La Republica de Fennelly de Jesus Miguel Soto

De que va el cuento © Titulo original: De va el cuento Antologfa del relato venezolano 2000-2012 © 2013, Carlos Sandov

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De que va el cuento

© Titulo original: De va el cuento Antologfa del relato venezolano 2000-2012 © 2013, Carlos Sandoval (Comp) © De esta edici6n: 2013, Editorial Santillan a SA Avenida Romulo Gallegos, Edif. Zulia, piso 1 Sector Montecristo, Boldta, Caracas 1071> Venezuela Tlf.: +58 212 2809400 Fax: +58212 2S09404

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ISBN: 978-980-1S-0703-1 Deposito legal: If6332013800925 en Venezuela - Printed in

Soludone, Gcificas

Coordinacion de la colecci6n de autores venezolanos: Luis Barrera Linares Coordinaci6n editorial: Jose Manuel Rodriguez R. Taller Disefiode Imagen de

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Antologia del relato venezolano 2000-2012

Carlos Sandoval

La Republica de Fennelly JESUS MIGUEL Suro

Inventamos la Republica de Fennelly un martes por la tar­ de en el apartamento de Alberto mientras los viejos caobos ca­ raquenos eran deshojados sin piedad por una lluvia feroz que sacudia los cristales. Hada varios meses que habiamos mencio­ nado, durante un concurso de belleza televisado, la vaga idea de inaugurar un territorio propio, despojado de los c6digos eticos, es­ teticos y mercantiles reinantes. En principio barajamos la posibilidad de fundar una socie­ dad e incluso un partido en el que sus miembros asisticran a sesio­ nes regulares para debatir sobre temas puntuales, tomar decisiones con la aprobaci6n de Ia mayoria, aplicar sanciones por indisciplina o desacato, nombrar y remover juntas directivas, elaborar estatu­ tos, planes estrategicos y cincelar en letras cobrizas una agenda de proyectos y otra de promesas. Pero la 16gica 0, quiza un dejo de ambici6n, nos hizo re­ flexionar que los alcances de ll1l..partido 0 de una sociedad eran limitados y que estaban supeditados a legislaciones, y par nimicas superiores que ilcabanan condenandonos a sus mas propicio era sin duda crear una naci6n en la aue lue­ maduranan diversas instituciones, tV:'1"tirlm: bes y demas actores sociales. Una vez que los cinco estuvimos de acuerdo en nuestra propia Republica, consideramos que el primer paso era establecer sus coardenadas espaciales. Con humildad, admirimos que sena una naci6n de reducido tamano, muy similar a esos prin­ cipados que repliegan sus fronteras dentro de paises mas ~.1.'U".1.'-" o como esos territorios que se desmiembran de otros tras una san­ gricnta declaraci6n de independencia y quedan alojados como una espccic de higado autosuficiente y desligado del resto de las fun­

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ciones corporales. Sin embargo, con mas precision, en nuestro ca­ so seriamos una suerte de nacion clandestina, una patria encajada dentro de otra, como una celula ajena y silente dentro del cuerpo, que tal vez se expandiria 0 tal vez se mantendrfa quieta dentro de sus breves y originarias dimensiones. En nuestra por ahora pequena nacion 90 metros cua­ drados y tres de alto -que eran las dimensiones del apartamento de Alberto donde todos conviviamos alquilados- tendriamos un poderio pequeno pero manejablc. La primcra accion fue dctcrminar el nombre que Ie da­ riamos a nuestra patria. Tras insensatos juegos de palabras su­ cumbimos en un principio a la fatua determinaci6n de darle una mezclada en denominacion numeric a, quiza con una que otra el intervalo de caracteres ordinales. En medio de un debate infructuoso, Alberto insisti6 en la necesidad de mentar a nuestro territorio con el nombre de una persona, un pr6cer, un heroe. Pese a que Alberto esbozola idea de que ese heroe fuera alguno de nosotros mismos en calidad de pa­ dres fundadores, la mayoria coincidimos en que eso hubiese sido empezar con el pie izquierdo. Nos considerabamos mas bien men­ tes planificadoras, estrategas corporativos. Todos, menos Alber­ to, estuvimos de acuerdo con esta reflexi6n, tras 10 cual decidimos que nuestra naci6n naceria con un nombre que nada representara o al menos que no nos vinculara directamentc. Un par horas mas tarde, Mariscla se top6 con un disco que fue propiedad del papa de Alberto. Olvidado en una gaveta de documentos contractuales, 10 vislumbramos como una senal que al menos ameritaba una evaluaci6n. En la portada se Ida Michael Fennelly; un musico desconocido para todos. Por decision unanime aprobamos el nombre y acordamos que no escllchariamos nin.l:,'llna circunstancia la musica contenida en ese acetato y que tampoco revelariamos a extranos el origen de nuestra denomina­ ci6n para que la partitura fundadora perviviera en un enigma idilico y que sus acordes ignotos no influenciara de n1ngtin modo las bases eticas 0 esteticas de nuestra naciente Republica. Andreina, siempre bella, siempre fresca, siempre aforistica dijo que Fennelly, en todo caso, significa el azar que nos busca y que eso nada quiere decir.

