvador: se soba las manos, las aprieta, las entrechoca. Está en la antesala de la jefatura. ¿I si "bretanizáramos" al "pibe"? ... Espectación. En la antesala sólo hay tres líderes que esperan audiencia del "jefe". Son los más íntimos, los más probados. Viejos luchadores a quienes nunca tocó la peor parte. "Los generales mueren en la cama". Las prisiones, las persecuciones, no les dejaron huellas. Al fin y al cabo, son los "cerebros" del partido. Si ellos desaparecen, el partido pierde sus cabezas. Hay que cuidar a los líderes. ("Bretanizar" es un nuevo vocablo de invención exclusiva del "califa". El "califa" es uno de los cerebros del partido. Pertenece al equipo de consejeros del "jefe". Bretano fue un líder político de una República vecina, que fue asesinado por sus enemigos, levantando las más encendidas protestas. Es obvio el significado que el "califa" le da al nuevo vocablo...). Alguien repite, con expresión incrédula. - ¿ “Bretanizar” al “pibe”? -Claro, dice el “califa”, así tendríamos nuestro “muerto”... ¡I qué muerto! De norte a sur de la república lanzaríamos el grito de protesta... y de ahí a Palacio de Gobierno... -Pero... ¿lo crees fácil?.. - argumenta otro de los líderes, de esos que en el Alto Comando ejecutan a ciegas cualquier orden o sugerencia emanada del “jefe”.-Organizamos una gira... entrando por el sur... y en algún lugar ad hoc se le asalta... y cae bajo las balas asesinas... - El "califa" ríe nerviosamente. -Peligroso... peligroso. .. La masa siempre custodia a sus líderes. . . - ¡Pamplinas!... Le colocamos media docena de "discretos" que no permitan que nadie se le acerque demasiado para mejor cuidarlo, y uno de ellos cumple la orden al menor descuido. Todo es cuestión de organización. -Brutal... -sentencia otro líder. (Además, la desaparición del "pibe" pretencioso y petulante, abre muchas posibilidades a los que le ven la ambición de suceder al "jefe". No está mala la idea...). -¿ I el “jefe”?... ¿Qué diría el “jefe”?... - Al "jefe" me lo trabajo yo... déjenmelo a mí... no intervengan ustedes. No hay que olvidar la situación política cada vez más difícil. Cualquier Sacrificio es poco para conseguir levantar los "bonos" del partido. Puede ser el "pibe", puede ser otro líder cualquiera... (los tres líderes se miran de reojo, inquietos)... puedo ser yo, inclusive... -Sólo que tú eres el que piensa en estos drásticos remedios y el "jefe" no podría aceptar tu auto eliminación... - Hago lo que puedo... Mi único anhelo es salvar al partido... -I... ¿crees que el "pibe" carece de olfato?.. -A no ser que alguien se lo sople... (I mira desafiante a los tres líderes entre los cuales hay uno del que desconfía, por su amistad con el "pibe"). - ¡A quién se le ocurre!... Sería una infidencia... -I las infidencias de esta clase se pagan con el silenciamiento... - sentencia el "califa". Cuando el “jefe” se entera del proyecto, prorrumpe en una ruidosa carcajada. ¡Qué diabólico es este Miguel! Machiavello se queda chiquito... Todos ríen festejando la ocurrencia. -Pero, ¿y las consecuencias?.. - pregunta el "jefe" en un ex-abrupto -El alza inmediata de los “bonos” del partido... - replica rápido el "califa". - ¿Crees tú eso? . . . No olvides que la reacción es muy astuta y que ataría cabos. Una exhaustiva investigación policial podría poner las cartas al descubierto... I entonces, ¡qué escándalo!... ¡I qué choque dentro de las propias filas!... -Pero "jefe", las cosas se hacen bien hechas. No se dejan huellas No vamos a confiar en cualquiera... ¿Acaso lo de Garmendia?.. La Trampa / Magda Portal

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-Chitón. .. -ataja el "jefe"- ese es un asunto que todavía quema. No se ha dicho la última palabra... -No quedaron tarjetas de visita... -No, pero hay demasiados complicados... - ¡Hum!... ¿No será un poco de sentimentalismo, "jefe"?.. - bromea el "califa". - Tal vez, algo hay de eso... pero, déjame pensarlo. Voy a consultar con Perico... el tiene más sentido común que todos ustedes - I rubrica su argumento con una ancha sonrisa. - ¿I si consultáramos con Eliphas Leví? - pregunta uno de los líderes, viejo aficionado a las ciencias ocultas. - ¿Está en Lima el medium? - pregunta el "jefe" interesado. -Creo que sí... lo buscamos... -No estaría mal... Quizá recibamos un consejo oportuno... Quizá... Como en el caso del coronel Villegas... - Lo malo es que los grandes remedios deben aplicarse ipso facto... Si no, se pierde el efecto... - arguye el "califa". -Consultaremos mañana. Ordénalo todo. En casa de Gachita... -No, "jefe". . . Pueden haber curiosos. Además, las mujeres. . . -Entonces en "Collahuasi"... -Más bien, pero alejando a los muchachos... esos son asustadizos. -No tengas cuidado, Machiavello... no habrá nadie... No se puede decir que alguien le haya dado el soplo al "pibe", pero lo cierto es que de la noche a la mañana, ha decidido viajar al extranjero. Se va y por algún tiempo. No ha sido ninguno de los tres líderes, que van a ser. El "califa" está seguro... pero pudo ser el mismo “jefe” que se lo ha insinuado como en broma... a pesar de los consejos de Levi... I es que al "jefe" no le gusta la sangre... Pero al "pibe" no le gustan las bromas. . .

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El mártir Son las 8 de la noche. Una mano tímida ha llamado a la puerta. Una mano que no quiere despertar los ecos de la calle. No hay timbres. Muy poca luz desvanece las sombras de la noche. Es nuestra calle pobre de este rincón provinciano, y nuestra vieja casa, refugio de tanto unionista fugitivo. Temblamos. ¿No serán los soplones? -Clara... Compañera Clara... - dice una voz medrosa, detrás del portón. Reconozco la voz. Sí, es un investigador de la policía, pero de los nuestros. Abro. Un tipo alto, blanco, asoma los ojos desorbitados. Le dejo entrar, y cierro. Pegado a la puerta, cerrándola con todo su cuerpo, me habla. -Clarita... esta noche... se llevarán a Jorge... sé que lo van a matar... Ley de fuga... La voz le tiembla y la nuez del cuello le sube y le baja nerviosamente. Hay una angustia tremenda en sus palabras. Este hombre es un confidente del partido. Jorge, nuestro gran líder obrero, al que obedecen todas las organizaciones gremiales del sur, ha caído preso. La policía quiere suprimirlo. Es un gran organizador, un batallador incansable. Se multiplica y está en todas partes, pese a la orden de apresarlo. Al fin ha caído y ahora se le va a trasladar a la capital. El confidente trae la noticia para que tratemos de salvarlo. -Clarita, es preciso hacer algo... sé que lo matarán. Pero el prefecto va a ir a una comida con los oficiales. Jorge estará solo con cuatro guardias entre las 10 y las 12. Yo también estaré. A los guardias podemos anularlos... I salvar a Jorge. -Bueno, compañero, déjeme hacer. Iré a ver a los compañeros. . . a los de defensa... Ellos tienen armas... La idea de que maten a Jorge me produce una especie de estupor que me paraliza. ¿Qué hago ahora?.. Hay estado de sitio y no se puede transitar después de las 7. .. Pero iré. Lo intentaré todo, todavía es tiempo... I salgo. Voy con mi hermanita con el pretexto de comprar medicinas para mi mamá que está enferma... ¿Por qué ha caído Jorge?.. Estaba en compañía de tres o cuatro compañeros de los recién llegados de Lima... Cumplían órdenes de entrevistarse con Jorge para organizar la resistencia en esta región... Estaban solos, en lugar seguro... Luego, cayó la policía y sólo Jorge fue apresado... Los otros lograron escapar... y ya se fueron a Lima. ¿Cómo es que dejaron a Jorge solo, sin defensa?.. Pudieron matarlo allí no más. Jorge es un líder obrero de recio temple. Su mentalidad demasiado simplista, carece de las sutilezas de los intelectuales. No es un hombre inculto, pero es demasiado rudo para admitir componendas. El ve las cosas claras y las llama por su nombre. Todos sabemos que discrepa con el Alto Comando por sus finteos de salón en el campo enemigo. Está disgustado con los líderes, porque sabe que si él no se opusiera, se habrían realizado conversaciones con las autoridades de policía. ¡En los justos momentos en que se juega la suerte del movimiento unionista!... Jorge ha llegado a pronunciar una fea palabra: ¡traición!... Ahora está preso. I yo camino de casa en casa, pidiendo a los compañeros libres que hagan algo por salvarlo. Pero, ¿qué cosa tan extraña?.. Veo caras dudosas, gestos evasivos. ¿Miedo?.. -Podemos organizar un grupo de ocho o diez compañeros. '. tenemos armas... El compañero Pepe está listo a colaborar con nosotros. Son sólo cuatro los gendarmes que lo guardan... Es fácil, compañero... casi ruego. -Pero, ¿quién nos dice que no sea una emboscada?.. ¿ Tú crees que a Jorge lo van a dejar con sólo cuatro hombres?.. - I mueve la cabeza. Es el jefe de los defensistas. Insisto. -Es que el prefecto se va a una comida con los oficiales.., Regresarán tarde, borrachos... Jorge no podría defenderse de cuatro hombres... Pero nosotros sí podemos... Hay que hacer algo, compañero... -Ya veremos... déjame actuar a mí... No muevas ésto, Clarita, déjame. ..

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-Pero es que el tiempo corre... Son las 9... Hay que organizar los grupos. Tenemos que actuar rápido... Apostar gentes que vean la salida del prefecto y los oficiales... I proceder... . -Qué lío son las mujeres metidas a revolucionarias... siempre están con sus lloriqueos... Esta es cosa de hombres, Clarita. .. Déjame averiguar todo, a ver qué posibilidades tenemos... ¿Por qué el compañero Pepe no vino donde mí?... -Qué sé yo... porque le daría miedo tu casa, siempre vigilada... pensaría que mi casa es menos peligrosa... y como sabe quien soy. .. - Empiezo a sentir rabia. -Ajá... Bueno, voy a ver a los miembros de defensa... No sé si los encontraré... con el estado de sitio... -Ya hablé con Julio y con Germán... También con Celestino... - ¿Ah, ya te adelantaste?.. . -Claro, tenía que hacer algo... El tiempo nos gana... y es la vida de Jorge la que está de por medio... -Calma, calma, Clarita... No te lo van a matar... -Déjate de bromas, Ricardo, bien sabes que estás diciendo idioteces... Jorge es para mí lo que es, un gran luchador, el mejor de todos... -No te enojes, anda tranquila a tu casa... Yo voy a ver eso. .. Para algo soy el jefe de defensa... -Sí, ya me voy... pero iré donde todos, y avisaré a todos... por si tú te duermes por el camino... I salgo. Un horrible presentimiento me agarrota las piernas. ¡Sé que no hará nada, lo he visto, lo siento!... ¿Lo dejarán matar?.. ¿Así, como a un perro rabioso?.. Ley de fuga... ¿y por qué?.. ¿Es esa la consigna?.. ¿Por qué tanto misterio alrededor de esta prisión?.. ¿Por qué nadie se mueve?.. A Jorge no lo encontraban nunca, siempre se evadía de sus perseguidores... porque todas las puertas se abrían para él... Pero ahora lo pescaron en callejón sin salida... Los demás se salvaron... y él cayó... ¿Es que en realidad Jorge estará cambiando y se habrá convertido en mal elemento? ... ¿Por eso lo abandonan? A las 12 de la noche una partida de soplones venidos de Lima, conducen en varios autos a Jorge a la capital. Por las afueras, en un lugar desértico, lo hacen bajar... Que camine. .. El se vuelve, como una fiera acorralada. - ¡Perros!... Ya sé que me van a matar... pero de fren... No consigue terminar. Diez pistolas le acribillan y su recio cuerpo se abate sobre las arenas calientes. .. ¡ Ya le nació un nuevo mártir al partido!... ¡sus palabras serán ahora bandera de unidad, de lealtad hasta la muerte!...

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Sin tiempo Para el preso no pasa nunca el tiempo. Sale el sol y se oculta detrás de los altos muros de la prisión y se empieza a perder la noción de los días. Estos adquieren entonces la dimensión de nuestra angustia. Al comienzo uno quiere contar, minuto a minuto, los días que van pasando. Se inventa un calendario y se señala los días que pasan, los meses... pero llega el día en que ningún calendario puede marcar el tiempo que transcurre. Decimos: es invierno, porque los días amanecen opacos y el sol no sale sino de vez en cuando. Porque amanece más tarde y oscurece más temprano. Decimos: ha llegado el verano, porque sentimos el canto de los pájaros antes de que nos abran las rejas de la celda y por encima de los altos muros se alza la maravilla del sol. Han llegado nuevos "compañeros". Afuera han sucedido muchas novedades. I como consecuencia, el presidio se ha llenado de presos. Al principio hoscos, intratables, sospechan de todo el mundo, y no se quieren expansionar. En todo tipo que se les acerca ven un "confidente". Luego viene el ablandamiento. La prisión amansa y modela pronto, y al cabo de poco tiempo todos nos hacemos semejantes, hablamos el mismo idioma y entendemos los mismos signos. Entonces es cuando decimos: "ya ese entró"... Antes todavía está afuera. I eso dura. Pero "entrar" libera un poco del complejo del preso. De la soledad. Han venido muchos. Diez, veinte. Hay rumores, acallados por las violentas órdenes de los guardianes, de que ha habido un levantamiento. Cuando esto pasa, los guardias se vuelven más sigilosos, más atentos a la menor sospecha. Les parece que por algún resquicio de la prisión se han filtrado noticias. Junto a mi celda han puesto a uno de los nuevos. No sé bien quién es. He logrado mirarlo a hurtadillas y lo he visto un poco viejo. Ya un hombre. Cuando los pasos de la ronda se alejan, golpeo la pared de mi celda. Dos, tres veces, con golpes rítmicos. Hago esto varias veces, sin obtener respuesta. Al fin, un tímido golpe me indica que me ha oído. Bajo todo lo posible la voz: - ¡Compañero... me oye? - Me responde con un rezongo: -Si . . . ¿qué quiere?... -Fíjese bien: no hable sino cuando sienta lejos los pasos de la ronda. -Ajá. . -¿Quién es Ud.?... -¿Yo?.. Víctor Leiva... obrero tipógrafo. -Ah... (no lo conozco). Yo soy Charles Stool... -Ah..! (exclamación de asombro). ¿Usted?... -Sí... Yo... ¿Qué ha pasado?.. Silencio. Los pasos de la ronda se acercan. Pasan. Siguen y se alejan. -Diga, ¿qué hay?.. ¿por qué tanto preso?:.. -Ha habido revolución. . . - ¿Fracasó?.. -Sí... Muchos muertos... muchos presos... . -¿I que más?... -No sé. Yo no sabía nada. Me sacaron del trabajo sólo porque era del partido. Usted sabe, las revoluciones no las gestamos nosotros, sino los líderes. Ellos dieron la orden... y la contraorden... pero el fracaso no se pudo evitar... -Ajá... así es... -Nos dieron órdenes de parar cuando llegara el momento, pero éste no llegó... Nos detuvieron antes... -¿I ahora?.. La Trampa / Magda Portal

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-No sé... Hay Cortes Marciales porque hay militares comprometidos. . . - ¿Por qué fracasaron?.. - ¡Vaya usted a saberlo!... Mala organización, qué sé yo... Dicen que hubo delación... El diálogo se prolonga, cortado a intervalos por los pasos de la ronda. Luego recomienza. Una vez más un movimiento fracasado... Si hubiera triunfado quizá no estaría a estas horas contando los barrotes de mi celda, como todos los días. Quizá.

