Crisis Existencial de Larsen

Podríamos hacer un rápido resumen de la novela diciendo que Junta Larsen regresa a la ciudad de Santa María, de donde fu

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Podríamos hacer un rápido resumen de la novela diciendo que Junta Larsen regresa a la ciudad de Santa María, de donde fue expulsado hace años por ejercer alguna actividad ilícita, y quiere reconstruir su vida como gerente de un astillero en ruinas , y añadir que la historia se complementa con la trama que protagonizan, junto a Larsen, Petrus, su hija discapacitada, los otros dos empleados del astillero, la mujer embarazada de uno de ellos, la criada de la niña grande, y algún otro personaje secundario, que adquiere, en su momento, importancia momentánea al lado de Larsen, y de la historia de su crisis existencial. Pero al lado de este argumento “fácil”, deberíamos decir que se trata del regreso al pasado de un hombre en busca de su existencia perdida, de una salvación que no será posible, de un sentido para el final de una vida que tampoco podrá encontrar. Larsen busca, aún a sabiendas de que no va a ser capaz de encontrarlo, algo en lo que creer, aunque sea mentira, algo que le deje creer que no es el único ser vivo en un mundo de cadáveres(tras la primera visita a la casilla de Gálvez, y después de haber hablado con los otros dos empleados del astillero, Larsen ve que es posible compartir la ilusoria gerencia del astillero con otras ilusiones en las que hacía tiempo había decidido no caer). Eso en lo que creer lo encuentra Larsen en la mujer de Gálvez, y, como no podría ser de otra manera, pertenece a otro, no puede ser para él. En el culmen de la crisis, cuando descubre a la mujer sangrando y rugiendo, la vida misma, huye, porque, en el fondo, Larsen tiene un alma sensible, aunque cubierta de porquería,. Huye porque no acaba de aceptar un mundo que irrumpe destrozándolo todo. No es extraño, una vez leída la novela, que Onetti eligiera este sórdido y kafkiano escenario para narrarnos el final de la vida de Juntacadáveres, porque a lo largo de la novela, se nos aparece Larsen como un pastor que, poco a poco, va juntando muertos en vida como si fueran ovejas de un rebaño, terminando por el suyo propio. El nombre del protagonista es, como en otras novelas de Onetti, un nombre que puede ser nórdico o germano, lo que puede ser un indicio de su desarraigo. La acción se desarrolla, también como en otras de sus obras, en Santa María, una fusión entre Montevideo y Buenos Aires, un espacio urbano con rasgos reales pero que es, en el fondo, muy suyo. De alguna manera, tal y como les ocurre a otros personajes de sus novelas, Larsen quiere, en El astillero revivir su existencia, tratando de alcanzar un sentido de la que esta carece, y una sensación de armonía con sus semejantes, con todos los personajes mencionados más arriba. Inventa una ficción para compensar una vida real que ha sido un fracaso. La ficción, en esta obra como en otras del autor, corrige a la vida real (en un momento de la obra, Larsen nos habla de que la locura de los otros impulsa su locura, y de que el juego al que hasta ese momento él jugaba en soledad, al jugarlo con los otros, se convierte en lo serio, en lo real). Al nivel estrictamente literario, esto no deja de ser una crítica del realismo, una vez que acaba convirtiendo a la obra literaria en la única realidad. Se da, en la novela, un clima de decadencia y desintegración que se da en las obras de Onetti desde El pozo, y que alcanza en El astillero un grado angustioso, premonitorio de la muerte. Larsen es ahora un hombre quebrado, que siente el profundo fracaso de su vida y el vacío de todo, pero que no acaba de resignarse a aceptar su derrota. Encontramos una irónica simetría entre Larsen y el astillero, entre su vida destruida y vacía y la construcción del lugar como un centro de actividad y trabajo. El astillero es una estratagema para encubrir el sinsentido que le rodea y la certeza de su fracaso. Tras una larga vida al margen de la sociedad, Larsen asume los hábitos del individuo normal

