La solucion para la crisis existencial

LA SOLUCIÓN PARA LA CRISIS EXISTENCIAL Alejandro Bullón Paucar ASOCIACION CASA EDITORA SUDAMERICANA Av. San Martín 455

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LA SOLUCIÓN PARA LA CRISIS EXISTENCIAL

Alejandro Bullón Paucar

ASOCIACION CASA EDITORA SUDAMERICANA Av. San Martín 4555, 1602 Florida, Buenos Aires, Argentina

Índice 1. La crisis existencial...................................................... 7 2. Las razones de la crisis................................................14

3. ¿Vale la pena cambiar las realas del juego?................23 4. La fragilidad de las soluciones humanas…………...30 5. El fin de la crisis.................….....................................39 6. ¿Qué hacer ahora?………………………………….57

Capítulo 1

La crisis existencial Aquel encuentro fue diferente de todos los que había tenido hasta ese momento. Mi interlocutor no era un joven afligido, ni un padre preocupado por causa de los deslices del hijo, ni un matrimonio en crisis al borde de la separación. Era un señor elegante, de rostro sereno y mirar tranquilo que, por los hilos plateados que clareaban su cabello negro, aparentaba más o menos 50 años. Estábamos sentados alrededor de una mesa en el Terrazo Italia. En el centro de San Pablo, Brasil, mirándonos uno al otro sin prestar la menor importancia a la vista majestuosa que la ciudad ofrece desde aquel punto. “Pastor —dijo el hombre, sin rodeos— leí su libro Conocer a Jesús es todo. Me lo regalo´ mi secretaria. Es miembro de su iglesia y aparentemente es una mujer feliz. Me parece que usted es la persona que precisamente estaba buscando para conversar”. 4

En los minutos que siguieron me habló de su vida, de sus sueños, de su familia. Era millonario, dueño de un patrimonio envidiable, poseía una familia maravillosa y tenía hijos profesionales que participaban activamente del imperio financiero que había construido. Era generoso, donaba dinero para obras de asistencia social y cumplía con sus deberes cívicos. Era un buen empresario, un buen padre, un buen marido, en fin, un hombre realizado en la vida. O casi. Porque no era feliz. “Tengo todo para ser feliz — dijo— pero siento una sensación extraña. Es como si me faltara algo. Siento una especie de vacío interior. Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa y a pagar cualquier precio, con el fin de librarme de esta sensación. Necesito ser plenamente feliz pero, por favor, no me pida que me haga miembro de su iglesia, ni me hable de Jesús”. Lo miré, y con tristeza vi en él el retrato del hombre del siglo XX, el siglo de las luces, de la razón, de la informática y de los vuelos espaciales. El hombre moderno fue capaz de penetrar en los misterios del átomo, conquistar el espacio y llegar a la

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luna, pero es incapaz de darse cuenta de lo que está sucediendo dentro de su propio corazón. Vive angustiado. Finge que es feliz, intenta inútilmente convencerse a si mismo de que es feliz, pero llora por dentro sintiendo el vacío que duele, que incomoda y angustia. “Estoy dispuesto a pagar lo que sea necesario, dice, y no hay límite para sus esfuerzos con el fin de alcanzar su objetivo. Usted puede verlo bañándose en las aguas sagradas del rio Ganges, acostándose encima de brasas vivas, yendo en peregrinación a los santuarios tan conocidos de todo el mundo, o andando de rodillas en una procesión hasta sangrar. Y si usted mira más de cerca, podrá verlo intentando pagar el precio a través de la meditación trascendental, realizando obras de filantropía, defendiendo los derechos de las clases oprimidas, participando de marchas en favor de la ecología y de la paz, firmando cheques para obras de caridad o visitando orfanatos, asilos y sesiones de psicoanálisis. Entre los más jóvenes, usted podrá encontrarlos en las discotecas, en los bares, en las bailantes, en las fiestas 6

del sábado a la noche. Usted puede ver a ese hombre desesperado procurando “sentirse bien” con las sensaciones alucinantes de las drogas y de los placeres prohibidos, o defendiendo la libertad sexual y la nueva moral. Pero, ¿logra llenar el hombre de esa manera el vacío del corazón? ¿Consigue la paz con penitencias o con oraciones? ¿O con sacrificios y ayunos? ¿Se alcanza la paz al involucrarse en las luchas sociales o al participar de sensaciones placenteras? Nunca hubo en toda la historia un tiempo de tanta libertad, de tanto lujo, confort y aparente democracia como hoy, pero, ¿por qué el hombre no consigue ser feliz? ¿Por qué la paz interior parece estar siempre huyendo de nuestras manos, como algo que resbala por entre los dedos? Nunca el ser humano vivió tan angustiado como hoy, nunca tan vacío, tan desesperado. Sus conflictos emocionales, sus inseguridades económicas, sus luchas familiares y sociales, sus frustraciones existenciales, parecen haberlo derrotado completamente. Siente miedo. El ser humano siente miedo de no ser más que un computador, una máquina de producir, un ladrillo. 7

Con la trágica diferencia de que tiene sentimientos y las ´ maquinas no. Él es visto como un objeto, como un número en medio de la multitud, pero sufre, llora, se angustia y nadie se preocupa por eso. “¿Qué debo hacer para ser salvo?” Es el grito del corazón humano a través de todas las épocas, “¿Qué debo hacer?” “¿Cómo puedo tener un poco de paz? “¿Cómo puedo ser feliz?” Y la respuesta viene a través de millares de voces que responden: “Tienes que esforzarte, tienes que pagar el precio, tienes que merecerlo; ¡lucha, trabaja, conquista!” Escuche, por ejemplo, la voz de la ciencia. “No hay tal cosa como pecado”, dicen los científicos. “Si el mundo se está derrumbando o si usted tiene problemas, eso no tiene nada que ver con el pecado. Organícese mejor, investigue más, use la tecnología para resolver sus problemas”. Los humanistas le sonríen con optimismo. Para ellos el problema del ser humano es tan solo uno: Falta del desarrollo del potencial humano. “El hombre es el capitán de su propia embarcación", dicen. “Dentro de él hay una fuerza capaz de resolver cualquier problema y superar cualquier crisis. Entonces— añaden los 8

humanistas—, lo único que usted necesita es tener confianza propia. El cielo consiste en hacer lo mejor que usted puede hacer aquí y ahora”. Escuche a los políticos: “Usted no es feliz porque no supo escoger el gobierno adecuado. Lo que el mundo necesita es una revolución social. Lo que el país necesita es un cambio inmediato. Entonces, vote por mí”, Pero esa no es la respuesta divina. Una noche Dios le dijo a un hombre desesperado, a través de San Pablo: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo”.1 Lo primero que debe hacer no es luchar, ni desesperarse por ser bueno, ni de tratar, ni de hacer cosas para merecer. Crea. Él dice: “Les voy a dejar un regalo: Paz en el alma. La paz que doy no es frágil como la paz que el mundo ofrece”.2 ¿En qué consiste la paz que ofrece Dios? ¿Cuál es el tipo de paz que los hombres han intentado conseguir inútilmente a lo largo de la historia con esfuerzos, penitencias, sacrificios y buenas obras? ¿Es sólo un mito? ¿Es un sueño imposible? Detrás de las marchas de protesta, de las luchas sociales, de las obras de caridad; detrás de la búsqueda incansable de la paz, a través del uso de drogas y de la satisfacción de los 9

sentidos, hay una frustración creciente que nadie puede ignorar. Desde las desérticas tierras del nordeste brasileño hasta las calles asfaltadas de las grandes ciudades, sin distinción de raza, edad, situación económica, sexo o grado de instrucción, el hombre transita con un único clamor. “¿Que haré?”¿Qué es lo que en realidad está buscando el hombre? Observe la forma dramática como el poeta Rubén Darío describe, a través de sus sentimientos, la situación del hombre moderno.

Lo fatal Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque ésa ya no existe, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente. Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror... Y el espanto seguro de estar mañana muerto, y sufrir por la vida y por la sombra y por lo que no conocernos y apenas sospechamos, 10

y la carne que tienta con sus frescos racimos, y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, ¡y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos!...

Sí, amigo mío, este es un cuadro dolorosamente real del hombre actual, pero el objetivo de este libro no es únicamente describir la trágica condición del ser humano. Es, por encima de todo, mostrar que hay esperanza ¿Tiene Dios la solución? ¿Dónde está la paz que el ofreció? ¿Hay lugar para Jesús en la década de la informática? Los capítulos que siguen describen el porqué de la angustia humana y la solución para el vacío del alma.