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El castigo Se llamaba simplemente, Juan Alberto. Un nombre convertido en apellido sin duda por la costumbre de sus lejanos ascendientes judíos. Pero él era nativo del viejo solar americano, en que ya sus abuelos vieron la primera luz y no sabía de religiones foráneas, ni de credos que no fuesen los aprendidos junto con las primeras impresiones de la niñez. Ante todo, Juan Alberto era un hombre de trabajo, un artesano, con el oficio en las manos callosas, y con bastante habilidad para lograr con ellas el milagro de sostener su hogar -cinco hijos, la mujer, la madre anciana. La vida es dura y hay que luchar muy fuerte. El pobre solo tiene amplia la esperanza. I la educación de los hijos significa un esfuerzo superior a sus fuerzas. ¡Educar a los hijos! Lograrlos, como dicen los viejos, que sean hombres de bien, no ignorantes, proclives a todas las tentaciones y, sobre todo; inermes para defenderse en la lucha por la supervivencia. Pensando así sentía la saliva amarga. Ningún auxilio por parte del Estado, pese a sus cinco hijos. No era obrero, no estaba afecto a ninguna ley social. Sólo atenido a sus propios recursos y la fuerza de sus manos. A veces el cansancio le minaba la voluntad. Un dolor sordo clavado en las espaldas le hacía inclinar el cuerpo. La mujer rezongaba: -Deja de trabajar... te estás matando... ya es tarde, Juan. -No, María, no es nada. Un poco de cansancio. Tengo que terminar. Ya pasará. -Eso dices siempre. I yo te veo cada vez más flaco, cada vez más pálido... Si tú te mueres, ¿qué será de tus hijos? ... - la voz era dura, cargada de dolorosos reproches. - Tonterías, mujer, esto pasa. Primero es la obligación... Hazme un poco de bebida caliente para la hora de acostarme... -Bebida caliente... como si eso fuese remedio... I la hora de acostarse era bien entrada la noche, pues debía terminar la tarea empezada. Sólo así podía conseguir el íntegro del diario y de los gastos de la casa. Juan Alberto se había hecho unionista por tres razones: primera, porque era un partido de su clase, y uno debe estar en lo suyo; segunda, porque hablaba de justicia para todos, de una vida mejor, de educación gratis para los hijos, mejores salarios, leyes sociales; y tercera, porque era del mismo pueblo natal que el "jefe" y eso ata mucho. Se sentía como parte integrante del "jefe" mismo. Más favorecido que los otros, pues era su comprovinciano. No, el "jefe" no era distinto a él. Juan Alberto lo sentía como un amigo, como un hermano. Tenía por el "jefe" un afecto entrañable, algo así como si siempre hubieran estado juntos, pensado los mismos pensamientos, luchado por los mismos ideales. I él creía que el "jefe" le correspondía. ¿Qué importaba que el "jefe" fuese de familias más distinguidas? Eran como Juan Alberto, pobres, paupérrimas, si les decían "las traposas" por la vejez de sus vestidos, lucidos en misas y ceremonias pueblerinas. A él no le hacía nada la diferencia de clases, pues el unionismo proclamaba la igualdad social y Juan Alberto sabía comportarse. También él tenía su cultura. Ahora le habían hecho llamar de la Secretaría de Disciplina para notificarle que el "jefe" estaba sumamente disgustado con él. Motivo: su defensa ante un comité de barrio de una muchacha unionista, a quien se acusaba, según él, injustamente, de haber cometido un acto reñido con la disciplina del partido. No se alarmó. Ya se aclararía. Estaba seguro de que el "jefe" le daría la razón. Pidió subir a verlo.

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Media hora de espera y entró en el despacho del "jefe". Este tardó en levantar la vista del alto de papeles que tenía delante en su escritorio. Primero dirigió la vista" a un joven que estaba a su lado, a la expectativa: -Dile a Pedro que cuando llegue Enrique, lo haga pasar de inmediato. I tú, prepárame esas cartas para los comandos de región, que deben salir esta misma noche. Juan Alberto siguió esperando. El "jefe" tenía mucho que hacer. Es muy grande la responsabilidad de dirigir un partido. Le miraba con esa profunda simpatía y admiración que le inspiraba este hombre, tan dedicado a la acción partidaria. Pero no se sentía obligado a rendirle ningún homenaje. El muchacho estaba rígido, con los pies juntos, esperando que el "jefe" terminase. Era penoso verle en esa actitud, como si estuviera ante un jefe militar. Esperó. -¿Qué te trae aquí? - dijo el "jefe" sin mirar a Juan Alberto. -Creo que tenemos que hablar... por lo de Clarita... -Ah, sí... -se dirigió luego al muchacho, aún rígido -¿qué esperas? Sal y cumple con lo que te estoy ordenando. El muchacho saludó y salió rápido. Luego, sin darle importancia, continuó con Juan Alberto: -Es absurdo que te enfrentes a la disciplina unionista por defender a una mujer.." Tú, un jefe de sector, un viejo militante. -Me asombra lo que dices, compañero. No se trata de una mujer. Se trata de una compañera. . . -¡Pamplinas!. . . ¡qué compañera, ni qué niño muerto! Es nada más que una mujercilla metida en política y que pretende dar normas al partido. Me cargan las mujeres. -No creo que la compañera Clara te haya ofendido, ni faltado a la doctrina. -Pero se atreve a dar consejos... - dijo esto, subrayándolo con sorna. -Me parece que le asiste el mismo derecho que a cualquier afiliado. -Solo que lo que ella pretende es que yo hable con el agente de los socialistas, y ya sabes en qué concepto tengo yo a ese partido. - ¿I qué mal hay en que converses con ese hombre? A lo mejor tiene él algo interesante que proponerte. -No quiero ninguna clase de alianza con sectores izquierdistas. Me basta con el unionismo. -Aceptando tu tesis, escúchale y rebátele. Pero en mi opinión, creo que un jefe político debe escuchar a otro dirigente de un partido que tiene muchos puntos de contacto con el nuestro. -Error, craso error. Eso es lo que yo llamo entender las cosas al revés. No tenemos nada de común con socialeros, comunizantes, ni ningún otro credo extranjero. Somos autónomos y no obedecemos consignas importadas. El amigo de tu Clarita es un agente del comunismo internacional y por lo mismo, un enemigo. - ¿Enemigo has dicho?.. Yo creía que nuestros enemigos estaban en la vereda opuesta. Pero los que profesan doctrinas de reforma social como nosotros, no pueden ser nuestros enemigos, por más que discrepemos. - Veo que estás influenciado por esas doctrinas... Tus muchas lecturas... Eres de los que discuten. -Naturalmente, "jefe", es mi derecho y mi deber. Si no te dijera mis opiniones, estaría faltando a mi lealtad contigo, con mi "jefe" y mi hermano. -Ah, sí, pero estarías dispuesto a discutirme en plena asamblea, porque los "doctrinarios" como tú, no miden las consecuencias de ciertas actitudes. Debes saber que yo he forjado este partido de la nada y que soy responsable por su vigencia y su grandeza. Por consiguiente, no admito que se me discuta, ni se me recorte autoridad. Juan Alberto le oía estupefacto. Su intransigencia llegó a darle miedo. No lo hubiera creído jamás. Se le estaba revelando un nuevo hombre, como si hubiese echado abajo una careta. No se le ocurrió nada. -Estoy desconcertado, dijo, me parece que me he equivocado al juzgarle. Yo creí que en un partido de organización democrática, como tantas veces hemos proclamado, había el derecho de autocrítica, para afianzar nuestros principios, nuestra doctrina. .. Opinar no es un delito. -Autocrítica, democracia, doctrinas... palabras, palabras y palabras. Demasiado sabe Ud. que la cabeza soy yo y que nada se hace en el partido si yo no lo organizo, lo planeo y lo ordeno. -Entonces, “jefe”, ¿el partido es usted? - preguntó un poco en broma. La Trampa / Magda Portal

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-Ni más ni menos. Eso deberías saberlo ya y no asombrarte - su voz era desafiante. Juan Alberto debió enrojecer. Midió el efecto de sus palabras. -Ahora soy yo el que le dice, compañero, que el partido no es usted, sino la masa, los dirigentes de grupo, hombres y mujeres, todos, el pueblo que ha formado este partido. Usted será el jefe, al que reconocemos su capacidad de trabajo y su dirección, pero el partido no podría existir sin la masa, sin todos nosotros, sus anónimos componentes. El partido no es usted compañero, y si así fuese, yo no estaría más en el partido. -¿Eso quiere decir que serías capaz de renunciar? ¿Acaso no sabes que en el partido no hay renuncia, sino expulsión?.. - El "jefe" se había levantado violentamente de su asiento y casi rozaba con las palabras a Juan Alberto. Este se apartó, con gesto de repulsa. Pensó: a esto nos ha llevado la adulación, el endiosamiento que se ha hecho a este hombre. -Me aparto, dijo, no puedo aceptar semejante tesis. Si estaba equivocado, no sería honrado de mi parte que siguiera en error. - Ah, te pesará... A dónde irás que no lleves la marca del partido... El “jefe” empezó a recorrer la habitación a grandes trancos. Estaba frenético, como un histérico. Alzaba y bajaba los brazos, gesticulando airado. Parecía que le habían inferido un gran insulto. Juan Alberto se dirigió hacia la puerta que se abrió de inmediato, apareciendo casualmente el secretario y valet del "jefe". Se cruzaron sus miradas y leyó claro el odio del subalterno que sin duda había escuchado toda la discusión. En su interior rumiaba sus palabras y las palabras del “jefe”: atreverse... discutir... el partido soy yo... y luego el cerrarse de la puerta con absurda violencia. Bajó las escaleras y siguió por el patio hacia la salida del local central del partido. ¿ Sería ésta la última vez que lo pisaba?.. ¡La última vez! ¡I cómo había amado este lugar poblado de voces fraternas, de compañeros, de viejos luchadores! Aquí se enterraba su esperanza. Ahora a luchar solo, a brazo partido por el pan y la vida para los suyos. No vio a los compañeros que conversaban en grupos, no vio a nadie. No había sino él, en un comienzo de soledad infinita. Tosió. Le ardía la garganta y el dolor del pulmón se hizo más agresivo. No, había que vencer, había que superarse. El partido era él, el "jefe", claro que sí, ¿no ven ustedes cómo he tenido que dejarlo, salirme, rendirme, solo, sin nadie que me diga: voy contigo?.. Tenía razón, no hay tal democracia, ni tal autocrítica... ¡pamplinas! I la pobre Clarita, con sus ímpetus de mujer joven, ¿tendría también que someterse o salirse como él a sufrir sola su impotencia? Pero, ¿Y las consecuencias de su actitud? ¿No sería desmoralizador para la masa? ¿Cómo explicarla? ... Hubiera querido regresar. Volverse. No hay más unionismo. Eso se acabó. A pensar en otra cosa. El cielo estaba alto de estrellas. La noche fría penetraba en los ojos, en los poros. Juan Alberto sentía una extraña satisfacción de ese frío, que le calmaba el calor de la cara y las manos. Caminó por las calles ahitas de sombra. Vivía en una calle solitaria, en un barrio pobre, lleno de humedad. Cuando llegó, su mujer le esperaba como siempre, levantada. Tiritaba. -Alcánzame mi bebida caliente... voy a acostarme. -Debes sentirte muy enfermo - dijo por todo rezongar. Esa noche tosió mucho y mezcló su tos con su rabia. Todo se había desmoronado en unos cuantos minutos. ¿Estaría él equivocado? Días después, alguien le dijo: hay que darle tiempo al tiempo. Ya les pasará y vendrán a buscarte. Te necesitan. En la seccional todo el mundo pregunta por ti, que si estás enfermo, que por qué te has alejado... Pero pasaron días, semanas y no vinieron. Hasta que una noche. . .

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A ese barrio no llegaban nunca los compañeros de automóvil, solo los de ómnibus o tranvía. La sórdida miseria aleja a los más heroicos. Sin embargo, esa noche Juan Alberto sintió el rodar de un auto que se paraba en la esquina de su casa. Sobresaltose. Tocaron a la puerta. Eran golpes urgentes, como los de los cobradores. No salió él, mandó al mayor de sus hijos, su Héctor, de 15 años. El muchacho salió y volvió con el recado. -Te buscan, papá, son unos compañeros. . . quieren hablar contigo en la esquina. . . Dicen que salgas. . . Se asombró. ¿Por qué afuera? Que entren... Siempre han entrado. -No, dicen que no van a entrar. Son tres. Te esperan. -¿Quiénes son?... -No les he visto bien la cara... creo que uno de ellos, es el “zambo”... Sintió como si las piernas no le obedecieran y la sangre le bajó de la nuca hasta enfriarle los pies. No tuvo tiempo de pensar. Salió, No digan que soy un cobarde. Su hijo quedó adentro, alerta. De repente un grito sordo y un golpe seco al caer un cuerpo pesado en el suelo, El muchacho sale despavorido y quiere gritar y sólo siente un mazazo en la cabeza y rueda sin conocimiento, Le han partido el cráneo, mientras su padre agoniza con una puñalada en el pecho. Así termina sus días un disidente unionista. Juan Alberto ha sido castigado.

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La noticia La noche es la mejor amiga del preso. Cae como una manta negra sobre sus laceradas heridas. La noche no es sólo para dormir, para reposar las fatigas del día. Es sobre todo, para rumiar los pensamientos, los deseos, las angustias de las 12 horas de luz, bajo la mirada de los guardias y las voces de orden de los carceleros. La noche es la soledad, es estarse al fin con uno mismo, lejos de los forzosos compañeros, que se le quieren meter a uno hasta en el alma, y que le cuentan a uno una y mil veces su "causa", sus secretos más íntimos, sus más repugnantes necesidades. Tendido sobre el camastro de la celda, Charles Stool deja correr sus pensamientos. ¿I si todo fuera un sueño, un mal sueño, una pesadilla?.. Cuántas veces ha pensado lo mismo... Cuando era niño, bueno, niño exactamente no, sino un muchacho de unos 12 años, leyó un cuento, no recuerda cómo se llamaba. Pero era así: un príncipe joven, impaciente, deseó alcanzar de una vez la felicidad. Su hada madrina le presentó un carrete en el cual estaba envuelto el hilo de su vida. El príncipe tiró el hilo y su padre murió, y él fue rey, y gobernó su país, y se casó y fue feliz. Pero el príncipe impaciente seguía tirando del hilo para saber más y más, y se produjeron guerras y hambrunas, y tuvo que pasar grandes calamidades. I seguía tirando del hilo del carrete y murió la reina, y sufrió grandes dolores, y de repente vio que el hilo estaba llegando a su fin. Entonces, desesperado llamó a su hada madrina y le rogó que volviese a enrollar el hilo en el carrete allí en donde estaba cuando él le pidió acelerar el tiempo para alcanzar de una vez la felicidad. Oh, si fuera posible, si nada hubiese sucedido... Si se pudiera volver a empezar. Pobre madre, incapaz de comprender el dolor del hijo... I el padre, en una lenta agonía, aislado del mundo, su padre al que no ha vuelto a ver desde que se fue de viaje, cuando él estaba libre aún... cuando nada había sucedido. Toda su casa es una ruina.. Aunque no se lo dicen, lo adivina, lo sospecha, lo entrevee en las medias palabras de su madre o de sus hermanas. ¿Por qué tuvo que comprometer a toda su familia?.. ¿I por qué los inocentes han tenido que pagar las culpas que no han cometido?... Penitenciaría de Lima. Los años resbalan como piedras sobre el túmulo de mi corazón... ¿Cuántos?.. Ya no hay calendario para mí, que vine con los cabellos negros y hoy sólo tengo una hirsuta corona gris, sobre mi frente de penado. Los que me indujeron a matar me han olvidado. Ya no cuento para ellos. Ah, sí, soy un peligro, el peligro de que pueda decir por qué maté, quien armó mi mano. Por eso todas mis tentativas de evasión han fracasado y, por último, me han remachado más, haciéndome aparecer como asesino de un guardia. Yo que corría por delante, ¡le disparé un balazo de carabina a la espalda!... Pero no importa. si llegara a salir, si llegara a salir... Ahora sólo me queda el recuerdo. Soy un barco de velas anclado en la soledad rocosa de un mar desconocido. Baten a mis costados las olas de la desesperación y, a veces, no tengo ni el alivio del sueño. Yo fui un hombre. Tuve ilusiones. Tuve fe. Creí en el amor, en la justicia. Hoy no creo en nada. Náufrago de mí mismo, no he conocido ni el amor... I todavía vivo. El primero tiene la cara llena de verdugones. Dice que le picó la uta en la sierra. Ahora se venga en los presos su fealdad. Siente un extraño placer haciéndonos daño. Nada mejor para él que traemos las malas noticias. Que avisaron de su casa que su hijo tuvo un ataque de meningitis. Que a su padre lo atropelló un camión. I así, con la fila de dientes blancos como choclos, da las noticias, igual que si le fuera a decir a uno: alístese, está libre. La Trampa / Magda Portal

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Hoy ha clavado sus ojillos minúsculos en mí. I no sé por qué, me ha recorrido un escalofrío. Se llega a poner uno tan susceptible en la prisión. -Oye tú, 613, a ver, cuádrate... Todo mi ser tiembla. Siento que me sube la sangre. No es odio... ya no lo odio... es... temor... -El Director dice que te presentes. -I guiñándome el ojo- te tiene un notición... pero quiere dártelo él mismo. Camino a la Dirección. Camino, me flaquean las piernas. No, nada bueno ha de ser, es imposible. I de repente, ¿y si fuera la libertad?.. Casi corro hasta llegar a la puerta. El cabo me anuncia. Entro. -Stool- dice lento el señor Director. Me cuadro. Su cara es seria. - Tengo una mala noticia para Ud. -Sigo mudo. Un nudo me estrangula-. Su padre... -¿Ha muerto? - pregunto al fin. -Sí... ayer... ¿Sabía Ud. algo?.. -No, señor Director. -Es todo... -¿Es todo? -Lo siento, Stool... cosas de la vida. -Gracias, señor Director. - Me cuadro. Salgo. No lloro. Quisiera correr, gritar, maldecir. Pero no hago nada. ¿I yo?.. .¿Por qué no muero yo?... En la cuadra está el primero diciendo bromas sucias a los presos. Me mira con su sonrisa torcida. Siento que le hundo los dedos en la garganta hasta cortarle la respiración. Pero no hago nada. Camino, voy a los retretes. Allí me hundo en la pestilencia del cuchitril y me encierro. Luego vomito hasta mezclar mis lágrimas con los últimos restos del líquido amargo que me sale de la boca. I sollozo. Pero nadie lo sabe, oh, Dios, nadie lo sabrá...