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En fin, la palabra Fennelly nos parecio encajar ala perfec­ d6n para el nombre una naci6n clandestina, precisamente por­ que esa palabra no remitfa a un pais sino a una tienda de lenceria con precios oferta. Ya con un nombre, nos aplicamos a 10 que seria el diseno de Fennelly. Desde siempre nos habia cautivado la cartografia cua­ driculada de muchos paises, y ahora estabamos felizmente conde­ nados a establecer los lfmites de Fennelly bajo la cuadricula imponfa d apartamento de Alberto. Libres de realizar los trazos que nos vinieran en gana, se hab16 incluso de una patria de per­ fecta forma circular, pero advertimos que clio significarfa sacrifi­ car valiosos metros de espado territorial, que en nuestras ",-,ucu,-" condiciones era intolerable. Andrefna, la artista del grupo, fue qwen asumi6 la tarea de dibujar nuestro primer boceto de mapa, nuestro primer espe­ jo. Adcmas de la rectitud de sus lfneas, el mapa de Fennelly se ca­ hacia los lados, sino racterizaba por proyectar sus lfmites no tambien hacia arriba y hacia abajo. Si Italia es una bota y Venezue­ la una especie de toro con trompa 0 de elefante con cachos, Fen­ nelly era un cubo. Respecto a 1a geopolitica fennellyana 10 que mas nos hizo discutir (pues en cuanto a la cartograffa no hubo mayor dilema) fue en que punto establecer la capital de Fennelly. Segtin Tobias y yo, la capital debia ser un punto muy pequeno, donde a 10 sumo cupieran dos personas 0 una persona junto a su perro. En cam­ bio, Andrefna y Marisela defendian la tesis de que la capital debra ocupar todo el terri torio y debia llamarse igual que el pais. Alber­ to, en cambio, propugnaba que Fennelly no tuviese capital dentro de sus fronteras sino que se estableciera nominalmente dentro de algun sobre sellado y archivado, por ejemplo en Suiza 0 las Baha­ mas, como si fuera un pape! financiero que pudiera cotizarse y «re­ SiSriD>, subray6 Alberto sin que nadie entendiera ni preguntara 10 que queria decir. Triunf6la tesis de que la capital deberfa ser un punto mini­ mo donde apenas cupieran un hombre y su perro. Tambien vimos que la capital Fennelly figuraria en el mapa simple mente con el certero nombre de «Capital» y se ubicarfa en el justo cen­