Referencia 1) Hechos 16:31(Versión la Biblia al día) 2) San Juan 14:27(La Biblia al día)

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Capítulo 2

Las razones de la crisis Hace muchos años, en una pequeña ciudad alemana, una mujer encontró en la puerta de su casa una cesta con una paloma mensajera y una nota. La nota exigía cierta cantidad de dinero, que debía ser atada a la pata de la paloma, si no quería que su casa fuera incendiada aquella noche. La mujer buscó inmediatamente a la policía, y ésta desarrolló dos planes. Ataron un hilo fino a la patita de la paloma y la soltaron, haciendo que dos pilotos siguieran al ave. La paloma levantó vuelo y dio algunas vueltas hasta encontrar el rumbo. El avión la siguió mientras un auto de la policía iba por tierra a alta velocidad. De repente, la paloma se posó en el techo de una casa. Uno de los pilotos fotografió la escena, mientras que el otro se contactaba con el auto de la policía. La policía entró en la casa y encontró a dos hermanos mirando asustados el hilo atado a la pata de la paloma. Ambos fueron presos en el acto. “Pero que culpa tenemos si la paloma se posó en nuestra casa”, dijeron. “La paloma no es nuestra” La policía sabía cómo hacer para probar si la historia era verdad. Mandaron soltar la paloma nuevamente a algunos 12

kilómetros de distancia y aconteció lo que todos suponían. El ave voló en círculos y después se dirigió directamente a la casa. Lo mismo sucedió la segunda y la tercera vez. Finalmente los hombres confesaron el delito. ¿Se identificó usted con la historia? ¿Se vio alguna vez forzado a confesar su culpa? No estoy hablando de ser forzado por la policía, ni por los familiares, ni por los amigos, sino por la constante acusación de aquella voz interior que llamamos conciencia, hasta que finalmente no le quedó otro camino más que llorar a solas diciendo: “¡Soy culpable!” Por increíble que parezca, amigo mío, vivimos en una sociedad afligida y vacía. Pero no es el miedo a la bomba atómica lo que está llevando a los hombres a los psiquiatras. No son los problemas financieros ni el miedo al SIDA, ni a la contaminación ambiental, o a la explosión demográfica. Tampoco es el miedo a una sequía, a una inundación o a un posible terremoto. No. Es cierto que esos problemas existen, pero no son la causa de la desesperación humana. El gran problema es el sentimiento de culpa. Ese es el fuego que esta consumiendo a la generación de nuestros días. El sentido de culpa es la mayor tragedia de la humanidad. Es la culpa lo que paraliza al ser humano, destruye su autoconfianza, aniquila su motivación y genera en su interior el sentimiento de vacío y desesperación. El primer momento de angustia humana, el primer vacío interior, se posesionó del corazón humano enseguida después 13

del pecado. Cuando Dios fue a visitar a sus hijos en el atardecer de aquel día, el hombre y su mujer corrieron y se escondieron de Dios, atormentados por el sentimiento de culpa. Ese es el motivo por el cual, como veremos enseguida, el pecado arruinó la vida de nuestros primeros padres. Afortunadamente el diablo no cambió. Continúa usando la misma técnica y, si descubrimos como actúa, podremos preparamos y prevenirnos contra él. Pensemos por un momento en el Jardín del Edén. ¿Puede imaginarse conmigo el maravilloso paisaje donde fueron colocados Adán y Eva para vivir felices? Cuando la tierra salió de las manos del Creador, la tierra era sumamente hermosa. La superficie presentaba un aspecto multiforme, con montañas, colinas y llanuras, entrelazadas con magníficos ríos y bellos lagos. Pero las colinas y las montañas no eran abruptas y escarpadas, ni tenían los despeñaderos y abismos que presentan hoy. El suelo era fértil y producía una frondosa vegetación. No había pantanos, ni áridos desiertos. El aire, incontaminado, era puro y saludable. El paisaje sobrepujaba en belleza a los adornados jardines del más suntuoso palacio de la actualidad.1 El hombre fue colocado allí para ser feliz. Al salir de las manos del Creador, era de elevada estatura y perfecta simetría. Su rostro tenía el color sonrosado de la salud y 14

brillaba con la luz y el regocijo de la vida. Esa pareja que no tenía pecado, no necesitaba usar vestidos artificiales. Estaban revestidos de una envoltura de luz y gloria, como la que rodea a los angeles.2 Pero el enemigo andaba suelto por allí, dispuesto a arrumar la felicidad del ser humano. Por eso Dios advirtió a Adán y a Eva. — Hijos, no se acerquen a ese árbol. — ¿Por qué no debemos acercarnos? —preguntaron ellos. — Porque el enemigo quiere destruirlos y el único lugar donde puede atraparlos es ahí, cerca de ese árbol. Ese es su territorio. Lejos de aquí estarán seguros, ya que él no tiene libertad para correr detrás de ustedes. Dios podría haber creado al ser humano como un robot, que obedeciera automática e ineludiblemente sus órdenes. Obviamente, esa sería una obediencia sobre la cual el hombre no tendría el mínimo control. Pero, en lugar de eso, Dios creó al hombre a su propia imagen y lo que más desea es que la criatura adore a su Creador por amor. Esto, sin embargo, solo puede suceder si el hombre ejercita el libre albedrío. El amor y la obediencia que provienen de la obligación no tienen valor. ´ Dios quería hijos, no maquinas. Por esa razón Dios nos dio un privilegio que muchas veces se transforma en nuestra desgracia. El don de la libertad. 15

Nuestros primeros padres tenían el don de la elección. Podrían decidir amar a Dios o rebelarse y construir su mundo sin él. El consejo divino fue: “Hijo, mantente lejos de aquel árbol”. Pero ellos escogieron no prestar oídos a ese cornejo. La misma recomendación nos llega hoy a nosotros: “Manténgase lejos de ese árbol". Usted puede preguntarse, ¿de qué árbol? ¡No estamos en el Jardín del Edén! Es verdad, pero hoy también existen árboles. Cada uno tiene el suyo. Son las flaquezas de nuestra vida, son los puntos vulnerables que todo ser humano trae consigo, ¿Cuál es su árbol? ¿Es el cigarrillo? Usted sabe que el cigarrillo está acabando con su salud y que el médico le dijo que debía dejarlo. Usted sabe que tiene que poner un punto final a esa historia pero no lo consigue. Siga el consejo divino. Manténgase lejos del árbol ¿Pero, de que árbol? Manténgase lejos de los ambientes donde se fuma, lejos de los avisos que publicitan el cigarrillo, lejos de todo aquello que genera en usted el deseo de fumar. ¿Cuál es su problema? ¿Son las drogas? Manténgase lejos de los lugares donde se consume droga, lejos de los amigos que usan drogas. Es por ventura su problema la perversión del sexo? Manténgase lejos de las películas en que haya sexo, de las revistas pornográficas, de las conversaciones sobre ese tema, de las músicas que le inspiran esos deseos. Lejos del árbol es mucho más fácil decir "No". Es mucho más fácil resistir fuera de esos ambientes. 16

Pero un día Eva se acercó a aquel árbol y esa fue su desgracia. Ese territorio es territorio del enemigo y el conoce muy bien el suelo en que pisa. — ¡Psi, psi, Eva... Eva! Eva oyó aquella voz que la llamaba a sus espaldas. Su computadora mental trabajó inmediatamente. Aquella no era la voz de Adán y tampoco era la voz de Dos. Ella conocía ambas voces. Si no era la voz de ninguno de ellos, solo podía ser la voz del enemigo. ¿Qué habría hecho usted en su lugar? Eva pensó: “Estoy lista para enfrentarlo. Yo ya sé quién es él. No va a lograr engañarme. Voy a desenmascararlo. Voy a darme vuelta ahora y él va a ver”. Eva se dio vuelta y, ¿sabe usted lo que vio? ¿Sabe con quién se encontró? ¿Con el diablo? No. Claro que no. Él no es tan tonto para dar la cara. El nunca muestra el rostro. No piense que, si quiere engañarlo, va a presentarse corno diablo. Él se disfraza. ¿Sabe lo que Eva vio? Una serpiente. Hoy sentimos un extraño temor solo de pensar en ese animal. Es un bicho asqueroso, como consecuencia de la maldición que cayó sobre él después del pecado. Pero en el Edén no era así. La serpiente era uno de los animales más bonitos de la creación. No se arrastraba. Tenía alas y volaba, los rayos del sol refulgían en su tornasolado cuerpo, dando origen a uno de los más bellos espectáculos del Jardín. 17

El diablo continúa actuando de la misma forma. Nunca da la cara, siempre se esconde detrás de las cosas más bonitas. En el Edén, escogió el animal más bonito. Hoy, se esconde detrás de un estimulante bonito. “¡Al éxito!” pregona una marca de determinado cigarrillo, pero nunca muestra la miseria de un pulmón devorado por el cáncer. “¡Buena idea!”, es el slogan de una bebida alcohólica, pero nunca muestra la desgracia de un hígado podrido por el efecto del alcohol. Se esconde detrás de un ritmo bonito, detrás de sensaciones bonitas. El joven tiene problemas existenciales, piensa que nadie lo comprende. Piensa que el mundo está con la cabeza para abajo y quiere huir de los problemas. ¿Sabe lo que hace? Fuma un cigarrillo de marihuana o inhala un poco de cocaína. ¡Hermosas sensaciones! De repente, todo resulta maravilloso, parece un vuelo en el espacio. Pero, detrás de todo eso está el enemigo, y el enemigo nunca muestra la desesperación que el joven siente cuando se termina el efecto de la droga. Sí, amigo, así fue desde el Jardín del Edén. El enemigo nunca se presenta como enemigo. Aparece con cara inofensiva. Oculto detrás de cosas bonitas. Puede ser una profesión bonita o un modo fácil de hacer dinero ¡Cuantas veces se esconde detrás de un joven hermoso para arruinar la vida de una mujer, o viceversa! Filosofías hermosas, teorías maravillosas y, note esto: muchas veces también se esconde 18

detrás de una religión bonita, fácil y estimulante. “Hay caminos que parecen derechos, pero al final de ellos está la muerte''.3 Para sus objetivos, vale todo: el fin justifica los medios. Lo que realmente le interesa es separarnos de Dios, llevarnos a su territorio. Allí seremos una presa fácil, no tenga dudas de eso. La tragedia del pecado no está en el hecho de hacer algo equivocado. Es el hecho de apartarnos de Dios. El hombre no se aparta de Dios porque peca. Sino que peca porque se apartó de Dios. Cuando Dios dijo a nuestros primeros padres: “Manténganse lejos de aquel árbol”, estaba diciéndoles: “Hijos no se aparten de mí. Lo que más quiero es tenerlos siempre cerca de mí. Estando a mi lado vuestra seguridad está garantizada, seréis siempre felices, plenos y realizados. Por favor, no se aparten de mí, no se acerquen a aquel árbol”. El ser humano fue creado por Dios. El hombre vino de Dios, su vida proviene de la vida divina y sin él será siempre incompleto. Puede ser que el hombre no quiera aceptar este hecho. Puede negar la existencia de Dios. Puede pensar que Dios es un asunto superado para este tiempo. Puede rebelarse contra él, gritar, insultar o maldecir su nombre. Pero nunca será completo lejos de Dios. Allá en el fondo del corazón estará siempre aquel vacío indescriptible que solo puede ser llenado con la presencia de Dios. 19