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Contragolpe Alisándose el fino bigote, el "pibe" sonreía. Se le nota entre irónico y preocupado. Lo que le había contado su confidente era cierto, no cabía la menor duda. El coreo de brujas funcionaba a las mil maravillas y los chismes son moneda corriente en el ambiente limeño. Es la especialidad del “jefe”. "¡Hacerme esas cosas a mí, los muy conchudos!", monologaba entre sí, mientras se paseaba por la sala de su casa. A decir verdad, no la esperaba. Pero no está fuera de sus tácticas -no-. Yo sería la víctima de la oligarquía para la publicidad partidaria, pero el chivo expiatorio de sus errores y sus fracasos para los que sabemos cómo da traspiés el Alto Comando. De nada les ha valido sus finteos de acercamiento al gobierno, entre adulón y amenazante. El usado chantaje de la fuerza popular se ha visto que ya no surte efecto. Los que manejan la cosa pública están bien despiertos y saben de que pie cojean los dirigentes unionistas. Pero... ¡liquidarme a traición! No, esta vez no les saldrá bien la maniobra. Gracias, hermano, te debo la vida... mirando al vacío, pensaba en el camarada leal. Tomó el cigarrillo, a medio arder, del cenicero y aspiró lentamente. Un gesto de decepción le torció la cara. Sus proyectos, sus ambiciones, parecían disolverse en la nada. El segundo en el triángulo y ahora tan cerca a la caída. Pero mejor derrotado que muerto... Se rio. Ya verán esos cretinos lo que les espera... No soy de los que se dejan agarrar por la espalda. Adentro, Nelly revolvía cosas tarareando una canción de moda. Llamó. -¿Qué haces, mujercita? - La voz de la mujer le responde desde la otra habitación: -Hoy no vino la chola y todo está en desorden... -No te afanes... Tenemos que preparar maletas... -¿Cómo dices? -Como oyes, viajamos en una semana máximo... - ¿Otra vez?.. ¿I adónde ahora? - A Buenos Aires... - ¿ Te resolviste al fin?... Su voz es un poco esperanzada, ese viaje tan postergado... -Sí, sí... eso es...Acabo de resolverme. Nos vamos por un mes o dos, o lo que sea... Su voz es dubitativa, pero urgente. -¿Qué te pasa, Edgar?.. te noto raro... - ¡Si supiera! - Ya te contaré... pero lo que es viajar, viajamos... Nelly está acostumbrada a los cambios de humor de su marido pero nunca le ha notado tal urgencia en la decisión de viajar. Ayer no más, ante la orden del partido de mandarlo en gira por el sur del país, le notó cierta resistencia. Luego aceptó como parte de la labor proselitista que debían cumplir los dirigentes ante los afiliados del país. I ahora salía con que nos vamos a Buenos Aires... -¿I cómo se te ocurrió el cambio de ruta?..-pregunta curiosa e ingenua. -Ah, cosas de la política... hoy se decide una cosa y mañana otra, por convenir así a los intereses del partido - lo dice con marcado tono zumbón. I ella: ¿El "jefe" cambió la ruta?... -Esta vez no fue él sino yo... Y más seguro- Alguna vez he de ser yo quién diga la última palabra.- Mira a su mujer con intención, pero como si quisiera que no acabase de entender. ¡Ah!... Nelly no se convence. Si su marido ha tomado la decisión de cambiar las órdenes del Alto Comando, ha de ser por algo más serio. El "pibe" termina de vestirse y, muy de prisa, urge a su mujer. -Dame tu pasaporte que voy a revalidarlo... Ahora mismo. Nelly se apresura a buscarlo en su cartera de viaje. -Justo, aquí está... - La emoción la embarga. -Chau, voy a ver los pasajes... Iremos a Santiago, ahí estarás con tu gente I chitón, ni medio palabra a nadie... ¿oíste?

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Nelly asiente con la cabeza, mientras un sentimiento de angustia le contrae el corazón. ¿A quién preguntarle?... No. El "pibe" es violento y si llegara a saberlo, puedo provocar su cólera... Pero este viaje... así, tan de repente... I así, a los pocos días, el "pibe" y su mujer enrumban a Buenos Aires, por una urgencia inesperada, la enfermedad de la madre de Nelly, qué se yo, pero impostergable...impostergable... I se queda entre los buenos propósitos la eliminación del "pibe", tan laboriosamente organizada. Habrá que pensar en otra cosa... y pronto.

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El asedio

Mariel ¿te acompaño?... Vas demasiado sola y ya es un poco tarde. -Bueno, ya está, Enrique. Vamos, pues. -Enrique es un viejo luchador, de los más antiguos, como hermano de todos. A Mariel la conoce desde la Universidad. Han sido siempre buenos compañeros. Ahora él está casado. Ella... bueno, tres fracasos sentimentales, y una especie de repugnancia física por el amor. - Mariel, ¿por qué estás tan sola?.. ¿no crees que necesitas un poco de... bueno, de afecto, de cariño? ... - ¿Yo?, no. No me hace falta. Estoy bien así, -ríe. (No es cierto. Mariel pasa largas horas de la noche desvelada y muchas veces no es por el partido, ni por sus propios problemas económicos. Un vacío desolador, una soledad que nada llena, la hacen moverse desapaciblemente en la cama. Sí, tres fracasos sentimentales... ¿I qué importa?.. Es joven, ¿por qué sentirse concluida?.. ya se recuperará...) - Tú eres una mujer libre..., eres revolucionaria... no creo que tengas prejuicios... -No, pero no creo que haga falta. -Si tú quisieras... La mano de Enrique le tiene tomado el brazo y se lo aprieta reveladoramente. Su cuerpo se junta al de Mariel. Esta se sorprende. -¿Qué... qué te sucede?.. - Mariel... yo... bueno, ¿por qué no tú y yo?... -concluye cínico. - ¡Estúpido! Y yo que he había creído otra clase de hombre... I bruscamente se da la vuelta y se aleja en dirección contraria. No, no es que se sienta ofendida como una niña pura. Se siente herida en lo más profundo de su dignidad. I Enrique no es el único. Ya otros de sus viejos compañeros le han hecho proposiciones semejantes aunque todos tengan mujer y éstas sean amigas de Mariel ¡Qué asco! Pensar que ella los había situado por encima de cualquier sospecha. Pero ninguno de ellos le ha dicho: ¡te amo! En ninguno ha visto sinceridad. Sus proposiciones son las del que quiere saciar un apetito de momento. Una vez Manuel la miró de arriba abajo, la midió entera. Luego se le acercó y en un descuido de los demás -más lejos estaba su mujer- le lanzó el insulto: "estás apunto... ¿Por qué te niegas?. ." Hubiera querido abofetearlo, pero sentía horror al escándalo y más en el partido. Se limitó a contestarle: "Si sigues, se lo digo a tu mujer..." Luego se alejó con las lágrimas reventándole en los ojos. ¡I éste, al que nunca hubiera imaginado capaz! Tan tímido, tan sin personalidad, atreverse... ¿Es que ella debía ser la presa fácil de estos tipos, tenidos por modelo de corrección, de moralidad, de disciplina?.. Una rabia sorda le mordía el pecho. Quisiera poder escupirlos. I no es por escrúpulos puritanos. No, Mariel no tiene prejuicios, cree en la libertad, en el amor. Pero así no. Ella cree en el amor. Por eso Mariel tiene fama de hosca, de ríspida, de orgullosa. I esa fama se extiende hasta crearle una atmósfera incómoda. Es que siempre debe estar defendiéndose, alerta. I su sonrisa no puede ser todo lo amplia que quisiera para que no vaya a ser interpretada como una invitación. A veces piensa que se mueve entre fieras listas al asalto.

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Mujeres En el partido hay muchos tipos de mujeres. Las mujeres humildes, esposas de obreros, obreras ellas mismas, trabajadotas de fábricas o talleres, o el numeroso gremio de las empleadas domésticas, con labores superiores a las 10 horas de trabajo. Vienen luego las mujeres de la clase media, empleadas de comercio, o funcionarias en las reparticiones de Gobierno, maestras, estudiantes, profesionales pobres. Estas son las auténticas "unionistas", que se han inscrito en el partido con la esperanza de ser reivindicadas por él en sus aspiraciones económicas. Muchas también por sus aspiraciones políticas. Pero hay otro tipo de mujeres, extra partido y que, sin embargo, ocupan lugar preponderante en él: son las esposas, parientas o amigas de los líderes. A éstas, el grueso de afiliadas, las miran como a "damas",vale decir, la aristocracia del partido. A las mujeres unionistas Mariel sabe el trato que hay que darles: sencillo, sin complicaciones, dentro de las normas democráticas. Sabe lo que necesitan y ella, en su calidad. de líder, procura que en el partido reciban la instrucción necesaria a fin de que se capaciten para la lucha por la conquista dé sus derechos. Con las "damas unionistas" se siente un poco incómoda. Requieren otra clase de trato, más frívolo, más de acuerdo con su posición. Con todas se tutea en plan amistoso, pero no las siente en realidad amigas. A las "damas unionistas" les preocupa más... la hora que terminarán sus maridos sus conferencias políticas, que lo que pueda estarse discutiendo en ellas. Cuando las "damas" llegan a los locales del partido, el pueblo les abre paso. Es que vienen portando sus elegantes vestidos y sus costosas joyas. A Mariel le parece un poco ofensivo llevar semejantes indumentarias y exhibirlas ante el pueblo mal vestido. Prefiere usar sus vestidos más sencillos y, si ha de tocarse con un sombrero, siempre lo hará con una boina. Entre las damas unionistas destaca, por su especial peculiaridad, el grupo de las más allegadas a los líderes. La esposa del médico del "jefe", semiculta, intrigante, con femeninos arrestos de líder. Le gustaría llegar a ser "alguien", pero no le agrada la compañía de la plebe. No está dispuesta a tener que juntarse con su criada y que ésta le llame "compañera". A la esposa del médico se le deben señalados favores durante la persecución. El "jefe" ha sido su huésped obligado. Ella ahora piensa que debe ser justamente recompensada. Otra de las damas unionistas es la mística. Ya madura, sus ojos viven pendientes de los menores deseos del "jefe". Emparentada con un líder destacado, su situación es altamente importante en el partido, pero no le sería fácil arriesgarse a contemporizar con las mujeres unionistas. Carece del tacto necesario para identificarse con ellas. La mística habla muy suavemente de todos los temas, pues ha incursionado en menesteres políticos durante su juventud. Pero siente que los años le caen encima y que no ha logrado despertar los sentimientos que la hubieran librado de una amarga e indeseada soltería. En el fondo de su corazón siente un profundo rencor contra todas las mujeres que la aventajan en juventud que están en condiciones de vivir su vida.

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A la mística es fácil descubrirle, en el rictus de la boca y en el gesto desprevenido, una infernal pincelada de odio que le sube a la cara como una oleada de sangre. Cuando se ve descubierta, se pone de nuevo la máscara de la sonrisa humilde y de la voz monjeril. La profesional es el tipo de mujer arribista, inteligente, poco preparada, pero capacitada en asuntos de organizaciones gremiales. Ha llegado al partido ansiosa de figuración, y se ha encontrado con que para alcanzar un puesto directivo hay que pasar por la escuela de capacitación que dirige Mariel. Esto la cohíbe, pues ella se siente con condiciones suficientes para actuar de líder. Una media docena de "damas unionistas" forman el grupo básico de la aristocracia del partido. Estudiantes, profesionales, maestras de mayor rango social les hacen eco y las estimulan en su actitud un tanto rival de las unionistas del montón. Estas unionistas -no inscritas, muchas de ellas- son las que organizan las kermeses, fiestas de caridad, repartos de juguetes, etc. etc. que se realizan en el partido, imitando a la gran burguesía y tratando de captarse a la masa. Ellas piensan que ésta es la tarea más importante de la mujer unionista. Otro grupo sirve de contrapeso a éstas. Las que, seguras del alto cargo que ocupa Mariel, creen que su mayor provecho lo obtendrán sirviéndola y adulándola. Procuran rodearla lo más cerca posible, adivinarle el pensamiento y estar alertas a sus deseos. Son humildes y están listas a cumplir toda clase de órdenes, siempre que emanen de la directiva femenina, bajo el control directo de Mariel. Figuran aquí elementos de la clase media, en especial, estudiantes, dirigentes obreras, mujeres de los líderes menores o sublíderes. Estas mujeres están en puestos de confianza dentro de las organizaciones femeninas, representan a Mariel ante los comités de barrio y le sirven de secretarias en las diversas secciones de las que consta la organización de capacitación femenina. Son útiles trabajadoras, activas, pero llenas de tremendas ambiciones personales y de pequeños celos entre ellas mismas. La indiscutible autoridad de que goza Mariel impide que surjan discrepancias más ostensibles entre este grupo de mujeres unionistas. Otra cosa es la masa femenina del partido. Disciplinadas, en su mayoría incultas, siguen la marcha de la organización sin discusiones. Su participación, enteramente pasiva, es de esponja o boca hambrienta, que recibe sin tasa ni medida el alimento espiritual de las palabras de fe vertidas por los líderes. Son las que aumentan el número en las grandes manifestaciones unionistas, las que acompañan a los muertos y les llevan ofrendas florales, las que cantan y las que aplauden. Las que visitan a los presos o caen presas ellas mismas, y sufren vejaciones como no podrán sufrir jamás las "damas", para quienes no se ha hecho la prisión, excepto las demasiado destacadas, como Mariel. También están en este grupo amorfo las heroínas silenciosas, anónimas, que mueren de hambre, de miseria, perseguidas, y sin rendirse. Para ellas no habrá cenotafios en el partido. No son sino mujeres. Las mujeres son los muros de contención en las grandes avalanchas persecutorias. Las que envueltas en sus ropas llevan y traen armas, misivas, órdenes peligrosas. Las que no piden nada ahora, sino mañana, mañana, cuando amanezca un nuevo sol que alumbre el camino de todos. Ahora Mariel se siente un poco desconcertada. Las "damas unionistas" le han armado una pequeña intriga con el "jefe". I han salido ganando. Al "jefe" le gustan los chismes. I ella se siente impotente para repeler los golpes bajos. No sabe luchar en terreno a desnivel. Prefiere no defenderse. Pero siente una especie de malestar, como si se fuera desmoronando un castillo de naipes ardorosamente levantado. I es que en realidad, Mariel no conoce a las mujeres. Su trato con ellas ha sido siempre muy superficial. Por lo general, ha tenido amigos. Con los hombres se ha sentido mucho más cómoda, ya que éstos han sido compañeros en su vida de estudiante o luchadora social. Alguna vez en una fiesta de camaradería -se celebraba su cumpleaños- en la qué sólo había dos mujeres y una docena de hombres- poetas, artistas, escritores- uno de los concurrentes, médico y poeta, propuso que todos pronunciaran un brindis. Era una noche alegre de hermosa recordación. Cuando le tocó su turno al ocurrente, éste pronunció, con énfasis especial, estas palabras: ¡Mariel, que te maldigan las mujeres!"...

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Que extraña impresión le produjeron a ella, mientras el resto de amigos celebraba la ocurrencia y continuaban brindando. Es verdad, no la quieren las mujeres. ¿Es que su carácter despierta resistencias? Es que en realidad es ella tan distinta a las demás mujeres que no puede encontrar espíritus afines entre las de su sexo?... Lo cierto es que Mariel no es igual a ninguna de las unionistas, sin que ella se sienta por encima ni por debajo de las mismas. Quizá demasiado introvertida, ignora la forma de la frivolidad que es el clima que mejor les viene a las mujeres. Por lo menos, a la mayoría. La intriguilla que le han armado ha levantado una pequeña tempestad en el seno unionista. Su orgullo y su sorpresa le impiden hacer aclaraciones. Se abstiene, apenada y asqueada. Son las piedras del camino, en las que tendrá que golpearse los pies.