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tto de la sala, que era tambien el centro del apartamento. Con es­ te emplazamiento las comunicaciones con el resto de las regiones (banos, habitaciones, cocina, lavandero) seran equidistantes, 10 que a su vez facilitara un desarrollo equilibrado del territorio de acuer­ do a sus potencialidades, explic6 Alberto en su jcrga que cada vez tenia mas inflexiones marciales que Ie daban mas seriedad al asun­ to. Dicho esto, coloc6 en e1 justa medio de la capital un mes6n de madera que serviria de lecho, techo, trinchera 0 sarc6fago para al­ bergar a un hombre junto a su perro. Sobre las suaves manos de Andreina rccay6 tambien Ia res­ ponsabilidad de diseiiar la bandera de Fennelly, que por ahora s6lo ondearia en la intimidad de nuestro reducido pero calido territorio. Inspirado en Mondrian, nuestro pabe1l6n unicolor se componia de blanco sobre fondo blanco, pigmentaci6n que yo intetprete como un estandarte condenado a rendirse antes de empezar una guerra. Ya con bandera, nombre y mapa procedimos a firmar ofi­ cialmente el acta fundacional en la que se dej6 por escrito en la ba­ rroca caligrafia de Marisela el dia de creaci6n, los nombres de los primeros habitantes y la extensi6n territorial de Fennelly. Al final del documento se dej6 sentado la lapidaria frase «Seremos grandes y lejanos», cuyo significado ambiguo y que admitimos no enten­ det, seria un enigmatico acicate para futuras generaciones. Aunque alegres porque en pocos dias ya habiamos avanza­ tanto, pot otra parte tam bien nos iban sutgiendo interrogantes que nos tuvieton en vilo en las primeras horas de creados. Una de esas inquietudes la plante6 Tobias: 2habria otra Republica de simi­ lares caracteristicas a la nuestra, urdida en e1 anonimato, en la caren­ cia de aetopuerto y de fronteras internacionales, y en la ocupaci6n silenciosa de otra naci6n mas grande? Habia s610 dos posibles res­ pucstas a esa pregunta: si 0 no. Si confiabamos en que eramos los pioneros en idea semejante, continuariamos con nuestro proyecto intacto, sin mirar atras ni a los lados; pero si dabamos cabida a la posibilidad de que existieran otras nacioncs de igual tenor, sin duda habia que clarificar ya las medidas a tomar: 2crear una con­ federaci6n de rcpublicas ocupantes?, 2declararnos la guerra unas a otras?, 2fundirnos bajo la figura de distantes archipieIagos de tierra para confotmar un vetdadero imperio transnacional? Sin embargo,

nuestra verdadera preocupacion era la congoja que nos produci­ ria el hecho saber que nuestro proyecto no era inedito, sino que era una copia azarosa de un modelo ya existente, que no conocia­ mos porque aun estaba en el anonimato de alglin sotano 0 azotea de Dhaka, Ontario 0 Lima. Nadie se tomo con gusto la broma que hice respecto a que en China debian existir cientos de Fennellys es­ perando su momento para salir a la luz. Para suavizar los animos explique que nuestra ventaja estaba en que salieramos nosotros an­ tes que ellos. Ya me estaba ganando la fama de apatico, por 10 que trate en 10 subsiguiente de reducir mis comentarios. Aunque nuestra rutina diaria de trabajo y estudios se man­ tuvo con la regularidad cotidiana de siempre, sentiamos que algo en el mundo iba cambiando desde la minuscula realidad del apar­ tamento de Alberto. El interior del cubo iba tomando forma, tex­ tura interna; ya no era el mismo de hace dos anos cuando Alberto decidio compartirlo en alquiler con cuatro compaiieros de la versidad. Ahora era un territorio en ebullicion que cada dia abaste­ ciamos con cajas de enlatados, libros, ropa, boteUas de vino, velas, agua potable y suministros medicos, que Alberto se encargaba de ordenar en vista de que no tenia responsabilidades laborales 0 aca­ demicas como los demas y podia dedicar mas a Fennelly. Una tarde, .Alberto nos recibio con una emocionada sonri­ sa de padre primerizo mientras nos ensenaba un pano blanco, im­ pecable. Era nuestra bandera tt:cien confecdonada en uno de los almacenes del centro. La blancura dellienzo era tal que irradiaba una tenue luz blanca en toda la habitacion y la suavidad de su tex­ tura invitaba a un fraterno cobijo, como una tUnica para el eterno reposo. Desdoblamos la tela con el mismo cuidado que se acaricia una mariposa. Al menos yo tuve por un momenta la impresi6n de que entre los pliegues descubririamos alglin preciado secreto. Una vez extendida, la bandera era como un mar lacteo que inund6 por instantes el suelo fennellyano; la colocamos estirada sobre la pa­ red mas larga de la sala y la contemplamos con mirada solemne un buen rato. El ojo izquierdo Alberto dej6 corter una breve gota de agua, pero nadie 10 secund6 ni Ie dijo nada. Entre vino tinto, embutidos y aceitunas, las tardes en Fen­ nelly se fundian con madrugadas placidas y cada vez que saliamos