¿Qué fue lo que sucedió cuando Eva se dio vuelta y se encontró con la serpiente? ¿Cómo actúa el enemigo cuando quiere arruinar la vida de una persona? ¿Cómo se le acerca? ¿Cuáles son sus argumentos? Analizaremos todo eso en el próximo capítulo.

Referencias 1) Patriarcas y profetas (Buenos Aires, ACES, 1985), p.24. 2) Ibíd., p.26 3) Proverbios 14:12(Versión Dios Habla hoy)

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Capítulo 3

¿Vale la pena cambiar las reglas del juego? Hace algunos años, cuando los Estados Unidos de Norteamérica enfrentaban una crisis energética, el periodista Herb Caen presentó en su columna semanal algunas sugerencias para resolver el problema, hechas por niños de la escuela primaria. Eran ideas interesantes como: “Trasladen todas las estaciones de gasolina lejos de la ciudad, así los automóviles tendrán pereza de ir a llenar el tanque” “Todo automovilista que salga de la ciudad con el tanque de gasolina lleno deberá regresar por lo menos con un cuarto de tanque". “Aquellos que acostumbran a correr mucho, deberán llevar en el auto un perro entrenado para ladrar cuando sobrepasen los 80 km por hora”. Pero un muchachito rubio, con pequitas en la cara, tuvo la idea más “brillante”: “Tenemos que descubrir otro nombre para el petróleo y comenzar a explotar el combustible bajo ese nuevo nombre”. Eso es lo que hemos estado haciendo durante mucho tiempo. Hemos tratado de descubrir otros nombres para el gran problema humano. Nos gusta pensar en nuestros pecados como simples e inocentes errores o desajustes de la personalidad. Tratamos 21

de llamar al pecado por cualquier nombre, menos por su propio nombre. Nuestra sociedad es especialista en descubrir nombres aceptables para el problema moral. A las perversiones abiertas de la conducta las llamamos “apenas un estilo diferente de vida”. Pero eso no tranquiliza la conciencia. Porque, por más que el ser humano pretenda justificar sus actitudes, el vacío está presente. ¿Quién fue el primero que intento cambiar el nombre del pecado? Volvamos a nuestra historia. Hubiera sido bueno si el enemigo se hubiera presentado a Eva como tal. En ese caso ella habría estado prevenida y tendría posibilidades de victoria, pero el enemigo es astuto, traicionero y cobarde. Nos atrae lenta y disimuladamente, y nos envuelve con argumentos aparentemente irrefutables. Eva podría haber huído cuando vio y escuchó a la serpiente hablar, pero no lo hizo. El enemigo se presentó como un animal espléndido y trató de despertar la curiosidad de la mujer, comenzando a intrigarla. Su objetivo era destruir la confianza que Eva tenía en Dios. — ¿Así que Dios dice que no puedes comer ningún fruto? —No, no —replicó Eva—. Dios no dijo eso. Dios dijo que podemos comer de todos los frutos menos el fruto de este árbol. — ¿Por qué? — preguntó la serpiente — Porque el día que comamos de él moriremos. — ¡Ah! —dijo la serpiente— Eres muy tonta, Eva, tu Dios es muy mentiroso, no existe ese asunto de la muerte, no. Por el contrario, él sabe muy bien que si comes de este fruto, serás 22

más inteligente, serás igual a Dios y claro, él no quiere eso. Él quiere verte siempre allí abajo, ignorante y obtusa. Por increíble que parezca, el enemigo continúa hablando hoy las mismas cosas. “¿El pecado?” —pregunta él—, ¿qué es eso que llamas pecado? El pecado no existe. ¿La moral? ¿Quién es el que hace la moral? ¿El pastor de su Iglesia? ¿La sociedad? ¿La generación más vieja? La moral depende de la cabeza de cada uno. Todo es correcto siempre que no le hagas mal a nadie y respetes al prójimo. Si dos personas están de acuerdo en hacer algo y se sienten bien haciéndolo o si piensas que eso es conveniente y no estas matando a nadie, no tienes por qué preocuparte. No permitas que los otros hagan reglas para ti. “¿El cristianismo? Olvídate de eso, libérate. Se mas tú mismo. La religión restringe tu pensamiento a normas rígidas. Ese asunto de la fe está bien para la gente pobre que, al final de cuentas, todo lo que puede tener en la vida es un poco de esperanza. Deja eso para los hombres sin educación. Pero tú, tú eres un universitario, tu eres un profesional. Tú eres un hombre de negocios, tú estás por encima de todo eso” Si, amigo mío, así fue siempre. No fueron los hombres de nuestros días los que inventaron esas frases ni esa argumentación. Fue el enemigo quien le dijo eso a Eva en el Jardín del Edén. Puede ser que el argumento haya mudado de ropaje con el tiempo, puede ser que hayan cambiado las palabras, pero la filosofía es la misma “La religión es el opio del pueblo, sólo sirve para que las clases privilegiadas exploten a las más pobres en el nombre de Dios", dicen. 23

“¡Olvídese de todo eso, libérese de sus tabús, haga su propia moral! ¡Viva la vida! ¡Aprovéchela! Nada de prohibiciones. Nada de reglas. Nada de límites. Sea libre. Si se libera de esos conceptos, usted será su propio Dios. Será el capitán de su propio destino y el dueño de su camino, y su vida no tendrá fronteras” El plan propuesto por el enemigo era interesante. Una vida de libertad. ¿Quién no quiere ser libre? Miles de vidas han sido inmoladas a lo largo de la historia en el altar de la libertad. El ser humano nació para ser libre. Pero, paradojal y trágicamente, vive prisionero de su propia “libertad”. Se liberó de Dios para hacerse esclavo de sí mismo; esclavo de sus deseos, de sus pasiones y de sus angustias. Pero el enemigo no se contentó únicamente con argumentar, no se contentó solamente con sembrar la duda y la desconfianza en el corazón de Eva. La mujer todavía intento defender a su Dios. —Tú estás mintiendo —le dijo Eva a la serpiente—. Si Dios dijo que el que coma de ese fruto morirá, es porque eso es verdad. —No, no es verdad — respondió la serpiente—, y voy a probar lo que estoy afirmando. Mira, Eva, mira cómo como del fruto y no muero. Al contrario, tu sabes que las serpientes no acostumbran a hablar, ¿cómo es entonces que estoy hablando? ¿Quieres una evidencia mejor para probar que quien come de este fruto, en lugar de morir, llega a ser más inteligente y, superando los conceptos fanáticos del cristianismo, alcanza mayores alturas? 24

Amigo, ¿qué crees que podría haber hecho Eva? El diablo estaba “probando” sus afirmaciones. No eran únicamente argumentaciones retóricas, sino “pruebas”. ¿Comprende usted? El siempre “prueba” lo que afirma. Así hace todavía hoy. "Yo no soy cristiano y tengo más éxito en la vida que usted”. “Yo no estoy atado a sus conceptos tontos y tengo más dinero que usted, tengo un empleo mejor, saco mejores notas en la universidad, soy más feliz” A veces nosotros los llamados cristianos, somos el peor argumento en favor del cristianismo. El líder indú Mahatma Gandhi decía: “Yo me haría cristiano, sino fuera por causa de los cristianos”. Hay mucho prejuicio suelto por ahí, y no sin motivo. Cuando se habla de cristianismo, inmediatamente uno se imagina a un hombre de traje marrón, camisa azul celeste y corbata roja, andando por la calle con la Biblia debajo del brazo. ¿Qué ventaja me proporciona al cristianismo, pregunto, si ni siquiera me enseña a combinar los colores de mi ropa? ¿Qué tipo de paz ofrece el cristianismo que lleva a los hombres a presentarse en las plazas casi alucinados, nerviosos, expresando en su mirada el desequilibrio de un espíritu conturbado y queriendo que todo el mundo llegue a ser como ellos? Ese tipo de cristianismo es la mejor “prueba” para la argumentación satánica. Pero no es sólo eso. Estamos viviendo en un tiempo cuando Satanás trata de “probar” sus argumentos de otras maneras. “Usted puede hacer esto porque no hay nada de malo en ello". “No existe tal cosa como la moral; la moral depende de 25

la cabeza de cada uno”. Y en torno de este argumento se filosofa, se apela a la psicología, a las estadísticas, a la sociología, e incluso a la biología. Pero nada cambia. El ser humano es un ser moral por naturaleza. La mayor prueba de eso es el sentimiento de culpa. La sociedad puede cambiar todas las reglas del juego moral. Puede modificar la conducta. Puede crear todo un nuevo sistema moral. Sin embargo, nunca eliminará la conciencia de la culpa que el hombre siempre lleva consigo cuando comete actos inmorales. “Las diferentes ideologías que se han popularizado proveen al ser humano todos los medios necesarios para racionalizar su conducta. Con todo, el hombre sigue angustiándose y sigue sintiéndose culpable aunque no siempre esté en condiciones de identificar sus verdaderas causas".1 ¿Qué es lo que hizo Eva frente a las aparentes pruebas presentadas por el enemigo? ¿Qué fue lo que sucedió cuando ella extendió la mano para comer del fruto? ¿Quién tenía razón? ¿Dios o Satanás? Ese es el tema del capítulo siguiente.