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613 Ahora es la tarde. Nos van a encerrar. Cada uno en su respectiva celda como todos los días. Nos alinean para contamos. Nos llaman por nuestro número. Cada uno de nosotros somos un número. Yo soy el 613. 613. Aquí no nos dicen nuestro nombre. Somos simplemente un número. Yo soy el 613. De tanto oír mi número, he llegado a olvidarme de mi nombre. ¡Si hasta por momentos me suena raro! Cuando llegué estaba desocupado el 613. Su anterior propietario había muerto, un alemán condenado a 20 años. Entonces me lo dieron a mí, me lo pusieron sobre el pecho. Como un objeto. Una cosa más en esta feria de dolores, de maldiciones y rencores. ¡E1 613! Ahora ya empieza el silencio. Nadie puede hablar, pues es severamente reprendido por los guardias. Sólo se oyen las voces de orden. Nos cuentan, nos registran, nos alinean. I luego, un, dos, un dos, un dos, desfilamos a nuestras celdas. Diez números más alla queda el poeta Santiago Spurio; es el 626. ¡Pobre poeta, acusado de un atentado que no cometió! Se la pasa contando las nubes que cruzan nuestro desvaído cielo y los escasos gorriones que a veces, vienen a formar sus nidos en los arbolitos del penal. Tiene unos ojos tristes, de llama serrana, y aunque no se lamenta, toda su actitud es una queja. Pienso que siempre tiene miedo. Cuando le dicen su número, tiembla, se le ve en los ojos. Ya entramos en la celda. Nos encierran. Doble llave a la reja de hierro. La celda tiene dos metros de largo por uno y medio de ancho. Al lado izquierdo la tarima arrimada a la pared, al otro lado, un banco. Al rincón, una lata. No hay nada que hacer. Arriba, en el techo, un foquito de luz, tan miserable que arden los ojos cuando uno quiere leer algún trozo de diario arrugado que nos trajeron de nuestra casa con alguna golosina. Me tiro al camastro y pienso. El tiempo corre sin prisa, minuto a minuto, como un hilo de agua delgado que saliera de una oculta canilla. Cae despacio, sin ruido, lentamente. La precaria luz del atardecer van haciéndose más tenue, y la noche invade los rincones que apenas alumbra la lamparilla de luz. Poco a poco el chirriar de las llaves se hace más lejano. Los oídos se aguzan y empiezo apercibir. En el ancho silencio, sólo el pitear de los guardianes. Sin embargo, afuera hay ruidos, traqueteo, idas y venidas. La prisión está en plena ciudad, pero sus muros son de piedra. Escucho. Deben ser ruídos de autos que cruzan, bocinas que resuenan. Los ruidos se tamizan y llegan muy lejanos. Pero los oigo. Oigo las bocinas, sobre todo, con su ulular agudo, urgente; Quienes irán dentro de esos automóviles? Gentes libres, tal vez alegres, tal vez a una fiesta. Las calles tendrán movimiento, idas y venidas, conversaciones, gritos disputas. Afuera hay vida, hay libertad. Afuera!. Todo mi cuerpo escucha. Me pongo a contar las bocinas, a reconocerlas. Esa es la misma de hace un momento. .. Esa es nueva. No, esa es la que sonó primero. Recuero que la oí anoche también. ¿Por qué pasará siempre por aquí ese auto? ¿Tendrán a alguien preso? ¿Será una señal...? ¿O será que les queda mejor este camino? ... Esa bocina es nueva. ¡Qué bien suena! Debe ser un carrito pequeño, joven. Debe pertenecer a algún muchacho alegre. O tal vez a una muchacha de mirada atractiva, de manos nerviosas, de pelo rebelde sobre la pequeña frente. . . una muchacha. .. Esa otra bocina es ronca, de auto viejo, debe ser de algún señor de edad, de chofer uniformado. I está apurado por pasar, quiere que le dejen el paso libre. .. Qué apuro, señor, todos tenemos que pasar. .. Ahora varias bocinas a la vez. .. se ha embotellado el tráfico. .. No hay un policía. . .? No hay un policía! ... imposible! : Esos están siempre en todas partes . . . pero se aturden, sí señor, se aturden con el ruido y las voces de protesta. Porque sin duda están protestando... que gracioso ...! ja, ja, ja, !!! . . . Son tontos esos policías de transito . . . ! Ahora suenan los pasos de la ronda. . . . - Oye, tú, 613 ... Estás dormido. ..? Qué te pasa . . . ? Te ríes solo. . .

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Súbitamente han cesado los ruidos en la celda. Ahora el silencio recupera su imperio. Se pierden en el corredor los pasos de la ronda. Me doy vuelta en el camastro y alejo el pensamiento. Ya no hay más ruidos de la calle. Ya no hay más bocinas. Sólo cae en la noche el piteo del guardia cada minuto. Estoy solo en mi celda y soy nada más que un número. . . 613.

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Un poeta El poeta Santiago Spurio es un ser raro. Alguien le ha dicho: tu mujer te engaña, y él ha sonreído. Sonríe siempre. Su sonrisa es como su refugio. Nadie sabe si cuando sonríe es porque está alegre, o porque está triste. Es una sonrisa estereotipada sobre la cara de angulosos trazos, una sonrisa que si no fuera por el gesto mil veces repetido, uno creería que su cara es así, siempre, a pesar de él mismo. El poeta no cree lo que le cuentan. O si cree, lo oculta muy bien. El sólo piensa en el día en que saldrá. Al principio creyó que serían. unos meses, luego un año. Su caso es grave, cómplice de un atentado dinamitero, en el que lo incluyeron por casualidad. Las diarias promesas golpistas del partido le mantienen en permanente expectativa. En realidad, todos cuentan los días de la prisión con los dedos de la mano, sólo que llega un momento que les faltan manos... Pero la fuerza del partido es mantener la esperanza. El poeta no tiene familiares cercanos aquí. Sólo su mujer y su hija. Ha venido de una lejana región de la sierra, con el oro y el verde de su sol y sus prados reflejado en sus ojos. Sigue añorando sus cerros, sus llamas hieráticas, sus casitas de teja roja. Sigue sintiéndose forastero, aún en la prisión. Es el que más lee y el que menos habla. Siempre está como ausente muchas veces, cuando estamos en la cuadra, se sienta a contemplar a los gorriones en su afán de fabricar nidos en los esmirriados árboles del patio. Una vez le vi los ojos cuajados de lágrimas porque el caporal le había destrozado los nidos con sus crías y todo, y nada más que porque a él le gustaba mirarlas. Pero a pesar de sus lágrimas, sonreía. Spurio no intima con ninguno de los reclusos, ni aún con sus dos "causas". Le parece que ambos han sido el instrumento ciego de la cruel jugada que le armó el destino. Pero no es enemigo de nadie. A todos sonríe. En realidad es un unionista muy sui géneris. Carece de entusiasmo político, carece de fe, no es capaz de odiar al enemigo. ¿Para qué sirven los poetas en el partido? ¿Son puras figuras decorativas? Sirven para cantar a sus héroes y a sus mártires, para exaltar sus glorias... son los poetas del pueblo. Pero la prisión no es su sitio. Aquí sobran. Uno se siente como más culpable frente a ellos, frente a su inocencia, a su ingenuidad, a su pureza... Han pasado los años y el poeta sigue sonriendo. Su sonrisa sé ha hecho casi una mueca trágica. Cuando vienen a verlo su mujer y su hija, tiembla. Los ojos se le humedecen y no sabe qué hacer con las manos. Quizá por el gesto huidizo de ella, sospeche que hay algo de verdad en el chisme aquel. .. pero él siempre sonríe. Sonríe. Cuando salga... ¡ qué larga venganza le tomará a la vida!... Han pasado 10 años.

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La masa La masa avanza como movida por un oculto resorte. Se mueve compacta, a ritmo lento, acompasado. Ríos de gentes venidas de muchas partes, desembocan en la ancha plaza, por las bocacalles adyacentes. Ríos, que van surgiendo para engrosar el mar de cabezas oscuras que ya se mueve en oleadas. No es posible distinguirles las caras, los ojos, las bocas aleladas. Apenas si se sabe si son varones o mujeres. Se ve sólo que son seres humanos que vienen urgidos por una sola necesidad: demostrar que están. Vienen anónimos, con el anonimato de la masa, convertidos en ese mostruo de miles de cabezas, brazos y piernas que es la masa, con un solo pensamiento y un solo anhelo. Todos marchan al paso, todos tienen la misma estatura. Miradla: si le ordenáis reír, reirá a carcajadas, con las mil bocas de sus mil caras, sin saber bien por qué. Si llorar, llorará con la congoja de su viejo dolor, pero sin acertar por qué le salen las lágrimas. La masa piensa y siente con el pensamiento y el sentimiento del que la dirige. Son instrumentos ciegos del líder. Por eso la masa es terrible, porque es capaz de derribar cualquier muralla, de echar abajo cualquier ídolo, de matar sin saber por qué, con la sonrisa abyecta de su milenaria inconsciencia. Porque la masa es absolutamente irresponsable. Sólo actúa cuando alguien la conduce. Avanzan hacia las tribunas levantadas a un costado de la plaza. I desde arriba se les ve: sus caras iguales, miran con ojos inexpresivos, sonríen sin por qué, cambian breves palabras sin dejar de mirar hacia arriba, esperando que se produzca el hecho sensacional de ver y oír a los líderes. No hay cansancio, sino plenitud en esos rostros sudorosos. Están seguros de que en ese tabladillo se encuentra la solución a sus problemas, la respuesta a sus preguntas, la clave de sus inquietudes y dolores. No hay rebeldía en sus gestos, no hay coraje, no hay odio. Es una masa. neutra. Solo hay una sonrisa medio mueca, una sonrisa triste, disfraz de la secreta tragedia de una espera de toda la vida que no llega a cuajar en realidad. I esta tarde todos se han vestido de esperanza. Todos creen que al fin cogerán con las manos la flor de sus viejos dolores y que al fin tomarán la revancha de su antigua amargura. Muchos llevan la certeza de que ya nada les separa de la felicidad. De que esa tarde se cumplirán todas las promesas y un nuevo sol amanecerá para todos. Por eso avanza como un río de aguas turbias incontenible, amenazante de desbordarse, si no fuera la plaza tan ancha para contenerlo. Alguien creería que puede alborotarse y reventar como si se saliese de madre, y avanzar y caer sobre todo y avasallarlo. Pero no, la plaza lo contiene, lo alberga, le abre cauce y el río se acomoda, seguro, se va aplacando dentro de sus límites y va convirtiéndose en esa cosa amorfa de movimiento tenues que es la masa que escucha y especta. Ahora vendrán los discursos y los aplausos y las ovaciones. Vendrán de nuevo las promesas mil veces repetidas, y siempre nuevas para los miles de 'oídos. Vendrán los reproches a los enemigos que usurpan los derechos de las multitudes, y la afirmación de que por fin llegaron los salvadores y que la masa, con su inmenso poder, no permitirá que vuelva a entronizarse la tiranía y la injusticia. I vendrán luego las canciones como bálsamos o como licor sedante para adormecer los ímpetus iniciales. I luego vendrá el desvande. El río que se desliza por las bocacalles hacia todas las rutas, vaciando poco a poco la ancha plaza, como si se le hubieran abierto mil compuertas. I de nuevo, las mil caras de la masa se tomarán en una sola, tímida, desvaída, acobardada, con el viejo pavor de su pequeñez y su impotencia. El monstruo habrá dejado de serlo.

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La prueba Al principio pensaba: "... me van a matar... me van a matar.. ." Pero era como si no lo entendiese, como si el significado de esas cuatro palabras se le escapase. Sin embargo, tenía unas ganas locas de gritar, de decir que él no había cometido ningún crimen, de pedir perdón... ¡No! Todo su ser se rebelaba. Tenía 19 años, cumplidos en el viejo barco de guerra, de vientre gris y de mohosos hierros. Los cumplió justamente hacía dos semanas, cuando le tocaba engrasar las cadenas y frotar los metales de las puertas para arrancarles brillo, pese a los años y al orín de las aguas. Allí, en medio de órdenes, privaciones, suciedad y odio por los superiores que enseñan disciplina con los pies. Pero ¡qué importaba! Nunca lo había pensado demasiado. Ni pensó en lo que podría suceder cuando decidieron sublevarse. Llevaban cuatro semanas impagas y sin salida, con raciones de hambre, maltratados. Fue sin pensarlo mucho que se sublevaron y se negaron a seguir trabajando. I ahora... Ahora lo iban a matar. Las palabras crecían, subían, se estrellaban contra el techo de la prisión. Lo iban a matar y lo único que se le ocurría pensar era que tal vez estaba soñando. Uno de esos sueños horribles de los que uno sale con el pecho apretado y los ojos llenos de lágrimas. Pero no. Era verdad. Lo iban a matar. Repitiéndoselo minuto a minuto, palabra por palabra, lo martillaba en su mente y se convertía en realidad. ¿Acaso no oyó la sentencia clara, precisa, después de que los jueces deliberaron brevemente? Detrás de la mesa, muy arreglada, muy brillante, con muchos adornos relucientes, estaban sentados los jueces -marinos de las más altas graduaciones-. Eran los que debían juzgarlos. Charreteras doradas, cordones, alamares, adornaban sus pechos y caían hasta sus vientres obesos, satisfechos de la vida. Unos fumaban, otros conversaban en voz baja. Todos sonreían, con una leve sonrisa irónica. Al frente, justamente, estaban ellos, los condenados. Sentados en dos barcos de madera, sin respaldar, debía dar pena verlos. Sucios, rotosos, con el pelo crecido y las caras de hambre y desesperación. Algunos tenían los ojos muy abiertos, como si no comprendieran todavía, ansiosos de adivinar. El estaba bien despierto y oyó claro, a través de la neblina de su cerebro insomne, cuando el relator leía la sentencia: Rebelión... justicia militar... pena de muerte. En ese instante no pensó. No podía pensar en nada. Sólo las palabras se le grabaron en el cerebro y era ahora en la celda, 24 horas después, que repitiéndolas, lograba comprender. Un sudor frío le corría por la espalda. Era verdad, lo iban a matar. I sus ojos, sus manos, su cuerpo todo iba a hundirse en el hoyo de arena que ya estarían cavando. Seguramente cerca al mar, un poco lejos del penal. Muerto, y a pesar del sol, frío... Se levantó de un salto. Los ojos se le salían de las órbitas. Un grito se le estranguló en la garganta cuando su mirada de loco se estrelló con la mirada cínica del gendarme -Ah, miedo so revolucionario, ¿no?.. Ahora te quiero ver, cuando te llegue la hora... I se ,echó a reír. Rápidamente se recuperó altivo. No debía dejarse ver así. Al cabo era un hombre. Un revolucionario. ¿Acaso no habían muerto muchos otros, antes que él luchando contra la injusticia? También ellos tenían derecho a mejor trato, por eso se habían sublevado. Pensó vagamente en todo esto, pero se sintió confortado. -¿Miedo yo?... ¡que esperanza! ...Ya lo veras, imbecil. I luego, con la voz sorda, quebrada de reproches: -Si me matan es por ti, por salvarte, para que no sigas siendo lo que eres... ¡Pero qué vas a comprender!. .. Algún día quizás, o tal vez tus hijos.... -I sonrió con desprecio. La Trampa / Magda Portal

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Le salió bien la reprimenda y se sintió satisfecho. El gendarme de ojos oblicuos, inyectados de alcohol, volvió a reírse con cinismo. Ni pizca que le entendió, ni le importaba. Telmo reinició su paseo mil veces comenzado y mil veces suspendido por la avalancha de los pensamientos. Pasos nerviosos, atolondrados, incapaces de contener el golpetear del corazón. La celda era estrecha. Esto lo atormentaba sin saberlo. Siempre había huido de los cuartos pequeños, de los talleres sin luz. Su pobre hogar le producía angustia por lo reducido, donde se arracimaban 5 chicos y la madre. Por eso prefirió ser marinero, para tener todo el mar y todo el cielo y abrir los brazos a sus anchas. Se ahogaba en esta celda. Apenas cuatro pasos contados y las paredes mugrosas, llenas de signos estampados por los presos que pasaron, le cerraban el paso. Lo iban a matar. Estaba resuelto. No había salida. El fallo era sin apelación. Menos mal que no iba solo, sino con otros compañeros. Total: ocho. Todos entre los 17 y 23 años. ¿Cómo sería? Se le ocurrió entonces pensar en si habría otra vida o todo se quedaría en tinieblas. ¿Sería como un sueño? ¿O como la prisión?.. ¡Ah, como el calabozo tal vez y para siempre! La tarde estaba clara, transparente. Un vientecillo suave, saturado de olores marinos penetraba a través de las rejas. I la cálida lengua del sol lamía el suelo sucio de la celda. A la distancia el mar rompía en las rocas sus espumas y su voz llenaba todos los espacios como el llamado más fuerte a la vida. El sol y el mar, a los que por última vez gozaba esa tarde. De nuevo sus manos se crisparon sobre su garganta y sobre su boca. Quería gritar. Pero la mirada del gendarme lo contuvo de nuevo. Esos ojos malditos no lo perdían ni un momento de vista. No. Era preciso preparase a morir. Estudiar el último gesto. ¿Dónde lo oyó decir? Había que dejar un buen recuerdo para que sus verdugos aprendieran. Luego, morir hoy o morir mañana, ¿no da lo mismo? A lo mejor estaba escrito que se muriese de viejo o de un resfrío... Se sonrió y el gendarme tuvo un sobresalto de duda. Con la cara de espaldas a la reja se puso a preparar su último momento. Dicen que el miedo mata antes que la misma muerte. I muchas veces los cuerpos al ser tocados por las balas, se desploman antes de que la sangre los ahogue y obligue la caída. Es el miedo. ¿I si él hiciera la prueba? Le entró una especie de alegría loca. Se burlaría de sus verdugos, ¡los cobardes! ¡I qué pánico sentirían al verlo erguido entre cadáveres, muerto tal vez, pero de pie! Se creerían todos locos. Se echó a reír con risa histérica. El centinela no pudo más y se acercó asustado para mirarlo. El condenado se había recostado contra la pared del fondo y con sus manos en los bolsillos, enseñaba todos sus dientes blancos y completos, bordeados por el labio apenas ensombrecido por el bozo juvenil. -¿Qué... qué te pasa? ¿Estás llorando o te ríes?.. Telmo lo miró displicente. Este sería de los matadores sin duda y a él había de darle una lección. I nunca más la olvidaría. El gendarme decidió mirarle más fijamente aún. Tenía que estar vivo para el día siguiente y si se alocaba a lo mejor quería matarse contra las rejas. I él sería acusado. Pero no. El mozo seguía tranquilo, casi indiferente, con una amplia sonrisa en la cara. Cuando llegó la mañana, los condenados fueron saliendo uno a uno y colocándose en fila, entre sus guardianes. Telmo avanzó sin mirar, con las manos en la espalda, poseído por su idea. Había dormido bastante bien y cada vez que se despertaba, se afirmaba en su decisión de la víspera. Ya no pensaba sólo en que lo iban a matar. Ahora su pensamiento era cumplir.