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nos despediamos con el mismo afecto y melancolia de quien aban­ dona su pais aunque sea pdr un par de dias. Aunque todos nos tomabamos en serio 10 de nuestra nue­ va patria, quien iba un paso mas adelante era Alberto. No exigio que . asumieramos compromisos a su nivel, en el sentido de desprender­ nos de nuestras obligaciones del mundo exterior, pero sin embargo S4 dedicacion exclusiva a Fennelly fue creando las condiciones pa­ ra que se autoadjudicara roles que de alg{m modo irian perfilando nuestro destino pattio. Al principio fueron como el hecho de imprimir­ nos por su cuenta y sin previa aprobacion los pasaportes de la Re­ publica de Fennelly (por cierto de calidad) 0 decretar nuestro plato nacional sin consultamos (espaguetis de espinacas con almen­ dras y queso crema). Al principio agradedmos con emodon el es­ mero de Alberto por cada dia darle mas forma y sentido a nuestra identidad nacional. Pero luego ocurrio el asunto de los uniformes y enton­ ces Tobias y yo intercambiamos mudas y amargas impresiones de desasosiego, pero fuimos incapaces de contravemr 0 cuestionar a Al­ berto. Lo que mas me exaspero fue que el uniforme de las mujeres fuera igual al de los hombres, pues si elde Andreina hubiese sido al menos un short ajustado 0 hubiese tenido algtin tipo de escote, creo que hubiese abrazado a Alberto. Tobias en cambio no 10 disgus­ to tanto el hecho de que los uniformes que debenamos usar duran­ te nuestras estadias en Fennelly fueran unas bragas de mednico de color azul, su problema era que esa idea no se Ie habfa ocurrido a el. Para tratar de picar adelante, Tobias expus~ con vehemen­ cia algunos proyectos para aplicar en Fennelly. Uno de elIas fue crear un calendario fennellyano basado en la direccion de los vientos; pro­ puesta que todos celebramos, ineluso Alberto, quien sin embargo forzo bruscos cambios de tema para eludir una decisi6n definitiva al respecto. Otra de las propuestas de Tobias fue rescatar el arte de la colligrafia 0 del esperanto como una forma de rcivindicar un lengua­ je propio. Ante el entusiasmo general, Alberto supo que no podria contravenir ni postergar esa iniciativa, as! que como Ultimo recurs o retorico y pantomimico nos enfrento a todos con solemne actitud diciendo que habia llegado la hora de(:isr.ra.

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Se dirigio entonces a un armario que estaba en la penum­ bra de un rincon. Pense que nos dana un vestuario especial para los dias festivos 0 que sacaria de una jaula el animal representativo de la fauna del pais; pero 10 que alli habia, dentro de cajas de car­ ton y bois as plasticas, era un pequeno parque de armas compuesto de diez fusiles, una metralleta, once pistolas, varias cajas de mu­ niciones, algunas granadas de mano y una trompeta. «Todos mis ahorros estan en este baUl», se limite a decir Alberto con orgullo mientras colocaba el armamento la capitaL La actitud de Al­ provoco una mueca de desprecio en Tobias, secundada por una mita nerviosa de Marisela. No Tobias el prime­ ro que se entusiasmo a apertrecharse con el equipo militar y fue el tam bien quien celebr~ con sonoras carcajadas que la mayoria de las armas eran de utilena. Alberto explico que ello se debia en par­ te para confundir al enemigo y tambien porque no Ie habia alcan­ zado la plata. Solo tres pistolas son de verdad, puntualizo. Cuando yo mismo palp6 y verifique que en efecto eran imitaciones de juguete, senti primero un gran alivio seguido de un electtico temor que me recorrio cl cuerpo al caer en cuenta de que eramos cinco locos con armas de phlstico sin saber aun muy bien que ibamos a hacer con elias. Es 10 que tenemos por ahora, dijo Alberto. Y que se supo­ ne que vamos a hacer con esto, pregunto Marisela, al tiempo que devoraba la una de su dedo inQj.