Referencia 1) Libres para amar (Buenos Aires, ACES 1984), p. 66.

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Capítulo 4 La fragilidad de las soluciones humanas

El hombre entró en el consultorio médico con una úlcera maligna al lado del ojo izquierdo. La herida ya había devorado la piel y la carne, y estaba comenzando a afectar el hueso. Era prácticamente un agujero lleno de pus de más o menos una pulgada de diámetro. Era imposible no dejar de prever una horrible muerte, a menos que se hiciera algo para curar inmediatamente la virulenta herida. Pero todo lo que el hombre quería era “¡un nuevo par de anteojos más confortables!” ¡Es una tragedia confundir las cosas de ese modo! Tratando de que le recelaran un nuevo par de anteojos cuando una úlcera maligna estaba devorando su vida ¡Cómo si los anteojos de la filosofía, de la cultura y del racionalismo pudieran curar! Algo parecido es lo que sucedió con Eva. Ella quedó envuelta por el racionalismo humano. Entró en el territorio enemigo, intentó defender a Dios y fracasó ante la argumentación satánica. Extendió la mano y comió del fruto. ¿Murió? No. El pecado al comienzo, es estimulante y fantasioso. A pesar de eso Eva se dio cuenta que algo se 27

había quebrado dentro de sí. La inocencia y la pureza del alma desaparecieron y sintió el deseo irresistible de arruinar otra vida. Los conflictos propios del sentimiento de culpa se reflejan en las relaciones del hombre con los demás. Lucha contra los seres que ama. Comete violencia contra los más cercanos a su corazón. Traiciona a quienes desea el mayor bien. Todo esto es el fruto del esfuerzo que hace para racionalizar su error. Luego Eva buscó a Adán. Ella fue engañada. Adán, no. La tristeza se posesionó de su corazón cuando la vio. Quedó aterrado. Se trabó una lucha en su mente. Supo inmediatamente que Eva había desobedecido. Intento imaginarse la vida sin ella y todo le pareció triste y sombrío. Adán no confió en su Creador. Si hubiera resistido, Eva habría salido del Jardín del Edén. Dios hubiera creado otra esposa para Adán y Cristo habría venido solo para salvar a Eva. ¡Ese es el amor maravilloso de Dios! Una persona significa mucho para él. En este mundo tecnológico y computarizado, en este mundo de más de cinco mil millones de habitantes, usted es muy especial para Dios. Usted es la cosa más linda que tiene. No importa quién es usted. No importa su pasado ni su presente. Independientemente de los actos buenos o malos que haya realizado hasta aquí, independientemente de su carácter o su personalidad. Con sus traumas y sus complejos, con sus virtudes o sus defectos. Nadie más es como usted. Dios se preocupa por usted. Él lo ama, él lo espera. Él tiene paciencia con usted. “Es mentira”, puede pensar usted, pero aunque usted no lo crea, el continua 28

amándolo. “El no existe, toda esa historia es una tontería de la gente crédula” No importa. Usted es libre para creer o no creer, para aceptar o rechazar. Puede cerrar este libro, puede gritar y rebelarse, puede hacer lo que quiera, pero no puede hacer que el deje de amarlo, y no puede impedir que el continúe preocupándose por usted. Pensando que la vida no sería vida sin la compañera amada. Adán decidió echar su suerte con Eva. Comió conscientemente del fruto. Al comienzo todo le pareció maravilloso, pero enseguida "se dieron cuenta que estaban desnudos", dice la Biblia. Desnudos, ¿entiende? No se trataba sólo de la desnudez del cuerpo. Era una desnudez mayor. Era la desnudez del alma. El vacío del corazón. La angustia de la culpa. Era aquel sentimiento que se posesiona del hombre después de una noche de sábado, cuando las luces se apagan y las toneladas de sonido se silencian. Cuando los amigos se van y el ser humano queda solo, tirado en lo cama con los ojos clavados en el techo, ¿no siente deseos de llorar? ¿No le da la impresión de que todo está errado? Desnudos. Completamente desnudos. Desnudos por dentro. Aquella desnudez que no se puede disfrazar, ni esconder, ni negar. Aquella horrible sensación de fracaso después que los efectos de la droga se terminan. Aquel asco de sí mismo que la persona siente después que el placer acaba. Hasta ahí todo fue bonito, interesante, nuevo y estimulante. Hasta ahí todo fue atractivo y lleno de promesas maravillosas. 29

De repente, parece que todo a nuestros pies se derriba y nos vemos como en realidad somos: Desnudos. Completamente desnudos. ¿Qué es lo que hizo el hombre cuando se dio cuenta del problema en que había caído por causa de su desobediencia? ¿Qué es lo que hizo al percibir la herida purulenta que estaba devorando su vida? ¿Corrió a los brazos del único que era capaz de resolver su problema o buscó solo “un nuevo par de anteojos''? La historia bíblica dice que “cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales"?1 ¿Cuánto tiempo puede durar un vestido de hojas de higuera? ¿Un mes? ¿Una semana? ¿Un día? Todos los intentos que el ser humano hace para cubrir la „„desnudez del alma” son como el vestido de hojas de higuera. El ser humano se da cuenta que las dificultades financieras en que se encuentra tienen que ver, de alguna manera, con el hecho de haber querido eliminar a Dios de su vida, pero, ¿vuelve sus ojos hacia él? No. Piensa en la financiera o en el banco. El hombre tiene problemas de salud, pero no piensa en Dios. Piensa en el hospital. El hombre no logra dormir debido al vacío interior, pero no piensa en Dios, piensa en la farmacia y en los comprimidos para dormir. Conozco la historia de una señorita que quedó embarazada por jugar el juego de la “nueva moral”. Nada de límites, ni de reglas, ni de compromisos. Cuando descubrió que estaba embarazada, tuvo vergüenza de contarle el problema a sus padres. Quedó aterrorizada y pasó noches sin dormir, hasta que pensó que había encontrado la 30

solución. Le dijo a los padres que haría un viaje y se sometió a un aborto. Infelizmente su organismo no resistió y murió. El padre lloraba desesperado el día del entierro. ¿Por qué? ¿Por qué no me lo conto? ¿Por qué no confió en mí? Yo le habría ayudado, todo habría sido diferente. Pero, desdichadamente, el ser humano es así. Toma el problema en sus propias manos, sufre con él, lucha para superarlo. Hace todo lo que está a su alcance. Pero no comprende que la paz mental no es algo que pueda comprarse en botellas, ni aplicarse como un cosmético, ni tomarse como un comprimido antes o después de las comidas, ni conseguirse en un curso de tres semanas. Todo eso no es nada más que la miserable hoja de higuera. Puede aliviar el dolor momentáneamente. Puede distraer la atención, o disfrazar el mal. Pero el cáncer está allí dentro, quitándole lentamente la alegría de vivir, asfixiándolo y atormentándolo. Mire a Adán y Eva. Véalos intentando resolver sus problemas con sus propias manos. Mintiendo, robando, matando, escondiendo o engañando para cubrir la desnudez del alma. ¿Qué es lo que consiguieron vistiendo aquellas ropas hechas con las hojas de la higuera? Quedaron más ridículos. Ahora no solamente estaban desnudos. Estaban ridículos. Esta es la situación del hombre que toma en sus propias manos la solución de la desnudez del alma. La Biblia continúa diciendo:.. “oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto”.2 31