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Los muchachos tosían tratando de comunicarse unos a otros, deseosos de establecer el más mínimo contacto. Habían estado solos en sus celdas desde que los apresaron y ahora iban a morir, sin dirigirse la palabra. Telmo huyó a todas las miradas, adivinándolas. ¿Cómo estarían? No quiso pensar. Insomnes, hambrientos, deshechos. Levantó la vista al cielo. El sol nuevecito no quemaba la arena. El cielo estaba limpio y reluciente, y las gaviotas chillaban con su voz quejumbrosa, abatiéndose en las olas. El aire matinal penetraba en los pulmones y en la boca con su sabor de sal marina. Todo estaba tan bien, como si nada hubiese sucedido, como si nada fuera a suceder. I ellos marchaban en fila de a uno, bajo la mirada de sus guardianes. Se alinearon justo al pie de una larga zanja de dos metros y medio de, profundidad, recién abierta. Un poco lejos de la playa, Telmo era el último de la izquierda. Dieron las voces de orden. Simultáneamente los muchachos alzaron su brazo izquierdo en el saludo partidario y prorrumpieron en un viva estentóreo a su fe revolucionaria. Alguno tuvo tiempo de gritar con la voz quebrada: "¡Malditos!" Telmo casi no oía. Sus ojos fijos en las caras de los gendarmes, se inmovilizaron en los ojos de su guardián. Tampoco éste le desprendía la mirada, como hipnotizado. Sóno la voz de ¡fuego! Un roce ligero y un ligero calor en las costillas y algo que le subía a la garganta, le avisó que estaba herido. Pero no se movió. Una rápida mirada de costado le hizo ver que uno de sus compañeros se desplomaba en las fauces de la fosa. Ayes de dolor se mezclaban al rumor de las olas, y al chillar de las gaviotas. El seguía mirando al gendarme. Tenía en alto el brazo izquierdo, tieso, endurecido y miraba al gendarme que loco ya, quizo lanzarse sobre él. Voces confusas, lejanas, perdidas con mil rumores como marea que sube, llegaban a sus oídos. Luego la cara inyectada del gendarme sobre la suya y el filo de la bayoneta que le partía el brazo para obligarle a bajarlo.

--Aquella tarde un crepúsculo rojo incendió todo el horizonte y la isla emergió del mar como de un lago de sangre.

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Discursos Esta noche el comité del barrio rebosa de "compañeros" y "compañeras". Hay actuación y vendrán en recorrido los líderes. Vendrá el "jefe". Este es un honor extraordinario, pues no siempre se puede disfrutar la presencia del “jefe”. Pero viene porque está pasando revista a los cuarteles unionistas, y ahora le toca al No. 10. Una multitud venida de muchas partes, colma el local. Es un amplio corralón, al que se le ha acondicionado un tabladillo bajo techo. Rostros cetrinos, jóvenes y viejos, trabajadores de todas clases, mujeres humildes. La mayoría se ha puesto sus mejores vestidos. Pero algunos vienen como pueden. Chiquillos, de las manos de sus madres o en brazos de las mismas, pueblan con sus gritos el ancho espacio del corralón. La gente espera con alegre impaciencia. Mientras, entonan canciones, las emotivas canciones inventadas por los músicos del partido y que contienen la historia de los sufrimientos, las luchas, las persecuciones y las muertes de los unionistas. Himnos, marchas, letras adaptadas a músicas populares de moda. Una ancha esperanza asoma en las letras que se entonan. Una fe fuerte y sencilla. Una fe tan antigua como es antigua 1a injusticia social. Con una salva de aplausos y de vivas se anuncia la presencia del "jefe". Las mujeres le miran y sonríen. Quieren acercársele lo más posible, tocarlo. Una viejecita pugna por abrirse paso y rezonga. La dejan pasar y logra llegar al lado del "Jefe". Entonces le llama la atención y se hace dar la mano. Pero el “jefe” llega muy de prisa, muy nervioso. Parece que tiene los minutos medidos. Entra como una tromba y sube en cuatro trancos largos la escalerilla que da acceso al tabladillo. Suben los otros acompañantes. I sube también Mariel. Es la única mujer que tiene cabida en el tabladillo. Debe dirigir algunas palabras a las mujeres las miradas concentradas en el “jefe”, se dirigen también a Mariel. Esta mujer frágil, débil, pálida, con su largo pelo castaño y sus ojos de un extraordinario brillo, llenos de fuerza, inspira encontrados sentimientos. Todos saben que su puesto en el partido, su lugar destacado, lo ha conseguido a base de auténtica lucha, de efectivas batallas ganadas contra el enemigo. Pero también ganadas contra los propios "compañeros". Una especie de celo les hace sentir un poco demasiado atrevida a esta mujer que ha llegado a ocupar un sitio de honor tan alto como el de los más. altos líderes... Como si las mujeres tuviesen el derecho de igualar a los hombres. Por eso, siempre que se puede, se le hace a un lado, se le disminuye. Pero el partido necesita una líder mujer para atraer a las mujeres, para que no se diga que las mujeres no figuran, que sólo se les ocupa para llenar vacíos y para menesteres inferiores, como vender bonos, organizar fiestas benéficas, visitar a los presos, etc... Maríel pertenece al movimiento unionista desde su fundación la atrajo el mensaje de los primeros tiempos, cuando se proclamaba la lucha contra la injusticia social como base de la doctrina unionista. Ella había sentido en carne propia los latigazos del fuerte contra el débil. Huérfana desde la más tierna infancia, vio cernirse el fantasma de la miseria sobre su casa: y su más lejano recuerdo fue el hecho brutal de un lanzamiento: su hogar, en el cual solo había cuatro niños menores, pues la madre estaba ausente, fue violentamente invadido por la policía, el juez y los empleados judiciales, y desalojado a viva fuerza de todos sus enseres que fueron arrojados a la calle, dejando a los niños en la vía pública hasta la llegada de la madre. Mariel tenía entonces siete años y recuerda que su horror y su coraje fueron tales que, en presencia de los guardias, cogió una piedra y rompió el candado para intentar de nuevo ocupar su casa, ante la mirada impasible de la policía y los representantes de la Ley. La vida había de darle otras experiencias que afirmaron en ella el deseo de luchar para conquistar la justicia y romper las barreras que impiden a los más desvalidos el disfrute de la felicidad.

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En el unionismo creyó encontrar la respuesta a sus inquietudes sociales y por eso decidió incorporarse a sus filas. Apasionada y vehemente, había tomado los ideales del partido como una nueva religión y se había entregado a la causa de una manera total y absoluta. No, no era perfecto el partido. No era el movimiento unionista todo lo radical que ella le creyó al principio. Pero sus enunciados sociales estaban dentro de la realidad de un pueblo impreparado y por los caminos del unionismo -demoliberalismo pequeño burgués- podía irse con paso firme hacia las definitivas conquistas de todos los derechos sociales. Al menos eso era lo que suponía la romántica imaginación de Mariel. Mariel sube nerviosa al tabladillo. Siempre le sobrecoge la multitud. Una especie de angustia le agarrota las fauces y su lengua empieza a secarse. Busca un vaso y toma dos traguitos de agua. Luego piensa, recurso pueril, que la masa es ingenua, que sus palabras deben ser sencillas para dejarse entender, que al fin y al cabo, ella ha estudiado más que los que la escuchan... que muchos de los líderes... el "jefe"... oh, él sí que sabe más que todos, él está por encima de todos los líderes... A él sí le tiene miedo. Mientras ella soliloquia, la multitud ha entonado el himno del partido... Ahora habla, para abrir el acto, el secretario general. Luego, el de propaganda. Todos deben ser breves para dejar hablar al "jefe". Ahora le toca a ella. Una salva saluda el anuncio de su nombre, hecho por el secretario del sector. Mariel tiene una voz cálida, llena, vibrante. Casi no necesita el altoparlante. Sus notas son armónicas, graves, de tonalidad musical. No es la voz chillona que, por lo general, le sale a las mujeres cuando pronuncian arengas o discursos. Oyéndola se llega uno a olvidar que está hablando, sino fuera por el contenido revolucionario de sus palabras. Mariel cuando habla, parece que canta. Poco a poco se olvida de su miedo y concentra su pensamiento en el mensaje que debe decir a la masa: mujeres y hombres. Mariel no ha creído jamás que a las mujeres haya que hablarles en un lenguaje distinto al de los hombres. Eso sería crear diferencias en la lucha social misma. Su primer cuidado ha sido el de incorporar a las mujeres dentro de las filas unionistas, con igualdad de responsabilidades y plenitud de derechos. "... porque nuestras luchas, compañeras, no son por reivindicaciones del sexo, lucha que dejamos para las "feministas"; nosotras luchamos por la justicia para todos, porque si ella viene para nuestros compañeros varones, vendrá como consecuencia para nuestros hijos y para nosotras... El partido no hace distingos... Tan explotados los hombres como las mujeres. La injusticia social oprime por igual a hombres y mujeres. El hambre, la desnudez, la miseria pesan sobre las mujeres y los hombres con igual rudeza, y nuestra lucha es contra una sociedad basada en el privilegio que nos niega el derecho a la felicidad. El partido quiere que la mujer se prepare, se capacite, para que, lado a lado del hombre, colabore en la conquista de los derechos del pueblo. Por eso nuestros comités femeninos, para iniciar a la mujer en la acción partidaria. I la mujer ha respondido plenamente al llamado unionista... La mujer ha tomado su puesto de responsabilidad y de sacrificio.. ." Entre vítores y aplausos ha dejado Mariel su lugar junto al micro y se ha retirado al fondo del tabladillo. Ahora hace su avance a la tribuna el “jefe”. El secretario pretende anunciarlo. No hay anuncio. La masa grita, aplaude, excitada. Suenan los hurras y los vítores. I el nombre del "jefe" es insistentemente coreado por esa multitud enfiebrecida. Mariel siente que los ojos se le llenan de lágrimas. ¡Cuánto espera y cuánto anhela este pueblo!... I si lo defraudaran... . El "jefe" habla. Tiene la voz ligeramente atiplada, con una variación un poco femenina. Pero eso mismo le da un tono acariciador. Su oratoria es vibrante, sus gestos elocuentes. A veces parecería que se sale del tabladillo, que cae sobre el público. Tales sus ímpetus. Mueve maravillosamente las manos, en las cuales parece recoger el ansia multitudinaria de la masa que le escucha. En el auditorio se hace el silencio más absoluto para coger al vuelo sus palabras. I él siente que está en comunicación espiritual con su público. "... durante siglos el pueblo ha soportado el dogal del explotador feudal-burgués... durante siglos los pobres han llevado sobre sus espaldas el peso agobiador del régimen impuesto por los ricos... Nuestra La Trampa / Magda Portal

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patria ha pasado sucesivamente de un régimen de esclavitud colonial a un régimen de esclavitud republicana... los criollos, herederos directos de los españoles, no cambiaron las cadenas, sólo las etiquetas del grillete que había de ajustarse más a los tobillos del pueblo... De un tirano civil se ha pasado a un tirano militar... y siempre ha sido la misma casta feudal-burguesa la que ha usufructuado los beneficios del trabajo agotador del pueblo, de los campesinos, de los indios nuestros hermanos...". Aplausos prolongados. Voces: ¡sí, eso es, así ha sido siempre... muy bien “jefe”! “... Pero ya esa época la estamos liquidando. Ahora el pueblo se ha erguido sobre sus cadenas... Estamos en el alba de una nueva emancipación... 1a del pueblo... Caerán los grillos, caerá la injusticia... alumbrará una nueva aurora y no se volverá a alzar jamás una nueva tiranía...” Ovación clamorosa: ¡No, no!!! ¡Jamás!... "... Pero no queremos una libertad sin pan... queremos pan con libertad... I es sobre ustedes, compañeros, que descansa la esperanza de todo el país... sobre ustedes, organizados y firmes en su decisión de luchar hasta la muerte contra el enemigo para impedirle que continúe explotando, que continúe levantando sus palacios sobre la miseria, el hambre, la desnudez; la ignorancia y la enfermedad del pueblo... Tenemos muchos mártires que nos señalan el camino a seguir... no vamos a retroceder... Ya sabemos cuál es nuestro deber... No damos ni pedimos cuartel. Sólo decimos: no nos provoquen... porque estamos listos. I nuestra mejor arma es la justicia de la causa que defendemos. Por la que abriremos barricadas en las calles para conquistar nuestro derecho a la libertad y a la justicia..." El "jefe" casi ha saltado los escalones que le separan del piso del corralón, y sin dejarse apretar, defendido por los "disciplinarios" que le abren calle, sale hacia afuera con sus acompañantes y toma su auto cerrado. Todavía se oyen los vítores, los gritos, los comentarios... "No nos provoquen.. ." eso ha dicho el "jefe"... "No damos ni pedimos cuartel"... "queremos pan con libertad"... Una ancha sonrisa ilumina los curtidos rostros miserables. Los pechos se expanden en un suspiro de alivio. Ahora sí que estamos sobre un volcán en erupción. Pronto seremos los dueños del Perú... y la reacción, la vieja casta expoliadora, los grandes terratenientes y banqueros, morderán el polvo. Habrá trabajo bien remunerado, habrá escuelas gratis para el pueblo, habrá casas baratas... La tierra será del campesino que la labra... No más hambre, no más persecución, no más miseria... Ah, cómo es hermoso luchar por todo esto... ¿Qué importa lo sufrido? Eso pertenece al pasado, a lo que queda detrás... Ya no cuenta... ¡al fin hemos llegado y bien valen los largos años de sufrimiento! . Mariel está rodeada de un grupo de mujeres. Oye sus opiniones y mueve la cabeza. Algunas aprovechan para contarle sus problemas familiares. El marido borracho la golpea cuando regresa del partido... Los hijos insolentes no la respetan... ¿Cómo resolver esto, compañerita? ... - ¿Pero su marido es unionista, compañera?... -Sí, dice la mujer, es secretario de disciplina del comité. Pero para él es igual... el partido es una cosa y la casa otra... ¿Usted cree que esto cambiará ahora, compañerita? Mariel siente que tiene que mentir: Sí, cambiará. Es la situación en que se vive la que hace que la gente sea como es todavía. La miseria hace a la mayoría intolerantes, brutales... Pero ahora que todo va a cambiar, también las costumbres cambiarán. . . -Eso creí hace veinte años, cuando yo sólo tenía 25. ¿Recuerda usted, compañerita?.. Qué ideas nos hicimos... todos unidos, todos luchando por el mismo ideal... Ya voy para vieja... -Pero es que aún no hemos triunfado.. . -Casi, casi, compañera... Esta libertad de que gozamos no la hemos tenido nunca... Ahora salimos a las calles, tenemos periódicos, tenemos diputados... Hasta tenemos autoridades municipales, ¿no?.. -Sí, pero eso no es todo el poder... Cuando seamos dueños del poder y podamos dictar nuestras propias leyes, entonces diremos que hemos triunfado... - ¿I eso, cuándo va a ser? .. . -Es posible que pronto... ¿No oyó usted al "jefe", compañera?...

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- ¡Sí, cómo no!... ¡Qué hermosas cosas dice el "jefe"! Pero vea no más, compañerita Mariel, el otro día mi comadre Justina fue al Congreso... Hablo con el compañero Caso, ese que tiene un alto puesto en la Administración del Congreso. .. -Sí, sí, ya sé. -Ella quería un puesto para su hija Josefina... Usted sabe, la muchacha se ha preparado, ha estudiado... y mi comadre Justina, no tiene quien vea por ella. Además, su casa ha sido mucho tiempo local clandestino del partido... allí habían reuniones... -Sí, como no... ¿I ella quería un puesto para Josefina? -Así es... Pero no le dieron nada. El compañero Caso le dijo, después de hacerla esperar muchos días para recibirla, que el partido no era una sociedad de auxilios mutuos... que qué se creían, que si le iban a dar puesto a todos los unionistas, no alcanzaría toda la administración pública... en fin. - Ajá... qué cosas... -dice como para sí Mariel. -Pero la compañera Justina sabe muy bien a cuántos, que no son unionistas, hombres y mujeres, les dan trabajo... llevan una tarjetita, dicen que de los líderes y les dan trabajo... I esos no han luchado... Ah, compañerita Mariel, estoy dejando de creer... dejando de creer... -Es verdad que no a todos se les puede servir, compañera, porque somos tantos... pero algo se hace... Mire, dígale a la compañera Justina que vaya al comando central y me busque... trataré de hablar con el "jefe" y conseguirle una tarjeta... -Cómo no, compañerita, así le diré a la comadre Justina. Por ahí anda, porque aunque está muy resentida, quiso oír al "jefe" y oírla a usted... Mariel sale del local con un grupo de unionistas hombres y mujeres y se dirige a su ómnibus. Ella no tiene auto como la mayoría de los líderes. Sigue siendo pobre. Va pensativa, llevando en la conciencia las palabras de esta sencilla mujer del pueblo. Todas estas pequeñas cosas hacen mucho daño al partido. Es verdad que en esta participación mediatizada del poder que hoy disfruta el partido, mediante sus alianzas con ciertos sectores de la reacción, las ambiciones personalistas de 1os dirigentes se están poniendo en claro. De nuevo las tarjetas de recomendación siguen surtiendo los mismos efectos que durante todos los regímenes anteriores... Sólo que ahora son tarjetas del propio “jefe” o de los altos dirigentes del partido... y los puestos no son para la hambreada masa unionista que durante años y años soportó el boicot de las oficinas de gobierno y de las empresas explotadoras, separándolos de sus puestos y arrimándolos a las sentinas del hambre... los puestos son para los amigos de los líderes o para los unionistas de última hora que quieren aprovecharse de la oportunidad. A los líderes les encanta hacer favores... Pero, ¿y el pueblo?.. ¿la masa de hombres y mujeres que se sacrificó hasta el fin?..