y productivo: crea una ficción y la interpreta, actúa con la ambivalente convinción de quien sabe que tiene que inventar a otro para poder ser él mismo. Su mundo ilusorio es un autoengaño, pero trae a su vida un principio de orden, de algo que quiere acercarse a lo perfecto en su mundo caótico y ruin. Por todo ello, cuando Gálvez le cuenta la historia de los títulos falsos que pueden mandar a Petrus a la cárcel, hace todo lo posible para que eso no ocurra, para que la vida siguiera desarrollándose en esa ficción. Fuera de toda aquella farsa, no había más que invierno, vejez, el no tener a dónde ir, la posibilidad de la muerte. Sin embargo, en aquella ficción medio inventada, medio encontrada, todo podía ir encajando, poco a poco. Había, aun por un trabajo inexistente, un salario que se conseguía con la venta clandestina de la chatarra del astillero (un salario que salía, pues, del propio astillero); una esposa que, aunque no era la suya, le daba, de alguna manera, en sus visitas a la casilla, en los atardeceres, a la salida del trabajo, esa especie de “reposo del guerrero” que compartía con sus otros dos compañeros de farsa un plan de prosperidad en el futuro si los planes de Petrus se cumplían y él podía llegar a casarse con su hija, etc.Y la trama de Gálvez podía dar al traste con todo. Y dar al traste con todo significaba dar al traste con su única posibilidad de seguir viviendo. Pero todo se demuestra inútil. Cuando él va a Santa María a entrevistarse con Petrus y a parar los planes de su compañero, ya sabe que iba para nada, que su viaje era una pausa sin sentido, un acto vacío. Cuando se ha entrevistado con Petrus, se da cuenta de que él es el único hombre vivo en un mundo ocupado por fantasmas. El astillero es una parábola sobre la imposibilidad de la salvación: todo conduce a un punto muerto, todo es estéril y da vueltas en redondo sin llegar a ninguna parte (como ejemplo, podemos citar el capítulo en el que Larsen logra ser besado por Angélica Inés, En principio, y dentro del juego que se había propuesto, el beso habría encajado a la perfección, pero no consigue verlo como una victoria. Cuando más tarde la mujer de Gálvez va a besarle, pero solo como un cumplido por el regalo que le ha hecho, tampoco acepta ese beso, no es el beso que él habría buscado). La sensación de que todo esfuerzo es inútil y absurdo otorga al relato un fuerte sabor existencial, dominado por una sensación de vacío y de irrealidad. Como otras novelas de Onetti, esta novela es una vía para subsanar una fractura existencial y crear un sentido de algo que no lo tiene. Como en todo el mundo creador de Juan Carlos Onetti, en El astillero todo es oclusivo, gris, angustioso, cínico, obsesivo, minuciosamente cruel. El torturado pero estoico lenguaje del autor, con sus largas frases envolventes que descienden como negras espirales por abismos siempre agresivos, acrecienta la sensación de que hemos entrado en un mundo desalmado y sin remisión. La vida de los protagonistas transcurre en una calculada penitencia que todos se infringen a sí mismos, y a los otros (Larsen parece no poder salirse del guión preestablecido no solo por él, sino también por Gálvez y por Kunz), con un abierto desprecio a la moral convencional (no hay que olvidar que Onetti es un maestro de la visión negra y despiadada del comportamiento humano). Busca el autor con todo ello una indagación en el carácter de la psiquis. Nos encontramos con todo un proceso de interiorización por el cual el narrador indaga dentro de los personajes al mismo tiempo que lo hace dentro de sí mismo. Estos personajes, al igual que ocurre en todas las obras de Onetti, son personajes solitarios que contemplan su fracaso en una edad mediana, en un ambiente urbano, y con un sufrimiento existencial. Todo esto lo consigue Onetti dando a su obra un soplo inconfundible de autenticidad, creando un mundo compacto, válido por sí mismo, pero que tiene perturbadoras

conexiones con el nuestro, y dejándonos la sensación de que no existe otro modo mejor de expresarlo que en la forma en que él lo hace, con un lenguaje despojado, incisivo y ardiente.