¡Qué tragedia! El hijo amado, que antes corría con alegría para recibir al Padre, ahora tiene miedo de él. Huye y se esconde. Y ahí comienza el gran drama de los siglos. Dios llamando al hombre: “Adán, ¿dónde estás?” Y el hombre escapándose de Dios y ocultándose detrás de un árbol. Dios buscando al hombre y el hombre huyendo de Dios. Aquí está la nota que distingue al cristianismo. El Cristianismo es más que una simple religión. Porque la característica fundamental de muchas religiones es que sus seguidores tratan de alcanzar a Dios, de encontrarlo y agradarlo haciendo algo. Muchas religiones tratan de subir en dirección a Dios. Pero el cristianismo es diferente. Es Dios descendiendo hasta el hombre.3 es Dios buscando al hombre, es Dios llamando, suplicando, implorando, preguntando: “Dónde estás tú, hijo mío”. ¿Y dónde estaba Adán? Allá, escondido detrás de un árbol. Los hombres continúan haciendo lo mismo hoy día. Continúan corriendo y escondiéndose detrás de algún árbol. “¿Que árbol”, se pregunta usted, “si ahora no estamos en el Jardín del Edén?” ¡Ah, amigo mío, si usted supiera cuanto nos gusta a nosotros, los seres humanos, crear árboles para escondernos! Existe, por ejemplo, el árbol del prejuicio. “La religión es para la gente simple. No me hable de religión. Hábleme de ciencia, de tecnología, de cibernética, pero no me hable de Jesús. Hábleme de psicoanálisis o de análisis transaccional, pero no me hable de ese asunto del pecado”. He ahí un árbol, ¿entiende usted? El prejuicio es solo uno de los árboles que 32

construimos para escondemos de Dios, porque tenemos miedo de encontrarnos con él cara a cara. También está el árbol del racionalismo. “No me hable de la fe”, dicen los racionalistas, “quiero pruebas. Llevemos a Jesús al laboratorio. Quiero explicación de todo. Quiero comprender todo en los más mínimos detalles”. El racionalismo no acepta el misterio del dolor “¿Por qué sufren los niños?” “¿Por qué creó Dios al diablo?” “¿Por qué los malos progresan y los buenos viven siempre explotados?” En el pensamiento racionalista no hay lugar para la Fe. Pero el racionalista va a la farmacia, compra un comprimido para el dolor de cabeza pero no verifica si los componentes son los especificados, ni conoce al vendedor o al fabricante, y sin embargo, tiene fe y toma el comprimido. Pero cuando se trata de Dios, no, entonces quiere llevar todo al laboratorio. Árbol. Apenas un árbol para esconderse de Dios. Piense en el hombre que “no tiene tiempo para nada”. “Yo trabajo dieciséis horas por día”, dice. “No tengo tiempo para dedicarme a ese asunto de la religión. Yo soy bueno. No le hago mal a nadie y de vez en cuando hasta ayudo a los pobres”. Ese hombre no se da cuenta de que la falta de tiempo no es más que un árbol que creó para esconderse. Detrás del árbol está él, desnudo, o, en el peor de las hipótesis, vestido de hojas de higuera, angustiado y vacío. Trabaja de día y de noche porque en realidad tiene miedo de parar y quedar solo. La soledad lo desespera y ni siquiera sabe él porqué. ¿Cuántos árboles crea el hombre moderno? La indiferencia, los placeres, los vicios, el miedo. “Yo soy demasiado pecador 33

para encontrarme con Dios ", piensa. “No soy digno de ser cristiano”. Pero voy a hablarle de un árbol bueno al que algunos han convertido en terrible y engañoso. El árbol de lo que algunos llaman religión. ¡Cuántas veces el ser humano se esconde detrás de ese árbol! Es la tradición de la familia. Son los padres. Son los amigos. A veces el ser humano se limita a ser sólo un buen miembro de iglesia, lo que está bien, pero se olvida de ser además un buen cristiano. Para este tipo de hombres la religión llegó a ser un árbol detrás de la cual están temblando, con esa sensación de desnudez. Lo único que le importa es la tradición, el nombre, la imagen de su religión, desprovista de su esencia. Pero no son felices. Al igual que el joven rico y Nicodemo, creen que son religiosos, pero sienten que están perdidos porque hicieron de la iglesia y de su religión su Cristo. Mire en este instante a Adán y Eva. Temblando de vergüenza, escondidos detrás de los árboles. Desnudos, vacíos y desesperados. ¿Habrá esperanza para ellos? ¿Habrá solución? ¿Qué sucederá ahora que Dios llegó al Jardín del Edén y pregunta: “Adán, dónde estás”? Lea el capítulo siguiente.

Referencias 1) Génesis 3:7. 2) Génesis 3:8. 3) Como ser cristiano sin ser religioso (San Pablo, Mundo Cristiano), p. 7.

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Capítulo 5 El fin de la crisis

Cuenta una antigua leyenda que cierto hombre estaba un día persiguiendo a un conejo entre unos troncos caídos hasta que, sin darse cuenta, se acercó a un precipicio. El conejo dio una voltereta y el hombre cayó en el precipicio. Por suerte, durante la caída, encontró la raíz saliente de un gran árbol y se asió a ella con ambas manos. Colgado de la raíz comenzó a gritar pidiendo socorro: __ ¿Hay alguien ahí arriba? No hubo respuesta. Continúo gritando más alto. __ ¿Hay alguien ahí arriba? Finalmente oyó la voz de alguien preguntando: — ¿Con quién quiere hablar? El hombre desesperado, casi en el límite de sus fuerzas respondió: —Con cualquiera que me pueda ayudar. Entonces, según la historia, la extraña voz le preguntó: — ¿Tiene usted fe? Y el hombre, casi al punto de soltarse, no pudiendo más, grito: —Sí. __Muy bien, — dijo la voz— , si tiene fe, suelte la raíz. 35

El hombre vaciló unos segundos. Miró hacia abajo y vio la enorme distancia que lo separaba del suelo. Allá abajo encontraría con seguridad la muerte. Finalmente, después de un largo silencio, el desesperado hombre volvió a gritar: — ¿Hay alguien más ahí arriba? Es tan sólo una historia. Una leyenda. Pero muestra patéticamente el cuadro en que se encuentra el ser humano. Está perdido. Sabe que está en el límite de sus fuerzas. Sabe que necesita la ayuda divina porque todos los intentos humanos fracasaron. Pero la receta de Dios parece tan tonta, tan sin sentido, tan sencilla, que no es posible creer en ella. En el capítulo anterior dejamos a Adán escondido detrás del árbol. Desnudo, vacío y atormentado por el sentimiento de culpa. Fue entonces cuando oyó la voz maravillosa del Padre: “Adán ¿dónde estás? Y Adán avergonzado dijo: “Estoy aquí, Señor, no tengo coraje de mirarte. Estropeé la vida que me diste. Arruiné todo. Tengo miedo de ti, oh Dios. Tengo miedo del futuro, tengo miedo de mí mismo". Aquel debió haber sido un momento terrible para Dios, pues lo que más quiere es que sus hijos lo amen y no que le tengan miedo. Dios continuó: “Sal de detrás del árbol, hijo mío" Adán vaciló, pero, ¿tenía alguna otra salida? Ya había agotado todos los recursos humanos y no había conseguido nada. ¿Por qué no darle una oportunidad a Dios? Es una pena que él sea siempre el último recurso al que recurre el ser humano. Ahora, imagínese conmigo aquel triste cuadro. Ahí estaba Dios el Padre y ahí estaba el hijo fracasado. 36

El hijo había acabado con la vestidura de luz que Dios le había dado. Estaba desnudo e intentaba humanamente remediar la situación. ¿Que consiguió? Quedar más ridículo intentando cubrir inútilmente su desnudez con las hojas de higuera. ¡Cómo habrá quedado inundado de angustia y tristeza el corazón de Dios en aquel momento! “No te creé para eso, hijo mío. Te puse en este mundo para ser feliz. No para vivir atormentado de esa manera”, debe haber pensado Dios. ¿Por qué el ser humano es siempre así? Cuando mi hijo mayor tenía un año, quedé un día sólo con él en casa. Estaba jugando mientras yo leía el diario. De repente, oí el ruido típico de un vidrio roto. El niño había tirado al suelo un florero de vidrio que la madre apreciaba mucho. El florero se hizo añicos en el suelo y yo hice de cuenta que no vi ni oí nada, para no asustar al niño ¿Saben que hizo el niño? Al darse cuenta de que nadie lo había visto, intentó reconstruir el florero con sus manitas, y todo lo que consiguió fue cortarse el dedo con un pedazo de vidrio. Al ver la sangre, comenzó a llorar y corrió a mis brazos, asustado. La situación había empeorado después de su intento de remediar el problema. Ahora no sólo había un florero roto, había también un dedo cortado. ¿Por qué el ser humano es siempre así? Allá estaba Adán. Con sus sueños hechos pedazos, con su vida hecha añicos, su futuro arruinado. ¿Buscó al único que era capaz de solucionar sus problemas? No. Intentó tomar el asunto en sus propias manos. Luchó, se esforzó, llegó al límite de su capacidad, 37

casi al borde de la locura. ¿Y qué fue lo que consiguió? Sólo empeorar las cosas. Veamos ahora la solución divina para el problema humano. ¿Qué hizo Dios cuando vio a Adán y Eva en ese estado? ¿Los condenó? “Traicionasteis mi confianza y ahora estáis perdidos". ¿Fue eso lo que dijo? No, no fue así. Dios siempre está más pronto a perdonar y a restaurar que a condenar. Dios abrazó a la primera pareja. Arrancó con amor las hojas marchitas de higuera, secó sus lágrimas, los consoló y les devolvió la dignidad y la autoestima que estaban allá abajo. ¿Y qué más? Tomó un cordero. El mundo no debe olvidar nunca este acto maravilloso. Un cordero fue sacrificado y su sangre mojó el suelo. Aquella sangre se iría derramando simbólicamente a lo largo de la historia hasta que un día, allá en el monte Calvario, la sangre del “Cordero de Dios que quitad el pecado del mundo” inundaría a toda la humanidad, llevando paz y consuelo a los corazones quebrantados. Sangre. ¿Lo comprende? Esta palabra aparece centenares de veces en la Biblia, y ha causado dificultades a muchas personas que no comprenden el porqué de la sangre de los corderos en el Antiguo Testamento, y tampoco el porqué de la sangre de Jesús en el Nuevo Testamento. La respuesta está en la misma Biblia: "Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona”.1 Los antropólogos dicen que el 90% de los seres humanos han creído en y practicado alguna forma de sacrificio con sangre. Parece que hay un rincón en el corazón del hombre en el cual cree que de alguna forma la sangre expía los 38