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Los símbolos El partido es un triángulo equilátero. La base la forma la masa, los lados hacia arriba son los líderes y la punta de arriba es el "jefe". No. El partido es una estrella de cinco puntas. Las dos de abajo son la masa, el pueblo. Las del centro, son los líderes, y la del medio hacia arriba, es el "jefe". La disciplina mantiene en perfecta armonía esta distribución. La masa sostiene todo el equilibrio del partido, pero los brazos ejecutan la acción y la cabeza piensa. La estrella unionista es como un hombre de pie, con las piernas ligeramente abiertas, para mejor sostenerse. El partido ha fabricado su bandera. Es roja y amarilla. Roja por la sangre del pueblo que nutre la lucha unionista. Amarilla por la conquista de la riqueza de que es dueño el país. Amarillo es un símbolo de sabiduría. I también de poder. Se han creado muchos himnos. El pueblo necesita del canto para exultar su felicidad, para expansionar su ansia milenaria. Las canciones son de tipo heroico, épicas. Todas hablan del triunfo sobre la justicia, de la libertad y del pan conquistados por el esfuerzo común de la masa unionista. Una de estas canciones, especie de marsellesa, es el himno oficial del partido. Se renuevan los ímpetus de los derribadores de bastillas, con las antorchas en alto, portadas por la juventud. También las frases de orden son simbólicas: unión, fraternidad, comunidad de destinos, lucha solidaria contra el enemigo común. Todos para uno y uno para todos. El pueblo reconoce sus símbolos a la distancia y vibra con ellos. Besa la roja y gualda enseña, grita su himno promisor y pronuncia sus slogans con profunda unción. Es un unionista perfecto. Siente el fuego purificador de los símbolos y no necesita pensar más. A él se le da todo hecho. Los líderes traen las órdenes emanadas del Alto Mando, y ellos colocan las piedras del futuro edificio social donde habrá de morar un día el pueblo, para siempre redimido de su dolor y su miseria. Cuando alguien pregunta el significado de los símbolos, hay otros que responden: ¿A qué preocuparnos? Nosotros somos la "masa". Seguimos el derrotero que los líderes nos marcan. Bien o mal, nosotros no somos responsables. Allá ellos. También el saludo unionista es un símbolo: las dos manos en alto abiertas, extendidas, demostrando que están limpias y puras, que no portan instrumentos de muerte, que están aptas para el trabajo dignificador. Podría pensarse que son manos implorantes, manos de vencido que piden merced al enemigo; pero no. Son manos eufóricas que se alzan en saludo plural para recepcionar a sus líderes. El partido también tiene su totem, su animal simbólico, inspirador. Es el cernícalo. Es astuto, desconfiado, tiene garras y mora en lugares altos. Un partido no puede vivir sin toda una simbología. La masa necesita agarrarse de estos símbolos para defender su fe. Una doctrina social a secas, deja muchos resquicios por los que se filtra la duda, el cansancio, la desconfianza. Los símbolos distraen. Embotan la mente del pueblo. Sobre todo de un pueblo de extracción tan ingenua, tan carente de una cultura superior. ¿Qué harían los unionistas si no cantaran, si no fabricaran banderitas rojo-amarillo, si no dibujaran en sus escarapelas y aún en sus objetos familiares, su ave simbólica, su estrella de cinco puntas?... Los símbolos son como la liturgia en las religiones, o como la miss en escene en el teatro, no se puede representar un drama o una comedia sin el escenario, los trajes, los muebles, el decorado, el telón de fondo. I el partido unionista está representando un gran drama: el drama de la vida y la muerte de todo un pueblo. La Trampa / Magda Portal

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El "Jefe"

Son curiosos los gustos del "jefe". Se rodea del grupo de líderes que está de turno en su intimidad y afecto -que en esto suele tener cambios radicales- y de un grupo de jovencitos. Estos son los predilectos del "maestro", los que recién se inician. Al "jefe" le complace sentirse una especie de Cristo con sus apóstoles y discípulos. Su pequeña casa, de apariencia modesta, alberga siempre a una docena de hombres jóvenes. En su habitación particular hay dos camas turcas: una muy ancha -2 plazas- situada al centro, le sirve de lecho. Al fondo, arrimada a la pared, otra cama turca. En ella duermen lo menos cuatro jóvenes, y dos con el "jefe", en su propia cama. Los demás, se acomodan en amplias butacas o en la habitación del valet. Conversan largamente, de todo, y cuando ya clarea la aurora, se acuestan a dormir. Al "jefe" le encanta trasnochar conversando, o mejor dicho, hablando. Duerme hasta muy tarde. Su valet -secretario privado, masajeador, bañista, discípulo él mismo y sentido común en las grandes decisiones- le alcanza el desayuno: jugo de naranjas con huevos, leche fresca, tostadas. I media docena de pastillas de vitaminas. Sobre la cama, en confusión y desorden, hay libros, corbatas, medias, papeles, sobres vacíos. Es la cama de un hombre de genio. El "jefe" desciende de una vieja familia provinciana. Sus escudos de armas están muy mohosos, pero le agrada que sus íntimos los saquen a relucir cada vez que se ofrece la ocasión. Siente placer que le recuerden que desciende de una raza española, quizá entroncada con algún capitán de Pizarro, pero también le agrada parecerse a un antiguo emperador indígena. Ambas coincidencias suele explotarlas hábilmente ante los periodistas extranjeros, para que resalte su actual entrega a la causa de los oprimidos. El "jefe" está cansado de las comidas pobres, de esas que tenía que soportar durante sus años de estudiante y luego en las épocas de persecución. Ahora se alimenta pródigamente. Son notables sus comidas. Tiene una cocinera provinciana como él, que le prepara suculentos platos regionales. Por eso su gordura que ya linda con la obesidad. Pero en el aspecto de su personalidad, hay que reconocerle que tiene una atracción casi magnética para la masa, sobre todo, para la juventud. Basta que le oigan una vez para que los jóvenes se sientan atraídos por el "jefe". De ahí que su partido haya sido preponderantemente un partido de jóvenes. "Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra", repiten sus leales, recordando la consigna de un viejo reformador social. Lo que desagrada en el "jefe" es su figura un poco antiestética por lo deforme. Grueso, más bien de baja estatura, tiene la cabeza metida entre los hombros. Sus manos son muy pequeñas y fofas. Su voz se le quiebra en falsete. La mirada felina, casi nunca mira de frente. Su andar arrítmico, da la impresión de un ave palmípeda en actitud de huida. Cuando ríe, enseña la doble hilera de dientes, desiguales, amarillentos, enormes. Uno creería que no se cepilla los dientes. El "jefe" tiene una respetable trayectoria de lucha: líder escolar, líder estudiantil y ahora líder político. Aún cuando se encuentre rodeado de muy pocas personas, él siempre se siente en escena. Su mayor placer es escucharse. Cuando habla, se escucha a sí mismo y sé autoadmira. A veces se coloca delante de un espejo para estudiar sus ademanes, el movimiento de sus manos, sus ímpetus oratorios. Sus viajes al extranjero y sus lecturas le dan argumentos sólidos para su conversación. Conversa con admirable verbosidad y gran fluidez en los conceptos. Habla de todos los temas y está al día en lecturas. El "jefe" tiene sus propias teorías en cuanto a la interpretación económica de la historia. Si no fuera porque sus doctrinas son una amalgama de las doctrinas sociales, ya implantadas y algunas superadas en el viejo mundo, se diría que es un innovador social. La Trampa / Magda Portal

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A pesar de sus doctrinas de reforma y de sus discursos incendiarios, al "jefe" no le gusta la violencia. Su naturaleza sensible se resiste ante la posibilidad de un derramamiento de sangre. Por eso siempre organiza revoluciones, fragua golpes, pero no los ejecuta: cuando ya van a estallar, da marcha atrás. Las revoluciones que han llegado a estallar, no han contado con su autorización. Se han producido a pesar del "jefe", contrariándolo o en su ausencia. I como llevan en su estructura el condimento del fracaso, no han triunfado y el "jefe" ha tenido la razón. Si él hubiera podido, a tiempo, habría dado la consabida contraorden. I aunque fuera a destiempo, la habría detenido, transformándola en un movimiento provocador, fraguado por los enemigos. Hay algo en sus procedimientos que hace pensar que el "jefe" es el tipo clásico del frustrado, del impotente que no llegará. Quizá si su ilusión más querida sea llegar al poder en los brazos del pueblo, de los nombres jóvenes, ¡sin derramar una gota de sangre! Al “jefe” no le gustan las mujeres. Su influencia en el hombre es nefasta. Le debilitan el carácter, lo ablandan, lo perturban. La juventud debe hacer deporte para olvidar a las mujeres. Bañarse. Las mujeres deben quedarse en su casa, dedicadas a las funciones domésticas: preparar los alimentos para el marido y los hijos, la ropa limpia, etc. Como en los bellos tiempos griegos de Sócrates y Platón, las mujeres deberían ser excluidas de las reuniones de los hombres. . . Las mujeres son frívolas, vacuas, superficiales, charlatanas. Sus pequeñas cabezas apenas si les da para adornarse y conquistar al macho. Además, apestan. Uno no se libra de su olorcillo, al cabo de un rato de estar con ellas. . ¡ Un mundo sólo de hombres! Sólo que el problema dela reproducción lo complica todo.

... Una vez, en uno de sus sombríos ratos, el "jefe" ha dicho: "lo que importa es llegar. No importa cómo. A veces hay que meter las manos hasta el fondo de la inmundicia pero si con ello obtenemos una ventaja en el camino del triunfo, no importa. Ya habrá después cómo lavárselas y hasta echarles un poco de perfume". Ni el "jefe" ni los líderes desdeñan el trato con los más conspicuos representantes del sector enemigo, de la "reacción". La política es una cosa y las vinculaciones personales, otra. Todos los líderes y el "jefe" mismo se han relacionado con los hombres de la vieja casta feudal burguesa en los altos centros de estudios, universidades. También en el extranjero, el "jefe" ha mantenido o buscado la relación con los turistas ricos del país. Esa amistad ha permitido la formación de pactos, en los que nada tiene que ver la ideología avanzada del unionismo. Lo único que ha interesado son las mutuas ventajas que se han ofrecido por ambas partes: el partido unionista dará sus votos para que suba, legalmente elegida, la oligarquía, mientras que ésta permitirá al unionismo proliferar en paz y libertad, amén de unos cuantos puestos públicos y representaciones parlamentarias. Entonces el unionismo ha debido realizar intensas campañas en pro de los candidatos de las derechas, proclamando la democracia.

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Para rubricar estos pactos, se han realizado amigables ágapes, en los que los recuerdos de la antigua camaradería han echado a segundo término las discrepancias ideológicas surgidas posteriormente. Los representantes de la burguesía nacional han demostrado una vez más a los líderes y al "jefe", lo que vale la "clase", la "raza". ¿El pueblo? ¿La masa? Bajo la disciplina unionista, la masa acepta las consignas impartidas por el partido, vale decir, por el Alto Comando.

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Escala de Valores No todos los líderes son iguales. Es decir, no todos están a la misma altura, al mismo nivel. Unos son de primera categoría, los directamente situados después del "jefe". Otros están después de éstos; otros son solo sub-líderes. Cada uno tiene su propia medida, su catalogación en el fichero unionista. Son como las jerarquías celestiales. I, asimismo, cada cual se halla más cerca o más lejos en la estimación del "jefe". . . Vez ha habido en que se ha señalado al posible sucesor de este César americano. Se han barajado nombres entre los más cercanos al “jefe”. Se les ha valorizado, medido, sopesado. Se han visto sus virtudes y sus defectos. Es indudable que ninguno le alcanza. No están a su altura. Ni será fácil substituirle en igualdad de condiciones. Si éste posee capacidad y talento organizador, carece de dotes oratorias, es tímido; si aquél es brillante orador, en cambio es poco versado en ciencias políticas y muy versátil, este otro, gran trabajador, buen organizador, apreciable orador, no tiene "garra" de líder, nadie le haría caso. Los que ocupan los sitios inmediatos a los primeros jerarcas, sienten el celo natural de su posición disminuida. I se empinan para superarla. Tratan de hacer méritos. A los ojos del “jefe” los que más valen son los que mayor adhesión le demuestran. I el solo hecho de pensar en reemplazarlo, es ya una especie de traición. El "jefe" se ha sentido defraudado. I ha disminuido su afecto y confianza a los que insinuaron la substitución. Porque el anuncio de su posible desaparición es de mal agüero. I aunque alguna vez, urgido por las circunstancias, se ha sometido a pensar en esta posible contingencia de la sucesión, lo ha hecho con visible repugnancia. El es insubstituible. Por lo general los líderes descienden de "buenas familias". Emparentados con la pequeña y media burguesía, rentistas, profesionales, comerciantes, pertenecen a la clase media "decente". (En la clase media también hay una extensa escala de valores). Todos los líderes han sido estudiantes, algunos se han hecho profesionales, y han tenido contacto con la inteligencia. Entre los líderes también se han creado ciertos antagonismos, con evidente repercusión en el partido. El celo unionista ha jugado su papel destructor. Unos a otros han procurado desacreditar al compañero ante el “jefe”, para subir un peldaño en su estimación. El "jefe" ha sonreído y, en cierto modo, alentado la rencilla. Prefiere que los "grandes" no se unan. Sería peligroso. Lo que el "jefe" no tolera es que se le compare con ninguno de los líderes. Eso significaría su fácil suplantación. I es desconocer su enorme capacidad de lucha, su entrega a la causa unionista, su talento creador, su visión genial. Las mayores discrepancias entre los líderes han sido por los puestos de honor del unionismo: jefaturas, presidencias, representaciones. En esos puestos se puede comprobar el espíritu de sacrificio y la dedicación de los verdaderos unionistas. Es también la escalera del triunfo. El unionismo es un capital en reserva. Día llegará en que sea bien aprovechado. Entre los "grandes líderes" destaca con caracteres propios, el "pibe". Así le dicen por la entonación argentina de su voz. Arrogante, un poco déspota, engreído, se siente dispensador de favores. De un brillante talento deportista, él ve la lucha social bajo el aspecto de un partido de foot-ball. Usa su sentido deportivo en los eventos internos del partido y trata de conquistar los mayores goles posibles. Pertenece a una familia "decente" y no baja su nivel ni aún cuando se le acerque el más connotado jugador. El "jefe" tiene en gran estima al "pibe", al que conoce desde los lejanos tiempos de la Universidad. Muchos señalan al "pibe" como el seguro sucesor del "jefe". I como el "pibe" es el que menos se expone

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en las épocas arduas de la lucha, es probable que le toque sobrevivir al “jefe”, que por razones de su cargo, debe afrontar mayores peligros. Del "pibe" se dice que jamás ha sufrido prisión. Tiene mucho "olfato" y adivina el peligro. Sabe retirarse a tiempo y regresar cuando ha amainado la tempestad y se prepara la mesa del banquete. El "califa" es un líder de nuevo cuño. No es de los más antiguos. Hijo de la gran burguesía, se ha afiliado al unionismo por sus simpatías personales por el "jefe". De gran ductilidad, es uno de los predilectos del "jefe". Muchos le dan el apodo de Rasputín, por sus intrigas internas. Pero el “jefe” le dice "Machiavello", y él está orgulloso de este apodo. De gran dinamismo, ejecutor y enérgico, a él se le atribuyen la mayoría de las medidas más drásticas que ha debido adoptar el partido en sus momentos de crisis. También de sus mejores éxitos. Es uno de los "cerebros" unionistas, en el reducido equipo que el partido posee. Otro de los líderes considerado entre los "grandes" es el "crítico". Así le dicen por su afición a comentario todo, y a criticar. Comenta, también, libros. Tiene muchos libros en su casa, por todos los rincones, hasta en la cochera. A su mujer no le gustan los libros y procura salir de ellos en cualquier forma. Como es un gran trabajador, no lee mucho.. Revisa los libros, lee el prólogo y el índice, y luego escribe un comentario crítico sobre los mismos. Goza de fama como escritor. El "crítico" se afilió al unionismo por curiosidad. Luego le gustó y sigue en sus filas, firme. Ocupa un alto cargo y goza de muchas ventajas en el partido. El "jefe" le demuestra estimación, por el prestigio que aporta, pero en el fondo le desagrada. Es el rival indisimulado del "pibe". Además, es chocante que haya escrito tantas sandeces acerca de su árbol genealógico. Escribe por escribir. Los demás líderes van en escala descendente. Está el "fantasma", llamado cariñosamente así, porque asusta, pero es inofensivo. El “vitrola” por su gran retentiva memorista, capaz de repetir un discurso del “jefe” con puntos y comas. Especie de archivo viviente, es uno de los incondicionales del "jefe". Ha ocupado altos cargos en el partido, y es incapaz de disputarle al “jefe” su puesto. Queda de último el "maestro". Es un tipo oscuro, humilde, de tono menor. Sirve para llevar y traer comisiones, encargos. Es como la pelota del partido y, en consecuencia, sufre los puntapiés de todo el equipo y también del equipo enemigo. Pero él lo hace todo sonriendo, sin incomodarse jamás. Sabe que está sirviendo a la causa unionista y que la recompensa será grande. Ocupa un alto puesto en la directiva, que nadie le disputa, por su adhesión sin discusiones a las órdenes emanadas de la jefatura. Vienen luego los sublíderes. Son todos jóvenes, apuestos, de buena presencia. Muchos son fornidos y están siempre a las espaldas del "jefe". Cumplen órdenes precisas y son los más discretos. Aunque carecen de experiencia, son magníficos ejecutores. A este equipo se agregan siempre nuevos elementos, escogidos por el "jefe" entre los recién llegados. Son los "puros": jamás se les ve en juergas, ni menos en compañía de mujeres. Entre el elemento femenino no hay más líder que Mariel. Mariel. es cofundadora del unionismo, pues se afilió en los primeros tiempos de su nacimiento. Ocupa un puesto vitalicio en el Alto Comando. Pero las reuniones de alta política se realizan siempre sin su presencia. ¿Puede uno confiar en la discreción femenina? . Se le considera inteligente, capaz, activa, trabajadora y leal en su entrega. Pero es demasiado intolerante, demasiado ríspida, demasiado orgullosa. No es dúctil, no se amolda a las circunstancias. Tiene los prejuicios de los intelectuales. Cae mal entre las mujeres de los líderes, porque las mira a desnivel. Cae mal entre los líderes, porque choca la presencia de una mujer entre tantos hombres. Además, siempre está en juez. Cuando ella hace su aparición en el Alto Comando, se trata sólo de asuntos formales. I cuando ella discute, la mayoría de los miembros del Comando la rebaten. Se queda sola. Muchas veces abandona la sala en señal de protesta, y todos respiran.