pecados. En Atenas, la ciudad culta del mundo antiguo, se practicaban sacrificios con sangre. En Persia, en Egipto y entre casi todos los pueblos antiguos se hacían sacrificios con sangre para apaciguar a los dioses. Entre los aztecas, del antiguo México, cada año se sacrificaban 20.000 personas para satisfacer a los dioses indios. Todo esto nos parece repugnante, pero nos muestra que, de alguna manera misteriosa y desconocida, el hombre sabe que la sangre expía el pecado. Pero no es cualquier tipo de sangre. Es solamente la sangre de Jesús. La ciencia médica descubrió también el valor y el poder de la sangre. La sangre es el único elemento que puede combatir interiormente una infección. Un milímetro cúbico de sangre tiene cinco mil millones de glóbulos rojos y cinco mil glóbulos blancos. Estos glóbulos transportan los nutrientes a las células del cuerpo. Se dice que mientras la sangre circule en las células el individuo está vivo, pero cuando la sangre deja de circular, el individuo está muerto. Aunque la ciencia haya descubierto todo esto en las últimas décadas, Dios ya lo había revelado en las Escrituras hace más de 3.500 años, diciendo que la vida de la carne está en la sangre. Allá en el Edén, Dios les había dicho a Adán y Eva que, si comían del fruto de aquel árbol, morirían. “La paga del pecado es la muerte”. Ellos fracasaron y debían morir, pero ahí es donde entra en acción el maravilloso amor de Dios. Un cordero derrama su sangre y ese cordero es Cristo. Y, porque él derramó su sangre, no es necesario que ningún otro muera, basta tan solo aceptar el sacrificio de Jesús. 39

Dios hizo algo más, allá en el Edén. Con la piel del cordero hizo vestidos para cubrir la desnudez del hombre. Piense ahora: ¿Cuánto tiempo piensa que puede durar un vestido de piel de cordero? ¿Piensa que debe durar más que un vestido de hojas de higuera? Eso es lo que Dios está queriendo decirle en este momento: “Hijo, por favor, sal de detrás del árbol en que estás escondido hace mucho tiempo. Sal tal como estás. Desnudo o vestido con una miserable hoja de higuera, yo quiero recibirte en mis brazos. Secaré tus lágrimas, eliminaré tu angustia y colocaré paz en tu corazón. Te sacaré las hojas de higuera y te cubriré con la piel del cordero, con la justicia de Cristo” A lo largo de mi ministerio he visto a centenares de personas vivir ocultas detrás de diferentes árboles. Vicios, prejuicios, filosofías, poder, dinero, trabajo. Las he visto luchar consigo mismas. Las he visto nerviosas, indecisas, inquietas por dentro mientras estaban sentadas en sus sillas en las reuniones evangelizadoras que he dirigido. Pero, finalmente después de tanto luchar, las he visto salir de detrás del árbol en que se escondían y dirigirse al frente, aceptando la invitación de Cristo. Yo sé que usted puede estar pensando en este momento: "Yo no creo en Dios, no creo que haya cielo, ni infierno. No me hable de la fe. Hábleme de la lógica” ¡Muy bien! Vamos a razonar un poco en los términos de un famoso escritor. Supongamos que usted no cree en Cristo. Yo me acerco y le concedo la ventaja del 50% de la razón. No existe nada más que el presente, y cuando usted muera, todo se acabó. Pero usted tendría que darme también el 50% de la razón, es decir: El cielo existe y es un lugar real, y Dios es una persona real. 40

Eso sería jugar limpio, ¿verdad? Al fin de cuentas, si no puedo probar en el laboratorio que Dios y el cielo son reales, usando el mismo método usted tampoco puede probar lo contrario. ¿No es verdad? Llegamos entonces al punto común en el que ni yo ni usted podemos probar nuestra posición en un tubo de ensayo. De modo que, comenzamos en un mismo pie de igualdad con un apretón de manos. Yo le doy la oportunidad del 50% de razón y usted hace lo mismo conmigo. Imaginémonos que comenzamos a vivir nuestros 70 años, y cuando llegamos al final descubrimos que usted tenía razón: No hay Dios ni cielo. Ambos morimos y nos entierran en el mismo cementerio. Yo no perdí nada. Pero, supongamos que al final de nuestras vidas descubrimos que sí, que existe Dios. Cristo es real y ha preparado para nosotros una vida eterna maravillosa. Usted lo rechazó, no quiso creer en ello. Bueno, usted habrá perdido todo, porque, ¿Qué es esta vida comparada con la eternidad?2 Es una cuestión de lógica, ¿no le parece? Voy a hacerle ahora una invitación, amigo mío. En el fondo de su corazón usted sabe que hay algo que ha estado buscando en la vida sin saber tal vez lo que es. Algo que esta allá, en el fondo. En las horas oscuras y silenciosas de la noche sintió siempre un vacío que le apretaba el corazón. Usted ha estado tratando de decir que no. Usted ha estado tratando de decir que todo es “simplemente porque los negocios no andan bien”, o por mil otros motivos. Pero la búsqueda continúa. Si no fuera así, usted no habría llegado hasta aquí en la lectura de este Librito. Yo le pregunto: ¿Por qué no hace la prueba con Jesús? 41

Yo ya me sentí desnudo en la vida o, en la mejor de las hipótesis, vistiendo ridículas hojas de higuera. Ya me pregunté el porqué de todo eso. Viví años y años detrás del árbol de un aparente buen miembro de iglesia, hasta que un día descubrí que nunca me había encontrado con Jesús. Fui a él tal como estaba. Todo lo que había conseguido con sólo mis esfuerzos era una vida de frustración y sufrimiento. Pero fui así como estaba y Jesús quitó los trapos de inmundicia de mis buenas obras y, por su amor y misericordia, me bañó en su sangre y me cubrió con su vestido blanco de justicia divina. Una joven, que también se atrevió a salir de detrás del árbol y correr a los brazos de Jesús, escribió lo siguiente: “Hasta enero pasado era una extraña para Jesús. Era rebelde, ladrona, borracha, toxicómana, adultera, Hippie. Era una persona egocéntrica y estaba confundida. Hace aproximadamente un año fui a un estudio bíblico, llevada por la curiosidad, pensando en confundir a todos con mis preguntas. Pero aquella noche comencé a interesarme en la Biblia. Por fin después de meses de estudio, el texto de Juan 3:16 me habló al corazón y entregue mi vida a Cristo. Nunca creí que pudiera existir tal felicidad. Cristo es aquello que yo estaba buscando desde mis días de adolescente. Él es el ´Bien Mayor´ que yo buscaba y no encontraba. Yo pensaba que las drogas, la bebida, ´el amor libre´ y el vagabundear por el país de un lado a otro, me transformarían en una persona libre, pero todas esas cosas eran como trampas. El pecado me dejó en este estado de confusión, infelicidad y culpa, y casi me llevó al suicidio. Cristo me libertó. Ser cristiana es maravilloso, porque siempre hay un nuevo desafío delante de 42

nosotros. Siempre hay mucho que aprender. Ahora, me despierto feliz de ver el nuevo día. Él me renovó” El cantor americano Johnny Cash dice: "Hace algunos años, estaba atrapado por las drogas. Sentía terror de despertarme por la mañana. No tenía alegría, ni paz, ni felicidad. Entonces, cierto día, desesperado, entregué mi vida completamente a Dios. Ahora me acuesto ansioso para despertar de mañana y estudiar la biblia. Las palabras de la Biblia penetraron directamente en mi corazón. Eso no significa que todos los problemas hayan sido solucionados, o que haya alcanzado la perfección. Sin embargo, mi vida sufrió una completa transformación”. El primer año de mi ministerio transcurrió en una villa miseria, en la capital de mi país. Era un cerro habitado en su mayoría por gente necesitada y carenciada, pero aquel lugar llegó a ser escenario de conversiones maravillosas operadas por el Espíritu de Dios. Cierto día, caminando por los estrechos caminos de aquel cerro, fui sorprendido por un perro que comenzó a ladrar. Por falta de experiencia cometí el error de correr y en pocos segundos no era uno el que me perseguía sino una jauría de perros que corrían detrás de mí. Asustado, tuve que empujar la puerta de una casa y esconderme de los perros enfurecidos. Pero, cuando me di cuenta donde estaba, habría preferido que los perros me enfrentaran allá afuera. Era un cuarto oscuro y poco ventilado, iluminado por dos grandes velas colocadas en el centro de una mesa. Había un olor horrible. Encima de la mesa se podía ver una pequeña montaña de cenizas de cigarrillo y hojas de coca. Alrededor de la mesa, mujeres 43

borrachas y, en el suelo, botellas vacías de bebidas alcohólicas. En una fracción dc segundos, me vi rodeado por las mujeres. Les pedí disculpas. Les explique que había entrado por causa de los perros, pero de nada valieron la cortesía y las buenas maneras. Tuve que ser de cierto modo, maleducado y, a la fuerza, conseguí salir. Algunos días después una de aquellas mujeres me abordó en la calle. __ ¿Fue usted el que entró en casa el otro día perseguido por los perros? _ Sí —dije, y le pedí disculpas una vez más. __ ¿Disculpas? __se sorprendió__. No señor, somos nosotras las que tenemos que disculparnos. Le expliqué que era pastor y que estaba predicando todas las noches en el salón, en la parte alta del cerro, y la invité para asistir a nuestras conferencias. Aquella noche, para mi sorpresa, allí estaba ella. Había bebido bastante y durmió durante la predicación. Volvió a la noche siguiente, y también a la otra, y a la otra. Siempre borracha, dormía mientras yo hablaba. Un día, me buscó. “Pastor” —dijo, angustiada y oliendo a alcohol----, "necesito hablar con usted. Mi vida es una tragedia, usted puede pensar que yo no entiendo nada de lo que habla, porque siempre estoy borracha, pero infelizmente entiendo todo, pastor, y estoy desesperada”. La miré con simpatía. Era fácil ver en su cara, en los ojos, en las lágrimas que se resistían a salir, la tragedia de una vida sin Cristo. Ella era una alcohólica inveterada. 44

“Pastor” —continuó—, “Yo tenía una familia bonita, un marido honesto y trabajador e hijos maravillosos. No vivíamos en la abundancia, pero nunca nos faltó el pan de cada día, hasta que caí en el vicio de la bebida. No sé cómo sucedió. Llegué a un punto en el que la bebida era lo más importante en mi vida. A veces, mi marido llegaba a la noche cansado de trabajar y me encontraba borracha, y a los hijos con hambre y abandonados. Esa fue el comienzo de la desgracia. El comenzó a pegarme, pero ni aun así yo dejaba de beber. La vida en casa se hizo insoportable. Un día, mientras él estaba en el trabajo, tuve el coraje de tomar mis ropas y abandonar mi hogar, mi marido y mis hijos, el menor de los cuales tenía sólo dos años. Me vine a este cerro donde, para sobrevivir, me entregué a una vida de promiscuidad y abandono”. Daba dolor, mucho dolor ver como el pecado arruina completamente la vida de una persona y la lleva muchas veces a cometer cosas que la propia persona no entiende después. “Todo este tiempo en que estuve asistiendo a las conferencias”—siguió hablando la mujer—, “he sentido que mi vida no puede continuar así; tengo que dejar de beber. Pero, pastor, cuando estoy lúcida, me acuerdo de mis hijos, de mi marido y la angustia se posesiona de mí. Entonces, para olvidar, vuelvo a beber y así mi vida entra en un círculo vicioso.” La promesa de Dios es que “él nos libertará de las concupiscencias de este mundo”. Él nos mantendrá sin caída”. “Él nos dará una nueva naturaleza”. “El transformara nuestro ser”. Y eso fue lo que sucedió con aquella mujer. 45

Desde el fondo del pozo de la desesperación y la culpabilidad, desde las profundidades de las sombras de la miseria y la angustia, ella clamó a Dios: “Oh Señor, transforma mi ser, cambia el rumbo de mi vida, libérame de la esclavitud del vicio que me domina, dame una nueva naturaleza”. Y Dios la oyó. Nadie lo vio, pero el poder de Dios forjó una nueva criatura. Ella dejó la bebida, pero pasó a convivir con la tristeza del abandono del marido y de los hijos. Era una realidad lacerante. Hería las carnes y hacía sangrar el corazón. Dolía verla sufriendo y fue por eso que busqué al marido. Era un hombre bueno. Se levantaba todas las mañanas de madrugada, preparaba la comida para los hijos y se iba al trabajo. El hijo mayor, de doce años, calentaba después los alimentos para los hermanos menores. El hombre retornaba a casa a la noche, cansado, y tenía todavía que ordenar la casa y lavar la ropa. Era una vida sacrificada. Fue difícil decirle algo viendo un cuadro semejante. Finalmente, después de algunas visitas, le dije que iba en nombre de la esposa. El cambió de actitud. Casi escupiendo fuego por los ojos, dijo: —No me hablé de esa mujer, arruinó mi vida y la de mis hijos. Mejor dicho, acabó con nuestra vida porque lo que vivimos hoy no es vida. Los días fueron pasando y con el tiempo nos hicimos amigos. Le dije que la esposa que lo había abandonado había muerto, que hoy era otra mujer, que no bebía más y que sufría por haber abandonado a la familia. ¡Ah! El espíritu de Dios consigue cosas que para el hombre son imposibles. Meses después, él aceptó ver a su esposa. 46

Fijamos el día del encuentro. Aquella noche oré a Dios y le pedí que hiciera un milagro más en la vida de esa mujer, que tocara el corazón de aquel hombre, que reconstruyera aquel hogar deshecho por el pecado. Hay momentos que marcan la vida para siempre. Aquel fue uno de esos momentos en mi vida. Allí estaba el marido, rodeado de los hijos. La mujer se acercó y cayó a sus pies. —Perdóname —dijo ella llorando—, perdóname, yo no lo merezco, pero por favor perdóname. Perdí todos los derechos que tenía, no soy nadie, sólo quiero que me permitan cuidarlos. Seré una sierva, nunca reclamaré nada, solo quiero estar cerca y cuidar de todos vosotros y hacer todo lo que dejé de hacer. Fueron momentos dramáticos y emocionantes. En el silencio del corazón continué orando. De repente, el hombre levantó a la mujer y le preguntó: — ¿No bebes más? —No. Hace meses que Cristo me sacó el deseo de beber. —Es increíble —dijo el marido emocionado—. Cuando el pastor me dijo que no bebías mas, no le creí, quise averiguarlo con mis propios ojos, pero es verdad, no bebes más. ¿Dices que fue Cristo el que te sacó el deseo de beber? entonces yo quiero conocer al Cristo que fue capaz de hacer ese milagro. En ese momento, di media vuelta y, escondiendo dos lágrimas, me retiré del lugar. Meses después tuve la alegría de ver bautizados a aquel hombre, su mujer y el hijo mayor de doce años. 47

Yo no contaría esta historia sino fuera porque, meses después, durante un pic-nic, estando sentado solo a la orilla de un río sentí que alguien estaba detrás. Me di vuelta y vi a aquella mujer con un helado en la mano. “Pastor” —dijo—, estuve buscándolo por todas partes. Hace unos minutos, recostada bajo la sombra de los árboles, estaba contemplando a mi marido y a mis hijos jugando a la pelota”. Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas y, con la voz entrecortada por la emoción, continuó: “¿Entiende pastor? Mi marido y mis hijos. ¡Ah! Pastor, yo no tenía nada en la vida. Había arruinado todo, había tirado todo por la ventana para ir tras la bebida. Y ahora estoy aquí, con mi marido y mis hijos. Dios me encontró perdida, me llamó, me perdonó, me transformó y me devolvió el marido y los hijos. Yo nunca podré agradecerle a Dios, pastor. De repente, sentí deseo de gritar: ¡Soy feliz! ¡Ah, cómo soy feliz! Entonces me acordé de usted y compré este helado. No tengo muchos recursos, no tengo un presente mejor, pero acepte este helado como expresión de mi agradecimiento, porque un día Dios envío los perros detrás de usted para que usted entrara en mi casa”. Amigo mío, he tomado muchos helados en mi vida, pero nunca uno como aquel. Aquel era el helado de la gratitud, del amor, del perdón de una mujer que un día vivió temerosa, angustiada y vacía, escondida en su vicio, hasta que Dios la encontró y la llamó: “¿Dónde estás, hija mía?” “Estoy aquí, Dios mío —respondió—. Estoy desnuda y desesperada. Lo arruiné todo, perdí el amor de mi esposo y de mis hijos. Mi vida no tiene sentido. Ten piedad de mi”. Y entonces la voz suave de Dios le dijo: “Sal de detrás del árbol, hija mía”. Y 48

ella salió, con su miseria y su angustia, y Dios enjugó sus lágrimas, la perdonó, la transformó y le dio sentido a su vida. Y ahora amigo mío, quiere hacer eso mismo con usted. Dios lo está llamando en este momento. “¿Dónde estás tú hijo mío? ¿Por qué no dejas de lado el prejuicio, el miedo, el temor al compromiso, porque no te olvidas por un minuto de tu poder, de tu cultura, de tu tradición? ¿Por qué no sales de detrás del árbol que fabricaste para vivir angustiado y vacío? Ven a mis brazos, hijo amado. Yo ya pagué el precio de tu culpa. Yo ya sufrí por ti, porque te amo. Me duele verte de esa manera. Me duele verte andando de un lado a otro, de una filosofía a otra, de un placer a otro, tratando inútilmente de llenar el vacío del alma. ¿Por qué no me das una oportunidad? ¿Por qué no abres el corazón y me aceptas?” “¡Ah! —dirá usted—, “yo soy muy pecador, no soy digno, no lo merezco. Si es así, entonces Cristo murió por usted. “Yo ya fui demasiado lejos”, puedes pensar usted. Pero no es verdad. Dios lo está llamando. En estos momentos hay dos voces en tu corazón. Una le dice: “Acepta”. La otra le dice: “No, tú no puedes creer en esas cosas”. Una dice: “Ve”. La otra: “Cierra el libro y olvídate”. Ahora es su oportunidad. Es su oportunidad de decir: “Sí, sí, sí, Señor, te acepto. ¡Ten Misericordia de mí, oh Dios!” “Querido padre, bendice a esta persona que acaba de decir sí. Sólo tú sabes, oh Padre, cuán difícil debe de haber sido para ella. Tú conoces mejor que nadie su vida, sus luchas, sus angustias. Tú sabes su historia, la historia de la búsqueda permanente de su corazón. Pero debes estar muy feliz porque 49

en este momento ese amigo está diciendo: ¡Sí! Hoy comienza para él una nueva experiencia. Toma su débil mano con tu brazo poderoso y condúcelo por los caminos de esta vida hasta el fin. Amen”.