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A Mariel se le mantiene en el Alto Comando por la necesidad de una mujer, para que no se diga que el partido excluye a las mujeres, Además, no se le puede substituir porque a las demás mujeres les falta el prestigio y la "garra" de líder que ella posee. La mayoría de las unionistas destacadas son demasiado "mujeres". I eso le molesta al "jefe". También hay líderes obreros. Estos tienen una extracción menos pretenciosa. Vienen de las organizaciones sindicales, antiguos anarco-sindicalistas, o bulliciosos demagogos. El unionismo les ha parecido bueno para afirmar sus propias conquistas y se han afiliado. Muchos han sufrido persecuciones y prisiones. No es cosa nueva. Tienen una vieja experiencia. Algunos han dejado girones de sus vidas en la lucha unionista, y se han sentido por eso, más unidos. Recorren un camino sembrado de piedras. Pero hay quienes nacen con el sino de la lucha. Son como el canto rodado: una vez que se empieza, nadie lo detiene hasta que cae en la libertad o en la muerte.

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Soliloquio Tendido sobre la cama rumiaba ácidos recuerdos. No, no estaba del todo satisfecho. Echando la mirada hacia atrás, claro que había ascendido, desde sus oscuros días de estudiante. Pero todavía se presentaban trabas, críticas solapadas, murmullos. Si por lo menos pudiera hacerlos hablar, aclararlos, pero se escabullían, sé escapaban. ¡Los cobardes! Cuando él con su elocuencia y sus argumentos irrebatibles, los dejaba chicos, aplastados como cucarachas... ¡Puaf! -Escupió. ¿I si los convocara como para una reunión formal y allí, de frente, increpándolos, les obligaba a decir lo que pensaban? ... Era inútil. Ninguno era capaz de enfrentarlo. Le tenían miedo... miedo. O tal vez, respeto. O tal vez... pero no. Así es como se gestan las rebeliones. Movimiento brusco en la cama. Uno por uno desfilan los "líderes". A todos los he hecho yo, yo, de la nada. El "califa" es muy cuco para dejarse pescar en descubierto. Ese no. Si discrepa, tiene buen cuidado de callarse, porque desconfía de todos. El "pibe"... es el más peligroso... ese sí que es de temer. Sus ambiciones están a la vista. Reemplazarlo a él... ¡canallas! Toda su vida dedicada a un solo fin, ascender, llegar, conquistar las alturas del liderato... y luego, el poder... peregrinando hambreado por las capitales del mundo, hecho un guiñapo, enfermo, asistido por una solterona sentimental que le lavaba las medias y las camisas, pero que lo menos que pretendía era incorporarlo a sus sociedades de beneficencia de gentes de color y de niños huérfanos... ¡ Las ideas de las mujeres altruistas, una vez que han pasado los 40!... Bueno, y luego el largo y porfiado juego de su correspondencia con las instituciones gremiales, con los dirigentes, con los intelectuales y estudiantes de toda América, gastándose hasta el último centavo en comprar estampillas de correo... ¿ acaso no vale nada de esto?.. ¿Quién ha hecho nada semejante?.. I ahora, críticas... Imbéciles, tarados... Mordiéndose las uñas había llegado a desgarrarse unos trocitos de piel. Se pasó las manos debajo de la nuca, para evitar seguir malográndoselas. Eso le disgustaba a Jorge. Lo que es a Hernando hay que aplicarle el "hielo". Sí, está decidido. Le voy a bajar los humos. Ni una sola palabra más acerca de sus éxitos, ni una sola mención a sus últimos proyectos. I luego, ni saludarlo, ni mirarlo, ni nombrarlo. Como si no existiera. ¡Eso sí que duele!... Un mes de absoluto silenciamiento, de "hielo", y luego veremos cómo regresa humilde, a buscar su sitio y a hacerse perdonar. I si no se humilla, afuera, como un apestoso. I si molesta, para eso están los "discretos". Ya le aplicarán el "castigo" que merece su insolencia. ¿O cómo creen éstos que voy a proceder? ¿Cómo un débil mental? Perdonando, complaciente a todos sus culpables errores... ¡ No.! Castigar duro y sin compasión. Ya saben cómo es eso del "hielo". La prueba: Carlitos. Se me subió hasta la cabeza, con sus mimos y halagos y luego abusó de mi confianza. Le bajé de un solo golpe. Ahí está como un perro apaleado, escondiéndose de todos, pero saliéndome al encuentro para saludarme con su sonrisa rastrera. I yo, ni caso, no lo veo. Hasta que lo haga llorar como una mujer... I el "castigo". Bueno, eso sí que es más serio. Los que hemos hecho castigar, no han vuelto por la segunda... como que algunos hace rato que se pudren en el cementerio... Pero sólo así se consigue una verdadera disciplina, con este elemento feble, sensual, acostumbrado a la molicie, incapaces de tareas arduas... Ah, la juventud alemana, por ejemplo, mozos que parecen dioses, verdaderos atletas. Su belleza está en todo de acuerdo con su valentía, con su entrega, con su fervor... Yo tengo que hacer de este pueblo torpe y abotagado algo nuevo y fuerte, algo que dé qué decir. Que sea capaz de ayudarme a llegar por encima de la mediocridad ambiente. Por más que busco, no logro encontrar a los tipos selectos con los cuales haría mi guardia personal, mi guardia de honor. No cabe duda de que éste es pueblo de desnutridos físicos y mentales. Nietos de esclavos, todavía llevan la marca de las cadenas y de los latigazos. . . Ahora tengo que cambiarme de medias. Jorge dice que debo hacerlo todos los días. Si me baño, no puede ser que me huelan los pies... A la noche, bueno, estaré con ésos. Toda la noche... ¡Quién sabe! Esos La Trampa / Magda Portal

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gastan yardley hasta en el bigote... Se estremeció. Un cosquilleo de emoción le hizo bajar las manos de debajo de la nuca. Nunca se sabe... pero no. Tengo que controlarme, un poco, por lo menos. A veces son espías, provocadores. Con el menor indicio, me armarían un escándalo mayúsculo. I entonces, todo el edificio por tierra. No soy ningún pelele. La comida que hizo ayer Justina estaba muy sabrosa. Cambió de posición en la cama. Sólo que ese tragón de Leonidas se comió dos platos como cerros... ¡Cómo come ese poetita!... ¡Qué risa me dan los poetas!... Con sus versos ramplones, cantándole a los rascacielos que ni siquiera conocen sino en fotografía y comiendo como perros hambrientos. Los poetas no deberían comer... ni lo otro... Ya llega Pedro. Que me prepare el baño. ¡Eso de tener que bañarse! que me haga masaje, estoy llenándome de carnes. .. que me apriete los muslos, están muy rellenos y me hacen sudar... que me sobe las espaldas... los lomos, como él dice... - ¿"Jefe", nos bañamos?... -Claro, chico, nos bañamos... -Yo ya estoy listo. . . vamos, pues... -Vamos... Saltó de la cama. Pedro se ha puesto su ajustado pantalón de baño. Todavía soy ágil, no me pesan mis 90 kilos. . . Es que soy más músculos que grasa. .. Pero Pedro es bueno, todo lo hace con delicadeza... Todo. ¿Cómo prescindir de él como quieren algunos?.. Me respeta, no es capaz de una infidencia. Con él puedo expansionarme. Para eso es mi fiel criado, al que he sacado del lodo, de la inmundicia... I a los otros los obligo a tratarlo como a su igual... los humillo. I Pedro se crece, bajo mi sonrisa cómplice. Además, me entiende. Ha llegado a asimilarse mucho de mí mismo, como los animales con el continuo trato con la gente, toman sus gestos, sus hábitos, así Pedro. Se ha vuelto inteligente. Yo le consulto, y él me da muchas veces la clave de lo que necesito. Porque carece de vanidad, como los otros, y dice las cosas simplemente. -Al agua, "jefe"... - ¡Al agua!... huy, como está de fría!.. Ahora viene lo mejor, el masaje y el agua de colonia.

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La tregua - ¿Mariel, ya ve? . . ¿No le decía yo? ... ¡Llegamos! Tenemos casi todo el gobierno en las manos. Ya no nos sabotearán por todos los flancos. Ahora sí que podemos decir que hemos llegado. - ¡Sí, cómo no, Miguel. . .pero a qué precio! -Parece mentira que siendo usted una mujer inteligente, no penetre en las maniobras del Alto Comando. Eso es hacer política, alta política... -Así será, pero yo me temo que nuestros aliados de ahora, no cumplan sus promesas... ¿Libertades, pero por cuánto tiempo? - ¿I para qué está el partido? Ellos saben muy bien que les movilizamos a la masa y hacemos temblar a la ciudad. -Ellos cuentan con el ejército. -Los clases responden al partido... nuestras organizaciones secretas los tienen minados. De oficiales para abajo, todos son unionistas... -Es fácil deshacer esa organización. Bastan unos cuantos cambios. Tenemos experiencia. -Pero, ¿por qué ese pesimismo, Mariel? . . Cuando debería estar contenta. -No es pesimismo. . . soy realista, qué quiere. Hemos pasado tanto. . . Pero en fin, Miguel, espero que saldrán todos los presos, como primera medida. -Por supuesto... Ya están dadas las órdenes... todos, menos los condenados por el fuero común. . . -¿Por el fuero común?.. Todos han sido condenados por Cortes Marciales. -Sí, pero unos cuantos lo están por el fuero común... -Ah, sí... entre ellos, el pobre Stool. -Sí, Stool... pero ese no importa que no salga (bajando la voz) es un tipo peligroso. . . psicópata. . . terrorista por naturaleza. Es capaz de matar por el solo instinto de ver correr sangre. . . -No diga eso Miguel. . . ¿Cómo sabe usted? -Me lo han dicho todos los que han salido de la penitenciaría. Sólo ve sangre, le ofusca la sangre... Es un enfermo... ¿I a qué queremos enfermos en el partido?... -Eso es... un peligro... capaz de cometer un crimen porque sí... -Dicen que se la pasa diciendo que en cuanto salga, mata al jefe de los republicanos... ¡un peligro! -Podría mandársele lejos... una especie de exilio sin castigo... como que sale a reponerse de su larga prisión... -No sería posible... no está el partido para hacerse de jóvenes locos... Además, él no aceptaría, querría quedarse para "actuar"... Todos se creen indispensables en el partido... todos creen que tienen una misión que cumplir... -En realidad, los únicos que son aptos para esos menesteres son los "cerebros" del partido... ¿no? -Efectivamente, Mariel, aunque usted lo diga con cierta burla. Con el sólo equipo de cerebros con que contamos, nos basta y sobra para dirigir la política unionista... pero todos se creen indispensables... todos se creen capaces para hacer "cosas"... Un engorro... -Así que Stool... -Ese no sale... pero no se le puede decir, hay que engañarlo, si no, lo que nos costaría. . . -No espere que yo se lo diga. Sólo pienso en la madre... ¡cómo ha esperado este momento!... -La madre, bastante tiene con la gloria del hijo... la prisión lo ha hecho célebre... por su crimen altruista... - El "califa" ríe porque cree que ha descubierto una salida genial. - ¡La prisión una gloria!. . . no sea usted cínico, Miguel. Bastante hacen ustedes para desacreditar al tal hijo. ¿Pero no cree usted que la opinión pública, la masa, puede pensar que el partido utiliza a sus hombres y luego que los hunde, los abandona?.. Yo lo encuentro peligroso... - ¿ Quién nos va a tomar cuenta a nosotros?.. ¿La masa?.. La masa es lo que nosotros querramos que sea. Sólo sirve para hacer alboroto cuando conviene al partido, pero son incapaces de pensar por sí mismos... I luego tenemos muchos argumentos para rebatir cualquier suposición inconveniente. -Argumentos tan deleznables como éste de la gloria de la prisión. . . - La que va resultando peligrosa es usted. Mariel. . . usted y sus críticas. -Crítica y autocrítica son la democracia del partido. Después de todo, yo no soy la masa.

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-No Mariel, no es usted la masa. . . usted es una líder que pesa. Pero creo que se equivoca cuando juzga la conducta de los líderes. Hay necesidades dolorosas y la que nos obliga a hundir en su prisión para siempre a Stool es una de ellas.. . - ¿Pero, por qué para siempre?.. Diga usted por un tiempo más, un año, dos, ¿ pero siempre?.. Sabe usted lo que es la prisión... Stool entró cuando tenía 18 años... Hoy tiene 30... ¿No es usted capaz de conmoverse?.. -Bueno. . . es verdad. . . hablaré con el "jefe". . . pero. . . no le garantizo nada, Mariel, y a lo mejor, si le digo que usted se ha convertido en su defensora, va a dudar de su buen criterio, va a creerla inspirada por los comunistas. Mariel se ríe. ¡Qué gracioso!. . . Es un viejo y gastado argumento que usan los de la oligarquía cuando quieren asustar a la mojigata opinión pública... pero aquí, en el partido, nadie cree en eso...

... ¡Oh, embriaguez de la libertad!... Las calles rebosan de gentes, todo el mundo sonríe, todos se abrazan por las calles. Surgen manifestaciones espontáneas... Canciones, canciones alegres, triunfadoras. La masa está en las calles. ¡La masa ha vuelto a conquistar la calle!... Está eufórica, desarmada, pero fuerte porque es libre. . . Ahora la luz es más luz, y las voces ya no se escuchan mediatizadas, por el temor de ser oídas por los soplones... Se habla en voz alta, se grita... ¡Somos libres!... Algunos han bebido, algunos profieren hasta insultos contra la reacción... Los tímidos alzan la voz y se esfuerzan porque se les oiga. Los que te ignoraban al pasar, por temor o por desprecio, ahora te buscan la cara para saludarte con su más obsequiosa sonrisa. Ahora te salen amigos a la vuelta de cualquier esquina... Pero tú no lo sientes, ni te importa. ¡ Es tan bella la libertad!. .. ¿Cuánto durará?.. ¡Siempre!... dicen los optimistas. ¿Qué importa? Por estas horas de felicidad bien vale la pena haber sufrido. Ahora solo falta que regresen los deportados a sus hogares, que los presos salgan en libertad... Lo único que no se podrá nunca es que los muertos abandonen sus tumbas para reintegrarse a la vida. Para ellos no sonará la hora de la justicia.

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... He esperado en vano una demostración de fraternidad, de comprensión, por parte de mis compañeros... He esperado muchos días, muchos meses... ¡muchos años! Al principio no pensaba en nada que no fuera una especie de satisfacción dolorosa por el deber cumplido. Había hecho lo que ellos quisieron que hiciera. Había hecho algo más. No había podido eliminarme como me insinuara alguna vez el "califa", pero no fue mi culpa. Yo lo intenté, y allí está mi frente trepanada, con los sesos latiéndome... ¿No merezco una frase de aliento, de solidaridad?... Al principio creí que eso no era posible. Sería comprometerse. Había que salvar al partido. Pero después, al paso de los meses, de los años... Ellos tienen mil maneras de hacer llegar sus mensajes. Luego, podían haberse acercado a mi casa, ver a mi madre, en fin. Pero nada. Muchas veces los otros presos me decían en secreto: "Recibimos noticias del 'jefe'... todo va bien.. ." Bien, ¿qué? Siempre andan fraguando revoluciones, golpes, pero siempre fracasan. I el tiempo pasa para mí, sin esperanzas. ¿Es que habré muerto para ellos?¿Por qué este silencio? Soy peor que un muerto: ¡soy un o l v i d a d o!

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Miedo Creo que la hora de la libertad se aproxima. Estoy sintiendo sus pisadas en la calle, a la distancia. Siento en el aire las vibraciones de la libertad. Han sonado otros tiempos y esta muerte sin muerte de la prisión llega a su término. Esto no debe tardar. Muchos dicen que estamos en las vísperas del gran día. ¡La libertad! Ya apenas si sé qué es la libertad. Será caminar por las calles, libre del gendarme, salir, pasear, deambular sin rumbo fijo, con las manos en los bolsillos, silbando una canción cualquiera... Dejar la celda... las cuadras... no oír más los pitos ni el chirriar de los hierros... Dejar el número tatuado a mis espaldas. Volveré a ver el mar... ¡ el mar! Sólo su vastedad me da la exacta sensación de la libertad. I luego, ¿qué más?.. Realmente, no sé. Será volver a mi casa, a la familia, mirar los rostros familiares de la madre y los hermanos, todos los días, uno tras otro... oír sus preguntas, responderles, ser interrogado por todos los que vienen a verme... que le miren a uno como a un ser raro, " ¡ha estado tantos años en prisión por un doble crimen!..." No sé si podré soportarlo. Pero no en vano se espera durante miles de horas, de días y noches, la llegada de este día. No en vano se ha sufrido como yo, torturas y desprecios, para alcanzar al fin este momento. Ahora voy a disfrutarlo plenamente. No importa que todo el mundo me mire y se pregunte. ¡Voy a ser libre!... ¡Oh Dios, le tengo miedo a la libertad! Pero yo he soñado con este día. lo he esperado con el ansia del sediento. Seré libre de nuevo, volveré a ver las calles... Todo habrá cambiado un poco, como yo... pero será lo mismo. Iré a ver a las muchachas, ya no serán las mismas... pero habrá otras... otras... I mi hambre de mujeres será al fin saciado... Yo... yo.... ¿Cuántas veces me han dicho lo mismo? No cien, miles de veces... ¿Acaso miles de veces no hemos sido estremecidos por las noticias de los triunfos del partido? Pero siempre fracasaban y de nuevo a empezar... Pero ahora se trata de otra cosa. Ahora han llegado a pactar con los contrarios, hay acuerdos, convenios, qué sé yo. Ahora se abrirán las cárceles y saldrán todos los presos... Eso es. I yo también seré libre. Sólo que ya no aguanto más la impaciencia.

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La Trampa

¡Al fin ha llegado el momento! Ya está el partido en libertad. Ya resuenan en las calles los gritos de alegría por el triunfo. Hay una gran agitación en el penal. Todos los presos políticos, condenados a muchos años, se preparan. El que menos se hace afeitar por otro preso, plancha sus pantalones, lava apresurado su ropa interior. Todos piensan que van a salir... Los presos comunes nos hacen encargos para que les llevemos a sus familiares. Nos felicitan. Nos envidian. El Director nos hace llamar. Su aspecto es cordial y revela cierta timidez al dirigirse a nosotros. -Les he hecho llamar, dice, porque creo que les ha llegado la hora... - Temblamos de pies a cabeza. -Deben estar listos, continúa, pues de un momento a otro recibo la orden de su libertad, y que no los encuentre desprevenidos... Anden, anden, muchachos... Alístense... -I rubrica su gesto con palmaditas en la espalda. Yo creo que me voy a caer. Las piernas se me han aflojado y un sudor frío me baja de la nuca. Miro a mis dos compañeros de presidio: Lucho Pérez y Santiago Spurio. Ellos también me miran. Tienen los ojos brillantes, encendidos de lágrimas. Nos estrechamos las manos. No podemos decir nada. Una emoción intolerable nos aprieta la garganta. Tenemos ganas de gritar. Salimos. Detrás de nosotros resuenan las pisadas de los gendarmes. ¡Todavía!... No puedo creerlo. Me cuesta asimilar esta verdad: ¡soy libre! Dentro de unas horas pisaré de nuevo las calles... Veré las luces de la ciudad... el sol libre... el asfalto brillante... Mi madre... ¿Lo sabrá mi madre?.. ¿Estará lista a recibirme?... Caminamos a prisa, subimos a las celdas y nos las abren. No es la hora, pero nos las abren para que preparemos nuestras cosas. Poca cosa. El tiempo transcurre. Llega la tarde. Se va haciendo la noche en la prisión. Después de un tenso silencio en que los tres nos miramos las caras, llegan de la Dirección. Han mandado por nosotros. ¿Ya es la libertad? Cogemos nuestros paquetes, nuestras maletas y salimos. No corremos. Hay que darle dignidad a nuestra salida a la libertad. Avanzamos hasta el despacho del Director. Viejo despacho, atiborrado de muebles viejos, oscuro, renegrido. No lo veré más. El Director está en compañía del "califa"... Saludos. Albricias. Frases vanales. Todo muy rápido, muy apresurado. El "califa" está nervioso en medio de su euforia. Pero tiene instrucciones precisas. -Se ha preparado una manifestación... -dice- Lucho saldrá en hombros del penal y será llevado hasta el local de nuestro diario... Allí dirigirá algunas palabras a los manifestantes. -Tú -se dirige al poeta Spurio- te irás directamente a tu casa, en un auto que te espera afuera. Así se ha dispuesto para evitar excesos. Sólo Lucho saldrá al público. A mí no me dice nada. Al fin me palmea el hombro y habla:

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- A tí que te hemos reservado para una próxima manifestación... Tenemos que aprovecharte. De modo que tú te quedas todavía... unos días más... a lo sumo, una semana... luego venimos por ti. Hay que impresionar con tu libertad. Hay que tener motivos para exhibir nuestras fuerzas... conviene. Todos nos hemos quedado estupefactos. El Director pregunta: -¿Entonces Stool se queda? -Sí, Director, se queda... Guárdemelo usted para la próxima. . . I avanza, llevándose a los dos compañeros de presidio hacia la puerta, hacia la libertad. . . Siento que el mundo se desploma sobre mí. Se ha cerrado la trampa. El Director evita mirarme. Yo no puedo decir nada. Pero veo la seña del Director al gendarme que espera en la puerta. Tomo mi maleta y salgo. De nuevo a hundirme en la noche de la prisión. I ahora sí que para siempre.

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El juego

Ahora se terminó la larga pesadilla. Jamás creía que llegaría este momento. ¿Cómo? No acabo de creerlo. !Si ya me habían rematado, luego de acumularme delitos que no había cometido!... Ya me sentía como una de esas babosas pegadas a las piedras de los muros de la prisión... Como esas yedras trepadoras que jamás alcanzan a llegar arriba. Pero el juego empezó cuando los camaradas prepararon mi fuga del penal. Primero fue escaparme por la boca de la cloaca que queda justo en el patio de atrás de la prisión. A ciertas horas de la noche se corta la corriente de aguas servidas y es fácil salir hacia la calle que queda a la espalda del penal. Solo que hay que preparar las cosas bien. I ellos lo harían todo desde afuera. Me arriesgué. Me fingí enfermo y volvía a la enfermería, donde había pasado tantos días, meses, durante el largo suplicio de la incomunicación. Después de unos días, me puse de acuerdo con los camaradas y fijamos la fecha y una noche, luego de infinitas precauciones, logré burlar la vigilancia del guardián de la enfermería. y sigilosamente llegué al patio donde la tapa de la cloaca estaba ya movida por mí. La alcé y salté adentro... ¡Oh, sorpresa! Esa noche el agua no había sido cortada como todas las noches y apenas si pude librarme de su viscosa correntada que subía hasta mis hombros y tratar de agarrarme nuevamente de los bordes del buzón para volver a subir... ¿Qué había pasado? Los camaradas me aseguraron que ellos harían cortar el agua a las 8 de la noche en punto, que todo estaba listo en la brigada de auxilio, que yo tenía el paso libre... I ellos me estarían esperando en la calle de atrás donde justo hay otro buzón, en un auto a prudente distancia. Esperé minutos eternos, por si disminuía la corriente, pero noté que más bien seguía subiendo hasta alcanzar el nivel de mi boca. ¡Ay! me arrastraría sin poder defenderme. El agua venía cargada de detritus, sucia, mal oliente; hasta creía oír los chillidos de las ratas y distinguir el brillo de sus ojos... Yo tenía las manos aferradas al borde del buzón y con ellas se alzaba un poco la tapa dejando pasar un hilo de luz del foco del patio. Arriba todo era silencio, salvo los pasos de la ronda, pero pronto el enfermero se daría cuenta de que yo no regresaba del urinario. No, no bajaba el agua... Había que subir. Los minutos eran interminables. Hice un esfuerzo y empujé la tapa y salté... Estaba chorreando y apestaba. Acomodé rápidamente la tapa y me deslicé hacia el baño de la enfermería. Luego salí. El guardián apareció y me quedó mirando dudoso. El corredor estaba semioscuro y no podía verme bien. -¿Tanto tenías que cagar, 613?.. -rio grosero- Estás apestando... Pareces podrido... ¡Fuá! -Es que tengo cólico -rezongué- ¡esos malditos frijoles! I la barriga se me llena de gases... Se dio la vuelta y regresó al fondo del corredor donde apenas alcanzaba la luz. Yo me metí a la enfermería y traté de secarme con mi tohalla toda la inmundicia de que estaba lleno. Mañana pediría mi alta para volver a la celda y poder ducharme, sí, limpiarme todo lo que me asqueaba hasta las náuseas. Mañana, sí, mañana, pero ¿qué habría sido de los compañeros? El domingo lo sabría. ¿Los descubrieron? ¿Fueron apresados? ¿Les falló a última hora el plan?... Mientras tanto yo habría perecido ahogado y la corriente arrastraría mi cuerpo hasta la desembocadura del río en las playas del Callao, donde desaguan todas las cloacas. Pero, ¿cuándo?... Luego dirían "el 613 desapareció... Se lo tragó la tierra, no, el cemento del patio... " ja, ja... ¡Qué cosas!...

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I la segunda vez... ah, la segunda vez sí logré ganar la calle. Los compañeros lo habían preparado todo, no podía fallar. Me metería en el camión que trae los víveres, luego de la entrega, cuando se dispusiera a marcharse... Ya estaba previsto todo, y si no, pegado al camión alcanzaría la calle cuando éste saliera... todo estaba calculado al minuto. Ellos me estarían esperando de trecho en trecho para cubrir mi huida... Pero al salir no vi a nadie... nadie... sólo curiosos, que miraban asombrados. Yo portaba una pistola que me dejaron los compañeros sólo para usarla en último minuto... La llevaba apretada en el bolsillo junto a mi mano derecha... Atiné a correr, corrí hasta donde imaginé que podían estar. Detrás de mí corría un gendarme, tratando de alcanzarme, dando voces de ¡alto!, pero sin duda le pesaba el rifle y no lograba disparar... o estaría advertido de no hacerlo... tal vez... De repente oí un disparo a mis espaldas, pero no me sentí tocado. Volví la cara y vi caer al gendarme que me seguía... ¿Quién había disparado?.. ¿Algún compañero?.. Salieron más policías y yo perdí el ritmo de la carrera... me asusté y me agarraron. Otra vez a empellones a la celda de rigor... sin visitas, sin paseos en los patios... sin aire ni sol. Pasaron largos días, semanas. I otra vez otro proceso por haber asesinado a un policía... ¡grave delito!... I una nueva condena sin atenuantes... No tuve defensa. Aunque mi pistola no había disparado un solo tiro y el gendarme que me perseguía murió de una bala de fusil en la espalda... ¿Cómo fue?.. ¿Quién lo mató?... Ya pasaron varios años... ni sé cuántos... I ahora estoy en libertad y camino por las calles sin la presencia de los gendarmes. No sé cómo vino el indulto... No sé qué recónditos sentimientos se le removerían al juez que revisó mi causa y firmó mi indulto. ¿Conducta buena?.. ¡Que sé yo! Lo que si sé es que hace poco se movieron algunas influencias para que se me rematara. Eso es, cadena perpetua. Quizá en el Frontón, o aquí mismo, en la Penitenciaría de Lima, donde vegetan tantos muertos en vida. Debo ir a ver a mi madre... es lo primero. Ni sé cómo estará... Creo que está enferma, hace tiempo que no viene por la prisión. Sus ojos... sus ojos tan azules apenas son dos opacas lucecitas en las cuencas enceguecidas... ¡Ha llorado tanto!... Su cuerpo se ha achicado, como si decreciera... La última vez que la vi, caminaba con dificultad... como vacilante. Ella, tan erguida, tan orgullosa... Es apenas una sombra de lo que fue... ¡Han pasado tantos años!... más de 20... desde que caí... 23 para ser más exactos... Yo tenía entonces 19... pero ella, a ella le han caído como 50... ¿Cómo estará ahora?.. Ni sabe que he salido, que estoy libre. Que de un día a otro me dijo el Director... Stool, arregle sus cosas, ahora sí que está usted libre... y sonreía como nunca. No es mala gente este Director... ¡Libre, libre! Quise gritar, pero me contuve... no me salían las palabras... Creo que estaba llorando... Agarré mis cosas, las metí al maletín, miré bien la celda, le di vueltas al colchón y saqué mis pañuelos que tenía debajo, secándose... Agarré todo ¿para qué dejarlo? Ya no había compañeros en la prisión, todos habían salido... todos, menos yo... Ahora me tocaba a mí... Pero, ¡qué extraño! Ya no ansiaba la libertad. Tenía, ¿cómo decirlo? tenía... miedo... Sí, miedo de volver a la vida, miedo de enfrentarme a los amigos, a los compañeros, a mis hermanos y sobre todo, volver a mi casa, volver a ver a mi madre... Me parecía que no podría soportarlo... Afuera estarían esperándome los compañeros para llevarme al partido. Ahora había libertad. Los locales unionistas estaban funcionando. Esta idea me alentó un poco... avancé por los corredores hacia la salida. Nadie me detuvo... Los gendarmes sonreían con su sonrisa torcida, como que es y no es. Afuera sólo habían dos compañeros de los dirigentes, me abrazaron efusivamente, felicitándome. ¡Cholo, cómo estás... Se te ve muy bien... Luego se despidieron. Tendrás que ir a tu casa, a ver a tu mamá... a los tuyos... ya habrá tiempo para lo demás... Mañana, pasado, ya se verá... Pregunté: ¿y el "jefe"? ¿Sabe que estoy libre?.. Se rieron... ¿Cómo no saberlo él?.. Te manda un abrazo... ya lo verás... está como siempre, ¡fantástico!... Todo esto en tono muy apresurado, muy urgido, como sin ganas de perder el tiempo, de prolongar la despedida... I luego, chau, hermanón, tenemos mucho qué hacer... comisiones del partido... ya nos veremos... I nada más. Subieron a un auto que los estaba esperando y me dejaron en la puerta de la Penitenciaría, sin saber el rumbo que iba a tomar... I ahora que casi no conozco ya las calles. . .

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INDICE

José Carlos Mariátegui y Magda Portal Proemio a la Segunda Edición Advertencia ¡Yo, asesino! 15 de agosto de 1935 Panamá, hora cero Persecución Cárcel de mujeres Suspenso La víspera El atentado 1932 Jornada El dilema Un niño junto ala reja Los muertos El mártir Sin tiempo El castigo La noticia Contragolpe El asedio Mujeres 613 Un poeta La masa La prueba Discursos Los símbolos El "jefe" Escala de valores Soliloquio La tregua

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Miedo La Trampa El juego Indice

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Este libro se terminó de imprimir en marzo de mil novecientos ochentidós, en los Talleres Gráficos

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A comienzos de siglo nace en Lima esta notable poetisa y escritora, logrando con su libro “Anima Absorta” la consagración en el mundo literario peruano. José Carlos Mariátegui la saluda escribiendo en sus “Siete Ensayos de la Interpretación de la Realidad Peruana” lo siguiente: Magda Portal es ya otro valor-signo en el proceso de nuestra literatura... Le ha nacido al Perú su primera poetisa... Su piedad se aparenta dentro de la autónoma personalidad de uno y otro con la piedad de Vallejo. Departió amistad con vallejo, Junio Castillo, Cesar Moro, Carmen Saco, Quispe Asin, Camino Brent, Mariátegui y otros, con quienes irrumpió contra la pacuteria de una Lima monástica. Obtuvo premios consagratorios y son incontables las revistas, los periódicos, los centros universitarios y recintos culturales del Perú y América que difundieron y difunden su obra. Viajera infatigable. Ha recorrido todo el Perú y gran parte de América en misión proselitista antiimperialista y antioligarquica, defendiendo, asimismo los derechos de la mujer. Milito en las filas del Partido Aprista desde su fundación por espacio de 20 años, renunciando por insalvables discrepancias ideológicas en 1948. Conoce pues la vida de dicha organización en sus más insondables entrañas. Gran parte de su vida, Magda Portal ha vivido entre el exilio, las cárceles y las persecuciones, manteniendo una moral y una dignidad intachables. En 1957, Ediciones “Raíz” edito por primera vez su novela, LA TRAMPA, cuyos ejemplares fueron escandalosamente secuestrados. Hoy Editorial Poma entrega al lector esta valiosa, LA TRAMPA, en su autentica versión, con esta obra narrativa la autora lograra una justa ubicación en la vanguardia de la novelística latinoamericana. La obra de Magda Portal esta traducida al ingles, francés y búlgaro. Ha sido incluida en el “Penguin Book of Woman Poets”, edición hecha en Londres y New York en 1978. Figura en el triangulo de 999 mujeres famosas en el mundo titulado “The Dinner Party”, de la escultora y feminista Judy Chicago, de la Universidad de Houston, Texas. Actualmente, Magda Portal, desempeña el cargo de Presidente de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA), y continua realizando una activa labor en los campos de la literatura y la política.

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