Referencia 1) Levítico 17:11. 2) Cómo conocer a Dios (Buenos Aires, ACES, 1987), p. 17.

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Capítulo 6

¿Qué hacer ahora? ¡Felicitaciones! Usted acaba de tomar la mayor decisión de su vida. Y ahora, ¿qué debe hacer? Es posible que este comenzando a pensar en las cosas que tiene que abandonar porque aceptó a Jesús. Mucha gente se asusta al imaginarse su vida futura sin las cosas que estaba acostumbrado a hacer. Humanamente, no entiende como podrá vivir una vida plena de felicidad abandonando "todo eso”. Generalmente, en los primeros meses las personas se esfuerzan para “no pecar”, pero pronto descubren que no es posible vencer las cosas equivocadas sin ayuda. De repente sienten que a pesar de toda su autodisciplina el vacío continúa allí en el fondo. Entonces se sienten frustradas y piensan que el cristianismo tampoco sirve. ¿Por qué sucede eso? Sencillamente porque nosotros, los seres humanos, confundimos las cosas. Medimos el cristianismo únicamente por las cosas buenas que hacemos o por las cosas malas que dejamos de hacer. En otras palabras, para mucha gente, el cristianismo es solo sinónimo de buena conducta. El problema es que hay quienes, después de la decisión, tratan de esforzarse solos por ser buenos, intentando auto disciplinarse para cumplir las normas y los reglamentos del cristianismo. 51

Pero Cristo tiene, además, otra forma de medir el cristianismo. Para él, un buen cristiano no es aquel que solamente se porta bien. Es, por sobre todo, aquel que se relaciona con él. No olvide que el primer paso equivocado de Adán y Eva no fue comerse el fruto, sino apartarse de Dios y acercarse al árbol. Cayeron porque se apartaron de Dios. No olvides tampoco que la pregunta que Dios le hizo cuando el hombre estaba escondido entre los árboles fue: “¿Dónde estás tú?” y no: “¿Prometes que no lo vas hacer nunca más?” Recuerde, por otro lado, que el cristianismo no es la obra del hombre haciendo algo para alcanzar a Dios, sino la de Dios haciendo todo para alcanzar al hombre. En otras palabras, el problema, lo importante en el ser humano, no es solo lo que él hace, sino principalmente donde él está. El hombre peca porque está separado de Dios. Si esto es así, entonces, nuestra gran preocupación debe ser mantener una relación segura con él, ya que a partir de esa relación él nos ayudará a mantenernos sin caída. Ahora que tomó la decisión de aceptar a Jesús como su salvador, inició esa relación con Cristo. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios…fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su hijo…”1 Usted alcanza la justificación no por alguna cosa buena que haya hecho antes, sino porque Cristo lo amó, lo perdonó y justificó. Él lo sacó de detrás del árbol donde se hallaba, desnudo, desesperado y vacío. La mayor bendición que recibió es aquella presencia maravillosa de Cristo que borra las cosas equivocadas del pasado, completa su vida presente y le da sentido a su futuro. 52

El secreto de una vida victoriosa y feliz de aquí en adelante será mantener viva esa relación. ¿Cómo? Existen tres medios por medio de los cuales una persona se relaciona con Cristo: La oración; El estudio de la Biblia; y El testimonio. Esto no es algo opcional. Es vital e indispensable. Usted vivirá una vida nueva y cumplirá las normas, sin necesidad de torturarse por ser bueno, si es que se preocupa por relacionarse con Jesús. El resultado final lo sorprenderá, con seguridad. Las cosas equivocadas de su vida desaparecerán, sin darse cuenta, y usted se encontrará “haciendo todas las cosas bien”, no es virtud de su propio esfuerzo sino que se relacionó con Cristo. Hablemos entonces de estos tres medios de comunicación con Dios. “La Oración”, dice una escritora, “es el aliento del alma”. Esto es indispensable. Así como la persona no puede vivir sin respirar, el cristiano no puede vivir sin orar. Tenemos que aprender a orar. Orar no es simplemente repetir palabras rutinarias o rezos aprendidos de memoria. Orar es “abrir el corazón a Dios como a un amigo”. Orar es conversar con Dios. Es contarle todo: las tristezas, las angustias, los sueños, los planes y las luchas. El objetivo de la oración no es únicamente conseguir respuestas de Dios. Si este fuera el motivo para orar, pronto, muy pronto, perderíamos la motivación. El gran objetivo de la oración es relacionarse con Dios y no tan solo conseguir respuestas. El estudio de la Biblia, a su vez, es el alimento del alma. Dios no puede comunicarse con nosotros personalmente 53

como lo hacía con Adán y Eva antes del pecado. Si Dios hiciera eso hoy, caeríamos muertos a sus pies debido a nuestro pecado. Esto es muy triste para Dios porque su mayor alegría es tenernos cerca de él. Es por eso que Cristo vino a este mundo como hombre. Porque Dios quiere comunicarse con nosotros, inspiró a ciertos hombres a dejar por escrito su mensaje para nosotros. La Biblia es la Palabra de Dios. Él se comunica con nosotros a través del estudio de su Palabra, y ésta es una de las maneras como nos relacionamos con él. No se trata de un estudio con el fin de criticar o burlarse. Se trata de un estudio con espíritu humilde, tratando de ver en cada pasaje lo que Dios está queriendo decirnos hoy. Naturalmente, hay muchas cosas que tienen que ser entendidas en un contexto diferente de aquel en que fueron escritas. En aquellos tiempos se viajaba a caballo, a camello y a pie; hoy se viaja en avión. Pero los principios bíblicos son eternos y el Espíritu de Dios conducirá al hombre de corazón humilde a descubrir esos principios. La Biblia no fue escrita para que fuera meramente una lección de la historia de un pueblo errante. La Biblia no es meramente un libro que registra números, medidas y prohibiciones. La Biblia contiene el mensaje de amor de Dios al hombre. De modo que, cuando usted estudia la Biblia, colóquese en el marco histórico de aquel tiempo y reciba el mensaje como si hubiera sido enviado para usted personalmente. De ese modo, estará relacionándose con Cristo y su seguridad estará garantizada. Hablemos ahora del tercer medio de relación con Jesús: el testimonio. ¿Qué es el testimonio? Es contar a otros lo que 54

Cristo hizo por nosotros. Cuéntele a sus amigos, familiares, vecinos y compañeros de trabajo su encuentro maravilloso con Cristo. Cuéntales quien era usted, cómo vivía, qué sentía y como Cristo completó su vida. Hábleles de la sensación de una vida perdonada, de la paz, del equilibrio que él colocó en su corazón. Las personas que sólo oran y estudian la Biblia, pero no participan del testimonio cristiano, pronto se dan cuenta que su relación con Dios pierde vida. El testimonio da sentido a la relación y, al hablarle a otros del amor de Jesús, la persona afirma en el corazón su amor por Cristo. En resumen: El secreto de una vida victoriosa y feliz de aquí en adelante será su relación con Jesús. El cristiano genuino, en lugar de torturarse por vivir sin pecado, se esfuerza en separar un espacio de tiempo, cada día, para el estudio de la palabra de Dios y la oración. ¿Cómo aprovechar ese tiempo? Antes que nada, haga una corta oración, pídale a Dios que ilumine su entendimiento con el fin de comprender lo que está queriendo decirle a su corazón. Después lea un trozo de la Biblia. Puede ser un capítulo o dos, o sólo unos pocos versículos. Medite en ellos. Piensa en lo que Dios quiso decirles a los hombres de aquel tiempo y en lo que está queriendo decirle hoy a usted. Hable con él sobre sus decisiones, de lo que el mensaje que acaba de leer significa para su vida. Después ore, agradeciéndole a Dios por las bendiciones. Pídale perdón por sus errores, ore por sus amigos y sus amados. Cuéntele también su experiencia diaria, cuéntele las dificultades que encuentra en la vida cristiana. Pídale ayuda para alcanzar la victoria en cosas definida y confíele a él sus caminos y planes. 55

Insista en este periodo devocional diario. Esa es su parte: escoger relacionarse con Dios. Al principio encontrará que es muy difícil, porque nuestra naturaleza pecaminosa solo gusta de las cosas terrenas y rechaza la relación con Dios. Pero insista. Si falla un día, no se desespere. Continúe al día siguiente. Y deje el resto con Jesús. El completará en usted la obra que inició. Usted salió de detrás del árbol y se entregó en los brazos amantes del Padre. Ahora espere confiadamente en él y él le dará un regalo maravilloso de amor: la buena conducta tan deseada y la victoria completa sobre cualquier pecado. En otras palabras, la paz completa y la felicidad eterna.

Referencia 1) Romanos 5:1,10.

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